AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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No me van las rutinas || Libre
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No me van las rutinas || Libre
Aquél que quiere permanentemente llegar más alto, tiene que contar con que algún día le invadirá el vértigo.
Anónimo.
Anónimo.
Probablemente es medio día, si, estoy seguro de eso, no necesito ser un adivino para descubrirlo, es cuando el sol está de tal manera que se escabulle entre los grandes ventanales de mi habitación, y no se queda tranquilo hasta despertarme, como ahora. Es un fastidio sentirlo encima de mi, pero sobre todo es un fastidio sentir como me obliga a abrir los ojos. He ordenado más de un millón de veces, sin exagerar, que les coloquen unas cortinas grandes, largas, gruesas y oscuras, a las ventanas, pero parece que los esclavos no quieren cooperar, mi hermano debe pagarles bien, o intimidarlos con esos malditos colmillos, si para dentro de una semana no están lo haré ver la sangre de alguno de ellos, es tan sentimental y aprensivo que seguramente se quedará en shock y con tal de no ver más sangre de sus "sirvientes" las mandará a poner, y hasta pagará por ellas. Eso sería conveniente, me ahorraría un poco de dinero. ¡Cómo sino me sobrara! La simple idea del ahorro me hizo sonreír entre las telas de la cama. No quise seguir ahí, aquel objeto sólo sirve para dos cosas, la primera para dormir, y la segunda… Puedo dejarlo a su imaginación, aunque pueden deducirlo si menciono el cuerpo de una mujer cerca del mío, y dado que no haré ninguna de las dos cosas, prefiero buscar una toalla de baño y hacerme de uno.
No tardé demasiado en el baño, repito, de querer disfrutar de una ducha traería compañía, o quizás la tomaría para relajarme después de una noche movida, pero la noche anterior no lo había sido. Recuerdo esos ojos suplicantes, maldita gente, no entiende su lugar en éste mundo, deberían entenderlo y dejar de suplicar libertad. No la merecen, su color de piel, oscura como la noche me asquea, ni siquiera deberían existir, aprendí a tolerarlos porque me hacen de mucho dinero, y porque tengo a una puta en la casa que me hace todo lo que yo no quiero, y ni estoy dispuesto a hacer, pero de cansarme la llevaría para vender como la mejor de las carnes. La negra tiene un culazo que no puede pasar desapercibido, y es delgada, cualquier enfermo podrá comprarla, tirársela y matarla. !Negocios, negocios! No puedo evitar pensar en ellos, y no deseo dejar de hacerlo, mis padres le dejaron todo al mediocre de mi hermano, debo hacerme del mío, y pronto se lo echaré en cara, por inútil.
No voy a tomar alimento alguno en la casa, si Damien no está -porque seguramente ya se fue a fingir que trabaja- para molestarlo, prefiero salirme. Esa es mi única diversión en la casa, molestarlo de tal manera que pueda ver sus pupilas cambiar de color. Mi hermano es tan gracioso, me fastidia que sea tan tolerante, de no serlo ya habríamos hecho un par de peleas en el patio trasero a muerte, per a su condición no le temo, sé que es débil, y su conciencia lo traicionaría al final, sin poder matarme, y yo podría dejar una bala de plata en su corazón. La idea no me parece descabellada, me quedaría con su dinero, el hombre que maneja su fortuna por unos francos me confesó que todo lo que poseía Damien sería mío, todos son unos vendidos, él no era nadie, nadie lo extrañaría, ni yo como es evidente, así que, quizás pueda considerar apresurar ese momento.
Me estiré en la puerta principal, sintiendo primero tensión en mi cuerpo, y cuando regresé a mi posición sólo tranquilidad y confort. El clima era delicioso, fresco, el sol ni picaba, pero prefiero mil veces la noche, de ella me he hecho poderoso. Caminé, caminé y caminé sin parar, paso las calles logrando que hombres y mujeres volteen a verme ¿Quién no lo haría? Sonrió cuando me encuentro a un grupo de señoritas, que por lo visto su instructora a traído a enseñar la vida "real". Todas son hipócritas, la vida real no consta de casarse, abrir las piernas y regalar su cuerpo para dar hijos a un hombre que seguramente sólo las utiliza, todas deberían ser tan descaradas como las de los burdeles, esas si que divierten, ellas si que conocen de la vida que se goza sin recato, de la sinceridad sin engaños.
Me detengo frente a un gran árbol, y me recargo, observando a quienes transitan frente a mi. De seguir con esa tranquilidad buscaría hacer algún tipo de destrozo para tener algo de acción. ¡Malditos días monótonos y aburridos!
No tardé demasiado en el baño, repito, de querer disfrutar de una ducha traería compañía, o quizás la tomaría para relajarme después de una noche movida, pero la noche anterior no lo había sido. Recuerdo esos ojos suplicantes, maldita gente, no entiende su lugar en éste mundo, deberían entenderlo y dejar de suplicar libertad. No la merecen, su color de piel, oscura como la noche me asquea, ni siquiera deberían existir, aprendí a tolerarlos porque me hacen de mucho dinero, y porque tengo a una puta en la casa que me hace todo lo que yo no quiero, y ni estoy dispuesto a hacer, pero de cansarme la llevaría para vender como la mejor de las carnes. La negra tiene un culazo que no puede pasar desapercibido, y es delgada, cualquier enfermo podrá comprarla, tirársela y matarla. !Negocios, negocios! No puedo evitar pensar en ellos, y no deseo dejar de hacerlo, mis padres le dejaron todo al mediocre de mi hermano, debo hacerme del mío, y pronto se lo echaré en cara, por inútil.
No voy a tomar alimento alguno en la casa, si Damien no está -porque seguramente ya se fue a fingir que trabaja- para molestarlo, prefiero salirme. Esa es mi única diversión en la casa, molestarlo de tal manera que pueda ver sus pupilas cambiar de color. Mi hermano es tan gracioso, me fastidia que sea tan tolerante, de no serlo ya habríamos hecho un par de peleas en el patio trasero a muerte, per a su condición no le temo, sé que es débil, y su conciencia lo traicionaría al final, sin poder matarme, y yo podría dejar una bala de plata en su corazón. La idea no me parece descabellada, me quedaría con su dinero, el hombre que maneja su fortuna por unos francos me confesó que todo lo que poseía Damien sería mío, todos son unos vendidos, él no era nadie, nadie lo extrañaría, ni yo como es evidente, así que, quizás pueda considerar apresurar ese momento.
Me estiré en la puerta principal, sintiendo primero tensión en mi cuerpo, y cuando regresé a mi posición sólo tranquilidad y confort. El clima era delicioso, fresco, el sol ni picaba, pero prefiero mil veces la noche, de ella me he hecho poderoso. Caminé, caminé y caminé sin parar, paso las calles logrando que hombres y mujeres volteen a verme ¿Quién no lo haría? Sonrió cuando me encuentro a un grupo de señoritas, que por lo visto su instructora a traído a enseñar la vida "real". Todas son hipócritas, la vida real no consta de casarse, abrir las piernas y regalar su cuerpo para dar hijos a un hombre que seguramente sólo las utiliza, todas deberían ser tan descaradas como las de los burdeles, esas si que divierten, ellas si que conocen de la vida que se goza sin recato, de la sinceridad sin engaños.
