La representación esta noche se da en las calles. [Calé+Libre]

Recuerdo del primer mensaje :

Tenía la sensación de alguien la vigilaba, pero sabía que era mentira, pelirroja hacía tiempo que había dejado atrás a la última
persona con la que había hablado. Y eso era desde luego, bastante lejos.
Aún así aquella sensación de angustia no dejaba de atormentar mi mente
mientras acechaba a mi próxima victima.

Me situé-no sin antes haber escogido estratégicamente el lugar-en una de las calles que daban a la puerta principal del Teatro, desde donde me encontraba veía como personajes ataviados con ropajes demasiado ostentosos y caros entraban para ver alguna obra que reflejaba la miseria del pueblo dándole un toque romántico de forma que pareciera casi irreal.

Miré a mi espalda, no veía nada pues aquella calle estaba tan oscura como una cueva, lo cual hizo que mi nerviosismo aumentara considerablemente. Nunca me había sentido tan insegura como hasta entonces. Dudé de si seguir con lo planeado o si por el contrario dar media vuelta y volver con él.

Suspiré. Me serené. Miré al frente.

De ojos comenzaron a brotar unas lágrimas falsas, restregué mis manos en el suelo y después por mi cara dejando que la suciedad se acumulara en mis mejillas y después - con sentimiento de pena- rompí la parte superior de el único traje decente que tenía y el collar de perlas falsas que llevaba puerto. Ahora, era sin dudas, una mujer rica a la que había atracado y violado. Salí corriendo de la calle tropezando de vez en cuando.

-¡Que alguien me ayude! ¡Han intentado matarme!.- La gente miraba como si fuera una demente. Pero no tardarían en caer.

-¡Ahí está!- dijo la voz de un hombre que salía de las sombras.- ¡Es ella! ¡Quitadle todo lo que lleve! ¡Ese furcia ricachona no se irá de aquí sin habernos dado todo lo de valor!

Sonreí en mi fuero interno, mientras rompía a llorar con más intensidad. Fue entonces cuando un brazo se posó en mi hombro y me abrazó, entrándome al hall del teatro. Allí la luz era intensa.

Todo había salido como esperaba.

-¿Te encuentras bien? -dijo aquel hombre vestido con chaqué y de bigote blanco. Asentí mientras me lanzaba a sus brazos dándole un efusivo abrazo de agradecimiento . mis manos habilidosas comenzaron a buscar el dinero que portaba. Joyas u otro objeto de valor. Encontré dinero y un reloj de bolsillo de mano.- No te preocupes, los policías ya se encargarán de ellos, yo me temo señorita que debo irme, mi esposa e hijas me esperan para ver esta obra de teatro. Más no sea imprudente , no siempre la vas a poder salvar.

El hombre hizo una reverencia y se dirigió hacia la sala donde se encontraba el escenario. Allí se encontró con tres mujeres y desapareció de mi vista. Salí del teatro y volví a meterme en la calle en la que había esperado con nerviosismo. Distinguí una figura. Era él.

-No tenía mucho, pero tengo todo lo que llevaba.- dije refiriéndome a lo que había robado.- Deberíamos irnos, antes de que...

Pasara lo que ya había comenzado a suceder. Temía que las personas a las que había "contratado" -y a las cuales no tenía pensamiento de pagar- se volvieran contra mi en descubrirlo. Noté como una fría cuchilla se desplazaba por mi cuello sin herirlo, pero demasiado amenazante.

-¡Tú!- dijo desde detrás de mi.- Ya sabes que pasará si te acercas. ¡Danos el dinero furcia!

-Calé...ayúdame...- dije antes de sentir un fuerte golpe en el hombro.

Jamás le había visto perder la compostura de aquella manera, incluso llegué a cerrar los ojos para no ver su fiera expresión dibuja en el rostro. Me hablaba, pero sus palabras no podían llegar a tener sentid en mi mente por mucho que me detuviera a analizar cada una de ellas. Era como si no quisiera entender nada, mantenerme en un estado sereno y controlar la oleada de sentimientos y sensaciones que me inundaban era en ese momento lo que más me preocupaba pues estaba teniendo sin duda, la peor de las conversaciones existidas y por haber. Si es que a aquellos gritos y llanos por mi parte contenidos se podía llamar una conversación.

