AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Un nuevo hogar? [Gianella]
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¿Un nuevo hogar? [Gianella]
En cuanto anocheció, abandoné la casa abandonada en la que había pasado la el día. Un apartamento en la zona sur de París donde no vivía nadie, pero que tampoco tenía muebles, y por lo tanto, tampoco tenía una cama. Al igual que muchas noches antes, había dormido mal. El duro suelo de piedra de ese apartamento no era precisamente el sitio más cómodo para descansar.
- No sé, Elmo. Ser vagabundo y libre está bien, pero ya echo de menos una cama - le dije a mi perro, que últimamente me acompañaba a todas partes.
No recordaba haber tenido un sueño cómodo desde hacía ya un tiempo. Cuando no dormía en un cubo de basura estrecho e incómodo, dormía en la habitación de una taberna en la que cualquiera podría entrar y abrir las cortinas, lo cual dificultaba el que yo pudiera pasar desapercibido. Prácticamente cada noche tenía que elegir entre la incomodidad y la suciedad o la inseguridad de un sitio tan público como una taberna. Empezaba a deprimirme.
Incluso una vez estuve durmiendo en compañía de Auguste y su grupo de vagabundos, que me mantenían lejos del Sol durante el día a cambio de que yo les consiguiera comida durante la noche, pero como Auguste no apreciaba mis métodos para conseguir sus suministros, tuve que marcharme.
El caso es que no iba a aguantar demasiado a ese ritmo. Mi patético estilo de vida me resultaba agotador y no podría mantenerlo para siempre. Necesitaba un refugio, ¿pero cuál? Tengo la Hemokinesis, ¿podría usarla para esclavizar a algún humano para que me deje vivir en su casa? No, no puedo fiarme de cualquiera. Tendría que tenerlo muy claro para evitar preocupaciones en el futuro. De todos modos, eso de esclavizar bien podría aplazarlo para mucho después. Simplemente no creo que sea el momento de ir tan rápido.
Oí que Elmo gimoteaba y se paraba. Lo miré, y vi que estaba sentado en el suelo. Tenía un aspecto cansado y lastimero, el pobre.
- ¿Estás cansado, Elmo? ¿Quieres que te lleve?
Cogí al pequeño en brazos, y seguí caminando. Ojalá alguien pudiera cogerme en brazos también, pues estaba casi tan agotado como Elmo.
Quiso sin embargo la suerte que me encontrase con una enorme mansión, con un aspecto ligeramente abandonado. Sin embargo, quienquiera que viviese allí debía de ser rico, eso estaba claro.
- Si tan sólo tuviera la mitad de lo que tendrán esos tipos...
Una pareja de jóvenes pasó a mi lado, vi que me miraban con cierto desprecio y arrugaban la nariz. Me di cuenta de por qué: había dormido en cubos de basura y tabernas en los últimos días, no era de extrañar que mis ropas oliesen a una asquerosa mezcla de basura y alcohol.
- Vaya... será mejor que me cambie si no quiero hacer vomitar a media Francia, ¿no crees, Elmo?
Elmo no me respondió, sino que vi que se relajaba en mis brazos, casi quedándose dormido. No tenía fuerzas ni para ladrarme. Se estaba quedando demasiado débil.
- Vale... también te conseguiré algo de comer, tú tranquilo. Y ahora, veamos... ¿dónde puede haber un sitio que tenga ropas limpias y elegantes y carne de sobra para mi pequeño perrito? - me dije a mí mismo, mirando fijamente la gran mansión que tenía delante - ¡Bingo!
Dejé a Elmo suavemente en el suelo y me agaché junto a él.
- Volveré a por ti, pequeño. No te vayas a ninguna parte, ¿eh?
Me levanté y me acerqué más a la casa, mientras buscaba alguna ventana por la que colarme. Finalmente me fui a un lateral, y cuando me hube asegurado de que nadie en la calle miraba en mi dirección, di un gran salto con Levitar y me coloqué en una ventana abierta.
- Bien, muy bien... ahora, con sigilo, sólo tendré que encontrar algo de ropa y comida. Algo rápido y sencillo.
- No sé, Elmo. Ser vagabundo y libre está bien, pero ya echo de menos una cama - le dije a mi perro, que últimamente me acompañaba a todas partes.
