AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sota de oros [Mieri G. Milanova]
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Sota de oros [Mieri G. Milanova]
No llevar ni dos días en París, y ya parecía que Emhyr le había cogido el truco a aquellas calles por las que caminaba.
Creer que su francés era malo, hizo que al principio se echará atrás a la hora de atreverse con al gente, y de empezar sus pequeños espectáculos ambulantes, donde el sonido de la guitarra española y la magia absurda inundaba las calles atrayendo a todo tipo de público de cualquier clase. Pero no, la lengua no le complico las cosas, incluso su leve acento se dejaba llevar entre el sonido de aquel idioma que incluso podía disimularlo. Lo que no disimulaba su extranjería, eran sus facciones orientales, incluso su ropa, a pesar de ser humildes y no llamar mucho la atención, no era lo que precisamente vestían en París, ni los más pobres.
Sería fácil sobrevivir en aquel entorno, donde con un simple truco de cartas ya llamaba la atención al más insensato, que por creer la buena suerte y en la diosa fortuna, se dejaba los bolsillos apostando con cada uno de los truco que beneficiarían al desterrado.
La lluvia comenzaba a caer, entre los humedales verdes de aquellos bastos bosques.
Como lagrimas aquellas finas gotas caían sobre las ropas del encapuchado de ropas extrañas y extranjeras. Era extraño que en la soledad del lugar, ausente de asfalto, de los carros y el bullicio de la ciudad, alguien caminase en la soledad y entre cortinas de niebla espesa, pero allí estaba Emhyr escapando de una sociedad que comenzaba a ansiar la impaciencia.
El tiempo había comenzado correr lento y apacible, pero algo lo perturbaba por dentro, haciéndole participe de aquella impaciencia colectiva. Para Emhyr llegar a París era comenzar una nueva búsqueda, cuyo objetivo era encontrar su obsesión particular y aquella que le había dejado cicatrices en su piel, y dejado con vida sin explicación alguna. Vampiros, era lo que ha Emhyr tanto le llamaba la atención en su pequeño mundo sobrenatural, era algo curioso que debía descubrir aunque su vida estuviese en juego, esa ambicionada inmortalidad.
Sus manos rozaban dentro de su bolsillo la baraja de aquellas cartas españolas, las cuales, usaba para hacer sus trucos y echar la fortuna. Se detuvo pensativo, apoyando su espalda contra aquel tronco, mientras la lluvia continuaba con su paso lento.
Un leve cosquilleo electrizaste en sus dedos, un momento de concentración usando aquella magia para asomarse un poco al futuro, una sonrisa que curvo sus labios al ver la carta que había salido al azar, y la gracia estaba en lo que solía significar aquella carta para el pueblo llano: la sota de oros.
Deslizando su espalda por el tronco termino sentándose cómodamente, mirando la carta con demasiada atención, olvidando aquello que le rodeaba, buscando si esta misma le decía algo. Por un momento cerro los ojos como le había enseñado su madre, ella decía que mirar dentro de uno mismo daba más de una respuesta, pero solo podía ver la imagen de una mujer, ¿una mujer? La tenía a cientos, pero ¿que tenía aquella mujer de especial? Y sin darse cuenta Emhyr se quedo dormido.
Creer que su francés era malo, hizo que al principio se echará atrás a la hora de atreverse con al gente, y de empezar sus pequeños espectáculos ambulantes, donde el sonido de la guitarra española y la magia absurda inundaba las calles atrayendo a todo tipo de público de cualquier clase. Pero no, la lengua no le complico las cosas, incluso su leve acento se dejaba llevar entre el sonido de aquel idioma que incluso podía disimularlo. Lo que no disimulaba su extranjería, eran sus facciones orientales, incluso su ropa, a pesar de ser humildes y no llamar mucho la atención, no era lo que precisamente vestían en París, ni los más pobres.
Sería fácil sobrevivir en aquel entorno, donde con un simple truco de cartas ya llamaba la atención al más insensato, que por creer la buena suerte y en la diosa fortuna, se dejaba los bolsillos apostando con cada uno de los truco que beneficiarían al desterrado.
La lluvia comenzaba a caer, entre los humedales verdes de aquellos bastos bosques.
Como lagrimas aquellas finas gotas caían sobre las ropas del encapuchado de ropas extrañas y extranjeras. Era extraño que en la soledad del lugar, ausente de asfalto, de los carros y el bullicio de la ciudad, alguien caminase en la soledad y entre cortinas de niebla espesa, pero allí estaba Emhyr escapando de una sociedad que comenzaba a ansiar la impaciencia.
El tiempo había comenzado correr lento y apacible, pero algo lo perturbaba por dentro, haciéndole participe de aquella impaciencia colectiva. Para Emhyr llegar a París era comenzar una nueva búsqueda, cuyo objetivo era encontrar su obsesión particular y aquella que le había dejado cicatrices en su piel, y dejado con vida sin explicación alguna. Vampiros, era lo que ha Emhyr tanto le llamaba la atención en su pequeño mundo sobrenatural, era algo curioso que debía descubrir aunque su vida estuviese en juego, esa ambicionada inmortalidad.
Sus manos rozaban dentro de su bolsillo la baraja de aquellas cartas españolas, las cuales, usaba para hacer sus trucos y echar la fortuna. Se detuvo pensativo, apoyando su espalda contra aquel tronco, mientras la lluvia continuaba con su paso lento.
Un leve cosquilleo electrizaste en sus dedos, un momento de concentración usando aquella magia para asomarse un poco al futuro, una sonrisa que curvo sus labios al ver la carta que había salido al azar, y la gracia estaba en lo que solía significar aquella carta para el pueblo llano: la sota de oros.
Deslizando su espalda por el tronco termino sentándose cómodamente, mirando la carta con demasiada atención, olvidando aquello que le rodeaba, buscando si esta misma le decía algo. Por un momento cerro los ojos como le había enseñado su madre, ella decía que mirar dentro de uno mismo daba más de una respuesta, pero solo podía ver la imagen de una mujer, ¿una mujer? La tenía a cientos, pero ¿que tenía aquella mujer de especial? Y sin darse cuenta Emhyr se quedo dormido.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 31/07/2010
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Re: Sota de oros [Mieri G. Milanova]
Mieri estaba cosiendo, para ella no era un mero trabajo, siempre solía hacerlo incluso cuando no le quedaba ningún encargo por acabar. Era más de media noche, la casa se había quedado en la completa oscuridad, justo cuando terminó de escuchar -sin pretenderlo- la conversación que el dueño y la señora mantenían; sobre si la muchacha debía de quedarse más tiempo o si por el contrario debían echarla a la calle por falta de ingresos.
La muchacha cosía a oscuras, ya acostumbrada a hacerlo pero la punzada que sintió al notar que la aguja había atravesado su dedo la sacó de aquel estado en el que solía meterse para no ser realmente consciente de lo que a su alrededor ocurría.
Mieri, dejó caer la aguja aún atada al hilo, que pendía ahora de su vestido. Tomó una lámpara de aceite y descendió por la ventana, tal y como si llevase haciéndolo toda la vida.
Ella solía ver sombras, susurros, cosas extrañas, quizás de un pasado o de un futuro que ella nisiquiera sabía que existían; ella solo veía sombras, quizás como si alguien llamase su atención y ella puramente lo siguiese hacia quien-sabe-dónde.
Sus pasos la llevaron hacia un bosquecillo que no tardó en cruzar, ya que la casona tenía un inmenso jardín que se fusionaba con el propio bosque. La lluvia la pilló por sorpresa; Mieri, que estaba a falta de sueño no distinguía si las sombras eran reales o no, por lo que simplemente se frotó los ojos y al ver que éstas se escurrían a lo lejos decidió caminar deprisa bajo la lluvia.
La llama que encerraba aquella lámpara seguía viva, pero ya no acompañaba a la muchacha ya que ésta la soltó de improvisto y avanzó más ligeramente, haciendo tanto ruído como un elefante en una cacharrería... claro que... ¿Cómo iba a saber que allí habría alguien durmiendo? Simplemente no se dió cuenta, por lo que el candil cayó cerca de aquel chico, mientras ella seguía en adelante, en dirección a un gran acantilado que cercaba a un lago. Parecía que ni se diese cuenta de que la lluvia caía, ni que sus pies sufrían al pisar ramas descalza, siquiera sentía la aguja clavada en su muslo del cual brotaba un pequeño hilo de sangre.
Mieri vió como cortaban la garganta a un chico de más o menos su edad y como lo lanzaban al agua, dejando en la tierra un gran charco de sangre.
- Espera! No! - Tras decir aquello profirió un grito tan agudo y desgarrador, como si hubiese visto a la muerte misma y claro que allí, lo que ella vió, realmente no sucedía. Quizás, ya había sucedido, pero hacía mucho tiempo atrás.
La muchacha cosía a oscuras, ya acostumbrada a hacerlo pero la punzada que sintió al notar que la aguja había atravesado su dedo la sacó de aquel estado en el que solía meterse para no ser realmente consciente de lo que a su alrededor ocurría.
Mieri, dejó caer la aguja aún atada al hilo, que pendía ahora de su vestido. Tomó una lámpara de aceite y descendió por la ventana, tal y como si llevase haciéndolo toda la vida.
Ella solía ver sombras, susurros, cosas extrañas, quizás de un pasado o de un futuro que ella nisiquiera sabía que existían; ella solo veía sombras, quizás como si alguien llamase su atención y ella puramente lo siguiese hacia quien-sabe-dónde.
Sus pasos la llevaron hacia un bosquecillo que no tardó en cruzar, ya que la casona tenía un inmenso jardín que se fusionaba con el propio bosque. La lluvia la pilló por sorpresa; Mieri, que estaba a falta de sueño no distinguía si las sombras eran reales o no, por lo que simplemente se frotó los ojos y al ver que éstas se escurrían a lo lejos decidió caminar deprisa bajo la lluvia.
La llama que encerraba aquella lámpara seguía viva, pero ya no acompañaba a la muchacha ya que ésta la soltó de improvisto y avanzó más ligeramente, haciendo tanto ruído como un elefante en una cacharrería... claro que... ¿Cómo iba a saber que allí habría alguien durmiendo? Simplemente no se dió cuenta, por lo que el candil cayó cerca de aquel chico, mientras ella seguía en adelante, en dirección a un gran acantilado que cercaba a un lago. Parecía que ni se diese cuenta de que la lluvia caía, ni que sus pies sufrían al pisar ramas descalza, siquiera sentía la aguja clavada en su muslo del cual brotaba un pequeño hilo de sangre.
Mieri vió como cortaban la garganta a un chico de más o menos su edad y como lo lanzaban al agua, dejando en la tierra un gran charco de sangre.
