Desde la ventana {privado}

Recuerdo del primer mensaje :


El día había comenzado hace un par de horas, la luz del sol entraba por las ventanas del recinto y afuera podían escucharse las voces de las personas en las calles que comenzaban con sus rutinas diarias. En aquel cuarto del segundo piso del edificio, las aves en sus jaulas aleteaban inquietas luego de haber despertado de su sueño nocturno. Los canarios a su izquierda cantaban alegremente, el loro gris a su derecha hablaba solo como todos los días, y un poco más allá podían escucharse los suaves y veloces pasos de las codornices chinas que correteaban de un lado a otro.

Era una mañana normal en el hogar del ornitólogo Gérald Peltier, a quien Ezylryb podía escuchar desde su jaula a pesar de que se encontrara un piso más abajo. Sabía que subiría en cualquier momento, siempre lo hacía a la misma hora. Ella lo esperaba pacientemente mientras se balanceaba en su percha, tampoco es que tuviera muchas más opciones. Los agudos silbidos de los canarios amarillos empezaban a exasperarla; ellos habían llegado a la casa apenas un par de días atrás y desde entonces no se habían callado en ningún momento.

Escuchó el crujir de las escaleras de madera y al poco rato se abrió la puerta de la gran habitación. Un hombrecito menudo entró con una amplia sonrisa; tenía el cabello largo y castaño, marcado con algunas canas, y una barba de chivo le crecía en el mentón. Llevaba unos lentes gruesos que hacían que sus ojos se vieran el doble de grandes. Gérald se detuvo frente a cada jaula para saludar a sus pájaros, algo que a Ezylryb le parecía bastante ridículo ya que ellos nunca respondían. El único capaz de pronunciar algún tipo de saludo era el loro, pero lo que decía no siempre sonaba muy lógico.

-Ezylryb –le nombró con esa voz aguda que tan bien conocía, mientras acercaba el rostro a los barrotes de la jaula para observarle más de cerca.
-Parece que ya te están creciendo las plumas otra vez. Dentro de nada estarás hermosa como antes –sus palabras eran suaves y en su voz podía distinguirse el cariño que sentía por sus animales. Sí, el ornitólogo amaba a sus aves más que a nada en el mundo, pero lo demostraba de aquella forma tan extraña que tenían los humanos: encerrándolos a todos en jaulas.

En la espalda de la carraca europea, tal como Gérald había dicho, volvían a crecer las plumas que ella misma se había arrancado. Lo había hecho con el único propósito de llamar su atención y tratar de conseguir un par de cosas, tal vez un juguete nuevo, una jaula más grande, un cambio de posición. Pero había sido algo demasiado doloroso y además cada vez que se miraba en el pequeño espejo que colgaba de su jaula, se avergonzaba de su propio aspecto. Así que había decidido detenerse al darse cuenta de que aquel acto desesperado no le traería grandes beneficios.

El hombre agarró su jaula, que era bastante grande pero no lo suficiente como para que no pudiese cargarla. La movió hasta ubicarla sobre una cómoda frente a la ventana, la cual abrió de inmediato de par en par. Cada día le permitía a Ezylryb pasar unas cuantas horas en ese sitio que se había convertido en su favorito, pues desde ahí podía observar todo lo que ocurría un par de metros más abajo y esa era sin duda la actividad más interesante que podía realizar en su cautiverio.

El ornitólogo dio una última vuelta alrededor de las jaulas para asegurarse de que cada animal estuviese bien, y luego volvió a bajar las escaleras dejando a las aves solas otra vez. Ezylryb dio un salto para posarse en una rama que colgaba entre los barrotes de metal, donde se detuvo a contemplar a las personas en la calle. No sabía por qué aquello le resultaba tan tranquilizante, al resto de los pájaros parecía no interesarles en absoluto. Ella en cambio podría haber pasado todo el día simplemente observando y escuchando a las personas que pasaban.

Siempre sentía la extraña necesidad de estar con ellos, de ser parte de ellos. Habría dado lo que fuera por salir de su jaula y poder mezclarse entre la gente aunque fuera por un día. Ella los entendía, entendía lo que decían como si su idioma fuesen las palabras de los hombres y no los graznidos de las carracas. Le encantaba escuchar sus gritos, sus risas y sus llantos pero odiaba no poder compartir todo eso con ellos.
“Allá va el panadero, parece que ha subido de peso”, articulaba mentalmente mientras observaba a un hombre rechoncho que desaparecía al doblar la esquina.