No recordaba haber tenido un sueño cómodo desde hacía ya un tiempo. Cuando no dormía en un cubo de basura estrecho e incómodo, dormía en la habitación de una taberna en la que cualquiera podría entrar y abrir las cortinas, lo cual dificultaba el que yo pudiera pasar desapercibido. Prácticamente cada noche tenía que elegir entre la incomodidad y la suciedad o la inseguridad de un sitio tan público como una taberna. Empezaba a deprimirme.
Incluso una vez estuve durmiendo en compañía de Auguste y su grupo de vagabundos, que me mantenían lejos del Sol durante el día a cambio de que yo les consiguiera comida durante la noche, pero como Auguste no apreciaba mis métodos para conseguir sus suministros, tuve que marcharme.
El caso es que no iba a aguantar demasiado a ese ritmo. Mi patético estilo de vida me resultaba agotador y no podría mantenerlo para siempre. Necesitaba un refugio, ¿pero cuál? Tengo la Hemokinesis, ¿podría usarla para esclavizar a algún humano para que me deje vivir en su casa? No, no puedo fiarme de cualquiera. Tendría que tenerlo muy claro para evitar preocupaciones en el futuro. De todos modos, eso de esclavizar bien podría aplazarlo para mucho después. Simplemente no creo que sea el momento de ir tan rápido.
Oí que Elmo gimoteaba y se paraba. Lo miré, y vi que estaba sentado en el suelo. Tenía un aspecto cansado y lastimero, el pobre.
- ¿Estás cansado, Elmo? ¿Quieres que te lleve?
Cogí al pequeño en brazos, y seguí caminando. Ojalá alguien pudiera cogerme en brazos también, pues estaba casi tan agotado como Elmo.
Quiso sin embargo la suerte que me encontrase con una enorme mansión, con un aspecto ligeramente abandonado. Sin embargo, quienquiera que viviese allí debía de ser rico, eso estaba claro.
- Si tan sólo tuviera la mitad de lo que tendrán esos tipos...
Una pareja de jóvenes pasó a mi lado, vi que me miraban con cierto desprecio y arrugaban la nariz. Me di cuenta de por qué: había dormido en cubos de basura y tabernas en los últimos días, no era de extrañar que mis ropas oliesen a una asquerosa mezcla de basura y alcohol.
- Vaya... será mejor que me cambie si no quiero hacer vomitar a media Francia, ¿no crees, Elmo?
Elmo no me respondió, sino que vi que se relajaba en mis brazos, casi quedándose dormido. No tenía fuerzas ni para ladrarme. Se estaba quedando demasiado débil.
- Vale... también te conseguiré algo de comer, tú tranquilo. Y ahora, veamos... ¿dónde puede haber un sitio que tenga ropas limpias y elegantes y carne de sobra para mi pequeño perrito? - me dije a mí mismo, mirando fijamente la gran mansión que tenía delante - ¡Bingo!
Dejé a Elmo suavemente en el suelo y me agaché junto a él.
- Volveré a por ti, pequeño. No te vayas a ninguna parte, ¿eh?
Me levanté y me acerqué más a la casa, mientras buscaba alguna ventana por la que colarme. Finalmente me fui a un lateral, y cuando me hube asegurado de que nadie en la calle miraba en mi dirección, di un gran salto con Levitar y me coloqué en una ventana abierta.
- Bien, muy bien... ahora, con sigilo, sólo tendré que encontrar algo de ropa y comida. Algo rápido y sencillo.
Alexalmo- Vampiro Clase Media
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Re: ¿Un nuevo hogar? [Gianella]
Dicen que después de la tormenta viene la calma, y ese refrán se aplicó a la perfección en la Casa de la Esperanza aquel día. Desde temprano hubo más movimiento de lo normal debido al cumpleaños de uno de los niños –ahora un joven de catorce años- que Jeanne había adoptado desde que apenas había aprendido a caminar, y los preparativos junto con la fiesta en sí fueron vertiginosamente divertidos. Sus amigos de toda una vida le regalaron un juguete que compraron entre todos y los inquilinos no quisieron ser menos, regalándole ropa nueva y algo de dinero. Jeanne cocinó su maravillosa sopa con fideos y luego arroz con carne para todos, terminando en la hora de la cena con un pastel enorme de chocolate que Gianella logró conseguir gracias a un favor pendiente a un pastelero cuyo hijo había sido salvado por la Loba Milanesa hace un par de meses. Sin duda alguna, Charles –o Char, como le decían cariñosamente- no olvidaría aquellas horas de diversión por años, así como todos los presentes que habían contribuido con el mejor regalo: verlo sonreír.