Me detengo frente a un gran árbol, y me recargo, observando a quienes transitan frente a mi. De seguir con esa tranquilidad buscaría hacer algún tipo de destrozo para tener algo de acción. ¡Malditos días monótonos y aburridos!
Predbjørn Østergård- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 30/08/2012
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Localización : Paris, Francia
Re: No me van las rutinas || Libre
veía a la gente pasear, andar de aquí y allá, sin prestar atención realmente a lo que importaba, ella no era la que exactamente prestaba cuidado a todos los detalles de la vida, pero era lo suficientemente astuta, como para vigilar a los que realmente valía la pena y el interés egoísta de la señorita. Su odio era amor para ella, aquellas mirada de repulsión que le dedicaban, la hacían sentir orgullosa, pues llamaba la atención y estaba en boca de todos, al menos por unos minutos. Era como un felino que caminaba por la oscuridad, muchos sabían que estaba en ese lugar, pues podían ver su cola menearse mientras terminaba de pasar, pero pocos comprendían bien lo que quien era. Le gustaba el público, pero él no era su mejor aliado, la oscuridad, el sigilo, era sus mejores amigos.
Estaba sola, sin compañeros de jerga, con los que podría mezclarse mejor como un caballero de clase media normal, ahora era un punto solitario, que andaba por las calles de parís, tratando de no ser tan visible. ¡Imposible! Las ropas que llevaba cubriendo su desnudez, no eran las aptas para una mujer, las miradas se preguntaban, ¿en dónde está su falda y corsé? Ella tal vez le escupiría en la cara, para aclarar que aquellos harapos no eran lo suficientemente buenos como para que ella se los colocara, primero muerta antes que incomoda. Con su sombrero de cuero, ocultando un poco su cabello largo y oscuro, se manejaba bien entre las multitudes, sin antes no buscar algún descuidado que pudiera sacarle algo de valor.
El calor comienza a notarse más, se quita el sombrero para utilizarlo de abanico, mientras revisa en el bolsillo del pantalón ajustado lo que ha logrado encontrar; un bello reloj de oro, algunos anillos y un par de zarcillos de diamantesAmo la muchedumbre, son tan estúpidos que no se dan cuenta de los robos…- lo puso todo en una bolsita de cuero para guardarlo entre sus senos que eran cubiertos por la fina tela de la camisa blanca que llevaba, volvió a sujetar los botones para cubrir su botín, mientras de reojo miraba hacia los lados. Aquello le ayudaría a sobrevivir unos días más hasta encontrar el verdadero tesoro de su padre. –Si tan solo encontrara otro indicio…- se quejo mientras recorría su mirada hasta un gran árbol en donde al parecer un hombre la estaba viendo, retiro sus manos de su pecho, sujetando su cabello para volverlo a poner entre el sombrero, con aquella mirada se sentía como león siendo vigilado por un contrincante, pero ella no estaba vulnerable, nunca lo estaría, pues la vida le había enseñado eso.
(off: espero no molestarlo.... mi usser cree que sera divertido si yo lo molesto un rato )
Estaba sola, sin compañeros de jerga, con los que podría mezclarse mejor como un caballero de clase media normal, ahora era un punto solitario, que andaba por las calles de parís, tratando de no ser tan visible. ¡Imposible! Las ropas que llevaba cubriendo su desnudez, no eran las aptas para una mujer, las miradas se preguntaban, ¿en dónde está su falda y corsé? Ella tal vez le escupiría en la cara, para aclarar que aquellos harapos no eran lo suficientemente buenos como para que ella se los colocara, primero muerta antes que incomoda. Con su sombrero de cuero, ocultando un poco su cabello largo y oscuro, se manejaba bien entre las multitudes, sin antes no buscar algún descuidado que pudiera sacarle algo de valor.
El calor comienza a notarse más, se quita el sombrero para utilizarlo de abanico, mientras revisa en el bolsillo del pantalón ajustado lo que ha logrado encontrar; un bello reloj de oro, algunos anillos y un par de zarcillos de diamantesAmo la muchedumbre, son tan estúpidos que no se dan cuenta de los robos…- lo puso todo en una bolsita de cuero para guardarlo entre sus senos que eran cubiertos por la fina tela de la camisa blanca que llevaba, volvió a sujetar los botones para cubrir su botín, mientras de reojo miraba hacia los lados. Aquello le ayudaría a sobrevivir unos días más hasta encontrar el verdadero tesoro de su padre. –Si tan solo encontrara otro indicio…- se quejo mientras recorría su mirada hasta un gran árbol en donde al parecer un hombre la estaba viendo, retiro sus manos de su pecho, sujetando su cabello para volverlo a poner entre el sombrero, con aquella mirada se sentía como león siendo vigilado por un contrincante, pero ella no estaba vulnerable, nunca lo estaría, pues la vida le había enseñado eso.
(off: espero no molestarlo.... mi usser cree que sera divertido si yo lo molesto un rato )
Castalia Birdwhistle- Esclavo
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Re: No me van las rutinas || Libre
Una de las cosas que más detesto en la vida, son sin duda los días que parecen iguales a los anteriores, esas horas repetitivas, me parece una perdida de tiempo, es cierto aquello que dicen por ahí, el tiempo es oro, lo sé de memoria, porque gracias a ese maldito tiempo, a mi agilidad e inteligencia me he hecho de una gran fortuna, pero no sólo eso, también de poder. Un día como los de hoy me hacen perder fortunas, esclavos, empleados, es un maldito desperdicio que me frustra, pero no hay nada que decir, las piezas de arte que voy a contrabandear vienen a penas en camino, no soy tampoco un dios para hacer que se apresuren en llegar. Aunque poco me falta para eso, ¿para que me niego? Yo soy el maldito amo de muchas cosas, estoy a punto de cambiar mi apariencia para seguir ganando dominio en el mundo. Y aún estando sin que hacer estoy planeando el siguiente ataque, la próxima jugada para ganar millones de francos.
A lo lejos puedo observar como transitan parejas, incluso familias enteras unidas, con sonrisas en los labios, con abrazos, con incluso besos y suspiro. La verdad eso me da mucha rabia, no me gusta ver a la gente demostrando su afecto, es una perdida de tiempo, me hace recordar cuando yo tenía a mi familia, y eso se esfumó hace tiempo, dejándole a mi hermano todas las responsabilidades, parte de mi fortuna se la dieron a él, lo detesto por no querer que yo lo hiciera solo, administrar mi dinero, pero es un idiota, pues sin su ayuda, pude obtener todo lo que tengo ahora, y soy mucho más rico e importante que él. Claro ¿quién va a querer hacer negocios con un hombre que se la pasa lloriqueando? Absolutamente nadie. Yo no lo haría, y eso que es mi hermano.
