AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cuidado con mi chica (Privado)
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Cuidado con mi chica (Privado)
Intentaba disfrutar siempre de lo que hacía, pero no podía evitar alegrarse especialmente cuando era una mujer la que le venía a buscar. Los hombres le gustaban porque se comportaban de modo más rudo y podía jugar bruto, pero es que las hembras escaseaban notablemente por lugares como aquel. Corrección: abundaban las chicas, pero siempre como trabajadoras, la clientela era en su mayor parte de sexo masculino y a Jules le encantaba la variedad. Tenía suerte de que los habituales al burdel siguieran requiriendo sus servicios, porque realmente no se trataba de un cortesano dentro de lo corriente. No admitía prácticas humillantes ni que considerase aburridas, y tan pronto parecía dócil y sumiso como se cansaba de su papel de siervo y cambiaba de posición sin tomar en cuenta las preferencias de sus compañeros de cama. Eso había hecho que algunos se negaran a pagarle y se marcharan airados, pero lo normal era que se adaptaran al carácter espontáneo y fuerte de Lombard. Era como una tormenta, llegaba sin avisar, dejaba todo revuelto y desaparecía casi sin que los presentes se explicaran qué había ocurrido. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces la madame le había reprendido por su conducta díscola, pero como en el fondo Jules seguía siendo un niño - a sus sesenta y ocho años - aquellas broncas no calaban en él.
Esa noche le habían arreglado el encuentro con una señora que llegaba despechada. La razón era un marido infiel al que el cambiaformas no pudo sino bendecir internamente, porque con sus engaños y mentiras había logrado que su esposa se lanzara derecha a los brazos del primer puto que encontró. Y ese fue Lombard. La cosa resultó bastante divertida y fructífera para ambos, al menos hasta que ella se puso a lamentarse en voz alta sobre su vida de casada y a preguntarse por qué el fulano de marras no bebía los vientos por su amor. Bueno, nadie es perfecto. La fémina se fue complacida y azorada y el rubio se encontró con el resto de la noche libre por delante para aguardar hasta que le entrara el sueño. Pasar las horas solo y taciturno no era su estilo, para algo se había molestado en hacer vida social con el resto de sus compañeros, así que salió al corredor que unía entre sí las habitaciones y miró a ambos lados. Oyó gemidos que se colaban a través de las puertas y sonrió. Salió del cuarto con la cama deshecha y caminó sobre la moqueta descalzo, llevando solo puestos unos calzones que se había subido a toda prisa con la única finalidad de no pasear sus vergüenzas por el local. Quien quisiera verlas que pagara.
Estaba a punto de bajar las escaleras hacia el vestíbulo cuando creyó oír una voz conocida. ¡Hola! No sabía que su muñeca preferida estaba de servicio también, qué casualidad. Sin pensar en que podía interrumpir su estancia con un cliente entreabrió la puerta de madera, que crujió, y asomó la cabeza con su sonrisa habitual de presentación. Los dientes del cambiante destellearon, blancos y alegres, en la mitad inferior de su rostro. - Gènie. - Canturreó. - Preciosa. ¿Estás visible?
Esa noche le habían arreglado el encuentro con una señora que llegaba despechada. La razón era un marido infiel al que el cambiaformas no pudo sino bendecir internamente, porque con sus engaños y mentiras había logrado que su esposa se lanzara derecha a los brazos del primer puto que encontró. Y ese fue Lombard. La cosa resultó bastante divertida y fructífera para ambos, al menos hasta que ella se puso a lamentarse en voz alta sobre su vida de casada y a preguntarse por qué el fulano de marras no bebía los vientos por su amor. Bueno, nadie es perfecto. La fémina se fue complacida y azorada y el rubio se encontró con el resto de la noche libre por delante para aguardar hasta que le entrara el sueño. Pasar las horas solo y taciturno no era su estilo, para algo se había molestado en hacer vida social con el resto de sus compañeros, así que salió al corredor que unía entre sí las habitaciones y miró a ambos lados. Oyó gemidos que se colaban a través de las puertas y sonrió. Salió del cuarto con la cama deshecha y caminó sobre la moqueta descalzo, llevando solo puestos unos calzones que se había subido a toda prisa con la única finalidad de no pasear sus vergüenzas por el local. Quien quisiera verlas que pagara.
Estaba a punto de bajar las escaleras hacia el vestíbulo cuando creyó oír una voz conocida. ¡Hola! No sabía que su muñeca preferida estaba de servicio también, qué casualidad. Sin pensar en que podía interrumpir su estancia con un cliente entreabrió la puerta de madera, que crujió, y asomó la cabeza con su sonrisa habitual de presentación. Los dientes del cambiante destellearon, blancos y alegres, en la mitad inferior de su rostro. - Gènie. - Canturreó. - Preciosa. ¿Estás visible?
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Cuidado con mi chica (Privado)
"Cuando te diga largo
Por favor, permanece"
Por favor, permanece"
Apenas y eran las doce de la noche. La cortesana estaba recostada sobre la cama, se sentía mareada, mucho en realidad. Le dolía demasiado el cuerpo, como pocas veces, y aunque se estaba haciendo la fuerte, todo su cuerpo mostraba lo contrario. Ella estaba envueltas en sabanas color carmín, no porque ese fuera el tinte original de la seda, más bien era el fluido vital que su cuerpo había estado dejando salir. Aunque estaba por quejarse, prefirió guardar silencio, esconderse entre las cuatro paredes de esa habitación que la habían asignado como suya desde su ingreso al burdel. Como buena amante de la vida galante, aquella noche había tenido un encuentro algo especial, el tener a muchos hombres entre sus sabanas le hicieron, con el paso del tiempo, reconocer las diferentes especies de criaturas que existían, desde simples humanos, hasta muertos en vida (los vampiros), para su mala suerte, esa noche no le había tocado un cliente tranquilo, sumiso o paciente, su encuentro había sido de lo más salvaje y sanguinario. La perfecta piel blanca de la joven se veía magullada por golpes, sostenidas firmes, y algunas mordidas. Aquello si que había dolido, ni siquiera se atrevió a mover una mano para recibir los francos, que claramente no necesitaba en su vida diaria, pero aquella criatura de la noche se las había arrojado contra el cuerpo de forma violenta, lo único que podía rescatar es que había logrado mínimo tres orgasmos, y que el cliente había comentado que volvería a pedirla, pero eso no era una buena noticia, si la seguía frecuentando seguramente la terminaría matando.
La enfermedad de la mujer con antifaz la estaba llevando a situaciones demasiado criticas, no se trataba de sólo su dignidad, eso salía sobrando en ese momento, lo que estaba por perder era su vida, pues al no controlarse, al no hablar, estaba a un paso de finalizar su vida sin ni siquiera haber logrado la mitad de las cosas que había planeado. Para empezar deseaba volver a ver a su hermano Áedan, quien desde hace tiempo se había regresado a su natal España, lo siguiente era algo más convencional, encontrar a el prometido que la eligiera como esposa en un compromiso que ignoraba por completo el amor, y llamaba sin duda al simple poder. Suspiró con profundidad cuando se dio cuenta que el amor ya había llegado a su vida, pero era tan cobarde que no se atrevía a decirlo, al menos no en voz alta. Aquel cliente se había vuelto la luz de sus ojos, cómo comúnmente las personas hacen referencia a esa persona especial, entre otros apodos ridículos, pero nada sabía de él, ni él de ella, y eso dificultaba su unión. Recordar a aquel hombre de mal carácter le erizó la piel, provocando que el dolor la alejara por completo de la divagación y se centrara en su cruel realidad. Separó por primera vez los labios, y soltó todo aquel dolor guardado hasta ese momento, chilló con fuerza, con tristeza, y con pesar, hasta que una voz la hizo perder el control e ignorando el sufrimiento, esconderse entre las sabanas, evidencias del ataque.
- No, no estoy visible, Jules, por favor vete - Para empezar el primer signo de que estaba mal era su tono de voz, lo segundo alarmante, es que no quisiera estar con su persona favorita en el burdel, a quien siempre ponía en primer lugar, sin importar que un cliente estuviera entre sus piernas. Si algo caracterizaba a la cortesana, era su lealtad, el amor que le tenía a los suyos, en ese caso, su amigo el cambiante. - No te atrevas a verme de está manera, prefiero que me imagines como esa cortesana hermosa - Comentó intentando no moverse más, así no mostraría su debilidad, y claro, su mal estado. - Anda, no seas terco, vete de… - No pudo continuar, sintió uno de los tirones más fuertes a la altura de sus costillas, lo cual la hizo gemir de dolor - Mala noche, sólo fue una mala noche - Era extraño, pero dado su deplorable estado, la chica de clase alta, en ese momento fingiendo ser una simple cortesana, no sentía deseo, cosa que nada ni nadie le había logrado arrancar, esa noche sólo necesitaba cariños, un buen abrazo, y probablemente permanecer alado de ese cambiaformas, aunque claro, no lo estuviera aceptando.
La enfermedad de la mujer con antifaz la estaba llevando a situaciones demasiado criticas, no se trataba de sólo su dignidad, eso salía sobrando en ese momento, lo que estaba por perder era su vida, pues al no controlarse, al no hablar, estaba a un paso de finalizar su vida sin ni siquiera haber logrado la mitad de las cosas que había planeado. Para empezar deseaba volver a ver a su hermano Áedan, quien desde hace tiempo se había regresado a su natal España, lo siguiente era algo más convencional, encontrar a el prometido que la eligiera como esposa en un compromiso que ignoraba por completo el amor, y llamaba sin duda al simple poder. Suspiró con profundidad cuando se dio cuenta que el amor ya había llegado a su vida, pero era tan cobarde que no se atrevía a decirlo, al menos no en voz alta. Aquel cliente se había vuelto la luz de sus ojos, cómo comúnmente las personas hacen referencia a esa persona especial, entre otros apodos ridículos, pero nada sabía de él, ni él de ella, y eso dificultaba su unión. Recordar a aquel hombre de mal carácter le erizó la piel, provocando que el dolor la alejara por completo de la divagación y se centrara en su cruel realidad. Separó por primera vez los labios, y soltó todo aquel dolor guardado hasta ese momento, chilló con fuerza, con tristeza, y con pesar, hasta que una voz la hizo perder el control e ignorando el sufrimiento, esconderse entre las sabanas, evidencias del ataque.
- No, no estoy visible, Jules, por favor vete - Para empezar el primer signo de que estaba mal era su tono de voz, lo segundo alarmante, es que no quisiera estar con su persona favorita en el burdel, a quien siempre ponía en primer lugar, sin importar que un cliente estuviera entre sus piernas. Si algo caracterizaba a la cortesana, era su lealtad, el amor que le tenía a los suyos, en ese caso, su amigo el cambiante. - No te atrevas a verme de está manera, prefiero que me imagines como esa cortesana hermosa - Comentó intentando no moverse más, así no mostraría su debilidad, y claro, su mal estado. - Anda, no seas terco, vete de… - No pudo continuar, sintió uno de los tirones más fuertes a la altura de sus costillas, lo cual la hizo gemir de dolor - Mala noche, sólo fue una mala noche - Era extraño, pero dado su deplorable estado, la chica de clase alta, en ese momento fingiendo ser una simple cortesana, no sentía deseo, cosa que nada ni nadie le había logrado arrancar, esa noche sólo necesitaba cariños, un buen abrazo, y probablemente permanecer alado de ese cambiaformas, aunque claro, no lo estuviera aceptando.
Eugénie Florit- Prostituta Clase Alta
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Re: Cuidado con mi chica (Privado)
Naturalmente Jules entró en la habitación haciendo caso omiso de lo que ella le dijera. Cuando Gènie le pedía que se marchara era porque le ocurría algo grave, y si el cambiante tenía que dar un par de puñetazos a algún cliente indeseable que se creía con derecho a maltratar a su amiga lo haría sin dudar. Afortunadamente la morena ya estaba sola cuando él llegó, pero la escena que se pintaba ante sus ojos no era nada tranquilizadora. Su sonrisa se borró de un plumazo. - Pero qué coño. - Masculló. - Vaya hijo de puta cabrón. - No tenía precisamente una lengua de plata, pero nadie esperaba tampoco que un hombre que hacía la calle se comportase con los modales de un Rey. - La próxima vez pégame un grito, sabes que casi siempre estoy cerca. - Todas las habitaciones daban al mismo corredor.
Se fue a sentar a su lado en la cama y luego se acostó con cuidado de no zarandearla, esos moretones que tenía debían de dolerle horrores. Le habría preguntado por qué se había dejado hacer eso, pero sabía que no todos gozaban de la misma libertad que él dentro de la casa. Jules se comportaba como si el dinero no le importase: llegaba y se marchaba cuando le venía en gana, solo aceptaba a los clientes que le apetecía y en la cama llevaba siempre la voz cantante. Nada de peticiones absurdas ni prácticas humillantes. No obstante entendía que muchas de las chicas se exponían a ser despedidas si intentaban hacer lo mismo que él, y la mayoría necesitaba ese trabajo. Le acarició el pelo, negro como las alas de un cuervo, y le sopló algo de su aliento fresco sobre un pequeño corte de la mejilla, cerca de la sien. - Tú siempre estás guapa. - La consoló, aunque ahora eso era lo que menos importaba.
