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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Lun Ago 25, 2014 11:16 am

“Una soleada vida de amor, que solo se siente en el corazón”

Habían sido días y noches extrañas, intentando recomponer nuestras partes, cada uno atando cabos sueltos en la desesperación, al final yo terminé yendo a aquel lugar donde antes estaba La Alianza, lo desmonté por completo, quité cada cosa del edificio y fui donando a diferentes hogares lo que ya no servía. Lo demás, quedó enterrado en el sótano de mi hogar y el enorme lugar lleno de recuerdos fue tirado abajo y al final, había desaparecido por completo. Allí me había encontrado con una mujer que buscaba auxilio, que buscaba una corporación perdida. Una que ya no existía y que yo no le podía dar, estaba embarazada y era un monarca. Una lycana que parecía estar sufriendo demasiado. Y por ello le ofrecí quedarse en una de las casas del bosque, que encuentre un camino propicio, si quería volver a hacer una Alianza, yo no podría ayudarla físicamente, no estaba apto, tenía demasiado miedo. Se lo comenté a Nicolás, pero muy por arriba, el cuervo negro no tenía madera para comprender esas cosas, después de todo era un ser errante en sí mismo. Pero yo lo amaba de esa manera, su ojo color celeste invocaba demonios cada vez que me miraba. Cada noche, volvía corriendo a la casa para verlo. Tirarme sobre él y acorralarlo hasta sentir que estaba unida mi piel con la ajena. Tanto, tanto era el placer que sentía por besarlo que el solo pensar que nos podían volver a separar hacía que de mis ojos caigan lágrimas de sangre.

"¿Vamos a divertirnos?" Pregunté un día antes del amanecer , enredado entre sábanas blancas, mientras un suave sonrojo aparecía en mi rostro. Mi cuerpo seguía delgado, pero ahora parecía un humano flacucho y no un cadáver que caminaba. Mi piel tenía un suave color mate y mis labios relucían con un rosado intenso que se acentuaba cuando los besos se convertían en mordidas. “Vamos a pasear, ¿por favor?” Había preguntado un centellar de veces, hasta conseguir lo que quería. Siempre lo hacía o al menos casi siempre, aunque tenía que rogar y hacer cosas que no lo valían. Pero al final luego de varios días de profundas rogadas y tiradas al piso. Iríamos al circo y antes, a volar en globo. La emoción me agitaba, estaba tan contento que no podía parar de abrazarlo. Había decidido ir con la ropa más linda que tenía. Unas botas bucaneras con el pantalón ajustado abajo, con una correa de estribo negro, junto con una levita de tres cuartos de longitud apretada en la cintura.  Una camisa con chaleco arriba y el perfume a Jazmín que siempre utilizaba con el cuervo. Mis cabellos estaban negros, tirados hacía arriba, perfectamente calculados para que parezcan en un desorden perfecto. — Mon amour, ¿ya estás? Falta poco para que nos esperen con el globo, luego bajaremos al circo. Vamos, ¡me prometiste que sí! — Me quejé en unos morros dulces y pícaros. Mientras me proponía a buscar al ave por la casa. Quería abrazarlo lo antes posible, que no se escape nunca de mí. Volaríamos juntos esa noche. —El vientito se sentirá bien, quizá recuerdes cómo volar. — Bromeé, sacando la lengua, girando la cabeza cuando le veía.

Me reí a boca abierta cuando lo pensé y cubrí mis labios con mis dos manos, escapando escaleras abajo cuando tuve la oportunidad. Allí estaba la puerta principal, era primavera, por lo que no tenía que sentir frío, pero por las dudas tomé una bufanda muy larga y abrigada, me habían dicho que el viento era fuerte a medida que los metros sobre tierra se alargaban. Toqué la puerta de madera, pronto estaríamos allí, olvidándonos de los horrores, podría disfrutar un poco más de él. Contarle tantas cosas que no me daría la lengua para hostigarlo. Preguntarle cosas sobre su pasado, esas eran mis mayores inquietudes, conocerlo por completo, averiguar hasta lo más minúsculo de su ser. Me giré en ese momento, apoyando la cabeza en la madera, buscando con mis ojos grandes e ilusionados el rostro del cuervo, que iba cubierto con un parche, pero seguía emanando un encanto fuera de este mundo. Su altura, sus cabellos que ahora estaban un poco más cortos, sus labios que eran finos y largos. Me relamí las frutillas rosadas, deseándole justo allí y entonces estiré los brazos. — ¿Me das un beso antes de salir? Creo que el globo ya está, tenemos la ruta para bajarnos justo en el circo, será muy emocionante…je t'aime beaucoup mon amour. — Susurré dulcemente entonces, lo quería, lo amaba demasiado. Quería abrazarlo y se lo pedí con la mirada, que me apriete, que me rompa en mil pedazos.
“Porque solo quiero que tú me tengas y yo tenerte”


Última edición por Hero Jaejoong el Lun Ago 25, 2014 11:28 am, editado 7 veces (Razón : uw)
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Dom Ago 31, 2014 3:54 pm

[Mantente hermoso…] Tú dices, con una voz de adoración; te veo.

La luces parecían claras mientras la noches se desvanecían, mirando una llama y yendo a conquistar los sueños de ese paraíso, se hallaba en decadencia una Venus (Hero)a través de su único ojo, a pesar de que el tiempo transcurría silencioso, melancólico y lleno de secas tempestades, estar en compañía de esa muñequilla de porcelana rota le clavaba una espina por cada mirada, por cada caricia desprendida como su voz que se daba una grandeza de dolor. Por más que anhelaba asesinar ese tormento más se apoderaba de él, estaba molesto consigo mismo, se odiaba a tal grado que salía en busca de información, vendiendo las propiedades que había obtenido en Paris, desapareciendo rastros de un pasado que ya no quería saber, deshaciéndose de tumbas, ambiguos escritos y objetos que dejo su significado deshecho contra el fuego; Gritando el coraje al observar como ardían los tesoros que algún día estimo… Ya todo estaba hecho cenizas, que el viento arrasara con todo y no dejara nada. Siendo un bailoteo perdido en los campos lejanos, desechando el luto, agarrando su único padecer como venganza de sí mismo y la bestia que era lo gozaba.

Enfocado en destruir insignias de lo podrido, tomando el tiempo en que su muñequilla salía para terminar con los pendientes, a pesar de que le enojara que se alejara no podía evitar esperar que una noche ya no regresara, quizás eso era lo que aclamaba. Pero en un cerrar de ojo ya lo tenía entre sus brazos, deleitando su cántico, sus lágrimas carmesí que alababa con lamidas y besos profundos, siendo un anochecer de consuelos. «Soy tu pena y la vena de la oscuridad, eres el puñal que corta mi pecho esperando mi amor» ...Pensaba cuando la lagrima le avisaba que se estaba ahogando por no liberar el llanto, debía encender esa llama una vez más, cegarlo por unos instantes de alegría, mantenerlo ocupado en lo que maniobra para el mal.

Fue que entre noches de consuelo, besos que podía abrazar la eternidad los caprichos no podían faltar, extrañaba que le pidiera, y se había acostumbrado a sus encantos para obtener sus deseos, era aterrador jugar con ello porque siempre salía perdiendo y aceptando sus travesuras. Él era la única debilidad que pudiese tener y se reflejaba cuando se dejaba guiar a sus locuras. Aunque,  ¿Qué más podía decirle? Ya que lo único que pedía era distraerlo, mostrarle que nada ha cambiado aunque fuese una mentira…—Solo pediré algo  a cambio— la condición era simple en cuestiones del cuervo— Que te vayas a vivir con quien más confianza le tengas por unos días...

La posición quedo solo aclarada, no permitió alguna contestación de esta y de inmediato se levantó para alistarse, desprendiendo toda prenda puesta que se va al closet y ahí la ropa que hace unas noches pasadas trajo, era poca porque todo lo había quemado. Así se posesiono de unos jeans negro, una camisa blanca y un abrigo negro con una bufanda grisácea que colgaba de la nuca, terminando de ponerse los botines. Dirigiéndose a su amante mientras termina de arreglarse el cabello suelto esperando que el parche sobrepuesto fuese ocultado.

