AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sealed with lies - Flashback {Privado} +18
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Sealed with lies - Flashback {Privado} +18
Lost from within, pursuing the end
I fight for the chance
to be lied to again
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Se encontraba de pie junto a la ventana del estudio, observando hacia el exterior. Nada en particular llamaba su atención y sin embargo continuaba inmóvil en el mismo lugar. Sus ojos fijos en la vegetación de rodeaba la mansión. Sus labios ligeramente abiertos, sus manos descansando a los costados. Rezumaba tranquilidad aunque su interior se encontrase agitado. Un par de meses habían transcurrido desde el reencuentro con Lorraine en la taberna, el mismo tiempo desde que se escuchó por última vez del Conde. Una medio sonrisa malévola alteró su expresión – El Conde no desapareció, está justo aquí – . Se trataba, por supuesto, de un título usurpado pero eso no le molestaba en lo más mínimo. No lo hacía por el título en sí, ni las ventajas o desventajas que éste pudiese traer consigo. Todo se centraba en Lorraine, como siempre. A falta de la fuerza física necesaria para eliminar a su adversario se vio obligado a intentar someterla a ella mentalmente. Le favoreció el que él no estuviese, que se esfumase en el aire dejándola en medio de una agonía que jamás había presenciado ¿Cómo desaprovechar lo que el destino te entrega en bandeja de plata? Ella estaba inestable y débil, vulnerable. El estado perfecto, y el único en el cual podría tener una mínima posibilidad de manipularla a su antojo. Siempre existía la posibilidad de que se tratase de una quimera pero, al final de cuentas, y después de noches y noches de esfuerzo, su mente empezaba a ceder, empezaba a creer en la posibilidad de que él fuese el verdadero Conde, de la inexistencia de aquel otro ser de sus sueños y pesadillas.
La puerta se abrió dando paso a uno de los tantos sirvientes que allí moraban. Le había tomado algunos días conocerles y ocuparse de persuadirlos para que olvidasen el rostro de su anterior amo. Una tarea para nada sencilla, especialmente con aquellos que le eran realmente fieles a él y a los cuales, finalmente había tenido que asesinar. No mencionaba su nombre ni siquiera en sus propios pensamientos. Debía borrar toda evidencia de su existencia y cualquier equivocación, por mínima que fuese, podría resultar catastrófica. El hombre joven que se encontraba en la entrada hizo una reverencia a modo de saludo antes de proceder a darle un informe detallado sobre los arreglos en la mansión. No bien había tomado posesión del lugar, se empeñó en adelantar algunas modificaciones. En primer lugar debían renovarse y reubicarse los muebles, nada debía verse igual a como había sido dos meses atrás. Debían ser retirados todos los objetos personales del anterior morador, incluyendo la flamante colección de libros. Había considerado eliminarlos pero, tras pensarlo fríamente, decidió enterrarlos profundamente en el jardín como acto simbólico de “despedida”. Se adquirieron nuevos adornos, cortinas y alfombras. Sin embargo el resultado aun no le complacía. Sentía la presencia de ese otro ser como si se negara a desprenderse de esa vida. Constant se sentiría más tranquilo si hubiese dado con su paradero, si hubiese podido confirmar con sus propios ojos cómo le abandonaba lo que le restaba de vida. Pero toda búsqueda resultó infructuosa, tanto la suya como la de Lorraine.
Después de finalizar el informe el hombre se inclinó nuevamente y se encontraba a punto de abandonar la estancia cuando el vampiro le detuvo con una sencilla pregunta – ¿Ha regresado? – la respuesta negativa no le tomó por sorpresa. Ya lo sabía pero no pudo resistir el impulso casi humano de tener una confirmación ¿No le era suficiente gobernar sobre la mansión? ¿Tener a Lorraine cerca casi todas las noches, conocer su paradero durante las horas diurna, poder susurrarle al oído toda clase de elaboradas mentiras para confundirla? No, no lo era. Ella era su adicción, entre más poseía más deseaba y su paciencia empezaba a agotarse incluso con los grandes avances obtenidos en tan poco tiempo. Lo que quería en realidad era el control absoluto sobre cada pequeña e insignificante decisión. Cerró los puños enfadado. Se encontraba solo en la estancia una vez más por lo que no detuvo el gruñido que emergió de sus labios ¿Dónde podría estar? Esperaba, por su bien, que hubiese abandonado del todo los esfuerzos por encontrarle.
De pronto la espaciosa habitación le resultó demasiado pequeña, casi asfixiante. Se encontraba atrapado en un reino ajeno, intentando gobernar como sustituto de un rey caído y con una reina que continuaba moviéndose a voluntad sobre un desolado tablero. Caminaba en círculos, como una fiera salvaje entre una ostentosa jaula, pensando en las opciones que se revelaban ante sus ojos, especulando sobre las posibles consecuencias que acompañarían cada uno de sus actos, fantaseando con el momento idílico en el cual consiguiese cumplir su cometido. Primero lo primero. Continuar indagando sobre el paradero del poderoso vampiro sería una pérdida de tiempo y energía. Si no había regresado a los brazos de su amada era porque no contaba con la posibilidad de hacerlo, fuese porque estuviese muerto o por cualquier otra razón. Con eso tendría que contentarse, al menos por un tiempo. Continuarían quedándose en la mansión. Un pequeño cambio posee el poder de trastornar un recuerdo ¿sería verdad o solo un juego de la imaginación? ¿En realidad existía allí una biblioteca o siempre fue solo un ropero? Él hubiese preferido que se instalaran en la residencia Von Fanel pero sacrificaría gustoso su propia comodidad solo por cumplir su cometido. Ella… ¿Qué haría con ella? era tal vez la pregunta que más le perturbaba. Se encontraba sumergido en busca de esa respuesta cuando percibió su presencia. Había regresado a la mansión, como un espíritu convocado por un poderoso hechicero. Que fácil resultaba perderse dentro del engaño creado. Bastó solo un segundo para que se sintiera, en realidad, como amo y señor. Y ahora ya estaba claro lo que tenía que hacer. Volvió a ubicarse junto a la ventana, esperando en silencio a que ella hiciese su aparición.
La puerta se abrió dando paso a uno de los tantos sirvientes que allí moraban. Le había tomado algunos días conocerles y ocuparse de persuadirlos para que olvidasen el rostro de su anterior amo. Una tarea para nada sencilla, especialmente con aquellos que le eran realmente fieles a él y a los cuales, finalmente había tenido que asesinar. No mencionaba su nombre ni siquiera en sus propios pensamientos. Debía borrar toda evidencia de su existencia y cualquier equivocación, por mínima que fuese, podría resultar catastrófica. El hombre joven que se encontraba en la entrada hizo una reverencia a modo de saludo antes de proceder a darle un informe detallado sobre los arreglos en la mansión. No bien había tomado posesión del lugar, se empeñó en adelantar algunas modificaciones. En primer lugar debían renovarse y reubicarse los muebles, nada debía verse igual a como había sido dos meses atrás. Debían ser retirados todos los objetos personales del anterior morador, incluyendo la flamante colección de libros. Había considerado eliminarlos pero, tras pensarlo fríamente, decidió enterrarlos profundamente en el jardín como acto simbólico de “despedida”. Se adquirieron nuevos adornos, cortinas y alfombras. Sin embargo el resultado aun no le complacía. Sentía la presencia de ese otro ser como si se negara a desprenderse de esa vida. Constant se sentiría más tranquilo si hubiese dado con su paradero, si hubiese podido confirmar con sus propios ojos cómo le abandonaba lo que le restaba de vida. Pero toda búsqueda resultó infructuosa, tanto la suya como la de Lorraine.
Después de finalizar el informe el hombre se inclinó nuevamente y se encontraba a punto de abandonar la estancia cuando el vampiro le detuvo con una sencilla pregunta – ¿Ha regresado? – la respuesta negativa no le tomó por sorpresa. Ya lo sabía pero no pudo resistir el impulso casi humano de tener una confirmación ¿No le era suficiente gobernar sobre la mansión? ¿Tener a Lorraine cerca casi todas las noches, conocer su paradero durante las horas diurna, poder susurrarle al oído toda clase de elaboradas mentiras para confundirla? No, no lo era. Ella era su adicción, entre más poseía más deseaba y su paciencia empezaba a agotarse incluso con los grandes avances obtenidos en tan poco tiempo. Lo que quería en realidad era el control absoluto sobre cada pequeña e insignificante decisión. Cerró los puños enfadado. Se encontraba solo en la estancia una vez más por lo que no detuvo el gruñido que emergió de sus labios ¿Dónde podría estar? Esperaba, por su bien, que hubiese abandonado del todo los esfuerzos por encontrarle.
