¡Tachán! [PRIVADO]

Deje el cubierto sobre el plato vacio y una de las siervas lo quito, depositando un humeante tazón de té delante de mí.

Oh Margarite, ¿serias tan amable de llevarlo a mi habitación? Me meteré pronto en la cama…
Claro señora, como desee. ¿Se encuentra bien? ¿Desea algo más?
No, nada mas…Todo esta estupendamente..Indique con una sonrisa cansada a mi buena sierva, depositando una mano sobre su hombro mientras me levantaba. Dígale al servicio que pueden retirarse ya. Si mi marido llega pronto ya le atenderé yo. La buena señora, ya entrada en años, con su rostro cansado y aun así dulce asintió de buena gana marchando con una bandeja mientras yo abandonaba el comedor. Subiendo un tanto pesadamente las escaleras.
No podía evitarlo, me sentía desganada…Quizás porque aquel día como tantos otros había visto poco a mi marido en la jornada, quizás porque incluso estando en casa no hablaba mucho conmigo…oh quizás porque simplemente extrañaba su compañía, sus melodías en la guitarra, o simplemente sus miradas cuando alzaba el rostro y le pillaba observándome. Sonrei ante ese pensamiento, pues lo cierto es que extrañaba ya demasiadas cosas.

Al entrar en mi habitación, y quitarme la ropa, no pude evitar mirarme al espejo, trague saliva. Aun no se notaba mucho…Aun podría disimular que simplemente estaba engordando. Y es que por algún extraño motivo, sentía cierto miedo de su reacción ante la noticia de que estaba embarazada. Quizas porque la primera vez que le había dicho algo asi, me había insinuado algo que casi me hace cruzarle la cara…
Me metí en la cama con un grueso tomo de cardiología. Lo cierto es que hacía mucho que no ejercía, pero seguía estudiando, no quería olvidar absolutamente nada, pues pese a que me dedicara a la vida de madre, esposa y empresaria con los viñedos, la medicina seguía siendo uno de mis grandes amores.

Empezaba a dormirme cuando mi marido llego al fin, con un aire extraño. Le escuche mientras le miraba atentamente, apreciando su tono, sus gestos y su rostro un tanto tenso…

¿Galiëne? Repeti  con cierta duda. Perdona cariño, estas diciéndome que has traído a alguien a casa… ¿para vivir con nosotros? Parpadee ante su gesto y termine mirando fijamente a Erlend, arqueando una ceja. Pues conocía lo suficientemente bien como para saber que estaba nervioso. ¿Se traería algo entre manos?
Sentí nauseas, como si el sabor de la tarta de queso que había tomado en la cena, me hubiera sentado un poco mal. Disimule una mueca de desagrado, removiéndome entre las sabanas para levantarme y coger rápidamente la bata, me la puse a toda prisa fingiendo un frio que simule frotándome los brazos, la anude en mi cintura carraspeando. Tendría que empezar a usar ropa más holgada…

Cariño, ehem…Como comprenderás no me hace precisamente mucha gracia que traigas a alguien extraño a casa y me digas que vivirá con nosotros así como si nada. Sin siquiera consultármelo.
Me cruce de brazos y le mire severamente, esperando que me diera más información, pero entonces un nudo se formo en mi garganta. Fruncí el ceño y desvié la mirada hacia un lado y hacia el otro…¿Qué demonios? Sin ton ni son comencé a notar que los ojos me escocían, me gire rápidamente y vislumbre en el espejo de mi tocador los lagrimones que se estaban formando en ellos, literalmente corrí por la habitación hacia el baño.

