AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Los polos opuestos se atraen, los iguales, se repelen. | Privado.
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Los polos opuestos se atraen, los iguales, se repelen. | Privado.
por Nigel Quartermane Vie Ene 11, 2013 6:38 pm
“Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir.”
—Honoré de Balzac.
—Honoré de Balzac.
La inmortalidad no había logrado opacar su incesante necesidad de atención, al contrario, la había intensificado y, ahora más que nunca, la necesitaba. Nigel era el tipo de ser que no exterioriza por completo sus más recónditos sentimientos –porque sí, aún los poseía-, se los guardaba por mero orgullo y poco a poco le envenenaban el alma. Estaba dolido y jamás lo admitiría abiertamente. Su orgullo había sido mancillado la noche en que Amanda, su creadora, le había traicionado al mantener oculto a ese hermano gemelo que aún se negaba aceptar como sangre de su sangre. No conforme con ello, Claire, su esposa, también contribuía a la causa mostrando simpatía por el bastardo –como a él le gustaba llamarlo-, metiéndolo a su propia casa, acercándolo a su hijo. Las cosas se le estaban saliendo de las manos y él tenía que encontrar una solución, pero mientras eso ocurría, un poco de adulación que le hiciera recobrar un poco de seguridad en sí mismo y reafirmar esa creencia de que nadie era digno de comparársele, no le vendría nada mal.
Esta vez dejó de lado los sitios atestados de gente de alta alcurnia, a los pedantes caballeros que lo miraban con recelo, a las bellas mujeres que, al estar casadas o comprometidas, ponían un freno a sus más bajas pasiones. Necesitaba a una criatura que no tuviera nada que perder, alguien dispuesto a regalarle a manos llenas eso que tanto deseaba; alguien que lo alabara, no por ser el Conde de Francia, no por poseer poder y riquezas a manos llenas, sino alguien que sucumbiera ante su sola presencia, que lo viera como él se sentía: como alguien indestructible, poderoso, hermoso en todos los sentidos posibles. Tenía que burlarse de otros para aminorar la frustración que le acarreaba el haber sido burlado.
Buscó en una inmunda taberna de mala muerte a una criatura indefensa que destilara ingenuidad y que pudiera cumplir su capricho de sentirse amado e idolatrado. Decenas de ojos brillaron como farolas dentro del oscuro lugar y lo iluminaron en el momento en que ingresó al lugar, dándole así una entrada triunfal y avasalladora. Nadie de los allí presentes podía creer que un caballero de la talla del presente pudiera adentrarse a un sitio tan mugriento como ese. Y haciendo caso omiso a la reacción de la gente –o más bien, deleitándose discretamente con su incredulidad-, se adentró en el lugar y tomó asiento en la mesa más alejada del lugar, pero nadie se atrevió a acercarse para atenderlo, nadie excepto una rubia de larga y rizada cabellera que denotaba nerviosismo en su voz cuando preguntó qué le apetecía beber. Nigel no respondió, la miró fijamente, como desvistiéndole el alma y, por un momento, la mujer se sintió indefensa, sucumbió torpemente ante el atractivo del caballero que le observaba y sintió un extraño e incontenible deseo de tocarlo, de olerlo, de hacerlo suyo en ese mismo instante. La boca de Nigel se curvó apenas un momento, denotando con ese petulante gesto el placer que le provocaba tener el poder de persuadir tan enfermizamente a los humanos; era sencillamente delicioso ver lo insignificantes que podían ser en ocasiones, lo débiles y vulnerables que podían ser sus existencias. Ella era la indicada.
Sin decir palabra y sin tener en cuenta lo sospechoso que podía parecer para los presentes el retirarse del lugar habiendo apenas ingresado, se puso de pie y salió por la puerta por la que había entrado, con ese mismo aire de poderío que manaba de sus poros y que lo acompañaba a todos lados, como el perro fiel al que alimentaba constantemente con la admiración de otros. Se adentró en un oscuro callejón, sin girarse a corroborar que la muchacha lo seguía porque estaba seguro de que así sería, y se detuvo frente a la impotente puerta de una vieja iglesia que ya estaba cerrada. La farola en lo alto iluminó su pálido rostro y la rubia casi soltó un jadeo al contemplarlo de aquella manera, tan increíblemente perfecto según sus propios ojos. Presa del encanto bajo el que se encontraba, se acercó a él y sació su deseo de sentirlo, palpando su pecho que parecía haberse inflado producto del orgullo que le producía tener el control de la situación. Bastaba ver los ojos de la mujer para darse cuenta de lo endiosada que se encontraba con él, observándolo como si de una deidad se tratase. Nigel sonrió más ampliamente esta vez y, cuando el delicioso olor de la humana terminó por perturbarlo, la tomó de la cintura y la acercó a él. Posó sus fríos y mortíferos labios sobre el cuello desnudo de la muchacha y, cuando estuvo a punto de hincarle los colmillos, fue abruptamente interrumpido por un tercero. La mujer pareció reaccionar ante un sonido proveniente de algún lugar de aquel callejón, y deshizo el abrazo de Nigel, mirándolo esta vez confundida por la escena. La muchacha salió corriendo del sitio cuando fue consciente de que algo maligno habitaba los ojos ajenos.
