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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Sophia D'Luca Lun Abr 29, 2013 5:16 pm

Hay cementerios solos,
tumbas llenas de huesos sin sonido,
el corazón pasando un túnel
oscuro, oscuro, oscuro,
como un naufragio hacia adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel del alma.

Las palabras de quien parecía saber mucho de muerte salían frías sin ningún sentimiento sin el verdadero dolor de lo que estaba ocurriendo, un velo negro cubría mi rostro escasamente se podía ver mis ojos, que ojos por el llanto e inflamados por el mismo se encontraban, ni maquillaje, ni joyas, ni nada de lujo, solo permití queme pusieran la corona y solo porque me habían obligado. Ahí estaban muchas personas que nunca había visto en mi vida, personas que me daban el pésame, no me importaba quería estar sola, por siempre. No necesitaba de buenas palabras, al final nadie sabía el verdadero dolor que había en mi corazón, quería correr escapar…

Hay cadáveres,
hay pies de pegajosa losa fría,
hay la muerte en los huesos,
como un sonido puro,
como un ladrido de perro,
saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas,
creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia.

Muchos pensaban que yo había planeado un complot, no me conocían, aquellas cenizas que yacían en el ataúd era del único hombre que había amado hasta ahora, aun lo amaba, aun podía sentir sus pasos acercarse a mi habitación, en mi recuerdo descansaba aquella noche que nos habíamos conocido, las lagrimas comenzaron a brotar silenciosas, necesitaba un abrazo uno de verdad nada como aquellas palabras, cartas que enviaban, eso no me serbia para nada… Anuar… ¿Por qué no está mi amigo? De seguro no lo dejarían entrar…. Suspire con un nudo en la garganta había pedido expresamente que la ceremonia fuera corta pero, los protocolos había que seguirlos, el silencio habitaba en ese lugar… era el único lugar donde se podía enterrar a un rey en su mismo castillo en el mismo cementerio donde yacían los cuerpos de toda su familia… las banderas flameaban el sol se escondía en el horizonte detrás de los cerros, detrás de Italia… mi Italia. Mi pecho se inflaba con lentitud, tenía que calmar mis instintos, no sería bien visto si explotaba y me convertía en una fiera ni siquiera pensar en aquello me causo gracia…

Cerré unos instantes mis ojos, llevando a mi cabeza una imagen mental de Zarek, podía sentir su aroma cerca, podía sentir como acariciaba mi cabellera susurrando que era perfecta, que habría un siempre para nosotros, pero eso ya no existía, abrí los ojos, los invitados se iban, el show había terminado, la reina no había pronunciado palabra alguna, no podía hablar, en este momento quería ser un pequeño gatito y estar oculto en la oscuridad para que nadie viera como sufría. Mire de reojo no vi a nadie pero podía sentir una extraña presencia, no me importo, me levante de mi puesto y avance con una rosa roja y otra blanca entre mis manos, mis doncellas me esperaban cerca, tenían por orden mía, dejarme sola luego del funeral y así lo hicieron. Me pare frente a la placa de mármol que tenia inscrito el nombre de él, mis piernas cedieron y caí de rodillas – Mentiste… dijiste que seria para siempre– el hilo que salió de mis labios fue tan fino como un suspiro, no podía hablar, no podía respirar, no podía ni siquiera pensar en ese momento – Encontrare al responsable – dije con un poco mas de firmeza – Te amare por siempre – susurre ya vencida por el dolor y la pena, las rosas cayeron de mis manos a los pies de la placa y ahí cuando la soledad y el sentimiento extraño me abrazaban volví a llorar, el grito era mi llanto de dolor; dolía mi cuerpo parecía enfermo… mi mente parecía ida… y mis instintos opacados…

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Mensaje por Valentino de Visconti Lun Abr 29, 2013 9:03 pm


