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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Isaac Renaldi Sáb Ago 09, 2014 2:07 pm

Se puede tener por compañera la fantasía, pero se debe tener como guía a la razón.
Samuel Johnson

Los primeros rayos del sol entraban por la ventana haciendo haces iridiscentes para mis ojos, me gustaba esta calma que me brindaba la mañana, todo parecía estar en orden, nada parecía estar en descontrol en el exterior, es como si la vida se detenía y me brindaba un pequeño momento en donde solo existía yo y la pasividad de mis pensamientos, Londres, una ciudad llena de hermosura, la vegetación y los paradisiacos lugares que me brindaba me daban una visión menos perversa de lo que podría brindarme el mundo, podía irme al ventanal de mi habitación de hotel y escribir hasta que el sol decidiera ocultarse dándole la bienvenida a la reina de la noche, pero luego estaba ella, esa mujer que nuevamente estaba trayendo confusión a mi vida, todo parecía haber quedado enterrado cuando decidió marcharse, algo como amor de adolescentes pero el destino es caprichoso y nuevamente la tenía cerca, me negaba a volver a sentir lo que una vez sentí por ella, pero claramente hay partes de nosotros que no entienden de razones y una parte bastante testaruda mía no lo aceptaba.

Me senté en la cama con la cobija cubriéndome las piernas y me masajeé los ojos, despabilándome, cuando en ese momento escuché que tocaban la puerta y la voz de una mujer de servicio se hizo escuchar dándome anuncio que venía a limpiar todo desastre que pudiera haber ocasionado durante la noche, fruncí el ceño algo molesto, cosa que no me gustaba es que me interrumpieran cuando estaba inmiscuido en mi taciturno mundo, tomé el reloj de bolsillo que descansaba sobre la mesita de noche y miré la hora, abrí los ojos algo amplio eran pasado las 10 de la mañana, tenía un desayuno con unos antiguos amigos de la universidad en Estados Unidos y que por casualidades del destino nos habíamos encontrado la tarde de ayer mientras cenaba en un restaurante nuevo en la ciudad, la cita estaba concretada para la 10:30 de la mañana, odiaba llegar tarde a cualquier compromiso que tuviera, quité la cobija de mis piernas y le grité a la mujer que esperara, metiéndome al baño me aseé rápidamente y busqué en el armario un pantalón de tela color negro y una camisa de botones y de algodón egipcio color verde menta, cambiándome y perfumándome tomé una gabardina negra y larga y salí apurado metí mi mano en el bolsillo de mi gabardina y sentí algo metálico, fruncí el ceño curioso sacando un poco el objeto y se trataba de un pequeño estilete, apreté los labios y lo saqué de ahí guardándolo discretamente en el bolsillo de mi pantalón, tomé mi reloj de bolsillo que marcaba las 10:40 me maldecía una y otra vez por ser un impuntual.

