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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Uriel Kattagary Sáb Nov 02, 2013 8:01 pm

Recuerdo del primer mensaje :

*Los participantes para este rol fueron contactados via MP. Tras la primera ronda se fijaran los turnos.

"Después de la fuerza no hay nada más grande que su dominio."
Friedrich Richeter


Vaticano, Roma

(En una fría noche... 3 días antes del encuentro)


La habían llamado para atender unas órdenes; recoger la misiva donde constasen las nuevas directrices de la Iglesia y leérselas a un grupo selecto de Inquisidores, los que junto con ella, las tomarían y las harían cumplir. Todo parecía ser como siempre, una burocrática reunión, pero esta vez algo se salía de su raciocinio en cuando la llamaron al mismo centro de la sede inquisitoria, el Vaticano, residencia de los más influyentes del ámbito religioso.

A pocos se les permitía llegar hasta lo más alto de la inquisición, no obstante no era la primera vez que pisaba el suelo santo del vaticano, y tenía el presentimiento de que tampoco sería la última. Resguardada en su capa roja, penetró en los santos muros, encontrándose con el camino barrado por una veintena de guardias que custodiaban la puerta de acceso principal. Parándose frente a ellos, se quitó la capucha y esperó a que hicieran sus conclusiones, las que no tardaron en hacerse notar, cuando quien parecía ser el general de la protección, asintió e inmediatamente los demás se hicieron a un lado, dejándole vía libre al paso.

- Detrás de mí, condenada. – Ordenó el general, con una grave voz, que abriendo las puertas seguido por tres humanos más de la guardia, se encaminó esperando que la vampira los siguiera. Uriel no se hizo de rogar y se echó a caminar tras ellos.

Conocía demasiado bien el edificio y sus pasillos entrelazados, un autentico laberinto, para quienes no supieran el recorrido. Sin demasiada dificultad siguiendo a los guardias, se internó en el vaticano dirigiéndose al salón papal, donde una vez allí le darían las nuevas misiones requeridas.  Los guardias en silencio la guiaron hasta que estos deteniéndose delante una puerta, en silencio le indicaron que entrara. La inquisidora tomando la iniciativa tomó el pomo de la puerta y empujándolo, abrió la puerta entrando en un pequeño salón, donde la única pieza que sobresalía del pintoresco lugar, era un altar donde reposaba una vela y bajo esta un sobre, en donde constaban las nuevas órdenes. Ya estaba todo hecho, ahora solo debía tomar la misiva y acudir a donde los demás le esperarían, donde los habían citado a todos.

Confiada, cerró la puerta dirigiéndose al fin hacia el altar, cuando de las puertas adyacentes al salón, se abrieron saliendo de allí los cardenales, todos con sus túnicas oscuras, los que rodearon la sala, rodeandola también a ella. Uriel mirando de lado a lado, se agachó al descubrir que el último miembro al salir, no era más que el papa en persona quien lentamente se acercaba al altar.

De reojo observaba cada movimiento, levantándose cuando el papa con un gesto le ordenó erguirse y acercarse a él. Lentamente se le acercó, tomando la misiva que le ofrecía, mientras a su alrededor los cardenales empezaban a entonar un cantico eclesiástico.

-Cumple la palabra de Dios y ve en paz. Que dios ampare tu camino y el de los tuyos hija mía.

Y tras esas palabras y jurar delante todos los presentes proteger esas órdenes con su propia vida, dio la espalda a todos, volviendo tras sus pasos, en busca de aquel destino que le deparaba en París. Concretamente en la catedral de Notre Dame, que permaneceria cerrada aquella noche para ellos, alejándolos de las miradas indiscretas. Un previlegiado lugar, donde se llevaría la clandestina reunión que ya ansiaba dar comienzo para poder leer el sobre que reposaba en su poder. Ya le quemaba el alma de curiosidad, su instinto le decía que no era como otras veces, esta vez era especial.


En el cielo se acontecía una gran tormenta. Parecía ser el preludio de lo que estaba a punto de acontecer. El inicio del fin estaba cerca. La iglesia movía sus fichas y aquella joven portadora de las maquinaciones de todo un siglo, solo era el principio de todo lo que estaba por llegar. En dos noches se reuniría con sus compañeros, y finalmente todo seria revelado.


Aclaraciones:


Última edición por Uriel Kattagary el Miér Mar 26, 2014 4:00 am, editado 1 vez
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El inicio del fin [Privado-La cruzada] - Página 2 Empty Re: El inicio del fin [Privado-La cruzada]

Mensaje por Salomé Ameris Miér Dic 25, 2013 9:31 pm

“Cuando la ignorancia es felicidad, es una locura ser sabio.”
— Thomas Gray


Ella era como un espejismo, ahora lo veía, ahora se va, ¿A dónde se fue? ¿A dónde va? Nadie sabía exactamente que era, la realidad, era que, Salome, era solamente una sombra vacía, de una reconocida compañera, una recuerdo olvidado, una miserable realidad. Pero aquellos años habían terminado, ahora ella era el rostro y el alma del equipo, porque ya no había otra alma, que pudiera opacarla, se había convertido en la loca, para muchos, en una burla para otros, en una fuente de información rentable para pocos que lograban soportarla. Dos o tres tornillos, tal vez un poco más, fueron los que se perdieron, luego de la tragedia, la noche más oscura de todas, el año más siniestro de muchos.

Ahora no recordaba bien como se había metido en aquel problema, sentía una sensación, tan diferente, pero muy concedida el tocar aquella pared casi de oro, si pudieran hacerla, lo harían, suspiro largamente, sintiendo como las ganas de llorar aumentaban, cerrando parte de su garganta. ¿Salome queriendo llorar? Era poco creíble, pero ella tenía cierta fibra sensible, estaba indefensa, más expuesta de lo normal, pero a lo mejor eso era lo que ella quería, sentirse frágil, mortal, tocable y destruible, buscaba un poco de realidad, en aquel mundo tormentoso y fantasioso, gris, con notos rosados chillones, que ella misma había creado, mientras el paso de los años se hacía presente.

Sus pasos retumbaron en el pasillo, mientras una capa negra, con el fondo rojo, se balanceaba con la fuerza de su movimiento y el poco viento que pasaba, era un pasa algo apresurado, decidido, como si no quisiera detenerse, pues si lo hacía, giraría y se iría de ese lugar, sin pensarlo dos veces. Conocía muy bien ese lugar, no necesitaba guías, así que llego rápido al lugar. Gruño suavemente, mientras la puerta de un golpe se abría, dejando ver a cada uno de los presentes, alzo una de sus cejas, nunca había visto tantos inquisidores reunidos, bueno si, pero ya se le había olvidado la ultima vez, la fecha exacta. ¿La recordaría alguna vez?, por unos momentos, sintió que su hermana estaría allí, Lucia, mirándola desde un rincón, malhumorada, porque había llegado tarde, pero no, solamente estaban perros jóvenes, sobrenaturales lame botas. Suspiro largamente, entrecerró sus ojos, aclaro su garganta, para que no saliera algo que no debiera.

Y La Salome apareció — ¿A que están jugando? — pregunto mediante en su rostro se dibujaba una gran sonrisa, su rostro se ladeo. Dio algunos pasos hacia adelante, para cerrar la puerta detrás de ella — ¿Interrumpo? ¿Ya saben lo que harán? — miro la cara de cada uno, al parecer no lo sabían, sus rostros impacientes los delataban — Joo~ llegue temprano.. En fin… no se preocupen por mi… sigan… sigan… yo seguiré aquí, lo único que pido es que no me contagien las pulgas… — escupió cual serpiente venenosa, busca inyectar algo de su veneno, ello lo haría solo por diversión, por ver sus caras disgustadas. Busco un rinconcito, para no estar cerca de nadie, cruzo sus brazos y espero pacientemente que alguien siguiera la fiesta~
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Mensaje por Uriel Kattagary Dom Dic 29, 2013 11:56 am

"¡Seamos la llama de los infiernos en el mundo de Dios! La ultima sombra que vean aquellos que perezcan en nuestro fuego. El ultimo halito de vida de quienes osen plantar cara al poder de nuestro señor, nosotros.”
Lema de la familia Kattagary.


