Glowing Matin (Libre)

por **Pauline Vda. de Romulus** Lun Jul 14, 2014 1:10 pm

Un sol resplandeciente brillaba sobre Paris haciendo del día más que perfecto para hacer compras. Paulina recorrió la mayoría de los talleres de costura encargando vistosos vestidos de vivos colores para una inexistente sobrina con sus exactas medidas, claro que esa débil mentira no se la tragaría ninguna taimada costurera, pero a ella poco le importaba, por lo que costaba cada pieza sin duda venían incluida la discreción en la tarifa.

En las joyerías no fue menos generosa, cada vestido debía contar como un juego completo de joyas adecuadas, se sentía lo bastante generosa para encargar para su criada un uniforme en una tela suave y una fina gargantilla de plata con la imagen de la virgen, regalos que nada tenían que ver con su generosidad, más si con mantener la fidelidad de la muchacha en el sitio adecuado.

A diferencia de otras refinadas damas, Pauline era consciente de la humanidad de sus sirvientes y la debilidad que aquello acarreaba, una moneda podía ser demasiada tentación para estos desdichados seres si su situación era lo bastante penosa para que el escaso salario que recibían le dejase mucho de hambrientos y poco de agradecidos, asique les pagaba lo bastante para que el pan no faltase en sus mesas e incluso tuvieran pequeños caprichos, ya que una “viuda alegre” nunca tendría demasiados aliados.

Por supuesto que ninguna de sus precauciones serviría de mucho si ella se comportara abiertamente como una mujer que se sentía liberada y feliz con la muerte de su marido, incluso si se trataba de un hombre que siempre causaba desagrado en todos sus conocidos. Así de injusta era la vida por el simple hecho de nacer mujer, de modo que ella caminaba por las calles con su obscuro vestido de duelo y su cabello en un recogido que nada tenía de encantador, diseñado para hacerla ver como la viuda cauta que se suponía debía ser.

Cuando era una debutante, nunca se hubiese imaginado a si misma envuelta en un color tan triste como el negro, pero en aquel tiempo ella soñaba con príncipes y castillos, ahora comprendía que aquel color era su escudo y que de ahora en adelante, siempre y cuando fuese lista, nunca más se tendría que preocupar de los ogros que a las muchachas de buena familia encantan con sus disfraces de príncipes.

El calor, junto al peso de su obscuro ropaje, la obligaron a hacer una pausa deteniéndose a comprar un jugo fresco de fruta, además de alguna minuta que le ayudase a reponer las energías gastadas.