La noche de Los Perdidos {Privado}

Aquella noche ya llevaba un par de días sin comer y estaba realmente hambrienta, así que decidí ir a investigar si encontraba algo interesante por ahí. Me transformé en gatito, lo cual sería más práctico si fuera uno mayor, pero no, tenía que ser una pequeña cría que le costaba saltar alto aun. Aun así, con un suspiró, seguí mi camino, perdiéndome en las calles de París, lugar donde había tantos olores y seres extraños, que estaba más que claro que contra más oculta estuviera mejor.

Caminé durante muchísimo rato sin encontrar nada de comer así que acabé pensando en que quizá debería volver con Robert. Solo imaginar la cara de enfado que debió poner en cuanto debió descubrir que me había ido ya me daba paniquete, así que la idea quedó realmente descartada. Le estaba realmente agradecida, me había acogido en su hogar, dándome un techo, comida y todas las comodidades que una chica de mi edad y pobre querrían tener, y que, encima, debería tener, pero no. Eso no era mi mundo, yo llevaba mucho tiempo sin ser una chica de clase alta y la verdad, no deseaba serlo. La gente de esa categoría era realmente despreciable, sintiéndose superior a todos cuanto los rodean. Yo no quería ser así y ante todo estaban mis principios. O eso quería creer mientras mis tripitas gatunas sonaban por aquel callejón.

Estaba tan ensimismada en mis pensamientos, en el rostro de Robert que no me di cuenta cuando choqué con unas cajas, haciendo demasiado ruido para mi gusto. Me quedé quieta unos instantes y de repente vi como alguien venía hasta mí. Cerré con fuerza los ojos, segura de que me golpearía y realmente aterrada, pero entonces sentí una leve caricia que me hizo ronronear suavemente. Abrí los ojos para verle, parecía un pequeño ángel con aquel pelo rubio y sus palabras me hicieron ver que no era alguien malo. Me senté, contemplándole con tranquilidad cuando vi que sacaba un trozo de pan. Restregué mi cabeza en cuanto el volvió a agachar su mano para acariciarme, como dándole las gracias por ello y ni lo pensé unos segundos. Me tiré a por el pan, comiéndomelo en cuestión de segundos. Por fin podía llevarme algo de comida al cuerpo, la suficiente para tener fuerzas.

Suspiré y después decidí seguir su olor, corriendo lo máximo que me dejaban mis pequeñas patitas que ahora podían moverse sin torpeza. Aquel chico me había caído bien y, cuando me lo encontré, bajé las orejas, dándome cuenta de que realmente no tenía un hogar por muy limpia que tuviera esa ropa. Me daba pena, lo comprendía y me sentía mal al pensar que estaba tan solo como yo. Aunque, ¿yo estaba sola? Quizá no del todo, no después de encontrarme a Robert. Corrí a esconderme unos instantes mientras buscaba algo que pudiera cubrirme, alguna manta que alguien hubiera tirado, sonriendo al encontrarla.

Me transformé en humana, mareándome ya que seguía sin acostumbrarme del todo a aquellos cambios. No podía comprender como conseguía hacerlo, pero tampoco quise pensar mucho en ello. Cuando encontrara a mi padre solucionaría muchas dudas... pero, hasta entonces, debía valerme por mi misma y ser valiente. Me tapé con esa especie de manta rota y me acerqué al chico, sonriendo ante aquella imagen, viendo como intentaba dormir así.

-¿No es incómodo?-pregunté con voz suave, intentando no asustarle. Aunque bueno, una chica desnuda, cubriéndose con una manta estaba claro que no asustaría mucho, más bien sorprendería. Me acerqué a él con tranquilidad y me senté a su lado en el suelo, sin acercarme a los cartones.

Me quedé mirándole unos instantes, con tranquilidad y una dulce sonrisa en el rostro. Parecía un pequeño ángel con ropa adornada de blanco para que todos confiaran en él, para que viéramos que había esperanza en todo, aunque, visto donde dormía y como estaba en si, bien me había percatado de que no era un ángel precisamente. Aunque bien me gustaría... Quizá, podría ser mi ángel. Ese pensamiento me hizo sonreír más y me acurruqué entre la manta que tenía para taparme.

