AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La venganza del ratón contra el gato [Achilles]
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La venganza del ratón contra el gato [Achilles]
Torcí una sonrisa triunfante cuando descubrí aquella puerta de rejas de hierro impidiéndome proseguir mi camino por aquellos callejones estrechos, mugrientos, húmedos y repletos de ratas y telas de araña que se enredaban en mi pelo. Aprovechando un cuenco de agua que recogía la lluvia que bajaba de las cañerías de una casa cercana, hundí la antorcha en el agua hasta que el fuego se consumió y mi figura quedó inscrita en la más absoluta oscuridad. Ya no necesitaba luz que me guiara porque ya había llegado dónde deseaba. Ahora, era sólo cuestión seguir mis instintos y el aroma de aquél al que perseguía.
Esta vez sería el ratón el que cazaría al gato.
Me acuclillé frente a la reja y por cada ranura cuadrada metí uno a uno los dedos de mis manos, ejerciendo entonces la suficiente fuerza para extraer aquella reja casi sin sonido alguno que pudiera alertar a nadie de mi presencia. Cuidadosamente y después de traspasar aquél estrecho umbral de piedra, recoloqué la reja tal y como la había encontrado. Sólo entonces me giré, contemplando la oscuridad de un pasillo igualmente estrecho, sin luz, pero con un fuerte aroma familiar que fue lo que me impulsó a seguir adelante, perdiéndome ahora por un laberinto de pasadizos cuyos muros ya no eran de piedra, sino de restos óseos humanos. Millones de cráneos y huesos formaban parte ahora del mobiliario por el que caminaba.
Bienvenida a las Catacumbas de París, me dije sonriente a mí misma, sintiendo una gran excitación por el lugar en el que me hallaba.
De pronto, no muy lejos de dónde caminaba sigilosamente, unos pasos se removieron un tanto inquietos, encendiéndose entonces una gran llamarada de fuego que subió hasta el techo para luego descender poco a poco a un tamaño más reducido, más parecido al de una pequeña hoguera que pretendía sólo iluminar una pequeña estancia.
Cuidadosamente me deshice de la capa de pieles que cubría mi cuerpo, pues era demasiado gruesa y pesaba: necesitaría espacio y sobriedad para atacar. Arrojé el yelmo dado que me daba calor y el sudor podía empañar mi campo visual, reduciéndolo: necesitaría ver bien, pues el objetivo se hallaba lejos.
Agazapada empecé a moverme entre los pasadizos con la rapidez propia de un vampiro longevo, acercándome cuanto pude hasta situarme a unos veinte metros de dónde la imponente figura de Achilles se alzó ante mi mirada sedienta de venganza. Su capa oscura ondeaba por la brisa que se filtraba por los recovecos del techo, que no dejaba de ser el suelo sobre el cual se había erigido la ciudad de París.
Había llegado el momento que tanto había ansiado. Allí estaba él, dándome la espalda, situado frente a aquella pequeña hoguera sobre un altar de piedra y rodeado de huesos humanos que contemplaban aquél circo que el vampiro había organizado.
Llevé mi mano a la empuñadura del hacha y conté mentalmente hasta tres, alzándola por encima de mi cabeza en dirección a la espalda del vampiro.
Uno...
Dos...
Y tres...
Esta vez sería el ratón el que cazaría al gato.
Me acuclillé frente a la reja y por cada ranura cuadrada metí uno a uno los dedos de mis manos, ejerciendo entonces la suficiente fuerza para extraer aquella reja casi sin sonido alguno que pudiera alertar a nadie de mi presencia. Cuidadosamente y después de traspasar aquél estrecho umbral de piedra, recoloqué la reja tal y como la había encontrado. Sólo entonces me giré, contemplando la oscuridad de un pasillo igualmente estrecho, sin luz, pero con un fuerte aroma familiar que fue lo que me impulsó a seguir adelante, perdiéndome ahora por un laberinto de pasadizos cuyos muros ya no eran de piedra, sino de restos óseos humanos. Millones de cráneos y huesos formaban parte ahora del mobiliario por el que caminaba.
Bienvenida a las Catacumbas de París, me dije sonriente a mí misma, sintiendo una gran excitación por el lugar en el que me hallaba.
De pronto, no muy lejos de dónde caminaba sigilosamente, unos pasos se removieron un tanto inquietos, encendiéndose entonces una gran llamarada de fuego que subió hasta el techo para luego descender poco a poco a un tamaño más reducido, más parecido al de una pequeña hoguera que pretendía sólo iluminar una pequeña estancia.
Cuidadosamente me deshice de la capa de pieles que cubría mi cuerpo, pues era demasiado gruesa y pesaba: necesitaría espacio y sobriedad para atacar. Arrojé el yelmo dado que me daba calor y el sudor podía empañar mi campo visual, reduciéndolo: necesitaría ver bien, pues el objetivo se hallaba lejos.
Agazapada empecé a moverme entre los pasadizos con la rapidez propia de un vampiro longevo, acercándome cuanto pude hasta situarme a unos veinte metros de dónde la imponente figura de Achilles se alzó ante mi mirada sedienta de venganza. Su capa oscura ondeaba por la brisa que se filtraba por los recovecos del techo, que no dejaba de ser el suelo sobre el cual se había erigido la ciudad de París.
Había llegado el momento que tanto había ansiado. Allí estaba él, dándome la espalda, situado frente a aquella pequeña hoguera sobre un altar de piedra y rodeado de huesos humanos que contemplaban aquél circo que el vampiro había organizado.
Llevé mi mano a la empuñadura del hacha y conté mentalmente hasta tres, alzándola por encima de mi cabeza en dirección a la espalda del vampiro.
Uno...
Dos...
Y tres...
Etháin- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 09/01/2011
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Re: La venganza del ratón contra el gato [Achilles]
Negras…
Negras eran las cuencas de los ojos de calavera que se hallaba frente a mí.
Pase los dedos por encima de su superficie, acariciando con las yemas las grietas que la conformaban, mientras miraba al lado por el rabillo del ojo, contemplando como el blanco y sucio color de los huesos destacaba entre las sombras, como si con su propio color iluminara la estancia, como si dijeran:
Pero a mi no me importaba, no cuando era yo quien solia llevar la muerte conmigo.
Estaba en casa.
Pasee uno de los estrechos pasadizos, comprobando que todo estaba como lo había predispuesto, hasta que llegue a una de las recamaras principales. Una en la que nada más entrar me hizo llegar el aroma de la intrusa.
Perfecto, mi invitada había llegado ya.
Encendí una pequeña hoguera y me aparte de aquel lugar, refugiándome entre las sombras, mientras las calaveras observaban conmigo como creaba aquella figura, aquella ilusión de mi persona contemplando las pequeñas llamas. Notando como una gran sonrisa aparecía en mi rostro cuando ella llegaba y alzaba su hacha hacia mi espalda, o mejor dicho, hacia la espalda de la ilusión. Enterrándola en una carne que pronto se convirtió en un vapor que se perdió con el aire.
Bienvenida…mi pequeña picta.
Eso fue lo único que se escucho resonar entre cada hueco de la abovedada estancia, ante su semblante ceñudo y por un momento consternado, ya que fue entonces cuando salí de las sombras, embistiéndola con el hombro para empujarla y desestabilizarla a la vez que agarraba el hacha que sus dedos sostenían y que habia quedado por un momento en el aire. Ella giro el rostro, encolerizada y aun moviéndose para tomar una pose firme, sin embargo adelantándome a eso, utilice ese pequeño momento de desequilibro suyo para inclinarme hacia atrás, lanzándole contra la pared con una patada que dio en la armadura de su abdomen.
Ella aterrizo sobre un montón de rejas viejas y oxidadas que se apilaban allí, recibiéndola como si aquello fuera una cama de hierro. Mientras que ella me miraba con algo más que furia en aquellos ojos.
¿Me has echado de menos?...
Si… yo también.
Indique antes de mover su hacha en el aire, cortando una de las cuerdas que parecía sujetar parte del techo, cuando en realidad no era más que una cuerda que abria una trampilla, una que se abrió bajo los pies de Etháin haciéndola caer al piso inferior -también catacumbas-junto a las rejas oxidadas, , mientras que yo me calzaba su hacha en el hombro, caminando hacia la trampilla…
Mi acompañante acababa de llegar, y como viejos amigos que éramos, esperaba que la noche fuera “mágica y nostálgica”….en definitiva, que fuera como solían ser nuestros bonitos encuentros a lo largo del tiempo; en resumen.
Llenos de sudor y sangre.
Negras eran las cuencas de los ojos de calavera que se hallaba frente a mí.
Pase los dedos por encima de su superficie, acariciando con las yemas las grietas que la conformaban, mientras miraba al lado por el rabillo del ojo, contemplando como el blanco y sucio color de los huesos destacaba entre las sombras, como si con su propio color iluminara la estancia, como si dijeran:
"...Siii….sii…es aquí, es este el lugar. El lugar profanado, el lugar donde los restos no descansan jamás.
Míranos, míranos porque no saldrás de aquí..."
Sonreí mientras imaginaba las voces de todos los que estaban encerrados allí. Aquel lugar parecía ideado para hacer perder la cordura a aquel que osara interrumpir la paz de los malditos, la paz de los muertos.Míranos, míranos porque no saldrás de aquí..."
Pero a mi no me importaba, no cuando era yo quien solia llevar la muerte conmigo.
Estaba en casa.
Pasee uno de los estrechos pasadizos, comprobando que todo estaba como lo había predispuesto, hasta que llegue a una de las recamaras principales. Una en la que nada más entrar me hizo llegar el aroma de la intrusa.
Perfecto, mi invitada había llegado ya.
Encendí una pequeña hoguera y me aparte de aquel lugar, refugiándome entre las sombras, mientras las calaveras observaban conmigo como creaba aquella figura, aquella ilusión de mi persona contemplando las pequeñas llamas. Notando como una gran sonrisa aparecía en mi rostro cuando ella llegaba y alzaba su hacha hacia mi espalda, o mejor dicho, hacia la espalda de la ilusión. Enterrándola en una carne que pronto se convirtió en un vapor que se perdió con el aire.
Bienvenida…mi pequeña picta.
Eso fue lo único que se escucho resonar entre cada hueco de la abovedada estancia, ante su semblante ceñudo y por un momento consternado, ya que fue entonces cuando salí de las sombras, embistiéndola con el hombro para empujarla y desestabilizarla a la vez que agarraba el hacha que sus dedos sostenían y que habia quedado por un momento en el aire. Ella giro el rostro, encolerizada y aun moviéndose para tomar una pose firme, sin embargo adelantándome a eso, utilice ese pequeño momento de desequilibro suyo para inclinarme hacia atrás, lanzándole contra la pared con una patada que dio en la armadura de su abdomen.
Ella aterrizo sobre un montón de rejas viejas y oxidadas que se apilaban allí, recibiéndola como si aquello fuera una cama de hierro. Mientras que ella me miraba con algo más que furia en aquellos ojos.
¿Me has echado de menos?...
Si… yo también.
Indique antes de mover su hacha en el aire, cortando una de las cuerdas que parecía sujetar parte del techo, cuando en realidad no era más que una cuerda que abria una trampilla, una que se abrió bajo los pies de Etháin haciéndola caer al piso inferior -también catacumbas-junto a las rejas oxidadas, , mientras que yo me calzaba su hacha en el hombro, caminando hacia la trampilla…
Mi acompañante acababa de llegar, y como viejos amigos que éramos, esperaba que la noche fuera “mágica y nostálgica”….en definitiva, que fuera como solían ser nuestros bonitos encuentros a lo largo del tiempo; en resumen.
Llenos de sudor y sangre.
Achilles**- Vampiro Clase Alta
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Re: La venganza del ratón contra el gato [Achilles]
Caí agazapada sobre el húmedo pavimento, alzando la vista para contemplar que ninguna luz emanaba de aquél inhóspito lugar. Agudicé, durante unos segundos, todos mis sentidos: aspirando con fuerza pude encontrar el aroma a cerrado, a un lugar con escasa ventilación, un paraje poco frecuentado más que por ratas. Relamiéndome los labios supe que por el golpe recibido, mi cuerpo había expulsado unas lágrimas de sangre que teñían mis labios de carmesí, por lo que escupí tan lejos como pude, aun alerta. Deslizando mis dedos por aquella superficie adiviné que se trataba de un terreno un tanto resbaladizo, poco cuidado aun así, con goteras que caían del piso superior dónde aun se encontraba Achilles. No obstante, pude escuchar sus pasos acercarse a la trampilla que me había hecho caer, por lo que tomé la reja que había caído junto a mí como si fuera ahora mi escudo, esperando ansiosa que viniera a por mí.
Y así lo hizo, aprovechando su descenso para clavarle uno de los puntiagudos vértices de aquella reja que se incrustó en la carne de su costado haciendo que de su herida aflorara el líquido de su sangre con facilidad. Achilles no pareció inmutarse y juraría... que sonrió en la oscuridad.
Solté la reja y retrocedí brincando durante unos metros, posicionándome en la parte superior de uno de aquellos muros construidos a base de restos humanos. Me acuclillé, observando su taciturna figura que difícilmente podía visualizar debido a la densa oscuridad que nos rodeaba. Fruncí mis labios y aprovechando la posición en la que me hallaba, cuidadosa y sutilmente, deslicé una de mis manos hacia mi bota de piel izquierda, de cuyo interior extraje una navaja hecha por mí allá en las lejanas tierras que me vieron nacer. En su empuñadura llevaba grabado mi nombre para aquél cuya vida fuera arrebatada con el arma recordara quién fue su ladrón. Lamí el filo de la navaja antes de tomar la empuñadura entre dos de mis dedos, retrocediendo mi brazo derecho y apuntando hacia el foco que desprendía su aroma inconfundible, lanzándola finalmente aunque, por el sonido que realizó al aterrizar, supe que no había dado en mi objetivo.