Se fue a sentar a su lado en la cama y luego se acostó con cuidado de no zarandearla, esos moretones que tenía debían de dolerle horrores. Le habría preguntado por qué se había dejado hacer eso, pero sabía que no todos gozaban de la misma libertad que él dentro de la casa. Jules se comportaba como si el dinero no le importase: llegaba y se marchaba cuando le venía en gana, solo aceptaba a los clientes que le apetecía y en la cama llevaba siempre la voz cantante. Nada de peticiones absurdas ni prácticas humillantes. No obstante entendía que muchas de las chicas se exponían a ser despedidas si intentaban hacer lo mismo que él, y la mayoría necesitaba ese trabajo. Le acarició el pelo, negro como las alas de un cuervo, y le sopló algo de su aliento fresco sobre un pequeño corte de la mejilla, cerca de la sien. - Tú siempre estás guapa. - La consoló, aunque ahora eso era lo que menos importaba.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Cuidado con mi chica (Privado)
Lo único bueno que había dejado aquel vampiro es que no le había quitado su antifaz, quizás había respetado sólo ese trato, lo cual le agradecía ya que en ese momento no tenía la mínima pizca de interés por aquel artefacto, quizás sino lo tuviera estaría sin preocupación alguna por colocarlo sobre su rostro. Se sentía cansada, débil, completamente fastidiada, quizás ese suceso la haría apartarse por completo de la vida de prostituta, no necesitaba ese tipo de tratos, su vida de heredera sonaba mucho más atrayente, pero lejos del sexo… Y eso, bueno, eso no le hacía ningún bien. Estaba enferma, maldita y cegada por el deseo de tener relaciones sexuales, nadie comprendería ese pequeño problema, al menos nadie que lo padeciera. ¿Cómo le haría para no volver al burdel y dejar de lado su necesidad por el sexo? No lo sabía, pero de alguna u otra manera, encontraría la forma de no caer en las redes, en el problema; volteó a ver a Jules, desde que se habían conocido se portaba de la mejor forma con ella, siempre cariñoso, siempre atento. ¿Cómo se había atrevido a despreciarlo? ¿Cómo osó de decirle que se retirara cuando más lo necesitaba? Sin duda estaba loca de remate.
- Ese es el problema, mi amor - Comentó, no es que tuvieran una relación amorosa, más bien si la tenían, pero de amigos, confidentes, nada que tuviera que ver con lazos entrelazados por el amor de una pareja. - Grité, lo hice hasta el cansancio, pero él impedía que mis palabras fueran escuchadas - Le dedicó una sonrisa tenue, cuando se acomodó a su lado, la cortesana movió con suavidad su cuerpo, dejando a un lado el dolor, se refugió entre sus brazos, su cabeza y su pecho se dejaron caer en el abdomen masculino. ¡Que bien se sentía! Si, sin duda era el lugar dónde mejor estaba. Si estuvieran en otras situaciones, ella estaba segura que estaría perdidamente enamorada de su mejor amigo, pero cómo no lo era, prefería disfrutar del momento juntos - Los vampiros son criaturas salvajes, sanguinarias, y sin sentimientos ¿crees que le importó lo que me hizo? - Soltó una risita llena de incredulidad. - Ya lo sé, por eso soy tú chica, de no ser guapa no te habrías fijado en mi, degenerado - Comenzó entonces a soltar bromas en aquel momento, quería decirle a su amigo que todo estaba bien a su forma, que no se preocupara.
- El día que me vaya del burdel, Jules, te enseñaré mi rostro, sin el antifaz, incluso quisiera que supieras ya de mi, de mi realidad - Comentó encogiéndose de hombros - Pero me da miedo que todas aquí me odien al saber mi tan egoísta historia - Musitó sin ganas, sin duda le había afectado la noche - Mejor coméntame como te fue a ti ¿hubo muchas clientes? ¿De nuevo muchos caballeros? Está sociedad tan hipócrita, anoche observé cómo un ricachón racista te buscaba, ¡Y se jacta de castigar a los homosexuales! ¡Ojalá lo castigaran a él por mentiroso! - Dejó salir su rabia, ella odiaba la discriminación, y más proveniente de aquellos que más la ejercían y más la deseaban.
- Ese es el problema, mi amor - Comentó, no es que tuvieran una relación amorosa, más bien si la tenían, pero de amigos, confidentes, nada que tuviera que ver con lazos entrelazados por el amor de una pareja. - Grité, lo hice hasta el cansancio, pero él impedía que mis palabras fueran escuchadas - Le dedicó una sonrisa tenue, cuando se acomodó a su lado, la cortesana movió con suavidad su cuerpo, dejando a un lado el dolor, se refugió entre sus brazos, su cabeza y su pecho se dejaron caer en el abdomen masculino. ¡Que bien se sentía! Si, sin duda era el lugar dónde mejor estaba. Si estuvieran en otras situaciones, ella estaba segura que estaría perdidamente enamorada de su mejor amigo, pero cómo no lo era, prefería disfrutar del momento juntos - Los vampiros son criaturas salvajes, sanguinarias, y sin sentimientos ¿crees que le importó lo que me hizo? - Soltó una risita llena de incredulidad. - Ya lo sé, por eso soy tú chica, de no ser guapa no te habrías fijado en mi, degenerado - Comenzó entonces a soltar bromas en aquel momento, quería decirle a su amigo que todo estaba bien a su forma, que no se preocupara.
- El día que me vaya del burdel, Jules, te enseñaré mi rostro, sin el antifaz, incluso quisiera que supieras ya de mi, de mi realidad - Comentó encogiéndose de hombros - Pero me da miedo que todas aquí me odien al saber mi tan egoísta historia - Musitó sin ganas, sin duda le había afectado la noche - Mejor coméntame como te fue a ti ¿hubo muchas clientes? ¿De nuevo muchos caballeros? Está sociedad tan hipócrita, anoche observé cómo un ricachón racista te buscaba, ¡Y se jacta de castigar a los homosexuales! ¡Ojalá lo castigaran a él por mentiroso! - Dejó salir su rabia, ella odiaba la discriminación, y más proveniente de aquellos que más la ejercían y más la deseaban.
Eugénie Florit- Prostituta Clase Alta
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Re: Cuidado con mi chica (Privado)
- Pues la próxima vez le das una patada en los cojones. - Le aconsejó mientras la abrazaba como si así pudiera evitar de alguna forma que sus golpes dolieran tanto. Tendría que haber llegado antes, no se lo perdonaba, solo había dos personas que le importaban en el burdel (y en el mundo entero) y no era capaz ni de protegerlas a ellas. Como guardaespaldas dejaría bastante que desear. - No debería compartir esa información contigo porque es un secreto celosamente guardado por todos los hombres, pero los huevos son nuestro punto débil y duelen mucho si se tratan mal. Y da lo mismo que sea un vampiro, sigue teniendo pelotas. - Que a Gènie no le supiera mal, lo peor que podía pasar era que desde luego no cobraría el polvo, pero con lo inutilizado que dejaría al chupasangre con esa maniobra digna de artes marciales seguro que al otro no le quedaban ganas ni para morderla.
Sonrió cuano ella le acusó de quererla por su belleza. - Llevas un antifaz. - Le recordó. - Pero yo tuve un flechazo desde que te vi la primera vez, así que no digas tonterías. Lo nuestro es profundo y verdadero. - Bromeó, vigilando que mientras la abrazaba no le estuviera apretando ninguno de aquellos moretones y haciéndole más daño. - ¿Y mi historia no lo es? Dejé tirados a mis abuelos sobreprotectores y pasé del juerguista de mi padre para venir aquí a cobrar por follar. - Se encogió de hombros sin encontrarlo nada del otro mundo, al menos los dos tenían el valor de admitir cuál era su vocación en lugar de vivirla como almas en pena. Seguramente era eso lo que les unía. - Ha venido una mujer despechada. Viva por los maridos detestables que me dan de comer. - Sonrió y le guiñó un ojo.
Sonrió cuano ella le acusó de quererla por su belleza. - Llevas un antifaz. - Le recordó. - Pero yo tuve un flechazo desde que te vi la primera vez, así que no digas tonterías. Lo nuestro es profundo y verdadero. - Bromeó, vigilando que mientras la abrazaba no le estuviera apretando ninguno de aquellos moretones y haciéndole más daño. - ¿Y mi historia no lo es? Dejé tirados a mis abuelos sobreprotectores y pasé del juerguista de mi padre para venir aquí a cobrar por follar. - Se encogió de hombros sin encontrarlo nada del otro mundo, al menos los dos tenían el valor de admitir cuál era su vocación en lugar de vivirla como almas en pena. Seguramente era eso lo que les unía. - Ha venido una mujer despechada. Viva por los maridos detestables que me dan de comer. - Sonrió y le guiñó un ojo.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Cuidado con mi chica (Privado)
Era bien sabido que en aquellos tiempos, con aquella sociedad tan opresora, poco se sabía se sexualidad, sólo lo podrían comprender aquellos que pagaban grandes fortunas por tal información, o en su caso, los cortesanos que diariamente aprendían más del terreno. Ella por su parte, nunca se imaginó que sería capaz de él lugar que más siente placer, también ser el que más se lastimaba con un buen golpe dado, es decir, cualquier golpe duele, eso es cierto, pero ¿de verdad funcionaria el consejo? Él por supuesto, era el hombre, quien tenía más experiencia en el terreno, además, eran amigos, para ella él sin duda se trataba del mejor entre todos, sabía que el cambiante no sería capaz de engañarle, para nada, por eso lo tomaría en cuenta, y a la otra, incluso a su hermano menor le daría un golpe como tal si se atrevía a molestarla. Tenía su carácter la muchacha, por más débil o poco protegida que se notara, más valía tener cuidado con ella, el doble teniendo a su Jules protegiéndola.
Lo quería tanto a su manera, estaba segura que de verlo en la calle se detendría a abrazarlo, le detendría y él la reconocería al notar sus bes azules. Jules era una clase de amor que ella no podía definir, no, para nada, era una distinto, con él había aprendido que las cosas no se trataban simplemente de ámbitos sexuales, sino de sentimientos más profundos como la amistad que, aunque en su momento se trataba de un desconocido, ahora mismo era como un hermano. ¡Si! Era una especie de amor fraternal, ella lo adoraba de una manera extraña, lo amaba de otra forma distinta, y no se arrepentía, se sentía tan segura entre sus brazos. Se acomodó en sus brazos sin importar los dolores, se sintió tan segura que no deseaba soltar aquella conexión. Eugénie, la fuerte e imponente chica de sociedad, ahora era un frágil espagueti que se escurría en brazos ajenos, pero que adoraba esa sensación. No pudo evitar soltar pequeñas risas que provenían de aquellas palabras, el cuarto ya no olía a sexo, sangre o melancolía, ahora podía oler dulzura, complicidad. Si, oler.
- Mis padres tienen tanto dinero que yo podría comprar el burdel, satisfacerme con todos los clientes cual puta que soy, sin embargo estas emociones detrás del antifaz son profundas… - Sus ojos se toparon con los ajenos, y su mano acarició la mejilla con devoción. - No bromees con eso, entre nosotros si hay conexión, de otro tipo, no es solo parte de este cuerpo maldito buscando placer ¿Lo sientes verdad? - Se removió entre sus brazos, y le jaló por la cama para que se abrazaran unos momentos, así, como uno de los actos, o más bien, como el acto más intimo existente dentro del burdel, pues no se trataba de sexo - Siempre estás para mi, Jules, cuanto te quiero - Lo apretujó con un poco más de necesidad, acomodándose sobe su pecho con una sonrisa amplia.
Lo quería tanto a su manera, estaba segura que de verlo en la calle se detendría a abrazarlo, le detendría y él la reconocería al notar sus bes azules. Jules era una clase de amor que ella no podía definir, no, para nada, era una distinto, con él había aprendido que las cosas no se trataban simplemente de ámbitos sexuales, sino de sentimientos más profundos como la amistad que, aunque en su momento se trataba de un desconocido, ahora mismo era como un hermano. ¡Si! Era una especie de amor fraternal, ella lo adoraba de una manera extraña, lo amaba de otra forma distinta, y no se arrepentía, se sentía tan segura entre sus brazos. Se acomodó en sus brazos sin importar los dolores, se sintió tan segura que no deseaba soltar aquella conexión. Eugénie, la fuerte e imponente chica de sociedad, ahora era un frágil espagueti que se escurría en brazos ajenos, pero que adoraba esa sensación. No pudo evitar soltar pequeñas risas que provenían de aquellas palabras, el cuarto ya no olía a sexo, sangre o melancolía, ahora podía oler dulzura, complicidad. Si, oler.
- Mis padres tienen tanto dinero que yo podría comprar el burdel, satisfacerme con todos los clientes cual puta que soy, sin embargo estas emociones detrás del antifaz son profundas… - Sus ojos se toparon con los ajenos, y su mano acarició la mejilla con devoción. - No bromees con eso, entre nosotros si hay conexión, de otro tipo, no es solo parte de este cuerpo maldito buscando placer ¿Lo sientes verdad? - Se removió entre sus brazos, y le jaló por la cama para que se abrazaran unos momentos, así, como uno de los actos, o más bien, como el acto más intimo existente dentro del burdel, pues no se trataba de sexo - Siempre estás para mi, Jules, cuanto te quiero - Lo apretujó con un poco más de necesidad, acomodándose sobe su pecho con una sonrisa amplia.
