AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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II Guerra Mundial || La Esperanza de los Caidos || Privado
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II Guerra Mundial || La Esperanza de los Caidos || Privado
La guerra sólo comprueba una cosa: que el ser humano sigue siendo un inhumano.
La guerra no solo destruía a los soldados que estaban en ellas, también a las personas que estaban en las naciones, esperando a sus hijos, esposos y amigos, para ella era una responsabilidad muy grande estar entre aquellas filas, tratando de salvar cada ser que llegara a su camilla, no estaba dispuesta a perder a un hombre. Ya casi no le molestaba tener que mostrar su identificación para que la dejaran pasar. Aquellos bastardo sin educación siempre le miraban confundido mientras la dejaban pasar al lugar en donde fue destinada, con sus botas negras, las mismas que los militares de ese tiempo utilizaban, siempre mostrando un paso firme, sin dejar paso a las dudas y al miedo que podría tener alguien normal. Estaba tan cerca de la muerte, podía sentirlo a cada pasos que daba, las miradas cansada de los soldados, que veían esperanzados a una nueva mano que podría ayudar a las tazas de sobrevivientes. ¿Ella podría hacer la diferencia? No lo sabía, pero lo haría, siempre trataría de ayudarlos a todos, aunque eso significara amputar un brazo, dejándolo invalido para siempre.
¿Nombraría a los países que había visitado por la guerra? Solo en pensarlo su estomago se revolvía, de todo menos asquerosidad, ya hace tiempo que había dejado el miedo a las heridas de guerra y a la muerte misma, pensaba que toda esta conmoción no tenía sentido, pero no tenía valor de dejarlos solos. ¡Para ella apenas eran niños jugando a la guerra! con sus nuevas y aun más destructivos juguetes. Alguien debía estar con ellos como una madre debía cuidar de aquellos pequeños “Grandes” raspones y heridas que se harían los pequeños, en medio de su juego. Debía tener sentido de humor ¿No? Si se dedicara a ver la guerra, con ojos realistas, se volvería loca como ya muchos compañeros.
Alemania-Luneburg
Había llegado con la segunda campaña, el ejército de los aliados comenzaba a invadir Alemania, la pequeña Ciudad de Luneburgo había sido tomada por la tropa que llevaba los suministros de medicamentos y alimentos a los ejércitos que estaban pasando por Bradeburgo. La segunda campaña tenía comida y nuevos medicamentos para ayudar a tratar las heridas y las infecciones que provocaban el aire libre. Un jeep se detuvo, tenia grande y latente una gran cruz roja; algo que los mantenían neutrales ante los del eje o los aliados.
A Aitz no le interesaba si habían dos hombres de diferentes naciones, con diferentes antepasados o pleito posible entre los dos, a ella solo le interesaba una cosa: salvar su miserable vida para que siguieran con este juego sangriento. Una enfermera había llegado muy asustada a la carpa en donde ella descansaba del viaje; en una hora su turno comenzaría. La enfermera, llego con un rostro pálido, ella solamente la miro de reojo, al verla comenzar a hablar con el doctor a cargo, no podía evitar sentirse abrumada por la falta de médicos disponibles y la gran taza de heridos que estaban llegando.
-Señorita Lemoine- llamo el hombre de gran y gracioso bigote, a la dama que estaba acostada, con una camisa blanca medio abierta, pantalón de hombres y sus botas negras-Señorita Necesitamos su ayuda- el hombre suplico su atención mientras esta se reincorporaba.
Se levanto mirando a su superior, odiaba que la trataran como una pequeña niña linda y con problemas de atención, pero no había tiempo de comenzar una pelea profesional, era hora de demostrar lo que era capaz, llamo a la enfermera y con paso rápido salió de la carpa, aun su camisa estaba desabrochada mientras cogía una bata de quien sabe dónde. La enfermera señalo al hombre mientras ella seguía como si nada, yendo hacia la dirección que le había indicado la mujer. Se necesitaba alguien en el frente de batalla, un medico que pudiera al menos realizar los primeros auxilios y los médicos en este lugar pudieran terminar de salvarle la vida y al parecer esa sería su nuevo trabajo.
Haz lo que puedas, con lo que tengas, en donde estés....