—Ya estoy listo, lo he prometido pero, ¿estás seguro de que eso quieres?—obteniendo su vista que de inmediato lo enredo entre sus brazos, haciendo el intento de que cambiara de parecer pero era obvio se aferraba a su querer…—Si aprendo, alzare vuelo lejos y veré si así me alcanzas o te caes…—Continuo con su broma de mal gusto. Negando por el correr propio de ese pequeño, niño berrinchudo al cual iba detrás de él, bajando escaleras con una calma momentánea, deslizando las manos en los bolsillos del abrigo en lo que avanzaba a su encuentro, dejándose seducir, traer por el jazmín que se embriagaba, alzando el rostro y de frente capturo la presencia de ese imperio que poco a poco renacía. — ¿En qué estás pensando? —Obtuvo la respuesta a ese pedido, el motivo de que su jugosa lengua rozara sus carnosos y rojizos labios era por un ansioso beso.

Que sin duda alguna, sosteniendo su mirada llego a él tras unos pasos y libero las manos del bolsillo del abrigo, elevándolas que una se deslizo por un costado, llegando a su espalda y la otra sostenía su cadera. — Mon amour…—murmuro con suavidad, acercándose en lento a su rostro y captura sus labios con una frágil presión, detallando los movimientos lentos de arriba hacia abajo, perdurando en un beso que deposito el cariño que emanaba al tenerlo. «Si el volar te hace regalarme miles de sonrisas, lo volvería hacer, así como el circo has de temer, me aprovechare de tus debilidades para no soltarte, mi querubín, quiero darte esa felicidad» y dejo que el pensamiento lo descubriera con ese beso complaciente.


Si te dejo herido moriré


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Mensaje por Invitado Lun Sep 08, 2014 9:27 pm

“Solo la tragedia puede despertar un don dormido”

No le había preguntado nada, pero lo sabía, podía leerlo con solo una mirada hacía su profundo ojo celeste, él estaba haciendo algo que si me lo llegaba a consultar, yo seguro le diría que no. Estaba triste, enojado, furioso y no tenía idea por qué. Era extraño, ver a Nicolás así y que no fuese enteramente por mi culpa. Un sentimiento nuevo, ni malo ni hermoso, simplemente, nuevo. Mis manos temblaban cuando lo escuchaba caminar de un lado a otro en los días. Me preguntaba qué estaba haciendo, pero me torturaba la lengua para que nada escapase de mí, no debía hacerlo enojar, no por ahora. — ¿Pedirás algo? Me da miedo. — Me agité cuando esa noche me sentenció a cumplir una promesa, pero después de todo lo que nos había sucedido, no tenía razón para decirle que no. Solo podía negarle alejarse de mí y sus palabras, aunque estaban teñidas con descaro con aquello, alarmaban otra cosa. Al principio, mi rostro reflejó disconformidad, curvas tristes se marcaban en mi piel, pero entre caricias y suspiros me digné a aceptar. Si lo extrañaba, lo buscaría y el pedido terminaría a medias. Pero haría lo posible por cumplirlo, solo unos días, eso es lo que él había dicho. La cantidad no estaba, era algo a mi favor y que agarraría con ambas manos para protegerme. — Eres un descarado. — Balbuceé agachando la cabeza, queriendo abrazar su cuerpo, era mi manera de aceptar algo, siempre con un poco de mala gana. 

Pero aquello no había sucedido, el cuervo había aleteado antes de que pudiese, observé su cuerpo cuando las ropas caían por el suelo de madera, su hermosa blancura, caminando, parecía ser brillante, pero igualmente oscuro y sin final. Suspiros de tentación salían de mis labios cuando al fin me digné a retirarme de allí, correteando hacía abajo, la puerta frente a mí, la libertad a un paso, el viento sobre mi rostro estaba tan solo a unos minutos de mí. Estaba emocionado y cual educado caballero hice una reverencia cuando el violinista se acercó a mí. Y pronto estábamos abrazándonos, tan fuerte, tan dulcemente que todo en mi parecía estar en un terremoto. —Te alcanzaré, pero si me caigo, volarás hacía mí. Soy demasiado hermoso como para que me dejes morir aplastado en el suelo. — Bromeé, riendo dulcemente, buscando su rostro, moviendo los ojos de forma pícara, la punta de mis pies rozaba la madera y mis brazos se sujetaban al hombre. Descaradamente el beso se había presentado, un abrazo suave, me envolvía como si fuese de plumas y mi sonrisa flameaba a los lados. Una verdad vestida de broma ¿Qué tan hermosa podía llegar a ser una persona? Toda la maldad que emanaba, el miedo que siempre me daba, seguía frente a mí. Pero una barrera me permitía acercarme, una suave y tentativa, dulce; pero que se pasa con un trago amargo. No era más que el amor que sentía por él. 

— Sí, quiero, hoy más que nunca quiero que volemos juntos. ¿Habremos sido amantes en nuestra otra vida? ¿O quizá tú un cuervo y yo un conejo y terminaste comiéndome? ¡Seguro! Este debe ser el precio que tienes que pagar por comerte algo tan bello. — Jugaba, lo hacía con amor, todo el tiempo sentía que podía largarme a llorar. ¿Por qué? Era tan ácido todo eso, como un sueño; como una calma total. Y eso era lo que me estresaba, luego de la calma, la tormenta espera, ansiosa y cargando energías. Luego del sueño, nos toca levantarnos. Apreté su mano, con fuerzas, mirando fijamente a ese ojo que se percataba de todo. Y tironeé para ir a aquel globo que estaba esperándonos. Para bajar, había que ir bajándole el fuego poco a poco, lo había calculado todo. Así que sin pensarlo corrí hacía allá, subiéndome de forma torpe. Quería estar allí arriba lo más pronto posible. — ¡Vamos Lenfent! Hoy iremos hasta por allá arriba. Te haré sentir las estrellas~ — Sacando la lengua apoyaba las manos en el filo de la caja de paja y apuntaba al cielo. Había que empezar a tirarle las bolsas que enganchaban el globo. Así que cuando el cuervo había terminado por subirse comencé a hacerlo. Una a una hacían que el globo empezara a subir. La llama en el medio flameaba y empezaba a hacer que nos elevemos, mi dedos comenzaron a temblar y antes de salir hacia arriba me agarré de él. —Te tengo, por si sales disparando a volar lejos de mí… ¿En qué piensas? Confía en mí, nos distraeremos por toda esta noche. — Besé su mejilla y el frío primaveral comenzó a sentirse mientras nos elevábamos, no demasiado, pero si lo suficiente. La vista, sería algo que no olvidaría jamás. 

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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Dom Sep 14, 2014 9:33 pm

Neutralizas todo movimiento de huida, para mostrarme con vanidad que tú eras el ser al que mas quería y ambicionaba acariciar.


¡Qué triste es seguir soñando…Que triste es la pesadilla que forja! Tan solo sus palabras eran un recordatorio de aquel miedo domable... ¿Desde cuándo hace que su miedo lo ame? ¿Desde entonces cual habría sido su temor? Justo en ese instante deleitar su miedo le sedujo, le atraía verlo vulnerable, envuelto de totalidad alarma, sus orbes brillosos de tristeza, y ahí le atrajo el pasado, ¡Se había enamorado de él por su sufrimiento! Que tan hermoso recuerdo obtuvo y fue que por su mente viajo el querer atraer las remembranzas de cómo cayó bajo su amenaza.

Volver a jugar una vez más, ser un espectáculo las evocaciones, atacar los delirios de las dolencias, lagrimas en ofrenda que ya dejaron de ser aclamadas por el violinista, ahora sus penas vuelven, el cosmo quiere que vuelva a cantar su cántico, que el horror resurja como un fénix y entre cenizas sean los placeres. ¿Descarado? Siempre lo ha sido y es que con él era una escaramuza de sentires. Los goces nacen y mueren, su mirada, sus gestos y esos modales le hacían estrujarlo, olfatear su fragancia, el perfume de jazmines reinantes, pues era el único imperio que le hacía luchar por ser el único propietario.
— No es por su belleza por lo que correría a usted, más bien es dejarlo en deuda conmigo por salvarle. Así sería un gran deudor que jamás lograra pagarlo a menos que sea su existencia lo que obtenga—  Su voz parecía entonada con disecada burla, característica macabra de sus labios, regocijándose por su carnosidad, la trampa que le esperaba.

— El hambre a un malvado conejillo que se insinuó al cuervo con descaro no es algo que se tenga que pagar, en cambio ese conejillo sufrirá por tales consecuencias, el pecador ha sido él, pobre cuervo que se aprovecharon de su hambre…— Murmuraba, contorneando su finura, presionándolo un poco y en cuanto la opresión en su mano se dio, le quiso retener, mantenerlo más entre sus brazos, murmurarle las cosas que solía sonrojarlo, tentarlo un poco más para ver si cambiaba de parecer pero ese globo se interponía, una vez corría el querubín y fue orillado a ir detrás de él, siendo libre que iba a su paso, observando tal globo que era del gusto de su amante.

