AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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A little of gall for my coffee [Libre]
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A little of gall for my coffee [Libre]
El café, ahora ya frío, descansaba sobre la mesa ordinariamente decorada frente a ella. Solo había probado algunos pequeños sorbos desde que se había instalado y de eso hacía más de una hora. Gracias a su refinada vestimenta y porte ninguno de los empleados del lugarcillo se atrevía a retirarla, sin que esto impidiera, claro, las frívolas y disgustadas miradas que se posaban primero sobre su casi intacta taza de café para luego aterrizar sobre su rostro.
Sonrió para sí misma. No se disgustaría por algo tan mínimo. Ya podría compensar las ventas perdidas por su tan larga estadía con algunas propinas generosas ¿Por qué no hacerlo? No significaría nada en absoluto para ella. Suspiró. No se encontraba allí sentada solo por apreciar la pobre vista que, conforme pasaban los minutos, se volvía más y más lúgubre; como si algún artífice se estuviese encargando de opacar el ambiente a la par que la luz del sol minaba sobre la ciudad.
Era más sencillo continuar sin ningún tipo de nueva revelación. Eso lo sabía. Y a pesar de la lógica allí continuaba, observando las parejas entrar y salir del local y al personal moverse apresuradamente por entre el reducido espacio para complacer la variopinta cantidad de gustos de sus comensales. No era un café especialmente pequeño y, por esto mismo, se podían dar el lujo de servir algunos platillos, aunque éstos no podrían llegar a considerarse como una cena, en toda la extensión de la palabra.
Posó los ojos nuevamente sobre la mesa. La taza continuaba allí, justo donde la había dejado, acompañada por sus guantes, colocados delicada y sobriamente hacia uno de los costados, y una pequeña vela que pronto debería ser encendida, cuando la oscuridad se cerniera por completo. Un nuevo suspiro escapó de sus labios mientras con sus manos desnudas sostenía delicadamente el pergamino causante de su actual situación. En este momento podría estar en su hogar, sumergida en su habitual aburrimiento. Tan sola como ahora mismo pero sin la frustración de una espera en vano.
Examinó por enésima vez el pergamino esperanzada, otra vez, en haber equivocado la instrucción, solo para confirmar nuevamente que no se trataba de un error de lectura. Eddie era lo suficientemente claro. Le esperaría en ese café. Un reencuentro después de tanto tiempo alejados. Solo una ocasión para un tímido acercamiento entre dos actuales desconocidos que, en antaño, llegaron a reconocerse como amigos. Pero había algo peor que la tristeza de una ilusión estropeada y eran los lúgubres pensamientos que acudían para atormentarla ¿Por qué no llegó? ¿Quién se lo impidió? ¿Qué le han dicho?
- Excusez-moi, Madame. ¿Desea usted algo para acompañar su café? – Pero que inesperada y, hasta cierto punto refrescante, interrupción. Alguien al fin se había atrevido a abordarla. Aún sosteniendo el pergamino entre sus manos, le dedico una fría y acusadora mirada al joven que esperaba paciente a que ella comprendiera el mensaje velado que el administrador le había solicitado entregar. Casi de inmediato la valentía del joven se tornó en inseguridad, y ella casi se sintió culpable – Nada por ahora, pero gracias por preguntar – le contestó con dureza para luego continuar suavizando ligeramente tanto el tono de su voz como su expresión – Tal vez en un rato- y con un suave movimiento de su muñeca se limitó a despacharle.
Oh, que interesante sería observar la cara del administrador cuando se enterase de que no solo no había pedido nada más sino que, para colmo de males, no se retiraría del local por ahora. Masoquista, esa era la definición adecuada para su comportamiento. Debería levantarse y abandonar el lugar. Colocarse su armadura de enojo y frialdad y olvidarse, de una vez por todas, de su pasado. No podría retornar aunque fuese lo que más deseara. Era tiempo de mirar hacia adelante y simplemente continuar. Pero obstinada, como siempre, permaneció sentada observando al vacio y sosteniendo, cada vez con más firmeza, aquella misiva que le había amargado la velada en vez de traerle un poco de alegría a su famélica existencia.
Sonrió para sí misma. No se disgustaría por algo tan mínimo. Ya podría compensar las ventas perdidas por su tan larga estadía con algunas propinas generosas ¿Por qué no hacerlo? No significaría nada en absoluto para ella. Suspiró. No se encontraba allí sentada solo por apreciar la pobre vista que, conforme pasaban los minutos, se volvía más y más lúgubre; como si algún artífice se estuviese encargando de opacar el ambiente a la par que la luz del sol minaba sobre la ciudad.
Era más sencillo continuar sin ningún tipo de nueva revelación. Eso lo sabía. Y a pesar de la lógica allí continuaba, observando las parejas entrar y salir del local y al personal moverse apresuradamente por entre el reducido espacio para complacer la variopinta cantidad de gustos de sus comensales. No era un café especialmente pequeño y, por esto mismo, se podían dar el lujo de servir algunos platillos, aunque éstos no podrían llegar a considerarse como una cena, en toda la extensión de la palabra.
Posó los ojos nuevamente sobre la mesa. La taza continuaba allí, justo donde la había dejado, acompañada por sus guantes, colocados delicada y sobriamente hacia uno de los costados, y una pequeña vela que pronto debería ser encendida, cuando la oscuridad se cerniera por completo. Un nuevo suspiro escapó de sus labios mientras con sus manos desnudas sostenía delicadamente el pergamino causante de su actual situación. En este momento podría estar en su hogar, sumergida en su habitual aburrimiento. Tan sola como ahora mismo pero sin la frustración de una espera en vano.
