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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Ezylryb Vie Mar 01, 2013 7:41 pm

«Tras estas ventanas y murallas siempre estoy, escondido sin que puedan verme
Algún día salir ha sido mi fascinación, con toda esa gente encontrarme
Siempre memorizo bien sus caras, y ellos nunca van a conocerme
Siempre he imaginado qué se siente un día pasar
Allá abajo, entre ellos
»

El día había comenzado hace un par de horas, la luz del sol entraba por las ventanas del recinto y afuera podían escucharse las voces de las personas en las calles que comenzaban con sus rutinas diarias. En aquel cuarto del segundo piso del edificio, las aves en sus jaulas aleteaban inquietas luego de haber despertado de su sueño nocturno. Los canarios a su izquierda cantaban alegremente, el loro gris a su derecha hablaba solo como todos los días, y un poco más allá podían escucharse los suaves y veloces pasos de las codornices chinas que correteaban de un lado a otro.

Era una mañana normal en el hogar del ornitólogo Gérald Peltier, a quien Ezylryb podía escuchar desde su jaula a pesar de que se encontrara un piso más abajo. Sabía que subiría en cualquier momento, siempre lo hacía a la misma hora. Ella lo esperaba pacientemente mientras se balanceaba en su percha, tampoco es que tuviera muchas más opciones. Los agudos silbidos de los canarios amarillos empezaban a exasperarla; ellos habían llegado a la casa apenas un par de días atrás y desde entonces no se habían callado en ningún momento.

Escuchó el crujir de las escaleras de madera y al poco rato se abrió la puerta de la gran habitación. Un hombrecito menudo entró con una amplia sonrisa; tenía el cabello largo y castaño, marcado con algunas canas, y una barba de chivo le crecía en el mentón. Llevaba unos lentes gruesos que hacían que sus ojos se vieran el doble de grandes. Gérald se detuvo frente a cada jaula para saludar a sus pájaros, algo que a Ezylryb le parecía bastante ridículo ya que ellos nunca respondían. El único capaz de pronunciar algún tipo de saludo era el loro, pero lo que decía no siempre sonaba muy lógico.

-Ezylryb –le nombró con esa voz aguda que tan bien conocía, mientras acercaba el rostro a los barrotes de la jaula para observarle más de cerca.
-Parece que ya te están creciendo las plumas otra vez. Dentro de nada estarás hermosa como antes –sus palabras eran suaves y en su voz podía distinguirse el cariño que sentía por sus animales. Sí, el ornitólogo amaba a sus aves más que a nada en el mundo, pero lo demostraba de aquella forma tan extraña que tenían los humanos: encerrándolos a todos en jaulas.

En la espalda de la carraca europea, tal como Gérald había dicho, volvían a crecer las plumas que ella misma se había arrancado. Lo había hecho con el único propósito de llamar su atención y tratar de conseguir un par de cosas, tal vez un juguete nuevo, una jaula más grande, un cambio de posición. Pero había sido algo demasiado doloroso y además cada vez que se miraba en el pequeño espejo que colgaba de su jaula, se avergonzaba de su propio aspecto. Así que había decidido detenerse al darse cuenta de que aquel acto desesperado no le traería grandes beneficios.

El hombre agarró su jaula, que era bastante grande pero no lo suficiente como para que no pudiese cargarla. La movió hasta ubicarla sobre una cómoda frente a la ventana, la cual abrió de inmediato de par en par. Cada día le permitía a Ezylryb pasar unas cuantas horas en ese sitio que se había convertido en su favorito, pues desde ahí podía observar todo lo que ocurría un par de metros más abajo y esa era sin duda la actividad más interesante que podía realizar en su cautiverio.

El ornitólogo dio una última vuelta alrededor de las jaulas para asegurarse de que cada animal estuviese bien, y luego volvió a bajar las escaleras dejando a las aves solas otra vez. Ezylryb dio un salto para posarse en una rama que colgaba entre los barrotes de metal, donde se detuvo a contemplar a las personas en la calle. No sabía por qué aquello le resultaba tan tranquilizante, al resto de los pájaros parecía no interesarles en absoluto. Ella en cambio podría haber pasado todo el día simplemente observando y escuchando a las personas que pasaban.

Siempre sentía la extraña necesidad de estar con ellos, de ser parte de ellos. Habría dado lo que fuera por salir de su jaula y poder mezclarse entre la gente aunque fuera por un día. Ella los entendía, entendía lo que decían como si su idioma fuesen las palabras de los hombres y no los graznidos de las carracas. Le encantaba escuchar sus gritos, sus risas y sus llantos pero odiaba no poder compartir todo eso con ellos.
Allá va el panadero, parece que ha subido de peso”, articulaba mentalmente mientras observaba a un hombre rechoncho que desaparecía al doblar la esquina.

Y esa es la señora que perdió a su marido el otro día…”, clavó la vista en una mujer canosa que caminaba lentamente y con expresión melancólica. Sentía que los conocía de toda la vida sólo por haberlos visto pasar día a día por la calle. Un niño se detuvo a mirarla desde abajo, tirando de la mano de su madre y apuntando hacia su jaula con el dedo al tiempo que sonreía emocionado.
¿Tú qué miras?”, pensó mientras inclinaba la cabeza. Los pasantes que tenían buen ojo para los detalles siempre terminaban deteniéndose para observarla con mayor cuidado, y es que un plumaje turquesa como el suyo no pasaba desapercibido tan fácilmente.
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Mensaje por Lucius Webber Sáb Mar 02, 2013 3:06 am

París, el curioso París. Ya tenía varios días de haberse establecido y ciertamente se había acostumbrado a la ciudad, a sus costumbres, a su gente, sus olores y sonidos, al incesante tráfico humano, al permanente ajetreo, a la gran cantidad de restaurantes y parques, a aquellas calles que parecían no tener fin. Por ello desde hacía varios días que tenía una idea dando vueltas en la cabeza y ese día, al no parecer un día muy especial, se decidió de una vez: volvería a recorrer París, pero esta vez de manera muy especial, hoy dejaría todas sus galas en casa y saldría, literalmente, a estirar las patas.

El almuerzo había pasado cuando se desvistió completamente y salió a dar un paseo en su forma animal, vestida únicamente con un collar de seda y oro que había comprado tiempo atrás especialmente para este tipo de ocasiones pues, hace muchísimos años atrás, alguna familia había tratado de adoptarle y no había sido un momento demasiado grato. Antes muerta que volver a pasar por lo mismo.

En cuanto cruzó la puerta notó que el día estaba soleado y perfecto, ni muy caluroso ni muy frío, ideal para poder caminar largamente antes de regresar. Moviendo la cola de alegría empezó sus andanzas hasta la gran ciudad, hacia el mismísimo centro de París, descubriendo alucinada como las cosas tomaban otros matices. Tal vez el tener la visión en blanco y negro y emociones poco complejas eran lo que lo hacía tan maravilloso esta oportunidad ya que únicamente sus sentidos del olfato y oído actuaban como guías. Todo parecía tan perfecto que incluso se dejó acariciar por un niño encantador. Parecía tener rizos rubios y era gordito como muy pocos además de tener una risa que le llenaba el corazón de dicha. Si acaso pudiera ser madre le gustaría tener un nene así… por ello le siguió durante un par de cuadras, pues estaba dispuesta a, una vez más, tirarse de panza al sol para que le acariciaran la barriga (no podía negar que era una sensación maravillosa, aún cuando su pata pareciera involuntariamente dispuesta a moverse y tratar de quitar la manita del niño de allí), sin embargo el nene parecía no tomarle nuevamente atención.

Casi a punto de desistir de seguirle y cambiar el rumbo la sorpresa le inundó repentinamente. No tenía nada que ver con el niño, nada que ver con la gente, esta era una sensación conocida, algo que sólo sentía en presencia de otros cambiaformas… era el pensamiento de alguien más metiéndose en su cabeza.

Miró de un lado al otro y no podía dar con la voz hasta que el niño alzó la manita y señaló algo en lo alto de una ventana. Siguió la dirección que este señalaba para encontrar en lo alto de una ventana a un ave.

- ¡Guau! -ladró para llamar su atención una vez y se sentó muy rígida frente a la casona para poder mirar al ave, sin volver a emitir otro sonido con su cuerpo animal pues necesitaba corroborar lo que veía, necesitaba conversar con aquel otro animal.

¿Qué os ha sucedido? ¿Os han atrapado por error? ¿Necesitáis ayuda? Trataré de sacaros, decidme si necesitáis algo” dijo al ave, sintiéndose muy inquieta. Ser adoptado por alguien más era algo terrible y si acaso el humano tras el ave llegaba a destranformarse dentro de aquella jaula las consecuencias podían ser letales, sin embargo primero necesitaba saber que había sucedido, necesitaba una pauta antes de empezar a actuar.
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Mensaje por Ezylryb Sáb Mar 02, 2013 1:41 pm

Su atención se centró inmediatamente en el perro que ladró mientras giraba su cabeza para mirarle. Había visto muchos perros pasando por esa calle, algunos con sus dueños, otros vagabundos, pero nunca se había encontrado con uno tan grande como ese enorme perro negro que la observaba desde abajo. El cuadrúpedo se sentó mientras la madre y su niño seguían con su camino, y ella por su parte se limitó a examinar al can con más detenimiento, cayendo en la cuenta del collar que llevaba en el cuello.

Y entonces escuchó con total claridad las palabras que iban dirigidas hacia ella, palabras que curiosamente no llegaron hasta sus oídos como estaba acostumbrada de los humanos, sino que las oyó en su propia mente de una manera que nunca antes había experimentado, o al menos no que recordara. Graznó y aleteó para expresar la sorpresa que le había causado aquel suceso, y es que nunca antes otro animal se había comunicado de esa forma con ella.

Ya había intentado hablarles a las otras aves de la casa pero ninguna le había respondido. Había tratado también con los gorriones y los mirlos que llegaban a posarse en el alféizar de la ventana como si quisieran restregarle en su cara la libertad que poseían, pero ellos tampoco le habían dicho nada. Incluso había intentando comunicarse una vez con un gato en el tejado de enfrente, que la había estado observando durante largo rato pero que tampoco le había dicho palabra alguna.