Tomando un carruaje me dirigí al restaurante que quedaba a unas cinco calles de donde me hospedaba, mirando por la ventana y la pierna cruzada las personas iban de un lado para otro, apurados, algunos de la mano mientras otros solo parecían perdidos en el limbo, tal cual yo en ciertos momentos de mi ramplona existencia, cerré los ojos con el ceño fruncido y recosté mi cabeza contra el asiento del carruaje, suspirando y pensando en el porqué de mi viaje, unas breves vacaciones  a la ciudad del té, solo para olvidarme de mi doble vida y retomar un poco de la vida que tenía antes de que esas escorias le arrebataran la vida a mi papás, insulsos que cambiaban de forma y se escondían bajo una faceta humana y pacifica engañando a los demás, no a mí, les tenía un odio inconcebible, para mí eran como lo último de la sociedad la fila petulante y llena de maldad, gruñí por lo bajo y tensé la mandíbula, no era momento para sacar el mal humor que me provocaban, el carruaje finalmente se detuvo y el cochero abrió la puerta, bajé y miré a todos lados evitando tropezar con alguien, agarré las solapas de mi gabardina y acomodé sobre mi cuerpo, mis facciones como roca estaban dominando en mi rostro, desde hace tanto los ánimos para sonreír estaban enterrados, caminé hacia la entrada y el portero rápidamente me abrió la puerta dirigiéndome al hombre que verificaba las citas le indiqué que me reuniría con alguien, el tipo sonrió amable y asintió llevándome a la mesa, antes de partir me pidió la gabardina la cual quité de mi cuerpo sin ningún prejuicio y entregué, deslicé mis ojos por el lugar mirando a los presentes degustando sus desayunos, tazas de café, vasos con jugo de naranja y las típicas tazas de té, me troné los nudillos y cerré los ojos cuando choqué con alguien, gruñí molesto y abrí los ojos mirando ceñudo al responsable de semejante descuido, en ese momento noté a una mujer rubia de muy buen aspecto, alcé la ceja y la miré totalmente serio – Mademoiselle, tenga cuidado- dije con un tono neutro – Puede hacerle daño a los demás o incluso a usted misma- le recorrí el rostro con la mirada rápidamente y volví a hundir mis orbes con las de ella, al momento del choque algo me estremeció, una onda de calor desde mi estomago hasta mi garganta, concentrándose con pequeñas ondas vibratorias en mis manos, parecido cuando estaba en pleno acto de caza buscando a uno de sus pequeños insolentes, fruncí el ceño – Pero no hay cuidado pase buen día- hice una reverencia de despedida con la cabeza, no había mucha importancia.

Seguí al hombre llegando a la mesa y estreché manos con cada uno de los hombres que me rodearían y tomé asiento teniendo de frente la mesa de la chica que había tropezado conmigo y por la que sentía cierta curiosidad, crucé la pierna y tomé el menú buscando el que sería mi aperitivo en las primeras horas del día, mis ojos sin yo estar consciente se desviaban empecinadamente a la mujer, cerré los ojos y pensé –Tranquilo Isaac, no puede serlo, estás siendo algo paranoico, concéntrate y olvídate de lo sucedido- suspiré y pedí una taza de café negro con canela dándome tiempo para pensar en el plato fuerte, empecé a hablar con mis antiguos compañeros acerca de nuestras vidas, de cierta forma me causaba incomodidad, todos estaban casados y con hijos –Renaldi, te estás quedando atrás mi amigo, ya es hora de que desposes a alguien te haría bien- el hombre me palmeó el hombro, miré de reojo lo que hacía y moví el mismo alejándolo y le miré con una sonrisa de lado – No está en mis planes todavía Michael, eso es lo de menos importancia para mí, quiero concentrarme en este momento en la empresa, expandirla y centrarme en nuevas telas para la confección, el matrimonio y los hijos pueden esperar- mi tono orgulloso, estaba claro que no solamente estaba concentrado en eso pero ese asunto no debía ser discutido con nadie, de reojo noté a la chica de nueva cuenta y sonreí un poco estaba decidido, podía preguntar por ella pero me gustaba hacer la cosas a mi manera y por mis propios medios mi curiosidad había despertado y sería ella misma la que aclarara todo aquello, ella sería el mapa para encontrar mis respuestas.
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Mensaje por Amethyst C. Tsartsaris Vie Ago 29, 2014 9:17 pm

Quien conociera a Amethyst Tsartaris diría que ella era una persona alegre y pintoresca, endiablada y picara que gustaba hacer de las cosas a su manera y siguiendo sus propias reglas. Quien hubiera tenido el agrado de compartir con ella, aseguraría que siempre se encontraba en movimiento con un ritmo propio que parecía hacerla bailar cuando caminaba y que dejaba en sus ojos una chispa especial que brillaba cuando una idea que conllevara cierto riesgo se presentaba en su mente. Quien la conociera de segundos podría afirmar de que deberían dolerle las mejillas al final de cada día por la forma inmensa con la que parecía sonreír en todo momento incluso cuando sus labios eran una fila línea, estos parecían esconder la intención de una risa, una carcajada flotante y silenciosa que se burlaba en secreto de todos. Asi era, dual, una señora amable con malicia, demasiado malcriada pero bien entrenada en el arte de vivir en la calle. Un misterio que andaba en dos patas con un buen humor arrollador y malas ideas por doquier

