AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Señorita, es usted maravillosa en su papel de ingenua [Flashback] | Privado
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Señorita, es usted maravillosa en su papel de ingenua [Flashback] | Privado
in order to do what you don't say
No se debía a que desconociera el alcance, la influencia, el poder que podían tener las habilidades de un vampiro, las conocía bien después de casi tres mil años de existencia, pero a veces aún lograba sorprenderse un poco, como si todavía conservara esa capacidad tan humana. En esta ocasión, Kristian estaba fascinado con la facilidad con la que había logrado convencer a la mujer que escoltaba del brazo con suma elegancia, de acompañarlo esa noche.
Durante el trayecto camino a la residencia Vekel, algunas personas que se encontraron de frente se giraron para observarlas, pues no podía negarse que ese hombre y esa mujer compartían belleza, él inmortal y ella humana, ambas únicas y extraordinarias que, sin duda, combinabas lucían bastante bien. Aunado a eso, el encuentro con Shannon, la hermosa escocesa que andaba a su lado, prometía, incluso lograba poner al vampiro en expectativa, cosa que no ocurría a menudo, ya que la mayoría de los humanos eran idénticos, cortados con la misma tijera, muchos de ellos casi aburridos. Shannon parecía distinta. Al igual que todas las demás, la veía como una diversión, una inminente oportunidad para alimentarse, pero además tenía un brillo en los ojos que lograba seducirlo y una sonrisa pícara que lo llenaba todavía más de intriga, y esos labios... no podía negar que eran tentadores. Su aroma era sencillamente exquisito.
El camino a la sombría y polémica mansión ocurrió sin mucha habladuría de por medio, Kristian de vez en cuando giraba su rostro para observarle de reojo, a veces alargaba su mano y le explicaba algún lugar turístico de la bella París, ya que como ella misma había indicado, no conocía aún la ciudad como era debido. Dieron las diez de la noche cuando al fin llegaron a su destino. Curiosamente, aunque no era demasiado tarde, la casa ya se encontraba en completo silencio, sumida en penumbras. Los pocos sirvientes que Kristian tenía a su mando sabían que no debían deambular por la casa después de esa hora, porque a su patrón no le gustaba, porque esas habían sido sus órdenes y nadie tenía el derecho de cuestionarlas o desobedecerlas. Por supuesto, su deseo tenía un por qué y se debía a que cada vez que llevaba a una de sus conquistas, que terminaba por convertirse en una de sus víctimas, era después de esa hora, nunca antes.
Como un verdadero caballero tomó el abrigo de su invitada y lo colgó en el perchero, junto a su saco grueso de lana, y la condujo a través de la sala que permanecía alumbrada únicamente con la débil y trémula luz de una vela. Él caminó al frente, ella lo siguió sin protestar, y lenta y silenciosamente la guió hasta la habitación más oculta y más lejana, su estudio, en el que solía pasar más tiempo durante el día, refugiándose de los rayos del sol, pintando, la que siempre permanecía bajo llave, y que abrió solamente para que su invitada conociera. Sus obras permanecían ocultas bajo mantas blancas.
—Por favor… —pidió alargando su mano, invitándole a pasar primero. Una vez que ella estuvo adentro, entro él y cerró la puerta nuevamente con llave, la cual guardó en el bolsillo de su pantalón—. Espero que no le moleste que cierre la puerta con llave, pero suelo hacerlo cuando estoy aquí, para evitar cualquier interrupción —explicó mientras caminaba despreocupadamente, dirigiéndose hasta una repisa—. Esa es la razón, no soy ningún secuestrador... —«soy algo peor», añadió mentalmente a su frase, girando su rostro y sonriéndole con ironía.
Sacó dos copas de una pequeña alacena.
—¿Champagne está bien? —Preguntó, aun cuando la botella ya se encontraba inclinada sobre una de las copas y el líquido empezaba a llenarla. Una vez servida fue hasta donde su invitada, que aún se encontraba de pie, observando aquella habitación de mediano tamaño, y le ofreció una de las copas—. Pero por favor, Shannon, tome asiento, cualquiera diría que se encuentra… nerviosa, no lo está, ¿o si? —Preguntó mientras daba un sorbo a su copa—. No hay razón para preocuparse, ya le he dicho que no soy un bandido, no hay una señora o futura señora Vekel, y puede estar segura de que nadie va a interrumpirnos.
Para un vampiro como Kristian, que además era un artista, tomar a sus víctimas, echar su cabeza atrás, exponer el cuello e hincar sus afilados colmillos en ellos hasta saciar su sed, no era suficiente, le parecía algo burdo, insulso, deprimente. La seducción previa hacía todo mucho más interesante, convertía el acto de la alimentación en algo mucho más íntimo, casi en una obra de arte.
Durante el trayecto camino a la residencia Vekel, algunas personas que se encontraron de frente se giraron para observarlas, pues no podía negarse que ese hombre y esa mujer compartían belleza, él inmortal y ella humana, ambas únicas y extraordinarias que, sin duda, combinabas lucían bastante bien. Aunado a eso, el encuentro con Shannon, la hermosa escocesa que andaba a su lado, prometía, incluso lograba poner al vampiro en expectativa, cosa que no ocurría a menudo, ya que la mayoría de los humanos eran idénticos, cortados con la misma tijera, muchos de ellos casi aburridos. Shannon parecía distinta. Al igual que todas las demás, la veía como una diversión, una inminente oportunidad para alimentarse, pero además tenía un brillo en los ojos que lograba seducirlo y una sonrisa pícara que lo llenaba todavía más de intriga, y esos labios... no podía negar que eran tentadores. Su aroma era sencillamente exquisito.
El camino a la sombría y polémica mansión ocurrió sin mucha habladuría de por medio, Kristian de vez en cuando giraba su rostro para observarle de reojo, a veces alargaba su mano y le explicaba algún lugar turístico de la bella París, ya que como ella misma había indicado, no conocía aún la ciudad como era debido. Dieron las diez de la noche cuando al fin llegaron a su destino. Curiosamente, aunque no era demasiado tarde, la casa ya se encontraba en completo silencio, sumida en penumbras. Los pocos sirvientes que Kristian tenía a su mando sabían que no debían deambular por la casa después de esa hora, porque a su patrón no le gustaba, porque esas habían sido sus órdenes y nadie tenía el derecho de cuestionarlas o desobedecerlas. Por supuesto, su deseo tenía un por qué y se debía a que cada vez que llevaba a una de sus conquistas, que terminaba por convertirse en una de sus víctimas, era después de esa hora, nunca antes.
Como un verdadero caballero tomó el abrigo de su invitada y lo colgó en el perchero, junto a su saco grueso de lana, y la condujo a través de la sala que permanecía alumbrada únicamente con la débil y trémula luz de una vela. Él caminó al frente, ella lo siguió sin protestar, y lenta y silenciosamente la guió hasta la habitación más oculta y más lejana, su estudio, en el que solía pasar más tiempo durante el día, refugiándose de los rayos del sol, pintando, la que siempre permanecía bajo llave, y que abrió solamente para que su invitada conociera. Sus obras permanecían ocultas bajo mantas blancas.
—Por favor… —pidió alargando su mano, invitándole a pasar primero. Una vez que ella estuvo adentro, entro él y cerró la puerta nuevamente con llave, la cual guardó en el bolsillo de su pantalón—. Espero que no le moleste que cierre la puerta con llave, pero suelo hacerlo cuando estoy aquí, para evitar cualquier interrupción —explicó mientras caminaba despreocupadamente, dirigiéndose hasta una repisa—. Esa es la razón, no soy ningún secuestrador... —«soy algo peor», añadió mentalmente a su frase, girando su rostro y sonriéndole con ironía.
Sacó dos copas de una pequeña alacena.
—¿Champagne está bien? —Preguntó, aun cuando la botella ya se encontraba inclinada sobre una de las copas y el líquido empezaba a llenarla. Una vez servida fue hasta donde su invitada, que aún se encontraba de pie, observando aquella habitación de mediano tamaño, y le ofreció una de las copas—. Pero por favor, Shannon, tome asiento, cualquiera diría que se encuentra… nerviosa, no lo está, ¿o si? —Preguntó mientras daba un sorbo a su copa—. No hay razón para preocuparse, ya le he dicho que no soy un bandido, no hay una señora o futura señora Vekel, y puede estar segura de que nadie va a interrumpirnos.
Para un vampiro como Kristian, que además era un artista, tomar a sus víctimas, echar su cabeza atrás, exponer el cuello e hincar sus afilados colmillos en ellos hasta saciar su sed, no era suficiente, le parecía algo burdo, insulso, deprimente. La seducción previa hacía todo mucho más interesante, convertía el acto de la alimentación en algo mucho más íntimo, casi en una obra de arte.
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Elijah Caverhill- Humano Clase Alta
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Re: Señorita, es usted maravillosa en su papel de ingenua [Flashback] | Privado
- ¿Porque demonios estoy en éste sitio? – Se preguntó, mientras su mirada recorría con cautela el estudio del artista, - ¿cómo había dicho que se llamaba? - Levantó su mirada y lo observó, en ese momento le daba la espalda. Era un hombre alto, bien parecido – no, en verdad bastante atractivo – se corrigió. Ella sabía que la belleza de un hombre no la hubiera hecho acompañar a un extraño, a su hogar, para mostrarle sus obras. Negó suavemente con su cabeza, - no, lo he acompañado porque… o rayos… no tengo la más mínima idea, solo sé que necesitaba acompañarle – y así lo había hecho, en altas horas de la noche. Poco recordaba dónde lo había conocido, pero no era muy difícil de sacar conclusiones, esa noche había concurrido a una reunión, en busca de información del paradero de su amiga desaparecida hacía unas semanas y de seguro allí entre los concurrentes habría estado el señor Vekel. – En que líos te metes niña tonta - creyó escuchar la voz de la bruja que le había enseñado todo lo que sabía. Había sonreído con nerviosismo, cuando el pintor la hizo pasar al estudio y seguía con una media sonrisa colgada en su rostro.
Dejó escapar el aire de sus pulmones en un suave suspiro, junto con toda aquella frustración, de saber que había cometido una ridiculez, que no solo la ponía en peligro físico, sino que cuestionaría su reputación social, en una sociedad pacata y donde las apariencias eran más importantes que la realidad. Cerró los ojos un segundo intentando encontrar la serenidad que se había escapado al momento de quedar atrapada en una habitación cerrada con llave - ¿para que no nos molesten? ¿Qué tipo de sirvientes tiene que con una simple orden no dejen a su amo tranquilo? – Caviló, ante la excusa que Kristian había dado, enarcando una ceja. Lo observó moverse por el estudio, hasta un mueble de donde extrajo copas y bebida – a pero que previsor – se dijo sonriendo, - si, pero solo un poco – contestó al momento en que le ofreciera algo para tomar. Su mirada se paseó por los cuadros cubiertos con telas blancas que no permitían distinguir la obra bajo éstas - ¿así que cree que seré una de sus corderitos? - casi la reflexión salió de sus labios pero logró modificar sus palabras – ¿así que es aquí donde crea sus obras? – adquirió una postura, una mirada de ingenua criatura, cosa que no era, pues la vida le había enseñado que si no se es lo suficientemente astuta, aprendiendo a sacar fuerzas de flaquezas pronto se podría convertir en un alma errante, como esas que solían aparecerse en los momentos menos oportunos y molestarla con sus quejas y tristezas.
Estaba nerviosa, una sensación térmica la descolocaba, sentía como trepaba por su espalda, luego a los hombros y se quedaba suspendida a la altura de su cuello. Todo aquello podía deberse a que descubriera el aura pálida que circundaba a su anfitrión, aquella que se podía apreciar en los sobrenaturales, los hijos de la noche. Sus ojos se entrecerraron – no seré la cena de nadie - acarició con sus manos la falda de su vestido, no quería que él se diera cuenta, pero esa ansiedad se había apoderado de ella lentamente, desde el instante en que entrara en la mansión, y a cada momento se intensificaba. Una suave niebla pasó a su lado, traspasando la puerta cerrada y dirigiéndose, sin prestarle atención a ella, hasta donde se encontraba Kristian sirviendo las copas. De entre la niebla, que solo ella podía ver, un rostro de mujer, difuminado, lo contemplaba a los ojos, como si buscara explicación para la presencia femenina en ese lugar - ¿una amante que no quiso abandonarlo?¿un cordero que unió su alma al verdugo? – caviló mientras la bruma desaparecía en el instante en que él se daba vuelta con las copas en las manos.
Lo escuchó pedir que se sentara a lo que ella obedeció – si… si, solo estaba contemplando vuestro refugio - dijo mientras se arreglaba coqueta la falda de su vestido, para que no quedara arrugado o desprolijo. Sonrió al comentario de no ser un bandido, - dudo mucho, que algunos caballeros que han tenido la suerte de que sus esposas fueran retratadas por usted, no hayan pensado que ese era uno de sus encantos que las llevó a ser retratadas… que fuera en realidad un bandido… - lo miraba a los ojos, mientras aquellas palabras salían de sus labios, en verdad habían querido ser una reflexión mental, pero las había dicho en voz alta con la naturalidad de quien está acostumbrada a vivir y hablar en soledad. Su piel se tiño de un rubor subido de tono, que trepó con rapidez por su pecho, hombros y rostro. Apuró el trago de champagne para intentar no mirarle, bajando la mirada – ay Dios… ¿le dije lo que creo que dije? – la copa tembló en su mano, lo que hizo que la bajara delicadamente a su regazo. Sonrió levantando la mirada nuevamente, - lo que quise decir es… que… - mantuvo la respiración para luego soltarla, dejando que el suspiro se llevara la tensión, sonrió tímidamente – de seguro alguno de los caballeros no habrán visto con agrado que usted cerrara la puerta con llave – intentaba encontrar rápidamente una excusa a semejante comentario anterior. Su genio siempre le traía problemas, la mala costumbre de hablar sin pensar demasiado podría traerle serios problemas algún día.
Dejó escapar el aire de sus pulmones en un suave suspiro, junto con toda aquella frustración, de saber que había cometido una ridiculez, que no solo la ponía en peligro físico, sino que cuestionaría su reputación social, en una sociedad pacata y donde las apariencias eran más importantes que la realidad. Cerró los ojos un segundo intentando encontrar la serenidad que se había escapado al momento de quedar atrapada en una habitación cerrada con llave - ¿para que no nos molesten? ¿Qué tipo de sirvientes tiene que con una simple orden no dejen a su amo tranquilo? – Caviló, ante la excusa que Kristian había dado, enarcando una ceja. Lo observó moverse por el estudio, hasta un mueble de donde extrajo copas y bebida – a pero que previsor – se dijo sonriendo, - si, pero solo un poco – contestó al momento en que le ofreciera algo para tomar. Su mirada se paseó por los cuadros cubiertos con telas blancas que no permitían distinguir la obra bajo éstas - ¿así que cree que seré una de sus corderitos? - casi la reflexión salió de sus labios pero logró modificar sus palabras – ¿así que es aquí donde crea sus obras? – adquirió una postura, una mirada de ingenua criatura, cosa que no era, pues la vida le había enseñado que si no se es lo suficientemente astuta, aprendiendo a sacar fuerzas de flaquezas pronto se podría convertir en un alma errante, como esas que solían aparecerse en los momentos menos oportunos y molestarla con sus quejas y tristezas.