- Espera! No! - Tras decir aquello profirió un grito tan agudo y desgarrador, como si hubiese visto a la muerte misma y claro que allí, lo que ella vió, realmente no sucedía. Quizás, ya había sucedido, pero hacía mucho tiempo atrás.
Mieri G. Milanova- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/01/2014
Re: Sota de oros [Mieri G. Milanova]
Un golpe a su lado.
Una pequeña luz que lo deslumbraba y se apagaba al instante dejando un rastro leve del humo del candil.
Y unas imágenes entremezcladas y raudas en su mente justamente en su despertar... Solo puedo captar unas pocas: La Luna llena, los símbolos dibujados en su propia piel en tinta, la daga, el sacrificio y la mujer con el halo dorado sobre la cabeza...
"Sota, Caballo y Rey" -Fue el último susurro que en su cabeza apreció antes de despertar.
-¿Pero qué? -Pregunto sobresaltado al escuchar el grito de la joven, y enseguida el se puso en pie.
El agua de la lluvia calaba por aquella capucha que se vio pronta fuera de su cabeza dejando al descubiertos sus rasgos finos y exóticos en aquel lugar. Su piel era más morena que la del resto y aparentaba menos edad de la que tenía.
Por un instante se quedo callado viendo a aquella chica, mucho mas joven que él, rubia, ciertamente bonita pero era extraño su gesto parecía estar en un estado insomne o similar, iba descalza y se estaba calando hasta los pies.
Emhyr se sintió frente a ella, en aquella penumbra, al principio le pareció que en aquel estado no llegaba a verle realmente en su grito. Él la tomo por los hombros suavemente, si estaba dormida tenía que tener cuidado de no despertarla, al menos bruscamente.
-¿Estas bien? -Le miró con aquellos ojos castaños bastante serio, al tocar su ropa empapada noto la piel helada. -Estas mojada, te vas a poner enferma. -Emhyr se quito aquel pesado abrigo con bordados extraños y se lo puso encima.
Una pequeña luz que lo deslumbraba y se apagaba al instante dejando un rastro leve del humo del candil.
Y unas imágenes entremezcladas y raudas en su mente justamente en su despertar... Solo puedo captar unas pocas: La Luna llena, los símbolos dibujados en su propia piel en tinta, la daga, el sacrificio y la mujer con el halo dorado sobre la cabeza...
"Sota, Caballo y Rey" -Fue el último susurro que en su cabeza apreció antes de despertar.
-¿Pero qué? -Pregunto sobresaltado al escuchar el grito de la joven, y enseguida el se puso en pie.
El agua de la lluvia calaba por aquella capucha que se vio pronta fuera de su cabeza dejando al descubiertos sus rasgos finos y exóticos en aquel lugar. Su piel era más morena que la del resto y aparentaba menos edad de la que tenía.
Por un instante se quedo callado viendo a aquella chica, mucho mas joven que él, rubia, ciertamente bonita pero era extraño su gesto parecía estar en un estado insomne o similar, iba descalza y se estaba calando hasta los pies.
Emhyr se sintió frente a ella, en aquella penumbra, al principio le pareció que en aquel estado no llegaba a verle realmente en su grito. Él la tomo por los hombros suavemente, si estaba dormida tenía que tener cuidado de no despertarla, al menos bruscamente.
-¿Estas bien? -Le miró con aquellos ojos castaños bastante serio, al tocar su ropa empapada noto la piel helada. -Estas mojada, te vas a poner enferma. -Emhyr se quito aquel pesado abrigo con bordados extraños y se lo puso encima.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 31/07/2010
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Re: Sota de oros [Mieri G. Milanova]
El terror hallado en sus ojos fué el más puro pero no por miedo sino por la escena tan grotesca que acababa de suceder justo delante suya.
Pero algo la sacó de aquella ensoñación, no era otra sombra sino un cuerpo que respiraba y se paraba quieto allí igual que el de ella. Parpadeó un par de veces como si aquello la pudiera sacar de aquello tan extraño que le había ocurrido.
Boqueó mirando al hombre que tan cercano le producía un sentimiento de rechazo. Ella, aún sin saber qué decir ni cómo explicar lo sucedido, miró al suelo y allí no había la sangre que había visto previamente rociarse sobre el suelo, tampoco había señales de que nadie se hubiese tirado desde aquel acantilado, claro que... lo que caía al agua, del agua era.
- Yo... yo creí que... - Intentó explicarse, pero lo único que hizo fué apartarse el cabello con las manos que dejó en su cabeza, descansando. - ¡¿Quien diablos sois?! - Degustó las palabras que no le dejaron sabor ninguno en la boca de lo rápido que salieron de ella. Ahora se hubo dado cuenta de que ambos estaban bajo la lluvia, cosa que por muy buenas intenciones no tendrían explicación lógica alguna.
Mientras la lluvia caía por ambos cuerpos, ella fruncía el ceño, molesta por el tacto de aquel hombre, de por qué le había tocado siquiera los hombros si ella había tratado de mantenerse lejos de los hombres desde muy pequeña, de hecho, ese gesto fué totalmente inocente ya que ella para esas cosas era muy "casta" y niña aún.
Ella trató de devolverle el abrigo. - Muchas gracias, señor, pero no creo que me haga más falta que a vos. - Dijo con un sutil acento Búlgaro, abrazándose a sí misma por la lluvia y el consiguiente frío nocturno.
- ¿Viste..? ¿Vió usted a alguien más aquí? - Pregunta errónea, la tomaría por loca... o quizás él fuera uno de los que estuvieron allí entre las sombras? De seguro que no, ese hombre daba una sensación distinta que aquellos "a los que en realidad no vió". Frustrada, hizo una mueca, claro que en su cara de niña toda mueca se veía dulce. No le importaba la lluvia, amaba el estar debajo de ella, lo malo eran las enfermedades que podría conllevar y... al haber oído la conversación, tendría que hacer algo más para que no la echasen de la casona.
Pero algo la sacó de aquella ensoñación, no era otra sombra sino un cuerpo que respiraba y se paraba quieto allí igual que el de ella. Parpadeó un par de veces como si aquello la pudiera sacar de aquello tan extraño que le había ocurrido.
Boqueó mirando al hombre que tan cercano le producía un sentimiento de rechazo. Ella, aún sin saber qué decir ni cómo explicar lo sucedido, miró al suelo y allí no había la sangre que había visto previamente rociarse sobre el suelo, tampoco había señales de que nadie se hubiese tirado desde aquel acantilado, claro que... lo que caía al agua, del agua era.
- Yo... yo creí que... - Intentó explicarse, pero lo único que hizo fué apartarse el cabello con las manos que dejó en su cabeza, descansando. - ¡¿Quien diablos sois?! - Degustó las palabras que no le dejaron sabor ninguno en la boca de lo rápido que salieron de ella. Ahora se hubo dado cuenta de que ambos estaban bajo la lluvia, cosa que por muy buenas intenciones no tendrían explicación lógica alguna.
Mientras la lluvia caía por ambos cuerpos, ella fruncía el ceño, molesta por el tacto de aquel hombre, de por qué le había tocado siquiera los hombros si ella había tratado de mantenerse lejos de los hombres desde muy pequeña, de hecho, ese gesto fué totalmente inocente ya que ella para esas cosas era muy "casta" y niña aún.
Ella trató de devolverle el abrigo. - Muchas gracias, señor, pero no creo que me haga más falta que a vos. - Dijo con un sutil acento Búlgaro, abrazándose a sí misma por la lluvia y el consiguiente frío nocturno.
- ¿Viste..? ¿Vió usted a alguien más aquí? - Pregunta errónea, la tomaría por loca... o quizás él fuera uno de los que estuvieron allí entre las sombras? De seguro que no, ese hombre daba una sensación distinta que aquellos "a los que en realidad no vió". Frustrada, hizo una mueca, claro que en su cara de niña toda mueca se veía dulce. No le importaba la lluvia, amaba el estar debajo de ella, lo malo eran las enfermedades que podría conllevar y... al haber oído la conversación, tendría que hacer algo más para que no la echasen de la casona.
Mieri G. Milanova- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/01/2014
Re: Sota de oros [Mieri G. Milanova]
La lluvia continuaba con su incesantes lagrimas, Emhyr soltó los hombros de la chica en cuanto la vio volver en sí.
La lluvia ya se había hecho mella de su cuerpo empapandolo por completo tras perder la protección de viejo amigo de viajes, aquel abrigo de bordados extraños.
Su camisa blanca empapada se pego a su piel morena mostrando lo invisible, el turco tenía símbolos que recorrían cada centímetro, creando formas extrañas, palabras en sus hombros y brazos, en parte de su espalda, y en su antebrazo destacaba aquel extraño símbolo... El primero que tiño su piel.
-Nadie he visto. -Dijo sin poder evitar dejar su acento. "No estaba soñando, estoy seguro. Dos opciones: ¿o esta como una chota o... es de los míos y no es consciente de ello?". Pensó para sí mismo acostumbrado a ver cosas extrañas y sobrenaturales en su día a día, aunque hacía tiempo que no se encontraba con alguien que tuvieses "visiones", más bien una vez se encontró con una adivina, muy mala había que admitir, para el futuro pero para otros detalles... -¿Qué es lo que le pareció ver, señorita? -Ya estaba movido por la curiosidad.
La chica parecía confusa y sin saber que había pasado exactamente o que había visto, Emhyr la observo de arriba a abajo, aquella chica no era francesa y no era su físico lo que la delataba, su forma de hablar.
De repente los labios de Emhyr no pudieron evitar curvarse creando un sonrisa entre divertida y picará, por un momento carraspeo y le volvió a tender el abrigo devuelto.
-Ya no es por la lluvia, pero creo que le hace falta ahora mismo más que a mí. -Sus ojos castaños señalaron el cuerpo de la muchacha que al estar empapada su ropa por completo dejaba ver más de lo deseado, la forma erizada de sus pechos quedaban a la vista al igual que otras formas. Emhyr tuvo que aguantar ampliar su sonrisa, volvió a carraspear e intento estar serio. Aquella chica no tenía pinta de ser de las que van mostrando partes de su cuerpo, más bien lo contrario. -Si no quiere que mis ojos estén desnudándola, aunque creo que me va a hacer falta poca imaginación. Le sugiero que tome el abrigo.
La lluvia ya se había hecho mella de su cuerpo empapandolo por completo tras perder la protección de viejo amigo de viajes, aquel abrigo de bordados extraños.
Su camisa blanca empapada se pego a su piel morena mostrando lo invisible, el turco tenía símbolos que recorrían cada centímetro, creando formas extrañas, palabras en sus hombros y brazos, en parte de su espalda, y en su antebrazo destacaba aquel extraño símbolo... El primero que tiño su piel.
