These lights, is your infancy

por **Leonor Daxmins** Sáb Nov 30, 2013 6:41 pm

Sin duda la inocencia mezclada con el niño interior, es lo que jamás, se debe perder.

¿Había alguna regla que le impidiera llegar al parque de diversiones esa noche? No, por supuesto que no. La joven de rubios cabellos y sencillo vestuario, nunca había llegado a parar a ese sitio, incluso cuando era humana, e incluso mucho antes, cuando aún era una niña. La situación económica que mantenía en su vida, siempre había significado un impedimento, pero ahora había logrado ahorrar una cuantas monedas, cantando de vez en cuando en las calles de París, y eran precisamente estas las que le daban el vamos a esa luminosa noche que la esperaba justo frente a sus ojos: Luna Park.

Entró denotando claramente la ansiedad en su rostro, en sus tembloroso pasos que avanzaban con cautela, aunque de manera acelerada por entre las familias, las parejas y los grupos de amigos que habían llegado al sitio a disfrutar, tal y como lo hacía ella, y solo el ver las sonrisas, algunos gritos nerviosos, o exclamaciones de goce, por quienes le rodeaban, la hacía sentirse cada vez mas a gusto, sabiendo que el ir hasta ahí había sido una idea fantástica. Al menos hasta ese momento.

Quitó de su cabeza la obscura capucha por la que era cubierta, dejando que su cabello cayera con suavidad por su espalda, y su mirada se alzara justo frente al juego que se había interpuesto entre ella, y su camino. Era la rueda de la fortuna, sus luces destellaban, mientras giraba, volviendose un tanto hipnótica para ella. De pronto dejo de ser consiente del bullicio del lugar, y recordó su infancia, en la cual visiones como las que estaba teniendo ahora, no existían. La cabeza de una pequeña como ella lo fue hace varios años atrás, nunca habría sido capaz de imaginar todo lo que ahora observaba maravillada.

Los labios de la vampiresa se fruncieron hacía un costado, y volvió también en mente al lugar. Deseaba subir a la rueda, pero por alguna razón no lo hacía ¿Estaba asustada? cualquiera que la viera pensaría eso, lo cual no dejaba de ser irónico ¿Como alguien de su naturaleza podría intimidarse por un simple juego? Pero para ella era algo nuevo, aún sabiendo lo inentendible de la situación. Leonor se reía de si misma, y fue en esos momentos en los que le hubiera gustado buscar a su amigo Fabrice para que la acompañara, de seguro el la hubiera jalado a subirse, sin darle tiempo de dudarlo si quiera. Pero no lo hizo, y se aventuró a ir sola, y he ahí las consecuencias.

- Vamos Leonor ¿Vas a quedarte parada aquí toda la noche? - se preguntó a si misma, había comenzado a hablar en voz alta, sin si quiera darse cuenta, incluso aquello era un regaño para ella. Su mirada permanecía fija en las luces que la invitaban a avanzar, pero su cuerpo no se movía ni un centímetro.
- Creo que venir no fue una buena idea después de todo... - susurró con su voz mucho mas baja, y con un toque de tristeza en ella. Lentamente su cuerpo se volteó, dando la espalda al juego, al momento que una suave pero inentendible voz captaba su atención, por lo que levantó la mirada intentando averiguar de donde provenía.

por **Shear Wigherth** Vie Dic 13, 2013 5:08 pm

Nunca dejes de sorprenderte-Shear Wigherth

El viento soplaba leve y fresco acariciando la piel de mis mejillas, cuarteándola mientras que algunos rastros del frio invierno se colaban entre mis ropajes, por lo que tuve que resguardarme con el cuello de la chaqueta que tenía encima, metiendo enseguida de nuevo las manos en los bolsillos. Todavía faltaban días para luna llena, por lo que tendría que aguantar, fastidiosamente, el maldito frio de aquella ciudad.

Llevaba ya horas caminando despreocupadamente por las calles de París sin ningún interés específico o algún rumbo o destino fijo en mente. Solamente estaba aburrido y no tenía ni la menor idea de tan siquiera qué hora era, o cuánto tiempo llevaba caminado desde que el sol había empezado a bajar por el horizonte, cerca del medio día. Pero tampoco me importaba demasiado, ya que estaba acostumbrado a esas largas caminatas. Aunque no eran lo mismo que caminar por los asombrosos parajes de América: bosques sin fin, suelos de arena pesados, un clima más amigable para la vida del hombre, el aire puro de los árboles y aquella tranquilidad del silencio que tanto echaba en falta. París era todo lo contrario.

Llena de lujos y con miles de lugares que visitar, Paris era, por lejos, una de las ciudades más esplendorosas de la época, llena de gente de todo tipo y clase, cosa que estaba bien marcada en la población de la capital de Francia; llena de luces y carruajes, ya empezaba a notarse el cambio de una época a otra, donde la cantidad de riquezas denotaba cada vez mayor un rango de estatus social, abriendo la brecha entre el resto del pueblo. Y yo pertenecía a ese estatus: el pueblo.

