Simbiontes || Privado - Kallisté.

Con los dedos manchados de tinta oscura recorre la piel libre de una de sus rodillas, el golpe se escuchó fuerte y se sintió aún más. La zona afectada comienza a enrojecerse y está claro que al otro día estará convertido en un cardenal de colores diversos, todos claros cercanos al violeta que tanto odia. Le duelen los huesos de esa pierna y quizás un poco también su ego que ha quedado mermado por haberse caído en público. La opinión popular no es algo que esté dentro de sus preocupaciones pero el sentir esas risas disimuladas le llenó el estómago de nauseas y la cabeza de palabras soeces que no encuentran el modo de salir sin que se asemejen a un vómito enfermizo de letras que la dejen como un niña que ha perdido en un juego con sus propias reglas.

Sentada ahora sobre la tumba de alguien a quien no conoció ni le interesa conocer espera. Espera a que algo aparezca, espera a que algo suceda y cambie su rutinario día. Espera a que el dolor o la vergüenza desaparezcan y no tiñan más sus mejillas de rojo. Espera a que los restos de color se esfumen de debajo de sus uñas sin tener que pasar con tal fuerza la escobilla que las yemas le queden sensibles y luego no sea capaz de ni siquiera quitar la tetera del fuego. No por tener un trabajo propio y un sueldo del que poco puede ver al final de cada mes significa que al llegar a casa pueda sentarse y esperar que otros la atiendan, el recordatorio de que es una carga para su tía siempre estará presente, al menos hasta que logre casarse como es su deber. Aunque claro, todos saben que es imposible que alguien se fije en ella.

Zapatos llenos de barro, el dobladillo de su vestido continúa sucio. Mueve los pies al compás de una melodía que hace muchos años no escucha, si en media hora no aparece quien espera será mejor que se retire antes de que la noche esté completamente cerrada y deba escuchar sermones sobre como aparentar ser una dama porque es evidente que ella ya no lo es. Lo peor de que su tía la catalogue de puta es que por mucho que le gustaría serlo, no lo es. Ni siquiera puede responder con una sonrisa y demostrar que las palabras no le molestan porque son ciertas, al contrario, se enfada y termina asintiendo al notar que un cosquilleo se acrecienta en su piel pidiendo por lo que no puede darle. Es demasiado tiempo el que tiene para pensar y demasiado el frío que comienza a sentir al notar que no ha traído el abrigo.

— Pensé que ya no vendría… — un suave regaño disfrazado de un hecho irrefutable según su estrecho punto de vista, — me imagino que si está aquí es porque tiene algo para mí ¿no? — No hay saludos, ni sonrisas, ni amabilidad a quien le ayuda a mantener el trabajo, dentro de su mundo sólo existe un intercambio útil donde cada involucrado se supone salen beneficiado. — Permítame buscar algo para anotar todo y luego podemos comenzar. —

Kallisté está feliz. Parece una niña comprando una golosina, pero es una muerta deambulando por las calles sin rumbo fijo ¿O quizás lo tiene? Puede ser, nadie lo sabe, ella es tan olvidadiza como un anciano en sus últimos días, apenas recuerda con quien estuvo la mañana, aunque su estado ha mejorado el último mes. La felicidad que se ha colado en su alma le ha dado un poco de buena memoria, no la mejor, pero al menos ya no olvida que le gusta ver su reflejo corpóreo frente a un espejo, o que le gusta el olor de las flores, eso es bueno, así no olvidará o le dará mala información de ella o del mundo entero a quien se cruce por su camino para intercambiar palabras. Fantasma, es sólo un fantasma que ambiciosa volver a vivir, pero eso ya no es posible ¿O si?

Ha robado demasiada energía de los humanos que están a su alrededor aquel día, gracias a ella a aprendido a convertir su alma en lo corpóreo que algún fue. Es hermosa, nadie lo duda, con esos cabellos que pueden perderse en la noche por su tonalidad obscura, ¿pero qué me dices que sus ojos? Parecen querer iluminar la noche con descaro, o ser la guía incluso del día, pero no lo son, porque a pesar de ser grandes y hermosos le faltan vida, la que se le acaba de ir a un pequeño de a lo mucho cinco años, un muerto de hambre que andaba por las calles, pero él poco importa, pues su información no va a ser relevante para la sociedad, ¿suciedad? Si, debería llamarse de esa forma, pues sólo manchan el corazón que se va marchitando por las palabras que salen de la boca ponzoñosa de aquel envidioso.