Perdona cariño, ahora vengoooo.
Me adentre dando un portazo y me mire en el espejo, donde unos enormes lagrimones de cocodrilo caian por mi semblante.
¡Oh vamos vamos! ¡Esto no es para tanto!. Solo ha traído a alguien a casa, es la hija de un pariente ¿que mas dará? Esto no es motivo para llorar Néliam que no eres una cria…Malditas sean las hormonas revolucionadas de las embarazadas de estos días. Estoy segura de que mi madre debió de comer carne de vacas locas ante de concebirme, sino…noo tendgr…tengdria senth…sentido que yo…snif. Susurre solo para mi.
Abrí el grifo dejando que el agua fría se acumulara en una gran jarra. Por algún extraño motivo, me volvia tan inestable como la nitroglicerina cuando estaba embarazada.
Pero entonces la puerta del baño se abrió y yo no tuve tiempo de refrescarme debidamente, por lo que simplemente me lance la jarra de agua fría encima, directa a la cara, borrando así el rastro de lagrimas, de gesto cansado y asi en general, de estupefacción…Claro que había quedado empapada de pies a cabeza y ahora congelada…¡Ahora si que sentía frio!

¡AMORCITO! Comente con una sonrisa de oreja a oreja mientras me giraba ante su rostro de completa consternación.
Necesitaba refrescarme un poco. Aunque ahora que lo pienso, debería darme un baño antes de ir a ver a la invitada no?
Si…Tan inestable como la nitroglicerina.

Me acerque a la bañera y me senté en el borde abriendo los grifos aun empapada y goteando.
Bueno cielo, antes de hablar de todo esto. Por favor dime algo mas…¿Porque la joven tiene que vivir aquí, que le ha pasado? Metí la mano en el agua que se llenaba en la bañera, simulando que no pasaba nada y que no me estaba comportando de forma extraña....incluso empezaba a relajarme un poco, pero entonces cai en que si me metía ahora a la bañera, tendría que desnudarme delante de él.

¿De quién has dicho que era hija? ... hehehe

Ya pensaría en algo mientras me respondía.

Puse los ojos en blanco, resoplando y poniendo mis brazos en jarras.
 
- Te lo estoy consultando ahora, Néliam.
 
Mujeres...
 
Abrí de nuevo la boca, carraspeando, a punto de seguir aquella discusión cuando ella se dio la vuelta y se metió en el baño, cerrando la puerta y escuchándose el agua correr sin cesar. ¿Qué diablos le ocurría? Sabía que Néliam tenía cierta obsesión con la higiene personal, pero aquello empezaba a pasar de castaño oscuro. ¿Estaría enferma?  Rebuzné y decidí adentrarme en la estancia con cierta brusquedad, contemplando estupefacto cómo ella tomaba un cuenco de agua y se lo echaba por encima, quedándose empapada de pies a cabeza sin sentido alguno. Realmente sopesé la opción de llevarla de urgencias, pero su voz me distrajo y mis ojos siguieron sus movimientos, aun en silencio, buscando las palabras bajo el grueso manto de la confusión.
 
Sin embargo, pronto preferí haberla dejado sola con sus extrañeces, pues empezó a preguntar respecto a la llegada de Galiëne. ¿Qué debía decirle ahora? ¿Seguir aquella farsa? ¿Contarle lo sucedido realmente? ¿Huir del país?
 
Pese a ser la tercera la opción que más me sedujo en aquél instante, tuve que respirar profundamente y apoyar mi espalda contra el frío mármol de las paredes, relajando así mi tensa musculatura. Me crucé de brazos, escrutando palmo a palmo la anatomía de mi esposa sentada ahora en el borde de la bañera, esperando que ésta se llenara despacio con un ritmo suave capaz de adormilarme si alargaba el silencio formado entre los dos.
 
Cerré los ojos un instante.
 
¿Debía creer en la palabra de aquella mocosa? ¿Cómo fiarme de ella, siendo una completa desconocida? ¿Y si sólo quería levantarme la camisa y aprovecharse de mí? ¿De mi dinero, quizás? ¿Y si no era quién decía ser? ¿Y si todo eso fuera una farsa? ¿O una broma de mal gusto?
 
