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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Fiona Di Centa Mar Ene 08, 2013 6:14 pm

Caminaba tranquilamente, sin ningún afán, manteniendo su cabeza en alto y mirando con atención a todos los parisinos que se cruzaban con ella por las calles. El vestido negro que había elegido esa noche contrastaba ferozmente con su pálida tez y su cabellera, la cual llevaba suelta al viento. Suponía que durante el día aquellas calles deberían de ser imposibles de transitar dada la cantidad de personas que deambulaban a pesar de que el cielo se había oscurecido hacia algunas horas. Efectos del verano, supuso, y se alegró de no tener que soportar el tumulto de las horas diurnas. Este pensamiento le arrancó una sonrisa. Oh sí, un hombre maduro pensó que le sonreía a él e hizo ademan de detenerse, pero ella le ignoró y siguió su camino de largo, como si no existiera. El sentirse atractiva era invaluable para una mujer, aunque esta hubiese muerto en realidad años atrás.

Se sentía extrañamente juguetona y solo esperaba que apareciera frente a sí la bola de estambre que le permitiría pasar la noche sin quejas. Continuó caminando, mirando, escuchando, buscando. No había prisas, no tenía sed por lo que su búsqueda podía limitarse a físico entretenimiento. Entonces un llanto ligero llamó su atención. Se detuvo hasta que ubicó el lugar de donde procedía el invitante sonido. Era perfecto, justo lo que buscaba. En las sombras, parado firmemente contra una pared, un crio no mayor de 7 años sollozaba muy bajito mientras recorría con una mirada de horror los transeúntes que felizmente le ignoraban. Por un momento se cruzaron por su mente sueños antiguos. Deseos de progenie, de sostener en sus manos un pequeñín que fuese sangre de su sangre, vivo por supuesto. Bah, esas eran tonterías, era otra Fiona, una que estaba muerta, enterrada y olvidada. Desechando aquellos pensamientos continuó observando la escena.

Ella ignoraba si se debía a la época, a la ciudad, al país o si simplemente era innato en la naturaleza humana evitar aquellas situaciones que pudiesen alterar el confort de lo predecible. Le encantó observar cómo, aunque algunas de las personas lanzaban miradas de pena hacia el chico, ninguno se tomó la molestia de detenerse y averiguar que le ocurría. Por supuesto que no, eso hubiese implicado para el alma caritativa involucrarse y, tal vez, tener que cambiar los planes que ya tuviese para su futuro inmediato. Para ella ese chico “era” su futuro inmediato, por lo tanto se acercó con una sonrisa amable en los labios.

No era necesario ser un genio para concluir que el mocoso se encontraba perdido, bastaba con mirar su rostro rollizo, sus ropas y la expresión de angustia en su rostro cuando se percató de que una extraña se le acercaba. -Hola pequeñín- le saludo en tono zalamero y esperó unos segundos a que él decidiera si contestarle o salir corriendo. Al parecer le asustó más la segunda opción por lo que optó por permanecer en donde estaba, como si quisiera fundirse con la pared –hola- contestó finalmente con un hilito de voz. Era un primer paso, después de la primera respuesta seguirían otras y, tal vez, un poco de confianza, apenas la suficiente como para conseguir que se dejase guiar sin hacer un escándalo. Había métodos más eficientes, de eso no tenía duda, pero este juego la retaba y la chiflaba, además no veía ningún motivo del porque privarse de un poco de diversión.

¨-¿Dónde están tus padres? ¿Estás perdido dulzura?- esta vez solo consiguió como respuesta un tímido asentimiento con la cabeza. Ah, no podía ser mejor, tanta inocencia. Ensanchando su sonrisa se estiró hasta tomar la tibia y tierna manita -Vamos, ven conmigo, te ayudare a buscarlos- . Dócilmente el pequeño se retiró de la pared y empezó a dar algunos pasos dudosos, siguiéndola hacia una callecilla cercana muy poco concurrida. Sí, es verdad que no tenía sed, pero ¿Cómo podría negarse a semejante bocadillo?
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Mensaje por Adelheid Bartholf Miér Ene 09, 2013 12:53 pm

Salí tan rápido como pude del hogar donde terminé haciendo la cena con poca o casi nada de ayuda. Ese día por suerte no había trabajado demasiado en el día y por ende lograría mantenerme despierta lo suficiente por la noche para ganarme algunas monedas en el burdel, así fuera necesario tener que venderme aquella noche, después de todo mi energía no estaba completamente agotada y con algún ebrio que pudiera encontrar tal vez tenga que engañarlo un poco y lograría un buen dinero por no hacer nada o ser buena fingiendo, quién sabe con qué me toparía aquella noche, era cuestión de solo tener buenas esperanzas de lo que me depare el destino que tan malas pasadas me había jugado. Podía ver a duras penas el camino, no habían demasiadas personas atravesando el mismo camino que yo, o eso creía, llegaría al burdel en unos minutos más si seguía con el paso lento con el que iba.