— ¿Por qué la prisa? Si ya tienes el verdadero cielo en tu poder.—  Cito unas ciertas palabras…”cielo” era el mismo que le decía ese serafín cuando le miraba con firmeza, aun cuando carecía de un ojo, aun mas cuando la oscuridad solo prevalecía y se quedo examinando los movimientos ajenos, complacido de que se esmere en hacer de esa noche una inolvidable pues ya lo era con solo tenerlo a su lado. — No pienso ir a algún lado, eres tu mi mera diversión... ¿Lo sabías? — se giro cuando le sujeto, percibiendo la elevación del globo y lo caliente que comenzaba a tonarse el aire por el fuego utilizado, el cual le fruto la mente en buscar ese temblor del templo—  Pienso en que no he acariciado una vez más tus miedos, ¿En este instante a que le tienes terror? Quisiera aprovecharme de ti una vez más.— en cercanía a su odio susurro, mordiendo de este con plena carnosidad de los labios, suave que a su vez se vertió fuerte y dolorosa.


La belleza no hace feliz al que la posee, sino a quien puede amarla y adorarla. Pero el reino de un tuerto es solo deleitar la mitad y palmarla con cautela...


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Mensaje por Invitado Miér Sep 17, 2014 8:31 am

“Se sintió en el cielo, luego bajó a la tierra y cuando lo notó, el fuego los recorría por completo. Era el fuego del amor.”


Abría los orbes, me enjuagaba en curiosidad y un sonrojo efímero aparecía y desaparecía continuamente. Maldito y loco amante era el que tenía. Me hacía vibrar hasta la más pequeña de mis moléculas y entre movimientos caprichosos dejaba que una risa sinfónica y apenas aguda saliera como fuego de mis labios. Negaba y con los ojos semi-cerrados le pestañeaba continuamente, moviendo la cabeza a un costado, hasta morderme los labios y sonreírle de la manera más complaciente que me era posible, dejando que los dientes blancos le brillaran. Era la manera de expresarle que lo que decía, me gustaba bastante. — Pensé que mi existencia ya estaba en tus manos… Ahora tendremos que esperar a que me alces cuando esté cayendo para asegurarlo. —Alzaba una mano, quería rozarle la mejilla con las yemas de los dedos. Recordar su piel que tan bañada en sufrimiento había estado. ¡Su dolor era mi cosmos! La pena que albergaba en mi interior se sanaba de solo verlo y entre ambos nos enfundábamos hasta hacer una coraza gigante. Ya no me importaban mis celos, los tenía, existían todo el tiempo. Pero él me amaba, él pensaba en mí como yo en él y eso es lo único en lo que tenía que pensar. Aunque dolía, aunque me enfermaba en cólera algunas veces, eran esos los momentos que hacían valer la pena el dolor. — No me gustan las deudas… Pero si es por ti, tendría las más grandes del mundo. Hasta quedar en bancarrota. —

Subí los hombros, me quería engatusar hasta tenerme en un rincón, pero yo le saltaba cual fiero gato. No iba a dejarme ganar ese día, me había levantado con la suerte de mi lado de la cama. La risa se escabullía cada tanto, nuestras conversaciones habían tomado una forma personal, como si habláramos en códigos. ¿Habría él notado tal cosa? No lo sabía, pero mis mejillas que estaban teñidas con un rosado pomposo hacían notar la felicidad de la situación. — ¡Oh no! El karma no funciona de ese modo Mon Amour, te toca sufrir a ti más que a mí. Yo he ganado en esta guerra, ¿lo olvidas? — Fue una expresión rápida y al instante ya estaba arriba de la canasta del globo. Sentía la mirada penetrante y apenas vibrante de mi amante sobre mi espalda. Su pupila bordeada del color del cielo me observaba y yo me sentía sudar. Mis labios se entreabrían y mis finos, pero grandes luceros de rasgos orientales buscaban abrirse más de lo que le era posible. ¡Qué horror! Pensé que me había convertido en una pulga cuando aquel hombre se acercó tan pacíficamente hacía mí. Despedía el aura negra de la cual me había enamorado, pero dentro, muy dentro estaba eso que yo amaba en frío. Eso que adoraba sin estar en éxtasis. — Lo sé, tú eres el cielo, pero cuando está el día, eres el cielo que no conozco pero que amo… Y hoy conoceremos un poco más del único firmamento que nos puede cubrir, el negro y profundo Uf, ¡la prisa está siempre! Es que no puedo esperar tanto para hacer algo divertido. — Le regañé, yo todo lo tenía que hacer 'ya'. Era inquieto, inestable, explosivo. Lo que pensaba lo soltaba y lo que no, también. Eran mis defectos, pero también las razones por las cuales me sentía especial.

— No sé si es bueno que me digas que soy tu diversión. ¿Tengo un payaso en la cara, un mono o una prostituta? — Le molestaba, arqueando una ceja mientras ya empezábamos a elevarnos y mi mirada ondeaba curiosamente por los costados. Le sentía cerca y por eso me abrazaba fuerte, subiendo la cabeza para verlo. Era una luminosidad que solo yo podía observar o quizá imaginar. — Ummgh… Tengo miedo de caerme o de que se prenda fuego y caerme también. O de que el cielo se llene de nubes y nos caiga un rayo.  O de que, ay... También de que me aprisiones así… Y nos movamos tanto que se nos corten las cuerdas de esta cosa. — Me reí, cubriendo con mi mano derecha mis labios. Me acurrucaba, estirando mi cuello a un lado, sus labios se aplastaban contra mi oreja, sus colmillos se sentían perfectamente y con cuidado mis manos se afianzaron a sus ropas. Haciendo así que mis piernas se desequilibren un momento, subí con los brazos a su nuca, abrazándolo con fuerzas, miraba fijo y los labios se me juntaban cual beso de conejo. — No se abuse, estamos en una situación de alto peligro y soy el único que aprendió a manejar un globo. Ahora, mire hacía allá y dígame que ve. Esto es un examen. — Apuntando hacía el jardín botánico que desde ese ángulo se llegaba a ver. Flores de todos los colores y tamaños. Y a no mucha distancia de allí, se podía ver el circo, apenas a las afueras de la ciudad. Allí nos bajaríamos luego. Pero por ahora quería disfrutar el momento. Adorar a aquel hombre un poco más.

“Porque es lo único que puedo hacer para recompensar mis males”
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Vie Sep 19, 2014 2:43 pm

…Como la poesía aclama a amantes de raíz de todas las pasiones; el amor, de él nace la tristeza, el gozo, la alegría y la desesperación.


Provocativo, cautivador era ese maldito muñequillo, sus besos se convertían en palabras, ¿Desde cuándo respondía de aquella manera? Aunque siempre trataba de enojar a ese cuervo, como si quisiera siempre amar lo monstruoso que era envenenado, molesto de que le llevara la contraria, pero ahí se hallaba, deleitándolo, siguiendo su burla, elogiándole cuanto le fuese posible hacerlo pero no siempre de la misma manera, había métodos para serlo profundo y gozante. Coquetearle como a su vez hacerle sufrir, mezclar las evocaciones y penetrarlas en su piel como tatuajes eternos que debían prevalecer.

—Nuestra unión es como un contrato que se debe reanudar cada año que transcurra, cual solemne voto repetitivo se habrá de pedir, así que, una vez más tu existencia pende de mi mando, no importa si caigas, no interesa si sujeto en el viento estoy a tu lado, el resultado tiene que se el mismo, yo te recibiré con los brazos abiertos porque ya atado a mí lo estas…Quieras o no, aunque se trate de cambiar o yo no quiera…—
Como siempre las locuras no debían de faltar, percibiendo un calor especial, indagando en el sentir de la atracción.—¿No ves que ya sufriendo estoy? Obsérvame, mírame sin algún parpadeo, describe este dolor que representas para mí.  — Firmeza pintarrajeada, penetrante pupila de marfil, clavar una espada con un único filo para que lo sienta, sosteniéndolo, queriendo jugar con su finura en lo que se elevaban, negando por sus gestos, expresiones de un niño berrinchudo, travieso, tan desalmado que apenas comenzaba a ser entretenido el vuelo.