¿Cómo hacéis eso? ¿Podéis hablar así con todos los animales?” le preguntó de inmediato, pensando que quizás se trataba de un perro especial o que quizás los canes tenían la capacidad de comunicarse también con otras especies. Sin embargo se dio cuenta de que en ese momento era más importante la ayuda que el perro le ofrecía; a pesar de que la curiosidad le picaba enormemente, ya tendría tiempo después para hacerle sus preguntas. Ahora tenía que aprovechar la oportunidad que se le presentaba.

Sí, me atraparon hace varios años” respondió mentalmente sin poderle dar una cifra exacta pues ni ella misma sabía cuánto tiempo había pasado realmente desde que había llegado a las manos del ornitólogo. “Si me ayudáis a salir os lo agradecería infinitamente, pero ¿cómo?” inquirió con cierta preocupación mirando al perro negro desde lo alto. “El seguro de mi jaula es casi imposible de destrabar, lo he intentado cientos de veces” le explicó mientras picoteaba la puerta cerrada de la jaula para mostrarle a lo que se refería. “Y mi dueño no deja que entren perros a la casa”.
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Mensaje por Lucius Webber Sáb Mar 02, 2013 5:07 pm

No pudo evitar mostrar un colmillo cuando su lado humano intentó sonreír de medio lado al verle tan desconcertada, graznando y aleteando, perdiendo toda la compostura. Estaba segura de que era un ave hermosa, al menos muy diferente a las aves que solía ver en libertad, pero así de histérica parecía un ave más, aunque hablando de mantener la compostura no es que ella envarada pareciera muy normal.

Se levantó, bostezó y se dio un par de vueltas antes de echarse en el suelo en posición de dormir, poniendo su cabeza sobre las patas delanteras que ahora mismo había cruzado, pero sin perder de vista al ave que allí arriba le hablaba.

¿Qué cómo puedo hacerlo? Todos los cambiaformas podemos hablar entre nosotros” le aclaró extrañada, alzando una oreja y haciéndole inevitable el alzar también la cabeza para mirarle curiosa, observándole medio ladeada ahora. Cualquiera que los viera diría que el perro quería comerse al ave pues esta, allá arriba, brincaba inquieta mientras el perro cada vez parecía más y más curioso.

¿Habéis dicho años? ¿Cómo es posible que no pudieseis escapar? ¡Sois un cambiaformas! Maldición...” dijo, sintiendo como sus dientes se elevaban y gruñía. Ni siquiera las explicaciones que le daba el ave le servían realmente para comprender como diablos es que jamás había logrado escapar… ¿Además que pasaba con ella? Estaba absolutamente claro como intentaría sacarla de allí “Es casi obvio cómo lo haré. Regresaré en forma humana… recuerda mi nombre, me llamo Lucius. Si alguien más quisiera llevarte antes de que regrese haz lo posible por que no te compren” le contestó, aunque sinceramente no estaba segura de si el ornitólogo quisiera venderle, por ello regresó a casa con la cola entre las patas y la cabeza baja, dándole mil vueltas a las posibilidades de lo que podría suceder.

Su mayor problema sería si el ornitólogo no quisiera venderla… en ese caso tendría que robarla. ¿Y cuanto le costaría? Joder, ni siquiera sabía como se llamaba o de que color era, por tanto tuvo que devolverse tras sus pasos para mirarle una vez más.

- ¡Guau! ¡Guau! -le llamó otra vez para hacer que le prestara atención y mirándole a los ojos hacerle un par de preguntas que le dieran pistas para ubicarle una vez fuese humana pues ahora, a la distancia y en blanco y negro, ella parecía un pájaro más. “¿De qué color eres? ¿Cómo te llamas? ¿Cuál es tu sexo? ¿Sabes tu especie? Veo en blanco y negro y necesito pistas para poder sacarte de allí...” explicó histérica pues quería partir cuanto antes a casa a volver a su forma humana y buscar dinero para sacarle de allí.
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Mensaje por Ezylryb Sáb Mar 02, 2013 5:48 pm

No se atrevía a quitarle los ojos de encima al perro ni por un segundo, temiendo que de pronto se retractara y decidiera no ayudarla. Aquella oportunidad era demasiado buena para ser verdad, y también demasiado buena como para dejarla escapar. Observó al animal mientras se acostaba sobre el suelo y se extrañó al escuchar lo que decía, sin entender de lo que estaba hablando. ¿Cambiaformas? ¿Y eso qué era? Conocía muchas palabras pero esa no estaba dentro de su vocabulario. Quizás era algo propio del idioma perruno y por eso no lo entendía.

De todas formas habían asuntos más importantes que encontrarle una explicación a esa forma de comunicación tan nueva para ella. Vio al perro mostrando los dientes y escuchó su gruñido, lo cual hizo que sus plumas se esponjaran en señal de nerviosismo.
¡Intenté escapar muchas veces! Pero mi dueño se maneja muy bien con las aves y siempre terminaba capturándome” le explicó sin saber que el perro negro probablemente hubiese estado esperando otro tipo de respuesta, algo que incluyera una transformación humana.

¿Qué es un cambiaformas? Lo lamento, pero no entiendo esa palabra”, le dijo percatándose de que sonaba como una verdadera ignorante. Sentía que se estaba perdiendo de algo importante, y aparentemente ese vocablo desconocido era la pieza que faltaba para que terminara de comprender a lo que el perro se refería. Y nuevamente escuchó sus palabras en su cabeza, palabras que esta vez no solo la sorprendieron sino también le hicieron plantearse la posibilidad de que el perro estuviese tomándole el pelo –o las plumas en este caso– porque lo que decía no tenía ni pies ni cabeza

¿Regresar en forma humana, decía? ¿Realmente estaba insinuando que se transformaría en un ser humano? Aquello era algo que jamás había escuchado, algo que ni siquiera había imaginado posible. Pero en ese momento no le quedaba otra opción que creerle, además el perro parecía hablar con seriedad y era su última esperanza. “Está bien” dijo finalmente para mostrarle que había entendido. De todas formas dudaba que alguien más llegara con intenciones de comprarla; había habido algunas personas que habían mostrado interés por ella en el pasado, pero siempre se iban de la casa con las manos vacías.

Siguió al perro con la mirada mientras este se alejaba, pero al poco rato sus ladridos volvieron a llamar su atención haciendo que bajara la vista. En un principio no entendió por qué le hacía esas preguntas hasta que le explicó que veía en blanco y negro. Eso sí que era extraño. “Soy de color turquesa, con un poco de café en la espalda y negro en las puntas de las alas” le explicó rápidamente. “Me llamo Ezylryb, soy hembra. Una carraca europea” agregó esperando que aquello le sirviera. “Si logras sacarme de aquí, te prometo que te lo pagaré de alguna forma” le dijo antes de observarle marchar una vez más.

En realidad no sabía cómo un pájaro podría pagarle a un perro, pero estaba dispuesta a hacer lo que fuera por salir de ahí, incluso si le pedía que se comiera sus propias pulgas. Pero también había dicho que se podía transformar… ¿sería cierto? Aquello sólo lo creería una vez que lo viera con sus propios ojos. Esperó a su regreso con ansiedad, aunque había pasado ya tanto tiempo encerrada que habría podido esperar meses incluso si le aseguraban que la sacarían de ahí.

Desde arriba observaba a las personas que pasaban preguntándose si alguna de ellas sería el perro transformado. Se arrepintió de no haberle preguntado cómo se veía en su forma humana, así al menos la habría podido reconocer a la distancia. Entonces apareció una joven de cabello rubio que se acercó hacia la casa, ¿podría ser? Escuchó los golpes en la puerta; sí, tenía que ser ella. El ornitólogo se acercó para abrirla y saludarle con esa vocecita aguda.
-Buen día, ¿en qué puedo ayudarle?
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Mensaje por Lucius Webber Sáb Mar 02, 2013 7:53 pm

Las preguntas estaban hechas y sólo una vez que el ave le contestó volvió a partir, esta vez lo hizo corriendo a todo lo que daban sus patas, metiéndose por los callejones menos transitados que conocía hasta llegar a su casa donde rápidamente se destransformó, se quitó el collar, ordenó en un grito rápido a uno de sus sirvientes para que se preparara, vistió las mejores galas que tenía y tomó un saquito de oro que guardaba junto a su ropa interior con el que esperaba que le bastara para comprar al ave, su jaula, su comida y tal vez un par de helados en el Cafe Procope… realmente rogaba que el ave no fuese tan cara.

Con Adunbi, el sirviente más grande, fuerte y agradable de todos los que trabajaban para ella, vestido impecablemente emprendió el regreso al centro de París, buscando incesablemente al ornitólogo hasta dar con la calle unos minutos después.

- ¿Aló? -llamó a la puerta, pidiéndole a Adunbi que se mantuviese detrás. Estaba nerviosa y no sabía por qué, por tanto olfateó ligeramente el ambiente en cuanto su oído le indicó que el ornitólogo se acercaba a la puerta para tratar de reconocerle incluso antes de que este llegara. Cuando finalmente abrió, solo necesitó registrar su rostro y su voz pues todo lo demás de importancia ya lo tenía grabado en la cabeza, incluso el ritmo del caminar- Buen día, señor. Mi nombre es Lucius Webber -le extendió la mano para saludar- ¿Podemos pasar?

Esperó a que el hombrecillo le permitiese el paso e ingresó con Adunbi muy pegado a ella, casi como un guardaespaldas (o un marido mulato si acaso eso fuese socialmente aceptable).

- Muchas gracias por abrir sus puertas y recibirnos, intentaré no quitaros demasiado de vuestro tiempo, pero me gustaría compraros una de vuestras aves. Acabo de llegar a la ciudad y me encantaría engalanar mi hogar con alguna de estas -dijo, iniciando con los rodeos para que al llegar a ver la carraca no se notase tanto su interés.

El hombrecillo le indicó dónde subir y ella inmediatamente miró a la carraca, a la que le guiñó un ojo- ¿Os mencioné ya que me llamo Lucius? -le dijo al hombre justo antes de preguntar por el ave más cara, la que, de pura suerte, no era la carraca. Intentando despistarle le puso interés a casi cualquier ave menos a la carraca (tal y como su padre hacía cuando compraba telas) por lo que luego de unos 30 minutos discutiendo, prácticamente como si le hiciese un favor a él, accedió a llevar a la desplumada carraca a un precio que, si bien era casi un robo por el ave, era un poco más de lo que ella estaba dispuesta a pagar. Así que finalmente salieron de allí con la Carraca en su jaula, la comida y una percha para aves de vuelta a su casona.