Examinó por enésima vez el pergamino esperanzada, otra vez, en haber equivocado la instrucción, solo para confirmar nuevamente que no se trataba de un error de lectura. Eddie era lo suficientemente claro. Le esperaría en ese café. Un reencuentro después de tanto tiempo alejados. Solo una ocasión para un tímido acercamiento entre dos actuales desconocidos que, en antaño, llegaron a reconocerse como amigos. Pero había algo peor que la tristeza de una ilusión estropeada y eran los lúgubres pensamientos que acudían para atormentarla ¿Por qué no llegó? ¿Quién se lo impidió? ¿Qué le han dicho?
- Excusez-moi, Madame. ¿Desea usted algo para acompañar su café? – Pero que inesperada y, hasta cierto punto refrescante, interrupción. Alguien al fin se había atrevido a abordarla. Aún sosteniendo el pergamino entre sus manos, le dedico una fría y acusadora mirada al joven que esperaba paciente a que ella comprendiera el mensaje velado que el administrador le había solicitado entregar. Casi de inmediato la valentía del joven se tornó en inseguridad, y ella casi se sintió culpable – Nada por ahora, pero gracias por preguntar – le contestó con dureza para luego continuar suavizando ligeramente tanto el tono de su voz como su expresión – Tal vez en un rato- y con un suave movimiento de su muñeca se limitó a despacharle.
Oh, que interesante sería observar la cara del administrador cuando se enterase de que no solo no había pedido nada más sino que, para colmo de males, no se retiraría del local por ahora. Masoquista, esa era la definición adecuada para su comportamiento. Debería levantarse y abandonar el lugar. Colocarse su armadura de enojo y frialdad y olvidarse, de una vez por todas, de su pasado. No podría retornar aunque fuese lo que más deseara. Era tiempo de mirar hacia adelante y simplemente continuar. Pero obstinada, como siempre, permaneció sentada observando al vacio y sosteniendo, cada vez con más firmeza, aquella misiva que le había amargado la velada en vez de traerle un poco de alegría a su famélica existencia.
Odette Demouy- Humano Clase Alta
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Re: A little of gall for my coffee [Libre]
* Su baston resoplaba con cierto dominio, apesadumbrado quizás de la falta de protagonismo que ahora influenciaba era el que avisaba de su presencia, de sus pasos, el movimiento de la madera contra el suelo aun cuando se esperaba que fuese un anciano el que sujetaba tal gallarda pieza era un hombre joven, no sobrepasaba la edad considerada "madura" y tampoco la edad de la adolescencia, sus ojos azules contemplaron con fría indulgencia a quienes estaban en las mesas próximas especialmente por la mirada de incredulidad que se formaba en la mayoria de los rostros, arrugados algunos, sucios otros y quebradrizos para los que tenian mayor edad, un camarero corrio a atenderle pero le frenó con la mano, Nikolay alzó la mano al aire, deteniendo como si fuese un truco el cuerpo de aquel hombre, efectivo, cauteloso y dócil debido a aquel trabajo que se lo obligaba* Mesa para uno *Formuló sin más, accediendo aquel hombre a su pedido buscó aceleradamente una mesa, sonrió para sus adentros, era alguien importante porque tenia dinero pero por su modo de actuar pareciese una condenada celebridad que había dejado pasar por aquel sitio, pensaban que fama lograrían si dejaban pasar a aquel hombre, se sentó, cuando la madera crujió el camarero parecía tener en su rostro escrito unas palabras como el ruido final*
Tranquilo muchacho *Dejó el bastón a un lado, alcanzable para su dueño mientras sacaba un libro de pequeñas dimensiones* Las sillas crujen *El rostro del joven volvía a su tono natural, ¿Es que pensaan que por un crujido iba a demandarles, más no obstante, peores cosas se habían visto en estos tiempos, desde unos ancianos ricachones que hasta la mirada de la gente les molestaba hasta los estupidos señores feudales que arrasaban con aquel sitio solo por haber perdido una apuesta, abrió el libro ante la incrédula mirada de aquel muchacho tembloroso que apretaba su uniforme* Café *Pronunció y basto para que el muchacho aliviado se alejase para prepararlo, escuchaba algunos sonidos, las respiraciones, alzo la mirada y al instante muchos bajaron el rostro, No es que aquel despliegue de emoción le disgustase de hecho muchos parecian haber conocido al mismo rey en persona más , daba igual, ahora se concentraba en su lectura, sus dedos estaban cubiertos por unos guantes negros, se los quitó, sus dedos estaban manchados en tinta, habia estado escribiendo toda la noche, sonetos , composiciones para su "Adelaide" o como el llamaba así a su violin que esta vez no le acompañaba.
Solo un sonido le saco de sus pensamientos, de aquel librito, el sonido del cafe, que milagrosamente lleno hasta el borde no habia empapado el platillo en el que se habia servido, ladeó el rostro cuando se fue, viendo aquella mesa, aquella madera pero también a la mujer que estaba a su lado, ambos parecían compartir que eran de clase alta, ella por su comportamiento parecía tambien poseer lo que se añadia una seduccion orgullosa, con el menton alzado, el hermoso rostro sin duda reflejaba poder, el poder que los ricos con su dinero podían poseer, él lo hacía, la mayor parte de las veces, se quitó los guantes, con ayuda de una cuchara, hecho en un cenicero lo que sobraba del cafe y tomo la taza, estaba caliente* ¿Porque no le invita a algo de mi parte? *Hablo en voz alta, al ver a un hombre acercarse a la mujer, no es que pretendiese ayudarle ni ser un caballero cuando nunca lo había sido, pero, actuo sin pensar como ciertas ocasiones hacía, pasando de su egoista modo de ser, a alguien que podría merecer algo de "halago" por parte de sus acciones* Su mejor pasta, caballero, he oido que aqui son buenas, mas traigalas solo para ella, no tengo hambre.
