Mejor solo que mal acompañado [LIBRE]

El sol ha dejado atrás sus tenues rayos y brilla con intensidad. El colorido de las flores se abre camino entre el verde dominante de hojas y tallos cubiertas de rocío. La primavera ya estaba aquí.

Mientras disfrutaba de aquel bello entorno aproveché para recolectar un par de hierbas de las que había agotado existencias. – Que tranquilo está el jardín cuando no está esa panta de vagos e inútiles dando vueltas por aquí, tendríamos que cerrar más a menudo. Se lo comentaré a Aaron – Pensé mientras cerraba la bolsa en la que había metido todos los ingredientes que me hacían falta.

A pesar de mi edad no podía dejar de cuidar de esas plantas, no solo porque las necesite para mis ungüentos, brebajes y pociones, lo cierto es que me relaja. No son tan complicadas como las personas y podría decir que hasta más agradecidas

No había nadie más en el jardín, así que mis intenciones eran tumbarme bajo la sombra del nogal, sacar mi petaca y disfrutar de unos opiáceos. De pronto, antes de poder cumplir con mis planes oí un chirrido, provenía de la puerta de entrada. Ya no estaba solo.

Decidí escapar un momento de mis criados y adentrarme en los jardines botánicos. Era una idea que deseaba importar a España, tanta belleza floral reunida en un mismo sitio, con tanto conocimiento por aprender. Así que me decidí a entrar.

Mi primera sorpresa vino cuando un rayo de sol me cegó al entrar, mantuve los ojos cerrados unos segundos mientras me separaba de la luz y dejaba que mis ojos se acostumbraran a la luz que ahí se encontraba, mi vestido violeta no destacaba entre tanta vegetación colorida, como sí solía hacerlo en la ciudad, me encantan los vestidos cortos, algo totalmente prohibido para muchos, pero no tengo ningún reparo en llevarlos, es más, los prefiero antes que un vestido largo y molesto. Por lo que mi movilidad se hacía bastante fácil. Por desgracia había hecho demasiado ruido al abrir la verja, no es que estuviera prohibido estar ahí, pero no quería molestar a nadie con mi importunada visita.

-¿Hola? Perdón por el ruido. ¿Hay alguien?- Expliqué en voz alta mientras mi cuerpo se movia hacia un lado y levantaba la cabeza para poder ver a alguien.

Mientras hacia esto, miré hacia el suelo, y dejé de moverme, me acerqué más hacia el suelo, Belladona, una de mis plantas favoritas, flor muy bella, pero letal y oculta como ella misma. Siempre se había usado en ungüentos y en venenos, incluso en la edad media, las mujeres se lo echaban debajo de los ojos para que las creciera el iris. Yo podía encontrarle otros usos, más positivos por supuesto, pero no dejaba de pensar que esa planta tenía algo mágico, quizá ligado a su historia, a su nombre y a su antigüedad que hizo que me quedara embelesada.

Me acerqué sigiloso a la entrada. Alcé la mirada y allí la vi. Una preciosa joven de mirada penetrante que parecían dos esmeraldas. Al apartar la mirada de su rostro no pude evitar fijarme en esos voluptuosos senos, turgentes ocultos bajo un vestido de seda. Estaba claro que “la princesita” se había perdido.

- ¿Hola? – la joven se aproximó – Disculpe, está cerrado, vuelva usted mañana  

Cuando al final dejé de admirar sus atributos y le presté algo de atención a su aura pude detectar la magia en ella. – ¿Tendrá las mismas cualidades mágicas que físicas? - Pensé mientras una sensación de calor invadía mi cuerpo. Era como si una llamarada descendiera por mi pecho. Tenía que conocer su nombre.

– Si es tan amable de decirme su nombre podría hacerle una visita guiada por el Jardín. Será nuestro secreto – Dije, con la vana esperanza de que la joven accediese.

Un hombre apareció de repente, era un hombre mayor, alrededor de 50 años, bien llevados eso sí, bueno, si no fuera por su turbante barba y sus arrugas. Pero lo que me llamó más la atención fue su aura, era otro brujo, como yo. Esto me llevó a un dilema y a una dicotomía de pensamientos, ¿Era confiable o por el contrario, no lo era? Y...¿Hasta que punto lo era? Pero de todos modos, yo soy una persona que confia rapidamente en la gente, bueno en casi todos...y también me gusta pensar que no existe nadie que sea puramente malo, sino que las acciones que ellos ven positivas para el resto no lo son. Así que le daría una oportunidad, por supuesto sin desvelar mi identidad

- Ummm...me parece bien, es un buen trato como cualquier otro, así que,  me llamo Lian Muñoz, Gran Duquesa de España y nueva ciudadana en París, si es que puedo usar el termino de ciudadana, claro...Ohhh, eso sí, la visita debe ser corta, sino, es posible que mis guardias me busquen, y eso no sería nada bueno, imagínese si nos encuentran en  situaciones que no son lo que parecen como dandome una flor o...- Me quedé pensativa mientras me cruzaba de brazos, no sabía que más situaciones estrambóticos se me ocurrian, bueno, sí, algunas, pero eran demasiado descabelladas.

Me di cuenta entonces, que no ni siquiera me había presentado - Ohhh, pensará que soy Totalmente descortés por no haberle hecho esta pregunta antes, que vergüenza por mi parte pero, ¿Cuál es su nombre amable caballero? No pensará que marche con usted hacia lo oculto si ni siquiera conozco su nombre, ¿No?- Pregunté sin esperar respuesta alguna, era bastante obvio que tampoco la necesitaba, con su nombre me bastaba, es más, incluso puede que no le volviera a ver nunco. Pero eso con los brujos, nunca se puede decir y además...¿No dicen que el mundo es un pañuelo?. Quizás el destino me deparaba sorpresas que ni siquiera esperaba.

La joven empezó a hablar aunque lo cierto es que estaba algo distraído. Su tórax se movía al compás de su respiración. Dos pequeños bultos luchaban por ser liberados de aquel ceñido corsé, eran como dos brotes abriéndose paso por la tierra húmeda una mañana estival. Tenía la sensación de que me iba a sacar un ojo si los seguía contemplando. Aparte la mirada y conduje de nuevo a su rostro.

Cuando al final me decidí por prestar atención a sus palabras me enteré de su nombre, y de su procedencia. ¿España? Desconocía que por aquellos lares hubiese género de tal magnitud. Si solo la mitad de las hembras de la zona tuviesen  atributos similares a los de la joven bruja sería un reino idílico en el que no podía faltar mi presencia.

El monólogo de la muchacha empezaba ya a cansarme, no sé si es que le encanta hablar o simplemente está nerviosa. Su capacidad de oratoria dejaba mucho que desear, fue un alivio cuando decidió cerrar sus dulces labios. Aproveché para presentarme antes de darle tiempo a reanudar su verborrea.

- Me llaman Nibor, encantado de conocerla – dije haciendo un amago de reverencia – pero me podéis llamar como os plazca

- Duquesa, si es tan amable de acompañarme le mostraré el recinto – añadí mientras esbozaba una leve sonrisa

Nibor, ¿Es que acaso no tenía apellido? Era un hombre extraño, del cual sabía perfectamente lo que buscaba de mi, la verdad es que era bastante fácil darse cuenta de que cuando hablaba con él miraba ciertos atributos, debería molestarme, y en cierta parte lo hacía, pero, eso significaba que le atraia, y eso para mi es lo más positivo del mundo, que alguien le parezca atractiva es en mi opinión una de las mejores cosas que podía ocurrir, y, aunque no fuera a ocurrir nada quería disfrutar del momento al máximo, es decir, hacer que lo que él desea no lo consiga.

Le regalé una sencilla sonrisa ante su contestación y comencé a caminar junto a él. Esperaba que la visita fuera corta, y pese a esto no dejaba de pensar que probablemente me regañarían por haberme ido por mi cuenta sin contar con ningún tipo de protección, pero puedo cuidar de mi misma, tengo suficiente conocimiento mágico como para saber defenderme contra matones y nunca he luchado contra otras criaturas, pero creo que podría hacerlo. Llevaba ya un buen tiempo parandome en las flores más interesantes, traidas desde Asia, Africa, Oceania y America, todo concentrado en Europa, y es que Europa siempre ha sido el centro del mundo. Pero también sería interesante conocer esos sitios, su cultura, su manera de pensar, sus esquemas de vida. De repente me paré para contemplar la lavanda, cuando mis pasos erraron y yo me agaché para poder apreciarla mejor, era sin duda mi favorita de entre tdoas las plantas, su olor lo inundaba siempre mi habitación del palacio, que con unas gotitas de una pócima creada con aceite de argan le daba un toque mucho más oloroso y si abría las ventanas de mi dormitorio podía ver todo lo que se extendía cerca del palacio, era una imagen tan bella que me gustaría volver a verla, supongo que hay algo de cierto en lo de que no te fijas en las cosas pequeñas hasta que las pierdes. Y su color además era mi color favorito, violeta, color mágico y relacionado siempre con la magia, el misterio, la noche y los sueños. Me hubiera gustado poder quedarme un poco de él...así que me agaché con las rodillas en el suelo para poder tocarla y recoger un poco de su olor...era tan, cautivador.

- Disculpe, pero...¿No sabrá de algún herbolario donde vendan este tipo de plantas? O semillas para cultivarlas...porque me gustaría tener algunas, es que verá, me interesaría mucho financiar la creación de un jardín botánico en España, en Madrid concretamente, aunque no sé con quién debería hablar sobre esto - Concluí mientras mojaba los labios para dar un toque más brillante a ellos, si quería conseguir la información tendría que poner a prueba alguna táctica. Rapidamente saqué de mi cinturón uno de los abanicos que siempre llevaba conmigo, floreado y colorido, y entonces con un suave gesto de la mano, se abrieron sus pliegues y me lo coloqué a la altura del pecho y comencé a mover el abanico, aparentando calor, aunque en realidad, en un sitio cerrado con tantas ventanas y el sol atizando fuerte como estaba haciendo ese día, era normal que muriera de calor. - Ummm....que calor hace aquí ¿No? ¿Cómo puede aguantarlo? Cuenteme cómo es su trabajo o ¿Cuál es su flor favorita? Quizás así se me pase el calor...- Dije mientras con la otra mano libre me la colocaba a la altura del cuello y me daba pequeñas caricias como si intentara secarme el sudor.

Llevábamos paseando ya un rato por el jardín. Lian y yo no dejábamos de contemplar la belleza del lugar, aunque yo no le prestaba mucha atención a la vegetación. Le fui enseñando la extensa variedad de la que disponíamos y de todas las flores, plantas y árboles de la zona, ella se fijó en una de mis plantas favoritas. El color violeta de la adormidera la cautivó, cosa comprensible, su aspecto similar a la de la amapola y sus fantásticas propiedades la convertían en una flor muy especial

- Disculpe, pero… ¿No sabría de algún herbolario donde vendan este tipo de plantas? – dijo la joven. ¿Seguro que quería “este tipo de plantas”? Estaba dudando si era por la belleza de la flor o por sus propiedades psicotropias. ¿Querria probarla? No creo que fuese ese tipo de mujeres, para decía demasiado dulce y pura.

No dejaba de hacerme una pregunta tras otra, pero… ¿no se daba cuenta que era imposible responderla si no dejaba de hablar? – Ummm… que calor hace aquí ¿No? – dijo mientras una gota de sudor se deslizaba por su cuello hasta perderse en la profundidad del escote. ¿Calor? Claro que tenía calor, y no solo por el sol. Aún así su afán de información no disminuia.

- Lo cierto es que si que hace calor – dije en cuanto tuve la más mínima oportunidad de hacerla callar sin ser descortés. – Tal variedad de plantas como de la que disponemos aquí no la va a poder encontrar en un herbolario. Podríamos llegar a un acuerdo para darle algunas de nuestras semillas y esquejes más raros - añadí, para poder graduar el nivel de inocencia de la joven.

Mientras seguíamos avanzando, el olor a hierbabuena y cáñamo inundaban el ambiente, entonces aproveché para hacerle una pregunta más. - Si lo desea, puedo mostrarle remedios medicinales, tónicos, brebajes e incluso substancias que le abren la mente y permiten que las ideas fluyan con mayor nitidez. Pueden extraerse de plantas del lugar. En caso de que le apetezca probarlas, solo tiene que decirmelo

Off: Perdón por la ausencia, y la poca inspiración

On:
Pensé en la posibilidad de hacer un "donativo" al jardín botánico por su amable ofrecimiento para obtener semillas y esquejes, la mayor parte tendrían que ir destinados al jardín botánico de Madrid, y una pequeña parte, me las quedaría yo, quería extraer sus propiedades y analizarlas, estoy interesada en posibles medicinas derivadas de estas plantas, ungüentos, colírios y otros- La idea era cierta, me interesaba buscar medicinas y pociones protectoras con ellas, el mundo de la herbología nunca ha sido mi fuerte, pero antiguamente casi todo el poder residía en las plantas, todavía algo de ese encanto debe resistir en esta sociedad cada vez más industrializada

Tantos olores y colores me tenían sumamente fascinada, era como entrar al paraíso, con estos olores se podrían hacer los mejores perfumes, con el que pasearse por todos las cortes del mundo o un artista podía hacer algunas de las mejores pinturas aquí.

Escuché sus preguntas y me indigné un poco cuando empezó a comentar sustancias que abren la mente, había oído suficiente de eso, como la absenta de la que se hablaba en París, no la había probado y en ningún momento lo haría, por quién me tomaba - Oh, no se preocupe, no deseo abrir mi mente para entrar dentro de mis propios pensamientos, creo que hay otro tipo de técnicas mucho mejores para hacerlo, eso sí, estoy muy intrigada por el proceso por el que se saca la savia, la esencia de la planta, que es muchas veces con la que se elaboran la mayor parte de las medicinas y usos de estas plantas. ¿Me podría hacer una demostración si es tan amable, y después hablaremos de negocios? Pregunté intrigada, es cierto, sabía hacer pociones, pero nunca había aprendido a poder sacarle todo el potencial a las plantas, que podrían ser más necesarias que nunca aquí en París.