“Y esa es la señora que perdió a su marido el otro día…”, clavó la vista en una mujer canosa que caminaba lentamente y con expresión melancólica. Sentía que los conocía de toda la vida sólo por haberlos visto pasar día a día por la calle. Un niño se detuvo a mirarla desde abajo, tirando de la mano de su madre y apuntando hacia su jaula con el dedo al tiempo que sonreía emocionado.
“¿Tú qué miras?”, pensó mientras inclinaba la cabeza. Los pasantes que tenían buen ojo para los detalles siempre terminaban deteniéndose para observarla con mayor cuidado, y es que un plumaje turquesa como el suyo no pasaba desapercibido tan fácilmente.

-Está bien… –dijo riendo y negando también con la cabeza cuando Lucius le dijo que no era necesario que le devolviera ningún tipo de favor. Tenía razón en que el no necesitar nada era un buen signo de que llevaba una vida sin carencias, pero ella seguiría dispuesta a ofrecerle cualquier cosa cuando lo requiriese, si es que eso llegaba a ocurrir algún día. De todas formas aceptó que lo correcto sería no seguir insistiendo con el tema, así que la siguió con la mirada mientras se acercaba hacia la ventana manteniéndose por su parte aún sentada en el borde de la cama.

Escuchó sus palabras y se quedó pensativa por un momento, tenía razón al decir que con un nombre parecido a Ezylryb se le haría más fácil familiarizarse, pero en ese momento no se le venía ninguno a la cabeza que no sonara tan extraño como ese. En realidad tampoco le importaba demasiado cuál elegir pues sabía que sería algo momentáneo, pero tampoco quería acabar con un nombre como Mildred o Gertrudis pues a su juicio eran feos.

-Bueno, Anne es un nombre bonito, corto y fácil de recordar, creo que no me costaría tanto acostumbrarme a ese –sonrió con sinceridad, preguntándose si ese nombre pertenecería a alguien que Lucius hubiese conocido.
-Y cuando recuerde mi nombre original podré decir que Anne es mi segundo nombre en caso de que ya me haya presentado a otras personas con este –dijo bastante convencida, aunque esperaba que no pasara demasiado tiempo hasta que pudiese acordarse de esas cosas.

Luego se detuvo para escuchar la respuesta de Lucius, quien parecía tener las cosas muy claras. Entendía perfectamente a lo que se refería, aunque ella quizás no hubiese catalogado su condición como “maldición”.
-No creo que seas paranoica, simplemente tomas las precauciones que todos los de nuestra naturaleza deberían considerar –asintió levemente con la cabeza, pues en ese punto sí coincidía totalmente. Era un mundo peligroso para aquellos que resultaban anormales a los ojos de la gente común y corriente.

Escuchó sus preguntas recordando entonces lo que había dicho en la otra habitación, y sonrió mientras observaba el suelo por un momento antes de volver a alzar la mirada.
-Pues no estoy muy segura, como acabo de retomar mi vida humana siento que todavía hay muchísimas cosas que tendré que replantearme –dijo torciendo los labios en un gesto de duda.
-Pero creo que tuve suerte de que al ornitólogo no se le hubiese ocurrido conseguirme una pareja –rio por lo bajo al imaginárselo.

De no haber perdido su memoria, en esos momentos recordaría a la chiquilla rebelde que había sido cuando era más joven, esa que tantas veces se había negado a las propuestas de su madre y a las insistencias de sus pretendientes. Quizás parte de esos caprichos hubiesen desaparecido en todos esos años, pero aquello era algo que sólo averiguaría cuando recordara el resto de su vida.

-Por un lado tengo la sensación de que comprometerse así con alguien y forjar un lazo tan fuerte puede llegar a quitarte ciertas libertades, más aún cuando se es mujer y lo que se espera de una es muy diferente a lo que realmente se desea –alzó los hombros con cierta resignación.
-Y bueno, creo que podrás imaginar lo miserable que es la vida de un pájaro cuando le quitan la posibilidad de alzar vuelo –desvió la mirada hacia la ventana por un momento, quizás aquella era una metáfora demasiado extrema pero por algún motivo sentía que podía llegar a convertirse en algo similar.