Farfullé en mis adentros y antes de poder moverme, antes siquiera de sentir algo sobre mi espalda, supe que él se hallaba tras mi figura. Tragué saliva y sonreí.
Lucha o muere... cobarde. Espeté en mi cabeza, sabiendo que él me escucharía, esperando una carcajada por su parte, como solía hacer. Él siempre me vería como un juguete, como algo inferior a él que jamás podría vencerle. ¡Já! ¡Qué equivocado estaba! Si cierto era que él era la única presa que se me había escapado en más de un milenio y medio de vida, cierto era también que jamás me rendí ni me rendiría y... aunque fuera lo último que hiciera en éste mundo, Achilles moriría tarde o temprano. Debía morir. Y debía matarle yo.
Ahora.
Y así lo hizo, aprovechando su descenso para clavarle uno de los puntiagudos vértices de aquella reja que se incrustó en la carne de su costado haciendo que de su herida aflorara el líquido de su sangre con facilidad. Achilles no pareció inmutarse y juraría... que sonrió en la oscuridad.
Solté la reja y retrocedí brincando durante unos metros, posicionándome en la parte superior de uno de aquellos muros construidos a base de restos humanos. Me acuclillé, observando su taciturna figura que difícilmente podía visualizar debido a la densa oscuridad que nos rodeaba. Fruncí mis labios y aprovechando la posición en la que me hallaba, cuidadosa y sutilmente, deslicé una de mis manos hacia mi bota de piel izquierda, de cuyo interior extraje una navaja hecha por mí allá en las lejanas tierras que me vieron nacer. En su empuñadura llevaba grabado mi nombre para aquél cuya vida fuera arrebatada con el arma recordara quién fue su ladrón. Lamí el filo de la navaja antes de tomar la empuñadura entre dos de mis dedos, retrocediendo mi brazo derecho y apuntando hacia el foco que desprendía su aroma inconfundible, lanzándola finalmente aunque, por el sonido que realizó al aterrizar, supe que no había dado en mi objetivo.
Farfullé en mis adentros y antes de poder moverme, antes siquiera de sentir algo sobre mi espalda, supe que él se hallaba tras mi figura. Tragué saliva y sonreí.
Lucha o muere... cobarde. Espeté en mi cabeza, sabiendo que él me escucharía, esperando una carcajada por su parte, como solía hacer. Él siempre me vería como un juguete, como algo inferior a él que jamás podría vencerle. ¡Já! ¡Qué equivocado estaba! Si cierto era que él era la única presa que se me había escapado en más de un milenio y medio de vida, cierto era también que jamás me rendí ni me rendiría y... aunque fuera lo último que hiciera en éste mundo, Achilles moriría tarde o temprano. Debía morir. Y debía matarle yo.
Ahora.
Etháin- Vampiro Clase Media
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Re: La venganza del ratón contra el gato [Achilles]
Con un rápido movimiento lleve mi antebrazo hacia mi pecho, chocando su navaja contra mi muñequera cuando me la lanzo, la cual sonó con un sonido metalico al chocar el filo de la rustica arma contra el metal de mi armadura. La sujete antes de que cayera, pasando la yema del pulgar por el filo para sentir en su hendidura el gravado de su nombre.
Hice una mueca. ¿Pretendía matarme con una navaja?....No, claro que no, asi que lo tomaría como un obsequio por su parte, por lo que con un agil movimiento de dedos, guarde aquella arma en uno de mis cinturones. Tendría que agradecerle tal detalle por su parte.
Lleve la mano a mi costado y enterrando un poco los dedos en mi carne, extraje el trozo de metal que se enterraba entre mis costillas, sacándolo de un tirón seco a la vez que lo lanzaba a un lado, dando un rápido movimiento de dedos para que destilar la sangre que los recorrían, a la vez que contemplaba sus movimientos sonriendo en la oscuridad, pues me era fácil llegar hasta ella desde todas mis perspectivas.
Decidí avanzar hacia su espalda sonriendo ante su comentario.
Si fuera un cobarde no te habría invitado a esta adorable velada ratita mía…Te habría matado ayer, mientras dormías tranquilamente en aquella cueva…
Espete en forma de susurro en su oído en el momento en que me acerque a ella por detrás, sintiendo por un momento su mejilla contra la mía cuando retrocedí con uno de los mechones de sus cabellos entre mis dedos, soltándole cuando ella se giro para atacarme, queriendo agarrarme para acertar sus puñetazos mientras yo retrocedía y le esquivaba sin atacarle aun, simplemente observando sus movimientos.
Etháin había mejorado. Ahora era mas agil, más rápida, más certera. Por lo que me alegre de que en todos estos años no hubiese descuidado su entrenamiento. Aun seguía siendo una oponente digna.
Ella se dirigió hacia mi dándome certeros golpes que sostuve hasta que la pared impidió mi retroceso haciéndome frenar mientras ella sonreía maquiavélicamente, dándole una oportunidad de agarrarme de los ropajes con una mano, para desgarrar parte de mi cuello con sus uñas con la otra, momento en que sujete sus muñecas, forzándolas y tirando de ellas hacia mi para que su cuerpo chocara contra el mio, acercándome a su rostro para mirar esos ojos mas de cerca, manteniéndonos por un instante asi, con simple contacto visual mientras yo escrutaba aquella mirada mirandole hacia abajo.
Casi podia palpar su odio, como si fuera un objeto solido y contundente.
Odio, rencor, ira...Y aun asi seguia siendo aquella picta traidora. Mi elegida...
No pude evitar un atisbo de sonrisa, pues habia escogido bien.
Ninguno de los dos se rendiría jamás…
Entonces, ella se removió y libero una de sus muñecas acertando un rápido golpe que tenia que dar en mi cara y que aterrizo en la pared de piedra, creando infinidad de grietas a la vez que yo movia la cabeza hacia un lado, aprovechando que ella había tomado ese impulso para pasar mi brazo por encima de su hombro, sujetándole de los cabellos de la nuca para tirar de su cabeza hacia atrás, gesto que me dejo su cuello a la vista y que me posibilito el hecho de tirar de ella y girar posiciones, haciéndole chocar violentamente contra la pared, aun con sus cabellos y parte de su cuello sujeto con firmeza y brutalidad entre mi mano, mientras me acercaba para morderle, enterrando los dientes en su cuello sin dilación ni piedad alguna. Saciando mi sed con su sangre mientras sujetaba su cuerpo, creando infinidad de grietas en el contorno de la piedra, hasta que noté que su forcejeo empezaba a ser más débil, momento en que le solté dejándole caer con la espalda pegada a la piedra…
Saque su hacha que anteriormente había calzado junto a mis armas en la cadera, dejándola caer delante suyo para devolvérsela mientras le contemplaba limpiando el escaso hilo de sangre derramado en mis labios con el dorso de mi mano.
¿Qué te ocurre ratita?...
No dices nada...
¿Es que te ha mordido la lengua el gato?
Retrocedí unos cuantos pasos para darle un poco de espacio, aun sin sacar mis armas mientras su mirada glacial me fulminaba.
La enorme grieta que dejaron nuestros movimientos y golpes en la pared crecio aun mas, haciendo que cayeran sobre nuestras cabezas algunos trozos de piedra, unos que dejaron entrar algo de luz de luna sobre nuestro oscuro escenario. Solo entonces, cuando vi el reflejo de su mirada asesina con mas claridad, pregunte:
¿Que sabes de la reina?...
La mirada de Etháin se abrió mostrando cierto atisbo de sorpresa mientras yo me apoyaba en un pilar, esperando en silencio que se dignara a dirigirme la palabra, pues siempre me gusto reposar después de tomar algo de postre.
Hice una mueca. ¿Pretendía matarme con una navaja?....No, claro que no, asi que lo tomaría como un obsequio por su parte, por lo que con un agil movimiento de dedos, guarde aquella arma en uno de mis cinturones. Tendría que agradecerle tal detalle por su parte.
Lleve la mano a mi costado y enterrando un poco los dedos en mi carne, extraje el trozo de metal que se enterraba entre mis costillas, sacándolo de un tirón seco a la vez que lo lanzaba a un lado, dando un rápido movimiento de dedos para que destilar la sangre que los recorrían, a la vez que contemplaba sus movimientos sonriendo en la oscuridad, pues me era fácil llegar hasta ella desde todas mis perspectivas.
Decidí avanzar hacia su espalda sonriendo ante su comentario.
Si fuera un cobarde no te habría invitado a esta adorable velada ratita mía…Te habría matado ayer, mientras dormías tranquilamente en aquella cueva…
Espete en forma de susurro en su oído en el momento en que me acerque a ella por detrás, sintiendo por un momento su mejilla contra la mía cuando retrocedí con uno de los mechones de sus cabellos entre mis dedos, soltándole cuando ella se giro para atacarme, queriendo agarrarme para acertar sus puñetazos mientras yo retrocedía y le esquivaba sin atacarle aun, simplemente observando sus movimientos.
Etháin había mejorado. Ahora era mas agil, más rápida, más certera. Por lo que me alegre de que en todos estos años no hubiese descuidado su entrenamiento. Aun seguía siendo una oponente digna.
Ella se dirigió hacia mi dándome certeros golpes que sostuve hasta que la pared impidió mi retroceso haciéndome frenar mientras ella sonreía maquiavélicamente, dándole una oportunidad de agarrarme de los ropajes con una mano, para desgarrar parte de mi cuello con sus uñas con la otra, momento en que sujete sus muñecas, forzándolas y tirando de ellas hacia mi para que su cuerpo chocara contra el mio, acercándome a su rostro para mirar esos ojos mas de cerca, manteniéndonos por un instante asi, con simple contacto visual mientras yo escrutaba aquella mirada mirandole hacia abajo.
Casi podia palpar su odio, como si fuera un objeto solido y contundente.
Odio, rencor, ira...Y aun asi seguia siendo aquella picta traidora. Mi elegida...
No pude evitar un atisbo de sonrisa, pues habia escogido bien.
Ninguno de los dos se rendiría jamás…
Entonces, ella se removió y libero una de sus muñecas acertando un rápido golpe que tenia que dar en mi cara y que aterrizo en la pared de piedra, creando infinidad de grietas a la vez que yo movia la cabeza hacia un lado, aprovechando que ella había tomado ese impulso para pasar mi brazo por encima de su hombro, sujetándole de los cabellos de la nuca para tirar de su cabeza hacia atrás, gesto que me dejo su cuello a la vista y que me posibilito el hecho de tirar de ella y girar posiciones, haciéndole chocar violentamente contra la pared, aun con sus cabellos y parte de su cuello sujeto con firmeza y brutalidad entre mi mano, mientras me acercaba para morderle, enterrando los dientes en su cuello sin dilación ni piedad alguna. Saciando mi sed con su sangre mientras sujetaba su cuerpo, creando infinidad de grietas en el contorno de la piedra, hasta que noté que su forcejeo empezaba a ser más débil, momento en que le solté dejándole caer con la espalda pegada a la piedra…
Saque su hacha que anteriormente había calzado junto a mis armas en la cadera, dejándola caer delante suyo para devolvérsela mientras le contemplaba limpiando el escaso hilo de sangre derramado en mis labios con el dorso de mi mano.
¿Qué te ocurre ratita?...
No dices nada...
¿Es que te ha mordido la lengua el gato?
Retrocedí unos cuantos pasos para darle un poco de espacio, aun sin sacar mis armas mientras su mirada glacial me fulminaba.
La enorme grieta que dejaron nuestros movimientos y golpes en la pared crecio aun mas, haciendo que cayeran sobre nuestras cabezas algunos trozos de piedra, unos que dejaron entrar algo de luz de luna sobre nuestro oscuro escenario. Solo entonces, cuando vi el reflejo de su mirada asesina con mas claridad, pregunte:
¿Que sabes de la reina?...
La mirada de Etháin se abrió mostrando cierto atisbo de sorpresa mientras yo me apoyaba en un pilar, esperando en silencio que se dignara a dirigirme la palabra, pues siempre me gusto reposar después de tomar algo de postre.
Achilles**- Vampiro Clase Alta
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Re: La venganza del ratón contra el gato [Achilles]
Mi respiración agitada parecía cortar el tenso ambiente que nos rodeaba mientras mi mano se había posado sobre la herida que aquél quién ahora me miraba había causado en mí. Lo odiaba. Lo odiaba infinitamente. Y odiaba la sensación de sentirme sucia, usada, menospreciada. Él había bebido de mí como si fuera una copa más de vino, dejándome sobre la mesa después de sentirse saciado, esperando quizás que sus siervos limpiaran su copa antes de volver a sus quehaceres. Me hervía la sangre pensar que mi esencia, que parte de mí, que mi sangre corría ahora por su cuerpo, alimentándole, dotándole de fuerza y vitalidad. Odiaba la sensación de haberme traicionado a mí misma, a mí, que después de todo, sólo ansiaba verle fallecer... A mí, que ahora era mi sangre el que le llenaba de energía. ¡Detestaba sus aires y ese desprecio que irradiaba!
Pasados unos segundos, la herida cicatrizó y sólo quedaron sobre mi piel los resquicios de sangre que de ésta habían brotado. Achilles, a unos metros de mí, me contemplaba con desfachatez, casi con calma y tranquilidad, como si supiera que yo no era una peligro para su integridad, como siempre, subestimándome. Hice chirriar mis dientes al tensarse tanto mis mandíbulas y sintiendo el odio azotar mi espalda con fuertes latigazos que me instaban a atacarle de nuevo, siempre intentándolo, siempre sin desistir: en algún momento su guardia flaquearía y mis golpes recibiría. No pensaba desaprovechar ni un segundo en intentarlo.