Aitziber D’ Lemoine- Hechicero Clase Alta
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Re: II Guerra Mundial || La Esperanza de los Caidos || Privado
"Entramos a una guerra que ya habíamos perdido, pues el dinero valía más que una vida humana..."
Auschwitz - Polonia.
Había pasado bastante tiempo de las guerras de antaño donde se peleaba por honor o incluso por territorios respetando lo mínimo de la fé humana, hoy era distinto, se peleaba por territorios burgueses y señores mayores que carecían de liderazgo propio, el dinero movía el mundo y la crisis del 29 en Estados Unidos había sido testigo de aquello, de mis palabras más tristes desde que alguna vez quise perdurar por los siglos y los años de mi vida.
Dado mi experiencia militar y mis años (que solo pocos sabían.) me había convertido en General de las divisiones IV de Caza bombarderos, II Blindada y IX de Infantería, tenia a muchachos bajo mi tutela a quienes debía enseñar a sobrevivir en esta guerra asquerosa que no les favorecía, pero eramos los héroes del mundo y debiamos demostrarlo, sobre nuestros "enemigos" nazis... todo era la misma basura.
Todo había sucedido muy rápido, desde que fui reclutado como Brigadier de las fuerzas aéreas del Imperio Británico y habían bombardeado Londres hasta el punto de llegar a soñar con las bombas, debíamos derribar horas y horas bombarderos que venían cada 3 minutos destruyendo ciudades enteras, incluyendo también mi mansión a lo cual me vi en la obligación de entrar en el juego que tanto odiaba. Al final fuy derrumbado por una torreta casi en territorio británico, casi llegando a 37 km de York que ya solamente era escombros y más nada.
Sobreviví curiosamente solo con una pequeña contusión en la cabeza, más ninguna herida de gravedad.
Rabia sido condecorado con la estrella del rey lo cual se le entregaba a generales, o jóvenes que ya solo vivían del tronco de su cuerpo y nada más... yo era un sobreviviente de una situación de asedio, jamas había sido igual todo.
Así se me dio la posterior misión de volver a la guerra ahora en territorio enemigo, pasamos como ejercito liberador en Francia, Austria y Holanda, debíamos atacar Berlín pero mi ejercito se le dio la orden de ir al peor lugar de todos, el campo de concentración de Auschwitz en Polonia, actual territorio alemán, todos sabíamos lo que ahí ocurría pero solo pocos lo vieron, ahí es cuando nuestras vidas cambiaron para siempre, al rescatar presos judíos y polacos, muchos de ellos artistas consagrados o presos políticos que solo dieron su opinión y su forma de pensar... hoy ellos eran más peligrosos que muchos ejércitos en el mundo.
La misión había sido concretada con éxito, eramos sus ángeles y yo más nada era un vampiro comunista que debía seguir matando y matando, era algo que me tenia más sin sentir... más sin comprender que esto jamas debía ocurrir.
- Comandante quería pedirle si podía dirigirme con mi ejercito a otro lugar. - le pedí al comandante pues la imagen era bastante desgarradora y ni un vampiro de 4000 años podía soportar la des-humanización de la cual era testigo.
- General von Percy, espere... tengo otra misión para ti. - me dijo sin más titubear el comandante Wilson.
- ¿Cual seria esta misión señor comandante?...- pregunté temeroso de que otra atrocidad me tocaría vivir.
- Nada nuevo general... debe dirigirse con su división desde Polonia a Berlín, exactamente a Brandeburgo a llevar provisiones y a posicionarse en la ciudad, hay un grupo medico que necesita de unas divisiones que los protejan, estos malditos nazis aun no se rinden. -
me dio la orden y gustoso preferentemente opte por esta misión, lo otro era encontrarme con los rusos y desde la llegada de Stalin al poder que no llego a encontrarme con un ruso, la traición del comunismo había llegado de la mano de él... porque tuviste que morir Lenin.
- Como ud. mande comandante Wilson... llegare en unos 2 días... no es tanto el viaje. -
Nos íbamos entonces camino a Brandeburgo, la ciudad del arco de entrada a Berlin... esperábamos que todo resultara bien... y tener que terminar luego esta maldita guerra...
Auschwitz - Polonia.