Lentamente parecía pasar el tiempo mientras ante sus ojos cada miembro de aquella reunión asentía a sus palabras, posicionándose a favor de leer lo que la Iglesia esta vez había preparado para el selecto grupo de unión de criaturas inquisitorias.

Su mirada recayó en cada uno de los rostros. Las palabras “Juguemos...” fueron las primeras en romper el silencio cual procede en la tormenta, proveniente de la primera vampira que se alzó en acuerdo a esas palabras, deseando la lectura de las ordenes y desentrañar todo el misterio que desentrañaba la clandestina reunión. Uriel asintió en su dirección, observando que tras ella, dos más asintieron. Siguió con el recorrido de su mirada y río por lo bajo ante las palabras de quien ahora permanecía a su lado, protegiéndola, como si ella lo necesitara. — Te prometo que en lo poco que sé, esta espera habrá valido la pena. Y conociéndote... te gustará. —Le susurró esbozando una leve sonrisa de compañerismo con quien una vez ya había participado en una gran misión en la caza de una cambia formas esquiva.

Bajo su asombro el otro licántropo presente en la reunión también fue hacia ella, colocándose en el otro costado de ella, protegiéndole la espalda. Aceptó el tenerlo en su otro flanco, ya que si sus sospechas eran acertadas, la unión en el grupo seria esencial, pudiendo la conexión entre unos y otros la diferencia entre perecer en la lucha o vencer con ardor en ella. —Es cierto Leto, el nombre es importante. Y tras esta noche deberemos conocernos más entre todos, ya que deberems de trabajar en unión. —Recalcó de nuevo, dando enfasís a lo que el papá Pontifice le habia dicho y recalcado también en la entrega de la misiva inquisitoria que tenía entre las manos.

Su mirada siguió en los presentes hasta caer en Gideon quien se dió a conocer. —Y con todos nosotros.—Añadió ella a las palabras del vampiro tras que se encomedara a dios.

Finalmente y observando la impaciencia de todos para conocer las ordenes, sonrío enseñando los colmillos a la anciana vampira que habia decidido hablar, retándole de cierta forma con sus palabras. “Cuando mi corazón quedara en cenizas fuera de mi cuerpo, el tuyo ni de lejos terminaría mejor que el mío.” Pensó mostrando su rostro indiferencia ante aquellas palabras. — Si hubiera un traïdor yo podria saberlo, incluso todo y que no lo atestiguara formalmente. Cualquier pensamiento contrario a la inquisición, sería una de las primeras en conocerlo. —Dijo sin más, escuchando las siguientes palabras que le eran dirigidas. — Con tal elocuencia, bien podemos adivinar el motivo por el que te quieran a ti entre nosotros. Pero toda fuerza puede volverse en contra de quien a su lengua traiciona. Vigila mejor tus palabras y permíteme leer las nuevas directrices de nuestra santa sede. — Habló con voz clara sin ceder en ningún momento su mirada sobre la de Tiare, a apartar sus claros orbes de los de ella. Con sumo agrado observó como los licántropos no mostraban demasiado interés alguno ante aquellos intentos de seducción y como finalmente la vampira tomaba asiento delante de ella.

No dejó que aquellas últimas palabras le causaran nada más que una divertida sonrisa, asintiendo a las dos últimas jóvenes que quedaban por hablar, y justo cuando abría la carta que contenía la misiva, un nuevo olor la hizo envarar y fijar su mirada a la entrada de la catedral, desde donde una cambiaformas se acercaba hacia ellos.

Salomé... Bienvenida. —Saludó dejando que su cuerpo se relajara al reconocerla tras un leve desconcierto. Habia oído hablar mucho de ella, por lo que conocía se habia retirado fiel a la Iglesia. — ¿Tambien has sido llamada? —Le preguntó esperando por su respuesta hasta que sintiendo la impaciencia en el ambiente y volviendo a fijar su mirada en Tiare, diciéndose a si misma que nunca terminara con su compañía en alguna misión, tomó la carta y la abrió bajo los ojos de todos.

Veamos que quieren esta vez... —Murmuró haciéndose el silencio en la catedral, en la que tras unos segundos su alta y clara voz empezó a relatar con calma aquellas ordenes que anunciaban grandes cambios en los tiempos. Ordenes, un mandato, que ningún de los presentes podria imaginar. Palabras teñidas de sufrimiento, dolor y sangre, para todo aquel que contra la Iglesia permaneciera.





CARTA ENCÍCLICA
IGNIS REGNUM*
DEL SUMO PONTÍFICE
PABLO IV
A LOS VENERABLES HERMANOS Y HERMANAS Y DEMÁS MIEMBROS PARTICIPES
EN ESTA SANTA ORGANIZACIÓN.

Bajo mi autoridad y como Sumo Pontífice, yo Pablo IV os reúno a vosotras, criaturas de Dios a fin de poner en marcha una nueva serie de medidas que afiancen el poder de nuestra Santa madre Iglesia en un mundo cada vez más alejado de los valores que ésta siempre ha defendido y protegido.
La herejía como bien sabéis constituye uno de los pecados más perseguidos, cuales herejes son condenados a la muerte. En los últimos años el numero de pecadores, toda criatura sobrenatural, de sangre gitana como aquellos que niegan la palabra de Dios, han aumentado en número, infectando a inocentes almas en sus caminos. Es por eso que finalmente, os llamamos mi fiel ejecito, para poner en vereda y sentenciar toda vida desligada a nuestro todo poderoso padre.

¡Abramos hoy la cruzada hermanos y hermanas!

Bajo tierra santa, por el poder que se me ha sido otorgado, yo os reúno y ordeno;

Que instruyáis nuestra justicia en toda estructura sin importar infantes, mujeres, madres o ancianos. Eliminad a toda criatura sobrenatural que pise la faz de esta, nuestra tierra.

Empezad destruyendo el futuro de nuestros enemigos, id a por la descendencia y escalad hasta llegar a quienes usurpan el santo poder, la corrupta realeza condenada a la vergüenza de la herejía. Sembrad el miedo, que se estremezcan al sonido de vuestros pasos. Castigos públicos, muertes públicas, usad cualquier método, para que sepan que nadie puede contra nosotros, y el poder que nos ampara y protege.

Busquemos y recemos por la unidad. Toda alma contribuyente a esta lucha contara con el favor de esta santa sede. Buscad y alumbrad el camino a los perdidos, a los extraviados y condenad a quienes se opongan en este mundo que juntos debemos construir en nombre de nuestro señor.
Y no temáis  nunca a la muerte, pues en sus brazos no existe. Él salvara vuestras almas y la redención será vuestra como nuestra sangre es suya.

Esta decisión ha sido consultada y promulgada por I Sommi Pontefici Romani  y yo Pablo IV doy mi aprobación, ordenando lo que en estos momentos hasta el cese de la misión, sea el único destino de cada uno de los aquí reunidos, como parte del Ignis regnum. La poderosa llama de Dios en la tierra. Seremos el reinado del fuego. El fuego cuál fue en vida todo esplendor de nuestro señor.

Que la apostólica bendición sea en cada uno de vosotros, venerables hermanos y amados hijos cuando los ríos se tiñan de la sangre de nuestros enemigos. Que la suerte sea en vosotros y en nuestro todo poderoso señor Dios.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 29 de Noviembre del 1800.
Pablo IV



Las crueles palabras ocultas bajo un bello relato de estas, hasta sorprendieron a la misma Uriel, la que no dejó que nada delatara su desconcierto. Cada segundo en que de sus labios salían las ordenes, el lugar se llenaba de la calma que procede a la tormenta, en este caso, cruzada.

Tras que leyera toda la misiva, dejó la carta en su mano doblada de nuevo y recorriendo con la mirada a los presentes, sin dejarse a los dos licántropos que la custodiaban, solo de sus labios salió una palabra.

Ignis regnum...

El reinado del fuego.