Pero entonces, recordé sus palabras y me pregunté si aquello era una de sus trampas, si se había dejado cazar por alguna razón, duda que me respondió a los escasos instantes, interrogándome sobre la reina. Fugazmente, me pregunté qué tenía él que ver con Dariel... y fruncí el ceño.
¿La reina? Yo no sirvo a ninguna reina, deberías ya saberlo. Y aunque supiera algo de ella, antes muerta que mencionarte siquiera aquello que reclamas. No creas que voy a satisfacerte más allá del hambre. Espeté malhumorada, recogiendo el hacha del suelo mediante un ágil y veloz movimiento de mis pies, haciendo que el arma volara por encima de mi cabeza y cayera sobre la palma de mi mano abierta.
Y entonces grité cuál guerrera que va a la batalla dándolo todo por la causa, con el hacha en alto y la adrenalina recorriendo cada fibra de mi ser, sintiéndome fuerte, enérgica y sedienta de su sangre, de su cabeza. Peleé con él, logrando arañarle, herirle, abofetearle e incluso teniéndole a mis pies por unos segundos, a mi merced... Pero entonces, el sonido de un crujido me distrajo de aquél macabro baile de vida o muerte, percatándome que no nos encontrábamos solos. Ante nosotros se desplegaron varios hombres que reconocí de la corte de Dariel, por lo que la sospecha planeó sobre Achilles, fulminándole por el rabillo del ojo: había caído en su trampa tal y como él había caído en la mía hacía ya tantos siglos. Así que el primer hachazo, se lo llevó mi creador.
Pasados unos segundos, la herida cicatrizó y sólo quedaron sobre mi piel los resquicios de sangre que de ésta habían brotado. Achilles, a unos metros de mí, me contemplaba con desfachatez, casi con calma y tranquilidad, como si supiera que yo no era una peligro para su integridad, como siempre, subestimándome. Hice chirriar mis dientes al tensarse tanto mis mandíbulas y sintiendo el odio azotar mi espalda con fuertes latigazos que me instaban a atacarle de nuevo, siempre intentándolo, siempre sin desistir: en algún momento su guardia flaquearía y mis golpes recibiría. No pensaba desaprovechar ni un segundo en intentarlo.
Pero entonces, recordé sus palabras y me pregunté si aquello era una de sus trampas, si se había dejado cazar por alguna razón, duda que me respondió a los escasos instantes, interrogándome sobre la reina. Fugazmente, me pregunté qué tenía él que ver con Dariel... y fruncí el ceño.
¿La reina? Yo no sirvo a ninguna reina, deberías ya saberlo. Y aunque supiera algo de ella, antes muerta que mencionarte siquiera aquello que reclamas. No creas que voy a satisfacerte más allá del hambre. Espeté malhumorada, recogiendo el hacha del suelo mediante un ágil y veloz movimiento de mis pies, haciendo que el arma volara por encima de mi cabeza y cayera sobre la palma de mi mano abierta.
Y entonces grité cuál guerrera que va a la batalla dándolo todo por la causa, con el hacha en alto y la adrenalina recorriendo cada fibra de mi ser, sintiéndome fuerte, enérgica y sedienta de su sangre, de su cabeza. Peleé con él, logrando arañarle, herirle, abofetearle e incluso teniéndole a mis pies por unos segundos, a mi merced... Pero entonces, el sonido de un crujido me distrajo de aquél macabro baile de vida o muerte, percatándome que no nos encontrábamos solos. Ante nosotros se desplegaron varios hombres que reconocí de la corte de Dariel, por lo que la sospecha planeó sobre Achilles, fulminándole por el rabillo del ojo: había caído en su trampa tal y como él había caído en la mía hacía ya tantos siglos. Así que el primer hachazo, se lo llevó mi creador.
Etháin- Vampiro Clase Media
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Re: La venganza del ratón contra el gato [Achilles]
Me incline al sentir el hacha clavarse cerca de omóplato, escupiendo un denso y oscuro chorro sanguinolento, que me hizo abrir los ojos y mirarle con la mirada inyectada en sangre mientras llevaba la mano a mi espalda para arrebatar el hacha de mi carne.
Sin embargo no tuve tiempo de reprimendas ni de palabra alguna, no cuando ellos estaban allí.
Los hombres comenzaron a adelantarse en la estancia mientras yo me movia rápido.
Sal de aquí Etháin.
No lo pregunte, ni lo comente, lo ordene. Confiando en que quisiera dejarme a merced de aquellos guardias y aprovechar que estuviera cansado después para atacarme. Sin embargo ella no se movió, sino que siguió en guardia apuntándome a mi con su hacha. Y es que después de tanto tiempo, había olvidado que era una picta, osea, tozuda.
En aquel momento al fin desenfunde mis armas. Sacando ambas espadas para abalanzarme sobre el primero, enterrando una de mis armas en su abdomen para segar su cabeza con la otra, dando un codazo en el rostro al que estaba situándose detrás de mi, para empujarle lejos y tener tiempo para el tercero al cual corte su torax en forma de cruz, antes de girarme hacia los dos restantes; aquel a quien habia empujado lejos, -quien ahora se encontraba con Etháin- mientras ella segaba sus miembros con brutalidad en solo un momento, para después encontrarse con el que a su espalda intentaba atacarle a traición mientras ella se giraba para cortarle por la mitad de un solo hachazo, momento en que uno mas entre las sombras salto por los aires para atacarle, sin saber que detrás de él iba yo.
Ethain se giro con brusquedad para mirar como en el aire enterraba ambas espadas por hombros del guerrero, atravesando toda su espalda hasta la cadera desde arriba, desmembrando su cuerpo hasta que se convirtió en una masa sanguinolenta.
Desenterré las espadas rápidamente mientras fulminaba el cadáver.
A ella no, hirudo insolens…
Espete con asco ante la osadía de ver que aquellos hombres querían luchar con mi adversaria.
Yo podía luchar con ella, pero para los demás debía ser intocable, esa era la ley que me habia marcado, aunque Ethain nunca lo fuera a saber.
En aquel entonces un ligero estruendo se escucho en la superficie, por lo que debían haber mas guardias. Gruñí mientras miraba los tuneles de entrada. Adelantándome en de ellos ante la mirada de confusión de Etháin, quien quizás no lograba entender porque le había ayudado.
Le mire una sola vez hacia atrás.
Ven conmigo, vendrán mas. Ella casi pareció sonreír.
Ven o no tendrás otra oportunidad de rebanarme la cabeza. Tu decides.
Sin embargo no tuve tiempo de reprimendas ni de palabra alguna, no cuando ellos estaban allí.
Los hombres comenzaron a adelantarse en la estancia mientras yo me movia rápido.
Sal de aquí Etháin.
No lo pregunte, ni lo comente, lo ordene. Confiando en que quisiera dejarme a merced de aquellos guardias y aprovechar que estuviera cansado después para atacarme. Sin embargo ella no se movió, sino que siguió en guardia apuntándome a mi con su hacha. Y es que después de tanto tiempo, había olvidado que era una picta, osea, tozuda.
En aquel momento al fin desenfunde mis armas. Sacando ambas espadas para abalanzarme sobre el primero, enterrando una de mis armas en su abdomen para segar su cabeza con la otra, dando un codazo en el rostro al que estaba situándose detrás de mi, para empujarle lejos y tener tiempo para el tercero al cual corte su torax en forma de cruz, antes de girarme hacia los dos restantes; aquel a quien habia empujado lejos, -quien ahora se encontraba con Etháin- mientras ella segaba sus miembros con brutalidad en solo un momento, para después encontrarse con el que a su espalda intentaba atacarle a traición mientras ella se giraba para cortarle por la mitad de un solo hachazo, momento en que uno mas entre las sombras salto por los aires para atacarle, sin saber que detrás de él iba yo.
Ethain se giro con brusquedad para mirar como en el aire enterraba ambas espadas por hombros del guerrero, atravesando toda su espalda hasta la cadera desde arriba, desmembrando su cuerpo hasta que se convirtió en una masa sanguinolenta.
Desenterré las espadas rápidamente mientras fulminaba el cadáver.
A ella no, hirudo insolens…
Espete con asco ante la osadía de ver que aquellos hombres querían luchar con mi adversaria.
Yo podía luchar con ella, pero para los demás debía ser intocable, esa era la ley que me habia marcado, aunque Ethain nunca lo fuera a saber.
En aquel entonces un ligero estruendo se escucho en la superficie, por lo que debían haber mas guardias. Gruñí mientras miraba los tuneles de entrada. Adelantándome en de ellos ante la mirada de confusión de Etháin, quien quizás no lograba entender porque le había ayudado.
Le mire una sola vez hacia atrás.
Ven conmigo, vendrán mas. Ella casi pareció sonreír.
Ven o no tendrás otra oportunidad de rebanarme la cabeza. Tu decides.
Achilles**- Vampiro Clase Alta
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Re: La venganza del ratón contra el gato [Achilles]
Eché una furtiva mirada a aquellos que ya venían a por nosotros, vacilando unos segundos, decidiéndome -a regañadientes- a seguir a mi creador, a sabiendas que si aquello era otra de sus trampas, no dudaría en perforarle la tráquea: aquella vez no fallaría, me dije.
Así que, tras retirar una de las rejas de hierro oxidado perteneciente a otro de los túneles que conducían al exterior, ambos nos inmiscuimos en él, colocando cuidadosamente la reja para despistar a quienes nos perseguían, ganando tiempo así, aunque seguro que nos encontrarían siguiendo el rastro de nuestro aroma y por la sangre que manchábamos a nuestro paso.
Gateamos durante varios metros; él frente a mí, guiando aquella expedición a oscuras, pues nos habíamos zambullido en lo más hondo jamás edificado del subsuelo urbano, por lo que allí ya no había luz que alumbrase nuestro camino, sólo humedad, un pestilente olor y algunos animalillos como cucarachas o ratas con las que de vez en cuando tropezábamos.
Podía sentir su respiración. Sabía que se encontraba a escasos centímetros de mí, dándome la espalda, a mi merced. Sabía que si ahora sacaba a relucir mi puñal y le atravesaba el pecho con él... todo aquello habría terminado. Sabía que si él moría, podría descansar al fin, que habría cometido mi promesa, mi venganza, mi misión.
Llevé una de mis manos al interior de mi escote, palpando la empuñadura cuando de repente, él se detuvo y me señaló la dirección en la que caminábamos, por lo que comprendí que fuera, nos aguardaban más hombres, más enviados de Dariel. De nuevo me pregunté qué relación existiría entre ambos y qué pintaba yo en sus asuntos, más entonces, Achilles me empujó a un lado y sentí cómo el filo de algo cortante pasaba a toda velocidad rozando mi brazo: nos atacaban desde fuera, seguramente a través de otra reja.
Maldición... ¡Estamos atrapados!
Así que me tumbé sobre el pavimento y pensé con rapidez, percatándome de unas goteras cuya agua caía sobre mi cabeza: si había agua, significaba que había por dónde filtrarse... Así que llevé mis manos al techo y empujé con todas mis fuerzas, dejando que las piedras y la arena fueran cayendo sobre mí sin que eso me importara, logrando abrir una apertura por dónde, de un brinco, accedí a un piso superior, seguramente a la misma altura del suelo parisino.
Mientras tosía el polvo que había ingerido y daba gracias a mi inteligencia, Achilles apareció por el mismo agujero que había creado, refugiándose junto a mí sin siquiera preguntarnos dónde nos encontrábamos. Lo que sí sabíamos era que a unos metros de nosotros existía un muro cuyas piedras eran fáciles de derrocar: ahí teníamos la salida. La ansiada salida. ¿A qué esperaba para moverse? Por si acaso, palpé bajo mi ropa la empuñadura del mangual que no dudaría en usar.
Otra gotera cayó sobre mi cabeza mojando mis cabellos, sólo que esta vez no se trataba de agua, sino de sangre...
Así que, tras retirar una de las rejas de hierro oxidado perteneciente a otro de los túneles que conducían al exterior, ambos nos inmiscuimos en él, colocando cuidadosamente la reja para despistar a quienes nos perseguían, ganando tiempo así, aunque seguro que nos encontrarían siguiendo el rastro de nuestro aroma y por la sangre que manchábamos a nuestro paso.
Gateamos durante varios metros; él frente a mí, guiando aquella expedición a oscuras, pues nos habíamos zambullido en lo más hondo jamás edificado del subsuelo urbano, por lo que allí ya no había luz que alumbrase nuestro camino, sólo humedad, un pestilente olor y algunos animalillos como cucarachas o ratas con las que de vez en cuando tropezábamos.
Podía sentir su respiración. Sabía que se encontraba a escasos centímetros de mí, dándome la espalda, a mi merced. Sabía que si ahora sacaba a relucir mi puñal y le atravesaba el pecho con él... todo aquello habría terminado. Sabía que si él moría, podría descansar al fin, que habría cometido mi promesa, mi venganza, mi misión.
Llevé una de mis manos al interior de mi escote, palpando la empuñadura cuando de repente, él se detuvo y me señaló la dirección en la que caminábamos, por lo que comprendí que fuera, nos aguardaban más hombres, más enviados de Dariel. De nuevo me pregunté qué relación existiría entre ambos y qué pintaba yo en sus asuntos, más entonces, Achilles me empujó a un lado y sentí cómo el filo de algo cortante pasaba a toda velocidad rozando mi brazo: nos atacaban desde fuera, seguramente a través de otra reja.
Maldición... ¡Estamos atrapados!