Eugénie Florit- Prostituta Clase Alta
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Re: Cuidado con mi chica (Privado)
Esperaba de todo corazón que Génie usara con mesura la información privilegiada de la que disponía ahora y no fuera dando patadas en las partes nobles a los hombres indiscriminadamente en lo sucesivo. Jules sabía por experiencia lo mucho que dolía un golpe ahí y no se lo deseaba a casi nadie, solo a los más malvados, como el que había maltratado el cuerpo de su amiga de esa manera brutal y totalmente infundada. Se puso cómodo cuando su amiga se acurrucó a su lado y le peinó el largo cabello negro con los dedos, entreteniéndose al final con uno de sus mechones enroscándolo en un dedo y volviéndolo a soltar después. - Mis abuelos también nadan en monedas. - Le confesó. - Podemos asociarnos y fundar nuestro propio local. - Su tono era jocoso pero no le parecía mala idea del todo, aunque tuvo que admitirse a sí mismo que era demasiado alocado como para conducir un negocio a buen puerto. Al final su compañera acabaría haciendo todo el trabajo de papeleo mientras el cambiaformas se limitaba a divertirse con los clientes, los trabajadores y hasta el perchero del recibidor si le dejaban. - O mejor no, demasiado trabajo.
La pobre debía de haber tenido un día realmente malo para atreverse a dudar de que lo que existía entre ellos era tan real como la cama en la que estaban tirados. - Claro que sí, pequeña. Eres la única chica con la que puedo estar acostado así sin tratar de aprovechar la situación. - Le dedicó una sonrisa maliciosa y luego le enseñó los dientes como si la cortesana fuese un manjar que consideraba seriamente empezar a comerse. No podía decirse que Jules fuera la mejor de las personas a la hora de consolar a los desvalidos o prodigarse en palabras tiernas ya que generalmente demostraba sus sentimientos con sus actos y no necesitaba grandes discursos de afecto, pero sabía que a veces oír la voz de un amigo reconfortaba tanto o más que su abrazo. - Yo también te quiero, Génie. - Y detestaba verla de esa manera. Deseó derivar el diálogo hacia algún punto más alegre. - ¿Qué fue de ese muchacho que te gustaba? - Creía recordar que en alguna ocasión Gènie le había hablado de un hombre que era distinto a los demás. Esas historias que decían que existían entre putas y caballeros de blanca armadura.
La pobre debía de haber tenido un día realmente malo para atreverse a dudar de que lo que existía entre ellos era tan real como la cama en la que estaban tirados. - Claro que sí, pequeña. Eres la única chica con la que puedo estar acostado así sin tratar de aprovechar la situación. - Le dedicó una sonrisa maliciosa y luego le enseñó los dientes como si la cortesana fuese un manjar que consideraba seriamente empezar a comerse. No podía decirse que Jules fuera la mejor de las personas a la hora de consolar a los desvalidos o prodigarse en palabras tiernas ya que generalmente demostraba sus sentimientos con sus actos y no necesitaba grandes discursos de afecto, pero sabía que a veces oír la voz de un amigo reconfortaba tanto o más que su abrazo. - Yo también te quiero, Génie. - Y detestaba verla de esa manera. Deseó derivar el diálogo hacia algún punto más alegre. - ¿Qué fue de ese muchacho que te gustaba? - Creía recordar que en alguna ocasión Gènie le había hablado de un hombre que era distinto a los demás. Esas historias que decían que existían entre putas y caballeros de blanca armadura.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Cuidado con mi chica (Privado)
La simple idea de poner un negocio de ese tipo le parecía deliciosa, el problema es que de invertir demasiado dinero en algo así sus padres sospecharían. Seguramente le harían preguntas más intimas, la seguirían incluso al dormir para saber si algo había "malo" en su pequeña, además ¿qué hombre estaría interesado en tener algo en una mujer que poseía tales negocios? Lo cierto es que eso último poco le importaba a la cortesana, pues no era la típica señorita que soñaba con un futuro alado de un hombre, para nada, pero la idea no se notaba tan mal después de todo. ¿Familia? ¿Amor? ¿Hijos? ¡Vaya! Ella jamás imaginó que sus ideas cambiarían de la noche y la mañana, sólo por un hombre. Rodó los ojos volteando a ver a Jules. Ni siquiera le había contado a nadie de su vida como a él. La idea de quitarse el antifaz le era cada vez más tentadora. Probablemente al final de la noche, si conocía a su mejor amigo tanto como creía, él jamás utilizaría tal información en su contra. Segura con él siempre lo estaría, nada importaba, solo bastaba escucharlo, observarlo para tener en cuenta que su amigo era la criatura más pura que se había encontrado, al menos ante sus ojos claro. ¡Que contradicción!
- Está bien, está bien, no hablemos nada de trabajos, ni de fortunas, tampoco de familias que seguramente son puritanas, que jamás aceptaran tales vicios libertinos - Se llevó una mano al pecho como fingiendo tristeza por todo aquello. Eugénie estaba segura que sólo bastarían un par de años más para poder salirse de su hogar con o sin pareja, pero claro con parte de una gran fortuna, todo eso claro si su condición de prostituta pasaba desapercibida; dio una gran bocanas de aire - Pasamos de un tema critico a uno catastrófico… - Le volteó a verle como queriendo asesinarle con la mirada por la pregunta que había efectuado hasta hace poco - No se trata de un hombre perfecto, para nada, de hecho desde el primer momento supe que era más imperfecto que nada, demasiado charlatán, con el ego inflado, altanero, creyéndose un semental, y sin embargo delicado conmigo - Refunfuñó, luego miró al techo - Lo vi fuera del burdel, y reconoció mi mirada - Le confesó removiéndose un poco para abrazarle y disfrutar de su calor. - No dejaba de repetir, "mía" - Y por un momento se ruborizó, mostrando que ese hombre de verdad era su debilidad.
- No aprovechas de la situación, porque evidentemente no soy tú tipo - Le sacó la lengua con ciertos aires juguetones, también con la inocencia de un pequeño niño que no sabe por completo del tema que se toca - Pero sabes que podría darte más placer que cualquier cortesana de aquí, o incluso fuera del lugar - Ladeó el rostro pasando con suavidad su nariz en el hombro masculino, ronroneando un poco cual gatita, pero era mero juego, mera diversión, le dio un beso tronado en la mejilla, ella no puede negar que su Jules era sumamente atractivo, perfecto, y que quizás en más de un vez fantaseó en la cama con él, pero le gustaba tenerle así, con un hombre que le viera más por la carne que podría morder, chupar o mancillar. - ¿Y tú? ¿Alguna especie de enamorado? - Le buscó la mirada, así sabría si mentía o no.
- Está bien, está bien, no hablemos nada de trabajos, ni de fortunas, tampoco de familias que seguramente son puritanas, que jamás aceptaran tales vicios libertinos - Se llevó una mano al pecho como fingiendo tristeza por todo aquello. Eugénie estaba segura que sólo bastarían un par de años más para poder salirse de su hogar con o sin pareja, pero claro con parte de una gran fortuna, todo eso claro si su condición de prostituta pasaba desapercibida; dio una gran bocanas de aire - Pasamos de un tema critico a uno catastrófico… - Le volteó a verle como queriendo asesinarle con la mirada por la pregunta que había efectuado hasta hace poco - No se trata de un hombre perfecto, para nada, de hecho desde el primer momento supe que era más imperfecto que nada, demasiado charlatán, con el ego inflado, altanero, creyéndose un semental, y sin embargo delicado conmigo - Refunfuñó, luego miró al techo - Lo vi fuera del burdel, y reconoció mi mirada - Le confesó removiéndose un poco para abrazarle y disfrutar de su calor. - No dejaba de repetir, "mía" - Y por un momento se ruborizó, mostrando que ese hombre de verdad era su debilidad.
- No aprovechas de la situación, porque evidentemente no soy tú tipo - Le sacó la lengua con ciertos aires juguetones, también con la inocencia de un pequeño niño que no sabe por completo del tema que se toca - Pero sabes que podría darte más placer que cualquier cortesana de aquí, o incluso fuera del lugar - Ladeó el rostro pasando con suavidad su nariz en el hombro masculino, ronroneando un poco cual gatita, pero era mero juego, mera diversión, le dio un beso tronado en la mejilla, ella no puede negar que su Jules era sumamente atractivo, perfecto, y que quizás en más de un vez fantaseó en la cama con él, pero le gustaba tenerle así, con un hombre que le viera más por la carne que podría morder, chupar o mancillar. - ¿Y tú? ¿Alguna especie de enamorado? - Le buscó la mirada, así sabría si mentía o no.
Eugénie Florit- Prostituta Clase Alta
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Re: Cuidado con mi chica (Privado)
Cuando Jules era más joven su familia le había enviado de aprendiz al despacho de un abogado para que se forjara un oficio digno del apellido Lombard, pero en lugar de eso se aburrió pronto de la vida de leguleyo y desapareció sin dejar rastro. No se le había ocurrido de la noche a la mañana la idea de meterse a trabajar en un burdel, entre otras cosas porque entonces contaba con el aspecto equivalente a un niño de once años y no le habría dejado entrar en una casa de alterne ni para lustrar zapatos. Tuvo que dar vueltas y buscarse la vida durante un período, y en una de aquellas andanzas topó con una muchacha de su edad que era hija de uno de los nobles de la parte alta de la ciudad. Fue algo así como el cuento de la dama y el vagabundo con la salvedad de que Jules únicamente fingía su afecto, pues ya de niño había aprendido que si quería salir adelante era preciso no tener siempre en cuenta los sentimientos de los demás. Aquella jovencita fue la destinataria de su primer "te quiero" falso, y después habían venido algunos más. Era tan fácil decir lo que los demás querían escuchar... y si a cambio obtenía favores le parecía un trato perfecto.
Ahora, al lado de Génie, había aprendido a decir "te quiero" con sinceridad. No estaba enamorado de ella y sabía que la cortesana tampoco lo estaba de él, pero eso no hacía que la clase de afecto que ambos compartían fuera peor o menos sólido que el de los tortolitos. Apreciaba sinceramente a esa mujer que tenía tantas cosas en común con él y que le brindaba la emoción del misterio de su antifaz. ¿Quién sería? Alguien muy influyente para tener que ocultarse así, eso seguro, y por si lo había dudado su aura brillante lo confirmaba. Jules había aprendido hacía mucho tiempo a convivir con su don y a integrar los colores del alma de las personas en su propia impresión de ellas. Eugénie poseía una incandescencia muy peculiar con tonos mezclados que ayudaban al cambiaformas a labrarse una idea vaga de la dualidad que gobernaba el alma de su amiga, pero todo se difuminaba cuando intentaba concretar. Cuando hablaba de ese hombre que le gustaba, sin embargo, adquiría mayor harmonía y serenidad, y Jules no pudo menos que sonreír ante la imagen de todas esas luces coronando el bello rostro de la cortesana. - ¿Egocéntrico, semental y con debilidad por ti? - Repitió con sorna. - No sé a quién me recuerda... - Pareciera que la chica le estuviera describiendo a él mismo, pero obviamente no era la misma clase de afecto la que le despertaban los dos.
Se acomodó de nuevo cuando la figura de Génie se movió a su lado y volvieron a encajar como dos hermanos acostumbrados a compartir la habitación y la cama. - ¿Y eres realmente suya? - En el sentido que quisiera entenderlo, claro, porque Jules no creía que aquella mujer pudiera llegar a pertenecer nunca a un hombre que quisiera encadenarla al cliché de esposa perfecta con la estrechez de miras propia de la época. Pero podía ser que Florit hubiera decidido de antemano que aquel a quien describía como "altanero y charlatán" sería el dueño de su corazón. Era raro que el cambiaformas pensara de ese modo cuando siempre había considerado los amoríos historias vacías de significado basadas en el autoengaño de dos personas que se sentían solas. Quizá se estaba ablandando porque se hacía mayor. - Y tú sabes que todo el mundo es mi tipo y que si me tientas te arrepentirás. - La coreó con una sonrisa que podía ser al mismo tiempo excitante y amenazante. Estaban bromeando pero eso no impidió que él le lanzara un mordisco al aire que quedaba entre sus dos cuerpos, como indicando que podría comérsela entera ante el menor signo de aliento por parte de la cortesana.
No esperaba recibir esa pregunta porque Gënie nunca se la había hecho, le conocía lo suficiente, y por eso precisamente se extrañó un poco. - ¿Yo? Por favor... - Le había hecho gracia, aunque al minuto siguiente no pudo evitar que la imagen de François le asaltara la mente. Había algo que no le había contado a su amiga y que preferiría que ella supiera para compartir sus penas, o mejor dicho su soberana idiotez. - Me acosté con François. - Confesó con un tono que sonaba cansado por la de vueltas que le había dado al mismo en su cabeza. - No sé qué me pasó, ya sabes que durante tres años solo he sido como el canguro de ese crío y nunca se me había ocurrido... - Bufó. - Pero me lo follé. Y ahora no sé qué coño hacer porque creo que espera algo. Aunque ya sabes, está amnésico, o sea que tampoco sé qué va a esperar, es todo un poco raro.
