Aromas de mujer... (Libre)

por **Samael von Percy** Miér Dic 25, 2013 2:40 am

"Trae esa copa, como manjar a tus labios... esos que en la elocuencia de mis deseos besaría por siempre... hasta el fin de los tiempos"

Dulce noche aquella a la que debía mis suspiros enamorados, y no de una presencia involuntaria, si no de un espíritu que podría llegar... y yo la esperaba impaciente como un niño espera su regalo de noche buena, esa impaciencia infantil he inocente a la cual agitaba mi pierna como si fuera a sonreír y solo movía mis labios en una mueca de nerviosismo propio de mi personalidad...
No entendía el porqué de mis nervios si aun no llegaba nadie quien pudiese acompañarme en estas noches asociegas junto a mi café y mi vestido romanticista, el movimiento tenso de mi pierna hacia levantar la investidura de mi pantalón que, junto a la silla me hacia poner más nervioso...

- Cálmate Samael... cálmate... - en verdad hace tiempo sentía que con alguien debía encontrarme pero no había resultado, había sido molestoso dado que hasta soñaba con este momento pero no llegaba nunca...

Visitaba con frecuencia el Restaurant en la plaza de París esperando a ese sueño se hiciera realidad, pero no resultaba... con lo que me comenzaba a frustrar y era bastante raro que a mi edad esperara algo de alguien si no de mi mismo y mis seres queridos, pero no de un extraño que viniera a decirme algo o a derechamente cambiar mi vida, menos aun a mis cuatro milenios de existencia... donde solo pensaba en cambiar el mundo dentro de lo que mi vejez me lo permitía y si alguna vez pensaba en morir, seria con la sensación de que hice algo bueno por alguien o no tendría sentido tanto por nada...

Era ya un vampiro con otros pensamientos, no como el común de los jóvenes convertidos que ya solo pensaban en sexo desenfrenado y en alimentarse con lo que se cruzara, odiaban al mundo... un mundo que ya había cambiado, y que si bien perseguían a los vampiros u otras razas, no lo hacían con la brutalidad con la que me tuve que aferrar yo, en el tiempo del martillo de las brujas donde lamentablemente perdí a mi única amada, a quien yacía en sus cenizas escondida en el fondo de mi inexistente corazón... ese, que ya no sentía nada por nadie, y quería que volviera a sentir, en nombre de ella quien hubiese querido que hiciese mi vida sin seguir aferrado a esta maldición mundana...
- Y pensar que estarías aferrada a mi noble espíritu enamorado... ojala descanses en el cielo amor, si es que existe uno... - Dije mientras encendía un tabaco, el sabor era agradable a expensas de tanto nervio que sacudía los deseos de mi cuerpo... el humo invadía mi garganta, cálido y suave como el sabor del café... el azúcar daba cierto aroma acaramelado a mi agudo olfato, todo podía ser un simple sentimiento, si se quería que así fuese...

Me acomodé mejor en la espaldera de la silla, era cómoda si lograba calmarme, solía a volar a su vez el humo entre mi nariz y mi boca... mi cuerpo se calmaba un tanto más, iba en buen camino si es que alguien venia a encontrarse con un viejo vampiro... todo lo demás podía ser un bonus, el arte, la literatura... una charla sobre historia universal... todo el resto era un agregado mientras el café se podría enfriar cuando una extensa conversación fluía entre dos personas...
Y yo... estaba dispuesto a tenerla, si así lo querían...

por **Diane de Poitiers** Miér Dic 25, 2013 2:38 pm

Cerré el libro con cuidado y lo dejé sobre mi regazo. No lograba concentrarme en nada, al intentar dibujar la inspiración no acudía a mi y cuando trataba de leer mis ojos seguían las líneas pero mi mente echaba a volar con las preocupaciones que turbaban mi mente .
Mis padres adoptivos estaban en uno de sus viajes, no hubiera dudado en acompañarles de no ser por el destino, la India. Ellos amaban la India por su exotismo y por ser el lugar donde me habían encontrado, sin embargo yo me negaba a volver, echaba de menos las selvas de mi niñez y descubrir que no estaba sola había avivado mi curiosidad por encontrar otros como yo pero mi temor aun persistía, era ridículo pensar que aquel hombre que había intentado matarme tantos años atrás estaría aun vivo sin embargo su sombra me perseguía.

Me levanté del sillón de la biblioteca y dejé el libro en la estantería, el aire fresco me ayudaría a despejar mi mente.

Me dirigí a mi cuarto para ponerme unas botas abrigadas -siempre caminaba descalza por la casa e incluso por el césped del jardín durante el verano-, luego busqué a alguien del servicio.
-Mademoiselle Abinal- dije con suavidad a una de las criadas más antiguas-voy a pasear, no creo que vuelva para la hora de la cena
La mujer asintió en silencio y volvió a sus quehaceres. Mademoiselle Abinal llevaba trabajando en la casa incluso desde antes de mi llegada; sabia lo que yo era o al menos debía de tener una vaga idea así que se ocupaba de acallar los chismorreos de las sirvientas más jóvenes y nunca me hacia preguntas si hacia algo inapropiado para la edad que yo aparentaba como salir por la noche sin acompañante .