En esos instantes me vino la imagen de Robert, tan nítida y clara que sabía perfectamente que esa sería su cara en estos precisos instantes. Era de desaprobación, de una persona sulfurada por como estaba en esos instantes. Claro, me había ido de su casa después de discutir con él. Pero, ¿por qué no podía entender que no quería que me cuidaran? No necesitaba su ayuda, podía valerme sola... Bueno, vale, su comida de vez en cuando no viene nada mal, pero me fastidia muchísimo tener que pedirla. Ya no era una niña pequeña y no quería que me trataran como tal... Y mucho menos después de haber sufrido aquel tormento de mi cautiverio.

Negué levemente con la cabeza y volví a centrarme en la persona que estaba a mi lado. Entendía perfectamente lo que decía... Estar en la calle, dormir en ella no era precisamente cómodo. No había camas, ni un suelo cálido, ni una manta calentita, de estas que abrigan de verdad. Suspiré al recordar otra vez la casa de Robert y esa cama tan cómoda que estaba en mi habitación. Ah, bueno, eso si que lo iba a echar de menos. Observé lo que hizo y con una sonrisa amplia me levanté con él, haciéndole una reverencia para mostrarle mis respetos. Lo había visto hacer innumerables veces a las damas, lo que debería haber sido yo si no me hubiera raptado.

-Yo soy Cynia... Es un placer, de verdad.-Volví a sentarme y apoyarme en la pared. Estaba cansada de verdad y, mientras oía a los perros ladrar, no pude evitar sentir un escalofrío por todo el cuerpo. Aun recordaba aquella vez que me habían perseguido durante un buen rato solo por un trocito enano de carne.- Buscaba comida por allí.-señalé la dirección por la que había venido y luego volví a suspirar.- ¿Y tú? Tienes ropas de alguien con más dinero que la gente de la calle.-alcé una ceja.- ¿Por qué duermes entonces aquí?

La verdad es que se me hacía cómodo poder hablar con alguien como yo, alguien no adinerado, que tuviera que buscar comida donde pudiera y no que ya la tuviera en su despensa, sobrando, incluso tirándola alcabo del tiempo porque se vuelve mala. Ese tipo de gente no me gustaba absolutamente nada... Aun recordaba cuando vivía en ese horrible lugar y, mucha de la comida de las fiestas, acababa en la basura, donde luego íbamos un par de empleados a coger los restros. Las únicas noches que de verdad podiamos decir que nos dábamos un buen atracón y que llenábamos nuestros estómagos. A veces, yo ni siquiera esos días, pues mi asqueroso amo no me dejaba salir de su habitación, aunque solían guardarme un poco para el día siguiente, lo cual agradecía a todos y cada uno del resto de criados. Ellos me querían y yo a ellos, los guardaba en mi coazón con un hondo cariño,pero tenía que huir.

Miré el lugar del que había venido, conteniendo una pequeña sonrisa mientras pensaba en el motivo del que no me había visto. Pero claro, ¿cómo decirle que, en realidad, aquel gato al que le había dado algo de comer era yo? Estaba completamente segura de que una persona normal, como él parecía ser, se asustaría por completo. Mejor mantener la boca cerrada y seguir finjiendo que no nos habíamos visto, limitándome a encogerme de hombros. No se me ocurría ningún sitio donde pudiera haber estado sin verle.

-No se, no estarías prestando atención.-Escuché sus palabras mientras cerraba los ojos. Me sentía cansada y exhausta, no tan hambrienta gracias a su gesto, lo cual le estaría agradecida aunque no pudiera decírselo.

Me parecía curioso, siendo franca, que siendo que tuviera una vida razonablemente buena hubiera escapado. Pero claro, yo no sabía que le hacían allí ni sus motivos para huir, así que me limité a callarme la boca al respecto. Yo había huido de la casa de Robert cuando se me trataba bien y tenía comida a diario, además de buena ropa y un baño... ¡como echaba de menos bañarme! Pero estaba segura de que, en cuanto volviera a encontrarme, me volvería a llevar a su casa con una regañiña la cual me importaría más bien nada. ¿Traducción a esto? Un buen baño otra vez.

-Supongo que cada uno tiene sus motivos para huir del lugar en el que está... No preguntaré, pues igual no me lo quieres contar.- Le miré, sonriéndole con tranquilidad e intentando que viera que era amiga. Me sentía a gusto en su presencia, lo cual era raro.- Me lo hicieron...-Mi voz se convirtió en un susurro mientras bajaba la mirada hacia el suelo.- Pero ya escapé de ese lugar y no volverán a tocarme... O eso espero...