Ahora, al lado de Génie, había aprendido a decir "te quiero" con sinceridad. No estaba enamorado de ella y sabía que la cortesana tampoco lo estaba de él, pero eso no hacía que la clase de afecto que ambos compartían fuera peor o menos sólido que el de los tortolitos. Apreciaba sinceramente a esa mujer que tenía tantas cosas en común con él y que le brindaba la emoción del misterio de su antifaz. ¿Quién sería? Alguien muy influyente para tener que ocultarse así, eso seguro, y por si lo había dudado su aura brillante lo confirmaba. Jules había aprendido hacía mucho tiempo a convivir con su don y a integrar los colores del alma de las personas en su propia impresión de ellas. Eugénie poseía una incandescencia muy peculiar con tonos mezclados que ayudaban al cambiaformas a labrarse una idea vaga de la dualidad que gobernaba el alma de su amiga, pero todo se difuminaba cuando intentaba concretar. Cuando hablaba de ese hombre que le gustaba, sin embargo, adquiría mayor harmonía y serenidad, y Jules no pudo menos que sonreír ante la imagen de todas esas luces coronando el bello rostro de la cortesana. - ¿Egocéntrico, semental y con debilidad por ti? - Repitió con sorna. - No sé a quién me recuerda... - Pareciera que la chica le estuviera describiendo a él mismo, pero obviamente no era la misma clase de afecto la que le despertaban los dos.
Se acomodó de nuevo cuando la figura de Génie se movió a su lado y volvieron a encajar como dos hermanos acostumbrados a compartir la habitación y la cama. - ¿Y eres realmente suya? - En el sentido que quisiera entenderlo, claro, porque Jules no creía que aquella mujer pudiera llegar a pertenecer nunca a un hombre que quisiera encadenarla al cliché de esposa perfecta con la estrechez de miras propia de la época. Pero podía ser que Florit hubiera decidido de antemano que aquel a quien describía como "altanero y charlatán" sería el dueño de su corazón. Era raro que el cambiaformas pensara de ese modo cuando siempre había considerado los amoríos historias vacías de significado basadas en el autoengaño de dos personas que se sentían solas. Quizá se estaba ablandando porque se hacía mayor. - Y tú sabes que todo el mundo es mi tipo y que si me tientas te arrepentirás. - La coreó con una sonrisa que podía ser al mismo tiempo excitante y amenazante. Estaban bromeando pero eso no impidió que él le lanzara un mordisco al aire que quedaba entre sus dos cuerpos, como indicando que podría comérsela entera ante el menor signo de aliento por parte de la cortesana.
No esperaba recibir esa pregunta porque Gënie nunca se la había hecho, le conocía lo suficiente, y por eso precisamente se extrañó un poco. - ¿Yo? Por favor... - Le había hecho gracia, aunque al minuto siguiente no pudo evitar que la imagen de François le asaltara la mente. Había algo que no le había contado a su amiga y que preferiría que ella supiera para compartir sus penas, o mejor dicho su soberana idiotez. - Me acosté con François. - Confesó con un tono que sonaba cansado por la de vueltas que le había dado al mismo en su cabeza. - No sé qué me pasó, ya sabes que durante tres años solo he sido como el canguro de ese crío y nunca se me había ocurrido... - Bufó. - Pero me lo follé. Y ahora no sé qué coño hacer porque creo que espera algo. Aunque ya sabes, está amnésico, o sea que tampoco sé qué va a esperar, es todo un poco raro.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Cuidado con mi chica (Privado)
Entonces recordó esas tardes de verano, cuando su abuela materna la llevaba de viaje a España, cuando el baño tibio en aquellas bañeras estaba preparado con una mezcla de esencias, no sólo eso, le recordó el sol salir por la mañana, el olor a pasto mojado en la montaña, los arboles canturrear para dar los buenos días. ¡Vaya! Jules era tan extraño, no él, más bien la situación en que la ponía. No es que lo amara como esas mujeres relatan al estar perdidas por alguien, mucho menos lo deseaba de esa forma enfermiza y obsesiva. ¿Había acaso en la sociedad una regla sobre la amistad? ¿Desde cuando le importaba la sociedad? Bueno, siempre lo había hecho, por esa razón ocultaba su rostro, pero poco le importaban sobre cuanto amaba a ese cortesano. Era su mejor amigo, como su hermano, por eso se sentía tan bien con él. Era ese abrazo cálido en invierno y muchas cosas más. Con él se sentía esa Genie frágil que podía romperse porque no le mostraba caretas, solo las del antifaz. Deseaba tanto hacerle de su vida fuera del burdel, la idea no dejaría de moverse en su cabeza.
Jules era esa especie de hombre perfecto, al menos ante sus ojos. Con quien poder tener un buen polvo por su libido alto y su gran experiencia (aunque claro, ellos nunca hayan estado juntos). También era de esos hombres sensibles, no ridículamente sentimentales, pero tampoco excesivamente frívolos, sino con un carácter que cualquiera querría poder tener para poder compartir, ella era afortunada por tener a alguien así, con quien hablar, con quien bromear, con quien simplemente ser la Genie que disfruta del sexo pero también tiene un apellido, una fortuna y una posición económica que le respalde. Ella no era nadie para ponerlo a prueba, ni siquiera para juzgarle, por eso quizás en un tiempo más le diría la verdad, cuando su tiempo dentro de aquellas paredes se agotara, pues tenía un deber familiar que cumplir, hacerse esposa quisiera o no de alguien. Si a alguien no deseaba perder, ese alguien era él, por eso las verdades y los rostros reales debían aparecer lo más pronto posible, ella no era de mentir, aunque lo necesitara.
- No lo sé - Musitó rompiendo el silencio cómplice que estaban experimentando - No sé si soy de él, si soy mía o soy del burdel, estoy consiente de una cosa, trabajo aquí por placer, pero ¿qué pasaría si él puede darme todo ese placer que necesito? Entonces todo sería perfecto… Quiero saberme de alguien, quisiera ser de él, pero mis dudas me hacen creer que quizás no lo sea - Se encogió de hombros, luego se giró para encararlo un poco más, para disfrutarle ahí, acomodados en aquella cama deliciosa que no sólo podía servir para dar un excelente servicio.
- François - La mujer hizo memoria. Si, se llevaba con todos en el burdel, pero a veces no tenía tanto trato con algunos, y aunque le costó recordar aquel rostro bonito del portador del nombre, al final se aclaró y le miró de forma cómplice, incluso picara. - Bueno, ¿Y qué sentiste cuando te acostaste con él? ¿Qué sientes cuando piensas en él? - Comentó con una sonrisa llena de suficiencia. - Vale, no es malo acostarse con alguien, al menos no cuando después del acostó dejas de pensar en esa persona, pero parece que sigues pensando en él, pues lo menciones, de todos los clientes lo mencionas ¿Le has preguntado que es lo que espera de ti? ¿Te has preguntado que es lo que esperas de él? Eso es sencillo, la sinceridad entre los cortesanos debe existir simplemente por los riesgos del trabajo, así que deberías plantearte bien el hablar del asunto, claro, si te inquieta - Suspiró, y después le dio un beso juguetón en la punta de su nariz.
Jules era esa especie de hombre perfecto, al menos ante sus ojos. Con quien poder tener un buen polvo por su libido alto y su gran experiencia (aunque claro, ellos nunca hayan estado juntos). También era de esos hombres sensibles, no ridículamente sentimentales, pero tampoco excesivamente frívolos, sino con un carácter que cualquiera querría poder tener para poder compartir, ella era afortunada por tener a alguien así, con quien hablar, con quien bromear, con quien simplemente ser la Genie que disfruta del sexo pero también tiene un apellido, una fortuna y una posición económica que le respalde. Ella no era nadie para ponerlo a prueba, ni siquiera para juzgarle, por eso quizás en un tiempo más le diría la verdad, cuando su tiempo dentro de aquellas paredes se agotara, pues tenía un deber familiar que cumplir, hacerse esposa quisiera o no de alguien. Si a alguien no deseaba perder, ese alguien era él, por eso las verdades y los rostros reales debían aparecer lo más pronto posible, ella no era de mentir, aunque lo necesitara.
- No lo sé - Musitó rompiendo el silencio cómplice que estaban experimentando - No sé si soy de él, si soy mía o soy del burdel, estoy consiente de una cosa, trabajo aquí por placer, pero ¿qué pasaría si él puede darme todo ese placer que necesito? Entonces todo sería perfecto… Quiero saberme de alguien, quisiera ser de él, pero mis dudas me hacen creer que quizás no lo sea - Se encogió de hombros, luego se giró para encararlo un poco más, para disfrutarle ahí, acomodados en aquella cama deliciosa que no sólo podía servir para dar un excelente servicio.
- François - La mujer hizo memoria. Si, se llevaba con todos en el burdel, pero a veces no tenía tanto trato con algunos, y aunque le costó recordar aquel rostro bonito del portador del nombre, al final se aclaró y le miró de forma cómplice, incluso picara. - Bueno, ¿Y qué sentiste cuando te acostaste con él? ¿Qué sientes cuando piensas en él? - Comentó con una sonrisa llena de suficiencia. - Vale, no es malo acostarse con alguien, al menos no cuando después del acostó dejas de pensar en esa persona, pero parece que sigues pensando en él, pues lo menciones, de todos los clientes lo mencionas ¿Le has preguntado que es lo que espera de ti? ¿Te has preguntado que es lo que esperas de él? Eso es sencillo, la sinceridad entre los cortesanos debe existir simplemente por los riesgos del trabajo, así que deberías plantearte bien el hablar del asunto, claro, si te inquieta - Suspiró, y después le dio un beso juguetón en la punta de su nariz.
Eugénie Florit- Prostituta Clase Alta
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Re: Cuidado con mi chica (Privado)
Lo más curioso del asunto es que Jules no estaba seguro de que en caso de tener una hermana fuese a respetar sus vínculos siempre que ella estuviera de buen ver, así de pervertido se había considerado siempre. ¿No era el sexo una más de tantas cuestiones naturales como comer, dormir o ir al aseo? El cambiaformas no comprendía el pudor de la misma forma que un hombre no podía por más que quisiera imitar el vuelo de las aves. Había nacido así, con ese desparpajo llevado al límite que resulta tan propio de los que nunca han pasado penurias, y además con el aliciente de que debido a su longevidad había tenido muchos años para acomodarse en su actitud y aprender a desarrollarla sin tapujos. Nunca fue un muchacho tímido, pero desde luego tenía más desfachatez ahora que a la tierna edad en la que se marchó de casa. Y pese a eso, pese a la irreverencia perpetua que acompañaba a todos sus actos, con Gènie se sentía diferente. No es que no pudiera desearla si ella se insinuara ante él - ni siquiera tendría que suplicarle demasiado que la hiciera suya para que cumpliera - pero concebía su extraña relación como una más de las cosas que la vida le daba y que estaban bien como estaban, sin trucos ni estratagemas para conquistarla.
Muchos se mostrarían disconformes si la cortesana expresara en voz alta su pensamiento sobre la sensibilidad de su amigo, empezando por la Madame que regentaba su burdel y que tenía a Lombard por un sinvergüenza incorregible. Eran incontables los corazones rotos que había dejado por París sin el menor atisbo de lástima o arrepentimiento, casi podía decirse que disfrutaba de saberse el blanco de las atenciones de tantas damas desdichadas (y de algún que otro caballero). Que fuera precisamente otra ramera la que lo encontrara sensible no hacía sino añadir una ironía más a su amistad, otra de tantas que seguramente era lo que les daba esa chispa especial cuando estaban juntos. No esperaban del destino nada más que lo que ya les había dado, y esa resignación complacida los alejaba mucho del prototipo de puta triste que lamentablemente abundaba en las calles de la gran ciudad. Un buen ejemplo era que estaban compartiendo confidencias sobre terceros en discordia cuando ambos estaban medio desnudos. - No deberías tener miedo, ¿qué es lo peor que puede pasar? Que no sea como esperas y regreses al punto de partida, o sea aquí. Ese hombre no tiene más poder sobre ti que el que tú quieras darle, y si has decidido darle tanto... es porque te importa. - Que todavía no hubiera probado en sus carnes qué era eso que los otros llamaban amor no quería decir que no lo comprendiera, o al menos que no tuviera una idea de lo que se trataba. Había oído y visto muchas parejas de todas las clases y condiciones como para declararse ignorante total en la materia. - Si quieres ser de él no tendrías que cuestionarte nada, pequeña. Son los maravillosos y más locos impulsos los que nos reportan los mayores placeres siempre.
Y hablando de locos impulsos... ¿Qué pasaba con Fran? Ni siquiera podía contestarse a sí mismo, mucho menos a Gènie. Sonrió cuando recibió ese beso en la nariz y miró a los ojos de la mujer mientras tenía cuidado de no lastimarla abrazándola y rozándole las heridas que le había infligido aquel bruto. - La teoría es una cosa y la práctica otra muy distinta. Se supone que ya no pienso en él y que solo somos colegas de profesión. También se supone que yo le voy a dejar tranquilo porque su vida no es asunto mío como no lo es la de nadie más que yo. - Pero eso era una mentira tan enorme que se caía en pedazos, más aún cuando todavía estrechaba a la cortesana en sus brazos porque se preocupaba por ella de forma tan manifiesta como los clientes con los que se acostaba. - Pero lo cierto es que le doy muchas vueltas a ese encuentro y no me lo saco de la cabeza. ¡Es un niño! Pero cuando lo tuve conmigo fue como... no sé, sentí que por primera vez lo que estaba haciendo con mi cuerpo era algo bonito más que instintivo. - Negó con la cabeza, no se creía que estuviera soltando semejante sarta de tonterías. - No voy a hablar con él. Lo mejor será que lo deje correr y vuelva a lo que mejor se me da.