—mmm, ¿Quieres que en verdad te responda algo que claramente tú ya sabes? —recalco, con algo de cariño y cierta ironía acompañada— Miedoso, lo mas triste es que tu miedo hacia mi ha desaparecido o quizás no hubo ninguno. — musito, atrevido a tal acercamiento frente a su rostro, llegando a él que poso un beso en esas manos que protegían esos hermoso y deliciosos labios hasta que un beso por su amante obtuvo, respondiendo de igual manera pero fue una suave y lenta mordida lo que libero— No veo tal peligro, aunque si lo veo de otra manera creo que podría dañarte ahora mismo, púes nunca te he hecho el amor en esta bóveda celeste —el sonido era decisivo pero a su vez imaginario, plasmando tal situación en la mente— No mirare, prefiero permanecer en este valioso imperio que ver una capa de mentiras florecientes y colores mediocres que ilusionan solamente a un sueño olvidado.— Con claridad sus palabras eran secas, resentidas cuanto al significado, sin despegar la mirada de su querubín, recorriendo su cuello a besos sin permitirle que se deshaga de su abrazo, ocultándose en sombras, sin querer abrir y desnudar la pupila—  ¿Por qué has hecho que vuelva a mirar ese lugar? Ahora tienes que borrar ciertos recuerdos y plasmarlos con los tuyos sino quieres verme pensar en alguien que no eres tú…—confeso, estaba atrayendo de nueva cuenta el espejismo de un poeta, avanzando un poco hasta llegar a la orilla de la dicha canastilla, desplegando las manos en torno a su vientre y se mantiene pegado a su espalda, fingiendo dormir fisicamente sobre ese hombro y hablándole al oído en lo que el circo se asomaba y desvaneciera el jardín que creyó haber olvidado…

—El odio se desbordara en este cielo, no quiero mancharlo, no deseo repudiar esta noche…—Si con una oleada del viento pudiese aterrizar en el circo, es lo único que pediría para no ser de esta noche un funeral, porque aunque no quisiese ese lugar ya había sido visitado y más por una remembranzas que le hizo morder el mentón de su compañero.— Dime, ¿Por qué venir al circo? Si es tu mayor deseo iré de tu mano pero si solo es un capricho más, detente aquí… a menos que te empeñes en ser tú, mi nuevo recuerdo en ese terrorífico y dramático anfiteatro.

Aliento delirante de una plegaria, sumido en el trance de un porvenir que jamás espero, manteniendo los labios sellados en torno a su tersa piel…—besame, besame ahora mismo—susurro agonizante, buscando la carnosidad de sus labios y un necesitado beso engendro, alzándose un poco y se presiona contra su espalda.

[…] Incluso si hoy caemos en ruinas, te diré que solo fue una pesadilla.Y aquel sueño plateado se tornaba oscuro, exclamando en el interior, moviendo los labios suplicando no escuchar las mismas tonadas de un violín...Pero pronto, muy pronto el sonido envolvente del globo retumbaba a surcar más de ese cielo, abriendo los ojos, hipnotizado por el triste pensar y recordando como bailaba descalzo contra el viento, una flecha que perforaba en el vacío del pecho, demostraba una luna carmesí, derritiéndolo por revelar lo que el mismo ha sido con las melodías del satánico violín; viviendo por los pecados, formulando un banquete entre esas nubes dispersas y la memoria se separa, el templo se lamentaba al dividirse en pena, resonando la  plegaria de un vacío descanso que arraso de un éxtasis existencial. Pues era una batalla para encontrar lo más bajo de un paraíso terrenal.—Aquí, justo en lo bajo de donde estamos, ese circo...aquí es que enloquecí, aquí es que los monstruos tienden a retozar de un suspiro y enamorarse...Solo veme, no te separes de mi, no te enamores de alguien más— Su habla apenas era escuchada, se decía así mismo, condenado a cargar ese pesar,despegando los labios y fijándose en el descendiente paraje, púes seria un seductor tiempo y procurara ser un guardián inolvidable.  


Y me percaté que en vez de una, mi templo tenia dos sombras, la mía y la de tus recuerdos…


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Mensaje por Invitado Jue Sep 25, 2014 3:21 pm

“Una fiera mansa, un escudo sin dureza, una espada sin filo. Y tú, conmigo.”


Me deleitaba su mirada, con tan solo un ojo él podía provocarme mil miradas. Me afianzaba a la tierra por un instante, sonrojándome, pensando en las cosas que decía y las que quería exclamar. Entonces era cierto, teníamos que hacer durar ese amor por siempre y eso nos costaría. Vivíamos en altibajos, nos acostumbrábamos por momentos a la presencia ajena y de momento a otro no nos soportábamos más. Pero era demasiado fuerte, lo que yo sentía por él, me obligaba a seguir a su lado aún si tenía que sacrificar partes de mí, que serían irreparables. Le sonreí, no podía evitarlo, tenía que regalarle eso que era perfecto. Dientes blancos y pequeños, a moldados con mi rostro y que resplandecían de todo ese deseo por vivir. — ¿Entonces estamos de esa manera? Yo… No voy a dejarte ir aunque sufras. No me pidas a gritos que te deje porque no lo haré. Te amo… Y gracias por acompañarme hoy. — En principio, tenía la mirada ida, pero luego se aclaró, mis ojos brillaron y besé la comisura de su labio con una aceptación total. Así estábamos, atados por una enfermedad que no se podía evitar. Unidos por la inmortalidad que corría por nuestras venas. Era una maldición tan completa y absoluta, que todos los males se golpeaban unos con otros, haciendo que en mí, todo aquello se reduzca en un brillo dulce, perverso, pero temiblemente adorable.

Un bufido quejoso se escapó de mis labios, él me respondía con otras preguntas y yo moría de la molestia. Pero no quería reprocharle, tan solo movimientos encaprichados eran los que dejaba salir, una histeria acompañada con sensualidad. Me abanicaba sobre él, lo abrazaba por los brazos, apretándolos tan solo un poco. Su piel de marfil, era cemento que cada hora que pasaba se ponía más blanco y perdido. Me apoyé en su pecho, mordiendo mi labio inferior, suspirando en tanto miraba hacia abajo, nos despedíamos de la tierra para saludar a la luna. — No, no me respondas mejor. Hablas del miedo hacía ti como si en verdad lo supieras… Tengo una perfecta capacidad para reprimir lo que me lastima. Tenerte miedo no me deja darlo todo por ti, así que lo escondo. Pero mi interior tiembla cada vez que me miras con molestia. Eres una bestia, que está tranquila un instante y en el otro te puede atacar con odio y a matar. — Le recriminé en el abrazo, apretándolo con fuerzas, sentía la lubricación en mis ojos, pero la contenía con ímpetu. Disfrutando sus besos que eran calumnia en mi interior. Dejaba salir un jadeo desamparado y fue cuando pedazos del pasado ajeno salieron, que todo mi disfrute se terminó y miré de reojo aquel jardín con un odio tal, que no esperaría demasiado para mandarlo a prender fuego. — ¿En quién…? No. Siquiera te atrevas a decirlo. Y mírame solo a mí, eres mío, solo mío y no dejaré siquiera que los recuerdos perturben mi momento feliz. — Le amenacé, alzando el dedo índice, abastado con la situación. Mi rostro se tornaba rojo, la sangre muerta se acumulaba y golpeaba la piel de mis mejillas. Era tanto el cúmulo de miedos y molestias que sentía que hasta los labios se me habían hinchado. Y entonces le abracé, girándolo hacía el lado opuesto de aquel lugar con flores. Mirando aquel ojo con extremo deseo. Pero él era más rápido, más todo y me dejó en la barandilla del canasto, mirando de frente a aquel lugar, mis ojos se acuñaban de dolores y solo el sentir de su piel en mi hombro hizo que me tranquilizara. Un quejido quebrado se escapó y temblé con extrema delicadeza. — Lo siento, no puedo hacer las cosas tan bien, ¿no? —