-Por otro lado tampoco puedo imaginarme pasando toda mi vida sola, y aunque sé que habrían dificultades como las que tú mencionas, quizás valdría la pena intentarlo –una sonrisa esperanzadora se dibujó en su rostro, aunque sabía que los riesgos que se corrían al entablar una relación con un humano normal eran muchos y quizás demasiados como para si quiera pensar en intentarlo. Ocultar su naturaleza de cambiaformas era algo que no podría hacer para siempre, ¿qué pasaría si al enterarse no se lo tomara bien? La gente solía temerle a lo que desconocía y además repudiarlo y castigarlo.

-Supongo que lo más conveniente para gente como nosotras sería dar con alguien de nuestra misma naturaleza, pero imagino que eso sería como buscar una aguja en un pajar –rio con sorna pues aunque la idea sonaba prometedora sabía que no era demasiado realista.
-¿Has conocido a algún otro cambiaformas desde que llegaste a París? –le preguntó entonces con renovada curiosidad.
-O a alguien que sea, ya sabes… ¿diferente? –lo primero que se le vino a la mente fueron los brujos.

Le sonrió cuando dijo que Anne era un bonito nombre. Sin querer aceptarlo, era también el nombre de su prima preferida, una de las primas con las que había vivido antes de casarse con el alemán y a la que le había tomado más cariño durante el periodo que vivió con ellos pero de la que después no volvió a saber. Supuso que como era familiar el nombre le había llegado sólo a la cabeza, pero por sus mismas paranoias (aunque Ezylryb negara que fuese así) es que había preferido alejarse y no volver a mirar atrás, no extrañar más a Anne.

- Sin embargo creo que no todos toman tantas precauciones. No es muy común ver a gente soltera en estos tiempos y varios amigos de mi padre eran cambiaformas que tampoco tomaban medidas tan drásticas… supongo que si soy paranoica -susurró al final, aunque realmente no le importaba demasiado lo que opinara la chica al respecto pues no pretendía cambiar ese estilo de vida por nada en el mundo.

El cambio de tema que ella había hecho le hizo mirarle con atención y sonreír divertida cuando comentó la desgracia que hubiese sido que le consiguieran pareja, sin embargo aquella frase le planteaba tantas preguntas distintas que durante un segundo se vio ensimismada, al menos el mismo tiempo que ella tardó en volver a hablar, necesitando sacudir la cabeza antes de empezar a entender lo que hablaba, sintiendo como su estómago se encogía cuando nombró lo de cortar las alas a un ave. La misma metáfora se repetía otra vez, sin que ella supiera si acaso era una señal o no, pues ella inmediatamente agregaba una vez más la necesidad de alguien, la posibilidad de estar con alguien, pero era inconsciente el cerrarse automáticamente a esa posibilidad. Incluso la posibilidad que ella planteaba, de encontrar a otro cambiaformas, le presentaba complicaciones… complicaciones que sólo ella se creaba en la cabeza.

- No, no he encontrado otros cambiaformas ni criaturas en la ciudad. De cualquier manera es difícil hallarnos los unos a los otros ya que no nos vamos pavoneando por ahí*, sin embargo… no sé, creo que así como te encontré a ti probablemente en algún momento nos encontraremos con más gente, pero no sé si me haría ilusión meterme en el círculo de cambiaformas, quiero decir… ¿Qué pasaría si uno se va de lengua? Estaríamos en líos y ya bastantes problemas he tenido mudándome de ciudad en ciudad cada tanto precisamente para que nadie se entere -comentó con desgano, aunque repentinamente consideró una idea que antes no se le había pasado por la cabeza- Además… tu llevabas 6 años como cambiaformas y jamás antes te habías topado a otro, así que probablemente seamos muy poquitos. Tal vez ni siquiera es una condición tan heredable como pensé -le dijo alzando ambas cejas.


*Off rol: Me parece importante aclarar que como empezamos este rol antes que cambiaran las normas de criaturas, nuestros personajes no podían ver auras en un principio y seguimos manteniendo ese mismo concepto -bajo acuerdo entre ambas usuarias- hasta ahora. En nuestros posteriores roles ya agregaremos las nuevas habilidades.

