Campana sobre la sed y el hambre| privado

por **Cesare Borgia** Miér Abr 25, 2018 11:58 pm

La noche llega y aquel hombre sale, ¿su atuendo de cardenal? No, sale con su atuendo normal de cualquier hombre o caballero, así nadie sospecharía que una Eminencia esta en Francia para realizar un juicio de brujas. El viaje toma más de lo esperado, una, dos, tres semanas casi un mes y eso sin descansar mucho, solo para que los caballos descansen y beban agua, una que otra noche sus amos, pero de ahí la urgencia de llegar era por acabar con las dudas que se habían sembrado en Paris por aquella cacería y muerte (bueno no habían dejado cadáveres sino que los había hecho una pira humana) y eso había levantado más sospechas.

La reunión sería en medio del bosque, pero su eminencia dudaba mucho de aquel tipo, mismo que había sido anteriormente azotado por su imprudencia y falta de decoro dentro de las misiones. Llegó antes de la hora acordado esperando aguardando con la mano en el mango de su espada y esos ojos cerrados percibiendo los movimientos de aquel bosque. Aquella cruz se desplaza por la túnica negra que oculta al hombre tras la máscara de su eminencia. El sonido de una voz así como unos movimientos hacen que su Eminencia tome su espada apuntando al extraño que resulta ser una mujer.

Su mirada bajó para ver las flores que la mujer hablaba, enarcó una ceja estrechando los ojos observándola guardando la espada –¿Es acaso usted una hechicera, madame?–…enarca la ceja preguntando a la mujer a la que estudia de pies a cabeza en silencio aguardando su respuesta –Solo las brujas buscan plantas o hierbas en el bosque a estas horas para sus conjuros y maleficios ¿Acaso es una adoradora de demonio?– no mueve su pie de aquella hierba más bien la pisa con mayor fuerza retorciéndola hasta que quede marchita e inservible. Al menos hasta saber la verdad, más que nada por aguardar la espera de aquel hombre al que debía encontrarlo en ese lugar para dar las explicaciones de lo ocurrido en Paris hacía varias lunas atrás.

por **Elizabeth of York** Jue Abr 26, 2018 12:02 am

Escuchó las puertas abrirse, lo que le puso al hada una sonrisa de oreja a oreja, abrió la puerta y en cuanto lo vio corrió hacia él, colgándose de su cuello y dejándose caer sobre su pecho para depositar en sus labios un pequeño beso, restirándose levemente de él pero aún quedando enganchada en su cuello, con las piernas suspendidas en el aire. — ¿Te han dado el ascenso, verdad? ¿Nos vamos a ir de aquí? — Sus ojos desprendían un brillo especial, lo sabía, pero en cambio los de la miraban como si estuviera pensando en algo, lo que la congeló e hizo inmediatamente que se soltara de él mientras rezaba para que no le pidiera matrimonio, era demasiado pronto para ella, vale que había hecho cosas por él que nunca antes había hecho pero el miedo la inundó. No, imposible. Él no era de esos hombres que se comprometían a la primera de cambio, no dudaba de su lealtad y fidelidad, siempre había sido sincero y honesto con ella, por eso se fío de él y cometió tantas locuras. — ¿Quien? — Alzó una mano a su mejilla para acariciarla lentamente con el pulgar. — ¿Ha pasado algo? ¿Alguna operación que no ha salido como esperabas? ¿Algún paciente? — Estaba preocupada, pero tampoco quería agobiarle por lo que se alejó un poco de él, aunque aún así agarró su mano para tirar de ese enorme cuerpo y que entrara en el inmenso salón de ese piso para que lo contemplara. Se colocó tras él, rodeando su cintura con los brazos. — ¿Te gusta? Me he pasado toda la tarde preparándola y yendo de compras, incluso te he comprado un pequeño detallito — En ese instante pensó en los gemelos y la corbata que no pudo resistir comprar, después de todo ella era su mejor asesora de imagen. — También he cocinado, bueno, he hecho mermelada pero ya sabes que eso para mi es un logro — Pegó la frente a su espalda, abrazándose más a él como si así regresara esa seguridad que él siempre le daba y ahora le faltaba.

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