AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Down Hearted Blues {Löwe Von Meer}
2 participantes
Página 1 de 1.
Down Hearted Blues {Löwe Von Meer}
Nunca pensé que fuera a regresar. Demasiados recuerdos. Pero, finalmente, aquí estoy. He visitado la casa de mi familia. Ahora se ha convertido en un cuartel para los nazis. Austria ya no es tal y como la recordaba, y no sólo por el hecho de que había sido anexionada a Alemania. Había perdido el encanto del que gozaba. Claro que, en estos últimos años, todas las capitales europeas han perdido su brillo.
Estamos en guerra.
Más bien debería decir que están en guerra. No me considero parte del conflicto. No me inclino por ninguna de las partes. Gane quien gane, los vampiros nos adaptaremos a ello. Como siempre hemos hecho. Los conflictos de los humanos no son nuestros. Porque nosotros mismos tenemos nuestros propios demonios.
¿Qué pasaría si los alemanes descubrieran nuestra existencia? ¿Crearían campos de concentración especiales para nosotros? ¿Qué hicimos durante la Primera Guerra Mundial? Ocultarnos. Siempre lo hacemos. Nuestra miserable existencia no se ve alterada lo más mínimo por las guerras. Nada en nuestras vidas ha cambiado. ¿Algún día seríamos capaces de salir de las sombras y mostrarnos ante el mundo?
Los coches de caballos que antes frecuentaban las calles ahora eran sustituídos por los mendigos que dormían entre los escombros de los edificios derribados. La luces de las farolas estaban fundidas, sumiendo al callejón en la más profunda oscuridad. Sí, Viena ha cambiado. El Staatsoper ha sido derruído. Lo mismo que ha ocurrido con el Palacio Imperial. Sólo ruinas. Ahora agradezco que Friedrich no esté aquí para ver ésto; se le partiría el alma.
LLego, por fín, a mi destino. El club Babenberg Passage está a rebosar de soldados alemanes que aprovechan sus días de permiso para beber y emborracharse. ¡Cuánto ha cambiado la vida nocturna de la clase alta! Mientras antes se disfrutaba con la ópera o el teatro, ahora la moda era sumergirse en la futil ebriedad del alcohol. Tampoco los culpaba. ¿Qué otra cosa les quedaba en esta época tan insegura?
Me acomodé en mi lugar de siempre. Lejos del resto de las mesas y cerca del escenario donde cada noche subía una artista conocida y cantaba a la gloria de la patria. Un pianista la acompañaba. A veces me entraba la tentación de tocar junto a él. Pero no lo hacía. LLevaba casi 30 años sin tocar ningún piano.
Me sentía incómoda rodeada de alemanes y vieneses. Soldados que luchaban por su patria. Muchos creían en la causa nazi y lucían orgullosos sus medallas. Se jactaban, entre risas, de haber arrebatado la vida de no se cuántos judíos. Yo poco tenía que ver ya con ellos. Ni tampoco con las mujeres de la época. Eran hombres de un tiempo al que yo no debería pertenecer...Era una extraña en mi propia tierra.
Pero, a pesar de todo ello, acudía todos las noches al Babenberg.
El camarero se acercó.
-Lo de siempre, ¿no, fräulein?
-Nein, dieses Mal gießen mir ein Marguerita, bitte.*-respondí en un alemán perfecto pero con leve acento de ninguna parte. Acto seguido, encendí un cigarrillo. Hacía poco que me había aficionado a tal vicio. Pero la ventaja era que los vampiros no podríamos morir de cáncer de pulmón. Así que, me permitía fumar todo lo que quería. Una de las ventajas, supongo.
Estamos en guerra.
Más bien debería decir que están en guerra. No me considero parte del conflicto. No me inclino por ninguna de las partes. Gane quien gane, los vampiros nos adaptaremos a ello. Como siempre hemos hecho. Los conflictos de los humanos no son nuestros. Porque nosotros mismos tenemos nuestros propios demonios.
¿Qué pasaría si los alemanes descubrieran nuestra existencia? ¿Crearían campos de concentración especiales para nosotros? ¿Qué hicimos durante la Primera Guerra Mundial? Ocultarnos. Siempre lo hacemos. Nuestra miserable existencia no se ve alterada lo más mínimo por las guerras. Nada en nuestras vidas ha cambiado. ¿Algún día seríamos capaces de salir de las sombras y mostrarnos ante el mundo?
Los coches de caballos que antes frecuentaban las calles ahora eran sustituídos por los mendigos que dormían entre los escombros de los edificios derribados. La luces de las farolas estaban fundidas, sumiendo al callejón en la más profunda oscuridad. Sí, Viena ha cambiado. El Staatsoper ha sido derruído. Lo mismo que ha ocurrido con el Palacio Imperial. Sólo ruinas. Ahora agradezco que Friedrich no esté aquí para ver ésto; se le partiría el alma.
LLego, por fín, a mi destino. El club Babenberg Passage está a rebosar de soldados alemanes que aprovechan sus días de permiso para beber y emborracharse. ¡Cuánto ha cambiado la vida nocturna de la clase alta! Mientras antes se disfrutaba con la ópera o el teatro, ahora la moda era sumergirse en la futil ebriedad del alcohol. Tampoco los culpaba. ¿Qué otra cosa les quedaba en esta época tan insegura?
Me acomodé en mi lugar de siempre. Lejos del resto de las mesas y cerca del escenario donde cada noche subía una artista conocida y cantaba a la gloria de la patria. Un pianista la acompañaba. A veces me entraba la tentación de tocar junto a él. Pero no lo hacía. LLevaba casi 30 años sin tocar ningún piano.
Me sentía incómoda rodeada de alemanes y vieneses. Soldados que luchaban por su patria. Muchos creían en la causa nazi y lucían orgullosos sus medallas. Se jactaban, entre risas, de haber arrebatado la vida de no se cuántos judíos. Yo poco tenía que ver ya con ellos. Ni tampoco con las mujeres de la época. Eran hombres de un tiempo al que yo no debería pertenecer...Era una extraña en mi propia tierra.
Pero, a pesar de todo ello, acudía todos las noches al Babenberg.
El camarero se acercó.
-Lo de siempre, ¿no, fräulein?
-Nein, dieses Mal gießen mir ein Marguerita, bitte.*-respondí en un alemán perfecto pero con leve acento de ninguna parte. Acto seguido, encendí un cigarrillo. Hacía poco que me había aficionado a tal vicio. Pero la ventaja era que los vampiros no podríamos morir de cáncer de pulmón. Así que, me permitía fumar todo lo que quería. Una de las ventajas, supongo.
Última edición por Carolina Van de Valley el Sáb Nov 08, 2014 8:57 am, editado 1 vez
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 495
Fecha de inscripción : 19/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Down Hearted Blues {Löwe Von Meer}
La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca
Con el sonido de una vieja canción alemana cantada por una joven rubia de sonrisa artificial producto de la supervivencia, se adentró al primer local que encontró abierto. Era casi como entrar al circo de los gitanos. Humo de cigarrillos y droga quemada en pipas, el olor del perfume mezclado con el sudor humano, alcohol por doquier y sonrisas. Muchas sonrisas. Como si reír ahora fuera a demostrar que no había miedo tras sus ojos. Era, en definitiva, un lugar como otro cualquiera. Con personas similares a las que había visto en todos sus años de existencia. Humanos, y por ende, aburridos.
Caminó por el local, deslizándose entre los cuerpos de varios soldados sin llegar a tocar a nadie. Toda su vestimenta era acorde a la época, salvo que al contrario de muchos, él no tenía ni un solo remiendo en sus prendas. Todo era casi nuevo, de buena calidad. Le gustaba el olor a jabón natural que había encontrado en aquel país, solo que él había solicitado que se le añadiera unas hierbas a éste, para que encajaran con su piel. Hacía todo lo posible para que su presencia fuera casi un pecado a los ojos de los demás. Su egocentrismo no le permitiría menos. Él sabía de sus debilidades, sobretodo en lo referente a considerarse atractivo, pero eso no implicaba que bailase al gusto de sus espectadores. Era sólo una fachada, una limpísima, fría y arrogante fachada que escondía a un hombre posesivo, intenso y peligroso vikingo. Podría bañarse con la sangre de sus enemigos y no mostrar ni un ápice de disgusto. ¿Qué podía decir?. Era un hombre complicado. Sus más de mil años podían justificar eso.
Se encargó de abrir una ventana, anexa a la mesa en la que iba a sentarse y respiró el aire que entró por ella. Durante unos segundos, su rostro mostró una expresión serena, casi en paz. Pero luego se acordó del amante que había perdido mucho tiempo atrás. De sus increíbles ojos verdosos, esferas brillantes y preciosas. De su cabello rubio, casi níveo, entre sus dedos y endureció su expresión. – Mi única debilidad….- Susurró con voz casi inaudible, sentándose y quitándose el abrigo y los guantes.
Un camarero se apresuró a pedirle qué deseaba tomar. El brillo de sus ojos se llenó de alegría cuando él deslizó un billete encima de la mesa para apresurar el servicio y quedarse con una botella de whisky. No entendía qué lo había llevado allí. Él solía evitar todo contacto desde que se había recuperado de su locura. Sólo debía recordar no acercarse a nadie rubio. Nadie que le recordase a aquella persona que le había arrancado el corazón con su partida y lo había convertido en un monstruo sanguinario que se despertaba entre víctimas descuartizadas. – Nadie rubio. Nadie atractivo- Se repitió a sí mismo mientras ignoraba al camarero y empezaba a llenarse un buen trago.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 236
Fecha de inscripción : 12/01/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Down Hearted Blues {Löwe Von Meer}
La voz dulce y nasal de la corista me distrajo durante los minutos que duró su función. Acompañada del pianista, aquel espectáculo era casi tan encantador como atroz. Intenté no prestar atención a la letra, y concentrarme solamente en la melodía acompasada y regular de las manos expertas del músico, y la voz aterciopelada de la dama alemana. En ese momento, y sin saber por qué, me acordé de Clotilde, y de mi hermano Hans, incluso de Lotte. Y también de la expresión severa de Franz. Los recordé difuminados por el tiempo y el espacio que nos separaban. Y me sorprendí a mi misma pensando que a penas tenía una leve conjetura de lo que habían sido; el pelo rubio de Clotilde, las patillas a la francesa de Hans... El resto, el resto lo tenía que inventar con detalles imaginarios.
Qué aberración, pensé, qué aberración la que les ha tocado vivir a estas gentes. Tal vez sí que me importaba un poco todo esto. Tal vez tenía demasiado corazón. Pero todo pasaría. Pasaría, y yo seguiría estando aquí.