¿Entonces porque parecia tan molesta? Quizas tuviera que ver con que debía encerrarse con millones de papeles para firmar, re escribir y enviar cosa que ya la aburría bastante y que, para empeorar su situación, esta vez parecía haberse complicado tras la caída de una de las minas en España -Madame?– Debía de estar muy concentrada en sus negocios para no sentir la presencia de una de las mujeres entrar a la habitación- Ha estado aquí desde la madrugada ¿Por qué no descansa con un té? – le ofreció una sonrisa temblorosa que no encontró respuesta más que la mirada, agobiada e impaciente, de la rubia. Fueron unos segundos pero pudieron ser horas en que la cambiaformas no movió siquiera un musculo, apenas delatándose por la lenta respiración que inflaba su pecho y que finalmente se vio interrumpido por un suspiro – Si– dijo frotándose la sien y por primera vez volteando al reloj de pie que descansaba en el cuarto. Durante 5 horas continuas se había dejado intoxicar y absorber por el problema que estaba segura se resolvería de algún modo u otro. Porque eso era lo bueno del mundo, borrón y cuenta nueva con cada uno de los desastres que le tocaba afrontar ¿Por qué ella ignoraría tan sabio concejo? – Pero no aquí – comento distraída al ver como traían el set de pequeñas tazas de porcelana – Necesito caminar, despejar la mente – y sin más, como si 5 horas no hubieran pasado y no hubiera asustado a sus sirvientes, desapareció del hogar.

No estaba muy segura de a donde quería ir, simplemente dejo que sus pasos la guiaran, que el ruido y los olores llenasen su cabeza hasta no dejar espacio para ningún otro pensamiento y así fue que, cuando por fin recupero la conciencia plena, se encontró así misma frente a un café y supuso que era buena idea entrar, ya que estaba allí, y escuchar los problemas de las otras personas. Se reacomodo el sombrero que escondía su rostro entre miles de sombras, esperando algo de absurda privacidad y sonrió al hombre que abrió la puerta y le indico una mesa para uno a la cual no llego tan fácilmente como uno creería pues se chocó de frente con un torso masculino. El golpe le indico que era una persona que, o bien se ejercitaba mucho o tenía un trabajo que le permitía tener unos músculos bien desarrollados y muy diferentes a los aristócratas quienes presentaban cuerpos altos y finos que amenazaban con quebrarse fácilmente. Pero para un cuerpo tan fornido, el presentaba ropas de buena calidad que si podía competir con la de las altas clases con quienes debía codearse la cambiapieles. Todo eso coronado con cabellos castaños bien peinados que enmarcaban su rostro endurecido y mirada oscura que la observaba con cierto reproche – Le diría lo mismo Monsieur, caminar con los ojos cerrados es algo peligroso – Sonrió como no lo había hecho en la mañana, mostrando sus colmillos y incisivos que apenas eran más afilados y prominentes que los del promedio. Era algo curioso como siempre los cambiantes tenian mínimos rasgos de sus pieles animales. Desde miradas felinas y rasgos sutiles hasta personalidades y órganos internos mediamente adaptados a las dietas de sus pieles – Gracias, igualmente caballero – asintió mientras retomaba su camino hacia su mesa, apartada junto a la ventana y se disponía a elegir algo que contribuyera a su dosis diaria de azúcar ¿Un té? Si, y unos bocaditos que luego le harían retorcer el estómago, incapaz de digerirlos correctamente, pero que Oh diosa santa, cuanto amaba. Y mientras esperaba que sus pequeños gustos culposos llegaran a ella, se dedicó a escuchar al resto y especialmente al hombre que se había chocado hacia unos instantes y que parecía haber atraído su atención, no que fuera difícil o un mérito. Lo que si era extraño para ella, es atraparlo mirándola a lo que correspondía con sonrisas que se escondían tras tazas de té que subían a sus labios y que repercutían en sus ojos oscuros como el carbón. ¿Carbon? Oh, debería también dedicarse a extraer, muchas máquinas de la época lo necesitaban y seguro seria una excelente inversión.

