Dance with the devil [Privado]

Cuando despertó a penas el último rayo se hundió en el horizonte, Saskia, se removió en su lecho de sabanas de seda, había dormido casi nada, ya que al haber acondicionado su mansión con un complejo laberinto subterráneo, no necesitaba esconderse en un estrecho ataúd, ni permanecer recluida solo durmiendo hasta que la luz dañina del día desaparecía de la faz de aquella ciudad. Se desperezó en el momento en que una de sus doncellas entraba, - buenas noches mi señora – dijo sonriente, era una mujer común, pero que sentía un gran respeto por aquella mujer que la había acogido cuando todos la echaban a la calle, cuando ella no podía ni mantener a sus hijos y estuvo a punto de matarlos, una noche de comienzos del otoño. Le debía mucho, tanto que María estaba dispuesta a dar su vida por ese ser que muchos decían que era una asesina.

Saskia la contempló, entre medio de las sabanas, abrazando una de las almohadas como si fuera una niña,  hundió su rostro en ella y luego  asomó sus grandes ojos azules, observándola como se acercaba con uno de sus vestidos de fiesta. La Vampiro se quedó contemplándola algo confundida, - ¿porque Mary trae esa ropa? Si hoy no pienso salir a ninguna parte – caviló mientras volvía a hundir su rostro en la sabana y gruñía como si fiera un lobo. La doncella sonrió mientras colocaba cuidadosa el vestido de color azul noche, y preparaba los aderezos que en esa ocasión su señora necesitaría para esa velada especial en el lujoso palacio.

Claro que la mujer comprendía que su señora no quisiera ir a esos eventos, - después de su terrible perdida – pensó mientras sacaba una caja donde guardaba unos hermosos zapatos que harían juego con el despampanante vestido, pero era indispensable que Saskia asistiera. Se trataba de uno de esos eventos a beneficio de las Instituciones Sociales, la mayoría de los grandes empresarios y comerciantes eran filantropos de los orfanatos de la ciudad y con motivo de las próximas fiestas navideñas, intentaban juntar dinero para lo indispensable de cada una de sus entidades.

La Sociedad a la que pertenecía la vampiresa también recibiría su cuota de ayuda y por ese motivo ella no debía faltar.  Saskia, se incorporó en el lecho y la siguió con la mirada - Gracias Mary, que haría sin ti – dijo mientras se arrimaba a la mesilla cercana a su lecho y sacaba 100 francos, y se levantaba de la cama aproximándose a la mujer - pero creo que es tiempo de que vayas a tu hogar y cuides de tus pequeños – le contestó mientras se colocaba el desovillé y se sujetaba sus cabellos en un rodete alto, - sabes que no me gusta que andes por las calles luego que el sol se esconde, no todos son... diríamos... civilizados – le guiño un ojo y le sonrió con dulzura.

Cuando se encontró junto a ella, le tomó una mano y colocó los billetes en la avejentada mano, - toma, ésto es para que le compres los abrigos a los niños y uno para ti – La mujer abrió los ojos de una forma desmesurada y las lagrimas comenzaron a correr por sus mejilla – mi señora, yo...yo... no lo merezco... ya es mucho lo que usted ha hecho por nosotros – la vampiro, acarició la mejilla secando las lagrimas,  - nada, mujer, que no he hecho nada, ustedes me han dado mucho mas de lo que yo podré devolverles – aseguró mientras se daba vuelta e intentaba cambiar de tema.

Cuando la mujer se fue, Saskia ya se encontraba elegantemente ataviada, y subiendo al coche que la llevaría a esa velada en el Palacio Royal. El camino se le hizo muy corto y cuando revisó el horario en que debía estar en dicha reunión, maldijo por lo bajo al caer en la cuenta de que llegaba tarde, - no, si la has hecho bien esta vez – se recriminó. Iba a pedirle al chófer que se apurara, pero en ese momento el carruaje se detuvo y la voz del hombre le informó que habían llegado. La puerta se abrió y un valet vestido con un traje de seda con bordados dorados le ayudó a despender del vehículo.