Había pasado bastante tiempo de las guerras de antaño donde se peleaba por honor o incluso por territorios respetando lo mínimo de la fé humana, hoy era distinto, se peleaba por territorios burgueses y señores mayores que carecían de liderazgo propio, el dinero movía el mundo y la crisis del 29 en Estados Unidos había sido testigo de aquello, de mis palabras más tristes desde que alguna vez quise perdurar por los siglos y los años de mi vida.
Dado mi experiencia militar y mis años (que solo pocos sabían.) me había convertido en General de las divisiones IV de Caza bombarderos, II Blindada y IX de Infantería, tenia a muchachos bajo mi tutela a quienes debía enseñar a sobrevivir en esta guerra asquerosa que no les favorecía, pero eramos los héroes del mundo y debiamos demostrarlo, sobre nuestros "enemigos" nazis... todo era la misma basura.
Todo había sucedido muy rápido, desde que fui reclutado como Brigadier de las fuerzas aéreas del Imperio Británico y habían bombardeado Londres hasta el punto de llegar a soñar con las bombas, debíamos derribar horas y horas bombarderos que venían cada 3 minutos destruyendo ciudades enteras, incluyendo también mi mansión a lo cual me vi en la obligación de entrar en el juego que tanto odiaba. Al final fuy derrumbado por una torreta casi en territorio británico, casi llegando a 37 km de York que ya solamente era escombros y más nada.
Sobreviví curiosamente solo con una pequeña contusión en la cabeza, más ninguna herida de gravedad.
Rabia sido condecorado con la estrella del rey lo cual se le entregaba a generales, o jóvenes que ya solo vivían del tronco de su cuerpo y nada más... yo era un sobreviviente de una situación de asedio, jamas había sido igual todo.
Así se me dio la posterior misión de volver a la guerra ahora en territorio enemigo, pasamos como ejercito liberador en Francia, Austria y Holanda, debíamos atacar Berlín pero mi ejercito se le dio la orden de ir al peor lugar de todos, el campo de concentración de Auschwitz en Polonia, actual territorio alemán, todos sabíamos lo que ahí ocurría pero solo pocos lo vieron, ahí es cuando nuestras vidas cambiaron para siempre, al rescatar presos judíos y polacos, muchos de ellos artistas consagrados o presos políticos que solo dieron su opinión y su forma de pensar... hoy ellos eran más peligrosos que muchos ejércitos en el mundo.
La misión había sido concretada con éxito, eramos sus ángeles y yo más nada era un vampiro comunista que debía seguir matando y matando, era algo que me tenia más sin sentir... más sin comprender que esto jamas debía ocurrir.
- Comandante quería pedirle si podía dirigirme con mi ejercito a otro lugar. - le pedí al comandante pues la imagen era bastante desgarradora y ni un vampiro de 4000 años podía soportar la des-humanización de la cual era testigo.
- General von Percy, espere... tengo otra misión para ti. - me dijo sin más titubear el comandante Wilson.
- ¿Cual seria esta misión señor comandante?...- pregunté temeroso de que otra atrocidad me tocaría vivir.
- Nada nuevo general... debe dirigirse con su división desde Polonia a Berlín, exactamente a Brandeburgo a llevar provisiones y a posicionarse en la ciudad, hay un grupo medico que necesita de unas divisiones que los protejan, estos malditos nazis aun no se rinden. -
me dio la orden y gustoso preferentemente opte por esta misión, lo otro era encontrarme con los rusos y desde la llegada de Stalin al poder que no llego a encontrarme con un ruso, la traición del comunismo había llegado de la mano de él... porque tuviste que morir Lenin.
- Como ud. mande comandante Wilson... llegare en unos 2 días... no es tanto el viaje. -
Nos íbamos entonces camino a Brandeburgo, la ciudad del arco de entrada a Berlin... esperábamos que todo resultara bien... y tener que terminar luego esta maldita guerra...
Samael von Percy- Vampiro/Realeza
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Re: II Guerra Mundial || La Esperanza de los Caidos || Privado
La noche se acercaba a su final, el cielo de Paris se mostraba, a los ojos del que deseara observarlo, despejado pero con una extraña neblina que no era otra cosa que el maldito polvillo de las construcciones devastadas, del dolor que causaba aquella ocupación – una simple violación – pensó mientras apoyaba el arma que todavía despedía un suave humo desde su boca.