-Nadie he visto. -Dijo sin poder evitar dejar su acento. "No estaba soñando, estoy seguro. Dos opciones: ¿o esta como una chota o... es de los míos y no es consciente de ello?". Pensó para sí mismo acostumbrado a ver cosas extrañas y sobrenaturales en su día a día, aunque hacía tiempo que no se encontraba con alguien que tuvieses "visiones", más bien una vez se encontró con una adivina, muy mala había que admitir, para el futuro pero para otros detalles... -¿Qué es lo que le pareció ver, señorita? -Ya estaba movido por la curiosidad.
La chica parecía confusa y sin saber que había pasado exactamente o que había visto, Emhyr la observo de arriba a abajo, aquella chica no era francesa y no era su físico lo que la delataba, su forma de hablar.
De repente los labios de Emhyr no pudieron evitar curvarse creando un sonrisa entre divertida y picará, por un momento carraspeo y le volvió a tender el abrigo devuelto.
-Ya no es por la lluvia, pero creo que le hace falta ahora mismo más que a mí. -Sus ojos castaños señalaron el cuerpo de la muchacha que al estar empapada su ropa por completo dejaba ver más de lo deseado, la forma erizada de sus pechos quedaban a la vista al igual que otras formas. Emhyr tuvo que aguantar ampliar su sonrisa, volvió a carraspear e intento estar serio. Aquella chica no tenía pinta de ser de las que van mostrando partes de su cuerpo, más bien lo contrario. -Si no quiere que mis ojos estén desnudándola, aunque creo que me va a hacer falta poca imaginación. Le sugiero que tome el abrigo.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: Sota de oros [Mieri G. Milanova]
Lo que suponía... se estaba volviendo loca. Ella no solía tener aquel tipo de comportamientos, bien la podías ver todo el día en silencio, mientras cosía o por el contrario la podrías ver dando un simple paseo. Era hasta hace poco cuando sus ganas de abalanzarse al mundo la habían despertado de aquel letargo.
- No mintais! Sé lo que he visto! - Frustrada con aquel que parecía de otras tierras, se le quedó observando un instante en el que disfrutó de las vistas y por ello mismo apartó rápidamente la vista totalmente avergonzada.
BASTARDO! Quiso gritarle, pero aquello se quedó en un sencillo gesto de frustración al empujarle lejos de ella -como si creyera tener la fuerza necesaria para hacerlo-. Ella trató de ocultarse, abrazándose el pecho, totalmente roja. Pero no podía hacer tanto a la vez así que arrimó sus pasos hacia el borde del acantilado y recordando qué era lo que había visto antes, sopesó el lanzarse. Así además de ocultarse ante los ojos ajenos, trataría de averiguar si era cierto lo que vió. Se sentía tal y como si tuviese dos opciones verdaderamente decisivas para su siguiente etapa de su vida; siempre podría elegir agachar la cabeza y volver a casa para secar su piel y hacer como que no hubo conocido a nadie en el bosque o por el contrario saltar hacia lo desconocido, algo que jamás antes había hecho.
Aquello duró tan solo un instante, pero lo suficiente como para soltar el abrigo, cerrar los ojos y lanzarse al vacío, haciendo así un salto de fé.
"¿Qué estás haciendo? ¿Por qué te arriesgas tanto? ¿Acaso no sabes que es mejor agachar la cabeza y no saber la verdad? Podrías hacerte daño, no deberías de haber saltado, eso significa que ahí comienza tu historia, una en la que de seguro sufrirás hasta encontrar la paz... querida mía... que los dioses te bendigan en éste, tu nuevo camino."
Palabras pronunciadas por los labios de nadie, pasaron tan raudas que la memoria de Mieri no supo retener, justo cuando su cuerpo golpeaba contra el agua.
- No mintais! Sé lo que he visto! - Frustrada con aquel que parecía de otras tierras, se le quedó observando un instante en el que disfrutó de las vistas y por ello mismo apartó rápidamente la vista totalmente avergonzada.
BASTARDO! Quiso gritarle, pero aquello se quedó en un sencillo gesto de frustración al empujarle lejos de ella -como si creyera tener la fuerza necesaria para hacerlo-. Ella trató de ocultarse, abrazándose el pecho, totalmente roja. Pero no podía hacer tanto a la vez así que arrimó sus pasos hacia el borde del acantilado y recordando qué era lo que había visto antes, sopesó el lanzarse. Así además de ocultarse ante los ojos ajenos, trataría de averiguar si era cierto lo que vió. Se sentía tal y como si tuviese dos opciones verdaderamente decisivas para su siguiente etapa de su vida; siempre podría elegir agachar la cabeza y volver a casa para secar su piel y hacer como que no hubo conocido a nadie en el bosque o por el contrario saltar hacia lo desconocido, algo que jamás antes había hecho.
Aquello duró tan solo un instante, pero lo suficiente como para soltar el abrigo, cerrar los ojos y lanzarse al vacío, haciendo así un salto de fé.
"¿Qué estás haciendo? ¿Por qué te arriesgas tanto? ¿Acaso no sabes que es mejor agachar la cabeza y no saber la verdad? Podrías hacerte daño, no deberías de haber saltado, eso significa que ahí comienza tu historia, una en la que de seguro sufrirás hasta encontrar la paz... querida mía... que los dioses te bendigan en éste, tu nuevo camino."
Palabras pronunciadas por los labios de nadie, pasaron tan raudas que la memoria de Mieri no supo retener, justo cuando su cuerpo golpeaba contra el agua.
Mieri G. Milanova- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/01/2014
Re: Sota de oros [Mieri G. Milanova]
Por su manera de comportarse cada vez le era más claro, además por lo que intuía con respecto a su aura. Aquella chica era como ellos, tenía que tener rasgos sobrenaturales para que el notase esa presencia en su interior, pero ella no era consciente aun, y debía de llevar poco tiempo manifestando sus rasgos "mágicos" con más fuerza, ya que parecía no controlarse.
Emhyr sería un poco más joven cuando descubrió que las palabras de su madre eran verdad; se tuvo que ver medio muerto en el desierto, para ver como la arena se convertía en agua en sus manos y como dicen "ver para creer".
De repente algo que no esperaba paso, todo parecía que ocurría en un tiempo ralentizado, era como si el mundo hubiese decidido ser parsimonioso. Las lagrimas celestes caigan lentas al igual que su abrigo y la chica recorría la hierba verde hasta encontrar el abismo de agua.
Por un momento se quedo pasmado, incrédulo; pero aquello duro apenas un segundo, ya que la cabeza de Emhyr decidió automatizar sus acciones.
Un susurro y su abrigo voló hacia el árbol donde estaba antes dormido cambiando sus colores y mimetizándose con el tronco; no supo como lo hizo pero mientras corría para seguirla sus botas habían desaparecido, al igual que su camisa, un golpe en el pecho, otras palabras extrañas y sintió un golpe de calor y efímero en sus músculos.
Su cuerpo bolo, no era la primera vez que saltaba a esa altura. Su cuerpo choco contra el agua hundiéndose por completo, sus brazos y piernas lucharon por buscarla, y en cuanto toco su piel, tiro de ella con fuerza esperando resistencia, hasta la superficie donde pudo volver a exhalar aire.
No pasaron ni unos minutos, cuando arriba en el acantilado unos gritos le alertaron y ruidosamente "algo" cayó a su lado en el agua, la cual, comenzó a teñirse de oscura sangre.
Emhyr sería un poco más joven cuando descubrió que las palabras de su madre eran verdad; se tuvo que ver medio muerto en el desierto, para ver como la arena se convertía en agua en sus manos y como dicen "ver para creer".
De repente algo que no esperaba paso, todo parecía que ocurría en un tiempo ralentizado, era como si el mundo hubiese decidido ser parsimonioso. Las lagrimas celestes caigan lentas al igual que su abrigo y la chica recorría la hierba verde hasta encontrar el abismo de agua.
Por un momento se quedo pasmado, incrédulo; pero aquello duro apenas un segundo, ya que la cabeza de Emhyr decidió automatizar sus acciones.
Un susurro y su abrigo voló hacia el árbol donde estaba antes dormido cambiando sus colores y mimetizándose con el tronco; no supo como lo hizo pero mientras corría para seguirla sus botas habían desaparecido, al igual que su camisa, un golpe en el pecho, otras palabras extrañas y sintió un golpe de calor y efímero en sus músculos.
Su cuerpo bolo, no era la primera vez que saltaba a esa altura. Su cuerpo choco contra el agua hundiéndose por completo, sus brazos y piernas lucharon por buscarla, y en cuanto toco su piel, tiro de ella con fuerza esperando resistencia, hasta la superficie donde pudo volver a exhalar aire.
No pasaron ni unos minutos, cuando arriba en el acantilado unos gritos le alertaron y ruidosamente "algo" cayó a su lado en el agua, la cual, comenzó a teñirse de oscura sangre.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: Sota de oros [Mieri G. Milanova]
Mieri abrió los ojos intentando ver si allí bajo el agua podría adivinar las siluetas de lo visto antes, pero nada. Desde afuera podía verse el agua oscura pero allí abajo era realmente cristalina; solo habían piedras y bastante musgo. ¡PERO ELLA HABÍA VISTO ALGO! Se sentía verdaderamente confundida, no sabía qué había podido ocurrir y por qué allí no había nada, pero su confusión llegaba más lejos en cuanto notó unos brazos cernirse a ella, en un contacto hipersensible que jamás había experimentado, mucho más intenso que cualquier cosa que se pudiera hacer en la superficie.
Entre enfadada y confusa, Mieri intentó en vano zafarse del agarre de aquel muchacho, apretando los dientes, sintiéndose totalmente abrumada por tanta cercanía. Jamás había sentido a un hombre y mucho menos una piel tan cálida y tersa como aquella.
- Suéltame ahora mismo! - Chapoteó intentando soltarse hasta que vió caer algo al agua. Justo ellos estaban entrando a unos matorrales que acariciaban el agua del lago. Fue entonces cuando le sonó familiar dicha escena, pero vista desde distinta perspectiva. En aquel preciso instante, pareció que Mieri estaba tomando aire para gritar a pleno pulmón. Cosa que hizo al ver como el agua se teñía de rojo rápidamente.
Quienquiera que hubiese echado el cuerpo al agua, se asomaron por el borde del lago en busca de aquel grito.
Entre enfadada y confusa, Mieri intentó en vano zafarse del agarre de aquel muchacho, apretando los dientes, sintiéndose totalmente abrumada por tanta cercanía. Jamás había sentido a un hombre y mucho menos una piel tan cálida y tersa como aquella.