Un murmuro seco se escapó y solo me animé a apoyar mi cabeza en la ajena que estaba sobre mi hombro, apretándolo un poco. Así mismo le sujetaba las manos, acariciándolas dedo a dedo, hasta que al fin el brilloso y colorido circo se asomaba y en mis orbes se reflejaron los colores, dejándome dedicar una media sonrisa. — Amor, ¿recuerdas cuando me lastimaste la primera vez que me viste? Aun así, estoy aquí parado. Quiero ser el recuerdo de todo lo que te duela. Cuando pienses en ese jardín, me recordarás a mi triste por lo que dijiste. Sonreirás cuando pienses en que yo quemé todo ese lugar por ti. Cuando pases cerca de un circo, pensarás en mí, que te obligué a caminar por allí. Y me amaste aún con los recuerdos de algo que te lastima. Y luego pensarás en lo mucho que puedo darte y que la balanza aún jugará para mi lado. — Con la mirada distante en el suelo, el globo empezaba a bajar. Y poco a poco estaba girado, mirándole, mis manos se alzaban para acariciar los cabellos de su nuca. Mis labios se congelaban y se derretían con los ajenos. Le tironeaba con extrema delicadeza, masticándolo como si quisiera devorarlo, danzaban nuestras lenguas como dos amantes encaprichados. Mis manos bajaban por sus hombros, lo apretaban y al final dos lágrimas se me cayeron por la comisura de los ojos grandes y alargados que tenía. Alborotaron mi mejilla hasta estrangularse en el vacío. Y nos separamos, tan solo unos milímetros eran los que necesitaba para poder verle. Locura, simple e irremediable locura. — Yo ya estoy enamorado. Ten cuidado tú, de no caer en el pasado. Si lo haces, te arrancaré de un jalón de esa oscuridad. Tu daño, tu dolor, tu tristeza… Todo eso horrible tuyo, tiene mi nombre. Yo me lo gané. — Me apuntaba al pecho. Mis orbes brillaban por las lágrimas, mi nariz y labios temblaban un poco. Pero pronto, al instante en que la caja se detenía en un campo liso de color marrón, como si me hubiese puesto una máscara, sonreí y volví a endulzarme como antes. Abracé su cintura y besé todo lo que pude. Con una sonrisa que aclamaba pertenencia.

— Te amo, ¡te amo! Llévame a ver a los animales del circo, es lo único que deseo. Si te portas bien, nos iremos antes de lo que piensas. Tú no te separes de mí. Soy tu coraza. — Apretando su mano, tironeaba y empezaba a abrir la puerta del globo que se comenzaba a desplomar. Allí había un cuidador al que había contratado para que acomode las cosas. Así que no había nada de qué preocuparse. Salí a la fuerza de ese transporte. Casi con furia, mis ojos destellaban en pensamientos, tantos que en realidad parecía tener la mente en blanco. — ¿Me contarás todas esas cosas? ¿Por cuál quieres empezar? — Con una sonrisa impertinente le hablaba, abrazándome a su cintura, tan fuerte y profundo. Que no importaban los jalones que me diera, tendría que quebrarme los huesos para salirse de allí.

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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Sáb Oct 04, 2014 7:52 pm

¡Ten cuidado!
Te observa la oscuridad,
No trates de escapar de ella,
¡Siempre te encontrara donde quieras que estés!
Porque te quitara lo más bello que sostienes,
Mira a tu lado ¿Quién es?
¡Shh, no lo digas!
No hables del pasado, no recuerdes.
El viento lo trajo que el viento se lo lleve…



Como una novia muerta se viste ese muñequillo; su blanca piel comparada con el de esa Luna vigilante, el aliento de su boca cual viento dormido musita asemejándose a un pétalo desprendido, su lengua como el cáliz de la rosa y después esa explosión, ese amor, ese tiempo comprimido en el vértigo del éxtasis y con su finura sonrisa que deleita y proclama. —No es noche de agradecer, ni mucho menos de hablar de despedidas o abandonos…—Anhelando debajo de esa noche y de los mundos, envolviéndole, pareciendo un manto que solo quería protegerle con el templo, ¿Pero de quien? Quizás de él mismo —Sabes el motivo del porque me transformo en una bestia, conoces mi gran crimen… y eres tú. —La fuerza forjada del menor le hizo sentirlo por completo, hallándose un goce por la rabia que veía en él a tal confesión.

Sin liberarlo, siendo girado pero destrozo el mínimo de distancia, enjaulándolo entre los brazos, sin abrir los ojos ya que solo el timbre de voz le llamaba
— El pasado no surge de nueva cuenta, aunque hayas atraído remembranzas de ello, estoy aquí contigo, no vuelvas a discúlpate, si hicieras las cosas bien simplemente no habría diversión y por ende seria aburrido— palabras musitadas, depositando un beso más en su tersa piel, imitando el soplido del viento con la propia boca cerca de su oído, respondiendo a los roces con sus dedos que siempre le atraían sus suaves caricias.

Y abre los ojos de repente, enfocándose en él mas no en ese despreciable paraje que ya se desvanecía con el pintarrajeado circo, sus luces ya retumbaban en los altos, la música melodramática se hacía sonar con delirio.
—Jamás olvidare esa ocasión— respondió ya teniendo forjado ese episodio en la mente, mirándolo con firmeza, esa penetrante mirada que podía unirlos en un solo mirar, percibiendo un consuelo por parte de esa pupila que sus palabras tomaron poder y le inquietaron, mas no lo demostró. — ¿Cómo podre sonreír si triste estarás tú? No es necesario que sigas, el dolor es incontrolable, ya eres un enigma que siempre está presente. No solo en mis penas, sino en toda variación de lo que siento. — Aclaro ese ideal, desviando la mirada al frente, el cielo comenzaba a ser tan lejano, tan inalcanzable, capturando la vista de su rostro que se pego a él, no importaba nada más que silenciar esa tristeza causada, aferrándose a su boca, respondiendo el beso con la suavidad con la que trataba, sosteniendo uno de sus labios, tirando de ellos con lentitud púes el beso había finalizado y poso una caricia en su mejilla, acercándose para besar ambos orbes, sus lagrimas atesoraba porque lo amaba a tal grado de provocarle todas las evocaciones — Si caigo, mejor húndete conmigo en esa profundidad y destrózalo, hazlo como yo lo he hecho contigo, quiero que lo hagas o no me detendré y querré herirte por ello, porque ¿Solo tuyo soy?  Lo has dicho, no tengo a nadie más que a ti, para que detengas esa mísera pesadilla… ¿Lo harás? ¿O dejaras que siga hablando de todo lo que hice en ese lugar? Aduéñate de todo, no solo te conformes con mis bajas pasiones; de esa oscuridad,  de mi tristeza que apenas estas conociendo y del dolor que ese solo por ti —Y su lengua se deslizo por los labios, humedeciendo y gustando del sabor que desprendió estos, despreciándose por ser quien este disfrutando del sufrimiento de ese querubín, ¿Por qué? ¿Tan solo porque lo hacía?  Y el globo se detuvo, ya estaba enloqueciendo tan solo con escuchar las melodías tétricas del circo y cerró los ojos tejiendo esos besos en memoria eterna. Por un instante la calma se presento, aquella bipolaridad agradeció, le sostuvo de los brazos, manipulando una media sonrisa y la mente jugaba peligrosamente.

—Ya que estamos aquí, quiero verlo todo, no te soltare así que no corras…—estirando el brazo a su querubín que le sostenía, parecía un niño y sin embargo le seguía, con la notoria calma y su sequedad siempre vislumbrada. Avanzando fuera de la canastilla ya que solo medio inclino la cabeza por el trabajador que cuidaría de dicho artefacto, prosiguiendo con el andar y el abrazo a su amante no ceso y beso su cabeza —Dime con exactitud lo que quieras saber, dime tus interrogantes y te mostrare lo oculto de ese antiguo amorío.

Pero el rostro se plasmo en el frente, se adentraban al cirquillo que pronto los mimos, malabaristas y payos llamaron su atención, percibiendo el sonido de los juegos pirotécnicos, los puestesillos ambulantes con la magia y el misticismo que representaban decoraban el lugar, sabiendo que el monstruo en el interior esperaba ya con una risa macabra la hora de las pesadillas que se harían realidad, pues este era el reino de desgracia, ya esperando el fin de la falacia de una vez, siguiendo con la mirada a la pareja de mimos que comenzaron a actuar mientras caminaban y se detuvieron apreciando el espectáculo, porque el cuervo desprendió dos movimientos con la mano libre, le formulo un circular y con el índice bajo una línea, significando una “flor” púes espero que le diera tal obsequio entre su acto forjado. ¿Que representaban las flores? ¿Porque solo flores son? El cuervo ya se lo había dicho, o quizás solo la idea pero pronto descubrirá de donde nacieron.

