En ocasiones no sabes que esperar[Privado]

por **Tania Fernandez** Sáb Mar 09, 2013 1:31 pm

Se había levantado temprano, aunque no lo debía hacer. El sentir el calor de aquel sol que nacía aquel nuevo día, era para ella, algo que simplemente le encantaba. Su cuerpo percibía aquella calidez, como una señal de que podía sentir, que estaba viva. Así, cuando habría los ojos y notaba los rayos de sol, escurriéndose por la ventana de su habitación, para darle una claridad y elegancia que solamente ella podría percibir, se daba cuenta de que, no estaba soñando, había vuelto a despertar en aquella zona de clase media parisina. Hubiera deseado que aquella puntada que sentía en la parte derecha de la sien, desapareciera al levantarse por completo, pero lo único que hizo fue profundizar, invadiendo toda su cabeza hasta convertirse en un completo fastidio para ella. No quería estar malhumorada en un día tan lindo y mucho menos si ese día, era el único que podría tener libre de todas las obligaciones del burdel como cortesana encargada.

Como siempre Tania nunca hablaba con muchas personas y cuando lo hacía era de trabajo, muy pocas personas sabían lo que había detrás de esa mujer y su pasado, el único que sabía era Irvine, el antiguo dueño del burdel, pero este había vendido a otro empresario. Tania había quedado como encargada por recomendación de él y hasta la fecha hacia un excelente trabajo, tanto que ninguna otra persona interesada podría quitarle el puesto que en esos momentos ella poseía. Algunos decían que había sido esclava de un hombre, otros que había nacido en una casa en donde entrenaban mujeres para esa labor, pero luego escapo. Muchos mitos y leyendas habían surgido, algunos llegaban a los oídos de Tania y para ella solamente era para reírse y divertirse un rato, para nada más.

Tenía un vestido sencillo para caminar por aquellos mercados abarrotados de gente, una falda tipo gitana con una camisa blanca que le por su corte le daba un aire provocativo, como siempre las miradas de los hombres se cruzaban con las de ella. La cortesana sonreía con amabilidad, algunas ocasiones con picardía mientras seguía caminando entre aquel gentío sin mucho que aportar. Compraría algunas cosas necesarias para su despensa y luego volvería a flojear en su habitación como siempre, en sus días libres hacia, esperaba que fuera un día tranquilo y sin mucho revuelo.

-Quiero cinco manzanas, tres peras y un racimo pequeño de uvas- le indicaba a un hombre que tenía un puesto surtido de frutas. No debía llevar mucha pues esta se dañaba rápido y lo menos que quería era que su dinero se fuera a la basura. El hombre tranquilamente proceso el pedido y luego de unos segundos le dio lo que ella solicitaba. Hubo una pequeña discusión por el precio, Tania siempre buscaba rebaja como buena mujer de clase casi baja, por suerte para ella su encanto siempre daba frutos y había conseguido una buena rebaja.

por **Saskia Borgano** Sáb Mar 16, 2013 5:35 pm

Había salido temprano, apenas amanecer, a buscar algunos elementos para su hogar, podría haber mandado a sus doncellas, pero estaba cansada de mantenerse en el coqueto edificio en donde estaba la perfumería y pequeña industria de perfumes, por supuesto que los tres pisos superiores eran como una de las mansión más elegantes de Paris, ella necesitaba estar cerca de sus creaciones y moverse todos los días o ha horas inopinadas para crear un perfume, aquello había hecho decidir en quedarse en la misma construcción.

Suspiró mientras el carruaje la acercaba cada vez más al atiborrado mercado, sacó un pequeño pañuelo de su bolsito, y se lo puso en su nariz, algo que detestaba de ésos paseos, era la mezcla que se hacía con los perfumes baratos que usaba la mayoría de la gente que acudía a dicho mercado y los olores de las diferentes mercaderías, - pero así es la vida – se dijo mientras aspiraba el agradable aroma a rosas que constituía el elemento fundamental de su perfume personalizado.

Solo una cosa la pondría de buen humor, encontrar a una persona por la cual estuviera dispuesta a crear un perfume único y perfecto para ese ser, claro que tendría que conocerla hasta en los detalles más íntimos – mmm… si es hombre lo íntimo será mucho más cercano y divertido que con una mujer – se dijo riendo de forma sensual, recordando su continua necesidad de investigar las pieles masculinas. – pero la piel de una mujer es única, una joya exquisita que debe ser tratada con respeto y delicadeza – pensó, ella era muy profesional al momento de realizar las creaciones y no mezclaba diversión con trabajo.

Cuando llegó al centro del mercado, se apeó del coche, - no te vayas muy lejos, te esperaré en dos horas, aquí mismo – le dijo al cochero quien con una reverencia se despidió de ella. Caminó con una pequeña canasta en la que cargaría una o dos cosas, lo demás buscaría alguno de los niños que por unos pocos francos le haría de cargador y llevaría sus compras. En ese momento pasaron a su lado dos jóvenes, que la desnudaron con la mirada, sonrió divertida y pensó por un minuto en usarlos de ayudantes, pero descartó la idea al darse cuenta que al fin tendría más problemas que ayuda idónea. Así que eligió a dos pequeños que podrían cargar bien con varios paquetes.