De pronto la espaciosa habitación le resultó demasiado pequeña, casi asfixiante. Se encontraba atrapado en un reino ajeno, intentando gobernar como sustituto de un rey caído y con una reina que continuaba moviéndose a voluntad sobre un desolado tablero. Caminaba en círculos, como una fiera salvaje entre una ostentosa jaula, pensando en las opciones que se revelaban ante sus ojos, especulando sobre las posibles consecuencias que acompañarían cada uno de sus actos, fantaseando con el momento idílico en el cual consiguiese cumplir su cometido. Primero lo primero. Continuar indagando sobre el paradero del poderoso vampiro sería una pérdida de tiempo y energía. Si no había regresado a los brazos de su amada era porque no contaba con la posibilidad de hacerlo, fuese porque estuviese muerto o por cualquier otra razón. Con eso tendría que contentarse, al menos por un tiempo. Continuarían quedándose en la mansión. Un pequeño cambio posee el poder de trastornar un recuerdo ¿sería verdad o solo un juego de la imaginación? ¿En realidad existía allí una biblioteca o siempre fue solo un ropero? Él hubiese preferido que se instalaran en la residencia Von Fanel pero sacrificaría gustoso su propia comodidad solo por cumplir su cometido. Ella… ¿Qué haría con ella? era tal vez la pregunta que más le perturbaba. Se encontraba sumergido en busca de esa respuesta cuando percibió su presencia. Había regresado a la mansión, como un espíritu convocado por un poderoso hechicero. Que fácil resultaba perderse dentro del engaño creado. Bastó solo un segundo para que se sintiera, en realidad, como amo y señor. Y ahora ya estaba claro lo que tenía que hacer. Volvió a ubicarse junto a la ventana, esperando en silencio a que ella hiciese su aparición.
Última edición por Constant Von Fanel el Miér Abr 15, 2015 8:19 pm, editado 1 vez
Constant Von Fanel- Vampiro/Realeza
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Re: Sealed with lies - Flashback {Privado} +18
Alors que le Sinistre décor agonisait
J'aimerais oublier que j'ai vécu...
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El par de orbes azules observan con terror el final de sus deudas. La noche cayó hace un par de horas y el ambiente se ha tornado espeso, húmedo, frío. En las calles los roedores chillan buscando la comida en los cestos de basura, o entre los agujeros de las casonas. En medio de la indiferencia de los demás, aquel hombre rubio de aspecto galante y poco condescendiente, cambia el brío de su vida por la asfixia de su pena. Lentamente se le entumece el cuerpo, se adormecen sus entrañas y pierde el conocimiento. Mientras fallece, alguien observa con sumo cuidado cada gesto de su rostro, cada expresión de su habla, cada clamor de su cuerpo, y sin embargo, ese alguien no tiene empatía por su dolor. La arruga en su frente lo demuestra, su mirada vacía lo confirma. No ha sentido nada. –No eres él- Susurra la voz femenina. En su tono se haya la decepción conformista y esperada, pues está rindiéndose con cada nuevo e insulso hallazgo. Cuando al final fallece, el verdugo se retira.
Aunque la noche le es insípida, levanta el rostro hacia el firmamento esperando encontrarse con la carcajada plateada de la luna, pero la espesura de la bruma impide que sus ojos distingan las estrellas. Esboza una sonrisa ácida, y extiende sus brazos a la espera de que caiga esa primera gota de lluvia, la cual escurre por su mejilla derecha y se suicida al borde de su barbilla. Una segunda gota aventurera se desliza por la carretera de su frente, destilando su dulce sabor hasta perderse en el rincón entre su oído y su cabello. Comienza a llover. El viento choca contra su cuerpo revolviendo los aromas frescos de la gente que pasea en la oscuridad de Paris. Los hay hombres, los hay bestias y los hay animales. En ninguno de ellos se encuentra el aroma que busca. Su aceptación es abnegada e intenta rebuscar es sus memorias a lo que olía él…
-Él. ¿Cuál es su nombre?- Se pregunta a si misma; sus manos tocan esporádicamente la cien aludiendo el poder del masaje en las memorias, pero no encuentra nada. Sólo imágenes borrosas de un encuentro, quizá alguna sonrisa, pero sobre todo, esa abrazadora mirada que le consumía. –No era miedo- Se sacude confundida. Antes de marcharse por completo, se vira sobre los talones y observa el cadáver del hombre. –Volveré- Besa sus dedos índice y corazón, depositando como simbólicamente el beso en sus labios. –Descansa, mi amor- Acaricia su frente y lo mira con vehemencia, como si ese vil cuerpo fuese su razón de existir. Sonríe. No. No está demente. Aún.
Regresó a su hogar esperando poder encontrar ahí, el rastro del hombre a quien busca en los demás, desgraciadamente, la fragancia del pasado es devorada sin compasión por el presente y arrapa a su paso cualquier indicio de que él estuvo ahí. Incluso las marcas de los cuadros que desaparecieron junto con él, han alcanzado la tonalidad natural de los muros, mientras que una cuantas fueron ocultas con grandes y costosas pinturas; principalmente aquel marco con la pintura de Lorraine desnuda, fue reemplazado por un retrato del actual conde y ella, una imagen inmemorable que los muestra, no como un par de reyes, sino como los emperadores que eran. No obstante, el sabor amargo de que algo faltaba, no se desvanecía por nada.
-Ni el perro más fiel espera con tanta devoción a su amo.- Arquea una ceja, pero la arrogancia y ufana forma de su comentario, no alcanza a ser expresada en su rostro. Esta completamente petrificado. -¿Me dirás que sólo observabas el panorama?- Desvía su atención de los labios de su compañero hasta la inmensidad de la noche. Los lobos aúllan a lo lejos. –Porque la mejor vista que tendrás, está de este lado- Y así como el vestigio de Lucern se desvanece en la mansión, los fantasmas de su presencia se desprenden de la memoria de Lorraine. Los labios juguetones de Constant le distraen y olvida a lo que regresó a la Mansión. Pero las cartas siguen ahí, justo donde las había escondido para que precisamente el hombre frente a ella, no las destruyera. Sólo una de ellas aún conserva con recelo lo que la condesa pretende recuperar, el problema es que esa precisa hoja está oculta incluso de la propia Lorraine y sólo él tenía la respuesta.
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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Re: Sealed with lies - Flashback {Privado} +18
Bound at every limb by my shackles of fear
Sealed with lies through so many tears
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Ningún sonido precedió al comentario. Como era de esperarse ella se movía con el sigilo propio de un fantasma. Demasiado para un humano, insuficiente para él. Su aroma le saturaba el cerebro, su presencia le ensalzaba el ego. Una diminuta partícula de su ser temía por el momento en que no regresara, por ese instante en que los recuerdos reales retornaran y como una bofetada la despertaran del idílico ensueño en el que se encontraban. – Idílico – repitió en silencio repasando la ironía de toda la obra montada. Se creía el titiritero pero las cuerdas del títere se soltaban y enredaban lo suficiente como para hacerle cuestionar el verdadero alcance del control que creía poseer. - Solo observaba el panorama – afirmó con un tono plano sin apartar la vista del horizonte y conocedor de la futilidad de replicar ante tal paradoja ¿Quién era el amo y quien el perro faldero? Como intentado dar una luz al cuestionamiento a lo lejos se escucharon algunos cantos lobunos. Tal vez solo eran eso, dos animales que se soportaban mutuamente esperando que el que quedase en pie contase con la suerte suficiente como para poder descarnar y enterrar los huesos del caído.
Finalmente una pequeña sonrisa afloró en el pálido rostro. Sus ojos accedieron a mirarla solo porque no existía argumento válido que refutara tan veraz afirmación. La enfrentó, observándola con detenimiento mientras con el pulgar recorría la línea perfecta de su gatuno rostro. - Confiaba con que no abandonarías hoy la mansión – replicó para luego afianzarla por la nuca y aplicar sus labios exigentes. Saboreó su sabor solo por instante antes de soltarla y caminar hacia la puerta, pasándola simplemente de largo. La contradicción de los sentimientos que emergían al tenerla cerca no le asombró en lo más mínimo. La inestabilidad emocional se había convertido en una constante en su existencia recién adquirida. Él se jactaba de carecer de conciencia y, en verdad, no era la culpabilidad la que le impedía disfrutar por completo de haber casi alcanzado su tan anhelado objetivo. Era el miedo de perder todo lo conseguido el que se aferraba a su mente. La inseguridad anidaba en medio de su insano plan, tan meticulosamente ideado y, a la vez, tan frágil. El haber conseguido sumir en tal confusión a su creadora le resultaba, de tanto en tanto, inverosímil. El que ella accediera a creer tantas artimañas. Que, en parte voluntaria y en parte involuntariamente, se sumergiera en la elaborada mentira solo para escapar del dolor y la desesperación, le hacía cuestionarse sobre el tiempo que le restaba para regodearse en su propia astucia, en cuando tiempo más conseguiría mantener todo en pie.
Con la lentitud propia de un humano cerró la pesada puerta de madera, encerrándolos y aislándolos de cualquier intrusión por parte del personal, antes de volver a mirarla. En su fuero interno fantaseaba con lo que en realidad deseaba hacer. Atraparla por los hombros, sacudirla con fuerza, exigirle que le dijese donde se había metido y cada cosa que había hecho. Deseaba abofetearla, lastimarla por atreverse a seguir actuando por su cuenta. Pero, en su lugar solo le sonrió con benevolencia aunque manteniendo una postura autoritaria - No saldrás de nuevo sin mi aprobación – afirmó sin saber con exactitud cuál sería la reacción ante tan excesivo mandato ¿Pelearía por la poca libertad con la que aún contaba o se rendiría con relativa facilidad? ¿Podía aún apreciar los cambios que se habían fraguado lentamente en su personalidad y carácter? Desafortunadamente la lectura de mentes no contaba como parte del arsenal de ventajas de Constant. Solo podía contentarse con mantener al margen a cualquier intruso de sus propios pensamientos. Era más que suficiente, en especial teniendo en cuenta que ella sí podría haber husmeado y encontrado más de lo que podría desear, pero para alguien como él todo siempre sería insuficiente.