Lo deseé fervientemente. Anhelé que Eskandar hubiera recuperado su humor travieso de cuando éramos niños y que en cualquier momento la puerta se abriera y apareciera él diciendo algo como: "¡JÁ! ¡Te lo has tragado! ¡Inocente, inocente!". Pero los minutos transcurrían y nadie abría aquella puerta. Nadie vendría a salvarme de aquella situación. Nadie me haría feliz diciéndome aquello que quería escuchar. Ni Eskandar tenía humor ni aquello era mentira.
 
- Es la hija de Eskandar, un primo mío que aun no has conocido.- respondí al fin, dándole la espalda para agarrar con fuerza el pomo de la puerta.- Te doy un poco de intimidad, querida. Te esperaré junto a Galiëne en el salón.
 
No esperé siquiera su respuesta, abriendo y cerrando la puerta en menos de una décima de segundo. Me quedé por un instante ahí, a solas en aquél dormitorio que ahora parecía más grande de lo habitual. O yo demasiado pequeño. ¿Cómo pude hacerle eso? ¡¿A ella?! ¿Cómo podría volver a mirarla a la cara? ¿Cómo poder volver a tocarla?
 
Tenía que decírselo. Debía ser sincero con ella o no podría volver a dormir en calma.
 
Llevé mi mano hacia el pomo y lo giré, pero no entré, deteniéndome sin siquiera abrir la puerta.
 
Pensé en su reacción. ¡La mataría en vida! La dañaría, rompería su confianza, su amor por mí. Incendiaría lo poco que nos unía, el poco amor que aun quedaba intacto pese al tiempo y al dolor sufrido. ¿Cómo vivir sabiendo que destruí lo único que amaba realmente? ¿Qué sólo cenizas dejaría tras mi paso? Podría perderlo todo, de ella: su amor, su cariño, su apoyo, su sonrisa, su vitalidad, su locura... y la familia que juntos habíamos formado.
 

Solté el pomo, di media vuelta y salí del dormitorio como la sombra personificada de la cobardía.

Sabía lo que significaba quedarse quieta y esperando la invitación de entrada, pero aun así, no obedecí las palabras de Erlend cuando éste subió escaleras arriba, por lo que pronto le imité aunque a paso hurtadillas, cuidando cada paso para que las madejas no se quejaran bajo mis pies. Un peldaño... dos peldaños... tres peldaños... cuatro peldaños... cinco peldaños... seis peldaños... siete peldaños... ocho peldaños...
 
- ¿Papá? ¿Eres tú?
 
Una voz cansada y de tonalidad cantarina pese a parecerme un tanto desaliñada para pertenecer a una mujer, detuvo mis pasos antes de llegar al noveno escalón, congelándome ipso facto.
 
- ¿Quién eres?- Volvió a inquirir, girándome poco a poco hasta mostrarme ante un muchacho de cabellos alborotados y aspecto cansado, un tanto irritado, incluso. ¿Cómo había confundido una voz de mujer con un hombre como aquél? Aunque imberbe, sus ropas y su aspecto era varonil, aunque su figura débil y enclenque le robaba la belleza de la que dispondría si cuidara su vestuario, sin duda. Tragué saliva ruidosamente, mirando de reojo el piso superior dónde sabía que se encontraría el matrimonio, pues sus voces llegaron a mis oídos en lo que parecía una tranquila conversación. Bajé un escalón, forzando una sonrisa relajada.
 
- Buenas noches, señor Hedinson. Vos debéis ser Iver, ¿cierto? Se parece mucho a mi tío Erlend.
 
El muchacho frunció el ceño y retrocedió un poco, como si le acabaran de golpear el vientre con mucha fuerza. Casi podría jurar que vi en sus mejillas cierto atisbo de rubor. Sin duda, sus ojos brillaron de repente y yo me sobrecogí.
 
- Como no te identifiques de una maldita vez, te juro que soltaré los perros.- Amenazó sin titubeos, sorprendiéndole mi sonora carcajada.
 
- Sé que no tenéis perros.- Contrasté con calma.-  Mi nombre es Galiëne. Soy la hija de Eskandar Délvheen, primo de Erlend. Somos algo así como familia lejana.- reí, intentando dulcificar aquél tenso ambiente que sin querer había despertado con mi intrusión.
 
