AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cultura [Narcisse]
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Cultura [Narcisse]
Recuerdo del primer mensaje :
Primer movimiento * Sinfonía n.º 40
Para mí actuar es una experiencia muy cotidiana,
la posibilidad de dejar de ser uno mismo es casi siempre estrictamente necesaria.
la posibilidad de dejar de ser uno mismo es casi siempre estrictamente necesaria.
Es curioso que llegará a esta ciudad con el inicio del otoño pero más que curioso simbólico y adecuado, época donde la vida se marchita, las hojas de los árboles resecas se caen de los árboles ya sin rastro de vida, se tornan amarillentas o amarronadas, el viento sopla más fuerte y el frio comienza a hacerse notar, cambios que inician sutiles para luego volverse bastante chocante, es un periodo difícil para algunos, inclusive en la poesía y la escritura el otoño es un simbolismo de madurez y cambio, donde algo muerte o se transforma, típica frase: “Otoño en mi corazón” Claro que el del vampiro no late, el viento puede soplar muy fuerte y jamás le moverá un centímetro, el frio podrá calar los huesos de cualquiera pero nunca llegar a ser más gélido que el mismo Averno, en su retorcida y singular mente llega a compararse con esta estación del año, y curiosamente resulta vencedor y superior, algo que no podría imaginarse que resultaría, es tanto su ego como su sarcasmo propio. Todas las oscuras cortinas tanto del piso secundario como del primario se encuentran extendidas evitando que los rayos del sol entrasen dentro del hogar, él ha salido del sótano observando que la tarde llega a su fin, la noche inicia y está junto con él, no es un hombre de sueños, así que suele pasar horas de horas durante el día en plena oscuridad dentro de ese sótano evocando memorias del pasado que jamás volverán, unos cuantos rostros antes de ser mancillados, le es imposible recordarlos todos, han sido tantas las mujeres, y los hombres, así pronunciara nombres todo el maldito día y toda la bella noche tendría que seguir haciéndolo y eso solo contando los que recuerda, es difícil mantener un registro mental de todo, sobre todo cuando se trata de seres tan irrelevantes, la última de la tarde fue una morena que gracias a él había conseguido la libertad, ella estaba tan feliz, incluso enamorada del vampiro, la humana era consciente de lo que él era, pero el amor que ciega peor que la diabetes le impedía ver con claridad y ese fue su final, hermoso por no decir épico, el cráneo de la mulata frente a la casa de esclavos de la que una vez huyó, quizá recuerda el incidente al haber tomado este partida en un lugar un tanto familiar.
No lo sabe, por el contrario de lo que está seguro es que ya es hora de partir, la reserva que hizo en el teatro no la puede dejar pasar, la cultura humana no siempre es paupérrima y no importa si el pueblo es chico o la ciudad es grande, mientras tenga un teatro o un auditorio siempre se podrá encontrar algo de sublime inteligencia, debe dar méritos a que algunos grandes pensadores han sido humanos y grandes creadores también, pero jamás podría aceptar que uno de estos tantos pueda superarlo, él un hombre solitario jamás tomaría una carroza para llegar aunque esto desentonara del común en la clase social alta, pero no es suficientemente sospechoso por lo que puede tomarse el atrevimiento de salir un poco del papel respecto a ello. París tiene toda una gran historia, a través de los libros conoce de esta pero es muy diferente leer a ser partícipe de, y lo mejor de ser historia en su caso es que puede revivirse así mismo noche tras noche pues a diferencia de la gran mayoría de personajes que han dejado huella él no caduca con el tiempo y aunque haya tenido tantos alias, estos han quedado plasmado en mentes con terror y odio, alias, esos sí que los recuerda todos y aunque las rosas siempre sean las mismas siempre pasaron desapercibidos en lo que respecta a igualdad por cuestiones de tiempo, los humanos no pueden seguirle la pista a un ser inmortal pues siempre este va a tener más tiempo que ellos y eso es algo que ha aprendido hace mucho, una sonrisa se dibuja en el rostro del vampiro, es una sonrisa a modo de reto, está retando al local, espera que este sea lo suficientemente digno de poder entregarle algo realmente majestuoso que llame su atención y no le haga pensar que está desperdiciando preciadas horas de su noche, los actores humanos suelen ser muy buenos pues tienen esos sentimientos irrelevantes, inmaduros y fastidiosos que les permiten plasmarse a sí mismos en estas obras que en su gran mayoría resultan ridículas, pero ninguno logra superarlo a él, carente de todos estos puede representarse eternamente en miles de facetas mucho mejor que todos ellos, de manera indefinida, facilidad que siempre le resulta divertida, y sobre las obras, ya ninguna como antes, algunas resaltan, otras no, en general de promedio son regulares, tirando para buenas, pero debe aceptar que ya en estas épocas no existen seres con dones como los que tenía Esquilo, el gran dramaturgo griego, le hubiera gustado poder conocerlo, tal vez si hubiera sido lo que es en ese tiempo le hubiera entregado el don de la inmortalidad y le tendría haciendo miles de tragedias para su exclusivo deleite, pero lástima que no pudo ser así.