De esa algarabía sólo quedaron los recuerdos, ya que los restos de comida tuvieron un destino mucho mejor que un tarro de basura: estómagos de mendigos en el centro de París, cortesía de una pelinegra de ojos azules que se veía favorecida por el insomnio producido indirectamente por la licantropía. Ahora el silencio reinaba en la noche francesa, escuchándose más que nada escaramuzas nocturnas producto de inmortales que Gianella no negaba enfrentar aunque de mala gana. Se incorporó luego de arropar a un anciano con su abrigo ya que se le habían acabado las frazadas y en un segundo ya había desaparecido entre los techos, regresando a casa con la tensa calma de que no estaba pasando nada en su “hogar”.
Arrugó la nariz al percibir una mezcla muy poco agradable cerca de la residencia y se apresuró impulsándose desde la punta de una chimenea. Mientras estaba en el aire pudo ver lo que tenía intranquilo a sus sentidos: un vampiro intentando entrar por una de las ventanas de las habitaciones desocupadas que con tanto ajetreo se habían olvidado en cerrar. Para variar, llegó a tiempo aterrizando en el techo haciendo un poco de ruido para que notara su presencia. - ¿Sabías que es un delito entrar a casas ajenas sin permiso? – dijo seria, aunque sonriendo divertida por dentro por la pregunta que acababa de hacer. ¿Acaso no había hecho lo mismo hasta el hartazgo durante años? Pero aquel vampiro no tenía por qué saber su hipocresía.
De esa algarabía sólo quedaron los recuerdos, ya que los restos de comida tuvieron un destino mucho mejor que un tarro de basura: estómagos de mendigos en el centro de París, cortesía de una pelinegra de ojos azules que se veía favorecida por el insomnio producido indirectamente por la licantropía. Ahora el silencio reinaba en la noche francesa, escuchándose más que nada escaramuzas nocturnas producto de inmortales que Gianella no negaba enfrentar aunque de mala gana. Se incorporó luego de arropar a un anciano con su abrigo ya que se le habían acabado las frazadas y en un segundo ya había desaparecido entre los techos, regresando a casa con la tensa calma de que no estaba pasando nada en su “hogar”.
Arrugó la nariz al percibir una mezcla muy poco agradable cerca de la residencia y se apresuró impulsándose desde la punta de una chimenea. Mientras estaba en el aire pudo ver lo que tenía intranquilo a sus sentidos: un vampiro intentando entrar por una de las ventanas de las habitaciones desocupadas que con tanto ajetreo se habían olvidado en cerrar. Para variar, llegó a tiempo aterrizando en el techo haciendo un poco de ruido para que notara su presencia. - ¿Sabías que es un delito entrar a casas ajenas sin permiso? – dijo seria, aunque sonriendo divertida por dentro por la pregunta que acababa de hacer. ¿Acaso no había hecho lo mismo hasta el hartazgo durante años? Pero aquel vampiro no tenía por qué saber su hipocresía.
Gianella Massone- Licántropo Clase Baja
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Re: ¿Un nuevo hogar? [Gianella]
Estuve un tiempo observando con detenimiento el interior de la habitación a la que daba la ventana. Tenía un aspecto muy... humilde. Mucho más de lo que aparenta el exterior del edificio. ¿Y si la casa estaba abandonada? No, lo habría notado. ¿Y si resulta que en realidad es una posada? No, tampoco. Habría un gran cartel en el exterior anunciándolo, y podría haber oído el ajetreo propio del restaurante o taberna propios de una posada. Seguramente la casa había sido recién comprada y sencillamente los dueños no habían tenido tiempo de comprar los muebles lujosos que tocaba. Bueno... tal vez tampoco hayan comprado la ropa, ni la comida, de modo que tal vez sería una pérdida de tiempo intentar...
- ¿Sabías que es un delito entrar a casas ajenas sin permiso? - dijo una voz misteriosa de repente, sacándome de mis pensamientos y dándome un sobresalto.
- ¡Hostia puta! - exclamé.
Con el susto, perdí el equilibrio y me solté de la ventana accidentalmente, haciéndome caer hacia fuera de la casa.
- ¡Aaaaaaaaaahh!
Recorrí unos cuantos metros en caída libra y aterricé en el suelo dándome un mamporro que me dolería durante unos días.
- Ay... mierda...
Me levanté, me sacudí el polvó y volví a saltar. Me coloqué de nuevo en la ventana y esta vez me bajé a tiempo y estuve completamente dentro del edificio. Señalé a la mujer que me había hecho caer con el dedo y respondí con cara de mal humor.
