Treat me o punish me (privado +18)

La noche era casi perfecta, la luna brillaba a lo alto enmarcada por el manto de estrellas tintineando, rodeándola como una horda de súbditos alaban a aquel qué es superior, esa noche en particular podía sentirse un extraño ambiente, una curiosa tensión qué invitaba a experimentar más allá de lo mortal, más allá del cuerpo despertando todos los sentidos, la sensualidad embriagaba los oscuros rincones, parecía qué los astros se habían conjugado para formar un peligroso y singular espectáculo, en el cual la carne y el cálido elixir qué corre por las venas, muchos corazones palpitaban al sonar la apertura de Carmina Burana, especialmente la dramática “O Fortuna”, en el Museo de Louvre, un pequeño espectáculo montado solo para algunos afortunados, especialmente eran caballeros acompañados por mujeres de una dudosa reputación, hombres adinerados capaces de vender a su madre por una buena cogida, aquellos cuyos deseos eran tan simples y tan sucios a la vez, qué mientras disfrutaban de una obra maestra, obligaban a sus acompañantes a agacharse en los palcos para darles una profunda mamada.

Entre aquellas damas se encontraba una en especial, una cuyas mañas eran poco conocidas, más su fama de cortesana insaciable, era casi tan grande como la de la Mesanina. Nada tonta la hermosa mujer de ojos azulinos como el zafiro, había vertido una buena cantidad de infusión de belladona en la bebida de su decrepito acompañante, al final ya había pagado. La velada se hacía cálida, demasiado ya qué un par de fumadas en la shisha con opio la había hecho sentirse desinhibida y acalorada. Salió del hermoso he improvisado teatro dentro del museo, tomó su abrigo y el bolso mientras se perdía en los largos pasillos hogar de hermosas obras de arte. Una particular exposición había llamado su atención, sin embargo de día le era casi imposible visitarlo, era irónicamente cuando más clientela tenía. Caravaggio, aquel pintor italiano cuya visión fría y escalofriante, mostraba el lao más tortuoso el llamado “Arte sacro”, la hermosa mujer se abría paso entre las sombras, algunas luces a lo lejos era lo único qué permitía ver más allá de unos metros, acompañada por la luz de la luna qué era una de las más claras qué se habían tenido en años. La joven mujer caminaba por la galería dejándose embriagar por el aroma del perfume y alcohol fino qué había bebido, preferís la absenta pero era sumamente extraño qué se sirviera en lugares de tan alta alcurnia.

Vio a lo lejos a un caballero, cuya presencia parecía casi diabólica y tan atrayente como el mismo pecado, el cuerpo, el instinto le indicaba qué saliera de ahí, qué se fuera lo antes posible huyendo del peligro, la piel se le erizó, el corazón dio un sobresalto al tiempo qué notó un vuelco en el estomago, sin embargo lejos de preocuparle aquello, la atrajo como un imán atrae una barra de hierro. Lentamente con pasos casi felinos, contoneando las caderas haciendo sonar los tacones, se fue acercando, ataviada con un entallado corsé sumamente escotado en color rojo carmesí, y una falda negra con algunos pliegues, sentía el poder de la sensualidad en sí misma, la sonrisa se fue retorciendo como si se tratase de un encuentro entre Kelen y Nisroch los demonios padres de la lujuria en algunas culturas mesopotámicas. Se colocó al lado del caballero apenas volteando a verlo por el rabillo del ojo, justo al lado de aquel cuadro se encontraba el cuadro donde Salomé ataviada con un escaso vestuario de danza, tenía la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja.

Se detuvo admirando la obra, sintiendo aquel escalofrío qué recorría su espalda, nuevamente el instinto le obligaba a correr, más el deseo y la sensación de placer qué casi al momento de estar ahí la había hecho humedecerse, la retenían, aquella era una mujer orgullosa, altanera y retadora, adoraba la sensación de poder huir y ser cazada, ser dominada hasta hacerla rogar por mas, solo un hombre había sido capaz de saciar sus instintos, su apetito voraz qué se comparaba como el de una gata en celo. –Caravaggio es brillante, sus obras hacen estremecer a cualquiera, son deliciosamente sugerentes, la violencia en ellas, la sangre y el poder… el engrandecimiento de las cualidades femeninas mediante las curvas de los cuerpos… parecieran cobrar vida.- expresó en un comentario audible aún qué quizás el comentario era más para sí misma, su intuición le decía, qué el apetito lleno de lujuria insaciable, podría dar rienda suelta esa noche con O Fortuna de fondo justo antes del climax, aún costa de su integridad.

La noche continuaba su paso aun que parecía haberse detenido en aquella sórdida escena digna de Mesanina y Calígula, el aroma del arte que los rodeaba, la sensualidad que escapaba por cara poro de la piel de los endemoniados protagonistas cuya mente se había encendido tan rápido como lo hace un pergamino en la hoguera, sin quererlo sin saber el por qué aquella joven cuya blanca piel y ojos azulinos deseaba algo más que palabras, sentía el corazón latirle con la fuerza de una locomotora de vapor, solo el padre de su hija había podido hacerla sentir de esa manera, la fiereza de su naturaleza de a poco iba mermándose convirtiéndose en sumisión aun que no quería que se notase, ella quería que esa noche aquel desconocido se llevase solo lo que ella quería, una historia de comienzo y final al salir el sol. La piel de la joven empezaba a calentarse, calculaba y planeaba la manera de manejar las manos del macho que la tenía de cara a la pared.

