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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Leer Kruspe Mar Ene 07, 2014 5:21 pm

Ningún hombre conoce lo malo que es hasta que no ha tratado de esforzarse por ser bueno. Sólo podrás conocer la fuerza de un viento tratando de caminar contra él, no dejándote llevar
Clive Staples Lewis
Veintitrés Horas y media, Mansión Lincoln
Cuando llegué a casa, rápidamente fui con Francesca, era como mi nana, una señora con varias iluminaciones blancas en el cabello, delgada y bastante dulce, ella además de Dimitri eran los únicos que tenían conocimiento sobre mi condición de cazadora, le pedí que mandara a dormir a todos los criados, lo típico de todas las noches de caza, subí rápidamente hacia mi alcoba, me sentía eufórica, por fin me había librado de Chassier y ahora Amelia Lincoln sería encerrada en el armario, mientras Leer Kruspe daba rienda suelta a su entusiasmo, escuché los gritos de Francesca preguntándome si iba a cenar mientras subía pero me negué a tomar alimentos, mi estómago aún se sentía enfermo después de haber probado el vino, me quite los tacones y los lancé lejos de mi cuerpo, me deshice el peinado y agarre las flores con una mueca repulsiva, no podía creer que esto había estado en contacto con mi cabello, saqué la lengua y las tire sobre la cómoda, revolví mi cabello y lo coloque a un lado sobre mi hombro, mis ojos verdes sonreían mis labios gruesos  estaban secos y rojos por el frío, los saboreé y me quité el vestido, el miriñaque, luego el corsé y quedé en sólo mi ligera prenda interior, y  la simple enagua de manta muy ligera y corta que mi diseñador español Lorenzo confeccionaba para mí, tenía prendas como las que debían usar las damas de mi clase en Paris pero gran parte de mi guardarropa era excéntrico y eran modelos que jamás había visto usar a una joven en esta ciudad llena de malicia, pasión, altanería y poca sensibilidad hacia los demás, abrí el armario y me escabullí dentro de él, entonces visualicé la puerta de madera que tenía escondida detrás de mi ropa, la abrí y fue un destello excitador, la ropa de cazadora esperaba ansiosa mi llegada, el cuero negro y rojo predominaban en mis trajes, los pantalones, botas, camisas con un escote un poco más acentuado que el normal, capas y antifaces me hacían sentirme como una niña jugando a ser grande, mordí mi labio y tomé el conjunto, me vestí y mientras ajustaba mis botas me imaginaba al vampiro que iría a cazar hoy en la noche, sonreí con tanta satisfacción que un hormigueo invadía mis manos y mis piernas, terminé de vestirme y sujeté mi cabello en una cola de caballo, me dirigí al fondo de mi habitación y quité el cuadro a la cabecera de mi cama, abrí la pequeña compuerta y el filo de las armas rápidamente se hizo presente, mis ojos brillaban y mi corazón palpitaba como a punto de estallar, saqué un estilete siciliano, un mazo, la revolver, la estaca de madera, machete y un pequeño frasco de una infusión de ajo, enfundé la revolver y la estaca junto con el mazo en mi pantalón y el estilete lo metí en mi bota, mientras que el machete se disponía en la funda en mi espalda como siempre, las balas de plata para recargar las guardé en mi bolsillo, esta noche no necesitaría de antifaz, cazaría usando la seducción y la inocencia, después de todo al vampiro le fascinaban las damiselas en peligro, bajé rápidamente con la capa encima de mi antebrazo, sólo un abrigo de cuero cubría mis brazos y mi espalda, cuando llegué abajo Francesca ya me estaba esperando, miré a mi alrededor para percatarme de que nadie nos estuviera espiando y nos dirigimos a los calabozos que se escondían en los terrenos profundos de mi mansión, estos calabozos los usaba para salir de noche, aquí me aguardaba Insenlum el caballo que usaba para cazar, era un caballo color negro con ojos azules que había traído de Rusia, John me lo había regalado como un obsequio por haber matado a mi primer vampiro, cuando llegamos el olor a humedad y las pequeñas antorchas ancladas en las paredes de los pasillos nos recibieron, Francesca estaba preocupada, sabía que este vampiro era muy vivaz, él no se había dado cuenta que lo quería cazar, pero no temía aunque lo más seguro es que ya me había detectado por mi olor es por eso que me rocié un poco de una poción que usábamos John y yo para no ser detectados por lo vampiros, una mezcla de roble, albahaca y menta, a parte no era la única cazadora en la ciudad, estaba rodeado de depredadores a punto de despellejarlo vivo, mi plan era atraerlo al bosque que estaba cerca de la mansión, por eso llevaba una pequeña capa para cubrir mi apariencia, había investigado al vampiro durante semanas, le gustaba visitar los burdeles o la Iglesia en busca de mujeres desprevenidas y sumisas, esta noche esa mujer “desprevenida y sumisa” sería encarnada por mí,  ahí usaría mi ternura para hacerlo caer en su propia trampa, atrayéndolo con el latido de mi corazón y el llamado de mi yugular, era un juego peligroso pero yo era astuta, sabía esconder muy bien las mentiras cuando me encontraba frente a uno, no había vampiro que me hubiera burlado hasta el momento, esas sesiones incansables que tenía con John acerca del arte de la mentira habían funcionado muy bien, en el bosque tenía una pequeña trampa esperándolo, una trampa oculta por hojas y ramas y al fondo de esta le esperaban varias estacas impregnadas de la infusión de ajo de 1 metro y medio de altura, esperaban ansiosas perforar cada parte de su cuerpo, habían cabezas de ajo apestando toda la trampa y si eso no resultaba efectivo, traía una estaca y un mazo para encargarme de una forma más personal, cuando llegué hasta Insenlum lo acaricié –Hola amigo- él relinchaba, me extrañaba tanto como yo, lo sostuve del hocico y le daba pequeñas palmaditas en el lomo, Francesca estaba totalmente nerviosa –Amelia cuídate mi niña por favor, te quiero de vuelta en casa ilesa- sonreí y asentí, ella me dio un beso en la frente y su bendición, subí al caballo –No me esperes despierta, mañana quisiera fresas con crema de desayuno- Francesca me reprende con la mirada y acto seguido salgo por la puerta que está dirigida hacia el lado este del bosque, Insenlum corre haciendo mover mi cabello, y mi sed aumenta con cada segundo.
Camino con el vampiro hacia la trampa, él parece encantado por mi actitud de niña buena, ya nos detuvimos una vez unos metros atrás, está hambriento, al igual que yo, sus ojos grises se ven tan ansiosos, que hacen que me quiera burlar en su cara, en cambio yo me limito a tartamudear y a no tener contacto visual con él, claramente es un vampiro inexperto más no neófito, de ser un vampiro ya con un historial de vivencia hubiera descubierto mi plan pero él no sabía lo que le esperaba más adelante, caminamos hablando acerca de la vida en Paris, acerca de lo bellas que son las mujeres, incluso me suelta uno que otro halago, internamente quiero sacar la estaca y clavársela de un solo en ese momento pero quiero verlo sufrir, él se pavonea de un lado a otro, tan seguro, tan inocente de mis intenciones, lo miro con recato y tratando de parecer una pequeña liebre asustada, siento que se acerca a mí y me toma de la cintura, estamos a tan solo unos centímetros de la trampa, así que me detengo –Aquí deberíamos quedarnos para hablar de una forma más cómoda- él sonríe de lado –Claro que si mi lady, yo estoy a tus órdenes esta noche- sonrió con vergüenza, es una sonrisa fingida porque por dentro tengo una imagen de mí misma con hambre de tener una nueva cabeza en la colección, él me toma de ambos lados de la cintura, más no siente los objetos anclados a mi pantalón, muerdo mi labio y lo veo directamente a los ojos –Tan hermosa y exquisita- se acerca a mi cuello –No sabes lo que haría contigo si fueras mía- siento repugnancia, me acerco a su oído –¿Qué harías Bill?- un simple susurro, él se separa, veo sus ojos encendidos, el rojo poco a poco mostrándose –¿Quieres que te enseñe mi lady?- una simple cortina de aire separa nuestros labios, su olor es nauseabundo y su piel está tan fría y seca que me retuerce el alma, lo veo directamente a los ojos y asiento con la cabeza, él besa mi cuello y susurra –Déjame enseñarte pequeña- coloco mis manos en su cintura y las deslizo hasta su pecho, este es el momento, con rabia suelto un empujón, él parece aturdido y cae en la trampa, de inmediato escucho sus gritos de dolor, doy dos pasos y me asomo al hoyo, las estacas incrustadas en su estómago, brazos, piernas, pero ninguna en su corazón, claramente esta noche mi suerte grita que lo haga con mis propias manos, quito la capa de mis hombros y la dejo caer, descubriendo mi atuendo, estoy sonriendo con tanta malicia, él grita - ¡¿Qué rayos es esto maldita?!- la sangre escurriendo por sus heridas, retorciéndose para zafarse –Es tu sorpresa Bill, esta es la sorpresa de la que te hablé cuando te encontré cerca del burdel ¿recuerdas?- él desenfoca la mirada tratando de recordar, de inmediato grita -¡Desgraciada cuando salga de aquí juro que te mataré, beberé tu sangre hasta dejarte tan pálida que no te reconocerán!- suelto una risa burlona y saco el machete de mi espalda –Eso si es que sales Bill, no creo que tengas tanta suerte esta noche- rodeo la trampa y bajo por las escaleras de madera que había anclado a un lado, muy lejos de su contacto, al verme bajar él trata de zafarse para atacarme pero no puede, esas estacas tienen ajo y también hay ajo en toda la trampa, lo está aturdiendo y no soporta el dolor –¡Mírate! que bien luces ahí, pareces una obra de arte, deberían de hacerte una escultura, ya me imagino, el vampiro que se dedica a cazar damas desprevenidas fue cazado por una- hago una expresión inocente al igual que mi tono, él sigue gritando, maldiciendo, diciendo inmundicias, suelto carcajadas para cada palabra desdeñosa que recita, me acerco un poco y acaricio el filo del machete –Mira Bill, este es un muy buen amigo mío y de varios parientes tuyos también, ha cortado tantas cabezas que ya perdí la cuenta- suelto un suspiro –Pero él no se satisface con nada dice que quiere la tuya en su repertorio también- veo las lágrimas de sangre escurrir de sus ojos, pero su voz no concuerda con sus sentimientos está furioso, alzo el machete –Salúdame a tus amigos en el infierno- le corto la cabeza de un tajo, como cuchillo caliente en una barra de mantequilla, esta cae al suelo y lo que sobra del cuerpo se pudre, limpio un poco mi frente con mi antebrazo y saboreo este momento de total satisfacción, cojo la cabeza del cabello y la observo, los ojos cerrados y los colmillos mostrándose –Bueno pequeña amiga a hacerle compañía a tus demás compañeras en mi jardín se ha dicho- limpio el machete con un pequeño pañuelo que saque del bolsillo, planeando donde enterrar aquel trofeo que yace en mis manos.
Toda la mañana me la pasé con la cabeza en otro mundo, Francesca al verme bajar a primeras horas del día se abalanzo para abrazarme y besarme, estaba tan contenta de que estuviera bien, le conté que había atrapado al vampiro y que ahora mi trofeo descansaba enterrado en el jardín, ella no estaba contenta cuando le comenté eso, Francesca no consideraba apropiada mi práctica, pero ya que, esta era Leer Kruspe, más tarde ese día me visito Lorenzo me traía las nuevas prendas desde España, allá se estaban poniendo de moda las cinturas pequeñas y los escotes pronunciados, las mujeres eran un poco más liberales por aquellos lugares, me trajo tres vestidos para sumarlos al guardarropa y su visita era tan placentera, sobre todo por la cena que tenía con Chassier esta noche, quería verme decidida más no arrogante, les iba a mostrar que podíamos hacer lo que quisiéramos y vestirnos como más nos gustara sin estar sujetas a las reglas varoniles que se nos estaban impuestas y no había lugar más apropiado para esa misión que Belle Nuit me bañé y me cambié con un traje color verde aceituna, de seda, largo, sin tirantes y con un escote bastante pronunciado, tenía una abertura en la pierna que llegaba hasta la mitad de mi muslo, tacones altos y blancos me coloqué unos guantes largos blancos de algodón y dejé mi cabello suelto con algunos rizos por sobre mi hombro, me maquillé sutilmente y me di dos rociadas del perfume italiano que me habían regalado hace una semana mis tíos encima me coloque un abrigo color negro, tomé mi monedero, cuando bajé, Francesca estaba deslumbrada, decía que parecía una aparición, me despedí de ella y salí deslumbrando a Dimitri el cual también me halagó y me dijo sus típicas palabras de aliento cuando tenía una cita importante, subí al carruaje y nos dirigimos a Belle Nuit.