Ésta noche tendré que rezar treinta Ave María para redimir mis pecados, añadí en mi fuero interno.
 
- Ajá. ¿Y dónde está tu tío postizo, si puede saberse?- Me retó el muchacho, visiblemente desconfiando de mis palabras, recalcándolo cuando se cruzó de brazos a la altura de su pecho.
 
- Está arriba, hablando con su esposa.
 
- ¿Pretendías espiar su conversación?¿Por eso subías a hurtadillas?
 

Me había pillado in fraganti. ¿Cómo responder a semejante acusación cuando era cierta? Por suerte, no tuve que hacerlo, pues pronto se escuchó una puerta abrirse y tras unos pasos, cerrarse de nuevo. Alguien se dirigía hacia aquella escalera y por la firmeza y ritmo, supe que se trataría de Erlend. Crucé los dedos para que me trajera buenas noticias.

Frote mis hombros con suavidad, dejando la esponja de baño a un lado antes de quedarme quieta.
Aun me hallaba en la bañera, y lo cierto, es que pese a la extraña situación que estábamos viviendo ya me sentía un poco mejor. Quizás porque el agua cálida me había relajado, quizás porque al salir mi marido volví a respirar aliviada al ver que al parecer no había caído en nada extraño en mi.
Arquee una ceja. Porque…¿de verdad mi marido no se había dado cuenta o es que ni siquiera reparaba ya en mi o en mi cuerpo? Mi suspiro aparto suavemente las burbujas de jabón de mi lado. Distrayéndome hasta que sentí que la puerta de la habitación se abría y alguien se adentraba.

¿Mamá?
¡Cielo! Estoy en la bañera, ven cariño. Me sujete en los bordes de la bañera y me levante con cuidado, tomando una toalla. Vika se adentro y cerró rápidamente con gesto contrariado. Me anude la toalla y le mire entre las gotas de mi cabello que caian por delante de mis ojos.

¿Que te ocurre cielo? Pareces disgustada… Victoria se acerco con esa mirada perturbada, que tanto me recordaba al ceño fruncido de su padre cuando se enfadaba.
Alce una pierna para salir, pero entonces el mundo pareció volverse de gelatina. Note rápidamente las manos de Vika sujetándome por los brazos.
Parpadee, un tanto mareada, y deje que ella me ayudara a salir con cuidado. Sentándome en una ornamentada silla del acogedor baño mientras ella, de cuclillas me miraba con la preocupación tallada en su cara.

Me esforcé por sonreírle, aunque un tanto tímidamente, no lo pude evitar.

Estoy bien, estoy bien tesoro. Indique acariciando su mejilla. Solo me he mareado un poco. Tendría que contarle a mi hija lo que se estaba cociendo en casa, y sería mejor empezar cuanto antes, no me gustaban los secretos con ella. Ya bastante miedo tenia a que quisiera irse cuanto antes de nuestro lado…Pero antes...

Cariño. ¿Has visto a la joven que ha traído tu padre? Vika asintió con la mirada brillante, por lo que supe cuanto le intrigaría a ella todo esto. Era nuestra hora de conspiración, así que me dispuse a saciar su curiosidad.
Cielo, tu padre me ha dicho que es hija de Eskandar. Y que desea que se quede una temporada con nosotros a vivir aquí. ¿Qué piensas tu al respecto?
El silencio nos embargo un momento, y supe que a mi hija quizás la idea le hacía tanta ilusión como a mí, torcí una mueca.
No te lo negare cariño. A mi no me hace ni pizca de gracia esta situación porque ella es una extraña. Pero tu padre ya la traído y si dice que su primo se lo ha pedido cual favor. Supongo que no estaría bien negarle algo asi, después de todo esta también es su casa.
…
En todo caso, me enterare de por cuánto tiempo será todo esto. Porque espero por el bienestar físico de tu padre que sea algo temporal. Vika sonrió ante mi sutil amenaza de darle una paliza.