Sus mejillas se empezaban a sonrojar y los senos apretados por el entallado corsé se endurecían, los botones rosados que eran los pezones se irguieron al solo roce de las desconocidas y mortecinas manos sobre sus caderas la hermosa mujer no pudo evitar morderse con fuerza el labio inferior evitando gemir pidiendo un poco más, en su vientre en deseo crecía haciendo que su interior empezara a humedecerse en una caliente muestra de necesidad por ser perforado, con fuerza y en un brusco movimiento no solo se apegó a aquel miembro que empezaba a endurecerse, aprovechó para moverse rosándolo con las bien torneadas nalgas, se frotó contra él mientras escuchaba las palabras cargadas de lujuria y una sentencia de dolor mezclado con placer esa noche, sonrió sin dejar de morderse el labio que ya para entonces se encontraba enrojecido y emanaba un poco de sangre. –Soy capaz de mucho más Monsieur, soy capaz de hacer temblar a cualquier hombre o mujer que se deje llevar por la lujuria sin importarle quemarse en ella aun y condenando su alma al infierno, el problema es que no he conocido demonio tal que sea capaz de hacerme arrodillarme por más ni Diosa que pueda derretir mis adentros con tan solo saborear sus senos, mi mente tiene más diablos de los que pudiera imaginarse quien osara entrar en ella seguramente enloquecería dejándose perder convirtiéndose en un simple desquiciado más nunca he sido un juguete no hay hombre, animal, bestia o demonio que sea capaz de manejarme como quisiera, no ha nacido aún y mucho menos me ha envenenado a tal grado.- respondió con un movimiento más de sus caderas.

Dio un largo respiro ante la mano que viajaba por sobre la tela encendiéndole la piel, el corazón le palpitaba tan fuerte como lo haría una potranca salvaje por las praderas, al notar como volteaba a los lados sonrió ampliamente pasando la lengua por los propios labios saboreando el metálico sabor de la sangre que hizo emanar de este –Teme que seamos descubiertos o es que le apenaría?, que decepción yo prefiero que me violen y profanen frente a una horda de seres calientes deseosos que me envidien y envidien al macho cabrío que sea capaz de montarme sin prejuicios y sin detenerse.- expresó a media voz moviendo las caderas más aún ansiando despertar en plenitud el bulto que crecía bajo el pantalón. Sin poder evitarlo dio un par de jadeos ante los pellizcos y aquella mano que nalgueó con algo de delicadeza algo que ella misma no esperaba –No creo que sea capaz de hacerme algo malo y mucho menos de ser capaz de hacerme temblar las piernas Monsieur, el que mucho presume de poco es capaz.- respondió divertida con un tono de voz altanero y retante. La fría lengua que pasó por el cuello le erizó la piel, el instinto ese que siempre le advertía gritaba con desesperación que huyera ahora que era tiempo, la mordida la hizo estremecer ligeramente en un escalofrío –Tengo otras… pero si las rompe tendrá que pagarlas, con monedas o… placer.- expresó antes de sentir los diestros dedos recorrer esa zona que empezaba a arder de deseo y necesidad, abre las piernas dándole espacio y sin más el movimiento de sus caderas es guiado por los dedos que empezaban a lubricarse con el cálido néctar de la joven, su sexo hirviente y palpitante disfrutaba el roce con ese pequeño y redondo botón que se hinchaba conforme el placer aumentaba. Se apegaba a él sin pudor alguno, aquella voz que se grabaría en su mente y recuerdos con hierro al rojo vivo taladró sus oídos metiéndose a la psique haciéndola esperar por más, no alcanzó a responderle al sentir los dedos dentro de sí, gimió largamente y el movimiento la hizo repetir los sonidos forzados de su garganta, no atinaba a responder pues cada que intentaba hilar palabras estas se veían interrumpidas por un nuevo movimiento que la hacía jadear, respiraba de forma agitada como las aguas de un mar en plena tormenta.

-Que me importa si nos escuchan? soy una puta una maldita viciosa, quiero que nos vean que nos envidien, que ardan de ganas con solo escucharme, quiero que vean como me perfora, como taladra mi interior y hace mi piel quemarse, quiero que se corra en mi una y otra vez, que me obligue a lamer de su virilidad el néctar blanco que me alimentará, que me bañe y haga que mis piernas no puedan moverse, que no pueda sentarme en días por lo fuerte que me folló.- responde con voz grave y apenas audible, entrecortada por algunos jadeos. Hizo un gesto de molestia al notar los dedos fuera de sí, mas sus ojos se encendieron al ver de reojo como saboreaba los fluidos que había logrado sacar…