*Su tono fue bajando a medida que estaba volviendo a la lectura con la seriedad posible, como si se hubiese olvidado de los que allí habitaban, bebio, no manchó la taza con sus manos y tomo una servilleta humedeciendola se lavo los digitos, teniendolos impecables una vez más, tiro la servilleta que fue rapidamente recogida por el muchacho que habia sido escogido el "camarero servicial" de ese cliente , piadoso, seguramente estaría deseando la marcha pronta, para poder dedicarse a otros quehaceres, resopló sin decir nada, le molestaba esos ojillos neutrales que le miraban fijamente a prestar de atender a otras personas, vio de reojo a la mujer que tenia sentada a un lado de su mesa y volvio a beber, las pastas no tardaron en llegar, eran sencillas y desprendian un hedor dulce, pero sin ser excesivamente empalagosas, ese era su secreto y por eso, sonrio de medio labio, ladino, volviendo a su seriedad habitual, prestando atención a su libro*
Tranquilo muchacho *Dejó el bastón a un lado, alcanzable para su dueño mientras sacaba un libro de pequeñas dimensiones* Las sillas crujen *El rostro del joven volvía a su tono natural, ¿Es que pensaan que por un crujido iba a demandarles, más no obstante, peores cosas se habían visto en estos tiempos, desde unos ancianos ricachones que hasta la mirada de la gente les molestaba hasta los estupidos señores feudales que arrasaban con aquel sitio solo por haber perdido una apuesta, abrió el libro ante la incrédula mirada de aquel muchacho tembloroso que apretaba su uniforme* Café *Pronunció y basto para que el muchacho aliviado se alejase para prepararlo, escuchaba algunos sonidos, las respiraciones, alzo la mirada y al instante muchos bajaron el rostro, No es que aquel despliegue de emoción le disgustase de hecho muchos parecian haber conocido al mismo rey en persona más , daba igual, ahora se concentraba en su lectura, sus dedos estaban cubiertos por unos guantes negros, se los quitó, sus dedos estaban manchados en tinta, habia estado escribiendo toda la noche, sonetos , composiciones para su "Adelaide" o como el llamaba así a su violin que esta vez no le acompañaba.
Solo un sonido le saco de sus pensamientos, de aquel librito, el sonido del cafe, que milagrosamente lleno hasta el borde no habia empapado el platillo en el que se habia servido, ladeó el rostro cuando se fue, viendo aquella mesa, aquella madera pero también a la mujer que estaba a su lado, ambos parecían compartir que eran de clase alta, ella por su comportamiento parecía tambien poseer lo que se añadia una seduccion orgullosa, con el menton alzado, el hermoso rostro sin duda reflejaba poder, el poder que los ricos con su dinero podían poseer, él lo hacía, la mayor parte de las veces, se quitó los guantes, con ayuda de una cuchara, hecho en un cenicero lo que sobraba del cafe y tomo la taza, estaba caliente* ¿Porque no le invita a algo de mi parte? *Hablo en voz alta, al ver a un hombre acercarse a la mujer, no es que pretendiese ayudarle ni ser un caballero cuando nunca lo había sido, pero, actuo sin pensar como ciertas ocasiones hacía, pasando de su egoista modo de ser, a alguien que podría merecer algo de "halago" por parte de sus acciones* Su mejor pasta, caballero, he oido que aqui son buenas, mas traigalas solo para ella, no tengo hambre.
*Su tono fue bajando a medida que estaba volviendo a la lectura con la seriedad posible, como si se hubiese olvidado de los que allí habitaban, bebio, no manchó la taza con sus manos y tomo una servilleta humedeciendola se lavo los digitos, teniendolos impecables una vez más, tiro la servilleta que fue rapidamente recogida por el muchacho que habia sido escogido el "camarero servicial" de ese cliente , piadoso, seguramente estaría deseando la marcha pronta, para poder dedicarse a otros quehaceres, resopló sin decir nada, le molestaba esos ojillos neutrales que le miraban fijamente a prestar de atender a otras personas, vio de reojo a la mujer que tenia sentada a un lado de su mesa y volvio a beber, las pastas no tardaron en llegar, eran sencillas y desprendian un hedor dulce, pero sin ser excesivamente empalagosas, ese era su secreto y por eso, sonrio de medio labio, ladino, volviendo a su seriedad habitual, prestando atención a su libro*
Nikolay Von Talleyrand- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 27
Fecha de inscripción : 22/06/2013
Re: A little of gall for my coffee [Libre]
“Oh mon Dieu! Seguro fue Amelia. Siempre entrometiéndose. No puede sacar su aguileña y espantosa nariz de los asuntos que no deberían importarle. Pero ¿Por qué le avisaría él que pretendía encontrarse conmigo? Bueno, eso ya no importa. Lo único espantosamente cierto es que aquí estoy, dando otra excusa perfecta para ser nuevamente la comidilla de todos. Bueno, al menos debería alegrarme de poder seguir siendo el centro de atención aunque…” los pensamientos de Odette fueron bruscamente interrumpidos cuando un plato de aromáticas pastas fue colocado justo frente a ella.
– Yo no lo ordene – reprendió al mesero quien adquirió un poco de color en sus mejillas. Estaba completamente segura de no haber pedido nada – Es una cortesía del caballero, Madame – contestó el chico señalando con la cabeza la mesa de al lado, hacia un caballero evidentemente de alta alcurnia que se encontraba leyendo un pequeño libro y quien exhibía una medio sonrisa bastante intrigante. No la observaba en ese momento, razón por la cual miró extrañada al mesero, pero éste se encogió de hombros y se apresuró a abandonar la escena antes de obtener una nueva e injustificada reprimenda.