Resultaba casi impactante ser testigo de cómo una fiera domesticada por el amor de un inmortal como vos se desmoronaba por dentro hasta rebalsar dicha pena por fuera. Los demás miembros de la realeza y de clase alta presentes también mostraban su pesar, pero no era por vuestra pérdida, sino por la de su propio patrimonio. Vos debíais saberlo, ¿no? Vuestra percepción animal del aura era tan aguda como la mía, sólo que nos fijábamos en cosas diferentes. Insensato hubiera sido pediros que enfocarais vuestra escucha en los murmullos internos de las estatuas invitadas a la fiesta de la muerte de un Rey como mi tío y vuestro esposo, puesto que notaba que las lágrimas que ocultabais infructuosamente tras ese velo oscuro venían bendecidas por vuestra sinceridad, pero… eso no significaba nada para nadie; quienes desean vuestra caída siempre aguijonearán las mentiras e incluso las verdades que os rodean. En aquella ocasión, incluso se pitorreaban de vuestra carencia de joyas, asegurando que sólo se trataba de un truco para victimizaros frente a la Corte. Tratad de no culparlos demasiado, mi soberana tía, ya que ellos no poseen nuestras habilidades para saber lo que sentís, aunque sí tenéis todo el derecho de aborrecerlos por la malicia presupuesta de sus corazones.

Desafortunadamente no venía precisamente a apoyaros, aunque tampoco a contrariaros. Mi cabeza permanecía entre el desconcierto y la duda ante qué pudo haber pasado con mi tío. Sabreis que nunca tuvimos una relación cercana por la distancia que nos separaba, distancia que significaba mucho más que los kilómetros entre Italia y el Sacro Imperio Romano Germánico, y es que no podíamos ser más que tolerantes con el otros por nuestras razas. Tenéis suerte de pertenecer a una tribu neutral, aunque vuestro pasado de todas formas poco y nada me pueda ofrecer de amistoso. Está bien; en mi caso me superan los gatos.

Casi dejé caer mi antifaz de casualidad cuando sentí rastros de pelusa de gato cerca, empujando a mi nariz a dar lugar a un estornudo poco oportuno; rompía con la paz que quería dejarse en la tumba del recientemente fallecido monarca y me hacía fruncir el ceño por no haber podido contenerlo.

Sólo este lugar me faltaba —pensé algo molesto por la intromisión de la pelusilla gatuna. Fue entonces cuando miré por encima del hombro de uno de los presentes y me enfoqué con mayor atención en vos para darme cuenta de dónde provenía aquella contrariedad— Una felina. ¿Será imposible que pueda llevarme medianamente bien con al menos uno de mis parientes?

Una broma de mal gusto supuse que era el tener a una escurridiza como vuestra merced de tía, pero me dije en ese entonces que tendría que acostumbrarme si no quería perder el sentido de una familia. No obstante, lo que me había llevado a vuestro encuentro, además del entierro políticamente correcto de mi tío, era comprobar por cuenta propia qué tan ciertos eran los rumores acerca de vuestra participación en los hechos ocurridos recientemente. Llorabais desconsoladamente, podía veros y sentiros, pero aquello no me decía el porqué de vuestro llanto. Podía ser perfectamente que tuvierais miedo de ser descubierta o que os apenaba haber tenido que matarlo por un deseo más fuerte como el defender el pueblo del cual venías contra los abusos de la nobleza. En fin, motivos me sobraban para desconfiar de vos, casi tantos como los que vos teníais para desconfiar de mí.

Todo se dio por terminado cuando no pronunciasteis palabra alguna e hicisteis una especie de señal a vuestras damas para dejaros en paz. Me estaba retirando en silencio en conjunto con la multitud de reyes, príncipes, duques y condes supuestamente fieles cuando llegó a mi cabeza la orden de remitente indefinido de que me quedara cerca de vos. Tal vez sería para vigilaros o para animaros. Lo sabría quedándome de pie a vuestras solitarias espaldas a unos tres metros de distancia para respetar vuestro último adiós a quien supuestamente iba a vivir mucho más que vos, viuda italiana sospechosa de asesinato.