Muchos se mostrarían disconformes si la cortesana expresara en voz alta su pensamiento sobre la sensibilidad de su amigo, empezando por la Madame que regentaba su burdel y que tenía a Lombard por un sinvergüenza incorregible. Eran incontables los corazones rotos que había dejado por París sin el menor atisbo de lástima o arrepentimiento, casi podía decirse que disfrutaba de saberse el blanco de las atenciones de tantas damas desdichadas (y de algún que otro caballero). Que fuera precisamente otra ramera la que lo encontrara sensible no hacía sino añadir una ironía más a su amistad, otra de tantas que seguramente era lo que les daba esa chispa especial cuando estaban juntos. No esperaban del destino nada más que lo que ya les había dado, y esa resignación complacida los alejaba mucho del prototipo de puta triste que lamentablemente abundaba en las calles de la gran ciudad. Un buen ejemplo era que estaban compartiendo confidencias sobre terceros en discordia cuando ambos estaban medio desnudos. - No deberías tener miedo, ¿qué es lo peor que puede pasar? Que no sea como esperas y regreses al punto de partida, o sea aquí. Ese hombre no tiene más poder sobre ti que el que tú quieras darle, y si has decidido darle tanto... es porque te importa. - Que todavía no hubiera probado en sus carnes qué era eso que los otros llamaban amor no quería decir que no lo comprendiera, o al menos que no tuviera una idea de lo que se trataba. Había oído y visto muchas parejas de todas las clases y condiciones como para declararse ignorante total en la materia. - Si quieres ser de él no tendrías que cuestionarte nada, pequeña. Son los maravillosos y más locos impulsos los que nos reportan los mayores placeres siempre.
Y hablando de locos impulsos... ¿Qué pasaba con Fran? Ni siquiera podía contestarse a sí mismo, mucho menos a Gènie. Sonrió cuando recibió ese beso en la nariz y miró a los ojos de la mujer mientras tenía cuidado de no lastimarla abrazándola y rozándole las heridas que le había infligido aquel bruto. - La teoría es una cosa y la práctica otra muy distinta. Se supone que ya no pienso en él y que solo somos colegas de profesión. También se supone que yo le voy a dejar tranquilo porque su vida no es asunto mío como no lo es la de nadie más que yo. - Pero eso era una mentira tan enorme que se caía en pedazos, más aún cuando todavía estrechaba a la cortesana en sus brazos porque se preocupaba por ella de forma tan manifiesta como los clientes con los que se acostaba. - Pero lo cierto es que le doy muchas vueltas a ese encuentro y no me lo saco de la cabeza. ¡Es un niño! Pero cuando lo tuve conmigo fue como... no sé, sentí que por primera vez lo que estaba haciendo con mi cuerpo era algo bonito más que instintivo. - Negó con la cabeza, no se creía que estuviera soltando semejante sarta de tonterías. - No voy a hablar con él. Lo mejor será que lo deje correr y vuelva a lo que mejor se me da.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Cuidado con mi chica (Privado)
Recordó los brazos grandes, largos, musculosos y fuertes de su hermano. Aquellos que siempre le dieron protección, pero mucho cariño, le era mágico poder relacionarlo de esa forma. ¿Cómo era posible que tanta perfección pudiera sentirla con un desconocido? Lo mejor de todo es que ya no lo consideraba como alguien a quien no conociera. Ella tenía muchos sentimientos por ese cambiaformas, cada uno de ellos eran positivos y para nada malintencionados, extraño pero cierto, había una necesidad de pode sentirse cerca de él, en casa no sentía esas sensaciones fraternales tanto como en aquel lugar. La diferencia radicaba que ahí podía contar sus deseos más profundos, que le conocían tal cual era, y mejor aún, le aceptaban sin juzgar. Antes de llegar a ese burdel había estado en otro donde los trabajadores y los dueños se atacaban unos contra otros para poder sacar los mejores clientes y las mejores ganancias, en un principio le había sufrido un poco, pero con el pasar del tiempo escapó buscando un lugar mejor, y llegó ahí, se encontró con él y ahora podía sonreír aunque fuera por las noches.
- Me haces bien - Comentó con un tono de voz muy bajo, sin poder evitar estrecharlo con más fuerza en aquel abrazo. Le acarició la espalda con mucha suavidad, como si el que hubiera sufrido de algún maltrato físico habría sido otro y no ella. Cerró los ojos muy contenta por experimentar esas sensaciones, ella estaba muy agradecida con su amigo. - Deberías dejar de ser tan patán con el mundo para que pueda ver lo que yo veo de ti, y experimentarlo - Soltó una carcajada que pronto se volvió una mueca de dolor por la fuerza que se ejerce en las costillas. Malditos golpes la estaban haciendo sentir peor, encima su cuerpo ya estaba casi frío por completo. Eso no ayudaba para nada. - Aunque pensándolo bien, mejor así, puedo sentirme egoísta por unos momentos, y eso no le hace daño a nadie - Bromeó y movió su rostro para tomarle del mentón, le miraba de forma directa a los ojos. Esos bonitos ojos que podían decir más que mil palabras.
- ¿No es gracioso? A los dos nos tachan de indiferente en el tema del amor, o incluso de algunas relaciones amistosas con el resto, y de vernos en ésta situación estarían burlándose o incluso aplaudiendo - En el burdel, muchas de las personas creían que la indiferencia de aquel par de amigos solo se trataba por el ambiente que estaban acostumbrados a tener en aquel lugar, muchos se querían acercar, y por parte de Eugénie eso no era problema, no se consideraba una mujer de mente cerrada, pero no se trataba de la misma intimidad que tenía con Jules, extraño pero cierto. - Los dos matándonos la cabeza por cuestión de alguien ajeno, la verdad nunca te imaginé de esa manera, con esos se supone - Le sacó la lengua de forma juguetona, luego lentamente se movió, intentando ponerse de pie, descubrió que esa nueva posición le relajaba el dolor de las costillas y que podía respirar de mejor forma.
- Quizás ese es nuestro problema, es que lo pensamos demasiado en vez de disfrutar las cosas que pueden acontecer ¿no lo crees? - Se recargó en una de las paredes, no en la que estaba llena de antifaces que había utilizado en cada noche de copulación, sino una libre, avanzó a pasó lento para servir dos copas del mejor alcohol que tenía. - ¿Y por qué no brindar por ellos, y por nosotros? - Comentó con una sonrisa cómplice, amplia, de esas que se vuelven picaras cuando está en mejor estado, pero su propósito es ese, sentirse, verse y mostrarse de mejor forma.
- Me haces bien - Comentó con un tono de voz muy bajo, sin poder evitar estrecharlo con más fuerza en aquel abrazo. Le acarició la espalda con mucha suavidad, como si el que hubiera sufrido de algún maltrato físico habría sido otro y no ella. Cerró los ojos muy contenta por experimentar esas sensaciones, ella estaba muy agradecida con su amigo. - Deberías dejar de ser tan patán con el mundo para que pueda ver lo que yo veo de ti, y experimentarlo - Soltó una carcajada que pronto se volvió una mueca de dolor por la fuerza que se ejerce en las costillas. Malditos golpes la estaban haciendo sentir peor, encima su cuerpo ya estaba casi frío por completo. Eso no ayudaba para nada. - Aunque pensándolo bien, mejor así, puedo sentirme egoísta por unos momentos, y eso no le hace daño a nadie - Bromeó y movió su rostro para tomarle del mentón, le miraba de forma directa a los ojos. Esos bonitos ojos que podían decir más que mil palabras.
- ¿No es gracioso? A los dos nos tachan de indiferente en el tema del amor, o incluso de algunas relaciones amistosas con el resto, y de vernos en ésta situación estarían burlándose o incluso aplaudiendo - En el burdel, muchas de las personas creían que la indiferencia de aquel par de amigos solo se trataba por el ambiente que estaban acostumbrados a tener en aquel lugar, muchos se querían acercar, y por parte de Eugénie eso no era problema, no se consideraba una mujer de mente cerrada, pero no se trataba de la misma intimidad que tenía con Jules, extraño pero cierto. - Los dos matándonos la cabeza por cuestión de alguien ajeno, la verdad nunca te imaginé de esa manera, con esos se supone - Le sacó la lengua de forma juguetona, luego lentamente se movió, intentando ponerse de pie, descubrió que esa nueva posición le relajaba el dolor de las costillas y que podía respirar de mejor forma.
- Quizás ese es nuestro problema, es que lo pensamos demasiado en vez de disfrutar las cosas que pueden acontecer ¿no lo crees? - Se recargó en una de las paredes, no en la que estaba llena de antifaces que había utilizado en cada noche de copulación, sino una libre, avanzó a pasó lento para servir dos copas del mejor alcohol que tenía. - ¿Y por qué no brindar por ellos, y por nosotros? - Comentó con una sonrisa cómplice, amplia, de esas que se vuelven picaras cuando está en mejor estado, pero su propósito es ese, sentirse, verse y mostrarse de mejor forma.
Eugénie Florit- Prostituta Clase Alta
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Re: Cuidado con mi chica (Privado)
Desconocía las razones por las que Eugénie acudía cada noche a aquel tugurio escondida tras su máscara siendo, como resultaba evidente por sus modales, una dama que no necesitaba en absoluto el dinero para sobrevivir. Era fácil identificar de un solo vistazo a todas las putas resignadas que trataban de remendar diez veces la misma media para que les alcanzara el mísero sueldo que conseguían vendiendo su cuerpo para alimentar a sus hijos, y desde luego distaban mucho de la amiga a la que Jules había llegado a considerar casi como de la familia. No, ellos dos compartían el pecado original, nacieron pervertidos y la lujuria les corría por las venas en vez de sangre. Pudiendo haber escogido una existencia cómoda entre la flor y la nata de la sociedad francesa habían optado libremente por entregarse continuamente a esa vorágine de placer y peligro que era la profesión más antigua del mundo, en la que tan pronto podía uno encontrar el éxtasis más apetecible entre los brazos de un amante desconocido como ser brutalmente golpeado como le había ocurrido a la morena. Jules estaba más protegido frente a eso por dos razones importantes: la primera que era hombre y la segunda que no tenía una constitución frágil ni enclenque. Pese a que sus transformaciones fuesen en roedores que tenían muy poco de fieros la simple naturaleza de su genética le dotaba de capacidades físicas superiores a las de los humanos. Muy pocos que no fueran de su raza o vampiros podrían ganarle en un cuerpo a cuerpo y de eso se valía para imponer su voluntad cada vez que estando en la cama alguien intentaba someterlo o dominarlo. No era en ese sentido un cortesano a la usanza: sus sábanas eran sus normas y en su lecho se hacía únicamente lo que él consentía y quería ofrecer.
Génie en cambio parecía delicada con esos ojos azules y su nívea tez tan suave y perfumada para recibir a los caballeros en su seno exquisito. Los que gozaban de tal privilegio deberían tomarlo como lo que era, una fortuna, en lugar de atreverse a maltratarla como a cualquier mujerzuela vulgar. Y no es que Lombard estuviera a favor de emplear la violencia en cualquiera de sus formas, un comportamiento que se le antojaba del todo inexcusable, pero reconocía que había personas a las que sus padres jamás habían enseñado educación y con las que era muy tentador acabar a empujones o a patadas. Su amiga no era nada de eso. La besó en un hombro y se le escapó una carcajada cuando ella, con todo el descaro del mundo, le dijo que era un patán. - Preciosa, mi ángel, mi reina, mi vida. - Soltó una sarta de cumplidos uno tras otro como siempre que quería bromear como respuesta a sus insultos o sus pullas. Sí, los dos se conocían ya demasiado como para andarse con secretos. - ¿Yo, pensar demasiado? - Contestó con sorna mientras la veía levantarse.
La siguió con la vista por la habitación y se grabó en la retina todos y cada uno de los moretones y arañazos que ese bruto le había dejado marcados y que el cambiaformas pensaba hacerle pagar en cuanto tuviera ocasión. No, el problema de Jules no era exactamente que le diera muchas vueltas al seso sino que le daba demasiado pocas. Si discurriera por los senderos de la razón estaría ejerciendo de abogado en Marsella junto a su familia, pero entonces nunca la habría conocido a ella... ni a François. Ese chico sin memoria ni recuerdos, qué cosa, y precisamente era él el que había ido a distinguirse entre todas las demás piernas que había abierto a lo largo de su vida. Se levantó de la cama y se ajustó el cordón que anudaba sus calzas, no quería que se le cayeran mientras caminaba aunque tampoco es que Génie se fuera a escandalizar. Aceptó la copa pero antes de beber le dio un beso corto en los labios, un gesto mucho más fraternal que erótico. - Sobre todo por nosotros dos: por la mejor puta de toda Francia... y por ti también. - Le guiñó un ojo divertido por su propio chiste y luego tomó un sorbo.
