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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Narcisse Capet Dom Ago 24, 2014 11:03 pm

El carruaje se movía presuroso por las calles parisinas. Narcisse nunca salía de las oficinas de la iglesia, o al menos evitaba hacerlo, resultaba que para ella todo eso de tratar con otras criaturas le resultaba incomodo. No porqué no supiera manejar la situación, sino, más bien, que se aburría demasiado rápido. Sin embargo en esa ocasión la habían enviado a cumplir sus tareas. En sus manos llevaba un expediente con un nombre en especial, se trataba de una criatura cambiante, alguien que se le relacionaba con la brujería, no sólo con su estado de nacimiento. ¿Por qué la habían enviado? ¿Por qué necesitaban que ella asistiera a ese encuentro? Estaba confundida, pero dado que tenía demasiado privilegios en la inquisición, no podía negarse. Aún así fue preparada. Se colocó ropa cómoda, con tela que podía ajustarse a su cuerpo y estirarse en caso de tener que utilizar combate cuerpo a cuerpo. No sólo eso, llevaba armas escondidas estratégicamente, y un arco con flechas que no le importaba esconder. Al poco tiempo, ya se encontraban en la "residencia". Fastidiada se bajó del carruaje y se aproximo a la puerta dando tres toques seguidos.

¿Señor Moncrieff? — Su voz era clara, aunque el mencionar señor su voz resultó irónica y entretenida. ¿Decirle señor a una criatura cómo esa? Resultaba un chiste de mal gusto, pero debía comportarse. La puerta no se abría aún, pero Narcisse podía escuchar que se encontraba alguien adentro — Mientras más rápido nos atienda, más rápido terminaremos con esto — Anunció segura. — Venimos de la Santa Inquisición, estoy segura que nos conoce — No había criatura sobrenatural que no supiera de ellos, porque la gran mayoría de las criaturas de la noche mínimo una vez habían rendido discursos a las autoridades de la iglesia, todo con tal de que se les dejara en paz. Después de un tiempo de no recibir respuesta, la inquisidora dio instrucciones con tan sólo un movimiento de ceja. Sus acompañantes derribaron la puerta y lo que vio a continuación la hizo sonreír de forma natural. Que bella y diminuta criatura, pero no se detuvo en ella, sino que siguió su camino y se acomodó en una modesta pero bonita sala. Se sentó con elegancia — ¿Señor Moncrieff? — Alzó su tono de voz para llamar la atención del hombre, cualquier actividad que estuviera realizando debía ser suspendida, ella era sin duda más importante.

Ven aquí — Le ordenó con delicadeza (raro en ella), al husky que se encontraba observándola. Dado que no se acercó a la primera, ella se inclinó para recogerlo y lo acomodó sobre su regazo — Eres muy bonito, ¿te cuida bien la criatura que vive aquí? — Su voz sonaba tan dulce que cualquiera que la viera se confundiría de persona. Al menos tenía de alguien con quien entretenerse, dado que sus acompañantes resultaban para ella demasiado idiotas. — ¡Cedric, no me hagas perder la paciencia y aparece! — La voz de la mujer retumbó, su paciencia se había agotado.
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Mensaje por Cédric Moncrieff Lun Ago 25, 2014 2:21 am

El lobo gris había dejado atrás a su presa en cuanto se centró en lo que pasaba en su cabaña. Un gruñido feroz había brotado de sus fauces al saber a su hijo en peligro. Se maldijo a sí mismo por haberse alejado tanto. Estaba absolutamente seguro de que nada ni nadie llegarían a ellos. ¡Solo habían sido unos jodidos minutos! ¿Quién demonios se atrevía a desafiarlo poniendo un pie en su territorio? ¿Importaba? Nadie saldría de ahí. No con vida. Las patas traseras impulsaron al animal a saltar todo obstáculo. La sangre que había derramado del ciervo cubría su hocico y parte de su pelaje. La rabia y la adrenalina de la caza lo conducían. No tardó en cubrir la distancia que lo separaba del peligro en que se encontraba su pequeño. Su cuerpo cambió inmediatamente a unos escasos metros de la puerta que ahora yacía sobre el piso de madera. Su mirada ambarina era total y completamente amenazadora. Sus músculos estaban tensos. Un gruñido bajo se hacía oír en su pecho. Casi podía saborear la sangre humana. Era un macho alfa. Si no fuera porque primero quería saber dónde demonios estaba Baltic y asegurarse que ningún daño le había sido infligido, habría hecho caso a sus instintos. Antes de que pudiese siquiera abrirse paso para llegar a la mente de su hijo o de su mascota, la vio. Había un par de humanos flanqueándola, pero eso no fue lo que le irritó. La maldita mujer estaba sentada en su sala como si fuese la señora y dueña de ese lugar. El lobo en su interior, muy cerca de la superficie, se enfureció. Cédric aún tenía la mirada clavada en ella – ajeno a la desnudez que mostraba – cuando escuchó los ladridos. Su mirada enfurecida descendió un poco, pasando por el pecho de la mujer hasta situarse en la bola de pelos que tenía en su regazo. Baltic movía la cola mientras soltaba alegres gruñiditos. No había otra forma de describirlo. Enarcó una ceja a su hijo. ¿Cuándo aprendería algo sobre la autoconservación?