Estaba nerviosa, una sensación térmica la descolocaba, sentía como trepaba por su espalda, luego a los hombros y se quedaba suspendida a la altura de su cuello. Todo aquello podía deberse a que descubriera el aura pálida que circundaba a su anfitrión, aquella que se podía apreciar en los sobrenaturales, los hijos de la noche. Sus ojos se entrecerraron – no seré la cena de nadie - acarició con sus manos la falda de su vestido, no quería que él se diera cuenta, pero esa ansiedad se había apoderado de ella lentamente, desde el instante en que entrara en la mansión, y a cada momento se intensificaba. Una suave niebla pasó a su lado, traspasando la puerta cerrada y dirigiéndose, sin prestarle atención a ella, hasta donde se encontraba Kristian sirviendo las copas. De entre la niebla, que solo ella podía ver, un rostro de mujer, difuminado, lo contemplaba a los ojos, como si buscara explicación para la presencia femenina en ese lugar - ¿una amante que no quiso abandonarlo?¿un cordero que unió su alma al verdugo? – caviló mientras la bruma desaparecía en el instante en que él se daba vuelta con las copas en las manos.
Lo escuchó pedir que se sentara a lo que ella obedeció – si… si, solo estaba contemplando vuestro refugio - dijo mientras se arreglaba coqueta la falda de su vestido, para que no quedara arrugado o desprolijo. Sonrió al comentario de no ser un bandido, - dudo mucho, que algunos caballeros que han tenido la suerte de que sus esposas fueran retratadas por usted, no hayan pensado que ese era uno de sus encantos que las llevó a ser retratadas… que fuera en realidad un bandido… - lo miraba a los ojos, mientras aquellas palabras salían de sus labios, en verdad habían querido ser una reflexión mental, pero las había dicho en voz alta con la naturalidad de quien está acostumbrada a vivir y hablar en soledad. Su piel se tiño de un rubor subido de tono, que trepó con rapidez por su pecho, hombros y rostro. Apuró el trago de champagne para intentar no mirarle, bajando la mirada – ay Dios… ¿le dije lo que creo que dije? – la copa tembló en su mano, lo que hizo que la bajara delicadamente a su regazo. Sonrió levantando la mirada nuevamente, - lo que quise decir es… que… - mantuvo la respiración para luego soltarla, dejando que el suspiro se llevara la tensión, sonrió tímidamente – de seguro alguno de los caballeros no habrán visto con agrado que usted cerrara la puerta con llave – intentaba encontrar rápidamente una excusa a semejante comentario anterior. Su genio siempre le traía problemas, la mala costumbre de hablar sin pensar demasiado podría traerle serios problemas algún día.
Daviana Ruadh- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 07/12/2013
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Re: Señorita, es usted maravillosa en su papel de ingenua [Flashback] | Privado
—Sé lo que quiso decir —dijo cuando ella terminó de balbucear torpemente. Y sonrió. Una sonrisa atractiva y muy amplia, aunque no lo suficiente como para dejar al descubierto los colmillos que revelarían su secreto—. ¿Le tranquilizaría saber que no suelo elegir como musas a mujeres comprometidas? Cuando la observé en aquella calle noté la ausencia de una sortija en su dedo, lo que me llevó a pensar que si me acercaba a hacerle una invitación no habría un marido o un prometido celoso que quisiese arrancarla de mi lado. Así es, Shannon, soy bastante observador; soy artista, ese es mi deber: detallar las pequeñas cosas... —dejó la copa a la que apenas había dado un sorbo y se dirigió hasta ella, colocándose justo detrás de su espalda— observándolas… oliéndolas… —desde atrás acercó su rostro al largo cuello de la joven y percibió su aroma delicioso, dejó que su aliento bañara la piel tersa y notó como ésta se estremecía, probablemente nerviosa por la cercanía del vampiro— tocándolas… —colocó sus manos sobre los hombros cubiertos por apenas una delgada tela y percibió perfectamente el bombeo de su corazón.
La muchacha gozaba de una salud extraordinaria, su piel rosácea y tibia se lo comprobaba. Era la perfecta víctima para esa noche, suculenta, como observar un manjar sobre la mesa, y era toda suya. Sólo tenía que tomarla.
—Quizá se pregunte qué hace exactamente aquí —susurró sensualmente—. Yo voy a decírselo.
Le quitó la copa de la mano y sin soltarla la condujo suavemente hasta los caballetes que permanecían cubiertos con mantas. Una a una las fue quitando hasta dejar al descubierto algunas de sus mejores obras. En los múltiples bastidores podían observarse retratos de personas, niños, jóvenes y ancianos, pero, principalmente, mujeres, bellas mujeres; desnudas, perfectas. Cualquiera que observara el detallado trabajo, la laboriosa técnica de Kristian Vekel, sería incapaz de negar lo que era obvio: él tenía un don; él era un pintor extraordinario que sabía plasmar a la perfección la esencia de las personas.
Antes de delatarse ante Shannon y beber su sangre para nunca más volver a verla, deseaba capturar su belleza, como había hecho con todas esas personas de las pinturas. Era su manera de inmortalizarlos sin tener que recurrir a la conversión, sin la necesidad de tener que condenarlos a una vida tan solitaria como la suya.
Dejó que ella se maravillara con su arte y aprovechó que estaba distraída para colocarse a su lado, muy cerca.
—Si no le importa el hecho de que tendré que verla completamente desnuda, ¿le gustaría posar para mí, Shannon? —le habló suavemente, persuadiéndola con su voz de vampiro, aterciopelada, sensual, y muy poderosa. Esa voz que incontables veces había hecho sucumbir a más de una, que lograba hundirlas en un profundo túnel que no parecía tener salida, donde solo la agradable voz de Kristian existía, susurrándoles palabras que para ellas eran como órdenes que difícilmente podían desobedecer.
Shannon se quedó quieta observando una de las pinturas y las manos del vampiro se posaron sobre su cuello, deslizándose hasta la fina tela del vestido color azul que la joven vestía. Sus hábiles manos localizaron el cierre de la bella prenda y comenzó a bajarlo con lentitud y delicadeza, hasta dejar la espalda de Shannon desnuda. Una piel exquisita brillo ante sus ojos, una que desprendía un aroma todavía mejor de lo que lucía. Sus manos volvieron a colocarse en el borde del cuello del vestido y, ejerciendo un movimiento delicado, empezó a deslizarlo hacia abajo, hasta que logró despojarla por completo de sus vestiduras.
—Valdrá la pena mon chérie, se lo aseguro… —con esa voz le hizo olvidarse de sí misma, de lo que los rodeaba, de todo menos de la magnífica sensación de aquellos dedos sobre su piel.
La muchacha gozaba de una salud extraordinaria, su piel rosácea y tibia se lo comprobaba. Era la perfecta víctima para esa noche, suculenta, como observar un manjar sobre la mesa, y era toda suya. Sólo tenía que tomarla.
—Quizá se pregunte qué hace exactamente aquí —susurró sensualmente—. Yo voy a decírselo.
Le quitó la copa de la mano y sin soltarla la condujo suavemente hasta los caballetes que permanecían cubiertos con mantas. Una a una las fue quitando hasta dejar al descubierto algunas de sus mejores obras. En los múltiples bastidores podían observarse retratos de personas, niños, jóvenes y ancianos, pero, principalmente, mujeres, bellas mujeres; desnudas, perfectas. Cualquiera que observara el detallado trabajo, la laboriosa técnica de Kristian Vekel, sería incapaz de negar lo que era obvio: él tenía un don; él era un pintor extraordinario que sabía plasmar a la perfección la esencia de las personas.
Antes de delatarse ante Shannon y beber su sangre para nunca más volver a verla, deseaba capturar su belleza, como había hecho con todas esas personas de las pinturas. Era su manera de inmortalizarlos sin tener que recurrir a la conversión, sin la necesidad de tener que condenarlos a una vida tan solitaria como la suya.
Dejó que ella se maravillara con su arte y aprovechó que estaba distraída para colocarse a su lado, muy cerca.
—Si no le importa el hecho de que tendré que verla completamente desnuda, ¿le gustaría posar para mí, Shannon? —le habló suavemente, persuadiéndola con su voz de vampiro, aterciopelada, sensual, y muy poderosa. Esa voz que incontables veces había hecho sucumbir a más de una, que lograba hundirlas en un profundo túnel que no parecía tener salida, donde solo la agradable voz de Kristian existía, susurrándoles palabras que para ellas eran como órdenes que difícilmente podían desobedecer.
Shannon se quedó quieta observando una de las pinturas y las manos del vampiro se posaron sobre su cuello, deslizándose hasta la fina tela del vestido color azul que la joven vestía. Sus hábiles manos localizaron el cierre de la bella prenda y comenzó a bajarlo con lentitud y delicadeza, hasta dejar la espalda de Shannon desnuda. Una piel exquisita brillo ante sus ojos, una que desprendía un aroma todavía mejor de lo que lucía. Sus manos volvieron a colocarse en el borde del cuello del vestido y, ejerciendo un movimiento delicado, empezó a deslizarlo hacia abajo, hasta que logró despojarla por completo de sus vestiduras.
—Valdrá la pena mon chérie, se lo aseguro… —con esa voz le hizo olvidarse de sí misma, de lo que los rodeaba, de todo menos de la magnífica sensación de aquellos dedos sobre su piel.
Elijah Caverhill- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/07/2011
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Re: Señorita, es usted maravillosa en su papel de ingenua [Flashback] | Privado
Se maravilló de las obras realizadas por aquel artista, Esas mujeres que desde el lienzo, parecían haber sido plasmadas para vivir eternamente, encerradas entre la pintura y la tela. Tal vez ya no existían, a lo mejor sus vidas, su belleza ya había sucumbido tras la terrible verdad de la muerte, pero en esas obras Shannon sentía que sus almas habían sido plasmadas y no solo sus cuerpos o apariencias. Recordó su visita al museo, cuantos artistas intentaban captar el alma que se escondía detrás de las apariencias, y que sin embargo, no habían logrado atraparlas con el mismo misterio como lo hiciera Kristian -¿cómo puede ser que guarde tantas aquí y no estén expuestas en el Museo? – Caviló, al tiempo que lo expresaba con algunas palabras, - no he visto su obra en el Louvre y creo que debería estar… es usted, un artista excepcional, al lograr captar más que la simple belleza o la efímera ilusión de la vida – sonrió con timidez intentando no fijar sus ojos en los ajenos, en eso orbes que le provocaban un sentimiento extraño, mezcla de miedo y seducción.
Prosiguió contemplando las obras mientras que él se movía a su alrededor, las palabras, el aliento en su cuello, despejado por el tipo de peinado que Shannon tenía, la hicieron estremecer. Involuntariamente, cerró los ojos al sentir sensaciones que jamás había experimentado, Intentó mantener la calma, pero con ese hombre tan cerca de ella, era imposible. Por momentos creía sentir el mismo terror e inseguridad que un pequeño cervatillo vigilado por una majestuosa pantera que lo ha elegido para devorarlo. Las voces de aquellas almas que siempre etaban cerca de ella le gritaban que se fuera, pero él, provocaba en ella un hechizo que no le era tan fácil romper. Sentía como su corazón latía apresuradamente, como su cuerpo se acaloraba y el perfume que usaba se desprendía mezclando su miedo con esencia de azahares.
Cuando le propuso pintarla, ella dudó en acceder, más aún cuando él le dijo que debería despojarla de toda sus ropas, - es… que… jamás he mostrado mi desnudes a nadie – susurró, cerrando los ojos al a sentir la cercanía de aquel hombre, de ese sobrenatural. Las manos del pintor, se detuvieron en su cuello, aquellos dedos masculinos se deslizaron por éste hasta detenerse en sus hombros, y después despender el cierre de su vestido, descubriendo, primero, su espalda. Ella aunque una parte de su mente le suplicaba hablar y negarse, la otra simplemente no podía negarse, la detenía, le insistía en dejar que el vampiro hiciera su voluntad. Cuando su torso quedó desnudo, con sus brazos cubrió la desnudez de su pecho, - señor Vekel… no… por favor… - susurró, pero el vestido se deslizó por sus piernas, hacia abajo, quedando desnuda ante aquel hombre, como si se tratase de la representación del nacimiento de venus. Su piel se tiño de un rojo subido, desde su cuello hasta cubrir por completo su rostro en especial sus mejillas. Se sintió humillada, agredida y las lágrimas desbordaron sus ojos, derramándose como perlas, mojando sus mejillas, descendiendo por su cuello o muriendo en las curvas de su pecho.
Su cuerpo continuó temblando, pero las últimas palabras del pintor la hundieron en una sensación de paz y de tranquilidad, al sentir la caricia de esas manos en su cuello y hombros, al oír esa voz aterciopelada que inundaba su mente, aniquilando la duda y el miedo, dejó que aquellas nuevas sensaciones la poseyeran, - desearía llegar a conocer el alma de las personas, como usted conoce de la belleza del arte – le dijo entre un suave suspiro que se escapó de su garganta.
Prosiguió contemplando las obras mientras que él se movía a su alrededor, las palabras, el aliento en su cuello, despejado por el tipo de peinado que Shannon tenía, la hicieron estremecer. Involuntariamente, cerró los ojos al sentir sensaciones que jamás había experimentado, Intentó mantener la calma, pero con ese hombre tan cerca de ella, era imposible. Por momentos creía sentir el mismo terror e inseguridad que un pequeño cervatillo vigilado por una majestuosa pantera que lo ha elegido para devorarlo. Las voces de aquellas almas que siempre etaban cerca de ella le gritaban que se fuera, pero él, provocaba en ella un hechizo que no le era tan fácil romper. Sentía como su corazón latía apresuradamente, como su cuerpo se acaloraba y el perfume que usaba se desprendía mezclando su miedo con esencia de azahares.