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Mensaje por Hēra L. Tsakalidis Dom Dic 29, 2013 8:22 pm

El fuego como herramienta purificadora había sido utilizado por las organizaciones religiosas desde que el mundo era mundo. Pero, para ella, las palabras que la neófita había ido regalándoles con su sedoso tono de voz, sangraban tal violencia que la hizo sonreír. De forma oscura y retorcida, pero una sonrisa nunca dejaba de ser sonrisa. A alguien tan viejo, no podían engañarlo con aquella hipocresía enmascarada de justicia. La violencia, como la sonrisa, siempre era violencia. Podías buscarle cualquier justificación a fin de sentirte mejor contigo mismo: pero cargar contra otros sin pararse a preguntarles de qué bando estaban, no tenía mayor justificación que aquel fanatismo retrógrado que caracterizada aquella "Santa Madre Iglesia" por la que todos, aquella noche, estaban allí. ¿Qué como se lo tomaba ella, perteneciente a las religiones de la Antigüedad, en la que se exaltaba la pureza en lugar de la crudeza de la guerra? Pues como lo que era: una de aquellas ironías de la vida por la que, en algún momento, la patética humanidad se acabaría arrepintiendo. Hablando claro, le importaba una mierda. Para ella el fuego era una seductora forma de mostrar a los demás quién tenía el poder en aquel enfrentamiento. Ella luchaba por la Iglesia por el simple placer de luchar, no porque confiara en un Dios del que no supo nada hasta la llegada del cristianismo.

Y además, si de algo podían pecar los vampiros más antiguos, era por mantener costumbres arcaicas que de nada le servían realmente. Ella, fuerte, poderosa, con más edad que el mismísimo Santo Padre, tenía una íntima necesidad de afiliarse a alguna creencia, fuera la que fuera. Que sus argumentos fuesen absurdos poco importaba en realidad. No profesaba especial respeto por las creencias de los demás, ciertamente, sin interesarle lo más mínimo de dónde procedieran o a qué dioses o seres sobrenaturales se refirieran. Para ella, el mundo entero era un inmenso abanico de posibilidades, repleto de almas que corromper y sobre las que sembrar el caos para así, mientras todo se va deshaciendo a su alrededor, disfrutar del obscuro sentimiento de superioridad que le producía causar dolor en los demás. Sólo así se podía trascender de la carne yerta que la recubría, para convertirse en algo, siendo uno de los demonios que traigan el apocalipsis... La temerían. Quería ganarse el mejor sitio en primera fila, para el momento en que el infierno se construyese en la tierra.

Tras aquellas palabras que sangraban violencia, no era de extrañar que el inicial enfado por la actitud ególatra y soberbia de aquella otra vampiresa, más joven que ella pero más antigua que el resto, pasara desapercibido entre todo el vendaval de emociones posterior. Ella, que siempre se había considerado uno de los entes más egocéntricos sobre la faz de la tierra, siempre tenía encontronazos con seres como aquel, que pretenden que su simple presencia intimide al resto, aunque solo se basen en palabras para conseguirlo. Era bien sabido que los actos son lo único que te diferencia del resto, y aquellas palabras dirigidas a la neófita con tal odio, sólo desenmascaró la perversa y demenciada mente de la segunda vampiresa más antigua de la sala. Pero a palabras necias, era mejor hacer oídos sordos, como la enviada del Vaticano bien hizo. ¿A quién le cabría duda tras aquella desorbitada reacción, de que algo no cuadraba con los más antiguos? Unos, como ella misma, se conservaban en perfectas condiciones pese al tiempo. Otros, se convertían en fanáticos, en locos. Y, abandonando la discreción que caracterizaba normalmente a los de su raza, la antigua había dejado bien claro dónde se encontraba. No iba a ser tan estúpida para seguirle el juego, a sabiendas de que sólo iba a haber una ganadora -y no le cabía la menor duda de quién-. No merecía la pena. Por muy antigua que fuese, ella lo era más. Y mucho más astuta, por tanto.

Mas lo importante, ahora, eran las instrucciones. Saboreó mentalmente, de nuevo, las palabras dirigidas a todos ellos por parte del Papa. Quería examinar las reacciones de todos aquellos "fieles", una vez calado el mensaje en sus mentes inferiores. ¿Cómo se tomarían el tener que asesinar a sus iguales por orden de un Dios al que jamás verían? ¿Caerían en la cuenta de que, tras la caza, no había nada que garantizase su seguridad una vez exterminados todos los seres sobrenaturales de la región? ¿O acaso su fe, ciega a todas luces, ignoraría el hecho de que, en otra época, ellos mismos eran considerados aberraciones contra natura? Le interesaba saberlo por una simple razón: el encontrar posibles traidores entre sus filas. Nunca confíes en quien traiciona a los suyos... Claro que, en aquel caso, "los suyos" se refería a aquel grupo "exclusivo" de inquisidores, y no a los que, en otra época, consideraron iguales por ser de la misma raza. ¿A quién le temblaría la mano tras ponerse frente a un igual? ¿Quién acabaría negándose a cometer tal masacre por la presión ejercida por una consciencia aún despierta en la mayoría? Ella ya no era presa del yugo de ninguna de esas emociones. Su conciencia había muerto hacía tantos miles de años que apenas podía recordar si alguna vez existió. ¡Oh! ¡Cuántas preguntas podría lanzar al aire para sembrar la discordia entre aquellos que ahora eran sus hermanos por "santo decreto" del Pontífice!

Pero no, aquella noche se había prometido a sí misma, que sería todo lo buena que su característica falta de escrúpulos le permitiese. Bien sabía que destacar, y para mal, frente a otros, no siempre era lo más seguro, y aunque no desconfiaba de sí misma y de su fortaleza para hacer frente a cualquiera que se atreviera a dirigirse a ella con malas intenciones, tenía que reconocer que en contadas ocasiones, llamar la atención sobre tu persona no era lo mejor. Examinó el rostro de todos los presentes, inclusive de la recién llegada cambiaformas, para sonreír con un claro deje de maldad. Igual que hubo sido la primera en dejar claras sus intenciones para con aquella reunión, sería la primera en alzar la voz ante las normas recibidas. No porque fuera alguien propenso a ser obediente, nada más lejos de la realidad, sino porque su mente estaba en aquellos momentos tan centrada en el sabor que tendría la sangre de aquellos inocentes a los que se les había encomendado matar, que todo cuanto quería era terminar la función. Sería la primera vez en mucho tiempo en que sus crímenes no serían infundados, y todo por la simple y estúpida razón de que una Iglesia, autoproclamada "Santa", así lo había decidido. ¿No es maravilloso ver cómo la hipocresía humana alcanzaba nuevamente su máximo esplendor? Rió mentalmente, parcialmente maravillada con el grado de patetismo que aquella raza inferior había alcanzado. Una nueva caza de "brujas" había comenzado: los motivos para ser quemado, ahora, simplemente se basaban en ser diferente. ¡Oh! ¡Maldita Impaciencia!

- Ignis regnum... Y que el fuego lo queme todo a su paso. -Se alzó nuevamente de su lugar entre las gradas, dibujando una sonrisa entre pícara y sádica. Su postura era clara, aunque esperó que también hubiese quedado patente la realidad de por qué lo hacía. La diversión. Simple, llana y pura diversión. No había nada que motivase más a aquel ser que, en todos sus años de historia, podría haber destruido a la humanidad de un pisotón en más de una ocasión. Ahora, tendría que compartir su "trono" con aquellas otras criaturas que habían sido citadas allí con el mismo propósito. Y, de momento, no le importaba compartir.
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Mensaje por Astor Gray Mar Ene 07, 2014 9:52 pm

Que todos se apuraran, que se callaran ya de tantas tonterías y que las ordenes fueran leídas pronto. No había bastado con que fuera de los primeros en llegar sino que ahora debía esperar a que todo aquel peculiar grupo se callara y se pusieran de acuerdo para entonces proceder como un grupo en aquello que se les encomendaría.
La mirada de Astor recorrió a todos y solo no rió porque estaba más ansioso y desesperado que nunca; pero de no haber sido de esa manera se hubiese reído. Pensar en la mera idea de todos ellos divididos, pensando en la manera más adecuada de llevar a cabo todo aquello de una manera correcta y ordenada… ¿era una broma acaso? No se necesitaba ser un genio para ver que poco se toleraban entre ellos, algunos más que otros pero al final eran algo que terminaría estallando y llevando a la misión a su propio fracaso; al menos eso era lo que el licántropo creía.