Estabais todavía estrujando vuestros pesares junto a la tumba de vuestro difunto marido cuando desde el lugar en el que me encontraba me persigné no como señal de fe, sino de paz. Al menos mi tío ya no tendría que depender de cuellos ajenos y vos estaríais a salvo de su adicción. Mis ojos cerrados querían encontraros para apartar la nebulosa de

…Amén —pronuncié antes de apoyarme en mi rodilla izquierda para ponerme de pie. Mis ojos encontraron los vuestros inevitablemente y, sin quererlo, sellamos nuestro porvenir con un contacto visual entre las bestias reales que éramos.
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Mensaje por Sophia D'Luca Jue Mayo 23, 2013 5:35 pm

Despertar en las mañanas
No me hace demasiado bien

Mirar por la ventana
Ver el cielo oscurecer

Pasearme por la calle que la gente pueda ver
La montaña de tristezas que dejaste amanecer.

El silencio inundo mi cuerpo y alma al instante que mis ojos permanecieron cerrados una lagrima rodo solitaria como me encontraba en ese momento mi corazón latía con fuerzas como la fiera que era, por que alguna vez prometí a un antiguo medico que no dejaría que nadie me pisoteara porque yo no era un gatito domestico era una fiera a la cual se podía temer, Zarek había sido el único que había conocido aquel gatito, dócil, manejable éramos perfectos, y nadie, nadie podría decir lo contrario. Bote el aire de mis pulmones de manera que sentí como mi cuerpo se relajaba, amaba estar sola, desde aquel día solo quería estar oculta, pensar como habían ocurrido las cosas, recordar quienes estaban a su espalda, recordar que le habían hecho pero, todo siempre parecía desvanecerse en un abrir y cerrar de ojos.

Su voz llego a mis oídos como latigazos en mi espalda, mi rostro quedo rígido mi piel erizada, mi nariz se arrugo y su aroma penetro mis sentidos de alerta se activaron y mi cabeza giro en su dirección, aquellos ojos celestiales apagados por una pena, esa piel blanca pero ardiente, sus facciones eran similares, no gesticule nada, ahonde simplemente en lo que mis ojos podían ver, aun siendo humana tenía esa extraña capacidad de tener la vista felina, detalle por detalle, sus facciones contaban su historia, el era una bestia y por su manos había corrido sangre. La suerte de crecer entre gitanos era que uno aprendía a conocer ciertos aspectos que solo aquella raza podía distinguir. Mi saliva paso humedeciendo mi seca garganta mientras mi corazón gritaba en lo interno de mi cuerpo, el aroma a lobo destilaba por todo ese lugar, lo aborrecía estaba marcada por uno de ellos y… -¿Usted es? – mis modales habían quedado aquel día frente al trono, frente al hambre que amo, ahora todo estaba enterrado, todo se había desvanecido.

Era le reina, y quería respuestas, había pedido expresamente quedar sola, llorar en silencio, ahogarme en mi mar de lagrimas, ¿Qué hacia el invadiendo mi luto? Termine de girar mi cuerpo por completo quedando casi frente a frente con él, lo reconocía, el estuvo en la coronación, el… cerré los ojos y los abrí con miedo, ¿Seria él? Podía sentir la vena palpitante que pasaba por mi cuello inflamarse, ¿Rabia, miedo, ira? Todo podía ser, menos el descontrol, no podía caer ahí y mostrar mi verdadera cara, aun cuando podía prever que el ya sabía de mi verdadero yo. A esas alturas no me interesaba nada. – Pedí que me dejaran sola, Monsieur – Apreté la mandíbula me costaba hablar, me costaba hasta respirar en ese momento. No era autoritaria, no iba conmigo imponer cosas que para mí no eran necesarias, pero era un funeral, era mi último momento intimo con la persona a la que le había entregado mi vida ¿No lo entendía?