Respire profundamente y me mordí los labios al mirarla…Era hora de hablar "del otro tema importante"

Cariño hay algo más que quiero contarte.
Aun no se lo he dicho a nadie…
Yo…Estoy embarazada, vida.

Sonreí un tanto tristemente, bajando la cabeza. Lo cierto es que la noticia me hacia feliz, pero temía el momento de contárselo a Erlend y por encima de todo su reacción.

¿Sabes?...Siempre quise que tanto Iver como tú, tuvierais mas hermanos con quienes jugar y compartir. Siempre quise una gran familia y poder ser la  madre que debía ser para vosotros… Pero ahora ya ni siquiera sé si te gusta ser hija única, o si te marcharas un día de estos para hacer tu vida, lejos de unos pesados como nosotros… indique bromeando, riendo y sonriéndole, pese a que algunas lágrimas traicioneras cayeran por mi semblante empapando mis pestañas…

Aun hervían en mi cabeza aquellos pensamientos sobre la idea que recién me comentaba mi madre respecto al hospedaje de aquella chica de aspecto inocente pero con oscuras intenciones. Al menos, eso pensaba yo. No obstante, mi madre me cambió de tema y yo quedé estupefacta ante sus palabras. ¿Embarazada? ¿Em...barazada? No pude evitarlo, tuve que agarrarme a las cortinas de la bañera y sentarme sobre la taza del váter, intentando recuperar el aliento.
 
- Un hermano...
 
Meneé la cabeza y al llevar una de mis manos a mi frente me percaté de hasta qué punto me había subido la fiebre, pues me sentía arder, febril, mareada y acalorada. Necesitaba un poco de aire o caería redonda al suelo. Mamá se alarmó y quise sosegarla, pese a que mi rostro fuera un poema.
 
- Oh, mamá, estoy muy feliz por ti y por papá. De veras, es una grandiosa noticia... Deberíamos celebrarlo, sí, sí...- balbuceaba sin prestarle demasiada atención, haciendo ya ademán de erguirme y escapar de ahí a por un soplo de aire fresco, pero sus manos me retuvieron y tragué saliva ruidosamente, asustada aunque sin saber por qué motivo.- Mamá... no te preocupes por mí. Viva o no viva en esta casa, sabes que siempre estaré a tu lado.- añadí con más sosiego, clavando mis ojos en los de ella y limpiando con la yema de mis dedos algunas de sus lágrimas traicioneras.- Y además, tienes al señor Hedinson a tu disposición.- reí entrecortadamente.- Papá es especial, pero sabes que le hará feliz la idea de tener al fin a un heredero en casa.- suspiré, desviando la mirada y oprimiendo mis labios.- ¿Le pondríais el nombre de Iver, si fuera un niño lo que esperas, mamá?- osé preguntar sin mirarla siquiera.
 
En aquél instante, pude escuchar la puerta del dormitorio abrirse y unos pasos aproximarse, por lo que, armada de valor y pensando que se trataría de la extranjera, me deshice del agarre de mi madre y salí escopeteada al encuentro del intruso, encontrándome frente a frente con uno de nuestros siervos quién, perplejo, me informó del deseo expreso de mi padre en ser atendido en el salón por mi madre y por mí, aludiendo tener una noticia que darnos. Refunfuñé para mis adentros y despedí al hombre, quién volvió a dejarnos a solas. 


Mamá salió del baño aun envuelta en la toalla y  me miró con la mirada interrogante.
 

- Vístete, madre. Tu marido nos espera en el salón. - informé con cierto deje cansino.- A ver con qué nos sorprende ahora.- añadí para mí misma, dirigiéndome hacia su armario para buscarle algo con que vestirla y ayudándola con ello mientras aun formulé una pregunta más mientras anudaba su corsé cuidando de no apretárselo demasiado y permitirle una óptima respiración.- ¿Cuando piensas contárselo a Erlend, mamá? Quizás deberías aprovechar esta noche de sorpresas para hacerlo. Deberíamos llamarla la noche del los ¡Tachán!- reí negando con la cabeza, alistando el nudo y ayudándola a deslizar por su anatomía un fino vestido plateado con bordados.