– Suéltalo.- Ordenó furiosamente, consciente de que esa palabra solo había provocado que la cola del cachorro se moviera con más fuerza. El husky estaba acostumbrado a las palabras duras de su padre. No parecía creer que existía algún peligro inminente. - Ponlo en el suelo y entonces hablaremos tranquilamente sobre por qué has derrumbado mi puerta, has entrado en mi casa y te has sentado con mi cachorro en mi sala.- Mintió. Una vez que Baltic estuviese a su lado, cambiaría a su forma de lobo y atacaría. - Además, quiero saber qué demonios has hecho con Titán. El perro no se aparta de él. - Señaló, de manera muy demandante. Cédric era un controlador. Aquello que escapaba de sus manos, lo eliminaba. Podía oler la plata. Estaban armados. Eran unos jodidos inquisidores, igual como lo había sido la madre de su hijo. Si antes había sentido ira hacia la mujer, el sentimiento pronto se transformó en visceral odio. Un odio cruel y avasallador. Un odio que quemaba profundamente en sus entrañas. Ahora más que nunca quería a esa cazadora lejos. No le pasó por alto la belleza de la dama, pero mucho menos la frialdad que la acompañaba. No podía engañarlo. Los conocía. Les había observado. Sus investigaciones para ayudar a Baltic, muchas veces le había hecho hacer migas con ellos. - ¿Qué están haciendo aquí? – Fuera quedó toda pretensión de ser cordial. – Si han venido a hacer daño, lo lamentarán. Y deben saber que no hago promesas que no tengo intención de cumplir a la menor brevedad. Deja al pequeño y salgan por donde vinieron. No voy a detener al predador por más tiempo. – Sentenció. El cachorro se había ahora enrollado sobre el regazo de la mujer, ¡el muy traicionero! La cháchara de su padre parecía aburrirlo. Por supuesto, no era la primera vez que se encontraban en una situación como esa. Baltic sabía cómo provocarlo y esa parecía ser su intención en esos momentos.
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Mensaje por Narcisse Capet Mar Ago 26, 2014 2:31 am

Extraño resultaba verla de esa manera. Animosa y concentrada en una pequeña criatura. El poder del animal había seducido a la inquisidora, y se sentía enternecida por la criatura, que claro le resultaba muy hermosa. Narcisse acariciaba la cabeza del cachorro con emoción, incluso acercó su rostro para dejar que le diera una que otra lamida. Lo mejor de todo es que su guardia no la veía porque examinaban los alrededores, la casa donde se suponía el cambiante debía de estar. Disfruto de ese momento, no se sentía sola, y mucho menos ridícula por darle mimos a una criatura así, él no tenía la culpa de sus dolores de cabeza, de sus tormentos, de su pasado y de su soledad. Y por primera vez en mucho tiempo mostró la verdadera careta de lo que era. Se trataba de una mujer de buenos sentimientos escondida entre mil caretas de dolor y amargura. Que milagros podría ocasionar un pequeño cachorro, aunque claro, él no podría contarle su secreto a los demás.

No lo voy a soltar — Musitó al sentir la presencia del visitante, no se sorprendió porque parte de su entrenamiento le permitía percibir presencias que podrían ser llamadas "enemigo". — Es bastante peculiar que un cambiante tenga mascotas, ¿no los hacen sentir identificados? — Sostuvo con suavidad al cachorro con una de sus manos, y se puso de pie con elegancia. — Las condiciones las pongo yo, señor Moncrieff, a mi me han mandado por usted de forma civilizada, y dado que llamé a su puerta más de dos veces y no tuve respuesta, pero sí escuché sonido alguno proveniente de adentro — Hizo una pausa y dio una caricia suave sobre la cabeza del husky — Tuve que derribar la puerta, no se lo tome personal, es parte de lo que me mandan a hacer, sólo estoy cumpliendo con mi trabajo — Sonrió ampliamente, de forma cínica. Ella era así, sin embargo no se avergonzaba, gracias a ser cómo era había podido ir subiendo de puesto en la inquisición. — Seguro el perro está descansando, es un animal, déjelo en paz, también tiene sus derechos — Algo así no iba a esconder Narcisse, el hecho de proteger a los animales y hablar por ellos incluso por encima de lo que un humano normal quería. ¿Por qué? Porque esas criaturas resultaban más naturales, sinceras y leales que los humanos.