¿Porque un Lycan? Porque no podía ser un Vampiro o un simple humano, no, tenía que ser lo que mas temía en este mundo, experiencias pasadas de muerte y vida me llevaban a temerles y el miedo se hacía sentir en mi cuerpo, las ondas electrificantes iban y venían, esto no era bueno, para nada, apreté con fuerzas mi puño intentando centrarme en mi respiración. Intentando recordar el rostro con su nombre, en las clases me habían mostrado imágenes de toda la familia real de todos los países, no podía recordar su rostro mucho menos su procedencia, más lo único que sabía en ese momento que algo malo estaba por pasar. El asesino anda suelto y algo me dice que él tiene que ver con todo esto. Tomo aire notoriamente, quería salir corriendo de ahí pero no pude, plantada en el suelo estaba mirando esos ojos, buscando preguntas, respuestas, mitigando mas allá, intentando ver su rostro el del lobo que había detrás, me costaba ¡DIOS! Sácame de aquí, suplicaba.

Quite la vista de él y avance dejando atrás la sepultura, era hora de partir, era hora de averiguar quién había sido el maldito que había acabado con mi felicidad. No quería oír su voz, no.

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Mensaje por Valentino de Visconti Dom Mayo 26, 2013 6:56 pm

La reina, habíais llegado a ser la reina de una manera que había retado todas las probabilidades conocidas y desconocidas, pero el destino es caprichoso y no os daría préstamo alguno sin exigir intereses. ¿Cuál había sido vuestra contra? Tener un sobrino político como yo, un licántropo que despertara los monstruos que creíais dormidos dentro de los aposentos de vuestros recuerdos, no formaba parte ni de la más remota idea de consolar el llanto que desprendía vuestra alma; era más, era justo lo que faltaba para ahogar vuestro intento de tapar el llanto que —si bien no era regado por vuestros ojos— desprendíais de vuestra alma como un diluvio.

Sinceramente no me extrañé por vuestra respuesta poco contenida; los que nacemos y nos criamos bajo las estrictas y moldeadoras normas de la realeza entendemos que hay lugares destinados para ser humanos como los demás y el resto para ser Duques, Reyes, Condes o Barones. Vuestra cuna os había negado ese conocimiento y las lecciones que seguramente habríais recibido de parte de consejeros y súbditos no supliría ese vacío; para vuestra ventura, aún podíais daros el lujo de no simular ser una estatua de mármol y fue por eso que mi expresión neutral no cambió a pesar de vuestra falta de refinamiento acentuada por el borrado de mi tío, porque su muerte hace bastante que había sido.

El aura que os rodeaba lanzaba chispas sobre mi cuerpo con la intención de quemarme y reducirme a un polvo menor que las cenizas, yo lo percibía, pero como un súbdito más de vuestra corte, incliné mi cabeza hacia vuestra merced al igual que lo hizo mi madre con mi tío Zarek —vuestro difunto esposo— cuando éste ascendió al trono un par de años después de la muerte de mi padre. Sólo era mi cabeza la que se arrodillaba simbólicamente, mas nunca mi naturaleza licántropa; esa ni yo podía dominarla; aun así, podía fingir que lo hacía con gusto, al igual que vos reteníais el impulso de cancelar todas las ceremonias reales que correspondían a un funeral para así llevar vuestro luto sola.

Os suplico vuestro perdón, alteza. Error mío el haber calculado mal mi distancia para con vos —mantuve mi voz suave con vos; os encontrabais tan frágil que el no haberlo hecho os hubiera hecho desencadenar un llanto en vez de un lagrimeo. Humillaros no era parte de mi plan como sí lo era el pesar vuestra alma—Hemos compartido el mismo espacio en un par de ocasiones, me parece, pero temo que las circunstancias retrasaron notablemente nuestra presentación. Mi nombre es Valentino de Visconti; Duque del Sacro Imperio Romano Germánico y sobrino del fallecido Rey Zarek, vuestro marido.

Levanté mi rostro y clavé mis ojos en los vuestros; una diminuta pelusa felina se hallaba enredada en vuestro velo. Erais reina, una reina cambiaformas que surgida de un ambiente oscurecido por una muerte que vos sabíais, al igual que yo, que era asesinato. Algunos pocos ilusos podían seguir pensando que el rey de Italia había muerto de causas naturales como alguna falla multisistémica surgida de una serie de factores imposibles de pronosticar, pero vos habíais descartado dicha teoría al igual que yo, porque sabíamos que Zarek era un vampiro.

