De paseo/Libre/

-No se preocupe, Anniet. Estaré aquí para comer mi padre. Solo voy a dar un paseo, además seguro que por el camino me encuentro con alguien.- Dijo Leara mintiendo de forma perfecta a la dama de llaves. Procuraría estar en casa para comer con su padre, aunque si no llegaba a tiempo no pasaba nada. Desde hacía dos días, tiempo en el que había rechazado un pretendiente, sus comidas y encuentros eran silencio, tensión y palabras de desaprobación por parte de su padre. También era cierto que solo iba a dar un paseo, pero dudaba que por el camino encontrase a alguien dispuesta a acompañarla sin hacer de aquello un escándalo o algo peor.

El mercado ambulante era un lugar lleno de maravillas, de personas interesantes, comidas deliciosas y artefactos y libros que no se podrían encontrar de otra forma. Llama la atención de la joven de una forma casi enfermiza. Debajo de su cama había una maleta, cerrada con llave. Una llave que solo ella sabía donde estaba: una la tenía siempre encima y otra tan bien custodiada que a veces ni ella recordaba dónde estaba. En esa maleta habían varios objetos y libros que había encontrado en ese mercado y no había podido resistirse a comprar. Con los quejidos y el mal humor de su nana salió de la casa y tomó el transporte. Ese hombre ya la había llevado al lugar en otras ocasiones o a otros sitios, no se asustaría ni diría nada… Siempre dejaba una generosa propina. Se puso el atuendo necesario para no llamar la atención en el lugar al que iba. Estaba emocionada, tanto que había comenzado a morderse el labio inferior sin darse cuenta.

En cuanto llegó el olor de la comida y el fuego la recibió nada más bajar. Le dio las monedas y se dirigió a un paso constante hacia el lugar. Mira por todos los lugares, se paraba ante cualquier cosa que llamara su atención. Hablaba, preguntaba y sonreía. Era feliz de la forma más sencilla posible. El tiempo pasaba sin control, de forma rápida sin que ella se diese cuenta de nada más. Se lamentó durante un instante el no poder compartir todo ese raudal de energía, optimismo y fascinación con nadie. Si lo hacía la tacharían de cualquiera, de ser una deshonra y a saber que clase de improperios más que no eran ciertos. Por no hablar de su padre… Las miradas de decepción que el progenitor le dedicaba a la chica se le clavaban como un cuchillo en el pecho. Siempre había sido la viva imagen de su madre. Decepcionar a todos y a su padre era como poner pegotes de tinta negra sobre el buen nombre de ella. Suspiró y decidió que no era hora de acordarse de tanta cosa.

Un puesto repleto de trastos y cosas de todos los tipos captó su atención... En él habían unos pocos libros que la hicieron olvidar todo cuanto la rodeaba, los ojeó todos, preguntó por ellos, los tocó… Hizo casi todo un ritual. Compró tres, tres libros magníficos. Dos acerca de conocimientos y uno que relataba una gran historia de aventura, fantasía y lugares inexplorados. Caminó con ellos sobre el brazo y continuó caminando. Hasta que volvió a parar, estaba viendo las frutas y verduras mejor presentadas de toda la ciudad, tenían un aspecto sumamente apetecible… No comprendió por qué motivo no podían comprar la comida en ese lugar… Desde luego sus tripas estuvieron de acuerdo con ella, ya que se quejaron del hambre que había provocado en la muchacha esa visión. Movió la cabeza enérgicamente y siguió caminando embelesada en todo tipo de objetos y juguetes.

Sintió un golpe seco como si chocase contra una pared o algo, solo que la pared pareció quejarse también y tener voz femenina. Por suerte no iba a mucha velocidad y no se había caído. Cerró y abrió varias veces los ojos mirando hacia el suelo, esperando que el aturdimiento pasara. Inmediatamente comenzó a disculparse.

-Discúlpeme de verdad, no estaba mirando, ha sido un error por mi parte ¿Se encuentra bien? -Dijo mientras alzaba la cabeza y se fijaba en la persona con la que acababa de chocar.