Días de borrasca. [Privado/Alexis]

Su historia, tendría que empezar con sus padres, pero ahí terminaba todo. Aquel recuerdo taladrando su cabeza, aun podía recordar a aquel hombre, entre sus sueños aun podía vislumbrar su sonrisa, sus ojos claros, su maldita mirada, aquel porte elegante, su figura que le parecía enorme y la forma en la que pronunciaba su nombre pero también el escenario se volvía oscuro, esa figura paterna alejándose y después todo ardiendo en llamas, pero eso ultimo ya era producto del sueño. Y despertó, aterrado, agitado, casi muriendo por aquello, lo había olvidado, ignoró aquello durante mucho tiempo. Incluso el apellido se había aclarado en ese momento, jadeó buscando la camisa, simplemente se la puso sin abotonar y camino hasta la ventaba recargando la frete sobre el cristal sintiendo su corazón salirse y hacerse cada vez mas grande sobre su piel como si buscará escapar. – VanVollehoven… -Susurró con rabia, con enojo, con ese toque tan extraño y ajeno a él. Alzó la mirada viendo aquella ciudad que se alzaba imponentemente gris frente a él. Paris, siempre fue su hogar, estaba de regreso ahí pero no como ponerse a recordar pensó que había olivado todo pero jamás fue así. Había nacido y crecido ahí pero también murió en ese mismo lugar hasta que decidió regresar cuando todo se calmara en sus pensamientos pero de algún modo pensó que enfrentarse a ‘él’ sería lo mejor. Ajustar cuentas, aquel hombre debería darle alguna explicación.

Tan solo espero a que amaneciera mientras sostenía un sobre que contenía aquellos recuerdos, empezando con su nombre. Ahora le sonaba como si fuera el de alguien mas. Ella le podía ver desde ahí y él podría sentirla, aquella sensación familiar, su olor haciéndose mas fuerte en la habitación. –‘Así que irás’ –Si, le podía escuchar, solo asintió y se levantó dejando aquel sobre sobre la cama. Ella le repetía que podía llevarlo pero como era demasiado testarudo tenía la certeza de recordar la dirección. Tan solo cogió aquel sobre de nuevo, se abotono la camisa y salió casi de inmediato, era demasiado pequeño cuando dejo aquella casa, quizás no recordaría pero siempre la tenía a ella ahí cerca aunque no quisiera. Se encamino por aquellas calles, buscando, dejando que el sol avanzara rápidamente, no quería hacerle una visita matutina, ¿qué le diría?, ni siquiera lo había pensado, ni traía armas consigo, no las necesitaba, pensaba que con sus propias manos podía matarle. Ver su cara de imbécil tras esos años haría que se quedará sin palabras, seguro que toda esa rabia contenida saldría.

Esa calle, aquellas casas, el tiempo parecía haberse detenido, Thompson se situó ahí sin dar paso alguno, ella le miraba como preguntándose si se acordaba de la mansión. Parecía descuidada, como si el paso de los años se reflejara ahí, ¿acaso el bastardo sin suerte se había quedado pobre además de sin hijo y esposa?, no, no creía en ello, seguro que se había llenado de hijos y mujeres por doquier como siempre. Y llamo a la puerta. Una y otra vez, no quería parecer desesperado pero lo estaba. Buscaba al bastardo. Alexander VanVollehoven. Su padre, aquel que alimentaba su odio.

Estaba por desistir, observaba la fachada de aquella casa, en serio pensaba en algo tan extraño y estaba a punto de irse cuando escuchó el chirrido de la puerta al abrirse y se encontró con un mocoso, sí, eso era para él, un niño, enarcó una ceja, escuchó la voz grave del otro, parecía bastante maduro para lo que aparentaba y ahora que le veía con los cabellos así le recordaba a alguien, sin saberlo a su propio reflejo de hace años pero esa solo era la idea, no es que él lo pensará más bien había sido su ‘acompañante’, suspiro y se enderezo comportándose como lo que era en su rostro se dibujó apenas una sonrisa estaba nervioso y no sabía con que se encontraría a estas alturas. –Buenas tardes. –Dijo pasando la mirada al fondo, buscando recuerdos, la casa se veía tan deteriorada. –Busco al señor Alexander VanVollehoven – ‘o algo más, un dato, una pista’, pero solo se había quedado así.