- Parece que a alguien le gusta tocarse sola, que pena, habiendo tantos hombres que podrían metértela, te tocas sola ¿no te da vergüenza? - Me río con total cinismo, me gusta fastidiar a las mujeres, todas tan puritanas cuando les molestas de esa forma, aunque las que sacan las garras suelen ser muchísimo más entretenidas. - ¿Ahora a quien vas a robar? Si necesitas dinero puedo pagarte, tengo lo suficiente, ¿haces favores sexuales? - Sigo molestando, las mujeres enojadas son las que más me gustan, incluso para llevarlas a la cama, con su consentimiento o a la fuerza ¿para que miento? Me encanta que se resistan y terminen gimiendo como cerdas. ¿Ella lo haría? Da igual, al menos ya he lanzado las primeras palabras, de ella dependía seguir el juego o no.
A lo lejos puedo observar como transitan parejas, incluso familias enteras unidas, con sonrisas en los labios, con abrazos, con incluso besos y suspiro. La verdad eso me da mucha rabia, no me gusta ver a la gente demostrando su afecto, es una perdida de tiempo, me hace recordar cuando yo tenía a mi familia, y eso se esfumó hace tiempo, dejándole a mi hermano todas las responsabilidades, parte de mi fortuna se la dieron a él, lo detesto por no querer que yo lo hiciera solo, administrar mi dinero, pero es un idiota, pues sin su ayuda, pude obtener todo lo que tengo ahora, y soy mucho más rico e importante que él. Claro ¿quién va a querer hacer negocios con un hombre que se la pasa lloriqueando? Absolutamente nadie. Yo no lo haría, y eso que es mi hermano.
- Parece que a alguien le gusta tocarse sola, que pena, habiendo tantos hombres que podrían metértela, te tocas sola ¿no te da vergüenza? - Me río con total cinismo, me gusta fastidiar a las mujeres, todas tan puritanas cuando les molestas de esa forma, aunque las que sacan las garras suelen ser muchísimo más entretenidas. - ¿Ahora a quien vas a robar? Si necesitas dinero puedo pagarte, tengo lo suficiente, ¿haces favores sexuales? - Sigo molestando, las mujeres enojadas son las que más me gustan, incluso para llevarlas a la cama, con su consentimiento o a la fuerza ¿para que miento? Me encanta que se resistan y terminen gimiendo como cerdas. ¿Ella lo haría? Da igual, al menos ya he lanzado las primeras palabras, de ella dependía seguir el juego o no.
Predbjørn Østergård- Humano Clase Alta
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Re: No me van las rutinas || Libre
Su voz la hizo gruñir, le miro de mala gana, mientras una sonrisa se trataba de dibujar en sus labios, pero no pudo hacerlo, aunque solamente deseaba hacerlo por mera hipocresía. Se alzo los hombros, nunca le había importado lo que pudieran opinar de ella, Castalia no vivía de los veredictos de los demás, ella hacia sus mismas leyes, lo único que importaba en realidad era sus ideologías… los demás, eran mierda. ¿Vergüenza? ¿Que era esa palabra? No la conocía, ni reconocía, en su diccionario no encontraba, así que para ella no existía –Lo siento… no sé qué es eso- dijo sujetándose los senos con picardía, guiñado su ojo pícaramente –No siempre se necesita un hombre para satisfacer los caprichos de una mujer- movió su cabeza de un lado a otro, para luego suspirar suavemente, entrecerrando sus ojos con pesadez. -¿Acaso tengo cara de mujer fácil?- se cruzo se brazos, dejando que sus senos descasaran en sus brazos. Su cuerpo estaba en dirección de aquel hombre.
-Dios! Dinero… lo mueve todo y yo como lo amo…- susurro lamiéndose los labios. ¿Se sentía ofendida? Para nada, si daba una buena suma de dinero sería interesante… el hombre tenía buena pinta, tal vez podría llegar a encontrar otra recompensa mientras estuviera distraído. Su mente se centraba en aquella parte de su personalidad que la hacía aprovechada, aquella parte que le incitaba a buscar las mejores maneras de encontrar una salida.
El orgullo ataco, su orgullo rigió en su interior, no, ella no sería tan fácil, las cosas nunca debían estar en bandeja de plata. ¿Qué divertido estaría en eso? Entrecerró sus ojos bufando suavemente –Lo siento… creo que seguiré manoseándome, no me interesa tener a un hombre encima mío, que luego no pueda cumplir- inclino un poco su cuerpo hacia adelante, sonriendo ampliamente. Lo miro de arriba abajo, para luego hacer una leve mueca de decepción –Los hombres como siempre, mordiendo más de lo que pueden abarcar…- siseo suavemente, esperando que llegara con fuerza al contrario. Se ergio pero sin antes, terminar con broche de oro, lo escupió, sin importarle mucho donde cayera su saliva, sabía que solamente el gesto, podría encabronar a cualquiera.
Si pensaba que molestaría fácilmente a Castalia, estaba equivocado, ella se movió de forma masculina, limpiando unos residuos de sus labios, giro su cuerpo, con la frente en alza, mientras comenzaba a trazar en su mente una línea segura por la que podría irse en busca de nuevas riquezas
-Dios! Dinero… lo mueve todo y yo como lo amo…- susurro lamiéndose los labios. ¿Se sentía ofendida? Para nada, si daba una buena suma de dinero sería interesante… el hombre tenía buena pinta, tal vez podría llegar a encontrar otra recompensa mientras estuviera distraído. Su mente se centraba en aquella parte de su personalidad que la hacía aprovechada, aquella parte que le incitaba a buscar las mejores maneras de encontrar una salida.
El orgullo ataco, su orgullo rigió en su interior, no, ella no sería tan fácil, las cosas nunca debían estar en bandeja de plata. ¿Qué divertido estaría en eso? Entrecerró sus ojos bufando suavemente –Lo siento… creo que seguiré manoseándome, no me interesa tener a un hombre encima mío, que luego no pueda cumplir- inclino un poco su cuerpo hacia adelante, sonriendo ampliamente. Lo miro de arriba abajo, para luego hacer una leve mueca de decepción –Los hombres como siempre, mordiendo más de lo que pueden abarcar…- siseo suavemente, esperando que llegara con fuerza al contrario. Se ergio pero sin antes, terminar con broche de oro, lo escupió, sin importarle mucho donde cayera su saliva, sabía que solamente el gesto, podría encabronar a cualquiera.