Antes de que las indicaciones fueran leídas una nueva mujer apareció en aquel lugar y sus palabras al igual que las de los demás no le parecieron más que una sarta de estupideces por lo que no les dio la importancia debida y rolo cruzo los brazos. Uriel le había llamado Salome, y creía haberle escuchado por algún otro sitio pero la verdad es que en esos momentos no le interesaba saber nada de nadie.

Después de aquella intromisión de la nueva mujer, la carta con las indicaciones fue abierta finalmente y la voz de Uriel comenzó a dar lectura para todos en aquel lugar.
En un principio no le pareció que fuese algo realmente internaste, pero conforme las palabras avanzaban y dejaban de lado el sentimentalismo religioso que caracterizaba a la inquisición, la misión real salía a flote entre las palabras y una sonrisa de satisfacción apareció en los labios de Astor.
¿Podía existir algo mejor que desquitar su ira en todos aquellos que estaban en contra de los inquisidores? Lo dudaba bastante, además de que tenía unas cuantas presas que se habían escapado y a las cuales quería darles presa desde tiempo atrás.

Aquel grupo estaba recibiendo carta blanca para hacer tales atrocidades que todo sobrenatural o humano temería ante la presencia de alguno de ellos. Sin embargo, en los momentos en los que más satisfecho se sentía con la nueva misión, llegaron hasta él algunas preocupaciones. Ya sabía que después de aquella exhaustiva limpieza de sobrenaturales seguirían ellos, pero ya quería ver a la inquisición en contra de sus propios soldados condenados; más la parte que le preocupaba no era pensar en si mismo y en lo que debería hacer después para salir bien librado del exterminio aquel. Su preocupación estaba lejos, en otras personas que de alguna no quería ver exhibidas en plazas y mucho menos muertas.

Un gruñido bajo se mantuvo en su garganta ahora no tenía más que seguir aquellas indicaciones y esperar que a quienes no quería ver muertos, fueran capaces de escapar de todos ellos.
Esto no son más que tonterías pero vamos… si me dejan divertirme que demonios – y su mirada se enfoco en Uriel después de haber pasado sobre todo aquel grupo.
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El inicio del fin [Privado-La cruzada] - Página 2 Empty Re: El inicio del fin [Privado-La cruzada]

Mensaje por Antonio de Carvajal Jue Ene 16, 2014 10:07 am

Por medio de tu Hijo, Jesús, permíteme poseer la puerta del enemigo. Libero arietes contra las puertas del infierno, y ellas no prevalecerán contra mí. Ábreme las puertas de justicia para que pueda entrar, y que las puertas de mi vida y mi ciudad se abran ante el Rey de gloria.
Todos habíamos hemos estado impacientes, aguardando las instrucciones de nuestro máximo representante de la iglesia. Cada uno de los presentes aguardaba – removiéndose en su lugar – ansiosos por saber el verdadero motivo; el por qué, de nuestra presencia en Notre Dame. A algunos se les veía de mal humor, a otros tantos distantes… por mi parte me dedicaba a observarles con absoluta minuciosidad, tratando de adivinar sus nombres, jugando un juego mental entretenido mientras todo se revelaba ante nosotros: Vampiros, hombres lobo, humanos, incluida una cambia formas. Si otras fuesen las circunstancias, aquel recinto se habría convertido en una pequeña gran masacre. Por el momento todos nos encontrábamos a salvo el uno del otro, unidos en una especie de tregua “santa” pero una vez hubiésemos puesto un pie fuera, las cosas iban a cambiar. Nadie era tan santo, nadie era tan fiel.

Finalmente y como precio otorgado a la paciencia, una mujer - la que observé apenas llegué - sacó un pergamino lo desenrolló, comenzando a leerlo. Fue el momento para levantarme de la silla y escucharle con absoluta atención, sin despegarle la vista ni un solo momento. ¡Por Dios que lo que escuchaba era música para mis oídos! ¡Por fin la santa iglesia nos había otorgado el poder para eliminar de la faz de la tierra, a toda criatura sobrenatural que fuese en contra de las leyes divinas! Carta abierta, no importando los medios para tales menesteres: Niños, mujeres, ancianos. Nada ni nadie habría de escapar a la justicia del rey de los cielos y por quien todo fue creado.

Mi mente viajó por breves instantes a mis mazmorras, en donde bajo el cobijo de las sombras y recubiertas pro decenas de toneladas de roca, se aplicaba el justo castigo a todo aquel hereje, a todo aquel mentiroso, a toda oveja con piel de lobo. ¡Jesús Cristo, Dios y hombre verdadero,  había escuchado mis plegarias! Me persigné y susurré un escueto Amén al escuchar la última parte de las petición de su santísima excelencia. Las huestes celestiales moverían sus hilos a través de nosotros. Nosotros su espada, ellas nuestro escudo.

Lo que vendría a continuación sería trazar ciertos planes e ideas que cruzaban como un torbellino por mi cabeza. La idea de actuar por mi propia cuenta dejaba de ser una opción viable, porque, por más que doliese reconocerlo, yo no podía confiar ciegamente en ninguno de los presentes, así como ellos no podían confiar en mí. ¿Quién sería tan loco arriesgado como yo para entenderme y entenderlo? La pregunta correcta sería: ¿Acaso existía alguien?  Parpadeé un par de veces para salir de mi ensimismamiento. Me escocían las ganas de poner pies en polvorosa y hacer lo que mejor sabía hacer, que era torturar y obligar a los fieles que se habían perdido en el camino del señor, a regresar a las buenas costumbres y al cobijo de la santa iglesia.

Recogí mis valiosas pertenencias que había traído conmigo, esperando, más bien aguardando alguna otra orden, alguna otra discusión e intercambio de ideas entre los presentes. El ser social no iba de la mano conmigo, pero por aquellos breves instantes me apetecía intercambiar algunas palabras con todo aquel y aquella que quisiese hacerlo. Era simplemente el modus vivendi de los inquisidores: Filtrar información, mas no toda, empapándonos el uno del otro con ideas frescas. Después de todo era por el bien común.  Pero me repetía una y mil veces: ¿Quién estaría tan loco como yo, para poder entenderme, sin ser juzgado de manera categórica? ¿Habría acaso  alguien dentro de los presentes que pensara de la misma forma en que lo hacía yo?

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Mensaje por Erika Knight Miér Ene 22, 2014 4:49 am

Desde mi lugar vi como los inmortales se expresaban, intercambiaban palabras y se enfrentaban unos a otros. Ya cuando habían entrado allí, uno por uno, cada uno por su lado, había quedado bastante claro que no nos apetecía a ninguno relacionarnos con el resto.

Y las palabras no hicieron más que confirmarlo. Sobre todo en el caso de la vampira que se había enfrentado a la mensajera. Era fácil adivinar que la unión sería un reto casi tan grande como cumplir cualquiera que fuera la orden de la Santa Iglesia.  Claro que algunos se mostraban dispuestos a cooperar, pero dudaba que llegáramos a ser un equipo algún día.

Cuando finalmente la que se llamaba Uriel leyó la misiva, cualquier pensamiento ajeno a nuestra misión abandonó mi mente. En su lugar, las palabras empezaron a pintar un cuadro bastante más agradable de sangre y exterminio. Carta blanca que en roja se convertiría con la sangre de los malditos.

Una pequeña sonrisa curvó mis labios.  Tal vez fuera una devota cristiana pero, en algunos casos, la iglesia sabía recompensar la fidelidad de los que la seguíamos. Seguro que muchos de nosotros estábamos allí ver correr sangre sin ser perseguidos, ya que eso sería una molestia, pero en cualquier caso, la iglesia nos estaba premiando con aquella concesión.

Escuché las palabras con deleite y examine a los presentes. A pesar de que no conocía a todos mis compañeros, podía ver que el papa había hecho una buena elección de su grupo de asesinos. No es que fuéramos a ser un grupo al que manejar como habitualmente acostumbraban, ya que seguro la mayoría de los presentes tendían a ser tan insubordinados como yo misma, pero  en aquel momento seguro que más de uno estaba dispuesto a seguir órdenes.

Las palabras de Uriel se apagaron y algunos de los inmortales volvieron a hablar, se removieron y mostraron su acuerdo. Por mi parte solo me incorporé, sin decir nada, solo esperando ver si era todo lo que tenía que decir. Si sabía cuándo alguien estaba dispuesto a traicionar a la iglesia, posiblemente también sabría cuando uno estaba deseando empezar a cumplir órdenes como aquellas.