En la casona Lucius instaló la jaula en uno de los cuartos superiores, asegurándose de que así tendrían privacidad casi todo el día, cercana a la ventana para que tuviese luz del sol y aire fresco… aunque no es como si fuese demasiado importante considerando que pretendía abrir la jaula en cuanto fuera posible.

- Esta será tu habitación si acaso deseas quedarte un tiempo. No te preocupes por el dinero, puedo abastecernos bastante bien y me hace falta un poco de compañía. Nadie además de mis sirvientes vive conmigo. ¿Os gustaría? -le dijo al ave mientras cerraba con cautela la ventana puesto que si ella se destranformaba estaría desnuda- eres libre de transformarte aquí a tu forma real. Incluso te he traído un vestido… espero que te quede bien, sino podemos arreglarlo y podrías taparte únicamente con este camisón -le contaba mientras se acercaba a ella y abría la jaula- Por mis sirvientes no te preocupes. Saben de mi naturaleza y no me juzgan, más bien nos protegemos unos a otros. Sabrán entender cuando el ave se convierta en humano y, además ¿Qué podrían hacer? Sólo hablan inglés y nadie les creería a unos pobres criados ingleses… -dijo con una sonrisa altanera, aunque pronto volvió a sonreírle de forma gentil- ¿Qué esperas? Oh… ¿No quieres mostrar tu desnudez frente a mi? Lo entiendo, te daré un momento a solas. Mi habitación está justo al lado -dijo, saliendo de la habitación y cerrando las puertas tras ella, dejando sola a Ezylryb.
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Mensaje por Ezylryb Dom Mar 03, 2013 2:50 pm

Se quedó en completo silencio tratando de distinguir las voces de abajo, lo cual resultaba un tanto difícil con los canarios que no paraban de chillar. Aun así pudo escuchar la voz del ornitólogo y también la de la mujer que acababa de llegar, lo cual le tranquilizó al confirmar que realmente se trataba de ella.
-Por supuesto, adelante –podía escuchar a Gérald hablando, él siempre se había mostrado amable y cortés con la gente, incluso si eran desconocidos.

Tras una rápida presentación y explicación por parte de Lucius, subieron finalmente al segundo piso. Ezylryb observó a la joven con la aparente calma de un animal que nada sabe, aunque por dentro su pequeño corazón de pájaro latía con fuerza y rapidez a causa de la emoción. Así empezaron a discutir sobre el ave que a Lucius le interesaría comprar, y el ornitólogo se mostró más que complacido al tener la oportunidad de alardear de sus conocimientos sobre el tema.

Le mostró el loro gris africano, que era el más caro porque también era una de las aves más inteligentes del mundo. Luego siguió con los canarios, el arrendajo, los pinzones, el guacamayo rojo, los inseparables y así hasta que terminó mostrándole toda su colección. Finalmente Lucius le informó que había decidido llevarse a la carraca y le pagó lo que el hombre pedía por ella. Eso le hizo sentir un poco culpable, ya que estaba comprando algo que en realidad no sería suyo. Pero en ese momento lo único que le importaba era que el plan resultara y ella pudiera recuperar su libertad.

El ornitólogo le entregó las cosas no sin mostrar cierto pesar, y es que aunque el dinero que había recibido le vendría muy bien incluso para comprarse un nuevo espécimen, seguía siendo un hombre que no podía evitar encariñarse con sus aves. Se despidieron y finalmente Lucius y su criado salieron de la casa con el ave enjaulada, dirigiéndose a lo que parecía ser su hogar. Se sentía extraña por abandonar el único lugar que conocía, pero sobre todo se sentía enormemente aliviada.

Llegaron a la casona y la ubicaron en una bonita habitación, algo que realmente no esperaba. Lucius empezó a explicarle algunas cosas y a ella le habría gustado responderle, pero se dio cuenta de que no podía hablarle como lo había hecho con el perro, al parecer aquella comunicación mental sólo funcionaba bajo su forma animal. Y entonces volvió a mencionarle lo de la transformación haciendo que se sintiera confundida una vez más, ¿realmente esperaba que lo hiciera?

La puerta de su jaula se abrió y de inmediato supo que ese sería uno de los momentos que no olvidaría jamás, pues no recordaba que ningún otro ser humano le hubiese abierto la puerta voluntariamente para dejarla salir. Lucius abandonó la habitación y ella de un salto salió de su jaula, abriendo las alas de inmediato y planeando por el cuarto con toda libertad. No recordaba cuándo había sido la última vez que había podido estirar las alas sin chocar con los barrotes de la jaula.

Aleteó de un lado a otro mientras la felicidad de su liberación recorría su pequeño cuerpo; se posó sobre la barra de la cortina, luego sobre el respaldo de una silla y finalmente se detuvo sobre la cama. Quería intentar lo que Lucius le había mencionado, si había podido convertirse en humana ella también debería lograrlo, ¿no? Pero no podía recordar haberlo hecho antes en su vida, aunque tampoco es que recordara mucho de su pasado antes de su captura.

¿Qué pasaría si lo hacía mal? ¿Si la transformación quedaba a medio camino y terminaba convirtiéndose en una mujer con cola de ave? Estaba ansiosa y emocionada, pero también se sentía nerviosa e insegura. Y no quería estar sola, no en un momento como ese. Por lo tanto graznó con fuerza un par de veces para ver si así podía llamar a Lucius y hacer que volviera a entrar. Quizás si le mostraba cómo hacerlo lo entendería; en ese momento ignoraba por completo que aquello era algo automático que ya había realizado antes, en la vida que había olvidado.
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Mensaje por Lucius Webber Dom Mar 03, 2013 3:55 pm

Se paseó por su habitación buscando algo más cómodo para ponerse. No recibiría visitas ese día, no teniendo a Ezylryb de recién llegada, por ello le dio a la misma un buen tiempo para que saliera de la transformación, se desperezase y estirase los agarrotados músculos antes de vestirse, ya le había indicado donde estaría así que se despreocupó.

Se sentó en el tocador y trenzó su cabello con cuidado, sosteniéndolo finalmente con una cinta de color turquesa (muy similar al tono del ave) que no alcanzó a anudar cuando escuchó los graznidos y se levantó inmediatamente a ver que sucedía.

- Os he escuchado. ¿Qué sucede? -dijo buscándola, hasta dar con ella sobre la cama aún en su forma animal- joder… -gruñó, sin importarle demasiado esta vez su apariencia de mujer creyente, de señora devota, mientras se desabotonaba lentamente el vestido y lo dejaba colgando sobre la silla, paseándose en traje de Eva frente al ave para transformarse frente a sus ojos.

Manos y brazos se estiraron y amoldaron para dejarle en cuatro patas mientras que la cola se extendía sobre su columna y su piel parecía rasgarse junta, muy junta, dejando salir capas de pelo largo negro y tieso. Lo único que evitó fue mostrarle la transformación de su rostro pues se esforzó en mirar hacia otro lado, apretando los dientes y cerrando los ojos. Sólo cuando al fin acabó, a penas uno o dos segundos después, le miró a los ojos, notando una vez más la familiaridad del ave que antes y ahora había visto en blanco y negro.

¿Por qué estáis aún en forma animal?” preguntó extrañada, sentándose sobre sus cuartos traseros y sintiendo como la cinta que anteriormente había estado en su cabello caía lentamente al suelo “¿Necesitáis algo más? ¿Os sentís muy débil?

Se sentía realmente preocupada por Ezylryb, realmente creía que a estas alturas ya iba a saber la forma humana de con quién trataba. No tenía idea de qué pasaba con ella, que no tenía idea de que era humana, por ello es que su único pensamiento era que, al llevar tanto tiempo como un ave, se sintiera asustada, creyera que dolería más que nunca y ya estaba preparada a decirle que no sería así, incluso como una mentira.
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Mensaje por Ezylryb Dom Mar 03, 2013 5:36 pm

Para su gran alivio escuchó los pasos de Lucius acercándose a su habitación, y cuando entró y la vio sobre la cama pareció no sentirse muy complacida con lo que veía. Seguramente había esperado encontrarla ya con su supuesta forma humana, pero ella no sabía ni por donde empezar. Ni siquiera estaba segura de que ella poseyera también la capacidad de transformarse, pues no recordaba haberlo hecho nunca.

De inmediato la mujer dejó atrás su apariencia humana para convertirse nuevamente en aquel perro negro que había visto en la calle. Ezylryb puso toda su atención en aquel proceso, incluso si era lo inverso a lo que ella quería lograr, creyendo que quizás se percataría de algún detalle que le ayudara con su propia transformación. Pero ocurrió de forma rápida e instantánea y aparentemente era algo bastante instintivo. De todas formas se sintió agradecida por haber podido presenciarlo.

No, me siento mejor que nunca”, respondió de inmediato a sus preguntas mentales. No quería preocuparla, ya había hecho suficiente por ella como para empezar a incordiarle con sus problemas, pero era la única persona a la cual podía acudir en ese momento. “Pero nunca antes me había transformado”, le dijo con cierta preocupación. “Bueno, al menos no que yo recuerde”.

Estaba claro que si podía comunicarse con el perro de esa forma, cosa que nunca antes había logrado hacer con ningún otro animal, era porque era de los suyos. Un “cambiaformas”, como le había dicho, a pesar de que esa palabra aún sonara desconocida. Por eso siempre se había sentido tan cercana a los humanos, por eso los entendía perfectamente cuando hablaban y en cambio no comprendía a las aves que gorjeaban. Sin duda aquello explicaba muchas cosas.

Antes de que me capturaran, escapé de la casa de alguien. No sé quién era, sólo me acuerdo de haber sentido la necesidad de huir cuanto antes”, le explicó refiriéndose a su huida de la casa del brujo. “Pero no recuerdo nada de lo ocurrido antes de eso. Creí que siempre había sido un ave, pero ahora que me has hablado de estas cosas… creo que realmente yo también soy como tú”. Bajó la mirada con frustración, odiaba haber olvidado tantas cosas y sentirse ahora como una verdadera ignorante de su propia naturaleza.