Nigel rodó los ojos con visible fastidio, pero pese a poseer las habilidades necesarias para alcanzar a la víctima en un par de segundos, se quedó inmóvil y expectante, pues sus mismas habilidades le delataban que la segunda presencia en el callejón no era un humano, sino alguien de su misma naturaleza y deseaba descubrir de quién se trataba.
— Lo felicito, tiene usted el talento de aparecer en el momento menos oportuno. Ahuyentó la cena que con esmero busqué esta noche. ¿Cómo piensa recompensarlo? — Miró hacia donde sus sentidos le indicaban que se encontraba su inesperado “acompañante” y alzó la voz con la intención de que las palabras taladraran en cada rincón del callejón, que llegaran nítidamente hasta los oídos del vampiro cuyo rostro aún no le era revelado.
Última edición por Nigel Quartermane el Sáb Mayo 18, 2013 12:42 pm, editado 3 veces
Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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Re: Los polos opuestos se atraen, los iguales, se repelen. | Privado.
por Nicolás D' Lenfent Mar Feb 26, 2013 1:53 pm
“Poeta de calles sin vida, ahora más que nada es necesario indagar en la belleza y olvidar aquella tragedia de perdición”
Calles oscuras, nada podía apaciguar un dolor profundo, se había convertido en un horror que el mismo realizo al momento de anhelar destrozar a esa muñequilla, había pasado solo una noche después de cometer ese disparate...Que siguió su sendero a la perdición, caminando iba, sabiendo que nada le espera, dejando un recuerdo de tristeza que pasó como la misma tragedia, sin querer sentir esa piel ajena ¿Por qué esta vez era diferente? …La pena crece y en su féretro no desea estar, dejando que ese rostro se fuera, las palabras que aquel cantante le había dicho se perdieran como el que ahora lentamente se iba como un viento….Como siempre la ave iba vestida con su traje negro, con el atuendo de gala para la Luna misma, su figura no se pierde por el tono de su piel que resplandece con encanto, su cabello suelto que como una efímera caricia el aire le brindaba, avanza entre las sombras, llevando esencias de seres que solo piensan en un mañana, esa calle por la cual camina de pronto es como si recobrara vida, no es tan oscura pero las sombras son bailarinas, corazones latientes como música de fondo eran, respiraciones y voces que a lo lejos percibía, nada de silencio podía obtener, cada calle, cada callejón que pasaba eran malditos por no ser silenciosos, sigue su andar, sigue con los mismos pensamientos, es inútil dejar su mente en un aura negra, un vacio sin retorno, todo era inútil tratándose de un recuerdo sobre la noche anterior donde sintió una gran debilidad…
No deja de estar perdido en su interior, anhela por primera vez olvidar algo, desea fantasear con un ensueño, una belleza desea capturar en sus ojos y fundirse en ella, ve ahora la calle como un muerto, un desconocido es ahora, aprecia la negrura desprendida, admira las pequeñas luces a su alrededor, adelantando su andar y sus ojos capturan un divino callejón donde lentamente entra, percibiendo el olor de la noche, solitario, vacio como esperaba estar…
Desvaneciéndose la ocultación de la soledad, un latido intenso hizo que sus labios aclamaran beber un poco de aquel jugo carmesí, dejando que su rostro embozara una media sonrisa, aquella sonrisa donde la sequedad, la tristeza conllevaban…Como si las paredes hablaran, como un rito al ser murmurado, esa voz en este silencio se mezclaba y un gato maravilloso se asusto con su presencia y corrió, veía como se alejaba y ahí dos sombras, una viva y otra muerta observo….”Ah! Que hermosa silueta, sombras de las sombras más hermosas”….Pensó al darse cuenta que había interrumpido la maldición de los vampiros, esa donde los demonios devoran con encanto para obtener el liquido de una ilusoria vida.
Esa fue la razón por la cual su andar se detuvo ladeo el rostro mofándose en su interior sin dar a relucirlo, aquella joven corría que las prendas de su templo se agitaban con dulzura, su perfume era desprendido aunque aprecio mas la fragancia de esa sangre que le recorría las venas, por un momento se había perdido en aquel ser viviente pero unas palabras esplendidas escucho…-Acepto vuestras felicitaciones…-el tono de su voz serena y a la vez con un deje de burla…-Podría ofrecerle varias formas de recompensarle aunque debería ser yo quien le felicite…-Decía mientras avanzaba, dejando la oscuridad atrás y su presencia se rebeló acompañado de los pensamientos desprendidos...”Eres algo extraordinario, luces como si fueras una deidad, rostro hechizante que de ojos clavas finura”- Dice esmerarse, entonces porque no pensó que podría haber alguien más en este lugar, quizás su sed no le permitió ver más allá…-le dedico una absurda sonrisa-Ahora dígame ¿Cree ser merecedor de una recompensa?-negando que lentamente se acercaba a él, su voz le había dejado una sensación extraña, su misma presencia era atrayente que al verle lucia con finas prendas, un vampiro verdaderamente sofisticado que era como si la noche le haya ofrecido apreciar tal belleza absoluta.
Lamento la demora, espero algún día estar a su nivel….X.x
Nicolás D' Lenfent- Vampiro/Realeza [Admin]
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