Y, por Dios, yo estaba más que dispuesta a agachar la cabeza con tal de que me dejaran salir de nuevo a las calles. El haber tenido que estar más en los salones que en los callejones, más escuchando que actuando me había  hartado lo suficiente, mis ansias de sangre eran tan grandes como las de cualquiera de los presentes.
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Mensaje por Tiare Jue Ene 23, 2014 2:20 pm

Tiare se reincorporó en su asiento al escuchar la primera palabra que pronunciara Uriel, sus ojos los mantenía fijos en la emisaria siendo consciente de que aquella vampiro más vieja había posado su mente en Tiare, por supuesto, a diferencia de Uriel, ella conocía sus poderes perfectamente, su alcance y sus limitaciones, así como la fuerza y velocidad que poseía; pero era consciente que los más antiguos la superaban aunque eso no significaba realmente que Tiare no las enfrentara y tuviera posibilidades de salir triunfante. Pero ella prefería no batirse en duelo, era una niña caprichosa que le gustaba jugar con sus juguetes, pero también, una astuta y cruel asesina cuando tenía que serlo o simplemente no tenía juguetes para jugar, como fuera, a pesar de mantener un perfil bajo en la Iglesia conocían muy bien su naturaleza.

¡No es más que el mismo discurso!— reprochó Tiare enfocando sus ojos en los de Uriel. –Conoce tus limites niña bonita, no caigas en el error de todos los neófitos, todos nuestro poderes tienen debilidades y pueden bloquearse... No lo puedes saber todo con telepatía— le transmitió su discurso por medio de la mente, después de todo no consideraba necesario que los demás lo escucharan, no sí Uriel estaba destinada a ser la líder de la organización. Tiare había decidido actuar para la Iglesia después de tantos años de no hacerlo, y lo primero que tenía que hacer era asegurarse que Uriel no subiera mal los primeros escalones.

La hija de los milenios llevó sus manos a sus largos cabellos rubios y paso los dedos entre éstos, luego se levantó con una sonrisa en su rostro. —¡Ignis regnum!— exclamó Tiare poniendo en claro que se había declarado aliada de la orden que le Inquisición emitiría, aunque no especificara una cacería en grupo o solitaria, de hecho no decía nada de eso, por lo que no era necesario pensar en buscar una compenetración entre ellos mismos. Al menos era lo que pensaba ella.

Yo fui la primera condenada cuando se fundó la Inquisición, en aquella época era tan sencillo exterminar razas, pero ahora el mundo ha cambiado, camino por París y veo a cientos de sobrenaturales caminar entre mortales, llevando una vida común, siendo parte del mundo humano, como sí olvidasen su verdadera naturaleza, copulando con seres de otras razas... He sido testigo de muchas aberraciones... pero la Iglesia no emitió esa orden para ser ejecutada como muchos podrían interpretarla por vez primera— dijo y caminó hacía Uriel mirando de un lado a otro, a todos y cada uno de los miembros presentes. —Hay vampiros, licántropos y cambiaformas usurpando cargos de la realeza, que poseen tierras y títulos que no les corresponderían... ¿Cómo se matarán a esas figuras de poder sin levantar una revolución? Se nos ha reunido aquí a cada uno de nosotros porque poseemos habilidades que unidas nos hará triunfar. La carta no menciona en ningún momento que tenemos que formar una alianza entre nosotros los presentes pero debemos de planearlo antes de que los sobrenaturales se den cuenta de lo que sucede— la sonrisa de Tiare seguía en su rostro mientras poseía la atención de todos y cada uno de ellos pero entonces se preguntó... ¿Por qué no está Killer Bee?

Todos deberían de saber que hace poco se dispersó una Alianza que buscaba derrocar a la Iglesia,  hubo traidores por parte nuestra en la última cruzada de esos osados la inquisidora condenada Selene condujo a muchos de los nuestros a una trampa de la que ella formaba parte, en esa cruzada perdieron la vida tanto inquisidores como esas malditas criaturas... Entre una de las bajas se encontraba Hayden Vaggö al que sé buscan, hoy les digo que conozco su paradero— su rostro agudizó más la sonrisa. —Aquella noche hubo un insensato que osó atacarme lo que lo ha condenado y que puede ser nuestro vínculo para descubrir la existencia de otra Alianza, y de ser así destruirla... Hero Jaejoong es su nombre— la expresión de Tiare se ensombreció, por un largo tiempo ella había dejado que aquel insulto que le había hecho ese estúpido vampiro oriental fuera cobrado, y ahora, su venganza sobre él sería abrumador.


Off. Al ser user de Leto y Tiare intercambié los turnos, por lo que Leto responderá después.
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Mensaje por Lauren Von Krautzs Dom Feb 23, 2014 12:54 pm


Un permiso absoluto. Eso era lo que acababan de darles a todos y cada uno de los que se hallaban ahí, mientras que sus atentos oídos escuchaban con sumo detalle cada palabra mencionada por  altiva vampiresa al frente.

El semblante de Uriel era serio, pero tras esa mascara de calma era muy fácil darse cuenta de la sorpresa, una que sin dudas se reflejaba en casi todos los rostros presentes. Hace mucho que no se levantaba una orden tan grande para comenzar nuevamente una limpieza masiva de las calles de París.
Lauren por su parte lograba sentir en su interior ese gozo por comenzar.

En medio de todo esto, una nueva integrante llegó a unirse, Salomé, quien se presentó de manera altanera, como quien llega a su casa, incluso dándose el lujo de lanzar un sutil insulto. Mas tarde se levantó otra desde el lado de ellos. Denotaba su experiencia en el tema en cada frase que escupía, llegando incluso a dejar al descubierto algunos de los nombres que ellos mismo necesitarían para atrapar a los traidores.
Pero no podía negar que tenía razón en gran parte de sus aclaraciones. Los sobrenaturales se habían olvidado de su lugar en la sociedad y comenzaban a tomarse un mundo que no les correspondía, eso era una ofensa. Pero ya era tiempo de que ellos, "aliados" o no, se dignaran a poner las cosas en su lugar de una vez por todas.

Existían mas alianzas, existían mas seres... y por supuesto lo que jamás faltaba, mas traidores. Ellos debían tener presente aquello. ¿Quien les aseguraba que entre ellos mismo, ya sea Lycans, Vampiros o humanos, no había un traidor?.
Lauren era sumamente desconfiada, mas aún con ellos, los mismos que debía considerar aliados. Nadie podía asegurar una traición por parte de ellos, ni siquiera ella misma confiaba en que llegado el momento se arriesgaría a "salvar" o ayudar a alguno de ellos.

El tema era delicado, pero sumamente llamativo. Había llegado el momento para terminar con todo de una vez por todas; Ignis Regnum. El nuevo reinado del fuego, purificación. Eso era lo primero en llegar a su mente, ese sencillo pero poderoso pensamiento. Sus puños se cerraban con fuerza, esperar era algo que no iba con ella y por lo visto aún faltaban mas ordenes, aunque el punto culmine del encuentro ya había sido aclarado.
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Mensaje por Gideon Stark Dom Feb 23, 2014 2:18 pm