Finalmente una pequeña sonrisa afloró en el pálido rostro. Sus ojos accedieron a mirarla solo porque no existía argumento válido que refutara tan veraz afirmación. La enfrentó, observándola con detenimiento mientras con el pulgar recorría la línea perfecta de su gatuno rostro. - Confiaba con que no abandonarías hoy la mansión – replicó para luego afianzarla por la nuca y aplicar sus labios exigentes. Saboreó su sabor solo por instante antes de soltarla y caminar hacia la puerta, pasándola simplemente de largo. La contradicción de los sentimientos que emergían al tenerla cerca no le asombró en lo más mínimo. La inestabilidad emocional se había convertido en una constante en su existencia recién adquirida. Él se jactaba de carecer de conciencia y, en verdad, no era la culpabilidad la que le impedía disfrutar por completo de haber casi alcanzado su tan anhelado objetivo. Era el miedo de perder todo lo conseguido el que se aferraba a su mente. La inseguridad anidaba en medio de su insano plan, tan meticulosamente ideado y, a la vez, tan frágil. El haber conseguido sumir en tal confusión a su creadora le resultaba, de tanto en tanto, inverosímil. El que ella accediera a creer tantas artimañas. Que, en parte voluntaria y en parte involuntariamente, se sumergiera en la elaborada mentira solo para escapar del dolor y la desesperación, le hacía cuestionarse sobre el tiempo que le restaba para regodearse en su propia astucia, en cuando tiempo más conseguiría mantener todo en pie.
Con la lentitud propia de un humano cerró la pesada puerta de madera, encerrándolos y aislándolos de cualquier intrusión por parte del personal, antes de volver a mirarla. En su fuero interno fantaseaba con lo que en realidad deseaba hacer. Atraparla por los hombros, sacudirla con fuerza, exigirle que le dijese donde se había metido y cada cosa que había hecho. Deseaba abofetearla, lastimarla por atreverse a seguir actuando por su cuenta. Pero, en su lugar solo le sonrió con benevolencia aunque manteniendo una postura autoritaria - No saldrás de nuevo sin mi aprobación – afirmó sin saber con exactitud cuál sería la reacción ante tan excesivo mandato ¿Pelearía por la poca libertad con la que aún contaba o se rendiría con relativa facilidad? ¿Podía aún apreciar los cambios que se habían fraguado lentamente en su personalidad y carácter? Desafortunadamente la lectura de mentes no contaba como parte del arsenal de ventajas de Constant. Solo podía contentarse con mantener al margen a cualquier intruso de sus propios pensamientos. Era más que suficiente, en especial teniendo en cuenta que ella sí podría haber husmeado y encontrado más de lo que podría desear, pero para alguien como él todo siempre sería insuficiente.
Constant Von Fanel- Vampiro/Realeza
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Re: Sealed with lies - Flashback {Privado} +18
Je vois la mort qui arrive, Mystérieuse mais attirante...
Escucha el chillido de la puerta al cerrarse y su interior se remueve entre imágenes opacas, difusas e ilusorias de un encuentro carnal en las aguas de la laguna. Su piel, pálida, perfecta y siniestra, se eriza al sentir la fantasmagórica respiración de un ente en su espalda. En su mente, la hiriente mirada del desconocimiento, logra someterla. »No es odio«. Frunce el ceño, la voz de Constant es un eco que reverbera en las profundidades de su cabeza, se pierde y regresa cuando ha conseguido escurrir la amenaza en la frase, la prohibición que estalla al unísono de un orgasmo, la misma liberación de los demonios que ha estado persiguiendo a través del tiempo en sus recuerdos. Arroja a la deriva sus pensamientos, concentrándose en el ahora, dejando que sus pupilas se dilaten por la oferta que su acompañante le obsequia implícita. Sus labios figuran una curvatura sombría que no alcanza a ser expresada en sus ojos, pero que a pesar de eso, impone respeto por todo aquello que podría ocultarse tras su silencio. Clava la mirada en los orbes ajenos, tienen la misma tonalidad que los ojos que cual pesadilla, se entrometen en sus memorias, pero hay algo que los diferencia, y es precisamente eso, lo que le hace saber a la condesa que Constant no es el hombre que le atormenta.-¿Sabes que tus amenazas no tienen ningún peso sobre mí?- Cuestiona aunque ya sabe la respuesta. –Saldré las veces que yo quiera, cuando lo necesite o cuando sea mi capricho hacerlo- Sentencia elevando la voz a la autoridad que posee. Le ha otorgado suficiente poder a Constant sobre ella, le ha permitido purgar su mente y expiar lo más valioso que poseía. Ha permitido que el papel de su neófito sea tan grande como su propia ambición, le ha concedido la razón en más de una vez, ella le ha entregado su sometimiento a ese hombre, sin embargo, en el abuso está la excepción. Abiertas las puertas, él puede pretender ser quien posee la última palabra, a ser él y no ella quien sujete las cuerdas del miserable juguete; a puerta cerrada, era ella quien juzgaba. –Sabes perfectamente que el estar aquí sólo me hace perseguir fantasmas en cada habitación, donde sus jadeos despiertan la libido que busco encontrar y apagar en otros hombres.- él sabe perfectamente donde ha estado, puede darse la idea a siquiera olfatearla, pues no sólo apesta a sangre y decepción, también lo hace a éxtasis. –Te he dejado entrar en mis entrañas Constant, pero no deberías atropellar tu posición- Las amenazas no suelen ser el idioma de la fémina, hacía tanto tiempo que no formulaba una, que ahora parece insípida a comparadas con sus frases en el pasado, pero no es necesario emitir una letanía cargada con promesas, sólo basta con observar la tétrica seguridad de sus intenciones en la mirada para comprender que la advertencia no es un juego y acaso se rompe el pacto, las consecuencias iniciaran el holocausto.
-Cada vez me es más difícil concentrarme en su espectro, estoy olvidando como era, a qué olía y como me miraba. Y tú continúas insistiendo en que jamás existió; estar encerrado en un ataúd puede hacerte creer en demonios, pero no estoy lo suficientemente segura, si temer a lo que se esconde en las sombras o aquello que puedo advertir en la plenitud de la luz.- Su ceño se frunce. Cada que pregunta, cada que cuestiona sobre lo ocurrido y falta de memoria, Constant evade la respuesta. Aunque existe algo en su ilusoria consciencia que le hace advertir la decisión de su vástago sobre ella. Las voces que perseguía, constantemente susurraban a su oído el hecho de no haber sido sometida, sino que voluntariamente se arrojó a esa mentira para escapar de un algo que le desgarraría la existencia, pero ¿Qué era exactamente? ¿En verdad deseaba recordarlo? ¿Por qué no conformarse con esa bella mentira? –Sólo una vez más, Constant… Repite el falso juramento, nárrame la farsa y oblígame a creer en tu palabra.- La súplica fue más explicita de lo que ambos habrían creído, pero Lorraine está cansada, y las razones parecen escapársele entre las grietas de sus dedos, tal vez si esa noche logra sellar su mente con mentiras, pueda recuperar el tiempo que pasó sumergida en la miseria. Para conseguirlo, lo necesitaba, era imprescindible que él estuviese presente, pues al final, sólo estarán los dos. –Oh, Constant. Haz que tu egoísmo me saque del infierno-
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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Re: Sealed with lies - Flashback {Privado} +18
I struggle on to feed this hunger,
Burning deep inside of me
Burning deep inside of me
Una conciencia con la esperanza de ganar una partida no puede amedrentarse ante la posibilidad de realizar un movimiento osado. Quien no arriesga no gana, una verdad tan simple como inmutable. El inconveniente por no ganar tras la orden sencilla pero cargada de significado no le derrotaba por completo, en lo absoluto. Solo le instaba a enroscarse sobre su propia paciencia y prudencia hasta que el agua de sus ojos, ahora turbia por el brusco despertar de la bestia indómita pero aletargada en su interior, volviese a la pasividad y entumecimiento en el que él deseaba mantenerla. Así, solo osa sonreírle con amabilidad, como si aceptara el ultimátum sin reparo alguno aunque la verdad distaba bastante del solapado gesto. No abriría una controversia al respecto. No iniciaría una lucha de voluntades cuando veía tan claramente que la jugada había sobrepasado la oportunidad de agasajarse por una nueva victoria sobre la libertad de la que consideraba suya por derecho. - No hay fantasma alguno que perseguir bajo este techo – descartó restándole importancia – así como no deberías buscar apagar tu libido en otros cuerpos – pensó con ira esperando que la desbordada emoción no se reflejara en sus ojos tan visiblemente como para traicionar su estado de aparentemente calma y moderación.