Actualidad Belle Nuit
Cuando llegamos acepté bajar de la mano de Dimitri, me despedí con un beso en la mejilla de Dimitri, diciéndole que no era necesario que se quedara aquí, que regresara a las 9:30 pm las miradas sorprendidas no se hicieron esperar desde que empecé a dirigirme a la entrada, escuchaba los murmullos pero no me importaba, mis ojos revoloteaban por todos lados, en busca de Chassier, algunos caballeros se detenían para saludarme quitándose el sombrero y sus reverencias, yo saludaba a las personas con una sonrisa educada, cuando llegué a la entrada miré a Chassier sentado en los lugares que tenían afuera, vestía tan elegante y fino como siempre, tan impecable y con un aire de superioridad, pero esta noche no estaba aquí para demostrarle mi ego, incluso me propuse que no iba a ser pretenciosa, claro si no me provocaba, estaba de tan buen humor por mi caza de anoche, me acerqué a él con un paso lento, incluso se podría decir que sumiso, al tenerlo enfrente me estaba avergonzando de mi vestido, era extraño siempre hacía lo que quería sin tener miedo al qué dirán, apreté el abrigo, tratando de ocultar un poco el vestido, inhale profundamente y sonreí –Deiran, no pensé que estarías ya aquí- levanté una ceja, todo fue normal, ningún cosquilleo, ninguna arritmia, ningún escalofrío que me pusiera en descubierto –Luces muy elegante esta noche, eso no es de sorprenderse, si quieres podemos entrar, hace algo de frío y somos seres de sangre caliente- solté una risa con humor –Además tengo reservaciones- esperé su respuesta dispuesta a descubrir esta noche un poco del misterio que ocultaba Deiran Chassier.
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Mensaje por Deiran Chassier Jue Ene 09, 2014 12:17 pm

De lo sublime a lo ridículo 
no hay más que un paso.
Napoleón
Su cuerpo infinito cayendo hacia un inmenso vacío,  sin un irremediable paradero, uno desconocido, uno sin fin, inútil parafraseo que quería salir de sus labios pero estaban sellados, sus ojos dormidos como en un dulce sueño,  su cuerpo delgado amenazaba con quebrarse, parecía fuerte, el viento darle la cara, la sospecha inhóspita de desgarrarse en el vacío era como una  ola cuando choca contra el mar. No podía despejar mis pensamientos a otro sitio, miraba aquella escena una y otra vez rondando en mi cabeza como si la partiera en dos, yo caía a su lado pero como si mi esencia falsa no estuviese presente, solo fuese un ente sin algún cuerpo, expectante. Sus ojos se abrieron y eran tan rojos como el color del vino, como el de la linfa desparramarse de una virgen, la de un niño al nacer y entonces desperté.  Me pregunté algo inquieto porqué ese idea vagaba en mi cabeza desde que la conocí no tenía mucho sentido para mí, quizás fuese a ser una hermana de la noche. Me levanté sediento, con un enorme hueco en el estómago, como si de adentro rasgaran la pared haciéndola sangrar, el sabor a hierro y la viscosidad se hacía paciente, potenciando el efecto de mis ganas por devorar y peiné de mi cabello hacia atrás como de costumbre.
Me quedé un rato sentado en el diván, relativamente relajado meditando más de la cuenta sin saber por qué, eran las seis de la tarde a las ocho debía de reunirme con ella. Pedí que se me preparara el baño y estuve un rato sumergido en  las aguas, custodiándome la idea de sed persistente que pronto saciaría. Salí secando mi cuerpo con una toalla de color negra, viéndome en uno de los espejos del baño, me colocaron la ropa interior y el resto lo hice yo, estaba de tan mal humor que ordené que se salieran de la habitación antes que la tiñera del color que más éxtasis me causaba paz, al que le había dado un sentido peculiar y llevé mi cuerpo hasta el armario, trajes de finos acabados italianos, tomé uno negro, mi color preferido y los accesorios de un azul aciano, deslicé mi cuerpo por aquella ropa y el perfume del mismo país de procedencia fue puesto por una de las criadas, ella me miró como si esperase un saludo, más un portazo fue lo que la despidió, salí tranquilo, primero antes de verla tenía que hacer asuntos personales, saciar una pequeña parte de mí que grita con el nombre de ella.
Sin darle explicaciones a nadie salí sin el cochero nuevamente, dejando el carruaje pudriéndose en los fríos vientos de París y mi paso se hizo más constante, era temprano, las calles estaban vivas, tan vivo como yo. La luna por encima de mi cabeza estaba tan grande que casi se podía tocar con las manos, sentí el rozar de una mano sobre mi espalda, inmediatamente pensé en ella, ayer, en la plaza, la primera vez que nos encontramos, me giré molesto pues sabía con anticipación que no podía serlo, su olor era muy diferente. Una mujer de ojos violáceos como la sangre al coagularse me miró preocupada, alcé mis ojos sin inmutar una sola palabra, leí sus pensamientos, estaba buscando una salida próxima que estaba cruzando la calle, miré sus ojos y pronto su mirada se encantó con la mía, lo había hecho tantas veces que parecía ser hasta casual, ella comenzó a seguirme sin yo musitarle una sola palabra adentrándola a una oscura calle apenas alumbrada con un quinqué a medio morir , sus ojos derramaron una lágrima, pude sentir como sus piernas se tensaron, negué con la cabeza sin alguna emoción aparente, era tan pura así como se había concebido, podía sentir su olor virginal,  pasé dos manos por encima de sus hombros y ella jadeó, ¿desde cuándo cenar se había convertido tan sentimental? Solté una pequeña sonrisa para mí mismo y me fui hasta su cuello, pasando mi lengua desde ahí hasta el lóbulo derecho de su oreja y susurré —Huele delicioso- ella soltó un gimoteo apenas perceptible y se tensó aún más cerrando los ojos —Pero creo que sabrá mejor-ella gimió sin prudencia alguna y yo le miré con una ceja alzada —Hmmm… Qué sucia eres- tiré de su cabello negro como la noche hasta atrás de manera contundente dejando expuesta su yugular a mí y solté mis colmillos  su piel sin ningún remordimiento. Después de escuchar su corazón latir y cerciorarme que mis ropas estuviesen impecablemente limpias dejé su cuerpo arrastrarse por la pared que le sostenía y desplomarse a un lado, pasé mis dedos por los labios y todo estaba bien, era una obra maestra.
Llegué a Camelia Vinn para visitar a Charles y darle unas encomiendas que debía de mandar a Italia mañana por la mañana puesto que mi viaje se había retrasado unos días por el afán de ayudar a alguien con su sueño de ser empresaria de vinos. Inspeccioné el lugar sintiendo que algo no estaba bien pero no le di importancia, cada noche era más misteriosa que la anterior y aun no estaba con ella. El carruaje que tenía disponible en Camelia Vinn fue preparado iría hasta el restaurante para finalmente ver qué tenía preparado aquella joven misionaria con gran egolatría. Mis dedos rozaron el arnés de metal de uno de los caballos y tomé asiento con una copa de vino ya servida previamente antes de salir, las calles rocosas eran una molestia por eso prefería caminar.
Llegué hasta Belle Nuit, me maldije por haber aceptado esta cena, detestaba los lugares públicos, las puertas me fueron abiertas y con cortesía tipos de la alta cuña de París saludaban mi paso, damas abaniqueándose sutilmente soltaban sonrisas y yo asentía respetuosamente a sus miradas agradeciendo porque aquella mujer de hace unas pocas horas en el callejón me había bastado sino medio restaurante jugara con sopa de sus entrañas. Uno de los meseros mi miró y pregunté si tenía reservación, había llegado quince minutos antes, le dije que sí pero que como mi acompañante no se encontraba quería una mesa de las que estaban afuera, con vista al paisaje, él asintió y llegué hasta ahí en donde me encontraba solo, quizás era por el aire talante lleno de frío, pues no había nevado pero se sentía olas de humo salir de mi boca. Crucé una pierna en la silla y pedí una copa de champagne, algo diferente aunque me parecía igual de repudiable. Analicé el lugar detenidamente y después mi vista se perdió detrás de los árboles que estaban desnudos por el invierno, cerré los ojos y el mesero llegó con la copa, la tomé dando un sorbo ostentoso esperando por la llegada de Amelia y sentí su presencia, terminé la copa muy tranquilo, siempre en aquella posición ignorando como ella se robaba la atención de todos en el lugar, vestía elegantemente bien sin nada parecido que ya hubiese visto por París, su ropa era de muy buena mano. Al sentirle como se acercaba los ojos carmesí volvieron a mis recuerdos y fruncí el ceño molesto, teniéndole de frente mis facciones se suavizaron y me puse de pie asintiendo —Buenas Noches Amelia-  espeté con una voz gruesa y tomé su mano—Me gusta ser puntual y no hacer esperar, la puntualidad es mi fuerte- alcé una ceja y pasé la vista por el vestido de ella de pies a cabeza de manera sutil y poco cómoda —Tú te ves estupendamente bella, puedo decir cómo te has robado el aliento de cada hombre de esta sala, están encantados- besé el dorso de su mano acompañado de una reverencia —Me gusta el paisaje, tiene aire a soledad- le dije con una sonrisa dibujada a medias enseñándole los árboles muertos por el frío —Pero vamos adentro que tú morirías congelada- acoté con tu tono natural y semblante era diferente a como la había despedido la noche anterior estaba más tranquila, jugando a ser doble cara. Cuando entramos hablé con el hombre que nos dio una mesa justo dos antes de una elegante pista de baile, detesté el sitio, eso significaba más contacto con la demás gente. Alcé la ceja y me detuve en los ojos de ella —Bien, la cena primero antes de los negocios- dije con una sonrisa pretenciosa a sabiendas que lo que quería no estaba en el menú, lo tenía al frente. Me quedé viéndole fijamente, escrutando su interior como si ya quisiera descubrir porque su aura el día de hoy tenía un color diferente al de ayer y qué le hacía cambiar a un rojo bermellón.
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Mensaje por Leer Kruspe Jue Ene 09, 2014 3:14 pm