Así que me tumbé sobre el pavimento y pensé con rapidez, percatándome de unas goteras cuya agua caía sobre mi cabeza: si había agua, significaba que había por dónde filtrarse... Así que llevé mis manos al techo y empujé con todas mis fuerzas, dejando que las piedras y la arena fueran cayendo sobre mí sin que eso me importara, logrando abrir una apertura por dónde, de un brinco, accedí a un piso superior, seguramente a la misma altura del suelo parisino.
Mientras tosía el polvo que había ingerido y daba gracias a mi inteligencia, Achilles apareció por el mismo agujero que había creado, refugiándose junto a mí sin siquiera preguntarnos dónde nos encontrábamos. Lo que sí sabíamos era que a unos metros de nosotros existía un muro cuyas piedras eran fáciles de derrocar: ahí teníamos la salida. La ansiada salida. ¿A qué esperaba para moverse? Por si acaso, palpé bajo mi ropa la empuñadura del mangual que no dudaría en usar.
Otra gotera cayó sobre mi cabeza mojando mis cabellos, sólo que esta vez no se trataba de agua, sino de sangre...
Etháin- Vampiro Clase Media
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Re: La venganza del ratón contra el gato [Achilles]
Cuando algunas gotas comenzaron a caer sobre nuestras cabezas supe que algo no podía ir tan bien como pensábamos, no cuando el aroma a hierro impregnaba el ambiente.
Ambos elevamos la vista al techo para contemplar como millares de cadáveres se arremolinaban sobre nuestras cabezas, pues encima nuestro se ubicaba una especie de reja que impedía que cayeran al túnel los cadáveres lanzados y amontonados ahí.
Estábamos en una especie de fosa común.
De pronto el ruido de los guardianes al correr se escucho cada vez mas cerca nuestro por lo que empezamos a movernos rápidamente por el túnel a la vez que éramos regados por la sangre a nuestras cabezas, sin embargo al ir finalizando el túnel nos encontramos con una puerta de hierro a la cual me acerque para abrir, descubriendo a mi pesar que al otro lado nos esperaban, por lo que intente sujetarla posicionando mi espalda contra ella a la vez que me comunicaba mentalmente con Etháin
Por arriba! Salgamos entre los cadáveres.
La reja... Espete mientras hacia fuerzas contra la puerta a la vez que los guardias empujaban para intentar abrirla.
Fue entonces cuando le contemple acercarse a mi mientras que yo le fulminaba, sintiendo que mis pies cedían un tanto ante las embestidas de los guardias hacia el portón que yo aun sostenía. Sin embargo no eran ellos los que me preocupaban, sino ella quien parecía decidida a intentar algo.
Si vas a atacarme ahora que estoy en desventaja, hazlo. No lo dudes, mátame. No tendrás honor pero será una victoria y eso es lo único que debe importarte. No debes tener piedad con nadie… aconseje mientras de una embestida mia contra la puerta desmembraba un brazo que intentaba colarse por el hueco de la puerta.
Pero si lo haces, antes tienes que saber que la reina a estas alturas debe de saber que vinculo te ata a mi. Por lo que no dudara en intentar capturarte o acercarte a ella de algún modo. Quédate en Paris, jamás pensara que estas tan cerca.
Gruñí mientras presionaba la puerta. No podría aguantar eternamente, por lo que espere a que ella hiciera un movimiento, sabiendo que lo mas sensato desde su postura seria matarme y huir por las rejas que se sostenían sobre nuestras cabezas....
Ambos elevamos la vista al techo para contemplar como millares de cadáveres se arremolinaban sobre nuestras cabezas, pues encima nuestro se ubicaba una especie de reja que impedía que cayeran al túnel los cadáveres lanzados y amontonados ahí.
Estábamos en una especie de fosa común.
De pronto el ruido de los guardianes al correr se escucho cada vez mas cerca nuestro por lo que empezamos a movernos rápidamente por el túnel a la vez que éramos regados por la sangre a nuestras cabezas, sin embargo al ir finalizando el túnel nos encontramos con una puerta de hierro a la cual me acerque para abrir, descubriendo a mi pesar que al otro lado nos esperaban, por lo que intente sujetarla posicionando mi espalda contra ella a la vez que me comunicaba mentalmente con Etháin
Por arriba! Salgamos entre los cadáveres.
La reja... Espete mientras hacia fuerzas contra la puerta a la vez que los guardias empujaban para intentar abrirla.
Fue entonces cuando le contemple acercarse a mi mientras que yo le fulminaba, sintiendo que mis pies cedían un tanto ante las embestidas de los guardias hacia el portón que yo aun sostenía. Sin embargo no eran ellos los que me preocupaban, sino ella quien parecía decidida a intentar algo.
Si vas a atacarme ahora que estoy en desventaja, hazlo. No lo dudes, mátame. No tendrás honor pero será una victoria y eso es lo único que debe importarte. No debes tener piedad con nadie… aconseje mientras de una embestida mia contra la puerta desmembraba un brazo que intentaba colarse por el hueco de la puerta.
Pero si lo haces, antes tienes que saber que la reina a estas alturas debe de saber que vinculo te ata a mi. Por lo que no dudara en intentar capturarte o acercarte a ella de algún modo. Quédate en Paris, jamás pensara que estas tan cerca.
Gruñí mientras presionaba la puerta. No podría aguantar eternamente, por lo que espere a que ella hiciera un movimiento, sabiendo que lo mas sensato desde su postura seria matarme y huir por las rejas que se sostenían sobre nuestras cabezas....
Achilles**- Vampiro Clase Alta
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Re: La venganza del ratón contra el gato [Achilles]
Una vez me dispuse frente a él saqué de mi escote aquella afilada navaja y la alcé en su dirección, cortando así la carne de aquella mano intrusa que había logrado colarse por la rendija que Achilles intentaba reducir con su esfuerzo. Habiendo desaparecido aquél obstáculo, la puerta pudo al fin cerrarse del todo, aunque fuera, muchos de los guardianes reales empujaban contra el metal para darse paso, por lo que sabía que un simple pestillo no bastaría para frenarlos.
Deja las cursiladas como si fueras a morir por esto y por favor... no te llenes la boca hablándome del vínculo que me ata a ti porque créeme, es inexistente.
Refunfuñé algo más en mis adentros y entonces brinqué hasta dónde se hallaban aquellos cadáveres colgados de una reja cuales cochinos, cortando las sogas a hachazo limpio, dejando que cayeran a los pies de Achilles uno tras otro.
Y ahora... aparta.
Indiqué con desdén, lanzando más cadáveres al suelo hasta que se fueron amontonando en la puerta. Volví abajo y con ayuda de mi creador los empujamos cuanto pudimos hasta lograr formar un muro de restos humanos rígidos debido a su estado de descomposición. Más de un centenar de ellos atascaban la puerta y aunque sabíamos que no aguantaría demasiado, al menos nos daría tiempo a trepar hasta el techo rejado, por lo que no perdimos más tiempo en chácharas: ya llegaría el momento de interrogarle, pero sobretodo, ya llegaría el momento de matarle. Aun no.
Las paredes me hacían deslizar debido a la humedad, pero gracias a aquellos cadáveres logré trepar por ellos hasta llegar a la reja desde dónde éstos colgaban, rompiendo un par de barrotes para crear un agujero suficientemente grande para que mi cuerpo pudiera inmiscuirse en él, llegando así, a lo que parecía ser una cripta. Una cripta repleta de sarcófagos de piedra cuyas inscripciones y ornamentos -todos ellos con los perfiles bien definidos de una escultura dormida vestida con ropajes clericales- me llevaron a la hipótesis de que nos encontrábamos en la cripta de una gran catedral, iglesia o monasterio.
Al fondo de la sala cubierta de polvo y telarañas descubrí una escalera de caracol alumbrada por unas antorchas que ascendían hacia un piso superior, por lo que, sin siquiera voltearme hacia Achilles, empecé mi camino hacia la libertad, aunque algo me retuvo allí, junto a él: las preguntas.
¿Qué quiere la reina de mí? Inquirí sin mirarle, dándole la espalda y con el ceño fruncido.
Deja las cursiladas como si fueras a morir por esto y por favor... no te llenes la boca hablándome del vínculo que me ata a ti porque créeme, es inexistente.
Refunfuñé algo más en mis adentros y entonces brinqué hasta dónde se hallaban aquellos cadáveres colgados de una reja cuales cochinos, cortando las sogas a hachazo limpio, dejando que cayeran a los pies de Achilles uno tras otro.
Y ahora... aparta.
Indiqué con desdén, lanzando más cadáveres al suelo hasta que se fueron amontonando en la puerta. Volví abajo y con ayuda de mi creador los empujamos cuanto pudimos hasta lograr formar un muro de restos humanos rígidos debido a su estado de descomposición. Más de un centenar de ellos atascaban la puerta y aunque sabíamos que no aguantaría demasiado, al menos nos daría tiempo a trepar hasta el techo rejado, por lo que no perdimos más tiempo en chácharas: ya llegaría el momento de interrogarle, pero sobretodo, ya llegaría el momento de matarle. Aun no.
Las paredes me hacían deslizar debido a la humedad, pero gracias a aquellos cadáveres logré trepar por ellos hasta llegar a la reja desde dónde éstos colgaban, rompiendo un par de barrotes para crear un agujero suficientemente grande para que mi cuerpo pudiera inmiscuirse en él, llegando así, a lo que parecía ser una cripta. Una cripta repleta de sarcófagos de piedra cuyas inscripciones y ornamentos -todos ellos con los perfiles bien definidos de una escultura dormida vestida con ropajes clericales- me llevaron a la hipótesis de que nos encontrábamos en la cripta de una gran catedral, iglesia o monasterio.
Al fondo de la sala cubierta de polvo y telarañas descubrí una escalera de caracol alumbrada por unas antorchas que ascendían hacia un piso superior, por lo que, sin siquiera voltearme hacia Achilles, empecé mi camino hacia la libertad, aunque algo me retuvo allí, junto a él: las preguntas.
¿Qué quiere la reina de mí? Inquirí sin mirarle, dándole la espalda y con el ceño fruncido.
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Re: La venganza del ratón contra el gato [Achilles]
Me adelante en las escaleras, empujándola a un lado con brusquedad cual estorbo molesto que impide el paso.
No quiere nada de ti, quiere algo de mí.
Respondí tajante mientras subía por las escaleras sin decir nada más hasta que llegue al final de las mismas. Allí una puerta rustica y frágil de madera permanecía cerrada mientras yo apoyaba la oreja en su superficie, escuchando con atención como el silencio se tornaba en un sutil sonido de unos pasos acercándose.
Desenvaine silenciosamente una de mis espadas para apartarme un poco de la puerta, escuchando como los pasos de alguien paraban frente a ella, abriéndola mientras un chico de no mas de veinte inviernos abría para adentrarse con un bulto a sus hombros. El abrió con desinterés, y miro hacia las escaleras, soltando el bulto que cayó y rodó hasta llegar abajo, sin embargo se quedo un instante ahí, parpadeando, y entonces cuando frunció el ceño y giro la cabeza elevando la mirada se encontró con mi espada enterrándose en medio de sus ojos.
En cuerpo cayo rodando hasta que llego a los pies de la picta, quien lo miro como quien mira una mota de polvo en el aire.
Me quede un instante mirando el cadáver mientras ella subía por las escaleras, para comprobar que se trataba de un hombre de fe por su uniforme.
Por lo que definitivamente debíamos estar dentro de un recinto de la inquisición. Pues junto con los reyes eran los únicos que se deshacían de los cadáveres de ese modo, dejándolos en una fosa común para ocuparse después de ellos según su conveniencia…
Quizás la inquisición les daba sepultura a aquellos indignos que no hubiesen superado sus pruebas, quien sabe. Los reyes al menos en ese aspecto eran mas “prácticos”, y es antes que dejar que muriesen se los ofrecían al mismo ejercito como aperitivo.
Traspase la puerta para apreciar el interior de la iglesia, una pequeña y llena de cristaleras pintadas. -una muy digna tapadera cabe decir- Se ubicaría a las afueras con seguridad, pero entonces, antes de poder ver mas detalles de ella, o poder hacer un movimiento en falso, las cristaleras comenzaron a tomar color, uno vivo, uno reluciente, que dejo ver como santos relucían en cada ventana llena de luz.
Horas... Malditas fueran, habían pasado aquella noche de forma fugaz, trayendo consigo la luz del sol. Una luz que llego hasta las cristaleras iluminándolo todo a la vez que yo me giraba empujando a Etháin hacia atrás para inmiscuirnos ambos atrás de la misma puerta por la que segundos antes habíamos entrado a la iglesia.
Cerré de un portazo antes de agarrarme a la barandilla de la escalera de caracol, dando un salto desde ahí hasta la base de la cripta, malhumorado por el hecho de que ahora nos tendríamos que quedar ahí encerrados, pues el sol reinaba y gobernaba en los cielos.
Farfulle en voz baja, blasfemando en latín mientras paseaba por la cripta a grandes zancadas. Indignado con el hecho de que los reyes estuvieran tan cerca de mis pasos. Eso me quitaba tiempo y se lo quitaba a ella.
Tendría que pensar en como hacer para ponerla a salvo, quizás mandándole lejos, quizás yendo lejos yo con la esperanza de que ella quisiera decapitarme y me siguiera. Fuera como fuera, tendría que darme prisa o ellos conseguirían lo que querían.
Estaba inmerso en mis cavilaciones, tanto que no escuche que me hablaba hasta que le vi por el rabillo del ojo con los brazos en jarras. Solté un resoplido mientras le daba la espalda, cruzándome de brazos mientras seguía un tanto disperso en el plan que debería tomar ahora.
...
Será mejor que te pongas cómoda.
Ni siquiera tuve que mirarla para saber que su cara mostraría perfectamente su asco y hastío al tener que quedarse encerrada allí conmigo. Y es que….Nos quedaban mas de doce horas de sol para estar allí encerrados.