Un hombre apuesto entró en el local, y todas las miradas se posaron en él. Incluso la mía, mal me pese reconocerlo. Nada más fijar mi atención en el desconocido, supe que su cuidado en llamar la curiosidad de los allí reunidos en el Babenberg era intencionada, como sólo podía serlo cuando se trataba de un eterno, un inmortal, un vampyr. Podía olerlo. Olía a muerte y a rosas. A destrucción y deseo. Me pregunté -oh, muchas preguntas aquella noche del 13 de junio de 1940- si yo también olería así.
No le presté más atención hasta unos segundos después. Lo escuché murmurar algo en alemán bastante decente pero con un leve acento que no supe ubicar entonces. Lo vi llenarse una copa de alcohol. Di una calada a mi cigarrillo largo y dejé escapar el humo por mis labios tintados de carmín. Parecía una loba acorralando a su presa. Jamás habría imaginado una comparación más disparatada para mi. Yo, que siempre había sido cauta y precavida. Que nunca me había atrevido a arrasar la soledad de un compañero, dejándolo solo con sus indagaciones. Ya ves, Friedrich, tal vez yo también me había vuelto un poco cruel con los siglos.
-Guten Abend, Herr -interrumpí- ¿Le importa si me siento a su lado?
Aprecié de soslayo las risas y las canciones de los oficiales nazis allí apalancados, y las ignoré. La canción de la dama alemana había acabado hacía un rato, y ahora la sustituía sólo la melodía incolora del pianista abocado sobre las teclas de marfil, como si no hubiese nada más en el mundo. O quizá deseando que no hubiese nada más en el mundo. Sentí una punzada de nostalgia al ver al joven músico tan unido a su instrumento, pero la deseché como se desecha un pergamino usado. En fin, hay que cosas que, por mucho que pasen los siglos, nunca cambian.
Qué aberración, pensé, qué aberración la que les ha tocado vivir a estas gentes. Tal vez sí que me importaba un poco todo esto. Tal vez tenía demasiado corazón. Pero todo pasaría. Pasaría, y yo seguiría estando aquí.
Un hombre apuesto entró en el local, y todas las miradas se posaron en él. Incluso la mía, mal me pese reconocerlo. Nada más fijar mi atención en el desconocido, supe que su cuidado en llamar la curiosidad de los allí reunidos en el Babenberg era intencionada, como sólo podía serlo cuando se trataba de un eterno, un inmortal, un vampyr. Podía olerlo. Olía a muerte y a rosas. A destrucción y deseo. Me pregunté -oh, muchas preguntas aquella noche del 13 de junio de 1940- si yo también olería así.
No le presté más atención hasta unos segundos después. Lo escuché murmurar algo en alemán bastante decente pero con un leve acento que no supe ubicar entonces. Lo vi llenarse una copa de alcohol. Di una calada a mi cigarrillo largo y dejé escapar el humo por mis labios tintados de carmín. Parecía una loba acorralando a su presa. Jamás habría imaginado una comparación más disparatada para mi. Yo, que siempre había sido cauta y precavida. Que nunca me había atrevido a arrasar la soledad de un compañero, dejándolo solo con sus indagaciones. Ya ves, Friedrich, tal vez yo también me había vuelto un poco cruel con los siglos.
-Guten Abend, Herr -interrumpí- ¿Le importa si me siento a su lado?
Aprecié de soslayo las risas y las canciones de los oficiales nazis allí apalancados, y las ignoré. La canción de la dama alemana había acabado hacía un rato, y ahora la sustituía sólo la melodía incolora del pianista abocado sobre las teclas de marfil, como si no hubiese nada más en el mundo. O quizá deseando que no hubiese nada más en el mundo. Sentí una punzada de nostalgia al ver al joven músico tan unido a su instrumento, pero la deseché como se desecha un pergamino usado. En fin, hay que cosas que, por mucho que pasen los siglos, nunca cambian.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 495
Fecha de inscripción : 19/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Down Hearted Blues {Löwe Von Meer}
" No hay ningún terror en un disparo, sólo en su anticipación a él".
El golpeteo de cada tecla le permitía moverse acorde del compás que sólo el pianista sabía cómo cambiaría. La entrega que el músico demostraba hacia la música era casi idéntica a la que él había adquirido por el alcohol en los últimos tiempos. Siempre había bebido, pero en las últimas décadas el líquido ambarino, dorado o rojo, lo conducían a un mundo de recuerdos en el que aquella persona que se había ido seguía junto a él. Podría llegar a estacarse sólo por parar aquella película personal que sólo él parecía ver. Una y otra vez. Un ciclo infinito de recuerdos que deberían haberse perdido en él tiempo, pero que parecían tener un escondite secreto en su piel. Esperaban a que él pensase que estaba limpio, sólo para volver arrasándolo todo. Tenía que terminar con todo eso o finalizaría como muchos otros de sus congéneres, loco y buscando la muerte. El perfume femenino le llegó antes de que las palabras rozasen la distancia que se habría entre aquella mujer y él. Pudo escuchar cada paso, desde que se levantó hasta que el borde de su vestido rozó la madera de la mesa. El suave susurro de sus pies sobre el suelo le hizo sonreír. Eso había sido rápido. Normalmente solía tardar más tiempo en atraer la compañía de alguien más. A veces ni siquiera conseguía que nadie se adentrara en aquel círculo que parecía rodearlo, un silencio oscuro y espeso que advertía a quien se acercaba que podría encontrar algo que no le gustaba. Era un monstruo. Alguien que había perdido algo muy importante para él, su propio orgullo. Por eso ahora era salvaje. Todo le gustaba y a la vez no. Era algo decadente. Casi como la guerra, sesgando las vidas de otros sin un porqué. De forma egoísta lo tomaba todo. ¿Por qué?. Simple. Porque él quería.
- Guten Abend, Miss.- Su voz sonó más atractiva de lo que esperaba. A veces la usaba como arma sobre los demás, pero ahora sólo lanzaba un saludo a alguien que no conocía, sin levantar sus ojos de la botella que estaba alcanzando con una de sus manos. Se sirvió un poco más de la bebida, dudó cuando llenó la mitad de la copa, pero al final sólo sonrió de lado y terminó llenándola hasta casi rebosar. Iba a ahogar a aquella musa rubia que evocaba su mente, una y otra vez. Hasta que lo que quedase fuera sólo un vampiro estúpido que creía poder embriagarse como un mortal. - No sabe que no es apropiado sentarse sola con un hombre. Menos con uno desconocido.- Sus ojos se separaron del alcohol y se enfocaron en el rostro de la mujer.
El impacto de lo que vio no se debía a que ella fuese una belleza de ojos azules tan claros e intensos como los suyos, ni que sus labios reflejasen la tonalidad perfecta y rojiza de la sangre. Fueron sus cabellos. Doradas hebras recogidas y peinadas con perfección sobre aquel cuello grácil y pálido. Sintió a la bestia despertarse. Todo aquel odio derramarse sobre su piel con el recuerdo de su anterior amante. Alguien rubio, casi tanto como ella. Alguien que él asesinaba noche tras noche cuando con sus propias manos extinguía la vida de algún joven rubio. Tanta juventud y deleite entre sus manos, con esos cuerpo fuertes y sanos sin sangre en ellos. Los humanos le habían dado un nombre a su bestia, lo llamaban asesino en serie. Tan divertidos. Él no era un asesino en serie. Era el señor de los asesinos en serie. Llevaba tanto tiempo matando que ya no importaba si lo que hacía estaba bien o mal. Cuando los inquisidores se extinguieron, tuvo que elegir alguna fuente subsidiaria de alimento. ¿Por qué no aquellos similares al hombre que lo había abandonado?. Al fin y al cabo, él se lo había dado todo. Y al final, no fue suficiente. Pues ahora no le era suficiente excusa el terminar de matar personas rubias. La muerte elegía a aquellos que tenía en su lista, él a todos los humanos rubios que lo buscaran. Era justo.
La sonrisa de depredador se extendió por su rostro, incluso sus ojos brillaron con diversión. ¿No era el destino un poco truhán?. Le lanzaba un nuevo juguete ante él. Una mujer que aún permanecía de pie, soportando el escrutinio de sus ojos azules. Su noche acababa de pasar de una más, a quizás, la más interesante en meses. - Dicen que estos no son tiempos para perderse, Miss.- Se levantó y fue hasta la silla más cercana, separándola de la mesa a espera de que ella se sentase a su lado.- ¿Qué hace una mujer como vos, acercándose a un lugar como éste?.- Su sonrisa se volvió casi pícara.- No me digáis que buscabais un hombre, porque no os creeré.
- Spoiler:
- Miss= Señorita
Guten Abend, Miss= Buenas noches señorita
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 236
Fecha de inscripción : 12/01/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Down Hearted Blues {Löwe Von Meer}
Lo reconocí casi al instante, en aquellos ojos fríos y eternos: la pérdida. La huella de los abandonados, de aquellos seres atemporales. La pérdida o las pérdidas, según se mire. Eso daba igual, de todas formas. Lo importante... lo importante era que lo había encontrado sin ni siquiera pretenderlo. ¿No eran curiosos los designios del Hado? En ese momento sentí tal sensación de empatía que me hubiera gustado consolarlo, decir que todo iba a salir bien. ¿Desde cuándo me había convertido en una sentimentalista? Creo que siempre lo he sido. O tal vez sea la guerra. Sí, la guerra.
Pero no sólo la pérdida, también el tiempo se veía reflejado en las facciones tristes de mi acompañante. De eso también sabía algunas cosas. El tiempo que cree poder devorar a todos y a todo, con sus fauces abiertas como las de una víbora. Desconsiderado. Já, que creía poder burlarnos a nosotros, los Eternos también. Bueno, de alguna manera sí que lo hacía. No nos quitaba libros que leer, u óperas a las que asistir, oportunidades que perder. Pero, de alguna retorcida manera, también nos cercenaba la vida -oh, sí, nuestra vida eterna- y nos convertía en penas andantes. A muchos. ¿Qué clase de ser podría soportar el peso de los siglos? Aquel hombre -hombre, por escoger un calificativo ordinario- se me antojaba como un león viejo; seguía teniendo el magnetismo y esplendor de lo que, tal vez, una vez fue pero las crueles marcas de la cruel fatalidad. De ese algo... de ese algo, en fin, perdido.
-Se me antojó como alguien que necesitaba compañía -respondí simplemente en alemán, y aquel achaque de espontaneidad tan imprudente me sorprendió a mi misma, acostumbrada como siempre estaba a guardar distancias con todos y todo. La guerra, sí. Debía ser la guerra. O los años- O tal vez me equivoque y el beber en soledad se haya convertido en el pasatiempo preferido de los alemanes de hoy día -¿era eso cinismo? Já. Quién lo diría.
Lo apropiado. Oh, sí, lo apropiado. Carolina Van de Valley siempre había hecho lo apropiado. Lo que se esperaba de ella. Salvo una vez. Y esa vez lo cambió todo. A partir de entonces, lo apropiado empezó a carecer de sentido. Poco a poco, como un arcoiris decolorado, lo que más brillaba era lo que menos sentido parecía tener.