Al ver al muchacho con mas atención de pies a cabeza como si fuese alguien insignificante, lo comprendió, lo entendió y su rostro cambio inmediatamente pero solo mostró sorpresa en una milésima de segundo. ¿Su hijo?, ¡si, no había dudas!, aquel muchacho era hijo del bastardo que se suponía era su padre. -¿Eres su hijo, cierto? –Ladeó el rostro como reconociendo el color de sus orbes, ese claro azul también lo portaba él, el color miel de sus cabellos, la tez blanca y mas facciones que sin duda habían sido heredadas por aquel que odiaba.

De pronto ese odio, esas ganas irrefrenables de verle se apoderaron de él, recordaba su niñez una y otra vez. Sin pedir permiso hizo al muchacho aun lado y entro en la casa, el jardín se veía limpio dentro de todo pero la estructura había cambiado de color e inclusive de forma como si apenas fuera habitable, su mirada se recorrió de un lado a otro, podía ver pequeñas aves color amarillo paseando por el pasto, un perro que sin dudas comenzó a atacarle a ladridos de pronto regreso la mirada al muchacho. -¡¿Dónde está? Dile que le busca aquel hijo que abandono hace muchos años! –Lo había dicho casi gritando que hasta el perro dejo de ladrar.

Esa casa, como olvidarla, él también había estado ahí, recordaba las habitaciones, los lujos, ahora lucía triste, sola, casi olvidada, le parecía sorprendente pero ¿por qué hasta ahora tenía esa sensación?, esa que le decía que su búsqueda era inútil, antes no tuvo presentimientos ni sensaciones raras, ¿por qué ahora?, los ladridos habían cesado, algo menos que crispaba sus nervios, pero el imbécil, ese estúpido que estaba frente a él, era el vivo retrato de ese hombre al que buscaba. Su mente se llenaba de preguntas, desde las más estúpidas hasta las más banales. ¿Se parecían, los tres?, tan solo de pensarlo le enfermaba, por algo había renunciado al apellido y si hubiese forma de cambiar de sangre lo haría sin pensarlo.

¿Eres imbécil o te haces? –Suspiró al verle de pies a cabeza, si era su hijo, ese chico debía lucir como un hombre de clase, de sociedad, no así de harapiento y descuidado, ¿qué había pasado entonces, el famoso VanVollehoven había ido a la quiebra?, buena venganza, la justicia no era ciega después de todo o él solo se burlaba. –A ver idiota, te lo explicaré para que te quede claro.–Recorrió el jardín hasta el naranjo que estaba ahí, tomo unas cuantas y se le quedó viendo.–Este es tu padre, esta es mi madre, de ellos dos nazco yo… luego tu adorado padre–Susurró con ironía apretando la naranja hasta casi exprimirla.–Mata a su esposa, abandona a su hijo y se va de putas y conoce a tu madre o supongo que así paso y nace el bastardo que vienes siendo tu–Señalo una de las naranjas que estaban en el suelo ya picoteada y echada a perder.-Entiendes que soy tu… -Buscaba la palabra correcta, mientras pateaba la naranja podrida.–Vengo siendo algo así como tu hermano mayor y al que llamas padre también es el mío. ¿Entiendes o eres más idiota de lo que pareces?, aunque eso comprendo de donde lo habrás heredado.