La noche de ¡Los tachan! Reí de buen gusto un tanto más animada. Bajando un poco el vestido y pasando después mis dedos por mis cabellos para ordenarlos un tanto.

Me di la vuelta apreciando a mi niña y ordene un poco sus cabellos desordenados agradeciéndole de ese modo que me hiciera sonreír, pues lo cierto es que no había muchas risas por casa hacia un largo tiempo.

Nos conducimos hacia la puerta y yo la abrí para que saliéramos de la habitación, me agarre de su brazo y nos dirigimos a las escaleras. Escuchando ambas los murmullos que venían del salón. Escuchaba la voz de Erlend y sus pasos de aquí para allá.
Resople y centre mi atención en mi hija, que a mi lado se apreciaba un tanto seria, por lo que quise aclarar algunas de las preguntas que me había hecho antes, queriendo romper el silencio también.
…
No podría ponerle el nombre de Iver cielo…Tu hermano, en insustituible, igual que tu mi vida.
Porque si fuera niña. ¿Imaginas a dos victorias correteando por la casa? Me volveríais loca…¡aun más! Ella sonrió y ambas seguimos bajando. Aunque estaba claro que a Victoria le preocupaba la venida de este niño. Aunque no lograba entender porque…Pues a sus años, no me parecía coherente que sintiera celos o preocupación por nuestro amor de padres…Aunque ¿y si tenia un poco que ver con eso?

Dos Victorias… Estoy segura de que eso seria divertido.
Ais...
Lo cierto es que me preocupa un poco la reacción de tu padre en cuanto a esta noticia.
No es algo esperado y en fin…No puedo evitar estar un tanto nerviosa. No se cuando será el momento adecuado para…hablarle de esto.

Victoria me miro interrogante pero no añadí nada más. Fruncí un tanto el ceño, lo cierto es que no quería explicar mas allá los problemas que de algún modo a su padre y a mí nos envolvían. siempre queriendo mantener esos conflictos matrimoniales lejos de nuestros hijos, después de todo, hacerles saber algunas cosas, solo le dañaría, mas no solventaría nada…

Al llegar hacia abajo de las escaleras, ambas nos paramos en el pasillo antes de adentrarnos en el salón. Puse los brazos en jarras y asenti ante las ideas que queria ordenar en mi cabeza.

Victoria, cielo…Se que la idea de que venga una extraña a casa no te hace gracia y lo cierto es que a mí tampoco…Pero tu padre parece preocupado y esto debe de ser algo importante para él.
Ya que además confío que esto sea una medida temporal…Aunque igualmente necesito saber antes de todo, si tu estas conforme con esto o no. Porque créeme cariño, yo puedo tolerar esto, pero si no estás de acuerdo rechazare su propuesta sin que me pueda rechistar nadie. Pues ante todo tengo que velar por tu bienestar, y la casa tiene bastantes sofás en los que se puede acomodar tu padre si quiere discutir conmigo.

Respire profundamente y pose mi mano sobre mi vientre a la espera de su respuesta, distrayéndome un instante ante las increíbles ganas de comer chocolate que me surgieron pese a que hubiera cenado hacia poco rato…
Me iba a convertir en una bolita andante, como paso la primera vez al esperar a Vika e Iver, lo veía venir…

- ¡¿Cómo te atreviste?!- repetí entre gritos, bajando la voz para no alarmar a Néliam, sujetando a la joven por su frágil cuello.- ¡Te dije que me esperaras aquí! ¿Qué diablos le dijiste a mi hija? ¿Por qué subías la escalera? ¿QUIÉN ERES, MALDITA SEA?- la zarandeaba, lanzándola contra un armario repleto de vajillas cuyas puertas se abrieron y varios platos y copas cayeron al suelo creando gran estruendo. No me inmuté.- Sal de mi casa ahora.
 