-Y lo apropiado sería también que se dejasen de matar unos a otros, y mírenos donde estamos -casi susurré. Otra vez, esa estúpida insolencia. Todo lo que Friedrich quiso enseñarme y yo no acepté hasta este momento. Ladeé una sonrisa, triste, cansada, pero reluciente. No me molesté en ocultar los dos caninos inusualmente afilados como había aprendido a hacer delante de los humanos; el olor a tiempo y a sangre me había llegado desde la otra punta de la barra.
Di un sorbo a mi Margarita, cuyo sabor me resultaba indiferente y anodino, y me tomé un tiempo en contestar. No era una pregunta fácil. ¿Por qué había vuelto? ¿qué hacía aquí? ¿tenía yo acaso una respuesta? Podría decir que, simplemente, añoraba Viena. Que creía que podía morir en cualquier momento, sepultaba por esvásticas negras y banderas rojas, y que por eso había sentido la necesidad de acudir a su funeral, ya que nunca pude hacerlo en el de Clotilde ni Hans.
-Me gusta ese pianista -dije, en cambio. Lo que tampoco era una mentira en sí misma- Me gusta como toca el piano. Da la impresión de que si se equivoca en una sola nota, el mundo caerá a sus pies. Eso, herr, es el alma de un artista.
Pero no sólo la pérdida, también el tiempo se veía reflejado en las facciones tristes de mi acompañante. De eso también sabía algunas cosas. El tiempo que cree poder devorar a todos y a todo, con sus fauces abiertas como las de una víbora. Desconsiderado. Já, que creía poder burlarnos a nosotros, los Eternos también. Bueno, de alguna manera sí que lo hacía. No nos quitaba libros que leer, u óperas a las que asistir, oportunidades que perder. Pero, de alguna retorcida manera, también nos cercenaba la vida -oh, sí, nuestra vida eterna- y nos convertía en penas andantes. A muchos. ¿Qué clase de ser podría soportar el peso de los siglos? Aquel hombre -hombre, por escoger un calificativo ordinario- se me antojaba como un león viejo; seguía teniendo el magnetismo y esplendor de lo que, tal vez, una vez fue pero las crueles marcas de la cruel fatalidad. De ese algo... de ese algo, en fin, perdido.
-Se me antojó como alguien que necesitaba compañía -respondí simplemente en alemán, y aquel achaque de espontaneidad tan imprudente me sorprendió a mi misma, acostumbrada como siempre estaba a guardar distancias con todos y todo. La guerra, sí. Debía ser la guerra. O los años- O tal vez me equivoque y el beber en soledad se haya convertido en el pasatiempo preferido de los alemanes de hoy día -¿era eso cinismo? Já. Quién lo diría.
Lo apropiado. Oh, sí, lo apropiado. Carolina Van de Valley siempre había hecho lo apropiado. Lo que se esperaba de ella. Salvo una vez. Y esa vez lo cambió todo. A partir de entonces, lo apropiado empezó a carecer de sentido. Poco a poco, como un arcoiris decolorado, lo que más brillaba era lo que menos sentido parecía tener.
-Y lo apropiado sería también que se dejasen de matar unos a otros, y mírenos donde estamos -casi susurré. Otra vez, esa estúpida insolencia. Todo lo que Friedrich quiso enseñarme y yo no acepté hasta este momento. Ladeé una sonrisa, triste, cansada, pero reluciente. No me molesté en ocultar los dos caninos inusualmente afilados como había aprendido a hacer delante de los humanos; el olor a tiempo y a sangre me había llegado desde la otra punta de la barra.
Di un sorbo a mi Margarita, cuyo sabor me resultaba indiferente y anodino, y me tomé un tiempo en contestar. No era una pregunta fácil. ¿Por qué había vuelto? ¿qué hacía aquí? ¿tenía yo acaso una respuesta? Podría decir que, simplemente, añoraba Viena. Que creía que podía morir en cualquier momento, sepultaba por esvásticas negras y banderas rojas, y que por eso había sentido la necesidad de acudir a su funeral, ya que nunca pude hacerlo en el de Clotilde ni Hans.
-Me gusta ese pianista -dije, en cambio. Lo que tampoco era una mentira en sí misma- Me gusta como toca el piano. Da la impresión de que si se equivoca en una sola nota, el mundo caerá a sus pies. Eso, herr, es el alma de un artista.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 495
Fecha de inscripción : 19/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Down Hearted Blues {Löwe Von Meer}
Verdaderamente, el hombre es el rey de los animales, pues su brutalidad supera a la de éstos.
Leonardo Da Vinci
Leonardo Da Vinci
Sonrió en silencio, caminando hasta su silla mientras buscaba en el interior de su chaqueta la caja de cigarrillos que había aprendido a tener siempre cerca. Era curioso. Con el tiempo, había dejado de fumar puros, para tomar el gusto a los cigarrillos finos y alargados. Encontraba un placer secreto cada vez que se colocaba uno entre los labios y lo encendía. Algunos amigos habían dicho que moriría por fumar aquella basura importada, que no había nada como un buen habano. Pero lo cierto era que si él pudiera morir por alguna cosa, seguramente no sería por fumar un cigarro vulgar y hecho con las manos de miles de infantes explotados en fábricas. ¿Acaso le importaba a él si era de Cuba, Haití, Irlanda o Holanda?. Lo importante residía en la broma que consistía para él el tomar cosas que podrían hacer que su cuerpo se pudriera por dentro. Había bebido el alcohol destilado en laboratorios improvisados en las granjas de hombres desesperados por dinero, había consumido productos químicos. Incluso se rió del humano que juró dispararse a sí mismo si él conseguía tomarse uno de los venenos más peligrosos del mundo y sobrevivía. Tan cómico.
Encendió el cigarrillo con una cerilla y inspiró con una expresión de placer. Ahí estaba. Esa sensación de satisfacción, esa sonrisa sádica que le das a la parca mientras le guiñas un ojo a esa prostituta que es la vida, lanzando un grito de guerra. “ Ahora no, preciosa. Quizás en unos siglos más tarde nos volvamos a encontrar”. Sí, eso podría hacer que todos adoraran la inmortalidad. - Querida, lo más inteligente para criaturas como nosotros es estar solos.- Lanzó una carcajada descarada y lanzó el humo de su cigarrillo. Sus ojos brillaron con una picardía que creyó haber perdido hacía dos siglos atrás. Pero no, aún estaba allí presente. En su sonrisa, en sus ojos, en la forma descarada de mirarla y en su postura descuidada de caminar por el mundo sabiendo que lo tiene todo sin siquiera trabajar por ello. Se había convertido en un amante del riesgo. De todo aquello que lo hiciera sentir vivo. Aunque quizás siempre había sido un kamikaze, al fin y al cabo seguía siendo un vikingo. Todo lo que fuera sonreír a la muerte o acostarte con ella, siempre había sido divertido.
Su sonrisa se convirtió en una risa al escucharla. Era tan descarada en su forma de hablar, jugando con el cinismo y la inteligencia que sólo podía poseer una mente femenina, que sin quererlo, se encontró riendo de verdad. ¿Qué demonios estaba ocurriendo?.- No pensé que fuera usted tan directa.- Volvió a reír y se cruzó de piernas, mientras cogía la copa con la misma mano con la que mantenía el cigarrillo y le dio un trago. - Pero ya que lo es usted, lo seré yo.- Dejó la copa en la mesa y le señaló a los oficiales.- Lo adecuado es decir que todo esto es un horror. Pero lo cierto es que esta guerra absurda sólo me hace reír. Si no fuera porque aprecio el vivir bien, financiaría a ambos bandos para que se destruyeran entre sí y de paso, si me permite soltar un improperio, esta mierda de mundo con ellos.- Sonrió y continuó fumando con tranquilidad. Estaba siendo tan sincero, que casi le asustaba. Llevaba mucho tiempo mintiéndose a sí mismo. A todos los que le rodeaban. Porque no se puede contar un secreto que ni siquiera él entendía. Era inmortal. ¿Cómo podía explicar si quiera de dónde venía?.
- Las fechorías de los nazis me recuerdan al comportamiento desesperado de un niño que quiere jugar con una mariposa. Pero como niño que es, juega con lo que no entiende, arrancándole las alas, torturándola y condenándola a no volver a volar más. - Se encogió de hombros y señaló al músico.- ¿Cree acaso que su alma le sirve de algo?.- Se rió de nuevo y cerró los ojos satisfecho con el caos en el que se sumía el mundo.- Ése hombre ama la música, pero incluso la guerra le quitará eso. Y yo y usted estaremos allí cuando ocurra. Porque nosotros sólo servimos para destruir. Ya sean sueños, cuerpos o vidas.-
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 236
Fecha de inscripción : 12/01/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Down Hearted Blues {Löwe Von Meer}
Qué curioso compañero me había traído la no vida en aquel punto. Si no fuera imposible –absurdo, inverosímil- diría que era el propio Friedrich reencarnado. Sus palabras, sus gestos, su desprecio evidente por lo secular…Todo ello era Friedrich. O lo que había sido Friedrich. Siempre con ese desdén indiferente. No parecía importarle nada que no tuviera un toque de divinidad, de eterno. Como eterno había sido él mismo, al menos así lo creía. Todavía hoy me pregunto qué le llevó a tomarme por su compañera; yo, una muchacha delgaducha, pálida, sin nada cautivador ni atrayente que pudiese atrapar para siempre a un ser tan excepcional como él. Pero, ¡ah! Qué más daba. Ahora lo entendía, sin embargo. Supongo que sólo se necesitan unos cuantos siglos más para darse cuenta de que lo que hay es lo que hay; la vida es la vida, y ya está.
-Si el mundo se quema, nosotros nos quemaríamos con él, herr. No somos tan inmortales como parecemos –sí, eso también lo aprendí hacía unos cuantos siglos- Sin ellos, nos extinguiríamos –podíamos ser más fuertes, más avispados, más perceptivos que los humanos, pero, después de todo, ellos eran nuestro alimento. Otra curiosa ironía-A no ser que ese sea su deseo, en cualquier caso, hay maneras menos escandalosas de pasar de esto a la nada –enarqué una ceja. Como Friedrich me dijo una vez, con ese acento suyo tan alemán; La mayoría de los nuestros piensa que existe un límite para esto, Carolina. Cada uno pone el suyo, claro, pero, al final, todos tenemos el nuestro. El límite pueden ser un siglo, dos, tres o mil. Yo, sin embargo, estoy dispuesto a sobrepasarlos todos, y vivir siempre . Eran palabras curiosas, y cuanto menos, cargadas de cruel mordacidad ahora que me ponía a analizarlas, porque él no llegó a sobrepasar nada. Al final, sólo era otro muerto más enamorado de la vida que ya había entregado.