Extrañada y sorprendida se quedó pasmada por algunos segundos con el plato frente a sí. Entonces empezó a hacer memoria. En realidad ni siquiera había prestado atención al momento en el que el hombre había ingresado. Tal vez sí le había oído pedir un plato pero supuso, por descarte, que sería para otra persona. Intentó recordar que más había dicho o hecho el hombre pero no recordaba nada más. Tan absorta estaba en su propia miseria que había pasado por alto lo que a su alrededor sucedía. Se estaba acercando peligrosamente a los cascarones vacios que tan duramente había criticado durante su juventud: Oía más no escuchaba y miraba sin ver. Sin embargo eso no era relevante ahora. Lo que tenía que decidir era que hacer con tan inusual muestra de cortesía. ¿O tal vez se burlaba de ella? Y allí estaba, su antigua paranoia saliendo triunfante a flote. No existía un gran abanico de opciones para abordar la situación así que irguiéndose un poco decidió acometerla de frente.
– Ignoro por completo la razón que impulsa a un hombre con un porte como el suyo a ofrecer una cena a alguien como yo – repuso en voz lo suficientemente alta como para que el hombre la escuchase. Su tono era neutro, ni duro ni coqueto. Simplemente una afirmación cualquiera que bien podía ser replicada o ignorada. Se trataba de una estrategia que le gustaba aplicar cuando no tenía la certeza de recibir respuesta ante un interrogante. Como no fue una pregunta sencillamente no importaba si nadie contestaba, quedaría en el aire como una simple, aunque curiosa, observación.
A continuación se inclinó ligeramente e inhaló el dulce aroma que emergía del plato. Quien lo hubiera dicho, al parecer el pequeño café contaba un buen cocinero. – Sin embargo he de admitir que se trata de una excelente elección. Tal vez sea osado pero podría llegar a pensarle como un cliente habitual del lugar, solo alguien así sabría exactamente que pedir – no era precisamente un alago y se reprendió a sí misma al darse cuenta de que podría haberle ofendido sin que esa fuese realmente su intención. Alguien vestido como él seguramente tendría otros lugares, mucho mejores, que frecuentar. Ese no era más que un pequeño café en el cual ella misma no hubiese puesto un pie algunos años atrás.
“Maldito seas Eddie, ¿no podrías ábreme dejado tranquila?” pensó antes de aclararse la garganta y mirar en dirección contraria al extraño hombre. Se sentía insegura sobre como continuar. ¿Debería simplemente aceptar una cena ofrecida por un completo desconocido? Era bastante evidente que ella misma podría costeársela, de eso no tenia duda - ¿Por qué lo ha hecho? ¿Pretende acaso burlarse de mí? ¿Quién es usted? – le soltó de improviso mientras le miraba inquisidoramente. No se expondría a ser de nuevo el hazmerreir de nadie y menos de un "Chico guapo"que bien podría ser enviado por alguno de sus antiguos “amigos”. La sola idea le hizo retorcer el estomago antes de que sus ojos se dirigieran velozmente hacia la nota que ahora apretaba con fuerza entre su mano… ¿acaso había caído en una de sus crueles bromas?
– Yo no lo ordene – reprendió al mesero quien adquirió un poco de color en sus mejillas. Estaba completamente segura de no haber pedido nada – Es una cortesía del caballero, Madame – contestó el chico señalando con la cabeza la mesa de al lado, hacia un caballero evidentemente de alta alcurnia que se encontraba leyendo un pequeño libro y quien exhibía una medio sonrisa bastante intrigante. No la observaba en ese momento, razón por la cual miró extrañada al mesero, pero éste se encogió de hombros y se apresuró a abandonar la escena antes de obtener una nueva e injustificada reprimenda.
Extrañada y sorprendida se quedó pasmada por algunos segundos con el plato frente a sí. Entonces empezó a hacer memoria. En realidad ni siquiera había prestado atención al momento en el que el hombre había ingresado. Tal vez sí le había oído pedir un plato pero supuso, por descarte, que sería para otra persona. Intentó recordar que más había dicho o hecho el hombre pero no recordaba nada más. Tan absorta estaba en su propia miseria que había pasado por alto lo que a su alrededor sucedía. Se estaba acercando peligrosamente a los cascarones vacios que tan duramente había criticado durante su juventud: Oía más no escuchaba y miraba sin ver. Sin embargo eso no era relevante ahora. Lo que tenía que decidir era que hacer con tan inusual muestra de cortesía. ¿O tal vez se burlaba de ella? Y allí estaba, su antigua paranoia saliendo triunfante a flote. No existía un gran abanico de opciones para abordar la situación así que irguiéndose un poco decidió acometerla de frente.
– Ignoro por completo la razón que impulsa a un hombre con un porte como el suyo a ofrecer una cena a alguien como yo – repuso en voz lo suficientemente alta como para que el hombre la escuchase. Su tono era neutro, ni duro ni coqueto. Simplemente una afirmación cualquiera que bien podía ser replicada o ignorada. Se trataba de una estrategia que le gustaba aplicar cuando no tenía la certeza de recibir respuesta ante un interrogante. Como no fue una pregunta sencillamente no importaba si nadie contestaba, quedaría en el aire como una simple, aunque curiosa, observación.
A continuación se inclinó ligeramente e inhaló el dulce aroma que emergía del plato. Quien lo hubiera dicho, al parecer el pequeño café contaba un buen cocinero. – Sin embargo he de admitir que se trata de una excelente elección. Tal vez sea osado pero podría llegar a pensarle como un cliente habitual del lugar, solo alguien así sabría exactamente que pedir – no era precisamente un alago y se reprendió a sí misma al darse cuenta de que podría haberle ofendido sin que esa fuese realmente su intención. Alguien vestido como él seguramente tendría otros lugares, mucho mejores, que frecuentar. Ese no era más que un pequeño café en el cual ella misma no hubiese puesto un pie algunos años atrás.