Iba bien vestida o mejor dicho, iba con un buen escote, de esos que ayudarían a conseguir trabajo tan rápido como pudiera, era más o menos una obligación en el lugar vestir a las damiselas así, después de todo no habría paga si no había show bien proporcionado, tenía que parecer un paraíso a pesar de ser el edificio una desgracia. Caminaba mientras el viento de la noche ondeaba un poco mi vestido y ciertamente me incomodaba, no me imaginaba como sería cargar con las grandes y ostentosas faldas que usaban las damas de clase alta, aquellas que parecían infladas y podía llevar un mercado dentro de esas cosas, sonreí, imaginando tonterías que inventaba yo misma para no tener que cargar con la conciencia de una persona triste. Tenía tantas cosas en que pensar, tantas cosas que comprar y dinero que debía obtener, dinero ...oh cruel insensato que esclavizas al ser humano y le haces creer que mientras más te posee más feliz será, no podía negar que esa frase me hacía sentir culpable de lo agradable que podía ser para mí vivir como los grandes reyes lo hacen.

Doblé a la esquina, seguían muchas ideas revoloteando por mi mente, desde las cosas más serias hasta las más tontas, tenía flojera, no lo podía negar, extrañaba mi viejo hogar, extrañaba mi cálida y placentera cama después de pasar todo el día jugando con la nieve que abarrotaba en invierno a mi hermosa ciudad alemana. Sería posible volver al tiempo de mi niñez en el que fuí feliz, tal vez no. Ahora debía enfocarme en mi terrible destino hasta que este tome mi vida y haga de ella una tormenta, para finalmente lograr que llegue la calma. Estaba a algunos pasos cuando algo captó demasiado mi vista, había una mujer, y no parecía de aquella clase de mujeres que caminaban por las noches en estas calles, y mocho menos pudiendo llamar tanto la atención, pero más llamó mi atención lo que la acompañaba, era un pequeño niño y no parecía el tipo de niños que acompañarían a una dama como esa. Para empezar por el simple atuendo que llevaba, y además por el hecho de estar en las afueras de un cálido hogar a estas horas altas horas de la noche.

No pude evitar entrometerme en aquellos extraños asuntos de personas desconocidas, yo y mi gran estupidez de hacer lo que no debo. Me acerqué como pude, ambos iban caminando y no podía ver quienes eran puesto que iban dándome la espalda, apresuré el paso y seguí hasta que pude ver realmente quienes eran, a la señorita no la conocía pero podía decir que no vivía cerca, estaba bien arreglada y tenía el cabello sedoso y bien arreglado diría yo. Sin embargo no dudé en reconocer finalmente al jovencito que la acompañaba, era el hijo de una señora del mercado, lo sabía porque lo había visto esa misma mañana tratando de ayudar a su madre, el pobre llevaba las mismas ropas sucias. Me acerqué lo suficiente y grité su nombre, solo quería asegurarme de que todo estuviera bien, no había razón para que cualquier señora se llevase al niño, y sabía que la madre no sería jamás capaz de venderlo alguna tontería por el estilo. -Bruno!! ¿Bruno eres tú?- el niño volteó a mirarme, parecía algo tímido y callado, no como lo había visto antes, era alguien por lo general alegre y travieso. Me quedé mirándolo y él a mí, la mujer que lo acompañaba volteó, me asusté un poco aunque no había razón para ello, parecía un ángel pues era muy bella.
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Mensaje por Fiona Di Centa Miér Ene 09, 2013 7:46 pm

Iba absorta, dando rienda a su imaginación sobre el sabor que estaba por probar y disfrutando de antemano el momento. De su mano el chiquillo medio caminaba medio saltaba, tratando de seguirle el paso. No había dejado de sollozar, solo que ahora hacia menos ruido que antes. Algunos transeúntes reparaban en ellos pero, una vez más, a nadie le importó lo suficiente para detenerla. Al fin de cuentas no había una razón evidente para ello, solo se trataba de una buena samaritana ayudando a un pobre niño perdido a encontrar a su madre.

Casi habían alcanzado la esquina por la cual pensaba desaparecer cuando un grito la sorprendió. - ¡Demonios! – pensó al darse cuenta que el chico respondía al nombre pues, como si de un perrito amaestrado se tratase, giró su rostro hacia el lugar de donde provenía la voz. La ira brotó con fuerza dentro de Fiona y le hizo falta toda su fuerza de voluntad para no girarse y arrancarle la lengua a la mujer por aquella intromisión. Estaba tan feliz en sus sangrientas fantasías ¿Es que todos tenían que importunarla? ¿Es que no merecía un poco de “sana” diversión? Inspiró dos veces, haciendo un esfuerzo por contener su temperamento hasta que consiguió que la sonrisa amable aflorara nuevamente y borrara cualquier rastro del gesto de rabia que había surgido en cuanto se percató de la triste realidad. Solo entonces se permitió girar y enfrentar a aquella mujer.

Por sus facciones pudo deducir que no se trataba de la progenitora del mocoso. ¿Cómo le había llamado? ¿Bruno? Poco le faltó para soltar un bufido de indignación. Efectivamente sería el nombre que ella usaría con un mastín. Pero en gustos no hay nada escrito, y si a su madre le apetecía llamarle Fido pues allá ella. Ahora, el que la mujer no fuese la madre la ponía en un dilema que era y no era reconfortante. Hum, interesante, tal vez la situación aun fuese salvable.