- Suéltame ahora mismo! - Chapoteó intentando soltarse hasta que vió caer algo al agua. Justo ellos estaban entrando a unos matorrales que acariciaban el agua del lago. Fue entonces cuando le sonó familiar dicha escena, pero vista desde distinta perspectiva. En aquel preciso instante, pareció que Mieri estaba tomando aire para gritar a pleno pulmón. Cosa que hizo al ver como el agua se teñía de rojo rápidamente.
Quienquiera que hubiese echado el cuerpo al agua, se asomaron por el borde del lago en busca de aquel grito.
Mieri G. Milanova- Humano Clase Media
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Re: Sota de oros [Mieri G. Milanova]
En el mismo momento en que la chica había comenzado a forcejea, Emhyr la soltó unos instantes. El agua ahora revuelta por ambos cuerpos y por la dinámica de las gotas de lluvia que veía mermada su fuerza al caer, fue incrementado por el tercero en discordia.
Acaba de caer del acantilado un "cadáver". Emhyr ya no pensó en aquella persona como alguien vivo, ya que por la cantidad de sangre que oscurecía el agua, esa persona tenía pocas posibilidades de seguir con vida. La sangre había sido algo con lo que había convivido en su día a día desde que que con diez años había tenido que matar por primera vez. El había sido un niño "soldado", y para que el agua, que habitualmente diluía la sangre, se viese contaminada de tal manera, las cantidades debían ser excesiva y con ello la muerte anunciada.
Un grito hizo que de nuevo se volviese a su compañera y esta vez si tuvo que usar la fuerza, los asesinos habían sido alertados de testigos y no dudaría en ir a por ellos.
Emhyr tomó una gran bocanada de aire, antes de coger a la chica de la cintura y hundirla con él en el agua.
Los segundos parecía ser eternos, Emhyr intentaba bucear tirando de la chica que se resistía, pero el turco a pesar de no ser un hombre muy corpulento sorprendentemente poseía una gran fuerza, tanto que seguro que le hacía daño a la chica, pero era necesario si no quería que los descubriese.
Por un momento se detuvo, pego el cuerpo de la chica al de él, la cogió fuertemente de la nuca y pego sus labios a los de ella bajo el agua. Aquello tenía apariencia de ser un beso, un espontaneo beso de un desconocido, pero al parecer aquel gesto tenía un motivo algo más practico, ya que Emhyr insuflo aire en la boca de la chica, la cual, probablemente y con su grito no le había dado tiempo tomarlo al hundirla al agua con tanta violencia.
Pasados los eternos segundos, y cuando el agua enturbiada se vio calma, además de que los pulmones no pudieran seguir más, ambos emergieron. Emhyr tapaba la boca de la chica, y la prisión de sus brazos se aflojaron. Susurro algo en otro idioma, susurro palabras calmantes para la chica, en la lengua natal de ella.
Había dejado de llover, y entre las nubes nació un claro, la luna ilumino el lago y la orilla estaba muy próxima. Lo que no sabían es que entre las sombras, ya estaban esperándoles.
Acaba de caer del acantilado un "cadáver". Emhyr ya no pensó en aquella persona como alguien vivo, ya que por la cantidad de sangre que oscurecía el agua, esa persona tenía pocas posibilidades de seguir con vida. La sangre había sido algo con lo que había convivido en su día a día desde que que con diez años había tenido que matar por primera vez. El había sido un niño "soldado", y para que el agua, que habitualmente diluía la sangre, se viese contaminada de tal manera, las cantidades debían ser excesiva y con ello la muerte anunciada.
Un grito hizo que de nuevo se volviese a su compañera y esta vez si tuvo que usar la fuerza, los asesinos habían sido alertados de testigos y no dudaría en ir a por ellos.
Emhyr tomó una gran bocanada de aire, antes de coger a la chica de la cintura y hundirla con él en el agua.
Los segundos parecía ser eternos, Emhyr intentaba bucear tirando de la chica que se resistía, pero el turco a pesar de no ser un hombre muy corpulento sorprendentemente poseía una gran fuerza, tanto que seguro que le hacía daño a la chica, pero era necesario si no quería que los descubriese.
Por un momento se detuvo, pego el cuerpo de la chica al de él, la cogió fuertemente de la nuca y pego sus labios a los de ella bajo el agua. Aquello tenía apariencia de ser un beso, un espontaneo beso de un desconocido, pero al parecer aquel gesto tenía un motivo algo más practico, ya que Emhyr insuflo aire en la boca de la chica, la cual, probablemente y con su grito no le había dado tiempo tomarlo al hundirla al agua con tanta violencia.
Pasados los eternos segundos, y cuando el agua enturbiada se vio calma, además de que los pulmones no pudieran seguir más, ambos emergieron. Emhyr tapaba la boca de la chica, y la prisión de sus brazos se aflojaron. Susurro algo en otro idioma, susurro palabras calmantes para la chica, en la lengua natal de ella.
Había dejado de llover, y entre las nubes nació un claro, la luna ilumino el lago y la orilla estaba muy próxima. Lo que no sabían es que entre las sombras, ya estaban esperándoles.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: Sota de oros [Mieri G. Milanova]
La magia de un beso, del primer beso, eso decían todos, pero aquel en lugar de robarle el aire se lo estaba regalando pese a la total imprudencia de la muchacha. Bien podría haber hecho otras cosas impensables con ella e incluso dejarla inconsciente para que no siguiera siendo un lastre sin embargo, le regaló algo tan vital como el aire.
El agua ya no era transparente, estaba sucia, pútrida, la boca le sabía al óxido que emanaba la sangre diluida en el agua y una vez emergieron y tras oir aquellas tranquilizadoras palabras, ella no pudo evitar sentirse compungida aún por lo sucedido.
Observó su propio vestido, que lucía rojo y semi-transparente en algunas zonas, por culpa del agua ensangrentada. Una vez afuera sintió el frio de golpe que la azotó como si una mano invisible se tratase. Abrazándose a sí misma, buscó a aquel jóven nuevamente. Lo único que iluminaba el camino era la luz de la luna, que dado el lugar en el que estaban, solo proyectaba tétricas sombras en la propia oscuridad.
Mieri tiritó de frio, miedo o lo que fuera, nervios también, pues jamás un hombre la habían aferrado de aquella manera, ni siquiera la habían rozado en lugares concurridos... ella siempre evitaba ese tipo de contactos y aquella noche se rompieron todos sus esquemas. Lo cierto es que era extrañamente agradable, ya que prefería estar mil yuna veces entre sus cálidos brazos, antes que morir de frío, vestida en sangre.
Mieri se sacudió el cabello, más que tiritando, convulsionando debido al extremo frío que sentía calar sus huesos. Pero el sonido entre los matorrales la hizo darse cuenta nuevamente de en qué situación se encontraban tanto ella como el jóven moreno. Al ver emerger de entre las sombras a un par de hombres, ésta salió corriendo instintivamente en dirección al bosque.
El agua ya no era transparente, estaba sucia, pútrida, la boca le sabía al óxido que emanaba la sangre diluida en el agua y una vez emergieron y tras oir aquellas tranquilizadoras palabras, ella no pudo evitar sentirse compungida aún por lo sucedido.
Observó su propio vestido, que lucía rojo y semi-transparente en algunas zonas, por culpa del agua ensangrentada. Una vez afuera sintió el frio de golpe que la azotó como si una mano invisible se tratase. Abrazándose a sí misma, buscó a aquel jóven nuevamente. Lo único que iluminaba el camino era la luz de la luna, que dado el lugar en el que estaban, solo proyectaba tétricas sombras en la propia oscuridad.
Mieri tiritó de frio, miedo o lo que fuera, nervios también, pues jamás un hombre la habían aferrado de aquella manera, ni siquiera la habían rozado en lugares concurridos... ella siempre evitaba ese tipo de contactos y aquella noche se rompieron todos sus esquemas. Lo cierto es que era extrañamente agradable, ya que prefería estar mil yuna veces entre sus cálidos brazos, antes que morir de frío, vestida en sangre.
Mieri se sacudió el cabello, más que tiritando, convulsionando debido al extremo frío que sentía calar sus huesos. Pero el sonido entre los matorrales la hizo darse cuenta nuevamente de en qué situación se encontraban tanto ella como el jóven moreno. Al ver emerger de entre las sombras a un par de hombres, ésta salió corriendo instintivamente en dirección al bosque.
Mieri G. Milanova- Humano Clase Media
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Re: Sota de oros [Mieri G. Milanova]
Como una ráfaga de aire ártico golpeo al cuerpo de Emhyr en cuanto dieron los primeros pasos fuera del agua, helando sus pulmones y por un momento robándole el aliento. No había sido por el mero contraste con el frío, el pequeño hechizo que se había autoimpuesto antes de saltar se había desvanecido robándole fuerzas.
El turco jadeaba mientras caminaba detrás de la chica, y de repente todo sucedió demasiado rápido para razonar en las acciones.
-¡Corre preciosa, corre! -Le gritó en cuanto todo dio inicio, en cuanto ellos surgieron de la oscuridad., eran dos.
Fue la primera carrera y ahí comenzó el primer ataque, sus movimientos, eran algo latente en el turco a estas alturas, pero cada uno de sus movimientos eran elegantes como si de una danza se tratase: rápidos, naturales y seguros.
Una cuchillada que quedo en el aire, cuando Emhyr le tomó por la muñeca con fuerza haciéndose la crujir con un simple movimiento, pero aquello no evito que se llevase el primer puñetazo, sangre en el labio, pero el turco continuaba con su gesto concentrado y endurecido, era como si no le hubiese dolido, aunque era la contrario, muy distinto a aquella sonrisa o gesto descarado que solía llevar, era como si otra parte de su alma más profunda se apoderase de él poseyendo y volviéndola más frío.
Un giro de cadera y una patada en el muslo que le hizo caer de rodillas al sujeto de la muñeca partida que aun continuaba lanzando cuchilladas, pero al extender el brazo vino el dolor y la navaja cayó al suelo.
Uno fuera.
Con el segundo la cosa fue más rápida, y más bien se le fue de las manos, navaja a su espalda, otro giro veloz sobre sí mismo, esquivo y ambas manos de Emhyr sujetándole la mano dirigiéndola hacia su compañero arrodillado, el filo mortal atravesó la clavícula del herido mientras horrorizado su compañero miraba como su propia mano acababa con su vida.
No lo había podido evitar, era fruto de su naturaleza, del automatismo en el que podía dejarse poseer. Cuando Emhyr fue entrenado para ser jenízaro desde le principio le enseñaron a no dejar a nadie con vida, aunque le enseñaban a mantener el control, aunque a veces.... Pasaban cosas como aquella.
"Lo he matado, ha sido mi mano, lo... Le ha matado", su voz incrédula de aquel tipo le recordaba el crimen cometido por el turco al dirigir la mano ajena. Ya estaba metido en un lío apenas llevaba unas semanas en la ciudad francesa.