-Lo cierto es que ni yo misma pretendía serlo, pero hay que reinventarse –me encogí de hombros, como no queriendo dar importancia a algo que en realidad, sí la tenía. Yo no era ya la Carolina Van de Valley de hacía un siglo, ni siquiera la de dos. ¿Qué era entonces? Podría haberme inventado cualquier otro nombre, otra historia, ¡diablos, otra personalidad!, y no sería nunca más la Carolina de los Van de Valley. Lo había perdido todo, sí, y por eso, precisamente por eso, era por lo que debía idearme una historia nueva, un trabajo cansado y que nadie paga ni ve.
-Supongo que tiene razón –dije, al tiempo que imitaba a mi compañero y daba una calada a mi cigarrillo-Qué importa el arte ahora, ¿no? –reí sin humor-Son sólo papeles, trazos de pintura que se consumen en el fuego de una chimenea. Esta canción que estamos escuchando ahora se perderá en el tiempo, no quedará grabada. Sólo unas pocas tienen esa suerte. De las miles, y miles, y miles que se componen a lo largo de los años. Algunos ni siquiera son capaces de salir de las mentes de sus creadores. El arte, qué frágil –hice una pausa, rememorando por un momento que hubo un tiempo en el que yo me consideraba una de ellos. Una artista, claro. Primero lo hice por mi hermana, después por Friedrich y más tarde, por mí misma. Ahora no lo hacía por nadie. Supongo que esa fue una de las razones por las que dejé de hacer música- Pero, ¡ah!, disculpe mis cavilaciones. Será este país, que me vuelve un poco gris.
-Si el mundo se quema, nosotros nos quemaríamos con él, herr. No somos tan inmortales como parecemos –sí, eso también lo aprendí hacía unos cuantos siglos- Sin ellos, nos extinguiríamos –podíamos ser más fuertes, más avispados, más perceptivos que los humanos, pero, después de todo, ellos eran nuestro alimento. Otra curiosa ironía-A no ser que ese sea su deseo, en cualquier caso, hay maneras menos escandalosas de pasar de esto a la nada –enarqué una ceja. Como Friedrich me dijo una vez, con ese acento suyo tan alemán; La mayoría de los nuestros piensa que existe un límite para esto, Carolina. Cada uno pone el suyo, claro, pero, al final, todos tenemos el nuestro. El límite pueden ser un siglo, dos, tres o mil. Yo, sin embargo, estoy dispuesto a sobrepasarlos todos, y vivir siempre . Eran palabras curiosas, y cuanto menos, cargadas de cruel mordacidad ahora que me ponía a analizarlas, porque él no llegó a sobrepasar nada. Al final, sólo era otro muerto más enamorado de la vida que ya había entregado.
-Lo cierto es que ni yo misma pretendía serlo, pero hay que reinventarse –me encogí de hombros, como no queriendo dar importancia a algo que en realidad, sí la tenía. Yo no era ya la Carolina Van de Valley de hacía un siglo, ni siquiera la de dos. ¿Qué era entonces? Podría haberme inventado cualquier otro nombre, otra historia, ¡diablos, otra personalidad!, y no sería nunca más la Carolina de los Van de Valley. Lo había perdido todo, sí, y por eso, precisamente por eso, era por lo que debía idearme una historia nueva, un trabajo cansado y que nadie paga ni ve.
-Supongo que tiene razón –dije, al tiempo que imitaba a mi compañero y daba una calada a mi cigarrillo-Qué importa el arte ahora, ¿no? –reí sin humor-Son sólo papeles, trazos de pintura que se consumen en el fuego de una chimenea. Esta canción que estamos escuchando ahora se perderá en el tiempo, no quedará grabada. Sólo unas pocas tienen esa suerte. De las miles, y miles, y miles que se componen a lo largo de los años. Algunos ni siquiera son capaces de salir de las mentes de sus creadores. El arte, qué frágil –hice una pausa, rememorando por un momento que hubo un tiempo en el que yo me consideraba una de ellos. Una artista, claro. Primero lo hice por mi hermana, después por Friedrich y más tarde, por mí misma. Ahora no lo hacía por nadie. Supongo que esa fue una de las razones por las que dejé de hacer música- Pero, ¡ah!, disculpe mis cavilaciones. Será este país, que me vuelve un poco gris.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 495
Fecha de inscripción : 19/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Down Hearted Blues {Löwe Von Meer}
"¿Quién estaba de vuelta de sí mismo, de la soledad absoluta que representa no contar siquiera con la compañía propia, tener que meterse en el cine o en el prostíbulo o en la casa de los amigos o en una profesión absorbente o en el matrimonio para estar por lo menos solo-entre-los-demás?"
Sus ojos se cerraron durante un instante, adorando ése silencio que quedaba entre dos personas cuando una de ellas dice algo que tiene demasiado sentido para el otro. Era el instante en que los recuerdos volvían, cuando todo tomaba una tonalidad diferente gracias al nuevo pintor que realizaba un trazo diferente sobre un mismo lienzo. ¿No era curioso cuan diferentes podían verse una misma pieza si se tomaban el punto de vista de dos personas distintas?. La mujer rubia no sólo era una pintora demasiado optimista, sino que en su simpleza, era sumamente adorable. Al menos en la medida en que podía serlo un vampiro.
- ¿Acaso importa su extinción, Miss?- Le preguntó sin poder darle una sonrisa que nada tenía que ver con la diversión, pero sí con su humor negro. Realmente se había convertido en un agnóstico. No creía en nada ni nadie, porque para él, no había ley más importante que las que él mismo dictaba. Bendita locura unida al éxtasis de las horas muertas. – Esas molestas, pero necesarias criaturas, lo desean con ansias. – Le señaló a la joven que reía demasiado junto a un oficial. Por la postura de su cuerpo, la forma en la que se apoyaba sobre el hombre rubio, era evidente que deseaba conseguir su interés. Las sombras oscuras que adornaban sus ojos demostraban que había algo que no la dejaba dormir. Podrían ser las bombas, los gritos o incluso el peso de la muerte de los seres queridos. Pero alguien como ellos podían averiguar perfectamente que se trataba de las huellas del hambre. Cuando el estómago no tenía nada que lo acallase, el cuerpo se revelaba, negándose a ayudar a concebir el sueño. Y un vampiro sabía perfectamente las huellas que dejaba esa angustia llamada hambre. La voracidad de su sed era inagotable, una fuente de problemas que siempre les susurraba por más .
- ¿Cree que ella no sabe que está jugando con fuego, Miss?- Dio un movimiento de su mano, un gesto elegante que mostraba su indiferencia por la escena. - ¿Cree que no sabe la agresividad que se esconde en un soldado Nazi, que no ha visto las heridas que adornan sus puños, o tan siquiera le importa el saberlo un asesino ?.- Miró a su acompañante inmortal y se atrevió a darle un sorbo a su bebida mientras le otorgaba el peso de sus ojos azules. – Ella lo sabe. Pero desea la muerte, la espera con tantas ansias que podría suplicar por ello. Está hundida en un pozo que hiede a muerte y desesperación, y como el animal que es, lucha para salir y sobrevivir- Sonrió y se inclinó sobre la mesa para bajar su voz y que sólo ella lo escuchase. Cosa que era absurda debido a que ambos podían modular su voz hasta el punto de que sólo ambos supieran de lo que hablaban. Pero debían aparentar ser humanos, ¿verdad?. Ironías, siempre ironías rodeando a la inmortalidad.
– Ése es el secreto Miss, el miedo y la desesperación. Uno es capaz de cualquier cosa por vivir. – El cigarrillo entre sus dedos tembló ligeramente mientras la ceniza amenazaba con caer sobre la piel perfecta y pálida de su mano. – Pero cuando se trata de nuestra especie, el término supervivencia adquiere otro matiz. Y ahí querida, se encuentra mi derecho, como cazador y parca, de ansiar no sólo ver la destrucción del mundo, tanto el suyo como el nuestro, sino de tomar un maldito asiento en primera fila, para ver el espectáculo. -
El sonido ansioso, ávido y gutural de su propia voz lo hizo enderezarse de nuevo. Moviéndose con una lentitud casi perezosa, acariciando con su mano la madera de la mesa, de la misma forma en la que sus palabras habían rozado el rostro de la mujer gracias a su acercamiento anterior. Tal vez ella no entendiera el peso e importancia de sus palabras. La profunda sinceridad que habitaba en ellas y la facilidad que éstas le daban a cualquiera lo suficientemente inteligente como para desvelar los secretos que se ocultaban en ellas, de adivinar su personalidad. Era una criatura egoísta, un ser creado y diseñado para luchar, dominar y liderar. ¿Cómo podría asesinar a humanos cada noche y no ansiar ver el final de toda vida?.
Repasando todo lo que le había dicho en tesón a su respuesta, sólo podía comprender, muy a su pesar, que él quería que ella entendiera lo que le estaba diciendo. Es más, el necesitaba que ella lo comprendiera. Porque él no era un suicida, al menos no en el sentido más estricto de la palabra. Él era un hombre que vivía la vida, más bien, la absorbía. Día a día. Durante tanto tiempo que podría considerarse una eternidad. Él no quería que ella lo viera como alguien que deseaba simplemente acabar con su vida, sino como la última nota de una canción. Resonando durante varios segundos tras el silencio final. Si los humanos conseguían terminar con el mundo, él deseaba escuchar el último suspiro del último humano, y si era provocado por él, mucho mejor.
- El hecho de que crea que el arte es frágil, la hace a mis ojos una niña demasiado ingenua, Miss. – Su voz se tornó grave, un susurro amable que intentaba luchar contra la anterior parrafada pasional que le había lanzado como una avalancha de su derrochadora y egocéntrica persona. – Lo terrible de nuestro sino, mi querida muchacha, reside en hacer eterno algo tan simple como esa canción. Muchos años más tardes, cuando esto ni siquiera exista, cuando de los nietos y bisnietos de ése músico no queden ni los huesos, usted, si sigue viva, mantendrá su canción en su memoria. La rememorará, quizás asociándola o no a mi persona, con los soldados, con éste local o con nuestras palabras. Y entonces, y sólo entonces, comprenderás mis palabras. – Sus ojos, aquellas esferas arrogantes que se habían mantenido lejos de ella cuando había vuelto a enderezarse en la mesa, como si así pudiera conservar oculto la vergüenza que le ocasionaba su pasional discurso anterior, volvieron a ella para darle, durante una fracción de segundo, un dolor tan profundo que podría hacer llorar a cualquiera incapaz de sentir alguna emoción. Tan fugaz, que se esfumó tan rápido como vino, como si jamás hubiera estado allí.