-Nunca he dicho que el amor se base en el dinero.- dije en voz baja cuando el acabó de escupir hasta la última letra cargada de veneno.- Y si, estoy celosa de esas muchachas sin nombre a las que nadie ama, porque solo por un momento, tienen algo que yo deseo y jamás podré tener.- hice una pausa para abrir los ojos ya que hasta el momento los mantenía cerrados por miedo a ver su marcha.-Pero amor no solo se alimenta de palabras e ilusiones, tu quizás seas adivino. Yo hasta el momento solo puedo creer, o no, en las palabras que la gente diga. Y hasta ahora sigo creyendo que solo soy una marioneta que manejas a tu antojo. ¡Vale! Lo reconozco, me das de comer, una cama. A cambio yo te e dado diez años de mi vida, siempre sirviéndote y adorándote ¿Y para que? Solo para acabar una noche que iba a ser como todas las demás en la noche en que me separo de ti. - Irremediablemente me puse a llorar, las lágrimas no dejaban de mojar mi rostro ennegrecido por la pobreza y el dolor.-Otra cosa, si piensas que quiero rime de tu lado por puro egoísmo estás muy equivocado.Pero al menos así no tendrás a ninguna adolescente soñadora que te hace de la rica vida una amarga travesía a tu lado por la que preocuparte y a la que darle tontas explicaciones sobre con quien te vas cada noche.

En realidad podrías haber seguido hablando, desahogándome aunque nadie escuchara mis lamentos y llantos y diera su hombro para que pudiera llorar sobre él. Pero a decir verdad encontraba realmente estúpido seguir parloteando. Como si hablar y llorar llevara a algún lado. Quería poder besarle, tener el suficiente valor para decirle las colas de una forma clara y sencilla, sin complicaciones. Pero no era capaz de reaccionar. La noche estaba empezando a ser demasiado larga, yo no tenía fuerzas de seguir hablando.

-Deja que pase esta noche contigo. Cogeré mi violín y las pocas cosas que me pertenecen. Antes de que amanezca me iré. Sin gritos ni llantos. Sin reproches. Te prometo que no te volveré a molestar más. Pero es demasiado tarde para que busca un lugar para poder pasar la noche, solo te pido este último favor.

-Haz lo que quieras, a partir de este momento eres libre de hacer lo que desees con quien desees. En este mismo momento has dejado de ser alguien bajo mi custodia; ahora ya podrás hacer las cosas como siempre has querido. Pero solo hay una pega, no podrás volver, ni rendirte, ni decir que no puedes más; hasta que de verdad lo sea. SI tanto lo deseas, tienes que ganartelo, espero que lo entiendas.- Aparté la mirada.- Y cuando creas que no puedes más, que estás a punto de reventar, sigue. Porque para mi, hasta el mismo momento en el que no estes apunto de echar el corazón por la boca... no serás bien recibida- comencé a andar.- Ahora, serás como las otras.-

La dejé atrás, ella sabía encontrar el camino a casa. Y si le pasaba algo, ya no era mi responsabilidad, ni mi misión, ahora ya no sabía si era algo mio, pero como se decía, nadie podía pertencer a nadie.

Vi por unos instantes como caminaba en dirección contraria a donde yo me encontraba. El mundo parecía dar vueltas y vueltas y era como si mi cuerpo fuera movido por la muchedumbre, oía los latidos de mi corazón, como si quisieran decirme algo mientras que mi cabeza ordenó que mis pies dieran media vuelta y me alejara de aquel lugar.

Caminé durante un par de horas, no quería llegar y verle despierto. Pero supuse que, por mucho que intentara negarlo, el se habría ido con cortesanas bellas y experimentadas y posiblemente al entrar en la pequeña -pero servible- caravana que tanto nos habia costado mantener estaría allí despierto, para martirizarme con su presencia , con su comportamiento frío y distante.

Llegué a la carreta sin mucha alegría puesta en mi, al entrar todo estaba oscuro -como de costumbre- comencé a guardar la poca ropa en un petate y aferré con fuerza lo único que me quedaba : un viejo violín. Iba a marcharme, pero me senté en un raído sofá que habíamos comprado por un precio demasiado económico a esperar que él llegara. Quería despedirme bien, por última vez.