Mientras desterraba el tiempo, todo debía continuar con la distracción para su amante en lo que calmaba el pensamiento, ya que el maldito poeta gritaba palabras en el interior, motivo por el que se acerco a su serafín, posando los labios en su cabeza mintiendo con los ojos sobre los mimos porque en realidad no veía nada, muy a pesar de que entre maniobras el regalo asombroso salió, una rosa roja se ofreció, que atrapado lo mantuvo y le susurro algo muy difícil de ser escuchado, casi perdido su aliento— Je t'aime. — Deslizando la mano al bolsillo, palpa unos cuantos euros e indiscretamente los ofrece, agradeciendo tal diversión para ese chiquillo que de sonrisas su belleza resaltaba mas.

¡Resuena más! ¡Atrápame con tu seria notada! Se entrometió una lejana melodía de sombra, penetrante que la dureza de la piel pedía un anhelo pasivo que la incline al borde de donde se engendra, interpretando las palabras guardadas en esas notas de dulce secreto, danzando de un lado a otro con su acompañante. — Y al final, ¿Me concederás un vals? Me gusta danzar entre la música que me llama, deberías apresurar el paso o terminaremos por unirnos y enfermos terminaremos…—Jugando entre dos mundos, el interior que se aferraba a cada recuerdo y el exterior que no dejaba libre de pensar, de silenciar, lo estaba gritando que era solo suyo y nadie se lo iba a quitar…Así de perdido, doliente padecía con el trance que terminaría riendo y llorando con estruendo por la tortura encadenada.


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Mensaje por Invitado Lun Oct 06, 2014 8:52 pm

“¡Que se apure! Le obligo a que lo haga y si piensas que con eso no bastará. Te sorprenderás, mi lengua puede hacer temblar los mares” 


Mis piernas de porcelana se mecían en un auténtico baile. Imploraba a todos los cielos porque termine de romper mis huesos que en sus manos parecían tan frágiles como un cristal. Duros, pero quebradizos. ¡Maldito, maldito Nicolás! ¿Por qué tenía que ser él quien me haga enloquecer? Él, que tanto daño me hacía, que tan pocos caprichos me cumplía, que tan poco me daba y al mismo tiempo. Allí estaba, todo cuanto yo necesitaba. Un hombre sin un ojo, pero que brillaba en una oscuridad extraña y mágica, con los labios más hermosos que había visto, una cabellera suave y resonante, una piel que aclamaba dolores, su nariz respingada y esa mente, esos pensamientos que enloquecían mi interior. Siempre me habían gustado las historias, pero aquello era mucho más que un simple cuento sin final. —No dejaré que te aburras de mí. Si lo haces, yo siento que moriré de tristeza. Y si lo hago, me enojaré, porque bueno, no puedo morirme. Seguiré haciendo locuras para ti, mi bella oscuridad caminante. — Le dediqué una sonrisa, quizá demasiado cálida para lo que yo era, un cadáver que podía moverse. Pero desde siempre, había engendrado en mi interior la capacidad de absorber el tiempo. Actualizarme en todo para así nunca sentirme un antiguo inmortal. Sabía lo que era, lo aceptaba, pero disfrutaba de ello, como un niño que piensa que vivirá por siempre. Mis dedos se colaban en sus ropas, abrazaba la piel que estaba tatuada en mí y mis labios se entreabrían, porque estaban sedientos de él. — Es irónico que digas algo como eso. Pero lo harás, porque yo quiero que sonrías en todos los recuerdos, así como yo lo hago. Mírame, sonrío ante el recuerdo de cuando me abandonaste, porque luego volviste. — 

Apuntaba mi rostro con el dedo índice, mis ojos orientales se hundían y la risa se filtraba para todos lados. Al final, sin poder controlarme, tuve que esconderme con ambas manos, terminando por apoyarme en su pecho, con vergüenza y con la ilusión de que él siempre recordara todo de mí. Aún mis palabras dolorosas, aquellas que había escupido en más de una ocasión, ese veneno que se escapaba de mi garganta cuando la ira me consumía. —Entonces que sea así mi amor, me adueñaré de todo… De absolutamente todo. Pero debes mostrármelo antes, así que aquí estoy para escucharlo. — Entre besos torneados, placeres escondidos que mis manos daban a conocer, nos frotábamos tan suavemente que hasta por momentos pensé que era una ilusión. Pero la sonrisa me delataba y mi cabeza se acomodaba por un momento en su hombro derecho, mirándole desde allí. El pequeño tirón sobre mis labios me recorría el estómago y el bajo vientre, mis manos tiritaban y pronto me vi enloqueciendo por su sonrisa de luna. Apreciaba mi máscara, la pegaba en mi piel tan fácilmente que en principio hasta yo mismo me la creía. Y como un perfecto querubín bajé de ese lugar con mi dueño agarrado de la mano. Pero no por mucho, la ansiedad me enloquecía y en mis faroles oscuros brillaban las ganas de correr. 

Mis piernas se movían en un mismo lugar, sin recorrer camino, los brazos inmortales me aprisionaban y mis quejidos se escuchaban por lo bajo. Colores, millones de colores por todos lados, ruidos suaves y animales exóticos por donde mirara. Tragué una bocanada de aire que no necesitaba, controlando mis caprichos. Mis dedos se apretaban a las ropas ajenas y al final, le dediqué una sonrisa. — ¡Bueno! Si me dices que quieres verlo todo, entonces me quedo tranquilo. Porque yo también quiero en realidad. Son muy entretenidas estas cosas. ¿Eh…? A ver dime; sexo, trabajo, belleza, raza y ¿qué tanto tenía para recordarle incluso cuando la perfección en no-vida está frente a ti? — Como un juego empecé a reír, cubriendo mis labios con vergüenza, siempre me gustaba abanicarme en hermosura, no porque realmente lo fuese, simplemente me encantaba decirlo. Tomaba sus manos con confianza, miraba a los mimos ir y venir. El acto de encerrarse en una caja me sofocaba un poco, es que parecía tan real que mis ojos se abrían con emoción. Tanto me cegaba que solo cuando el mimo se acercó a Nicolás supe que algo había pasado. Pestañeé mirando de reojo la flor roja que se mostraba candente en el baile. Me reí, una carcajada dulce que provocó no poder escuchar esas palabras guardadas del cuervo. Hubiese deseado cortarme la lengua. Pero no tenía caso, le miré un momento y cerré los ojos, apoyándome en su pecho, oliendo su esencia. — Eres un hombre difícil de complacer. Sí, te concedo el vals de la muerte. Quizá no puedas seguir mis movimientos amor, sabes, soy especialista. — Unía mis manos con las suyas, intentando ignorar a toda aquella persona que estaba a nuestro alrededor, solo él. Me concentraba en sus sentimientos, en su aura que parecía ir y venir. — Pues te equivocas, yo ya estoy enfermo y nada más puede contagiarme. Ahora, baila conmigo y olvídate de todo. Yo estoy aquí contigo y por si no lo ha notado, no me moveré ni aunque me mate. Bien, ¿por qué siempre una flor Mon Amour, ¿acaso las rosas han salido de este lugar? — Pregunté con la mano en su hombro, mientras me abanicaba junto al viento, despedía mis cabellos con movimientos suaves y le miraba. Tan inquisidoramente que parecía ser una interrogación a un maleante. 

Pronto, el sonido claro de una trompa de elefante me distrajo. Mis ojos se abrieron tanto y con exuberante brillo que pensé que se me saldrían de órbita. Mis mejillas se tornearon vivas y el movimiento de mi nuez de adán se hizo turbulento. No miré, tan solo enfoqué la vista en el cuervo que bailaba a mi paso, apreté su cuerpo y poco a poco tranquilicé mis ganas y volví a mirar la roja rosa sin espinas que estaba a mi lado. Me reí y bajé la cabeza, mordiendo mi labio superior con delicadeza, para pronto, poder subir la mirada a la ajena. — ¿Qué hacías tú aquí antes? Quiero ir a ver el elefante luego, ¿me acompañarás? — Acariciando su piel, sus mejillas, me acercaba, deseando besarle, pero negando aquello por vergüenza a que alguien mirara. Así que solo me perdía en su belleza, en sus dientes color leche y los colmillos afilados que había en aquel interior. 