Con los brazos cruzados y interiorizaba para sí mismo una a una cada palabra escrita en aquella carta, la voz femenina que reproducía las palabras para que fueran escuchada por todos, no hacía más que retumbar en los recovecos de su alma y aunque el tema tan complicado fuera llamativo para la mayoría para él era una nueva tragedia que debía sopesar en su espalda, si tenía que reconocer, que un miedo le estaba carcomiendo su interior... recordaba de una forma fugaz lo que sucedió no hace mucho en el teatro y luego su desenlace en cementerio... todas las muertes, todo su trauma nacido de aquel atroz encuentro con los espejos que tanto odiaba, la sonrisa y voz malévola de ese hombre conocido como Riddler.. .Esa broma asesina, no, el se negaba a seguir con ello, con un atraco, un movimiento similar o peor que terminaría mal de cualquier forma -No más sangre- se repetía en su mente -No Dios mío, ¿Por qué te empeñas en hacerme esto?- rezaba y aunque los demás presentes no lo notaran, Gideon estaba hablando con su silencio, con su postura melancólica y reservada reposando en un rincón de la enorme sala rodeada de imágenes tan deprimentes como él.
Su angustia se reflejaba en el rostro, la preocupación destilaba por cada poro de su pálida piel y su mirada no hacía más que centrarse en la joven que tomaba la palabra, que se dirigía con tal seguridad, con la sonrisa que nadie poseería si se vive una catástrofe como la que relataba -¿Por qué simplemente no lo supero?- le asalto el pensamiento –Basta Gideon, no están hablando de ti- se reprendió y continuo atento.
Si los demás sabían de aquella alianza, el vampiro inquisidor lo ignoraba, siempre solo, siempre aislado, refugiado en su casa tratando de flagelarse a el mismo por la maldita condición que estipulaba su estirpe, quitar vidas al hombre no era lo suyo, prefería no saber de los mortales y el mundo que le rodeaba, huía de la inquisición que en ningún momento se percató que los traiciono con la fallida corte de los Búhos.
En su interior no hacía más que preguntarse ¿quién era Hero Jaejoong? , y no se dejaba de plantear la posibilidad de que tal alianza existiera, pensó con lógica y concluyo que si la inquisición había llamado a los más aptos era porque posiblemente la dichosa agrupación está conformada por los más peligrosos de la estirpe –Los más peligrosos de la…- negó con la cabeza ante tal atrocidad –No eso no puede ser… - su respiración comenzó a acelerase, un presentimiento como los que solían aquejarle con una punzada en el pecho logro inquietarle –The Phantom y Riddler… ¿Estarán dentro?- el simple hecho de pensar que podría volverse a topar cara a cara con ellos, lo saco de balance, el equilibrio comenzó a fallarle, viéndose obligado a recargarse en el pilar más cercano, tocaba su pecho y se aferraba a su extraño crucifijo, si tenía alma esta se le fue del cuerpo, robándose el poco aliento que podía conservar.
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Mensaje por Scarlett Duchannes Dom Mar 09, 2014 9:04 pm

La muerte de todo sobrenatural, no existía nada que deseara más que la destrucción de todo aquellos seres de las sombras. Incluidos los inquisidores en aquel lugar y no le interesaba que entre los vampiros presentes existiera uno que pudiera leer la mente de la inquisidora, después de todo no era un secreto su repulsión por aquellos seres.
Solo una sonrisa complacida se dibujo en su rostro cuando supo que aquello sería una misión de suma importancia, el destino de varios sobrenaturales descansaba sobre los hombros de cada uno de aquellos que se encontraban en ese momento en aquel lugar y aunque no estaba segura de poder confiar en todos ellos, lo haría, solos sería imposible que lograran algo por lo que estaba de acuerdo cuando aquella vampiro que se decía ser de las primeras en servir a la iglesia explico parte de su plan.

Escucho de manera atenta cuando se hablo de la alianza y la sonrisa que mostraba se ensancho complacida. Su mano fue de manera inconsciente hasta su cuello, donde en el fondo de sus ropas descansaba un collar que estaba fuera de la vista de todos pero que estaba adornado con los colmillos de uno de aquellos que sirvieron a la alianza. El solo hecho de recordar como aquel vampiro había encontrado el final entre sus manos, le deleitaba. Había hecho cosas que deseo con otros pero él fue el único a quien pudo sacarle los colmillos como muestra de su victoria.
Se intereso mientras la llamada Tiare seguía con su animado discurso y al escuchar que sabía sobre donde encontrar a quien les llevaría a donde se encontraba la nueva alianza de inmortales presto más atención solo para que al escuchar el nombre de aquel inmortal, la ira inundara su cuerpo entero.

La mente de Scarlett se lleno de confusión y su cuerpo tembló de ira contenida. Hero Jaejoong estaba vivo, aquel vampiro debilucho al que pensó… no, al que vio morir frente a sus ojos seguía con vida. ¿Qué era lo que había sucedido? Todo le pareció tan real y ahora resultaba que no fue más que un engaño al que se vio sometida, algo que jamás había sucedido.
¿Dónde? – preguntó con voz firme – Dime donde se encuentra ese vampiro que sabe lo que necesitamos y me encargare de sacarle la verdad de la manera en la que sea necesaria – sobrevivió a ella una vez así que más valía que no le encontrar de nuevo o ese sería en definitiva el fin de aquel inmortal.
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Mensaje por Salomé Ameris Mar Mar 25, 2014 3:40 pm

En ella se dibujaba una leve mueca, mientras la mujer, que parecía tener el control del grupo, por inercia, comenzó a leer lo que tenía que leer, ella no sabía mucho, solamente lo necesario, por eso debía quedarse en silencio, con los brazos cruzados, mientras seguían con aquella función de circo, la cual a la iglesia le encantaba. ¿Por qué estaba Salome rodeada de Inquisidores? De su puro interés, los veteranos, que conocían su expediente, debían saber lo peligrosa que era para la iglesia, pero también lo importante que podría ser, si estuviera como aliada, solamente necesitaron ser  inteligentes y saber cómo convencerla.

Lo único que no debían hacer era darle mucha libertad, menos dejarla cerca del papa, seria para que le arrancara la cabeza, por solamente ser el alto pontífice. Tenía sus ventajas estar en ese lugar, mientras nadie se metiera con ella y la cambiante pudiera meterse con todos. Cuando se termino de leer, una sonrisa de oreja a oreja se visualizo en su retorcido rostro — Es extraño, pero creo que me emociona recordar los viejos tiempos, en estos tipos de misiones — comento mientras escuchaba a los demás. A sus oídos llego la voz de una rubia inquisidora, que se jactaba de ser la primera inquisidora.

Suavemente bufo, mientras rodeaba sus ojos, para luego echarse una larga carcajada, que le saco algunas lagrimitas de sus ojos, que limpio delicadamente con las yemas de sus dedos — ¿Primer inquisidor? — Pregunto notablemente burlona, mientras la veía con una de sus cejas alzadas — No recuerdo que hubiéramos sido trillizas — entrecerró sus ojos. Extrañamente los papas tenían la mala costumbre de criar sobrenaturales como sus hijos, para luego hacerlos los mejores perros inquisidores de la historia o ceder fácilmente un titulo a cualquier que lo cautivara. Era su forma de sentirse poderosos, manteniendo a todos en la raya y a sus servicios.

A lo mejor era la primera inquisidora entre los registros, puede que a Salome y Lucia la hayan sacado de todo lugar en que se nombraba, cuando traicionaron a su padre y su iglesia o eso sospechaba, sabiendo que era más fácil eliminar alguien del papel, para que nadie preguntara después. No quiso discutir mas, simplemente desvió la mirada, mientras con un movimiento de manos, restaba importancia al veneno que la serpiente podría estar escupiendo y siguió atenta al juego, el cual necesitaba saber bien sus cartas, para poder ganar o al menos, tener una buena recompensa después de todo eso.
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Mensaje por Uriel Kattagary Miér Mar 26, 2014 3:58 am

" Una batalla no se puede ganas sin tres elementos: sabiduría, fuerza y coraje.."
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Manteniendo la vista sobre todos, observó extasiada como parecía arder el fuego en ellos. El resplandor de las llamas vivía y ellos llevarían al cabo aquel fin. Por que si de algo se encontraba segura, era precisamente de que el mundo se llenaría de caos, conllevando el inicio del fin de una era. Quedaba en el aire que sucedería después con toda la facción de condenados. ¿Tras aquella lucha, que les depararía el futuro? La Iglesia les daría muerte? Su mirada volvió a los presentes. No se encontraban en inferioridad, y por más soldados, tecnólogos y demás miembros de la inquisición, sin ellos, eran simplemente mortales. En otras palabras, alimento. ¿Serian dignos enemigos? La encrucijada estaba por empezar y nadie, conocería las reglas del juego hasta finalizar la partida.