- Y con eso debería ser suficiente, supongo – aunque la entonación no hacía alusión a pregunta, la mirada que le lanzó cuestionaba por completo sus palabras. Tanto le había permitido hasta ahora, tan sumisamente se había abandonado entre sus brazos, que aquella amenaza parecía tan fuera de lugar como el romanticismo genuino entre ellos. Se apartó de la puerta y del alma de la fémina con dos sencillos movimientos, uno de sus pies otro de sus ojos. Así de fácil se deshacía la quimera de poder. Sus dientes chirriaron al chocase unos con otros, sus colmillos hirieron la piel de su labio inferior aunque ningún dolor le acompaño, solo el inconfundible sabor en su boca que se fundía con la amargura que surgía de cada uno de sus poros. – Agradecería que dejaras de balbucear sobre tus delirios – le espetó con rudeza por primera vez en la noche – Nada de lo que dices tiene sentido. Prefieres perseguir fantasmas inexistentes que entregarte a lo que tienes al alcance – él, siempre él. Incluso ahora seguía temiendo su estúpido recuerdo, por vago que fuese, por difuminado que se volviese con el paso del tiempo. Recordó con dolora precisión su primer encuentro tras la abrupta desaparición de la vampiresa. En como ella admitió regresar con el conde, en cómo le defendió y justificó lo injustificable incluso sacrificando su propio orgullo… sacrificándolo a él.
– No hay farsa alguna, mon ami, solo lo que quieres creer, esa falsa realidad que montas frente a tus ojos y que obstinadamente insistes en mantener solo para que distorsione la imagen de los dos – un tono apesadumbrado emitido con tal sentimiento que dudaba en que fuese recibido como la farsa que era. Su cuerpo adquirió la apariencia del amante derrotado, su rostro se suavizó, su mirada se enterneció y sus brazos se abrieron ofreciéndose como refugio mientras avanza hacia Lorraine. – Ven aquí hermosa mía. Arroja al olvido ese ficticio pasado y aférrate, no a mi egoísmo, sino a nuestra necesidad – los dos estaban ya en el infierno y nada de lo que hicieran les sacaría de las brasas ardientes pero, por otro lado, ¿en verdad era lo que deseaban? La abrazó con fuerza, permitió que sus labios regaran de besos su suave cabellera, que sus manos recorrieran con lentitud la espalda ajena. Ansió poseerla en ese instante, borrar de su cuerpo el olor del placer humano que había buscado en las calles parisinas, obligarla a mirarle el rostro, uno tan distinto al que la perseguía en medio de sus pesadillas (¿o seria más apropiado decir fantasías?), a que le reconociese como Constant, su vástago… su dueño. Ardía en medio de sus excesivas emociones cuando, de improviso, pasó de la ternura y entrega a la violencia pasional. Con un solo movimiento rasgó la suave tela que cubría la pálida espalda – Mía – susurró más para sí que para su acompañante mientras con las uñas repasaba la piel sobrenatural y profundos surcos se abrían marcando su trayectoria. Heridas sangrantes que desaparecerían con la misma rapidez con la que ella podría lanzarle al olvido si así lo desease.
- Y con eso debería ser suficiente, supongo – aunque la entonación no hacía alusión a pregunta, la mirada que le lanzó cuestionaba por completo sus palabras. Tanto le había permitido hasta ahora, tan sumisamente se había abandonado entre sus brazos, que aquella amenaza parecía tan fuera de lugar como el romanticismo genuino entre ellos. Se apartó de la puerta y del alma de la fémina con dos sencillos movimientos, uno de sus pies otro de sus ojos. Así de fácil se deshacía la quimera de poder. Sus dientes chirriaron al chocase unos con otros, sus colmillos hirieron la piel de su labio inferior aunque ningún dolor le acompaño, solo el inconfundible sabor en su boca que se fundía con la amargura que surgía de cada uno de sus poros. – Agradecería que dejaras de balbucear sobre tus delirios – le espetó con rudeza por primera vez en la noche – Nada de lo que dices tiene sentido. Prefieres perseguir fantasmas inexistentes que entregarte a lo que tienes al alcance – él, siempre él. Incluso ahora seguía temiendo su estúpido recuerdo, por vago que fuese, por difuminado que se volviese con el paso del tiempo. Recordó con dolora precisión su primer encuentro tras la abrupta desaparición de la vampiresa. En como ella admitió regresar con el conde, en cómo le defendió y justificó lo injustificable incluso sacrificando su propio orgullo… sacrificándolo a él.
– No hay farsa alguna, mon ami, solo lo que quieres creer, esa falsa realidad que montas frente a tus ojos y que obstinadamente insistes en mantener solo para que distorsione la imagen de los dos – un tono apesadumbrado emitido con tal sentimiento que dudaba en que fuese recibido como la farsa que era. Su cuerpo adquirió la apariencia del amante derrotado, su rostro se suavizó, su mirada se enterneció y sus brazos se abrieron ofreciéndose como refugio mientras avanza hacia Lorraine. – Ven aquí hermosa mía. Arroja al olvido ese ficticio pasado y aférrate, no a mi egoísmo, sino a nuestra necesidad – los dos estaban ya en el infierno y nada de lo que hicieran les sacaría de las brasas ardientes pero, por otro lado, ¿en verdad era lo que deseaban? La abrazó con fuerza, permitió que sus labios regaran de besos su suave cabellera, que sus manos recorrieran con lentitud la espalda ajena. Ansió poseerla en ese instante, borrar de su cuerpo el olor del placer humano que había buscado en las calles parisinas, obligarla a mirarle el rostro, uno tan distinto al que la perseguía en medio de sus pesadillas (¿o seria más apropiado decir fantasías?), a que le reconociese como Constant, su vástago… su dueño. Ardía en medio de sus excesivas emociones cuando, de improviso, pasó de la ternura y entrega a la violencia pasional. Con un solo movimiento rasgó la suave tela que cubría la pálida espalda – Mía – susurró más para sí que para su acompañante mientras con las uñas repasaba la piel sobrenatural y profundos surcos se abrían marcando su trayectoria. Heridas sangrantes que desaparecerían con la misma rapidez con la que ella podría lanzarle al olvido si así lo desease.
Constant Von Fanel- Vampiro/Realeza
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Re: Sealed with lies - Flashback {Privado} +18
Todo el mundo habla de demonios como si en verdad los conocieran, como si palpar su crueldad fuese alcanzable, como si verse al espejo les develase el rostro real de lo que significa ser un monstruo. Con el paso de los años, las décadas, los siglos, la realidad salta a la vista de todos, al proclamar que un demonio no se define por la oscuridad que habita en el corazón, los actos viles que se han cometido, la cantidad de sangre inocente derramada; nada de eso importa cuando hay razones detrás, cuando existe un motivo que mueve al mundo. La crueldad se mide cuando no hay nada más por hacer.
La sonrisa entretejida de Lorraine, se vislumbra bajo la poca luz de las lámparas que los acompañan. Una mueca que no logra alcanzar su mirada, pero que se esfuerza por permanecer intacta en su rostro. Aquellos que la conocen –pocos realmente- podrían adivinar el dolor que se esconde tras la fachada de esa curva, pero ninguno de ellos se atrevería a pronunciar palabra alguna que haga alusión al nombre que recibe la herida. Sin embargo, la fémina se deja poseer. Las caricias de su amante recorren sus curvas, su cuerpo, su piel. Cada rose funge como tortura, cada beso depositado en su cabello, calcina lentamente los vestigios que Lucern Ralph había dejado. Las memorias de Von Fanel, son desvanecidas una tras otra. Esto no significa que ella sea débil, que Constant pueda manipularla o que la vampiresa esté rompiéndose en miles de pedazos. No. Hay ocasiones en las que el olvido, es la mejor arma de destrucción para con los enemigos. Se pierde en el eterno abrazo que le ofrece el único de sus vástagos.
-¿Tan bajo hemos caído?- Cuestiona. -¿Hemos de arrastrarnos a las mundanas necesidades que nos acongojan?- Frunce el ceño. Escucha su voz apenas reconocible para ella, extraña los momentos en los que podía conversar consigo misma sin que la neblina del conde se cruzara por sus pensamientos, sin todos esos fantasmas que aún osaban a presentarse como recuerdos dentro de su cabeza, sólo para mofarse, sólo para impedir que recordara lo que era antes de él. Arquea una ceja de forma pretensiosa; las verdades llegan a medias, pero es preferible que continuar andando a ciegas. –No- Se aparta de él con ligereza.
El estudio repleto de libros, contiene los tomos que él poseía, pero Constant trajo consigo las obras que ella conoce de principio a fin y viceversa, incluso él había conseguido recuperar algunos de los tomos que la misma Von Fanel escribió en décadas pasadas. -¿Recuerdas la razón por la que te convertí?- Constant conoce uno de los tantos motivos por los que ella lo había arrastrado hasta su oscuridad, quizá el más errado de todos. Tensa sus labios en una curva de medio lado y vuelve a aproximarse hasta él. –No. No fue la razón de tu atractivo, tampoco la sádica psiquis que compartes conmigo- Agarra con fuerza el cuello de su camisa y lo atrae hasta ella. Es su aliento quien lo recibe, y apenas sus fauces rosan la comisura de los labios ajenos, sonríe, esta vez su mueca es real. –Tampoco fueron los trucos en la cama- Muerde.
Antes de que su sire fuese asesinado, él había compartido con Lorraine un tétrico plan, y es ella quien tiene las intenciones de involucrar a Constant en él. Cien años, se dicen fácil, pero si ese vampiro ha estado con ella un siglo, tiene la capacidad suficiente como para adentrarse en aquello.
Su fuerza, comparable lo suficiente con la de él, lo hace caminar hasta el sillón detrás del escritorio. Lo tira ahí, con el mimo pueril de un solo brazo y comienza por someterlo.
-Nunca tuya- Lo reprime –Siempre nuestros- Sentencia.