Aunque tiene un agradable atractivo, señor Moncrieff, me encantaría que se vistiera, es una forma más correcta de hacer esto — Le echó una ojeada descarada de arriba hacía abajo — No vinimos a hacer daño, no sea paranoico, yo no gasto mi tiempo con cosas tan absurdas — Eso era cierto — Vinimos a traerlo para que de algunas palabras a la inquisición, mero protocolo, para saber que tal lleva su vida y cómo respeta la estabilidad de los humanos — Bufó y sintió una lamida del pequeño cachorro en la mejilla, sonrió ligeramente porque frente a Cédric no lo haría más abiertamente. — Lo esperaré en el carruaje, mientras más rápido hagamos esto es mejor, así vuelve y tendrá otro año tranquilo sin que lo interrumpamos — Caminó alado de él sin soltar al cachorro. Narcisse había notado aquello, la aprensión que el cambiante tenía hacía el cachorro, y no iba a ceder tan rápido.
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Mensaje por Cédric Moncrieff Lun Sep 01, 2014 10:54 pm

¿La maldita cazadora se estaba burlando de él? ¿Frente a su cara? ¡¿En su jodida casa?! ¡Debía estar alucinando! Que una simple humana tuviese tal descaro, ¡era inconcebible! Cédric hervía de ira. Su pecho subía y bajaba con demoledora fuerza. La marca que caracterizaba a los del clan Moncrieff, tatuado cerca de su corazón, parecía extenderse y contraerse ante el esfuerzo que requería mantener su posición. El lobo exigía su venganza tanto como quería proteger a los miembros de su manada. “Un poco más”, se dijo, intentando razonar consigo mismo. Le resultaba difícil concentrarse en las palabras de la inquisidora, el animal dentro de él, demasiado cerca de emerger. Ella parecía creer que el cachorro era su mascota. ¿Estaba loca? Su boca se abrió rápidamente para replicar y ponerla en su lugar. Nadie ofendía a su hijo tratándolo como un animal, pero un vistazo a Baltic, que estaba colgando de una de las manos de su captora, aparentemente encantado, le hizo reconsiderar la situación. Los inquisidores odiaban a los suyos porque su habilidad para cambiar de forma les parecía una aberración. Algo sacado de las profundidades del infierno. Estaba seguro que la mujer que ahora sostenía a su pequeño sin reparo alguno, cambiaría su actitud de saber que era como él. Un gruñido fue todo lo que salió de sus fauces al aceptar ese hecho. Ellos podrían no querer dañar al cachorro, pero no lo pensarían dos veces para someterlo con su armas de plata si lo descubrían. La Santa Inquisición era conocida por su crueldad. Había visto aldeas de clanes saqueadas. Mujeres y niños apilados, a la espera de ser lanzados al fuego por temor a que se alzaran de nuevo. Baltic estaba seguro, por el momento. Si requerían su presencia, los acompañaría. Mientras más rápido lo hiciera, más rápido se haría con el control. En esa ocasión, se permitió acariciar la mente de su hijo con la suya. No había nada más que curiosidad surcando los pensamientos ajenos. Su mandíbula se apretó con fuerza al ver al husky lamer a la intrusa. “¡Uno simplemente no simpatiza con el enemigo, hijo!”

Vio a la mujer acercársele sin la menor prevención. – Podría morderte – le gruñó, cuando pasaron a su lado. – Pero soy civilizado – Agregó con sarcasmo. – No clavo mis caninos en los invitados, por otro lado, no recuerdo haberlo hecho. – Bramó. Sus palabras, mordaces, sin siquiera preocuparse en sus acompañantes. Era evidente para Cédric, que la mujer era la que estaba al mando. El lobo, incapaz de evitarlo, entró al juego de exigir su sumisión. Quería demostrarle lo que era ser un verdadero dominante. Lo que ella hacía, no eran más que traviesos juegos para un macho alfa. Los siguió, solo desviándose lo suficiente para coger el pantalón que había dejado sobre una de las sillas esa tarde. No iba a dejar que Baltic estuviese a solas con la mujer. De ningún modo. Salió a su encuentro, fulminando la espalda de la fémina mientras se vestía. Las camisas siempre le habían resultado innecesarias, lo mismo que cualquier otra prenda. Como cambiante, la ropa le era molesta. – ¿Esto no va contra el protocolo? – Le acusó. – No creo que su superior la felicite cuando le diga que está violando unas cuantas normas. Debería dejar al cachorro con su hermano. – Mintió a medias. Si bien Titán y él no compartían parentesco, ambos se habían encariñado. El husky mayor, protegía al pequeño. Había sido entrenado para ello. – Además, exijo que me diga quién es usted. Cédric había subido al carruaje. El espacio cerrado no hizo más que poner intranquilo al lobo. El olor de la cazadora se impregnaba en su piel. El cambiante colocó sus manos sobre sus rodillas – mismas que chocaban con las de ella – mientras se inclinaba amenazador sobre la mujer y su cachorro. Sus comisuras se torcieron en una amarga sonrisa. – Yo por mi parte, me presentaré. Lo que dicen sus archivos puede haber torcido un poco la historia. Soy el Lobo Feroz, Caperucita. Este cuerpo que encuentra atractivo, recalcó con sorna, es solo una farsa. Como la que montaremos. Si hace algo contra los míos, inhaló con fuerza, no habrá lugar en esta tierra donde pueda esconderse. Ahora tengo su aroma grabado en mi mente. Si he decidido acompañarle, es porque tengo mis razones; pero no crea que ha triunfado. Ni ahora, ni nunca.
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Mensaje por Narcisse Capet Mar Sep 02, 2014 12:14 am

Si hubieras querido morderme, ya lo habrías hecho, lo único que tienes es cólera, y la externas de una manera poco inteligente, mostrar molestia es un punto de debilidad que comúnmente las criaturas como ustedes dejan ver. ¿Sabes por qué? — Le miró a los ojos — Te diré porqué, dado que está lindura me ha enternecido — Observó al cachorro abrazándolo un poco más, sintiendo renuencia a soltarlo — Los enojos muestran puntos débiles — Se limitó a decir acomodando su hermosa figura en el carruaje. Sintió el choqué con la rodilla ajena del hombre y arqueó una ceja. Narcisse estaba segura que algo ocurría, algo que ella no era capaz de ver, pero que sin duda iba a descubrir, lo notaba porque el cambiante estaba a la defensiva, pero de una manera extraña, como si temiera que algo ocurriera. ¿Qué cosa? No tenía idea.