Caminó hasta la entrada y posteriormente fue escoltada por dos valet mas, que le abrieron la puerta, haciendo una de sus entradas triunfantes, las miradas de codicia y deseo de varios hombres se clavaron en ella, al igual de otras miradas de mujeres que la contemplaron con envidia, desagrado y miedo de que la vampiresa se encaprichara con alguno de los hombres solteros mas codiciados. Aquello hizo que se incomodara, ya no era la misma Saskia, que buscaba esas reuniones para encontrar un juguete con el que divertirse por una noche o por varios días. Así pues, se dirigió lo mas discretamente posible hasta un lado del salón, estaba apunto de llegar a unos sillones vacíos cuando un hombre comenzó a huir, literalmente de una señorita, ella se sonrió, le parecía una situación muy cómica. Entonces aquel caballero siguió caminando hacia atrás, chocando con ella. Esperó a que se diera vuelta, notó un olor particular, no supo reconocerlo ya que no se había topado con muchos sobrenaturales, aun le faltaba descubrir a los licantropos, otros vampiros le habían dicho que eran sus rivales por naturaleza, pero ella aún no entendía porque. Saskia le regaló una hermosa sonrisa, pero al ver el  desagradable gesto que hizo el caballero, simplemente quedó atónita.

Saskia, se quedo allí, parada como una bella y delicada muñeca de porcelana, aún estupefacta por la mirada de repulsión del individuo, - pero que le he hecho para esa reacción, tan desagradable – se preguntó mientras frente a ella se desarrollaba una cómica escena, una de las damas que seguramente había estado con tan desagradable individuo, le tomaba de la mano, de forma posesiva, mirándola, luego, como reprobando ese encuentro y afianzando que él le pertenecía. Aquella mirada femenina la sacó del trance y al ver como el hombre era igual de desagradable con la joven, se sonrió de lado, - vaya caballero -. Cuando oyó que la tomaba por escusa y ponía su mano en el talle de su cintura, estuvo tentada a darle un empujón y alejarse, pero quería preguntarle  la razón por la cual  la había tratado de esa manera sin siquiera conocerse. Sentir el calor de esa mano en su cintura, que parecía que quemaba, la desconcertaba, ella intentaba pensar fríamente - es tan petulante e inmaduro como un vampiro que conozco – caviló mientras recordaba a su maestro – todos los hombres son iguales, arrogantes, creídos,  un conjunto de idiotas necesarios – seguía despotricando mentalmente.

Cuando llegaron a la pista y se unieron al grupo que bailaba, aunque seguían  el ritmo y las vueltas que debían hacer, él comenzó a insultarla gratuitamente – yo no tengo seguidores, señor, no es mi culpa que deseen lo que no podrán tomar – le espetó en una de las vueltas en las que su cuerpos se juntaron. En ese momento inspiró y un aroma llegó hasta ella – huele a perro – se dijo mentalmente. A su recuerdo llegaron las charlas con algunos seres de su condición, que le informaron que los licantropos eran fácil de detectar por los vampiros por su desagradable olor a perro mojado y sucio, - totalmente de acuerdo – se respondió.

Cuando le dijo abiertamente que sabía que tipo de ser era ella, al principio, Saskia abrió sus ojos con sorpresa y luego los entrecerró como si estuviera pensando como le haría pagar semejante bajeza. Inspiró profundamente como si necesitara respirar, se acerco mas a él y le dijo casi como un susurro, - con mi alimento... soy selectiva, los chuchos, sucios y vagabundos... no me apetecen – sonrió triunfante para luego llevar su mano al cuello del hombre, acarició la nuca y los cabellos – y no soy de las que les gusta vaciar el recipiente, solos pruebo y luego dejo el rebaño pastar – sus ojos centellaron de un color rojo brillante, clavando su mirada en los esquivos ojos del hombre. Presionó con sus uñas el cuero cabelludo, - mida sus palabras, chucho impertinente – lo soltó, sus ojos volvían al color del cielo calmo, - no todos somos iguales, como supongo, no habrá muchos como usted, gracias a Dios – había un cierto dolor en la mirada de la vampiresa, - rayos, me estoy volviendo cada vez mas sensible – se reprendió.