A lo lejos la puede ver, a la muerta en vida, no es más que lo que respira, sangra y se sonroja que puede ser el paso entre el mundo del que aun puede ser tomado en cuenta, y el de ella. Ellos se ríen de ella, pero ella no comparte esas sonrisas, no lo puede porque es su propia desgracia. Niega repetidas veces la gente tan mezquina, se acerca sin dejar de sonreír, porqué Kallisté está feliz. No hay más y no va a cambiar su estado de animo, ese que le ha dado cordura los últimos días.

- Deberías estar preparada siempre, y no hacerme esperar, sabes que se me olvidan las cosas… - Le reprende con suavidad, pero no quiere sonar pesada, pues no está en ella ser de esa manera. Cierra los ojos unos momentos - Escribe rápido, porque no sé cuanto tiempo vaya a durar mi euforia y poder decirte todo lo que pasó - Cómo su estado es corpóreo, se sienta sobre una lapida, pues intenta no gastar demasiadas energías, así la verá, y si alguien se acerca no pegará el grito en el cielo por verla volverse traslúcida - Peter Thomson a muerto a manos de unos muertos de hambre, si, si, eran muertos de hambre, como el llevaba un platillo de comida a casa, de ese restaurante famoso a mitad de la zona comercial, no pararon de seguirlo hasta que se lo arrancaron de las manos. ¡No solo eso! También lo desmembraron, era el hijo de un comerciante de telas, seguro debes saber quien es ¿Lo sabes? - Le miró a los ojos con un toque de entretenimiento. - ¿Te gusta hablar solo de los que mueren día con día, o también de los que llevan tiempo muertos? - La duda la azota, la humana puede ayudarle en un plan que acaba de trazar.

Lleva quizás mucho tiempo sola y por lo mismo está acostumbrada a tener su propio ritmo para todo. No existe entonces alguien que esté constantemente presionándola o insistiendo para que cumpla algún tipo de plazo. Ni siquiera en su trabajo son capaces de hacer algo así, sobre todo porque cumple con lo que le ordenan incluso antes de que expire la feche de entrega. Es quizás una de las ventajas de no tener mucho que hacer en su vida, de ese exceso de tiempo libre que otorga la soledad y de esa falta de horas compartidas. Que escriba sobre las muertes de otros ya es algo extraño pero lo es mucho más hablar con alguien que ya no está vivo y que además sin quererlo le hace notar lo miserable que es con tan solo una frase. El humor de Sabine es voluble como los gases en constante movimiento de algún experimento peligroso y justo ahora, están a punto de estallar ante el más mínimo estímulo.

La libreta, que no es más que un montón de papeles sucios y atados por ella, aparece al mismo tiempo que la pluma que suele mantener dentro de su bolso. — No seas impaciente, niña… — Levanta los ojos para dedicarle una mirada que podría matarla de no ser porque alguien más ya lo hizo antes que ella. A cada dato que la fantasma comienza a declarar ella sólo asiente y continúa escribiendo y escribiendo sintiendo esa siempre presente excitación que le provoca aquel acto. Y es que para ella el obituario no es sólo su trabajo, es también una pasión oculta que radica no en la información que entrega, si no mas bien en el morbo de conocer los detalles de cómo las vidas de otros se han ido y también en ese juego secreto que significa llenar de mentiras las noticias cuando muchas veces no pueden salir a la luz de ese modo.

— Lo conozco… conocía, también a su padre. — Y con aquello puede incluso formar en su cabeza la escena completa del momento exacto en que la luz se fue de sus ojos y aquel muchacho, a quien sólo había visto una vez, soltó su último suspiro. — Sólo tenía la información de la fecha de su muerte pero no los detalles, muy interesantes por cierto… me pregunto qué habrá estado haciendo él por esos lados, no es como si fuera un sector que solía frecuentar… ¿será posible que su padre no supiera que estaba por ahí? Quizás las razones son realmente escandalosas y es por eso que él mantuvo la visita a ese restaurante en secreto… — cada vez que la noticia es interesante parece perderse en las ideas que comienzan a formarse en su cabeza y este, este también es el caso.

La pregunta y la mirada de la fantasma la desconciertan. Conoce su nombre pero siempre se ha referido a ella como eso, como “la fantasma” y es que de ese modo es con todo el mundo, siempre manteniendo una distancia que más se asemeja a una enorme brecha entre ella y todos los demás. Escuchó claramente pero se toma algunos minutos para encontrar la respuesta. — Ambos, me gusta hablar de ambos… Necesito a los que han muerto recién para mi trabajo pues debo escribir sobre ellos y el cómo o por qué dejaron este mundo… pero me gusta hablar de los que llevan mucho tiempo bajo tierra, eso es por un gusto personal. — Tan enferma como suena, su pluma vuelve a deslizarse por el papel y con eso evita encontrar la mirada de la fantasma. Cuando habla, lo hace apenas mirándola de reojo, — ¿tienes algún dato más? —

