Gustos y roces del Sur: Relaciones de Lucca Battista Ferrandi

A día presente, hay un tema primordial en la vida y pensamiento de Lucca Battista, un tema que es común a la mayoría de sus compatriotas: su nación, Córcega. En torno a ello ha girado gran parte de su vida, pues las razones que le llevan a querer la independencia son las que la mayoría de los corsos tienen que sufrir día a día, esa penuria ocasionada primordialmente por los genoveses, que los trataron como súbditos, no como conciudadanos, y que los franceses no han hecho más que empeorar. A su forma de ver, sólo hay una solución factible. Sin embargo, los siglos de dominación y la autonomía truncada por los galos ha suscitado un rencor en el que también se ha visto envuelto. Quizás no deteste a los franceses de per se, pero sí odia al estado, a la administración y a esos individuos que les truncan los sueños por egoísmo. Y, de alguna manera, los franceses son cómplices.

Su vida y, más aún, el espíritu corso, le han llevado a tener una inclinación, no sólo por la democracia, un sistema arraigado durante siglos en la isla, sino por el pensamiento anárquico, la libertad a la que, a su parecer, si la humanidad es justa, está obligada a desembocar. Es rebelde, por lo tanto, y cuestiona la autoridad en casi cualquier forma, considerando que las cosas bien hechas son cuando las hace a su manera, aunque también es consciente que, en el presente, esa posibilidad le está vedada en un gran número de circunstancias. No reniega de la existencia de Dios, pero sí del papel de la Iglesia como intermediarios. ¿Cómo habría el portavoz del cielo habría cedido Córcega a los genoveses si el Santísimo sabía del sufrimiento que eso les ocasionaría? No, si Dios existía no se comunicaba con los mortales a través de ellos, una jerarquía, no celestial, sino terrenal. Sin embargo, no puede considerarse odio lo que siente hacia ellos, ya que entiende la fe de la mayoría de creyentes como ingenuidad, y que eso no es motivo de reprimenda, y sólo ve la maldad en la alta curia, que preferiría que se relegara a Roma, convirtiéndola así en ciudad de pecado.

Sus conocimientos son superiores a los del grueso del populacho, gracias a que sus padres tuvieron la brillante idea de que, quizás, algún día les serviría. Si se pone a analizarlo con pragmatismo, quizás haya sido tiempo perdido, aunque bien es cierto que eso le ha garantizado una forma propia de pensar, un esquema mental y un conocimiento que le aleja de la pura rabia por sentimentalismo, condimentando el caldo con razones para esas despectivas emociones. Sabe hablar corso, como lengua materna, italiano, por ser sumamente parecido, y, curiosamente, francés, ya que son los nuevos señores de la isla y conocer al enemigo y sus costumbres podía resultar vital. Ha aprendido a tocar la mandolina y, en especial, la guitarra, así como a adecuar la voz para los cánticos de su tierra, cargados de vibratos.

En un principio, no le hacía tanta gracia ser promiscuo, algo que en ocasiones le es difícil, pero que es altamente necesario para poder sobrevivir con su ocupación. Desvincula el encuentro sexual de cualquier emoción más allá del físico, o al menos lo intenta, pues sería sumamente catastrófico de otro modo. No le gusta intimar en las conversaciones con sus clientes. Cuanto menos sepa, menor riesgo.