No quiere nada de ti, quiere algo de mí.
Respondí tajante mientras subía por las escaleras sin decir nada más hasta que llegue al final de las mismas. Allí una puerta rustica y frágil de madera permanecía cerrada mientras yo apoyaba la oreja en su superficie, escuchando con atención como el silencio se tornaba en un sutil sonido de unos pasos acercándose.
Desenvaine silenciosamente una de mis espadas para apartarme un poco de la puerta, escuchando como los pasos de alguien paraban frente a ella, abriéndola mientras un chico de no mas de veinte inviernos abría para adentrarse con un bulto a sus hombros. El abrió con desinterés, y miro hacia las escaleras, soltando el bulto que cayó y rodó hasta llegar abajo, sin embargo se quedo un instante ahí, parpadeando, y entonces cuando frunció el ceño y giro la cabeza elevando la mirada se encontró con mi espada enterrándose en medio de sus ojos.
En cuerpo cayo rodando hasta que llego a los pies de la picta, quien lo miro como quien mira una mota de polvo en el aire.
Me quede un instante mirando el cadáver mientras ella subía por las escaleras, para comprobar que se trataba de un hombre de fe por su uniforme.
Por lo que definitivamente debíamos estar dentro de un recinto de la inquisición. Pues junto con los reyes eran los únicos que se deshacían de los cadáveres de ese modo, dejándolos en una fosa común para ocuparse después de ellos según su conveniencia…
Quizás la inquisición les daba sepultura a aquellos indignos que no hubiesen superado sus pruebas, quien sabe. Los reyes al menos en ese aspecto eran mas “prácticos”, y es antes que dejar que muriesen se los ofrecían al mismo ejercito como aperitivo.
Traspase la puerta para apreciar el interior de la iglesia, una pequeña y llena de cristaleras pintadas. -una muy digna tapadera cabe decir- Se ubicaría a las afueras con seguridad, pero entonces, antes de poder ver mas detalles de ella, o poder hacer un movimiento en falso, las cristaleras comenzaron a tomar color, uno vivo, uno reluciente, que dejo ver como santos relucían en cada ventana llena de luz.
Horas... Malditas fueran, habían pasado aquella noche de forma fugaz, trayendo consigo la luz del sol. Una luz que llego hasta las cristaleras iluminándolo todo a la vez que yo me giraba empujando a Etháin hacia atrás para inmiscuirnos ambos atrás de la misma puerta por la que segundos antes habíamos entrado a la iglesia.
Cerré de un portazo antes de agarrarme a la barandilla de la escalera de caracol, dando un salto desde ahí hasta la base de la cripta, malhumorado por el hecho de que ahora nos tendríamos que quedar ahí encerrados, pues el sol reinaba y gobernaba en los cielos.
Farfulle en voz baja, blasfemando en latín mientras paseaba por la cripta a grandes zancadas. Indignado con el hecho de que los reyes estuvieran tan cerca de mis pasos. Eso me quitaba tiempo y se lo quitaba a ella.
Tendría que pensar en como hacer para ponerla a salvo, quizás mandándole lejos, quizás yendo lejos yo con la esperanza de que ella quisiera decapitarme y me siguiera. Fuera como fuera, tendría que darme prisa o ellos conseguirían lo que querían.
Estaba inmerso en mis cavilaciones, tanto que no escuche que me hablaba hasta que le vi por el rabillo del ojo con los brazos en jarras. Solté un resoplido mientras le daba la espalda, cruzándome de brazos mientras seguía un tanto disperso en el plan que debería tomar ahora.
...
Será mejor que te pongas cómoda.
Ni siquiera tuve que mirarla para saber que su cara mostraría perfectamente su asco y hastío al tener que quedarse encerrada allí conmigo. Y es que….Nos quedaban mas de doce horas de sol para estar allí encerrados.
Achilles**- Vampiro Clase Alta
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Re: La venganza del ratón contra el gato [Achilles]
Dijiste que la reina querría capturarme. Insistí, sentándome en la tercera grada de aquellas mugrientas escaleras de la cripta en la que ahora permaneceríamos atrapados hasta el anochecer.
Así que, mientras aguardaba que el romana abriera la boca y desembuchara aquellos secretos que me fastidiaría de llevarse a la tumba, saqué mi hacha y mi navaja y empecé a matar el tiempo afilando las hojas de mis armas, incluso grabando en la empuñadura de éstas, mi nombre.
Pero lo cierto es que debido a que Achilles se había alimentado de mí momentos antes y por la acción recién vivida, empezaba a sentirme débil y cansada, con el característico ardor de garganta cuando la sed de sangre te domina y controla tus instintos, sacando lo peor de uno mismo. Necesitaba alimentarme y debido a que solía hacerlo de vampiros, mi lado más animal y feroz me instaba a atacar a mi creador y devorarlo, no dejar de él ni una gota de sangre en su organismo... Más sólo algo me impedía actuar de ese modo: el orgullo. ¿Cómo permitir que sea su sangre la que me fortaleciera? ¿Cómo beber de semejante energúmeno? ¿Cómo manchar mis labios con su sucia esencia?
Tragué saliva, sintiendo mi boca seca y mis dientes adoloridos como si hubiera masticado piedras durante horas. La garganta me escocía y mis reflejos ya no eran tan rápido ni concisos. Empezaba a flaquear y aquello sí que no podía permitírmelo. No ahora que al fin nos encontrábamos a solas, sin escapatoria, dónde ninguno de los dos podría huir. No ahora que al fin podríamos llevar a cabo el duelo de vida o muerte que durante siglos aguardé impacientemente. ¿Cómo desaprovechar esta ocasión? Quizás tardaba otros tres siglos en encontrarle cara a cara. Y esta vez me había jurado y perjurado no dejarle escapar. Achilles no volvería a ver la luna aquella noche.
Cerré los ojos y aspiré profundamente, intentando controlar la sed y el malestar que hacía mella ya en mi cuerpo y mente, despegando mis párpados de repente cuando, a unos metros de mí, sentí la presencia de una rata caminando por encima de un sarcófago, movilizándome con rapidez hasta dar con ella y, acuclillándome en un rincón de la cripta -como si me avergonzara ser descubierta en aquella situación desesperada-, alimentarme ferozmente de ella, devorándola en apenas unos segundos, sin que me importara sentirme ahora observada.
Así que, mientras aguardaba que el romana abriera la boca y desembuchara aquellos secretos que me fastidiaría de llevarse a la tumba, saqué mi hacha y mi navaja y empecé a matar el tiempo afilando las hojas de mis armas, incluso grabando en la empuñadura de éstas, mi nombre.
Pero lo cierto es que debido a que Achilles se había alimentado de mí momentos antes y por la acción recién vivida, empezaba a sentirme débil y cansada, con el característico ardor de garganta cuando la sed de sangre te domina y controla tus instintos, sacando lo peor de uno mismo. Necesitaba alimentarme y debido a que solía hacerlo de vampiros, mi lado más animal y feroz me instaba a atacar a mi creador y devorarlo, no dejar de él ni una gota de sangre en su organismo... Más sólo algo me impedía actuar de ese modo: el orgullo. ¿Cómo permitir que sea su sangre la que me fortaleciera? ¿Cómo beber de semejante energúmeno? ¿Cómo manchar mis labios con su sucia esencia?
Tragué saliva, sintiendo mi boca seca y mis dientes adoloridos como si hubiera masticado piedras durante horas. La garganta me escocía y mis reflejos ya no eran tan rápido ni concisos. Empezaba a flaquear y aquello sí que no podía permitírmelo. No ahora que al fin nos encontrábamos a solas, sin escapatoria, dónde ninguno de los dos podría huir. No ahora que al fin podríamos llevar a cabo el duelo de vida o muerte que durante siglos aguardé impacientemente. ¿Cómo desaprovechar esta ocasión? Quizás tardaba otros tres siglos en encontrarle cara a cara. Y esta vez me había jurado y perjurado no dejarle escapar. Achilles no volvería a ver la luna aquella noche.
Cerré los ojos y aspiré profundamente, intentando controlar la sed y el malestar que hacía mella ya en mi cuerpo y mente, despegando mis párpados de repente cuando, a unos metros de mí, sentí la presencia de una rata caminando por encima de un sarcófago, movilizándome con rapidez hasta dar con ella y, acuclillándome en un rincón de la cripta -como si me avergonzara ser descubierta en aquella situación desesperada-, alimentarme ferozmente de ella, devorándola en apenas unos segundos, sin que me importara sentirme ahora observada.
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Re: La venganza del ratón contra el gato [Achilles]
Me apoye encima de una de las bases de piedra con relieves. Mirándole con atención mientras ella de cuclillas se bebía a aquella rata. Me quede contemplando sus movimientos, así como sus vestimentas.
Todo en ella parecía intacto e inamovible, como si aun siguiéramos en nuestra época, yo también mantenía mis pieles y parte de mi vestimenta de combate, pero había mejorado mis armas adoptando alguna de las cosas nuevas de esta época. Era acostumbrarse a algunas cosas o seguir totalmente en el pasado.
Una ratita bebiéndose a otra…
Cuanto compañerismo.
Pensé en voz alta, mientras desataba parte de las armas que llevaba atadas a la espalda. Dejando al lado algunas dagas junto con sus cuerdas y uno de los chalecos de piel que llevaba. Me movi un tanto más ágil, cosa que agradecí, llevando mi mano derecha a mi hombro izquierdo para moverlo un poco, sintiendo aun el crujido de los huesos y sus astillas por aquel hachazo que había recibido en el omoplato. Habría deseado limpiar un poco ese corte y quitar los mismos restos de tela que se habían enterrado en mi carne, pero lo cierto es que por más que me estire no llegaba hasta la herida de la espalda. Por lo que sentándome en la base de piedra con las piernas cruzadas hice una mueca, un tanto malhumorado. Tendria que esperar a que aquello se curase solo.
La reina lo quiere todo. Y ese “todo” ahora mismo te involucra. Tu posees lo que ella esta buscando.
La reina parecía conocerme mas que yo mismo, pues desde antes de nuestro pacto ya sabia que mis elegidos serian mi prioridad…
Que forma tan ruin de querer atarme en sus planes…
¿Has tenido contacto con ella?.
Comente mientras tomaba una de mis espadas, limpiando la sangre del filo a la vez que el chirrido de otras ratas sonaba cercano a mis pies. Seguro que ella se alegraba de su llegada, el postre le había venido a domicilio.
Todo en ella parecía intacto e inamovible, como si aun siguiéramos en nuestra época, yo también mantenía mis pieles y parte de mi vestimenta de combate, pero había mejorado mis armas adoptando alguna de las cosas nuevas de esta época. Era acostumbrarse a algunas cosas o seguir totalmente en el pasado.
Una ratita bebiéndose a otra…
Cuanto compañerismo.
Pensé en voz alta, mientras desataba parte de las armas que llevaba atadas a la espalda. Dejando al lado algunas dagas junto con sus cuerdas y uno de los chalecos de piel que llevaba. Me movi un tanto más ágil, cosa que agradecí, llevando mi mano derecha a mi hombro izquierdo para moverlo un poco, sintiendo aun el crujido de los huesos y sus astillas por aquel hachazo que había recibido en el omoplato. Habría deseado limpiar un poco ese corte y quitar los mismos restos de tela que se habían enterrado en mi carne, pero lo cierto es que por más que me estire no llegaba hasta la herida de la espalda. Por lo que sentándome en la base de piedra con las piernas cruzadas hice una mueca, un tanto malhumorado. Tendria que esperar a que aquello se curase solo.
La reina lo quiere todo. Y ese “todo” ahora mismo te involucra. Tu posees lo que ella esta buscando.
La reina parecía conocerme mas que yo mismo, pues desde antes de nuestro pacto ya sabia que mis elegidos serian mi prioridad…
Que forma tan ruin de querer atarme en sus planes…
¿Has tenido contacto con ella?.
Comente mientras tomaba una de mis espadas, limpiando la sangre del filo a la vez que el chirrido de otras ratas sonaba cercano a mis pies. Seguro que ella se alegraba de su llegada, el postre le había venido a domicilio.
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Re: La venganza del ratón contra el gato [Achilles]
Arrugué la nariz, lancé el cadáver del animal lejos de mí y poco a poco me fui girando hacia Achilles, encarándome a él, caminando hacia él con paso un poco más firme.
Habla claro, romano. ¿Qué quiere ella de mí?
Relamí mis labios que aun manchados de sangre animal me ofrecieron el sabor de ésta, siendo repugnante para mí, asquerosa y desagradable. Necesitaba sangre de vampiro y Achilles era el único que tenía cerca ahora mismo. Por mi cabeza cruzaron distintas formas de atacarle y beberme de él hasta la última de sus gotas de sangre, pero decidí mejor acercarme a él con sutileza, torciendo una sonrisa socarrona hasta llegar dónde él se hallaba sentado sobre una roca, colocando una de mis piernas en las gradas para así acorralarle sin que éste se sintiera amenazado en ningún momento, pues fingí atarme mejor las cuerdas de mis botas de piel mientras le distraía con mi palabrería.
¿Contacto con Dariel? No demasiado, por suerte. La última vez que la vi -y la primera- fue hace varios siglos... quizás cuatro o más. En aquella ocasión, creí que ella se encontraba prisionera a merced de Cyrion, por lo que intenté salvarla sin sospechar que en realidad era la Reina y que su cárcel bien era deseada, por lo que Cyrion casi me envía al otro barrio. Pero ella se interpuso a mi favor y logré salvarme, aunque no olvidé su hazaña. Puede que sea despiadada y cruel, pero igual que no perdono, no olvido. Así que hace unos días me hizo llamar para proponerme el restablecer nuestro equilibrio, ya sabes, que le devolviera el favor. Sólo sé que quiere que encuentre a alguien, aunque aún desconozco a quién. ¿Pero sabes? Esta vez pienso romper mi palabra. Yo no sirvo a nadie. Ni siquiera a ella. Si volví aquí...