Sonriendo miró a la chica frente a ella y se tomó unos segundos para recorrerla con la mirada. Era pobre y, dado el escote que llevaba, muy probablemente intentara abastecerse por medio de los oficios relacionados con el placer. Primer punto a su favor. Su cuerpo y su rostro eran los de una joven que muy seguramente no hubiese dado a luz ni una vez. Segundo punto a favor. Era hermosa, especialmente por aquellos enormes ojos que, de no ser por demostrar un poco de miedo, podrían resultar cautivadores. Punto a favor de la chica. Bien, hora de actuar.

- Oh, Mademoiselle, ¿conoce acaso usted a este angelito? - cualquiera que le escuchase pensaría que estaba en verdad preocupada, y solo para estar seguros de que el mensaje se trasmitiera de la manera correcta, se agachó y tomó entre su pulgar y su índice las sucias pero regordetas mejillas del mocoso ocasionando que sus labios se juntaran como si quisiera darle un beso -A que es lindo ¿verdad que si, Pimpollo? - agregó imitando el tonto tonó con el que algunas institutrices hablaban a los bebes. Observó al chico a los ojos un instante pero al ver que la expresión del crio cambiaba repentinamente por una de temor le soltó y desvió la mirada rápidamente hacia la chica. No era extraño, ya le había pasado con anterioridad. Tal vez aún no había perfeccionado lo suficiente el arte de engañar y la fiereza y el deseo se filtraban por su mirada aunque la expresión de su rostro fuese completamente indiferente. Entonces un primitivo instinto de supervivencia de activaba en algunos humanos y empezaban, irremediablemente, a entrar en pánico. Afortunadamente el crio se limitó a colocar una expresión de terror conteniéndose de gritar, al menos por ahora.

–Trataba de alcanzar a su madre, me pareció ver que iba en esa dirección - concluyó señalando la esquina por la cual pretendía ir antes de la interrupción. Permaneció acurrucada, mirando a la chica desde el suelo y sosteniendo con firmeza la mano del chico pero cuidando de no apretar demasiado pues sabía que estaba peligrosamente cerca de desatar un ataque de temor que no seria para nada conveniente.
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Mensaje por Adelheid Bartholf Jue Ene 10, 2013 4:34 pm

Estaba a escasos pasos de ellos, caminé como pude y la señorita habló, su voz me sorprendió. De hecho cada acción suya y facción que veía me sorprendió, no pude evitar mirarla de pies a cabeza, por la increíble sorpresa que me llevaba al ver que tal mujer se paseaba por este lugar, no era el peor de toda Francia pero definitivamente esa mujer para mí podía ser la mismísima reina si no fuera porque de alguna manera me enteré de que ya no existe tal cosa. Me preguntó si conocía al chico, yo lo miré y supe rápidamente que era el pequeño Bruno. -Así es, si ...si lo conozco, Madam. -lo dije temerosa, no entendía por qué tal mujer estaría interesada en ayudar a un pobre niño, ellos no solían ser así de amables ni caritativos.

La miraba, ocultando la gran fascinación combinada con miedo que sentía hacia su ser, era una de aquellas extrañas personas que a pesar de gozar de la virtud de la belleza, siempre emiten aquella sensación que te da ganas de salir corriendo pero no puedes por que la belleza te mantiene embelesado. Había conocido esa sensación antes, pero nunca me había detenido o parado rente a aquella persona y mucho menos entablar una conversación. Estaba absorta pensando en qué decirle, pero sabía que no sería bueno dejarla a solas con el niño, si infundía miedo en mí no quería saber ni que clase de cosas estaría sintiendo el pobre, ni mucho menos me gustaría saber que le harían al pobre de dejarlo yo a su suerte. Debía evitarlo. De alguna extraña y retorcida manera tenía ideas en mente, pero ninguna sobre pasaba la realidad, eran solo historias de ficción que venían a mí en momento de desesperación, no podría quitar al niño de las manos de la mujer y salir corriendo. Solo debía acompañarlo hasta su hogar, no podía ser tan desconfiada de las personas y después de todo aquella mujer parecía interesada en ayudar a la pequeña criatura.

La señorita volvió a hablar, yo solo le mostré una pequeña sonrisa y moví mi cabeza en son de afirmación. -Así es, Madam. Es un buen niño.- Lo miré mostrando una sonrisa amplia, no quería que se asustase, si bien entendía las personas solían hacer creer a los niños que nada malo pasaba, sobretodo en los peores casos. El niño cambió un poco su expresión, pero aún seguía temeroso, debía ser por el hecho de estar perdido. -¿Vio usted a la madre de este niño a estas horas por aquí? -eso me sorprendió puesto que la señora me contó alguna vez que llegaba al mercado tan temprano como podía y por ende tendría que acostarse temprano ...o no dormir. En fin, preferí ir hacia un lugar más seguro. -Pues, eso suena extraño. ¿Por qué no vamos a tu casa, Bruno? Yo me acuerdo el camino más o menos pero tú podrías ayudarnos.- Me acerqué a su rostro y acaricié su cabello, me hacía recordar a mi hermano de niño.