“Maldito seas Eddie, ¿no podrías ábreme dejado tranquila?” pensó antes de aclararse la garganta y mirar en dirección contraria al extraño hombre. Se sentía insegura sobre como continuar. ¿Debería simplemente aceptar una cena ofrecida por un completo desconocido? Era bastante evidente que ella misma podría costeársela, de eso no tenia duda - ¿Por qué lo ha hecho? ¿Pretende acaso burlarse de mí? ¿Quién es usted? – le soltó de improviso mientras le miraba inquisidoramente. No se expondría a ser de nuevo el hazmerreir de nadie y menos de un "Chico guapo"que bien podría ser enviado por alguno de sus antiguos “amigos”. La sola idea le hizo retorcer el estomago antes de que sus ojos se dirigieran velozmente hacia la nota que ahora apretaba con fuerza entre su mano… ¿acaso había caído en una de sus crueles bromas?
Odette Demouy- Humano Clase Alta
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Re: A little of gall for my coffee [Libre]
*Estaba en silencio mientras esa mujer armaba un escándalo, aunque claramente él tenia su lado racional y su lado irracional, que le estaba diciendo que era normal que actuase de ese modo cuando un desconocido le invitaba a unas pastas francesas, másen vez de agradecer, hablaba y callaba, hablaba y callaba hasta que finalmente sacó su rostro. Palpo de nuevo la taza del cafe y despues le miró a los ojos, simplemente dejó que su mirada hablase por el durante unos escasos segundos* ¿Todas las mujeres son como usted? *Hablo en el mismo tono de voz que ella habia empleado, sin añadir más o menos decibelios solo los justos* No quiero meterme entre sus piernas si eso sugiere, tampoco he sentido pena por usted, ya que posee usted dinero suficiente para pedirlo. Simplemente fue un acto, ordenado por mi, soy un simple desconocido eso lo acepto, si quisiera algo de usted me habria sentado directamente en su mesa y habría intentado coquetearle pero no es mi intención.
*Se levantó, dejando una tarjeta con su nombre en la mesa de la muchacha, como una escasa presentación. La tarjeta era de color claro, escrita con una inquebrantable caligrafía, sus letras eran suaves pero algo simples, no ostentaba los placeres de la ornamentacion que otras tarjetas poseían, se leía "Brujo y músico" en aquesta asi como su dirección, ¿era buena idea dejar a su "enemigo femenino" la dirección de su casa, seguramente pensaba que los brujos eran algunos que leían el futuro o que debían de quemarlo en la hoguera* Respecto a su otra suposoción, no soy habitual pero he sido lo suficiente hambriento como para pedir sus pastas, no solo su cafe por eso presenti que su estomago necesitaba llenarse con algo. Más si lo no desea, estaré encantado de comermelo en su nombre
*Volvió a sentarse, de nuevo la silla habia crujido un poco con su peso, lo cual era normal despues de tantos traseros que se pasaban sentados en aquel sitio, el hombrecillo que le estaba mirando, por si necesitaba algo palideció una vez mas pero despues se conformó con el silencio que estaba envolviendo a Nikolay, el brujo no es que fuese el colmo de la caballerosidad de hecho, una parte le decia que la mujer tenía razón y su otra parte la que en ocasiones más escuchaba (porque le daba la razon en casi todo) le comentaba con amplios sinónimos y maldiciones que era mejor encargarse de uno mismo antes de recibir o dar la piedad de nadie, se habría ahorrado un buen "sermón" o un "dialogo sin sentido" de haber sido de ese modo. Cogió de nuevo el libro y lo miró, leyo de nuevo la partitura y despues pregunto en voz alta* ¿Alguien tiene un violín? *Una timida mano ( que tardó varios segundos ) se alzó, era de una muchacha joven que al parecer tomaría clases de musica, lo pidió prestado, la mujer que acompañaba a la jovencita no se opuso*
Se lo devolveré *Ni corto ni perezoso volvió a su asiento, bajo la atenta mirada de los que había en la cafeteria incluso de los cocineros que curiosos por el silencio creado habían salido a ver que era lo que estaba sucediendo, una melodía fue sacada, cerro los ojos, arrugando el ceño con su impertubable seriedad, mientras afinaba a su gusto el violín, salió un tono alegre, parecido al que se usaba en los festejos ( Tono ) Le fue imposible seguir sentado, su cuerpo se movia al ritmo del violín, de las letras que él mismo habia compuesto, era una musica antinatural para él, pues sobre todo, se dedicaba a un tema, la alegria, la tranquilidad, el festejo, su cuerpo se movía, tocaba el violin con maestria mientras alzaba el rostro y miraba el techo recordando algunas de las notas e incluso inventando algunas otras.
Algunas mujeres empezaron a bailar, incluso la niña que habia tenido el violin momentos antes miraba con entusiasmo, sonrió entre dientes, para si mismo, aquella era una verdadera obra maestra, tenia tonos altos, alegres, tranquilos, calmados y volvia a aquel tono de felicidad, después , cuando terminó recibió un aplauso, se habia olvidado por un momento de donde estaba, cuando terminó sin perturbarse o agradecer los elogios recibidos fue hacia la niña, entregándole el violin. Palpo sus rubios cabellos y despues volvió a su asiento, escribiendo con rapidez aquellas notas nuevas que habia tocado o improvisado, cuando le venia la inspiración, tomaba un violin e incluso en medio de la calle para tocar, para saber si su composición merecía un halago o un insulto impropio. Más , cuando finalizo le miro a los ojos a aquella mujer* ¿Y bien? *refiriendo al plato* Acepta mi buena voluntad o me la devuelve.