Génie en cambio parecía delicada con esos ojos azules y su nívea tez tan suave y perfumada para recibir a los caballeros en su seno exquisito. Los que gozaban de tal privilegio deberían tomarlo como lo que era, una fortuna, en lugar de atreverse a maltratarla como a cualquier mujerzuela vulgar. Y no es que Lombard estuviera a favor de emplear la violencia en cualquiera de sus formas, un comportamiento que se le antojaba del todo inexcusable, pero reconocía que había personas a las que sus padres jamás habían enseñado educación y con las que era muy tentador acabar a empujones o a patadas. Su amiga no era nada de eso. La besó en un hombro y se le escapó una carcajada cuando ella, con todo el descaro del mundo, le dijo que era un patán. - Preciosa, mi ángel, mi reina, mi vida. - Soltó una sarta de cumplidos uno tras otro como siempre que quería bromear como respuesta a sus insultos o sus pullas. Sí, los dos se conocían ya demasiado como para andarse con secretos. - ¿Yo, pensar demasiado? - Contestó con sorna mientras la veía levantarse.
La siguió con la vista por la habitación y se grabó en la retina todos y cada uno de los moretones y arañazos que ese bruto le había dejado marcados y que el cambiaformas pensaba hacerle pagar en cuanto tuviera ocasión. No, el problema de Jules no era exactamente que le diera muchas vueltas al seso sino que le daba demasiado pocas. Si discurriera por los senderos de la razón estaría ejerciendo de abogado en Marsella junto a su familia, pero entonces nunca la habría conocido a ella... ni a François. Ese chico sin memoria ni recuerdos, qué cosa, y precisamente era él el que había ido a distinguirse entre todas las demás piernas que había abierto a lo largo de su vida. Se levantó de la cama y se ajustó el cordón que anudaba sus calzas, no quería que se le cayeran mientras caminaba aunque tampoco es que Génie se fuera a escandalizar. Aceptó la copa pero antes de beber le dio un beso corto en los labios, un gesto mucho más fraternal que erótico. - Sobre todo por nosotros dos: por la mejor puta de toda Francia... y por ti también. - Le guiñó un ojo divertido por su propio chiste y luego tomó un sorbo.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Cuidado con mi chica (Privado)
Las palabras masculinas le hicieron sonreír de forma inevitable, sus labios rosáceos parecían incluso tener más brillo de lo normal, quizás era el efecto de la vela con el relamido de los mismos gracias a su lengua. Sabía que bromeaba, pero también que cada palabra se la podría decir en serio. Jules tenía ese poder especial, uno que podía ejercer o modificar los cambios de animo de la muchacha. Para bien o para mal. Se se sentía tan afortunada de tenerlo, que siempre estaba de buen humor a lado del joven. ¿Cómo no hacerlo? Siempre se llegaba a preguntar por qué habían llegado a acercarse tanto, de que manera coincidieron tanto, o que puntos les hicieron acercarse. Si bien, no era la chica más católica dadas sus practicas sexuales, al menos le habían educado para creer en un ser supremo. Si Dios existía entonces la quería mucho, pues le había otorgado bendiciones con un nombre, cuerpo, y órgano sexual de hombre. Su bendición, eso era su amigo. ¡Su mejor amigo! ¿Eso era? Pero entonces toda creencia que había mantenido hasta la fecha se borracha. La mujer creía que los hombres y las mujeres no podían formar una amistad, pues si se podían ir a la cama, follar hasta el cansancio, entonces ¿cómo era posible acercarse tanto? Era un buen momento para cambiar de pensamientos, para reformar toda creencia y darse cuenta que la amistad si existía. Aunque claro, al cambiante claro que se lo follaría, pero no esa noche, no en ese momento.
- Para, que de tanto halago terminaré pavoneándome por el burdel diciendo que soy la consentida de la puta mayor - Correspondió la sonrisa, y también el gesto del guiño en el ojo. Aunque era más que sabido que Eugénie era la predilecta del cambiante, jamás se había encargado de hacerles sentir verdadera envidia a las demás mujeres. ¿Dirán por qué envidia estando en un burdel? Es más aun la sensación de necesidad de conseguir a alguien que las valore, pero sobre todo que las proteja de cualquier altercado, o al menos que les envuelva en un abrazo. La cortesana del antifaz no solo era afortunada por su fortuna, esa que dejaba escondida cuando salía de casa y se adentraba a ese lugar, más bien por todo lo que conseguía con su carisma, todas esas personas que estaban para ella, por ella; dejó un beso de nuevo casto en sus labios, alzó la copa, le miró con complicidad, y entonces bebió hasta el fondo, sin dejar si quiera una gota pues su lengua se encargó de llevarse el último chorro del liquido. - ¿Quién te dice que eres el mejor? ¿Acaso François? Uy si, seguramente él y por eso lo has creído - Meneó una de sus cejas de arriba hacía abajo, eso había sido un golpe bajo, pero no con el afán de molestarlo, más bien de hacerle reír, porque incluso en las desgracias se podía.
- Gracias por venir a mi encuentro - Mencionó sin perder detalle de aquella mirada. Se giró solo para servirse más de aquel preciado liquido caro, pues ella siempre pedía lo mejor entre lo mejor. Calidad en las bebidas. Un buen paladar, uno verdaderamente consentido terminar por consentir a quien lo mima. Aunque en ese caso no se fuera a hacer nada. - Jules… Yo quisiera, necesito saber, ¿cambiaría algo si mi rostro fuera expuesto ante ti? No lo sé, me cuesta decirlo con exactitud, pero creo que sin ayuda no podré llegar a casa, la verdad no deseo una aparte de la tuya, no deseo ir con nadie más que contigo… Pero es evidente que tengo que cambiarme como es debido para ir a mi casa, y también que tendría que sacarme el antifaz - Tragó saliva - No aquí, por supuesto, en mis propiedades - Se aclaró de nueva cuenta la garganta. Sus piernas ya no permanecerían más tiempo sosteniendo el peso de su cuerpo. Le abrazó por el cuello cuando se sintió caer, él la sostendría, no le dejaría caer. Se sentía segura en sus brazos. ¿De que otra manera podría demostrarlo?
- Para, que de tanto halago terminaré pavoneándome por el burdel diciendo que soy la consentida de la puta mayor - Correspondió la sonrisa, y también el gesto del guiño en el ojo. Aunque era más que sabido que Eugénie era la predilecta del cambiante, jamás se había encargado de hacerles sentir verdadera envidia a las demás mujeres. ¿Dirán por qué envidia estando en un burdel? Es más aun la sensación de necesidad de conseguir a alguien que las valore, pero sobre todo que las proteja de cualquier altercado, o al menos que les envuelva en un abrazo. La cortesana del antifaz no solo era afortunada por su fortuna, esa que dejaba escondida cuando salía de casa y se adentraba a ese lugar, más bien por todo lo que conseguía con su carisma, todas esas personas que estaban para ella, por ella; dejó un beso de nuevo casto en sus labios, alzó la copa, le miró con complicidad, y entonces bebió hasta el fondo, sin dejar si quiera una gota pues su lengua se encargó de llevarse el último chorro del liquido. - ¿Quién te dice que eres el mejor? ¿Acaso François? Uy si, seguramente él y por eso lo has creído - Meneó una de sus cejas de arriba hacía abajo, eso había sido un golpe bajo, pero no con el afán de molestarlo, más bien de hacerle reír, porque incluso en las desgracias se podía.
- Gracias por venir a mi encuentro - Mencionó sin perder detalle de aquella mirada. Se giró solo para servirse más de aquel preciado liquido caro, pues ella siempre pedía lo mejor entre lo mejor. Calidad en las bebidas. Un buen paladar, uno verdaderamente consentido terminar por consentir a quien lo mima. Aunque en ese caso no se fuera a hacer nada. - Jules… Yo quisiera, necesito saber, ¿cambiaría algo si mi rostro fuera expuesto ante ti? No lo sé, me cuesta decirlo con exactitud, pero creo que sin ayuda no podré llegar a casa, la verdad no deseo una aparte de la tuya, no deseo ir con nadie más que contigo… Pero es evidente que tengo que cambiarme como es debido para ir a mi casa, y también que tendría que sacarme el antifaz - Tragó saliva - No aquí, por supuesto, en mis propiedades - Se aclaró de nueva cuenta la garganta. Sus piernas ya no permanecerían más tiempo sosteniendo el peso de su cuerpo. Le abrazó por el cuello cuando se sintió caer, él la sostendría, no le dejaría caer. Se sentía segura en sus brazos. ¿De que otra manera podría demostrarlo?
Eugénie Florit- Prostituta Clase Alta
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Re: Cuidado con mi chica (Privado)
Él también sacaba algo bueno de su amistad con Gènie, aunque no se hubiera acercado a ella en primera instancia para obtener beneficios. La Madame del burdel tenía en gran estima a la cortesana del antifaz porque era, junto a otro par de muchachas, las mujeres que más clientes fieles conseguían y que mantenían el negocio a flote cómodamente para su patrona. Jules no podía quejarse tampoco de estar poco solicitado pero los hombres que acudían buscando compañía masculina seguían siendo un número mucho menor que los heterosexuales típicos y aburridos de sus matrimonios. Gènie significaba más ganancias que Jules para la jefa, y también uno de los muchos motivos por los que a pesar de toda su inconstancia para con el horario laboral no lo despedía nunca. Podría decirse pues que ambos se protegían mutuamente a su forma. Sonrió cuando ella insinuó que François había quedado satisfecho con su único encuentro. - No le he dado mucho para recordar. - Comentó, y por un doble motivo: el primero que solo lo había tenido en la cama una vez y el segundo que el chico no se acordaría de nada ni aunque lo hicieran todas las noches.
Dejó su copa vacía sobre el mueble en el que la cortesana tenía su escueta vajilla y suspiró, estaba cansado y no pensaba trabajar más ese día. Así era como el cambiaformas decidía cuándo comenzaba y acababa su jornada de servicios: abruptamente y en base a su capricho. Era normal que la Madame estuviera harta de su estampa. Contempló el perfil de su amiga mientras se volteaba para servirse otra copa y se dijo una vez más que entendía perfectamente por qué los hombres la querían. Su melena oscura caía brillante y perfectamente cuidada por su espalda y su piel era blanca como la leche e igual de suave que el lomo de un gatito. Para más inri el antifaz añadía misterio, pero él no lo necesitaba porque quería a esa muchacha por lo que era y no por lo que escondía. - Te llevaré a casa, pequeña. - No podía contener su excitación ante la perspectiva de verle el rostro descubierto. ¿Cuánto tiempo se llevaban ya conociendo? Y en todos esos años ni siquiera había llegado a vislumbrar de reojo la cara de Gènie sin la máscara. No tuvo ocasión de decir mucho más porque ella pareció desfallecer de pronto, y Jules la sostuvo entre sus brazos y la llevó a la cama otra vez. - Tiene que verte un médico, pero no aquí. El que viene al burdel es asqueroso. - Arrugó la nariz. - Mejor en tu casa, tu familia podrá costearte uno mejor. Te llevaré allí si me prometes que te dejarás visitar. - Le apartó el cabello de la frente y miró con reprobación las marcas que el cliente de antes le había dejado en la piel.
Dejó su copa vacía sobre el mueble en el que la cortesana tenía su escueta vajilla y suspiró, estaba cansado y no pensaba trabajar más ese día. Así era como el cambiaformas decidía cuándo comenzaba y acababa su jornada de servicios: abruptamente y en base a su capricho. Era normal que la Madame estuviera harta de su estampa. Contempló el perfil de su amiga mientras se volteaba para servirse otra copa y se dijo una vez más que entendía perfectamente por qué los hombres la querían. Su melena oscura caía brillante y perfectamente cuidada por su espalda y su piel era blanca como la leche e igual de suave que el lomo de un gatito. Para más inri el antifaz añadía misterio, pero él no lo necesitaba porque quería a esa muchacha por lo que era y no por lo que escondía. - Te llevaré a casa, pequeña. - No podía contener su excitación ante la perspectiva de verle el rostro descubierto. ¿Cuánto tiempo se llevaban ya conociendo? Y en todos esos años ni siquiera había llegado a vislumbrar de reojo la cara de Gènie sin la máscara. No tuvo ocasión de decir mucho más porque ella pareció desfallecer de pronto, y Jules la sostuvo entre sus brazos y la llevó a la cama otra vez. - Tiene que verte un médico, pero no aquí. El que viene al burdel es asqueroso. - Arrugó la nariz. - Mejor en tu casa, tu familia podrá costearte uno mejor. Te llevaré allí si me prometes que te dejarás visitar. - Le apartó el cabello de la frente y miró con reprobación las marcas que el cliente de antes le había dejado en la piel.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Cuidado con mi chica (Privado)
¿Para qué mentía? Era cierto, ella necesitaba de un amigo que supiera de su doble vida, alguien de confianza que no le juzgara por lo que hacía, de sobra sabía que esa persona se encontraba frente a sus narices, pero también le costaba trabajo aceptarlo, ¿Por qué? La idea de quitarse el antifaz era como desnudar su alma, aunque irónicamente ella ya lo había hecho un par de veces al joven que tenía delante. Daba igual, el chiste era que aquella noche le mostraría más que ella de lo que le había mostrado a cualquiera, no es que se sintiera su amigo afortunado por ser el primero, pero al menos se sentía segura para desnudarse de tal forma; la cortesana sonrió envuelta en los brazos de su amigo, aquello le hizo recordar los abrazos protectores de su hermano mayor. No importaba que no tuvieran la misma sangre, o a medias como quisieran llamarle, para ella más que eso. Hacer una comparación entre Jules y ese hombre era sin duda algo bueno, porque quería decir que el cambiaformas era un ser más que importante en su existencia.