Entiendo que lo más probable es que os hayan hablado de mí. Para dar a vuestra merced un punto de referencia, hasta hace poco supe que mi tío había contraído nupcias, pero eso no quiere decir que hayamos sido muy cercanos. La distancia es suficiente para mantener a cada uno de la familia en su territorio salvo instancias mayores. Temo que esta vez no fueron motivos festivos, pero al menos puedo decir que ya conozco a mi tía en la ley —hice una pausa para no parecer un hablador innato. La verdad era que lo que menos quería hacer era hablar, porque disminuía mi capacidad para observar a vuestra merced y a vuestro entorno lleno de aduladores y traidores bajo un mismo techo, pero no deseaba ofenderos en vuestro propio reino, fuerais plebeya o no— ¿Deseáis que me retire, majestad?

Estaba dispuesto a hacerlo, puesto que mi labor principal —acudir al funeral en nombre de mi parte de la familia— estaba cumplida, pero otra parte mía quería indagar y quería saber. Algo me impulsaba a eso desde niño. El saber me tranquiliza; la ignorancia me aterra.

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Mensaje por Sophia D'Luca Miér Mayo 29, 2013 8:28 pm

Inspire con notoriedad inflando mi pecho, mojando mi labio que seco permanecía por la falta de buen alimento, ya había perdido la cuenta de cuando había sido la última vez que me había sentado a comer, no necesitaba eso, no… mire los jardines mientras escuchaba lo que él tenía que decirme, no sonreí, no tenia por que mostrarme simpática, agradable, había un luto que deseaba vivirlo a mi manera, pronto habrían momentos para la felicidad ¿Existiría para mí un momento feliz? Realmente lo dudaba, cuando la felicidad se acercaba, me la arrebataban de las manos como si fuera una cosa, nada más. Valentino Visconti, me gire con gracia y lo quede mirando de manera seria, Realeza… maldita realeza, pensé aun aborrecía a todos los que vivían bajo un cargo que no significaba nada para sus insignificantes vidas. Zarek conocía mi postura ante la realeza, sabía perfectamente que lo que estaba haciendo era por él, por nadie más, por mi hubiera seguido en la oscuridad donde nadie me conocía, donde simplemente podía ser yo.

Si he oído hablar de usted – hice una pequeña venia con mi cabeza ¿A quién le importaba que fuera del reino que fuera? Apreté la mandíbula y escuche lo que tenía que decir – La familia se mantiene unida cuando están separados – Zarek siempre me decía aquello, tenía razón las distancias a veces unían a las personas, ahora en mi caso solo nos separaban mas. – Signor Visconti, le rogaría que no me tratara de Tía – suspire, el tono de mis labios salía relajado por aun con el deje de tristeza – No me gusta aquella pila, siento que me hace ver de mayor edad – aun cuando mi edad real no era la que aparentaba, no era su tía la ley lo decía mas nunca lo que yo realmente sentía. Mi familia había fallecido y no tenía ni hermanos, ni tíos, ni padres, ni esposo. Fue ahí cuando me di cuenta que todo lo que llegaba amar con fuerzas desaparecía. Cerré los ojos moviendo la cabeza de lado ante el recuerdo de la tragedia de mis padres ¿Por qué no morí ese día? Egoísta era ahora mi pensamiento pero, de haber sido así no sufriría en vida lutos que amargaban mi corazón.

El era demasiado hablador y yo de muy pocas palabras, en realidad nunca había sido conversadora menos con personas que en mi vida había compartido, levante la cabeza volví ha echarle un vistazo al “Duque” y recordé de una historia que me había contado Zarek, la disputa del famoso Titulo que muchos querían otros lo odiaban y tantos mas lo deseaban, mi rostro permaneció rígido, mas tal vez mis ojos demostraban todo lo que en mi interior estaba sucediendo. Quizás y solo quizás podría conseguir información, mi difunto esposo me había dicho alguna vez… La pregunta más tonta es la que no se hace y aun cuando me costaba pensar con la claridad que deseaba, necesitaba información. No todo lo que leí había sido verdad, ni creía en todo lo que me habían dicho sabia de buena fe que por el transcurso de los años a las historias le agregaban o quitaban hechos importantes ¿Cómo sería la Historia contada por Valentino?