Y con un rápido movimiento, los dedos de mis manos se anclaron firmemente alrededor de su cuello, hundiendo en su carne mis uñas. Sólo le miré una vez más. Sólo una.
Fue por ti.
Y acto seguido clavé con fiereza mis colmillos en su yugular, desviando a un lado su rostro con una de mis manos para tener más espacio por dónde succionar, bebiendo de él, alimentándome de él, sintiéndome ahora más fuerte que nunca, como si su sangre fuera el bálsamo de la eterna vitalidad, como si su sangre fuera especial para mí, como si mi cuerpo la ansiara, como si dependiera de ella. Bebía sin frenesí, gruñendo incluso cuando él parecía querer forcejear contra mi agarre.
Aquella me parecía una bonita forma de vengarme. Una bonita forma de matarle.
Habla claro, romano. ¿Qué quiere ella de mí?
Relamí mis labios que aun manchados de sangre animal me ofrecieron el sabor de ésta, siendo repugnante para mí, asquerosa y desagradable. Necesitaba sangre de vampiro y Achilles era el único que tenía cerca ahora mismo. Por mi cabeza cruzaron distintas formas de atacarle y beberme de él hasta la última de sus gotas de sangre, pero decidí mejor acercarme a él con sutileza, torciendo una sonrisa socarrona hasta llegar dónde él se hallaba sentado sobre una roca, colocando una de mis piernas en las gradas para así acorralarle sin que éste se sintiera amenazado en ningún momento, pues fingí atarme mejor las cuerdas de mis botas de piel mientras le distraía con mi palabrería.
¿Contacto con Dariel? No demasiado, por suerte. La última vez que la vi -y la primera- fue hace varios siglos... quizás cuatro o más. En aquella ocasión, creí que ella se encontraba prisionera a merced de Cyrion, por lo que intenté salvarla sin sospechar que en realidad era la Reina y que su cárcel bien era deseada, por lo que Cyrion casi me envía al otro barrio. Pero ella se interpuso a mi favor y logré salvarme, aunque no olvidé su hazaña. Puede que sea despiadada y cruel, pero igual que no perdono, no olvido. Así que hace unos días me hizo llamar para proponerme el restablecer nuestro equilibrio, ya sabes, que le devolviera el favor. Sólo sé que quiere que encuentre a alguien, aunque aún desconozco a quién. ¿Pero sabes? Esta vez pienso romper mi palabra. Yo no sirvo a nadie. Ni siquiera a ella. Si volví aquí...
Y con un rápido movimiento, los dedos de mis manos se anclaron firmemente alrededor de su cuello, hundiendo en su carne mis uñas. Sólo le miré una vez más. Sólo una.
Fue por ti.
Y acto seguido clavé con fiereza mis colmillos en su yugular, desviando a un lado su rostro con una de mis manos para tener más espacio por dónde succionar, bebiendo de él, alimentándome de él, sintiéndome ahora más fuerte que nunca, como si su sangre fuera el bálsamo de la eterna vitalidad, como si su sangre fuera especial para mí, como si mi cuerpo la ansiara, como si dependiera de ella. Bebía sin frenesí, gruñendo incluso cuando él parecía querer forcejear contra mi agarre.
Aquella me parecía una bonita forma de vengarme. Una bonita forma de matarle.
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Re: La venganza del ratón contra el gato [Achilles]
Gruñí cuando sus dientes se enterraron en mi carne, removiéndome para zafarme de ella, pero Etháin bebía rápido, demasiado rápido, por lo que mis reflejos no fueron tan certeros como solía ser lo habitual. Hasta que logre encontrar su hombro, agarrándole desde los ropajes de su espalda con la otra mano, para sujetarla así y girarle, rodando ambos en la base de piedra para posicionarme de ese modo encima suyo, a la vez que acercaba mi rostro al de ella para gruñirle desde cerca cual bestia salvaje, teniéndole a escasos centímetros de mi, concentrándome en su mirada para hacerle ver lo que yo quería que viese en su mente; Un recuerdo.
Estábamos en medio oriente. Mientras que mi figura hallada en un ornametado balcón, esperaba con los brazos cruzados a la espalda. Hasta que en el horizonte la figura imponente de un ave se acerco hasta mi hasta posarse sobre mi brazo extendido. Acaricie al halcón, llevando mis dedos hacia el mensaje de su pata. Leyéndolo antes de girarme y encontrar la figura de la reina, una imponente y vestida de blanco, con unos ropajes llenos de preciosos ornamentos que parecían encajar con sus largos y ondulados cabellos rubios.
Le extendí el mensaje y ella lo leyó, asintiendo.
Las tierras del norte han caído, Mi ejército informa que ya son de nuestra propiedad.
Es hora de que me marche.
Que así sea…
No olvides nuestro pacto. No olvides que deben ser cinco personas.
Asentí antes de hacer una sentida reverencia. Girándome para marchar al fin de aquel lugar, alegre de haber comprado mi libertad. Sin embargo sus palabras impidieron mi avance.
Al menos uno de tus elegidos debe sobrevivir…
Si no lo hacen... el pacto se habra roto y tu volveras con nosotros.
Aquella nueva "clausula" cambiaba todo nuestro pacto, y sin embargo no pude decir nada, pues era su palabra contra la mia, por lo que frunci el ceño. y continue mi camino sin mirar atras.
Nos vemos Achilles…
Adios Dariel.
¿Que quiere la reina? Me acerque lentamente a su rostro, aspirando incluso su aroma.
Matarte. Susurre sobre sus labios, mientras le miraba respirando agitado delante de su rostro.
Jure que elegiría a cinco personas para distintos fines. Jure que les protegería,y tu…
tu eres la ultima de ellas…
Yo te elegí, yo te libre de aquellos romanos que habian descubierto tu tapadera cuando querias traicionarles, te libre de tu destino pues debias morir ahi junto a tu pueblo.
Ella se removió y yo forceje mientras ella intentaba escapar de mi agarre, rompiendo parte de las amarras que sostenían algunas de sus armas para desarmarla de ese modo, enredando mis piernas entre las suyas para inmovilizarla de cintura para abajo, sujetando sus muñecas para que me mirase y me escuchase sin poderse zafar de mi.
Me odias, me odias con toda tu alma.
Pero mírame, mírame bien...
Soy lo único que tienes.
Indique soltando sus muñecas lentamente para sentarme sobre su cadera, llevando mis dedos a mi cuello para pasarlos y arrastrar la sangre que aun se derramaba por el, mientras mi frente ahora perlada, hacia que mis cabellos se pegaran a mi rostro de aspecto cansado, impidiendo que mi mirada delatara algo mas sobre mi.
...
Fue así como le hice visualizar un lugar muy distinto, un lugar lejano y quizas conocido para ella. Estábamos en medio oriente. Mientras que mi figura hallada en un ornametado balcón, esperaba con los brazos cruzados a la espalda. Hasta que en el horizonte la figura imponente de un ave se acerco hasta mi hasta posarse sobre mi brazo extendido. Acaricie al halcón, llevando mis dedos hacia el mensaje de su pata. Leyéndolo antes de girarme y encontrar la figura de la reina, una imponente y vestida de blanco, con unos ropajes llenos de preciosos ornamentos que parecían encajar con sus largos y ondulados cabellos rubios.
Le extendí el mensaje y ella lo leyó, asintiendo.
Las tierras del norte han caído, Mi ejército informa que ya son de nuestra propiedad.
Es hora de que me marche.
Que así sea…
No olvides nuestro pacto. No olvides que deben ser cinco personas.
Asentí antes de hacer una sentida reverencia. Girándome para marchar al fin de aquel lugar, alegre de haber comprado mi libertad. Sin embargo sus palabras impidieron mi avance.
Al menos uno de tus elegidos debe sobrevivir…
Si no lo hacen... el pacto se habra roto y tu volveras con nosotros.
Aquella nueva "clausula" cambiaba todo nuestro pacto, y sin embargo no pude decir nada, pues era su palabra contra la mia, por lo que frunci el ceño. y continue mi camino sin mirar atras.
Nos vemos Achilles…
Adios Dariel.
...
Salí de su mente para mirarle aun enseñándole los dientes, disgustado no con sus actos sino con su ignorancia. Pues todo este tiempo había estado al acecho de ella para cuidarla, para ver que estaba bien, convirtiéndola incluso en una inmortal para darle ventaja y una oportunidad de defenderse ante las amenazas que vendrían. ¿Que quiere la reina? Me acerque lentamente a su rostro, aspirando incluso su aroma.
Matarte. Susurre sobre sus labios, mientras le miraba respirando agitado delante de su rostro.
Jure que elegiría a cinco personas para distintos fines. Jure que les protegería,y tu…
tu eres la ultima de ellas…
Yo te elegí, yo te libre de aquellos romanos que habian descubierto tu tapadera cuando querias traicionarles, te libre de tu destino pues debias morir ahi junto a tu pueblo.
Ella se removió y yo forceje mientras ella intentaba escapar de mi agarre, rompiendo parte de las amarras que sostenían algunas de sus armas para desarmarla de ese modo, enredando mis piernas entre las suyas para inmovilizarla de cintura para abajo, sujetando sus muñecas para que me mirase y me escuchase sin poderse zafar de mi.
Me odias, me odias con toda tu alma.
Pero mírame, mírame bien...
Soy lo único que tienes.
Indique soltando sus muñecas lentamente para sentarme sobre su cadera, llevando mis dedos a mi cuello para pasarlos y arrastrar la sangre que aun se derramaba por el, mientras mi frente ahora perlada, hacia que mis cabellos se pegaran a mi rostro de aspecto cansado, impidiendo que mi mirada delatara algo mas sobre mi.
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Re: La venganza del ratón contra el gato [Achilles]
¿Cómo decirle que no temía a Dariel? ¿Que estaba acostumbrada a ser acechada? ¿Que ahora me había dado un motivo más para odiarle?
Él soltó mis manos y yo aproveché para abofetearle el rostro con todas mis fuerzas, girándole la cara a un lado, mirándole iracunda antes de escupirle.
Tú me usaste como un peón más de tu estúpido juego. Un juego en el que yo no tenía nada que ver, me envolviste. Por salvar tu trasero te creíste con derecho a decidir sobre mi vida y mi futuro. Y ahora por tu egoísmo pretendes cuidarme como si fuera una cría que acaba de romper el cascarón. Estúpido romano... ¿Odiarte? Eso representa demasiada estima para alguien como tú. No mereces ni siquiera eso, Achilles. Ahora mírame. Mírame bien, te digo... porque me trae sin cuidado si estás o dejas de estar en apuros. Yo sobreviviré, si es lo que te interesa. Pero tú...
Tomé aire aprovechando que el vampiro ladeaba su rostro para fijar sus ojos oscuros en los míos, ejerciendo un sutil movimiento tras el que ambos, entrelazados aun de piernas, caímos al suelo junto a las piedras, quedando yo encima de él. Siendo yo ahora quién invertía los papeles y se aproximaba su boca para susurrarle unas palabras más.
... Tú no vivirás para verlo. Te lo juro.
Y tras fulminarle una vez más me alcé de encima suya, no queriendo compartir roce alguno más con él, repugnándome la idea de haberle tocado e incluso de haber bebido de él. Hice una mueca y le di la espalda para recoger mis armas tiradas en el suelo después de que él me desarmara, farfullando cosas hasta llegar a un punto en el que me olvidé de Achilles, demasiado molesta al descubrir aquella verdad, esa incómoda verdad que me hacía odiar aun más la situación vivida y sobre todo, a mi creador.
Me pregunté por enésima vez aquella noche qué era lo que me impedía matarle ahora que tan cerca la tenía, ahora que le había tenido a mi merced. ¿Tan orgullosa era que deseaba una batalla justa para mayor gloria? Chasqueé la lengua contra mi paladar antes de buscar con la mirada a Achilles.
Y como vuelvas a ponerme una mano encima o a nombrar siquiera a mi pueblo -aniquilado por tus legiones- ... te castro.
Y para que le quedara clara la amenaza, le lancé una de mis navajas que le pasó rozando su mejilla derecha, abriéndole una fina línea carmesí de la cuál brotó una gota de sangre que se deslizó hasta caer de su mentón. Sonreí complacida, aunque la sombra de la duda planeó por mi mirada y desvaneció aquél gesto de superioridad. No pude evitarlo. Lo pensé en alto.
Dices que me elegiste... ¿por qué a mí?
Tragué saliva ruidosamente, visiblemente incómoda ahora. Desvié la mirada de la suya.
Él soltó mis manos y yo aproveché para abofetearle el rostro con todas mis fuerzas, girándole la cara a un lado, mirándole iracunda antes de escupirle.
Tú me usaste como un peón más de tu estúpido juego. Un juego en el que yo no tenía nada que ver, me envolviste. Por salvar tu trasero te creíste con derecho a decidir sobre mi vida y mi futuro. Y ahora por tu egoísmo pretendes cuidarme como si fuera una cría que acaba de romper el cascarón. Estúpido romano... ¿Odiarte? Eso representa demasiada estima para alguien como tú. No mereces ni siquiera eso, Achilles. Ahora mírame. Mírame bien, te digo... porque me trae sin cuidado si estás o dejas de estar en apuros. Yo sobreviviré, si es lo que te interesa. Pero tú...