Dio una calada y pensó cuidadosamente su frase. – Nuestra maldición no reside en verlo todo perecer a nuestro alrededor, sino a nuestra capacidad de revivirlo con tal grado de exactitud, que pareciera estar allí cuando no lo está. – Tiró la ceniza de su cigarro en un cenicero, dándole un pequeño golpecito al cigarro y le lanzó una sonrisa a la mujer. – Si el país le vuelve gris, temo que yo la he intoxicado de negro con mis palabras. Aunque si me lo permite, prefiero el rojo para ellas. – Soltó una carcajada y sirvió más alcohol en sus copas con total despreocupación. – El rojo es un color sumamente interesante, mires por donde lo mires. Tan intenso y pasional. Duro y hermoso, como la vida misma.-
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 236
Fecha de inscripción : 12/01/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Down Hearted Blues {Löwe Von Meer}
Era un vampiro antiguo como el tiempo, y en cada palabra había algo que, inevitablemente, me llevaba a pensar en Friedrich. Sin duda, se hubiesen llevado a la perfección. Esa visión negra y oscura de todo. ¿Me había contagiado yo, después de tanto tiempo, de esa misma enfermedad?
Miré en la misma dirección que los fieros ojos de mi acompañante conducían. La muchacha con el oficial. Una caricatura grotesca de lo que era ahora Viena. Y me dolió el corazón al comprobar yo misma en lo que había devenido mi amada ciudad.
-Habla usted como un poco de cinismo, herr. Usted lo ha dicho. Si esa mujer -indiqué con un gesto de la cabeza- se arrima al oficial no es porque desee morir. Todo lo contrario. Desea vivir. ¿Quiénes son los que ganan ahora? ¿De qué lado proceden las bombas? Creo que la mujer se agarra a un clavo ardiendo en un último intento por salir mejor parada. Que esa sea una elección acertada o no, ya se verá -di una calada y me encogí de hombros- Y discúlpeme si no comparto sus últimas opiniones catastróficas.
Quería reconocer la vida en alguna parte, incluso en aquel bar café en medio de una guerra terrible. Me había pasado los últimos tres cuartos de mi vida vampírica lamentando como una pedigüeña la atrocidad del mundo y eso me había ahogado tanto que ahora necesitaba una perspectiva nueva. Posiblemente, aquel vampiro, mucho más antiguo que yo, hubiese visto y oído lo necesario para pensar como lo hacía, lo cual, en ese momento, me hundió más en la desdicha -aún a pesar de mis palabras bienintencionadas- al comprobar que, efectivamente, todo era oscuro bajo el cielo. Me engañé a mí misma, sin embargo, convenciéndome de que el caballero vampiro hacía tanto tiempo que no era humano que probablemente había olvidado qué sienten y cómo se comportan éstos.
-¿Ingenua, dice? -repuse, no molesta pero sí con cierto tono incriminatorio- Tal vez yo sí recuerde de vez en cuando esta melodía, y este momento. Porque quién fuera -añadí, no refiriéndome ni a Dios ni a ente ninguno por no tener un concepto más certero de eso- tuvo a bien premiarme con una memoria ágil para la música. Pero no se equivoque. ¿Cuántos de aquí cree que van a rememorar esta música cuando sean viejos y estén marchitos? ¿Y qué será de ella cuando yo no esté para recordarla? Solo las más grandes obras prevalecen en el tiempo. De todas las miles y millones que se han creado a lo largo de los siglos. No creo que sea una visión ingenua, más bien objetiva -terminé con una sonrisa, volviendo a exponer mis anteriores argumentos. Pues nadie como yo sabía lo que esas palabras significaban. De todos los artistas conocidos a lo largo de mis años, de todos los poetas, escritores, y por supuesto, compositores, solo uno -al que yo tuve el honor de llamar Maestro antes que al propio Friedrich- ha sido, en verdad, uno de los pocos en pasar a la Historia, con mayúsculas.
Escuché con especial atención sus siguientes palabras, permitiéndome una libre interpretación de las mismas, de lo que mi acompañante de una noche podría pensar bajo ellas.
-Es usted un personaje curioso. -dije, tras una pausa, con cierta curiosidad alimentando mis palabras-Hace un momento me habla de muerte y destrucción, y al siguiente me dice que nuestra maldición no es verdad tal, si no algo así como un don que nos permite vivir vidas dentro de otras vidas -me permití otra débil sonrisa. Di un sorbo al Margarita.
-Oh, no se preocupe por el gris-alego, restándole importancia con un gesto de la mano- Ha sido una conversación interesante, señor... -hice una pausa, esperando algún identificativo que me permitiese ver algo más de aquel flamante caballero nocturno- Rojo. En lo clásico está la elegancia, supongo -ironizo. Rojo para un vampiro. A veces los clichés eran los que mejor jugaban a nuestro favor.
Miré en la misma dirección que los fieros ojos de mi acompañante conducían. La muchacha con el oficial. Una caricatura grotesca de lo que era ahora Viena. Y me dolió el corazón al comprobar yo misma en lo que había devenido mi amada ciudad.
-Habla usted como un poco de cinismo, herr. Usted lo ha dicho. Si esa mujer -indiqué con un gesto de la cabeza- se arrima al oficial no es porque desee morir. Todo lo contrario. Desea vivir. ¿Quiénes son los que ganan ahora? ¿De qué lado proceden las bombas? Creo que la mujer se agarra a un clavo ardiendo en un último intento por salir mejor parada. Que esa sea una elección acertada o no, ya se verá -di una calada y me encogí de hombros- Y discúlpeme si no comparto sus últimas opiniones catastróficas.
Quería reconocer la vida en alguna parte, incluso en aquel bar café en medio de una guerra terrible. Me había pasado los últimos tres cuartos de mi vida vampírica lamentando como una pedigüeña la atrocidad del mundo y eso me había ahogado tanto que ahora necesitaba una perspectiva nueva. Posiblemente, aquel vampiro, mucho más antiguo que yo, hubiese visto y oído lo necesario para pensar como lo hacía, lo cual, en ese momento, me hundió más en la desdicha -aún a pesar de mis palabras bienintencionadas- al comprobar que, efectivamente, todo era oscuro bajo el cielo. Me engañé a mí misma, sin embargo, convenciéndome de que el caballero vampiro hacía tanto tiempo que no era humano que probablemente había olvidado qué sienten y cómo se comportan éstos.
-¿Ingenua, dice? -repuse, no molesta pero sí con cierto tono incriminatorio- Tal vez yo sí recuerde de vez en cuando esta melodía, y este momento. Porque quién fuera -añadí, no refiriéndome ni a Dios ni a ente ninguno por no tener un concepto más certero de eso- tuvo a bien premiarme con una memoria ágil para la música. Pero no se equivoque. ¿Cuántos de aquí cree que van a rememorar esta música cuando sean viejos y estén marchitos? ¿Y qué será de ella cuando yo no esté para recordarla? Solo las más grandes obras prevalecen en el tiempo. De todas las miles y millones que se han creado a lo largo de los siglos. No creo que sea una visión ingenua, más bien objetiva -terminé con una sonrisa, volviendo a exponer mis anteriores argumentos. Pues nadie como yo sabía lo que esas palabras significaban. De todos los artistas conocidos a lo largo de mis años, de todos los poetas, escritores, y por supuesto, compositores, solo uno -al que yo tuve el honor de llamar Maestro antes que al propio Friedrich- ha sido, en verdad, uno de los pocos en pasar a la Historia, con mayúsculas.
Escuché con especial atención sus siguientes palabras, permitiéndome una libre interpretación de las mismas, de lo que mi acompañante de una noche podría pensar bajo ellas.
-Es usted un personaje curioso. -dije, tras una pausa, con cierta curiosidad alimentando mis palabras-Hace un momento me habla de muerte y destrucción, y al siguiente me dice que nuestra maldición no es verdad tal, si no algo así como un don que nos permite vivir vidas dentro de otras vidas -me permití otra débil sonrisa. Di un sorbo al Margarita.
-Oh, no se preocupe por el gris-alego, restándole importancia con un gesto de la mano- Ha sido una conversación interesante, señor... -hice una pausa, esperando algún identificativo que me permitiese ver algo más de aquel flamante caballero nocturno- Rojo. En lo clásico está la elegancia, supongo -ironizo. Rojo para un vampiro. A veces los clichés eran los que mejor jugaban a nuestro favor.
- Spoiler:
- LO MEGAA SIENTOOOO. SIENTOOO LA TARDANZAAA PERO NO SÉ POR QUÉ NO ME HABÍA LLEGADO LA NOTIFICACIÓN DE LA RESPUESTA Y ;____;
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 495
Fecha de inscripción : 19/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Down Hearted Blues {Löwe Von Meer}
Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad, un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad.
Winston Churchill
Winston Churchill
Cerró sus ojos y se dejó arrullar por el sonido de su voz, ella parecía tener algo que lo sumía a un estado de calma, el mismo estupor al que se sumía un depredador mientras esperaba por su víctima, acechándola y obligándose a conservar la quietud para no advertirle de su presencia, mucho menos cuándo procedería a realizar el ataque. Quizás fuera en unos instantes, quizás en otra vida. Todo dependía de cuánta hambre de destrucción tuviera en esa noche, como siempre, era sólo una llama mecida por el viento de su locura.
No pudo evitar sonreír al escuchar sus respuestas, era como esas pequeñas niñas discutiendo con sus padres, culpándolos por no ver la belleza de un mundo que tiene aún mucho que ofrecer, al menos si se ve desde un punto de vista distinto del pesimismo generalizado que le adormecía el corazón hasta el punto de ya no saber qué se sentía al sentir la satisfactoria curiosidad pinchándole el estómago al descubrir algo nuevo. Él siempre había sido un hombre atado a los nuevos descubrimientos que le ofrecía la sociedad humana que tanto despreciaba, por eso siempre tenía algún tipo de lazo con todo el ámbito empresarial o militar. Vivía cada noche, sólo para observar qué había ocurrido mientras él había estado dormido. Pero sólo ahora, mirando a aquella mujer rubia, comenzaba a darse cuenta de cuánto tiempo había permanecido en las sombras de su propio dolor.
- Llámalo cinismo, Frau, pero, le guste o no, sabe que tengo razón. – Sonrió con suficiencia y se llevó el cigarro a los labios para volver a saborear la hierba quemándose en el interior, le agradaba ver que ella lo acompañaba no sólo en aquella abrumadora charla, sino que también compartía el alcohol con él, incluso el mismo aire viciado por el aroma de su tabaco mezclado con la peste deprimente que emanaban aquellos humanos. Jamás había sido capaz de entender a aquellos congéneres que perseguían a presas como aquellas que se reunían a su alrededor, enfermos que hedían a muerte. Incluso él, cuyo interés por el mundo era inexistente, no podía soportar estar rodeado de tanta fealdad. Tenía sus propias manías, una de ellas era no permanecer cerca de los cadáveres andantes, siempre había algún carroñero esperando abalanzarse sobre ellos una vez cayesen. Su instinto de guerrero le prohibía meterse en situaciones que pudieran comprometerlo, de ahí que sólo pasara unas pocas horas de contacto con la humanidad, lo suficiente par; alimentarse, ver qué nuevo habían inventado y volver a alejarse para poder torturarse a solas con sus propios recuerdos.