– Está bien, sé mentir bien a mis padres cuando me quiero salir con la mía, así que les diré que regresando de las clases de música me he caído, y un animal me ha lastimado, estoy segura que se lo tragan, de hecho han salido fuera, por lo que no tendremos problemas, y en cuanto a ti, tienes la cara, el porte, el tamaño y la mirada de alguien de la realeza – Le guiñó un ojo divertida – Así que diremos nos conocemos debido a eso, a las clases de música – Ella solía ir a cantar algunas veces porque se lo pedían, un buen pretexto siempre se tendría, las mentiras ayudan cuando eran para salvar el pellejo.
Fue así como la joven terminó de vestirse, dejó que su amigo lo hiciera, y pasó una cuota extra a Tania, la madame encargada del lugar para que les dejara salir sin ponerles problema a alguno de los dos, para la cortesana del antifaz salía sobrando el dinero; de esa forma se subieron a su carruaje especial; en el trayecto estuvieron en silencio, de hecho la joven se quedó dormida debido al cansancio y dolor de los golpes. Cuando el medio de transporte se detuvo sintió una dulce sacudida: ya se encontraban en casa.
– Bienvenido, Jules – Musitó bajando del carruaje con cuidado, sin apartarse demasiado de él. Le indicó por donde escurrirse para no ser vistos, la servidumbre se encontraba ya descansando, seguramente su hermano menor los había mandado a dormir, daba igual, con su ayuda ambos se adentraron a su morada, y le siguió indicando el camino hasta su habitación – ¿Creías que te dejaría fuera? – Negó decepcionada. – Ahora sabrás mi secreto – Sonrió, movió las manos hacía atrás y tirando de uno de los cordones el antifaz cayó al suelo dejando ver su rostro que por obra divina no estaba lastimado.
– Está bien, sé mentir bien a mis padres cuando me quiero salir con la mía, así que les diré que regresando de las clases de música me he caído, y un animal me ha lastimado, estoy segura que se lo tragan, de hecho han salido fuera, por lo que no tendremos problemas, y en cuanto a ti, tienes la cara, el porte, el tamaño y la mirada de alguien de la realeza – Le guiñó un ojo divertida – Así que diremos nos conocemos debido a eso, a las clases de música – Ella solía ir a cantar algunas veces porque se lo pedían, un buen pretexto siempre se tendría, las mentiras ayudan cuando eran para salvar el pellejo.
Fue así como la joven terminó de vestirse, dejó que su amigo lo hiciera, y pasó una cuota extra a Tania, la madame encargada del lugar para que les dejara salir sin ponerles problema a alguno de los dos, para la cortesana del antifaz salía sobrando el dinero; de esa forma se subieron a su carruaje especial; en el trayecto estuvieron en silencio, de hecho la joven se quedó dormida debido al cansancio y dolor de los golpes. Cuando el medio de transporte se detuvo sintió una dulce sacudida: ya se encontraban en casa.
– Bienvenido, Jules – Musitó bajando del carruaje con cuidado, sin apartarse demasiado de él. Le indicó por donde escurrirse para no ser vistos, la servidumbre se encontraba ya descansando, seguramente su hermano menor los había mandado a dormir, daba igual, con su ayuda ambos se adentraron a su morada, y le siguió indicando el camino hasta su habitación – ¿Creías que te dejaría fuera? – Negó decepcionada. – Ahora sabrás mi secreto – Sonrió, movió las manos hacía atrás y tirando de uno de los cordones el antifaz cayó al suelo dejando ver su rostro que por obra divina no estaba lastimado.
Eugénie Florit- Prostituta Clase Alta
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Re: Cuidado con mi chica (Privado)
Gènie tenía suerte de que sus padres se fueran a creer eso porque era una excusa malísima, pero mucha gente estaba ciega cuando se trataba de su niñita y además, en el caso de Florit, la verdad sonaba mucho más surrealista incluso que la mentira del animal. ¿No era en cierto modo verdad? Un animal le había hecho esas heridas, sí, aunque no una bestia como las que los humanos acostumbraban a ver vagar por sus calles a la luz del día. Nada de perros ni gatos, sino algo mucho peor... - Me pido tocar el violín. - Se apuntó en seguida, con esa voz traviesa que pegaba tan poco con alguien ya de su edad pero que curiosamente casaba a la perfección con su rostro de expresión pícara y todos sus ademanes. Jules era un niño grande y Gènie lo sabía, y si a pesar de eso lo había escogido para tener el honor de verla sin máscara era porque le gustaba. Lombard le estaba más agradecido por ello de lo que podría expresar, así que no era necesario que la morena le pidiera que le guardase el secreto. Antes moriría que traicionar a una de las únicas dos personas a las que podía afirmar que amaba desde que llegó a París, y de eso hacía ya cuarenta años.
Al subir al carruaje le pasó un brazo por los hombros y trató de que se acomodara sobre su pecho lo mejor que pudiera, de lo contrario los vaivenes del vehículo le harían daño en las magulladuras. Debió de resultar porque la pobre se durmió en el acto, y el cambiaformas veló su sueño hasta que llegaron a la casa. Le sorprendió no encontrar ni un criado esperando, pero a lo mejor Génie había empleado el mismo método para salir antes sin ser vista y todos la creían en sus aposentos. De cualquier forma llegaron a ellos sin ser importunados y una vez allí quedó patente en seguida las diferencias de los mundos de donde ambos provenían. Qué poco se parecía aquella estancia a la habitación alquilada de Jules... Para empezar el lecho parecía cómodo y suave como el plumón de un polluelo. El rubio miró a su alrededor algo cohibido, y eso que conseguir que se callase era normalmente misión imposible. Cuando al fin volvió a encontrar su voz y se volvió para dirigirle a su amiga algún cumplido por la decoración vio que ella se estaba quitando el antifaz. Contuvo la respiración un instante y entonces... - Eugénie. - Le dijo con solemnidad, con una voz baja que tenía por finalidad no despertar a los demás ocupantes de aquel hogar. - Es usted la mujer más preciosa que he visto en toda mi vida. - Avanzó dos pasos y le cogió las manos entre las suyas, acunando la blanca piel de sus dedos como un tesoro. Comprendía lo difícil que era para la muchacha exponerse de aquel modo. - Si tuviera que casarme te juro que te escogería a ti. - Le sonrió con complicidad, aunque los dos sabían que eso los llevaría a un matrimonio cordial y cariñoso en el que, sin embargo, siempre les faltaría la pasión. Su amor era de otra clase.
Le acarició una mejilla con una de sus manos y la dejó un instante apoyada allí, sobre su piel, mientras tomaba una decisión. - Yo también tengo algo que mostrarte. - Se atrevió al fin. - Espero que no seas de las que chillan. - Sin dar más explicaciones se alejó unos pasos y le pidió que se diera la vuelta. Sus transformaciones no eran dolorosas pero sí desagradables de ver, porque entre el hombre y el ratón había muchos estados intermedios donde su columna se encorvaba y encogía, sus uñas comenzaban a crecer y le salía pelo en la cara. No, realmente los pasos no eran bonitos, aunque no se podía decir lo mismo del resultado final: el ratoncillo de campo se escabulló entre las ropas de Jules - que habían quedado tiradas en el piso - y subió a la cama. Allí dio un gritito agudo y breve para que la chica se girase. Esperaba de todo corazón que atara los cabos rápidamente y no fuera a buscar una escoba para matarlo a golpes.
FdR. ¿Qué te voy a decir? No tengo perdón ;O; Los estudios me absorben demasiado pero te quiero :001:
Al subir al carruaje le pasó un brazo por los hombros y trató de que se acomodara sobre su pecho lo mejor que pudiera, de lo contrario los vaivenes del vehículo le harían daño en las magulladuras. Debió de resultar porque la pobre se durmió en el acto, y el cambiaformas veló su sueño hasta que llegaron a la casa. Le sorprendió no encontrar ni un criado esperando, pero a lo mejor Génie había empleado el mismo método para salir antes sin ser vista y todos la creían en sus aposentos. De cualquier forma llegaron a ellos sin ser importunados y una vez allí quedó patente en seguida las diferencias de los mundos de donde ambos provenían. Qué poco se parecía aquella estancia a la habitación alquilada de Jules... Para empezar el lecho parecía cómodo y suave como el plumón de un polluelo. El rubio miró a su alrededor algo cohibido, y eso que conseguir que se callase era normalmente misión imposible. Cuando al fin volvió a encontrar su voz y se volvió para dirigirle a su amiga algún cumplido por la decoración vio que ella se estaba quitando el antifaz. Contuvo la respiración un instante y entonces... - Eugénie. - Le dijo con solemnidad, con una voz baja que tenía por finalidad no despertar a los demás ocupantes de aquel hogar. - Es usted la mujer más preciosa que he visto en toda mi vida. - Avanzó dos pasos y le cogió las manos entre las suyas, acunando la blanca piel de sus dedos como un tesoro. Comprendía lo difícil que era para la muchacha exponerse de aquel modo. - Si tuviera que casarme te juro que te escogería a ti. - Le sonrió con complicidad, aunque los dos sabían que eso los llevaría a un matrimonio cordial y cariñoso en el que, sin embargo, siempre les faltaría la pasión. Su amor era de otra clase.
Le acarició una mejilla con una de sus manos y la dejó un instante apoyada allí, sobre su piel, mientras tomaba una decisión. - Yo también tengo algo que mostrarte. - Se atrevió al fin. - Espero que no seas de las que chillan. - Sin dar más explicaciones se alejó unos pasos y le pidió que se diera la vuelta. Sus transformaciones no eran dolorosas pero sí desagradables de ver, porque entre el hombre y el ratón había muchos estados intermedios donde su columna se encorvaba y encogía, sus uñas comenzaban a crecer y le salía pelo en la cara. No, realmente los pasos no eran bonitos, aunque no se podía decir lo mismo del resultado final: el ratoncillo de campo se escabulló entre las ropas de Jules - que habían quedado tiradas en el piso - y subió a la cama. Allí dio un gritito agudo y breve para que la chica se girase. Esperaba de todo corazón que atara los cabos rápidamente y no fuera a buscar una escoba para matarlo a golpes.
FdR. ¿Qué te voy a decir? No tengo perdón ;O; Los estudios me absorben demasiado pero te quiero :001:
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Cuidado con mi chica (Privado)
- Esto cuesta demasiado - Se sinceró consigo misma, en su cabeza aquello se repetía una y otra vez, sin embargo, ni siquiera dudaba en que él fuera a sacar provecho al respecto. La joven Florit confiaba plenamente en él, incluso era capaz de poner su vida en sus manos, solo bastaba con notar como dejó que sólo él la cuidara, nadie más que él, incluso la forma en que se durmió rumbo a su hogar. Jules se trataba, siempre se trataría de una de sus personas importantes, especiales, lo amaba como a nadie, como nunca, pero no de esa forma carnal. - ¿Por qué tiemblo entonces al decirle la verdad a quien todo sabe pero nada había visto? - Lo miraba a los ojos profundamente, su cuerpo tembló por cada suspiro dado, no va a desfallecer porque es fuerte, pero en su interior existe un colapso nervioso que le impide hablar. - ¿Por qué lo hice? - No, no es que se arrepintiera, pero la duda no la dejaba en paz, se limitó a sonreír al notar la reacción ajena. ¡Que complicado! ¡Que maravilloso al mismo tiempo!
¿Preciosa? ¿Cuántas veces le habían dicho de esa manera? Muchas, sin embargo era la vez más sincera. La cortesana de corta edad había ya vivido muchas situaciones, besado infinidad de bocas, dejado que entrara en su cuerpo demasiadas pollas, pero con todo y eso, siempre parecía su primera vez en muchas situaciones con él; lo abrazo con brevedad porque su cuerpo aún le dolía, de igual forma hizo el gesto porque su cuerpo y corazón se lo pedían. Contar su verdad de manera tan abierta le hacía feliz, la mujer más feliz, ¡él le hacía feliz!
- Pero Jules, eres une exagerado - Por fin rompió el hielo.
La cortesana se acomodó en la cama observando al hombre frente a ella, pero solo por unos instantes, ya que obedeció, pero en vez de darse la vuelta cerró los ojos con fuerza. Contó hasta diez, cuando deseó voltear a ver al joven algo interrumpió su concentración, volteó a ver a la cama, sus ojos se entornaron y entonces se comenzó a carcajear estirando las manos para tomar al roedor. Lo colocó frente a su rostro, estiró su mano libre para acariciar la cabeza pequeña del animal, movió su cuerpo para recostarse en la cama, colocó al animalito en la cama ajena.
- Siempre supe que tenías un secreto tan grande como él mío, sin embargo el tuyo es doblemente fascinante, espero que lo veas - Miraba hacía el techo porque el cansancio era grande, porque el dolor se volvía insoportable ya que su cuerpo se enfriaba - ¿Creías que yo no iba a poder soportarlo? - Arqueó una ceja. En realidad se sentía ridícula hablándole a un animal, la diferencia radicaba en que estaba consiente que si podía entenderle su acompañante - Es tan tranquilizante poder no guardar este secreto sola, ¿es lo mismo para ti? - Preguntó insistente, esperando a que dijera o le hiciera darse cuenta de algo.