Le asqueaba que hablara y hablara sin siquiera darle espacio para poder detenerla, le molestaba también que defendiera a ese desconocido como si por el hecho de que ahora ambos estuvieran muertos tuvieran una especie de conexión que los hacía cercano y por lo mismo parte de un solo clan donde esconden secretos y otras estupideces parecidas que para ella no tienen sentido. Por algunos instantes Sabine se siente juzgada, por Kallisté, por la mujer que es sólo el contacto con más información y también, aunque no quiera reconocerlo, la fuente de todo su trabajo. El ceño se frunció y ella mantuvo el silencio. Ahora está molesta y no teme esconder ese sentimiento porque eso no hará mucha diferencia, está segura que a ninguna de las dos les interesa lo que sienta la otra. — ¿Eso es todo lo que sabes sobre Peter Thomson? Lo publicaré mañana si es que alcanzo a llegar a tiempo con el artículo, será interesante ver la cara de su padre cuando lea los detalles del modo en que los escribiré. —

No es que la ignore, es que sólo quiere tiempo para pensar la propuesta. Tiene claro que le debe bastante considerando que incluso ha recibido palmaditas de aceptación en la espalda por cosas que ha publicado. No quiere la atención que ellos significa pero si el dinero como recompensa. Especialmente considerando que con esos francos podrá luego asistir a esas extrañas “reuniones” muy selectas de las que gusta ser parte. Está bien, le debe bastante. Pero todo lo que hace es comenzar a caminar dando vueltas por el mismo lugar cuando termina de escuchar sus últimas palabras. — Cuando comenzamos en esto dejamos en claro que no te debería nada y ahora sales con esto e intentas que me sienta culpable o no sé qué… — su voz expele la molestia que siente y aunque posee leves notas de hastío en realidad sólo lo hace para joder porque perfectamente puede decir que sí sin tantos rodeos.

— Puedo hacerlo pero es distinto a que quiera hacerlo y distinto también a si el editor quiera publicarlo… ¿crees que es llegar y decir que quiero publicar la historia de alguien que lleva mucho tiempo muerta y que no le importa a nadie más que a su familia? — es dura con sus palabras pero espera que quede claro su punto. Sabine no suele irse con rodeos, menos con alguien a quien considera una compañera de trabajo, porque claro, no es como que ella sea una persona sociable que esté plagada de gente a la que pueda considerar amigo. — Si es que a tu familia le importa… ¿has ido a verlos? ¿Estás segura de que quieren saber lo que quieres decir? Quizás ya siguieron adelante y tal vez tú deberías hacer lo mismo… — se encoge de hombros, todo le da igual y cuando cruza los brazos observa la figura débil de la fantasma.

No cree que de estar viva hubiesen podido conocerse alguna vez, ambas parecen frecuentar círculos distintos. Sabine siempre encerrada en casa durante su tiempo libre, saliendo a escondidas para ir en busca de ese sexo morboso y el dolor que pueden provocarle sus ocasionales y enfermos amantes. En cambio Kallisté, ella luce como alguien que tenía verdaderamente razones para seguir viva, que disfrutaba de los domingos, de una comida en familia, de los días de sol al aire libre. — Lo haré, una mierda lo que diga el editor, luego me arreglaré yo con ellos… — retira la mirada para que la fantasma no pueda verla ni tampoco tenga que ver ella el cambio en las facciones de la otra mujer. — Pero necesito que me des todos los detalles de todo lo que pasó, hasta lo más terrible, tengo que plantearlo tal como es para que llame la atención y para que llegue a los ojos, oídos y al espíritu de quienes quieres que llegue. Esta vez seré yo un medio de lo que tú digas… pero será la primera y última vez… Kallisté. —

A Kallisté no le gusta que le hablen de mala manera, le recuerda al momento de su muerte, dónde sólo podía observar ojos oscuros, escuchar gritos desgarradores, y sentir un dolor infernal. Tampoco le gustan los ceños fruncidos porque le hace recordar que de imitarlo, sólo sería mera fantasía, o un recuerdo momentáneo de su presentación visual cuando tiene suficiente fuerza, o energía. Le pone de malas que una humana sea tan malhumorada, tan poco apreciativa de la vida, pero no es su asunto aunque quiera volverlo. Nunca desperdició los años de su mortalidad como esa mujer, amó y fue amada, quizás aquello aunque breve podría ser todo un privilegio. De todas maneras no tenía el tiempo para ponerse analizar eso, en cualquier momento su mente perdería la razón y olvidaría todo eso.