Muy cordial él entra, su ropa de gala por supuesto para lucir a la altura de la situación como debe de ser, el traje de noche y una bufanda que pretende usar para algo más que adornar su cuello, el fondo musical es agradable, la sinfonía número cuarenta de Mozart, la reconoce al instante en que pisa el salón de entrada, Molto allegro, el primer movimiento que hace honor a su categorización, pobre desgraciado niño, murió joven y recientemente con algo digno que brindar a diferencia de tantos vejetes humanos inservibles que pasan los setenta y aun sus mentes banales pululan en la perdición, un simple desperdicio, no se les puede sacar provecho de nada, ni si quiera como entretenimiento, desechos en vida y nada más, si no fuera tan exquisito el mismo acabaría con todos, pero ni eso merecen. El palco que ha reservado tiene asientos aparte del propio, ¿por qué no buscar acompañante? Teniendo en cuenta el lugar en el que está, tal vez y solo tal vez exista algún ser por aquí que valiera la pena escuchar y además conversar, sería una sorpresa grata, claro espera que no demasiado grata o tal vez termine arrancándole la cabeza de la emoción que se pueda generar dentro de él, un exprés es un peligro latente que no puede evitar, y pobre la desgraciada que se lo ganará, aunque de cierta manera moriría en un buen lugar, ¿no? Eleva la vista bien, erguido en lo que sería el centro del salón y con el bastón firme sobre el suelo, es difícil encontrar casi siempre mujeres que se encuentren solitarias por estos lares, pero la paciencia es su mayor don después de la inmortalidad, sus orbes café oscuro se centran en una elegante mujer de baja estatura, ¿ir por ella? Para nada, solo espera el primer contacto visual, lo tiene y lo aprovecha dado que no esta tan lejos de la mujer: * Venga aquí * Pronuncia en tono imperativo haciendo uso de su habilidad como inmortal * Buenas noches madame, dígame Averno * Presentarse sin más es algo común en él, porqué debería de dudar al hacerlo cuando se merece la atención, faltan quizá unos veinte minutos o veinticinco antes de que la obra inicie, el suficiente para decidir si la presenciará solo o acompañado.