¿Qué es lo que tengo que hacer exactamente para convertirme en humana?” preguntó finalmente, armándose de valor para afrontar aquel desconocido proceso. “¿Simplemente… desearlo? ¿Duele?” inquirió con curiosidad; fuese cual fuese la respuesta igual lo intentaría, pero quería asegurarse de reunir la mayor cantidad de información posible antes de hacerlo, así correría menos riesgos de sufrir algún percance. “¿Podrías mostrarme? Tal vez si te veo hacerlo finalmente entienda cómo se hace”.
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Mensaje por Lucius Webber Dom Mar 03, 2013 9:21 pm

Casi se atragantó y le miró con la boca abierta en cuanto ella le dijo que no se había transformado antes, cosa que no hubiese creído de no ser porque aclaró que no era algo que recordara. ¿Qué había pasado con ella? Esto era ciertamente lo más curioso que le había tocado vivir como cambiaformas… e incluso como humana.

Se subió a la cama junto a ella para estar en una superficie más blanda y mirarle desde allí, acostada de lado, con las patas estiradas y usando más de la mitad de la cama, mucho más de lo que usaba en su forma humana y escuchó con atención a su historia, intentando atar ciertos cabos sueltos aún cuando le parecía que lo relataba de forma demasiado simple, como si tanto tiempo transformada en un ave incluso le hubiese hecho creer que era una… y por lo visto así era, solo ahora estaba descubriendo que podía ser una humana más.

¿Cómo yo? ¿Una cambiaformas? Definitivamente lo sois, lo sé, sino no podríamos comunicarnos pues esto está dado únicamente para la gente como nosotros…” Suspiró y se levantó, quedando esta vez echada sobre sus cuatro patas y su pecho, mirándole atentamente. ¿Qué debía hacer para convertirse en humana? Esa era ciertamente una interesante pregunta.

Es… difícil de explicaros. Debeis…” Se interrumpió. Desde pequeña era una cambiaformas y siempre lo hacía de forma automática, además los únicos que alguna vez se habían preguntado esoeran su madre y su hermano, quienes hacían todas sus preguntas a su padre, por tanto analizarlo y explicarlo era algo que jamás había hecho.

Gruñó y frunció el seño.

Dadme un tiempo para pensarlo. Siempre hago esto sin pensarlo demasiado, es un poco complicado para mi ponerlo en palabras. Simplemente… siéntelo. Eso es, siéntelo, siente tu necesidad como humana, de estar en dos piernas, de tener manos, de ser una humana completa. Luego concéntrate en ello, hazlo tu único foco en ese segundo… y déjate llevar. Toma la determinación de transformarte en humana y déjate llevar. El proceso es algo rápido, a veces puede ser doloroso, pero el dolor no dura nada. A mi padre no le dolía y tardaba menos de un segundo en pasar de su forma perruna a la humana. A mi me cuesta un poco más, me duele un poco y tardo un poco más…” siempre había supuesto que eso era porque siempre había tenido el miedo de quedar medio transformada, pero no quiso traspasar sus inseguridades a ella “…pero con el tiempo se hace cada vez más fácil, cuando ya tienes más seguridad, por ello es que debes simplemente creer en que puedes hacerlo y lo harás. Mirad…” dijo levantándose de la cama y posándose una vez más en el suelo “miradme con atención, esta vez podrás observarme con un poco más de calma… y luego deberás hacerlo tu pues siempre he tenido un poco de recelo con transformarme tantas veces en un día, no me gustaría hacerlo de nuevo… lo siento” Le explicó bajando la cabeza un segundo antes de mirarla a los ojos y permitir que esta vez ella si viera su destransformación al completo.
Lentamente el cuerpo botaba todo el pelo, que desaparecía en el aire como fundiéndose en él, sin dejar rastros, sus piernas se estilizaban, sus brazos se acortaban, su torso adelgazaba y enderezaba, formando a una humana que podía sostenerse en dos patas. Los últimos cambios correspondían a la contracción de su cola hasta desaparecer en lo alto de su trasero y la humanización de su rostro, achicándose la nariz, la boca y los dientes, cambiando el color de los ojos y almendrándolos nuevamente, reemplazando las orejas puntiagudas por unas redondas y delicadas y haciendo crecer rápidamente su cabello rubio en mechones que caían sueltos sobre sus hombros, todo en unos segundos.
Ya transformada miró al ave y le sonrió, tomando el vestido que estaba sobre la silla y poniéndoselo mientras le alentaba con un suave- Ahora es tu turno, Ezylryb.
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Mensaje por Ezylryb Lun Mar 04, 2013 9:04 am

Tal como lo había supuesto, aquel proceso parecía ser bastante difícil de explicar con palabras. Sin embargo esperó pacientemente y en silencio hasta que Lucius empezó a decirle cómo hacerlo mientras ella trataba de imaginar su propia transformación. Como ella misma decía, al parecer el factor más importante era la seguridad y confianza en uno mismo; tenía que convencerse de que lo lograría pues al fin y al cabo era lo que más quería en esos momentos.

Está bien”, le dijo cuando ella explicó que no quería transformarse tantas veces en un día. “Y gracias por la explicación” añadió antes de guardar silencio para concentrarse únicamente en lo que estaría a punto de ver. Tal como hace unos momentos atrás, la conversión fue bastante rápida pero le dio tiempo suficiente como para recaer en ciertos detalles. Y ver ahora a un ser humano completo y sano le dio seguridad, pues si ella lo había logrado también Ezylryb debía conseguirlo de alguna forma.

Escuchó su voz, que ahora no llegaba a su mente sino a sus propios oídos, y de un salto se lanzó al suelo, abriendo las alas para aterrizar suavemente. Le miró desde donde estaba, se veía muy alta desde ahí. Cerró los ojos y trató de mentalizarse y visualizarse a sí misma como persona; a pesar de que no podía recordar cómo era su apariencia humana, naturalmente podía hacerse una idea de cómo lucía una mujer.

Ya había recuperado su libertad, no tendría que volver a su jaula y a partir de entonces podría hacer lo que quisiera. ¿Y qué era lo que quería? Transformarse en humana. Sí, era lo que más quería en el mundo; nunca se había sentido tan convencida ni determinada a pesar de que jamás había intentado algo así. Pero siempre había una primera vez para todo, y esperaba que aquella fuese tan sólo la primera vez de muchas. Suponía que luego podría transformarse siempre que quisiera y eso se le antojaba simplemente perfecto.

Tomó aire y sintió cómo aquel deseo tan fuerte de convertirse empezaba a salir de su propio cuerpo, y entonces una sensación extraña empezó a recorrerle de pies a cabeza. “Voy a lograrlo, voy a lograrlo” se decía una y otra vez tratando de mantener la calma. Y tal como su fuese algo instintivo e involuntario, el proceso dio arranque y su cuerpo de ave empezó a transformarse.

Las plumas empezaron a desprenderse una a una para desaparecer y dar paso a una piel lisa y suave, sus huesos huecos propios de las aves se volvieron duros y compactos al tiempo que cambiaban de forma y crecían junto con sus músculos. Podía sentir cómo su cuerpo se estiraba, sus piernas se hacían más largas mientras que los dedos de sus pies en cambio se acortaban, las garras desaparecían y se convertían en uñas pequeñas.

Sus alas también sufrían un enorme cambio, transformándose en un par de brazos delgados de los cuales crecían las manos y los dedos. Su cabeza también cambiaba por completo, el pico negro de la carraca europea se retraía para formar una pequeña nariz redondeada y una boca con una verdadera mandíbula. Sus labios se formaban, también las encías y los dientes, sus orejas aparecían al mismo tiempo que su cabello dorado, que por algún motivo era tan corto como el de un hombre. Todo ocurría mientras ella se erguía y cambiaba de tamaño.

Finalmente sintió que el proceso concluía y sólo entonces se atrevió a abrir los ojos, mirando de inmediato a Lucius con total sorpresa, y luego bajando la vista para observar sus pies. Recorrió su propio cuerpo con la mirada, deteniéndose en sus manos casi sin poder creer lo que veía. Movió los dedos y cerró los puños como si realmente nunca antes hubiese tenido manos, y luego se las llevó a la cara para tocarse los labios, la nariz y las mejillas aún con expresión incrédula.

Soy… –se interrumpió de pronto, sorprendiéndose de escuchar su voz humana y no los graznidos de ave a los que había estado acostumbrada. –¡Soy humana de verdad! –exclamó mientras una sonrisa emocionada se dibujaba en su rostro. Volvió a mirar a Lucius sin tomar en cuenta que estaba desnuda, quizás porque había olvidado lo que era sentir pudor o simplemente porque en ese momento no tenía cabeza para pensar en ello. Se sentía inmensamente feliz de haberlo conseguido, de haber hecho realidad ese sueño que en algún momento le había parecido completamente imposible.
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Mensaje por Lucius Webber Mar Mar 05, 2013 4:00 pm

Deslizó el vestido sobre su cuerpo y empezó a abotonarlo poco a poco, cubriendo su desnudez rápidamente pero sin perder de vista al ave que ahora estaba allí en el suelo, luciendo tan pequeña, frágil, perdida y hermosa que entendía por que le habían capturado. Era preciosa, lucía como una mascota realmente adorable como para tener en casa y presumir de ella… sin embargo ella sabía cuan incorrecto era eso, cuanto daño le haría, no solo por ser cambiaformas, sino que cortar las alas de un ave era algo que no le desearía a nadie más. Ella misma tenía sus alas cortadas al no poder hacerse cargo de una nueva tienda de telas simplemente por ser mujer y las mujeres no se dedicaban al negocio, al no poder conseguir un marido pues no quería descendencia, al saber que nadie más le amaría únicamente por ser una cambiaformas que no gustaba de su condición. Sus alas estaban cortadas, el único lujo que podía permitirse era elegir cual sería la siguiente ciudad donde viviría una vez que huyese nuevamente.

Siguió abotonando su vestido mientras pensaba en todo ello cuando el ave poco a poco inició su transformación para abandonar su cuerpo animal. Su pequeño cuerpecito cambiaba radicalmente en uno más grande, pero sin duda lo que más llamaba su atención era cómo sus alas, las mismas de las que tantas metáforas había pensado poco antes, cambiaban y se convertían en brazos y manos, largos brazos y manos. Sonrió al notarlo, también porque veía como ella poco a poco se humanizaba más, pues observaba todo con tanta atención que incluso su vestido había quedado a medio abotonar ya que estaba del todo concentrada, sintiendo que todo sucedía en un intervalo de tiempo mucho mayor a las milésimas de segundo que realmente tomaba, asombrada del enorme cambio que se le antojaba mucho mayor que cuando un perro pasaba a ser humano.