La astucia puede tener vestidos, pero a la verdad le gusta ir desnuda.
Thomas Fuller

Finalmente llegué y lo miré, ya estaba esperando como todo buen caballero que aparentaba ser, pero en mis adentros sospechaba que nada del rubí que me mostraban mis ojos era autentico, sonreí –Bueno es una gran cualidad si no también la más fuerte que una persona con gran conocimiento de educación debe poseer- cuando sentí sus ojos encima de mi vestido, apreté el abrigo que traía encima con mucha más fuerza y vergüenza contra mi cuerpo, murmuré –Gracias, aunque no me he robado la atención de nadie sólo son pretenciosos porque me conocen y para la ciudad en este momento soy solo la niña Lincoln que busca compañía- bufé una risa –Lo que no saben es que esos planes son muy remotos en mi cabeza- me encogí de hombros y dejé que mi cuerpo se cobijara por su calor propio, sentía mi nariz helada y los labios entumecidos, solté una boconada de aire y el vapor cubrió con un velo una parte de mi visión miré el paisaje y estaba en lo correcto si no fuera por el bendito frío hubiéramos podido cenar al aire libre, acompañándonos de árboles sumisos y  tratando de aferrarse a la vida como un bebé al pecho de su madre, sus hojas se miraban tan muertas que se podría decir que simulaban la contextura de la roca,  sus troncos tan delgados, sedientos de calor solar, no quería estar en la posición de ellos nunca, mi vida no sería nada divertida si no pudiera sentir el calor del sol, el beso frio del invierno, el cosquilleo que provoca el aire en mis labios al chocar con coquetería, cerré los ojos brevemente y quise trasladarme en ese momento hacia un lugar más alegre, menos duro, más apetecible para lo que debería ser mi vida, quizás ahorita estaría con mis papás cenando todos juntos en la mesa, riendo, jugando bromas con mi papá, dejándome mimar por mi madre o quizás en este momento estaríamos en el teatro deleitándonos con una obra, gozando como la familia feliz que éramos, negué con la cabeza y volví a la realidad, lo volví a escuchar –Si, bueno en realidad ambos pudiéramos morir congelados, el frio es poco piadoso con las almas amantes del fuego esta noche- empecé a caminar un poco por delante de él y cuando entramos las luces entusiasmaron a mis ojos, la elegancia se hacía notar como la estrella del lugar, las personas caminaban de un lado hacia a otro, las damas con vestidos ostentosos y peinados enormes se sentían complacidas por los caballeros que las mimaban, las trataban con una bella flor en el jardín de un amante a la botánica, visualice una pareja al fondo, gozaban de copas de vino tinto y se miraban fijamente a los ojos, estaban encantados el uno del otro, el corazón se me hizo pequeño y sentía mi estómago a punto de estallar de emoción, recordé a John de nuevo, quizás ese par pudimos haber sido nosotros, celebrando nuestro compromiso, deleitándonos con nuestra presencia, perdiéndome en sus ojos miel que me hacían sentirme como si estuviera a la orilla de la playa, sintiendo el roce de sus labios en mi mejilla o en mi boca, despidiéndonos todas las noches con mucha dificultad y suspirando por él mientras trataba de conciliar el sueño en la noche, habían pasado ya casi 10 meses de su muerte y no lo podía superar tal vez debía seguir el consejo de Abie y abrir mis ojos hacia el mundo, mirar a mi alrededor pero ¿Para qué? No había nada que me captara la atención de esa forma, al menos no lo creía posible, cuando una voz interrumpió mis pensamientos, volteé con el ceño fruncido y mire a un joven empleado del restaurante –  ¿Mademoiselle puedo tomar su abrigo?- parpadeé y me deje despojar de la prenda, me acomodé los guantes y froté mis manos la una contra la otra, recordé las reservaciones y me dirigí al joven de la puerta pero este ya estaba hablando con Chassier, ellos sabían que ya tenía reservación y me conocían, así que tal vez solo estaba verificando, nos llevaron a una mesa al fondo frente a esta había una pista de baile, los cuerpos se movían al compás de la música y a mí me fascinaba poder disfrutar de esa vista, me imaginaba plasmar con acuarelas en un lienzo blanco sus movimientos, sus caras, sus cuerpos sin ninguna prenda que oculte su monumental belleza natural, solté una risa sarcástica para mí misma, el joven nos deslizó las sillas y Deiran y yo tomamos asiento, nos entregó los menús y sonreí complacida, estaba ansiosa había discutido las preguntas que le haría con Clarke, él me había dicho algo que lo recordaba como a mi propio nombre –Amelia no te dejes intimidar, tienes que mostrarte firme, las preguntas las debes hacer con convicción y no puedes dejar que el orgullo te gané esta noche- había aceptado su consejo pero mi orgullo estaba encadenado en estos momentos en lo más profundo de mi ser, el regocijo por la caza de anoche era el amo y señor de mi cuerpo, sonreí de lado y asentí –Claro no se puede hablar de negocios si no se cuenta con un sustento que ayude a poner en marcha al cerebro- lo mire por encima del menú el cual inspeccionaba en busca del plato que se mirara apetecible decido empezar con una entrada, levanto mi vista Deiran parece concentrado en su decisión –¿Ya te decidiste?- el joven nos espera atento, Chassier parece no estar convencido así que me dirijo al joven –¿Puedes darnos un poco más de tiempo? Todavía no nos decidimos y por favor tráeme un vaso con agua- él asiente, dejo con delicadeza el menú sobre la mesa –Deiran realmente te agradezco mucho que hayas aceptado el venir conmigo a cenar esta noche, realmente me estás ayudando mucho con todo esto, que para mí es nuevo pero que espero poder aprender rápido- lo miro atentamente expectante a cada una de sus palabras pero de nuevo me distraigo, miro a los jóvenes bailar, quisiera estar ahí, dejando que toda esta euforia que tengo dentro se consuma con los pasos de baile, dejando de lado la caza por una noche y sumergiéndome en el placer que pueden ofrecer los placeres que París luce durante las noches.
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Mensaje por Deiran Chassier Dom Ene 12, 2014 1:49 pm