En menos de una hora ya había conseguido todo y se disponía a volver al sitio donde la recogería el coche, cerca de aquel lugar había divisado un pequeñísimo café que con mesas afueras parecía muy acogedor, les indicó donde debían ir y se disponía a seguir el camino cuando casi chocó con una mujer, la esquivó con elegancia y en vez de enojarse por el descuido, le sonrió con sensualidad – disculpe, no la vi – dijo Saskia mientras entornaba los ojos levemente al oler un aroma tan delicado que exhalaba la mujer , hizo una leve reverencia y siguió su camino mientras pensaba – hay mujeres que nacen con el don de tener pieles adorables y seductoras, acabo de toparme con una – sonrió al pensar en las esencias que podría combinar si tuviera la oportunidad de crear un perfume para aquella señorita.

por **Tania Fernandez** Dom Abr 21, 2013 3:46 pm

Su cuerpo sintió el calor de otro, bueno estaba en un mercado, siempre había roces, empujones e insultos de un lado y otro, le gustaba aquel desorden a mucho no y preferían mandar a sus empleados, pero había un pequeño detalle, desde que había llegado a parís no tenia empleados que le hicieran los mandados y aun mas importante, adoraba como ver a los humanos en su continuo movimiento, algunos estaban amargados, otros enfermos y pocos felices por la vida que llevaban. Se movió de forma ágil y rápida, la mujer contraria también lo hizo para así no chocar y hacer un escándalo completo, como siempre Tania, con su personalidad, no mostraba signos de vergüenza, sabía que ella era la que había provocado aquel pequeño incidente que no había pasado a mayores, miro de arriba hacia abajo a la mujer para luego sonreír ampliamente, se inclino un poco para luego sonreír mientras la mujer se disculpaba. ¿Estaba esperando que se disculpara? No lo sabía pero ella tampoco lo haría, su cuerpo se movió de un lado a otro, dándole un hermoso movimiento a su vestimenta, miro hacia los lados, ya se habia desinteresado de la muchacha, era una más de muchas que se toparía, pero lo que le dio curiosidad fue los pequeños que la estaba siguiendo como corderitos a tu pastora, aquello le dio una pequeña gracia y por eso se quedo segundos allí.

Ella siguió caminando tranquilamente, Tania ladeo su rostro, lo pequeños parecían tener un poco de problemas con algunos de los recados que habían llegado a sostener por ella, noto que a uno se le cayó algo y luego tropezó y cayó, ya varias personas lo veían malhumorados, regañándolo, uno que otro quiso patearlo pero se limito a escupir cerca de él. Era un lugar muy abarrotado y a la vez peligroso —Sera mejor que se levante rápido…— susurro la cortesana mientras buscaba una de las manzanas que había comprado hace unos cuantos minutos, noto como uno de los jóvenes trabajadores se le había quedado mirando y prácticamente sus ojos iban hasta por debajo de la falda, lo único que hizo la mujer fue sonreírle con coquetería mientras mordía la manzana. El dulce arte de coquetear, le encantaba ver como los hombres quedaban perdidamente hipnotizados con su hermosura natural. Escuchaba a lo lejos algunos galopes, al parecer una carreta llegaba por ese camino, aun el chiquillo estaba sujetando algunas cosas pero el hombre que lo manejaba parecía que no se detendría.

Mordió otra vez la manzana, caminando hacia donde estaba la muchedumbre, se quedo en el medio mientras la carreta parecía detenerse con la presencia de ella en el medio, el viejo; un hombre gordo y barbudo. Comenzó a insultar a la joven mientras esta simplemente seguía con su manzana en mano, se alzo los hombros, mientras con sus caderas se acercaba hacia la carreta, le dio lo que quedaba al pobre burro que lo empujaba, quien acepto aquel premio más que feliz — Monsieur…— le susurro de forma sensual, delineando sus palabras, en aquellos labios que se movían con una agilidad envidiable — ¿Se enoja solamente porque le detuve para que me pudiera apreciar?— dejo salir una suave risa mientras se sentaba cerca de aquel maloliente hombre, pero solamente era una pequeña distracción para que el pequeño tuviera la oportunidad de apartarse. Cuando vio que todo se tranquilizo dejo el coqueteo y bajo de la carreta que estaba llena de paja. Se despidió del hombre que ya había arrancado y también del burro que se había comido lo que quedaba de su manzana.

Algunos se le quedaron mirados extrañados, de la cesta saco unas seis monedas que le había logrado sacar al hombre de su pequeño bulto que tenía en su cinturón, las tenía en su mano, haciéndolas sonar libremente. Ellas las necesitaban, no era rica y por eso trabajaba como lo hacía, pero aquellos pequeños lo necesitaban más, así que volvió a encontrarse con los ojos de la mujer a quien le volvió a sonreír. Acaricio a uno de los chiquillos —Tened mas cuidado— indico ella mientras depositaba tres monedas en las manitos de uno y otras tres en el otro par de manos.

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