Cuando le propuso pintarla, ella dudó en acceder, más aún cuando él le dijo que debería despojarla de toda sus ropas, - es… que… jamás he mostrado mi desnudes a nadie – susurró, cerrando los ojos al a sentir la cercanía de aquel hombre, de ese sobrenatural. Las manos del pintor, se detuvieron en su cuello, aquellos dedos masculinos se deslizaron por éste hasta detenerse en sus hombros, y después despender el cierre de su vestido, descubriendo, primero, su espalda. Ella aunque una parte de su mente le suplicaba hablar y negarse, la otra simplemente no podía negarse, la detenía, le insistía en dejar que el vampiro hiciera su voluntad. Cuando su torso quedó desnudo, con sus brazos cubrió la desnudez de su pecho, - señor Vekel… no… por favor… - susurró, pero el vestido se deslizó por sus piernas, hacia abajo, quedando desnuda ante aquel hombre, como si se tratase de la representación del nacimiento de venus. Su piel se tiño de un rojo subido, desde su cuello hasta cubrir por completo su rostro en especial sus mejillas. Se sintió humillada, agredida y las lágrimas desbordaron sus ojos, derramándose como perlas, mojando sus mejillas, descendiendo por su cuello o muriendo en las curvas de su pecho.
Su cuerpo continuó temblando, pero las últimas palabras del pintor la hundieron en una sensación de paz y de tranquilidad, al sentir la caricia de esas manos en su cuello y hombros, al oír esa voz aterciopelada que inundaba su mente, aniquilando la duda y el miedo, dejó que aquellas nuevas sensaciones la poseyeran, - desearía llegar a conocer el alma de las personas, como usted conoce de la belleza del arte – le dijo entre un suave suspiro que se escapó de su garganta.
Daviana Ruadh- Humano Clase Media
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Re: Señorita, es usted maravillosa en su papel de ingenua [Flashback] | Privado
—Bueno… me temo que siempre hay una primera vez para todo —respondió con un tono despreocupado, casi sinvergüenza, al intranquilo comentario de la muchacha, en el que aseguraba nunca haber permanecido desnuda frente a ningún hombre.
Kristian sonrió de lado al escuchar los comentarios que Shannon hizo sobre su trabajo. Ciertamente, no estaba sorprendido. Lo habían halagado tantas veces, en incontables ocasiones a lo largo de sus poco más de dos siglos y medio de existencia, que simplemente había dejado de sentirse halagado. Curiosamente, siempre le habían hecho la misma pregunta, y siempre respondía igual, con la misma parsimonia que hacía pensar a sus interlocutores que tal vez había empezado a aburrirle hablar sobre sí mismo y lo bueno que era. Pero ni así dejaban de cuestionárselo porque les era casi imposible no sentirse extrañados, casi indignados ante lo que ellos habían llegado a considerar como falta de sensatez y de ambición.
—La razón por la cual mis obras no han sido expuestas nunca, es la misma que me diferencia del resto de los artistas: no pinto para los demás, sino para mí mismo —explicó con la misma serenidad mostrada todas las anteriores veces—. No estoy interesado en recibir halagos, rodearme de personas cuyo único interés que los llevaría a acercarse a mí sería el presumir que me conocen. Estoy consciente de los beneficios que podría obtener si compartiera mi talento, pero bajo ningún motivo me resultarían gratificantes. Pintar, Madame, es mucho más que trazar líneas sobre un lienzo y capturar la belleza y la esencia de otra persona. Cuando un artista pinta deja irremediablemente un pedazo de su propia alma en cada obra, y yo aún no estoy seguro de que el mundo está preparado para conocer la mía —dijo mientras contemplaba con atención uno de sus cuadros, específicamente un autorretrato, el único que había hecho en toda su vida. Los ojos del Vekel de óleo le devolvían una mirada que lograba estremecerlo, hacerlo sentir ansioso, porque, aunque fuera muy bueno analizando a otras personas, cuando se trataba de sí mismo, sus poderes parecían perder el efecto. A la fecha no había sido capaz de describir y captar del todo lo que aquella mirada suya encerraba. Y, en cierto modo, le atemorizaba un poco descubrirlo.
—Pero esta noche, querida, si eso es lo que deseas, voy a mostrártela antes que a ningún otro, porque he dicho que siempre hay una primera vez —continuó retomando la conversación, y las caricias. El cuerpo de Shannon tembló como una hoja y se estremeció con el contacto. Cerró los ojos y pequeñas y cristalinas lágrimas brotaron de sus ojos. Kristian se apresuró a tomarlas entre sus dedos, limpiándolas de su rostro—. No hay razón para el llanto —aseguró para tranquilizarla. Las lágrimas cesaron, pero la tranquilidad jamás llegó. Siguió tan nerviosa como hasta entonces, como era de esperarse, como toda muchacha virgen.
Ella pudo haber intentado zafarse, emprender una huida, que él no hubiese permitido, por supuesto, pero ni siquiera lo intentó. Permaneció allí, ante él, pequeña y asustada, cubriendo sus pechos. Kristian la tomó sus brazos y suavemente los deslizó hacia abajo, apartándolos para que le dejara contemplarla ya sin obstáculos. Le pareció una criatura hermosa y fascinante, y en ese entonces, justo en ese momento, decidió que la dejaría vivir. Algo en ella le gustaba demasiado como para que se perdiera. Le atraía, no solo como alimento, también como mujer; ahora no solo le apetecía tomar su sangre, también quería su cuerpo.
—Shannon, ahora que he sido espectador de la majestuosidad de tu cuerpo, he llegado a la conclusión de que quizá podríamos dejar la pintura para después —«¿Después de qué? », le pareció leer en los atemorizados ojos de la muchacha, que fue incapaz de formular la pregunta en voz alta porque él decidió responderla antes.
Las manos del vampiro flotaron por su espalda hasta llegar a sus nalgas, las cuales rodeó con sus manos hasta levantarla. La llevó hasta el único sofá de la habitación y allí tomó asiento; maniobró a Shannon hasta lograr colocarla a horcajadas sobre su regazo. Con sus ojos recorrió el sonrojado rostro de la muchacha, bajando hasta su cuello, donde tuvo que detenerse para contemplar con real lujuria la vena que allí latía fuertemente, invitándolo a probarla.
—Puedo escuchar todo lo que pasa por tu mente y sé que sabes lo que soy y lo que ha de pasar. No dejo de preguntarme por qué no has hecho nada para impedirlo. Este soy yo y mi alma, la que tanto me he negado a mostrar —acercó su boca y la lamió la vena del cuello por encima de la piel. Luego abrió la boca y dejó que Shannon contemplara por un segundo sus afilados y perversos colmillos, tan solo un segundo antes de que tomara el impulso necesario para hincarle los dientes y los hundiera hábilmente en su tierna y rosada piel.
Kristian sonrió de lado al escuchar los comentarios que Shannon hizo sobre su trabajo. Ciertamente, no estaba sorprendido. Lo habían halagado tantas veces, en incontables ocasiones a lo largo de sus poco más de dos siglos y medio de existencia, que simplemente había dejado de sentirse halagado. Curiosamente, siempre le habían hecho la misma pregunta, y siempre respondía igual, con la misma parsimonia que hacía pensar a sus interlocutores que tal vez había empezado a aburrirle hablar sobre sí mismo y lo bueno que era. Pero ni así dejaban de cuestionárselo porque les era casi imposible no sentirse extrañados, casi indignados ante lo que ellos habían llegado a considerar como falta de sensatez y de ambición.
—La razón por la cual mis obras no han sido expuestas nunca, es la misma que me diferencia del resto de los artistas: no pinto para los demás, sino para mí mismo —explicó con la misma serenidad mostrada todas las anteriores veces—. No estoy interesado en recibir halagos, rodearme de personas cuyo único interés que los llevaría a acercarse a mí sería el presumir que me conocen. Estoy consciente de los beneficios que podría obtener si compartiera mi talento, pero bajo ningún motivo me resultarían gratificantes. Pintar, Madame, es mucho más que trazar líneas sobre un lienzo y capturar la belleza y la esencia de otra persona. Cuando un artista pinta deja irremediablemente un pedazo de su propia alma en cada obra, y yo aún no estoy seguro de que el mundo está preparado para conocer la mía —dijo mientras contemplaba con atención uno de sus cuadros, específicamente un autorretrato, el único que había hecho en toda su vida. Los ojos del Vekel de óleo le devolvían una mirada que lograba estremecerlo, hacerlo sentir ansioso, porque, aunque fuera muy bueno analizando a otras personas, cuando se trataba de sí mismo, sus poderes parecían perder el efecto. A la fecha no había sido capaz de describir y captar del todo lo que aquella mirada suya encerraba. Y, en cierto modo, le atemorizaba un poco descubrirlo.
—Pero esta noche, querida, si eso es lo que deseas, voy a mostrártela antes que a ningún otro, porque he dicho que siempre hay una primera vez —continuó retomando la conversación, y las caricias. El cuerpo de Shannon tembló como una hoja y se estremeció con el contacto. Cerró los ojos y pequeñas y cristalinas lágrimas brotaron de sus ojos. Kristian se apresuró a tomarlas entre sus dedos, limpiándolas de su rostro—. No hay razón para el llanto —aseguró para tranquilizarla. Las lágrimas cesaron, pero la tranquilidad jamás llegó. Siguió tan nerviosa como hasta entonces, como era de esperarse, como toda muchacha virgen.
Ella pudo haber intentado zafarse, emprender una huida, que él no hubiese permitido, por supuesto, pero ni siquiera lo intentó. Permaneció allí, ante él, pequeña y asustada, cubriendo sus pechos. Kristian la tomó sus brazos y suavemente los deslizó hacia abajo, apartándolos para que le dejara contemplarla ya sin obstáculos. Le pareció una criatura hermosa y fascinante, y en ese entonces, justo en ese momento, decidió que la dejaría vivir. Algo en ella le gustaba demasiado como para que se perdiera. Le atraía, no solo como alimento, también como mujer; ahora no solo le apetecía tomar su sangre, también quería su cuerpo.
—Shannon, ahora que he sido espectador de la majestuosidad de tu cuerpo, he llegado a la conclusión de que quizá podríamos dejar la pintura para después —«¿Después de qué? », le pareció leer en los atemorizados ojos de la muchacha, que fue incapaz de formular la pregunta en voz alta porque él decidió responderla antes.
Las manos del vampiro flotaron por su espalda hasta llegar a sus nalgas, las cuales rodeó con sus manos hasta levantarla. La llevó hasta el único sofá de la habitación y allí tomó asiento; maniobró a Shannon hasta lograr colocarla a horcajadas sobre su regazo. Con sus ojos recorrió el sonrojado rostro de la muchacha, bajando hasta su cuello, donde tuvo que detenerse para contemplar con real lujuria la vena que allí latía fuertemente, invitándolo a probarla.
—Puedo escuchar todo lo que pasa por tu mente y sé que sabes lo que soy y lo que ha de pasar. No dejo de preguntarme por qué no has hecho nada para impedirlo. Este soy yo y mi alma, la que tanto me he negado a mostrar —acercó su boca y la lamió la vena del cuello por encima de la piel. Luego abrió la boca y dejó que Shannon contemplara por un segundo sus afilados y perversos colmillos, tan solo un segundo antes de que tomara el impulso necesario para hincarle los dientes y los hundiera hábilmente en su tierna y rosada piel.
Elijah Caverhill- Humano Clase Alta
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Re: Señorita, es usted maravillosa en su papel de ingenua [Flashback] | Privado
Kristian, provocaba en ella, un sentimiento extraño, tal vez fuera su voz, de una tonalidad aterciopelada y seductora; o su mirada que parecía llevarla al borde de un abismo. Fuere cual fuere la razón que movía aquel extraño comportamiento, en Shannon, la dejaba completamente expuesta a la voluntad del vampiro, que con solo acercar su mano al hombro de la bruja, llegaba a provocar débiles temblores en todo su cuerpo. Parada en mitad de aquel estudio, con su piel al desnudo, suavemente erizada, iluminada por las luces de las bujías que provocaban una atmosfera irreal y atemporal, pudo observarlo acercarse, seguro de su poder, de su dominación. Ella, no era una mujer que había osado entrar en sus dominios, en su santuario, sus manos al rozar con sus dedos la piel femenina, logró, con un simple movimiento, hacer que Shannon bajara sus brazos, exponiendo su virginal cuerpo su la contemplación. Se imaginó como las vírgenes llevadas ante el sacerdote de los antiguos celtas, quien en endemoniado ritual ofrecería su vida en sacrificio a ese dios antiguo y ya olvidado, belicoso con sus enemigos y paciente con sus hijos, allí fue en parte que comprendió, por que no oponía resistencia, porque simplemente ese era su destino.
Shannon, supo por qué de su comportamiento, a pesar de que jamás se había caracterizado por ser una mujer débil o influenciable, pero uno no puede evadir su destino, y aquel momento era parte del suyo. Cuando Kristian se refirió a su belleza, tras observarla como jamás nadie lo había hecho, se ruborizó. La vergüenza y la pena cada vez teñían más su piel, ya no solo sus mejillas, sino la de su rostro y cuello.
– ¿qué significaba, aquello de dejar la pintura para después? – un ser como aquel, un hijo de la noche, no jugaba con su presa. Shannon sabía que eran peligrosos, como los animales salvajes. Jamás esperaban, atacaban, sin miramientos, ni seducción - ¿entonces, que podría esperar de ti?- o mejor sería preguntase - ¿Qué puedo hacer para protegerme? – cerró los ojos cuando las manos frías del vampiro recorrieron su espalda, acariciándola con suavidad, bajando hasta deslizarse por sus caderas, llegando a sus glúteos, para cargarla como si fuera tan delicada y frágil como una copa de cristal.
Sentados en el sillón, con sus piernas a cada lado de las caderas masculinas, enfrentándolo, con su mirada, observando con sus orbes perlados aun por las lágrimas, aquellos ojos que no solo habían contemplado la desnudez de su cuerpo, sino la de su alma. Ese acantilado misterioso, que se le figuraban eran los orbes del vampiro, la empujaban a descubrir el alma ajena. El frio de la soledad eterna, de quien intenta en vano, huir del dolor de una efímera ilusión de vida, - Ni vivo, ni muerto, en un eterno limbo semejante a un infierno helado, esclavo de una soledad aterradora, vacío del sentimiento más puro… el amor – caviló, aun perdida en esa mirada que la hipnotizaba.
No lo negó, sabía que él podía leer su mente, habría escuchado sus pensamientos y como él, se sorprendía de no intentar evadir lo inevitable, - tal vez deseo poder llegar a tocar vuestra alma con la mía – susurró, en el instante en que él acercaba su rostro a su cuello. Jamás se alejó de Kristian, o escondió su cuello, al contrario, expuso su piel, invitando a que tomara lo que quisiera de ella, nadie mejor que Shannon para comprender un alma herida por la soledad, por un destino que no podría ser modificado jamás. Cuando su mirada encontró la blanca dentadura, los colmillos prestos a devorar a su presa, la mirada ajena, perdida en un deseo irrefrenable, ella, con sus manos recorriendo los hombros del vampiro, para terminar aferrada con sus dedos en la mata de los cabellos del sobrenatural. Sus parpados cayeron apretados, mientras un grito silencioso se ahogaba en su garganta, y su cuerpo apretado al ajeno, intentaba calmar el vacío que existía en el interior del hijo de la noche.