Un vistazo a su compañera que había salido corriendo, esperaba que le hubiese ido mejor.
Una bocanada de aire muy fresco en sus pulmones, aun sentía el corazón acelerado por el efecto de aquella danza y de la adrenalina, y luego vino el dolor.... Si, habían sido aquellas cuchilladas a ciegas de antes, del ahora muerto, pero le había acertado, no de lleno pero lo suficiente para atravesarle como un pellizco y rozarle alguna costilla. Emhyr sangraba abundantemente, y cada vez que llenaba sus pulmones allí estaba la punzada.
-Mierda... -Susurro Emhyr al llevarse la mano al costado, el tipo que aun quedaba con vida aun paralizado por sus manso manchadas por la sangre ajena no hacía nada. Cuando Emhyr lo miró vio a una persona joven, demasiado joven, probablemente un mandado como dirían, probablemente no había matado en su maldita vida. -Lárgate, antes que te deje como tu amigo. ¡Vete! -Le amenazó el turco apretando la herida, el chico con palidez debida al miedo huyó, sin darse cuenta que Emhyr hubiese sido una presa relativamente fácil, pero aquel chico había demostrado que no tenía valor para matar.
El turco jadeaba mientras caminaba detrás de la chica, y de repente todo sucedió demasiado rápido para razonar en las acciones.
-¡Corre preciosa, corre! -Le gritó en cuanto todo dio inicio, en cuanto ellos surgieron de la oscuridad., eran dos.
Fue la primera carrera y ahí comenzó el primer ataque, sus movimientos, eran algo latente en el turco a estas alturas, pero cada uno de sus movimientos eran elegantes como si de una danza se tratase: rápidos, naturales y seguros.
Una cuchillada que quedo en el aire, cuando Emhyr le tomó por la muñeca con fuerza haciéndose la crujir con un simple movimiento, pero aquello no evito que se llevase el primer puñetazo, sangre en el labio, pero el turco continuaba con su gesto concentrado y endurecido, era como si no le hubiese dolido, aunque era la contrario, muy distinto a aquella sonrisa o gesto descarado que solía llevar, era como si otra parte de su alma más profunda se apoderase de él poseyendo y volviéndola más frío.
Un giro de cadera y una patada en el muslo que le hizo caer de rodillas al sujeto de la muñeca partida que aun continuaba lanzando cuchilladas, pero al extender el brazo vino el dolor y la navaja cayó al suelo.
Uno fuera.
Con el segundo la cosa fue más rápida, y más bien se le fue de las manos, navaja a su espalda, otro giro veloz sobre sí mismo, esquivo y ambas manos de Emhyr sujetándole la mano dirigiéndola hacia su compañero arrodillado, el filo mortal atravesó la clavícula del herido mientras horrorizado su compañero miraba como su propia mano acababa con su vida.
No lo había podido evitar, era fruto de su naturaleza, del automatismo en el que podía dejarse poseer. Cuando Emhyr fue entrenado para ser jenízaro desde le principio le enseñaron a no dejar a nadie con vida, aunque le enseñaban a mantener el control, aunque a veces.... Pasaban cosas como aquella.
"Lo he matado, ha sido mi mano, lo... Le ha matado", su voz incrédula de aquel tipo le recordaba el crimen cometido por el turco al dirigir la mano ajena. Ya estaba metido en un lío apenas llevaba unas semanas en la ciudad francesa.
Un vistazo a su compañera que había salido corriendo, esperaba que le hubiese ido mejor.
Una bocanada de aire muy fresco en sus pulmones, aun sentía el corazón acelerado por el efecto de aquella danza y de la adrenalina, y luego vino el dolor.... Si, habían sido aquellas cuchilladas a ciegas de antes, del ahora muerto, pero le había acertado, no de lleno pero lo suficiente para atravesarle como un pellizco y rozarle alguna costilla. Emhyr sangraba abundantemente, y cada vez que llenaba sus pulmones allí estaba la punzada.
-Mierda... -Susurro Emhyr al llevarse la mano al costado, el tipo que aun quedaba con vida aun paralizado por sus manso manchadas por la sangre ajena no hacía nada. Cuando Emhyr lo miró vio a una persona joven, demasiado joven, probablemente un mandado como dirían, probablemente no había matado en su maldita vida. -Lárgate, antes que te deje como tu amigo. ¡Vete! -Le amenazó el turco apretando la herida, el chico con palidez debida al miedo huyó, sin darse cuenta que Emhyr hubiese sido una presa relativamente fácil, pero aquel chico había demostrado que no tenía valor para matar.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: Sota de oros [Mieri G. Milanova]
La muchacha corrió y corrió pese a que en su interior albergaba un mal presentimiento, sabía que aqul hombre podrías arreglárselas solo pero aquellos eran mayoría y ahora ella sentía mucha impotencia por no poder servirle de ayuda. Se paró en mitad del camino al oír golpes y quejidos. La piel se le puso de gallina y ella tan solo deseaba desaparecer de aquel lugar.
No podía creer lo que estaba pasando tan solo por seguir a aquellas sombras. Aquellas malditas sombras que resultaron ser tan reales como lo era aquella sangre vertida; quizás de un inocente.
Mieri se quedó en silencio, sopesando de nuevo aquellas siguientes dos opciones que definirían su nuevo futuro, eligiera cual eligiera debería de hacerlo con el corazón y no con la razón. Tan solo necesitó un par de segundos para volver tras sus pasos hacia aquella dichosa y macabra escena.
Mieri abrió mucho los ojos, viendo a uno de los hombre muerto en el suelo, el otro al parecer había desaparecido dejando a un Emhyr malherido. Algo en ella se removió y no por la sangre que veía, sino por el simple hecho de ver al hombre sano y salvo. Tranquilidad, eso fué lo que sintió.
- ¿Estás b...? - Y justo en ese momento otro hombre salió de entre las sombras atrapando a la muchacha entre sus brazos, sujetándola son fuerza. Ésta parecía que se iba a romper de lo frágil que aparentaba ser. Y es que Mieri era una chica que pese a su cuerpo menudo y fragilidad palpables, tenía la capacidad de hacer daño con un simple gesto, tal como una aguja puede hacer desangrarse hasta al más corpulento de los hombres. Pero aquel no era el caso, ella se sentía verdaderamente frágil, como una figurilla de cristal siendo forzada hasta romperse.
El hombre parecía muy nervioso y miraba a Emhyr fijamente, al mismo tiempo que sujetaba un cuchillo en el blanco cuello de la muchacha. El hombre amenazó a Emhyr, demostrándole que le haría daño a Mieri, ya que para demostrarlo éste hincó el cuchillo en el cuello de la muchacha haciéndola sangrar levemente.
La muchacha tiritaba, se quejaba, pero no lloraba. Sabía que iba a morir, estaba viendo a Emhyr todo herido.
- Vete... estás herido! - Dijo con un tono quejumbroso, a punto del llanto. Aquella situación la sobrepasaba y sabía que al menos él podría salir de allí con vida. Ella le había metido sin querer en aquella absurda situación y qué menos que ayudarle a salir de ella.
No podía creer lo que estaba pasando tan solo por seguir a aquellas sombras. Aquellas malditas sombras que resultaron ser tan reales como lo era aquella sangre vertida; quizás de un inocente.
Mieri se quedó en silencio, sopesando de nuevo aquellas siguientes dos opciones que definirían su nuevo futuro, eligiera cual eligiera debería de hacerlo con el corazón y no con la razón. Tan solo necesitó un par de segundos para volver tras sus pasos hacia aquella dichosa y macabra escena.
Mieri abrió mucho los ojos, viendo a uno de los hombre muerto en el suelo, el otro al parecer había desaparecido dejando a un Emhyr malherido. Algo en ella se removió y no por la sangre que veía, sino por el simple hecho de ver al hombre sano y salvo. Tranquilidad, eso fué lo que sintió.
- ¿Estás b...? - Y justo en ese momento otro hombre salió de entre las sombras atrapando a la muchacha entre sus brazos, sujetándola son fuerza. Ésta parecía que se iba a romper de lo frágil que aparentaba ser. Y es que Mieri era una chica que pese a su cuerpo menudo y fragilidad palpables, tenía la capacidad de hacer daño con un simple gesto, tal como una aguja puede hacer desangrarse hasta al más corpulento de los hombres. Pero aquel no era el caso, ella se sentía verdaderamente frágil, como una figurilla de cristal siendo forzada hasta romperse.
El hombre parecía muy nervioso y miraba a Emhyr fijamente, al mismo tiempo que sujetaba un cuchillo en el blanco cuello de la muchacha. El hombre amenazó a Emhyr, demostrándole que le haría daño a Mieri, ya que para demostrarlo éste hincó el cuchillo en el cuello de la muchacha haciéndola sangrar levemente.
La muchacha tiritaba, se quejaba, pero no lloraba. Sabía que iba a morir, estaba viendo a Emhyr todo herido.
- Vete... estás herido! - Dijo con un tono quejumbroso, a punto del llanto. Aquella situación la sobrepasaba y sabía que al menos él podría salir de allí con vida. Ella le había metido sin querer en aquella absurda situación y qué menos que ayudarle a salir de ella.
Mieri G. Milanova- Humano Clase Media
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Re: Sota de oros [Mieri G. Milanova]
Emhy aun apretaba la herida del costado con fuerza sintiendo el rubí deslizarse por sus dedos, y aquella fastidiosa punzada seguida con su respirar jadeante, el frío daba su primera muestra al ser anunciado por el vaho de sus respiraciones.
Todo había sucedido demasiado rápido, el mundo parecía haberse detenido por aquella muerte. Emhyr se había dejado caer sobre sus rodillas, pudo sentir la hierba húmeda de la lluvia ya quieta.
De repente la chica regreso, sus ojos castaños se alzaron y sus labios por un momento se curvaron al ver que estaba bien, pero pronto aquella sonrisilla se borro al ver aquella mano temblorosa que agarraba con fuerza la navaja pegada a la chica.
Ella hablo, y Emhyr gruño fastidiado y con gesto dolorido puso un pies sobre otro levantándose jadeante, pero ni un ápice de preocupación en su rostro, solo fueron sus pupilas las que pudieron revelar de un modo efímero la maldición que en su interior debía de haberse emitido por ver en aquella tesitura con la chica, no tenía que haberse puesto en aquel peligro, no tenía que haberle puesto en esa situación. Debería haber salido corriendo cuando pudo, y aunque no lo pareciese Emhyr no quería mancharse más las manos en aquella noche, y más con sangre inocente.