La música justo terminaba cuando ella soltó el cuello del hombre y separándose, le dio la espalda huyendo literalmente de la pista de baile hacia las puertas que daban a un balcón. Con su poder de persuasión, logró que varias señoritas rodearan al caballero, solicitando las siguientes piezas de baile, lo tendrían ocupado por toda la velada, ella levantó su mano saludando y despidiéndose. Se escabulló hasta llegar al balcón, tuvo que volver a usar su persuasión para que todas las parejas que estaban allí, volvieran al salón.  Suspiró al quedar sola, -¿porque creerán que todos somos iguales? No todos pedimos éste destino, algunos no tuvimos otra opción que aceptarlo – una lagrima se deslizó por su rostro de alabastro, roja como un rubí, la que fue a morir a la balaustrada de mármol. Negó con la cabeza, - no tendría que haber venido, podría estar en casa, creando... - se detuvo al pensar que podría estar fabricando nuevas fragancias. Su animo no le ayudaría a crear perfumes, sino venenos, y por como la había puesto ese maldito chucho, serían venenos sumamente inestables. Volvió a suspirar y aferrándose a la balaustrada estiró su cuerpo hacia atrás, haciendo desaparecer las tensiones en su espalda. Entonces, lo pudo oler en el aire, antes de que siquiera hiciera algún ruido con sus zapatos en el suelo del balcón, - ¿porque no se va a seguir su noche de dandy y me deja en paz? -.

- ¿Siempre eres tan desagradable? - preguntó al lobo mentalmente, sabiendo que sería imposible que él le escuchara. Sintió sus pasos acercándose cada vez mas, a su cuerpo, pero no hizo movimiento alguno, como si literalmente estuviera sola, como si aquel caballero no existiera. Pudo percibir su molestia, - así que al señor no le gusta que lo dejen hablando solo – sonrió de costado, gesto que duró una milésima de segundo. El aroma a lobo que hasta hacía un momento le molestaba, ahora lo sentía como uno de esos elementos que usaba para sus creaciones pero que eran indispensables para formar la mas extraordinaria fragancia – como el almizcle de mofeta o el semen de algunos animales  - volvió a sonreír con la comparación.

Cuando lo sintió casi rosando su espalda, se envaró, nunca había sentido esa reacción antes en ningún tipo de ser y estaba segura que algún licantropo se habría cruzado en su vida antes lo que la tenía intrigada, ¿aquella sensación, era por la raza?, ¿o acaso era miedo?. Cerró los ojos, y meneó su cabeza casi imperceptiblemente - no, yo no temo a nada, ni a nadie y menos a un chucho – caviló. En ese momento él puso su mano en el hombro de la vampiresa y la hizo girar. Pudo contemplar la mirada de confusión y a la vez la intriga que le provocó ver el rastro húmedo de la lagrima carmesí. Rápidamente limpió su rostro con su mano.

No le deberían haber dolido las palabras de aquel sujeto, pero en verdad la ofendió. La ira se desató en ella, no había dejado su hogar para venir a ser insultada por ningún hombre y menos por uno que se notaba, no sabía tratar con damas como ella. Con un movimiento de su brazo alejó el contacto que había entre ellos, - no derramo lagrimas por ineptos, ni me interesa un hombre que debe herir a una mujer para darse importancia -, utilizando la velocidad sobrenatural que poseía, en menos de un segundo, estuvo a milímetros del cuello de lobo. Inspiró el aroma sobrenatural junto con el perfume que llevaba puesto, le susurró en el oído, - no esperaba a ningún hombre, son todos ustedes unos cretinos – terminó la frase y antes que él pudiera reaccionar se encontró sentada en la balaustrada, balanceando su cuerpo peligrosamente hacia el vacío que existía hasta el piso del jardín.

Sonrió de una manera seductora, con ojos soñadores, - Mon amour... si hubiera querido... ya serías un seco cadáver – dejó escapar una ricita cristalina, hacía tanto que no sonreía y nada lograba sacarla de esa tristeza, que cargaba desde la muerte de su hermana Galia y la desaparición de su pequeña Nouvel, que sintió como su alma se descongelaba. Volvió a usar sus movimientos sobrenaturales y las puertas que daban al balcón se cerraron como si un viento inesperado las hubiera azotado, para terminar a milímetros de él y rodeando con sus brazos el cuello del licantropo.