Tomé mi abrigo comprobando si mi cartera y mis guantes permanecían allí desde la ultima vez que me lo había puesto, cuando me abrigué abrí la puerta y salí a la calle para dirigirme a al centro de Paris. Me gustaba caminar en invierno, las calles olían a la nieve recién caída o apunto de caer y a la madera ardiendo en las chimeneas de las casas, el hielo brillaba en las hojas de los arboles perennes...

Deambulé sin dirigirme a ningún lugar en concreto durante algún tiempo hasta que el frio me instó a entrar en uno de los restaurantes de la calle, por mucho que me gustara pasear durante aquella época del año mi tolerancia al frio tenia un limite.

Entré en el cálido local y tomé asiento en una de las mesas
-Un té Darjeeling de Printemps por favor-dije con una sonrisa a uno de los camareros que acudió a atenderme para después deshacerme de mi abrigo dejándolo en el respaldo de la silla colindante a la mía. Mientras esperaba fijé mi mirada en el piano que se encontraba en una de las esquinas de la sala, tal vez más tarde podría tocar algo.

offrol:

por **Samael von Percy** Vie Dic 27, 2013 1:10 am

"Besa su perfume, sabrás que se trae entre su cuello y sus ojos... toca su mirada, sabrás que delirios tiene su hermoso corazón"

Había sentado los versos en la tranquilidad de ver a la gente llegar, mis labios... profundos y perdidos, solo besaban el tabaco que tenia por mujer, y el café, su cuerpo que calentaba dulce y perdido las caricias entre el aroma que se perdía en mi rostro
Si bien acomodé mi vejestorio cuerpo, tan bello como nunca... era más nada una maldición que tenia por premio, y si bien los años no pasaban en vano, solo era el único que sabia a razón certera lo que había más allá de esa piel suave y lechosa, a la cual cuidaba triste y escondido... algo que no muchos sabían.
Agitaba la cuchara sobre el café cremoso y dulce que pedía ser bebido, no lo hacia aun.. debía estar a punto, igual que el cuerpo de una mujer debe ser amado y querido... antes de ser entregado a las voluntades carnales de un hombre ansioso, como tigre con su presa... así chocaba entre las paredes de su taza al igual que los roces entre el amor y la lujuria... así se agitaba, así esperaba a la persona que buscaba hace mucho tiempo... junto a una taza de café espumoso, dulce y un tabaco que se deshacía entre mi garganta y mis labios suspirantes...

- ¿Todo bien señor? - me pregunto tildado al protocolo de la habitación el mesero muy joven...

- Si querido, todo excelente... gracias por preguntar, si necesito algo te llamaré a ti... - le dije confianzudo al joven, quien parecía nuevo en el mundo de la gastronomía. Me recordaba a Michael, mi hijastro... el comenzó a trabajar desde muy joven, no quiso que lo mantuviera, no se sentía parte de la realeza... por lo mismo lo mantuve al lado mío, cerca para cuidarlo de las cosas que se encontraba uno en las calles europeas.

Cambiando de tema... no había podido evitar darme cuenta y ser fiel espectador de la llegada en especial de una dulce dama de tintes extranjeros, había llegado curiosa a pedir algo, una que otra cosa a este restaurant algo atípico, pero aun así bien concurrido de las plazas parisienses. No podía evitar fijarme en cada señorita que visitaban mis ojos, sin la intención más que de escribir poesía entre una conversación mutua... pero solo era parte de la mirada, y por el momento solo me dedique a observar cada cosa que hacia, desde la lejanía de mis brazos hacia el ocaso de mis pensamientos

Pidió muy calma una taza de té, se manejaba en el francés de una manera bastante particular, como si fuese nativa de alguna localidad francesa... pero no, algo me decía que ella no era francesa de naturalidad, lo cual me interesó más... No todos los días se encuentra un caballero solitario ante las suaves plumas de un ángel en busca de su cielo...
Quería conocerla más... aunque ella no tuviese nada que ver en mi destino...
La otra persona, podía esperar.

por **Diane de Poitiers** Sáb Dic 28, 2013 9:29 am

El camarero no tardó en llegar con el té ya preparado.

-Gracias- dije mientras lo dejaba delante de mí, el calor escapaba de la taza en forma de vapor zigzagueando como una serpiente en el aire impregnando el ambiente con su aroma, lo removí con la cuchara mientras observaba el tono oscuro del té, debía de ser del brote otoñal que se recogía tras el monzón.