- También es un delito arrojar por la ventana a alguien. Los expertos lo llaman "intento de asesinato". Estamos empatados - dije, con toda seriedad, luego relajé la expresión de la cara.
Fue entonces cuando me di cuenta de que la mujer no parecía para nada una persona rica. Sus ropas eran muy humildes, como la habitación.
- ¿Eres una de las criadas? Oye, ¿qué te parece si no das la voz de alarma a los señores y yo me voy tranquilamente? ¿Sí? Como si no hubiera pasado nada, jeje. Además, sólo quiero algo de ropa y comida. Si pudieras darme un poco que te sobre, te estaría muy agradecido. Pero si no es molestia, ¿eh? Si lo prefieres, me voy y punto - dije, intentando por todos los medios que no me delatara.
- Además, si llamas a tus señores puede que se den cuenta de que soy un vampiro, y quizá llamen a la Inquisición, y si lo hacen ellos se darán cuenta de que tú eres una licántropo y tal y entonces los dos estaremos en un buen lío. Así que... ¿qué tal si cada uno sigue por su camino? ¿Sí?
Puse una sonrisa infantil, tierna y suplicante, tratando de apelar a los buenos sentimientos de la mujer.
- ¿Sabías que es un delito entrar a casas ajenas sin permiso? - dijo una voz misteriosa de repente, sacándome de mis pensamientos y dándome un sobresalto.
- ¡Hostia puta! - exclamé.
Con el susto, perdí el equilibrio y me solté de la ventana accidentalmente, haciéndome caer hacia fuera de la casa.
- ¡Aaaaaaaaaahh!
Recorrí unos cuantos metros en caída libra y aterricé en el suelo dándome un mamporro que me dolería durante unos días.
- Ay... mierda...
Me levanté, me sacudí el polvó y volví a saltar. Me coloqué de nuevo en la ventana y esta vez me bajé a tiempo y estuve completamente dentro del edificio. Señalé a la mujer que me había hecho caer con el dedo y respondí con cara de mal humor.
- También es un delito arrojar por la ventana a alguien. Los expertos lo llaman "intento de asesinato". Estamos empatados - dije, con toda seriedad, luego relajé la expresión de la cara.
Fue entonces cuando me di cuenta de que la mujer no parecía para nada una persona rica. Sus ropas eran muy humildes, como la habitación.
- ¿Eres una de las criadas? Oye, ¿qué te parece si no das la voz de alarma a los señores y yo me voy tranquilamente? ¿Sí? Como si no hubiera pasado nada, jeje. Además, sólo quiero algo de ropa y comida. Si pudieras darme un poco que te sobre, te estaría muy agradecido. Pero si no es molestia, ¿eh? Si lo prefieres, me voy y punto - dije, intentando por todos los medios que no me delatara.
- Además, si llamas a tus señores puede que se den cuenta de que soy un vampiro, y quizá llamen a la Inquisición, y si lo hacen ellos se darán cuenta de que tú eres una licántropo y tal y entonces los dos estaremos en un buen lío. Así que... ¿qué tal si cada uno sigue por su camino? ¿Sí?
Puse una sonrisa infantil, tierna y suplicante, tratando de apelar a los buenos sentimientos de la mujer.
Alexalmo- Vampiro Clase Media
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Re: ¿Un nuevo hogar? [Gianella]
Se limitó a observar con lástima despectiva disfrazada de indiferencia cómo aquel inmortal cedía tan fácilmente a la sorpresa y caía al piso con la inocencia de un joven sin confianza que recién se iniciaba en las artes de la infiltración en residencias. Le recordó a ella misma hace dos décadas y por ello terminó sonriendo, haciendo desaparecer la mueca para conservar la seriedad del momento mientras lo seguía y entraba por la ventana de manera pulcra, moviéndose de inmediato para obstruirle el paso independiente de las intenciones que tuviera, aunque no se veía un chico malo. Sin embargo, la desconfianza era clara y la hizo notar en su semblante, aunque sin verse demasiado amenazante. Tenía que escuchar lo tenía que decir antes de juzgarlo y actuar.