Lo miró a los ojos, aunque el intentara esquivarle la mirada,  no se lo permitiría. Ahora le tocaba a ella decir algunas palabras, - cielo, ¿me hablas de instinto asesino? ¿En verdad? - una nueva carcajada salió de su garganta, tiró su cabeza hacia atrás, sus manos se aferraron a la nuca masculina, volvió a contemplarle – que yo sepa, todas las noches de luna llena, ustedes destripan infelices y no para sobrevivir, como en nuestro caso – inclinó su cabeza y lo contempló, en verdad era un hombre hermoso, - lastima que sea tan...tan... ¿cual sería la palabra? Mmm... a si... petulante – se dijo mientras acarició el cuero cabelludo con sus dedos, jugando con los cabellos, - si lo piensas bien, es como si tuviéramos una enfermedad y es indispensable un elixir para poder seguir existiendo, no deseaba ésta maldición, pero por lo menos me puedo controlar... - volvió a usar su velocidad y se sentó nuevamente en la balaustrada, - dime, ¿tu, puedes controlarte en las noches de luna llena? -  Lo contempló con intriga y mucha curiosidad, la ira que hacía momentos había experimentado, el desagrado del que se suponía vampiros y licantropos debían tener, ella lo había superado, no le gustaban las normas y quebrarlas era su mayor diversión.

El licantropo se le acercó con rapidez y sensualidad, quedando a pocos milímetros de su rostro, ella se dió cuenta como él ponía sus manos a cada lado de donde se  encontraba, como una forma vana de detenerla o acorralarla, sonrió divertida, - ¿acaso crees que puedes detenerme con algo tan infantil? -  le susurró, mientras acariciaba los brazos subiendo con sus manos por los hombros hasta seguir con sus caricias por el cuello y el borde de las orejas. Deprento se lo imaginó como un lobo, cubierto de pelo y moviendo sus orejas por la caricia. No pudo contenerse, le rascó detras de la oreja izquierda, - perrito, pórtese bien o tendré que darle con el periodico en el morro – le dijo riendo.

Saskia escuchaba paciente cada una de las frases que él intentaba utilizar para herirla, pero esta vez no caería en su trampa, no dejaría que viera que algo de lo que  dijera la perturbara. Sonrió de costado, mirándolo con ojos seductores, sensuales, - ¿triste mi existencia? ¿así te han mentido? - acarició la mandíbula del hombre – puedo asegurarte que siento mas que muchos de los que tú conoces y  muchos mueren por mis labios y la miel que ellos esconden – le susurró en los labios, - pero no serán para un ser como tu – apenas terminó de formular la frase sintió el calor de los labios masculinos en los suyos cual una caricia. Aquello la desconcertó. Desde la fracasada relación con Violante, ningún hombre había besado sus labios, - y eso fue... Dios hace mas de un año – sus ojos contemplaron al lobo con sorpresa, no esperaba sentir nada por esa bestia, - que rayos – maldijo limpiando sus labios como si algo realmente asqueroso los hubiera ensuciado. Fue una reacción casi instintiva y no tenía que ver con que no le hubiera gustado, o por el contrario, era por esa razón y sentirse vulnerable que había sido tan grosera. Odiaba, perder el control y ese hombre parecía tener la capacidad de hacerle perder los estribos en todo momento. - Como te atreves – le reprendió, empujándolo con un simple movimiento de su muñeca, no se quedó a ver si su fuerza sobrehumana lo había hecho trastabillar o logrado lastimarle, solo deseaba huir de esa sensación que por un momento había logrado quebrar una barrera que ella misma se había impuesto hacía mas de un año.

Le dio  la espalda y bajó por las escaleras que daban al jardín, alejándose del baile y de los posibles curiosos. La escalera era de mármol con bellas curvas de  lustrosas piedras que brillaban a la luz de una luna. Esa  que marcaba la cercanía de la temida noche de luna llena. Deslizó sus delicados dedos por la balaustrada mientras descendía. - Por mas que seamos enemigos naturales, no le parece señor, que debería presentarse, aunque sea por un segundo, demuestre un poco de respeto y urbanidad – dijo en voz alta mientras su cadencioso descenso le hacía parecer una felina bajando con sensualidad. -Nunca debe menospreciar a su oponente, ni dejar por eso de ser educado – giró su cuerpo, deteniendo su descenso y apoyando su  espalda en la piedra, - claro, tal vez pido demasiado para su particular modo de comportarse – sonrió  dirigiéndole un beso tirado al aire, - usted, es mas... diríamos... un ser simple, por no decir básico... vulgar -. Le divertía en verdad esos contantes piques aunque debía admitir que al principio la habían molestado.

