AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Paseo por la Plaza San Marcos - Libre
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Paseo por la Plaza San Marcos - Libre
Había salido de la mansión Vaggö acompañando a la hermana de su ama, aquella señora de largos cabellos dorados y ojos color del agua clara. - Es un ser bastante extraño en verdad - reflexionó, observando el andar cadencioso y tranquilo con el que se movía aquella dama, - cuando la conocí en el entierro del señor, poseía una luz y un aura tan diferente -. Rannia, supo que algo en ella había variado definitivamente cuando la descubrió en una noche, de luna, en la terraza de la mansión, - toda en ella brillaba con ese aura propia de una bruja -, no podía negarlo, logró vislumbrar su nueva luminiscencia, - la esencia de la Hechicera salió a la luz con fuerza y poder, es una bruja peligrosa – reflexionó mientras caminaba a una prudente distancia de la dama.
Llegaron a la Plaza San Marco, en el corazón de la ciudad, donde se erigía la imponente Bacilica. La doncella contempló asombrada, la majestuosa obra, - con cinco puertas diseñada teniendo en cuenta una simetría casi perfecta, sus arcadas y sus cúpulas – repetía en su cabeza, lo aprendido en el atlas que su padre le regalara. Rannia no pudo cerrar la boca, mientras sus pupilas se extasiaban con aquella belleza.
El dorado de las molduras y los relieves en el frontispicio la hicieron sentirse pequeña. Las cinco arcadas decoradas con columnas y mármol llamaron poderosamente su atención, - había visto algunos grabados en la biblioteca de París, pero ésto es increíblemente magnifico – dijo en voz alta, como debatiendo con alguien. Chiara giró mirándola, - criatura, esto no es nada comparado con la magnificencia del reino papal, pero puedes hacerte una pequeña idea de lo que encontrarás en Roma – le dijo sonriendo con un dejo de tristeza, - claro, nada vale una sola vida... y menos la de un ser amado - confesó, mientras se paraba en mitad de la plaza y vislumbraba la construcción. -¿Rannia tienes acaso idea porque es tan preciosa? - la joven asintió orgullosa, - si, porque el esfuerzo de los venecianos y las generosas donaciones de sus comerciantes y navieros le permitieron demostrar su amor a Dios con tan magnifica obra de arte – pronunció mirando a la dama seriamente y gesticulando con grandes ademanes como si estuviera dando una disertación. Chiara, la contempló con tristeza, - no querida niña, ésto fue realizado gracias al saqueo a Constantinopla, a los innumerables vejámenes de una orden tan despreciable como la Inquisición, por la corrupción de los reyes papales y las miles de almas adoctrinadas para matar en nombre de un Dios de Amor, que tortura y quema en piras a sus enemigos – su rostro se ensombreció y el aura de la bruja se volvió mas poderosa – la dueña de tanta belleza es la culpable de la muerte de mi hermano, tu amo, y no descansaré hasta que no quede piedra sobre piedra de ésa maldita organización - . Rannia tuvo miedo de que alguien la hubiera escuchado, pero a esa hora de la tarde, cuando el sol había movido sus paso del cenit que coronaba la gran cúpula de San Marcos y se disponía a morir, solo un pequeño puñado de curiosos caminaban por la plaza y se encontraban a distancia de ellas. La cambiaformas respiró aliviada, mientras seguía a la mujer que tras proseguir su camino se acercaba a la Basílica.
Al llegar a una de las puertas laterales de la imponente construcción, La señora Di Rosso, le pidió que la esperara en los bancos que bordeaban la plaza, - intentaré no demorarme, pero si llegara a suceder, quiero que vuelvas a la mansión – habló con un tono que demostraba la autoridad que ella poseía – debo tener unas palabras con antiguos conocidos y no se cuanto me pueda retrasar – ella asintió con su cabeza. Chiara le sonrió y extendió su mano para acariciar un mechón de los cabellos color de chocolate, Rianna se quedó muy quiera y tensa, no estaba acostumbrada a las manifestaciones de afecto y menos de personas tan importantes como la Señora Di Rosso, pero aceptó el cariño bajando su cabeza – en verdad que es agradable – pensó al verla partir – solo espero que no busque mas enemigos de los que de por sí, debe tener por ser una bruja – caviló.
Se pasó parte de las horas de la tarde caminando de un lado a otro, observando con detenimiento cada construcción, desde el Gran Canal se fue desplazando por enfrente de la fachada del Palacio Ducal, La Basilica, La Torre del Reloj, hasta llegar a la preciosa portada de la Biblioteca Marciana, donde la joven doncella decidió intentar entrar – que me pueden decir, a lo sumo que no – rió mentalmente mientras se acercaba a paso lento hasta las puertas de la celebre construcción.