No era rico ni era pobre, tenía lo justo y necesario para vivir, tenia lo que necesitaba y lo que recibía siempre se lo daba a los más necesitados. Gustaba de la vida tranquila y el silencio siempre había sido mi mejor consuelo. Me habían educado para ser así, y no habría forma en que yo perteneciera al estatus más enviciado por ricos, pobres, gitanos, mulatos o ladrones: simplemente no era lo mío.

En todo eso pensaba cuando de repente, comencé a ver unas luces de extraña procedencia a lo lejos, por lo que, lleno de una extraña e inherente curiosidad, fui con paso tranquilo hasta el lugar, el cual estaba lleno de gente, aun por el frío, lleno de gritos, un barullo general ensordecedor y miles de niños correteando por allí, montados en increíbles artefactos mecánicos que iluminaban el cielo de una forma muy bella. “Lo que puede hacer el avance tecnológico hoy en día….” Abrí los ojos al mirar hacia arriba y ver como una rueda gigante comenzaba a girar y las sillas se movían.

No había visto que frente a mi había una niña de cabellos rubios, cubierta por una capa que observaba, absorta, igual que yo, la mismísima atracción. Un poco más baja que yo, de contextura pequeña y rasgos femeninos, no podía verla pues estaba de espaldas a mí. Hablaba consigo misma, cosa que me causó algo de gracia, pero preferí quedarme callado.

Un pequeño “vaya…” se escapo de mis labios cuando esta enorme rueda se detuvo para dejar a quienes estaban montados en dicha atracción, suspendidos en el aire. A lo lejos, escuché el chirriar de las sillas metálicas y como el sistema mecánico paraba. No entendía nada, pero no me importaba.

-Concuerdo con Ud., jovencita- susurré al mismo nivel que ella para que solo ella me escuchara, cosa que dije con una sonrisa en mis labios, al tiempo que la miraba directamente. “Vaya... Que tenemos aquí…” Mi instinto licántropo se activo por unos segundos. Debía estar en guardia, pero no demostré ningún signo de alerta, tan solo esboce una sonrisa al tiempo que la observaba.

por **Leonor Daxmins** Mar Dic 17, 2013 6:10 pm

Como si todo aquello del lugar no le causara ya la suficiente sorpresa, y de igual forma la dejaba tan atónita frente a todo. Ahora aparecía casi de la nada un joven frente a ella, que no demostraba ser demasiado mayor, y casi se podría percibir que se sentía igual de incomodo en el lugar. Por su parte Leonor, realmente se había predispuesto a llegar hasta ahí, deseaba conocerlo, saber que maravillas lograban los avances, sin llegar si quiera a imaginar que esto terminaría por intimidarla. Lo cual considerando su condición resultaba un tanto cómico.

De manera delicada y suave, dio unos pasos hacía adelante; dos para ser mas precisos, hacía el extraño quien le había regalo una frase que demostraba estar del mismo lado que sus pensamientos, o mas bien llamada palabras en voz alta que había estado formulando como si hablara con alguien. Nada podría advertirle que el se haya creado una visión un poco desorientada de Leonor, como si solo fuera una chica muy sumida en sus pensamientos, y con los pies bastante lejos de la tierra. No sería la primera vez que la observaran de esa forma, tampoco era algo que preocupara.

Cuando se detuvo de manera involuntaria le regaló una sonrisa al joven, mientras realizaba una ligera reverencia con su cabeza, demostrando educación y cortesía para con el.
- Lamento que debería presenciar... la escena tan vergonzosa que dí. - le diría casi disculpándose, y seguramente de poder sonrojarse por sus acciones lo habría echo al instante. Por unos segundos se sintió agradecida de su obscuro secreto.
- Debe pensar que soy una miedosa, y al parecer...- mientras hablaba su cabeza se volteaba lentamente a observar el juego que aún paseaba a los visitantes.
- ... No está equivocado, pues yo también lo creo.- le aseguraría con una leve risa que no tardó en dejarse escuchar, mientras volvía a mirarle, esta vez con una atención que antes no le había dado, puesto que solo hablaba producto de los nervios.

Fue en ese momento que sus sentidos se dispararon alerta y pudo reconocer en el, el aura, tan clara que notaba cada día que pasaba con su protectora, una hija de la luna, un Lycan, tal y como lo era el desconocido que yacía de pie frente a ella, examinándola con el mismo detenimiento. Se encontraba totalmente segura de que el ya podría haber notado su naturaleza, pero tampoco realizó nada en su contra, y por el contrario se le veía muy tranquilo frente a la situación.
- ¿A venido solo a pasear, o también gusta de disfrutar de las atracciones, Monsieur?- añadiría a su duda un movimiento con su cabeza, un ladeo poco pronunciado, que solo era sinónimo de relajo por su parte. Nunca se había sentido amenazada por los de su especie, y esta vez no sería diferente. La inmortal no iba a juzgarlo sin conocerle antes.

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