- Sí, ingenua, eso mismo dije. Es más, lo reitero ahora con mayor ímpetu, Miss.- Se encogió de hombros y apagó su cigarrillo al ver que ya apenas quedaba algo que consumir entre sus labios. Y después estiró su mano, dudando entre beber o encender otro cigarrillo. Pero al final, optó por sacar otro de sus cigarrillos, deteniendo su explicación durante los segundos que destinó a buscar su caja de cerillas en el bolsillo interno de su chaqueta.- Como le decía, Miss, su ingenuidad reside en basar su objetividad en el pensamiento humano. Usted aún no piensa como vampiro, sino que sigue midiendo todo en base a lo que aprendió como humana. – Negó, metiendo su cigarrillo entre sus labios para poder tenerlo apoyado antes de encender la cerilla. El palillo de madera chasqueó contra la superficie rasposa de aquella pequeña caja de cartón, un nuevo invento que le ahorraba el caminar con un encendedor de plata en su bolsillo.
- Para usted, el arte sólo será recordado dependiendo del interés que los humanos pongan en él. – Le lanzó una pequeña risilla, teniendo cuidado de apartar el cigarrillo de sus labios para no quemar sus prendas de ropa, la elegancia siempre lo primero. Exhaló el airé y se recostó contra el respaldo de su asiento para poder verla con comodidad. – Para nuestra especie, no todos los “grandes maestros” merecen nuestra alabanza. Cuando puedes ver los defectos con una visión tan elevada como la nuestra, pocas cosas realmente llegan a ser consideradas sorprendentes. Incluso en la música, es difícil no ver el mismo patrón repetirse una y otra vez hasta que alguien se atreve a romperlo. – Sus ojos brillaron en ese momento, llenándose con la alegría que le provocaba pensar en esos momentos en los que sucede un milagro, un rayo de sol entre la niebla. – Esos momentos son mágicos para nuestra especie querida. Sólo deje de limitarse con una percepción que no es suya, sino del rebaño que tanto insiste en ensalzar.
Se encogió de hombros, como queriendo decir que la conversación tenía un punto y final por su parte, no pensaba seguir discutiendo por cosas sin importancia como eran los humanos y sus valores. Él creaba los suyos, aquellos que no jugasen según sus normas simplemente eran ignorados o eliminados. Había eliminado los términos medios, al fin y al cabo, sólo servían para dilatar la decisión final. Pero fue su pausa, una pregunta implícita en sus palabras, preguntándole su nombre, lo que hizo que se paralizara por completo y la mirara con vergüenza. Se había olvidado de presentarse, ¿cuánto tiempo llevaba solo que ya se había olvidado de los modales primarios?.
- He tenido muchos nombres a lo largo de mi vida, pero puede llamarme por aquel al que más aprecio le tengo, Löwe.- Sonrió y le tendió una de sus manos, acercándola a ella y dejándola sobre la mesa para que pudiera estrecharla si así lo deseaba. – ¿ Y usted, Miss, qué nombre recibe esa belleza rubia con conciencia humana?.- Sus palabras tenían el eco de la picardía que había escondida entre ellas, ese toque malvado que le recordaba su ingenuidad, pero que a la vez la alagaba por ser ella misma, conservando aquello que muchos perdían con el tiempo.
- Por favor, no me diga que el rojo se considera un clásico. – Tuvo que dejar el cigarrillo sobre un cenicero para poder peinarse el cabello con los dedos mientras reía. – No lo elijo porque sea el color de la sangre, sino porque es la tonalidad de la vida y la muerte, perfecta para las cínicas palabras que le ofrezco. Pues, como usted muy bien ha sabido señalar, no hay sólo muerte y decadencia en este mundo, ni mucho menos, absoluta alegría y paz. El mundo es sólo una amalgama de grises, sólo nosotros elegimos cuán oscuro o claro es.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 236
Fecha de inscripción : 12/01/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Down Hearted Blues {Löwe Von Meer}
Y cuanto más hablaba, cuanto más dejaba penetrar en mis oídos las insistentes palabras del caballero vampiro, más podía ver en ellas a Friedrich Dvorak. Os parecerá una necedad, después de casi tres siglos, seguir hablando de él. Pero ya entenderéis, los lozanos jóvenes, cómo es ese sentimiento de angustia de perder a alguien que te ha definido y te definirá por siempre. Angustia que no desaparece, si no que aprendes a vivir con ella.
Él también me tachaba de esa misma concepción terrenal, mundana, humana, de las cosas. Cómo si nosotros fuéramos inmortales. A veces, tenía la sensación de que olvidaba los riesgos por los que pasaba nuestra raza.
¿Tenía, sin embargo, razón mi vetusto interlocutor? ¿Me sentía más humana que inhumana? Era un trance por el que no pocas veces había pasado. ¿Qué éramos, en verdad? Seres intermedios. Ni aquí, ni allí. Ni dentro, ni fuera. Ni Arriba, ni Abajo. Perpetuos. Casi perpetuos permanecíamos, mientras el mundo giraba y giraba. ¿Éramos, pues, los ejecutores de la partida o los observadores, los que salían intactos de ellas?
Supongo que a veces, me gustaría estar más dentro que fuera.
Löwe.
Sonaba remoto, ficticio. Místico, de alguna manera. Un nombre de héroe nórdico, sobre los que le leía a Clotilde de niña.
-Encantada, Löwe -saboreé la melosa sonoridad del apelativo- Al contrario que usted, yo siempre he mantenido el mismo. Puede llamarme Carolina -¿le habría dado al caballero -ahora con nombre- otro motivo para mantenerse en sus trece de la chiquilla ingenua por la que me tenía? Carolina. El nombre que me dieron mis padres. No Friedrich. Si bien él nunca tuvo intención de bautizarme de ninguna otra forma. Quizá, simplemente, le gustaba así.
El señor Löwe podría tener razón, después de todo. Todavía había algo humano en mi. Y no me disgustaba. No del todo.
-El gris, sí. Sin lugar a dudas, es el color que más combina hoy con el ánimo -removí la sombrilla del cóctel, que había quedado olvidado momentáneamente por la charla de introspección con el caballero, y que ahora volvía a cobrar parte de mi atención- No es un nombre muy común, el suyo -aventuré, sin atreverme a expresar en voz alta mis anteriores cavilaciones de cantares épicos de gesta nórdica. Tildarme de crédula había sido suficiente con una vez.
Él también me tachaba de esa misma concepción terrenal, mundana, humana, de las cosas. Cómo si nosotros fuéramos inmortales. A veces, tenía la sensación de que olvidaba los riesgos por los que pasaba nuestra raza.
¿Tenía, sin embargo, razón mi vetusto interlocutor? ¿Me sentía más humana que inhumana? Era un trance por el que no pocas veces había pasado. ¿Qué éramos, en verdad? Seres intermedios. Ni aquí, ni allí. Ni dentro, ni fuera. Ni Arriba, ni Abajo. Perpetuos. Casi perpetuos permanecíamos, mientras el mundo giraba y giraba. ¿Éramos, pues, los ejecutores de la partida o los observadores, los que salían intactos de ellas?
Supongo que a veces, me gustaría estar más dentro que fuera.
Löwe.
Sonaba remoto, ficticio. Místico, de alguna manera. Un nombre de héroe nórdico, sobre los que le leía a Clotilde de niña.
-Encantada, Löwe -saboreé la melosa sonoridad del apelativo- Al contrario que usted, yo siempre he mantenido el mismo. Puede llamarme Carolina -¿le habría dado al caballero -ahora con nombre- otro motivo para mantenerse en sus trece de la chiquilla ingenua por la que me tenía? Carolina. El nombre que me dieron mis padres. No Friedrich. Si bien él nunca tuvo intención de bautizarme de ninguna otra forma. Quizá, simplemente, le gustaba así.
El señor Löwe podría tener razón, después de todo. Todavía había algo humano en mi. Y no me disgustaba. No del todo.
-El gris, sí. Sin lugar a dudas, es el color que más combina hoy con el ánimo -removí la sombrilla del cóctel, que había quedado olvidado momentáneamente por la charla de introspección con el caballero, y que ahora volvía a cobrar parte de mi atención- No es un nombre muy común, el suyo -aventuré, sin atreverme a expresar en voz alta mis anteriores cavilaciones de cantares épicos de gesta nórdica. Tildarme de crédula había sido suficiente con una vez.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 495
Fecha de inscripción : 19/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Down Hearted Blues {Löwe Von Meer}
Sus labios ofrecieron una pequeña curvatura debido a la forma en la que ella pronunciaba su nombre, le recordaba a una niña pequeña que conoce por primera vez una palabra que , no sólo le gusta, sino que se convierte en el reflejo de un cuento que sólo ella conoce. Le divertía imaginar qué cara pondría si le revelaba su primer nombre, aquel que portó como el hijo del jefe de un Clan Vikingo. Aunque ése nombre sólo duró unos años hasta su adolescencia, ya que, como un adulto y un hombre que creaba su destino sin ninguna atadura a un mundo que siempre consideró demasiado escaso para él, decidió otorgarse un nombre propio que tuviera sentido para sí mismo, como para los hombres que lo seguían en cada una de sus locuras.
Había vivido demasiado, pero jamás había perdido esa capacidad innata que le entregaron los dioses desde el mismo instante en que vino al mundo lanzando un berrido capaz de atormentar a las parteras. Él sentía un hambre voraz por ser siempre mejor que antes, su curiosidad por el mundo, por llegar a ser un Dios entre los hombres, lo hubiera condenado a ser lo que era. Había nacido con la incapacidad de conformarse, él siempre quería más. Y era eso, precisamente, lo que lo ataba a una existencia milenaria en soledad, porque no había nadie capaz de satisfacer su curiosidad ni de llenarlo por completo. Él no vivía en éste mundo, bajo ninguna regla que cualquier otro pudiera comprender, y sabía que todo aquel que se quedaba a su lado terminaba comprendiéndolo. Él jamás sería completamente de alguien, siempre habría una parte de sí mismo entregada a su indomable y salvaje ansia de dominar el mundo invisible, el futuro incierto. ¿Quién podría quedarse a su lado, por mucho que lo amase, sabiendo que jamás serían suficiente para él?.
- No se avergüence por ello, Carolina. – Su sonrisa se suavizó cuando sus ojos también brillaron con el eco de una carcajada jamás alzada a viva voz. Era uno de los efectos que tenía el mantener en silencio todas las emociones, porque sólo aquellos que habían caminado mucho por el mundo sabían que había veces en las que los silencios lo decían todo. En las que una mirada o sonrisa podía hacer llegar un mensaje que con las palabras jamás soñarías otorgar. No se podían desperdiciar los momentos que te daba la vida con una estúpida frase.