El precio de la grandeza 
es la responsabilidad. 
Eugene Ware 
Sus pensamientos iban más allá de sus palabras, estaba escuchando las cabezas ajenas, vacías, aturdidas con la vanidad del mundo. Hice una mueca presionando mis dientes y murmuré callado ‘’Mentes huecas, mortales ideas’’ y sonreí con un poco de sutileza a mi acompañante que no era el caso, a ella le reservaba un decoro especial, me quería dar el placer que ella sola se matase por su boca.  Ella se perdió en su memoria con una facilidad al ver algo, se me olvidaba que los humanos hacían eso, ‘’vivían en sueños o recuerdos’’, le seguí adentro del restaurante, después de haberme despedido del paisaje y de las palabras de ella insistiendo que moríamos congelados, quise susúrraselo al oído con palabras dulces, que no era humano y que me enfermaba fingir serlo. Mi piel hace tanto no sentía el calor del sol, estaba tan fría y pálida que deja ver más claros mis ojos, como si los resaltara. Ya casi ni recordaba el sol, cómo era sentir el sofoco de sus rayos, el indeciso tiempo y la lluvia. A veces, cuando estaba por asesinar a alguien me inmiscuida en sus recuerdos buscando algo que me pudiese servir y encontraba paisajes realmente enormes, casi inalcanzables para nuestras manos pero hace tanto de aquello que solo podía imaginármelo en la cabeza, afortunadamente me había sumido en oscuridad mulata, una que no me dejaba salir y que jamás lo haría. Mi tacto se había vuelto tosco y frío sin poder calentarme a mí mismo pese a que mi piel se miraba tersa y cálida, perfectamente cuidada, por eso muchos creían que éramos descendientes del infierno, demonios, hijos de Belsebú, uno que antes fue el hermoso ángel de dios. Las ideas aberrantes por el escote estrambótico de Amelia era una euforia, en las mujeres arrancaba miradas de horror, más de envidia porque ellas eran más recatadas que de costumbre, sinceramente hacía que les pareciera una ofensa a la mirada pero en realidad estaban ensimismadas pensando en cuando tendrían el valor para usar un vestido así de atrevido sin que sus esposas las tacharan de putas. Después la vista curiosas y libidinosa de los hombres, se les estiraba algo más abajo en los pantalones con el contorneo de las caderas de ella al atravesar la mesa, yo, yo sólo pude verle con agrado y muy complacido de que esa noche fuese mi compañera, no se me daba bien el ‘’socializar’’ en una mesa de restaurant, en público pero ella era una sincera compañía que cualquiera estaría dispuesto a arrebatar. Negué la cabeza, no hoy, hoy después de conocer su secreto podrían despedazarla si quisiesen. Miré la mesa bien acomodada y esperé a que ella tomara asiento para yo tomar lugar en el mío.
Ella estaba segura de lo que obtendría de mí esa noche, yo estaba convencido de lo que ella entregaría a cambio. Sonreí casi cínico, me hacía querer acercarme a ella y susurrarle ‘’Te estoy deseando tanto que me hierve la sangre que no tengo’’ claro, mi paladar advertía muchas cosas de ella, las cuales cumplía a la perfección, era mujer, hermosa y virgen, tal cual me gustaba arrebatarles su linfa al alimentarme, era una delicia pero detrás de todo ese montaje algo más que frenaba mi asqueroso instinto, ¿Cuándo leería su mente? —El lugar está muy elegante pero creo que debería de reservarse la entrada para algunos- dije con una mueca señalando el rostro de dos hombres que casi tiraban saliva en sus sopas al ver el escote de Amelia y la abertura en sus piernas —Y si te pudiera decir lo que la mayoría están pensando en esta sala sobre ti, sería algo descortés- sonreí marcando los finos músculos de mi rostro en vista hasta ella que se perdía con desdén en sus ojos. —Bien…- dije tomando la carta de menú y darle una hojeada rápida, asentí sin menor importancia al hombre que era nuestro mesero cuando le vi embobado, perdido en ella —Eh… tú…- dije sonando lo más despectivo posible para captar su atención rápidamente —Si dejas de salivar un momento por la dama aquí presente y traes su vaso con agua y a mí una copa de vino tinto en este momento sería interesante- alzando una ceja y sin dirigir mi vista a ella, le hablé directo al tipo que estaba nervioso por la penosa aclaración que acababa de decir. Mis ojos se posaron de nuevo en ella y con una amplia risa agradecí por las atenciones de pedirle más tiempo al hombre que regresaba con nuestras órdenes de bebida, le escuché sus palabras y negué de inmediato —El placer es mío Amelia, veo esto más que como una cita de negocios- giré mi vista hasta el lugar —La verdad no me llama la atención nada de este menú, creo que sólo tomaré el vino- dije con voz suave pero decidida y me puse a pensar en que ella podría ver algo extraño en mi vacilante decisión de no ingerir alimentos así que vi al hombre con ojos fulminantes que ahora estaba en todo tiempo pendiente de mis acciones como si las de Amelia hubiesen desaparecido por su propio bien —Bueno… Voy a sacrificarme- dije con voz pesarosa y una falsa sonrisa, realmente lo iba a hacer, nosotros no necesitábamos comer más que sangre pero si podíamos hacerlo, solo que era realmente molesto así que me decidí por un poco de carne —Quiero el Filetto di Manzo, término medio- miré a Amelia para que dijese su orden pero ella estaba perdida con las parejas que bailaban de un lado al otro, deslizando sus vestidos con una suave y sensual melodía interpretada en piano, en vivo.
—Amelia…- dije casi susurrando ya de pie, con una mano extendida hasta ella y mis ojos clavados enteramente en los suyos, una sonrisa ladina dibujada y levemente inclinado, seriamente era  la pose en la que un caballero saca a una dama a bailar —Concédeme esta pieza- me fijé en sus labios rojos bien delineados y después en su mano esperando una respuesta ¿Qué era a lo que estaba jugando?
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Mensaje por Leer Kruspe Dom Ene 12, 2014 8:27 pm

Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas
Pablo Neruda.


Todo parecía tan calmo, tan sereno es como si esta noche el mundo hubiera expulsado a todos los demonios que invadían las calles de Paris y me hubiera querido dar una noche de paz, una noche en donde no existía mi sed de venganza, donde no existía mi desprecio hacia los vampiros, era una noche placentera y estaba aquí rodeada de personas normales y teniendo a un fino caballero frente a mí, me percataba de las miradas de los hombres pero lo único que me provocaban era risa, no entendía el afán de ellos por el cuerpo de una mujer, era igual a las demás, sabía que era bella, después de todo el espejo no miente pero no me llevaba el premio de oro entre las más vistosas y glamorosas, pedí el vaso con agua pero el mesero se quedó por un momento sin responder, fruncí el ceño pero no quise decirle nada, después de todo quien era yo para controlar las miradas de los demás, este vestido llamaba la atención y se los mostraba más que todo a todas estas mujeres sumergidas en los gustos masculinos, ellas también podían lucirlo e incluso mejor que yo, estaba tan perdida en la pista de baile que no quería despegar mis ojos de aquellas personas que se movían con tanto entusiasmo, cuando escuche a Chassier decirle algo al mesero entonces me molesté un poco, tal vez estaba siendo imprudente al verme de esa forma pero él y yo no éramos nada, sentía mi cara arder de la vergüenza, pero luego me reí internamente, esto era tan tonto, tan tonto como decir que Chassier parecía molesto por las miradas que me acosaban como un anillo de diamantes en la vitrina de una joyería, puse los ojos en blanco y suspiré, me dirigí a él –A mí tráeme un plato de Cioppino por favor- sonreí gentilmente, el joven finalmente se fue dejándonos solos y con las indicaciones de Deiran, le sonreí con humor y negué con la cabeza –Creo que eso fue duro ¿siempre tienes la costumbre de ser…- mire a mi alrededor –tan directo con las personas?- en muy poco tiempo lo único que me causo fue gracia, y le dejé de tomar importancia, sólo estábamos cenando y no quería estropear mi buen humor por una estupidez, asentí debido a su falta de entusiasmo por el menú, pero tal vez estaba asqueado de lo que tenía a su alrededor, -Entonces… dime ¿cómo fue que empezó todo esa hambre por la viticultura? Me fascina conocer el entusiasmo de las personas por sus trabajos y el hecho que tú seas muy exitoso en esa área me intriga aún más, hmm no sé tal vez pueda llegar a copiar espero que con tu permiso algunas de tus anécdotas- mordía mi sonrisa y lo escuché pero no podía dejar de sonreí por mi alegría, era tan tonta, lo único que rogaba era que esta sedación de mi carácter fuera en su totalidad a la caza de anoche y no hubiera nada más que estuviera fomentando esta tan molesta pero excitante emoción, mi apetito no estaba en su mejor momento, la satisfacción no dejaba lugar para el hambre, estos momentos me recordaban tanto mi tiempo con John, después de una caza que había salido de forma magnifica, cabalgábamos hasta un lago cerca del bosque en mi mansión y nos dejábamos mimar por la noche, en sus brazos todo tenía sentido, todo adquiría más color más luminosidad, su amor me llenaba como el sol a una flor después de un frio invierno, lo amaba tanto, no quería estar con nadie más después de eso, todos los hombres me parecían poco agradables, poco llamativos, poco interesantes, mis pensamientos son interrumpidos por una polilla que pareciera chocar contra esta telaraña que se tejía entre mis neuronas, y esa polilla tenía nombre y apellido y el dueño de ese nombre estaba frente a mí, no me gustaba como hombre pero había algo en él que me incitaba a querer ver lo que escondía, que me incitaba a querer ver porque captaba de esta forma mi atención, porque me atraía todo este misterio que emanaba ¿Qué se ocultaba bajo todo ese aspecto impecable? ¿Qué era lo que mi sentido de la desconfianza me alertaba? ¿Acaso era peligroso? Internamente me burlé de mis pensamientos, no lo había, sólo era esa personalidad misteriosa que no me dejaba concentrarme en mis demás intereses, debía alejar todo eso después de terminar con mis inquietudes que lo más seguro sería esta noche no nos volveríamos a tratar, no lo volvería a ver y ahí estaba el detalle mis ojos si lo querían volver a ver, querían descubrir todo lo que ocultaba, desnudar su alma, empaparme de sus secretos cerré los ojos y negué para alejar la confusión, volví a dirigir mi vista a la pista de baile y había una pareja que estaba de lo más entusiasmados, se veían tan felices, tan vivos, la chica sosteniendo con una mano el hombro del chico, riendo dándose besos, esto me estaba emocionando, las lágrimas querían salir de mis ojos, porque esos días se habían acabado para mí, de un momento a otro los chicos tomaron el aspecto de John y yo, bailábamos felices, él me daba vueltas, yo reía cerca de su rostro, nos dábamos besos, y él me sostenía firmemente de la cintura, cerré los ojos y tragué fuertemente, cuando su voz como un susurro me distrajo de mis emociones propias de una niña enamorada, lo mire aún algo aturdida, él estaba de pie frente a mí, su pose me invitaba a bailar, fruncí el ceño, pero era debido a que me sentía confundida, rápidamente sonreí –Claro que sí Deiran-  y tomé su mano delicadamente, me levanté y caminamos a la pista de baile, la música de piano era tan encantadora, tan suave, incluso se podría decir que tenía una pizca de sensual, como si aquel hombre sentado detrás de ese robusto instrumento leyera mi mente, como si él supiera que esto es lo que le hacía falta a mi vida, sonreía como una tonta, pero mi emoción era dirigida más que todo a la falta de estrés, el orgullo esta noche no estaba para cubrirme como una armadura, esta noche me sentía libre, extasiada, feliz, estas sensaciones no había estado juntas desde lo de John, pero había una muy ridícula teoría en mi mente, todo esto había comenzado anoche en la plaza Tertré, cuando mis dedos rozaron su espalda con imprudencia, con el color de sus ojos, con sus movimientos y todo aquel misterio que lo envolvía ¿acaso a esto es lo que se refería Abie al verlo, acaso su embrujo hacia las mujeres iba más allá del físico, era su encanto, su misterio, su elegancia y educación lo que las atraía? Una sonrisa ladina se me escapo por mis tontos pensamientos, parecían pensamientos de una niña enamorada de un personaje de libro y no había espacio en mi vida para eso, nos dispusimos al centro de la pista y mordí mi sonrisa, mientras sentía mis ojos algo brillosos por mi emoción, puse mi manos sobre su hombro y con la otra abracé la mano de él, sentía su tacto en mi cintura y nos empezamos a mover lentamente, dando pasos delicados y llenos de experiencia por parte de él, me sentía levitar, mi corazón latía fuerte y mi respiración no era la adecuada, sentía un cosquilleo invadir mis dedos, así que los moví por encima de su hombro para borrar ese entumecimiento, le miré directamente a los ojos y sonreía como no lo hacía en mucho tiempo, ese verde capturaba mi atención como nada en el lugar, era como si estuviéramos solos, iluminados por la luz suave y seductora del lugar, susurré –Lo haces muy bien, me siento como una novata contigo- solté una risa –Además me leíste los pensamientos, quería bailar contigo desde que te vi - bromeé –Disculpa mi humor tan insípido, ya te habrás dado cuenta desde anoche que mi honestidad es la más sobresaliente de mis cualidades sin embargo no es la que más me gusta mostrar, algunos no consideran apropiado mi falta de sensibilidad- suspiré –Pero ya qué no se puede enderezar de la noche a la mañana un árbol que ya nació torcido- me encogí de hombros, otra vez capturo mi atención, esta noche era una niña que parecía tener déficit de atención, su cabello castaño claro era tan atractivo, quería enredar mis dedos en él pero luego me volví a concentrar en sus movimiento de baile –Disculpa que te miré así pero tu cara me hace recordar a alguien que le encantaría estar en mi lugar- y el rostro pálido, el cabello rubio y los ojos miel de Abie aparecieron en mi mente –En realidad no sería muy propio confesarte su nombre, tal vez no se conozcan o quizás ya se conocieron, es una persona de lo más agradable- mordí mi sonrisa volteé mi vista hacia una pareja y el hombre nos observa a Deiran y a mí, concentré mi vista en sus ojos de nuevo –Hace rato dijiste que si me dijeras lo que piensan estas personas de mí sería descortés ¿Acaso eres un brujo o tienes un gitano trabajando para ti que te comunica los pensamientos de los demás?- era una broma y mi tono y sonrisa me habían delatado, él sólo había sido cortes –No estás jugando limpio, aunque no es mala idea, así podría descubrir el misterio que me ha inquietado desde que conocí a cierta persona- soné bastante ajena a su presencia no quería que descubriera que esa persona era él, inhalé profundamente -Ya qué sabes lo que los demás piensan ¿qué crees que estoy pensando en este momento?- me mordí el labio y susurre -¿Qué es lo que crees que pienso de ti Deiran?- me volví a perder en sus ojos y miré por un breve momento sus labios, queriendo que me susurrara que lo creía un hombre misterioso y que me estaba inquietando como no lo habían hecho en bastante tiempo.
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Mensaje por Deiran Chassier Mar Ene 14, 2014 4:07 pm