Shannon, supo por qué de su comportamiento, a pesar de que jamás se había caracterizado por ser una mujer débil o influenciable, pero uno no puede evadir su destino, y aquel momento era parte del suyo. Cuando Kristian se refirió a su belleza, tras observarla como jamás nadie lo había hecho, se ruborizó. La vergüenza y la pena cada vez teñían más su piel, ya no solo sus mejillas, sino la de su rostro y cuello.
– ¿qué significaba, aquello de dejar la pintura para después? – un ser como aquel, un hijo de la noche, no jugaba con su presa. Shannon sabía que eran peligrosos, como los animales salvajes. Jamás esperaban, atacaban, sin miramientos, ni seducción - ¿entonces, que podría esperar de ti?- o mejor sería preguntase - ¿Qué puedo hacer para protegerme? – cerró los ojos cuando las manos frías del vampiro recorrieron su espalda, acariciándola con suavidad, bajando hasta deslizarse por sus caderas, llegando a sus glúteos, para cargarla como si fuera tan delicada y frágil como una copa de cristal.
Sentados en el sillón, con sus piernas a cada lado de las caderas masculinas, enfrentándolo, con su mirada, observando con sus orbes perlados aun por las lágrimas, aquellos ojos que no solo habían contemplado la desnudez de su cuerpo, sino la de su alma. Ese acantilado misterioso, que se le figuraban eran los orbes del vampiro, la empujaban a descubrir el alma ajena. El frio de la soledad eterna, de quien intenta en vano, huir del dolor de una efímera ilusión de vida, - Ni vivo, ni muerto, en un eterno limbo semejante a un infierno helado, esclavo de una soledad aterradora, vacío del sentimiento más puro… el amor – caviló, aun perdida en esa mirada que la hipnotizaba.
No lo negó, sabía que él podía leer su mente, habría escuchado sus pensamientos y como él, se sorprendía de no intentar evadir lo inevitable, - tal vez deseo poder llegar a tocar vuestra alma con la mía – susurró, en el instante en que él acercaba su rostro a su cuello. Jamás se alejó de Kristian, o escondió su cuello, al contrario, expuso su piel, invitando a que tomara lo que quisiera de ella, nadie mejor que Shannon para comprender un alma herida por la soledad, por un destino que no podría ser modificado jamás. Cuando su mirada encontró la blanca dentadura, los colmillos prestos a devorar a su presa, la mirada ajena, perdida en un deseo irrefrenable, ella, con sus manos recorriendo los hombros del vampiro, para terminar aferrada con sus dedos en la mata de los cabellos del sobrenatural. Sus parpados cayeron apretados, mientras un grito silencioso se ahogaba en su garganta, y su cuerpo apretado al ajeno, intentaba calmar el vacío que existía en el interior del hijo de la noche.
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Re: Señorita, es usted maravillosa en su papel de ingenua [Flashback] | Privado
Fueron breves los segundos que se tomó para finalmente hacerlo. Un sencillo movimiento de cabeza fue suficiente para tomar el impulso que le permitió clavar sus afiliados colmillos en la delicada y tibia piel de la muchacha, misma que se desgarró al instante dándole el paso inmediato. Shannon emitió un ahogado gemido de dolor y se aferró con más fuerza a la cabellera del vampiro, como si de ese modo fuera capaz de amortiguar el breve sufrimiento que experimentó al ser penetrada por sus colmillos. De Kristian no se podía decir lo mismo, lo estaba gozando. Shannon era deliciosa. No solo interiormente, toda ella lo era. La sangre brotó de la herida y fluyó a través de sus labios, llenando su boca, hasta bajar por la garganta. Automáticamente, sintió que volvía a la vida, como ocurría cada vez que se alimentaba. No tardó en experimentar el éxtasis que suelen gozar todos los de su raza, similar a la sensación de un orgasmo. Era el mismo éxtasis que en muchas ocasiones, si no se tenía el suficiente autocontrol, le acarreaba la muerte a la presa, ya que si la criatura se dejaba llevar por él, le resultaba casi imposible detenerse a tiempo, antes de vaciar por completo al mortal y provocar que su corazón se detenga. Era una suerte que Kristian fuera un vampiro con más de doscientos años a cuestas, lo suficientemente experimentado como para cometer semejante error.
Cuando terminó de beber, su mirada había cambiado; parecía más viva. La actitud de Shannon lo tenía francamente desconcertado. Quizá porque estaba acostumbrado a que las personas se aterrorizaran apenas descubrieran su naturaleza. Ella, en cambio, era amable, y lo estaba complaciendo. Estaba seguro de que ella no pondría resistencia a cualquier cosa que él quisiera hacer con ella, y eso lograba conmoverlo de manera inesperada. Por eso decidió que le devolvería un poco de sus atenciones. Solo una mujer que desea pertenecerle a un hombre permite que éste la desnude y no pone resistencia alguna cuando él decide tocarla. Cuando sus miradas se cruzaron, notó que ella lo miraba con deseo, encendida. El ritmo de su corazón había aumentado y su respiración estaba alterada, lo que provocaba que su pecho subiera y bajara constantemente. Kristian la tocó. Sus manos recorrieron la espalda, su cintura, deteniéndose pertinentemente sobre las caderas, atrayéndolas hacía sí. Tenía un cuerpo hermoso, joven y firme, que dudaba alguna vez alguien hubiera poseído. Se humedeció los labios repentinamente secos, y atrapó su boca virgen en un beso apasionado. Ella pareció sorprendida al inicio, pero continuó sin querer apartarse, incluso se atrevió a abrir los labios ligeramente para dar paso a la lengua del vampiro. La excitación se apoderó rápidamente de ambos.
—¿Has escuchado los rumores, Shannon? —pronunció sin abandonar del todo el beso, utilizando los breves instantes en los que se separaba de ella para permitirle respirar—. Hay quienes aseguran que los seres como yo no tenemos alma… que somos perversos, crueles y despiadados, y que nuestra única fuente de placer es la muerte. Es mi deseo rectificar la información…
Kristian la maniobró hasta recostarla sobre el sillón en el que se encontraban. Lentamente se despojó de las prendas que les impedían estar en igual posición, hasta que quedó también desnudo ante ella. Le permitió que lo contemplara, tal y como él había hecho con ella al dejarla expuesta ante sus ojos. Luego se acercó y con delicadeza separó sus piernas, colocándose entre ellas. Solo hasta entonces, cuando las cosas estaban por ocurrir, fue que Shannon pareció nerviosa y un poco asustada. Kristian le acarició el cabello y el rostro para tranquilizarla, y así, mientras la mantenía distraída con sus caricias, sin darle tiempo para pensarlo demasiado, la penetró. Se hundió por completo en la cavidad húmeda de su cuerpo de un solo empujón, y aunque el contacto con el gran tamaño del miembro masculino le produjo un intenso escozor, Shannon lo recibió hasta lo más profundo. Kristian la besó y de ese modo logró ahogar el largo y profundo gemido femenino que Shannon soltó en el momento en que perdía la virginidad a manos del vampiro. Él se deslizó hacia atrás y tomó impulso para poseerla una vez más, con tanta fuerza que ella volvió a jadear.
—Ahora sabes lo que me has hecho sentir hace un momento, mientras bebía de tu sangre… —pronunció sin dejar de moverse—. ¿No es adictiva la sensación? Sí, por supuesto que lo es. Disfrútala tanto como yo lo he hecho —la alentó.
Cuando terminó de beber, su mirada había cambiado; parecía más viva. La actitud de Shannon lo tenía francamente desconcertado. Quizá porque estaba acostumbrado a que las personas se aterrorizaran apenas descubrieran su naturaleza. Ella, en cambio, era amable, y lo estaba complaciendo. Estaba seguro de que ella no pondría resistencia a cualquier cosa que él quisiera hacer con ella, y eso lograba conmoverlo de manera inesperada. Por eso decidió que le devolvería un poco de sus atenciones. Solo una mujer que desea pertenecerle a un hombre permite que éste la desnude y no pone resistencia alguna cuando él decide tocarla. Cuando sus miradas se cruzaron, notó que ella lo miraba con deseo, encendida. El ritmo de su corazón había aumentado y su respiración estaba alterada, lo que provocaba que su pecho subiera y bajara constantemente. Kristian la tocó. Sus manos recorrieron la espalda, su cintura, deteniéndose pertinentemente sobre las caderas, atrayéndolas hacía sí. Tenía un cuerpo hermoso, joven y firme, que dudaba alguna vez alguien hubiera poseído. Se humedeció los labios repentinamente secos, y atrapó su boca virgen en un beso apasionado. Ella pareció sorprendida al inicio, pero continuó sin querer apartarse, incluso se atrevió a abrir los labios ligeramente para dar paso a la lengua del vampiro. La excitación se apoderó rápidamente de ambos.
—¿Has escuchado los rumores, Shannon? —pronunció sin abandonar del todo el beso, utilizando los breves instantes en los que se separaba de ella para permitirle respirar—. Hay quienes aseguran que los seres como yo no tenemos alma… que somos perversos, crueles y despiadados, y que nuestra única fuente de placer es la muerte. Es mi deseo rectificar la información…
Kristian la maniobró hasta recostarla sobre el sillón en el que se encontraban. Lentamente se despojó de las prendas que les impedían estar en igual posición, hasta que quedó también desnudo ante ella. Le permitió que lo contemplara, tal y como él había hecho con ella al dejarla expuesta ante sus ojos. Luego se acercó y con delicadeza separó sus piernas, colocándose entre ellas. Solo hasta entonces, cuando las cosas estaban por ocurrir, fue que Shannon pareció nerviosa y un poco asustada. Kristian le acarició el cabello y el rostro para tranquilizarla, y así, mientras la mantenía distraída con sus caricias, sin darle tiempo para pensarlo demasiado, la penetró. Se hundió por completo en la cavidad húmeda de su cuerpo de un solo empujón, y aunque el contacto con el gran tamaño del miembro masculino le produjo un intenso escozor, Shannon lo recibió hasta lo más profundo. Kristian la besó y de ese modo logró ahogar el largo y profundo gemido femenino que Shannon soltó en el momento en que perdía la virginidad a manos del vampiro. Él se deslizó hacia atrás y tomó impulso para poseerla una vez más, con tanta fuerza que ella volvió a jadear.
—Ahora sabes lo que me has hecho sentir hace un momento, mientras bebía de tu sangre… —pronunció sin dejar de moverse—. ¿No es adictiva la sensación? Sí, por supuesto que lo es. Disfrútala tanto como yo lo he hecho —la alentó.
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Re: Señorita, es usted maravillosa en su papel de ingenua [Flashback] | Privado
Decir que, ella, en algún momento pensara que la noche tomaría aquel giro inesperado, era tan descabellado como soñar que un vampiro podía volverse un ángel, o que el sol sería capaz de devolverle la vida a un hijo de la noche. Si en sus más remotas cavilaciones, sobre aquella noche, hubiera estado la posibilidad de terminar entre los brazos de Kristian, pues de ser así, jamás hubiera pisado su estudio. Pero las cosas suceden, sus deseos de conocer el alma del sobrenatural, de confortar su espíritu atormentado, de hacerle sentir que la vida no se trataba de un vacío en mitad del pecho, la terminaron arrimando a esa hoguera que ahora la consumía. Aquella ilusa sensación de creerse salvadora de imposibles, la llevó a un camino sin retorno, a una entrega que aunque no había pretendido hacer, tampoco lo había impedido.
Contemplarle, tan expuesto como ella, desnudo en cuerpo y, tal vez, en alma, la hizo pensar que tan equivocada no se encontraba. El alma del vampiro era diferente a las demás, en su mirada, en sus palabras había creído reconocer un sentimiento que no era el despiadado poder del cazador. Sintió un escalofrío al contacto de su piel fría, el peso de su cuerpo, las caricias y su boca que la mantenía expectante, seducida bajo un hechizo de misterio. Todo aquello le hicieron olvidar que allí, estaban dos seres, desnudos, próximos a unirse.
Su cuerpo virgen lo recibió, como las hojas de los arboles mecidas por el viento huracanado, entregadas a una danza peligrosa, a un movimiento enloquecido que desmadejaba y arrastraba en su rítmica sinfonía el alma antigua de la vida. Así, se sintió, ella, bailando una danza, la vida amante de la muerte, en el borroso límite de los mundos, olvidando que aquella decisión, la lanzaba a un descubrimiento que jamás podría volver a experimentar por primera vez. No se trataba solamente del placer que estaba viviendo, ni los besos que salvaje, el vampiro le hubiera dado, no, aquel sentimiento se refería a una unión de almas, que por supuesto no tenía que ver con lo romántico, - ¿o sí? - , sino con la necesidad de vivir, de sentir que se puede ser eterno, que el pasado y el mañana se desvanecen entre el placer más primigenio.
Sus manos recorrieron el rostro del vampiro, sus dedos delinearon la sonrisa y los ojos de la bruja lo contemplaron hundidos en el embriagador vino de la pasión.
Contemplarle, tan expuesto como ella, desnudo en cuerpo y, tal vez, en alma, la hizo pensar que tan equivocada no se encontraba. El alma del vampiro era diferente a las demás, en su mirada, en sus palabras había creído reconocer un sentimiento que no era el despiadado poder del cazador. Sintió un escalofrío al contacto de su piel fría, el peso de su cuerpo, las caricias y su boca que la mantenía expectante, seducida bajo un hechizo de misterio. Todo aquello le hicieron olvidar que allí, estaban dos seres, desnudos, próximos a unirse.
Su cuerpo virgen lo recibió, como las hojas de los arboles mecidas por el viento huracanado, entregadas a una danza peligrosa, a un movimiento enloquecido que desmadejaba y arrastraba en su rítmica sinfonía el alma antigua de la vida. Así, se sintió, ella, bailando una danza, la vida amante de la muerte, en el borroso límite de los mundos, olvidando que aquella decisión, la lanzaba a un descubrimiento que jamás podría volver a experimentar por primera vez. No se trataba solamente del placer que estaba viviendo, ni los besos que salvaje, el vampiro le hubiera dado, no, aquel sentimiento se refería a una unión de almas, que por supuesto no tenía que ver con lo romántico, - ¿o sí? - , sino con la necesidad de vivir, de sentir que se puede ser eterno, que el pasado y el mañana se desvanecen entre el placer más primigenio.