Llegaron a la Plaza San Marco, en el corazón de la ciudad, donde se erigía la imponente Bacilica. La doncella contempló asombrada, la majestuosa obra, - con cinco puertas diseñada teniendo en cuenta una simetría casi perfecta, sus arcadas y sus cúpulas – repetía en su cabeza, lo aprendido en el atlas que su padre le regalara. Rannia no pudo cerrar la boca, mientras sus pupilas se extasiaban con aquella belleza.
El dorado de las molduras y los relieves en el frontispicio la hicieron sentirse pequeña. Las cinco arcadas decoradas con columnas y mármol llamaron poderosamente su atención, - había visto algunos grabados en la biblioteca de París, pero ésto es increíblemente magnifico – dijo en voz alta, como debatiendo con alguien. Chiara giró mirándola, - criatura, esto no es nada comparado con la magnificencia del reino papal, pero puedes hacerte una pequeña idea de lo que encontrarás en Roma – le dijo sonriendo con un dejo de tristeza, - claro, nada vale una sola vida... y menos la de un ser amado - confesó, mientras se paraba en mitad de la plaza y vislumbraba la construcción. -¿Rannia tienes acaso idea porque es tan preciosa? - la joven asintió orgullosa, - si, porque el esfuerzo de los venecianos y las generosas donaciones de sus comerciantes y navieros le permitieron demostrar su amor a Dios con tan magnifica obra de arte – pronunció mirando a la dama seriamente y gesticulando con grandes ademanes como si estuviera dando una disertación. Chiara, la contempló con tristeza, - no querida niña, ésto fue realizado gracias al saqueo a Constantinopla, a los innumerables vejámenes de una orden tan despreciable como la Inquisición, por la corrupción de los reyes papales y las miles de almas adoctrinadas para matar en nombre de un Dios de Amor, que tortura y quema en piras a sus enemigos – su rostro se ensombreció y el aura de la bruja se volvió mas poderosa – la dueña de tanta belleza es la culpable de la muerte de mi hermano, tu amo, y no descansaré hasta que no quede piedra sobre piedra de ésa maldita organización - . Rannia tuvo miedo de que alguien la hubiera escuchado, pero a esa hora de la tarde, cuando el sol había movido sus paso del cenit que coronaba la gran cúpula de San Marcos y se disponía a morir, solo un pequeño puñado de curiosos caminaban por la plaza y se encontraban a distancia de ellas. La cambiaformas respiró aliviada, mientras seguía a la mujer que tras proseguir su camino se acercaba a la Basílica.
Al llegar a una de las puertas laterales de la imponente construcción, La señora Di Rosso, le pidió que la esperara en los bancos que bordeaban la plaza, - intentaré no demorarme, pero si llegara a suceder, quiero que vuelvas a la mansión – habló con un tono que demostraba la autoridad que ella poseía – debo tener unas palabras con antiguos conocidos y no se cuanto me pueda retrasar – ella asintió con su cabeza. Chiara le sonrió y extendió su mano para acariciar un mechón de los cabellos color de chocolate, Rianna se quedó muy quiera y tensa, no estaba acostumbrada a las manifestaciones de afecto y menos de personas tan importantes como la Señora Di Rosso, pero aceptó el cariño bajando su cabeza – en verdad que es agradable – pensó al verla partir – solo espero que no busque mas enemigos de los que de por sí, debe tener por ser una bruja – caviló.
Se pasó parte de las horas de la tarde caminando de un lado a otro, observando con detenimiento cada construcción, desde el Gran Canal se fue desplazando por enfrente de la fachada del Palacio Ducal, La Basilica, La Torre del Reloj, hasta llegar a la preciosa portada de la Biblioteca Marciana, donde la joven doncella decidió intentar entrar – que me pueden decir, a lo sumo que no – rió mentalmente mientras se acercaba a paso lento hasta las puertas de la celebre construcción.
Irene Manzoni- Condenado/Cambiante/Clase Alta
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 10/08/2013
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Re: Paseo por la Plaza San Marcos - Libre
Todo lo que admiraba, todo lo que adoraba, todo allí.. a unos cuántos metros de la cúpula central. Era para él un día normal, como cualquiera..
La rutina de ir a leer un buen libro a la biblioteca, jamás le hacía falta.. No podía estar ni un solo día sin ir a una biblioteca pública, pasearse por los largos pasillos de altos estantes, con ese aroma a añejo que tanto la gustaba, alzar la mano y elegir un libro que se le antoje...