Gruño, sintiendo el líquido burbujear contra sus labios, al atraparse asi misma pensando en el trabajo que esperaba dejar atrás por el día. Mordió uno de los dulces en su plato y volteo a la ventana pensando en los hombres que habían muerto con la caída de los cimientos y un escalofrío le recorrió la espalda al pensar en todos los trabajadores heridos o atrapados bajo los cimientos, la perdida material y las cartas que la esperaban en casa. Regreso los ojos al castaño y sonrió al verlo, sonrió con cierto cinismo, los ojos negros brillaban desafiándolo a moverse porque la siguiente vez que voltease a su figura, ella se habría escapado en un juego que solo ella sabia jugaba




Off: lo lamento por este post tan rebundante y bleh ;___; sobretodo por la demora
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Mensaje por Isaac Renaldi Miér Dic 17, 2014 9:12 pm

Las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo.
Napoleón I
Realmente la inquietud me había saltado sin ningún preludio ¿Ella a quién avisaba? Era obvio que a nadie, era caprichosa y debido al hecho que era un doble cara me rondaba con más ansías que las acostumbradas, mis ojos siguieron prensados de la rubia ¿Qué era lo que ella poseía que yo deseaba ver? Fruncí el ceño con molestia al escuchar los parloteo de los hombres que compartían mesa conmigo, seguían interrogándome acerca de matrimonio, familia, novia incluso bromearon en que si acaso gustaba de otros tipos de parejas, negué sonriendo, lo había hecho solamente porque todo aquello me había parecido sumamente divertido –Creo que no me he adentrado a esos territorios- le seguí en el juego al inglés -¿Acaso hay alguna experiencia propia que nos quieras comentar Michael? - alcé la ceja notando como la risa estridente del mismo se apagaba al igual que una vela por un frío aire –No me parece tan gracioso Renaldi- sonreí de lado viendo la cabellera de la rubia –Oh vamos, es solo un juego, no te lo tomes tan en serio- entrecerré los ojos recorriendo la fina espalda de la misma y volví a fundir mis orbes verdes con las negras de ella -¿Qué miras tanto eh? - escuché su voz y señalé con la barbilla a la rubia –Esa chica- él volteó un poco para saber a quién me refería –Uhm tienes buenos gustos Renaldi- fruncí el ceño y negué –No se trata de eso inepto- murmuré –Hay algo peculiar en ella- susurré y rodé mi labio inferior dentro de mi boca –Si que lo hay- susurró con malicia y noté como sus ojos la recorrían con lascivia, se comportaba como un cavernícola -Podemos hacer que ella y todos esos caramelos se acerquen aquí- susurró divertido a lo que le mal miré de reojo –No seas tan bocón Michael- él alzó las manos disculpándose –Me refería a los dulces que están comiendo Renaldi- torcí los labios con fastidio no me iba a molestar a tan tempranas horas del día por la pérfida lengua de alguien que parecía no pensar con la cabeza –No- negué –No me parece muy educado de nuestra parte- suspiré –Además solo es una pequeña curiosidad tampoco me estoy quemando por descubrirla- el mesero llego con las bebidas y de inmediato di un sorbo a mi café pidiendo un plato variado para empezar el día, el hombre anotó las ordenes y se largo mientras las bromas volvían a la mesa, sin embargo yo tenía la cabeza dividida entre ambas mesas ¿Cuánto tendría que esperar?.