Sus manos recorrieron el rostro del vampiro, sus dedos delinearon la sonrisa y los ojos de la bruja lo contemplaron hundidos en el embriagador vino de la pasión.
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Re: Señorita, es usted maravillosa en su papel de ingenua [Flashback] | Privado
Mientras se movía, el vampiro no apartó sus ojos del rostro de la bruja, y una vez más, lo cautivó. Tenía el cabello, largo y castaño, disperso sobre el sofá, los ojos cerrados, muy apretados, y los carnosos labios ligeramente separados a causa de la excitación del momento. Había dejado de respirar por la nariz e inhalaba y exhalaba rápidamente por la boca. Una capa ligera de sudor le perlaba toda la cara. Observarla detenidamente lo transportó de manera casi inmediata a aquellos años en los que él, siendo también un humano, había vivido en carne propia lo que ella estaba experimentando, con la misma intensidad. Alguna vez su piel también había aumentado de temperatura al grado de hacerle sentir que ardería en cualquier momento, consumiéndose por completo, y su corazón había latido tan deprisa haciéndole pensar que se le saldría del pecho o se detendría de un momento a otro sin poder evitarlo. Demasiados recuerdos se agolparon en su mente, la mayoría de ellos no tan gratos, ya que su vida como humano no había sido precisamente buena. Ahora que era vampiro, también experimentaba algunas sensaciones, como el dolor, aunque éste duraba poco dadas sus extraordinarias habilidades, y el placer, mismo que encontraba cada vez que invadía de manera sexual un cuerpo femenino, pero que solo se elevaba a su máxima potencia cuando bebía sangre.
Kristian aumentó el ritmo y escuchó a Shannon proferir un gemido al tiempo que lograba que ésta arqueara violentamente la espalda. La muchacha se retorció de placer y sus dedos se agarraron con fuerza de los hombros masculinos, alzándose y aferrándose con ambas manos a su espalda, dejando su cuello a escasos centímetros del rostro del vampiro. El clímax de Shannon no tardó en llegar y él no quiso quedarse atrás. Una vez más, clavó sus colmillos en la vena yugular externa provocando que la sangre fluyera al instante, deleitándose con su sabor, su tibieza y su aroma. Kristian alcanzó el orgasmo inmediatamente y ambos cuerpos se sacudieron entre espasmos cuando él se derramó en su interior. ¡Qué sensación! Completamente exhausta y dolorida, Shannon bajó su cabeza hasta recostarse nuevamente sobre el sofá. Un hilo de sangre seguía manando de su cuello. Kristian abrió su boca sobre su piel y lamió los vestigios de su mordida, aprovechando la cercanía para probar su piel empapada de sudor. Deslizó su lengua por todo su cuello, clavícula, hasta llegar al nacimiento de los pechos, y bebió su salado sudor.
—¿Cómo te encuentras, Shannon? —Preguntó mientras acomodaba su cabello alborotado y se erguía hasta quedar sentado—. ¿Lo has disfrutado tanto como yo? Te noto algo… avergonzada —dijo cuando notó el intenso rubor de sus mejillas—. No voy a juzgarte. Siempre he creído que las mujeres tienen las mismas necesidades que los hombres —se puso de pie, cogió algunas de sus prendas, y se cubrió las partes nobles. Luego cogió la ropa de Shannon y se la ofreció, sentándose muy cerca de ella. Le pareció que ella evitaba mirarlo directamente a los ojos, algo que resultaba bastante normal en una muchacha pudorosa como Shannon—. ¿Sabes? En realidad esto no suele ocurrir. Regularmente las mujeres que traigo hasta aquí entran con un único objetivo, el de beber de su sangre —confesó sin miramientos, y notó que ella alzaba la vista para observarlo tras aquellas palabras—. No me mires así, soy un vampiro, ¿recuerdas? Esto es lo que hacemos. Está en nuestra naturaleza —acotó en su defensa, luego continuó—. Después de beber de ellas uso algunas de mis habilidades para ofuscar su mente, de ese modo a la mañana siguiente no recuerdan nada de lo ocurrido, y si alguna vez me encuentran en la calle, soy un extraño como cualquier otro —hizo una pausa y luego añadió—: ¿Es esto lo que quieres, Shannon? ¿Quieres que borre este momento para siempre de tu cabeza? Puedo hacerlo, si eso es lo que prefieres…
Kristian aumentó el ritmo y escuchó a Shannon proferir un gemido al tiempo que lograba que ésta arqueara violentamente la espalda. La muchacha se retorció de placer y sus dedos se agarraron con fuerza de los hombros masculinos, alzándose y aferrándose con ambas manos a su espalda, dejando su cuello a escasos centímetros del rostro del vampiro. El clímax de Shannon no tardó en llegar y él no quiso quedarse atrás. Una vez más, clavó sus colmillos en la vena yugular externa provocando que la sangre fluyera al instante, deleitándose con su sabor, su tibieza y su aroma. Kristian alcanzó el orgasmo inmediatamente y ambos cuerpos se sacudieron entre espasmos cuando él se derramó en su interior. ¡Qué sensación! Completamente exhausta y dolorida, Shannon bajó su cabeza hasta recostarse nuevamente sobre el sofá. Un hilo de sangre seguía manando de su cuello. Kristian abrió su boca sobre su piel y lamió los vestigios de su mordida, aprovechando la cercanía para probar su piel empapada de sudor. Deslizó su lengua por todo su cuello, clavícula, hasta llegar al nacimiento de los pechos, y bebió su salado sudor.
—¿Cómo te encuentras, Shannon? —Preguntó mientras acomodaba su cabello alborotado y se erguía hasta quedar sentado—. ¿Lo has disfrutado tanto como yo? Te noto algo… avergonzada —dijo cuando notó el intenso rubor de sus mejillas—. No voy a juzgarte. Siempre he creído que las mujeres tienen las mismas necesidades que los hombres —se puso de pie, cogió algunas de sus prendas, y se cubrió las partes nobles. Luego cogió la ropa de Shannon y se la ofreció, sentándose muy cerca de ella. Le pareció que ella evitaba mirarlo directamente a los ojos, algo que resultaba bastante normal en una muchacha pudorosa como Shannon—. ¿Sabes? En realidad esto no suele ocurrir. Regularmente las mujeres que traigo hasta aquí entran con un único objetivo, el de beber de su sangre —confesó sin miramientos, y notó que ella alzaba la vista para observarlo tras aquellas palabras—. No me mires así, soy un vampiro, ¿recuerdas? Esto es lo que hacemos. Está en nuestra naturaleza —acotó en su defensa, luego continuó—. Después de beber de ellas uso algunas de mis habilidades para ofuscar su mente, de ese modo a la mañana siguiente no recuerdan nada de lo ocurrido, y si alguna vez me encuentran en la calle, soy un extraño como cualquier otro —hizo una pausa y luego añadió—: ¿Es esto lo que quieres, Shannon? ¿Quieres que borre este momento para siempre de tu cabeza? Puedo hacerlo, si eso es lo que prefieres…
Elijah Caverhill- Humano Clase Alta
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Re: Señorita, es usted maravillosa en su papel de ingenua [Flashback] | Privado
Extraña, así se sintió. Por un breve momento pensó que ese hombre, había sentido algo más que una simple atracción física, o el deseo de beber su sangre,- ingenua… eres una ingenua que cree en cuentos de hadas, y leyendas – se reprendió, al verle y oírle hablar con la naturalidad de alguien que ha realizado una transacción. Pero, ella había entregado más que su sangre, ¿o tal vez, él ni se había dado cuenta? Una risa fantasmagórica se escuchó desde un rincón, -¿creíste que eras especial? – dijo el espectro, apareciendo y desapareciendo alrededor de Kristian.
Bajó la mirada y se contempló, desnuda, frágil, avergonzada. El vampiro le había entregado sus prendas, como un acto claro de que su interés ya estaba satisfecho. Se atragantó con el llanto y la ira, pero no dejaría que la contemplara débil, - antes muerta – se dijo mientras sonreía, intentando mostrarse como una mujer liberal, que no le importaba haber satisfecho su apetito sexual con un extraño. Pero el sonrojo en sus mejillas, su cuello y hasta sus orejas, aunque fuera leve por la cantidad de sangre que había tomado el pintor, delataban que no era tan así.
¿Pero, que esperaba entonces la escocesa? ¿Que un vampiro dejara de ser lo que era, un predador? ¿Qué sintiera cariño o un sentimiento romántico por su cena? - Bueno sería sentir amor por una pata de pollo o una ensalada de lechuga – Sonrió con tristeza al ver lo ridículo que sería esperar algo diferente. Tendría que haber estado agradecida que la estaba dejando vivir y que no le había tomado toda su sangre. De ser así, varios minutos atrás estaría convertida en un cadáver reseco. Pero aun así, no podía dejar de pensar en que deseaba ser algo más que una donante de sangre, o un buen momento sexual.
Escuchó atenta lo que Kristian le ofrecía y estuvo tentada a decir que si, más se detuvo, sopesando los pro y los contra. Con cautela, se levantó, intentando taparse lo más que pudo con su ropa. Se dirigió tras el biombo, que había observado al entrar al estudio del artista. Pensó que seguramente lo utilizarían las modelos para cambiarse o mejor dicho, desnudarse. Se colocó el vestido, pero aun así sabía que no podría cerrarlo, si él no le ayudaba en esa tarea. Cuando estuvo lo más presentable posible, se dirigió de vuelta donde se encontraba el vampiro y lo observó por un momento.
Parada al lado del sofá donde había experimentado el placer carnal por primera vez, bajó la mirada y no tuvo coraje para enfrentarlo. – no, no deseo que borres ésta noche de mis recuerdos… quiero poder recordar lo que sentí al experimentar por primera vez… - no pudo seguir, se atragantó con los nervios y su piel volvió a ponerse roja. Tosiendo e intentando que no descubriera que las lágrimas no eran solo por el ahogo, sino por la desilusión que no podía dejar de sentir, se volvió a sentar en el sofá. Inspiró profundamente y por fin levantó su mirada buscando la del vampiro, - por favor, necesito un poco de agua – se excusó, aunque en realidad deseaba estar un momento a solas y pensar muy seriamente que debía decidir, pues si decía que no, siempre sabría que su primera vez había sido sin amor, y que sin quererlo o queriendo, él la había tratado como una hembra más de la que se servía. Pero, si por el contrario, Kristian borraba esos recuerdos, ella sentiría que algo no encajaba, sería como un rompecabezas que la haría vivir en un desasosiego del que no podría liberarse, a menos que descubriera la verdad. Suspiró, frustrada, esperando que él regresara con el agua. De pronto, se le ocurrió huir, dejarlo allí, solo. Podía intentarlo, aunque, como podría hacerlo con el vestido a medio cerrar y sus cabellos alborotados. No, debía quedarse y pensar la forma de poder salir de allí, lo más decentemente posible.
Bajó la mirada y se contempló, desnuda, frágil, avergonzada. El vampiro le había entregado sus prendas, como un acto claro de que su interés ya estaba satisfecho. Se atragantó con el llanto y la ira, pero no dejaría que la contemplara débil, - antes muerta – se dijo mientras sonreía, intentando mostrarse como una mujer liberal, que no le importaba haber satisfecho su apetito sexual con un extraño. Pero el sonrojo en sus mejillas, su cuello y hasta sus orejas, aunque fuera leve por la cantidad de sangre que había tomado el pintor, delataban que no era tan así.
¿Pero, que esperaba entonces la escocesa? ¿Que un vampiro dejara de ser lo que era, un predador? ¿Qué sintiera cariño o un sentimiento romántico por su cena? - Bueno sería sentir amor por una pata de pollo o una ensalada de lechuga – Sonrió con tristeza al ver lo ridículo que sería esperar algo diferente. Tendría que haber estado agradecida que la estaba dejando vivir y que no le había tomado toda su sangre. De ser así, varios minutos atrás estaría convertida en un cadáver reseco. Pero aun así, no podía dejar de pensar en que deseaba ser algo más que una donante de sangre, o un buen momento sexual.
Escuchó atenta lo que Kristian le ofrecía y estuvo tentada a decir que si, más se detuvo, sopesando los pro y los contra. Con cautela, se levantó, intentando taparse lo más que pudo con su ropa. Se dirigió tras el biombo, que había observado al entrar al estudio del artista. Pensó que seguramente lo utilizarían las modelos para cambiarse o mejor dicho, desnudarse. Se colocó el vestido, pero aun así sabía que no podría cerrarlo, si él no le ayudaba en esa tarea. Cuando estuvo lo más presentable posible, se dirigió de vuelta donde se encontraba el vampiro y lo observó por un momento.
Parada al lado del sofá donde había experimentado el placer carnal por primera vez, bajó la mirada y no tuvo coraje para enfrentarlo. – no, no deseo que borres ésta noche de mis recuerdos… quiero poder recordar lo que sentí al experimentar por primera vez… - no pudo seguir, se atragantó con los nervios y su piel volvió a ponerse roja. Tosiendo e intentando que no descubriera que las lágrimas no eran solo por el ahogo, sino por la desilusión que no podía dejar de sentir, se volvió a sentar en el sofá. Inspiró profundamente y por fin levantó su mirada buscando la del vampiro, - por favor, necesito un poco de agua – se excusó, aunque en realidad deseaba estar un momento a solas y pensar muy seriamente que debía decidir, pues si decía que no, siempre sabría que su primera vez había sido sin amor, y que sin quererlo o queriendo, él la había tratado como una hembra más de la que se servía. Pero, si por el contrario, Kristian borraba esos recuerdos, ella sentiría que algo no encajaba, sería como un rompecabezas que la haría vivir en un desasosiego del que no podría liberarse, a menos que descubriera la verdad. Suspiró, frustrada, esperando que él regresara con el agua. De pronto, se le ocurrió huir, dejarlo allí, solo. Podía intentarlo, aunque, como podría hacerlo con el vestido a medio cerrar y sus cabellos alborotados. No, debía quedarse y pensar la forma de poder salir de allí, lo más decentemente posible.
Daviana Ruadh- Humano Clase Media
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Re: Señorita, es usted maravillosa en su papel de ingenua [Flashback] | Privado
—Yo sé que fue tu primera vez, Shannon. No hace falta que lo digas así, como si pensaras que no me he percatado de ello. Ese tipo de cosas no se le escapan a un hombre… y mucho menos a un vampiro que es capaz de escuchar todos y cada uno de tus pensamientos —le recordó, con un tono demasiado quitado de la pena, si se tomaba en cuenta a lo que se refería.
Prácticamente, estaba revelándole que en su presencia no había forma de esconderle algo, que cada pensamiento suyo, cada idea, incluso la más fugaz de ellas, sería conocida por él. Y se lo decía así, como si se tratara de cualquier cosa. Por lo visto los vampiros no tenían idea de lo que era la invasión a la privacidad de otros individuos, y si la tenían, les importaba muy poco.