La sonrisa entretejida de Lorraine, se vislumbra bajo la poca luz de las lámparas que los acompañan. Una mueca que no logra alcanzar su mirada, pero que se esfuerza por permanecer intacta en su rostro. Aquellos que la conocen –pocos realmente- podrían adivinar el dolor que se esconde tras la fachada de esa curva, pero ninguno de ellos se atrevería a pronunciar palabra alguna que haga alusión al nombre que recibe la herida. Sin embargo, la fémina se deja poseer. Las caricias de su amante recorren sus curvas, su cuerpo, su piel. Cada rose funge como tortura, cada beso depositado en su cabello, calcina lentamente los vestigios que Lucern Ralph había dejado. Las memorias de Von Fanel, son desvanecidas una tras otra. Esto no significa que ella sea débil, que Constant pueda manipularla o que la vampiresa esté rompiéndose en miles de pedazos. No. Hay ocasiones en las que el olvido, es la mejor arma de destrucción para con los enemigos. Se pierde en el eterno abrazo que le ofrece el único de sus vástagos.
-¿Tan bajo hemos caído?- Cuestiona. -¿Hemos de arrastrarnos a las mundanas necesidades que nos acongojan?- Frunce el ceño. Escucha su voz apenas reconocible para ella, extraña los momentos en los que podía conversar consigo misma sin que la neblina del conde se cruzara por sus pensamientos, sin todos esos fantasmas que aún osaban a presentarse como recuerdos dentro de su cabeza, sólo para mofarse, sólo para impedir que recordara lo que era antes de él. Arquea una ceja de forma pretensiosa; las verdades llegan a medias, pero es preferible que continuar andando a ciegas. –No- Se aparta de él con ligereza.
El estudio repleto de libros, contiene los tomos que él poseía, pero Constant trajo consigo las obras que ella conoce de principio a fin y viceversa, incluso él había conseguido recuperar algunos de los tomos que la misma Von Fanel escribió en décadas pasadas. -¿Recuerdas la razón por la que te convertí?- Constant conoce uno de los tantos motivos por los que ella lo había arrastrado hasta su oscuridad, quizá el más errado de todos. Tensa sus labios en una curva de medio lado y vuelve a aproximarse hasta él. –No. No fue la razón de tu atractivo, tampoco la sádica psiquis que compartes conmigo- Agarra con fuerza el cuello de su camisa y lo atrae hasta ella. Es su aliento quien lo recibe, y apenas sus fauces rosan la comisura de los labios ajenos, sonríe, esta vez su mueca es real. –Tampoco fueron los trucos en la cama- Muerde.
Antes de que su sire fuese asesinado, él había compartido con Lorraine un tétrico plan, y es ella quien tiene las intenciones de involucrar a Constant en él. Cien años, se dicen fácil, pero si ese vampiro ha estado con ella un siglo, tiene la capacidad suficiente como para adentrarse en aquello.
Su fuerza, comparable lo suficiente con la de él, lo hace caminar hasta el sillón detrás del escritorio. Lo tira ahí, con el mimo pueril de un solo brazo y comienza por someterlo.
-Nunca tuya- Lo reprime –Siempre nuestros- Sentencia.
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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Re: Sealed with lies - Flashback {Privado} +18
Ella se apartó de su lado, escapando de su abrazo y dejando tras de sí solo ansiedad y el inconfundible aroma de su elixir. Para entonces las finas líneas en su espalda han desaparecido, como si nunca hubiesen existido. El movimiento fue apenas perceptible, pero para Constant equivale a un viento violento que le aparta de lo que más desea. Todo atisbo de camarería desaparece de su rostro, el cual se transfigura en la máscara fría y lejana con la que enfrenta noche a noche a sus víctimas. Repliega su labio inferior, dejando al descubierto los afilados colmillos, pero se guarda el gruñido que debería haber acompañado el amenazante gesto. “No” una palabra sencilla de decir y tan malditamente difícil de aceptar. Una que hacía saltar su tolerancia, rompiéndola en mil pedazos y dejándole solo el anhelo de forzar su voluntad sobre cualquiera que osase revelarse. Cualquiera incluso ella y, al mismo tiempo, exceptuándola. Vivian en medio de la incoherencia de ser y de no ser. – ¿Acaso tus ideales son ahora tan elevados como para no querer acceder al placer de la carne? – le cuestionó él a su vez dando un paso atrás y obligándose a recuperar la compostura – Jamás hubiera imaginado que la bella Lorraine despreciaría las “necesidades mundanas” a cambio de… ¿Qué? ¿Qué nueva doctrina es la que guía tu actuar? – las palabras destilaban ironía, un reflejo somero de la herida en su orgullo y de la imposibilidad de obligarla a rectificarse por la fuerza. Nunca le había considerado como una criatura vana. Su espíritu y mente eran tan profundos como insondables, pero no por eso se rehusaba a conseguir lo que deseaba físicamente. En eso se parecían y ni siquiera ella podía negarlo.
Los ojos de ella vagaron por los libros de la biblioteca antes de sorprenderle con una nueva pregunta. Lamentablemente él no consigue contestar antes de que ella intervenga nuevamente. Ahora sonríe y, por costumbre más que por sentir, él le devuelve el gesto. – Hieres mis sentimientos. Siempre creí que era mi aspecto lo que te rendía a mis pies – bromeó. Sus ojos, sin embargo, ardían aún con el despecho de la negativa. Pero aquel brillo no duró mucho, bastó con el acercamiento que ella misma ejerció para que le apartara y lo olvidara. Como la ira de un niño pequeño a quien le niegan un juguete pero que, inmediatamente, le tranquilizan con otro. No sintió el mordisco pero eso no le impidió disfrutarlo – ¿Vas acaso a revelarme el secreto de mi existencia? – solo es un susurro pero para los dos es claro el tono de reproche. Por alguna razón aquellas palabras más que intrigarlo le molestaron. Para él la transformación obedeció a su incapacidad para expresar lo que su captora, en ese entonces, deseaba arrebatarle: un grito de dolor. Todo lo demás llego después por añadidura ¿Existía acaso otra razón además del egoísmo?
Es entonces obligado a desplazarse hasta el sillón, uno que combina en color y calidad con el resto de los enseres y que comparte con ellos su tiempo de uso. Uno que no despierta emociones ni recuerdos pues no existía en ese lugar antes de que Constant lo usurpara. Al caer sobre el mueble la chaqueta masculina se abrió y del bolsillo interno se desgajaron algunos documentos. Son importantes sí, pero no tanto como para detener lo que él mismo ha empezado. Una sonrisa ladina y autentica se cruza por sus labios – Nuestros entonces – le concedió aunque eso no cambiara lo que en realidad pensaba. Con un movimiento rápido y violento se desprendió de la chaqueta que tanto le estorbaba, rompiéndola en el proceso y arrojando los pedazos sobre los documentos esparcidos en el suelo. Entre ellos yace una carta, una que podría acabar con todo lo que ha alcanzado, pero en medio de la soberbia y la exaltación decide simplemente ignorarla. De seguro ella no la recuerda, de seguro no la alcanzo a ver ni a reconocer. Ahora está cubierta y olvidada y cualquier intento por recuperarla en ese instante solo conseguiría atraer la atención. Sus manos se cierran en la suelta y oscura cabellera para luego halarla con fuerza, la suficiente como para obligarla a ladear su cabeza y exponer el flanco de su estilizado cuello. Le gustaría ver alguna expresión de dolor físico que borre, aunque sea por un momento, el que carcome su alma, pero no está seguro de conseguirlo. Sin mediar permiso alguno perfora la piel con sus colmillos. Cierra los ojos y se pierde en el éxtasis momentáneo de su sabor.
Los ojos de ella vagaron por los libros de la biblioteca antes de sorprenderle con una nueva pregunta. Lamentablemente él no consigue contestar antes de que ella intervenga nuevamente. Ahora sonríe y, por costumbre más que por sentir, él le devuelve el gesto. – Hieres mis sentimientos. Siempre creí que era mi aspecto lo que te rendía a mis pies – bromeó. Sus ojos, sin embargo, ardían aún con el despecho de la negativa. Pero aquel brillo no duró mucho, bastó con el acercamiento que ella misma ejerció para que le apartara y lo olvidara. Como la ira de un niño pequeño a quien le niegan un juguete pero que, inmediatamente, le tranquilizan con otro. No sintió el mordisco pero eso no le impidió disfrutarlo – ¿Vas acaso a revelarme el secreto de mi existencia? – solo es un susurro pero para los dos es claro el tono de reproche. Por alguna razón aquellas palabras más que intrigarlo le molestaron. Para él la transformación obedeció a su incapacidad para expresar lo que su captora, en ese entonces, deseaba arrebatarle: un grito de dolor. Todo lo demás llego después por añadidura ¿Existía acaso otra razón además del egoísmo?