No lo sabe, por el contrario de lo que está seguro es que ya es hora de partir, la reserva que hizo en el teatro no la puede dejar pasar, la cultura humana no siempre es paupérrima y no importa si el pueblo es chico o la ciudad es grande, mientras tenga un teatro o un auditorio siempre se podrá encontrar algo de sublime inteligencia, debe dar méritos a que algunos grandes pensadores han sido humanos y grandes creadores también, pero jamás podría aceptar que uno de estos tantos pueda superarlo, él un hombre solitario jamás tomaría una carroza para llegar aunque esto desentonara del común en la clase social alta, pero no es suficientemente sospechoso por lo que puede tomarse el atrevimiento de salir un poco del papel respecto a ello. París tiene toda una gran historia, a través de los libros conoce de esta pero es muy diferente leer a ser partícipe de, y lo mejor de ser historia en su caso es que puede revivirse así mismo noche tras noche pues a diferencia de la gran mayoría de personajes que han dejado huella él no caduca con el tiempo y aunque haya tenido tantos alias, estos han quedado plasmado en mentes con terror y odio, alias, esos sí que los recuerda todos y aunque las rosas siempre sean las mismas siempre pasaron desapercibidos en lo que respecta a igualdad por cuestiones de tiempo, los humanos no pueden seguirle la pista a un ser inmortal pues siempre este va a tener más tiempo que ellos y eso es algo que ha aprendido hace mucho, una sonrisa se dibuja en el rostro del vampiro, es una sonrisa a modo de reto, está retando al local, espera que este sea lo suficientemente digno de poder entregarle algo realmente majestuoso que llame su atención y no le haga pensar que está desperdiciando preciadas horas de su noche, los actores humanos suelen ser muy buenos pues tienen esos sentimientos irrelevantes, inmaduros y fastidiosos que les permiten plasmarse a sí mismos en estas obras que en su gran mayoría resultan ridículas, pero ninguno logra superarlo a él, carente de todos estos puede representarse eternamente en miles de facetas mucho mejor que todos ellos, de manera indefinida, facilidad que siempre le resulta divertida, y sobre las obras, ya ninguna como antes, algunas resaltan, otras no, en general de promedio son regulares, tirando para buenas, pero debe aceptar que ya en estas épocas no existen seres con dones como los que tenía Esquilo, el gran dramaturgo griego, le hubiera gustado poder conocerlo, tal vez si hubiera sido lo que es en ese tiempo le hubiera entregado el don de la inmortalidad y le tendría haciendo miles de tragedias para su exclusivo deleite, pero lástima que no pudo ser así.
Muy cordial él entra, su ropa de gala por supuesto para lucir a la altura de la situación como debe de ser, el traje de noche y una bufanda que pretende usar para algo más que adornar su cuello, el fondo musical es agradable, la sinfonía número cuarenta de Mozart, la reconoce al instante en que pisa el salón de entrada, Molto allegro, el primer movimiento que hace honor a su categorización, pobre desgraciado niño, murió joven y recientemente con algo digno que brindar a diferencia de tantos vejetes humanos inservibles que pasan los setenta y aun sus mentes banales pululan en la perdición, un simple desperdicio, no se les puede sacar provecho de nada, ni si quiera como entretenimiento, desechos en vida y nada más, si no fuera tan exquisito el mismo acabaría con todos, pero ni eso merecen. El palco que ha reservado tiene asientos aparte del propio, ¿por qué no buscar acompañante? Teniendo en cuenta el lugar en el que está, tal vez y solo tal vez exista algún ser por aquí que valiera la pena escuchar y además conversar, sería una sorpresa grata, claro espera que no demasiado grata o tal vez termine arrancándole la cabeza de la emoción que se pueda generar dentro de él, un exprés es un peligro latente que no puede evitar, y pobre la desgraciada que se lo ganará, aunque de cierta manera moriría en un buen lugar, ¿no? Eleva la vista bien, erguido en lo que sería el centro del salón y con el bastón firme sobre el suelo, es difícil encontrar casi siempre mujeres que se encuentren solitarias por estos lares, pero la paciencia es su mayor don después de la inmortalidad, sus orbes café oscuro se centran en una elegante mujer de baja estatura, ¿ir por ella? Para nada, solo espera el primer contacto visual, lo tiene y lo aprovecha dado que no esta tan lejos de la mujer: * Venga aquí * Pronuncia en tono imperativo haciendo uso de su habilidad como inmortal * Buenas noches madame, dígame Averno * Presentarse sin más es algo común en él, porqué debería de dudar al hacerlo cuando se merece la atención, faltan quizá unos veinte minutos o veinticinco antes de que la obra inicie, el suficiente para decidir si la presenciará solo o acompañado.