Le hubiese gustado ser un perro en ese momento para saber que pasaba por la cabeza del ave, pero a su vez apreciaba ser humana para observarle totalmente, incluyendo aquellos ojillos inocentes. ¿Qué edad tendría? No aparentaba mucho más que ella… y además sabía que algunos cambiaformas tenían estallidos de magia tardía, por lo que eran mucho menores que otros aún al verse de la misma edad… o también existía la posibilidad de que al llevar tanto tiempo encerrada en el mismo cuerpo su edad se hubiese estancado en la que tenía antes de la última transformación…

Fue su voz, la voz de humana, la que le sacó de su ensimismamiento y le hizo sonreír aún más, mostrando incluso los dientes.

- ¡Sois humana de verdad! -repitió tras ella, aplaudiendo ligeramente y observándole de pies a cabeza. Su cabello corto era algo en lo que recién estaba reparando- ¿Recordáis algo de vuestra vida? ¿Qué edad tenéis? ¿Cómo os llamáis? ¿De dónde venís? -preguntó inicialmente, aunque también le hubiese encantado preguntarle si acaso había sido una esclava, ya que el cabello corto era algo infrecuente (por no decir inexistente o incluso vetado) para alguien de clase alta o de la realeza- Oh, disculpa mi poca amabilidad -dijo muy poco después de haberle acribillado en preguntas- pero me tenéis asombrada. ¿Queréis sentaros? ¿Cómo os sentís? ¿Os duele algo? ¿Puedo revisar si estáis bien, si tu transformación fue completa? Debéis de sentiros mucho más pesada ahora que en forma animal, comprendería si os cansarais, pero intentad caminar para que os familiaricéis bien con vuestras piernas. Cuando os vistáis probaremos con la familiaridad de las manos. -dijo con seguridad, casi como si fuese una experta en el tema… pero únicamente suponía que podía llegar a tener esos problemas y quería comprobarlo todo ahora, estaba preocupada por la chica y quería asegurarse de que estuviera bien, completamente bien.
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Mensaje por Ezylryb Mar Mar 05, 2013 7:33 pm

Sonrió junto con Lucius al verla hacerlo, incluso ese tipo de gestos se le hacían raros pues con una cabeza de pájaro no era mucho lo que uno podía expresarse. Las preguntas llegaron de inmediato a sus oídos, haciéndole parpadear varias veces con cierta confusión.
Yo… –empezó a decir mientras su sonrisa se borraba, tratando de encontrar las respuestas en algún lugar de su mente. Sentía que la cabeza le daba vueltas, quizás a causa de la transformación o tal vez porque eran demasiadas emociones y pensamientos en un solo momento.

No lo sé, no lo recuerdo –le dijo con frustración, maldiciendo internamente ya que le habría gustado poder decirle alguna cosa lógica y comprensible. –Mi nombre es Ezylryb –por lo menos eso sí podía responderlo. –O al menos así era como me llamaba mi due… -se interrumpió de inmediato, dándose cuenta de que ya no tenía dueño, ya no le pertenecía a nadie y nunca más tendría que volver a vivir en una jaula. –El ornitólogo –se corrigió.

Lucius se mostraba muy atenta preguntándole cómo se sentía, por lo que ella hizo un gesto con la cabeza tratando de demostrarle que estaba bien.
No me duele nada, sólo me siento extraña –volvió a recorrer su cuerpo desnudo con la mirada, aún sin acostumbrarse del todo a lo que veía. –Pesada, sí –afirmó mientras levantaba un poco los brazos, definitivamente pesaban mucho más que sus antiguas alas. Luego dio una vuelta sobre sí misma con la intención de que Lucius constatara que la transformación se había llevado a cabo de manera exitosa.

Creo que está todo en orden –sonrió nuevamente. –No veo rastros de plumas, incluso mi cola ha desaparecido –rio por lo bajo al recordar la imagen que se había formado en su mente cuando se había preocupado por que la transformación quedara a medias. Siguiendo la sugerencia de Lucius de familiarizarse con sus piernas, miró a su alrededor hasta que dio con un espejo que colgaba en la pared, el cual fijó como su objetivo.

Trataré de llegar hasta ahí –le indicó con el dedo para que así pudiese ayudarle en caso de que se cayera. Lentamente acercó los brazos hacia el borde de la cama en busca de apoyo, y así poco a poco fue dando un paso tras otro para empezar a avanzar hacia el espejo. Los primeros fueron torpes y cortos, sus piernas se tambaleaban como si fuese un animal recién nacido que utiliza sus piernas por primera vez. Pero con cada paso que daba se sentía más segura y cuando ya estaba por llegar a su objetivo incluso pudo desprender las manos de la cama y erguirse por completo.

Una vez frente al espejo se miró con renovada curiosidad y asombro, observando atentamente cada detalle de su rostro que de pronto se le hizo extrañamente familiar… Sí, era ella, ahora podía recordar aquellas facciones, aquellos ojos y aquella mueca en los labios. Ahora se reconocía, pero en ese difuso recuerdo se veía a sí misma con el cabello largo, aproximadamente hasta por debajo de los hombros.

Virgen santísima, ¿qué le ha pasado a mi cabello? –preguntó con expresión desconcertada mientras se llevaba las manos a la cabeza para tocar los cortos y revueltos mechones que apuntaban en todas direcciones. Tras removerlos se percató de que en el cuero cabelludo se mostraban unas manchas rojas, pequeñas heridas ya cerradas como si alguien le hubiese arrancado el pelo… Y entonces lo entendió, comprendió que aquellas marcas eran los rastros de su arranque de plumas en forma de ave, y el motivo por el cual en su forma humana tenía el cabello corto.

Pero ni siquiera eso podía quitarle la emoción y alegría que sentía en esos momentos; el pelo volvería a crecerle tarde o temprano y realmente era lo de menos en ese instante. Estaba sana, era libre, había logrado transformarse… Eran demasiadas cosas buenas de una, por lo tanto vio en su reflejo cómo sus ojos se volvían cristalinos mientras las lágrimas amenazaban con caer. Sonrió viendo cómo el reflejo le devolvía el gesto y luego se dio vuelta para mirar a Lucius, aún desnuda y con los ojos llorosos.

Se acercó a ella rápidamente, tanto que en algún momento incluso pensó que caería al suelo, y sin dudarlo la abrazó de manera efusiva y un poco inesperada quizás, pero había sido un impulso del momento que simplemente no había podido frenar.
¡Gracias, gracias! –le dijo aun apretándola en aquel abrazo, aunque no tan fuerte como para asfixiarla o causarle daño. –Es gracias a ti que estoy aquí y que he logrado esto, ¿cómo podré agradecértelo?

Se despegó de ella y se limpió los ojos con las manos, aun sonriendo. Sólo entonces recordó que ese tipo de gestos no eran tan bien vistos, en especial entre dos personas que no se conocen y sobre todo cuando una de ambas está desnuda.
Lo siento –se disculpó rápidamente, y rio ante su propia torpeza. –Creo que será mejor que me vista –agregó mientras se acercaba a la cama, sentándose en el borde pues empezaba a sentir que sus piernas le flaqueaban.
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Mensaje por Lucius Webber Jue Mar 07, 2013 4:27 pm

Como se temía, ella no tenía idea de nada de su vida, todo lo que correspondía a su vida humana estaba olvidado. Ni siquiera su nombre era algo que dominase en aquella cabecita. Realmente esperaba que fuera únicamente porque las aves tienen poca memoria y concentración -o eso le decía su madre cuando le llamaba “cabeza de pajarito”- pues… ¿Por qué otra cosa podía ser si no?

Suspiró… lo único que sabía era sobre lo vivido con el ornitólogo. Tendría que hablar con él para tener un poco más de información sobre donde le habían capturado, hace cuantos años y en qué condición pues si mal no recordaba ella estaba huyendo de algo. Quería hacer un comentario, pero se quedó en silencio para seguir observándola atentamente. No solo el quién era resultaba preocupante, ahora mismo era más importante el cómo estás y ella, a pesar de la dificultad para moverse, parecía estar bien.

Sus movimientos torpes cuando giraban habían sido lo más preocupante de todo pues parecía totalmente desprovista de plumas, únicamente cubría su cuerpo el bello natural de toda mujer así que sonrió confiada de que todo había salido bien… al menos era una buena maestra de transformación- Tampoco veo plumas -le confirmó, pero aún le observaba detenidamente ante cualquier detalle que hubiese escapado a su primera mirada. Luego, si ella accedía, le revisaría el cabello para ver si acaso allí tenía alguna pluma que hubiese camuflado entre los cortos mechones o peor, algún bicho, pues ella misma había llegado con pulgas en una oportunidad y le había costado infinidad el quitarlas de su cama. Desde ahí había aprendido a tener la precaución de revisarse en caso de picores.

El que ella intentase caminar le hizo reaccionar de forma automática y se colocó a su costado, temiendo que tropezara y se lastimase en su primer paseo. Se sentía casi como una madre o una hermana mayor de la chica pese a que acababa de conocerla y que ella si lucía mayor de 20. Observaba cada paso con infinita atención, como si el conocer mejor cada pisada que ella daba haría que se acostumbrase antes a su cuerpo, como si pudiese traspasarle sus conocimientos, como si previniese con ello que pudiese tropezar y caer, pero nada de eso pasaría y sin duda era mejor que estuviese allí en caso de que necesitase un agarre rápido, pero por suerte no fue necesario, pese al tambaleo de aquellas piernas poco acostumbradas al movimiento ya estaban frente al espejo incluso antes de lo que aventuró y se alejó un poco más para darle la privacidad de conocerse y reconocerse en su reflejo mientras ella se familiarizaba con sus variadas expresiones.