Se levantó con cuidado, como si temiera despertar al amante dormido, eso era tonto ya que el hombre que yacía a su lado tenía un balazo en la sien. Caminó con la arrogancia y la sensualidad de una pantera, hacia el balcón, suspiró cuando el aire helado tocó su piel, - como si pudiera sentir la diferencia – pensó, - hace tantos años que no siento ni la mas leve sensación de calor o frio – llevó sus delicados dedos a sus parpados y los masajeó suavemente. Apoyó su cuerpo en la baranda del balcón, para luego encender un cigarrillo que llevó a sus labios con total delicadeza y parsimonia.
La boquilla de marfil tembló por un instante, cuando el reflejo del cuerpo tendido en el lecho golpeó sus retinas, - maldito bastardo, te lo merecías... - dijo en un susurro, - por cada niña que mataste luego de gozar de ellas – caviló mientras se arreglaba despreocupadamente los cabellos y se sujetaba mejor el desabillé de raso que ocultaba su desnudez.
Observó con profunda añoranza los colores en el cielo que le aseguraban que en un poco mas de dos horas el sol llegaría a bañar de nuevo todo Paris. Volvió sus pasos hasta un sillón cercano al lecho, se desnudó y comenzó a vestirse. Cuando estuvo lista, urgó los bolsillos del uniforme del Oficial alemán y luego acomodó en la mano del cadáver el arma para que pareciera un suicidio, una nota que ella misma había hecho redactar al infeliz y otra en la que una supuesta novia le contaba que le había sido infiel. Rió por sus salidas tan dramáticas y teatrales, eso la divertía sobre manera, - exterminar ratas me devuelve las ansias de seguir – se dijo mientras cerraba con cuidado la puerta y con unas ganzuás y la velocidad de los sobrenaturales accionaba la llave haciendo que la puerta quedara trabada por dentro.
No le costó mucho salir desapercibida, con su poder de seducción hizo que varios soldados que estaban cerca del edificio decidieran ir a ver porque el jefe se demoraba, ella había subido junto con el hombre pero se las ingenió para borrar ese pequeño detalle de la mente de aquellas ratas de alcantarillas, como solía decirles.
Pronto se encontró a las puertas de uno de los tantos refugios de la resistencia francesa, golpeó suavemente – camile, duermes bajo la hierba – dijo con firmeza, la contraseña, a lo que el pestillo giró y un hombre de mirada penetrante la contempló de arriba a bajo, con sorpresa primero y luego con suma ternura, - te extrañe princesa – Saskia sonrió, era su comandante, pero sobre todo su amigo, - yo también Philiph – dijo acariciando la mejilla de barba rubia incipiente y depositando un beso en la comisura de los labios masculinos. El hombre ronroneó como un minino, - ¿tienes hambre? - le preguntó mientras la abrazaba de forma posesiva. Saskia no se negó al cariño, - si, sabes que siempre – le susurró en la oreja y mordió con picardía su lóbulo. El joven arqueó su cuello y permitió que ella tomara un poco de su sangre, pronto la vampiresa lamió los pequeños orificio y besó aquel cuello, - gracias, ahora debes descansar – Phil, se negó – la noche termina y tu debes bajar al sótano, pero antes tengo que darte la nueva misión – ella asintió con su cabeza mientras se sentaban en un destartalado sillón – dime – el joven la acomodó en su regazo como si de una muñeca se tratase, Saskia rió por lo bajo y puso su cabeza en el hueco del cuello y el hombro cerrando sus ojos y dejando que el latido fuerte y acompasado de ese corazón la calmara.
El joven acarició la espalda de la vampiresa, - deberás dejar Paris, y también Francia – sintió como ésta se envaraba - shhhh, ya se que no quieres, pero debes hacerlo, necesito que vayas a Berlín, pronto los aliados llegaran allí y necesitaran de tus habilidades – se apretó al cuerpo masculino, lo abrazó, no necesitaba mucha inteligencia para saber que él también iría a una misión, de la que no creía salir con vida y por eso la alejaba de él. Las lagrimas corrieron por sus mejillas – entonces, quedate este día conmigo – le dijo apretándose aun mas a su amante. El hombre la besó en el cuello y sin dificultad se levantó con ella en brazos descendieron por las escaleras a los sótanos y mas allá a las criptas abandonadas que servían de refugio a los aliados, por unas horas no pensaría en la guerra, ni en las muertes, ni en que nunca mas vería con vida a su Philiph.