¿Le gustaría acompañarme a tomar el té? – aun cuando anhelaba la soledad en ese preciso momento y sabiendo que éramos casi enemigos naturales, necesitaba saber más, la curiosidad mato al gato ¡oh! Pobre gato – grito mi subconsciente- claramente estaba de acuerdo que indagar en la historia en ese momento era una parte clave en todo lo que necesitaba saber. No espere respuesta, a final de cuentas era la Reyna y si rechazaba mi invitación no lo mandaría a la horca, no era una Tirana ni mucho menos un dictador. Avance con calma dejando espacio a que pensara en la oferta, no era que tendría un festín preparado, pero - ¿Qué piensas?- dijo mi subconsciente… En el castillo siempre tienen festines, de seguro había gente por todos lados por el coctel que me habían obligado a preparar para “Los invitados” de tierras lejanas. Mientras me alejaba una de mis sirvientas que me esperaba en lo lejos se apronto a mi encuentro, hable con suavidad con ella que mandaran a preparar en el jardín de las rosas una mesa para dos.

Aquel jardín era un espacio privado que solo pocos afortunados tenían el privilegio de conocer, un lugar que solo la reina y sus invitados tenían acceso, era mi lugar en el mundo, aquel espacio era mío, según lo había dicho Zarek al momento de proponerme matrimonio, era el lugar donde podía escapar y ser yo, la gatita que tanto extrañaba ser. Me detuve y mire a Valentino… interesante seria saber lo que él vio aquel día de la coronación… pensé.

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Mensaje por Valentino de Visconti Sáb Jun 22, 2013 11:00 am


Alcé una ceja ante la vanidad que aún os acompañaba en el funeral de vuestro marido, esa que predominó por sobre las solemnidades propias de la realeza, como aquella que os mantenía en un rango superior al mío. Os apuesto el abrecartas de mi abuelo que aun sin haber sabido nada de vos antes de nuestro funesto encuentro, hubiera averiguado eventualmente que vuestra cuna no había sido recubierta de seda y bordados dorados. Era casi como si os negarais a asumir que fuerais la reina de una nación, base de un reino lleno de necesidades a las cuales debíais responder si no queríais un motín en las puertas del palacio. Acaricié mi barbilla ante el espectáculo que resultaba ser vuestra merced; tal espíritu incontenible e impredecible debía ser uno de los motivos que hacía que la mitad de los poderosos sintieran antipatía por vos. En cuanto a mí, poco tenía para hacer un juicio general. Bueno, me causabais una irritante alergia, pero fuera de ese factor, nada correspondíame para juzgaros.

Ruego entonces a vuestra merced que disculpéis mi falta de tacto. Si bien vuestra juventud es más que evidente aún bajo la penumbra de las circunstancias que hoy nos convocaron, es mi cargo, no mi disposición el que os llamó de una manera que no fue de vuestro completo agrado. —mientras inclinaba mi cabeza ligeramente ante voz, comenzaba a adecuar mi discurso a vuestra mentalidad, aunque ésta fuera propia del vulgo, tan lejano a la realeza.

Cuando volví a alzar mi faz, encontré que vuestra aura había cambiado ligera, pero significativamente su tonalidad, de una ciegamente desesperanzada máscara a una cuerdamente desolada; volvíais a pensar racionalmente aun dentro del dolor. Una cordial invitación le siguió a dicha variación, casi provocando que mis orejas se movieran hacia delante y hacia atrás como ningún ser humano común podía hacerlo, pero reprimí dicho instinto por educación. Probablemente ya os habíais dado cuenta de mi licantropía, como yo había percibido vuestra condición nada de despreciable de cambiaformas felina, pero por educación y atino, ese no sería un tema para tratar en un funeral gobernado por la paz y el silencio correspondientes.