¿Quieres saber de mi superior? Bueno, te contaré, mi superior es el papa mismo, nadie más, nadie menos, tengo privilegios grandes, y puedo romper el protocolo que se me de la gana — Le acarició la cabeza al cachorro y luego lo acomodo recostado boca arriba, de esa forma le dio dulces caricias en la pancita de la criatura — No voy a dejar al cachorro, me ha caído muy bien, y quiero tenerlo un poco más de tiempo antes de de devolvérselo — Hizo una pausa viendo a la criatura y luego lo volteó a ver con fingida indignación — No soy la mala del cuento, sólo estoy haciendo mi trabajo, debe entenderlo, y no piensan en hacerle un mal, reclutarlo, o darle una mala vida, solo quieren un informe, a ellos no le importa si lo que dice es verdad o mentira, sólo quieren que se presente — Lo dijo por una simple razón, las criaturas distintas a los humanos siempre que se enfrentaban a la iglesia estaban predispuestos, ni siquiera se detenían a ver que si cooperaban podrían ser libres y vivir en paz.

Mi nombre es Narcisse, pero quien soy no es algo que le incumba — Aseguró, porque un nombre es distinto a lo que uno es. Aunque por lo que ella notaba, por lo que él decía a continuación lo entendía. — No leí por completo su archivo ¿De verdad se cree tan importante? Sólo saqué su nombre — El cachorro se había dejado de mover inquieto, Narcisse notó que se había dormido, y eso le arrancó una sonrisa. — No sé que clase de historias estúpidas y retorcidas le hayan dicho de nosotros, pero le aseguro que muchos de los inquisidores nos encontramos en esa institución por interés propio — Se encogió de hombros inclinando su cuerpo hacía el frente, que notara que no estaba intimidada — No me interesa hacerle nada a lo suyos, Cedric — Le gustaba decir su nombre, y más si aplicaba el tono burlesco — Le contaré, para que se relaje — Había algo que le impulsaba a hablar, sin embargo no es que lo hiciera con cualquiera, sólo sus hermanos y ella sabían el verdadero motivo — Seguí la línea de a inquisición porque un vampiro asesinó a mis padres cuando era muy pequeña, y estoy en la facción de bibliotecarios para recaudar toda la información que me es posible para encontrar a los asesinos ¡Solo por eso! No por usted, no por los estúpidos inventos de pecado, no para castigar — Articuló molesta, y dolida, porque aún le dolían cosas de su pasado, aunque se mostrara completamente indiferente, fría, cruel y ruin.

El carruaje se había detenido rápidamente, no estaban muy lejos del destino al que necesitaban llegar. Ella se bajó primero sin querer soltar al cachorro, algo le decía que no debía cometer ese error.

Vaya, Cedric, vaya a decir mentiras o verdades, sólo salga de esta tontería para que no nos volvamos a ver — Le envió con la mirada severa, señalando el camino.
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Mensaje por Cédric Moncrieff Jue Sep 25, 2014 2:04 am

Irritación. Eso era lo que la mujer delante de él le causaba a sobremanera. Cédric bajó del carruaje, inhalando una vez más el olor de la inquisidora. No se molestó en ocultar lo que hacía, por el contrario, una sonrisa se ensanchó en sus comisuras. Su mirada prometía toda clase de oscuras promesas y represalias, cuando clavó sus ambarinos orbes en los de ella. – No iré a ningún lado sin él – Señaló con obviedad, cruzando los brazos sobre su pecho. – Usted puede ir a invadir otra propiedad, inventarse historias conmovedoras o acicalarse, pero Baltic se queda conmigo. – El cambiante había puesto toda su atención en Narcisse desde que empezaron ese pequeño viaje. No le había pasado por alto la historia de su infancia y, sus bien desarrollados instintos, le habían confirmado que la cazadora no mentía en lo que decía. Sin embargo, él estaba a la defensiva. Los odiaba. ¿Dónde habían estado cuando uno de sus miembros maldijo a su hijo? – No confío en usted ni en ninguno de los miembros de esta estúpida organización. El cachorro me pertenece y como el Alfa de esta manada, voy a protegerlo. Si da un paso más en otra dirección, le daré caza. Que no la confunda que venga como humano, Narcisse. Soy mucho más que eso. – El lobo era el predominante, el cazador. Baltic también desarrollaría esa forma cuando pusiese fin a su maldición. Era un Moncrieff. Un día sería marcado como miembro del clan. Si la iniciación no fuese tan dolorosa, él mismo la habría hecho. Su padre lo reprendería por sobreproteger al pequeño, pero el husky era todo lo que le importaba, lo único puro en su vida. - ¿Es este otro punto débil de nuestra especie en tu jodida lista? – Cuestionó, acercándose un paso más hacia ella. – Quizás, ya que pareces ser una experta en el tema, podrías mirar en tus archivos y buscar porqué no es inteligente enfadar a un macho Alfa. – Sus brazos se desdoblaron y extendieron a su lado. Las venas parecían resaltar y a punto de reventar por la forma en que cerraba las manos en puños. El cambiante se obligó a aflojarlas.