Escuchó lo que le decía respecto a los amigos de su padre e imaginó que ella, quien había tenido más experiencia con otros humanos y criaturas, tendría razón en lo que decía. Sabía que la vida de un cambiaformas no era fácil, que había que estar siempre atento para no dar algún paso en falso pues podría costarte más caro de lo que imaginabas. Pero al mismo tiempo era consciente de que tenían una sola vida; por muy lento que envejecieran tarde o temprano morirían y la idea de vivir sola para siempre tampoco le parecía del todo adecuada. Quizás en algún momento simplemente habría que arriesgarse un poco.

Paranoica o no, consideraba que Lucius no hacía mal en pensar como lo hacía, pues al final para ella aquello no era más que el propio instinto de supervivencia saliendo a la luz. Se sintió un poco desilusionada al escuchar que no había conocido a otros como ellas, aunque también era de esperarse pues París era una ciudad demasiado grande y concurrida, algo que jugaba a favor de aquellos que querían camuflarse entre el resto y pasar desapercibidos.
-Es cierto, nunca había visto a ninguno… al menos no en forma animal –coincidió sabiendo que si se hubiese topado con algún cambiaformas con aspecto humano, tampoco habría podido saber que lo era pues le habría resultado imposible reconocerle.

-Pero también es cierto que tú llegaste hace poco y que quizás por eso aún no has conocido a ningún otro cambiaformas –sonrió ligeramente mientras se acomodaba el vestido de forma distraída.
-Quizás es cuestión de tiempo hasta que encontremos a otros, aunque como dices eso podría traernos más problemas de los que imaginamos –hizo una mueca de disgusto pues era verdad que el hecho de relacionarse con otros cambiaformas no aseguraba que serían buenos, era una situación demasiado delicada y los riesgos podían aparecer sin importar de quién se tratase.

-De todas formas creo que dentro de todas las opciones que tenemos, confiar en los de nuestra propia raza sería lo más lógico, pues si no podemos confiar en ellos, ¿en quién? –llenó sus pulmones de aire para luego dejarlo escapar lentamente en un suspiro.
-Creo que en algún momento nos vamos a cansar de toda esta desconfianza. Claro que es necesario ser precavido cuando estás en una situación como la nuestra, pero no me gustaría que fuese así para siempre –dijo con cierta duda mientras volvía a mirar hacia la ventana fugazmente.

Tal vez era demasiado egoísta de su parte decir algo así, pues ¿qué sabía ella de cómo era el mundo allá afuera? Había pasado los últimos seis años encerrada en una jaula y de lo anterior a eso prácticamente no se acordaba de nada. Lucius en cambio lo había vivido todo en carne propia y había tenido que tomar todas las precauciones posibles para asegurar su integridad. Pero aún quería aferrarse a la posibilidad de que las cosas mejorarían, que quizás en algún momento encontraría a otras personas como Lucius en las que pudiese confiar y sobre todo, con las que pudiese ser ella misma sin miedo a ser juzgada.

-Durante los años que pasé en la casa del ornitólogo, siempre miraba por la ventana de la habitación pensando en lo increíble que sería poder convivir con la gente de abajo –sonrió con cierta melancolía.
-Ahora empiezo a pensar que quizás aquello fue una ilusión y que el mundo no es exactamente como yo lo imaginaba… aunque supongo que sólo lo averiguaré cuando empiece a vivirlo –no quería dejar que aquellos pensamientos le preocuparan, después de todo aún le quedaban muchos objetivos por conseguir.
-Y tú, ¿tienes algún plan o algo que quieras cumplir mientras vivas en París? –le preguntó para cambiar un poco el tema.

La respuesta que esperaba de su parte nunca llegó, pues al parecer Lucius quería dejar algunas cosas claras respecto a lo que habían estado conversando durante todo ese rato. Escuchándola atentamente, empezó a pensar que quizás ella también dudaba a veces, que a pesar de decir que desconfiaba tal vez tenía las mismas ilusiones que ella, o al menos similares. Y es que aunque fueran cambiaformas también eran humanas, y los seres humanos eran criaturas sociables que al verse desprovistas del contacto con otros podían llegar a desequilibrarse en muchos ámbitos diferentes.