Alzó ambas cejas cuando preguntó por su cabello… si no lo sabía por si misma ¿Cómo se supone que lo sabría ella? Sonrió y negó con la cabeza, no tenia idea pero algo le decía que ella sabía que ese no era su corte normal- ¿Cómo sabéis que deberíais tener el cabello largo? -preguntó parándose más cerca para mirarle como ella tocaba su cabello con las manos cada vez menos torpes, descubriendo también las heridas- ¿Qué os ha pasado en la cabeza? ¿Por qué antes os habéis desplumado? -preguntó antes de que pudiese evitarlo, al menos había conseguido no preguntarle por los piojillos pese a que tenía muchísimas ganas.

Entendía que debía ser abrumador conocerse por primera vez como humano y por lo visto ella así se sentía pues sus ojos estaban llenándose de lágrimas y trató de alejarse para darle un momento a solas, pero antes de que pudiese alejarse demasiado la chica se había volteado especialmente para atravesarla con aquellos adorables ojos y, incluso antes de que pudiera reaccionar, ya le tenía encima en un abrazo apretado que correspondió con dulzura, sonriendo a la par, sintiéndose contagiada de su alegría.

- No seáis una boba -le dijo sonriente- Sólo te he dado una pequeña ayuda, sois vos misma quién habéis logrado esto. -concedió aún sonriendo y permitiéndole alejarse- y no os disculpéis, es agradable compartir esto con vos. Ha sido un momento muy especial también para mi, pero si es mejor que os vistáis o podéis enfermaros. No me gustaría que vuestro primer recuerdo importante fuese de una gripe -comentó riendo, dejándole espacio para que pudiese caminar hasta el vestido y esta vez observarle desde el tocador- ¿Queréis un poco de privacidad? Esta será vuestra pieza si queréis quedaros, ya os dije que no me aproblema… me vendría bien un poco de compañía. -dijo con una sonrisa, acercándose a la puerta.
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Mensaje por Ezylryb Vie Mar 08, 2013 7:31 pm

Se frotó los ojos con las manos para borrar aquellos rastros de lágrimas que al final no habían caído mientras escuchaba lo que Lucius le decía. Era cierto, ahora que la primera emoción del momento había pasado se percataba de la temperatura del cuarto, que a pesar de no ser fría resultaría más agradable si se ponía algo encima. Ella estaba acostumbrada a que sus plumas le sirvieran de abrigo cuando lo requería, pero aquello de usar vestidos tampoco se veía nada mal. Era extraño, porque a pesar de que algunas cosas se le antojaban totalmente nuevas, al mismo tiempo se sentía familiar con todo.

-Creo que estoy empezando a recordar ciertas cosas, como mi apariencia humana –le dijo finalmente, respondiendo a la pregunta que le había hecho momentos atrás y que no había contestado entonces a causa de la sorpresa.
-Tenía el cabello largo, de eso sí me acuerdo. Pero creo que ahora se ve así por haberme arrancado las plumas –bajó la mirada un tanto avergonzada, admitir aquello en voz alta no era fácil.
-Lo hice porque quería llamar la atención del ornitólogo, me aburría demasiado encerrada en la jaula y creí que arrancándome las plumas conseguiría su atención y quizás algunos cambios.

Ahora le parecía como si aquello hubiese ocurrido muchísimo tiempo atrás. Aquella jaula de metal con su percha y su pequeño espejo había sido su hogar durante años y lo único que conocía o más bien, que recordaba. Adaptarse ahora a una vida como humana sería todo un reto, de eso no había duda, pero ella estaba totalmente dispuesta a tomárselo como una verdadera aventura y a afrontarlo de la mejor manera posible. Después de todo había soñado incontables veces con formar parte del mundo de los seres humanos y ahora el destino le había concedido la oportunidad de lograrlo.

Saliendo de sus cavilaciones observó a Lucius, quien se acercaba hacia la puerta para dejarle un poco de privacidad.
-Está bien, sólo necesitaré un momento –le dijo sonriendo por un instante y todavía manteniéndose sentada sobre la cama.
-Y gracias por esto –añadió refiriéndose ahora a la habitación, que le resultaba bonita y acogedora como ninguna que hubiese visto antes, aunque tampoco es que recordara muchas. ¿Qué hubiese sido de ella si Lucius no le estuviese haciendo aquel ofrecimiento? Sabía que en el mundo de los humanos todo funcionaba con dinero, y ella no traía ni un solo franco encima. Realmente tenía mucha suerte de que la joven le estuviese ofreciendo un sitio en su casa.

Mientras Lucius salía del cuarto ella se puso de pie para acercarse al vestido y observarlo con detenimiento antes de tomarlo entre sus manos para ponérselo. Parecía ser que cada nueva experiencia humana que vivía le servía para acordarse de más cosas; mientras se vestía llegaron a ella los recuerdos de otros vestidos, algunos abombados y otros sencillos, algunos coloridos y otros opacos. A ella le gustaba cada uno de ellos. Sí, amaba los vestidos. Acarició la tela del que ahora tenía puesto y sonrió para sí misma, sintiendo que extrañamente iba recuperando pequeños trozos de su vida poco a poco.

Se acercó al tocador, esta vez caminando con mayor seguridad y menos torpeza, y se sentó en la silla para apoyar los codos sobre la madera y mirarse al espejo una vez más.
-Ezylryb no es tu nombre verdadero –le dijo a su reflejo con una mirada de reproche.
-Ezylryb es nombre de pájaro, no de persona. Entonces, ¿cómo te llamas? –se preguntó a sí misma en voz baja, pues tampoco quería que la escucharan y pensaran que era una loca. Lamentablemente y aunque se esforzó por tratar de hurgar entre alguno de sus recuerdos, no pudo acordarse de su verdadero nombre.

Trató de acomodarse los rebeldes mechones de cabello corto que apuntaban en todas direcciones, aunque no tuvo mucho éxito. En sus avistamientos desde la ventana del ornitólogo nunca se había encontrado con una mujer con pelo corto en la calle. No podía decirse que luciera bien, y eso empezaba a preocuparle un poco. Pero bueno, ya le volvería a crecer en algún momento y quizás mientras tanto podía usar una peluca. “Tampoco es como si quisieras llamar la atención de algún hombre, ¿o sí?” se dijo internamente con sorna, y fue en ese instante cuando otro recuerdo pasó por su mente, esta vez en forma de nítidas imágenes que podía ver en su mente con toda claridad.

Se veía a ella misma en una zona campestre, la oscuridad empezaba a abrirse paso y ella caminaba de regreso a casa en la compañía de un hombre. Tenía el cabello castaño, una barba prolija y aparentaba ser bastante mayor que ella. Luego la escena se interrumpía y continuaba en una habitación fría y cerrada, donde ella se encontraba atada de manos y pies y el mismo hombre la amenazaba con embrujarla si no accedía a casarse con ella. Una negación por su parte, una veloz transformación en carraca y luego una sensación extraña cuando el hechizo del brujo llegó hasta ella, aunque para su suerte el tiempo y la sorpresa jugaron a su favor permitiéndole escapar por una pequeña ventana abierta.

En el espejo pudo ver cómo su boca se abría automáticamente con una mezcla de sorpresa y rabia, pues ahora entendía qué era lo que había pasado. Era ese brujo el que le había borrado la memoria, aunque ahora los recuerdos parecían volver lentamente hacia ella. Se puso de pie rápidamente y se acercó hacia la puerta para abrirla y salir de la habitación, cayendo recién ahora en lo grande que se veía la casa.
-¿Lucius? –la llamó acercándose al cuarto de al lado, esperando no molestar.
-¿En qué año estamos? –preguntó finalmente, pues ahora se había acordado de otro detalle más.
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Mensaje por Lucius Webber Vie Mar 08, 2013 8:21 pm

Que curioso era que ahora recordara cosas. Probablemente el hecho de salir del pequeño intelecto, de la simpleza del pensamiento animal le ayudase a recordar con más facilidad, además de que una vez más se estaba viendo como humana, reconociéndose como humana, probablemente acercándose más y más a aquellas cortinas de humo que se habían cernido sobre sus recuerdos como una presa de castor bloqueando un río, pero ahora, más consciente, armada y teniendo apoyo, era más fácil dar los golpes correctos donde su memoria empezaba a fluir con claridad. Sólo esperaba que el avance fuese gradual y progresivo, que aumentara con cada observación a su cuerpo de mujer, con cada reconocimiento de sus partes humanas.

Se la imaginaba con el cabello largo y le sonaba natural, casi podía vislumbrar ondas doradas cayendo sobre sus hombros como un mar de oro líquido, pero su explicación aclaró sus dudas. Le parecía perfectamente tangible que un daño tan grande se viera reflejado en su forma humana… ahora tendría que pensar cómo diablos le haría para ocultar su cabello pues no pretendía mantenerla encerrada en casa toda la vida.

Salió de allí cuando se lo pidió, sonriéndole desde la puerta- No es nada, no te preocupes. Mejórate y luego veremos que haremos -le dijo antes de cerrar y dirigirse a su habitación, volviendo al tocador a trenzar su cabello pues no tenía nada mejor que hacer, además le distraían bastante pues gracias a su sentido desarrollado del oído podía oír como la chica hablaba en la habitación contigua, cruzando los dedos porque descubriera su nombre, pero el siguiente comentario que escuchó ciertamente no era una respuesta a ello.

¿Hombres? ¿Por qué ella quería llamar la atención de un hombre? ¿Por qué no le interesaba? ¿Sería homosexual? Sonrió al recordar cuando se encontró con Mr. Porter, quién justamente le había hablado del crimen demoniaco de la homosexualidad, a lo que ella se había defendido citando a levíticus casi como si fuese casual. Los creyentes siempre temían a lo desconocido, incluso a los cambiaformas, por ello odiaban a quienes eran diferentes… pero a ella ciertamente le daba igual. Ama a quién deseas, haz el bien con todos, respeta a los demás, prueba todo lo que deseas probar, vive sin agobios… su padre siempre le aconsejó bien, siempre le aconsejó vivir entre las leyes, pero disfrutando de lo que podía. No, no era que tuviese ganas de estar con la jovencita… simplemente que si ella llegaba a ser homosexual además de cambiaformas no le juzgaría ni por uno, ni por otro, por el contrario, le ayudaría a encubrirlo. Ambas podían vivir al filo de la ley, pero siendo buenas samaritanas ni siquiera las juzgaría Dios en caso de existir.