El lobo no parecía querer ceder terreno. Acechaba a su nueva presa. Desvió la mirada solo un segundo para observar a su hijo, que en ese momento había abierto los ojos y le miraba como si no supiera donde estaba. En cuanto se ubicó y lo reconoció, ladró, agitando su cola. El pecho de Cédric se comprimió ante la visión de la cazadora y su cachorro. Arya también había sido una mujer hermosa, con un corazón cruel y ruin. Recordar a la madre de su hijo lo desequilibró y actuando por impulso – como era su costumbre – se transformó. Su cambio de humano a lobo gris fue inmediato. El poder que corría por su sangre era digno de ser admirado. Podía pasar de una forma a otra con asombrosa facilidad. Las fauces del animal se arrugaron y el gruñido que soltó, fue ensordecedor. Escuchó órdenes a su alrededor, personas moverse y posicionarse, pero no le importó. Baltic se revolvía entre las manos de Narcisse, pero no para soltarse. El pequeño jamás había tenido miedo del lobo. Estaba divertido y curioso, cualquiera que pudiera observarlo con detenimiento, sabría eso. Ellos cazaban juntos o, al menos, él lo hacía. El regordete husky siempre se limitaba a merodear por los alrededores, acompañado de su fiel amigo Titán. Pero el depredador no entendía de razones en ese momento. Justo cuando se impulsaba con sus patas traseras para saltar sobre la inquisidora, los disparos sonaron. Un par de balas penetraron en su costado y, loco de ira, volvió su cabeza hacia los causantes de su dolor. A ese punto, su cachorro gimoteaba y Cédric descubrió que había estado compartiendo su mente con él. Su hijo había sentido, de primera fila, cómo la plata lo quemaba. Cerró toda comunicación telepática y, tras una última mirada a la causante de esa barbarie, fue contra los hombres que les rodeaban. Manchas escarlata aparecieron en su pelaje. Si no lo detenían, alguien o todos, morirían.
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Mensaje por Narcisse Capet Vie Sep 26, 2014 3:19 pm

Jamás, incluso en ella misma, había presenciado a alguien teniendo tanta ira en su interior. Se sentía extraña por ese suceso, y no es que temiera, sin embargo no entendía el porqué alguien se molestaría tanto por dar unas simples palabras a una inquisición. El tener el cachorro le había dado grandes ventajas, el lograr que el cambiante saliera de su casa sin chistar, y que quisiera hacer todo aquello que ella exigía, sin embargo Narcisse comprendía que alguien andaba mal, que había detalles sueltos que había pasado desapercibido, y que sin duda iba a encontrarlos y resolver. ¿Qué ocurría con Cedric? ¿Por qué tanto odio? ¿Por qué su estado posesivo hacía el animal? Cuando estuvieron en su hogar no se inmutó si quiera por el otro que vivía bajo su mismo techo. Ese Husky era especial ¿Por qué? Lo averiguaría.

- Así que te llamas Baltic - Miró al cachorro que se removía en sus brazos con inquietud. - Nombre peculiar, distinto, como aquel que cree tiene potestad en ti - Suspiró dirigiendo su mirada al lobo. A ese que se transformaba. Narcisse ni siquiera se movió un pelo cuando la criatura amenazaba con atacarla. Para su buena suerte, tenía la ventaja de ser custodiada por una gran cantidad de inquisidores, además de que podrían llegar al rescatar más, y dar la vida por mantenerla a salvo. Negó repetidas veces, y se sobresaltó por primera vez desde el encuentro cuando notó el sufrimiento de la criatura. Arqueó una ceja sin poder evitarlo, sin duda estaba comenzando a colocar las piezas correctas en las zonas faltantes del rompecabezas. ¿Sería posible?  Negó y sobó el costado de la criatura intentando buscar aliviar el dolor. ¡Quizás el cachorro sólo era empatía! Estaba cegada, no deseaba reconocer lo evidente. Ella la inteligente y poderosa líder de facción no deseaba aceptar lo evidente.