Thompson no solo estaba ahí por eso, quería ver la casa, recordar viejos tiempo, claro no junto a aquel que odiaba, sin mas y dejando atrás al muchacho entró a la casa. Su sorpresa fue algo grata al saber que estaba mejor por dentro y sin dudas eso era obra de una mujer, parecía un hogar, sentía cierta calidez recorrió las habitaciones pero su visión traía esas lejanas imágenes, quería ir a la planta de arriba, se quedó de pie frente a una de las puertas de ese piso. ¿Estarían ahí todos esos recuerdos?, al menos a quien buscaba no.

Esas palabras resonaban, tumbaban en su interior algo que no podía describir, entre la excitación, la risa y la adrenalina, observó al chiquillo cuando se le atravesó, no había dicho nada, en algo tenía razón, quizás usar esas palabras para insultarlo no estaba bien visto para alguien de su clase. –Insúltala, está muerta, ¿qué más da? –sí, en realidad ni por respeto, que le insultaran a la madre era lo de menos.–Tu padre la asesino, así que no sería diferente si dices algo de ella, al fin y al cabo eres idéntico a él. –Susurró sintiendo aquello, ese ‘poder’ que para alguien como un chiquillo parecía bastante, no se había percatado de ello, de su mirada fiera y casi asesina pero si se ponía a su nivel sería un choque interesante.

Puso una mano sobre la cabeza de su supuesto ‘hermano’, sonrío y se inclinó para verle con fijeza. –No creas que una simple tormenta me asustará, tu nivel está por debajo del mío, solo déjame pasar. –Eso de menospreciar a la gente era típico de Thompson, al menos con quien consideraba ‘rival’, aun si la otra persona no tenía idea del porqué. Sacó algo una llave de uno de sus bolsillos. –Bien, llevemos esto en paz, quiero recuperar algo de aquí, ¿ves esto? –Puso la llave frente a los ojos del otro –Quiero lo que hay ahí. –Suspiró, se le quedó viendo mientras cruzaba los brazos, en realidad se parecía tanto a aquel hombre, en realidad el pequeño le recordaba a él, a esos años en los que cargó con la miseria sobre sus hombros, esos años en los que estuvo albergando odio, lo veía, esos ojos llenos de enojo ya los había vislumbrado en su propio reflejo, no cabía duda que ambos llevaban la misma sangre maldita.

-No solo es tu hogar, estas paredes están llenas de recuerdos para mí, cada detalle aun puedo recordar este lugar como la primera vez que lo vi, los lujos, el aroma, cada rincón es como si el tiempo no hubiese pasado, al menos en mi memoria y es un tanto doloroso verlo así para mí, viejo, a punto de caer, deteriorado, que si estuviera en mis manos salvaría este lugar, si pudiera… si tan solo pudiera retroceder. –Esas dulces y hermosas palabras, sus gestos habían cambiado de imponente a nostálgico, una vil mentira, Thompson moriría antes de mostrar que estaba sufriendo, eso lo había aprendido hace años, ahora solo podía ver la debilidad como un arma para apuñalar a las personas de buen corazón, tal como aquel chiquillo. Sabía que era bueno, podía verlo en su aura, sabía mucho de él, aun sin conocerlo porque eran idénticos.

Thompson sonreía al verlo, extendió su mano y se le quedó viendo. –Empecemos de nuevo, me llamo Adam…-hubo duda en cuanto al apellido, ¿debía decirlo tal cual era? –Adam VanVollehoven Thompson, vengo en busca de mi padre. –Sí, lo había dicho, al final solo quería entrar en confianza, ganarse a quien era su ¿hermano? Y atacar después, quería verlo muerto. –No soy idiota como has dicho, jamás me he cuestionado su existencia hasta ahora, jamás albergue la idea de que él estuviera muerto, supongo que sí, ¿puedes contarme como paso?, ¿lo sabes?, tan solo quería verlo una vez mas, quería arrancarme este odio y decirle que no había pasado nada entre nosotros y que aquellos rencores quedarán en el pasado. –Se recargó en la pared, viéndolo fijamente, suspirando y a la vez viendo a la nada, quería ganárselo, quería verlo caer en su pequeña red.