*Se levantó, dejando una tarjeta con su nombre en la mesa de la muchacha, como una escasa presentación. La tarjeta era de color claro, escrita con una inquebrantable caligrafía, sus letras eran suaves pero algo simples, no ostentaba los placeres de la ornamentacion que otras tarjetas poseían, se leía "Brujo y músico" en aquesta asi como su dirección, ¿era buena idea dejar a su "enemigo femenino" la dirección de su casa, seguramente pensaba que los brujos eran algunos que leían el futuro o que debían de quemarlo en la hoguera* Respecto a su otra suposoción, no soy habitual pero he sido lo suficiente hambriento como para pedir sus pastas, no solo su cafe por eso presenti que su estomago necesitaba llenarse con algo. Más si lo no desea, estaré encantado de comermelo en su nombre
*Volvió a sentarse, de nuevo la silla habia crujido un poco con su peso, lo cual era normal despues de tantos traseros que se pasaban sentados en aquel sitio, el hombrecillo que le estaba mirando, por si necesitaba algo palideció una vez mas pero despues se conformó con el silencio que estaba envolviendo a Nikolay, el brujo no es que fuese el colmo de la caballerosidad de hecho, una parte le decia que la mujer tenía razón y su otra parte la que en ocasiones más escuchaba (porque le daba la razon en casi todo) le comentaba con amplios sinónimos y maldiciones que era mejor encargarse de uno mismo antes de recibir o dar la piedad de nadie, se habría ahorrado un buen "sermón" o un "dialogo sin sentido" de haber sido de ese modo. Cogió de nuevo el libro y lo miró, leyo de nuevo la partitura y despues pregunto en voz alta* ¿Alguien tiene un violín? *Una timida mano ( que tardó varios segundos ) se alzó, era de una muchacha joven que al parecer tomaría clases de musica, lo pidió prestado, la mujer que acompañaba a la jovencita no se opuso*
Se lo devolveré *Ni corto ni perezoso volvió a su asiento, bajo la atenta mirada de los que había en la cafeteria incluso de los cocineros que curiosos por el silencio creado habían salido a ver que era lo que estaba sucediendo, una melodía fue sacada, cerro los ojos, arrugando el ceño con su impertubable seriedad, mientras afinaba a su gusto el violín, salió un tono alegre, parecido al que se usaba en los festejos ( Tono ) Le fue imposible seguir sentado, su cuerpo se movia al ritmo del violín, de las letras que él mismo habia compuesto, era una musica antinatural para él, pues sobre todo, se dedicaba a un tema, la alegria, la tranquilidad, el festejo, su cuerpo se movía, tocaba el violin con maestria mientras alzaba el rostro y miraba el techo recordando algunas de las notas e incluso inventando algunas otras.
Algunas mujeres empezaron a bailar, incluso la niña que habia tenido el violin momentos antes miraba con entusiasmo, sonrió entre dientes, para si mismo, aquella era una verdadera obra maestra, tenia tonos altos, alegres, tranquilos, calmados y volvia a aquel tono de felicidad, después , cuando terminó recibió un aplauso, se habia olvidado por un momento de donde estaba, cuando terminó sin perturbarse o agradecer los elogios recibidos fue hacia la niña, entregándole el violin. Palpo sus rubios cabellos y despues volvió a su asiento, escribiendo con rapidez aquellas notas nuevas que habia tocado o improvisado, cuando le venia la inspiración, tomaba un violin e incluso en medio de la calle para tocar, para saber si su composición merecía un halago o un insulto impropio. Más , cuando finalizo le miro a los ojos a aquella mujer* ¿Y bien? *refiriendo al plato* Acepta mi buena voluntad o me la devuelve.
Nikolay Von Talleyrand- Hechicero Clase Alta
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Re: A little of gall for my coffee [Libre]
Odette sostuvo aquella fuerte mirada. Su corazón se había acelerado ligeramente debido a la emoción poco grata que su hiperactiva imaginación le había generado y podía sentir como los colores empezaban a ascender hasta sus mejillas. Estaba a punto de contestar a la primera pregunta que el hombre profirió pero prefirió morder su lengua. Esperaría un segundo para averiguar lo que deseaba. Para confirmar su presentimiento o morir de vergüenza por un comportamiento poco amable ante una acción posiblemente desinteresada. Así que se limitó a escuchar lo que sería un pequeño pero contundente discurso.
“¿Qué no es su intención coquetear conmigo?” incluso en su mente pudo sentir el marcado tono de incredulidad. ¿Cómo era posible que no le interesare coquetear con ella? Por naturaleza siempre había tenido su belleza y porte en muy alta estima y las palabras de aquel hombre, unidas a su expresión corporal, significaban para ella un golpe bajo. Más que eso, por un momento sintió flaquear su determinación y seguridad. ¿Es que acaso ya no era tan atractiva? ¿Pero si no había pasado tanto tiempo y aún podía considerarse joven? Lo único bueno de aquella revelación es que ahora estaba segura de que no se trataba de ninguna broma. Bueno, al menos no de alguna fraguada por sus conocidos, aunque para ese momento ya no sabía si sentirse aliviada.