La adversidad descubre al alma 
luces que la prosperidad no 
llega a percibir. 
Lacordaire
Escuché atentamente la petición de Amelia para el insubordinado mesero, esperaba que el tipejo captara rápidamente las órdenes y se fuera de inmediato, no estaba dispuesto a ver otra falta de respeto para con ella pero había entendido perfectamente lo ‘’sutil’’ que había sido hace un momento antes. Ella estaba tan serena viendo a los demás como bailaban, juntando sus cuerpos haciendo una especie de ritual dulce que invitaba a despabilar. Yo por mi parte bajo el esmeralda de mis ojos analizaba la situación de una manera más prometedora, ella no sabía que estaba sentado al frente del demonio. Me pregunté en segundos si ella era tan inocente como aparentaba, me negué la idea de inmediato, la había visto, su aura, la noche anterior, esas fracciones rotas como manchas de sangre penetraban en lo más concéntrico de su energía lo que me decía a gritos que ella era tan corrupta como el servidor a su frente. Le escuché hablar, de una manera u otra su voz era diferente a la de ayer, más llena de humor, calma, casi como la de una paloma al borbotear, ¿Cuál era su fuente de tan buen humor? Negando sus palabras respondí de manera gentil —¿Duro?- volví a negar con mi cabeza esbozando una leve sonrisa quizás de molestia, no podía ser tan ingenua —Hay algo que se llama respeto Amelia, tu puedes usar la ropa con la que te sientas mejor, no por eso te deben de faltar al respeto viéndote de una manera cargada de lujuria aunque sea eso lo que verdaderamente despiertes- alcé una ceja como si hubiese encestado la bola en el hoyo.  Su énfasis en mi manera de ser me hizo apoyar levemente mi abdomen a la mesa para luego enderezarme y cruzar la pierna, con la mano derecha sostenía mi mentón y con ojos entrecerrados le estudiaba —Siempre he sido así, quizás es una de mis más escuálidas personalidades, la franqueza- agregué en un tono tranquilo sin agrandar mi ego, era más una confesión a voces —No tiendo a ser hipócrita, detesto la hipocresía, soy casi un sabueso en eso, detectándola - soné un poco tosco al decirlo porque mi rostro estaba tan serio como una piedra pero poco a poco comencé a relajar mi musculatura —¿Será que por eso tiendo a intimidar?- alcé una ceja sabiendo que a ella no le causaba ni el mínimo efecto para lo que a mí respecta no era un problema, ella no era un problema —Y por eso me encuentro rodeado sólo de gente fundamental, gente que sé que no va a defraudar mi confianza y puede estar segura que sólo son tres personas-ni siquiera eran personas, bueno uno de ellos era el viejo Charles pero los otros dos seres eran dos inmortales en fin, no tenía por qué aclararle nada. —La traición Amelia, el fraude conmigo es pena de muerte- dije con una amplia sonrisa restándole importancia a esas palabras pero llevaban todo el significado, rama que se enredaba en mi camino y descubría que estaba torcida terminaba seca por el corte de raíz.
Tratando de apaciguar el ambiente entre ambos y volver de nuevo al vaivén de esa música perfectamente ejecutada por el pianista ahí presente su pregunta logró tomarme por sorpresa. —La viticultura ha sido el negocio de los Chassier’s por más de medio siglo, quizás es algo nato, propio de nuestra familia, para mi mala suerte he sido yo el último sobre los que ha recaído esta responsabilidad- dije aquello con cierto dramatismo, si ella supiera que desde siempre me había encargado del negocio, desde  mi transformación. —Pero feliz con ello lo he aceptado de la mejor manera- me odié por sonar tan estúpidamente humano —La pasión por el vino casi se ha convertido en mi debilidad, todo se lo atribuyo a la perfecta elaboración, su delicado procesamiento y después su distribución a la mesa del cliente, eso es lo más excitante después de todo - esbocé una sonrisa —Su olor penetrarle el bulbo olfatorio, su paladar hacerse agua y al momento  de degustarlo transportarse al paraíso, coleccionando momentos, momentos especiales, momentos de ira, dolor, sufrimiento, felicidad…. Esa es la clave del éxito- terminé con una complacida sonrisa clavando mis ojos en sus labios y después a su cabello, por encima de éste la mirada a alguien que tomaba vino en el otro extremo de la mesa.
Cuando menos pensé la plática había terminado y yo estaba de la mano de Amelia yendo a la pista de baile, no era de esos bailarines empedernidos pero mis habilidades con el baile eran muy finas, digno de un italiano. Sentí como todos los ojos ajenos se clavaban en ambos, odiaba ser el centro de atención pero con aquella hermosa mujer de mi mano era algo que era difícil de ignorar, después  de todo los otros seguían vaciando su saliva en la mesa cada que podían. Mis ojos acecharon los de ella y con una leve sonrisa tomé su cintura acercándola a mi cuerpo, sentí su vestido rozarme el tórax y con un paso derecho hacia atrás tomaba su mano libre sintiendo su calidez por encima del guante. Comenzamos a deslizarnos en compás a la música, le sujetaba firmemente abriéndonos paso entre la multitud, enseñándole por dónde ir.  Su respiración estaba muy agitada, así como su corazón  y yo seguía meciéndola en el aire, barriendo el suelo con movimientos limpios y finos, era toda una excelente pareja, ni una sola vez su talón había chocado con mi pie en los giros. Le giré una vez más con menos fuerza que los anteriores, separándome de su cuerpo para después entrelazar las manos con las de ella por encima de su cintura, era como un abrazo podía hablarle directamente a su oído. —Amelia, no me halagues, eres tú quien se está robando la pista con sus movimientos- no había ni una pisca de agitación a mi hablar, era obvio, eso no me cansaría —Pensé que te negarías a cederme esta pieza de baile, tuve que ser rápido antes de que otro me robara tu compañía- susurré en su oído suave y después le di otro giro más para volverle  a tener de frente y responder sus interrogantes. —Aprecio la honestidad, llegarás lejos si sigues así- murmuré de lo más tranquilo. Sus palabras me sacaron de la idea y alcé una ceja —¿A Alguien? Espero sea un placentero recuerdo y que ese ‘’alguien’’ no haya sido mejor pareja de baile que yo- dije con un tono peculiar y una sonrisa negando a esa idea. Mis ideas se refrescaron viendo un poco al fondo de la habitación y después me centré en sus ojos, soltando una risa burlesca, detestaba a los gitanos —Para nada… No me gusta consultarme mi suerte a nadie y menos a brujos o gitanos- mi cara se colocó un poco más seria — Verás Amelia, no hace falta ser adivino para deducir sus ideas sobre la forma aberrada  de tenerte en su cama o por lo menos conseguir placer para sí mismos- mis músculos se tensaron un poco más sin saber por qué, quizás era eso, la falta de cortesía a pesar de todo Linzather siempre se había encargado de inculcarme eso de humano y pese a que odiaba con todas mis fuerzas a esa mujer sus lecciones me habían marcado de por vida. —Los misterios siempre rondaran las cabezas de todos, somos los fantasmas de nuestro pasado, presente y futuro… Ocultamos secretos por naturaleza, por supervivencia, nadie es libre de pecados- aclaré mi voz. Mis ojos le analizaron y su pregunta me hizo sentir incómodo, no iba a leer su mente para responder lo que quería así que quise persuadir la situación —Estás pensando en qué haces bailando con alguien como yo, en una noche como esta, seguramente tendrías algo mejor que hacer- cerré los ojos y acercando su cuerpo más al mío me coloqué a una distancia para susurrarle —Es eso o que realmente estás vislumbrada por mis pasos de baile que no te dejan ni respirar- me separé de su cuerpo y después me aferré a su cintura —Seguramente piensas que soy el hombre más extraño que has conocido, callado, encerrando un misterio, estás en lo cierto- solté su mano y sacando un pañuelo se lo ofrecí para secar su frente —Todos tenemos demonios ocultos Amelia ya te lo había dicho pero lo divertido es descubrir los de los demás sin saber que los mismos nuestros están siendo disuadidos por otros- tiré su cuerpo hacia atrás sosteniendo su columna con mi mano y su cuello con la otra, la música casi daba su final y entonces mi cara que recorrió desde su abdomen subiendo por encima de su escote hasta sus ojos se acercaron a sus labios y me quedé pausado ahí hundido en su vista —Me pregunto si estás queriendo husmear en los míos- sonreí de lado y separé mi cuerpo del  de ella colocándole de nuevo derecha y llevándola hasta la mesa donde los gritos de unas mujeres con desespero se hacían hueco después de ahí, ni ella ni yo volveríamos a ser los de antes.

