The discretion of a good lover | Privado | +18 |

por **Glenn Thomsson** Jue Sep 26, 2013 8:47 am

Justa fue mi perdición;
de mis males soy contento,
no espero un galardón,
pues vuestro merecimiento
satisfecho mi pasión.

La belleza era universal, no solamente las mujeres podrían utilizar su belleza natural para enriquecerse o simplemente llegar a tener el poder que desean, los hombres también son interesantemente buenos en eso, pero yo había encontrado aquel punto en que los dos géneros se encontraban para crear al ser universal que éramos pero no lo aceptábamos. En cada uno de nosotros había una parte femenina y una parte masculino, pero pocas veces se llegaba a complementar de forma perfecta. Me encantaba los libros que me dieran la razón, tal vez porque necesitaba con urgencia una respuesta para mi existencia, era un hombre, me sentía como tal, pero, Gabrielle había hecho que en mi la parte fémina que todos tenemos se desarrollara, hasta el punto de sentir como los dos seres... ¿que haría con tanto poder? el hecho de creer posible que utilizara mis habilidades obtenidas para el bien de las personas, me daba risa, tanto que me alegraba mi alma por tener tal pensamiento.

El egoísmo, tenía demasiado egoísmo dentro de mí, como para poder tener las ganas de pensar en otra persona, la vida me había enseñado de forma cruel, que era mejor despegarse de lo sentimental, las personas ajenas a ti, siempre tienen la mala costumbre de morir y dejar una herida en el corazón. Tambien era egoísta con mi cuerpo, aquel templo profanado por muchos, en busca de la divinidad que solamente llegaba a durar los segundos en que el orgasmo estaba en su cuerpo. Los maltratos que recibía, las crueldades dadas, eran ya, aceptadas con indiferencia, pues había aceptado que las heridas superficiales se curaban con el tiempo, pero las del interior, eran más difíciles y con ellas llegaban fantasmas, que atormentaban la vida.

Que hermosa se veía aquella joven de rizos dorados, que se movía ágilmente, entre la multitud, con aquel pomposo vestido, que ocultaba muchas cosas que no debían ser vistas o al menos no ahora, también disfrazaba las carencias de algunas cosas, haciendo solamente la ilusión de que estaban allí cuando en realidad nada nunca estuvo. Era buena haciendo el papel de aquella damita, que se necesitaba en tiempos de urgencias, recatada, con buena presencia, pero también importaba mucho las sorpresas que esta podría tener debajo de su vestido.

Bufo suavemente mientras se sentaba en los cómodos muebles de aquel palco lujoso, su cuerpo sintió la tranquilidad de poder sentir como descansaba en algo tan suave, su acompañante le seguía, ella como buena jovencita, mantuvo su posición para luego alejar un poco el fogaje que sentía con un abanico que mantenía entre sus manos cubiertas por guantes blancos –La gente tiende a ser como rebaños, cuando están tan juntos…- se quejo al recordar la muchedumbre al entrar, pero ya estaba más tranquila/o en aquel lugar privado, cómodo, que le prometía la privacidad que siempre le había gustado, para así poder hacer travesuras - a las mujeres siempre las tratan mejor - conjuro con aquella voz ronca que buscaba alejar la testosterona de su timbre de voz.