- Llevar un mismo nombre toda una eternidad no es malo, sólo significa que usted aún no ha cambiado lo suficiente como para necesitar uno nuevo. Y, a veces, el ser uno mismo es suficiente.- Sus ojos se aclararon durante un segundo, uno que pareció durar por varios minutos cuando su sonrisa se hizo una perfecta mueca que exudaba masculinidad en estado puro. Un eco de algo primitivo y voraz que sólo habían conocido aquellos hombres que realmente habían conectado con su bestia interior y la sabían sacar en el momento indicado.
Tomó la mano de ella, ésa que jugaba con la sombrilla de su copa y le acarició la cara interna de la misma, deslizando las yemas de sus dedos por las líneas que algunas gitanas insistían en decir que revelaban el futuro del individuo que las portaba.
- Mi nombre es sólo un eco de mi personalidad, habla de mi historia, de mi pasado y presente. – Sus dedos alcanzaron su muñeca, prolongando su caricia más tiempo del necesario, llegando a tomar el atrevimiento de levantar su muñeca hasta su boca para poder oler la fragancia que desprendía la piel femenina. – Huele a madera pulida, a lirios abiertos ante la luz de la luna, a elegancia de una época no tan lejana. Inocencia y cinismo, incomprensión e inteligencia. Al eco de los sueños, de un pasado que se reitera en el tiempo- Sonrió y soltó su mano antes de que sus dientes comenzaran a pedir hundirse en su carne para saber si había algo que su olfato no había captado. – Quizás Carolina sea suficiente. Suficiente para siempre.
Había vivido demasiado, pero jamás había perdido esa capacidad innata que le entregaron los dioses desde el mismo instante en que vino al mundo lanzando un berrido capaz de atormentar a las parteras. Él sentía un hambre voraz por ser siempre mejor que antes, su curiosidad por el mundo, por llegar a ser un Dios entre los hombres, lo hubiera condenado a ser lo que era. Había nacido con la incapacidad de conformarse, él siempre quería más. Y era eso, precisamente, lo que lo ataba a una existencia milenaria en soledad, porque no había nadie capaz de satisfacer su curiosidad ni de llenarlo por completo. Él no vivía en éste mundo, bajo ninguna regla que cualquier otro pudiera comprender, y sabía que todo aquel que se quedaba a su lado terminaba comprendiéndolo. Él jamás sería completamente de alguien, siempre habría una parte de sí mismo entregada a su indomable y salvaje ansia de dominar el mundo invisible, el futuro incierto. ¿Quién podría quedarse a su lado, por mucho que lo amase, sabiendo que jamás serían suficiente para él?.
- No se avergüence por ello, Carolina. – Su sonrisa se suavizó cuando sus ojos también brillaron con el eco de una carcajada jamás alzada a viva voz. Era uno de los efectos que tenía el mantener en silencio todas las emociones, porque sólo aquellos que habían caminado mucho por el mundo sabían que había veces en las que los silencios lo decían todo. En las que una mirada o sonrisa podía hacer llegar un mensaje que con las palabras jamás soñarías otorgar. No se podían desperdiciar los momentos que te daba la vida con una estúpida frase.
- Llevar un mismo nombre toda una eternidad no es malo, sólo significa que usted aún no ha cambiado lo suficiente como para necesitar uno nuevo. Y, a veces, el ser uno mismo es suficiente.- Sus ojos se aclararon durante un segundo, uno que pareció durar por varios minutos cuando su sonrisa se hizo una perfecta mueca que exudaba masculinidad en estado puro. Un eco de algo primitivo y voraz que sólo habían conocido aquellos hombres que realmente habían conectado con su bestia interior y la sabían sacar en el momento indicado.
Tomó la mano de ella, ésa que jugaba con la sombrilla de su copa y le acarició la cara interna de la misma, deslizando las yemas de sus dedos por las líneas que algunas gitanas insistían en decir que revelaban el futuro del individuo que las portaba.
- Mi nombre es sólo un eco de mi personalidad, habla de mi historia, de mi pasado y presente. – Sus dedos alcanzaron su muñeca, prolongando su caricia más tiempo del necesario, llegando a tomar el atrevimiento de levantar su muñeca hasta su boca para poder oler la fragancia que desprendía la piel femenina. – Huele a madera pulida, a lirios abiertos ante la luz de la luna, a elegancia de una época no tan lejana. Inocencia y cinismo, incomprensión e inteligencia. Al eco de los sueños, de un pasado que se reitera en el tiempo- Sonrió y soltó su mano antes de que sus dientes comenzaran a pedir hundirse en su carne para saber si había algo que su olfato no había captado. – Quizás Carolina sea suficiente. Suficiente para siempre.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 236
Fecha de inscripción : 12/01/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Down Hearted Blues {Löwe Von Meer}
Por alguna razón no aparté mi mano hasta que él no la dejó caer. Pensé que tales reflexiones sólo podían salir de una mente que ha pasado tiempo y tiempo en soledad. La soledad hace cosas extrañas con todos nosotros. Y, esta vez, da igual si humanos o vampyrs. Pues, por mucho que hablase mi compañero, nosotros éramos en esencia mente, cuerpo y alma, tal como los humanos -dando por hecho que el alma no sea la mente, como piensan los escépticos, y en verdad exista algo más místico que un montón de órganos bien puestos-.
-Vaya -exclamé ante la contraposición de adjetivos que había utilizado para describir a alguien que podría resumirse en una palabra (y ésa, amigos, os la diré en otro momento, cuando la sepa)- ¿También es poeta? -bromeé y di un sorbo al cóctel. No pretendía burlarme, sólo quería relajar el ambiente que, por momentos y sin nisiquiera habernos dado cuenta, había tomado el cariz elevado de charlas de entendidos en misterios de la vida. Y filósofa todavía no era. Por mucho que dijera o hiciera.
Lo mío, ya lo sabéis, siempre fue la música.
Habían cambiado la canción. La señorita -rubia- del escenario llenaba la sala con sólo una nota. Entendía cada palabra de la melodía. Veneno escondido tras un bonito frasco.
-Yo conocí a uno una vez -estaba divagando y sin saber por qué había sacado a coalición esa insignificante confidencia. Tal vez porque nunca hablaba de los muertos con otros muertos- Mi compañero se encaprichó de él por una extraña razón. Yo le envidiaba, porque fue el primer humano, después de mi antes de mi conversión, al que mi compañero le hacía un caso inusitado -me encogí de hombros- Y no entendí por qué. Sospecho que debía darle más placer en otros aspectos porque al sentido estético, sus obras eran poco más que una aberración.
Sonreí de lado y di un sorbo al cóctel. Era agradable volver a tener una charla normal con alguien después de tanto tiempo.
Sí. La soledad hace cosas extrañas con todos nosotros.
-Vaya -exclamé ante la contraposición de adjetivos que había utilizado para describir a alguien que podría resumirse en una palabra (y ésa, amigos, os la diré en otro momento, cuando la sepa)- ¿También es poeta? -bromeé y di un sorbo al cóctel. No pretendía burlarme, sólo quería relajar el ambiente que, por momentos y sin nisiquiera habernos dado cuenta, había tomado el cariz elevado de charlas de entendidos en misterios de la vida. Y filósofa todavía no era. Por mucho que dijera o hiciera.
Lo mío, ya lo sabéis, siempre fue la música.
Habían cambiado la canción. La señorita -rubia- del escenario llenaba la sala con sólo una nota. Entendía cada palabra de la melodía. Veneno escondido tras un bonito frasco.
-Yo conocí a uno una vez -estaba divagando y sin saber por qué había sacado a coalición esa insignificante confidencia. Tal vez porque nunca hablaba de los muertos con otros muertos- Mi compañero se encaprichó de él por una extraña razón. Yo le envidiaba, porque fue el primer humano, después de mi antes de mi conversión, al que mi compañero le hacía un caso inusitado -me encogí de hombros- Y no entendí por qué. Sospecho que debía darle más placer en otros aspectos porque al sentido estético, sus obras eran poco más que una aberración.
Sonreí de lado y di un sorbo al cóctel. Era agradable volver a tener una charla normal con alguien después de tanto tiempo.
Sí. La soledad hace cosas extrañas con todos nosotros.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 495
Fecha de inscripción : 19/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Down Hearted Blues {Löwe Von Meer}
Mi pobre corazón de angustia herido
y de locura, no podrá curarse
de esta embriaguez de amor, ni libertarse
de la prisión donde quedó sumido.
y de locura, no podrá curarse
de esta embriaguez de amor, ni libertarse
de la prisión donde quedó sumido.
Durante un segundo, la voz de la mujer con la que conversaba desapareció para centrarse sobre la sonata de la nueva melodía que sonaba. Por alguna razón, su cabeza se inclinó inconscientemente hacia el lugar del que procedía la música, dejando claro que estaba prestando atención a aquella voz que insistía en mantener animado aquel salón de escasa opulencia. No habría nada en él que le hiciera querer volver a entrar de nuevo, ni las personas ni el alcohol que se servía allí. Pero Carolina, ah, ella era una deliciosa excepción a aquel antro. Ella realmente consistía en un contraste realmente curioso con todo aquello que la rodeaba.
Erguida sobre su asiento con una postura rígida imposible de conservar por la mayoría de las mujeres de esta época por mucho que realmente quisieran hacerlo, ya que muy pocos podrían contener tanta elegancia en algo tan natural como constituía el permanecer sentado. Descansar el cuerpo sobre el respaldo de la silla con esa tranquila permanencia de los que no tienen prisa, ni la conocen. Desde sus cabellos rubios, peinados con ondas según marcaba la tendencia, hasta su vestido conservador incluso para las alegres seguidoras de aquel mesías que se hacía llamar a sí mismo hijo de dios, ella constituía un eco de una historia triste emitida una y otra vez, relatando aquello que había sido y ya no volvería a ser.
- No se requiere mucho para ser poeta, querida. Basta solo una boca y una mujer hermosa. – Sonrió con picardía sin siquiera sentirse avergonzado de que ella hubiese roto el momento que había creado antes con sus palabras. Existían pocas cosas que ya pudieran ofenderlas, ya que había cometido muchos delitos en su vida y, si era sincero, sólo se arrepentía de no haber pecado un poco más. Le encantaba ser excéntrico, desacorde a la realidad y el centro de atención por su postura indiferente a todo lo quiera que sucediera a derredor de sí.
- Mientras la mujer mantenga su voz en alza habrá poesía, mientras los hombres continúen matándose entre sí, habrá poesía, mientras haya un corazón roto por un desamor, habrá poesía. – murmuró con tranquilidad, cerrando sus ojos como si le estuviera explicando algo demasiado insulso como para tan siquiera mirarla mientras hablaba. – El hombre siempre encuentra belleza a su alrededor, solo se necesitan palabras y tiempo para expresarlas.