Sentado en un mesón ya, Niccolo había tomado un libro "Las Arenas Olvidadas", se llamaba éste...
Un antiguo manuscrito que revelaba algunos secretos y leyendas de históricas de aquellos áridos desiertos escondidos en Egipto, quizás esos en donde el paso humano era imposible. "¿Cómo poder llegar hasta allá?" -Se preguntaba impresionado e intrigado Niccolo mientras sus ojos se perdían entre las líneas café pergamino del libro que sostenía- La imaginación no tiene límites para Niccolo, a través de la lectura, que era lo que más disfrutaba podría entregarse en cuerpo y alma sin dudar.
Díganme... ¿Cúanto tiempo se requiere para leer unas cúantas páginas sin cansancio?..Tal vez una pausa de un día.. o de una semana... pero Niccolo se preguntaba: "¿Cúanto tiempo necesito yo para poder parar mi imaginación?"...Nunca.
Entusiasmado en la historia de "Las Arenas Olvidadas"... decidió encender un cigarillo a su lado, mientras continuaba dando vuelta a la páginas de aquel lánguido libro, era muy antiguo y de bolsillo, un objeto que no llamaba la atención más que por su tamaño. Es por eso que él decidió sacarlo de la estantería sin dudarlo... Era un libro solitario, y misterioso, posicionado entre medio de dos grandes empastados anchos de azul y verde...
"...Y fue entonces que el misterio de Las Arenas Olvidadas, quedará en la conciencia del lector como un espacio dentro de los tiempos modernos, un espacio que solo se llena con la vista panomárica del actual Egipto, preguntándose existencialmente si se podrá llegar algún día a descubrir los tesoros que estas Arenas guardan. Queda a tu criterio, estimado Lector..."
Es como había finalizado el libro. Niccolo había quedado con esa sensación de querer más, que siempre le producían los libros, nunca se cansaba de esa sensación...
Entonces, fumó un poco tras sus labios, y naturalmente... sonrió.
-"Excelente manuscrito...muy recomendable..."- pronunció por lo bajo.
Se levantó entonces, para poder regresar el libro a su estante correspondiente, después de que su necesidad de lectura se había visto ya satisfacida... y ahora simplemente, comenzaba a pasear por entre los pasillos por gusto, sin dejar de fumar.
En ese momento vió entonces a una dama muy particular que se adentró con curiosidad a lo que parecía ser el paraíso de él mismo. Parecía algo perdida en la curiosidad, era una dama de cabellos castaños y con una dulce e inocente sonrisa.
"¿Acaso esta señorita había renacido de alguno de estos antiguos libros?" ..se preguntó Niccolo, al contemplar su belleza notoria entre los demás presentes de la biblioteca.
Niccolo tomó distancia, pero la observó con curiosidad tras un tramo largo de minutos desde la lejanía, entendiendo si es que necesitaba de algún buen libro para comenzar a adentrarse en tan hermoso paraíso, al que no dudaría de dejarla experimentar.
Niccolo conocía de memoria la biblioteca, podría darle una mano de ayuda a esta dama y cualquiera que lo necesite, ya le conocían por el lugar, incluso el bibliotecario mismo, le pedía muchas veces ayuda en las labores, es por eso que luego, él caminó hasta ella con sigilo y cuidado y con voz suave pronunció:
-Buongiorno donna, ¿Necesita algo de ayuda para orientarse aqui en la biblioteca?- dijo con el cigarillo en la mano, dando una leve reverencia con la cabeza. -Si es así no dude en consultarme a mi o al bibliotecario, prácticamente trabajamos en conjunto- finalizó Niccolo esperando cordialmente a la respuesta de la mujer.
La rutina de ir a leer un buen libro a la biblioteca, jamás le hacía falta.. No podía estar ni un solo día sin ir a una biblioteca pública, pasearse por los largos pasillos de altos estantes, con ese aroma a añejo que tanto la gustaba, alzar la mano y elegir un libro que se le antoje...
Sentado en un mesón ya, Niccolo había tomado un libro "Las Arenas Olvidadas", se llamaba éste...
Un antiguo manuscrito que revelaba algunos secretos y leyendas de históricas de aquellos áridos desiertos escondidos en Egipto, quizás esos en donde el paso humano era imposible. "¿Cómo poder llegar hasta allá?" -Se preguntaba impresionado e intrigado Niccolo mientras sus ojos se perdían entre las líneas café pergamino del libro que sostenía- La imaginación no tiene límites para Niccolo, a través de la lectura, que era lo que más disfrutaba podría entregarse en cuerpo y alma sin dudar.