No se cuanto tuve que esperar, quizás un par de horas más. Mis ojos se cerraban, pero la voluntad de verle de nuevo me mantenía despierta - además de la preocupación- hasta que unos pasos se escucharon al rededor de la carreta. Pero no podía saber a ciencia cierta si se trataba de él o no, solo tenía que esperar a ver que ocurría.

Después de pasar toda la noche bebiendo en los peores bares, y con la peor gente posible. Emborrachandome, hasta no poder andar en línea recta, y hasta que mis ojos tenían visiones de criaturas que creía que eran imposibles de existir. Conseguir llegar a casa... lo que se podría decir, sano y salvo. Intenté subir las pequeñas escaleras sin caerme, y sin hacer ningún movimiento brusco que me pudiera desestabilizar.

Al conseguir abrir la puerta, vi una sombra allí. Un tanto confuso busque una pared en la que poder apoyarme con seguridad, a sabiendas de que no me caería, o tropezaría con algún intrumento o objeto que estuviese tirado por el suelo. Logré poner mi mejor cara - dentro de lo que mis condiciones me lo permitían- y hablé con la voz un tanto cascada.

-¿Qué quieres?-

Al ver el estado en el que llegó no me sorprendió lo más mínimo, muchas noches había llegado así, normalmente cuando alguna de nuestras estafas no había salido tal y como esperábamos. Esta vez era diferente, aparentemente el único motivo de que podía haber tenido era nuestra discusión, pero al fin y al cabo solo era eso una discusión.

Me sentí, en cierto modo culpable al pensar que coas malas podrían haberle ocurrido por ahí. El enfado se esfumó como el humo de una pipa, volví a ser por unos instantes la Nimue de siempre. Pero volví a mi enfado a los pocos segundos, cuando solo dijo aquella simple frase: "¿Qué Quieres?

-No quiero nada,solo despedirme de ti...como es debido. Tu o estás en las mejores condiciones. -me acerqué a él para pasar su brazo por mis hombros y ayudarle a sentarse en el sofá. Aun que no sabía como iba a reaccionar.- Déjame que te ayude Calé, al fin de cuentas tu me has ayudado a mi mucho tiempo.

Al estar a su lado, pude captar el olor a alcohol barato y malo, a perfumes de cortesanas de poca monta. Estaba hecho un desastre, aún me costaba creer lo que mis ojos estaban contemplando.

-Ven, déjame que te ayude.- volví a repetir mientras cogía el brazo que tenía apoyado en la pared para pasármelo por los hombros y servirle como punto de apoyo.

La deje ayudarme, aunque no sabía si era lo correcto, lo que deería de hacer en ese estado. Lo único que quería era dormir, huír por unos segundos de la realidad, y que todo volvese a ser, como había sido ante; como siempre había sido. Al lllegar al sofá me deje caer, no quería saber nada de nadie; y menos de ella, en aquel mismo momento... era demasiado vulnerable, como para poder contestar con coherencia a sus preguntas o a cualquiera de sus palabras.

-Es curioso que tu no me dejes cuidarte, pero tu a mi si, ¿no te parece?- dije intentando articular cada palabra correctamente.

Desvié la mirada, hacía una de las ventanas cerradas. Intenté dislumbrar que habría al otro lado, seguramente la salido del sol ya habría comenzado. O algunas personas empezando su jornada laboral.... París se despertaba, pero yo no estaba compajinada con ella. Yo en esos momentos, solo quería dormir, huír, esconderme. Pero debía de hacer como si un nuevo día hubiese empezado ya.

Le acompañé hasta el sofá, me sentía demasiado débil como para quedarme allí, pero por otro lado verle allí, en aquel estado - y seguramente por la discusión que habíamos tenido- me hacía sentir como un trozo de excremento, inservible, inútil, una carga para todo el mundo. Quería llorar, gritar, destrozar todo lo que estuviera a mi alcance por causarle tantos problemas a la que posiblemente era la única persona que se dignaría a sentir -aun que solo fuera por cumplí con su misión- un poco de amabilidad.

-No digas tonterías Calé. Me has cuidado ya bastante, por ti yo no e hecho nada, solo e sido una carga, no quiero volver a discutir un tema ya zanjado. - dije lo más fría posible, pero en realidad lo que quería era sentarme a su lado y acurrucarme con él, sentir el calor de su cuerpo y hacer como si nada hubiera pasado.