Averno- Vampiro Clase Alta
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Re: Cultura [Narcisse]
Cierto, siempre aparecen, han pasado unas semanas pero no puede olvidarlas, si, que siempre escapan de las fauces ajenas, una constante hermosa, deliciosa y tan solo para su deleite, las suplicas, todas muy particulares, varían según el tono de voz, algunas más desgarradoras que otras, dependiendo del año que se le esté haciendo a la persona que las genera, siempre el ruegue debe de estar presente o no sería divertido para él, justo lo que buscaba para ella, lo que realmente necesitaba escuchar de ella y lo que ella necesitaba pronunciar, una manera de convencerse así misma de que realmente es así, pero ya se ve como es el ego del inmortal, necesita ensancharse constantemente o no estará tranquilo, es su forma de existir y nada lo hará cambiar. Tan solo sonríe ante los lamentos de la muchacha, suplicas qué escuchará, si, lo hará, pero no porqué ella realmente lo esté pidiendo, sino porque se le antoja no dañarle más por hoy, porque es mejor guardarse para después, ya la noche esta gastada, es la verdad, la mujer también está agotada, puede notarlo a simple vista, el agotamiento no es tan solo físico sino también mental, los pobres nervios deben de estar molidos ya, eso de andar siempre atento y expectante lleno de nerviosismo y temor seguro que no es una labor sencilla para el frágil cuerpo humano, ya bebió, ya se entretuvo, ya se rio, ya corto, ya intimido, ya charlo, sus expectativas de la noche fueron cumplidas de manera correcta mas no perfecta, bien ella se podría marchar, pero como le dijo antes, él es un caballero, así que ayudará a la mujer a marcharse, tomar su carruaje y demás, todo al pie de la letra, una noche normal y corriente de dos personas de la clase burguesa de Francia, nada más que eso debería ser a los ojos del resto, para ellos simplemente lo que es, una obra un tanto tortuosa. Averno se levanta acomodando cada cosa que no esté en su sitio, las botellas, las copas, coloca unas cuantas servilletas de tela sobre los líquidos derramados, por instantes solo observa a la mujer, su estado de molestia es placer para él pues lo ha generado él mismo, eso le agrada mucho, representar siempre la negatividad ajena. Sacude sus palmas entre sí una vez terminada la labor, desea no dejar muestras de alguna discusión o pelea en el palco, sería muy sospechoso, ¿no? Evitar ese tipo de suspicacias es lo suyo.
Instantes después ya está frente a la mujer, estira el brazo sujetándole por la muñeca, lentamente le eleva el cuerpo del asiento, es irrelevante que la obra todavía no termine, la verdad es que no fue la mejor que ha presenciado, algo usual pues a fin de cuentas realizada fue por humanos, su rostro por el momento no es amenazante, claro que esto nunca jamás le quita lo mortífero de su ser * Le dejaré a buen recaudo en una carroza rumbo a su hogar, no se preocupe más por esta noche, no sufrirá más dolor, físico al menos, ¿no? * probablemente su dolor este ahora mismo en el orgullo, dentro de su cabeza, así funciona la mente humana de todas formas. Afirma bien el cuerpo de la muchacha, ¿podría caminar bien? Simplemente deja que ella apoye el cuerpo contra el propio para andar, da varios pasos lentos hacia la puerta, toma su bastón, la mujer antes había dado ese comentario, correcto sí, pero, no tiene porqué saberlo * Tan solo tomaré esto para poder salir de aquí, el sello se fue ya * también representaba en ese momento la cerradura, tan solo cuando el deseara quitara el bastón ella podría salir de aquí, solo así, ahora puede, le ayuda por eso mismo. Retira el cerrojo, el menos importante, y así finalmente abre la puerta del lugar, la falda larga disimula bien el improvisado vendaje, tal vez el calor del mismo teatro desencajo las finas ropas y el delicado cabello de la mujer, solo tal vez. Avanza con la mujer por el mismo camino por donde antes pasaron, los trabajadores posan sus miradas en ambos, extraño que se retiren antes del cierre de la obra, cierto, pero en este tipo de decisiones pueden ser mil los factores que impulsen a “la pareja” a irse tan pronto, falsamente observa su reloj demostrando preocupación y ansiedad al verlo. Pobres, de seguro se les hace tarde para alguna otra reunión o algún imprevisto se dio de pronto, solo unos instantes observa a todas las personas que están cerca, es como si todos en ese mismo instante le volteen el rostro, tal vez culpa de su intensa y penetrante mirada, mejor así, detesta ser el objeto de deleite del resto, que no lo miren o les saca los ojos, literalmente, pero ahora no.