-Renaldi cuéntanos acerca de cómo va la textilera- preguntó uno de los hombres mientras limpiaba su boca con la servilleta –¿Vas a expandirla aquí a Londres? - crucé la pierna al estilo varonil cruzándome de brazos –Ese es el plan los ingleses gozan de buena moda después de todo- musité tranquilamente –Pero necesito concretar algunos planes antes de traer el aire parisino a los atuendos de por aquí- volví a llevarme el café a los labios saboreándolo –Hay algunos asuntos en París que están inconclusos aún, necesito aclararlos primero- me refería a Alenna y nuestra tan extraña relación Desorden en tu vida? - interrumpió uno de los presentes con humor a lo que asentí completamente serio –No se podría llamar desorden quizás la palabra apropiada sería cabos sueltos- tensé la mandíbula porque odiaba eso que me estaba tomando como suyo en los últimos días cuando volví mi vista hacia la mesa y la chica no se encontraba ¿A dónde se había ido? ¿Desde hace cuando? Fruncí el ceño enderezándome un poco en la silla y buscándola entre las personas, no había razón para estar desesperado pero eso no le importaba a mi cabeza en estos momentos, las razones después se podrían poner en la balanza -¿Renaldi? - susurró Michael y le miré con dureza -¿Qué te pasa? Parece que has perdido algo- tragué algo pesado cerrando los ojos momentáneamente, el hambre se había apagado en mi ser y algo de molestia y pesadez estaba surgiendo como llamita incesante –Creo que me siento mal- murmuré y me apreté el puente de la nariz –Es mejor que me vaya, no quiero arruinarles el desayuno- dejando la servilleta sobre la mesa noté las caras confundidas de los presentes –Discúlpenme, no sé lo que pasa conmigo- realmente estaba en lo cierto, no sabía de que se trataba esto que me estaba aturdiendo –Podemos dejar esta reunión para una cena o un almuerzo mañana o cualquier día de esta semana, discúlpenme de verdad- me levanté y acomodé las muñecas de mi camisa –Disfruten el desayuno no se preocupen por mí- saqué unas cuantas libras de mi cartera de bolsillo y los dejé en la mesa  y di unos pasos lejos de la mesa pero me detuve justo al lado de Michael posando una mano en su hombro –Dale saludos a tu esposa y dile que espero poder probar esos biscochos de los que me hablaste- musité tranquilo –Con permiso- les di una última mirada a los hombres y agilicé el paso quería estar en el hotel para hundirme en la soledad y hacer que el nido de pájaro que era mi cabeza se despabilara de toda la confusión.

Tomando mi gabardina la coloqué sobre mi cuerpo despidiéndome la sonrisa del encargado de las reservaciones, ya afuera el aire me impacto en la cara y noté la concurrencia de los ingleses, si que era diferente a lo que yo acostumbraba a ver en París no solo en cuanto a moda si no también en cuanto a actitudes, miré mi carruaje frente a la entrada y al cochero casi dormido en su montura pero fue cuando la vi, otra vez esa chica, la rubia del restaurante se mezclaba como pluma ligera entre las personas, mis facciones se endurecieron siguiéndola con la mirada y mis pies se empezaron a mover, olvidándome del carruaje la seguí sin siquiera detenerme a pensar en el por qué, esquivaba persona y alzaba la cabeza para no perder su delgada y pequeña figura femenina,  alejándonos poco a poco del lugar y las personas menguaban en su número -¿A dónde? - susurré para mí mismo cuando golpeé a alguien y tomé de los brazos a la mujer que me miraba casi asesinándome –Lo siento- murmuré algo distraído cuando noté de nuevo sus cuencas llenas por la oscuridad verme y me tensé con el ceño fruncido viéndole ¿Qué clase de juego era este?
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Mensaje por Amethyst C. Tsartsaris Vie Abr 03, 2015 11:55 am