Es entonces obligado a desplazarse hasta el sillón, uno que combina en color y calidad con el resto de los enseres y que comparte con ellos su tiempo de uso. Uno que no despierta emociones ni recuerdos pues no existía en ese lugar antes de que Constant lo usurpara. Al caer sobre el mueble la chaqueta masculina se abrió y del bolsillo interno se desgajaron algunos documentos. Son importantes sí, pero no tanto como para detener lo que él mismo ha empezado. Una sonrisa ladina y autentica se cruza por sus labios – Nuestros entonces – le concedió aunque eso no cambiara lo que en realidad pensaba. Con un movimiento rápido y violento se desprendió de la chaqueta que tanto le estorbaba, rompiéndola en el proceso y arrojando los pedazos sobre los documentos esparcidos en el suelo. Entre ellos yace una carta, una que podría acabar con todo lo que ha alcanzado, pero en medio de la soberbia y la exaltación decide simplemente ignorarla. De seguro ella no la recuerda, de seguro no la alcanzo a ver ni a reconocer. Ahora está cubierta y olvidada y cualquier intento por recuperarla en ese instante solo conseguiría atraer la atención. Sus manos se cierran en la suelta y oscura cabellera para luego halarla con fuerza, la suficiente como para obligarla a ladear su cabeza y exponer el flanco de su estilizado cuello. Le gustaría ver alguna expresión de dolor físico que borre, aunque sea por un momento, el que carcome su alma, pero no está seguro de conseguirlo. Sin mediar permiso alguno perfora la piel con sus colmillos. Cierra los ojos y se pierde en el éxtasis momentáneo de su sabor.
Constant Von Fanel- Vampiro/Realeza
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La sonrisa tajante de Von Fanel se divisa al escuchar las interrogantes de su amante. Fue evidente el desagrado total del varón, además de la decepción que sufrió al no saberse tan especial, o atractivo como ella se lo había hecho saber. La realidad siempre ha sido otra. Una que ni siquiera ella misma conocía a la perfección, pero que en aquellos entre líneas de algunas obras se escondía. El problema radica en si ella era capaz de hacerlo.
-Alphonse…- Apenas susurra el nombre de su creador y desaparece de la vista de Constant. No responde sus cuestiones, no porque no desee hacerlo, es simplemente, porque ella misma está buscando la forma de confesar algo que aún no logra concretan en su mente. Se muerde el labio inferior, y arrastra la lengua entre los dientes. Esta intentando tragarse la verborrea. No puede evitarlo, con él es simplemente imposible. -¿Herirte? ¿A ti? ¿Un maldito dios?- Su carcajada es aterradoramente grácil y sardónica. Vuelve a sus brazos pescando su cuello, doblando hacia un lado su cabeza. El movimiento es agresivo, pero no forzado. Los colmillos se desenfundan y los ojos de la fémina se oscurecen de hambre. El abismo que se muestra en ellos, sólo es similar al mismo cocytos. Se relame. Anuncia con pericia el ademán siguiente. Lo muerde. Una mordida sutil, pero arrebatadora. Sus colmillos perforan la piel, puede sentir como esta es rasgada sin prudencia, como sufre e intenta regenerarse por encima de sus caninos. Y sin otra alternativa, la sangre emana de la herida, cual agua de manantial. Agua roja, putrefacta y adictiva. Gime.
-Admito mis errores Constant, he sido pésima como maestra, madre y amante. Sin embargo, eso no significa que no pueda renacer de las cenizas- Susurra sin despegarse del cuello ajeno y es su lengua la que sella los orificios para impedir que la sangre se desperdicie, especialmente la de él. –Nunca elegí a mis víctimas al azar. Por supuesto que tu atractivo es incitante- Sus manos bajan una a una por el largo de su pecho, acariciando y detallando cada línea de sus músculos. Sin presunción alguna, la derecha es quien toma el control y continúa su camino hasta su virilidad. –Más que jodido e impúdico y estoy segura que no soy la única que así lo piensa.- Poco a poco la lujuria comienza a abarcarle. -Te quivocas al decir que soy demasiado inhumana como para no caer en las tentaciones de los mortales, pero la verdad es que el placer carnal, es envidiado hasta por los dioses, porque no pueden sentirlo, porque son incapaces de apreciarlo en su forma más pura y salvaje, fue por ello que lo prohibieron.- Arranca la camisa de su compañero. Los jirones, caen al lado de la chaqueta.
Negándole la atención al cuerpo ajeno, sus manos se dirigen al nudo detrás de su corsé. Quiere ser diestra y arrebatárselo por si misma, sin embargo, concede a la imaginación de Constant, el hecho de que sea él quien le desnude. Se gira sobre los talones para darle la espalda. Pasa un brazo por encima de su cabeza y recoge el cabello que se le escapa. Le ofrece a él, una vista maravillosa de su cuerpo. Espera a que él deshaga el cruce de los listones, pero no le permite desnudarla por completo. Vuelve a girar, y deja caer la prenda a tiempo en que se pega a él, para que sean sus pechos erguidos los que se claven en él. El suspiro, devela su excitación, sus ojos muestran el fuego que arde en su interior y su sonrisa anuncia el holocausto. Sin nada más por ofrecer que a si misma y un sinfín de cuestiones, destroza también sus pantalones.
-El conde siempre has sido tú- Afirma convencida completamente de lo que ha dicho. Muchos han sido los hombres que han perecido en las manos de la fémina, demasiados que nunca reparó en sus rostros, mucho menos en sus nombres. Sin embargo, había tres de ellos que aún permanecen tatuados en su mente, el primero corresponde a quien le obsequió la oscuridad, el segundo es de quien le mostró lo que realmente se escondía en la penumbra, y el tercero…. El tercero le corresponde a él, a Constant Von Fanel y ha llegado la hora de que coloque a cada uno de ellos en su lugar.
-Alphonse…- Apenas susurra el nombre de su creador y desaparece de la vista de Constant. No responde sus cuestiones, no porque no desee hacerlo, es simplemente, porque ella misma está buscando la forma de confesar algo que aún no logra concretan en su mente. Se muerde el labio inferior, y arrastra la lengua entre los dientes. Esta intentando tragarse la verborrea. No puede evitarlo, con él es simplemente imposible. -¿Herirte? ¿A ti? ¿Un maldito dios?- Su carcajada es aterradoramente grácil y sardónica. Vuelve a sus brazos pescando su cuello, doblando hacia un lado su cabeza. El movimiento es agresivo, pero no forzado. Los colmillos se desenfundan y los ojos de la fémina se oscurecen de hambre. El abismo que se muestra en ellos, sólo es similar al mismo cocytos. Se relame. Anuncia con pericia el ademán siguiente. Lo muerde. Una mordida sutil, pero arrebatadora. Sus colmillos perforan la piel, puede sentir como esta es rasgada sin prudencia, como sufre e intenta regenerarse por encima de sus caninos. Y sin otra alternativa, la sangre emana de la herida, cual agua de manantial. Agua roja, putrefacta y adictiva. Gime.
-Admito mis errores Constant, he sido pésima como maestra, madre y amante. Sin embargo, eso no significa que no pueda renacer de las cenizas- Susurra sin despegarse del cuello ajeno y es su lengua la que sella los orificios para impedir que la sangre se desperdicie, especialmente la de él. –Nunca elegí a mis víctimas al azar. Por supuesto que tu atractivo es incitante- Sus manos bajan una a una por el largo de su pecho, acariciando y detallando cada línea de sus músculos. Sin presunción alguna, la derecha es quien toma el control y continúa su camino hasta su virilidad. –Más que jodido e impúdico y estoy segura que no soy la única que así lo piensa.- Poco a poco la lujuria comienza a abarcarle. -Te quivocas al decir que soy demasiado inhumana como para no caer en las tentaciones de los mortales, pero la verdad es que el placer carnal, es envidiado hasta por los dioses, porque no pueden sentirlo, porque son incapaces de apreciarlo en su forma más pura y salvaje, fue por ello que lo prohibieron.- Arranca la camisa de su compañero. Los jirones, caen al lado de la chaqueta.
Negándole la atención al cuerpo ajeno, sus manos se dirigen al nudo detrás de su corsé. Quiere ser diestra y arrebatárselo por si misma, sin embargo, concede a la imaginación de Constant, el hecho de que sea él quien le desnude. Se gira sobre los talones para darle la espalda. Pasa un brazo por encima de su cabeza y recoge el cabello que se le escapa. Le ofrece a él, una vista maravillosa de su cuerpo. Espera a que él deshaga el cruce de los listones, pero no le permite desnudarla por completo. Vuelve a girar, y deja caer la prenda a tiempo en que se pega a él, para que sean sus pechos erguidos los que se claven en él. El suspiro, devela su excitación, sus ojos muestran el fuego que arde en su interior y su sonrisa anuncia el holocausto. Sin nada más por ofrecer que a si misma y un sinfín de cuestiones, destroza también sus pantalones.
-El conde siempre has sido tú- Afirma convencida completamente de lo que ha dicho. Muchos han sido los hombres que han perecido en las manos de la fémina, demasiados que nunca reparó en sus rostros, mucho menos en sus nombres. Sin embargo, había tres de ellos que aún permanecen tatuados en su mente, el primero corresponde a quien le obsequió la oscuridad, el segundo es de quien le mostró lo que realmente se escondía en la penumbra, y el tercero…. El tercero le corresponde a él, a Constant Von Fanel y ha llegado la hora de que coloque a cada uno de ellos en su lugar.
