I need air,please! [Libre]

Más fácil y hubiera sido aburrido. Aquella fiesta no podría haberle resultado más insulsa Imera, no podrían habérselo puesto más sencillo la entrada a la casa e igual se podría decir de los tesoros escondidos de cada nuevo rico que descubría enterraba entre sus ropas. En verdad, la sencillez con la que hacía los movimientos para obtenerlos no es que fueran elementales pero... ¿No estaba Imera ya considerada cómo una gran ladrona de irresistibles artes? Realmente no le disgustaba aquello a lo que ahora dedicaba el tiempo si no que fuera en comparación con su pasado algo tan nimio. Se podría decir que era muy orgullosa y pensaba que siempre había que ir a más no a menos como ahora, pero, con un suspiro dejo escapar sus pensamientos que la llevaban a una auto-evaluación mediocre. Imera paseo la mirada, no es que fueran muy apetitosos aquellas presas no obstante empezó a caminar en círculos por aquella anodina reunión. No le sorprendió en absoluto que en cuestión de cuartos de hora casi había dejado "limpios" a los invitados, suspiró, además de haber tardado poco no avistaba a ningún pretendiente decente o alguna fémina resultante. ¿Era tanto pedir que de vez en cuando en las fiestas de aquella clase hubiera algún joven? Ciertamente aquello cada vez se le hacía más pesado y agotador, tener que sonreír y mentir a cada persona con la que se le cruzara para hablar resultaba agotador (mucho más si no le era interesante). Con lentitud se acerco a uno de esos hermosos asientos y se acomodó en uno de ellos. Imera casi dejó caer el cuerpo en el, ¡Casi! pero por pura casualidad se colocó firme mientras veía acercarse una belleza morena a una mesa próxima. Vio como cogía un abanico y con el se aventaba aire al rostro, su apetitosa piel tenía una apariencia blanquecina. ¿Cómo podían las jóvenes tan bellas ceñirse tanto el corsé? Con esa despampanante silueta solo tenía que pestañear para que los hombres (y las mujeres) cayeran a sus pies. De repente y con prisa la morena de dejó el abanico sin cuidado sobre la mesa y salió prácticamente corriendo hacía el aire fresco. Sin darse cuenta Imera ya se había levantada y con sigilosos pasos la siguió hasta fuera, llegaron a una magnífica laguna de bellas vistas aunque no le dio mucha importancia ya que su atención se había quedado anclada a esa mujer. Con un ademán desesperado se deshizo del tocado. Imera lo recogió. Con lento caminar se fue acercando a la joven. Notaba esos cambios de asfixia en su cuerpo, el color lívido que adquiría su piel y el desvanecimiento de su voz en el aire. Su desesperado intento de quitarse el vestido le pareció desesperado y lamentable, claro que no todos tenían fuerza para quitarse diez vestidos de aquellos. Cuando decidió acercarse del todo vio como las escasas fuerzas se les desvanecían a una rapidez mortífera no sin antes girarse hacía ella y decir con voz desvaída:
-Por favor... Necesito aire...
Con cuidado se situó detrás de ella y sin elegancia en sus gestos destrozo el corsé, se apreciaba como su cuerpo volvía a respirar (con hondas aspiraciones) aquel aire del otoño parisino.

Su belleza era indudable. Ahora que la tenía delante y sin asfixiarse, podía observar la elegancia de sus gestos. Como su cuerpo reaccionaba al aire. Coloreándose. Resurgiendo de un abismo que la ahogaba. Imera quedó inmersa en su piel de seda cuando de repente se dio la vuelta y con cara de sorpresa descubría a la chica que tenía detrás. La verdad es que no le extrañaba. Su fuerza concedida por su condición animal no se asemejaba a su aspecto (el de una joven delicada y de "joven" edad aunque la verdad fuese que seguramente superara a la mujer que tenía enfrente). Imera no dejó que ningún detalle se le escapase mientras la morena le hablaba. ¿Su nombre? No pensaba decírselo ¡Estaría loca si lo hiciera! Nombres, nombres y más nombres. ¿Para qué iba a necesitarlo? Para nada.

Mientras la fémina se acomodaba el pelo, Imera se le acercó y le acomodó el tocado perdido. Sonrío cuando al bajar los brazos rozo su torso descubierto, se separó y empezó ha correr alejándose de ella. Su vestido, empezó a volar a su alrededor como si de una capa se tratase y como si fuera una niña se empezó a reír. No se fijo si la mujer la seguía pero corrió tan deprisa como sus piernas se lo permitían. Le divertía actuar así con la gente, eso les desconcertaba y con todavía la mente aturdida ella volvía como la huíña que era. Les robaba y desaparecía otra vez. Ese era su método cuando les parecía interesante. Mientras el viento acariciaba se piel se fue transformando, cambiando con un horrible dolor de huesos rotos y músculos estallando. Odiaba esa parte. En menos de un par de segundos el vestido que la cubría cayó desplomado como si de aire se hubiese mantenido en pie todo el tiempo.

Imera se deslizo a través de aquella tela y corrió, buscando a esa belleza morena que había dejado atrás.