Terminó de trenzar su cabello y lamentó no haber recogido la cinta que anteriormente había caído en la habitación de la chica pues se hubiese visto maravillosa con aquel vestido, así que se conformó con atarla de forma simple con otra hasta que ella le permitiera recuperarla. Por suerte lo hizo pronto, acercándose sigilosamente aún cuando su aroma y sus pisadas ya le habían delatado.

Le observó cuando le llamó por su primer nombre, sonriéndole nuevamente- Uuuh… 1800. ¿Habéis recordado algo más? ¿Pudisteis recordar vuestro nombre? -preguntó, aunque inmediatamente sintió la necesidad de aclarar- Os he escuchado, recordad que tenemos sentidos agudizados. La pared ha parecido papel cuando habéis estado hablando allí dentro -comentó con una sonrisa, desviando la mirada al espejo para verificar que todo estuviese en su lugar antes de levantarse, esperando la respuesta o reacción de Ezylryb… o como se llamase.
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Mensaje por Ezylryb Sáb Mar 09, 2013 5:11 pm

Esperó la respuesta de Lucius y cuando habló la miró un tanto sorprendida.
-¿1800? Eso quiere decir que… –hizo los cálculos rápidamente, al menos eso sí recordaba cómo hacerlo.
-Tengo 42 años –dijo finalmente con seriedad y tomó aire.
-He pasado seis viviendo con el ornitólogo –le informó y se encogió de hombros, no porque aquello le pareciera algo demasiado terrible sino porque recién en ese momento lo estaba asimilando y empezando a aceptar. No era algo que pudiese cambiar después de todo, y debía estar feliz de que su encierro hubiese terminado.

Ahora que lo pensaba esos seis años le resultaban eternos, como si el día en que había llegado a esa casa llena de aves exóticas hubiese ocurrido hace muchísimo tiempo. Era de esperarse que el tiempo pareciera pasar con mayor lentitud cuando no tenías nada que hacer y te aburrías como ella lo había hecho.
-Oh, es cierto –dijo rápidamente cuando Lucius mencionó lo de los sentidos aumentados y que la había escuchado hablando en la otra habitación. Habían aún tantas cosas a las que debía acostumbrarse, no sólo detalles de la vida humana sino también aspectos de su propia naturaleza de cambiaformas.

-No, no he podido recordar mi nombre todavía –suspiró con resignación, era frustrante no poder acordarse de cosas tan cruciales. De todas formas estaba segura de que toda esa información iría regresando a su mente gradualmente, era cuestión de tiempo… o al menos eso esperaba.
-Pero he recordado otra cosa… tuve una especie de visión, no sé bien cómo llamarlo. Y creo que ahora sé qué fue lo que pasó y porqué se me borraron los recuerdos –hizo una breve pausa tratando de encontrar las palabras adecuadas para explicarle lo siguiente.

-Un hombre quería casarse conmigo, pero no era una persona cualquiera sino un brujo. Yo no lo sabía, y cuando me hizo la propuesta me negué. Ahora recuerdo que en ese tiempo no tenía el mínimo interés en casarme –hizo una mueca parecida a una sonrisa pero luego volvió a ponerse seria para continuar.
-Él debe haberme hecho alguna cosa porque creo que quedé inconsciente, me secuestró y cuando desperté estaba encerrada e inmovilizada en otro lugar. Me amenazó con borrarme la memoria si no accedía a casarme con él, pero no sabía que yo era una cambiaformas… así que me transformé para escapar pero el hechizo llegó a mí antes de que pudiera salir por la ventana.

Torció los labios en un gesto de angustia, ahora podía recordar incluso la desesperación que había sentido en ese momento.
-Seguramente los efectos del hechizo permanecerían en mí mientras estuviera en la forma de carraca, pero ahora que he logrado transformarme en humana otra vez, creo que los recuerdos empezarán a regresar poco a poco… –aquello era una teoría nada más, no sabía nada de magia ni hechizos pero creía que podía tener sentido. Lo que no podía saber era cuánto tiempo demoraría en terminar de recordarlo todo; en esas pocas horas ya había conseguido algunos avances, pero nadie sabía si lo demás tardaría más tiempo en llegar.

-Lamentablemente tampoco puedo recordar cuál era el nombre del brujo, sólo me acuerdo de su rostro y su voz –frunció levemente el ceño, de haberse acordado del resto habría empezado ya mismo a buscar a aquel hombre malvado responsable de su cautiverio por tantos años. Empezó a caminar de un lado a otro en la habitación, tratando de aclararse mientras pensaba.
-Estoy segura de que debo tener una familia en algún lado, y no debe ser muy lejos de París –dijo en voz baja mientras se llevaba los dedos a los labios y entrecerraba los ojos.

-¿De verdad no os molestará que me quede aquí por algún tiempo? –alzó la mirada para dirigirla hacia Lucius, no tenía afán de resultar insistente pero quería asegurarse de que no representaría un estorbo para ella.
-Sólo hasta que termine de recordar el resto de las cosas –añadió rápidamente, deteniendo sus movimientos intranquilos.
-¿Realmente vivís sola en esta casa tan grande? ¿Dónde está vuestra familia? –no quería sonar impertinente pero sentía curiosidad por aquello, pues sabía que en esa época las familias solían vivir juntas en la misma casa durante mucho tiempo. Esperaba no recibir alguna respuesta trágica, tal vez su familia simplemente se encontraba en otra ciudad.
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Mensaje por Lucius Webber Dom Mar 10, 2013 12:54 am

¿42 años había dicho? Eso automáticamente la convertía en la mayor de las dos y ahora confirmaba como su edad aparente si era de 21 años, cosa que la metería en un pequeño lío ya que estaba considerando en hacerla pasar por su hermana ya que perfectamente podían las dos vivir juntas, pero la conclusión de los años de vida junto al ornitólogo fueron los que la sacaron de su ensimismamiento. ¿Seis años viviendo con el ornitólogo? Es decir que tenía su edad cuando fue encerrada. Básicamente había vivido más años con el ornitólogo que ella con alguna familia en la que no estuviese su padre. Suspiró y le observó- lo siento por eso. Debió ser difícil… aunque ahora podemos ponernos al día con vuestra vida -dijo con una sonrisa, intentando infundirle ánimos para que ella no entrase en una especie de crisis al darse cuenta del tiempo perdido.

El que no recordara su nombre aún le parecía extraño, pero como sus recuerdos habían ido llegado a medida de que las pistas aparecían, tal vez sería buena idea llamarla de manera distinta cada vez que la veía a ver si la chica tenía alguna reacción. Iba a sugerirle que de momento eligieran un bonito nombre para usar en público, pero una vez más ella le hizo parar el cause de sus pensamientos para distraerle con un nuevo torrente de información. Le escuchó con atención, frunciendo el ceño por la concentración, interesada. Un matrimonio arreglado de forma irresponsable, un brujo que andaba suelto por ahí, un hechizo que probablemente afectó únicamente la memoria de la carraca y que la humana, en cuanto descubriera como quitar cada pluma que cubría la piel de su memoria, podría recuperar. Al menos esas eran sus esperanzas, eso era lo que deseaba creer, sólo el tiempo les indicaría la continuación.

El que creyera que aún tenía familia, pero no supiera ni donde ni cual le sonó desesperanzador en varios sentidos. En un primero, y el principal, era que le dolía que la chica estuviese limitada de verla durante tantos años, le dolía también que la familia no supiera qué había pasado con ella, tal vez buscándola hasta que sus esperanzas se perdieran… era doloroso pensar cómo las familias se separaban, y el segundo, un poco más egoísta, era que el que tuviera familia significaba que ella se iría más pronto que tarde, que la compañía que pensó que había encontrado ahora le sonaba más efímera que antes. Llevaba tantos años viviendo sola, tantos años ocultándose del mundo exterior que ahora que le había hallado se daba cuenta, aún más, de cuan imprescindible le resultaba el contacto con más gente. Por sobre todas las cosas ella era humana y los humanos siempre buscan cumplir su sueño de formar una familia, una familia que ella tenía limitada y vetada.

Soltó un nuevo suspiro y le observó una vez más cuando ella le preguntó si no era molestia quedarse. En algún punto de su relato había bajado la mirada para posarla en el suelo, pero ahora, con una sonrisa nuevamente, negó con la cabeza, dejándole hablar, cosa que le vino bien pues ella acababa de hacer las preguntas justas sobre lo que quería contar, pero algo en su tono de voz le hizo necesario hacer una aclaración.