A pesar de la herida su porte allí erguido con un orgullo que no sabía de donde había salido, se hacía regio, incluso ciertamente chulesto, como si sus fuerzas no estuviesen escapando junto con su sangre. Carraspeó, la tensión podía mascarse en el aire con su silencio, aquel tipo que agarraba a la chica parecía no decidirse, nadie parecía dar un paso o decir nada, más Emhyr decidió dar le primero y metiéndose las manos en los bolsillos, sintiendo en sus dedos su propia sangre caliente y pringosa comenzó a caminar hacia el amenazante sin decir ni una palabra, sin mirarla a ella.
Paso de largo, y solo recibió unas miradas extrañadas.
Su caminar era más lento de lo habitual por la herida, y su respiración se hacía denotar con algún quejido por la herida. Manos que se frotaban y paso de largo junto al joven de la navaja.
-Eso haré -Afirmó ante lo que dijo la chica. -Buen provecho. -Le deseo al tipo. -Encogió los hombros y al hacerlo vino una mueca de dolor, y un largo suspiro. -¿Qué? -Dijo como si nada, frotándose las manos manchadas y perdiéndose a su espalda. -¿Qué esperáis? No voy a echarme encima tuya para salvarla y ser un héroe. Estas un poco equivocado, "ella", no es problema mío, es más ni la conozco.
De nuevo se volvió a frotar las manos entre sí, exhalo aire entre ambas.
Una mirada efímera para la chica, puede que una señal de atención, si debía de ser eso. "¿Preparada para correr" Decían sus ojos.
Y el primer chasquido fue la señal que esperaba, Emhyr estornudo y de repente las mangas de aquel hombre comenzaron a arder, la navaja cayó. Ahí estaba la oportunidad, otro chasquido. El cuello roto. El tipo caía al suelo cual trapo, mientras el fuego se extendía por su cuerpo.
Todo había sucedido demasiado rápido, el mundo parecía haberse detenido por aquella muerte. Emhyr se había dejado caer sobre sus rodillas, pudo sentir la hierba húmeda de la lluvia ya quieta.
De repente la chica regreso, sus ojos castaños se alzaron y sus labios por un momento se curvaron al ver que estaba bien, pero pronto aquella sonrisilla se borro al ver aquella mano temblorosa que agarraba con fuerza la navaja pegada a la chica.
Ella hablo, y Emhyr gruño fastidiado y con gesto dolorido puso un pies sobre otro levantándose jadeante, pero ni un ápice de preocupación en su rostro, solo fueron sus pupilas las que pudieron revelar de un modo efímero la maldición que en su interior debía de haberse emitido por ver en aquella tesitura con la chica, no tenía que haberse puesto en aquel peligro, no tenía que haberle puesto en esa situación. Debería haber salido corriendo cuando pudo, y aunque no lo pareciese Emhyr no quería mancharse más las manos en aquella noche, y más con sangre inocente.
A pesar de la herida su porte allí erguido con un orgullo que no sabía de donde había salido, se hacía regio, incluso ciertamente chulesto, como si sus fuerzas no estuviesen escapando junto con su sangre. Carraspeó, la tensión podía mascarse en el aire con su silencio, aquel tipo que agarraba a la chica parecía no decidirse, nadie parecía dar un paso o decir nada, más Emhyr decidió dar le primero y metiéndose las manos en los bolsillos, sintiendo en sus dedos su propia sangre caliente y pringosa comenzó a caminar hacia el amenazante sin decir ni una palabra, sin mirarla a ella.
Paso de largo, y solo recibió unas miradas extrañadas.
Su caminar era más lento de lo habitual por la herida, y su respiración se hacía denotar con algún quejido por la herida. Manos que se frotaban y paso de largo junto al joven de la navaja.
-Eso haré -Afirmó ante lo que dijo la chica. -Buen provecho. -Le deseo al tipo. -Encogió los hombros y al hacerlo vino una mueca de dolor, y un largo suspiro. -¿Qué? -Dijo como si nada, frotándose las manos manchadas y perdiéndose a su espalda. -¿Qué esperáis? No voy a echarme encima tuya para salvarla y ser un héroe. Estas un poco equivocado, "ella", no es problema mío, es más ni la conozco.
De nuevo se volvió a frotar las manos entre sí, exhalo aire entre ambas.
Una mirada efímera para la chica, puede que una señal de atención, si debía de ser eso. "¿Preparada para correr" Decían sus ojos.
Y el primer chasquido fue la señal que esperaba, Emhyr estornudo y de repente las mangas de aquel hombre comenzaron a arder, la navaja cayó. Ahí estaba la oportunidad, otro chasquido. El cuello roto. El tipo caía al suelo cual trapo, mientras el fuego se extendía por su cuerpo.
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Re: Sota de oros [Mieri G. Milanova]
Mieri sintió el dolor punzante en la garganta. La muchacha de cabellos tan dorados como si fueran hilos del propio oro, quiso gritar, pero sentía como si al gritar, aquello pudiera hacerle más daño en el cuello. Al verlo levantarse, una pequeña llama de esperanza se encendió en ella pero con la misma intensidad se apagó de golpe como si alguien la hubiera soplado.
El desdén y las palabras sonaban ácidas en sus propios oídos, se sintió desesperanzada, dolida, e inútil por confiar en un hombre completamente desconocido para ella.
Aun así, la mirada suplicante de la chica no se desvaneció, pensó entonces que su fin estaba ahí, que por ello jamás había pensado en un futuro que no fuera el día al día; todo porque sabía que moriría joven.
Todo parecía ajeno a ella, sonaba como si estuviera al otro lado de una pared. Quizás eso se debiera al colapso mental que se estaba produciendo en ella, ya que no distinguió aquella mirada extraña que el moreno le dedicó. Solo vió el centelleante fuego desprenderse por entre las ropas del que la sujetaba, ella se retiró unos pasos y miró todo horrorizada, llevándose las manos a la boca en un grito como el primero; acababa de ver a un hombre morir entre llamas que la nada causó.
Podría haber optado por desmayarse, demasiadas cosas que ella no sabía procesar, demasiadas cosas sin conexión, demasiados sentimientos para un día.
El fuego se hubo apagado pero el olor era realmente desagradable allí. Ella, en shock, caminó despacio alejándose de todo aquello, buscando la salida a aquel bosque laberíntico, buscando volver a "casa".
- ¿Qué demonios ha ocurrido? - Preguntó en voz alta, aunque más bien fuera un pensamiento. Ella se llevó las manos hacia la cabeza, de seguro que si le contaba a alguien lo sucedido... la tomarían por loca y quizás después de todo acabaría en cualquier calabozo.
El desdén y las palabras sonaban ácidas en sus propios oídos, se sintió desesperanzada, dolida, e inútil por confiar en un hombre completamente desconocido para ella.
Aun así, la mirada suplicante de la chica no se desvaneció, pensó entonces que su fin estaba ahí, que por ello jamás había pensado en un futuro que no fuera el día al día; todo porque sabía que moriría joven.
Todo parecía ajeno a ella, sonaba como si estuviera al otro lado de una pared. Quizás eso se debiera al colapso mental que se estaba produciendo en ella, ya que no distinguió aquella mirada extraña que el moreno le dedicó. Solo vió el centelleante fuego desprenderse por entre las ropas del que la sujetaba, ella se retiró unos pasos y miró todo horrorizada, llevándose las manos a la boca en un grito como el primero; acababa de ver a un hombre morir entre llamas que la nada causó.
Podría haber optado por desmayarse, demasiadas cosas que ella no sabía procesar, demasiadas cosas sin conexión, demasiados sentimientos para un día.
El fuego se hubo apagado pero el olor era realmente desagradable allí. Ella, en shock, caminó despacio alejándose de todo aquello, buscando la salida a aquel bosque laberíntico, buscando volver a "casa".
- ¿Qué demonios ha ocurrido? - Preguntó en voz alta, aunque más bien fuera un pensamiento. Ella se llevó las manos hacia la cabeza, de seguro que si le contaba a alguien lo sucedido... la tomarían por loca y quizás después de todo acabaría en cualquier calabozo.
Mieri G. Milanova- Humano Clase Media
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Re: Sota de oros [Mieri G. Milanova]
De repente aquel porte firme, vanidoso y típico de personas altivas de la nobleza se desvaneció, mientras poco a poco el turco se iba sentando en el suelo y se volvió a llevar la mano en el costado jadeante.
-¿A qué refieres, exactamente? -Dijo despreocupado y como si aquella fuese su día a día. -Tranquila no soy ni mago o brujo, siento decepcionarte. -De nuevo retiró la mano de la herida manchandose de la sangre, sus ojos midieron la herida con un gesto de dolor. -Es ciencia. -De reojo la miraba, era normal que desconfiase, había matado a un hombre, pero aun así estaba el lado de que le había asegurado una huida a la chica. -Cuando fingí estornudar le sople unos polvos. -"Que mentiroso eres, también usaste ese pequeño toquecito tuyo, la pólvora mojada no sirve de nada" Pensó. -En mi bolsillo hay unos polvos que si los mezclas entre sí reaccionan de ese modo, son como la pólvora pero diferente. -No esperaba que lo entendiese, seguro que ni sabía lo que era la pólvora pero bueno. -Por eso me frotaba tanto las manos. -Le mostró sus manos mostrándole en la palma las rojeces que se le había hecho del polvo. -El polvo irrita la piel incluso cuando no es mezclado.
Suspirando con fuerza sientiendo en cada respirar el dolor de la herida volvió a coger fuerzas para levantarse.
-Soy Emhyr, y sinceramente, creo que voy a necesitar tu ayuda para recuperar mi abrigo y con esta herida, ¿qué me dices preciosa?-Por su tono de voz se notaba que no solía pedir mucha ayuda, porque en ningun momento sonó como un ruego, mas bien como una alternativa cortes que no tenía mas remedio que pedir.
-¿A qué refieres, exactamente? -Dijo despreocupado y como si aquella fuese su día a día. -Tranquila no soy ni mago o brujo, siento decepcionarte. -De nuevo retiró la mano de la herida manchandose de la sangre, sus ojos midieron la herida con un gesto de dolor. -Es ciencia. -De reojo la miraba, era normal que desconfiase, había matado a un hombre, pero aun así estaba el lado de que le había asegurado una huida a la chica. -Cuando fingí estornudar le sople unos polvos. -"Que mentiroso eres, también usaste ese pequeño toquecito tuyo, la pólvora mojada no sirve de nada" Pensó. -En mi bolsillo hay unos polvos que si los mezclas entre sí reaccionan de ese modo, son como la pólvora pero diferente. -No esperaba que lo entendiese, seguro que ni sabía lo que era la pólvora pero bueno. -Por eso me frotaba tanto las manos. -Le mostró sus manos mostrándole en la palma las rojeces que se le había hecho del polvo. -El polvo irrita la piel incluso cuando no es mezclado.