Pero no podía. No debía.

En vez de eso me senté en el sofá, a escasos centímetros de él. Observando en un punto fijo a la pared de enfrente. Suspiré.

-Quítate la ropa Calé, la lavaré cuando estés dormido, por lo menos irás limpio un día más. No pienso dejarte en este estado. Ni tampoco la carreta. Esta que da pena. Tengo que limpiarla antes de marcharme. Es lo menos que puedo hacer.

No sabía como iba a reaccionar ante aquello, lo mismo me echaba a empujones de la carreta o me suplicaba que me quedara pero era más posible que pasara lo primero, por mucho que yo quisiera que no.

La miré he hice lo que me dijo, me desvestí quedando solo en ropa interior. Y la miré. No se acercaba a mí, como otras veces lo había hecho. Son un gestos eran un poco bruscos y forzados, no naturales y delicados, como siempre lo habían sido. Y su voz, siempre natural y clara.... estaba llena de intervalos.

Bufé, cogí aire, y me deje caer en la especie de sofá que dominaba en aquella carreta. No tenía ganas de hablar. Ni de dormirme, para saber que al día siguiente, o en apenas unas horas, todo iba a cambiar. Nada iba a ser como siempre había sido.... ahora, dejaría todo lo que tanto sufrimiento, sudor y lagrimas me había costado. Por su felicidad.

-No estas obligada- dije intentando darme la vuelta en el camastro- si quieres, déjalo, ya lo haré yo por la mañana.-

En ese momento, algo paso por mi mente, una persona, un hombre, alguien... una mano fuerte pero cuidada. Nimue, dándole algo. Me centré más, pero no logré dislumbras más que aquello, pequeños detalles sin importancia. Debería dejar el alcohol.

-No seas ridículo Calé, sabes de sobra que no lo harás mañana, ni pasado. No estoy obligada, pero siento que es mi deber, como mu..en fin. Olvídalo, deja que lave la ropa y listo. - intentaba no mirar su cuerpo, sabía de sobra que si hacía eso no había discusión que valiera la pena, me quedaría allí con él, para intentar protegerle al igual que el había querido hacer conmigo.

Tumbado en el sofá parecía más mayor de lo que en realidad era, estaba sucio y apestaba a alcohol y colonia barata. Su rostro reflejaba la amargura que sentía su cuerpo dolorido en ese momento seguro. Sus ojos cerrados no eran más que un simple gesto para no verme a mi, un simple gesto para olvidar lo sucedido o por el contrario para convencerse más de que debía marcharme cuanto antes.

Yo, por mi parte me sentía demasiado afligida por todo aquello. Tenía que hacer algo por esa noche para no estar observando cada movimiento que Calé hacía en sueños. Cogí una canasta de mimbre y metí todos los trapos sucios en ella incluyendo la ropa usada de Calé y unas cuantas camisas más que todavía no había lavado y lo dejé todo en la puerta de la carreta.

Pro como si nada hubiera pasado, me dirigí a unos de los estantes que había frente al sofá- donde guardábamos la poca comida que teníamos, algunos trapos limpios y agua potable- y cogí la botella de cristal que había con la poca agua que quedaba y un trapo que no estaba demasiado sucio. Me arrodillé junto a él y limpié el rostro ennegrecido como siempre había hecho cuando dormía y había pasado una noche extraordinaria con aquellas cortesanas.

-No quiero marcharme y dejarte así-comencé a hablar sola, ya que pensaba que se había dormido.- Pero me temo, que no hay otra opción para nosotros. Estarás mejor, al menos no tendrás dos bocas a las que alimentar. - pasé mi mano por su pelo para echárselo hacía detrás.-Pero irás echo un miserable, nunca te a preocupado tu aspecto, siempre has quitado unos zapatos de tus pies para dármelos a mi. - sonreí amargamente.-Soy una cobarde al no decirte lo feliz que me has hecho todo este tiempo mientras puedes escucharlo, pero una señorita de mi calaña no debe decir tales cosas.- le dí un beso en la frente y me incorporé con lágrimas en los ojos que después cayeron por mis mejillas silenciosamente. Fui a l puerta de la carreta y cogí la cesta.Sin mirar atrás.