Se levantó con cuidado, como si temiera despertar al amante dormido, eso era tonto ya que el hombre que yacía a su lado tenía un balazo en la sien. Caminó con la arrogancia y la sensualidad de una pantera, hacia el balcón, suspiró cuando el aire helado tocó su piel, - como si pudiera sentir la diferencia – pensó, - hace tantos años que no siento ni la mas leve sensación de calor o frio – llevó sus delicados dedos a sus parpados y los masajeó suavemente. Apoyó su cuerpo en la baranda del balcón, para luego encender un cigarrillo que llevó a sus labios con total delicadeza y parsimonia.
La boquilla de marfil tembló por un instante, cuando el reflejo del cuerpo tendido en el lecho golpeó sus retinas, - maldito bastardo, te lo merecías... - dijo en un susurro, - por cada niña que mataste luego de gozar de ellas – caviló mientras se arreglaba despreocupadamente los cabellos y se sujetaba mejor el desabillé de raso que ocultaba su desnudez.
Observó con profunda añoranza los colores en el cielo que le aseguraban que en un poco mas de dos horas el sol llegaría a bañar de nuevo todo Paris. Volvió sus pasos hasta un sillón cercano al lecho, se desnudó y comenzó a vestirse. Cuando estuvo lista, urgó los bolsillos del uniforme del Oficial alemán y luego acomodó en la mano del cadáver el arma para que pareciera un suicidio, una nota que ella misma había hecho redactar al infeliz y otra en la que una supuesta novia le contaba que le había sido infiel. Rió por sus salidas tan dramáticas y teatrales, eso la divertía sobre manera, - exterminar ratas me devuelve las ansias de seguir – se dijo mientras cerraba con cuidado la puerta y con unas ganzuás y la velocidad de los sobrenaturales accionaba la llave haciendo que la puerta quedara trabada por dentro.
No le costó mucho salir desapercibida, con su poder de seducción hizo que varios soldados que estaban cerca del edificio decidieran ir a ver porque el jefe se demoraba, ella había subido junto con el hombre pero se las ingenió para borrar ese pequeño detalle de la mente de aquellas ratas de alcantarillas, como solía decirles.
Pronto se encontró a las puertas de uno de los tantos refugios de la resistencia francesa, golpeó suavemente – camile, duermes bajo la hierba – dijo con firmeza, la contraseña, a lo que el pestillo giró y un hombre de mirada penetrante la contempló de arriba a bajo, con sorpresa primero y luego con suma ternura, - te extrañe princesa – Saskia sonrió, era su comandante, pero sobre todo su amigo, - yo también Philiph – dijo acariciando la mejilla de barba rubia incipiente y depositando un beso en la comisura de los labios masculinos. El hombre ronroneó como un minino, - ¿tienes hambre? - le preguntó mientras la abrazaba de forma posesiva. Saskia no se negó al cariño, - si, sabes que siempre – le susurró en la oreja y mordió con picardía su lóbulo. El joven arqueó su cuello y permitió que ella tomara un poco de su sangre, pronto la vampiresa lamió los pequeños orificio y besó aquel cuello, - gracias, ahora debes descansar – Phil, se negó – la noche termina y tu debes bajar al sótano, pero antes tengo que darte la nueva misión – ella asintió con su cabeza mientras se sentaban en un destartalado sillón – dime – el joven la acomodó en su regazo como si de una muñeca se tratase, Saskia rió por lo bajo y puso su cabeza en el hueco del cuello y el hombro cerrando sus ojos y dejando que el latido fuerte y acompasado de ese corazón la calmara.
El joven acarició la espalda de la vampiresa, - deberás dejar Paris, y también Francia – sintió como ésta se envaraba - shhhh, ya se que no quieres, pero debes hacerlo, necesito que vayas a Berlín, pronto los aliados llegaran allí y necesitaran de tus habilidades – se apretó al cuerpo masculino, lo abrazó, no necesitaba mucha inteligencia para saber que él también iría a una misión, de la que no creía salir con vida y por eso la alejaba de él. Las lagrimas corrieron por sus mejillas – entonces, quedate este día conmigo – le dijo apretándose aun mas a su amante. El hombre la besó en el cuello y sin dificultad se levantó con ella en brazos descendieron por las escaleras a los sótanos y mas allá a las criptas abandonadas que servían de refugio a los aliados, por unas horas no pensaría en la guerra, ni en las muertes, ni en que nunca mas vería con vida a su Philiph.