“Duele la existencia, como un mármol eterno que por siempre está sentado en la mesa de un museo.” 
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Jue Oct 09, 2014 7:38 pm

Muñequillo tierno en apariencia,
Malévolo en comportamiento,
Le daré mi amor como una ofrenda

Perfectas aves encadenadas con sus alas, el cuervo trata de ocultar el dolor detrás de su máscara, se aferra solemnemente a ese abrazo, lo sujeta como si la melodía quisiera arrebatárselo, sosteniéndolo bajo la melancólica Luna que con su luz lunar aclama que no revele esa crónica historia de un amor que solo poetas entenderían. Un amor oscuro que aún sigue y es por ello que se envuelve al compás de esa balada, balanceándose de un lado a otro como la suavidad emanada de esa tersa piel, encarcelando a ese amante frágil, consumiendo su luz con el fuego que devora, rodeados de ese paraje inundado de solo penas que en un tiempo se creían maravillosas y eternas, que la angustia del cielo era de ese amorío imposible de ser forjado y el llanto de un cantico bellísimo que decoro la lira de un trovador.

«Y así fue que desfalleció la ave de esa noche, convirtiéndose en un ensueño de ruinas, herida de la misma espina decorada en sus entrañas, ¡Imposible, mil veces imposible fue! » El melancólico vampiro había escrito su destino con linfa sobre el cristal de su cripta, es por eso que ahora confundido por esas remembranzas que le manipulan, atrae aquellos canticos versos que renacieron de una plegaria bajo la laguna. «¡Detente, deja que tu oscuridad se esconda» La escaramuza de su hundido pensamiento gritaba, tironeando el ayer, aferrándose a la carne de ese templo, despertando de la ilusión de su alusión con el perfume de quien le arrebato esa temible miseria. Porque era el único bajo esa tatuada noche quien podía calmar esa dichosa pesadilla.

Capturando su melodiosa voz, observando con la pupila dilatada y penetrante en el perfil de su querido. —La única manera que he sonreído es retozando contigo, siniestramente parecerá pero es algo que mis entrañas necesitan para ser alimentadas, lo gozan pero al mismo tiempo se percatan del daño causado y es una satisfacción que no puedo controlar. Como la tristeza que adoro cuando yo soy el causante y tras escucharte no soportar más, tras deleitar tu llanto y esas bellas lágrimas, me destroza la fantasía y la realidad y eso me aterra, aunque mi sonrisa siga pintarrajeada. — ¿Qué era lo que ese pequeño demonio tenía bajo su manga? Le hace liberar las palabras, los secretos que en poco se desnudaban, siendo su manto que le cubría todo, posando el mentón en su cabeza tras ser atraído por la vergüenza de ese ser « ¡Tú y tu seductor rubor que me apasionan!» Liberando una risa corta y seca, de esas que le hacían negar con la cabeza por tales palabras, guardando el silencio, dejando que le envolviera el acto y formulando la descripción en la mente de aquel que se presenta queriendo usurpar el lugar con facilidad. —Eres demasiado tentador, aun con una sonrisa y una caricia haces que te mire queriendo devorarte… tu belleza me ata, eres mi edén perfecto…—Con lentitud la mano se deslizo por la palma ajena, hasta presionarla al entrelazar los dedos— He ocultado mi mayor tesoro, el deseo efímero que guardo desde aquella noche donde llovían las evocaciones en abundancia, oblicua esperanza ofrecida en una plegaria, el sufrimiento lacero mi vacío, me enamore de la voz de un trovador, el sufría de belleza con la dosis de misterio, me torturaba con el tejar de sus palabras, versos, poesía amorosa que inundo mi tristeza, descendí a sus brazos y me desnudo con su aliento, las rosas que adornaban su templo, fragancia penetrante de su nieva piel, oscilaban entre el amor y la muerte, sin nadie quien pudiera apreciar su belleza,  y yo solo derramaba lágrimas para él…—Y las palabras se liberaban con un deje de locura convertidas en ese trágico amor que desaparece cuando la noche se desvanece— El deseo que aclamaba en ese entonces era que mi cadáver estuviese hundido en sangre en un paraje donde las rosas crecen, no quería ensuciar más mi templo, purificar el vacío anhelaba, llorando por mi muerte por aquel que quería que devorara mi templo, rogaba desfallecer, las sombras no me dejaban, me perseguía la oscuridad, no quería alimentar más al monstruo que me domina, ese a quien más le temen aquellos que más le aman…—Subiendo la mano a su costado, y le atrae a él, iniciando un vals que se ejecutaba con un movimiento sensual— Si no fuera por ti, estaría persiguiendo la aniquilación, aun el dolor sigue siendo temible pero el monstruo se retuerce por ello, siente placer y pide más de ello, enloqueció, llora por las noches en constante agonía, pensando en el hoy y en el ayer, púes se enamoró de su víctima aun con el pasado en sus ojos. —1, 2,3 avanzaba a un lado y a otro, imaginando que solo eran ellos dos en medio de esa melodía, hablando en tercera persona sabiendo que era este cuervo el que se describía…— Tan ruin, tan glamuroso era y sigue siendo, que sus palabras juegan a ser un galán, esas obras mezcladas de fantasías, soñaba aun con los ojos abiertos; amor, odio, pasión, engaños, dolor y tristeza… Todo le gustaba porque solo así la existencia le apasionaba y siempre su fiel acompañante, un violín que tienta y seduce como nadie, su cómplice para encamar, los maravillosos placeres, asesinatos que ofrecieran el vino faltante, y ahí, entraste tú, su lujuria, su desenfreno al quererte raptar, disfrutar de ese muñequillo formidable y la única constante en su conducta es comportarse indisciplinadamente, ahora las letras escritas con linfa son pactos matrimoniales, lo terrible se hace cierto, así que cuando los ojos negros de un arcángel te miren es porque te quieren devorar, porque le has visto el rostro al demonio y conoces sus distintas facetas…—Y tras alzar su mano, de un giro le inclino— Cuidado, que con un giro puedo hacerte desaparecer. —Con la mirada clavada, sus cabellos caídos, sujetando su silueta y un beso amenazante ofreció, porque, la mordida en sus labios se formuló— Quiero matar al único testigo de mis delirios, para el asesinato de mi flor imperial, convertirlo en mi llanto y en mi existencia, que el dolor le embellezca y sea esa flor que decore mi poesía y represente el sentir de mi vacío. —Y le alzo, girando y girando para que no viera nada más que a él, sintiera el templo como gritaba porque le hiciera suyo. — Bailare hasta que logre desprender lo valioso de ese recuerdo, quiero tejerte en mi memoria, guardar cada palabra que de estos malditos labios liberan, solo a ti quiero amarte como a la rosa que tanto quiero, no han nacido de este lugar pero si se han embellecido al atraerlas aquí, como a ti, que solo destellas ante mi pupila. — ¡No sigas más, detente, no hables de espinas cuando estas creado por ellas!, recorriendo al viento entre girones y la mirada que no cesaba a su amante. —Entre los gritos de un violín desesperado, ese que has escuchado llorar es que vino a liberar sus dolorosas lágrimas, en este circo se reencontró con el que se creía ser su dueño, se vieron y bailaron confesándose el amor sombrío, ese amor imposible de persistir, tan locos, dementes bailaban, sin ninguna mascara, sin nadie que pudiera justo ahora describir ese momento…—tomo sus labios, presionaba su costado con la necesidad de no separarse, la música seguía, el vals continuaba, giraban y giraban como los labios se movían de arriba hacia abajo, formulando un desesperante beso. —Iré a donde me pidas, solo no te separes.


Si has entregado el amor a una sombra
Sucumbirás ante la pasión más lujuriosa
Serás poseído y saciaras las perversiones
Fundamentales de tu locura
Ya has conocido el umbral
De una fúnebre existencia
Esperaras una eternidad
Por alguien quien te ama enfermamente
Este es el jardín de las rosas sangrientas
Porque en tus manos esta su corazón mortecino
Porque ni infierno ni cielo les espera
Porque solo los animales se devoran entre si
La condena es amarse hasta saciarse—susurro de forma secreta en la mente, púes el amor que permanece en palabras es el eterno.