- No dejes de hacer eso… de tutearme, digo. Me gusta, hace mucho que no tenía un trato tan familiar con alguien y me gusta. Supongo que yo misma he sido quién ha creado la distancia con voso… contigo al seguir utilizando el lenguaje formal, pero si vamos a vivir juntas debemos aprender a tratarnos como familia. Sólo dicho eso te contaré mi historia.
Se detuvo un momento y le señaló su propia cama por si quería sentarse, le ponía un poco inquieta verla tanto tiempo de pie, por lo que esperó a que ella actuara antes de empezar su relato, de forma nostálgica aunque sonriente. Sería la primera vez que contaba su historia con tanta confianza.
- Vengo de Wiltshire, Inglaterra. Allí mi padre conoció a una hermosa mujer y se enamoró, por lo que contrajo nupcias con ella. Mi madre pronto se enteró de que él era un cambiaformas, pero no le repudió, simplemente le ayudó a ocultarlo. En algún momento quisieron agrandar la familia y tuvieron a mi hermano mayor… y luego de otros varios intentos fallidos nací yo. De principio resulté asombrosa y aterradora para mi madre por partes iguales pues desde que tenía un día de nacida demostré ser una hábil cambiaformas. Obviamente mi madre puso un grito en el cielo y básicamente me ocultaron de la luz pública. Muy poca gente sabía que mis padres tenían dos hijos, sólo consideraban a mi hermano, el humano, que era quién más se veía… pero a pesar de ello mi padre me adoraba y me llevaba a todas partes con él. Mi madre me enseñó a pintar, a bordar, mis tutoras me enseñaron piano, matemáticas, ciencias y literatura, pero mi padre me enseñó religión, moralidad, disciplina, contabilidad… y a querer mi condición de cambiaformas aún cuando no es aceptada socialmente. Un día dijo que se sentía observado, perseguido y no le dimos real importancia hasta que le hallamos en la trastienda, sobre los rollos de tela que acababa de comprar, asesinado por la espalda con una bala de plata que le atravesó el corazón. En ese momento tuve miedo y huí de mi casa, me mudé con otras familias, en algún momento me comprometí con un alemán y me fui a vivir a Alemania con él luego del matrimonio. Era un alcohólico, casi todas las noches llegaba dando tumbos a casa y por eso le convencí de que habíamos intentado procrear aún cuando jamás lo hicimos. -le comentó con una sonrisa tan divertida como astuta, como de quién se siente satisfecha de alguna travesura que ha hecho- El falleció muy pocos años después, envuelto en una pelea a la salida de un bar… y yo decidí mudarme una vez más. Mi madre falleció durante esos años, me contó mi hermano a quién aún veo cuando él viaja por el mundo comprando telas para seguir con la tienda de mi padre. Sé que aún vive en Wiltshire, está casado y tiene hijos, pero no les conozco, nos vemos muy muy poco… y es el único de mi familia a quién me interesa conservar, el único que conoce mi condición y me quiere igual. Esta casa la he conseguido en parte por lo que me legó mi padre en su muerte y también con todo el dinero que él tenía, que era mucho. La compré para vivir unos años aquí antes de decidir mudarme una vez más, pues no me mantengo en la misma ciudad más que por unos 5 años o mi lento envejecimiento es demasiado obvio hasta para el más estúpido poblador, y elegí una casa grande porque puedo permitírmelo, así como puedo permitirme que vivas conmigo durante el tiempo que estimes necesario… esta es la primera vez que me encuentro con algún cambiaformas, principalmente porque con mis constantes cambios de ciudad no llego a conocer demasiada gente, además nunca seremos aceptados entre los humanos por lo que nadie va pregonando por ahí su condición. Por eso me escudo bajo mi viudez, alegando que tengo 22 cuando en realidad tengo 36, por eso me podrás ver como la mujer más creyente del planeta y hacer citas bíblicas en los momentos precisos aún cuando no estoy segura de la existencia de Dios pues desconfío del mundo en general… esta es la primera vez que cuento todo esto a alguien, normalmente me limito a contar lo básico, que mi padre murió, que me casé con un alemán siendo muy joven, que él falleció, que vengo buscando nuevos aires luego de mi matrimonio… -finalizó, observándole- por eso me gustaría que vivieras conmigo, podemos decir que somos hermanas ya que no somos demasiado distintas y nuestras edades aparentes son similares, ambas acabamos de aparecer en París casi al mismo tiempo pues hace a penas unos días que me mudé… por eso abajo aún puedes encontrar cosas relativamente desordenadas -comentó riendo- puedes tomar esta como tu casa, si necesitas algo solo debes pedirlo. Te estoy entregando mi confianza aún cuando a penas hace unas horas que te conozco, pero ya me has visto en forma animal, me has visto desnuda y mi intuición me dice que puedo confiar en ti… ¿Me estoy equivocando? -preguntó al final, sintiendo que ya había hablado demasiado pero estando cómoda con ello. Se sentía también liberada y, por primera vez, se estaba aferrando ligeramente a la idea de no vivir tan sola como siempre se había temido… o al menos por un tiempo.
Le sonrió y, recordándolo repentinamente, le preguntó- ¿Qué te parece si te inventamos un bonito nombre junto con una historia que explique por qué dos hermanas viven juntas sin marido? -añadió con una sonrisita que demostraba cuan confiada estaba siendo, cuanto estaba depositando en ella y cuanto le gustaría que aceptara sus ofertas.
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Mensaje por Ezylryb Lun Mar 11, 2013 6:20 am

Se limitó a alzar los hombros cuando Lucius le dijo que lo sentía y que debía haber sido difícil. Lo había sido, sí, pero no era algo por lo que ahora fuera a lamentarse pues sabía que no sacaría nada con ello. Además considerando que los cambiaformas envejecían con mayor lentitud y vivían mucho más que una persona común y corriente, tampoco es que se preocupara demasiado por el tiempo perdido. Más bien le molestaba el hecho de no haberse dado cuenta antes de que podía transformarse, aunque tampoco se la podía culpar por ello si estaba bajo los efectos de un hechizo.

-Está bien, me parece perfecto –dijo al escuchar que podía seguir tuteándole. Y es que desde que había abandonado la casa del ornitólogo no había sabido bien cómo tratarle, por un lado eran desconocidas todavía pero por el otro se sentía tan agradecida con ella que de cierta forma le incomodaba un poco tener que seguir respetando el protocolo del lenguaje. Pero parecía que entre ellas ya había surgido la confianza necesaria como para permitirse esos tratos, y eso le hizo sonreír con efusividad pues para ser la primera persona con la que se había relacionado luego de haberse transformado en humana, no le estaba yendo nada mal.

Observó la cama que le señalaba y se acercó a esta para sentarse nuevamente, aún sentía las piernas débiles pero suponía que poco a poco recuperaría sus fuerzas y se sentiría más familiarizada con los miembros de su nuevo cuerpo. Volvió a ponerse seria para escuchar lo que Lucius iba a contarle, sentía que ya había hablado suficiente sobre ella misma y sin embargo casi no sabía nada de la joven que le estaba abriendo las puertas de su casa y que le estaba ofreciendo un lugar donde quedarse mientras recuperaba su memoria.

Guardó silencio mientras ponía toda su atención en el relato de Lucius, sintiéndose extrañamente familiar a ratos. Era como si algo dentro de ella estuviese diciéndole que también sería capaz de contar la historia de su familia, a pesar de que en ese momento no podía recordar nada de ella. No sabía si sus padres seguirían vivos, si acaso tendría una hermana o un hermano, y lo peor de todo es que tampoco podía recordar dónde vivían. Pero confiaba en que aquello llegaría en su momento como el resto de las cosas.

Lo que Lucius le contaba le parecía una experiencia triste y dura; sus padres estaban muertos, había perdido también a su esposo, tenía un hermano a quien no veía muy seguido y además de todo eso había tenido que mudarse varias veces y ahora tenía una casa enorme para vivir ahí sola. Debía haber sido muy difícil para ella también, pero ahora que se habían encontrado creía que podrían acompañarse mutuamente y que quizás eso haría que su nueva vida en París resultara un poco más grata.

-No, no te equivocas. Te aseguro que puedes confiar en mí –le dijo con convencimiento mientras sonreía complacida.
-Y yo estaré más que encantada de ser tu nueva hermana y vivir aquí –rio por lo bajo.
-Te prometo que en cuanto tenga la oportunidad de devolverte el favor, lo haré.
Se sentía realmente agradecida de que Lucius se mostrara tan amable y comprensiva con ella, y se consideraba muy afortunada de que Dios la hubiese puesto en su camino. Si no hubiese sido por ella, quizás nunca hubiese podido escapar de aquella jaula.

-Claro, hagámoslo –dijo luego en respuesta a su última pregunta mientras juntaba sus manos con entusiasmo.
-¿Tienes algún nombre en mente? ¿Quizás el de alguna persona que hayas conocido en tus andanzas por el mundo? –le preguntó con una sonrisa, aún pensaba que todo sería más fácil si pudiese recordar su nombre real pero esperaba que fuese cosa de tiempo hasta que lo hiciera, y que su nuevo nombre sería algo temporal nada más.
-Y tengo otra pregunta… Tu esposo, o ex-esposo –se corrigió rápidamente.
-¿Él sabía que eras una cambiaformas? ¿Y no has pensado a volver a casarte con otro hombre? –no quería sonar impertinente, pero ahora que tenía a alguien con quién hablar sentía cada vez más y más curiosidad por detalles como esos.
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Mensaje por Lucius Webber Lun Mar 11, 2013 7:52 pm

Realmente esperaba poder confiar en ella y por ello, aferrada únicamente a su esperanza, es que lo estaba haciendo, soñando con que no se arrepentiría.
Le observó con una sonrisa cuando aceptó ser su hermana postiza, sin embargo negó con la cabeza cuando ella habló de devolver el favor.

- Por favor, ni siquiera lo pienses, no lo hago con intención de que me devuelvas algo… a decir verdad espero nunca necesitar un favor, eso significaría que mi vida está siendo tranquila, así que ni siquiera te molestes en considerarlo -le dijo, levantándose desde donde estaba para poder acercarse a la ventana. Desde allí observaba la enormidad de París, analizando también cuales eran los nombres que se le venían a la cabeza para ella. Camilla era el primero que había aparecido danzando en sus pensamientos, pero le sonaba demasiado común para ella, así mismo Charlotte… además debía ser algo más anglosajón si pretendían venir de la misma familia.

- Tal vez Anne -le comentó volteándose a observarla- o un nombre parecido a Ezylryb para que mantengas la familiaridad con él y no te extrañe cuando te llamen distinto… pero recuerda que ahora eres dueña de tu destino e incluso tienes derecho a elegir tu propio nombre, bonita -le dijo con una sonrisa, acariciándole el rostro ligeramente antes de volver al tocador y escuchar su pregunta.

Le miró un poco extrañada en primer lugar y luego negó fervientemente.

- No. Ninguna de ellas. El jamás supo que era un cambiaformas y no me gustaría volver a casarme precisamente por ello, porque es difícil tener que convivir con alguien que te cree completamente humana, que no entiende que envejeces a la mitad de la velocidad y que no quieres procrear precisamente para no traer a otro niño maldito al mundo. Para mi resulta complicado aún cuando sé que para otros no es tan así. Hay quienes se dan el lujo de buscar una pareja, de amar incondicionalmente, de tener hijos como lo hizo mi papá, pero ¿Cómo sabes que no te buscan? ¿Cómo sabes si mañana te encontrarán con una bala atravesándote el corazón? Llámame paranoica, pero prefiero seguir sola antes que atormentada -hablaba muy seriamente, como si fuese algo totalmente intangible, como si ni siquiera se plantease las posibilidades de vivir con una pareja porque le sonara aberrante aún cuando en realidad no era así, en el fondo el vivir siempre sola era su mayor miedo, casi mayor a algún día no terminar la transformación y quedar atrapada en un cuerpo medio humano, medio animal, pero ni siquiera la confianza que acababa de depositar en la chica sería suficiente como para que hablase de esos miedos en voz alta. Aún cuando confiaba en ella no le mostraría más debilidades que las que ya le había confiado- ¿Y tú? Recién escuché que no estás del todo interesada… ¿Pero realmente es así? ¿Ni siquiera te llama la atención tener pareja?
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