¿Preciosa? ¿Cuántas veces le habían dicho de esa manera? Muchas, sin embargo era la vez más sincera. La cortesana de corta edad había ya vivido muchas situaciones, besado infinidad de bocas, dejado que entrara en su cuerpo demasiadas pollas, pero con todo y eso, siempre parecía su primera vez en muchas situaciones con él; lo abrazo con brevedad porque su cuerpo aún le dolía, de igual forma hizo el gesto porque su cuerpo y corazón se lo pedían. Contar su verdad de manera tan abierta le hacía feliz, la mujer más feliz, ¡él le hacía feliz!
- Pero Jules, eres une exagerado - Por fin rompió el hielo.
La cortesana se acomodó en la cama observando al hombre frente a ella, pero solo por unos instantes, ya que obedeció, pero en vez de darse la vuelta cerró los ojos con fuerza. Contó hasta diez, cuando deseó voltear a ver al joven algo interrumpió su concentración, volteó a ver a la cama, sus ojos se entornaron y entonces se comenzó a carcajear estirando las manos para tomar al roedor. Lo colocó frente a su rostro, estiró su mano libre para acariciar la cabeza pequeña del animal, movió su cuerpo para recostarse en la cama, colocó al animalito en la cama ajena.
- Siempre supe que tenías un secreto tan grande como él mío, sin embargo el tuyo es doblemente fascinante, espero que lo veas - Miraba hacía el techo porque el cansancio era grande, porque el dolor se volvía insoportable ya que su cuerpo se enfriaba - ¿Creías que yo no iba a poder soportarlo? - Arqueó una ceja. En realidad se sentía ridícula hablándole a un animal, la diferencia radicaba en que estaba consiente que si podía entenderle su acompañante - Es tan tranquilizante poder no guardar este secreto sola, ¿es lo mismo para ti? - Preguntó insistente, esperando a que dijera o le hiciera darse cuenta de algo.
Eugénie Florit- Prostituta Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/08/2011
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Re: Cuidado con mi chica (Privado)
Le importaba tres cominos los que le hubieran enseñado sus abuelos cuando era pequeño: las meretrices podían ser personas de gran corazón. Ser de una familia acomodada tenía sus ventajas, y muy importantes, como que nunca le había faltado el pan o buenos maestros encargados de su educación; no obstante al escaparse e instalarse por su cuenta en París Jules había aprendido que la calle te enseñaba muchas cosas que de otro modo era imposible conocer. Si no se hubiera fugado jamás habría conocido a Génie, que pese a ser una puta era lo más parecido a una princesa que Lombard había visto en su vida. Lo de casarse lo decía en serio: si le obligaran a contraer matrimonio la escogería a ella sin dudar. No es que al pensar eso no le viniera a la cabeza François - maldito crío, siempre rondándole por la mente sin pedir permiso - pero por razones obvias él no era una opción a la hora de pasar por el altar. Le resultaba divertido imaginando la cara que pondría el sacerdote.
Se había transformado para muy pocas personas pese a que eran varias las que conocían su condición. En los bajos fondos de la capital de Francia había muchos humanos enterados de la condición sobrenatural de los demás, y esto era así porque entre la escoria de la sociedad se movían muchos vampiros y otros carroñeros que se alimentaban de desgraciados a quienes nadie iba a echar de menos. Cuando un vulgar ratero aseguraba que había visto a un tío convertirse en un lobo enorme delante de sus narices tal vez no le creyera nadie, pero cuando en vez de un ratero eran cien los rumores comenzaban a dejarse oír. La gente humilde había aprendido a espabilar mucho más que los ricos que vivían entre algodones y se podían permitir creer que todo eso eran cuentos de niños. La razón por la que Jules no solía mostrarse en su forma animal era porque, aunque a él le gustaran mucho, los ratones no eran precisamente mascotas apreciadas: las damas los detestaban, sus maridos los mataban y los niños los agarraban de la cola para jugar a torturarlos. Eso por no hablar de los gatos. Pero Eugénie no iba a hacerle daño y cuando sus manos se ahuecaron para recibirlo supo que había hecho bien mostrándoselo, todo el pelo de su lomo se erizó de gusto cuando le rascó las orejas y cuando lo acomodó en su cama. También se había convertido para poder pasar la noche con ella: estaba herida y no quería dejarla sola, pero si sus sirvientes entraban a despertarla y la veían junto a un hombre se iba a armar un escándalo. El roedor en cambio podía pasar desapercibido entre las sábanas.
Correteó hasta el borde inferior del lecho y trató de arrastrar la colcha cogiéndola con sus dientes, pero era demasiado pequeño para mover ese peso. Con un movimiento semejante al que hacían los felinos al desperezarse empezó a mutar nuevamente hasta tomar por entero la forma de una ardilla, y de este modo sí fue capaz de asir la manta con sus incisivos y cubrir con ella a Eugénie, con un gesto tierno muy poco propio de un animal. Una vez la tuvo bien tapada volvió a cambiar a ratón y se puso bajo la tela, cerca del pecho de su amiga, dando un chillido corto y tenue para que ella supiera que la iba a cuidar. Esa noche y siempre.
Se había transformado para muy pocas personas pese a que eran varias las que conocían su condición. En los bajos fondos de la capital de Francia había muchos humanos enterados de la condición sobrenatural de los demás, y esto era así porque entre la escoria de la sociedad se movían muchos vampiros y otros carroñeros que se alimentaban de desgraciados a quienes nadie iba a echar de menos. Cuando un vulgar ratero aseguraba que había visto a un tío convertirse en un lobo enorme delante de sus narices tal vez no le creyera nadie, pero cuando en vez de un ratero eran cien los rumores comenzaban a dejarse oír. La gente humilde había aprendido a espabilar mucho más que los ricos que vivían entre algodones y se podían permitir creer que todo eso eran cuentos de niños. La razón por la que Jules no solía mostrarse en su forma animal era porque, aunque a él le gustaran mucho, los ratones no eran precisamente mascotas apreciadas: las damas los detestaban, sus maridos los mataban y los niños los agarraban de la cola para jugar a torturarlos. Eso por no hablar de los gatos. Pero Eugénie no iba a hacerle daño y cuando sus manos se ahuecaron para recibirlo supo que había hecho bien mostrándoselo, todo el pelo de su lomo se erizó de gusto cuando le rascó las orejas y cuando lo acomodó en su cama. También se había convertido para poder pasar la noche con ella: estaba herida y no quería dejarla sola, pero si sus sirvientes entraban a despertarla y la veían junto a un hombre se iba a armar un escándalo. El roedor en cambio podía pasar desapercibido entre las sábanas.
Correteó hasta el borde inferior del lecho y trató de arrastrar la colcha cogiéndola con sus dientes, pero era demasiado pequeño para mover ese peso. Con un movimiento semejante al que hacían los felinos al desperezarse empezó a mutar nuevamente hasta tomar por entero la forma de una ardilla, y de este modo sí fue capaz de asir la manta con sus incisivos y cubrir con ella a Eugénie, con un gesto tierno muy poco propio de un animal. Una vez la tuvo bien tapada volvió a cambiar a ratón y se puso bajo la tela, cerca del pecho de su amiga, dando un chillido corto y tenue para que ella supiera que la iba a cuidar. Esa noche y siempre.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
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Re: Cuidado con mi chica (Privado)
Como siempre, la cortesana mostraba ese lado fuerte que ante todos tenía, pero la realidad era distinta, por dentro estaba tan destruida como por fuera. ¿Cómo era posible que su necesidad le hubiera llevado a eso? Se estaba humillando, ni siquiera se encontraba resguardando su dignidad -aunque hace mucho no la tuviera -tan simple como complicado era dejar el mundo de la prostitución para ella, pero se rehusaba a hacerlo, porque de hacerlo quizás su enfermedad terminaría por matarla. En ocasiones, Eugénie lloraba, lo hacía porque era más grande las ganas de sentir una polla dentro, que el de respetarse. Si tan sólo su madre supiera en que se había convertido su hija, si tan sólo su padre supiera lo que hacía cada noche con un cuerpo distinto, y si sus hermanos pudieran alentarla, todo sería distinto, pero el silencio, los secretos se mantendrían para siempre, porque eso le convenía.
Jamás se consideró una mujer delicada, asquerosa o exigente, de hecho se notaba muy básica. Un animal no le intimidaba, mucho menos le podría causar asco, para ella eran las criaturas más buenas que existieran, y si se le sumaba que el animal tenía una forma humana al que amaba, no podría hacer un desprecio. Nunca
Movió su cuerpo hacía el costado derecho, dejando que el peso se dejara caer en esa posición. De esa manera no le dolían tanto los golpes, era lo que necesitaba para poder respirar bien, y claro, llegar a dormir, el problema es que aunque se encontraba cansada, la transformación de su amigo la tenía maravillada, con los ojos tan abiertos que eso le impedía aventurarse a los brazos de Morfeo.
- Así que no te irás - Suspiró alegre notando como el roedor volvía a transformarse. Estiró su mano para volver a acariciar aquella peluda cabeza. Se sorprendió de que la cubriera con aquella pesada manta, y también por el cuidado que tenía al acercarse. Si tan sólo todos fueran como él su vida sería mejor. - Cuando nos casemos, seré una esposa exigente - Le bromeó. ¿Casarse? Para una señorita de bien, aquello sería su mayor anhelo, para ella el terror completo, se estaba empeñando en alejarse del compromiso, ¡Como si fuera tan fácil! En algún punto tenía que caer ¿Verdad? Pues claro, era parte de su destino, no por sentirse especial, así les ocurría a todas, no era ninguna novedad.
- Necesito dormir, ¿dormiremos juntos? - Y miró al roedor moviéndole las cejas - Es un placer dormir contigo, buenas noches - Cerró los ojos lentamente, los últimos quejidos llegaron, no tardó más de dos minutos, cayó dormida.
¿Qué era Jules a esas alturas de su vida? ¿Qué representaba? Eugénie no se consideraba una mujer romántica, mucho menos de esas que pensaba demasiado sobre un tema, pero su amigo la hacía hacer cosas, e incluso tener sentimientos tan disparejos como claros. El cambiante le era todo en esos momentos, no existía persona más importante en esa mansión ahí que él; El roedor la aceptaba, no la juzgaba, la quería, la cuidaba, sabía el peor de sus secretos y seguía ahí. Dormir no sería lo mismo de ahora en adelante sin él, porque acompañada con el corazón, era mejor que tener un miembro erecto en su interior, en una cama.
¿Que ocurría? ¿Ahora notaba la diferencia? Algo en ella había cambiado, todo gracias a él, su mejor amigo.
Jamás se consideró una mujer delicada, asquerosa o exigente, de hecho se notaba muy básica. Un animal no le intimidaba, mucho menos le podría causar asco, para ella eran las criaturas más buenas que existieran, y si se le sumaba que el animal tenía una forma humana al que amaba, no podría hacer un desprecio. Nunca
Movió su cuerpo hacía el costado derecho, dejando que el peso se dejara caer en esa posición. De esa manera no le dolían tanto los golpes, era lo que necesitaba para poder respirar bien, y claro, llegar a dormir, el problema es que aunque se encontraba cansada, la transformación de su amigo la tenía maravillada, con los ojos tan abiertos que eso le impedía aventurarse a los brazos de Morfeo.
- Así que no te irás - Suspiró alegre notando como el roedor volvía a transformarse. Estiró su mano para volver a acariciar aquella peluda cabeza. Se sorprendió de que la cubriera con aquella pesada manta, y también por el cuidado que tenía al acercarse. Si tan sólo todos fueran como él su vida sería mejor. - Cuando nos casemos, seré una esposa exigente - Le bromeó. ¿Casarse? Para una señorita de bien, aquello sería su mayor anhelo, para ella el terror completo, se estaba empeñando en alejarse del compromiso, ¡Como si fuera tan fácil! En algún punto tenía que caer ¿Verdad? Pues claro, era parte de su destino, no por sentirse especial, así les ocurría a todas, no era ninguna novedad.
- Necesito dormir, ¿dormiremos juntos? - Y miró al roedor moviéndole las cejas - Es un placer dormir contigo, buenas noches - Cerró los ojos lentamente, los últimos quejidos llegaron, no tardó más de dos minutos, cayó dormida.
¿Qué era Jules a esas alturas de su vida? ¿Qué representaba? Eugénie no se consideraba una mujer romántica, mucho menos de esas que pensaba demasiado sobre un tema, pero su amigo la hacía hacer cosas, e incluso tener sentimientos tan disparejos como claros. El cambiante le era todo en esos momentos, no existía persona más importante en esa mansión ahí que él; El roedor la aceptaba, no la juzgaba, la quería, la cuidaba, sabía el peor de sus secretos y seguía ahí. Dormir no sería lo mismo de ahora en adelante sin él, porque acompañada con el corazón, era mejor que tener un miembro erecto en su interior, en una cama.
¿Que ocurría? ¿Ahora notaba la diferencia? Algo en ella había cambiado, todo gracias a él, su mejor amigo.
TEMA CERRADO
Eugénie Florit- Prostituta Clase Alta
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