¡Basta ya, monsieur Moncfrieff! Deja tanto drama, estamos aquí buscando la forma de evitar su retraso y se largue, sino coopera yo misma haré que lo tomen por sus extremidades y le clavaré en el corazón la primer arma que me pongan enfrente — No estaba titubeando, nunca lo hacía cuando se trataba de dar lecciones — No me voy a apartar de usted, y entraré a la misma sala para que observe al cachorro, si no lo tengo yo, es probable que lo tomen cómo prueba de su forma de vida y no se lo devuelvan, incluso aunque aniquile al mismo Papa — Aquello era verdad, los inquisidores podían llegar a ser demasiado desalmados, y buscaban joder al ajeno con sus puntos débiles, sin duda el cachorro lo era — No lo voy a soltar, y si cree que matándome lo dejaré, la criatura se irá conmigo a mejor vida — Le dedicó entonces la mirada y sonrisa más amplia de la noche — Vuelva a su estado de humano — Le sentencio, le ordenó antes de dar la vuelta y avanzar en dirección al lugar estipulado por algunos otros que esperaban para los registros correctos del cambiante — Sígame — Le dijo sin importar su nuevo estado animal — De usted depende que esto salga con tranquilidad o que mis manos se manchen de carmín por lo que le haré a este animal — Su voz era fuerte, decidida; lo cierto es que no iba a matar al cambiante pequeño ¿pero que otra cosa tenía a su favor? Narcisse sin duda no subestimaba a ese que se había transformado frente a ella, lo respetaba por proteger en demasía aquello que creía suyo, pero ahora el mismo se había metido en problemas. ¡La había puesto curiosa!  

Estoy esperando a que me siga — Vengativa era, así que esa tarde, después de que él contestara el par de preguntas que le hicieran, haría que le arrestaran por su falta, por amenazarla y casi atacarla, y se llevaría al cachorro con ella. ¡Su punto débil! Golpe bajo, quizás cobarde, pero efectivo.
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Mensaje por Cédric Moncrieff Jue Oct 30, 2014 3:09 am

Cazar. Nada le gustaba más que rastrear a sus presas y acabar con ellas. El lobo tenía ahora cada olor distintivo de los inquisidores que se reunían para darle muerte a él y a su hijo. Nadie quedaría con vida. Los acecharía. Los masacraría. Todos estaban marcados por el simple hecho de disparar un arma cuando su cachorro estaba tan cerca. Narcisse también lo pagaría, ella especialmente. Los había llevado hasta ahí, ¡maldita sea! Había creído, equívocamente, que cooperar era lo mejor para su pequeño; pero ahora no estaba seguro de eso. Gruñó con fiereza, impulsándose con sus patas traseras para derribar a uno de los cazadores que le habían disparado. El dolor que le provocaban las balas de plata, que no cesaban de entrar en su piel, era infernal. Escuchaba la voz de la fémina, pero la ira febril que lo cegaba, no le permitía retroceder en esa batalla. Podía escuchar el aullido lastimero de Baltic, pero esa vez, el husky no lo hacía porque compartiera el dolor con su padre. El sonido de las armas al disparar, el olor a sangre y los gruñidos entrecortados del lobo; le alertaban que algo no estaba bien, que los juegos se habían terminado y no era seguro estar en ese sitio, rodeado de extraños. Cédric confiaba en que mientras la cazadora tuviera fuertemente cogido a su hijo, nadie le dispararía. Ellos no atacarían a uno de los suyos, ¿o sí? ¿Qué sabía realmente de esa maldita organización? Sus colmillos se clavaron en la yugular de uno de los hombres, pero antes de que pudiera arrancarla y disfrutar de la sangre que saldría a borbotones, escuchó las amenazas de su líder. Los orbes ambarinos del animal se clavaron en los ajenos, mientras su mandíbula aún permanecía fuertemente clavada en el cuello del enemigo. Emitió un ensordecedor gruñido. Hilos de sangre habían en sus fauces. Su sistema trataba de combatir la plata, bombeando con fuerza. Le dolían los costados, aunque no podía diferenciar cuál había sufrido más daño. Las balas habían llegado de cualquier dirección, con un único objetivo, defender a esa mujer. Si era tan importante, pensó, mejor que un ejército la tuviese custodiando las veinticuatro horas del día. En ese estado, el cambiante no se molestaba en leer el lenguaje corporal. No le importaba si Narcisse mentía o no, había dicho aquéllas palabras y sería enjuiciada. Para su mala suerte, el juez no perdonaba.