Díganme... ¿Cúanto tiempo se requiere para leer unas cúantas páginas sin cansancio?..Tal vez una pausa de un día.. o de una semana... pero Niccolo se preguntaba: "¿Cúanto tiempo necesito yo para poder parar mi imaginación?"...Nunca.
Entusiasmado en la historia de "Las Arenas Olvidadas"... decidió encender un cigarillo a su lado, mientras continuaba dando vuelta a la páginas de aquel lánguido libro, era muy antiguo y de bolsillo, un objeto que no llamaba la atención más que por su tamaño. Es por eso que él decidió sacarlo de la estantería sin dudarlo... Era un libro solitario, y misterioso, posicionado entre medio de dos grandes empastados anchos de azul y verde...
"...Y fue entonces que el misterio de Las Arenas Olvidadas, quedará en la conciencia del lector como un espacio dentro de los tiempos modernos, un espacio que solo se llena con la vista panomárica del actual Egipto, preguntándose existencialmente si se podrá llegar algún día a descubrir los tesoros que estas Arenas guardan. Queda a tu criterio, estimado Lector..."
Es como había finalizado el libro. Niccolo había quedado con esa sensación de querer más, que siempre le producían los libros, nunca se cansaba de esa sensación...
Entonces, fumó un poco tras sus labios, y naturalmente... sonrió.
-"Excelente manuscrito...muy recomendable..."- pronunció por lo bajo.
Se levantó entonces, para poder regresar el libro a su estante correspondiente, después de que su necesidad de lectura se había visto ya satisfacida... y ahora simplemente, comenzaba a pasear por entre los pasillos por gusto, sin dejar de fumar.
En ese momento vió entonces a una dama muy particular que se adentró con curiosidad a lo que parecía ser el paraíso de él mismo. Parecía algo perdida en la curiosidad, era una dama de cabellos castaños y con una dulce e inocente sonrisa.
"¿Acaso esta señorita había renacido de alguno de estos antiguos libros?" ..se preguntó Niccolo, al contemplar su belleza notoria entre los demás presentes de la biblioteca.
Niccolo tomó distancia, pero la observó con curiosidad tras un tramo largo de minutos desde la lejanía, entendiendo si es que necesitaba de algún buen libro para comenzar a adentrarse en tan hermoso paraíso, al que no dudaría de dejarla experimentar.
Niccolo conocía de memoria la biblioteca, podría darle una mano de ayuda a esta dama y cualquiera que lo necesite, ya le conocían por el lugar, incluso el bibliotecario mismo, le pedía muchas veces ayuda en las labores, es por eso que luego, él caminó hasta ella con sigilo y cuidado y con voz suave pronunció:
-Buongiorno donna, ¿Necesita algo de ayuda para orientarse aqui en la biblioteca?- dijo con el cigarillo en la mano, dando una leve reverencia con la cabeza. -Si es así no dude en consultarme a mi o al bibliotecario, prácticamente trabajamos en conjunto- finalizó Niccolo esperando cordialmente a la respuesta de la mujer.
Niccolo Dargenti- Humano Clase Media
- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 18/08/2013
Localización : Torino, Italia
Re: Paseo por la Plaza San Marcos - Libre
Cuando Rannia puso su pie dentro de aquella construcción, sintió que así sería el Monte Olimpo si existiera, - es que tanta magnificencia, tanto derroche de riqueza - pensó al observar las columnas de mármol, el piso de granito negro y blanco formando un diseño geométrico y magnifico - no hacen mas que demostrar el buen gusto y la fascinación por el arte de quienes lo mandaron a construir -.
A merced de poder quedar como una ingenua pueblerina, - que no distaba mucho de ser la verdad – levantó su vista para quedar extasiada al contemplar el fresco de una mujer que representaba la sabiduría, la sapiencia. Todo el techo poseía artesonados dorados al pan de oro y frescos circulares, los cuales llamaban la atención de aquel minino que vivía en el interior de Rannia, - si pudiera ronronearía de gusto – caviló y estuvo a un segundo de hacerlo, pero su audición hipersensible le decía que para la gente que iba y venía por el recinto, no pasaría desapercibido aquel extraño sonido en un humano. Sonrió con ingenuidad e incomodidad a una dama que pasó a su lado, diciendo en un excelente italiano, - permiso – toda ella se encendió como una braza, mientras se hacía a un lado pegándose a la pared para luego seguir mas disimuladamente su inspección.