Sonreí ligera y tontamente por reconocerlo, de joven solía bajar hasta las plantaciones de té para recorrerlas descubriendo nuevos olores cuando los trabajadores se marchaban, ahora aquello parecía un recuerdo de otra vida lejano y distante como un sueño.
Me llevé la taza a los labios y tomé un sorbo degustando el cálido sabor afrutado, ligero y delicado, fue entonces cuando una extraña sensación recorrió mi espalda rápida y estremecedora desde la base de la columna hasta la nuca. Esperé unos minutos, desde mi llegada a Paris mi otra naturaleza captaba aquel tipo de cosas pero solían desparecer tan rápidamente como aparecían y con el tiempo había aprendido a no prestar atención a aquellos detalles.

Dejé la taza de nuevo en la mesa para dirigir mi vista en dirección a aquella extraña y persistente sensación, mis ojos se cruzaron con los de un hombre. Sostuve su mirada estudiándolo, su parecía era la usual en un caballero, sin embargo notaba algo en él que no lograba identificar, una especie de aura pálida refulgía levemente a su alrededor.

Salí de pronto de mis pensamientos girándome en el asiento con rapidez al percatarme de lo inapropiado que era observar de esa forma a alguien, permanecí con la mirada fija en el piano que antes había observado mientras recuperaba la calma, podía oír el rápido palpitar de mi corazón ante la presencia de aquel hombre. Cerré los ojos unos instantes, mis instintos habían saltado sin saber por que.

Sentía mi cuerpo tenso y al tigre removerse inquieto en mi interior , ¿Debía acercarme y comprobar que era él o marcharme de allí?. Abrí mis ojos al fin, no me marcharía, al fin había comenzado a descubrir el mundo que había desconocido durante tantos años pero al que pertenecía por nacimiento, aquella era una oportunidad para conocer más y para bien o para mal la curiosidad formaba parte inseparable de mí.

por **Samael von Percy** Lun Dic 30, 2013 5:06 am

"A una mujer no se le toca, siquiera con los pétalos de una rosa... si no es para amarla y desearla."

La noche había tomado un curso, uno distinto... el tabaco ya no sabia solo a caricias femeninas, y el café, ya no era tan dulce como la caña de azúcar que lo bañaba...
Ahora tomaba tinte de mujer, una verdadera y ansiosa de ser conocida, era otra madurez y a su vez... otras intenciones cobijaban ese sentir en el cual me aventuraba si no al fracaso, a la victoria total.
- Pero espera... - ¿Y si de verdad iba muy rápido y todo podía salir mal? Tenia que pensar bien cada movimiento, cada touche que hacia... nada podía ser a la tonta y escurridiza, ya no era un joven veinteañero el cual tomaba de la mano a una damisela y la llevaba a la oscuridad perpleja, a solo besar sus labios.
Era un hombre distinto ya con la experiencia que me confería la vida misma, esa palpitante del hombre de buen vivir, que ante todo surtía de elegancia y distinción a la dama más hermosa y más viril en sus sentidos, una llena de ganas de vivir la vida como nadie... de llenar su pecho blanco y cálido como el de un codorniz, con el suspiro más desesperado, de gritar por seguir y seguir viviendo más y más... y yo podía dar eso... sin duda.

Ella miraba desconcertada, lo sabia... miraba entre ojos a mi sutil presencia, nada incomoda... como si supiera que debíamos mirarnos.
Trataba de hacerlo con delicadeza... - la que ella merecía ante todo... - y junto a las miradas, solo hablarnos entre nuestros ojos penetrantes... El de ella, denotaba aunque timidez... también bastante valor, y bajo ningún punto de vista me abalanzaría estúpido a su presencia, menoscabando su delicada figura, por el contrario... las apariencias engañan dice el refrán, y yo era testigo vivo de aquello.

Encendí otro tabaco, la ocasión lo ameritaba... abrí mi cartucho de tabacos ya preparados, y me dispuse a poner uno sobre mi boca. Así con esa misma sutileza y simpleza... tome un encendedor de aceite y lo acerque a mis labios cerrando los ojos por el fuerte calor que emanaba de el... Pegue mis primeros suspiros al sentirlo de nuevo, como si acariciándola estuviese... suave, con textura... y esa fragilidad que poseía entre mis labios, de cambiar su destino para siempre... si así lo quisiera.
Al instante procedí a mirarla de nuevo, ella ya había recibido su taza de té... bastante exigente en lo pedido, pude sentir su aroma a metros y sin duda era algo que probaría junto a la vela de una noche cualquiera... y aun así, dejaría de ser cualquier noche, si no algo especial... que aprendería a degustar como si fuera la ultima, y la vez sabríamos que seria cada día el mismo... era algo precioso de imaginar solo con un aroma... imagínese lo que haría entonces el tacto...

- ¿Qué buscas Mon Ami?... dímelo... - decía casi murmurando entre mis labios, observando silenciosamente sus gestos, la noche se había vuelto distinta... llena de emociones diversas y yo era parte de ella, solo observando a una dama que llego a una hora cualquiera, en un momento cualquiera. Sorpresas del destino que jamás entenderé.
Procedimos por ultima vez en este recuerdo a mirarnos... lo que paso después, era sin duda lo que había marcado mis deseos... solo por un aroma de mujer...

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