Sería un honor para mí compartir con vuestra majestad cuanto anheléis —y comencé a caminar a vuestro lado, tratando de no medir todo el tiempo vuestras emociones. Aún si descubría que efectivamente erais la responsable de la muerte de mi tío, agotaba ingresar en los sentimientos de otra persona, sobretodo cuando se trataba de lagunas tan profundas como las vuestras.

Del lejano verano no nos hablaríamos, estaba seguro, pero a medida que os seguía al lugar que habíais destinado para cobijar nuestra improvisada charla, menos aprensivo me sentía con respecto a vos. Tal vez quería inflar nuevamente en mi pecho la sensación de tener familia, o podía ser que gracias a que los funerales me provocaban un aire de soledad abrumador, no me importaba compartir el mismo espacio que vos, aunque pudierais ser una homicida acusada, al igual que yo. Los pasillos de vuestro hogar estaban fríos; nadie hubiera podido negar que una muerte forzada hubiera acontecido, ni siquiera los sirvientes que nos habían preparado un acogedor sitio en el jardín, y en cuyos ojos palidecidos no existirían los destellos hasta que los restos de Zarek no hubieran agotado su efecto desolador.

Mi nariz halló alivio cuando arribamos al sitio que había sido preparado por vuestra voluntad, haciéndome admirar de pié unos segundos la mezcla de hierbas que florecía allí libremente. Era curioso; aunque mi infancia la hubiera pasado lejos de Italia, la hermosa nación en la que mi madre había gestado y que ahora vos gobernabais como una reina viuda, solitaria y plebeya, el aroma de las flores del jardín del palacio se había grabado en mi mente de alguna manera, y era tanto así que por poco olvidé mi cortesía para con vos.

Me dirigí al asiento preparado para vuestra merced, y con delicadeza os ofrecí sentaros. No había sirvientes masculinos cerca, me fijaba, por lo que deduje que no os gustaban algunos servicios dirigidos hacia la realeza, pero eso no coartaba la caballerosidad para con vos. Un gesto siempre sería apropiado, aunque la vos de la pérdida resonara en vuestros oídos como una marcha despiadada.

Permitidme, majestad —sólo cuando os vi cómodamente sentada, me dirigí hacia mi lugar en el otro extremo de la mesa para veros de frente; no quería perderme un segundo de nuestra interacción. Algo me decía que sería importante, y no subestimaría aquel presentimiento que no podía identificar ya si se trataba de curiosidad humana o de instinto animal. Añadí un comentario para bajar la tensión ante de cualquier cosa— Consideradme al hazmerreír de la familia, signora. Por poco olvidaba que existía esta menuda, pero afable estancia.

Negué con mi cabeza mi falta de familiaridad con lo que me rodeaba y me enfoqué en vos. El aroma del té servido por vuestros criados podía ser un dulce distractor para cualquier que supiera apreciar la bebida que ofrecía esa hierba hervida para degustadores como nosotros, pero nada permanecía igual con una recién pasada defunción y un conflicto venidero por dilucidar quién había asesinado al rey de Italia, mi tío. Deslicé una de mis piernas al lado contrario, mirándoos fijamente no como un sobrino a su tía ni como un duque a una reina, sino como una persona a otra.

Puede ser que esté equivocado, pero os noto algo intrigada por alguna razón, majestad. ¿Hay algo que pueda hacer por vuestra merced para acallar algún malestar más allá del inevitable por el evento que nos ha convocado? —mostré mi afán servil y humildad ante vos. Podía ser que no fuera un lacayo y que nada me impidiera irme bajo la excusa de atender los deberes del Sacro Imperio, pero estaba en vuestro territorio.