Si pensaba que molestaría fácilmente a Castalia, estaba equivocado, ella se movió de forma masculina, limpiando unos residuos de sus labios, giro su cuerpo, con la frente en alza, mientras comenzaba a trazar en su mente una línea segura por la que podría irse en busca de nuevas riquezas
Castalia Birdwhistle- Esclavo
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Re: No me van las rutinas || Libre
Mi sonrisa se desvía, en vez de amplia, se vuelve de costado. De esas que sólo muestran lo divertido que me parece una situación. Mis ojos se cierran por unos momentos, mi espalda sigue recargada en el tronco del árbol, me gusta la sombra, pues me permite ver desde este punto todo a mi alrededor. Niego repetidas veces entretenido por la actuación tan ruda de la chica. Debe estar acostumbrada a intimidar de esa forma, es una lastima para ella que yo frecuente con hombres mucho más peligrosos. Ese tipo de actitudes en vez de intimidarme me llenan de satisfacción, pues quiere decir que la vida da vueltas, y que los días rutinarios se esfuman; me encojo de hombros por las segundas palabras que me otorga, si eso cree, quiere decir que no ha sabido estar con un hombre, que todos aquellos a su alrededor la decepcionan. En mi caso, las mujeres vienen a mi, y claro, me ruegan segundas oportunidades, pero eso ella no tiene porque saberlo.
- Quizás no siempre se necesita de un hombre cuando el hombre te ha dejado con la intimidad empapada, seguro te han tocado muchos precoces, morena, tienes un cuerpo bueno, podría sacar muchas ganancias de ti - Ella no tiene idea del poder que puedo tener, si quiero trueno los dedos y la tengo bajo mi poder, como mi puta personal o como la de miles que me pagaran por tirársela. Es la ventaja de hacerles trabajo sucios incluso a vampiros, por que si, tengo conocimiento de tales criaturas.
- Tengo dinero de sobra, ¿quieres joyas? ¿buena ropa? Puedo pagarlo - Chasqueo la lengua con suma arrogancia para que vea que hablo en serio, solo basta con ver mi ropa y mi porte; hago cara de asco cuando ella escupe, pero no es algo que sorprenda demasiado, ¿cree que con eso me va hacer enojar? - Pero si tienes fuerza en la mandíbula, mira, casi me manchas con tu saliva - Cuando se da la vuelta me acomodo la chaqueta que tengo encima, observo hacía los lados para ver si alguien está cerca, pero no, así que me acerco. - Hay hombres, que mordemos incluso insignificancias, deberías sentirte honrada, que no se te olvide que eres negra, mujer y pobre - Claro, a mi me encanta esa diferencia entre los hombres y mujeres, siempre saco ventaja alguna, lucro con todo lo que puedo y la sociedad misma me da en charola de plata.
- Así que, ¿quieres que te la meta con fuerza, o que te haga sentir princesa? - Quizás no lleguemos a la cama, en realidad no es algo que descarto, pero sólo estoy picándola para hacer la situación más amena, me gustan las mujeres de carácter, sin importar su piel tostada, aunque claro, esas van en un rango más bajo, debe estar lo suficiente apretada para mi; ya cerca de ella le tomo los brazos y se los coloco en la espalda, hago con brusquedad que avance hacía el frente para que choque contra una pared escondida entre un callejón que para mi sorpresa no está mal oliente - No escupas sino quieres que te haga tragar su saliva para la próxima - Sentencio y con descaro paso mi lengua por la curvatura de su cuello.
- Quizás no siempre se necesita de un hombre cuando el hombre te ha dejado con la intimidad empapada, seguro te han tocado muchos precoces, morena, tienes un cuerpo bueno, podría sacar muchas ganancias de ti - Ella no tiene idea del poder que puedo tener, si quiero trueno los dedos y la tengo bajo mi poder, como mi puta personal o como la de miles que me pagaran por tirársela. Es la ventaja de hacerles trabajo sucios incluso a vampiros, por que si, tengo conocimiento de tales criaturas.
- Tengo dinero de sobra, ¿quieres joyas? ¿buena ropa? Puedo pagarlo - Chasqueo la lengua con suma arrogancia para que vea que hablo en serio, solo basta con ver mi ropa y mi porte; hago cara de asco cuando ella escupe, pero no es algo que sorprenda demasiado, ¿cree que con eso me va hacer enojar? - Pero si tienes fuerza en la mandíbula, mira, casi me manchas con tu saliva - Cuando se da la vuelta me acomodo la chaqueta que tengo encima, observo hacía los lados para ver si alguien está cerca, pero no, así que me acerco. - Hay hombres, que mordemos incluso insignificancias, deberías sentirte honrada, que no se te olvide que eres negra, mujer y pobre - Claro, a mi me encanta esa diferencia entre los hombres y mujeres, siempre saco ventaja alguna, lucro con todo lo que puedo y la sociedad misma me da en charola de plata.
- Así que, ¿quieres que te la meta con fuerza, o que te haga sentir princesa? - Quizás no lleguemos a la cama, en realidad no es algo que descarto, pero sólo estoy picándola para hacer la situación más amena, me gustan las mujeres de carácter, sin importar su piel tostada, aunque claro, esas van en un rango más bajo, debe estar lo suficiente apretada para mi; ya cerca de ella le tomo los brazos y se los coloco en la espalda, hago con brusquedad que avance hacía el frente para que choque contra una pared escondida entre un callejón que para mi sorpresa no está mal oliente - No escupas sino quieres que te haga tragar su saliva para la próxima - Sentencio y con descaro paso mi lengua por la curvatura de su cuello.
Predbjørn Østergård- Humano Clase Alta
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Re: No me van las rutinas || Libre
“Siempre he creido que no importa cuantos disparos falle... Acertaré en el siguiente.”
Jonathan Swift
Jonathan Swift
La situación se comenzaba a ponerse complicada, más de lo que a ella le gustaba, comenzaba a tener un giro mas sexual de lo esperado, normalmente los hombres hablaban jactándose de sus dotes, pero nunca hacían nada, no tenían el valor de acercarse a ella y probar lo que decían, aun así, aquel hombre era diferente, el si cumpliría lo que estaba proponiendo, por eso mostraba diferencias significativas, que la hacían ver el peligro, en donde normalmente no lo vería. Su lengua era filosa, no tenia pelos en la lengua, ella tampoco.
— ¿Qué tal? — Busco moverse —¿Qué me darías a cambio por una noche? — No estaba interesada en que la hiciera sentir como una princesa, ella no creía en esas posibilidades, pero aquel hombre parecía prometerle muchas cosas. ¿Hasta dónde llegaría tal interés?. Se sentía atrapada, eso no era bueno, pero alejaba sus ganas de insultarlo, contando hasta diez para no explorar de ira — si quiere pagarme, mi precio es alto, no deseo joyas ni ropa, me encantaría un buen barco, para poder navegar los mares — confeso con una sonrisa arrogante, aunque estaba atrapada entre el cuerpo del otro y la pared.
— Así que olvídate de que probara algo de mí, suélteme que me comienza a lastimar, señor— dijo de la forma más amable que pudo, entrecerrando sus ojos, con el ceño fruncido. Aquel hombre no debía recordarle lo maldita que estaba por su color de piel, aun así, aunque el mundo y la sociedad parecían darle la espalda por su color, le encantaba tener ese color exótico, estaba orgullosa de sus raíces africanas, como sus raíces piratas, en donde no importaba quien eres o de donde vinieras, se robaba con igual.