 
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Mensaje por Leer Kruspe Mar Ene 14, 2014 8:10 pm

Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los hombres geniales y pueblos fuertes sólo necesitan saber a dónde van.
José Ingenieros
Le miraba directo a los ojos, estaba perdida en ese color, cada uno de sus movimientos y gestos atrapaban mi atención como si fuera una luciérnaga por la luz de una candela, mis ojos se dividían en miradas a su boca y sus ojos, pero eran sus ojos lo que me hacía sentirme atrapada, su mirada iba más allá de algo hermoso, tenía ese “algo” que yo consideraba como misterio, quería abrirme el cráneo y escarbar en mi cerebro en busca de la respuesta, de lo que me quería decir, de mis pensamientos tan confusos y tan idiotas, me odiaba en este momento no me gustaba perder el control de las cosas, estaba acostumbrada a ser siempre la que tenía las respuestas que quería y necesitaba, pero esta noche ese deseo estaba muy lejos de mi alcance, nos seguimos moviendo, él me daba vueltas, poco a poco mi pecho era más constante en su movimiento de ascender y bajar, me estaba empezando a sentir con algo de cansancio pero a la vez euforia, era tan bueno, sus vueltas me hacían sentirme como si estuviera bailando con un ángel, y de nuevo aquí estaba mis estúpidas comparaciones con seres que son hermosos y no se parecen en nada a nosotros los humanos, cerré los ojos brevemente y me dije internamente –Leer estás comportándote como una tonta, es hora de volver a tomar el control, no es nada, después de esta noche ese hombre será nadie en tu vida y debes aceptarlo, entre más pronto será mejor- esta vez me sentí convencida y dejé de sonreír con tanto furor, tomando cierta expresión de orgullo mezclada con una sonrisa sincera pero no infantil, mis ojos seguían los movimientos de los suyos, y mis piernas dejaron de sentirse entumecidas, aunque no lo aparentaran por mis movimientos de bailen estaban siendo bombardeadas por corrientes eléctricas que no parecían tener un lugar de origen ni causa externa aparente, mi cerebro se negaba a aceptar como causa el tacto, la palabras y los movimientos de este hombre que tenía enfrente y eso debía seguir así aunque a mi estómago y mi pecho no le agradaran, solté una risa –¿Robándome la pista? Por favor Deiran hay muchas mujeres que están encantadas contigo- me acerque a su oído y susurre –Créemelo, conozco un par- le miré de lado directamente a los ojos, sonreí  – ¿Negarme?- fruncí el ceño y lo miré con diversión –No podría negarme a bailar contigo Deiran, jamás hubiera aceptado que otro que no fueras tú me sacara a bailar, tendré la dicha de decir que el magnate de los vinos, el hombre más deseado de Paris bailo conmigo esta noche…- estaba bromeando mi tono me delataba claramente, le miré a los labios y susurré –Y no morí en el intento- le miré directo a los ojos, tal vez no había sido una broma desenfrenada mi última frase, me regaño a mi misma –Lo era Leer, créemelo así debe ser- cuando escuché que dijo alguien me reí, estaba gozando, me parecían tan divertidas sus palabras, eran el detonante de esta emoción que me hacía mostrarle mis dientes y mi sonido burlesco a cada momento, debía controlarme, a este paso creería que todo representaba una broma para mi persona, de pronto pensé –Alto… Leer ¿Desde cuándo te interesa lo que piensan los demás? Esto ya está siendo un tanto ridículo- volví a alejar el embrujo esta vez era definitivo, miré a las demás personas, apreciando sus vestidos, pensando miles de ideas para expresarlas a través de un pincel, deslizarlo a través del lienzo, formando figuras que en un principio son abstractas hasta convertirse en paisajes, en rostros sonrientes, en cuerpo sin ningún tipo de tapujo, después de todo la belleza de una mariposa procede de una larva sin ningún tipo de hermosura para los ojos de quien no ve más allá de su narices, y aquí estaba yo bailando con este hombre misterioso e inquietante, mientras nos deslizábamos por la pista de baile, sin ningún problema o distracción, sin ninguna preocupación, solo dejándonos seducir por la música y el momento, mi respiración poco a poco se normalizaba y todo parecía volver al control, respondí atentamente –Bueno, no creo que pudiera bailar con esa persona de esta forma, sería… raro- reí socarronamente, enderecé un poco más mi postura, no había sido desgarbada pero me había encogido un poco por el hormigueo que me atormentaba segundos atrás, sin embargo no por eso debía ser grosera, él estaba comportándose de lo más caballeroso conmigo, no debía mostrarme como una niña caprichosa, esa frase hizo que mis dedos se aferraran con algo de fuerza a su chaqueta –No creo que piensen así, lo más seguro es que me creen una cortesana que está teniendo el lujo de venir a este lugar invitada de un fino caballero, creo que sus miradas van más allá de querer…- inspire profundamente –llevarme a la cama, están horrorizados de que no esté siguiendo sus tan lineales, metódicas y muy machistas reglas, seguro que quieren sacarme de este lugar y quemarme en la hoguera- alcé una ceja y sonreí de lado, me volví a concentrar en sus palabras, atenta a cada uno de sus sonidos, su voz grave pero fina, le miré con incredulidad y deslice mi mano un poco más cerca del centro de su espalda, esa zona que sigue al cuello y me acerque al oído de él –Créemelo, estoy más que deslumbrada, debo estar con un ex bailarín o un talento no descubierto- cruce mis ojos con los de él –Y no, no tengo nada mejor que hacer, no desperdiciaría esta oportunidad- mordí mi sonrisa –Además creo que ese par de chicas ahí están más deslumbradas que yo, no te quitan los ojos de encima…- hice un movimiento con mi barbilla hacia las mujeres y alcé la ceja –Vaya, al parecer no soy la única deseada esta noche, las tienes contra las cuerdas y eso que sólo te ven y desean que bailes con ellas…- mordí mi labio y entrecerré los ojos –Morirían de un paro cardíaco si llegasen a estar en mi lugar- sonreí con satisfacción, aleje un poco mi cuerpo de su abdomen y pecho y traté de sonar tan casual como fuera posible –Casi das en la diana Deiran, mis pensamientos eran más vagos de lo que me acabas de decir…- mentí –Pensaba sobre todo no podría tener tanta suerte y que este sueño mío de bailar y hablar de esta forma contigo jamás sería realidad- solté una risa y mordí mi labio inferior –Bromeo, claro que me pareces misterioso, y eso Mr. Chassier me incomoda mucho, me gusta tener el control de mis emociones, pero contigo es diferente, es un total misterio esas sonrisas y gestos tuyos, hmm quizás esto sea bueno, la vida siempre necesita un toque de misterio, algo que nos haga ir tras eso que queremos saber, si tuviéramos las cartas sobre la mesa, mostrándonos los movimientos del oponente, la vida sería totalmente aburrida- puse los ojos en blanco, tome su pañuelo y lo pase ligeramente por mi frente, no sentía sudar pero no lo quise rechazar, se lo entregue de nuevo, sus palabras acerca de los fantasmas me hacían meditar acerca de mi propio demonio, este demonio sediento de venganza, sediento de ver paz en las calles de París durante la noche, sediento de sangre inmunda de esos demonios que no tenían un cupo reservado en el infierno, murmuré con la vista desenfocada a la nada –Si, todos lo somos, ninguno está exento, ninguno es tan puritano para decir que es bueno, es una blasfemia, es una utopía, es lo más vil mentira que alguien puede recitar…- le volví a mirar a los ojos –pero ya qué este mundo está lleno de mentirosos, de egocentristas, de seres malvados sedientos de tomar entre sus manos lo que no es de ellos e incluso asesinos- esa última palabra me señalaba con todas las de la ley en mi cerebro, pero no lo iba a aparentar, después de todo no se puede asesinar algo que ya está muerto, sentí que me tiro hacia atrás y una sonrisa sincera se esbozó en mi rostro, y otra vez mi respiración se había alterado, mis ojos se cruzaron con los suyos de manera tan profunda que me estaba sintiendo incomoda, apreté mis manos en su chaqueta pero siendo cuidadosa, respiraba por la boca por su cercanía, más no estaba jadeando, tragué fuertemente y murmuré algo aturdida –Desde que te conocí Deiran, te dije que no me gusta sentirme perdida-  estaba siendo sincera y estaba convencida que mi tono no había sido ajeno a lo que sentía, me fijé en sus labios y me volvió a colocar derecha, el embrujo de nuevo me estaba tomando como suya, parpadeé y volví ser la misma Leer Kruspe, la pieza había terminado y debía convencerme que por un baile no debía ni podía pasar nada.