Nuevamente se encuentran ambos en el centro del gran salón, en la entrada por la cual ambos ingresaron para juntarse, una probabilidad que se hizo realidad * No se preocupe por el pasado, sé que después, cuando se encuentre sola y recordando en su memoria cada minuto de nuestro encuentro aprenderá a no decir más cosas como esas, pensará dos veces antes de hablar, antes de actuar, el ser humano aprende fallando, ¿no? Dicen: Cáete mil veces pero levántate mil y una vez, bueno, pues les funciona bien a ustedes, así que hágalo. Y además descanse su cuerpo, cure sus dolencias, y luego haga lo que le plazca, ya en algún momento sus instintos le traerán de vuelta por mis aposentos * lo último fue algo general y simbólico, está seguro de que a pesar de todo lo que le hizo ella volverá, porque es así, más puede más esa curiosidad infantil que el peligro que pueda ella ser consiente de estar gozando. En la acera ya ambos frente a varias carrozas esperando que algún hombre o mujer tomara asiento para así ganarse el sustento, todavía sin soltar a la mujer se aproxima a la carroza que más le agrada * Esta parece estar a la altura, adelante madame, vaya sin preocupación, yo me encargaré de que tenga un buen viaje de vuelta a la seguridad de su hogar, le recomendaría valorar esos instantes, como consejo tal vez no deba abandonarlos, de lo contrario algo malo podría pasar o muchas cosas malas podrían pasar, de eso se trata la vida en las noches de oscuridad profunda como esta * pronuncia sus palabras finales cerrando la puerta pequeña tras dejar a la mujer bien posicionada en el asiento * Buena noche madame, seguro la paso bien * mueve los labios apenas, el sonido de esas últimas palabras es casi insonoro, duda que ella lo escuche, si sabe leer los labios y todavía puede hacer uso de alguna de sus facultades a pesar del cansancio entenderá. Averno posa su atención en el cochero, sus ojos penetran pronto la razón del pobre infeliz * Déjele donde ella indique y una vez lleguen a destino le ayudará a ingresar a su morada, después se irá sin cobrar un centavo * en ese instante las riendas se mueven y los animales avanzan, por su parte el vampiro toma su propio camino, perdiéndose con el pesar de no haber acabado con una vida esta noche, otra vez será.
Averno- Vampiro Clase Alta
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Re: Cultura [Narcisse]
Cómo sino fuera conocido ya, el silencio se hizo presente reinando por completo al menos el palco en el que se encontraban. se podía escuchar de fondo la obra de teatro a la que supuestamente habían ido a ver, por su parte, Narcisse atribuía el silencio a un logro, pues nadie intentaba hacer contra su figura o incluso ella parlotear con rabia contra la ajena. No hay más que el desprecio, el asco y odio que siente ante esa criatura, pero incluso en medio de eso existe también una maldita curiosidad escondida. La mujer jamás se ha considerado masoquista, pero quizás sea el hecho de que nada en su vida la haya llevado a ese punto extremista, es por eso que ahora descubre una manera de ser suya que no consideraba posible, pues está consiente que lo que despierta la criatura en ella la llevará a querer buscar no sólo un encuentro, sino varios venideros ¿Cuándo sería eso posible? Primero que nada tendrá que guardar reposo, sanar algunas de sus heridas, darse cuenta de lo que puede o no lograr al tolerar la presencia del vampiro, lo que su cuerpo está dispuesto a entregar, todo aquello debe analizarse, debe seguir al pie de la letra, para no terminar con su poca vida antes de tiempo, ¿qué es lo que le espera? Esa pregunta da vueltas en su cabeza, está consiente de una cosa nada más, Averno le ha dado más vida para después arrebatarla, está consiente que la criatura no la dejará mucho tiempo sola, que es como una rata de laboratorio para él, aunque sin duda, no es que le moleste del todo, o eso parece, ella a crecido en medio de mentes cerradas entre represiones marcadas claramente, con una familia que muere en medio de creencias de "defender a la causa", en medio de una iglesia doble clara, y con un ex marido que simplemente la veía como un bonito trofeo, eso, y nada más que eso. La mujer suspira profundamente, no tiene ánimos de seguir pensando en cosas obvias simplemente quiere marchar, espera que él le otorgue tal gusto.