Tomé aire aprovechando que el vampiro ladeaba su rostro para fijar sus ojos oscuros en los míos, ejerciendo un sutil movimiento tras el que ambos, entrelazados aun de piernas, caímos al suelo junto a las piedras, quedando yo encima de él. Siendo yo ahora quién invertía los papeles y se aproximaba su boca para susurrarle unas palabras más.
... Tú no vivirás para verlo. Te lo juro.
Y tras fulminarle una vez más me alcé de encima suya, no queriendo compartir roce alguno más con él, repugnándome la idea de haberle tocado e incluso de haber bebido de él. Hice una mueca y le di la espalda para recoger mis armas tiradas en el suelo después de que él me desarmara, farfullando cosas hasta llegar a un punto en el que me olvidé de Achilles, demasiado molesta al descubrir aquella verdad, esa incómoda verdad que me hacía odiar aun más la situación vivida y sobre todo, a mi creador.
Me pregunté por enésima vez aquella noche qué era lo que me impedía matarle ahora que tan cerca la tenía, ahora que le había tenido a mi merced. ¿Tan orgullosa era que deseaba una batalla justa para mayor gloria? Chasqueé la lengua contra mi paladar antes de buscar con la mirada a Achilles.
Y como vuelvas a ponerme una mano encima o a nombrar siquiera a mi pueblo -aniquilado por tus legiones- ... te castro.
Y para que le quedara clara la amenaza, le lancé una de mis navajas que le pasó rozando su mejilla derecha, abriéndole una fina línea carmesí de la cuál brotó una gota de sangre que se deslizó hasta caer de su mentón. Sonreí complacida, aunque la sombra de la duda planeó por mi mirada y desvaneció aquél gesto de superioridad. No pude evitarlo. Lo pensé en alto.
Dices que me elegiste... ¿por qué a mí?
Tragué saliva ruidosamente, visiblemente incómoda ahora. Desvié la mirada de la suya.
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Re: La venganza del ratón contra el gato [Achilles]
Deslice el dorso de mi mano por mi mejilla, limpiando bruscamente el corte, pese a que de este volvieron a brotar gotas que seguían resbalando por mi rostro.
En aquel entonces mire a picta realmente enfurecido, pues era el único ser -aun viviente- que lograba eliminar la paciencia y autocontrol que llevaba conmigo.
Le fulmine hasta que ella evito mi mirada, gesto que de algún modo u otro me indigno, haciéndome acercarme veloz hasta llegar delante suyo para proferirle una bofetada con el dorso de la mano que le giro el rostro haciéndola caer bruscamente a un lado mientras le miraba hacia abajo, agitado.
¡No lo entiendes, no entiendes nada!
¡Tu no tenias futuro, tu destino era morir ahí a manos de los romanos, tu plan no se llevaría a cabo, ellos te descubrieron y yo lo impedí! Pero estas tan ciega que no puedes ver nada más . Tu ira te ciega y tu odio te impide ver que existe algo mas allá de tus narices.
Esa es precisamente tu debilidad.
Estas ciega.
Ella se puso en pie mientras yo caminaba acechándole, ambos mirándonos ahora, claramente tanteando el terreno de combate. Desenvaine una de mis dagas mientras le miraba apretando las mandíbulas, sin apartar la vista ni un solo instante de ninguno de sus movimientos, pero sobretodo manteniendo el contacto visual con Etháin.
Lo cierto es que si algo me había enfurecido era precisamente -mas que sus actos- esa última pregunta. ¿Porque a ella? Esa pregunta era una que me seguía haciendo a mi mismo todos estos siglos sin lograr encontrar una respuesta coherente. ¡Porque! ¿Por qué a ella?
He tenido toda la eternidad para matarte y seguir mis asuntos. La reina jamás me encontrara si no lo deseo, pero en vez de eso, he decido involucrarme en tu vida e impedir que murieses.
…
Mírate…
Estúpida niña. Sigues siendo la misma chiquilla a la que conocí. Crees que matándome conseguirás algo, crees que tu sed de venganza te alimentara por siempre…
Comencé a acercarme a ella, recortando las distancias hasta que me halle frente suyo, ambos aun en una posición defensiva. Sin embargo no fue un ataque lo que salió de mi, sino todo lo contrario. Me acerque aun mas para sujetar una de sus manos, posando el mango de mi daga en ella, cerrando su puño mientras acercaba el filo del arma en dirección hacia mi, para que me apuntara al pecho mientras ella me miraba entrecerrando los ojos, algo consternada con mi movimiento.
Has tenido oportunidad de matarme y no lo has hecho porque cuando lo hagas no te quedara nada, tu vida no tendrá sentido y el vacio que ahora te acompaña cada noche, seguirá ahí, atormentándote, y no podrás hacer nada por evitarlo…
¿Porque tu?
Quizás por el mismo motivo por el que tu no entierras esta daga en mi carne ahora mismo.
En aquel entonces mire a picta realmente enfurecido, pues era el único ser -aun viviente- que lograba eliminar la paciencia y autocontrol que llevaba conmigo.
Le fulmine hasta que ella evito mi mirada, gesto que de algún modo u otro me indigno, haciéndome acercarme veloz hasta llegar delante suyo para proferirle una bofetada con el dorso de la mano que le giro el rostro haciéndola caer bruscamente a un lado mientras le miraba hacia abajo, agitado.
¡No lo entiendes, no entiendes nada!
¡Tu no tenias futuro, tu destino era morir ahí a manos de los romanos, tu plan no se llevaría a cabo, ellos te descubrieron y yo lo impedí! Pero estas tan ciega que no puedes ver nada más . Tu ira te ciega y tu odio te impide ver que existe algo mas allá de tus narices.
Esa es precisamente tu debilidad.
Estas ciega.
Ella se puso en pie mientras yo caminaba acechándole, ambos mirándonos ahora, claramente tanteando el terreno de combate. Desenvaine una de mis dagas mientras le miraba apretando las mandíbulas, sin apartar la vista ni un solo instante de ninguno de sus movimientos, pero sobretodo manteniendo el contacto visual con Etháin.
Lo cierto es que si algo me había enfurecido era precisamente -mas que sus actos- esa última pregunta. ¿Porque a ella? Esa pregunta era una que me seguía haciendo a mi mismo todos estos siglos sin lograr encontrar una respuesta coherente. ¡Porque! ¿Por qué a ella?
He tenido toda la eternidad para matarte y seguir mis asuntos. La reina jamás me encontrara si no lo deseo, pero en vez de eso, he decido involucrarme en tu vida e impedir que murieses.
…
Mírate…
Estúpida niña. Sigues siendo la misma chiquilla a la que conocí. Crees que matándome conseguirás algo, crees que tu sed de venganza te alimentara por siempre…
Comencé a acercarme a ella, recortando las distancias hasta que me halle frente suyo, ambos aun en una posición defensiva. Sin embargo no fue un ataque lo que salió de mi, sino todo lo contrario. Me acerque aun mas para sujetar una de sus manos, posando el mango de mi daga en ella, cerrando su puño mientras acercaba el filo del arma en dirección hacia mi, para que me apuntara al pecho mientras ella me miraba entrecerrando los ojos, algo consternada con mi movimiento.
Has tenido oportunidad de matarme y no lo has hecho porque cuando lo hagas no te quedara nada, tu vida no tendrá sentido y el vacio que ahora te acompaña cada noche, seguirá ahí, atormentándote, y no podrás hacer nada por evitarlo…
¿Porque tu?
Quizás por el mismo motivo por el que tu no entierras esta daga en mi carne ahora mismo.
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Re: La venganza del ratón contra el gato [Achilles]
¿Estoy ciega? Repetí gruñendo en mi cabeza, agitada, iracunda y aun con el sabor de la confusión en mi paladar. ¡Entonces ilumíname! ¡Dime, Achilles! ¿Qué debería ver en ti? ¿Esperas a caso que te de las gracias? ¡Yo no quería esta vida! Quizás el que no lo entiende eres tú. Si mi destino era morir en la guerra... yo habría muerto feliz allí. No necesitaba que ningún principito azul me salvara. ¡No quería que nadie me salvara! Sólo el pensar que conmigo me llevaría al infierno a cientos de romanos... ya era suficiente gloria. Atarme a una eternidad vacía era el peor de los castigos que pudiste ofrecerme y aun así, juré aprovechar el tiempo para buscarte y acabar contigo.
Apreté mis mandíbulas con fuerza, estrechando los ojos y arrugando la nariz, mostrándole mis colmillos. Odiaba profundamente que me infravaloraran.
¿Por qué entonces, Achilles? Si tú mismo dices que has tenido oportunidades para acabar conmigo, que Dariel no te encontraría y que podrías librarte de mí... ¿qué haces aquí ahora conmigo? ¿Por qué no dejas de salvarme? ¿Por qué siempre me buscas para sacarme las castañas del fuego? ¡Estás obsesionado conmigo!
Dime de una buena vez... ¿qué es lo que quieres de mí?
Apreté en mi puño la empuñadura de aquella daga, tragando saliva, alternando mi mirada de sus ojos hacia cualquier distracción de la cripta que pudiera socorrerme de él. El nerviosismo subía por mi vientre y yo mordía mi labio inferior con ansiedad. Y entonces me pregunté: ¿por qué no le maté en aquella ocasión que se encontraba acorralado en un acantilado y el sol ya nacía tras el horizonte? ¿y qué había de aquella otra en la que me había dado la espalda por un momento y pude hacerlo? ¿o aquella en la que flaqueó un momento ante mí y mi hacha se hallaba perfectamente preparada para rebanarle la cabeza? En todas aquellas situaciones yo le había perdonado la vida alegando que no eran situaciones justas, que no habría gloria en mi victoria. Y entonces yo había dado media vuelta y había huido, esperando unos años para volver a buscarle, jurándome ante cada partida, que a mi regreso llevaría en mis manos la cabeza de Achilles.
Aun con la empuñadura entre mis dedos y el filo sobre la carne del vampiro, deslicé su punta desde su pecho descendiendo por su abdomen, su vientre... Suspiré apesadumbradamente.
¿Por qué crees que no entierro esta daga en ti?, inquirí casi con un susurro y con la mirada fija en sus ojos oscuros. Contuve el aliento. Quizás porque tras tu muerte, mi vida dejaría de tener sentido. Ya no habría nada por lo que luchar ni por lo que vivir. El juego se había terminado también para mí.
Esbocé una triste sonrisa: aquél fue el primer gesto risueño que había tenido desde la tarde en la que los romanos asaltaron mi pueblo cuando yo sólo tenía nueve años. De eso hacía ya casi dos milenios.
Apreté mis mandíbulas con fuerza, estrechando los ojos y arrugando la nariz, mostrándole mis colmillos. Odiaba profundamente que me infravaloraran.
¿Por qué entonces, Achilles? Si tú mismo dices que has tenido oportunidades para acabar conmigo, que Dariel no te encontraría y que podrías librarte de mí... ¿qué haces aquí ahora conmigo? ¿Por qué no dejas de salvarme? ¿Por qué siempre me buscas para sacarme las castañas del fuego? ¡Estás obsesionado conmigo!
Dime de una buena vez... ¿qué es lo que quieres de mí?
Apreté en mi puño la empuñadura de aquella daga, tragando saliva, alternando mi mirada de sus ojos hacia cualquier distracción de la cripta que pudiera socorrerme de él. El nerviosismo subía por mi vientre y yo mordía mi labio inferior con ansiedad. Y entonces me pregunté: ¿por qué no le maté en aquella ocasión que se encontraba acorralado en un acantilado y el sol ya nacía tras el horizonte? ¿y qué había de aquella otra en la que me había dado la espalda por un momento y pude hacerlo? ¿o aquella en la que flaqueó un momento ante mí y mi hacha se hallaba perfectamente preparada para rebanarle la cabeza? En todas aquellas situaciones yo le había perdonado la vida alegando que no eran situaciones justas, que no habría gloria en mi victoria. Y entonces yo había dado media vuelta y había huido, esperando unos años para volver a buscarle, jurándome ante cada partida, que a mi regreso llevaría en mis manos la cabeza de Achilles.
Aun con la empuñadura entre mis dedos y el filo sobre la carne del vampiro, deslicé su punta desde su pecho descendiendo por su abdomen, su vientre... Suspiré apesadumbradamente.
¿Por qué crees que no entierro esta daga en ti?, inquirí casi con un susurro y con la mirada fija en sus ojos oscuros. Contuve el aliento. Quizás porque tras tu muerte, mi vida dejaría de tener sentido. Ya no habría nada por lo que luchar ni por lo que vivir. El juego se había terminado también para mí.
Esbocé una triste sonrisa: aquél fue el primer gesto risueño que había tenido desde la tarde en la que los romanos asaltaron mi pueblo cuando yo sólo tenía nueve años. De eso hacía ya casi dos milenios.
Etháin- Vampiro Clase Media
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Re: La venganza del ratón contra el gato [Achilles]
Le mire fijamente antes de acercarme aun mas a ella, posando una de mis manos en su nuca, sujetándola firmemente desde ahí con cierta brusquedad antes de chocar con fiereza mis labios contra los suyos. Devorando aquella boca carnosa, la cual mordí, enterrando mis colmillos en su carne para degustar de ese modo parte de su sangre en un beso robado, apasionado y totalmente prohibido, como si aquel fuera el beso de la muerte. Uno que se extendio sin saber cuanto duró.
Le contemple a escasos centímetros de mi antes de apartarme de ella y mirarle hacia abajo mientras su mirada se clavaba en mi, sin que supiera describirla en aquel momento.
No entierras esa daga, ni has enterrado ninguna otra porque me necesitas tanto como yo te necesito a ti.
Susurre gravemente mientras le miraba. Escrutando cada centello y cada atisbo de color en esos penetrantes ojos.