Saskia Borgano- Vampiro Clase Alta
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Re: II Guerra Mundial || La Esperanza de los Caidos || Privado
“El hombre tiene que establecer un final para la guerra. Si no, la guerra establecerá un final para la humanidad.”
— John Kennedy
— John Kennedy
Era un escenario que pocos podrías soportar, ella misma comenzaba a sentir ese efecto devastador que la reglas provocaban, situada en una trinchera, ayudaba a los hombres heridos que llegaban, el batallón de los franceses parecía quedar cada vez más afectado, por los aviones, aunque había un buen respaldo en tanques, estaban vulnerables sin protección aérea. Un fuerte silbido se escuchaba cuando el avión dejaba caer alguna bomba de pequeño alcance, también tenían metralletas, que hacían estragos, pero ella no tenía tiempo de esconderse, ni ver lo que sucedía mas allá de la trinchera, que se estaba convirtiendo en una fosa común.
Sus manos estaban llenas de sangre, sus hombros también, hasta en su rostro habían una pequeñas manchas de ella, ya no sabía de quien era la sangre, varios hombres, heridos, pero no de gravedad, iban y venían, atendiendo a sus órdenes, que eran simples pero concretas. Presiona aquí, háblale a este, revisa si ya se murió aquel, sácalo de aquí. Cuerpos destruidos, hombres agonizando, los veía como morían y ellos llorando, suplicándole que no los dejara que la muerte se los llevaba, pero. ¿Qué podría hacer ella? Una simple humana, no era un dios, no tenía la capacidad de salvarle la vida a todos, pero lo intentaba, claro que lo intentaba.
— Ya se lo pueden llevar — un leve susurro se escucho, los hombres le ayudaron a quitarse de su mano, la mano del difunto, que se había muerto sujetando firmemente la mano, de quien creía que podría salvarla, pero no pudo hacerlo. Un nudo en la garganta se creo, mientras veía como aquellos ojos abiertos eran cerrados para ser apilados con los demás.
— Descanse un poco señorita — dijo un guardia, con la mitad del rostro vendado, ella misma lo había hecho hace unas horas, Aitziber sonrió, limpiándose con su hombro el sudor que recorría su frente —Ya casi anochece, puede cerrar los ojos, al parecer ya han cesado, por ahora — si, estaba cansada, deseaba llorar, sentía que las esperanzas que trataba de dar, ya no valían la pena. ¡Muchos hombres habían muerto en sus manos! No, nadie, nadie estaba preparado para eso, ni ellos, los soldados, se veían mortificados cuando sus compañeros y también los enemigos caían, como peones, en una pieza de ajedrez.
****
Un fuerte estruendo la despertó, sus oídos habían quedado aturdidos, tierra había caído en todo su cuerpo, abrió los ojos, sin escuchar nada, solo un leve silbido, que se había cada vez más fuerte, varios hombres parecieron arrastrarse, tenían la mitad del cuerpo destrozado, había caído una bomba justo en la trinchera. No puso si grito, pues el sonido no capto, tampoco los alaridos de los hombres, que con sus últimas fuerzas le explicaban que corriera, que corriera lo más rápido que pudiera y que no mirara hacia atrás.
Sus ojos estaban llorosos, su cuerpo temblaba, los hombres se volvieron cadáveres y otro estruendo se volvió a ver, ella solamente se quedo allí, haciéndose una masa de miedo y desorientación, mientras los cuerpo de los hombres parecían ser atraídos hacia ella, algunos buscando ayuda, otros tratando de que ella saliera de ese lugar, pero ella se quedo allí, sin hacer nada, hasta que un hombre le apunto con una pistola, poniéndola justamente en su cabeza.
Allí reacciono, abrió sus ojos llorosos, mientras sus manos temblorosas le mostraban el signo de la cruz — No disparen —susurro temerosa en un alemán, algo obsoleto, pero se daba a entender, el hombre alzo una de sus cejas — Heridos… yo puedo, curar heridos… — así fue que convenció al hombre de dejarla con vida, pero ahora estaba en el bando enemigo, sin tener posibilidades de escapar.
Aitziber D’ Lemoine- Hechicero Clase Alta
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