Continuó descendiendo las escaleras, su vestido de terciopelo azul noche marcaba mas aun su piel extremadamente clara. Con suma elegancia se quitó la parte superior, esa capa del mismo material y que ocultaba el sensual escote y las perlas que adehesaban su belleza. El lobo tenía razón ya no podía apreciar tan bien el frió de la noche, pero la briza y los aromas, esos si podía disfrutarlos, - aun mas que antes – caviló – claro que también debo aguantar algunos olores que no son tan agradables... como los de chuchos pulgosos – pensó divertida.

Lo contempló mientras tomaba su mano y depositaba un beso, como si fuera otra persona totalmente diferente a ese patán que había primero buscado herirla, después robarle un beso y ahora pretender ser el hombre más educado de aquella velada. Su mirada lo escudriñaba palmo a palmo, con una enigmática sonrisa en el rostro y un dejo de total desconfianza en sus ojos. En verdad, Fagan era un hombre fuera de lo común, - ni siquiera Violante logró exasperarme e interesarme tanto al mimo tiempo, como éste... lobo – pensó bajando la mirada y sintiendo que si todavía estuviera viva se hubiera ruborizado. No entendía porqué, aquel hombre lograba descolocarla de esa manera. - ¿acaso no se da cuenta que podría leerle la mente en un segundo? ¿no le han enseñado que los vampiros somos seres extremadamente peligrosos? - Caviló algo desconcertada, ella lo había descubierto de la peor manera y aunque él no lo supiera Saskia no había tenido ninguna opción en elegir seguir viviendo como una humana.

Tiró suavemente de su mano hasta lograr soltarla, la escondió en su espalda e instintivamente trató de hacer un paso atrás, buscando separarse de él. Tembló como si una brisa helada le recorriera el cuerpo, le sonrió con timidez, levantando su mirada, hasta encontrar la ajena. Tomó aire como si lo necesitara, cosa que era verdaderamente innecesaria y bastante cómica para quién sabía que clase de ser era, y por fin encontró las fuerzas necesarias para hablar. Lo hizo suavemente, casi como en un susurro, - pues señor... Fagan, mi nombre es Saskia, como no me ha dicho su apellido creo que lo dejaremos por ahora solo en nombres –  fijó su mirada en los ojos del lobo y le sonrió con timidez aunque pudiera parecer una trampa, pero en verdad Ella nunca había sido una fem fatal, solo lo había aparentado para poder sobrevivir en un mundo donde si te creían débil, simplemente te destruían y Saskia no estaba dispuesta a ser el alimento de nadie.

Un mechón de cabello cayó a un costado de su frente, ella rápidamente acomodó el riso rebelde, con su mano derecha, mientras intentaba encontrar como seguir una conversación que de por sí  era bastante inusual para dos seres que deberían detestarse por naturaleza. A su cabeza llegaban mil temas, pero ninguno le parecía lo suficientemente importante como para decir algo o abordarlo. Suspiró algo frustrada, bajó la mirada para luego dejar que ésta divagara por el paisaje cercano. Buscaba un lugar en el cual poder charlar, si es que aquel hombre no optaba por dejarla allí plantada. Saskia meditó en esa posibilidad, - si se fuera, como intuyo que desea por momentos... sería una lástima, hace demasiado tiempo que ésta soledad me agobia – caviló, girando su cuerpo y buscándolo con la mirada para que la siguiera. - por otra parte, su sola presencia logra hacer que sienta un nerviosismo que no logro identificar la razón – se sorprendió al llegar a esa conclusión. Frotó sus manos como si tuviera frio, ocultándolas bajo aquel trozo de tela  de su vestido, ese que se había sacado y que ahora no sabía si había sido una decisión  acertada. Lo volvió a contemplar y descubrió que la mirada de Fagan era la de un depredador que observaba  una presa que desea cazar, - en verdad que esta apetecible – pensó mientras intentaba alejarse, buscando un lugar donde sentarse, ella no se había alimentado y temía que su necesidad de sangre la llevaran a querer probar ese cuello seductor.