-¿Hay alguien en tu casa ahora? -Pregunté esperando un sí por respuesta, parecía que era la primera vez que el niño hablaba en un largo rato puesto que habló en voz baja, un simple"no" y luego carraspeó y pudo hablar por completo -Solo mi madre puede estar ....mi madre puede haber llegado pues hace rato se fue, hace buen rato. -miró a la mujer asustado y bajó la mirada. Yo me quedé mirando a la mujer, esperando que me diera permiso para llevármelo, pero por alguna razón pensé que no sería tan fácil, a veces los de clase alta no querían ser contradichos y si esta mujer se había dispuesto a ayuda no descansaría hasta hacerlo. La verdad era que yo no sabía donde quedaba su casa, tenía una vaga idea pero sabía que no podía dejar al pequeño irse solo o con esa mujer, hubiera deseado haber llegado yo antes para acompañarlo pero por alguna razón el destino no lo quiso así.
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Mensaje por Fiona Di Centa Jue Ene 10, 2013 6:08 pm

La primera respuesta no significó ninguna sorpresa, desde que la extraña mencionó el nombre del niño supo que le conocía, pero era una pregunta que tenía que hacer en pro de la cordialidad que la situación ameritaba. Pero había algo rescatable en la respuesta y era el titubeo y el tono temeroso con que había sido emitida. A esta respuesta siguió una escrupulosa revisión visual que soportó sin ningún inconveniente, siempre le había gustado ser el centro de atención, que los demás la mirasen y reverenciaren por su belleza. Además, la modestia nunca fue uno de sus atributos, en fin, cada quien era quien era, y ella admitía su vanidad abiertamente.

Sin embargo, la reacción a la segunda pregunta la sorprendió un poco. Era evidente que la chica tenía miedo, podía sentirlo, y aun así se esforzó por presentarle una sonrisa tranquilizadora al muchacho. Puro instinto maternal en todo su esplendor. Se irguió una vez más, siempre sujetando al pequeño con su mano, y cambió su expresión por una un poco seria -Eso me pareció - repitió con tono tranquilo -Pero, deberá comprender usted, Mademoiselle, que no le conocía a él hasta hace algunos minutos y menos aún a su madre, solo me pareció que aquella mujer tenía un fuerte parecido, tanto en su aspecto físico como en su estilo de ropa, así que me incline por la conjetura más evidente- al parecer aquella chica sabia más del pequeño y su familia de lo que le hubiese gustado a Fiona..

Y luego el broche de oro. Por supuesto que no permitiría, de ninguna manera, que le arrebataran el objeto de su deseo tan fácilmente. Observó cómo acariciaba el cabello del mocoso, tanta ternura. Y en ese momento la chica empezó a llamar su atención. Un alma claramente caritativa, amorosa, tierna… y desde el punto en el que se encontraba tenía una excelente vista de toda esa piel descubierta. No pudo evitar humedecer sus labios. Mientras ella fantaseaba una vez más, escuchó al mocoso decir más de tres palabras seguidas por primera vez. - Oh, genial, esto mejora y mejora – pensó entre irritada y divertida, pues no siempre se topaba con este tipo de retos donde tenía que valerse, no solo de argumentos, sino también de sus aún no perfeccionadas artes escénicas.

Devolvió la mirada de la chica con una propia cargada de soberbia. No necesitaba utilizar su don telepático para saber que ella quería llevarse a su pequeño bocado. -Bueno, es evidente que me equivoque, pues por lo visto está claro que no se trataba de Mama - comentó soltando una risita suave. Luego clavó los ojos en el chico por un instante, como enviándole una advertencia, y luego en los de la muchacha - pero me parece curioso que este pobre pequeñín estuviera abandonado en las calles de París, sin compañía, aterrado y solo, especialmente por la hora - adoptó una postura mucho menos amable que la que había conservado hasta ese momento y movió su cabeza en señal reprobatoria antes de continuar - Si quiere mi opinión Mademoiselle no me parece que ese sea un comportamiento propio de una buena madre- .

Después de aquellas palabras pausó un segundo para luego agacharse y levantar en sus brazos al niño el cual sentía como una pluma aunque tenía el peso de cualquier chico de su edad. No era que le agradara tener que sostenerlo como si le importase, puf, por favor, pero era una posición desde la cual obtenía una ventaja significativa frente a aquel cuerpecillo caliente y bien alimentado. Tan simple como que dudaba mucho que aquella chica pudiese arrebatárselo de los brazos. De hecho casi ríe ante el mero pensamiento, pero se contuvo a tiempo.

-No creo que regresarlo a los brazos de alguien tan imprudente sea correcto y perdonara usted, Mademoiselle, pero tampoco me parece correcto abandonarle en manos de una mujer que, evidentemente, no está en condiciones de cuidarle apropiadamente -enfatizó sus palabras lanzando una mirada directa al pronunciado escote de la chica. - Ahora, si me disculpa- se giró y caminó rápidamente (al ritmo rápido de un humano por supuesto) hacia la callejuela, la cual se encontraba favorablemente desocupada.

Un humano del promedio se sentiría dolido por aquellas palabras y seguramente intimidado por su clase social. Después de todo el dinero puede muchas cosas y sería mejor abandonar la empresa que terminar metido en un lio en contra de una dama de la alta sociedad. La pregunta era ¿Qué haría la chica? ¿Los seguiría hasta la desierta y oscura callejuela? ¿O seguiría su camino, cualquiera que ese fuese? Por alguna extraña razón Fiona empezaba a desear que los siguiese, y por esto se detuvo en la oscuridad en vez de haber desaparecido al amparo de sus poderes. Esperó ansiosa que el resultado fuese la aparición de la chica en la callejuela, mientras el chico permanecía completamente silencioso y tembloroso debido a la temperatura del cuerpo contra el cual era sostenido.
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Mensaje por Adelheid Bartholf Lun Ene 14, 2013 12:52 pm

OFF: Perdón por la tardanza ...