Kristian se puso se pie y la dejó sola un momento. Ella esperó en el sofá la bebida solicitada, en silencio, a medio vestir y todavía sonrojada por el acalorado momento. El vampiro no dijo nada más, tampoco se giró para observarla. Como si se encontrara solo y en la comodidad de su casa –y vaya que lo era-, con pasos lentos y gráciles, simplemente cruzó la habitación y fue directamente hasta el pequeño mueble de madera que había sido colocado en una esquina.
—Agua… —repitió para reflexionar al respecto. Casi se le escapa una sonrisa por lo absurdo que le resultó. Y es que no era la primera vez que una de las mujeres que llevaba a su estudio le solicitaba tal cosa—. No tengo tal cosa. Creo que se te olvida que esta es la casa de un vampiro —pronunció con cierta sorna impregnada en la voz—. Pero tengo algo mejor… —sacó una copa y la colocó sobre la mesa, luego una botella medio llena que no tenía una etiqueta, como si ésta hubiera sido rellenada con algún líquido de dudosa procedencia, y vertió sobre el recipiente de cristal un poco de líquido color rojo oscuro.
—Bébelo, Shannon, te relajará y hará sentir mejor —le dijo minutos más tarde, tendiéndole la copa. El vampiro notó en ella la duda y cómo sopesaba entre aceptar la copa o no. Era evidente que no confiaba en él y ciertamente no podía culparla de ello. Después de todo, para ella seguía siendo un desconocido, y un depredador. Había tenido sexo con un monstruo bebedor de sangre, alguien que todos los días se alimentaba de otros, que quizá asesinaba a una que otra de sus víctimas. ¿Cómo no iba a estar confundida y atormentada?— Es solo vino tinto —añadió para que ésta se relajara, logrando así que aceptara la copa—. ¿Creías que iba a darte de beber sangre humana? —bromeó con ella, incluso se atrevió a sonreír abiertamente, mostrando sus colmillos.
Sin dejar de ser él y sin reprimir ya su verdadera naturaleza, Kristian intentaba dejar de lado su habitual seriedad de vampiro, pues creía que así sería mucho más sencillo que ella se tranquilizara, que dejara de sentirse bajo amenaza. Sin embargo, ella continuaba nerviosa, como si en lugar de estar sentada junto a un hombre, se encontrara muy cerca de una bestia hambrienta y salvaje que podía lanzarse sobre ella en el momento menos esperado. Desde luego, era inteligente de su parte mantenerse en alerta, por si acaso. Solo un tonto depositaría toda su confianza en una criatura oscura y letal como lo era un vampiro, alguien que a pesar de mostrarse amable y generoso, definitivamente nunca sería alguien en quien se pudiera confiar del todo.
—¿Todavía te doy miedo? ¿Después de lo que pasó entre nosotros? Bebí de ti y te dejé vivir. Creí que sería la mayor prueba de que no pienso hacerte daño. Si hubiera querido matarte, ya lo habría hecho.
Prácticamente, estaba revelándole que en su presencia no había forma de esconderle algo, que cada pensamiento suyo, cada idea, incluso la más fugaz de ellas, sería conocida por él. Y se lo decía así, como si se tratara de cualquier cosa. Por lo visto los vampiros no tenían idea de lo que era la invasión a la privacidad de otros individuos, y si la tenían, les importaba muy poco.
Kristian se puso se pie y la dejó sola un momento. Ella esperó en el sofá la bebida solicitada, en silencio, a medio vestir y todavía sonrojada por el acalorado momento. El vampiro no dijo nada más, tampoco se giró para observarla. Como si se encontrara solo y en la comodidad de su casa –y vaya que lo era-, con pasos lentos y gráciles, simplemente cruzó la habitación y fue directamente hasta el pequeño mueble de madera que había sido colocado en una esquina.
—Agua… —repitió para reflexionar al respecto. Casi se le escapa una sonrisa por lo absurdo que le resultó. Y es que no era la primera vez que una de las mujeres que llevaba a su estudio le solicitaba tal cosa—. No tengo tal cosa. Creo que se te olvida que esta es la casa de un vampiro —pronunció con cierta sorna impregnada en la voz—. Pero tengo algo mejor… —sacó una copa y la colocó sobre la mesa, luego una botella medio llena que no tenía una etiqueta, como si ésta hubiera sido rellenada con algún líquido de dudosa procedencia, y vertió sobre el recipiente de cristal un poco de líquido color rojo oscuro.
—Bébelo, Shannon, te relajará y hará sentir mejor —le dijo minutos más tarde, tendiéndole la copa. El vampiro notó en ella la duda y cómo sopesaba entre aceptar la copa o no. Era evidente que no confiaba en él y ciertamente no podía culparla de ello. Después de todo, para ella seguía siendo un desconocido, y un depredador. Había tenido sexo con un monstruo bebedor de sangre, alguien que todos los días se alimentaba de otros, que quizá asesinaba a una que otra de sus víctimas. ¿Cómo no iba a estar confundida y atormentada?— Es solo vino tinto —añadió para que ésta se relajara, logrando así que aceptara la copa—. ¿Creías que iba a darte de beber sangre humana? —bromeó con ella, incluso se atrevió a sonreír abiertamente, mostrando sus colmillos.
Sin dejar de ser él y sin reprimir ya su verdadera naturaleza, Kristian intentaba dejar de lado su habitual seriedad de vampiro, pues creía que así sería mucho más sencillo que ella se tranquilizara, que dejara de sentirse bajo amenaza. Sin embargo, ella continuaba nerviosa, como si en lugar de estar sentada junto a un hombre, se encontrara muy cerca de una bestia hambrienta y salvaje que podía lanzarse sobre ella en el momento menos esperado. Desde luego, era inteligente de su parte mantenerse en alerta, por si acaso. Solo un tonto depositaría toda su confianza en una criatura oscura y letal como lo era un vampiro, alguien que a pesar de mostrarse amable y generoso, definitivamente nunca sería alguien en quien se pudiera confiar del todo.
—¿Todavía te doy miedo? ¿Después de lo que pasó entre nosotros? Bebí de ti y te dejé vivir. Creí que sería la mayor prueba de que no pienso hacerte daño. Si hubiera querido matarte, ya lo habría hecho.
Elijah Caverhill- Humano Clase Alta
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Re: Señorita, es usted maravillosa en su papel de ingenua [Flashback] | Privado
Al escuchar sus palabras, aun con la copa de vino en la mano, pero sin beberla, suspiro mientras lo miraba directamente a los ojos, escudriñando en ellos, una señal de engaño, pero no lo había, llevo la copa a sus labios y bebió de ella, despacio, degustando el vino, disfrutando de éste. Era la segunda vez en su vida que tomaba una bebida espirituosa. Fue después de beber casi todo el contenido de la copa, porque tenía mucha sed, que se acordó lo que le había pasado aquella vez. Supo entonces que haber bebido le traería dolores de cabeza. Fue por esa razón, y porque su resistencia al alcohol era casi nula, que su carácter cambió drásticamente, y de comportarse como una mujer callada y temerosa, de pronto comenzó a mostrar una soltura poco común en ella, claro Kristian, no podría saber aquello. Una ínfima cantidad de aquel vino provocó en la joven que su cuerpo se distendiera, su temor se disipó, la lengua se le aflojaba y los pensamientos también.
Fue por esa razón, que cuando volvió su mirada al vampiro, ésta se notaba mucho más desenfadada, libre de prejuicios y con un cierto toque de picardía. Sus orbes recorrieron el cuerpo del vampiro por completo, sopesando lo peligroso y atractivo que era. Sonrió y tomó el último sorbo de vino, se encogió de hombros y volvió su mirada a la copa vacía, - esto en verdad estaba rico… pero aún tengo sed – dijo lamiendo sus labios y sonriendo sin sentido. Intentó depositar la copa en la mesita que tenía al frente, pero le parecía que ésta se movía sin parar, cerró sus ojos he intentó concentrarse, de ese modo pudo depositar la dichosa copa y no terminar soltándola en el aire y estallando en el piso.
Intentó arreglarse mejor el vestido y los cabellos, para luego volver a mirarle, así se quedó un instante, -¿porque no me mataste?, que encuentras en mí, que hace posible que respetes mi vida – fue una mezcla de pregunta y aseveración, levantó una ceja como intentando encontrar ella misma la respuesta, - no creo que sea la primera mujer de la que bebes y amas a la vez – sonrió con picardía para luego mudar a un gesto de tristeza, - bueno, amar, amar… no es la palabra… tampoco quisiera usar la palabra copula… pero… ¿eso paso? – Su mirada regresó a los ojos del vampiro, - quisiera que dijeras que fue importante, inolvidable, único… pero tu estúpido fantasma no deja de molestarme… ¿porque no le dices que se vaya al cuerno? – Se enfurruño como niña, cruzando sus brazos sobre el regazo, para luego suspirar, -¿ves? Los dos tenemos cosas en común, tu eres una parca, un ángel de la muerte… y yo soy una mezcla de… de, correo… entre los que están aún aquí y los que ya han pasado -, inspiró profundamente, le agradaba el olor de las pinturas, esencias y trementina.
Volvió a sonreírle, de pronto se sintió muy cansada, pero deseaba conocer a ese ser tan especial, hizo un pequeño gesto, invitándole a sentarse a su lado, - ven, ya que no piensas matarme, cuéntame… ¿cómo llegaste a ser lo que eres? – dijo mientras sus parpado se entornaban suavemente, se sentía tan relajada, que deseó volver a recostarse en el sofá y escuchar la voz seductora y aterciopelada del vampiro, -eres excitantemente misterioso – susurró mientras se acomodaba en el sofá, tendida de costado, con un brazo como almohada y el otro cubriendo su pecho.
Fue por esa razón, que cuando volvió su mirada al vampiro, ésta se notaba mucho más desenfadada, libre de prejuicios y con un cierto toque de picardía. Sus orbes recorrieron el cuerpo del vampiro por completo, sopesando lo peligroso y atractivo que era. Sonrió y tomó el último sorbo de vino, se encogió de hombros y volvió su mirada a la copa vacía, - esto en verdad estaba rico… pero aún tengo sed – dijo lamiendo sus labios y sonriendo sin sentido. Intentó depositar la copa en la mesita que tenía al frente, pero le parecía que ésta se movía sin parar, cerró sus ojos he intentó concentrarse, de ese modo pudo depositar la dichosa copa y no terminar soltándola en el aire y estallando en el piso.
Intentó arreglarse mejor el vestido y los cabellos, para luego volver a mirarle, así se quedó un instante, -¿porque no me mataste?, que encuentras en mí, que hace posible que respetes mi vida – fue una mezcla de pregunta y aseveración, levantó una ceja como intentando encontrar ella misma la respuesta, - no creo que sea la primera mujer de la que bebes y amas a la vez – sonrió con picardía para luego mudar a un gesto de tristeza, - bueno, amar, amar… no es la palabra… tampoco quisiera usar la palabra copula… pero… ¿eso paso? – Su mirada regresó a los ojos del vampiro, - quisiera que dijeras que fue importante, inolvidable, único… pero tu estúpido fantasma no deja de molestarme… ¿porque no le dices que se vaya al cuerno? – Se enfurruño como niña, cruzando sus brazos sobre el regazo, para luego suspirar, -¿ves? Los dos tenemos cosas en común, tu eres una parca, un ángel de la muerte… y yo soy una mezcla de… de, correo… entre los que están aún aquí y los que ya han pasado -, inspiró profundamente, le agradaba el olor de las pinturas, esencias y trementina.
Volvió a sonreírle, de pronto se sintió muy cansada, pero deseaba conocer a ese ser tan especial, hizo un pequeño gesto, invitándole a sentarse a su lado, - ven, ya que no piensas matarme, cuéntame… ¿cómo llegaste a ser lo que eres? – dijo mientras sus parpado se entornaban suavemente, se sentía tan relajada, que deseó volver a recostarse en el sofá y escuchar la voz seductora y aterciopelada del vampiro, -eres excitantemente misterioso – susurró mientras se acomodaba en el sofá, tendida de costado, con un brazo como almohada y el otro cubriendo su pecho.
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Re: Señorita, es usted maravillosa en su papel de ingenua [Flashback] | Privado
—Ya veo que el vino ha hecho su efecto —el vampiro contempló divertido a una Shannon mucho más relajada. Al fin el recato, el pudor excesivo, habían abandonado su cuerpo. Ya no parecían incomodarle los recientes sucesos, así como no estar del todo presentable ante él. La joven le regaló una sonrisa traviesa e incluso se atrevió a admitir que Kristian le parecía muy misterioso, y que eso lo volvía muy atrayente.
Kristian mostró una sonrisa al escuchar el cumplido, pero ésta se le borró casi de manera instantánea cuando ella le pidió que le hablara de sus orígenes. No era un tema prohibido para él, pero sí un tanto delicado porque, hablar de ello, era remontarse irremediablemente a una parte de su vida que no había sido para nada sencilla. ¿Sería esa la excusa perfecta para zafarse de la incómoda situación? La observó un momento y entonces supo que no, que en realidad quería contárselo; un deseo superior cuyo origen desconocía, lo hizo sucumbir a la tentación.
—Me temo, Shannon, que la historia de cómo me convertí en vampiro, no es tan fascinante como quizá te imaginas —pronunció con seriedad antes de continuar, quizá como una especie de advertencia—. Para ser preciso, ocurrió hace dos mil quinientos sesenta y ocho años. Fue mi padre, quien en un acto de egoísmo puro, me condenó a la eternidad —vio que la muchacha parecía no comprender del todo lo que le decía, y con justa razón, era un rompecabezas con muchas piezas sueltas—. Supongo que para que comprendas en su totalidad la historia, debería contártela desde el inicio.
Hubo un silencio largo. Él se levantó del sofá y con pasos lentos se dirigió al otro extremo de la habitación, donde se encontraban sus pinturas. En una de las esquinas yacía un bulto grande cubierto con una manta blanca. Kristian la deslizó y tomó uno de los lienzos, el cual colocó con cuidado sobre un caballete. Era una pintura que databa de tiempos medievales. La contempló con sumo interés mientras le relataba la historia.