Su cuerpo cansado está completamente relajado en aquel asiento, ella puede sentir como su corazón sigue alterado, no sólo ha perdido sangre por la mordida masculina, también por la herida que palpita con fuerza en su muslo, esas pulsaciones le recuerdan el acto que ha pasado hace algunos momentos, si controlara el tiempo seguramente abría iniciado aquella velada con otra manera de llevarla a una conclusión más amena, al menos para ella. Cierra los ojos, por más bocanas de aire que tome, su pecho sube y baja con violencia marcando un ritmo lleno de dolor, de lo que fue, de sus alteraciones. La mujer intenta controlar su torrente sanguíneo que parece demasiado acelerado, que transmite calor en cada minúscula parte de su piel, pero no es posible, por eso se da por vencida, con los ojos cerrados, los puños apretados, odiaba perder la compostura, pero ahí está, con aquella perdida, como si se tratara de una mujer poco refinada, demasiado vulgar. Niega mientras recarga su cuerpo en la espalda de la silla, se acuna cual criatura teniendo frío, pero poro le llega el gusto pues ya lo tiene a su lado, dejándole avanzar con suavidad, apartando aquel peculiar bastón del que quiere saber más, pero por el momento ni siquiera se siente capaz de ejercer palabra, no se meterá con cosas que no le incumben… aún; para su buena suerte el camino es tranquilo, nadie los mira, todos parecen perdidos en su mundo, mejor para ella, así no notan su debilidad, mucho menos su alteración, la mujer da gracias a eso, pero cuando voltea a ver el rostro tallado en piedra del ser de la noche, una especie de corriente eléctrica le recorre el cuerpo, no sólo en las partes más obvias, sino también en las zonas más escondidas, Narcisse suspira un par de veces más, escuchando y prestando atención a todo lo que él hombre hace, le es inevitable mostrar una sonrisa de alegría cuando nota que está a punto de no verle más, por aquella noche. Le hace una reverencia falta, completamente hipócrita pero su rostro le muestra la sinceridad de una sonrisa agradecida por dejarla ir con vida, es sólo eso.
- Buenas noches, caballero, supongo que hasta otra ocasión - Las suposiciones ya no deberían ser marcadas en ese encuentro, no, para nada, lo que se necesita es la afirmación, pues aquello es más que evidente. Cierra los ojos con fuerza antes de subir a ese carruaje, pues intenta concentrar su fuerza en sus piernas para permitirse entrar al carruaje, ni siquiera se toma la molestia de girar el rostro para ver al hombre, no claro que no, si lo que menos quiere es tener en sus recuerdos aquella noche ese rostro, aunque claro, se sabe está en el error, pues será lo que más recuerde incluso antes de dormir; el cochero abre con suavidad la ventanilla del compartimento del carruaje para así pedir las indicaciones pertinentes, ella con naturalidad y simples se las da, es así como avanzan hasta su morada, una ostentosa que su difunto marido le ha dejado. El hombre envuelve la cintura delicada de la fémina entre sus brazos, la ayuda incluso a subir hasta su habitación, dejándola sentada en aquella gran cama costosa, con sabanas finas. La mujer no pierde tiempo para doblar sus brazos tirando de los listones que ciñen su cuerpo, la figura al poco tiempo es mostrada en su perfecta desnudez, simplemente se ha retirado las prendas más pesadas, el faldón, el corsé, y las blusas transparentes que se vuelven pomposas gracias a ese accesorio tan estrecho para el cuerpo femenino, apenas son unas pequeñas prendas las que adornan su figura, pero algo le llega a recordar que no sólo el muslo es el afectado, el que su piel se roce con la tela de la cama de forma más marcada le hace sentir ardor en su trasero, cierra los ojos unos momentos, se recuesta de lado, recargando su peso en la pierna sana, abraza su figura entre las sabanas, es entonces cuando está a punto de caer en el sueño, no sin antes traer a sus recuerdos la obscuridad del Averno.