Aún se encontraba sentada, con expresión consternada, en silencio y mirando al hombre, cuando éste se levantó y dejó lo que parecía ser una tarjeta de presentación sobre su mesa. Aclarando la garganta Odette finalmente empezó a reaccionar. Soltó la nota que tan firmemente había sostenido hasta ese momento, estiró su mano y alcanzó la tarjetilla, teniendo cuidado de no tocar el plato que continuaba siendo ignorado. Sin embargo, no había alcanzado a leer su contenido cuando él volvió a hablar, obligándola a mirar nuevamente en su dirección. Odette enarcó una de sus cejas ante el último comentario y esta vez le ofreció una media sonrisa ligeramente irónica.
Continuó observándole en silencio. Al parecer no era la única con la facultad de hablar en el tono y cadencias necesarias como para que cada frase no fuese necesariamente seguida de una respuesta. Eso le agrado aunque no quisiese admitirlo. Esperó hasta que el hombre se sentó, preguntándose cómo era posible que no escuchase ese crujir con anterioridad, antes de volver a centrar su atención en la tarjeta que sostenía ante sí. Entonces necesito cubrir sus labios con el revés de su mano libre para ocultar una risilla tonta que pugnaba por escapársele. Brujo y músico, ¡jamás lo habría imaginado! Además ¿Qué hacia un aristócrata repartiendo aquella información a desconocidos? ¡Eso podría ser el equivalente al suicidio social!
Y entonces otra acción por completo inesperada: ahora pedía un violín. Recorrió el lugar con la mirada desconfiando de que fuese posible que justamente hubiese alguien con aquel instrumento en el local. Se equivocaba nuevamente pues una chica le prestó uno. Entonces Odette se preparó para escuchar atentamente la melodía que poco a poco le haría despegar los labios ante la sorpresa. El hombre, que se encontraba ahora de pie, se mecía suavemente a la par que arrancaba unas alegres notas que impactaron, no solo en ella, sino en todos los presentes. Una sonrisa se extendió por su rostro al observar como algunas personas iniciaban un baile en el reducido espacio que las mesas les dejaban, festejando sin que hubiese razón para hacerlo. Entonces la música cesó y ella se unió sin chistar al aplauso que invadió el lugar. Esperaba, por supuesto, que el hombre se regodeara y disfrutara por un segundo de aquella muestra comunal de agradecimiento. Pero no fue así. Solo devolvió el instrumento y regresó a su mesa para continuar escribiendo lo que, sin lugar a dudas, era una partitura o algo así.
No sabía que pensar. Que intrigante y desconcertante resultaba ser aquel sujeto. Y por unos segundos solo pudo limitarse a seguir los trazos firmes de aquella mano sobre el papel mientras una gran cantidad de preguntas se agolpaban unas sobre otras al compas de las notas que aún bailaban en su mente. Entonces el encantamiento se rompió cuando él le volvió a hablar. Ella le miró fijamente por un par de segundos antes de contestar – Acepto que fue un gesto de buena voluntad – cedió finalmente – y para que lo sepa no suelo devolver aquello que se me obsequia, así que la respuesta es no– lo completó con una tímida sonrisa para a continuación tomar el cubierto que descansaba en un costado del plato y probar un poco de comida. Un jadeo muy suavecito se escapo de sus labios. Aquellas pastas hacían honor al aroma que desprendían.
Miró al hombre entonces. – Creo que le debo una disculpa – comentó en un tono para nada utilizado en una disculpa convencional. Parecía más un comentario sobre el clima, pero era lo más cercano que podría ofrecer en ese momento así que sería él quien tendría que decidir si la aceptaba de esa manera o no – Así como algunas respuesta – continuó para luego ponerse de pie y, con los movimientos lentos y elegantes característicos de su clase, se dispuso a acomodarse en la mesa junto a él. Primero pasó el plato de pastas, luego los cubiertos a los que siguieron sus propios guantes y, por último, depositó la tarjeta que él le había dejado con las letras en dirección a la silla vacía que procedió a ocupar. Se tomó su tiempo acomodando las numerosas enaguas del vestido azul oscuro que llevaba, aclaró su garganta y finalmente se dispuso a hablar.
– No le conozco, no tengo idea de quien sea… además de músico, como ya lo comprobó, y brujo, como lo dice su tarjeta – inició como si el traslado de mesa que acaba de ocurrir fuese la cosa más natural del planeta – Sin embargo debo admitir que en estos pocos minutos usted ha cautivado mi atención y curiosidad – giró entonces los ojos hasta ponerlos en blanco, como si quisiera enfatizar el hecho de que consideraba aquello un grave error. – Ahora, en realidad no sabría como responder a su primera pregunta. No me fijo tanto en las demás féminas como para poder saber si todas las mujeres se parecen a mí. Un alago si se ve desde un punto de vista, una ofensa desde otro. ¿Le parece si dejamos esa respuesta para después de que hablemos un poco? Tal vez un cruce más extenso de palabras le permita a usted llegar a la respuesta y me encantaría conocerla una vez eso ocurra – evidentemente la confianza había vuelto y estaba convencida de poder soportar la idea de no atraer a aquel hombre si con eso podía llegar a satisfacer un poco la curiosidad que ahora sentía. Bien podría él solicitarle que se retirase de su mesa o abandonarla en aquel lugar. Pero aun así decidió correr el riesgo. Llenó su boca con pasta y esperó ansiosa la reacción del hombre ante su comportamiento y palabras.
“¿Qué no es su intención coquetear conmigo?” incluso en su mente pudo sentir el marcado tono de incredulidad. ¿Cómo era posible que no le interesare coquetear con ella? Por naturaleza siempre había tenido su belleza y porte en muy alta estima y las palabras de aquel hombre, unidas a su expresión corporal, significaban para ella un golpe bajo. Más que eso, por un momento sintió flaquear su determinación y seguridad. ¿Es que acaso ya no era tan atractiva? ¿Pero si no había pasado tanto tiempo y aún podía considerarse joven? Lo único bueno de aquella revelación es que ahora estaba segura de que no se trataba de ninguna broma. Bueno, al menos no de alguna fraguada por sus conocidos, aunque para ese momento ya no sabía si sentirse aliviada.