Trataba de entender lo que decía, por una parte me parecía imposible desconfiar en aquella persona, parecía tan amable y también parecía importarse por el niño, pero no podía creerle por completo, había algo en la forma que decía todo, parecía demasiada suerte para un niño encontrarse con tal mujer a estas horas y que ella intentase ayudarle, no tenía sentido que en este mundo alguien como ella ayudara a alguien como él, así era la cruel realidad por estos lares. -Claro, claro que entiendo señorita, debió cometer un error y eso le pasa a cualquiera, ¿no es así? -"...pero de ser así, ¿por qué no le preguntó al niño?" me hubiera gustado también preguntarle eso pero no quería ocasionar problemas, aquellos que tienen demasiado poder a veces lo usan por las meras ganas de hacerlo y no quería tener más problemas y mucho menos con gente de tal clase. La mujer parecía irritada, parecía querer engañarme y a la vez no quererlo, como si le gustara que yo me preocupara por él, pero no podía no hacerlo, quería que el niño esté bien y de cierta manera me incomodaba que estuviera junto a esa mujer hermosa pero a la vez de temer.

La mujer se tornaba menos amable a cada minuto que pasaba, a mí empezaba a disgustarme más la situación cada vez, que gran torpeza cometí al meterme en aquel lío. -No sé que pudo haber pasado con la señora, ella suele tomar muy buen cuidado de sus hijos ...- Miré al pequeño, pero parecía no poder si quiera hablar, no entendía como poder salir de esta incómoda situación, pero tenía tiempo, no me iba a quedar de brazos cruzados, quería llevar al niño con su madre. -De seguro este jovencito solo confundió su rumbo.-dije observando a la mujer cargándolo, ya no había manera de tomar al pequeño, debí haberlo hecho antes pues ahora no sabía qué hacer, y aún peor tras escuchar las crudas palabras de la mujer que realmente me lastimaron, mis ojos se pusieron algo llorosos, ella no podía tener más razón. Qué podría hacer yo para cuidar de aquel pequeño hasta que encuentre su hogar, no era mejor que esté conmigo a que esté con ella. Mis labios se convirtieron en una fina línea que intentaba no mostrar sentimiento alguno, y pestañeaba tratando de que aquel líquido desapareciese de mis ojos.

Mi vestido simple tenía mangas cortas y una de estas resbaló de mi hombro, justo en el momento preciso para hacerme ver peor de lo que ya era. Miré a la mujer desafiante, molesta, ella no sabía lo que era sufrir, ella no sabía lo que era casi morir de hambre, ella no sabía lo que era tener una madre enferma y no poder darle algo que comer todas las noches, traté de calmarme lo cual pude hacer con bastante facilidad, en realidad era algo que tenía que hacer constantemente ...no me gustaba mostrarme débil o frágil frente a nadie pero aquella mujer lo había logrado con demasiada facilidad. -Tiene razón señorita, no puede dejarlo conmigo porque yo no tengo lo que usted tiene. Porque yo no vivo en un mundo de fantasías, donde consigo lo que quiero con solo chasquear los dedos. Si, tal vez mi vida no sea tan glamorosa como la suya, pero tampoco creo que debería dejarlo con usted. Ni siquiera lo conoce y no sé porqué le importa.-gritó mientras la mujer se alejaba, entrando por un callejón.

Limpié una lágrima, que logró sobrepasar mis incesantes fuerzas con las que intentaba no llorar, con mi mano y me di vuelta. Prácticamente rezaba para que nada malo le pasara al niño, el pobre Bruno estaba más que aterrado, casi creo haber visto como me seguía con la mirada mientras se alejaba. Di un par de pasos, tratando de olvidar lo sucedido pero no podía, no podía dejar de lado todo ello. Volví y seguí el camino que había recorrido la mujer cargando al niño. Me acerqué al callejón, esperanzada de que no se hayan ido aún. La vio ahí, a pesar de que estuviera bastante oscuro sabía que era ella, estaba aún cargándolo, la miré e intenté no mostrar el gran miedo que recorría mi cuerpo. -Señorita ...no ..no entiendo que quiere con el pequeño, pero llevarlo por aquí no es seguro. Yo, yo estoy tan preocupada por él como usted. Créame. -le dije más calmada ya, bajo las sombras todo parecía empeorar ante mis ojos, intenté solo mantener la mirada en el pequeño y no en ella.
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Mensaje por Fiona Di Centa Mar Ene 15, 2013 9:26 pm

Fiona esperaba en las sombras, de pie e inmóvil sosteniendo a Bruno entre sus brazos. Las últimas palabras de la chica aún resonaban en su cabeza. Las heridas causadas por las palabras eran más profundas y dolorosas que las causadas por un cuchillo. Así, la ironía, el sarcasmo y la burla se convertían en un arma poderosa para quienes sabían utilizarla. No sería tan arrogante como para pretender que se tratase de un arte que manejara, pero si admitía que lo practicaba gustosa en cada ocasión que se le presentaba. Después de todo la práctica hace al maestro.