Se encogió de hombros y se mantuvo escuchando la canción, sonriendo con ligereza cuando ella simplemente cambió de tema como si se sintiera incómoda al haber entendido que se había burlado de él. Definitivamente ella era como un lirio, blanca y de un aroma fresco. Algo suave y adorable, aunque intoxicante si se adentraba demasiado en un área en el que ella no deseaba hablar. ¿ Cómo tomaría la sangre de sus víctimas?. ¿ Bebería de ellas con esa expresión de hastío que había advertido en alguno de sus congéneres, o disfrutaría del sabor, alimentándose con deleite de cada humano al que le arrebataba la vida?. No podía evitar hacerse esas preguntas mientras la música ascendía por la habitación, haciéndole recordar cosas para las que todavía no estaba preparado.
- La comprendo perfectamente.- Dijo con una carcajada. Realmente rompió a reír, abriendo sus ojos ante aquello que había oído, ya que él muchas veces había sido excesivamente posesivo con aquel al que quería. Nunca comprendió el interés que tenía Maurice hacia los humanos, ya que si podía llegar a admirar a algunos pertenecientes al género de su alimento principal, no aceptaba el pasar con ellos más tiempo del necesario. Pero su amante insistía en tenerlos alrededor, necesitaba su normalidad, quizás, para así no sentir su asfixiante necesidad de ser su centro de interés. Ambos se habían amado con la fuerza del mar, dándolo todo sin reservas, hiriéndose por ello en más de una ocasión. Y cuánto le dolía aún su ausencia.
- Aún así, en más de una ocasión me encuentro maldiciéndome por no haber dejado a mi ser amado más tiempo con los humanos. – Sonrió con ligereza mirando al hombre que tocaba el piano con cierto cansancio. – Quizás así habría dolido menos. – Bajó sus ojos hacia la copa que mantenía entre sus dedos, sorprendiéndose al verla vacía. Así que se concentró en llenarla de nuevo para poder así seguir aquella conversación. Necesitando de pronto algo con lo que bajar aquel nudo que se había formado en su garganta.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 236
Fecha de inscripción : 12/01/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Down Hearted Blues {Löwe Von Meer}
Una boca y una mujer hermosa. ¡Ojalá todo fuese tan sencillo como cuando lo sacamos de nuestros labios! Las palabras habladas eran las más fáciles de pronunciar y las más difíciles de cumplir, sin duda.
-Y talento -tuve que añadir. Talento para expresar con vocablos lo que se sentía. Podía parecer tarea sencilla, pero vive Dios que no lo era. Yo siempre había sido torpe con esas cosas, al contrario que mi hermana Clotilde. Ella sí que podría llegado a ser una gran novelista, si las circunstancias le hubiesen dejado disfrutar de su vida antes de cortársela de raíz de esa manera tan brusca y cruel.
-Incluso ahora, ¿verdad? -ahora era cuando había más tiempo que nunca en esas interminables horas en los refugios anti bombas. En las infinitas noches esperando la muerte, o la vida. En cuanto a las palabras... Bueno, ésas, como ya he dicho, solían salir con facilidad- Los tiempos de guerra también pueden ser bellos. Nos recuerda lo importante, al menos -torcí los labios de carmín. En los tres siglos escasos de vida que llevaba ya había presenciado tres guerras. Y las dos habían conseguido despertar mi admiración por esa raza, débil pero que no se dejaba partir en dos. Todavía auguraba muchas más. No se puede parar la rueda del tiempo.
Oh. Y ahí llegaba. Las tribulaciones en los ojos de mi compañero se verbalizaron por fin. Claro, ¿qué ser de mil años no había sentido la pérdida? No estamos carentes de alma, como se piensa (piensan). Al final, resultará que la humanidad no es un rasgo exclusivo de los mortales.
-Creo que hubiese dolido lo mismo. No es algo que se pueda controlar, después de todo -regalé una mohína sonrisa cómplice a mi compañero de charla- Si vamos a empezar a hablar de pérdidas, será mejor que pidamos algo más fuerte que este cóctel. -labios curvados hacia arriba. Ojos apagados. Llamé al camarero para que rellenase mi vaso. El cigarrillo ya se había apagado sin que me hubiese dado cuenta. Encendí otro-¿Cuál era su nombre?
-Y talento -tuve que añadir. Talento para expresar con vocablos lo que se sentía. Podía parecer tarea sencilla, pero vive Dios que no lo era. Yo siempre había sido torpe con esas cosas, al contrario que mi hermana Clotilde. Ella sí que podría llegado a ser una gran novelista, si las circunstancias le hubiesen dejado disfrutar de su vida antes de cortársela de raíz de esa manera tan brusca y cruel.
-Incluso ahora, ¿verdad? -ahora era cuando había más tiempo que nunca en esas interminables horas en los refugios anti bombas. En las infinitas noches esperando la muerte, o la vida. En cuanto a las palabras... Bueno, ésas, como ya he dicho, solían salir con facilidad- Los tiempos de guerra también pueden ser bellos. Nos recuerda lo importante, al menos -torcí los labios de carmín. En los tres siglos escasos de vida que llevaba ya había presenciado tres guerras. Y las dos habían conseguido despertar mi admiración por esa raza, débil pero que no se dejaba partir en dos. Todavía auguraba muchas más. No se puede parar la rueda del tiempo.
Oh. Y ahí llegaba. Las tribulaciones en los ojos de mi compañero se verbalizaron por fin. Claro, ¿qué ser de mil años no había sentido la pérdida? No estamos carentes de alma, como se piensa (piensan). Al final, resultará que la humanidad no es un rasgo exclusivo de los mortales.
-Creo que hubiese dolido lo mismo. No es algo que se pueda controlar, después de todo -regalé una mohína sonrisa cómplice a mi compañero de charla- Si vamos a empezar a hablar de pérdidas, será mejor que pidamos algo más fuerte que este cóctel. -labios curvados hacia arriba. Ojos apagados. Llamé al camarero para que rellenase mi vaso. El cigarrillo ya se había apagado sin que me hubiese dado cuenta. Encendí otro-¿Cuál era su nombre?
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 495
Fecha de inscripción : 19/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Down Hearted Blues {Löwe Von Meer}
“Sombras de luna escondida
en el alto cerro que brilla,
allá colgada me mira, sabe
tengo una pena escondida.”
en el alto cerro que brilla,
allá colgada me mira, sabe
tengo una pena escondida.”
Asintió con su cabeza, un movimiento lento y suave cargado de sentimiento ante lo que ella decía, confirmándole que estaba de acuerdo con todo lo que oía. Realmente le parecía agradable aquella charla, aunque el recuerdo de Maurice le había quemado en su interior. Aún no se sentía preparado para hablar de ello, como si el mero hecho de relatar sus intimidades le pareciera una aberración ahora que no estaba junto a él. Era divertido. Cuando habían estado juntos, ambos se celaban hasta el punto de desgarrarse la piel con un grito ensordecedor que pretendía acallar esa voz traidora que les decía que quizás el otro un día podía irse y olvidarse del calor que mutuamente se habían brindado, tantas noches compartidas entre besos hambrientos que pretendían callar sus miedos. Y aún ahora, casi un siglo después, le seguía siendo fiel a su memoria.
Alzó su mano para peinar sus cabellos, echando su cabeza hacia atrás mientras intentaba mitigar una verdadera mueca de dolor. Cuan estúpido había sido su cambiaformas, él jamás podría ser olvidado, quizás ahora estuviese riéndose de él desde el cielo o el infierno, feliz con el hecho de saber que su huella seguía profundamente marcada en su corazón. Jamás volvería a subestimar el poderoso sonido de un ronroneo.
- Toda mi vida me he hallado en medio de un campo de batalla Frau Van De Valley, podría hablarle de horrores y agonía. Pero lo cierto es que nunca he tenido un lugar en este mundo que me recordase al hogar, más que una batalla a muerte. – Suspiró y bebió de golpe la mitad del contenido de su copa, intentando recuperarse de su dolor antes de contestarle a aquello que le había dicho con el ánimo de ayudarle a no centrarse en su pérdida. Así que emitió una tenue sonrisa a cambio de sus amables palabras, jamás se le había dado bien ser el llorón que hablaba de su vida privada, no iba a serlo ahora.
- A veces luchaba contra mis enemigos y otra conmigo mismo, quizás nuestra especie jamás tenga una época de paz. Al fin y al cabo, debemos luchar contra la sed y nuestros demonios internos. – amplió su sonrisa y se permitió la licencia de alargar su mano para tomar uno de los cigarrillos de la mujer. Ahora que la veía fumar, le apetecía el tener también algo entre los labios que le permitiese acariciar el interior de su garganta.
- Me llamo Löwe Von Meer, actual dirigente de las fuerzas navales alemanas, aunque no por mucho tiempo me temo. Me he cansado de mi papel y seguramente “muera” pronto – Le guiñó un ojo con diversión y se acercó a ella, inclinando su rostro sobre el de la vampiresa para poder encender su cigarro al juntarlo contra la punta ardiente del de ella. Inspiró y se separó cuando el extremo brilló al quemarse. Justo entonces el sonido de las vocinas declararon que habría un ataque de bombas, con lo que, la música cesó de golpe, llenándose de gritos y órdenes apresuradas.
Como si tuviese todo el tiempo del mundo para huir, se levantó y abrochó el pesado y costoso abrigo que le cubría, tomándose la libertad de exhalar el humo de su cigarrillo con una expresión de placer.
- Ha sido un placer hablar con usted frau, pero me temo que debemos despedirnos. – Sonrió y la escoltó a la salida de la taberna, extendiendo esa parte elegante y caballerosa que comenzaba a perderse entre los hombres de aquella época, más ocupados con saber cómo disparar un arma que de saber cortejar a una mujer. – Que la noche la cubra y los monstruos no la atormenten.- Murmuró antes de darle una reverencia y desaparecer en el aire, como si fuese un espectro fantasmal, más que un vampiro. Dejando que su voz quedase colgando en el aire como una caricia nocturna que no se había atrevido a decir la única palabra que temía más que ninguna otra; adiós.
Löwe Von Meer- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 236
Fecha de inscripción : 12/01/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Temas similares
» Siluetas [Löwe Von Meer]
» Oh, baby, it's cold outside {Löwe Von Meer}
» Mañana será tarde || Löwe Von Meer
» Buscando el premio del fondo de todas las botellas de vodka {Löwe Von Meer}
» Historia de Mikaela van der Meer
» Oh, baby, it's cold outside {Löwe Von Meer}
» Mañana será tarde || Löwe Von Meer
» Buscando el premio del fondo de todas las botellas de vodka {Löwe Von Meer}
» Historia de Mikaela van der Meer
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour