AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Hambre ♥ Privado
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Hambre ♥ Privado
♥ Todo lo vence el hombre, menos el hambre.
¿Había dormido mucho o poco acaso? Ya ni lo recordaba…
Caminaba entre la gente, por momentos con pasos agiles, otras con algo de torpeza. Zigzagueaba entre los sonidos, entre las voces y griteríos propios de una calle bastante transitada.
Miraba mis botas sucias y de cordones sueltos. Vislumbraba los adoquines negros que iba dejando atrás con mis pasos. Sentía frio en la espalda y calor en mis labios resecos que cada tanto relamía solo para asegurarme que aún seguían allí. Caminaba sin rumbo, sin saber concretamente haciendo donde iba o de que escapaba.
Tenía hambre, mucho hambre.
Dos días atrás conocí a un gordinflón que se dedicaba a vender joyas a los ricos o algo así. Paseamos en su carruaje toda la tarde mientras le escuchaba contarme historias sobre todas y cada una de las celebridades de la ciudad a las que él conocía. Más de la mitad de los apellidos jamás los había oído, pero como sonaban difíciles de pronunciar supuse que eran de gente importante.
Acercándose la noche me llevo a una hermosa residencia afueras de la ciudad. Un jardín enorme, de arbustos podados con formas delicadas rodeaba aquella mansión de dos pisos. Allí me duche, comí cualquier tipo de manjares y bebí vino. Mucho vino.
Allí mismo me acosté con el grandulón, que luego del primer coito quedo plenamente dormido a mi lado. Desnudo me levante y me acerque a una de las tantas ventanas de aquella habitación. Mire al cielo y en silencio me pregunte a donde iría a parar cuando saliera el Sol. Si mal no recuerdo me dormí sin encontrar respuesta.
Al otro día ya me encontraba en la ciudad de nuevo y con la paga del viejo pude ponerme al día con el alquiler del sucucho de pensión donde podía descansar.
Dos días atrás… Dos días atrás fue la última vez que había comido algo. Por eso tambaleaba, por eso parecía un muerto vivo sin rumbo exacto, dejándose llevar por las oleadas de gente que pasaba a mi lado pechándome bruscamente, dándole nueva dirección a mi andar ¡Joder, quería algo de comer! Nadie ofrecía una moneda, nadie me había echado el ojo hacía ya dos putos y enteros días.
Los parpados comenzaron a querer cerrarse. Mi cabeza se negaba a que eso pasase. Respiraba hondo mientras juraba que las tripas se retorcijaban dentro de mí. Di unos pasos más, mejor dicho una especie de zancadas antes de que mi torso comenzase a pesar como un inmenso saco de granos arroz. De repente todo se hizo silencio. Veía a la gente pasar, veía sus bocas moverse y hacer gestos, pero nada escuchaba. Pero nada se detenía. Para ese entonces me di cuenta que caí de rodillas en el suelo y nadie lo había notado siquiera.
¿Había dormido mucho o poco acaso? Ya ni lo recordaba… El hambre cegaba hasta mis mas recientes recuerdos.
Última edición por Yves el Jue Abr 24, 2014 10:16 pm, editado 1 vez
Yves Lébedev- Prostituto Clase Baja
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Re: Hambre ♥ Privado
Me sentía especialmente simpática hoy, no sabía la razón, pero lo hacía, quizás se debiese a que llevaba días sin tener esas visiones que me atormentaban. No tenía ningún sentido que las tuviera, no había tenido hasta ahora premonición o incluso reminiscencia para poder hacer esto...¿Estaría desarollando otro poder? ¿Eso se podía hacer después incluso de tener los que tenía? No, esto era algo distinto, algo diferente, podía sentirlo dentro de mi. Era una advertencia, que digo una advertencia, algo peor que eso, algo que no podía parar, era una amenaza, una señal de lo que ocurriría y si me perturba tanto en la noche no sería bueno...
Mientras intentaba despejar esos pensamientos de la cabeza decidí ir sola por las calles de París, era de día, así que no habría problema ninguno en que los guardias me dejaran andar un rato sola, además, en primavera París es preciosa, si omites la suciedad, algunos casos de polución en el aire y si esquivas a toda la muchedumbre que se afana por ir al mercado, también omitiendo a los ladrones, asesinos, cadáveres y sangre que pululaban a veces por las calles e incluso a los cortesanos, bueno, esos no, que están de buen ver. Caminando por la calle pude distinguir entre el gentío a un hombre arrodillado ¿Sería un mendigo? Si algo me daba verdadera pena en una ciudad era un mendigo, por cuantas atrocidades habrá tenido que pasar, cuanto dolor, cuando sufrimiento y sin nadie que le preste atención, y como él, cientos de parisinos igual, pero lo más triste era que la clase alta que tanto presumía de su dinero y de sus obras monumentales no moviera un dedo para ayudarles, ¿acaso no sentían pena por esa gente? ¿Qué ocurriría si ellos hubieran estado acabado ahí o si sus industrias no fueran tan poderosas o si hubieran fracasado sus fábricas y talleres? Serían como esa masa de gente que no puede seguir y están estancados así que...¿por qué mirarles por encima del hombro? Otra cosa era la realeza, nosotros teníamos méritos para poder hacerlo, y aunque muchas veces lo hacía, no me enorgullecía después mostrarme mejor que los demás en ese sentido. ¿Pensaba que lo era? Creía que sí, es decir no todo el mundo está en la realeza y nobleza, algo habrán tenido que hacer nuestros antepasados o nosotros para tener ese mérito ¿no?
Me acerqué al hombre y saqué una poción reconstituyente que hacía varias veces en mi hogar, era fácil, le ayudaría a acercarse a este mundo y le serviría de solución temporal, pero al menos así podría contarme su problema, nunca me lo había planteado, pero ¿Habría por aquí algún albergue o algo para pobres? Porque me encantaría contribuir a mejorar la situación de esta pobre gente...
- Dígame, amable ciudadano ¿Qué le ocurre?- Le comenté mientras me agachaba como él para que sintiera mi cercanía y con la otra mano metía mi derecha en mi bolsa de monedas y le entregaba varias de ellas. Quizás así me hablara.
Mientras intentaba despejar esos pensamientos de la cabeza decidí ir sola por las calles de París, era de día, así que no habría problema ninguno en que los guardias me dejaran andar un rato sola, además, en primavera París es preciosa, si omites la suciedad, algunos casos de polución en el aire y si esquivas a toda la muchedumbre que se afana por ir al mercado, también omitiendo a los ladrones, asesinos, cadáveres y sangre que pululaban a veces por las calles e incluso a los cortesanos, bueno, esos no, que están de buen ver. Caminando por la calle pude distinguir entre el gentío a un hombre arrodillado ¿Sería un mendigo? Si algo me daba verdadera pena en una ciudad era un mendigo, por cuantas atrocidades habrá tenido que pasar, cuanto dolor, cuando sufrimiento y sin nadie que le preste atención, y como él, cientos de parisinos igual, pero lo más triste era que la clase alta que tanto presumía de su dinero y de sus obras monumentales no moviera un dedo para ayudarles, ¿acaso no sentían pena por esa gente? ¿Qué ocurriría si ellos hubieran estado acabado ahí o si sus industrias no fueran tan poderosas o si hubieran fracasado sus fábricas y talleres? Serían como esa masa de gente que no puede seguir y están estancados así que...¿por qué mirarles por encima del hombro? Otra cosa era la realeza, nosotros teníamos méritos para poder hacerlo, y aunque muchas veces lo hacía, no me enorgullecía después mostrarme mejor que los demás en ese sentido. ¿Pensaba que lo era? Creía que sí, es decir no todo el mundo está en la realeza y nobleza, algo habrán tenido que hacer nuestros antepasados o nosotros para tener ese mérito ¿no?
Me acerqué al hombre y saqué una poción reconstituyente que hacía varias veces en mi hogar, era fácil, le ayudaría a acercarse a este mundo y le serviría de solución temporal, pero al menos así podría contarme su problema, nunca me lo había planteado, pero ¿Habría por aquí algún albergue o algo para pobres? Porque me encantaría contribuir a mejorar la situación de esta pobre gente...
- Dígame, amable ciudadano ¿Qué le ocurre?- Le comenté mientras me agachaba como él para que sintiera mi cercanía y con la otra mano metía mi derecha en mi bolsa de monedas y le entregaba varias de ellas. Quizás así me hablara.
Lian Muñoz- Hechicero/Realeza
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Re: Hambre ♥ Privado
♥ La generosidad no consiste en que me des algo que yo necesito más que tú,
sino en darme algo que tú necesitas más que yo.
sino en darme algo que tú necesitas más que yo.
No creía en la generosidad. Quizás con el tiempo había ido perdiendo la esperanza en cualquier bien obrar humano, pero en mi interior, jamás confiaba en que alguien accionaba por otra persona sin buscar algo a cambio. El interés podía ser obvio o quizás vilmente camuflado, pero generalmente siempre estaba allí. Nadie tiene en su ser tanta bondad como para andar desparramándola solamente porque sí.
Los sonidos volvieron a mis oídos en el instante en que aquellas monedas doradas chocaron contra el suelo, justo a mi lado. Su brillar era inconfundible ¿Acaso habían caído del cielo? Sonreí levemente por creerme tal tontería y con la fuerza que me quedaba busque al dueño de aquel dinero.
Era hermosa, llamativa. Aunque mis entrañas crujieran de hambre aun podía distinguir aquella belleza frente a mis azulados ocelos, proyectantes del vacío cotidiano, sumándole a eso la extraña sensación de desvanecimiento que cada vez crecía un poco más en mi agotado ser.
- No me sucede nada… Solo… tengo mucha hambre – respondí relamiéndome los labios, jurando que mi lengua degustaba aquella fragancia floral que la damisela a mi lado desprendía de forma elegante. Nada como una ricachona perfumada para activar mis adormecidos sentidos.
- Igual, eso no tiene por qué importarle – despojé sin siquiera darme cuenta que para esos momentos mi entrecejo ya se encontraba bastante fruncido ¿Cuándo el hambre me había tornado malhumorado? Me avergoncé por sonar tan molesto y volví la mirada al suelo. Vi las monedas aun en el suelo y aferrándome al poco orgullo que me quedaba, me olvide de ellas, apoye las manos sobre los adoquines sucios y me reincorpore como pude. Mentiría si no dijera que tal acción, tan simple para un joven como yo me costó más de lo que pensaba.
- Una mujer como usted no debería de andar preocupándose por cualquier infeliz que caiga de rodillas por las calles – le extendí la mano, ni siquiera se bien el porqué, pero lo hice. Era el mínimo gesto, después de todo estaba de pie gracias a ella. A su aroma. A su llamativa belleza.
Yves Lébedev- Prostituto Clase Baja
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Re: Hambre ♥ Privado
OFF: Siento la ausencia...por favor no me mates, el próximo será más rápido...mucho más, espero XD
Pude ver como el chico se apoyaba sobre el suelo para levantarse, haciendo que mi cara se colocara en una posición contrariada pareciendo una mezcla de ilusión con algo de asco porque, no es que el suelo de París fuera el suelo más limpio del mundo, en realidad, era bastante horrible y era bastante común encontrarse con orina, aunque claro, cuando hacía eso, yo no caminaba por esas calles tan sucias y si lo hacía lo hacía con vestidos ligeros. Pero la zona era bastante transitada por gente de buena cuna, nobles y gente de gran poder militar o político caminaba en ocasiones por aquí, así que sería habitual que lo limpiaran cada cierto. Quizás una ciudad con un servicio de limpieza pudiera funcionar...pero, seguro que me tacharían de loca por esa propuesta, que cada uno se limpie su calle me dirían. Sí claro, la igual que dejamos a los indigentes a que se cuiden ellos solos. Eso no es moral, ni rentable, ¿No sería más fácil pagarles y buscarles un buen alojamiento? Uno en el que se sientan satisfechos y felices con su nivel de vida, no uno de los más bajos donde vivan todos atocinados como animales, e incluso a algunos animales de la clase alta se les trata mejor que a ellos.
Con una sonrisa entonces, acepté la petición sin palabras del chico y le agarré de la mano para después acompañarle del brazo hacía un puesto del mercado, en el que se encontraban todo tipo de frutas manzanas, naranjas, uvas, manjares de todo tipo en cuanto a frutas se refiere. Y entonces pude hablar con uno de mis criados -Por favor, puede elegir una fruta de cada y juntarlo todo en una de las cestas? Vamos a aprovechar el día de hoy para ayudar a este joven a ser un poco más feliz- Dije mientras miraba sus ojos azules y le sonreía. No sería de mucho pero si podía mitigar su dolor, me daría por satisfecha.
Después me dirigí agarrada a él a un puesto de panecillos regentado por dos niñas, una de 5 años y otra de 3 mientras una madre miraba su trabajo, las tres estaban tiritando, y en los huesos, y como era posible que tuvieran esos bollos y baguettes calentitos y se resistieran, la pequeña estaba tentada a coger uno de ellos pero rápidamente su madre, la dio un leve toque en la mano, indicándola que no debía de tomarlos, puesto que era para los clientes. Era muy triste ver a la gente pasar y que nadie se fijará en sus caritas, mientras la pequeña lloraba al ver como no podía comer y su hermana se tomaba la barriga. Esto no era maneras de vivir, y no podía bajo ninguna circunstancia que nadie viviera así, teniendo que preocuparse por si pueden o no comer. - No llores bonita, aquí viene tu prima a ayudarte, por favor señora podría comprar unos bollos para usted, he visto que lo reservan todo para los clientes, pero no saben apreciar un buen manjar cuando lo ven, así que después quiero que le den 2 baguettes a mi dulce acompañante, que las necesita bastante, ohhh y me gustaría conocer su historia - Acabé de explicar mientras sacaba una bolsa con un montón de dinero y se lo ponía en las manos de la niña mediana, que se sonrojó y emitió una enorme sonrisa, era rubia y cuando movió su cabello para observar las monedas parecía que destellaba bajo el sol, justo como mi acompañante. La mujer me explicó entonces entre mordisco y mordisco que ella y su marido regentan una pequeña panadería a la que se dedican todos los días, por desgracia el propietario del inmueble quería echarles por no poder pagar las deudas, vivirían de pedir o de vender flores por la calle esperando que alguna alma caritativa las ayudara. Pero en la práctica siempre era igual, o tenías buenos contactos o acababas haciendo trabajos indeseables o peor, empleando a tus hijas hasta que murieran por alguna enfermedad o en la desesperanza, y no hay nada peor que morir sin esperanza y solos. Era muy triste su historia y por supuesto no iba a quedarme de brazos cruzados cuando podía evitarlo. -Ummm, tengo una idea, ¿Porque no trabajan para mi como reposteros? Tendrían un sueldo fijo y podría ayudarles a mudarse a un lugar mejor, no quiero ver a estas niñas sufrir, así que incluso podría contratar a alguien para que las enseñara a ser señoritas y a labrarse un buen porvenir, y...no admito un no por respuesta- Sonreí mientras mi mano izquierda acariciaba la carita de ambas niñas, algo sucias, pero eso no me importaba, ya que un niño no se merecía eso.
Tras observar la reacción del dulce compañero de aventuras decidí preguntarle de forma directa - Quizás soy demasiado amable...y estúpida, pero no sé, me sienta bien ayudar a la gente y tengo que ayudarte a ti también... Así que, ¿por que no seguimos con un buen lavado? Hay posadas donde ofrecen ese servicio, y creo que te hace falta... Ohhh y, debo decirte mi nombre amable caballero.- Me separé de él para inclinarme y hacerle un cortés saludo - Mi nombre es Lian Muñoz, Duquesa española, pero no me conocerá, puesto que llegué hace poco a París, así que, es un placer conocerle. ¿Quién es usted? ¿Cómo ha llegado a esa situación de antes- Pregunté señalando el lejano lugar desde donde lo había recogido. Quizás, esta era una buena manera de granjearse amistades y contactos que podrían serme útiles, aunque me podía más la responsabilidad que mi propio egoísmo.
Pude ver como el chico se apoyaba sobre el suelo para levantarse, haciendo que mi cara se colocara en una posición contrariada pareciendo una mezcla de ilusión con algo de asco porque, no es que el suelo de París fuera el suelo más limpio del mundo, en realidad, era bastante horrible y era bastante común encontrarse con orina, aunque claro, cuando hacía eso, yo no caminaba por esas calles tan sucias y si lo hacía lo hacía con vestidos ligeros. Pero la zona era bastante transitada por gente de buena cuna, nobles y gente de gran poder militar o político caminaba en ocasiones por aquí, así que sería habitual que lo limpiaran cada cierto. Quizás una ciudad con un servicio de limpieza pudiera funcionar...pero, seguro que me tacharían de loca por esa propuesta, que cada uno se limpie su calle me dirían. Sí claro, la igual que dejamos a los indigentes a que se cuiden ellos solos. Eso no es moral, ni rentable, ¿No sería más fácil pagarles y buscarles un buen alojamiento? Uno en el que se sientan satisfechos y felices con su nivel de vida, no uno de los más bajos donde vivan todos atocinados como animales, e incluso a algunos animales de la clase alta se les trata mejor que a ellos.
Con una sonrisa entonces, acepté la petición sin palabras del chico y le agarré de la mano para después acompañarle del brazo hacía un puesto del mercado, en el que se encontraban todo tipo de frutas manzanas, naranjas, uvas, manjares de todo tipo en cuanto a frutas se refiere. Y entonces pude hablar con uno de mis criados -Por favor, puede elegir una fruta de cada y juntarlo todo en una de las cestas? Vamos a aprovechar el día de hoy para ayudar a este joven a ser un poco más feliz- Dije mientras miraba sus ojos azules y le sonreía. No sería de mucho pero si podía mitigar su dolor, me daría por satisfecha.
Después me dirigí agarrada a él a un puesto de panecillos regentado por dos niñas, una de 5 años y otra de 3 mientras una madre miraba su trabajo, las tres estaban tiritando, y en los huesos, y como era posible que tuvieran esos bollos y baguettes calentitos y se resistieran, la pequeña estaba tentada a coger uno de ellos pero rápidamente su madre, la dio un leve toque en la mano, indicándola que no debía de tomarlos, puesto que era para los clientes. Era muy triste ver a la gente pasar y que nadie se fijará en sus caritas, mientras la pequeña lloraba al ver como no podía comer y su hermana se tomaba la barriga. Esto no era maneras de vivir, y no podía bajo ninguna circunstancia que nadie viviera así, teniendo que preocuparse por si pueden o no comer. - No llores bonita, aquí viene tu prima a ayudarte, por favor señora podría comprar unos bollos para usted, he visto que lo reservan todo para los clientes, pero no saben apreciar un buen manjar cuando lo ven, así que después quiero que le den 2 baguettes a mi dulce acompañante, que las necesita bastante, ohhh y me gustaría conocer su historia - Acabé de explicar mientras sacaba una bolsa con un montón de dinero y se lo ponía en las manos de la niña mediana, que se sonrojó y emitió una enorme sonrisa, era rubia y cuando movió su cabello para observar las monedas parecía que destellaba bajo el sol, justo como mi acompañante. La mujer me explicó entonces entre mordisco y mordisco que ella y su marido regentan una pequeña panadería a la que se dedican todos los días, por desgracia el propietario del inmueble quería echarles por no poder pagar las deudas, vivirían de pedir o de vender flores por la calle esperando que alguna alma caritativa las ayudara. Pero en la práctica siempre era igual, o tenías buenos contactos o acababas haciendo trabajos indeseables o peor, empleando a tus hijas hasta que murieran por alguna enfermedad o en la desesperanza, y no hay nada peor que morir sin esperanza y solos. Era muy triste su historia y por supuesto no iba a quedarme de brazos cruzados cuando podía evitarlo. -Ummm, tengo una idea, ¿Porque no trabajan para mi como reposteros? Tendrían un sueldo fijo y podría ayudarles a mudarse a un lugar mejor, no quiero ver a estas niñas sufrir, así que incluso podría contratar a alguien para que las enseñara a ser señoritas y a labrarse un buen porvenir, y...no admito un no por respuesta- Sonreí mientras mi mano izquierda acariciaba la carita de ambas niñas, algo sucias, pero eso no me importaba, ya que un niño no se merecía eso.
Tras observar la reacción del dulce compañero de aventuras decidí preguntarle de forma directa - Quizás soy demasiado amable...y estúpida, pero no sé, me sienta bien ayudar a la gente y tengo que ayudarte a ti también... Así que, ¿por que no seguimos con un buen lavado? Hay posadas donde ofrecen ese servicio, y creo que te hace falta... Ohhh y, debo decirte mi nombre amable caballero.- Me separé de él para inclinarme y hacerle un cortés saludo - Mi nombre es Lian Muñoz, Duquesa española, pero no me conocerá, puesto que llegué hace poco a París, así que, es un placer conocerle. ¿Quién es usted? ¿Cómo ha llegado a esa situación de antes- Pregunté señalando el lejano lugar desde donde lo había recogido. Quizás, esta era una buena manera de granjearse amistades y contactos que podrían serme útiles, aunque me podía más la responsabilidad que mi propio egoísmo.
Lian Muñoz- Hechicero/Realeza
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Re: Hambre ♥ Privado
♥ Debemos desconfiar unos de otros.
Es nuestra única defensa contra la traición.
Es nuestra única defensa contra la traición.
En aquellos cuentos -donde la madre de Yves hasta encontró el nombre para él- se relataba que aunque sea una vez en la vida de cualquier humano, una serie de eventos inesperados se haría presente para sacudir el presente del escogido de turno. Parecía ser que aquel momento había arribado en la vida del ruso, que poco y nada comprendía sobre toda aquella hilerilla de acciones y palabras que salían despojados con tanta gracia y amabilidad de parte de aquella hermosa damisela con la que le había tocado cruzarse aquel día.
De naturaleza desconfiada, cada paso que Yves daba tras la elegante mujer le hacía preguntarse sobre cuál sería la solicitud de la misma tras todo lo que esta ofrecía –a primera instancia- de forma gentil y generosa. Para el ruso nada, ninguna acción, ninguna palabra, ningún gesto proveniente de otra persona era meramente “porque si”. Las sociedades cada vez se manejaban por reglas mucho más materialistas y la ley del “dar sin recibir” sonaba como algo ya totalmente olvidado ¿Por qué pensaría entonces el muchacho que esa sería la excepción? Por el momento no diría nada, no por ello olvidaría esa sensación de inquietud presente en su interior.
Parpadeo lentamente y sin más ¡Zas! Ya se encontraba tomado del brazo y siendo dirigido por aquella encandiladora fémina a lo largo del mercado que se abría frente a sus ojos. Esquivando transeúntes, algo distraído por los bocados, frutas y demases a su alrededor, el muchacho no sabía muy bien en que centrarse. Y a eso se le sumaba el hambre ¡Oh, la tragedia del hambre! Sus tripas retorcijándose, solicitando una probada de algo que despertase –o mejor dicho- que callase los gritos de sus papilas gustativas.
¿Por qué tanta generosidad? ¿Acaso la jovenzuela tendría tanto dinero para despilfarrar en una desconocido? Yves tomó atrevidamente una manzana de aquella cesta y sin más clavo sus dientes en ella. La piel de la fruta roja resonó cuando los caninos del ruso les fueron hincados.
¡Que manjar! Los ojos azules del cortesano despojaron un leve brillo, no de felicidad, sino más bien de alivio. Sintió deslizarse por su garganta el jugo dulce y exquisito de aquella manzana, y en ese instante, su estómago agradeció por recibir algo de alimento. Y cuando todo parecía haber terminado y sido resuelto, un nuevo jalón de brazo por parte de la dama llevaba al mancebo hacia otro sector del mercadillo.
Escuchaba la historia de aquella mujer y sus niñas de costado, como no prestando atención completamente. La naturaleza de Yves siempre le hacía lucir desinteresado y en verdad lo era. Nada en él despertaba un sentimiento poderoso, algo que cambiase aquel brillo opaco y perdido de sus ojos. Pero allí yacía aun, al lado de la damisela y oyendo los comentarios de ésta para solucionarle la vida a aquellos desgraciados que ahora parecían haber sido tocados por la mano de alguna deidad del más allá.
Quiso exhortar alguna palabra, cualquiera, pero no pudo. Incrédulo se encontraba para el momento en que la damisela se había presentado ¡Joder, que una duquesa le había ofrecido una reverencia! El entrecejo del ruso se frunció, como si más que honrado estuviese ofendido por tal acto ¿Era aquello una broma de mal gusto, de esas que los de alta alcurnia solían hacerle a los indigentes? El mancebo dejo caer la manzana de su mano y se mantuvo callado por unos instantes. Su ojos se mantenían fijos en los de la Duquesa, como tratando de dilucidar si había algo más en ella, algo que no fuese tan sincero y generoso como los accionares que proyectaba hasta ese entonces.
- Mi nombre es Yves, su Ilustrísima – respondió con una sonrisa repentina en sus labios, al momento que le hacía reverencia a la damisela como todo un servidor de la clase alta. Si aquello era una treta, el ruso seguiría el juego hasta poner a aquella desconocida en una posición de la que se arrepentiría prontamente. Nadie le tomaría por estúpido, siendo o no un muerto de hambre.
- Sería un inmenso honor disfrutar de un baño caliente, generosidad de vuestra parte – el muchacho volvió a acercarse a la Duquesa, mas manteniendo una distancia prudente, como las de su cargo merecen – La vida… Mejor dicho, mi vida ha pasado por muchos altibajos, Ilustrísima, algunos que vuestros oídos no deberían ni siquiera escuchar – adhirió no por creerlo así, sino por el simple hecho de que él no compartía sus miserias con nadie, después de todo, era lo único que solamente el poseía.
Soportando las ganas de probar alguno de esos bocados comprados por la damisela real, el muchacho quedo a expectativas del próximo paso de la Duquesa ¿A dónde le llevaría esta vez? Donde fuese, su farsa seguiría intacta. Él estaba seguro que podría descubrir los verdaderos planes de aquella mujer fuesen los que fuesen.
Yves Lébedev- Prostituto Clase Baja
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Re: Hambre ♥ Privado
Pude notar la desconfianza en su forma de hablar y en su mirada, en cierto modo, podía llegar a entenderlo, era normal que los nobles nos presentamos como altivos y que intentamos reírnos de las clases más desfavorecidas, pero lo que hagan algunos de los individuos no reflejan al resto de la sociedad y eso era algo que había que tener en claro. Pero la gente se suele llevar por estereotipos, incluida yo, que me dejo llevar por ellos también. Así que comprendía su situación, pero no por ello iba a dejar de actuar como antes.
- Yves es un nombre precioso, pero no es de aquí, ¿verdad? Además, noto su acento diferente al resto de franceses -Más que una pregunta era prácticamente una afirmación de que era extranjero como yo, pero eso no tenía porqué ser malo. Además siempre me interesaba conocer otras formas de pensar y de sentir distintas a las de mi cultura.-Entones, qué te parece ir a...¿aquel sitio de allí?- Pregunté mientras señalaba un stiio con un gran cartel a lo lejos, que me mostraba el camino hacia una posada en la que probablemente obtendríamos comida y baños, aunque yo no lo necesitaba. De todos modos este chico me producía una pequeña sensación de ternura, un instinto protector para con respecto a él, y me gustaba, no sé y si podía ayudarle por un día podía darme por satisfecha, pero, ¿acaso esto no debía hacerlo de forma continuada?
No se preocupe señor Yves, podré soportar su historia, además, siempre es bueno que alguien le escuche, sino, se sentirá más solo y no es bueno estar solo mi dulce señor, en realidad, es lo peor que puede pasarle a alguien...- No lo dije, pero sabía perfectamente como se sentía alguien rodeada de gente y al mismo tiempo, sumamente sola pero él lo notaría por la expresión de mi cara, no era bueno estar sola, por lo que si ayudaba a alguien, esa persona sería más propensa a acercarse a mi, en ese sentido, sí podía parecer egoísta, pero yo no lo veía así...era simplemente altruismo, el hacer cosas por la gente positivas para ganar otra cosa positiva, es decir hacer algo por alguien que beneficia a ambos, eso no tiene nada de negativo. Camine por delante de él para mostrarle el camino mientras mis criados le seguían por detrás, formando una fila para llegar a la taberna - Está bien...ya hemos llegado ¿Le importa si paso primero? Pregunté mientras entraba, la taberna era grande y colorida, llena de tapices de historias medievales, y un buen ambiente relajado pero festivo al mismo tiempo. -Bueno, Yves, como mi invitado, tiene derecho a elegir donde sentarse claro está...así que elija mesa.
- Yves es un nombre precioso, pero no es de aquí, ¿verdad? Además, noto su acento diferente al resto de franceses -Más que una pregunta era prácticamente una afirmación de que era extranjero como yo, pero eso no tenía porqué ser malo. Además siempre me interesaba conocer otras formas de pensar y de sentir distintas a las de mi cultura.-Entones, qué te parece ir a...¿aquel sitio de allí?- Pregunté mientras señalaba un stiio con un gran cartel a lo lejos, que me mostraba el camino hacia una posada en la que probablemente obtendríamos comida y baños, aunque yo no lo necesitaba. De todos modos este chico me producía una pequeña sensación de ternura, un instinto protector para con respecto a él, y me gustaba, no sé y si podía ayudarle por un día podía darme por satisfecha, pero, ¿acaso esto no debía hacerlo de forma continuada?
No se preocupe señor Yves, podré soportar su historia, además, siempre es bueno que alguien le escuche, sino, se sentirá más solo y no es bueno estar solo mi dulce señor, en realidad, es lo peor que puede pasarle a alguien...- No lo dije, pero sabía perfectamente como se sentía alguien rodeada de gente y al mismo tiempo, sumamente sola pero él lo notaría por la expresión de mi cara, no era bueno estar sola, por lo que si ayudaba a alguien, esa persona sería más propensa a acercarse a mi, en ese sentido, sí podía parecer egoísta, pero yo no lo veía así...era simplemente altruismo, el hacer cosas por la gente positivas para ganar otra cosa positiva, es decir hacer algo por alguien que beneficia a ambos, eso no tiene nada de negativo. Camine por delante de él para mostrarle el camino mientras mis criados le seguían por detrás, formando una fila para llegar a la taberna - Está bien...ya hemos llegado ¿Le importa si paso primero? Pregunté mientras entraba, la taberna era grande y colorida, llena de tapices de historias medievales, y un buen ambiente relajado pero festivo al mismo tiempo. -Bueno, Yves, como mi invitado, tiene derecho a elegir donde sentarse claro está...así que elija mesa.
Lian Muñoz- Hechicero/Realeza
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