Aún se encontraba sentada, con expresión consternada, en silencio y mirando al hombre, cuando éste se levantó y dejó lo que parecía ser una tarjeta de presentación sobre su mesa. Aclarando la garganta Odette finalmente empezó a reaccionar. Soltó la nota que tan firmemente había sostenido hasta ese momento, estiró su mano y alcanzó la tarjetilla, teniendo cuidado de no tocar el plato que continuaba siendo ignorado. Sin embargo, no había alcanzado a leer su contenido cuando él volvió a hablar, obligándola a mirar nuevamente en su dirección. Odette enarcó una de sus cejas ante el último comentario y esta vez le ofreció una media sonrisa ligeramente irónica.
Continuó observándole en silencio. Al parecer no era la única con la facultad de hablar en el tono y cadencias necesarias como para que cada frase no fuese necesariamente seguida de una respuesta. Eso le agrado aunque no quisiese admitirlo. Esperó hasta que el hombre se sentó, preguntándose cómo era posible que no escuchase ese crujir con anterioridad, antes de volver a centrar su atención en la tarjeta que sostenía ante sí. Entonces necesito cubrir sus labios con el revés de su mano libre para ocultar una risilla tonta que pugnaba por escapársele. Brujo y músico, ¡jamás lo habría imaginado! Además ¿Qué hacia un aristócrata repartiendo aquella información a desconocidos? ¡Eso podría ser el equivalente al suicidio social!
Y entonces otra acción por completo inesperada: ahora pedía un violín. Recorrió el lugar con la mirada desconfiando de que fuese posible que justamente hubiese alguien con aquel instrumento en el local. Se equivocaba nuevamente pues una chica le prestó uno. Entonces Odette se preparó para escuchar atentamente la melodía que poco a poco le haría despegar los labios ante la sorpresa. El hombre, que se encontraba ahora de pie, se mecía suavemente a la par que arrancaba unas alegres notas que impactaron, no solo en ella, sino en todos los presentes. Una sonrisa se extendió por su rostro al observar como algunas personas iniciaban un baile en el reducido espacio que las mesas les dejaban, festejando sin que hubiese razón para hacerlo. Entonces la música cesó y ella se unió sin chistar al aplauso que invadió el lugar. Esperaba, por supuesto, que el hombre se regodeara y disfrutara por un segundo de aquella muestra comunal de agradecimiento. Pero no fue así. Solo devolvió el instrumento y regresó a su mesa para continuar escribiendo lo que, sin lugar a dudas, era una partitura o algo así.
No sabía que pensar. Que intrigante y desconcertante resultaba ser aquel sujeto. Y por unos segundos solo pudo limitarse a seguir los trazos firmes de aquella mano sobre el papel mientras una gran cantidad de preguntas se agolpaban unas sobre otras al compas de las notas que aún bailaban en su mente. Entonces el encantamiento se rompió cuando él le volvió a hablar. Ella le miró fijamente por un par de segundos antes de contestar – Acepto que fue un gesto de buena voluntad – cedió finalmente – y para que lo sepa no suelo devolver aquello que se me obsequia, así que la respuesta es no– lo completó con una tímida sonrisa para a continuación tomar el cubierto que descansaba en un costado del plato y probar un poco de comida. Un jadeo muy suavecito se escapo de sus labios. Aquellas pastas hacían honor al aroma que desprendían.
Miró al hombre entonces. – Creo que le debo una disculpa – comentó en un tono para nada utilizado en una disculpa convencional. Parecía más un comentario sobre el clima, pero era lo más cercano que podría ofrecer en ese momento así que sería él quien tendría que decidir si la aceptaba de esa manera o no – Así como algunas respuesta – continuó para luego ponerse de pie y, con los movimientos lentos y elegantes característicos de su clase, se dispuso a acomodarse en la mesa junto a él. Primero pasó el plato de pastas, luego los cubiertos a los que siguieron sus propios guantes y, por último, depositó la tarjeta que él le había dejado con las letras en dirección a la silla vacía que procedió a ocupar. Se tomó su tiempo acomodando las numerosas enaguas del vestido azul oscuro que llevaba, aclaró su garganta y finalmente se dispuso a hablar.
– No le conozco, no tengo idea de quien sea… además de músico, como ya lo comprobó, y brujo, como lo dice su tarjeta – inició como si el traslado de mesa que acaba de ocurrir fuese la cosa más natural del planeta – Sin embargo debo admitir que en estos pocos minutos usted ha cautivado mi atención y curiosidad – giró entonces los ojos hasta ponerlos en blanco, como si quisiera enfatizar el hecho de que consideraba aquello un grave error. – Ahora, en realidad no sabría como responder a su primera pregunta. No me fijo tanto en las demás féminas como para poder saber si todas las mujeres se parecen a mí. Un alago si se ve desde un punto de vista, una ofensa desde otro. ¿Le parece si dejamos esa respuesta para después de que hablemos un poco? Tal vez un cruce más extenso de palabras le permita a usted llegar a la respuesta y me encantaría conocerla una vez eso ocurra – evidentemente la confianza había vuelto y estaba convencida de poder soportar la idea de no atraer a aquel hombre si con eso podía llegar a satisfacer un poco la curiosidad que ahora sentía. Bien podría él solicitarle que se retirase de su mesa o abandonarla en aquel lugar. Pero aun así decidió correr el riesgo. Llenó su boca con pasta y esperó ansiosa la reacción del hombre ante su comportamiento y palabras.
Odette Demouy- Humano Clase Alta
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