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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Re: Sealed with lies - Flashback {Privado} +18
You will never be strong enough,
You will never be good enough
You will never be good enough
Una sola palabra le llenó de cuestionamientos ¿Por qué mencionarlo en ese momento? ¿Qué era lo que poblaba la mente de ella que le impulsaba a susurrar su nombre? La sorpresa cruzó por el rostro del vampiro antes de que pudiese contener sus sentimientos. Esperaba que continuase con su desvaído argumento, con su somero y patético intento por intentar recordar lo que en realidad no deseaba, con una acusación real que sabía algún día llegaría. Pero se encontró especulando sobre un nombre que hacía mucho no escuchaba y sobre el cual desconocía prácticamente todo ¿Tenía acaso algo que ver con la pregunta formulada? Se limitó a sonreír con incredulidad mientras ella juguetea con su cuerpo y sangre como un felino con un insecto. De ninguna manera le negaría el acceso. Ningún dolor le acometería, solo el placer innato de la succión y la satisfacción de saberse en su interior. Un sentir que se producía solo en su cabeza pues su piel, carne y venas se encontraban tan adormiladas como siempre. Su ego, por el contrario, saltó henchido de orgullo al oír la confirmación proveniente de sus labios. ¡Era un dios! Que hermosa mentira, un autoengaño digno de ser admitido y secundado. Además un dios herido por simple palabrería. Casi ríe ante la ironía.
- ¿Escucho acaso una disculpa? – bromeó con malicia, como si en verdad la esperase o necesitase. Muchos eran los errores cometidos por los dos, eso no implicaba que necesitaran resarcirse mutuamente para poder continuar adelante. Cada cual se encargaba de su propia carga, así había sido desde que ella le encontró esa noche tantas décadas atrás ¿Por qué habría de cambiar ahora? No, no le interesaba tener una sesión de desahogo y perdón, eso lo dejaba a los débiles que aún contaban con la maldición de una conciencia activa. Sin embargo, si le intrigaba saber lo que iba a decir, especialmente porque presumía de ante mano que ella tampoco buscaba algún tipo de perdón. Con los ojos fijos en las irregularidades del techo esperó hasta que la mano se cerró sobre su carne ¿Qué sentirían los hombres cuando esto ocurría? Algunas señales que había aprendido a interpretar con el paso del tiempo le indicaron que su miembro respondía a la caricia de Lorraine, de seguro ya estaba más que listo para lo que viniera. Nuevamente el placer lo obtenía de verla a ella, de presentirla cerca y deseosa, anhelando y disfrutando de un cuerpo que por defecto le pertenecía. – Poco importa lo que piensen otras – afirmó lanzándole una mirada disgustada de reojo. Los celos eran solo aplicados por Constant en esa enfermiza relación. Celos por él, el fantasma de un desaparecido que seguía teniendo control sobre ella. Pero nunca provendrían de Lorraine, al final de cuentas ninguna fémina le había apartado nunca de su lado, ninguna mujer había conseguido alcanzarle hasta la oscuridad en la que ella le mantenía como feliz prisionero.
Jirones de tela flotaron hasta suelo. No importaba, si quisiera podría hacer lo mismo con su propia piel. – Soy un maldito dios – repitió entre risas. Si fuese cierto lo que ella acababa de argumentar entonces en verdad él se encontraba más cerca de la divinidad de lo que pensaba. Después de todo los demonios gozaban de los pecados carnales, un gozo que a él, en medio de su maldición privada, le había sido negado casi por completo. Su cuerpo reaccionaba pero las sensaciones nunca llegaban. Lo único que conocía eran los orgasmos mentales, esos que le prodigaba ella cuando finalmente se sometía a su voluntad o los que alcanzaba cuando alguna víctima de una sangrienta tortura le llevaba de la mano hasta la puerta de dolor desde donde podía dar solo una tímida ojeada.
Accedió a soltar los nudos de la restrictiva prenda pero procedió con más delicadeza de la que se supone es capaz. En realidad lo que desea era algo distinto, pero decide seguirle el juego por el momento. Finalmente ella giró y él exhaló un gemido de satisfacción. Los rellenos senos se aplastaron ligeramente contra su pecho mientras él envuelve los brazos en la femenina y pequeña cintura. Entonces llegan hasta sus oídos las palabras que más ansiaba escuchar. Un gruñido de triunfo brotó de sus labios medio abiertos. Con movimientos rápidos y violentos terminó de arrancar la ropa que quedaba sobre los dos. Después la levantó en vilo y la descargó sobre el escritorio sin importarle los objetos que pudiesen estar aún sobre la pulida mesa de manera. – Hasta que por fin lo entendiste – susurró antes de penetrarla con fuerza. Era suya, solo suya ¿Por qué le costaba tanto al mundo entero comprender algo tan simple? ¿Por qué seguía ella resistiéndose? Ningún movimiento oscilatorio llego a pesar de que sabía cuánto debería ella estar esperando por esa conocida y codiciada fricción. En su lugar la inmovilizó apresando sus brazos contra el escritorio – Anda ángel oscuro, escupe lo que te acongoja y repíteme lo que soy incapaz de recordar ¿Qué te impulsó a convertirme? ¿Por qué arrastras el fantasma de tu Sire ante mí? –
- ¿Escucho acaso una disculpa? – bromeó con malicia, como si en verdad la esperase o necesitase. Muchos eran los errores cometidos por los dos, eso no implicaba que necesitaran resarcirse mutuamente para poder continuar adelante. Cada cual se encargaba de su propia carga, así había sido desde que ella le encontró esa noche tantas décadas atrás ¿Por qué habría de cambiar ahora? No, no le interesaba tener una sesión de desahogo y perdón, eso lo dejaba a los débiles que aún contaban con la maldición de una conciencia activa. Sin embargo, si le intrigaba saber lo que iba a decir, especialmente porque presumía de ante mano que ella tampoco buscaba algún tipo de perdón. Con los ojos fijos en las irregularidades del techo esperó hasta que la mano se cerró sobre su carne ¿Qué sentirían los hombres cuando esto ocurría? Algunas señales que había aprendido a interpretar con el paso del tiempo le indicaron que su miembro respondía a la caricia de Lorraine, de seguro ya estaba más que listo para lo que viniera. Nuevamente el placer lo obtenía de verla a ella, de presentirla cerca y deseosa, anhelando y disfrutando de un cuerpo que por defecto le pertenecía. – Poco importa lo que piensen otras – afirmó lanzándole una mirada disgustada de reojo. Los celos eran solo aplicados por Constant en esa enfermiza relación. Celos por él, el fantasma de un desaparecido que seguía teniendo control sobre ella. Pero nunca provendrían de Lorraine, al final de cuentas ninguna fémina le había apartado nunca de su lado, ninguna mujer había conseguido alcanzarle hasta la oscuridad en la que ella le mantenía como feliz prisionero.
Jirones de tela flotaron hasta suelo. No importaba, si quisiera podría hacer lo mismo con su propia piel. – Soy un maldito dios – repitió entre risas. Si fuese cierto lo que ella acababa de argumentar entonces en verdad él se encontraba más cerca de la divinidad de lo que pensaba. Después de todo los demonios gozaban de los pecados carnales, un gozo que a él, en medio de su maldición privada, le había sido negado casi por completo. Su cuerpo reaccionaba pero las sensaciones nunca llegaban. Lo único que conocía eran los orgasmos mentales, esos que le prodigaba ella cuando finalmente se sometía a su voluntad o los que alcanzaba cuando alguna víctima de una sangrienta tortura le llevaba de la mano hasta la puerta de dolor desde donde podía dar solo una tímida ojeada.
Accedió a soltar los nudos de la restrictiva prenda pero procedió con más delicadeza de la que se supone es capaz. En realidad lo que desea era algo distinto, pero decide seguirle el juego por el momento. Finalmente ella giró y él exhaló un gemido de satisfacción. Los rellenos senos se aplastaron ligeramente contra su pecho mientras él envuelve los brazos en la femenina y pequeña cintura. Entonces llegan hasta sus oídos las palabras que más ansiaba escuchar. Un gruñido de triunfo brotó de sus labios medio abiertos. Con movimientos rápidos y violentos terminó de arrancar la ropa que quedaba sobre los dos. Después la levantó en vilo y la descargó sobre el escritorio sin importarle los objetos que pudiesen estar aún sobre la pulida mesa de manera. – Hasta que por fin lo entendiste – susurró antes de penetrarla con fuerza. Era suya, solo suya ¿Por qué le costaba tanto al mundo entero comprender algo tan simple? ¿Por qué seguía ella resistiéndose? Ningún movimiento oscilatorio llego a pesar de que sabía cuánto debería ella estar esperando por esa conocida y codiciada fricción. En su lugar la inmovilizó apresando sus brazos contra el escritorio – Anda ángel oscuro, escupe lo que te acongoja y repíteme lo que soy incapaz de recordar ¿Qué te impulsó a convertirme? ¿Por qué arrastras el fantasma de tu Sire ante mí? –
Constant Von Fanel- Vampiro/Realeza
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Re: Sealed with lies - Flashback {Privado} +18
Todos, en su momento, guardan secretos. La mente ha sido durante mucho tiempo el mejor y único sitio donde se está a salvo, por supuesto, sólo si eres capaz de ocultarte en las profundidades de sus redes. Lorraine, habida lectora y empedernida amante, para ella esconderse detrás de una sonrisa y una palabra amable es una total y completa pérdida de tiempo. Capaz de descifrar los entretejidos pensamientos de las personas, ha sobrevivido a las traiciones, a los juegos, al… ¿Amor? Sí, un poco golpeada y distinta, pero continúa con vida, al menos así es como se describe el estado ambulante en el que se encuentra. Quizá existió el tiempo en el que su desquebrajo, limitó su mente y los demonios que había creído vencer, volvieron de su letargo sólo para atormentarle, sin embargo, en una visita hacia el futuro, había asegurado su resurrección de una forma. “Descendencia, Lorraine. Si tu mueres debes asegurarte de que alguien continúe con tu legado” Y, aunque al principio no comprendió las palabras, ahí frente a ella, con el alma hecha girones, con la mente desprendida y el cuerpo inerte, se encontraba él… la clave a su retorno.