El chico entre sus brazos tembló más fuerte cuando una risita impertinente escapó de sus labios. Le concedía a la chica el que hubiese recobrado la compostura. Aunque se le hubiesen escapado algunas lágrimas, no se deshizo en llanto frente a una cruel desconocida y además tuvo la valentía de vociferarle lo que consideraba verdades a voz tendida. Le gustó especialmente la parte del “mundo de fantasía”. Lo que ella no sabía es que la fantasía no solo era luminosa y hermosa, también era oscura y malvada.

–Que interesante humanita – pensó satisfecha al verla a parecer en el callejón. No siempre se podía saber hasta qué punto se podía transformar de bolsas de sangre andantes a objetos curiosos por ser descubiertos. Muchas veces solo bajo situaciones de presión conseguía romper la carcasa y observar la realidad que se escondida bajo la fachada de formalidad requerida para vivir en el mundo.

- ¿Estas tan preocupada como yo? - preguntó ante las valientes palabras. Luego soltó una sonora carcajada - Creo que eso no es posible, chéri- continuó mostrando una amplia sonrisa. Entonces Bruno empezó a quebrarse bajo el temor. Los temblores pasaron a ser casi convulsiones y un gimoteo empezaba a crecer en su garganta a la par que unos enormes lagrimones escurrían por sus mejillas. Solo esperaba que no decidiera limpiar la viscosidad de su nariz con su vestido.

Ignorándole continuo dirigiéndose a la chica -No te corresponde entender querida. Es más, te hubiera recomendado que no lo intentaras pero ahora estas aquí, viniste tras de mí, y creo que las posibilidades se reducen - pauso para mirar al pequeño - ¿Qué opinas pequeño mocoso? ¿Qué deberíamos hacer ahora? - el llanto del niño se incrementó considerablemente y aunque intentó gesticular algo en realidad no llegó a conseguirlo. La vampira entonces dejo de sonreír y con expresión seria miro a la muchacha fijamente, con ferocidad - Si tanto lo quieres ven por él - la retó para permanecer luego inmóvil, esperando.



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Mensaje por Adelheid Bartholf Vie Ene 25, 2013 5:32 pm

No podía creer que seguía ahí, como si me hubiera esperado. Eso era lo que había hecho, estaba segura de ello, y eso solo me hacía pensar en lo aterrador que podía ser. ¿Qué hacía una mujer como ella por estos lares? Una escuchaba cuentos en cualquier lugar, y algunos, algunos no eran tan felices como para contárselo a un niño, seres de la noche, seres que nos buscan a nosotros, los más débiles, los olvidados, los que no tienen a nadie más y nos exterminan, aquellos seres terminan con nuestra vida y nuestro supuesto sufrimiento, pero queríamos vivir, queríamos aquello más que nada, y nunca perdíamos la esperanza, nunca nos dedicábamos a darle una mala cara a cualquiera que pueda ser nuestro jefe o incluso amo, algunos aún pensábamos en levantarnos cada mañana y seguir sufriendo hasta que valga la pena, algunos solo mirábamos hacia arriba, la meta.

¿Pero qué estaba pensando? En el mundo no había tal cosa, aunque con lo que veía no sabía ya ni que pensar. Esta mujer tenía toda la pinta para ser una de ellos, misteriosa, demasiado hermosa y además sin miedo de vagabundear por estos lugares no aptos para una dama, pero no debía mostrar mi miedo, no era tan vulnerable como ella creía, no era tan vulnerable como yo creía. Escuchaba atentamente a lo que decía, incluso hablaba con Bruno, pobre Bruno. Lo tenía acorralado, tomado entre sus brazos cual paquete de recompensa por ganar, aunque jugando sucio, él casi podía sentir el peligro con la mirada, era obvio que estaba asustado y sentía rabia por no poder hacer más, pero no tenía fuerzas ni debía arrancarle un ni{o de las manos de una mujer, ni aunque me retase a hacerlo. Era lo que había hecho, pero no podía hacerlo, simplemente no podía ni moverme en primer lugar, estaba algo entumecida con mi propio cuerpo después de ponerme a pensar en todos los cuentos de terror habidos y por haber. No articulé palabra alguna, no estaba interesada en decir algo que no debía. Aquella mujer me daba miedo, y no quería terminar muerta en aquel momento o lugar. -...- Solo pude mirarle fijamente a los ojos y pensar en mil cosas que podía decirle, pero aún así no la asustaría, ella era más fuerte que yo.
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Mensaje por Fiona Di Centa Miér Ene 30, 2013 9:08 pm

Esperó algunos segundos a que la joven reaccionara a la vez que percibía como sus pensamientos se dirigían con velocidad hacia la posibilidad de que se estuviera metiendo en un problema que superaba, a todas luces, sus posibilidades de salir airosa. Además pudo percibir otros pensamientos mucho más oscuros que simplemente verse en aprietos con algún humano mal intencionado. Eso la intrigó y emocionó ¿podría ser que esta joven supera algo sobre las criaturas que merodean por la noche sin que la mayor parte de la población siquiera se aproximará a saberse como alimento de inmortales?