El juego del gato y el ratón.  Era quizás  de los legados más antiguos que los humanos habían heredado sin diferenciar culturas, fronteras o lenguas e incluso razas pues no era excluyente de los bípedos que conquistaron el planeta e hicieron de el a sus anchas aunque sin duda eran los únicos que podían considerarlo como un divertimento lejano a las apuestas de vida o muerte por la que otras criaturas pasaban diariamente. Perseguir y huir eran las reglas más básicas de la supervivencia desde los altos montes hasta en los profundos océanos y no era una excepción en las calles londinenses por donde se deslizaba la cambiante que con una sonrisa, como si se tratara de una travesura, guiaba al cazador hacia ningún lugar en concreto. Mentiría si digiera que tenía aquello planeado pero tampoco era inconsciente de sus pasos porque estaba en tierra patria, la conocía como conoce el animal cada árbol de su territorio y pese a que se movía de forma errática a cada momento podía visualizar los edificios que los rodearían si continuaba por el camino tomado, así como el tráfico de personas en las calles a quienes debía considerar para seguir aquel juego ¿para volver al cazador, la presa?  Aquellas eran las ventajas de su naturaleza humana cuando se encontraba con un igual, nadie sabia que esperar y era esto mismo lo que atraía a la rubia quien encontraba diversión en el misterio, en el peligro que le inspiraba aquel hombre de fuertes rasgos y ojos claros que expedían oscuridad y con quien se encontraron de frente sus ojos oscuros una última vez con una sonrisa como adorno en sus labios donde se dibujaba el deje infantil de las malas ideas antes de cometerlas. La distancia inclusive era demasiada que pudiera leer correctamente el murmullo que canturreaba “Keep on walking the footste of a stranger” antes de desaparecer por la esquina hacia una calle oportunamente vacía donde sus dedos se tomaron la tarea de desajustar rápidamente las cuerdas del corset y deshicieron el collar asi como los adornos en sus brazos y dedos para dejar todo rápidamente en un bolsito tan pequeño como incordioso que se vio prontamente abandonado entre las ruedas de una carreta que a llevaba días sin moverse y ladeaba un lateral de la calle. La empujo lo más adentro que pudo para que las sombras fueran su refugio y retomo su camino, apurando rápidamente los pasos deseando recuperar la distancia con su persecutor a quien le permitió oír sus rizas como campanillas al aire, guiandolo hacia su posición en las puertas de una iglesia. Una de esas pequeñas y oscuras, que no destacan demasiado del paisaje urbano y que sin embargo parecen servir a sus propósitos espirituales más aun que las grandes catedrales capitalinas con sus figuras ornamentadas en oro.  Su poder era tal que incluso la cambiaformas se detuvo un segundo considerando su idea de volver aquel edificio sagrado su espacio de juegos antes de adentrarse con la risilla resonando a su alrededor  y que pronto el lugar respondió devolviéndoselas. Perfecto, pensó, enseguida canturreando –mas para si que para su persecutor- “You'll learn things you never knew, you never knew”

Sus pasos seguros y amplios la llevaron de forma veloz hacia el altar mientras sus afinados oídos buscaban por alguna señal de que los encargados del edificio seguían por las inmediaciones pero nada encontró mas que el sagrado silencio que ella sin temor corrompía con su sola presencia. No podía evitar sonreír cuando giro sobre sus talones sintiendo su morfología cambiar lentamente; los huesos volverse mas delgados y el rostro más ovalado hasta finalizar en un negro y respingado hocico. Su cuerpo se llenó de aquel cabello rubio que antes solo era de su cabeza  y sus manos ahora iguales a sus pies los cuales casi tropezaron con el vestido que requirió de un rápido sacudón para caer de su nuevo cuerpo y que escondió, tan bien como pudo, debajo del altar antes de volverse y de un amplio salto tomar lugar en el asiento del párroco, la sede presidencial , desde donde recibiría a su invitado con los ojos relampagueantes de emoción.  Eran estos la única pista que necesita el cazador para saber a donde estaba su presa (quitando quizás que se trataba de una noble raza muy correctamente sentada en tan importante lugar)  pues eran un fiel reflejo de su forma humana, de su inteligencia y picardía que en todo caso parecían estar burlándose o testeando las habilidades del hombre para creer en lo sobrenatural sin saber siquiera que era el destino que la estaba juzgando a ella. Oh que pequeño mundo para que entre todos los corderos del señor se tuviera ella que encontrar con el hombre que poco agradaban las criaturas sobrenaturales, sin importar que tan simpáticas se portasen o cuando trucos aprendieran.

Se levantó sobre sus dos patas y lanzo un ladrido de saludo, firmando el comienzo de aquel encuentro.





El dialogo es la cancion de Pocahontas. "Si sigues las pisadas de un extraño, mil sorpresas hallaras alrededor/ Mil cosas que jamas soñaste ver". Porque esta loca del coco
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