De nuevo Tiare rompió el aire con su voz, con sus reproches. Uriel la miró con molestia, habían cosas más importantes en aquel momento para conversar. "No lo sabré todo con telepatía, cierto. Pero y tú? Como sabrás de traidores? No creo que por tu cara bonita se te confiesen. Más vale estar abiertos y preparados, ambas sabemos que en cualquier momento, todo puede torcerse en contra nuestra." Le contestó a Tiare, cerrando tras sus palabras el acceso a su mente. Ya había escuchado suficiente. Relajando su cuerpo al lado de los dos licántropos, consciente por segunda vez de la grave voz de Tiare y de sus vivencias, de la edad que con creces superaría la propia, asintió a cada una de sus palabras.

Lo que quiere crear la iglesia es el caos entre ambos mundos. Mortal y sobrenatural ya no importa cual de ellos sea, todos caerán. La revolución solo será el desarrollo de esta cruzada, lo importante es avanzarnos a nuestras presas antes de que puedan aliarse y combatir. Desenmascarar el horror, lo que provocara que todos los mortales vuelvan a creer en la misericordia de Dios. ¿Una forma de terminar con la segracion? ¿Recuperar a los perdidos? La inquisición busca más poder. Hacerse más fuerte, para eso nos necesitan. — Sonrío a Tiare, terminando por fijar la vista en Aletheia, una de las vampiresas más antiguas de la reunión. — Con quienes si no, podrán crear nuevos condenados? Los tecnólogos aún están lejos de poder  copiar nuestros dones. Una semana recaptando miembros y la balanza se decantaría enormemente. Si debemos crear una revolución, yo no me esconderé. — Afirmó decidida en lo que el nombre de Hero Jaejoong resonaba entre aquellas santas paredes. Recordando aquel vampiro, permaneció serena, observando con atención a la inquisidora mortal que parecía buscar venganza.

La alianza fue desertada, destruida. Se encontraron los restos de la sede donde se mantenian escondidos, tras varios hechizos que impedían el rastreo, y ya no había ni un alma habitando esas cuatro paredes. Yo misma fui y fui testigo de mis palabras. — Informó con semblante serio.— Hero Jaejoong sobrevivió Scarlet, según informaciones extraídas sigue vivo y coleando. Claro que, creo que con la ausencia dolorosa de lo que le arrebataste. —Su mirada divertida se posó unos segundos en aquel extraño collar que lucía en su cuello, volviendo tras unos segundos a una fría calma y implacable seguridad. — Le estamos buscando y le encontraremos. Aún así no creo de una nueva alianza. Con la partida de Emmerick, con el fin de la Alianza susodicha, reunirse en apenas tan poco tiempo, parece acción de más de uno y no de un vampiro parisiense. Solo alguien curtido en años de batallas ancestrales es capaz de reunir de nuevo un contraataque. Y por el momento no ha llegado a nuestros oídos, de semejante actividad. — Habló como espía que era. Si algo no escapaba de ella eran los dotes de encuentro y rastreo. Cualquier conversación extraña, posible amenaza era captada por sus poderes. — Lo que no negaré, que viendo la Alianza, y las muertes de los nuestros en aquella cruzada, debemos ser precavidos y estar mas unidos que nunca contra ellos. La carta, la orden, no expresa un sentido de unión entre nosotros. Cierto. No obstante el fuego por si solo, podrá quemar la maleza, pero solo la unión de mas llamas, de mas hogueras, hará que las malas hierbas ardan bajo el dominio total del fuego.

Su mirada dejó a los presentes y volteándose, dando la espalda a los presentes, encontrándose segura de que podía fiarse de Astor para proteger su espalda, así como con Leto, se acercó a la cruz con Jesucristo inmortalizado y de sus pies, recogió una de las velas que lo alumbraban de entre todas las que se encontraban. Volvió de nuevo a los presentes, esta vez con la vela entre sus manos.

Solo unidos venceremos. Grupos, alianzas…debemos aclarar los puntos importantes para que la llama no se apague, como así nuestras vidas. Podemos usar este punto como encuentro. Toda la catedral esta vigilada, nadie ajeno a nosotros se quedará en ella. ¿Qué me decís? — Les miró y alzó la vela, que alumbró tenuemente el espacio entre el grupo allí reunido. Y esperó, sabiendo que la reunión daba a su fin. Y la llama no se apagaría, no sin volcar por completo el fuego sobre sus enemigos. Las llamas caerían del cielo, como lluvia en los pastos. Revolución, fin, inicio… que mas daba. El mundo iba a cambiar, siempre lo hacía. Ahora solo faltaba saber si en aquel preciso instante las campanas resonarían con una balada de muerte, o por lo contrario con los gritos de libertad de los sobrenaturales sobre ellos. —Si en algo debemos de estar unidos, precisamente es ahora.


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Mensaje por Hēra L. Tsakalidis Sáb Mar 29, 2014 7:10 am

Sangre. Sudor. Y lágrimas. Sobre todo la primera y la tercera de las cosas. Eso significaba al fin y al cabo la misiva enviada por el Papa. Tanta palabrería para al final venir a decir lo mismo que antes que él dijeron otros: que el mundo estaba poblado de criaturas inmundas que era mejor destruir antes de que se hicieran con el poder. Lo irónico del asunto era que su mejor ejército, y el más poderoso, estaba compuesto precisamente de esas criaturas a las que tanto parecía aborrecer. Para muchos esto sólo podría parecer una muestra más de la hipocresía de la Iglesia, tal y como estaba en aquellos momentos. Pero ella sabía que era mucho más que eso. Era una muestra de la fragilidad de la confianza humana en aquellos a los que han de llamar compañeros. Y ahora, rodeada de tanta gente que se miraban los unos a los otros con claras reticencias, se daba cuenta de que la guerra no sólo crearía dos grandes bandos en el mundo. También lo haría en aquella organización. Porque aquellos humanos a los que ahora no podría tocar, y debería proteger, acabarían recibiendo órdenes de acabar con los sobrenaturales que estaban en sus filas. Tarde o temprano. Y ahí sí que se iniciaría el fin de todo. Estaba claro quiénes iban a ganar, incluso en minoría frente a unos humanos estúpidos e impacientes, guiados por sus impulsos o por una fe ciega e incomprensible.

Se relamió de forma involuntaria, ante la excitación que le provocaba aquella perspectiva. Las luchas internas siempre solían ser las más interesantes. ¿Quiénes tratarían de entrar en la mente de los otros para ver si ocultaban algo? ¿Quiénes intentarían asesinar a las primeras de cambio a su "compañero" antes de que él hiciera lo mismo? La paranoia colectiva infestaría las mentes de todos, empezando por los débiles, y terminando por los que se creían fuertes. Ella observaría mientras tanto, desde las sombras, esperando el momento propicio para atacar. No desperdiciaría su golpe, como harían otros. No: ella estaba hecha para matar. El sufrimiento ajeno le provocaba un siniestro placer que pocos comprenderían. Y es que no era fácil ponerse en su lugar, después de todo. Cinco mil años de historia dan para mucho. Era para saberse superior, sin la necesidad de alardear de ello. Tal y como hacía la segunda vampiresa más antigua de aquella reunión. Sus palabras salían disparadas de entre sus labios sin ningún orden, queriendo hacer alarde de un poder que si realmente tenía, no necesitaría insistir sobre él con tanto ahínco. Delirios de grandeza. Sin embargo, estaba segura de que sería la última en intentar traicionar a alguien, al menos, si tu objetivo era el mismo que el suyo. Otra cosa era que ni ella misma tuviese claro cuál era.

Entre ella y la nueva intrusa, el circo estaba bien servido. ¿Por qué les resultaba tan satisfactorio mencionar que fueron las primeras en hacer algo, sin pararse a preguntar a los demás? Sería gracioso verlas juntas formando equipo. Seguramente harían una competición acerca de cuántos patéticos neófitos podían matar al mismo tiempo. Como si eso fuera muy difícil. No obstante, al menos la vampiresa rubia parecía estar bien informada acerca de los movimientos de los que iban a ser sus adversarios. Anotó mentalmente cada palabra que dijo, haciendo énfasis en el nombre de "Hero", dada la relevancia que parecía tener para todos. Francamente, a Aletheïa siempre le había importado bien poco los rivales que pudiera o no tener la Iglesia. Si se alistó entre sus filas mucho tiempo atrás fue por la necesidad de pertenecer a algún bando, y la seguridad que le proporcionaba acercarse al que consideraba como plausible vencedor. Para ella, su Dios era tan patético como aquel que había enviado la misiva. Pero la diversión era la diversión. Y no podía haber más "alegría" contenida en otro lugar que en una guerra "Santa" contra los monstruos que habitaban el planeta.