—Una noche descubrí que el hombre que me crió, en realidad no fue quien me dio la vida —prosiguió sin dejar de estudiar la pintura—. Mi madre supo mantener a salvo su secreto durante quince largos años pero, una noche, le escupió la verdad en la cara. Yo espiaba detrás de la puerta, fue así como lo supe. Él enloqueció. Se perdió por días enteros, pero cuando volvió, lo hizo con un solo propósito: asesinar a mi madre. Yo estaba muy afectado, enojado, pero era mi madre y no podía permitir que él la golpeara de aquel modo. De verdad iba a matarla —arrugó levemente el ceño en señal de que, a pesar de haber transcurrido demasiados años, más de dos siglos, el recuerdo seguía demasiado vivo en su memoria—. Era joven, pero supe aprovechar que él había bebido mucho y logré someterlo. Lo castigué encerrándolo en el sótano. Él estaba rabioso. Si lo liberaba, sabía que nos mataría a ambos. Así que dejé que se pudriera allí —hizo otra pausa—. Sí, Shannon, yo lo dejé morir, y te confieso que sin remordimiento alguno —tuvo el impulso de levantar la vista, corroborar si ella lo miraba con horror luego de aquella terrible confesión, pero se contuvo y continuó.
—Mi madre murió poco tiempo después. Por muchos años mi vida fue buena. Me quedé a cargo del viñedo y logré que éste se convirtiera en uno de los más importantes de la región y de los alrededores. Incluso me comprometí con una bella joven con la que deseaba formar una familia. Pero todos mis planes se vinieron abajo la noche en la que, ante la puerta de mi casa, apareció un hombre al que jamás había visto, pero que aseguró ser mi verdadero padre. También aseguró ser un vampiro… —dijo en un tono muy pensativo, como si después de tanto tiempo, aún le costara asimilarlo—. Como era de esperarse, me reí en su cara ante tal confesión. Lo creí loco, un verdadero demente, y le exigí que se largara. Mi actitud insolente debió ofenderlo en verdad porque, para castigarme, me sometió y me obligó a beber de su sangre. Yo no la deseaba. Luché con todas mis fuerzas contra él pero era demasiado fuerte. Al final, cuando aquel líquido carmesí tocó mis labios y llegó hasta mi garganta, yo perdí toda la voluntad. Con horror descubrí que era exquisita y sumamente adictiva. Cuando terminé de beber, yo quería más, y más, y más... Me convirtió en su esclavo, en un verdadero títere. Finalmente, completó su venganza dándome el abrazo. También lo asesiné.
Ahora ella lo sabía todo. Ahora sí que tenía motivos para juzgarlo como hacía toda la gente con los de su raza: un verdadero monstruo.
Kristian mostró una sonrisa al escuchar el cumplido, pero ésta se le borró casi de manera instantánea cuando ella le pidió que le hablara de sus orígenes. No era un tema prohibido para él, pero sí un tanto delicado porque, hablar de ello, era remontarse irremediablemente a una parte de su vida que no había sido para nada sencilla. ¿Sería esa la excusa perfecta para zafarse de la incómoda situación? La observó un momento y entonces supo que no, que en realidad quería contárselo; un deseo superior cuyo origen desconocía, lo hizo sucumbir a la tentación.
—Me temo, Shannon, que la historia de cómo me convertí en vampiro, no es tan fascinante como quizá te imaginas —pronunció con seriedad antes de continuar, quizá como una especie de advertencia—. Para ser preciso, ocurrió hace dos mil quinientos sesenta y ocho años. Fue mi padre, quien en un acto de egoísmo puro, me condenó a la eternidad —vio que la muchacha parecía no comprender del todo lo que le decía, y con justa razón, era un rompecabezas con muchas piezas sueltas—. Supongo que para que comprendas en su totalidad la historia, debería contártela desde el inicio.
Hubo un silencio largo. Él se levantó del sofá y con pasos lentos se dirigió al otro extremo de la habitación, donde se encontraban sus pinturas. En una de las esquinas yacía un bulto grande cubierto con una manta blanca. Kristian la deslizó y tomó uno de los lienzos, el cual colocó con cuidado sobre un caballete. Era una pintura que databa de tiempos medievales. La contempló con sumo interés mientras le relataba la historia.
—Una noche descubrí que el hombre que me crió, en realidad no fue quien me dio la vida —prosiguió sin dejar de estudiar la pintura—. Mi madre supo mantener a salvo su secreto durante quince largos años pero, una noche, le escupió la verdad en la cara. Yo espiaba detrás de la puerta, fue así como lo supe. Él enloqueció. Se perdió por días enteros, pero cuando volvió, lo hizo con un solo propósito: asesinar a mi madre. Yo estaba muy afectado, enojado, pero era mi madre y no podía permitir que él la golpeara de aquel modo. De verdad iba a matarla —arrugó levemente el ceño en señal de que, a pesar de haber transcurrido demasiados años, más de dos siglos, el recuerdo seguía demasiado vivo en su memoria—. Era joven, pero supe aprovechar que él había bebido mucho y logré someterlo. Lo castigué encerrándolo en el sótano. Él estaba rabioso. Si lo liberaba, sabía que nos mataría a ambos. Así que dejé que se pudriera allí —hizo otra pausa—. Sí, Shannon, yo lo dejé morir, y te confieso que sin remordimiento alguno —tuvo el impulso de levantar la vista, corroborar si ella lo miraba con horror luego de aquella terrible confesión, pero se contuvo y continuó.
—Mi madre murió poco tiempo después. Por muchos años mi vida fue buena. Me quedé a cargo del viñedo y logré que éste se convirtiera en uno de los más importantes de la región y de los alrededores. Incluso me comprometí con una bella joven con la que deseaba formar una familia. Pero todos mis planes se vinieron abajo la noche en la que, ante la puerta de mi casa, apareció un hombre al que jamás había visto, pero que aseguró ser mi verdadero padre. También aseguró ser un vampiro… —dijo en un tono muy pensativo, como si después de tanto tiempo, aún le costara asimilarlo—. Como era de esperarse, me reí en su cara ante tal confesión. Lo creí loco, un verdadero demente, y le exigí que se largara. Mi actitud insolente debió ofenderlo en verdad porque, para castigarme, me sometió y me obligó a beber de su sangre. Yo no la deseaba. Luché con todas mis fuerzas contra él pero era demasiado fuerte. Al final, cuando aquel líquido carmesí tocó mis labios y llegó hasta mi garganta, yo perdí toda la voluntad. Con horror descubrí que era exquisita y sumamente adictiva. Cuando terminé de beber, yo quería más, y más, y más... Me convirtió en su esclavo, en un verdadero títere. Finalmente, completó su venganza dándome el abrazo. También lo asesiné.
Ahora ella lo sabía todo. Ahora sí que tenía motivos para juzgarlo como hacía toda la gente con los de su raza: un verdadero monstruo.
Elijah Caverhill- Humano Clase Alta
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Re: Señorita, es usted maravillosa en su papel de ingenua [Flashback] | Privado
Shannon, le contempló, atenta a cada palabra que salia de la boca del vampiro. Intentó imaginar a un Kristian de tan solo quince años, descubriendo una verdad que podía herir fatalmente a cualquier ser. Ella misma había vivido algo similar, el esposo de su madre había intentado matarla siendo apenas un bebé indefenso, al descubrir que no era su hija y que por desgracia, con su nacimiento había matado a su propia madre. También como él, su verdadero padre había llegado a su vida, solo que el conde, su padre, fue siempre un ser bondadoso y cariñoso, que le ayudó a superar todos los obstáculos que la vida le fue presentando. Sus vidas habían sido tan diferentes, pero a la vez con similitudes que provocaban en la bruja, un sentimiento de hermandad, de familia.
Le siguió con la mirada, observando el cuerpo fuerte del vampiro y descubriendo que en el fondo, su alma estaba resquebrajada, herida, por una culpa que no le correspondía, pues no había sido su voluntad ser lo que hoy era, ni hubiera sido parte de su destino, como si lo era, para ella, ser una bruja. Pero un vampiro no nacía con esa condición, sino que alguien, otro ser de la noche, decidía pasar su maldición, - o su don- , a otro ser, el que a veces ansiaba aquella transformación, o por el contrario jamás la hubiera elegido.
Cuando él recalcó el hecho de ser un monstruo por lo que había hecho, ella negó con un enérgico movimiento de cabeza, - ¡no!, tu no eres un monstruo, si lo fueron tu padre adoptivo y aquel que siendo ya sobrenatural te convirtió en su esclavo y luego en un igual... - se había incorporado, sentándose en el sillón, fue diciendo aquellas palabras mientras dejaba el sofá y se dirigía a donde él se encontraba. Sus manos acariciaron la espalda del vampiro y se deslizaron hacia el pecho, abrazándolo, apoyando su mejilla en la fuerte espalda, - no eres un monstruo, nadie que deba pasar lo que tu viviste puede ser juzgado con tal dureza... - mermó la presión que ejercía su abrazo para girar y poder estar frente a frente, manteniendo el contacto de sus brazos en el torso frío del vampiro, levantó su cabeza, apoyando su barbilla en el pecho masculino, buscando los orbes del hombre con su mirada - Kristian, un ser que puede plasmar en su pinturas, el alma de sus modelos, jamás podría hacerlo si su propia alma fuera el abismo de un demonio, o de un monstruo... - sus manos se desplazaron por el pecho del sobrenatural, apoyándose a la altura del corazón que ya no latía, - no necesitas de un corazón batiente, existen verdaderos monstruos que sus corazones laten, pero sus almas... hace tiempo que han muerto - su mejilla volvió a sentir el contacto frío del vampiro, -[color=#3df28e] tu corazón no late, mas tu alma es como un pajarillo que revolotea y tiembla suave entre mis manos - suspiró y cerró los ojos - no vuelvas a pensar que eres un monstruo... porque simplemente... no lo eres -.[/color]
Le siguió con la mirada, observando el cuerpo fuerte del vampiro y descubriendo que en el fondo, su alma estaba resquebrajada, herida, por una culpa que no le correspondía, pues no había sido su voluntad ser lo que hoy era, ni hubiera sido parte de su destino, como si lo era, para ella, ser una bruja. Pero un vampiro no nacía con esa condición, sino que alguien, otro ser de la noche, decidía pasar su maldición, - o su don- , a otro ser, el que a veces ansiaba aquella transformación, o por el contrario jamás la hubiera elegido.
Cuando él recalcó el hecho de ser un monstruo por lo que había hecho, ella negó con un enérgico movimiento de cabeza, - ¡no!, tu no eres un monstruo, si lo fueron tu padre adoptivo y aquel que siendo ya sobrenatural te convirtió en su esclavo y luego en un igual... - se había incorporado, sentándose en el sillón, fue diciendo aquellas palabras mientras dejaba el sofá y se dirigía a donde él se encontraba. Sus manos acariciaron la espalda del vampiro y se deslizaron hacia el pecho, abrazándolo, apoyando su mejilla en la fuerte espalda, - no eres un monstruo, nadie que deba pasar lo que tu viviste puede ser juzgado con tal dureza... - mermó la presión que ejercía su abrazo para girar y poder estar frente a frente, manteniendo el contacto de sus brazos en el torso frío del vampiro, levantó su cabeza, apoyando su barbilla en el pecho masculino, buscando los orbes del hombre con su mirada - Kristian, un ser que puede plasmar en su pinturas, el alma de sus modelos, jamás podría hacerlo si su propia alma fuera el abismo de un demonio, o de un monstruo... - sus manos se desplazaron por el pecho del sobrenatural, apoyándose a la altura del corazón que ya no latía, - no necesitas de un corazón batiente, existen verdaderos monstruos que sus corazones laten, pero sus almas... hace tiempo que han muerto - su mejilla volvió a sentir el contacto frío del vampiro, -[color=#3df28e] tu corazón no late, mas tu alma es como un pajarillo que revolotea y tiembla suave entre mis manos - suspiró y cerró los ojos - no vuelvas a pensar que eres un monstruo... porque simplemente... no lo eres -.[/color]
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Re: Señorita, es usted maravillosa en su papel de ingenua [Flashback] | Privado
Al escucharla y sentirla nuevamente muy cerca, la seriedad que caracterizaba al vampiro, regresó. Una punzada de culpa lo invadió hasta casi hacerlo sentir incómodo. Pero lo que experimentó no fue rechazo hacia la muchacha, tampoco remordimiento por lo ocurrido en el pasado, sino por lo que había intentado hacer esa noche. Shannon era una víctima, nada lograría cambiar eso. Abordarla en la calle y seducirla hasta lograr llevarla a su casa, lo había efectuado con premeditación. En ningún momento sus intenciones para con ella fueron buenas, pero ella había logrado sorprenderlo agradablemente, lo cual no ocurría a menudo.
Kristian arrugó el ceño. ¿Cómo era posible que alguien a quien apenas conocía, lograra despertar en él tantos sentimientos positivos? Su empatía era innegable. ¿Su sensibilidad? Abrumadora. Allí, demasiado cerca y teniendo la oportunidad de estudiarla con mucho más detenimiento, se dio cuenta de que incluso la mirada de Shannon era agradable, demasiado cálida. Su buen carácter la volvía una criatura extraordinariamente encantadora y le hacía sentir que podía confiar en ella. No obstante, le seguía pareciendo algo ingenua. Y es que la naturalidad con la que asimiló la información del inmortal, con agobiante credulidad, era demasiado. Su romántica personalidad le impedía ver con claridad las cosas. Tenía tanto que aprender y él sentía la imperiosa necesidad de aflojarle un poco la venda que le cubría los ojos.
—Tus palabras me tocan el corazón, Shannon, pero no cambian la realidad —ella pareció no comprender y él decidió que debía ser más duro. Era hora de dejar de lado la retórica, las palabras bonitas. La crudeza era la mejor opción cuando se trataba de aprender—. Te engañé. Te traje aquí con la única intención de alimentarme de ti y en el proceso pude haberte asesinado. Lo he hecho antes, he matado a otros, está en mi naturaleza —confesó como una advertencia, una seria que no debía ser tomada a la ligera, pero el semblante de la joven jamás se alteró. Continuó mirándolo del mismo modo, como si en el fondo, además de justificar sus palabras, también minimizara sus acciones.
Hubo una breve pausa, en la que el vampiro pareció reflexionar. Tal vez la condescendiente actitud de la muchacha se debiera a que estaba experimentando una repentina fascinación, alguna clase de enamoramiento por lo que había ocurrido entre ellos. No podía permitir que se confundiera. Debía asegurarse que al terminar esa noche, ella pudiera decirle adiós sin el menor problema. Porque eso era lo que tenía que hacer, era lo correcto.
—También me aproveché de ti —se sinceró—. Lo que pasó entre nosotros no tiene nada que ver con el amor. Lo sabes, ¿verdad? —la tomó del mentón y levantó su rostro para que pudiera verlo a los ojos. Esperaba habérselo imaginado, pero por primera vez encontró en ellos una chispa de desilusión—. ¿Y aún así crees que los vampiros no somos monstruos? No puedes ser tan inocente. Por más amable que haya sido contigo esta noche, sigo siendo un inmortal, un bebedor de sangre, un ser errante. Y allá afuera hay muchos otros como yo, acechando. Compadecerte de nosotros no es lo normal. Lo natural es que temas. Sólo eso logrará mantenerte con vida.