Alzó una ceja ante su acusación y arrugó sutilmente la nariz, señal de la incomodidad que le producía su mezcla de olores. Se cruzó de brazos y esperó impaciente a que terminara para poder ofrecerle una ducha o una visita directa al lago. Con un tic en la ceja aguantó que le llamara criada y le hablara de sus “señores” y de la Inquisición, tres de las cosas que más detestaba. ¿En verdad creía que una criada podía vestir pantalones, camisa y un abrigo? Pobre alma inocente. No lo culpaba, pero tampoco le faltaron ganas de patearlo de vuelta por la ventana. Si supiera…
De hecho lo supo, ya que Gianella comenzó a abrirle los ojos que no tenía por qué tener abiertos desde antes - ¿Hablas mucho, sabes? Déjame ir por parte…- Tomó aire más para aguantar su olor que para hablar – Primero que nada no soy una de las criadas, soy una de las administradoras de esta Casa de Acogida; no tenemos señores que nos digan qué hacer, y gracias al cielo que no los tenemos. – El imaginarse bajo las órdenes de otro hacía que le doliera el estómago – Y si llegara la Inquisición saldrían con la cola entre las piernas – Asintió con orgullo aún de brazos cruzados, llevándose las manos a la cintura correspondiendo esa sonrisa contagiosa del vampiro. Le agradaba, lo que era extraño considerando que era un inmortal masculino. Demasiado extraño – Pero volviendo al tema, te daré lo que quieres. Y si deseas puedes usar esta habitación para descansar hasta que te sientas mejor. Tuviste suerte de encontrar la Casa de la Esperanza. – Concluyó rebosando confianza.
Alzó una ceja ante su acusación y arrugó sutilmente la nariz, señal de la incomodidad que le producía su mezcla de olores. Se cruzó de brazos y esperó impaciente a que terminara para poder ofrecerle una ducha o una visita directa al lago. Con un tic en la ceja aguantó que le llamara criada y le hablara de sus “señores” y de la Inquisición, tres de las cosas que más detestaba. ¿En verdad creía que una criada podía vestir pantalones, camisa y un abrigo? Pobre alma inocente. No lo culpaba, pero tampoco le faltaron ganas de patearlo de vuelta por la ventana. Si supiera…
De hecho lo supo, ya que Gianella comenzó a abrirle los ojos que no tenía por qué tener abiertos desde antes - ¿Hablas mucho, sabes? Déjame ir por parte…- Tomó aire más para aguantar su olor que para hablar – Primero que nada no soy una de las criadas, soy una de las administradoras de esta Casa de Acogida; no tenemos señores que nos digan qué hacer, y gracias al cielo que no los tenemos. – El imaginarse bajo las órdenes de otro hacía que le doliera el estómago – Y si llegara la Inquisición saldrían con la cola entre las piernas – Asintió con orgullo aún de brazos cruzados, llevándose las manos a la cintura correspondiendo esa sonrisa contagiosa del vampiro. Le agradaba, lo que era extraño considerando que era un inmortal masculino. Demasiado extraño – Pero volviendo al tema, te daré lo que quieres. Y si deseas puedes usar esta habitación para descansar hasta que te sientas mejor. Tuviste suerte de encontrar la Casa de la Esperanza. – Concluyó rebosando confianza.
Gianella Massone- Licántropo Clase Baja
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Re: ¿Un nuevo hogar? [Gianella]
Todo aquello me pilló por sorpresa.
- Espera, espera, espera... ¿qué? ¿Casa... de la Esperanza?
Medité unos segundos acerca de lo que me acababa de decir, y entonces me di cuenta de que era un maldito monstruo.
- ¡No me jodas! ¿¡Acabo de intentar robar en una casa de acogida para pobres!? ¡Aaaaaaaaaah! - me llevé las manos a la cara con horror mientras gritaba, luego me arrodillé de golpe y empecé a golpearme la cabeza contra el suelo - ¡Aaaaah, Dios, perdóname por esto, perdona a este pobre pecador infeliz que no sabía lo que hacía! ¡He intentado robar a alguien que ayuda a quien más lo necesita!
Me desabroché el cinturón y empecé a flagelarme la espalda como penitencia:
- ¡Voy de cabeza al Infierno! ¡Castigo mi cuerpo! ¡Castigo mi cuerpo! ¡Castigo mi cuerpo! ¡Castigo mi cuerpo! ¡Castigo mi cuerpo!
Finalmente paré, solté el cinturón y me quedé jadeando unos segundos, aún de rodillas y mirando al suelo.
- Así que... ¿me ofreces quedarme aquí a pesar de que soy un vampiro y de que acabo de intentar robarte... gratis? ¿Y dices que aquí la Inquisición no tiene poder? ¿Ayudas a todos así como así? - dije, en un susurro ronco e inquietante - Eres... ¡Eres...!