En ese momento el bulto que sostenía entre los brazos perdió por completo el interés, ahora toda su atención se centraba en la chica, en como lucia, en como olía, en como pensaba y en lo que posiblemente podía saber al respecto de su especie. Esperó un poco más, mientras hurgaba en los pensamientos y descifraba cuentos e historias que pasaban velozmente por aquella tierna mente. Pero el tiempo pasaba y ella permanecía sin articular palabra y sin atreverse a aceptar el reto, es más, ni siquiera se atrevió a moverse. El crío lloraba a moco tendido, fastidiando sus sensibles oídos y agitándose entre sus brazos. Afortunadamente ningún incauto transeúnte se topó con aquella escena, manteniendo la privacidad que Fiona requería mientras, expectante, aguardaba algún tipo de desenlace. Pensó, en ese momento, que sin importar cual fuera habría valido la pena, pues la meta de desaburrirse habría sido alcanzada.

Sin embargo no podía simplemente permanecer impertérrita. Tenía que actuar de algún modo en la parodia que ella misma había fraguado. Además no quería arriesgarse a que el pánico obrara finalmente sobre la chica obligándola a salir corriendo. Resultó que ella era mucho más tentadora que el bulto mocoso y chillón que se retorcía entre sus brazos. - Oh, ¡vamos! ¿No eras tú quien quería llevarse al niño? Anda tómalo, acabo de decidir que son demasiadas molestias y que tengo mejores cosas que hacer – la instó en tono de reproche a la par que colocaba los ojos en blanco. En ese punto ya sabía que sería inútil simplemente ofrecérselo, así que depositó con cuidado al mocoso en el suelo y lo llevó de la mano, muy despacio, hasta el lugar donde ella se encontraba, casi que ofreciéndoselo.

- Aquí esta, tómalo, es todo tuyo. Llévalo con su madre, o cuídalo tú, o véndelo… o cocínalo y sírvelo con vegetales – finalizó con una sonrisa socarrona en los labios. Estaba muy cerca de la chica y se permitió recorrer el exquisito espécimen con los ojos antes de soltar la rechoncha manito y esperar por una reacción que le diera más satisfacción de la que ya sentía.
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Mensaje por Darkness Delacroix Dom Feb 24, 2013 12:01 am

"Cuando la pena torturó mi vida,
la cruda pena la insulté yo mismo,
porque soberbio disfracé la herida
con el torpe descaro del cinismo."


Antonio Plaza Llamas. Horas negras



No era un lugar alejado de las buenas calles, pero si estaba lo suficientemente bien escondido en aquel callejón desierto y silencioso, cuya paz era pocas interrumpida por las voces ajenas. El lugar preciso para dedicarse a lo que ahí se hacía. Un antro de la perdición, un rincón de apuestas, de malvadas y crueles apuestas, en donde cada uno de los invitados llegaba con un par de sus más recientes adquisiciones carnales; esclavos varones, de muy buen cuerpo, músculos y fuertes, especiales para labores pesadas e incluso para ofrecerlos para cortesanos por estar tan bien dotados. Negros en su mayoría, indúes y mestizos en su minoría, pues no sólo eran los esclavos negros los más comunes, sino que también los más fuertes y, en ese lugar, sólo servían los más fuertes.

Ahí se encontraba Darkness Delacroix, uno de los más fervientes y dedicados apostadores de las peleas de negros; aquellas bestias inferiores que no merecían considerarse como humanas y que debían luchar hasta la muerte o ser asesinados lentamente bajo la tortura que les proporcionarían sus propios nuevos amos. Cortarles a rebanadas desde los dedos de los pies hacia el resto del cuerpo, dárselos de comer a los perros o apernarles las rodillas, cualquiera de esas cosas las habían hecho, principalmente aquel que ahora se paseaba cercano a la ventana de ese segundo piso; el temido y sádico Darkness.

Muchos decían que estaba loco, que era un demente, aunque por supuesto no lo hacían en su presencia, otros le alababan e incluso buscaban seguir sus actos, pero muy pocos eran capaces de llevar la tortura y el dolor ajeno a los mismos niveles. Él gustaba del sufrimiento en las gargantas desesperadas, las suplicas de piedad y los gritos agónicos, le excitaba más que veinte mujeres desnudas, sobre todo si luego tenía la posibilidad de deleitarse con sus cuerpos inertes, sus exquisitos cueros inertes, tan fríos, tiesos y silencioso como los mejores de los amantes, y es que un negro muerto... oh, un negro muerto... Sus pensamientos habían ido más allá, escapándose a la lujuria placentera cuando el llanto de un niño mimado le arruinó el preciado momento.

Miró hacia el exterior con furia y ahí vio a dos mujeres discutiendo por quien precisamente emitía aquel llanto molesto. Les miró con los ojos entrecerrados e intentó ignorarles, concentrándose en la pelea que se llevaba a cabo en esos momentos; en la sangre que corría por las narices rotas y el diente que escapaba volando por sobre la alfombra teñida del carmín sanguinario de la suculenta lucha mortal. Lo disfrutaba, sádicamente lo disfrutaba y ya casi tenía que morderse los labios para aguantarse las ganas de unirse a la lucha, evidentemente, en contra del más débil, el mismo que muchas veces se pedía para terminarlo con sus propias manos.

Pero el llanto y las discusiones seguían y a quienes quería asesinar ahora, era precisamente a ese pequeño grupo de personas que, tan molestamente, interrumpían su momento de relajo. Fue así como se decidió de ir a ponerle fin a semejante disputa y bajar las escaleras de aquel antro para hacerse con una de las armas con que llegaban algunos de los mercenarios, asiduos visitantes de las mismas apuestas, pues era ya una conocida regla que las armas se dejaban afuera.