— No me haga perder el tiempo, mire que estoy muy ocupada — estaba siendo amable, muy amable, tal vez se veía débil ante todo lo pasiva que estaba siendo, pero a los hombres le gustaba tener el poder, sentirse grandes, fortachones, ella por suerte, sabia distribuir bien sus habilidades, no necesitaba fuerza para ganarle, solamente agilidad, aun así, se quedaba quieta, notando cada musculo, que presionaba con más fuerza en su cuerpo, previniendo algún acto imprevisto por parte de la negra.
Castalia Birdwhistle- Esclavo
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Re: No me van las rutinas || Libre
Las hembras tienen que ser muy tontas para creer que pueden contra un hombre, pero las peores son las que se creen más listas que nosotros. Son tan débiles, tan insignificantes, minúsculas como una cucaracha lista para ser aplastada si nos da la gana, no hay excepción, al menos para mi no lo hay, al menos que se trate de mi sobrina, quien haré pueda alzar la voz ante cualquier idiota que quiera desposarla, porque yo controlaré con quien está para verla protegida, segura, y feliz.
¿Quién es esa negra? Nadie, absolutamente nadie, y como tal debería bajar la mirada, asentir cuando le hablo, y actuar cuando yo le indique, las mujeres son burras, repito. Ella es la peor de todas, sin embargo me hace sonreír. Si trueno los dedos puedo hacer que la coloquen como mi sirvienta, como una prisionera, o que la manden directamente a la horca, todo eso sin ni siquiera pagar, ¿por qué ella no lo entiende? Es divertida, si, entretenida, incluso está buena, pero sólo eso, muchas como ella han pasado por mi cama, aunque con piel clara. Una más o una menos no hace la diferencia tomando en cuenta la cantidad de mujeres que existen no sólo en París, sino en el mundo.
- Claro que te daré un barco, será el más grande de todos, atravesarás los mares - Sonrío de forma burlona, encima la negra me pone condiciones, que bueno que la que tengo en mi casa está bien educada, porque sino hace mucho habría muerto; cuando la mujer pretende moverse le doy un golpe con la rodilla en la espalda baja. - Tranquila, fierecilla, más te vale que no hagas nada - Con una mano le tomo los brazos, con el otro le jaló con fuerza de los cabellos para hacerla posarse en la parte media de la calle principal cercana en la que nos encontramos - Mira, nadie hace por ti, nadie si quiera te voltea a ver - Me burlo.
- Así que ¿qué haremos? No, espera, tu ni siquiera tienes porque opinar, aquí se hace lo que yo digo - La jaloneo un poco más para caminarla hacía el muelle - Cierto, el barco, pero te advierto una cosa, es mío, y si quieres estar en los mares tendrás que ir bajo mis condiciones, como calidad de esclava, si me dan una buena cantidad por tu cabeza ten por seguro que no dudaré en lanzarte del barco - Me carcajeo - ¿Estás segura entonces que quieres ir al barco? - Si ella pretendía escaparse tendría que pensárselo, soy más fuerte, tengo más privilegios, y claro, tengo especialidad en el combate.
¿Quién es esa negra? Nadie, absolutamente nadie, y como tal debería bajar la mirada, asentir cuando le hablo, y actuar cuando yo le indique, las mujeres son burras, repito. Ella es la peor de todas, sin embargo me hace sonreír. Si trueno los dedos puedo hacer que la coloquen como mi sirvienta, como una prisionera, o que la manden directamente a la horca, todo eso sin ni siquiera pagar, ¿por qué ella no lo entiende? Es divertida, si, entretenida, incluso está buena, pero sólo eso, muchas como ella han pasado por mi cama, aunque con piel clara. Una más o una menos no hace la diferencia tomando en cuenta la cantidad de mujeres que existen no sólo en París, sino en el mundo.
- Claro que te daré un barco, será el más grande de todos, atravesarás los mares - Sonrío de forma burlona, encima la negra me pone condiciones, que bueno que la que tengo en mi casa está bien educada, porque sino hace mucho habría muerto; cuando la mujer pretende moverse le doy un golpe con la rodilla en la espalda baja. - Tranquila, fierecilla, más te vale que no hagas nada - Con una mano le tomo los brazos, con el otro le jaló con fuerza de los cabellos para hacerla posarse en la parte media de la calle principal cercana en la que nos encontramos - Mira, nadie hace por ti, nadie si quiera te voltea a ver - Me burlo.
- Así que ¿qué haremos? No, espera, tu ni siquiera tienes porque opinar, aquí se hace lo que yo digo - La jaloneo un poco más para caminarla hacía el muelle - Cierto, el barco, pero te advierto una cosa, es mío, y si quieres estar en los mares tendrás que ir bajo mis condiciones, como calidad de esclava, si me dan una buena cantidad por tu cabeza ten por seguro que no dudaré en lanzarte del barco - Me carcajeo - ¿Estás segura entonces que quieres ir al barco? - Si ella pretendía escaparse tendría que pensárselo, soy más fuerte, tengo más privilegios, y claro, tengo especialidad en el combate.
Predbjørn Østergård- Humano Clase Alta
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Re: No me van las rutinas || Libre
“Todos vivimos bajo el mismo cielo, pero ninguno tiene el mismo horizonte.”
— Konrad Adenauer
— Konrad Adenauer
Era una lucha, que estaba destinada a perder, bueno, todas las veces, estaba destinada a hundirse en la desgracia, pero el destino ella lo creaba, lo moldea a su conveniencia. Estaba en aprietos, aquel desgraciado le recordaba su niñez; había nacido bajo la casa de un ricachón, había tenido que sufrir que la trataran peor que un animal, era de su propiedad, de nadie más, gracias a los dioses del mar, que el hijo de puta tenía problemas de reproducción y su deseo sexual había disminuido mucho, si no, hubiera violado a Castalia sin pensarlo dos veces. Ella había sufrido la desgracia de su piel, muchas veces deseo ser blanca, con ojos claros y cabello dorada, pero eran sueños y anhelos de una esclava, que suplicaba por una vida mejor.
La liberación fue gratificante, el agua salada, un barco, eso significaban para ella: libertad. En el mar nadie te juzga por el color de piel o la procedencia, te juzgaran por tus habilidades y resistencia. En tierra era como un león marino, no se podía mover bien, entre la sociedad, se veía torpe, inculta, una esclava mal adiestrada, pero llegara al mar, se volvería ágil, rápida y escurridiza, los temores se los llevaría el viento, los prejuicios los borraría el mar. ¿Por qué estaba tan sumisa ante aquel hombre? ¿Por qué se debajo manipular tan fácilmente? Era sencillo, estaba en el territorio de él, si hacia algo en ese momento, tenía todas las de perder, ella no estaba dispuesta a ser colgada o apedreada por un maldito como él, prefería mantener un estado tranquilo, al menos, por ahora.