Suspirando con fuerza sientiendo en cada respirar el dolor de la herida volvió a coger fuerzas para levantarse.
-Soy Emhyr, y sinceramente, creo que voy a necesitar tu ayuda para recuperar mi abrigo y con esta herida, ¿qué me dices preciosa?-Por su tono de voz se notaba que no solía pedir mucha ayuda, porque en ningun momento sonó como un ruego, mas bien como una alternativa cortes que no tenía mas remedio que pedir.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: Sota de oros [Mieri G. Milanova]
Mieri estaba totalmente horrorizada, parecía que lo allí ocurrido tan solo hubiese sido fruto de su imaginación... por un momento creyó, pero tan solo parecía ser un mero juego mental. "Ciencia", lo llamó aquel hombre.
Mieri alzó la chaqueta en la propia mano, casualmente la había encontrado en el camino, pese a que ésta no estaba ni por asomo en el lugar de orígen. Se la tendió a Emhyr, aún sabiendas de que no podría confiar en él, habiendo matado a alguien con tanta facilidad.
- Prométeme que no me robarás, ni mucho menos me matarás.
Dijo, como si fuese una mera petición a aceptar, que de hecho, si hubiese sido dirigida a alguien con malas intenciones, igual aceptaría para saber dónde esconde el hogar la rubia.
Aquella chica tenía un deje inocente, aunque el carácter fuerte solís usarlo para ocasiones en las que verdaderamente necesitaba, como aquella.
- Te debo una por salvarme y estás herido, pero quiero que sepas que sé defenderme sola - Frunció el ceño a modo de aviso y se acercó para ayudarle a caminar. Ambos estaban hechos un asco, por lo que el pisar barro ya no era el mayor de sus problemas.
Caminaron durante un largo rato, haciendo el mismo camino que probablemente la chica había hecho hasta llegar al bosque. Una vez allí, aún en la oscuridad le pidió silencio y atención.
- Sé que te duele, pero deberás trepar. - Suspiró lentamente. - - He visto lo que puedes hacer así que no te será ningún problema. Si yo puedo hacerlo tu también podrás. - Una vez dicho, le enseñó una parte de la gran casona que estaba cubierta, pero por la cual se podía trepar hasta el piso de arriba. Justo en la ventana del tejado dormía ella, una escueta habitación situada en el ático de aquella gran casa. Ella, se ató el vestido -o lo que quedaba de él- para que al subir éste no pudiera verle nada, sería como llevar un pantalón, cosa que solo hacían los hombres. Una vez arriba abrió la ventana con un par de toques a los que ya estaba tan acostumbrada y le dejó pasar.
Mieri alzó la chaqueta en la propia mano, casualmente la había encontrado en el camino, pese a que ésta no estaba ni por asomo en el lugar de orígen. Se la tendió a Emhyr, aún sabiendas de que no podría confiar en él, habiendo matado a alguien con tanta facilidad.
- Prométeme que no me robarás, ni mucho menos me matarás.
Dijo, como si fuese una mera petición a aceptar, que de hecho, si hubiese sido dirigida a alguien con malas intenciones, igual aceptaría para saber dónde esconde el hogar la rubia.
Aquella chica tenía un deje inocente, aunque el carácter fuerte solís usarlo para ocasiones en las que verdaderamente necesitaba, como aquella.
- Te debo una por salvarme y estás herido, pero quiero que sepas que sé defenderme sola - Frunció el ceño a modo de aviso y se acercó para ayudarle a caminar. Ambos estaban hechos un asco, por lo que el pisar barro ya no era el mayor de sus problemas.
Caminaron durante un largo rato, haciendo el mismo camino que probablemente la chica había hecho hasta llegar al bosque. Una vez allí, aún en la oscuridad le pidió silencio y atención.
- Sé que te duele, pero deberás trepar. - Suspiró lentamente. - - He visto lo que puedes hacer así que no te será ningún problema. Si yo puedo hacerlo tu también podrás. - Una vez dicho, le enseñó una parte de la gran casona que estaba cubierta, pero por la cual se podía trepar hasta el piso de arriba. Justo en la ventana del tejado dormía ella, una escueta habitación situada en el ático de aquella gran casa. Ella, se ató el vestido -o lo que quedaba de él- para que al subir éste no pudiera verle nada, sería como llevar un pantalón, cosa que solo hacían los hombres. Una vez arriba abrió la ventana con un par de toques a los que ya estaba tan acostumbrada y le dejó pasar.
Mieri G. Milanova- Humano Clase Media
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Re: Sota de oros [Mieri G. Milanova]
De nuevo erguido y sintiendo el calor de la sangre desagradable entre los dedos apretados tomó el abrigo sorprendido y se lo echo sobre uno de sus hombros, no quería mancharlo; aquel viejo abrigo que le quedaba grande dando a entender que no le pertenecía, con extraños y exóticos bordados al parecer era un objeto muy preciado por el turco tal y como lo trataba.
-Te lo juro por mi honor de... -"¿Honor? ¿Ibas a jurar como en el pasado como siguieses teniendo un estatus, un título? " Bueno, no tocaré ni un precioso pelo de tu cabellera rubia. -Efímero fue la tristeza que en sus ojos se cruzo ante el pensamiento de su yo pasado, pero una sonrisa pícara surgió de sus labios. -Tranquila, si no pongo en duda el hecho de que puedas defenderte, ya vi lo rápido que corres. -Río buscando picar a la muchacha, un error por su parte, ya que la risa lo que hizo es proporcionarle dolor en la herida, pero aun asi reía y detrás de cada risa una mueca venía.
Siguiendo sus indicaciones, caminaron juntos durante un rato. Cada paso era doloroso, pero Emhyr pensaba en la suerte de que la herida no fuese tan profunda, si lo fuese seguramente y en el rato que llevaban caminando se hubiese desmayado, aunque un poco mareado si era de admitir que se sentía y no solo por la herida, si no por las fuerzas gastadas en el hechizo.
-Pufff, allá vamos. -Resoplo con fuerza al ver que tenía que trepar, iba a dolor y mucho, pero esta no era la peor de las heridas ni la peor de las situaciones. Aun recordaba cuando tenía apenas 14 años y se vio envuelto en medio de la batalla con varias cuchilladas a sus espaldas. La clave para sobrevivir en la guerra no era ser el mejor, sino tener más resistencia, fuerza de voluntad y sobre todo suerte. Los que quedaban los últimos, lo que podían mejor luchar contra el agotamiento, eran los que vivían.
Ya había cruzado la ventana tras el aviso y se dejo caer desplomado sobre el suelo, le daba igual que hubiese nada blandito que amortiguase, estaba agotado y dolorido, necesitaba unos minutos allí tumbado para coger fuerzas.
-Necesitaré trapos, agua caliente, hilo y aguja, algo de ajo y unas pocas cosas de mi abrigo. -Se incorporó un poco y comenzó a buscar en su abrigo, saco un saquete rojo con unas hierbas con olor mentolado, y luego una pipa de madera la cual encendió y comenzó a fumar. El humo no era como el del tabaco su olor era muy agradable. -No es por gusto, o al menos ahora, me aliviara el dolor, es salvia... Y... gracias por esto, mmmm... ¿no sé a qué nombre agradecer, rubia?[/color]
-Te lo juro por mi honor de... -"¿Honor? ¿Ibas a jurar como en el pasado como siguieses teniendo un estatus, un título? " Bueno, no tocaré ni un precioso pelo de tu cabellera rubia. -Efímero fue la tristeza que en sus ojos se cruzo ante el pensamiento de su yo pasado, pero una sonrisa pícara surgió de sus labios. -Tranquila, si no pongo en duda el hecho de que puedas defenderte, ya vi lo rápido que corres. -Río buscando picar a la muchacha, un error por su parte, ya que la risa lo que hizo es proporcionarle dolor en la herida, pero aun asi reía y detrás de cada risa una mueca venía.
Siguiendo sus indicaciones, caminaron juntos durante un rato. Cada paso era doloroso, pero Emhyr pensaba en la suerte de que la herida no fuese tan profunda, si lo fuese seguramente y en el rato que llevaban caminando se hubiese desmayado, aunque un poco mareado si era de admitir que se sentía y no solo por la herida, si no por las fuerzas gastadas en el hechizo.
-Pufff, allá vamos. -Resoplo con fuerza al ver que tenía que trepar, iba a dolor y mucho, pero esta no era la peor de las heridas ni la peor de las situaciones. Aun recordaba cuando tenía apenas 14 años y se vio envuelto en medio de la batalla con varias cuchilladas a sus espaldas. La clave para sobrevivir en la guerra no era ser el mejor, sino tener más resistencia, fuerza de voluntad y sobre todo suerte. Los que quedaban los últimos, lo que podían mejor luchar contra el agotamiento, eran los que vivían.
Ya había cruzado la ventana tras el aviso y se dejo caer desplomado sobre el suelo, le daba igual que hubiese nada blandito que amortiguase, estaba agotado y dolorido, necesitaba unos minutos allí tumbado para coger fuerzas.
-Necesitaré trapos, agua caliente, hilo y aguja, algo de ajo y unas pocas cosas de mi abrigo. -Se incorporó un poco y comenzó a buscar en su abrigo, saco un saquete rojo con unas hierbas con olor mentolado, y luego una pipa de madera la cual encendió y comenzó a fumar. El humo no era como el del tabaco su olor era muy agradable. -No es por gusto, o al menos ahora, me aliviara el dolor, es salvia... Y... gracias por esto, mmmm... ¿no sé a qué nombre agradecer, rubia?[/color]
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: Sota de oros [Mieri G. Milanova]
- Típico de alguien con una gran labia el llamar a alguien por su color de cabello...eso dice mucho de vuestra inteligencia.- Dijo, frunciendo el ceño al pensar en lo que se le vendría encima si alguien de la casona se enterase de aquello, a sabiendas de que el dueño pretendía buscar cualquier excusa para echarla de la casa.
- Quédate ahí y reposa un rato, te traeré todo lo que necesitas en cuanto me despoje de este hedor a sangre.- Miro a su alrededor, buscando todo lo que el hombre necesitaba, ya de paso, recogió un simple vestido para cambiarse tras el baño.- Yo misma te coseré, pero debes prometerme que no me meterás en líos.- Le señalo con una aguja, como si aquello fuese lo suficiente como para amedrentar a un hombre que había sido capaz de matar con sus propias manos.
- En cuanto termine de bañarme, te coseré y en cuanto acabe de cerrar tus heridas iras ha quitarte ese olor a podrido.- "A hombre" pensó, ya que mas allá del olor a sangre, el propio perfume del hombre se le había metido hasta el sentido- Al parecer, para siempre.