Era cierto. Si Shannon continuaba con aquella forma de pensar, tan inocente, era una presa fácil para cualquiera. Tarde o temprano encontrarían su cuerpo destrozado el algún callejón o flotando en el río Sena. La sola idea lo atormentó. No lo merecía.
—Es curioso, pero ahora que he tenido la oportunidad de conocerte, de ver más allá de tu alma, siento que no toleraría que algo te pasara. Me has conquistado —le dijo, acariciando su mejilla con la yema de sus fríos dedos. Sintió cómo ella se estremecía bajo su caricia.
Kristian no hablaba de un enamoramiento. La fascinación que despertaba en él era como la que alguna vez le había nacido por el arte, tan inexplicable, tan repentina, pero que había perdurado hasta el presente.
Kristian arrugó el ceño. ¿Cómo era posible que alguien a quien apenas conocía, lograra despertar en él tantos sentimientos positivos? Su empatía era innegable. ¿Su sensibilidad? Abrumadora. Allí, demasiado cerca y teniendo la oportunidad de estudiarla con mucho más detenimiento, se dio cuenta de que incluso la mirada de Shannon era agradable, demasiado cálida. Su buen carácter la volvía una criatura extraordinariamente encantadora y le hacía sentir que podía confiar en ella. No obstante, le seguía pareciendo algo ingenua. Y es que la naturalidad con la que asimiló la información del inmortal, con agobiante credulidad, era demasiado. Su romántica personalidad le impedía ver con claridad las cosas. Tenía tanto que aprender y él sentía la imperiosa necesidad de aflojarle un poco la venda que le cubría los ojos.
—Tus palabras me tocan el corazón, Shannon, pero no cambian la realidad —ella pareció no comprender y él decidió que debía ser más duro. Era hora de dejar de lado la retórica, las palabras bonitas. La crudeza era la mejor opción cuando se trataba de aprender—. Te engañé. Te traje aquí con la única intención de alimentarme de ti y en el proceso pude haberte asesinado. Lo he hecho antes, he matado a otros, está en mi naturaleza —confesó como una advertencia, una seria que no debía ser tomada a la ligera, pero el semblante de la joven jamás se alteró. Continuó mirándolo del mismo modo, como si en el fondo, además de justificar sus palabras, también minimizara sus acciones.
Hubo una breve pausa, en la que el vampiro pareció reflexionar. Tal vez la condescendiente actitud de la muchacha se debiera a que estaba experimentando una repentina fascinación, alguna clase de enamoramiento por lo que había ocurrido entre ellos. No podía permitir que se confundiera. Debía asegurarse que al terminar esa noche, ella pudiera decirle adiós sin el menor problema. Porque eso era lo que tenía que hacer, era lo correcto.
—También me aproveché de ti —se sinceró—. Lo que pasó entre nosotros no tiene nada que ver con el amor. Lo sabes, ¿verdad? —la tomó del mentón y levantó su rostro para que pudiera verlo a los ojos. Esperaba habérselo imaginado, pero por primera vez encontró en ellos una chispa de desilusión—. ¿Y aún así crees que los vampiros no somos monstruos? No puedes ser tan inocente. Por más amable que haya sido contigo esta noche, sigo siendo un inmortal, un bebedor de sangre, un ser errante. Y allá afuera hay muchos otros como yo, acechando. Compadecerte de nosotros no es lo normal. Lo natural es que temas. Sólo eso logrará mantenerte con vida.
Era cierto. Si Shannon continuaba con aquella forma de pensar, tan inocente, era una presa fácil para cualquiera. Tarde o temprano encontrarían su cuerpo destrozado el algún callejón o flotando en el río Sena. La sola idea lo atormentó. No lo merecía.
—Es curioso, pero ahora que he tenido la oportunidad de conocerte, de ver más allá de tu alma, siento que no toleraría que algo te pasara. Me has conquistado —le dijo, acariciando su mejilla con la yema de sus fríos dedos. Sintió cómo ella se estremecía bajo su caricia.
Kristian no hablaba de un enamoramiento. La fascinación que despertaba en él era como la que alguna vez le había nacido por el arte, tan inexplicable, tan repentina, pero que había perdurado hasta el presente.
Elijah Caverhill- Humano Clase Alta
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Re: Señorita, es usted maravillosa en su papel de ingenua [Flashback] | Privado
Las palabras del vampiro la dejaron sin fuerzas, devastada ante la contundencia de sus argumentos. No era una ilusa, conocía sobre sobrenaturales, pues ella misma era, dentro de todo, considerada por los demás humanos, como una sobrenatural, engendro del demonio, o tantos otros epítetos que le habían dado a los seres como ella, brujas, hechiceros, amantes del demonio. Cuando en verdad, solo eran seres que podían ver el mundo de otra manera, y comprender un poco más a aquellos otros seres que eran no solo menospreciados, perseguidos, sino que temidos, como el ser que tenía frente a ella. Que la había engatusado, como fueran sus palabras, podría ser, pero tras llegar a ese lugar, ella había decidido quedarse, pues habría encontrado la forma de huir de allí, era nigromante, tenía el poder de manipular las entidades, hacer que éstas fueran contra sus enemigos, y en esa mansión, como dijera su anfitrión, existían muchas animas, algunas víctimas del vampiro que bien desearían ser usadas para vengarse de quien les había arrebatado la vida. Mas Shannon, confió en él, porque a más allá de su condición vampírica, ella había logrado ver algo que los demás no, tal vez a ese Kristian, que se escondía tras su apariencia de hombre moderno, y descubrió, que no le temía.
Pero algo era cierto, ella había creído que de alguna forma, en aquella entrega de pasión, había existido algo más que solo el desahogo de un impulso animal. No pudo ocultar su desilusión, él la miraba a los ojos, tomándole su barbilla con aquellos dedos que solo unos instantes atrás, la hubieran cubierto de caricias, despertando en ella algo que jamás había pensado que podría experimentar, hasta ese momento. Sus ojos intentaron mirar hacia otro lado, a pesar de no poder soltar su rostro del agarre que él sostenía, suspiró abatida, si él había querido desilusionarla, lo había conseguido, más aun sabiendo que aquello que creyó sublime, era solo importante para ella, no pudo enojarse con él, había sido una tonta, una ingenua, pero, no dejaba de pensar que él sería siempre importante en su vida, desde ese momento.
Sus manos siguieron haciendo contacto con el pecho del vampiro, - no me importa como sean los demás vampiros, me interesa como eres tú… Kristian – buscó sus ojos – ni tampoco te reprocho lo que ocurrió entre nosotros, porque no me has forzado a nada, fui también parte de aquello, desee entregarme a ti, tal vez un poco seducida, pero consciente del paso que tomaba. Por eso no puedo reprocharte nada – Sonrió con tristeza – bien sé que eres capaz de hacer, mas no sabes que puedo de comunicarme con los que ya no están, y que muchos de ellos gritaban en mi oído diciendo lo que podías hacer conmigo, más fui yo quien decidió correr el riesgo… y no me arrepiento - dijo levantando su mentón y acercándose al rostro del vampiro, - tu también me has conquistado, has descubierto para mí, tu ser, y siempre serás importante en mi vida – susurró, mientras rodeaba con sus brazos el trozo del vampiro y apoyaba su mejilla en el pecho, cerrando sus ojos, deseando que la noche no terminara y que pudiera seguir conociendo a ese hombre tan misterioso y peligroso.
Pero algo era cierto, ella había creído que de alguna forma, en aquella entrega de pasión, había existido algo más que solo el desahogo de un impulso animal. No pudo ocultar su desilusión, él la miraba a los ojos, tomándole su barbilla con aquellos dedos que solo unos instantes atrás, la hubieran cubierto de caricias, despertando en ella algo que jamás había pensado que podría experimentar, hasta ese momento. Sus ojos intentaron mirar hacia otro lado, a pesar de no poder soltar su rostro del agarre que él sostenía, suspiró abatida, si él había querido desilusionarla, lo había conseguido, más aun sabiendo que aquello que creyó sublime, era solo importante para ella, no pudo enojarse con él, había sido una tonta, una ingenua, pero, no dejaba de pensar que él sería siempre importante en su vida, desde ese momento.
Sus manos siguieron haciendo contacto con el pecho del vampiro, - no me importa como sean los demás vampiros, me interesa como eres tú… Kristian – buscó sus ojos – ni tampoco te reprocho lo que ocurrió entre nosotros, porque no me has forzado a nada, fui también parte de aquello, desee entregarme a ti, tal vez un poco seducida, pero consciente del paso que tomaba. Por eso no puedo reprocharte nada – Sonrió con tristeza – bien sé que eres capaz de hacer, mas no sabes que puedo de comunicarme con los que ya no están, y que muchos de ellos gritaban en mi oído diciendo lo que podías hacer conmigo, más fui yo quien decidió correr el riesgo… y no me arrepiento - dijo levantando su mentón y acercándose al rostro del vampiro, - tu también me has conquistado, has descubierto para mí, tu ser, y siempre serás importante en mi vida – susurró, mientras rodeaba con sus brazos el trozo del vampiro y apoyaba su mejilla en el pecho, cerrando sus ojos, deseando que la noche no terminara y que pudiera seguir conociendo a ese hombre tan misterioso y peligroso.
Daviana Ruadh- Humano Clase Media
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Re: Señorita, es usted maravillosa en su papel de ingenua [Flashback] | Privado
No soy tan diferente a todos ellos, pensó Kristian, y puede que lo haya hecho con algo de pesar. No era nada agradable compararse con monstruos, bestias inhumanas cuya sed de sangre podía ser saciada con una víctima, pero que rara vez se conformaban con tan poco porque su sed de destrucción era mucho mayor. Kristian, como todos, también había tenido su momento de rebeldía. Como neófito, había destrozado familias enteras. Sin embargo, aunque en la actualidad intentara adaptarse a la sociedad en la que vivía y de la que era parte, comportándose como un hombre civilizado, eso no lo exentada de los pecados que condenaban a los suyos. Sin importar sus modos o su forma de vestir, era y seguiría siendo un vampiro, un demonio cuya vida difícilmente se extinguiría.
—Tu corazón es noble, de eso no tengo la menor duda, pero eres demasiado confiada —pronunció con evidente resignación, al percatarse de que difícilmente la haría cambiar de opinión—. Eso no deja de preocuparme. Sí, es cierto, eres una hechicera, pero como tal hace mucho deberías haber aprendido a nunca confiar en las criaturas de la noche. Y, lamentablemente, nos guste o no, yo entro en esa categoría. Quienes nos conocen saben que los vampiros somos conocidos como los mejores depredadores del mundo. Siempre ten en cuenta eso —la instruyó y por un momento su tono casi fue paternal. Sin embargo, no creyó que las palabras fueran suficientes. Era tan joven e ingenua. Debía hacer algo más por ella.
Se mantuvo en silencio unos segundos, muy pensativo, y luego se dirigió hasta un mueble sobre el cual había un cofre hermosamente tallado en madera. Lo abrió y de él sacó un estuche forrado de terciopelo negro.
—Esto es para ti —le dijo al tiempo que revelaba lo que contenía la caja. Un bonito collar con una piedra parecida a la amatista brilló ante los sorprendidos ojos de su invitada—. No es sólo un adorno, se trata de una piedra mágica. ¿Ves ese tono púrpura que tiene? No es su color natural, lo adopta cada vez que un sobrenatural se encuentra cerca de quien porta la joya. Llegó a mis manos de la manera más inesperada que puedas imaginarte. Y si bien sé que la mayoría de los hechiceros poseen la habilidad de detectar a otras razas, creo que te servirá. Úsalo. Es un obsequio —finalizó cerrando las dos manos de Shannon alrededor de la caja, de modo que no pudiera rechazarlo.
En la boca de Kristian se dibujó una suave sonrisa, pero cuando se percató de que Shannon lo miraba embelesada, probablemente agradecida por su regalo, supo que era hora de poner fin a ese encuentro.
—Creo que deberías marcharte, Shannon. Tu compañía ha sido muy grata, pero es tarde y no deseo retrasarte más. Esa pintura de la que te hablé antes, puede esperar. Haré que uno de mis empleados te lleve en el carruaje —esperó no sonar demasiado duro o mal agradecido, como si la estuviera echando. Encantado hubiera continuado su charla, pero no era apropiado. No deseaba alimentar más la confusión que ya había provocado en ella gracias a su encuentro sexual.
—Tu corazón es noble, de eso no tengo la menor duda, pero eres demasiado confiada —pronunció con evidente resignación, al percatarse de que difícilmente la haría cambiar de opinión—. Eso no deja de preocuparme. Sí, es cierto, eres una hechicera, pero como tal hace mucho deberías haber aprendido a nunca confiar en las criaturas de la noche. Y, lamentablemente, nos guste o no, yo entro en esa categoría. Quienes nos conocen saben que los vampiros somos conocidos como los mejores depredadores del mundo. Siempre ten en cuenta eso —la instruyó y por un momento su tono casi fue paternal. Sin embargo, no creyó que las palabras fueran suficientes. Era tan joven e ingenua. Debía hacer algo más por ella.
Se mantuvo en silencio unos segundos, muy pensativo, y luego se dirigió hasta un mueble sobre el cual había un cofre hermosamente tallado en madera. Lo abrió y de él sacó un estuche forrado de terciopelo negro.
—Esto es para ti —le dijo al tiempo que revelaba lo que contenía la caja. Un bonito collar con una piedra parecida a la amatista brilló ante los sorprendidos ojos de su invitada—. No es sólo un adorno, se trata de una piedra mágica. ¿Ves ese tono púrpura que tiene? No es su color natural, lo adopta cada vez que un sobrenatural se encuentra cerca de quien porta la joya. Llegó a mis manos de la manera más inesperada que puedas imaginarte. Y si bien sé que la mayoría de los hechiceros poseen la habilidad de detectar a otras razas, creo que te servirá. Úsalo. Es un obsequio —finalizó cerrando las dos manos de Shannon alrededor de la caja, de modo que no pudiera rechazarlo.
En la boca de Kristian se dibujó una suave sonrisa, pero cuando se percató de que Shannon lo miraba embelesada, probablemente agradecida por su regalo, supo que era hora de poner fin a ese encuentro.
—Creo que deberías marcharte, Shannon. Tu compañía ha sido muy grata, pero es tarde y no deseo retrasarte más. Esa pintura de la que te hablé antes, puede esperar. Haré que uno de mis empleados te lleve en el carruaje —esperó no sonar demasiado duro o mal agradecido, como si la estuviera echando. Encantado hubiera continuado su charla, pero no era apropiado. No deseaba alimentar más la confusión que ya había provocado en ella gracias a su encuentro sexual.
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