Alzo una de sus cejas, que malo era para mentir o que pueda era ella para ver la oscuridad en las palabras que el hombre escupía. El dolor llega como una punzada venenosa, Castalia se retorció un poco, pero mantuvo la firmeza, tanto como para responderle con arrogancia, que no se veía afectada — Si, Claro, el más grande, amor, recuérdalo — rodeo sus ojos, bufando suavemente. Humillación, de eso se alimentaba el ego de aquel hombre, mientras las mujeres tuvieran debajo de el, todo estaba bien. — Que caballero, me sorprende su buena educación, es un hombre de época, bien formado — se quejo, con cierta adulación burlona, mientras sentía la presión en su brazo y sus cabellos siendo jalados, algo que le hacía hervir la sangre, pero ella misma debía tranquilizarse, respirar profundo y seguir a ver hasta donde llegaba todo esto, solamente esperaba que al final de cuentas, todo esto hubiera valido la pena.
Se alzo los hombros, bueno, al menos irían a un barco, eso era bueno — Claro, estoy segura… pero ¿en realidad quieres hacer esto? Bueno digo, no quiero que luego se arrepiente por tan mala decisión my lord — se burlo ella — llevar a una fiera sarnosa a su gran y magnifico barco… ¿está seguro de eso? — le hubiera gustado seguir burlándose en su cara, pero los jaloneos del cabello, le irritaban, la hacían detenerse y suspirar con angustia. — te falta un poco mas de firmeza, para poder sentirme temerosa — movió su cuerpo violentamente, con ganas de sentir libertad, pero pronto la sentiría, con solamente pisar el piso de madera, tambaleándose entre sus pies… seria su paraíso.
Castalia Birdwhistle- Esclavo
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Re: No me van las rutinas || Libre
Lo que Castalia no sabía es que no estaríamos sólo ella y yo en el barco, claro que no, de hecho siempre se encontraba lleno de personas, porque me gustaba estar listo para hacer los viajes necesarios para traer esclavos. Para ser honesto, pocas veces hacía yo un trato cuando consistía en vender a una persona. Siempre dejaba que el trabajo sucio lo hiciera alguien, aunque las ganancias eran mías. No, no era falta de conocimiento haciendo los tratos, más bien no me gustaba quemarme en el bajo mundo, aunque muchos de mis socios ya sabían de mí. De todas maneras guardaba mi distancia.
¿Para qué miento? Me gusta verla luchar, me gusta ver como tiene problemas para liberarse, porque más bien, no puede ni siquiera alejarse un palmo. Pasa que me gusta dominar, pero más que eso, me gusta ver como al final de cuentas sus esperanzas por ganar desaparecen por completo. Si, disfruto de la desgracia ajena, me parece divertida, atrayente, muy especial. Yo he sufrido, por eso tengo el derecho suficiente para dar un poco de lo que me ha tocado. Hasta la fecha me ha resultado como yo quiero. Ella no tiene opciones, las cosas saldrían como yo quería, el que ganaría sería yo, de eso ya no hay dudas.
– ¿Qué dices? Repíteloordeno, suelto uno de sus brazos solo para darle un golpe en la mejilla. Detesto que quieran verme la cara, ellas no son nada. Deberían saberlo. Algunas mujeres creen que están por arriba de los hombres, yo creo, más bien, afirmo que ellas ni siquiera van arriba de un caballo, con todo y que es un animal. Vuelvo a darle otra cachetada porque no escucho que diga algo. Empieza a aburrirme, si sigue de esa manera es probable que no termine por llevarla al barco y la deje encerrada en el calabozo de mi mansión, o incluso ¿por qué no? Encerrada junto a la negra que hay de sirvienta, a fin de cuentas las dos malditas tienen el mismo color de piel. Si mi hermano la viera seguramente querrá ser su santo defensor, Santo Damien. ¡Ya lo imagina al idiota!
Avanzo llevándola frente a mi, sin soltarle los brazos. De esa forma tenía una buena visión de hacía donde iba, y también de aquel trasero bien formado. Cuando una mujer está sabrosa no puedo negarlo. Aunque ella no me gusta puedo reconocer que sería deliciosa para follar; así me mantengo por un largo rato hasta que terminamos por llegar al puerto. Mi barco es el último, pero no por eso el menos importante, es el más grande, se pueden ver a los bandidos dar vueltas sobre él, vigilando por si alguna persona de seguridad llega, o si algún esclavo intenta alejarse.
- ¿Cuánto crees que me darían por ti, negra? – Molestó, aunque siempre dispuesto a venderla
¿Para qué miento? Me gusta verla luchar, me gusta ver como tiene problemas para liberarse, porque más bien, no puede ni siquiera alejarse un palmo. Pasa que me gusta dominar, pero más que eso, me gusta ver como al final de cuentas sus esperanzas por ganar desaparecen por completo. Si, disfruto de la desgracia ajena, me parece divertida, atrayente, muy especial. Yo he sufrido, por eso tengo el derecho suficiente para dar un poco de lo que me ha tocado. Hasta la fecha me ha resultado como yo quiero. Ella no tiene opciones, las cosas saldrían como yo quería, el que ganaría sería yo, de eso ya no hay dudas.
– ¿Qué dices? Repíteloordeno, suelto uno de sus brazos solo para darle un golpe en la mejilla. Detesto que quieran verme la cara, ellas no son nada. Deberían saberlo. Algunas mujeres creen que están por arriba de los hombres, yo creo, más bien, afirmo que ellas ni siquiera van arriba de un caballo, con todo y que es un animal. Vuelvo a darle otra cachetada porque no escucho que diga algo. Empieza a aburrirme, si sigue de esa manera es probable que no termine por llevarla al barco y la deje encerrada en el calabozo de mi mansión, o incluso ¿por qué no? Encerrada junto a la negra que hay de sirvienta, a fin de cuentas las dos malditas tienen el mismo color de piel. Si mi hermano la viera seguramente querrá ser su santo defensor, Santo Damien. ¡Ya lo imagina al idiota!
Avanzo llevándola frente a mi, sin soltarle los brazos. De esa forma tenía una buena visión de hacía donde iba, y también de aquel trasero bien formado. Cuando una mujer está sabrosa no puedo negarlo. Aunque ella no me gusta puedo reconocer que sería deliciosa para follar; así me mantengo por un largo rato hasta que terminamos por llegar al puerto. Mi barco es el último, pero no por eso el menos importante, es el más grande, se pueden ver a los bandidos dar vueltas sobre él, vigilando por si alguna persona de seguridad llega, o si algún esclavo intenta alejarse.
- ¿Cuánto crees que me darían por ti, negra? – Molestó, aunque siempre dispuesto a venderla
Predbjørn Østergård- Humano Clase Alta
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Re: No me van las rutinas || Libre
Algunas mujeres podrían llegar a enamorarse de algunas joyas, vestidos, perfumes, pero a castalia no le movía aquellos lujos, bueno si, las joyas podrían ser algo de su agrado, pero más si las robaba, para obtener una buena cantidad de francos y beneficios con ellas. Lo que más le gustaba ver, la embobada y deseaba con toda su alma era un barco, uno grande y fuerte, que pudiera soportar los días y las noches, casi indefinidas, que pasaría en el mar, con ella y sus fieles hombres, por eso no pensaba, se había cegado, con la idea de poder robar tal barco, aunque el viento no estuviera a su favor, con solo estar dentro de uno, pisar la madera, sería lo más bello que podría haber hecho, volver a pisar un barco, su alma podría descansar en paz.