Tal vez fuera por su adoración hacia el fuego, o hacia la destrucción en sí misma, pero por primera vez en mucho tiempo se mostraría dispuesta a colaborar. Al menos, de momento. Nadie sabía qué pasaría después, cuando el enemigo cayera y los amigos de hoy se volvieran los perseguidores. Entonces sería otro cantar. Ahora la principal problemática que veía a todo aquel asunto, era el hecho de que ella, como muchos otros, estaban acostumbrados a trabajar en solitario. Las dinámicas grupales no solían ser de su agrado, y menos si sus instintos la impulsaban a intentar asesinar a más de la mitad de quienes la acompañaban. Por simple estadística, podría matar por lo menos a dos si se daban las condiciones necesarias. Véase, sed después de muchos días sin beber, o estar furiosa. Y lo segundo solía suceder más que lo primero, y con una increíble facilidad. No creía que fuese buena idea mezclar a seres tan diferentes. Una cosa era compartir bando, y otra compartir cabaña. Además de que, obviamente, ella no iba a dejar de comportarse tal y como era, lo cual solía ser motivo de más de un disgusto. El problema lo iban a tener ellos, sin duda.

Se recostó en la banca, ahora visiblemente aburrida. La hora de llegar a la acción había llegado. Toda demora de la misma sólo conseguiría crispar más el ambiente... Y darle tiempo a los oponentes a organizarse. No es que tuvieran demasiado que hacer, pero era preferible tener las cosas fáciles. Asintió por toda respuesta ante la cuestión de si querían aquel lugar como punto de encuentro. No había sitio más idóneo, dadas las circunstancias. Aunque no debía de ser poco sospechoso a ojos de los demás que seres tan dispares se vieran de madrugada en una catedral. Más divertido. Le gustaba causar temor. Se ajustó la capa distraidamente, esperando las últimas órdenes de la joven vampiresa. Si bien antes su discurso le pareció alentador, el hecho de que remarcase ahora tantas veces el sentimiento de unión, le comenzaba a parecer pesado. Debía comprender que ella, aún parcialmente humana, podría sentirse fácilmente identificada con los vivos. Pero los que llevaban muertos tanto tiempo no los consideraban la mejor de las compañías. Estaba ansiosa por comenzar cuanto antes. Estaba segura de que aquello marcaría un antes y un después en la historia del mundo. Una nueva página en la que su firma quedaría patente, como revolucionaria, como destructora... Como ente caótico.
Hēra L. Tsakalidis
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El inicio del fin [Privado-La cruzada] - Página 2 Empty Re: El inicio del fin [Privado-La cruzada]

Mensaje por Tiare Lun Mayo 12, 2014 2:13 am

Tiare poseía un irremediable defecto... Caía fácilmente en las provocaciones y cuando Salomé se burló con su ignorancia, Tiare quiso rebatirle. Deseo abalanzarse sobre ella y quebrarle el cuello sin darle tiempo a que cualquiera de los presentes pudiera reaccionar incluyéndola. Pero Tiare logró controlarse, no por saber que existía una vampiro en la sala posiblemente... No, más poderosa que ella y que si decidía actuar, la rubia perdería. La hija de los milenios no mudó de expresión, ni siquiera volteó a ver a la cambiaformas. Se aburría, sí, pero entonces llegaron las palabras que ella deseó escuchar. No se trataba sólo de exterminar a sobrenaturales, sino también a mortales, crear un infierno, exhibir a vampiros, licántropos, brujos y cambiaformas para que patéticamente llegaran a la Iglesia para rogar ayuda.

Era tan sencillo como eso. Su interés era político, ella misma lo había percibido, perdía poder, la misma inquisición se había distorsionado en tierras hispanas, condenando a viudas ricas, inocentes que acusadas de brujas se les arrebataba su fortuna, su tierras y su vida. Por supuesto, ella no sentía ninguna mínima muestra de sentimiento sobre ese abuso, pero era consciente que el declive de la Inquisición drásticamente aumentaba. Por eso, el planteamiento que la Iglesia hacía le parecía perfecto, las palabras de Uriel se convirtieron en el mejor elixir de todos. Matar sobrenaturales y fundir terror en los hombres ¡Exquisitamente perfecto!

Extendió sus brazos y caminó al centro de la Iglesia viendo directamente a la enviada de Vaticano; liberó entonces una enloquecida pero malvada risa que resonó por todo el templo y atemorizó a los mismísimos Santos. —¡Ay querida! Bastaba un poco de provocación para que dejaras de ser un estúpida sin palabra para convertirte en una elocuente y precisa informante— la risa continuó, llevó sus manos a su rostro abriendo los dedos para continuar observando a Uriel. —Tan sencillo era decir que nuestra misión es provocar un infierno entre ambos mundos— dijo con una voz fría y ausente al tiempo en el que bajaba sus brazos hasta sus pechos y los cruzaba. Su rostro perdió locura y con malicia se negó a apartar los ojos de la que sería la líder del movimiento y de quién no tenía ninguna objeción.

Mirando a la joven inmortal, se dedicó a meditar un poco el asunto. Ya comprendía su llamado, ya tenía la respuesta que se preguntó desde que recibió la misiva: ¿Por qué ella? La respuesta había llegado, lo que la Iglesia había ordenado simplemente formaba parte de su naturaleza, Caos, eso deseaba, quería un Infierno en el mundo que se encaminaba a evolucionar a una época que no deseaba. Torturar, asesinar, humillar... Todo, absolutamente todo ya podría hacerlo sin ataduras, ya nadie podía limitarla (aunque realmente no tenía limitaciones). Volvió a sonreír, era un sueño, un orgasmo que no había experimentado desde hacía siglos. «Un infierno, eso es lo que crearé», pero aunque tendía a llevarse llevar por la situación cuando ésta le complacía; dedujo que una vez que el caos se desatará, cuando los condenados cayeran de la misma forma que los sobrenaturales, la Iglesia aprovecharía ese motivo para exterminarlos; era simple lógica, la campaña daría como resultado un reclutamiento masivo de mortales que servirían con el propósito de exterminar la mundicia total.

Tiare dio una vista rápida a los presentes, los condenados tenían que sospecharlo, sabían que pese a todo lo que hicieran no eran tratados como los mortales, existía resentimiento por su naturaleza, siempre la abría. Y, si no sospechaban de la traición que la Iglesia les haría eran unos estúpidos. Pero no importaba, no en esos momentos. Ya Tiare buscaría una solución, lo que en el presente le interesaba era comenzar con la construcción del nuevo mundo. Se liberaba la locura y la destrucción, no había cabida al razonamiento, sólo al Caos y a nada más. —Admito que la Iglesia supo reunir a sus soldados, no se preocupen por mí... Les prometo que no tocaré a ninguno inquisidor, sólo espero que no tengan un romance no permitido por las leyes de Dios que tendré que destruirlo— inclinó un poco su rostro para mostrar un semblante irónico. —¡Ignis regnum!— repitió y riendo para ella se dio media vuelta y caminó a la salida, complacida de que esa noche le resultó más satisfactoria que torturar a Hayden.

Al salir ya lo esperaba su cochero con la puerta abierta. Desde afuera, la hija de la noche contempló -sin dejar de caminar- que el interior estaba limpio y aunque era imposible de conseguir para el asqueroso mortal, el olor a sangre era difícil de detectar para los suyos y tolerable para Tiare. —Todo listo ama— dijo con sumisión y agachando la mirada, ella ni siquiera le volteó a ver sólo subió pero antes de cerrar la puerta vio a un hombre pasar que inmediatamente la contempló. Tiare sonrió con picardía, la noche era joven, perfecta para comenzar a plantar la semilla infernal en el mundo mortal. —Podemos compartir el coche Monsieur, no me gusta viajar sola— dijo con un poco de inocencia, los ojos del hombre brillaron y sin dudarlo saltó al coche. Tiare cerró la puerta y el cochero hizo andar a los caballos. No pasó ni un minuto cuando se escuchó un grito de terror seguido de la risa macabra de la hija de la noche, para ella ya había iniciado.
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