-Estoy seguro de que es esa de ahí.- un hombre extrañamente familiar habló desde fuera.- Quemad la carreta. Arderán en el infierno por lo que han hecho.

Se escucharon unos pasos. El canasto se cayó de mis manos produciendo un sonido sordo. Mis pasos me llevaron al lado de Calé. Le zarandeé.

-Calé, ¡Despierta! ¡Hay alguien ahí afuera!

Al oír todas aquellas palabras que ella decía, al ver que yo estaba dormido. Me quedé quieto, para no alarmarla. Pero aún así, aquellas palabras se estaban quedando grabadas en piedra en mi mente. Era sinceras, estaba siendo sincera; aunque ya tenái decidido lo que iba ha hacer. Me quedé quieto escuchando lo que decía, hasta que algo me sobresalto.

Abrí los ojos, y escuché bien. Pero en ese momento, también lo había escuchado Nimue. Giré la cabeza, y la miré. Vi en el canasto en el suelo, me levanté sin hacer sonido; aunque mis condiciones poco permitían hacer. Cuando llegue hasta ella, clavé sus ojos en los míos, le hice una señal para que no hiciera ningún ruido.

Me centré para visualizar todo lo que había fuera en un futuro inmediato. No me podía fiar de sus palabras, de aquellos hombres que decían que iban a quemar nuestra casa. Pero en sus manos, ellos tenían o iban a tener una antorcha. Y al verles la cara, era quienes mi imaginaba, los indeseables de antes que había pedido el dinero.

-Mierda- dije en susurros- necesitamos auyentarlos... pero me duele demasiado la cabeza, como para pensar.-

Callé ante la petición de Calé, estábamos en peligro, tanto emocional
como físicamente hablando. Ya no solo teníamos el problema de nuestra
despedida, también el de unos locos borrachos que quería matarnos por
haberles estafado. Todo por mi culpa.

"Si hubiera aprendido a escucharle...esto no hubiera pasado"
- pensé mientras miraba a Calé con tristeza. Él no podía pensar, yo
debía actuar, para proteger lo único que me importaba en esta vida.

Di unos pasos hacia él y posé mi mano en su mejilla, acariciando delicadamente su rostro. Estaba todo decidido.

-Gracias por todo. Me has dado algo que nadie tuvo oportunidad de hacer. Me has dado una vida.- me puse de puntillas y lle di un tierno beso en los labios.-Adiós, quizás nos veamos por los callejones Calé.Tu quédate aquí en silencio, yo me encargo de todo.

Cogí todo aquello que había preparado, el violín y el petate con la ropa y con cuchillo en mano abrí la puerta de la carreta.

Habían cuatro hombres, más de lo que tenía previsto.

-¡Ramera! ¡Vas a morir por lo que has hecho!- dijo uno de ellos, el que más cabreado estaba.

-Me parece justo. Sin embargo, todavía soy algo joven para eso.Si queréis matarme, primero tendréis que cogerme.- los hombres reaccionaron como yo quería que hicieran.

Se volvieron violentos y comenzaron a correr hacia a mi, con las antorchas iluminando sus rostros desfigurados por la rabia y el alcohol. Yo comencé a correr, los muy ineptos me siguieron, tenía la ventaja de conocerme las calles y callejones como la palma de mi mano a demás de estar ebria.

"Así estarás a salvo"-pensé mientras corría lo más rápido que pude alejándome de la carreta y esquivando como podía a aquellos hombres. Por lo menos la persecución me mantendría ocupada por unas cuantas horas.

Cuando vi como ella salía por la puertas, mis ganas... mis ansias por cogerle de la mano y decirle que me iría con ella, que se quedase, que no se fuera... de un millón de cosas más, estallaron dentro de mi. Aquel último beso, aquellas últimas palabrs, mis ganas de decirle mil y una cosas que haría por ella; solo por ella. Todo me estaba ahogando.

Pero mi cabeza que debía de ser un sueño producido por el acohol, que ella jamás se iría de esa manera, o de ninguna. Que todo era el sueño, que poco a poco me dominaba. Me quedé en silencio... hasta que tirado en el suelo. Sin nada más que decir. Comprendí que todo aquello había sido real. Y que no solo había perdido mi única familia... si no, que por primera vez de verdad, me encontraba solo.

Eso era algo, que jamás había visto en ninguna de mis visiones.