- ¿Qué tiene de interesante la forma en que tu escribes las cosas? Simplemente haces más dramáticos, crudos e insensibles los momentos, es morbo puro, ya me imagino cuando mueras como dirán los encabezados, porque ten por segura una cosa, se mofaran de ti más de lo que tu has hecho con ellos - Fría, indiferente, e incluso toques de reproche se notaban en la voz que salió de la forma muerta de su boca. Ni siquiera la miró porque su mirada perdida sólo enfocaba algunas estatuillas de “santos”. Para la fantasma aquello si era de temer, o espeluznante. ¿Quién quiere adorar un objeto inerte? Nadie debería rezar enfrente de una cosa así, parecía cosa de locos. Quizás la iglesia lo era pero se había empeñado en hacer ver lo contrario al mundo que se dejaba influenciar.

- ¿Sentirte culpable? No te sentirías ni después de muerta, aunque no creo que llegues a volverte un alma en pena como yo, no habría alguna razón que dejaras del otro lado para poder volver de esta forma, que créeme no es tan grata cuando se te olvidan las cosas - Si la mujer le iba a hablar de esa forma, entonces ella también lo haría. En ese momento sólo eran dos colegas de trabajo, con los mismos derechos, aunque las ganancias sin duda fueran distintas. - Serán varias sesiones entonces, porque yo olvido cosas, incluso puedo olvidarte a ti, y te quedarías sin historias, debes de tener paciencia, sino la tienes buscaré a alguien más, ya no quiero perder tiempo, la luz se vuelve más oscura, siento que sino avanzo no descansaré en paz - Pero sus palabras probablemente no las entendería, ella sólo comprendía lo que sus ojos comprobaban.

- No me puedes decir cuantas veces sean, porque yo te traigo historias, sería la forma en que me pagarías - Sonrió de forma siniestra - Ya, ya… Comencemos - Pero el fantasma no se dejó ver, su forma se había vuelto transparente, como el viento que acaricia las mejillas de algunas personas en campo abierto. Sólo se podía percibir una luz, y la sensación de que la temperatura estaba bajando. - Todo comienza con un matrimonio feliz. Rudd, y Kallisté, quienes tenían un pequeño hijo, Freddy. Todo estaba lleno de amor, de alegría, hasta esa noche donde una mujer de cabellos negros como la noche llegó, era una bruja, una cruel, envidiosa porque no tenía a los suyos cerca, su nombre es Alchemilla -

La paciencia de Sabine tiene límites mas bien cortos. Si otro fuera el escenario en el que ambas se encuentran lo más probable es que hubiese terminado soltando aún más improperios hasta que su punto de vista quede bien claro y no quedasen dudas de que probablemente está equivocada. Esta vez, Sabine escucha atenta y sólo cuando la fantasma termina de hablar es que abre su bolso y saca lo necesario para comenzar a tomar apuntes. Para otros sería extraño utilizar aquel cementerio como oficina pero después de tantos encuentros, para ellas, es casi una rutina que siguen porque es útil y porque en este caso será lo único que las lleve a conseguir lo que ambas están buscando. En el fondo, Sabine pretende al fin ser tomada en serio, que la consideren como una escritora de verdad y no alguien que sólo puede referirse a los muertos, aún cuando su principal historia esté relacionada con lo mismo.

—¿Quieres que ponga todo tal cual lo dices o planeas que realmente escriba una historia? Porque si es así, necesito más detalles… quiero saber lo que le dará a todo esto lo necesario para llamar la atención de las personas correctas… —mientras habla, Sabine comienza a imaginarse todo lo que podrá conseguir de tan jugoso cuento, porque más que nada a ella lo que le interesa es su bolsillo se llene de tal cantidad de francos que pueda al fin irse a vivir sola. Ja! Aquello es imposible hasta si pudiera acceder del todo a la fortuna de su familia. Sus padres la conocen bien y por lo mismo es que han reducido su presupuesto al mínimo luego de que la enviaran a vivir con su tía. —¿Quién es esa Alchemilla? ¿De dónde proviene tu familia? ¿La familia de tu esposo? ¿Cómo se conocieron y por qué se casaron? Te dije que quiero todos los detalles… —

No quiere saberlos en realidad, pero es necesario que lo haga. La mujer se pone de pie y comienza a caminar, no le da tiempo para que siga con la charla mientras da vueltas por el sector esperando que eso que llaman inspiración llegue a su vida. Todo comenzó con la historia de Peter, pero ahora, después de casi una hora de conversación el tema se ha desviado hacia un lugar al que no quiere llegar. De poder ser de otro modo, Sabine estaría ya caminando a casa, escondiéndose de quien la molesta y esperando poder salir más tarde y encontrar en el dolor las respuestas que su cuerpo le pide. ¿Será que la fantasma conoce su secreto y por eso es capaz de hablarle de ese modo? Quizás la ha seguido y sabe dónde va cada medianoche o tal vez sólo se refiere al vínculo laboral que han tenido ambos.