Fría noche en los suburbios [Fergie y libre]

Muchas los callejones más oscuros y pobres eran un hervidero de bestias en busca de presas fáciles. Prostitutas, huérfanos y mendigos eran un banquete para los vampiros. Aunque el olor a podredumbre y cloaca no fuesen los mejores acompañantes.

Nunca decía en casa hacia dónde iba. Tenía miedo de que algún día Vincent se creyera lo suficientemente mayor y maduro como para ir a buscarme, y Gaspard y Ludivinne lo seguirían sin pensarlo. No soportaba aquella idea. Aún eran unos cachorros, y aún llevaba pocos años entrenándolos.

Aquella noche hacía frío. El vaho que salía de mi garganta parecía congelarse al contacto con el aire frío y punzante. Levanté las solapas de la gabardina y continué andando. Eché alguna moneda a algún vagabundo, pero lo más probable era que unos cuantos amanecieran muertos.  Yo no estaba allí para salvarles a ellos. Estaba para impedir que alguien se alimentase de su sangre, o algo. Los licántropos solían salir al bosque; los vampiros eran más de ciudad.

Escuché un grito, y entonces eché a correr. Las sanguijuelas solían olvidarse de lo que pasaba a su alrededor cuando se alimentaban, eran más vulnerables en el proceso, así que no dudé un instante. Agarré del pelo al monstruo con apariencia infantil y la lancé con fuerza.

-Joder…- gruñí al verle la cara con los labios ensangrentados y los colmillos dilatados.

Era una preciosa niña, o lo había sido, de la edad de mi Ludivinne, con los cabellos revueltos de oro blanco.  Intentó atacarme a mí, morderme, pero usé mi entrenamiento y tras un corto forcejeo le clavé una estaca en el corazón. Malditos chupasangres convierteniños…

Las cosas comenzaban a salirse de control de a poco en mi vida. Vivía de lo que podía desde que salí del orfanato, nunca necesité la ayuda de nadie y no era que la necesitase ahora. Sin embargo, en Francia para aquellos que vivíamos de la sobra que dejaba la clase media y alta las cosas eran así, solo iban de mal en peor. Algo que solía recordar cuando el frío calaba mis huesos sin importar la distancia y la velocidad de mi trote en plena noche. Debía hacer algo para entrar en calor o acabaría como muchos vagabundos en la mañana... Si, varios muertos y no podía darme el lujo de rendirme, no sin darle su merecido al último sujeto que se atrevió a humillarme hace algunos meses. Levantarme y volver a pelear costó demasiado, pero gracias a eso comencé a tomar mi entrenamiento en serio, más que algo necesario para sobrevivir, no solo en el ring sino también en las peleas callejeras que parecían hacerse cada vez más constantes.

Veinticinco largos años, aprendiendo a sobrevivir en la miseria de Francia. Mas las cosas que he visto en la calle no han sido tan desagradables como otras últimas experiencias que por el momento no valía la pena recordar. Era ese momento en que solo necesitaba una cosa, recordar... Sobreponerme a la derrota y al frío de las calles. Era por eso que corría a toda velocidad y había acabado sin darme cuenta en los sucios callejones de mi ciudad natal.

A esas horas de la noche solo ebrios y vagabundos recorrían las calles, no era un lugar para una dama sin duda, pero vamos ni que fuese una mujer de esas que solo servían para casarse y llevar una vida tranquila como ama de casa. No, esa vida sin duda no era la mía. Tampoco me consideraba una mujer soñadora, simplemente había aprendido a regodearme con el fruto de mis esfuerzos en un campo donde solo los hombres más fuertes se atreven a poner píe y medir su fuerza en combate mano a mano. Aquello era una felicidad mucho más grande que la de ver crecer a una familia, ver como las hijas se casan a temprana edad y los hijos comienzan a trabajar.

Logre escuchar un grito a lo lejos, pero aquello no hizo que mi trote cesará. Quien estaba ahí a esas horas, coincidencia o no debía saber a lo que se enfrentaba. Empero una voz hizo que me detuviese. – Vaya vaya... Tu si pareces capaz de sobrevivir a esos cazadores, me alimentaré y divertiré viendo como te las arreglas – Dijo un hombre encapuchado. No le tome importancia, solo me puse en guardia como de costumbre, pero el hombre se quito la capucha revelando su blanca cabellera y unos colmillos poco humanos. Su contextura no era algo que me intimidaba, más bien hacía reír... Muchas veces había tenido que enfrentarme a hombres que me doblaban en todo y salido victoriosa.

No entendía de que hablaba, solo entendía que me estaba desafiando. Al otro extremo del callejón pude ver como otro hombre sujetaba una estaca clavada en el corazón de una niña. No importaba mucho entonces, era mi vida la que estaba en juego y no necesitaba nada más para entenderlo. El sujeto que me amenazó saltó hacía mi, pero fue algo lento, suficiente fue usar mi juego de píes para esquivarlos, moverme a la izquierda del sujeto y usar mi puño izquierdo para golpearle la cara. Me sorprendió al volver en guardia que el rostro del sujeto parecía no mostrar expresión alguna, mas solo una sonrisa. – No cabe duda, serás la mejor que haya convertido – Oí decir al hombre que lentamente se reincorporaba. No entendía de que demonios hablaba y tampoco me interesaba lo que tuviera que decir un psicópata cualquiera. – La basura como tu nunca aprendé – Respondí altanera tras haber hecho una mueca de asco. Pude notar un rastro de sangre caer de su labio. ¿Producto de mi golpe? No, mi golpe fue a la cien del sujeto y con la facilidad que se reincorporó... Además tampoco pareciera que más sangre brotara de su labio. ¿Qué era ese hombre?

Se lanzó nuevamente en mi contra, pero mi izquierda fue más rápida y fue directa entre las cejas del hombre...