- No puedes echarme, Erlend. Soy tu hija y...
 
- ¿Y por qué debería yo creer tus palabras? ¿Cómo saber si no mientes? ¿Cómo no sospechar de Eskandar? ¡Vete, vete!- insistía, hecho yo una furia, golpeando mobiliario y maldiciendo a diestro y siniestro mientras ella se santiguaba ante cada una de mis blasfemias, sin moverse un ápice de su lugar, magullada como se encontraba por mi feroz trato.
 
- Eres brujo. Haz lo que tengas que hacer para comprobar mi palabra. Pero no pienso irme de aquí sin ti, padre.
 
Volví a blasfemar, perdiendo los nervios y arrancándome algunos cabellos cuando tiré de ellos por la misma ira y frustración, alegrándome de la tardanza de mi mujer y mi hija.
 
- ¿Pero qué quieres de mí? ¿Dinero? ¿Mis apellidos? ¿Un techo? ¡¿QUÉ?! ¿Por qué aparecer ahora precisamente?
 
Le di la espalda, respirando profundamente por mi nariz, notando cómo mis aletas se hinchaban y deshinchaban con brusquedad ante mi agitación. Intenté calmarme. Intenté sosegarme. Intenté pensar con la mente fría y casi, casi lo consigo.
 
- Está bien, tú ganas.- murmuré para mí mismo, dispuesto a realizar aquél conjuro.- Virtute divina, concedere potest. Verum post lucem tenebras noctis constituat. Credo in vobis. Credite me vobis. Indica mihi, si mea sanguine nata.
 
 
 
Me fui girando lentamente hacia la muchacha de cabellos dorados, contemplándola mientras ella seguía allí, inmóvil, esperando algo que no llegaba. ¿Significaba eso que podía respirar al fin? ¿Que se trataba de una burda mentira? ¿Que ella no era mi hija?
 
Cuando creí poder volver a sentir el correr de mi sangre por mis venas tras descongelarse, algo apareció en su frente tras destilar una cegadora luz que me hizo apartar la vista de ella por un instante. Allí, bajo su flequillo, hallé la marca que temía descubrir: la de la verdad.
 
Caí sobre mis rodillas, apoyando mis manos sobre el suelo y mirándolo con auténtico terror, con auténtico pavor. Era ella. Mi hija. Y aun así, ¿cómo no recordar lo sucedido? ¿Quién era su madre si yo nunca antes...?
 
Luego, simplemente, perdí la noción del tiempo, del espacio y de mis acciones. Sólo recuerdo que volví a gritar, que al alzarme rompí un jarrón al lanzarlo contra una pared, que forcejeé con ella y luego... sangre. Mucha sangre salpicándome.  Mis manos sostenían su cuerpo ya inerte. Su cuerpo clavado en el asta de un ciervo que decoraba una de las paredes. Su corazón había dejado de latir y por su boca escapaba un hilo de sangre que manchaba la moqueta bajo nuestros pies. Contuve el aliento.
 

Unos veloces pasos me advirtieron de la inminente llegada de Néliam y quizás también de Vika. Y allí seguía yo, sosteniendo un cadáver en el salón de mi casa. Debía huir. Y debía llevarme conmigo a la muerta, ya se sabe, eliminar pruebas y demás. ¿O habría olvidado las lecciones después de tantos años sin prestar mis servicios? La última vez que había hecho algo así había sido bajo las órdenes de Sírius, el padre de Néliam. En aquella ocasión, me rebelé contra él y la dejé vivir. Ahora era mi mujer. Mi esposa, la que nada sabía sobre mi pasado. ¿Sería aquella noche otro retal que le ocultaría sobre mí? Todo parecía indicar que así era, pero se me acababa el tiempo...