El salón que conectaba con la entrada era tan magnifico, que un suspiro se escapo de su garganta y un -shhhhh- surgió de un señor enjuto que se encontraba tras un mostrador, con grandes vidrios colgando del puente de su nariz – impertinentes – pensó mientras bajaba la cabeza y apresuraba el paso para escabullirse en un lugar donde nadie la encontrara, ni sermoneara por andar de curiosa por ese templo del saber.
Pensó en su padre y que feliz se hubiera sentido de caminar por ese lugar, de poder tocar los lomos de aquellas obras literarias, que tantas veces habían sido su tema de conversación. Él toda la vida había querido inculcarle conocimiento y darle un legado tanto espiritual como material, - pero fui siempre su peor fracaso – reflexionó con tristeza – por ser mujer, primero, y por mi condición de sobrenatural, para mi padre eso fue su pero castigo-, sus ojos se acuaron y estuvo a punto de echarse a llorar.
De haber podido, hubiera salido lo mas rápido posible de aquel edificio, nunca le había agradado dejar que la gente pudiera percibir sus sentimientos, pero cuando estaba a punto de huir, una voz llamó su atención. Levantó la vista y encontró el rostro afable de un hombre que la llamaba Donna, una risita nerviosa salio de sus labios – no soy una señora – pensó, pero dejó que la alagara con ese terminó y escuchó atenta lo que le decía, al concluir, Rannia hizo una inclinación de cortesía mientras daba las gracias. No sabía si molestar a tan digno personaje o seguir caminando sin rumbo por el enorme edificio.
Volvió a fijar sus orbes en los ajenos y se animó a hablar, con voz casi audible por su gran timidez - ¿Sería mucha molestia que me ayudara a elegir una obra para leer y hablara conmigo de tan bello edificio? - dijo mirándolo con sumo interés y sin poder contener su curiosidad, - o por cierto mi nombre es Rannia – dijo haciendo nuevamente una reverencia.
A merced de poder quedar como una ingenua pueblerina, - que no distaba mucho de ser la verdad – levantó su vista para quedar extasiada al contemplar el fresco de una mujer que representaba la sabiduría, la sapiencia. Todo el techo poseía artesonados dorados al pan de oro y frescos circulares, los cuales llamaban la atención de aquel minino que vivía en el interior de Rannia, - si pudiera ronronearía de gusto – caviló y estuvo a un segundo de hacerlo, pero su audición hipersensible le decía que para la gente que iba y venía por el recinto, no pasaría desapercibido aquel extraño sonido en un humano. Sonrió con ingenuidad e incomodidad a una dama que pasó a su lado, diciendo en un excelente italiano, - permiso – toda ella se encendió como una braza, mientras se hacía a un lado pegándose a la pared para luego seguir mas disimuladamente su inspección.
El salón que conectaba con la entrada era tan magnifico, que un suspiro se escapo de su garganta y un -shhhhh- surgió de un señor enjuto que se encontraba tras un mostrador, con grandes vidrios colgando del puente de su nariz – impertinentes – pensó mientras bajaba la cabeza y apresuraba el paso para escabullirse en un lugar donde nadie la encontrara, ni sermoneara por andar de curiosa por ese templo del saber.
Pensó en su padre y que feliz se hubiera sentido de caminar por ese lugar, de poder tocar los lomos de aquellas obras literarias, que tantas veces habían sido su tema de conversación. Él toda la vida había querido inculcarle conocimiento y darle un legado tanto espiritual como material, - pero fui siempre su peor fracaso – reflexionó con tristeza – por ser mujer, primero, y por mi condición de sobrenatural, para mi padre eso fue su pero castigo-, sus ojos se acuaron y estuvo a punto de echarse a llorar.
De haber podido, hubiera salido lo mas rápido posible de aquel edificio, nunca le había agradado dejar que la gente pudiera percibir sus sentimientos, pero cuando estaba a punto de huir, una voz llamó su atención. Levantó la vista y encontró el rostro afable de un hombre que la llamaba Donna, una risita nerviosa salio de sus labios – no soy una señora – pensó, pero dejó que la alagara con ese terminó y escuchó atenta lo que le decía, al concluir, Rannia hizo una inclinación de cortesía mientras daba las gracias. No sabía si molestar a tan digno personaje o seguir caminando sin rumbo por el enorme edificio.
Volvió a fijar sus orbes en los ajenos y se animó a hablar, con voz casi audible por su gran timidez - ¿Sería mucha molestia que me ayudara a elegir una obra para leer y hablara conmigo de tan bello edificio? - dijo mirándolo con sumo interés y sin poder contener su curiosidad, - o por cierto mi nombre es Rannia – dijo haciendo nuevamente una reverencia.
Irene Manzoni- Condenado/Cambiante/Clase Alta
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