Fue una ballesta la elegida, una potente y mortal ballesta que alistó entre sus propios brazos y posó por delante de sus ojos para quedar al pendiente de la mira. Sin temer de ninguna de las mujeres, y mucho menos del pequeño llorón, puso un pie afuera de la puerta y disparó a la cabeza del mocoso, atravesándole el mismo cráneo y salpicando de sangre ambas mujeres.

O pártele la cabeza si acaso no se calla — completó la frase de la última mujer que había hablado, viendo como en ese preciso instante la otra se desmayaba ante los ojos de ambos.

Sonrió de medio lado y escondió la ballesta detrás de su propio cuerpo al tiempo que posaba sus ojos sobre la mujer que quedaba de pie. Una muy atractiva pelirroja que, al igual como le había sucedido a la desmayada, le llamaba a él la atención por estar ahí en un lugar como ese.

¿Qué? ¿Acaso no vas a huir? Todo te señala a ti como la asesina, aun le tienes en tus brazos y tu cuerpo está cubierto de sangre — rió entre dientes como si aquello le pareciera divertido, y es que él... tenía realmente un sentido del humor sumamente retorcido.



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Mensaje por Fiona Di Centa Dom Feb 24, 2013 11:36 pm

El sonido de un único pasó ocasionó que perdiera la concentración que hasta el momento la había mantenido absorta en la chica. Giró la cabeza justo en el momento en que un arma era disparada. Se trataba de un inesperado cambio en el curso de los acontecimientos y por un segundo sintió como sus músculos se tensaban observando la trayectoria del proyectil, que fue a incrustarse justo en el cráneo del mocoso, silenciando de manera inmediata el llanto que tanto le había molestado hasta el momento. Era innegable que la solución del hombre había resultado bastante productiva. No solo había impuesto de nuevo un silencio relativo en la escena, sino que había logrado que, por la impresión, la joven perdiera el conocimiento, desplomándose pesadamente y golpeando con fuerza su cabeza contra el suelo.

Demonios, tanto tiempo desperdiciado. El juego había terminado y ella aún no estaba satisfecha ¿y todo debido a que? ¿Quién diablos se creía aquel desconocido como para entrometerse en sus asuntos? Le observó en silencio un segundo. Se trataba de un hombre apuesto a quien era evidente que le faltaba no solo decencia sino también cordura. Varios pensamientos inundaron la mente de Fiona durante el corto tiempo que duró su silencio. Primero pensó que podría tratarse de otra criatura de la noche, pero muchos detalles, algunos obvios otros no tanto, le indicaron que no era más que un simple humano. Uno que gustaba de jugar al tiro al blanco con los cráneos de niños pequeños.

Luego los recuerdos la asaltaron pero los desechó rápidamente antes de que sus emociones se desbordaran. No se parecía en nada a los hombres que habían acabado tan rápidamente con la felicidad de su nueva vida. Este hombre frente a ella tenía un porte distinto, además el disparo hubiese sido dirigido hacia su cuerpo y no al de la criatura que ahora se había convertido en un chorreante saco inerte.

- ¿Huir? – preguntó con gestó de extrañeza antes de devolverle la sonrisa que él le profesaba – Creo se ha usted esquivado enormemente, Monsieur, al creer que soy de las que huyen ante tan interesante oportunidad. Aunque claro, he de asumir que todas las chicas ante las cuales ha destrozado el cráneo de un crio salieron corriendo y en pánico – comentó con ironía mientras le lanzaba una mirada de disgustó al cuerpo del crio que reposaba inmóvil en el suelo – Aunque he de admitir que su solución ante el llanto fue bastante efectiva. Una idea genial que estoy segura sería bien acogida por bastantes madres atareadas de la época – bromeó dando unos pasos en dirección al hombre.

Le lazó una mirada entre entretenida y disgustada – Ahora, ¿no cree usted que sería interesante que me dijere quien es, que hace aquí y por que interrumpió mi… conversación? Oh, por cierto, puede usted dejar de ocultar la ballesta, no es como si fuese a sorprenderme ahora – mientras hablaba escrutaba la mente del hombre intentando encontrar algo que aclarara la situación, sin embargo lo único que consiguió extraer fueron imágenes fragmentadas de una pelea entre dos fornidos hombres de color. Un apostador no muy común pues, al parecer, no le interesaba tanto quien ganara como el sufrimiento que pudiesen impartirse.

Pero entonces las palabras que el hombre había soltaron le hicieron caer en cuenta de algo. Dirigió rápidamente la mirada hacia su precioso vestido el cual se encontraba ahora salpicado de sangre. Afortunadamente era negro así que las machas se disimulaban ligeramente, pero eso no impidió que su temperamento explotara. Soltando un gemido intento limpiarse con las manos pero solo consiguió extender el líquido por la tela. Le miró realmente enojada – Agrrr ¿Tenia que disparar en ese maldito ángulo? ¿Mire mi vestido? ¡Lo arruinó! – le reclamó enojada mientras enfatizaba cada una de sus palabras golpeando con su tacón el suelo, olvidando por completo su postura regia y elegante y comportándose justo como una niña consentida haría cuando le negasen algo que en realidad desease. Una actitud bastante peculiar, especialmente porque, sin proponérselo, en uno de los zapateos, el tacón fue a estrellarse contra una de las rechonchas manitas haciéndola pedazos en el acto.

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