Levanté la cabeza de golpe en una mirada de niño pequeño llena de ilusión, con un brillo muy intenso en los ojos y una sonrisa infantil, a la vez que juntaba las manos como si estuviera rezando.
- ¡Eres un ángel! - dije, casi llorando de la emoción.
Gateé hacia ella con toda la velocidad que pude y me quedé arrodillado a sus pies.
- ¡Eres una mesías! ¡La elegida de Dios! ¡Mi salvadora, mi amiga incondicional, mi maestra, mi ídolo, quiero ser como tú! - no pude evitar llorar de emoción y arrepentimiento - ¡No soy digno de tu presencia, sólo soy un vulgar ladrón desesperado y desolado por los crueles azotes de la vida! ¡No soy digno! ¡Eres... eres Jesús! - me incorporé un poco dubitativo - No... no puedes ser Jesús porque eres una mujer. Hmmmm... ¡Ya sé! Eres... !Jesulina! ¡O... o la Virgen María (aunque no sé si eres virgen ni me importa)! ¡O simplemente un ángel enviado directamente por Dios!
Me levanté de golpe, corrí hacia el cinturón y volví a abrochármelo, luego la miré con una sonrisa inocente.
- ¿Aceptáis mascotas? Es que... tengo un perrito ahí fuera que está esperando a que vuelva con algo de comida. Si pudiera quedarse aquí, aunque sea en el jardín, entonces esto sería perfecto. Y me llamo Alexalmo - me incliné en una reverencia -. Es un honor.
- Espera, espera, espera... ¿qué? ¿Casa... de la Esperanza?
Medité unos segundos acerca de lo que me acababa de decir, y entonces me di cuenta de que era un maldito monstruo.
- ¡No me jodas! ¿¡Acabo de intentar robar en una casa de acogida para pobres!? ¡Aaaaaaaaaah! - me llevé las manos a la cara con horror mientras gritaba, luego me arrodillé de golpe y empecé a golpearme la cabeza contra el suelo - ¡Aaaaah, Dios, perdóname por esto, perdona a este pobre pecador infeliz que no sabía lo que hacía! ¡He intentado robar a alguien que ayuda a quien más lo necesita!
Me desabroché el cinturón y empecé a flagelarme la espalda como penitencia:
- ¡Voy de cabeza al Infierno! ¡Castigo mi cuerpo! ¡Castigo mi cuerpo! ¡Castigo mi cuerpo! ¡Castigo mi cuerpo! ¡Castigo mi cuerpo!
Finalmente paré, solté el cinturón y me quedé jadeando unos segundos, aún de rodillas y mirando al suelo.
- Así que... ¿me ofreces quedarme aquí a pesar de que soy un vampiro y de que acabo de intentar robarte... gratis? ¿Y dices que aquí la Inquisición no tiene poder? ¿Ayudas a todos así como así? - dije, en un susurro ronco e inquietante - Eres... ¡Eres...!
Levanté la cabeza de golpe en una mirada de niño pequeño llena de ilusión, con un brillo muy intenso en los ojos y una sonrisa infantil, a la vez que juntaba las manos como si estuviera rezando.
- ¡Eres un ángel! - dije, casi llorando de la emoción.
Gateé hacia ella con toda la velocidad que pude y me quedé arrodillado a sus pies.
- ¡Eres una mesías! ¡La elegida de Dios! ¡Mi salvadora, mi amiga incondicional, mi maestra, mi ídolo, quiero ser como tú! - no pude evitar llorar de emoción y arrepentimiento - ¡No soy digno de tu presencia, sólo soy un vulgar ladrón desesperado y desolado por los crueles azotes de la vida! ¡No soy digno! ¡Eres... eres Jesús! - me incorporé un poco dubitativo - No... no puedes ser Jesús porque eres una mujer. Hmmmm... ¡Ya sé! Eres... !Jesulina! ¡O... o la Virgen María (aunque no sé si eres virgen ni me importa)! ¡O simplemente un ángel enviado directamente por Dios!
Me levanté de golpe, corrí hacia el cinturón y volví a abrochármelo, luego la miré con una sonrisa inocente.
- ¿Aceptáis mascotas? Es que... tengo un perrito ahí fuera que está esperando a que vuelva con algo de comida. Si pudiera quedarse aquí, aunque sea en el jardín, entonces esto sería perfecto. Y me llamo Alexalmo - me incliné en una reverencia -. Es un honor.
Alexalmo- Vampiro Clase Media
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