Había aceptado estar tranquila, mientras caminaba junto con el hombre, que la agarraba fuertemente, para que no se escapara, ella solamente mantenía la mirada en alto, sin darle importancia a la gente, que parecía seguir con lo suyo, sin llegar a reclamar, por el trato que estaba recibiendo ¿Quién en su sano juicio lo haría?, eso no le afectaba. Comenzaba a pensar que era mala idea. El tono en que lo decía, le hacía saber que no era un hombre que iba con rodeos, si lo decía, era porque lo haría y su manos firme lo confirmo, mientras sentía su mejilla enrojecida por el golpe que había recibido.
—…— escupió hacia un lado, gruñendo suavemente — No creo que me pueda vender a alguien, estoy maleducada, mi señor — inquirió, mientras caminaba hacia el ultimo barco, el más bello y atractivo de todos, noto a varios hombre a borda, no se lo esperaba, parecía listo para zarpar, chasqueo levemente su lengua, ese golpe no lo podría hacer sola, necesitaba a sus cómplices, pero ellos no estaban cerca, por unos momentos parecía que todo iba mal, muy mal, era mejor desistir de todo, terminaría siendo vendida a alguna casa de ricachones si no se apresuraba a escapar, pero el barco, ese magnífico navío la llamaba, veía sus detalles, al frente, encantada. — Qué bello es… — susurro como jovencita viendo una hermosa joya, pero ese barco, era mucho mejor que una joya, según Castalia.
— ¿Sabe? Creo que debería venir a ver el barco otro día — dijo deteniéndose, mientras una amplia sonrisa se formaba en sus labios — Pues vera, mis compañeros de parranda, deben estar preocupados y pues… no quisiera que llegaran a venir a molestar por estos lares — hizo ojitos, tontos ojitos, solamente para intentar ser amable y logras terminar aquel paseo de buenos términos, ella lo estaba intentando, intentaba ser una mujer buena, amable, nada fanfarrona, ante el hombre. Aun si subía a ese barco, la haría sentir muy feliz, aun así, estaba segura, que no duraría mucho en esa embarcación, sus cómplices al notar su ausencia comenzarían a buscarla y el rescate comenzaría, pero mientras tanto debía esperar que se preocuparan, solamente rogaba que no estuvieran borrachos y se dieran cuenta del asunto temprano.
Había aceptado estar tranquila, mientras caminaba junto con el hombre, que la agarraba fuertemente, para que no se escapara, ella solamente mantenía la mirada en alto, sin darle importancia a la gente, que parecía seguir con lo suyo, sin llegar a reclamar, por el trato que estaba recibiendo ¿Quién en su sano juicio lo haría?, eso no le afectaba. Comenzaba a pensar que era mala idea. El tono en que lo decía, le hacía saber que no era un hombre que iba con rodeos, si lo decía, era porque lo haría y su manos firme lo confirmo, mientras sentía su mejilla enrojecida por el golpe que había recibido.
—…— escupió hacia un lado, gruñendo suavemente — No creo que me pueda vender a alguien, estoy maleducada, mi señor — inquirió, mientras caminaba hacia el ultimo barco, el más bello y atractivo de todos, noto a varios hombre a borda, no se lo esperaba, parecía listo para zarpar, chasqueo levemente su lengua, ese golpe no lo podría hacer sola, necesitaba a sus cómplices, pero ellos no estaban cerca, por unos momentos parecía que todo iba mal, muy mal, era mejor desistir de todo, terminaría siendo vendida a alguna casa de ricachones si no se apresuraba a escapar, pero el barco, ese magnífico navío la llamaba, veía sus detalles, al frente, encantada. — Qué bello es… — susurro como jovencita viendo una hermosa joya, pero ese barco, era mucho mejor que una joya, según Castalia.
— ¿Sabe? Creo que debería venir a ver el barco otro día — dijo deteniéndose, mientras una amplia sonrisa se formaba en sus labios — Pues vera, mis compañeros de parranda, deben estar preocupados y pues… no quisiera que llegaran a venir a molestar por estos lares — hizo ojitos, tontos ojitos, solamente para intentar ser amable y logras terminar aquel paseo de buenos términos, ella lo estaba intentando, intentaba ser una mujer buena, amable, nada fanfarrona, ante el hombre. Aun si subía a ese barco, la haría sentir muy feliz, aun así, estaba segura, que no duraría mucho en esa embarcación, sus cómplices al notar su ausencia comenzarían a buscarla y el rescate comenzaría, pero mientras tanto debía esperar que se preocuparan, solamente rogaba que no estuvieran borrachos y se dieran cuenta del asunto temprano.
Castalia Birdwhistle- Esclavo
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Re: No me van las rutinas || Libre
Lo cierto es que la situación ya me estaba aburriendo por completo. Estar agarrando a una negra para que no escape me pone de malas, aunque muchas cosas me llegan a poner de malas porque disfruto del poder. Ella bien puede ser golpeada de un momento a otro. Le pueden romper incluso las piernas para que no avance, o las manos para que no pueda tomar si quiera un poquito de madera de un barco, yo mismo puedo hacerlo en realidad, pero no me dan las ganas, a veces destruir y matar a un enemigo tan rápido llega a ser malo, no le sacas provecho completo a las situaciones, no te diviertes o te mofas de ellos lo suficiente.
Cuando estoy a punto de darle un buen golpe en la espalda para dejarla sin razón alguna, escuchó sus palabras, suaves palabras pero que llegan a mis oídos. Hago una mueca, siento que el adjetivo calificativo que le ha dado al barco se queda muy tonto. El barco no sólo es bonito, sino que también tiene un tipo de magia especial. Quizás sea porque la madera con que lo hicieron era de tierras lejanas que según decían antiguos de la comunidad, se encontraba bendita por los dioses. Me quedo contemplando el barco por unos instantes junto con ella. Sé que significa esa expresión, esa sensación cuando se puede subir a uno. Decido soltarla, no me dará problema volver a tomarla si se le ocurre alguna tontería.
- Al principio no sabía que clase de barco quería, siempre supe que deseaba uno para transportar pieles, joyas, debía de ser resistente porque esos materiales suelen ser pesados, y no deseamos problemas con perdida de mercancía ¿verdad? – La volteo a ver de reojo, seguramente está creyendo que estoy loco por soltarla y hablarle con normalidad, lo cierto es que estaba cansado de andar llevando a un animal rabioso, a mi me gusta que me los den entrenados, me ahorran la fatiga, además, es una mujer que sabe, tiene puntos a su favor.
- Después empecé a hacer mis negocios ilegales – La verdad es que no me da miedo decirle las cosas, nadie le creería, es una negra, y yo tengo dinero, influencias, prestigio. – Me di cuenta que incluso era más útil, es rápido, y los marineros son hábiles, cada uno de ellos, sólo basta con subirte en él para poder darte cuenta de la magia, tiene buena suerte, o bendiciones, como quieras llamarle, por eso por más malo que sea le negocio, resulta exitoso – Camino con tranquilidad hasta toparme frente al barco – Puedes venir con tus delincuentes amigos otro día a verlo, o puedes verlo hoy con tranquilidad sin peligro a que la siguiente vez termines con la lengua, o sin la cabeza, tu decides – Si, la estaba amenazando, a mi nadie me quiere ver la cara de idiota, menos una negra.
Cuando estoy a punto de darle un buen golpe en la espalda para dejarla sin razón alguna, escuchó sus palabras, suaves palabras pero que llegan a mis oídos. Hago una mueca, siento que el adjetivo calificativo que le ha dado al barco se queda muy tonto. El barco no sólo es bonito, sino que también tiene un tipo de magia especial. Quizás sea porque la madera con que lo hicieron era de tierras lejanas que según decían antiguos de la comunidad, se encontraba bendita por los dioses. Me quedo contemplando el barco por unos instantes junto con ella. Sé que significa esa expresión, esa sensación cuando se puede subir a uno. Decido soltarla, no me dará problema volver a tomarla si se le ocurre alguna tontería.
- Al principio no sabía que clase de barco quería, siempre supe que deseaba uno para transportar pieles, joyas, debía de ser resistente porque esos materiales suelen ser pesados, y no deseamos problemas con perdida de mercancía ¿verdad? – La volteo a ver de reojo, seguramente está creyendo que estoy loco por soltarla y hablarle con normalidad, lo cierto es que estaba cansado de andar llevando a un animal rabioso, a mi me gusta que me los den entrenados, me ahorran la fatiga, además, es una mujer que sabe, tiene puntos a su favor.
- Después empecé a hacer mis negocios ilegales – La verdad es que no me da miedo decirle las cosas, nadie le creería, es una negra, y yo tengo dinero, influencias, prestigio. – Me di cuenta que incluso era más útil, es rápido, y los marineros son hábiles, cada uno de ellos, sólo basta con subirte en él para poder darte cuenta de la magia, tiene buena suerte, o bendiciones, como quieras llamarle, por eso por más malo que sea le negocio, resulta exitoso – Camino con tranquilidad hasta toparme frente al barco – Puedes venir con tus delincuentes amigos otro día a verlo, o puedes verlo hoy con tranquilidad sin peligro a que la siguiente vez termines con la lengua, o sin la cabeza, tu decides – Si, la estaba amenazando, a mi nadie me quiere ver la cara de idiota, menos una negra.
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Re: No me van las rutinas || Libre
Sus ojos viajan por cada parte importante de la embarcación, su mirada parece brillar, le encantaría poder apoderarse de aquel hermoso barco, pero llevaría mucho tiempo y sangre, comienza a descartar tal sugerencia, era mejor salir de ese lugar lo más pronto posible, aunque pisar la madera de aquel gran navegante, sentir como se mese suavemente entre la orilla, la hace sentir que valió la pena, es como sentir que las energías vuelven a ti, el entusiasmo, las ganas de negociar por una magnifica embarcación vuelven a ella; pero primero debía buscar riquezas para poder pagarlas. Odio estar más pobre que un perro callejero, pero eso cambiaria, cuando encontraran el tesoro de su padre, ella sabía que estaba en parís, no había duda, pero los indicios estaban algo difíciles, el viejo no se las iba a poner fáciles.
—Trabajar debajo de la cuerda, siempre traerá mayores ganancias, por eso es que muchas personas están en el mercado negro, cosas ilegales, si fueran por el camino correcto, no llegarían a tener ni la mitad de lo que ganan en un año, en toda su vida — explico ella tranquilamente. Estaba maldiciendo a sus adentros, maldecía a su fallecido padre, esperaba que se estuviera quemando en el infierno, pero al menos le había enseñado bien. Algo muy importante, una lección de oro, había sido saber a quién le intentabas robar, no ha todos le podías hacer aquella gracia, se debía ser inteligente para no morir como un animal rastrero.
— Creo que tiene una gran habilidad de hacerse entender — sonrió levemente, mientras miraba a los alrededores, sería buena idea, pero la descartaba, aunque el barco le caía de maravilla, un buen jugador debía saber cuándo retirarse y ese era uno de esos momentos, pasaría en el juego, tal vez otro día cuando el jugador no fuera tan habilidoso como este — Tal vez en otra ocasión, hasta podamos hacer algún que otro negocio — se alzo los hombros — ahora si es tan amable, ¿Me podría indicar la salida? ¿O debo tratar de huir de un hombre tan poderoso como usted?— pregunto con cierto juego en sus palabras. Sería divertido poder ver la habilidad de sus marineros en combates. A muchos; apostaba ella, sabía que esa apuesta la ganaría. Le molestaba que hubiera mujeres en el barco, decía que traía mala suerte, cosas de marineros.
Ella nunca le había traído mala suerte a su padre, bueno el estaba muerto, todos los demás piratas huyeron, quedaron junto con ella tres pares de borrachos, que ni sabia donde carajos estaban, pero no creía que todos los males se debieran a su presencia en el mar, era el destino de los que se atrevían a desafiar a las autoridades, que era también ladrones, pero con la diferencia, de que ellos lo podían hacer bajo la ley.
—Trabajar debajo de la cuerda, siempre traerá mayores ganancias, por eso es que muchas personas están en el mercado negro, cosas ilegales, si fueran por el camino correcto, no llegarían a tener ni la mitad de lo que ganan en un año, en toda su vida — explico ella tranquilamente. Estaba maldiciendo a sus adentros, maldecía a su fallecido padre, esperaba que se estuviera quemando en el infierno, pero al menos le había enseñado bien. Algo muy importante, una lección de oro, había sido saber a quién le intentabas robar, no ha todos le podías hacer aquella gracia, se debía ser inteligente para no morir como un animal rastrero.
— Creo que tiene una gran habilidad de hacerse entender — sonrió levemente, mientras miraba a los alrededores, sería buena idea, pero la descartaba, aunque el barco le caía de maravilla, un buen jugador debía saber cuándo retirarse y ese era uno de esos momentos, pasaría en el juego, tal vez otro día cuando el jugador no fuera tan habilidoso como este — Tal vez en otra ocasión, hasta podamos hacer algún que otro negocio — se alzo los hombros — ahora si es tan amable, ¿Me podría indicar la salida? ¿O debo tratar de huir de un hombre tan poderoso como usted?— pregunto con cierto juego en sus palabras. Sería divertido poder ver la habilidad de sus marineros en combates. A muchos; apostaba ella, sabía que esa apuesta la ganaría. Le molestaba que hubiera mujeres en el barco, decía que traía mala suerte, cosas de marineros.
Ella nunca le había traído mala suerte a su padre, bueno el estaba muerto, todos los demás piratas huyeron, quedaron junto con ella tres pares de borrachos, que ni sabia donde carajos estaban, pero no creía que todos los males se debieran a su presencia en el mar, era el destino de los que se atrevían a desafiar a las autoridades, que era también ladrones, pero con la diferencia, de que ellos lo podían hacer bajo la ley.
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