A Rough Ride! (Privado// Helios)

Tal como lo habíamos previsto, al bajar del gran barco en que veníamos todos un carruaje nos esperaba para llevarnos a casa, mis comentarios o mis planes pensados tuvieron que esperar pues la arquitectura que París presentaba era tal que en más de una ocasión creí no tener voz, el mercado, los almacenes, las personas comentando sobre las noticias que ofrecía el periódico, todo… absolutamente todo era nuevo para mí, y es que en Londres jamás me había atrevido a indagar mucho entre las cosas que me ofrecía, quizás por el hecho de que la muerte de mi madre aún no le había superado del todo. Creí escuchar de pronto que la voz de mi padre me llamaba.- “Hija, hemos llegado”.- Sólo respondí con una sonrisa antes de que mis zapatos tocaran el piso de aquella gran mansión que mi progenitor había comprado meses antes para que tuviésemos una mejor estadía; Williams al igual que la señora Ivonne ya habían bajado, pero aquel detalle no me importaba demasiado, sólo quería saber si en aquella gran casona podría tener mi cuarto de piano sólo para mí, para reencontrarme con aquellos recuerdos de infancia que a lo mejor aún residían en mi memoria.

- Padre, es una mansión hermosa… aunque estamos un poco alejados de la ciudad. – Respondí algo confundida, de seguro entre tantos pensamientos y vueltas en el carruaje habían hecho que mi torpeza aumentara.
- Solo a 30 minutos Marielle, aunque muy cerca de este lugar hay una laguna que de seguro querrás visitar con Sarita o Marie – Escuché las palabras de papá e inevitablemente mi rostro se iluminó, cuando era pequeña era mi hermana Margaret quien solía acompañarme, y divertirse con las historias de mi vida en Corea, pero ahora ella ya no estaba, se había casado con un Duque de Alemania y nunca más nos habíamos vuelto a ver, hasta ahora.
- Me gustaría ir a dar un paseo sola, no creo que haya problema. – Le miré esperando a que mi padre aceptara, aunque sabía que no me dejaría, no conocíamos nada de los alrededores, además no era bien visto que una señorita de clase anduviese tan vulnerable por los alrededores de un bosque.
- Marielle, ¿Desde cuándo se ha visto bien que una señorita de apellido ande revoloteando por la laguna sin una sirvienta?, no olvide que usted ya no es una campesina… que modales.- La señora Ivonne se opuso de inmediato, a lo que solo bajé la mirada para asentir en silencio, ella tenía razón, las reglas del juego habían cambiado en gran medida.
- Ya escuchaste Marielle… - Fue lo último que dijo padre antes de llamar a Sarita.- Si van a ir a dar una vuelta no hay problema, siempre y cuando estén a la hora del almuerzo, ¿Entendido?
- S-si S-señor Stevens – Respondió Sarita quién no había tardado en llegar a mi lado para mirarme con una sonrisa nerviosa.- Antes… de la hora del té estaremos de regreso.

Una vez terminamos de hablar pude vislumbrar a la distancia como la señora Ivonne mirada con desprecio a mi anciano padre, sentí que mi pecho se oprimía por aquello, y nuevamente las preguntas del ¿Por qué? Me había aceptado en su casa rondaban y atacaban mi cerebro. Sarita llevó mi sombrilla mientras mi mente navegaba sin rumbo fijo en las miles de preguntas que deseaba contestar. Continuamos caminando por el sendero que formaban los árboles justo por detrás de aquella gran mansión que había conocido hacía un par de minutos; el sol estaba más alumbrante que en otros días y sus rayos impactaban en las hojas dándole una tonalidad hermosa al piso, era tan perfecto aquel paisaje que daba hasta miedo querer acercarse a él y tocarle.


Como era de esperarse no fue necesario seguir usando la sombrilla, le pedí a Sarita que la cerrase, ya que muy pronto llegaríamos a la laguna que el señor nos había indicado, Sarita se veía emocionada y yo también, quería seguir apreciando la belleza de la naturaleza de una forma intima cosa que ya estaba consiguiendo.

- ¿Señorita quiere solamente conocer? Su padre nos pidió que llegásemos antes de la hora del té.
- Sí Sarita, solo por ahora conoceré, a ver si esta noche consigo escabullirme para poder venir a bañarme bajo la luz de la luna.
- Sus palabras reflejan tanta libertad señorita Marielle…
- No digas eso… veré si puedo traerte conmigo, coleccionaríamos flores y quizás te cantaría alguna canción – Sonreí mirándole antes de que nos detuviésemos al final del sendero observando un pequeño muelle y una laguna de dimensiones extraordinarias, al parecer había encontrado un pequeño paraíso en aquel lugar.