Su cuerpo cansado está completamente relajado en aquel asiento, ella puede sentir como su corazón sigue alterado, no sólo ha perdido sangre por la mordida masculina, también por la herida que palpita con fuerza en su muslo, esas pulsaciones le recuerdan el acto que ha pasado hace algunos momentos, si controlara el tiempo seguramente abría iniciado aquella velada con otra manera de llevarla a una conclusión más amena, al menos para ella. Cierra los ojos, por más bocanas de aire que tome, su pecho sube y baja con violencia marcando un ritmo lleno de dolor, de lo que fue, de sus alteraciones. La mujer intenta controlar su torrente sanguíneo que parece demasiado acelerado, que transmite calor en cada minúscula parte de su piel, pero no es posible, por eso se da por vencida, con los ojos cerrados, los puños apretados, odiaba perder la compostura, pero ahí está, con aquella perdida, como si se tratara de una mujer poco refinada, demasiado vulgar. Niega mientras recarga su cuerpo en la espalda de la silla, se acuna cual criatura teniendo frío, pero poro le llega el gusto pues ya lo tiene a su lado, dejándole avanzar con suavidad, apartando aquel peculiar bastón del que quiere saber más, pero por el momento ni siquiera se siente capaz de ejercer palabra, no se meterá con cosas que no le incumben… aún; para su buena suerte el camino es tranquilo, nadie los mira, todos parecen perdidos en su mundo, mejor para ella, así no notan su debilidad, mucho menos su alteración, la mujer da gracias a eso, pero cuando voltea a ver el rostro tallado en piedra del ser de la noche, una especie de corriente eléctrica le recorre el cuerpo, no sólo en las partes más obvias, sino también en las zonas más escondidas, Narcisse suspira un par de veces más, escuchando y prestando atención a todo lo que él hombre hace, le es inevitable mostrar una sonrisa de alegría cuando nota que está a punto de no verle más, por aquella noche. Le hace una reverencia falta, completamente hipócrita pero su rostro le muestra la sinceridad de una sonrisa agradecida por dejarla ir con vida, es sólo eso.
- Buenas noches, caballero, supongo que hasta otra ocasión - Las suposiciones ya no deberían ser marcadas en ese encuentro, no, para nada, lo que se necesita es la afirmación, pues aquello es más que evidente. Cierra los ojos con fuerza antes de subir a ese carruaje, pues intenta concentrar su fuerza en sus piernas para permitirse entrar al carruaje, ni siquiera se toma la molestia de girar el rostro para ver al hombre, no claro que no, si lo que menos quiere es tener en sus recuerdos aquella noche ese rostro, aunque claro, se sabe está en el error, pues será lo que más recuerde incluso antes de dormir; el cochero abre con suavidad la ventanilla del compartimento del carruaje para así pedir las indicaciones pertinentes, ella con naturalidad y simples se las da, es así como avanzan hasta su morada, una ostentosa que su difunto marido le ha dejado. El hombre envuelve la cintura delicada de la fémina entre sus brazos, la ayuda incluso a subir hasta su habitación, dejándola sentada en aquella gran cama costosa, con sabanas finas. La mujer no pierde tiempo para doblar sus brazos tirando de los listones que ciñen su cuerpo, la figura al poco tiempo es mostrada en su perfecta desnudez, simplemente se ha retirado las prendas más pesadas, el faldón, el corsé, y las blusas transparentes que se vuelven pomposas gracias a ese accesorio tan estrecho para el cuerpo femenino, apenas son unas pequeñas prendas las que adornan su figura, pero algo le llega a recordar que no sólo el muslo es el afectado, el que su piel se roce con la tela de la cama de forma más marcada le hace sentir ardor en su trasero, cierra los ojos unos momentos, se recuesta de lado, recargando su peso en la pierna sana, abraza su figura entre las sabanas, es entonces cuando está a punto de caer en el sueño, no sin antes traer a sus recuerdos la obscuridad del Averno.
TEMA CERRADO
Narcisse Capet- Inquisidor Clase Alta
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