Mieri agarró la tela y se dirigió hacia la puerta del baño que contenía su habitación, allí siempre había preparada una tina con agua caliente, pero ella prefirió no ensuciar ese agua y decidió bañarse fuera de esta. La joven se despojó del vestido teñido de rojo por la sangre y se arrodilló en el suelo, descansando las posaderas sobre sus talones y tomando agua con una jarra y un trapo, se limpió de toda suciedad. Lo que siempre hacía, lo que siempre la lograba calmar ante cualquier cosa era dejar caer agua sobre su cabeza, cerrar los ojos y dejar que el agua caliente despejase de ella cualquier signo que le supusiese un mal, como el enfado, aclarando así sus ideas.
- Quédate ahí y reposa un rato, te traeré todo lo que necesitas en cuanto me despoje de este hedor a sangre.- Miro a su alrededor, buscando todo lo que el hombre necesitaba, ya de paso, recogió un simple vestido para cambiarse tras el baño.- Yo misma te coseré, pero debes prometerme que no me meterás en líos.- Le señalo con una aguja, como si aquello fuese lo suficiente como para amedrentar a un hombre que había sido capaz de matar con sus propias manos.
- En cuanto termine de bañarme, te coseré y en cuanto acabe de cerrar tus heridas iras ha quitarte ese olor a podrido.- "A hombre" pensó, ya que mas allá del olor a sangre, el propio perfume del hombre se le había metido hasta el sentido- Al parecer, para siempre.
Mieri agarró la tela y se dirigió hacia la puerta del baño que contenía su habitación, allí siempre había preparada una tina con agua caliente, pero ella prefirió no ensuciar ese agua y decidió bañarse fuera de esta. La joven se despojó del vestido teñido de rojo por la sangre y se arrodilló en el suelo, descansando las posaderas sobre sus talones y tomando agua con una jarra y un trapo, se limpió de toda suciedad. Lo que siempre hacía, lo que siempre la lograba calmar ante cualquier cosa era dejar caer agua sobre su cabeza, cerrar los ojos y dejar que el agua caliente despejase de ella cualquier signo que le supusiese un mal, como el enfado, aclarando así sus ideas.
Mieri G. Milanova- Humano Clase Media
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Re: Sota de oros [Mieri G. Milanova]
Tumbado en el suelo por un momento cerro los ojos serio, y luego sonrió al escuchar las palabras de ella que cuestionaba su inteligencia; un leve zumbido en su cabeza y abrió los ojos mirando el lugar por donde ella desaparecía.
-Tranquila, no saldré corriendo, "Mieri". -Si, acababa de decir su nombre, y ella no lo había dicho en ningún momento. ¿Cómo sabía su nombre? ¿Sabría aquel hombre algo que ella no? Para Emhyr aquello era un pequeño truco nada más. -Espero que no tardes mucho, sino con herida abierto o no tendré que ir a buscarte en tu baño. -De nuevo la sonrisa pícara, realmente no iba a hacerlo, pero le gustaba crear incertidumbre e intentar sacarle los colores, se la veía una chica un poco inocentona en ciertos temas.
Un suspiro largo y sintió una punzada en su costilla algo tocada, fue doloroso pero no insoportable.
Desde aquella postura Emhyr miraba el techo, mientras escuchaba a la chica lavarse, era muy tentador levantarse y posar los ojos en aquella bonita gacela, pero no iba a romper esa pizca de confianza que le había brindado.
Por un momento y aquella postura, atento a los sonidos de su alrededor y con aquella mano aun posada en la herida donde no se detenía el brotar de la sangre caliente, su vista se vio nublada, entonces es cuando Emhyr sintió su corazón sereno y ralentizado, sentía su cuerpo débil y sabía que perdería la consciencia pero que eso no debía de suceder, por un momento pensó que podía matarle una estúpida herida.
Así que miro el techo e intento mantenerse despierto a pesar de que los parpados le pesaba y la respiración le costaba por esa dichosa costilla.
-Bebeğin beşiği camdan... -Había comenzado a cantar suavemente aquella nana que en sus labios se pronunciaban sedante y apaciguadoras, en un susurro... Emhyr no era un gran cantante pero tenía una bonita voz. Cuando había vivido en el campamento de los gitanos, a ellos le gustaba que cantase con aquella chiquilla que... Bueno, una larga historia. -...Düştü yuvarlandı damdan, Babası geliyor Şam’dan... -Dolorido en su respiración no cesaba su lengua natal de invadir el silencio, aquello le relajaba y mantenía despierto. -...Neni neni e kuzum neni
-Tranquila, no saldré corriendo, "Mieri". -Si, acababa de decir su nombre, y ella no lo había dicho en ningún momento. ¿Cómo sabía su nombre? ¿Sabría aquel hombre algo que ella no? Para Emhyr aquello era un pequeño truco nada más. -Espero que no tardes mucho, sino con herida abierto o no tendré que ir a buscarte en tu baño. -De nuevo la sonrisa pícara, realmente no iba a hacerlo, pero le gustaba crear incertidumbre e intentar sacarle los colores, se la veía una chica un poco inocentona en ciertos temas.
Un suspiro largo y sintió una punzada en su costilla algo tocada, fue doloroso pero no insoportable.
Desde aquella postura Emhyr miraba el techo, mientras escuchaba a la chica lavarse, era muy tentador levantarse y posar los ojos en aquella bonita gacela, pero no iba a romper esa pizca de confianza que le había brindado.
Por un momento y aquella postura, atento a los sonidos de su alrededor y con aquella mano aun posada en la herida donde no se detenía el brotar de la sangre caliente, su vista se vio nublada, entonces es cuando Emhyr sintió su corazón sereno y ralentizado, sentía su cuerpo débil y sabía que perdería la consciencia pero que eso no debía de suceder, por un momento pensó que podía matarle una estúpida herida.
Así que miro el techo e intento mantenerse despierto a pesar de que los parpados le pesaba y la respiración le costaba por esa dichosa costilla.
-Bebeğin beşiği camdan... -Había comenzado a cantar suavemente aquella nana que en sus labios se pronunciaban sedante y apaciguadoras, en un susurro... Emhyr no era un gran cantante pero tenía una bonita voz. Cuando había vivido en el campamento de los gitanos, a ellos le gustaba que cantase con aquella chiquilla que... Bueno, una larga historia. -...Düştü yuvarlandı damdan, Babası geliyor Şam’dan... -Dolorido en su respiración no cesaba su lengua natal de invadir el silencio, aquello le relajaba y mantenía despierto. -...Neni neni e kuzum neni
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: Sota de oros [Mieri G. Milanova]
Mieri salió de su ensimismamiento en cuanto oyó aquellas palabras tan conocidas y desconocidas a su vez, pero... ¿Cómo era posible que supiese de otra lengua que no fuese la suya propia y el tan obvio francés?
Debía de reconocer que aquel era muy bueno cantando más que hablando, ya que las canciones narraban historias y la palabra propia podía sonar demasiado tosca y sucia en cualquier significado que aquel quisiera darle.
Pensó entonces que aquel hombre estaba muy perturbado, tanto como para parecer completamente inofensivo en aquella canción casi susurrada y sentir las ganas de correr hacia él y abrazarle. Quizás en ella se despertó un pequeño instinto, uno que la hizo tomar una de las toallas y secarse lo más rápido que le permitieron sus manos y ajustarse el cinturón de una fina bata de seda, esa fina tela era lo único que conservaba de su madre, algo que la hacía parecer una mujer en todo su esplendor, pero no era aquella su intención sino la de salir rápida como el viento por la puerta para encontrarse a un exhausto Emhyr.
Rápidamente tomó un par de trapos y su caja de costura para disponerse a coser su herida, no sin antes acurrucarse a su lado para que parte de su espalda descansase sobre sus piernas, para lo que apartó parte de la tela de aquella bata para no mancharla con la sangre del muchacho.
Mieri quemó la punta de la aguja e hizo lo posible para dar puntadas decididas y rápidas sobre la piel quebrada del moreno, cuya herida se vió cerrada por aquel fuerte cosido. Ella le instó a que no se durmiera, sujetando sus mejillas con la mano libre.
- Debes ir a bañarte ahora para así limpiar todo resto de sangre y suciedad. - Dijo con una usual voz suave que la caracterizaba. - Deja tu ropa tras la puerta, te daré algo limpio que puedas usar y entonces te daré un ungüento que prepararé ahora mismo y así cicatrice más rápido. - Sus palabras seguían sonando suaves, a pesar de la situación y de saber qué ocurriría si alguien de la casa se enteraba de aquello que hacía. Podrían echarla y entonces si que tendría un verdadero problema.
Mieri le ayudó a levantarse, esperando que aquel no le diera más problemas a su ya ajetreado día.
Debía de reconocer que aquel era muy bueno cantando más que hablando, ya que las canciones narraban historias y la palabra propia podía sonar demasiado tosca y sucia en cualquier significado que aquel quisiera darle.
Pensó entonces que aquel hombre estaba muy perturbado, tanto como para parecer completamente inofensivo en aquella canción casi susurrada y sentir las ganas de correr hacia él y abrazarle. Quizás en ella se despertó un pequeño instinto, uno que la hizo tomar una de las toallas y secarse lo más rápido que le permitieron sus manos y ajustarse el cinturón de una fina bata de seda, esa fina tela era lo único que conservaba de su madre, algo que la hacía parecer una mujer en todo su esplendor, pero no era aquella su intención sino la de salir rápida como el viento por la puerta para encontrarse a un exhausto Emhyr.
Rápidamente tomó un par de trapos y su caja de costura para disponerse a coser su herida, no sin antes acurrucarse a su lado para que parte de su espalda descansase sobre sus piernas, para lo que apartó parte de la tela de aquella bata para no mancharla con la sangre del muchacho.
Mieri quemó la punta de la aguja e hizo lo posible para dar puntadas decididas y rápidas sobre la piel quebrada del moreno, cuya herida se vió cerrada por aquel fuerte cosido. Ella le instó a que no se durmiera, sujetando sus mejillas con la mano libre.
- Debes ir a bañarte ahora para así limpiar todo resto de sangre y suciedad. - Dijo con una usual voz suave que la caracterizaba. - Deja tu ropa tras la puerta, te daré algo limpio que puedas usar y entonces te daré un ungüento que prepararé ahora mismo y así cicatrice más rápido. - Sus palabras seguían sonando suaves, a pesar de la situación y de saber qué ocurriría si alguien de la casa se enteraba de aquello que hacía. Podrían echarla y entonces si que tendría un verdadero problema.
Mieri le ayudó a levantarse, esperando que aquel no le diera más problemas a su ya ajetreado día.
Mieri G. Milanova- Humano Clase Media
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