¿Era mucho pedir para alguien de su condición? Ellos a quienes los cazadores perseguían arduamente y a quienes la iglesia consideraba criaturas demoniacas, ¿no tenían también el derecho de llevar una vida tranquila y de al menos intentar ser felices de alguna forma? Estaba segura de que pronto se daría cuenta de cuántas injusticias albergaba aquel mundo que durante tanto tiempo había podido observar únicamente desde una ventana. Pero tampoco iba a dejar que aquellas ideas quebrantaran su espíritu.

No pudo ocultar la sorpresa que sintió al escuchar lo que le dijo sobre su esclavo, aunque fue un gesto positivo pues internamente se alegraba de que Lucius pareciese ser tan comprensiva con el resto. Estaba segura de que muchas otras personas no habrían dudado en convertir la vida de un esclavo homosexual en un verdadero infierno, ¿y compartir la mesa con los empleados? ¿Escuchar música y bailar con ellos? Ni hablar, seguramente habría muy poca gente en París que conviviera con ese tipo de costumbres.

Se sentía cada vez más afortunada de haber terminado precisamente en esa casa, con ella, por lo que sonrió inevitablemente mientras miraba a Lucius a los ojos.
-La verdad, no creo que yo esté en lo correcto y tú equivocada, ni viceversa. La situación es demasiado compleja como para catalogarla de blanco o negro, creo que más bien se trata de diferentes matices que hay que considerar. Como tú dices, llegar a un punto medio. Tal vez sea algo difícil de alcanzar, pero creo que ambas llevaremos una vida mucho más plena si lo conseguimos.

También coincidía en que podrían aprender muchas cosas la una de la otra, en especial ella que tanto tiempo había vivido encerrada e ignorando lo que era llevar una vida de ser humano.
-Concuerdo contigo, creo que las dos podremos sacarle el mejor provecho a esta nueva convivencia. Y claro que no me cortarás las alas, de hecho agradezco que hayas compartido tus pensamientos conmigo pues creo que vivir durante tantos años en una jaula puede convertirte en una verdadera ilusa e ignorante. Ya veo que afuera no todo es color de rosas para gente como nosotros, pero creo que podremos sobrevivir.

Rio por un momento hasta que escuchó el tintineo de una campanilla, lo cual la confundió en un principio hasta que Lucius le explicó de qué se trataba. Se levantó al igual que ella, dándose cuenta de que era cierto lo que decía, se sentía hambrienta y sin duda volver a probar comida de humanos sería toda una experiencia.
-Estoy segura de que debo haber comido pollo en el pasado, quizás hasta sirva para despertar otros recuerdos –sonrió mientras se acercaba hacia la puerta.
-Vamos entonces –dijo ansiosamente esperando a que Lucius le indicara por dónde.

Asintió con la cabeza ante sus palabras, aun sonriendo pues le agradaba que hubiesen llegado a esa especie de acuerdo en el que ambas podrían beneficiarse la una de la otra; eso de cierta forma le hacía pensar que al menos no sería una completa inútil, sino que podría aportar con su granito de arena mientras conviviera con Lucius en aquella casa. Al llegar a las escaleras se agarró de la barandilla como ella le indicaba, mirando hacia abajo sin mucho convencimiento pues aún no se familiarizaba del todo con sus piernas, pero Lucius ya había empezado a bajar así que ella también lo hizo.

La idea de caerse y salir rodando por las escaleras se le antojaba bastante dolorosa, pero al escuchar las palabras de Lucius no pudo evitar sonreír también pues hasta ella misma se habría reído de su propia caída. Por suerte no fue ese el caso, ya que se aseguró de dar pasos lentos y fijarse bien donde apoyaba los pies para no tropezar. Finalmente llegaron al salón y Ezylryb observó con curiosidad lo que Lucius le señalaba, prestando especial atención en el piano pues de pronto creía recordar que ella también sabía tocar… pero ya lo probaría más adelante, ahora sentía mucho más interés por el almuerzo.

Pasaron al comedor y se sentaron a la mesa, y ella negó tranquilamente cuando Lucius le dijo que podía rezar si quería.
-Creo que no será necesario –sonrió ligeramente, había pasado seis años sin rezar y ni siquiera recordaba si antes de eso lo hacía; imaginaba que a Dios no le molestaría si seguía de esa manera.
-Todo se ve delicioso –confesó al observar lo que se encontraba servido en su plato junto con las otras bandejas de ensaladas que ocupaban aquel espacio de la mesa.
-Bon appétit! –dijo con emoción antes de tomar el cuchillo y el tenedor para probar el primer bocado.