Desclavó sus colmillos sin apartar la mirada. Baltic seguía aullando, como si le hubiesen arrancado a su persona favorita en el mundo. Eso descarnaba a Cédric, pero se negaba a mostrar más debilidad. A esas alturas, era de conocimiento que haría cualquier cosa por ese cachorro. El cambiante, bloqueando todo dolor, vertió su mente en la del husky. Si bien actuaba como un bálsamo, el esfuerzo que esto conllevaba, solo lo hacía más difícil para él. “Saldremos de ésta, Bal. Y luego iremos a cazar.” El gimoteo de su hijo cesó, pero ya no parecía el mismo. Estaba triste, su aura apagada. Como si fuera posible, su ira se incrementó. Lo había protegido de todo mal desde que nació, fallando jodidamente cuando Arya lo maldijo y desde entonces, había dedicado cada minuto de su vida a salvaguardarlo. ¿Con qué derecho llegaba esa mujer a sacarlo de su zona de confort para mostrarle cuán crueldad podía ser el mundo para seres especiales como los cambiantes? Su cuerpo cambió, aunque esta vez, no fue tan rápido. Su única prenda había quedado inservible, pero a Cédric la desnudez no le molestaba. Las balas eran expulsadas de su cuerpo, no sin dolor ni daños colaterales. – ¿Qué clase de mujer lastimaría a un ser indefenso? – Cuestionó, mordaz. Si las miradas mataran, Narcisse habría caído ante la acidez en sus palabras. – ¿No es suficiente el daño irreparable que han hecho? – La siguió, sus dedos metiéndose en el pecho para extraer una de las balas. Actuaba como un bárbaro. – No eres mejor que el vampiro que mató a tus padres y dejó huérfano a una niña. – Censuró, su comisura elevándose en una mueca de odio. – Tú también eres una asesina. ¿A cuántos de los míos has ejecutado? ¿Cuántos más tienes que matar para sentir que tu vida no está vacía? – Cruel. Sabía que cada pregunta, hacía mella en ella. Su delicioso olor lo embriagaba. Quería lastimarla, jugar su estúpido juego. – Después de que Bal ha confiado en ti, en que puedes proporcionarle seguridad, vas a traicionarlo. Son todas tan malditamente iguales que dan asco. Terminemos con esto.– La detuvo en medio de un pasillo. Podría quitarle a su hijo, pero ¿cuán lejos podrían llegar antes de que alguien les disparase? No. No correría ese riesgo. – Lo que piensen hacerle a él, mejor te aseguras de que me lo hagan a mí o te joderé, Narcisse. Así sea la último que haga. –
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Mensaje por Narcisse Capet Miér Nov 05, 2014 12:13 am

Cerró los ojos. La mayor parte del tiempo, la inquisidora mostraba su frialdad, dejaba en claro que no le importaba demasiado lo que dijeran de ella. No era una mujer que tomara en cuenta las opiniones publicas, todo se le resbalaba, casi nadie sabía de su vida, sólo lo más importante, eso que iba de la mano de un asesinato dentro de una familia, y de tres sobrevivientes, pero ningún detalle más. Francine, Maximiliano y ella habían decidido que no dejarían ver nada de su privacidad, no se iban a arriesgar en ver más débiles. Sin duda con Cedric se había comportado cómo una cría ansiosa por contar lo que se encontraba dentro de su alma. Fue torpe, indiscreta, y demasiado estúpida. Ahora debía asumir las consecuencias, sentir puñaladas crudas en su corazón, ese que creyó congelado y que en ese momento se había fragmentado.

Se vuelve a pasos agigantados cada vez más estúpido gracias a su ira — Articuló de forma serena, suave, tranquila. No existía margen de error para ella. No dejaría ver a nadie que se encontraba mal, que le había dañado lo que él le había dicho. Cómo mecanismo de defensa, la mujer sonrió de medio lado, y dejó escapar una risa burlona. ¡Que se enojara más si quisiera! Por ella mejor, ambos podrían disfrutarlo; se daban la bienvenida al mismo juego, las mismas condiciones. Movió su brazo para que le soltara, sólo había bastado que las miradas chocaran un par de segundos, ella no necesitaba más. Avanzó a paso firme de nuevo por los pasillos, y dobló en el siguiente a la izquierda. La oscuridad reinó en ese camino, pero ella se mantuvo como si nada. Se percató entonces de cómo temblaba el cachorro en sus manos, hundió los dedos en la cabeza del mismo, aquello era una muestra de cariño, una caricia comprensiva. No sabía si el pequeño podría entenderle, pero el acariciarle debajo de las orejas representaba una gran disculpa. Quiso dedicarle un par de palabras, pero no iba a permitirse que el padre lo escuchara, hacerlo le daría a alguien pauta para querer actuar, para no respetar, y seguir destrozando. Al final del pasillo se adentró en una puerta que sólo se llegaba a notar si eras fijado y curioso. Se adentró sentándose al fondo, ni siquiera miró a las personas que se encontraban sentados frente a una mesa larga y rectangular. Frente a ellos se encontraba una silla, era evidente que era para el cambiante.

Hubieron unas bajas, el señor, Moncrieff decidió jugar al lobo rabioso, tenemos un par de inquisidores muertos. — Comentó con tranquilidad, y luego echó una ojeada al hombre. — Creo que ustedes deben discutir los asuntos con él — Se encogió de hombros, se puso de pie, y sin ni siquiera dejar que el cambiante reaccionara, la viuda se dio la vuelta y salió al cuarto continuo — Estaré a un lado, señor Moncrieff, no le pasará nada a su cachorro — Le aseguró. Había una pared de cristal, así que aunque había penumbras el padre del cachorro podría verlos. Narcisse colocó al cachorro sobre la mesa y se dio la vuelta buscando algo de tomar. Sin embargo se las ingenió para partir en dos un bote con leche caliente, se la acercó al perro para que bebiera.

Lo lamento, Baltic — Musitó sentándose frente al cachorro. Recargó sus brazos en la madera, y luego su mentón sin dejar de verlo — No era mi intención asustarte, de hecho no planeaba que se saliera todo de control, sólo querían una revisión, una platica pequeña con tú padre, espero me comprendas — Le sonrió con dulzura — No pienso dañarte, nadie lo hará, ni a él, lo prometo, pero me temo que lo dejaran hoy encerrado aquí, debido a su mal comportamiento — Mencionó con tranquilidad.