Cuando regresamos a la mesa escuché a unas mujeres gritando –¡Vampiros, nos atacaron, quieren devorarnos no salgan de aquí, no salgan de aquí!- ellas se miraban agitadas y tenían algunos rasguños sangrantes en las ropas, todo mundo empezó a alterarse y los hombres que eran los que velaban por la paz del lugar las sacaron a la fuerza, los murmullos no se hicieron esperar, miraba las caras de terror, otros se reían creían esto una broma de muy mal gusto, para mí no lo era y mi mal humor había despertado de su sueño, debía irme, no podía descansar, no podría hablar de manera serena con Deiran si este fuego que estaba quemándome por dentro me atormentaba, coloque mi mano en su hombro –Disculpa Deiran, me estoy empezando a sentir mal, creo que fue la conmoción de esas mujeres, me recuerda a algo que paso hace mucho tiempo… no… no- las imágenes de la noche de la muerte de mis papás emergieron en mi memoria, las lágrimas querían arrancarme la estabilidad pero no las dejé, -sólo disculpa, estoy siendo grosera, pero realmente me siento mal y no quiero verme más grosera contigo, tú te has comportado como un caballero conmigo esta noche, espero me entiendas- las palabras eran vacilantes y no lo volteé a ver en ningún momento mientras sacaba una considerable cantidad de Francos de mi monedero, para pagar la cena que no habíamos consumido, le di la mano y la agite con algo de prisa –Buenas noches y disculpa esta grosería- salí casi huyendo, casi arrebatándole mi abrigo al joven y sin responder a su despedida, camine apresurada, tenía que encontrar a Dimitri, no podía estar lejos, él no me dejaría sola, la oscuridad estaba haciendo de las suyas con mis nervios, esta noche no andaba ninguna arma, no consideré esta posibilidad, apreté el abrigo a mi cuerpo para cobijarme del frío, cuando sentí que me seguían, volteé hacia atrás pero no había nadie, camine más a prisa y me metía a un callejón, el olor era nauseabundo y la basura estaba amontonada en las paredes, alguien me seguía y podía ser un vampiro, pero aunque no llevaba armas podía pelear de cuerpo a cuerpo, apoye mi espalda contra el muro y miré a todos lados, enfrente de mí miré un pedazo de madera no estaba en punta pro podía romperlo con mi rodilla para astillarlo, lo hice y la punta quedo algo torcida, entrecerré los ojos y mire algo moverse en la oscuridad, no había nadie, estaba completamente sola, la furia me invadía con más fuerza, apreté el pedazo de madera entre mi mano y camine con cautela, cuando salí no vi nada, verifique a ambos lados pero no era nada, empecé a caminar con algo de prisa y escondiendo la estaca dentro de mi abrigo, cuando llegué a una boca calle, el quinqué iluminaba la zona, estaba desierta parecía como si la humanidad se hubiera extinguido, cuando sentí que me tomaron del cuello por detrás, rasgué el brazo de mi atacante y este me llevo hasta dentro de un edificio vacío y viejo, él era fuerte, jadeaba contra mi oído y sentía su piel fría, me tiro al suelo y se abalanzo sobre mí,  sus ojos estaban más rojos que el color de la sangre, por su conducta parecía un neófito, estaba desesperado y sus movimientos eran descoordinados, con algo de agilidad le pude enterrar la estaca en la espalda, él se levantó y gritaba, miraba la sangre caer de la herida, a unos pocos metros de mí había un tubo de hierro, el vampiro se estaba tratando de quitar la estaca de la espalda, me acerque a él y le di con el tubo en la cara, él cayó de espaldas y la estaca en su mano, miré su rostro sangrante, con fuerza enterré el tubo en su estómago, no lo traspaso del todo, empujé con mis dos manos y lo traspaso, él gritó y me empujó, caí lejos y mi cabeza golpeo la pared, me queje y me sentía aturdida, miré algo borroso que se sacaba el tubo del abdomen, como pude me levante y brinque sobre el tubo volviéndolo a hundir en su estómago, le quite la estaca de la mano y con mucha fuerza y odio se la enterré en el corazón, él abrió los ojos como plato y mire su rostro deformarse, su piel ponerse morada y después café, un poco de sangre mancho mi rostro, respiraba agitada, con el hormigueo por la adrenalina del momento liberándose en mi cuerpo, cuando escuché una voz familiar, estaba sudada y miré con algunos cabellos cubriéndome el rostro, era él ¿Qué rayos hacia aquí? ¿Por qué me aplaudía? Había descubierto mi secreto y cuando salió de la oscuridad y vi su rostro de manera correcta el verde dejo de ser el centro de mi atención siendo el carmesí el centro de mi confusión y furia cegadora.
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Mensaje por Deiran Chassier Jue Ene 16, 2014 5:34 pm

La cólera es una ráfaga de viento que apaga la lámpara de la inteligencia.
Robert G. Ingersoll
El baile se hacía más ameno, la música, el son, ella. Podría jurar que lo estaba disfrutando, quizás sí pero era tan duro para admitirlo que simplemente me dejaba llevar por los ojos ajenos en el deslizar a nuestro paso por aquella pista. La música suave y los susurros de los demás eran como un oscuro toque de maldad a la sombra de la muerte me estaba tomando muy en serio esto de fingir ser humano. Mi cuerpo le guiaba de una manera segura y ella con soltura seguía mis pasos sin perder el ritmo, nuestros ojos eran únicos testigos y quizás la conversación era más jugosa de la manera en la que la ejecutábamos, cerré mis ojos y me sentí caer así como cuando soñé con ella en repetías ocasiones pero esta vez ella no estaba a mi par. Los abrí y todo seguía igual, el restaurante finamente decorado, la suave y sensual música sonando y nuestros pasos abriéndose en conjunto de una memoria. Miré al camarero que esperaba con nuestras órdenes dejándolas en la mesa, lancé otra mirada fulminante hacia él lo que le hizo retroceder de inmediato a la cocina una sonrisa se dibujó en mi cara nuevamente viendo sus ojos que se colaban con los míos hundiéndose de nuevo.  Amelia por una parte dejaba demasiadas zancadas que podía pisar para darme pistas sobre ella, algo estaba claro su cambiante personalidad era lo que más podía deducir, en un momento estaba sonriendo como los ángel y después enterrando con sus palabras un cuchillo tal como un demonio ¿Quién realmente eres Amelia Lincoln? Me dije a mi mismo sin dejar d verle escuchándole hablar, ‘’prevenir antes que lamentar’’. Estaría prejuzgando su acción ¿Quién era yo? Pero de lo que sí estaba seguro al final de esta velada dejaría desnudo su cuerpo y alma y mis ojos eran como un pozo enorme queriéndole llevar hasta el fondo de sí. Asentí a su cuestionamiento, pues era un hecho que era la reina del baile y yo su fiel acompañante, la idea me hizo querer reír como desquiciado ¿Dónde estaba esta humildad antes? Ni yo mismo podía creerme tal cosa, era tan maldito que lo disfrutaba. —Nadie importa esta noche más que tú Amelia, las demás pueden esperar una eternidad — dije con una sonrisa sutil, de cierta manera esas palabras eran verdaderas, era ella quien tenía mi entera atención ante su aura misteriosa y las demás, jamás me había percatado que hubiese alguien más que ella —¿Por qué morirías? No creo ser tan letal bailando— dije en un susurro cerca de su oído, ladeando el rostro para tomarle de la cintura y sentirle más cerca, su calor me calentaba, hacía que mi piel se adosara a ella así como la cortina de baño pegándose a la piel desnuda después de un baño caliente era algo más de física. Sonreí de cierta manera estaba gozando el momento alcé la ceja a su confesión de a quién yo le traía a memoria y no le tomé mucho cuidado, no le había dejado claro que no me importaba saber de ella y de nadie más? Pero parecía no entenderlo. —Y te aseguro que es todo lo contrario, en los hombres despiertas hambre y en ellas…— dirigiendo la vista a unas mujeres agrupadas en una mesa que no le quitaban la vista —…envidia — terminé la frase que había comenzado y deslicé mis labios por su cabello sin ser tan pretencioso mientras nuestros pies se encargaban de alejarme de su cuerpo — Creeme que aprecio que seas tan libre como tus pensamientos, la primera limitante en la vida son las cadenas a las que nosotros mismos nos esposamos Amelia y ser liberal puede ser bueno aunque se debe de estar seguro hacia donde tus pasos te están llevando…— le ofrecí una franca sonrisa y después me negué la idea de sus elogios, no era de los tipos que le encantaba vanagloriarse de sus acciones ni tampoco que se los hicieran saber.  —Te digo Amelia, el  control no siempre está en nuestras manos y si eres tan obstinada con eso cuando llegue alguien o algo que no puedas manejar vas a enloquecer, todos los extremos son malos, ni muy aquí ni muy allá  — susurré de nuevo sintiendo su piel fría por una capa leve de sudor que apenas y era perceptible a mi vista. Su respiración era un encanto, estaría ella consciente que yo no me agitaba ni un poco? Creo que no, nunca lo estuvo porque no lo mencionó en lo más mínimo y nunca se tensó por algún hecho así que dejé esos pensamientos de lado ya había ofrecido el pañuelo, se había secado su práctico sudor inexistente y murmuré — A veces perderse  trae a colación un mejor encuentro— alcé la ceja viéndole con más detenimiento el cuerpo, sus labios, su cabello pero todo había terminado pronto la cena y después la revelación.
Las agitadas respiraciones de las mujeres fueron lo primero que percibí, minutos después estaban tirando las puertas de par en par con sus ojos fuera de sí, agitadas, sucias y había leves manchas de sangre en sus vestidos. Sus palabras eran claras, alertaban por vampiros.  Mi mandíbula se tensó pensando en quien podía ser tan estúpido de dejar una presa viva y más dejar al descubierto nuestra no tan secreta existencia, observé a Amelia y algo de ella había cambiado; aura. Eso llamó de inmediato mi atención pero lo que a continuación aconteció fue el ápice de su tropiezo. Las mujeres fueron corridas del establecimiento mientras que la algarabía en el lugar era un eco molesto, yo sólo observaba como el aura de aquella mujer se tornaba roja intensa, más fuerte que aquel bermellón de hace un rato parecía todo salir de su ser y enfocarse en sus movimientos apresurados. Mis ojos se volvieron fríos casi al instante y la voz bien gruesa le despidió sin pedir ninguna explicación, sería ella misma quien daría las respuestas ya me lo había dicho antes. —Ten cuidado.— fue lo único tosco que salió de mis labios viéndola  torpemente sacar una cantidad de francos para cancelar la cena, esta mujer sí que es increíble si hubiese sido otras circunstancias habría sido una clara falta de respeto pero olvidé la idea de inmediato.
Me senté un rato esperando a que ella saliera, desde aquel lugar seguía sus pasos ¿Qué hacía? Me levanté de manera abrupta de la silla y me escurrí por la puerta tomando mi abrigo largo y negro. En los callejones todo fue tan fácil, la oscuridad era mi mejor aliada, no hay mejor oscuridad para un oscuro que la noche misma.  La vista de ella en aquella oscurana era precisa, podía ver cada uno de sus movimientos, había alguien más con nosotros, un vampiro y por sus aires de desesperación era un neófito. Mi mandíbula se tensó haciendo crujir mis dientes. Observaba a Amelia con cautela y rápidamente lo supe; cazadora.- Mis ojos hirvieron de ira, cómo no pude antes descubrirlo, abrí mi boca agarrando  mi quijada y cerrándola de inmediato pensaba perpetrar la muerte de aquel demonio en plena calle, -Oh Amelia, qué descuidada has sido- dije casi como un chillido cargado de odio, sintiendo bajo mi piel la energía recorrer con tantas fuerzas que podía ir hasta donde ella y sacarle los ojos, cortar su lengua y cosérselos al corazón pero tuve que esperar un poco más.
Las cosas se colocaron tensas para ella nada pintaba bien, el neófito era torpe pero después de todo era un inhumano, un ser de la noche, la aventó unas cuantas veces pero ella tenía la habilidad era completamente asombrosa haciendo esos movimientos esquivando y atacando en un solo parpadear, las fuerzas estaba equilibradas. La noche se hundió junto a mi sombra en una de las esquinas frente a la pelea que es estaba suscitando a mis ojos y tenso aguardaba con mis ojos quemantes en la penumbra. Ella salió victoriosa, era una ganadora, lástima que llegarían mi piel para escribirle una nueva historia. Frenético no pude evitar comenzar a aplaudirle después de todo el show había sido entretenido y comencé a salir de las sombras, mis ojos sin parpadear estaban tan intensos como la linfa que recorría manchando la cara de ella y yo continuaba mi paso con aquellos aplausos cargados de humor sátiro —Felicidades reina — dije casi divertido —La pelea me ha dejado sin aliento….— dije susurrándole yéndome con fuerza hasta su cuerpo, recordé con anterioridad como mis manos con cuidado se habían posado en su cintura lo que hizo irme directo con una mano hasta su cuello apresándola de inmediato contra la pared detrás de ella y ladeé el rostro casi fuera de mis cabales lamiendo la sangre que estaba en sus mejillas —….Es una pena que no lo necesite — uniendo la frase con la anterior que había dicho y con la mano libre tiré de su cabello hacia atrás dejando ver su delicado cuello que no mostraba ni seña de haber sido mordido alguna vez era tan virgen como ella, saboreé mis labios y miré sus ojos hundirse en  la noche quise quebrarle la tráquea ahí mismo pero era especial y su voz sería lo último que quería escuchar.
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Mensaje por Leer Kruspe Jue Ene 16, 2014 7:12 pm