Apenas empezó a masticar la comida pudo sentir como si desde su propio paladar nuevos recuerdos empezaran a despertar, recuerdos en los que ella estaba sentada a la mesa con más personas comiendo toda clase de platillos e incluso haciendo berrinches para que le dejaran repetir el postre. Recordaba el sabor de la tierna carne de pollo en su punto, recordaba la suave textura del puré, y al mismo tiempo era como si aquella fuese su primera vez comiendo algo así. Al parecer era cierto que cada “nueva” vivencia humana que experimentaba, por muy pequeña y mundana que fuera, le servía para acordarse de nuevas cosas.

Incluso cerró los ojos por un momento, como si de esa forma pudiese saborear mejor lo que probaba, y luego de tragar miró a Lucius sonriendo nuevamente.
-Está delicioso –le dijo comprobando lo que había dicho momentos atrás.
-Tendrás que presentarme a tus empleados más tarde, en especial a los encargados de la cocina. Me gustaría felicitarlos personalmente por esta comida –seguramente sonaría como una exagerada, pues para alguien normal aquello no sería nada del otro mundo, pero ella había pasado demasiado tiempo sin comer comida humana y no podía evitar sentirse de aquella manera.

-Por cierto, creo que tenemos que pensar bien en lo que diremos para explicar esta nueva situación –le dijo mientras acercaba una de las bandejas para servirse un poco de ensalada.
-Lo de decir que soy tu hermana suena bien, pero ahora que lo pienso puede ser un poco arriesgado si es que alguien llega a sospechar o si por alguna casualidad te encuentras con alguien que te conoce, pues tú no tienes una hermana de verdad así que no podríamos encubrirnos con eso. En cambio si decimos que soy tu prima correríamos menos riesgos, porque seguro que debes tener una prima por ahí, aunque sea lejana, ¿no?

Por ningún motivo quería complicarle la existencia a Lucius o traerle situaciones incómodas con el resto de la gente, por eso creía que debían aclarar las cosas antes de que empezara a salir y vivir como una humana más.
-También habría que explicar el motivo de mi estadía en tu casa y la razón por la que no tengo esposo –sabía que en esa época no era muy común que las jovencitas no se casaran, y ella ya estaba en edad de tener incluso un par de hijos.
-Creo que si digo que soy viuda sería demasiada coincidencia… Podría decir que estoy casada y que mi esposo está en las colonias francesas de la India o algo así, y que para no pasar tanto tiempo sola me vine a vivir contigo. No lo sé… -no estaba muy segura de lo que decía, así que trató de pensar en otras ideas mientras se llevaba otro pedazo de pollo a la boca.

-Oh, entiendo –dijo al escuchar que los empleados de Lucius aún no se manejaban muy bien con el francés.
-Espero que se animen a aprenderlo pronto, así podré conversar con ellos más adelante.
Tenía ansias de poder entablar conversaciones con otras personas; incluso si ella no podía contar mucho de su propia vida pues poco recordaba, estaría siempre dispuesta a escuchar lo que otras personas tenían para contarle, y no dudaba de que los empleados de aquella casa tendrían historias interesantes, en especial los esclavos traídos de tierras lejanas.

Se sintió complacida de que la idea le pareciera buena, entendiendo entonces de dónde había salido el nombre de Anne. Como ella misma decía, no sería difícil aprenderse aquella historia y estaba segura de que serviría para saciar la curiosidad de quienquiera que preguntara al respecto.
-Entonces Jean Philippe será –dijo riendo también por un momento, la idea de fingir que estaba casada le resultaba extraña pero a la vez curiosamente divertida, aunque le daría al tema toda la seriedad que se merecía para no cometer ningún error.