Valentino de Visconti
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Mensaje por Sophia D'Luca Vie Jul 05, 2013 2:39 pm

El era demasiado educado ante mis ojos y yo demasiada bruta para los de él, no me importaba que me tachara de una pobretona que había adquirido la corona por interés, ya lo había escuchado muchas veces, sabía que muchos sirvientes estaban en desacuerdo con la unión entre el difunto rey y yo, pero también sabía que muchos habían notado el cambio en Zarek, sabían que nuestra unión lo hizo un hombre más prospero  y mucho más accesible para con el pueblo, por eso me tachaban la reina del y para el pueblo, no me interesaba que hablaran de mi nacimiento, de que fui adoptada o lo que fuera que haya pasado, lo que importaba era ahora y el título que tenia a cuestas era el regalo máximo que nunca había pedido y lo mantendría hasta el fin de mis días por el hecho que era lo único que me unía en esta vida a Zarek. Mientras caminaba escuchaba atenta las palabras adornadas de Valentino, el había sido siempre así, estaba casi segura conocía a muchas personas de la realeza la gran mayoría había nacido en cuna de oro y eran así, tal cual lo era el licántropo que me hacia compañía. Educados prolijos y demasiado limpios, pero le faltaba lo que yo mas valoraba en las personas lo que ame de Zarek al momento que lo conocí, esa extraña humildad por la vida, nunca en mi vida hubiera pensado que aquel hombre que conocí en la laguna era un rey, mas su grandeza se mostraba en su aura no en sus actos ni mucho menos en sus palabras.

El honor también es mío, no suelo compartir con la familia soy más una persona solitaria – era cierto, yo no tenía familia y no me interesaba saber de ella más de lo que ya sabía. Por el contrario ahora tenía que lidiar con toda la familia de Visconti quiera o no, teníamos un lazo que nos unía un simple papel había marcado aquella cercanía y claramente un linaje que nunca se llevaría a cabo. Los pasillos del castillos parecían en ese momento los mas fríos las auras de todos los que nos rodeaban eran tristes, otras con aires de venganza, ira, amor… esperanza.

El jardín se abrió para con nosotros y todo pareció cambiar en mi interior y no era para menos por que aquel lugar era mágico reinaba la magia hermosa que amaba de las cosas, tan caballeroso el duque hizo lo que suelen hacer los barones tome asiento acomode mi vestido y quede cómoda mirando de frente a quien me haría compañía por algunas horas – Este lugar fue construido hace poco para mi uso personal “Il Giardino Delle Rose”  es mi lugar en el castillo, solo personas autorizadas previamente por mi pueden entrar, como ve los muros son enredaderas en conjuntas con rosales de varios colores, mi espacio donde puedo escapar y pensar en la vida, en idear planes para mi bella Italia –sonreí de alguna forma la última frase sonaba bastante hermosa de mis labios. – Los sirvientes que nos atenderán como vera es solo una, la única persona acta para conocer este espacio-  sonaba egoísta, pero así lo había querido Zarek y así lo había aceptado yo, era mi propia intimidad aquel espacio donde me sentía libre y completamente yo.

No le mentiré Visconti, me incomoda su presencia, me incomoda saber que usted en algún momento quiera un titulo que yo no cederé – estaba siendo lo mas verdadera y directa posible – Se que para muchos es mal visto que sea una Reina viuda, pero créame quien ocupe el puesto de Rey se lo ganara cuando se gane mi corazón  – estaba dejando puntos en claro, no cualquiera ante mis ojos podría ser llamado reí, quien dominara a la fiera que era seria un digno rey de Italia, porque en mi tiempo como esposa del difunto rey había aprendido de tácticas y estrategias, sabía que le molestaría mi sinceridad ya que la mayoría de las personas estaban acostumbradas a verdades adornadas, yo no era así, hablaba poco sí, pero cuando hablaba decía lo que mi corazón dictaba – Y disculpadme si sueno fuerte o enojada, tanto usted como yo sabe lo que entre pasillos se dice, somos tachados de culpables de una muerte, ¿Dígame usted que vio esa noche? – ¿era un interrogatorio? No pero quería aclarar las cosas, el aura del licántropo era clara e intimidante no lo negaría que me perturbaba, deseaba desde lo más adentro de mi corazón tener esa confianza que el presentaba en este momento. Me había arriesgado a cruzar el rio que parecía ser mas turbio de lo que me esperaba. Ahora estaba preparada para cualquier eventualidad, desde que se enfadara y se fuera hasta… que accediera a tener esta conversación conmigo, era ahora o nunca.
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