Su entrepierna se flageló al sentir el contacto desnudo de Constant. Era evidente que él la deseaba más de lo que pudiese pedir; eran sus pulsaciones viriles las que conseguían transmitir el mensaje hasta las entrañas de Lorraine, asegurándose de que sólo ellos dos pudiesen comprender lo que ahí ocurría. Fue aquel susurro en su oído, lo que terminó por invocar su excitación. Más no hubo ecos en el acto, y lo que al principio fue salvaje y desgarrador, ahora moría con tal lentitud que la impaciencia se hizo presente en la mujer. Cerró sus piernas alrededor de la cintura de Constrant, lo atrajo a ella, y cual prostituta adiestrada, contrajo su pelvis aunada a su cavidad. Sus jugos escurrieron empapando el falo de su amante, quien permanecía inmóvil, siempre perezoso. Torció sus labios, puso los ojos en blanco y sonrió. Aflojó su agarre y volvió a hacerlo. No importa mucho si él no puede hacerse hacia adelante o atrás, la presión sobre sus venas, provocaba la misma reacción que el rose de sus pieles, incluso podría decirse que era mejor. Estiró su cabeza para alcanzar el cuello de la víctima. La punta del viperino órgano, delineó el arco, su salvia caliente goteó desde su boca hasta la piel marmórea de él, sólo para atizar el fuego que ya corría desde dentro. Desenfundo los colmillos, y arañó sobre la superficie. Sus labios se juntaron y soplaron con gélido aliento; la combinación y desequilibrio de temperaturas, siempre consigue enloquecer los sentidos. Sus manos, se arrastraron con delicadeza y gracilidad por todo lo largo y ancho de su espalda. Las uñas apenas tocaban la dermis, tan sólo con el objetivo de dejar un rastro fantasma, un hormigueo efímero, una caricia arrebatadora. Posó las manos tras la nuca ajena y coqueteó en el sitio durante un par de segundos. Mordiendo su labio inferior emitió un jadeo, a tiempo en que halaba la cabeza de Constant hacia atrás con fuerza.
-Él tenía un plan; descabellado. Carente de recursos, pero visionario. Así mismo me compartió una gran sabiduría, la eternidad no significa vivir para siempre, si no que tu legado permanezca- Lo soltó empujando su cuerpo hacia atrás, sus sexos se separaron y fue su propia entrepierna la que pareció emitir el sonido desgarrador del llanto ante la ausencia de su miembro en ella. Lorraine la ignoró. –Para ello necesitas confiar en la gente correcta, y él no lo hizo- Hizo un mohín. Todos comenten errores, incluso ella había confiado en quien menos debería, pero eso es lo de menos, pues si hay una realidad universal, es que lo que no te mata, sin duda alguna, te hace más fuerte. Y lo que Lucern había hecho de ella, o mejor aún, lo que el mismo Constant pretendía de ella, no sólo forjarían un carácter inquebrantable, si no que le habían dado la pauta, las variables que necesitaba para poder ejecutar el plan de Alphonse, el mismo idealismo que había encontrado decadente. –Tú conoces sólo la mitad, de la historia. Sabes que murió, más no en qué circunstancias. Yo lo asesiné, y con su muerte di inicio a una guerra, e ignorantes o no, todos estamos dentro- Con siniestros pensamientos, hizo el cuerpo de Constant aterrizara en el suelo de la habitación. La espalda del hombre, contra el frío de la piedra, y su pecho ahora mancillado por las rodillas de Lorraine, contra la piel de la dama. Colocó ambas piernas a los costados, y bajo con su cadera para rosar la ajena. Se posó a gatas sobre él, pero fue la uña de la desgraciada la que dibujó un símbolo sobre el pecho del vampiro. Clavó las cinco uñas sobre la superficie donde se encuentra el corazón, y las hundió ligeramente. –Dime Constant, ¿Puedo confiar en ti, eres tú quien continuará con mi legado, eres tú quien hará de mi breve existencia aquí, una eternidad? Piénsalo bien, y responde con cuidado, porque aunque tus labios digan una cosa, tu mente puede dictar otra. Y créeme que lo sabré. ¿Acaso crees que no me he dado cuenta de lo que ya me ocultas?- Arqueó una ceja. Le ha concedido al hombre el libre albedrío, antes de poder dar el siguiente paso, tendía que considerar todas las alternativas, incluso, por más leal que Constant le sea, no puede descartar la posibilidad de la traición, después de todo…. Le ha estado mintiendo sobre Lucern.
Su entrepierna se flageló al sentir el contacto desnudo de Constant. Era evidente que él la deseaba más de lo que pudiese pedir; eran sus pulsaciones viriles las que conseguían transmitir el mensaje hasta las entrañas de Lorraine, asegurándose de que sólo ellos dos pudiesen comprender lo que ahí ocurría. Fue aquel susurro en su oído, lo que terminó por invocar su excitación. Más no hubo ecos en el acto, y lo que al principio fue salvaje y desgarrador, ahora moría con tal lentitud que la impaciencia se hizo presente en la mujer. Cerró sus piernas alrededor de la cintura de Constrant, lo atrajo a ella, y cual prostituta adiestrada, contrajo su pelvis aunada a su cavidad. Sus jugos escurrieron empapando el falo de su amante, quien permanecía inmóvil, siempre perezoso. Torció sus labios, puso los ojos en blanco y sonrió. Aflojó su agarre y volvió a hacerlo. No importa mucho si él no puede hacerse hacia adelante o atrás, la presión sobre sus venas, provocaba la misma reacción que el rose de sus pieles, incluso podría decirse que era mejor. Estiró su cabeza para alcanzar el cuello de la víctima. La punta del viperino órgano, delineó el arco, su salvia caliente goteó desde su boca hasta la piel marmórea de él, sólo para atizar el fuego que ya corría desde dentro. Desenfundo los colmillos, y arañó sobre la superficie. Sus labios se juntaron y soplaron con gélido aliento; la combinación y desequilibrio de temperaturas, siempre consigue enloquecer los sentidos. Sus manos, se arrastraron con delicadeza y gracilidad por todo lo largo y ancho de su espalda. Las uñas apenas tocaban la dermis, tan sólo con el objetivo de dejar un rastro fantasma, un hormigueo efímero, una caricia arrebatadora. Posó las manos tras la nuca ajena y coqueteó en el sitio durante un par de segundos. Mordiendo su labio inferior emitió un jadeo, a tiempo en que halaba la cabeza de Constant hacia atrás con fuerza.
-Él tenía un plan; descabellado. Carente de recursos, pero visionario. Así mismo me compartió una gran sabiduría, la eternidad no significa vivir para siempre, si no que tu legado permanezca- Lo soltó empujando su cuerpo hacia atrás, sus sexos se separaron y fue su propia entrepierna la que pareció emitir el sonido desgarrador del llanto ante la ausencia de su miembro en ella. Lorraine la ignoró. –Para ello necesitas confiar en la gente correcta, y él no lo hizo- Hizo un mohín. Todos comenten errores, incluso ella había confiado en quien menos debería, pero eso es lo de menos, pues si hay una realidad universal, es que lo que no te mata, sin duda alguna, te hace más fuerte. Y lo que Lucern había hecho de ella, o mejor aún, lo que el mismo Constant pretendía de ella, no sólo forjarían un carácter inquebrantable, si no que le habían dado la pauta, las variables que necesitaba para poder ejecutar el plan de Alphonse, el mismo idealismo que había encontrado decadente. –Tú conoces sólo la mitad, de la historia. Sabes que murió, más no en qué circunstancias. Yo lo asesiné, y con su muerte di inicio a una guerra, e ignorantes o no, todos estamos dentro- Con siniestros pensamientos, hizo el cuerpo de Constant aterrizara en el suelo de la habitación. La espalda del hombre, contra el frío de la piedra, y su pecho ahora mancillado por las rodillas de Lorraine, contra la piel de la dama. Colocó ambas piernas a los costados, y bajo con su cadera para rosar la ajena. Se posó a gatas sobre él, pero fue la uña de la desgraciada la que dibujó un símbolo sobre el pecho del vampiro. Clavó las cinco uñas sobre la superficie donde se encuentra el corazón, y las hundió ligeramente. –Dime Constant, ¿Puedo confiar en ti, eres tú quien continuará con mi legado, eres tú quien hará de mi breve existencia aquí, una eternidad? Piénsalo bien, y responde con cuidado, porque aunque tus labios digan una cosa, tu mente puede dictar otra. Y créeme que lo sabré. ¿Acaso crees que no me he dado cuenta de lo que ya me ocultas?- Arqueó una ceja. Le ha concedido al hombre el libre albedrío, antes de poder dar el siguiente paso, tendía que considerar todas las alternativas, incluso, por más leal que Constant le sea, no puede descartar la posibilidad de la traición, después de todo…. Le ha estado mintiendo sobre Lucern.
Hela Von Fanel- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/02/2010
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