-También me parece una buena coartada, y de todas formas no creo que nadie empiece a indagar más a fondo así que espero que eso sea suficiente para dejar tranquilo a quien pregunte –sonrió mientras volví a cortar otro pedazo de pollo. Ya tendría tiempo para pensar en su propio apellido, por el momento se contentaba con tener un nuevo nombre y también uno para su supuesto marido.
-Sólo espero que después no sea complicado volver a mi identidad real una vez que la recuerde…

Guardó silencio por un momento mientras saboreaba la comida, naturalmente no podía asegurar que todos sus recuerdos volverían pero esperaba que ocurriera tarde o temprano.
-Aunque ahora que lo pienso, ¿qué pasaría si mi vida anterior no fuera tan buena? ¿Qué tal si tengo una familia llena de problemas, o si ellos no me quieren en absoluto? –hizo una mueca de preocupación.
-Ni siquiera sé si me estarán esperando, quizás ya me hayan reemplazado o incluso olvidado –suspiró dándose cuenta de que hasta ese momento había dado por hecho que su vida sería normal y tranquila, sin considerar que habían muchas otras posibilidades de por medio.

-Bueno, de todas formas supongo que eso será algo que sólo sabré con certeza cuando lo recuerde. Es bastante frustrante estar en esta situación, pero estoy segura de que disfrutaré muchísimo del tiempo que pase aquí hasta que termine de recordar el resto de mi vida –volvió a sonreír apartando aquellos pensamientos angustiantes de su cabeza, pues en esos momentos tenía demasiado que agradecer como para amargarse la existencia con ideas que probablemente ni siquiera serían ciertas.

-Dejando de lado el plan de la prima postiza, ¿ha venido a visitarte algún familiar desde que llegaste aquí? –le preguntó con curiosidad, pues imaginaba que pasar tanto tiempo sola debía llegar a ser aburrido.
-¿Y crees que hay alguna otra cosa importante que deba saber sobre ti? ¿Algún otro dato relevante para cubrir nuestro plan? De todas formas no me cabe duda de que terminaremos conociéndonos muy bien al vivir juntas –le comentó alegremente mientras acercaba otro bocado con el tenedor.

-No lo sé, simplemente no quiero crearme falsas ilusiones y luego decepcionarme de mi propia vida cuando la recuerde –dijo en respuesta a su primera pregunta, aunque no muy convencida.
-Aunque quizás me estoy preocupando demasiado por tonterías… además creo que si realmente hubiese pasado por alguna mala situación, no me sentiría como me siento ahora. Tengo una especie de corazonada, algo en mi interior me dice que tengo una bonita casa y una buena familia en algún sitio… espero no equivocarme –sonrió con ilusión.

Escuchó sus últimas palabras y se quedó pensativa durante un momento, revolviendo su ensalada de forma distraída mientras trataba de decidir si aun quedaba algún cabo suelto por atar.
-Creo que no, me parece que lo hemos aclarado todo bastante bien –dijo finalmente con convencimiento.
-¡Ah! Tal vez esto –recordó de pronto mientras apuntaba hacia su cabello con la mano libre. Quizás era un detalle mucho menor comparado con los otros, pero aun así era algo que podría llamar la atención de manera incómoda.

-No recuerdo nunca haber visto a una mujer con el pelo tan corto –dijo acordándose de todos esos días que había pasado observando la calle desde su ventana.
-Y no quiero que me miren como a un bicho raro o que empiecen a hacer suposiciones, pues sé que no es común llevar el cabello así. Sé que no tardará mucho en crecer, pero hasta entonces quizás sería bueno disimular un poco cuando salga a la calle… ¿Quizás con una peluca o un sombrero bonito?

Esperaba que aquello no representara una verdadera complicación; quizás con sus poderes de sanación acelerada hasta le crecería más rápido el cabello.
-De haber sabido que habría terminado así, jamás me habría arrancado las plumas –meneó la cabeza en un gesto de reproche a sí misma, pero rio por lo bajo al mismo tiempo.
-¿Crees que debería visitar al ornitólogo? –le preguntó para saber su opinión, aquello era algo que acababa de ocurrírsele y al imaginárselo le resultó curioso y divertido.

-Obviamente no le diría quien soy, pero quizás podría preguntarle alguna cosa que me pudiese ayudar a recordar… O simplemente para despedirme. Después de todo viví con él por seis años, y aunque me haya tenido encerrada en una jaula él no tenía forma de saber que yo era humana pues ni yo lo sospechaba. Además siempre fue bueno conmigo… conmigo y con todas sus aves –aquellos recuerdos le resultaban ahora lejanos, aunque su nueva vida había comenzado apenas unas horas atrás. No le guardaría rencor al hombre, por el contrario esperaba que le fuese bien en la vida. Quizás le había quitado varios años de la suya, pero le gustaba creer que todo pasaba por algo.