¿Era una simple atracción? ¿De eso se trataba?...Le mire como si buscara en ellos alguna respuesta que por extraño que supusiera se me escapaba. Tantos años jugando al ratón y al gato para darnos cuenta de que ninguno deseaba terminar la partida.
Negue con la cabeza.
Los enemigos eran seres a los que eliminar en un momento. Pero con ella no podía ser igual. Le mire mientras pensaba en voz alta, sin que me importara en aquel momento.
Tú tienes algo que yo necesito, algo que solo tú posees y no sé lo que es. Por eso no puedo matarte.
Aquella era la conclusión más clara de la infinidad de conclusiones que vagaban en mi cabeza desde hacia mas de mil años. Pero no lograba verle sentido, era tan absurdo como el mismo pacto que me ofreció Dariel en su momento. ¿Por qué buscar a cinco personas? Porque pedirme que me ocupara de ellas? Es que quería que les tomara cariño? ¿Es que jugaba simplemente conmigo como si fuera alguna de sus marionetas?...
No, aquello no tenía sentido, lo único que lo tenía era el tener ahora a la única enemiga a la que no me había dignado a matar, una a la que le había dado infinidad de oportunidades de matarme y que a su vez las había desaprovechado todas y cada una de ellas.
Retrocedí unos pasos, sabiendo que su venganza por mi osadía sería inminente y apoteósica.
Sin embargo, sonreí y espere, espere en silencio que la muerte avanzara hacia mí, esta vez me lo merecía y no me arrepentía.
Le contemple a escasos centímetros de mi antes de apartarme de ella y mirarle hacia abajo mientras su mirada se clavaba en mi, sin que supiera describirla en aquel momento.
No entierras esa daga, ni has enterrado ninguna otra porque me necesitas tanto como yo te necesito a ti.
Susurre gravemente mientras le miraba. Escrutando cada centello y cada atisbo de color en esos penetrantes ojos.
¿Era una simple atracción? ¿De eso se trataba?...Le mire como si buscara en ellos alguna respuesta que por extraño que supusiera se me escapaba. Tantos años jugando al ratón y al gato para darnos cuenta de que ninguno deseaba terminar la partida.
Negue con la cabeza.
Los enemigos eran seres a los que eliminar en un momento. Pero con ella no podía ser igual. Le mire mientras pensaba en voz alta, sin que me importara en aquel momento.
Tú tienes algo que yo necesito, algo que solo tú posees y no sé lo que es. Por eso no puedo matarte.
Aquella era la conclusión más clara de la infinidad de conclusiones que vagaban en mi cabeza desde hacia mas de mil años. Pero no lograba verle sentido, era tan absurdo como el mismo pacto que me ofreció Dariel en su momento. ¿Por qué buscar a cinco personas? Porque pedirme que me ocupara de ellas? Es que quería que les tomara cariño? ¿Es que jugaba simplemente conmigo como si fuera alguna de sus marionetas?...
No, aquello no tenía sentido, lo único que lo tenía era el tener ahora a la única enemiga a la que no me había dignado a matar, una a la que le había dado infinidad de oportunidades de matarme y que a su vez las había desaprovechado todas y cada una de ellas.
Retrocedí unos pasos, sabiendo que su venganza por mi osadía sería inminente y apoteósica.
Sin embargo, sonreí y espere, espere en silencio que la muerte avanzara hacia mí, esta vez me lo merecía y no me arrepentía.
Achilles**- Vampiro Clase Alta
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Re: La venganza del ratón contra el gato [Achilles]
Di varias zancadas hasta posicionarme frente a él y contuve el aliento, frunciendo el ceño, estrechando los ojos y agarrando el cuello de sus ropajes como si fuera a zarandearle tras guardar la daga en el puño de mi abrigo de pieles, poniéndome entonces de puntillas para llegar a su boca de labios finos que besé con ferocidad y desespero, subiendo una de mis manos por su cuello hasta enredar mis dedos en sus cabellos alborotados y húmedos por el sudor, enroscando entonces mis piernas en su cadera para no separarme un milímetro de él, sintiendo cómo sus manos se posicionaban en mis nalgas para sostenerme, estampándome luego contra uno de los muros de la cripta mientras aquél beso apasionado nos iba consumiendo poco a poco, encendiendo en mí unos instintos dormidos, unas sensaciones mágicas que jamás había experimentado. Mis besos vagaban por su cuello, por su nuez, por el lóbulo de su oreja, marcando cada poro de su piel con mi saliva, con mi aroma y mis caricias que a cada momento se intensificaban mientras yo ardía en deseos por él y por su piel, por hacerle mío.
Ahora comprendía que mi cuerpo se encendía cada vez que le veía, que disfrutaba con su compañía fuera del modo en que fuera, que sin el calor de sus golpes yo me sentía helada luego. Achilles era mi delirio, mi condena, vivía sentenciada en mis prohibidos anhelos de convertirme en su amante, en su prisionera, en su amor, en sus dudas. Deseaba que él fuera el carcelero que me condenara por su piel de locuras, por querer besar sus labios, por ser voluntaria de este engaño...
Era cierto que con aquél beso había descubierto aquél huracán que Achilles despertaba en mí desde hacía más de un milenio, más nada cambiaba. Él era mi enemigo, aunque el mismo al que no podía matar. El amor siempre había sido prohibido para mí y él no podía ser mi excepción. Debía huir de nuevo, escapar de él como siempre que mis instintos me empujaban a sus brazos.
Dejé caer la daga hasta tomar su empuñadura entre mis dedos, abrazando con fuerza a Achilles hasta que, tras deslizar la mano por su espalda, le clavé el arma en su costado izquierdo. Mis labios se despegaron al fin de los suyos y se aproximaron a su oído con una sonrisa triunfante.
No te equivoques. Yo no te necesito. ¿Qué culpa tengo yo si caíste en las absurdas redes del amor? Supongo que soy irresistible, reí entre dientes, aunque entre sus brazos y apegada contra el muro de la cripta. Aun sin soltar la daga, la empujé más adentro de sus carnes para escucharle gemir suavemente, estremeciéndome su susurro. Disimuladamente, le brindé un beso más sobre su pómulo.
... Si supiera lo que siento por él... yo estaría acabada: estaría en sus manos, lista para que éstas me hicieran añicos...
Y entonces, mis ojos se desorbitaron y un grito ahogado escapó de entre mis labios cuando me percaté que aquél último pensamiento lo había hecho en alto...
Ahora comprendía que mi cuerpo se encendía cada vez que le veía, que disfrutaba con su compañía fuera del modo en que fuera, que sin el calor de sus golpes yo me sentía helada luego. Achilles era mi delirio, mi condena, vivía sentenciada en mis prohibidos anhelos de convertirme en su amante, en su prisionera, en su amor, en sus dudas. Deseaba que él fuera el carcelero que me condenara por su piel de locuras, por querer besar sus labios, por ser voluntaria de este engaño...
Era cierto que con aquél beso había descubierto aquél huracán que Achilles despertaba en mí desde hacía más de un milenio, más nada cambiaba. Él era mi enemigo, aunque el mismo al que no podía matar. El amor siempre había sido prohibido para mí y él no podía ser mi excepción. Debía huir de nuevo, escapar de él como siempre que mis instintos me empujaban a sus brazos.
Dejé caer la daga hasta tomar su empuñadura entre mis dedos, abrazando con fuerza a Achilles hasta que, tras deslizar la mano por su espalda, le clavé el arma en su costado izquierdo. Mis labios se despegaron al fin de los suyos y se aproximaron a su oído con una sonrisa triunfante.
No te equivoques. Yo no te necesito. ¿Qué culpa tengo yo si caíste en las absurdas redes del amor? Supongo que soy irresistible, reí entre dientes, aunque entre sus brazos y apegada contra el muro de la cripta. Aun sin soltar la daga, la empujé más adentro de sus carnes para escucharle gemir suavemente, estremeciéndome su susurro. Disimuladamente, le brindé un beso más sobre su pómulo.
... Si supiera lo que siento por él... yo estaría acabada: estaría en sus manos, lista para que éstas me hicieran añicos...
Y entonces, mis ojos se desorbitaron y un grito ahogado escapó de entre mis labios cuando me percaté que aquél último pensamiento lo había hecho en alto...
Etháin- Vampiro Clase Media
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Re: La venganza del ratón contra el gato [Achilles]
Mi respiración se agito y la frialdad de la daga dentro de mi me estremeció por completo, desestabilizándome un tanto, por lo que deje que mis piernas cayeran de rodillas aun con ella enredada a mi cadera para descansar de ese modo. Quedándome paralizado ante la mención de aquello que había escuchado en su mente.
¿En… mis manos?
Mi rostro debió ser un poema de consternación. Pues una cosa era amar la batalla, amar la guerra, amar la sangre, amar la lucha y el sudor, amar la victoria y el honor de la guerra…Y otra muy distinta era amar al enemigo.
¿Era eso la gran incógnita detrás de su elección? ¿Era esa la incognita detras de mi quinta elegida?
¿Amor?
Si no hubiese sido por el ataque de tos producida por la misma sangre que se habia arremolinado en mi garganta no habría salido de aquel lapsus mental.
Le contemple y ella me miro con los ojos desencajados, por lo que entendí que aquello era algo que no tenía que escuchar.
Sus ojos me hicieron saber que aquello que había escuchado era cierto. Aquella extraña y enfermiza lucha de todos aquellos milenios se debía a una extraña conexión, a una unión en entre ambos, a algo tan similar al odio que definitivamente era odio y amor a partes iguales.
Me sentí tieso e inmóvil aun con aquella daga clavada en mí, por lo que apoye mi frente contra la suya. Ella había bebido de mi, y nuestra lucha a lo largo de la noche anterior y en parte del día actual me había pasado factura, haciéndome sentir mis propios colmillos afilados enterrarse en mis labios al mordérmelos, mientras le contemplaba sediento y cansado, viéndole por primera vez con un semblante que diría que se parecía al miedo. Como si acabara de encontrar el punto débil de mi enemiga.
Negué con la cabeza, porque si yo era su punto débil, ella también era el mío.
Esta vez no escaparas de mí, porque no te dejare marchar. Eres mía y estas en mis manos…
Pero yo también estoy en las tuyas.
Aquello era ni más ni menos que la verdad, estábamos unidos por el odio, por el amor y por un destino que nos obligaba a encontrarnos una y otra vez.
Lleve mis manos a su tórax, apretándola contra mi para quedarme con aquel aroma, con su aroma, con el tacto de sus ropajes de cuero, con sus cabellos también humedecidos pegándose a mi piel, con la suavidad de su mejilla ahora tocando la mía. Sin embargo, sabia que ella no querría sentirse atrapada por aquel vinculo por lo que a mi pesar, expuse una ultima proposición.
Aun estas a tiempo de no caer.
Te daré una ultima oportunidad y ninguna mas.
Sácame esta daga y asume las consecuencias. Asume que no te libraras de mi jamás, asume que cada poro de tu cuerpo me pertenecerá y que me amas o acaba...
Finalizalo todo ahora. Cumple con tu promesa, cumple con tu cometido y con la venganza que te ha dado vida todo este tiempo.
Dame muerte. Pues mi vida... te pertenece.
¿En… mis manos?
Mi rostro debió ser un poema de consternación. Pues una cosa era amar la batalla, amar la guerra, amar la sangre, amar la lucha y el sudor, amar la victoria y el honor de la guerra…Y otra muy distinta era amar al enemigo.
¿Era eso la gran incógnita detrás de su elección? ¿Era esa la incognita detras de mi quinta elegida?
¿Amor?
Si no hubiese sido por el ataque de tos producida por la misma sangre que se habia arremolinado en mi garganta no habría salido de aquel lapsus mental.
Le contemple y ella me miro con los ojos desencajados, por lo que entendí que aquello era algo que no tenía que escuchar.
Sus ojos me hicieron saber que aquello que había escuchado era cierto. Aquella extraña y enfermiza lucha de todos aquellos milenios se debía a una extraña conexión, a una unión en entre ambos, a algo tan similar al odio que definitivamente era odio y amor a partes iguales.
Me sentí tieso e inmóvil aun con aquella daga clavada en mí, por lo que apoye mi frente contra la suya. Ella había bebido de mi, y nuestra lucha a lo largo de la noche anterior y en parte del día actual me había pasado factura, haciéndome sentir mis propios colmillos afilados enterrarse en mis labios al mordérmelos, mientras le contemplaba sediento y cansado, viéndole por primera vez con un semblante que diría que se parecía al miedo. Como si acabara de encontrar el punto débil de mi enemiga.
Negué con la cabeza, porque si yo era su punto débil, ella también era el mío.
Esta vez no escaparas de mí, porque no te dejare marchar. Eres mía y estas en mis manos…
Pero yo también estoy en las tuyas.
Aquello era ni más ni menos que la verdad, estábamos unidos por el odio, por el amor y por un destino que nos obligaba a encontrarnos una y otra vez.
Lleve mis manos a su tórax, apretándola contra mi para quedarme con aquel aroma, con su aroma, con el tacto de sus ropajes de cuero, con sus cabellos también humedecidos pegándose a mi piel, con la suavidad de su mejilla ahora tocando la mía. Sin embargo, sabia que ella no querría sentirse atrapada por aquel vinculo por lo que a mi pesar, expuse una ultima proposición.
Aun estas a tiempo de no caer.
Te daré una ultima oportunidad y ninguna mas.
Sácame esta daga y asume las consecuencias. Asume que no te libraras de mi jamás, asume que cada poro de tu cuerpo me pertenecerá y que me amas o acaba...
Finalizalo todo ahora. Cumple con tu promesa, cumple con tu cometido y con la venganza que te ha dado vida todo este tiempo.
Dame muerte. Pues mi vida... te pertenece.
Achilles**- Vampiro Clase Alta
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