Alce la vista cuando escuche cosas rompiéndose y tanto Victoria como yo nos miramos preocupándonos en el acto ante el estruendo que venia del salón. Corrimos por el pasillo, adelantándome a mi hija para mirar y contemplar lo sucedido. Dando un brinco ante la dantesca escena. Teniendo los reflejos lo suficientemente rápidos como para retroceder y alzar el brazo hacia el pecho de mi hija. Quedando por un instante con los ojos desencajados y los labios intentando gesticular una y otra vez a la vez que le impedía el paso, aun manteniendo el brazo alzado y la palma de mi mano a la altura de su corazón.

Vi…
Victoria.
Vete a tu habitación. Ella entreabrió los labios queriendo decirme algo y yo frunci el ceño adelantándome una vez más.
NO. Grite de pronto alzando el rosto y tragando saliva ante su mirada compungida y confusa.
Por favor haz lo que te digo. Ve a tu habitación ahora mismo y no salgas de ahí. Es una orden…
Obedéceme. Vika entreabrió los labios una vez mas pero algo en mi mirada le hizo saber que no debía replicar.

Haz lo que te pido por favor…

Victoria parpadeo y después de fruncir el ceño y hacer la misma mueca de disgusto de su padre, se giro lentamente. Lo cierto es que no me fiaba de que no quisiera volver. Por lo que después de unos minutos en los que pude sentir la puerta de su habitación cerrándose, me encargué de subir y por medio de un conjuro, dejar la puerta cerrada impidiendo que por nada del mundo se pudiera volver a abrir…
Apoye las yemas de los dedos en la madera de la puerta. Susurrando un amargado “Lo siento…” Y es que tenía que impedir que ella viera o hiciera nada.

Me dirigí hacia las escaleras y las baje sujetándome el vestido, casi corriendo. Trotando por el pasillo hasta que llegue al salón en un par de segundos. Caminando hacia Erlend quien seguía ahí, de espaldas.
Cerré los ojos, reprimiendo la angustia del momento, mientras tragaba saliva, caminando hacia el cuerpo desangrándose, aun enterrado en el asta de ciervo que decoraba nuestra pared.
No tenia que tocarla para saber que no tendría pulso, no tenia que tocarla para saber que aun estaría cálida, ni tenía que tocarla para saber que el daño interno le haría continuar desangrándose a menos que la quitáramos de allí.

¿Quién era…?
¿Porque…porque le hiciste esto?...

Mis labios temblaron en una mezcla de miedo, confusión y rabia…

Miedo, porque mi marido acababa de matar a una mujer no mas corpulenta que yo misma con sus propias manos.

Confusión por no saber qué motivo podría llevar al sensato, racional y meticuloso hombre que era mi marido a cometer semejante atrocidad….

Rabia, porque... ¿y si se trataba de una amante? ¿Y si no era más que una fulana con la que había ocurrido algo? ¿Y si se trataba de algún lio suyo?... ¿Me engañaba? ¿Me traicionaba? ¿O es que realmente me había casado con un asesino muy oculto bajo el aspecto de la sensata piel de mi cariñoso marido?

Respóndeme.

El silencio se hizo entre nosotros, sin que yo pudiera mirarle a los ojos.

Los segundos transcurrieron y se convirtieron en minutos. Minutos que se clavaron como puñaladas en mi corazón, haciendo que mi mente maquiavélica inventara un sinfín de respuestas salidas de sus labios. Respuestas cada cual más dolorosa que la anterior.
 
Dicen que cuando la razón deja de tomar el control, el instinto se apodera, el miedo se acrecienta y el corazón decide lo que la mente no puede manejar.
Tenía miedo, tenía miedo de mi marido y aun así no me controle. Me gire hacia él, fulminándole. Mirando su ceño fruncido, su mirada compungida y su silencio que me atormentaba. Por lo que me acerque a el y sin dilación le cruce la cara con la palma de mi mano con todas mis fuerzas, girando su firme rostro, que quedo en aquella dirección. Mis manos se mancharon de sangre, la sangre de aquella mujer.

¡MALDITA SEA, RESPONDEME ERLEND!
¡HAY UNA MUJER MUERTA EN MI CASA, DIME QUIEN ERA!