Duerme con el pensamiento de la muerte y levántate con el pensamiento de que la vida es corta.
Proverbio
El baile me encantaba, pudiera decirse que después de mi pasión por la pintura y la lectura, esta era mi tercera debilidad y la disfrutaba mucho más cuando tenía a alguien que lo hacía muy bien, este hombre que me sostenía como si fuéramos dos amigos muy íntimos lo hacía casi a la perfección, lo escuchaba atentamente, estaba claro que mi cuerpo no se estaba comportando de la manera que me gustaba, tenía su propio control desobedecía las órdenes que mandaba mi cerebro y eso era algo que no me gustaba, me sentía atada de pies y manos, como si estuviera descubriéndole mi alma, pero finalmente pude contenerme, esta Leer que estaba bailando tan descuidada no era la Leer que cazaba vampiros, la Leer que le mostraba a los demás, la Leer que había nacido después de la muerte de mis padres, hubo cierta frase que me hizo sentirme incomoda, sonreí de lado y negué, no me interesaba ser la única a la que le importara esa noche, aunque eso parecía descabellado y tampoco se lo creí del todo, alcé una ceja –¿Envidia?- solté una risa sarcástica –No lo creo, hay muchas mujeres más hermosas que yo y eso es algo que deben aceptar, están escandalizadas por mi vestido…- bufé –En realidad no me importa si están escandalizadas o si tienen celos, la moda en esta ciudad a veces es tan poco llamativa, tan anclada a los gustos masculinos, quieren imponer reglas a las mujeres que no me parecen las indicadas, odio que me indiquen que hacer, no me gusta depender de nadie…- miré a una mujer que parecía ser vestida por el mismísimo Vaticano –Claro, pero no todas piensan como yo, hay mujeres que les gusta la sumisión, con tan solo escuchar la voz de su marido se derriten, con tan solo sentir el roce del hombre que aman se vuelven unos títeres patéticos para aquellos caballeros…- le miré a los ojos de nuevo –Pero por eso dicen que encontrarse uno mismo es tarea de toda una vida- inspiré profundamente y me encogí de hombros –Esas mujeres necesitaran más que toda su vida, necesitaran una eternidad para ver que las cosas no siempre se deben hacer al pie de la letra- tal vez me había exaltado un poco, pero este era mi punto de vista y me gustaba hablar de él como si fuera el diamante de mi personalidad.
En un abrir y cerrar de ojos estaba fuera del restaurante, tal vez había sido impulsiva y poco cuidadosa al salir así, pero no me importó mucho, las lágrimas querían aparecer como el detonante de mi derrumbe frente a Deiran y eso jamás lo iba a permitir, nunca me derribaría ante los ojos de personas que no apreciaba, no odiaba a Chassier pero se podría decir que su presencia solo me importaba para cumplir con mis intereses, debo admitir que disfruté el baile pero más allá de eso, ni cuerpo ni mi cerebro querían nada con él, la calle cada vez se hacía más oscura, no encontraba a Dimitri por ningún lado y aquí estaba con una sola estaca de muy mala apariencia para defenderme, cuando el neófito me atacó y me llevó hacia dentro del edificio, estaba desesperada, no me gustaba atacar a los vampiros en las calles a la vista de todos, pero era eso o que me mordiera tomando mi vida, me deshice de él finalmente, estaba harta de estos seres miserables, estaba harta de que tomaran la vida de los demás sin ningún remordimiento, le miré morir y pensé – ¿Cómo es posible que ni el mismo infierno los acepte? La vida de ustedes es una completa basura y preferiría morir antes que ser una de ustedes- cuando mi atención fue captada por sus aplausos, me levanté con una clara confusión, sus ojos eran color rojo carmesí y ese fue el detonante de la bomba de mal humor que llevaba en mis adentros, eso era lo que me estaba alertando mi cerebro desde que lo conocí ¿Cómo es posible que fui tan tonta de no verlo desde el principio? Las señales estaban ahí aunque eran sutiles estaban, esto es lo que me había tratado de enseñar John por años, creí que lo había aprendido pero el destino me había dado una lección esta noche, lo odiaba con todas mis fuerzas y me sentía asqueada de mi cuerpo por haber dejado que me pusiera las manos encima, quería ensartarle la estaca en el corazón y salir huyendo a meterme dentro de la bañera por tres días consecutivos, no podía creer que mi cuerpo por un momento se había sentido atraído hacia ese demonio inmundo, apreté la daga en mi mano y él se vino encima de mí con velocidad, me aprisiono contra la pared, la daga se había caído de mi mano por su repentino ataque, trataba de respirar, pero sus manos estaban ejerciendo tanta fuerza que sentía mi cabeza como si fuera un globo a punto de estallar, lo miraba con furia, cuando sentí que puso su asquerosa lengua en mis mejillas, estaba a punto de vomitar rasgaba su brazo para liberarme, no estaba pensando con claridad, aún seguía aturdida este hombre al que Abie y mis primas consideraban bello, no era nada más que un maldito y no iba a morir en sus manos, tenía que matarlo a como diera lugar aunque todo indicaba que era experimentado, pero no hay peor batalla que la que no se libra –No me toques desgraciado- dije con mucha dificultad y amenaza, él no parecía querer soltarme, me tomo del cabello y me jalo la cabeza hacia atrás, exponiendo mi yugular, no iba a gritar, no me iba a morder, no lo dejaría, lo miraba con temor, viendo el color de sus ojos, cerré los ojos y gruñí – ¡Suéltame Deiran! ¡No te vas a alimentar de mí! ¡No lo permitiré! Todos los de tu raza son unos seres inmundos ¡Los odio y no me vas a vencer!- miraba sus colmillos, esto no podía terminar así, miraba a todos lados tratando de encontrar la forma de zafarme, tragaba fuertemente y respiraba rápido y profundamente, sentía mi corazón en la garganta, me incline hacia un lado y con los codos le di en costado, colocándome detrás de él y empujando su cara contra la pared, no me importó si se había distraído por su asquerosa sed de beber de mi sangre o si me había dado ventaja, este movimiento anteriormente no me había funcionado pero esta vez por razones de suerte, habilidad o simplemente el destino lo logré, rápidamente me liberé y tomaba aire como si quisiera mis pulmones reventar, sentía mis ojos arder de la furia, me toque el cuello y tomé la estaca, lo amenacé con ella, mi mano temblaba, para enfrentar vampiros de su clase necesitaba de más armas, pero esta noche solo disponía de la que tenía en la mano y de mis técnicas de combate, deseaba contar con un cuchillo para cortarle el cuello, pero no me iba a vencer, no iba a dejar que pusiera sus asquerosos colmillos en mi cuello, no me había dado tiempo para atacarlo por detrás e insertarle la estaca en el pecho, así que debía pelear y tener la oportunidad para hacerlo, miré hacia la puerta y salí huyendo, debía acorralarlo en algún lugar, es un espacio más grande, debía atacarlo por sorpresa, de esta no saldría vivo, no me importaba si tendría que apostar mi propia vida en la tarea, pero a la noche siguiente su cabeza debía estar descansando en el pequeño cementerio que tenía en mi jardín.
 

¿Fin?
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