De noche no son las rosas las que florecen (Priv. +18)

por **Karen Joannies** Sáb Mar 09, 2013 1:57 am

La yema de un dedo fino apareció de manera improvisa sobre una de las rosas del jardín aquel, el lugar estaba a oscuras pues la noche había caído ya en París. Aquel sitió siempre repleto de cualquier tono de color imaginable, ahora estaba teñido solo de sombras y tonos casi muertos; incluso con esas características completamente diferentes a su usual vitalidad, lejos de provocar tristeza o temor el lugar obsequiaba algo mágico.

El dedo recorrió cuidadoso los pétalos de la flor hasta que se encontró en el tallo y fue en ese instante cuando de manera sorpresiva la mano se cerro sobre el tallo y con fuerza jaló la rosa hasta arrancarla de aquel lugar que era al que pertenecía.
Karen se acomodo la rosa en los cabellos sueltos; la manera en la que lo llevaba siempre que era ella y no la Karen real.
Ella se denominaba a si misma algunas veces Karen la impostora. Sus pensamientos o palabras no estaban lejos de la realidad pues ella solo formaba una parte de lo que era otra persona, era alguien o algo que estaba ahí como mera protección; pero eso no significaba que no pudiera intentar vivir, ni siquiera le importaba que esas vivencias no fueran más que un robo porque la hacían sentir viva; una entidad independiente de aquella que era la verdadera.

Se giro para darle la espalda a todas aquellas rosas, testigos silenciosas de el asesinato de una de las suyas. Camino moviendo su cuerpo de manera seductora como solo ella sabía hacerlo, porque aquella noche iba a encontrarse con uno de los hombres que satisfacían sus deseos carnales. En estas actividades radicaba algo que la volvía feliz… todo esto era algo meramente suyo; un asunto en el que la verdadera no podía, ni debía meter las narices.
Sonrío un poco más con cada nuevo paso que daba, en la dirección acordada en aquel gran jardín; Karen había pedido que fueran allá porque la realidad es que nunca lo había hecho ahí, y la mera idea de hacerlo en ese lugar, con el aroma de las diversas flores existentes mientras la naturaleza rodeaba sus seres le excitaba en demasía. Tanto era el efecto que la idea y el lugar provocaban en ella que tenía la necesidad urgente de quitarse el vestido color morado oscuro que llevaba, pudiendo pasearse de manera natural por el sitió; aguantaba la idea de no cometer semejante locura por un motivo sencillo, quitarle la ropa al otro y que te la quiten es de lo mejor.

Vio el árbol indicado para él encuentro ya cuando estaba muy cerca de él, y mirando de un lado a otro espero a que su acompañante nocturno hiciera acto de presencia; si no es que se encontraba ya bajo el árbol, oculto de su vista gracias a la noche.