Se dedicó a encontrar ese asiento que debía existir en un jardín tan señorial como el del Palacio Royal. No le fue muy difícil de encontrarlo, a poco mas de diez metros divisó uno, cercano a una de las antorchas que iluminaban el lugar, aunque la luna era lo bastante potente como para iluminar el lugar. Sonrió nuevamente pensando en la noche que se aproximaba,  mientras tomaba asiento en el lugar elegido. - ¿No viene? - le preguntó esperando que se acercara.

Las preguntas realizadas por su compañero, al estar sentados en ese lugar tan apartado de esa reunión en donde se suponía debían estar ambos, la hicieron pensar seriamente en los meses y años que llevaba sin poder contemplar un amanecer. Alzó la vista a la luna y suspiro, luego, giró suavemente su cabeza hasta contemplarlo reír. No pudo dejar de sonreír por aquella risa franca y genuina, tan especial que hizo que la mujer dejara toda barrera de protección y se mostrara franca y accesible como hacía años que no sucedía.

Su mirada se perdió en esos labios seductores, en los vivaces ojos y en el dulce latido de ese corazón que palpitaba en el centro del pecho masculino. Cerró los ojos y continuó escuchando el hipnótico sonido de la respiración junto con aquel corazón, contó cada golpe cada inspiración y espiración, le recordó el sonido de las olas, el aleteo de los pájaros. A su memoria llegó una mañana de primavera, luminosa, de briza cálida y colores vivos, algo que nunca más en toda su larga o corta existencia podría volver a disfrutar. Volvió a suspirar antes de  abrir sus parpados con parsimoniosa lentitud para encontrarse con la mirada ajena y aunque estaba completamente segura que no se podía ruborizar, sabia muy bien que todos los gestos y nerviosismos propios de una situación así eran claros para él. Fagan lograba que ella se sintiera una mujer inexperta ante un seductor innato.

La mirada de la vampiresa huyó de la del lobo para volver a contemplar la luna, enorme y majestuosa que los iluminaba, - si, claro que extraño el sol... - sonrió con tristeza – ahora la luna debe ser mi astro rey y debo recorrer mi adorado jardín en las noches... -. Extendió su brazo al cielo, como si deseara acariciar la superficie lunar, - toda mi vida ame la libertad y los días de intenso sol, recostarme en el pasto, sentir sus rayos  bañando mi cuerpo – con su cabeza inclinada hacia tras, los rayos de la luna cubriéndola, sonrió como si pudiera sentir el calor de un día de primavera, suaves y cálidos sin llegar a quemar. - daría lo que nunca volveré a tener, por un día como aquellos – una lagrima rodó por su mejilla – pero sabe... cuando mi existencia se convirtió en ésta ilusión de vida, cuando creía que la locura de ésta maldición me condenaría... un sol, pequeñito, de sonrisa tierna vino a librarme de la muerte – su ceño se frunció por la angustia. Por unas horas había logrado no pensar en su amado ángel, su querida Nouvel, pero era mentira, su pequeña siempre estaba en su mente, - no extraño tanto el día como la añoro a ella... a mi pequeña hija – Saskia esquivó su rostro ocultándolo de Fagan, - ¿que has hecho? ¿crees que le puede interesar saber  lo que sientes? o ¿cual es tu dolor? – se reprocho.

Con su mano secó las lagrimas que habían corrido por su rostro recordando a su niña. Inspiró hondo intentando desarmar el nudo que se había formado en su pecho. Sonrió mientras se giraba para enfrentar la mirada del lobo – no estaba en mí convertirme en lo que soy, como tampoco terminar en las garras de la inquisición, a la cual no quiero ni nombrar – rió algo nerviosa, - si, extraño lo sencillo de la vida... ¿pero quien no lo hace? - levantó los hombros en señal de no saber aquella respuesta, - ¿acaso usted no extraña poder disfrutar de las noches sin miedo de herir a un ser amado y ni siquiera poder controlar lo que le sucede? Creo que en eso nos parecemos, ninguno de los dos pidió ser lo que somos, pero aquí estamos, siendo lo que el destino tirano ha querido, títeres de un ser perversamente irónico -.