Te llevaré conmigo a casa, y mañana juntos lo iremos a sacar de donde lo dejen ¿Está bien? No pienso dejar que se te acerquen — Le aseguró. Narcisse estaba sorprendida por la forma en que el cambiante había protegido al cachorro. A pesar de las amenazas, del mal trato, de los ataques, no iba a dejar que maltrataran al animal.
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Mensaje por Cédric Moncrieff Lun Nov 17, 2014 10:49 pm

Apretaba la mandíbula con fuerza, acentuando así, sus duros rasgos. Cada dardo venenoso que le lanzaba la inquisidora, ayudaba a que presionara un poco más. Un gruñido lleno de hostilidad vibró en su pecho ante las palabras ‘lobo rabioso’. Había matado por menos que eso. No saltar sobre su elegante cuello, le tomó cada gramo de su paciencia. Nunca había podido controlar del todo sus impulsos y estar rodeado de tantos cazadores, no ayudaba en nada para cambiar ese hecho. Al contrario. Se sentía intranquilo, molesto, ¡un maldito prisionero! Enarcó una ceja en señal de provocación al ver la silla. Si querían que se sentara, ya podían intentar forzarlo. Estaba allí demonios, así que o cooperaban o las cosas volverían a ponerse muy pero muy malas. Observó en silencio a Narcisse y a su cachorro. Su mirada pesaba. Estaba seguro que ella lo sentía y el que tratara de ignorarlo, le molestaba a unos niveles que no quería ni se molestaría en comprender. Se negó a responderle, aunque tampoco tuvo la oportunidad de hacerlo. Sin embargo, al lobo le gustaba pensar que había tenido la última palabra. Hubo un carraspeo, pero Cédric no apartó sus ojos del cuerpo curvilíneo. Una parte de él, le recordó que estaba desnudo y en compañía de desconocidos. Rugió. – Siéntese, Señor Moncrieff. Hay asuntos que apremian. – Por respuesta, el cambiante cruzó sus brazos sobre su pecho y se mantuvo en silencio. No había forma de que cooperara. Al menos, no sin obtener nada. Mantuvo su posición, su mirada clavada en la pared de cristal. Desde allí, podía verlos perfectamente. Frunció el ceño con desconfianza mientras veía a la fémina moverse buscando algo. – El cachorro no corre peligro, pero no podemos decir de usted lo mismo. – Esas palabras surtieron el efecto deseado. El lobo dobló el cuello ante aquéllas estúpidas palabras. ¿Se atrevían a amenazarlo? ¿No acababa de demostrar de lo que era capaz? Un animal enjaulado era capaz de cometer las peores atrocidades, por no hablar de lo que haría un macho alfa. – Ha asesinado a algunos de los nuestros. Entenderá que no podemos dejarlo pasar. Los líderes no tardarán en ponerle precio a su cabeza y antes de que piense que puede salir victorioso, deje que le hable de la Facción V: Los Condenados. –

Cédric los conocía, pero se negó a abrir la boca. Su garganta solo producía gruñidos cargados de odio. De esa jodida facción, había salido la madre de Baltic. Una poderosa bruja que había  usado cada hilo de poder para maldecir a su propio hijo. En esa jodida facción, se encontraba el vampiro que había devuelto los recuerdos a Arya, mostrándole quién y qué era. Oh sí. Había oído hablar de ellos. Sus instintos asesinos volvieron. Respiró con fuerza para calmarse y recorrió a la visión compartida para averiguar qué demonios le hacía esa mujer a su pequeño. El regordete husky debía sentirse satisfecho y placebo puesto que Cédric no podía ver nada, lo que significaba que se había quedado dormido. ¿Qué tenía Narcisse que lo calmaba? ¿Le había dado algo? Sí, debía ser eso. Antes de que alguien pudiese advertirlo, se encontró cruzando a grandes zancadas. Una bala de plata perforó su pulmón, deteniéndolo en seco. Pero esas balas no eran como las que los demás cazadores habían utilizado. Ésta parecía haberse triturado y esparcido su contenido al hacer impacto. – Puede no querer cooperar ahora, pero al final lo hará. Todos lo hacen cuando tienen a alguien a quién proteger. – El dolor que lo golpeó fue tal, que su gruñido de furia fue ensordecedor. Cédric preferiría morir antes que ceder. O así lo habría hecho si no estuviera su cachorro en medio. – Lo quiero lejos de aquí. Lejos de ustedes. Llévalo a casa,  Narcisse, me lo debes. Allí lo cuidarán. – Su puño golpeó contra el cristal,  una y otra vez. Ahí donde sus nudillos se hundían,  unas grietas en forma de telaraña se formaban. Había gritado el nombre de la cazadora con furia. – No puedo… no puedo controlarme más. – Y por segunda vez frente a ella, el lobo gris apareció. “Sal de aquí, Baltic.” Urgió, no importándole enviar a su hijo vagar fuera. Maldita sea, ¿cuánto más le iba a fallar? Le compraría tiempo. Eso podía hacerlo. No caería sin ponerlo a salvo. ¡Sus hermanos le encontrarían! ¡Tenía que creer eso!  Era la vida de Bal la que estaba en juego.
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