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Mensaje por Invitado Jue Oct 16, 2014 9:50 pm

“Dámelo todo, lo protegeré como si se tratara de tu mismísima existencia”


Escuchaba su cántico, pensaba ¿cómo puede ser que una persona tenga esa clase de sentimientos? No lo entendía, realmente, Nicolás era todo un ser de incógnitas para mí. Una persona que probablemente jamás llegaría a terminar de conocer, pero me enloquecía la curiosidad. Mis ojos oscuros y palpitantes le miraban, repasaba su rostro con amor y compasión y una sonrisa condecorosa dejé salir. De esas dulces y comprensivas que solo a él le podía otorgar. Recordaba la suavidad de su piel cuando pasaba mis manos sobre su mejilla y asentía a la crueldad de sus palabras. Él quería verme sufrir y yo pensaba en solo hacerlo feliz, entonces, la única solución que encontraba a ello, es dárselo todo, sacrificar mis sentimientos para que los de él fluyan como el agua. Como la corriente de un lado a otro. Porque pensaba, todo lo que entra tiene que salir. Así que mis sacrificios serían devueltos, todo eso bueno volvería a mí y me traería el doble de felicidad. Podría encontrarme con un edén de placer y encantos cuando me quedara vacío. ¿No era esa la ley de la vida?  —Entonces disfruta de mis lágrimas, de mi sufrimiento. Lloraré para ti las veces que quieras. Pero recuerda, que luego debes sacarme brillo. Como si fuese un pequeño diamante, cuando me oxide, debes lustrarme y así volveré a brillar. Y te haré sonreír cuantas veces quieras. Pero eso sí, ten cuidado de no romperme, que luego no podrás unirme otra vez. — Frotaba cariñosamente mi rostro contra el suyo, mis pies se amoldaban al baile que estábamos encaminando, como una ráfaga me deleitaba en el suelo. Mis manos apretaban las ajenas y me movía de manera que el suave aroma de mi esencia se escapaba de entre mis cabellos. Jazmín y vainilla, dulce y seco.


Intentaba procesar las palabras, me dolía el interior de solo creer que tan dolorosos habían sido los años de ese cuervo negro. Me pinchaba el corazón escuchar la sola palabra "llanto" salir de su amarga boca. Tragaba saliva y con un compás decidido dejaba danzar el vals. El arte era algo de lo cual siempre había sido privilegiado, es decir, siempre me había gustado y por eso mismo me había desvivido por aprender. No, no tenía el don, pero si las ganas. Podía estar días entero haciendo aquello y no me cansaría, lo disfrutaba a cada momento. Era una sensación refrescante y que me mantenía ocupado de querer tirarme sobre él. De agarrarlo y llorar por su tragedia. ¿Qué amor tan enfermizo y adolorido podía ser aquel? Pensarlo me lastimaba un poco más, en mis orbes se podía ver la nostalgia, el despecho por ser tan joven y no haber aparecido antes en la vida de aquel hombre. Claro, el destino… Era caprichoso y eso lo sabía, al igual que yo siempre terminaba obteniendo lo que quería. Le sonreí de costado y asentí, mordiendo mi labio inferior, ahogando las palabras en mi garganta. — Sí, yo no te dejaré sentir esas cosas nunca más. Solo hoy puedes volver a revivirlas, luego quedarán guardadas, quizá enterradas por siempre. — Me apoyaba en él, mis pies se movían con cordialidad y sentía pena de sus poemas. Él siempre hablaba de esa manera cuando quería desprenderse de la historia, cuando quería pensar que no había sido él el protagonista. Yo lo conocía, sabía sus modos de hablar y de ellos me había enamorado. El baile era desesperante, me movía con una fluidez que daba miedo. Mis ojos se abrían, sorprendidos por sus palabras y en tanto tomaba aire, la vergüenza se inundó en mis mejillas. Las imágenes ventosas de mi primer concierto frente a él. La sensualidad con la que le había querido engatusar. Él había sido mi único espectador, para él es que había cantado cada frase silvestre. Y me reí, le miré de reojo un momento más y repetí. — “¿Por qué tanto? Le odio. ¿Por qué llama tanto la atención? Me molesta, como si fuese un foco de luz... ¿Quién es usted Monsieur?” — Esas habían sido las primeras palabras que le había regalado al cuervo. No me arrepentía de ellas.



Jadeé ante el movimiento, mi cabello flotó hacía atrás, mi rostro quedó al descubierto y di gracias a que él no me permitiera ver a los lados. De hacerlo, sentiría que explotaba de vergüenza, había personas alrededor, aunque la mayoría se habían juntado en el baile. Pero aun así la pena se escabulló en mi piel y le sonreí, como un muñeco de porcelana pintarrajeado. — Lo sé y también sé que cuando me hagas desaparecer lo aceptaré con completa felicidad. Pero no te lo haré tan fácil. Sé que te arrepentirías si todo fuese cómodo. Cuando me mates, quiero que lo hagas a sabiendas que no podré volver. ¡Ámame entonces! Locamente y hazlo hasta el infinito. Así como yo. No busques el final, te volverás loco. Mi dulce, dulce violinista. ¿Te duele? ¿Te lastimo al hacerte recordar? Los recuerdos son algo valioso. Y para compensarlos tienes el presente. Yo nunca me alejaré de ti. Te daré el dolor y el placer que necesitas. Te enojaré y te haré sonreír las veces que sean necesarias. — Mi canturreo finito y empalagoso se escapaba como una melodía sinfónica. Su poesía era mi armonía y todo alrededor era mi escenario. La partitura en donde escribíamos, porque yo sentía que éramos música, él la letra y yo el sonido. En mi piel, los vellos se sentían erizados por las palabras y mi piel suave se volvía escaramuza en un lienzo. — Bromeas, ¿no? Jamás me alejaré, recordaré cada palabra y razón y luego la deshilaré para poder sacar conclusiones. Tus palabras son siempre tan difíciles… Siempre me quieres hacer las cosas complicadas, está bien. Así es mejor mi cielo azul. Bailaré contigo hasta que todo desaparezca. — Enfaticé y así lo hice, giré con él y le regalé una sonrisa reluciente, todo el tiempo que deseara, controlé mi cuerpo y mi mente. Le dejé hacer, para al final terminar abrazándolo. Habíamos sido la última pareja de baile en terminar. Cuando lo supe me acurruqué en su pecho y con fuerzas tironeé hacia un costado. Parecía ser que le había gastado las energías, que le había lastimado en lo más profundo de su alma. Aún sentía sus labios, los cuales había apretujado con solemne comprensión, los había tallado hasta hacerlos míos. Los había amoldado de manera que no pudiese pensar en otra cosa que no fuese yo. Y ahora, con la mano entrelazada de forma estrafalaria a la ajena, me encaminé hacía otros costados. Las cercas resguardaban a los animales, los sonidos se disipaban y se convertían en risas y charlas quejosas. — ¿Mon amour? ¿Estás bien? ¿Quieres que nos vayamos? — Consulté levantando el rostro, buscando aquel ojo impertinente en su sombría belleza. Esperando hallar algo más, quizá alguna mancha que antes no había notado. 


"Saco conjeturas que siquiera yo puedo entender." 
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Sáb Oct 25, 2014 8:42 pm

Nunca aprecies el llanto de un cuervo,  porque en su sendero, eso significa; ¡DESPEDIDA!


¡Qué hermoso monstruo! Como es que su apariencia sea de una sublime inocencia, engañador rostro, ojos engatusadores, sonrisas de un natural semblante, ¡Como es que siendo así, sus palabras destrocen lo que aparenta! ¿Cómo se le llamaban aquellos que por amor soportan todo?No es masoquista: un maldito masoquista que aclama dolor, ni un adicto a las bestialidades, deleitándolo desde que le conocía y aun no encuentra la palabra adecuada a su locura, pero cayó en la razón de que solo es el. Hero, un joven alocado, inteligente que a pesar de todo se salía con la suya. ¡Querubín monstruoso! ¡Amado querubín! «¿Cómo es que amas estas bajezas? Aun no comprendes amor mío, mi pasión no se controla, el día que cometa ese crimen, no tendré conciencia, mi frenesí me enloquecerá que cuando estés muerto detendré todo, a eso mi amor tengo miedo, eso me aterra no poder detenerme aun cuando vea tu llanto, aun cuando la decadencia en tu osamenta se ilustre, aun con eso se que no me detendré, una vez pasó pero la segunda no pasa de la misma manera… » Respondió ante sus crueles palabras, ¿Por qué? Porque se aferraba con esa ideología,¿Por qué deja que le hieran por el maldito placer ajeno?

La balada desterraba el silencio producido de sus labios, guardo luto por el pensamiento, disfrutaba la única libertad posible que sería la muerte, culminada del amor, lo que desprende esta cercanía, ese abrazo, esos movimientos sensuales que se detallan con la elegancia de unos locos, su perfume, naturaleza divina que irradia al aire, tomando su templo con la delicadeza en las manos de no destrozar su aparenta porcelana fina, girando, marearlo para que cerrara los ojos, seducirlo con el aire arrasador producto de los giros…—¡Imposible! ¡Imposible! Comenzare a sentirlas no por él, no por ese trovador sino por ti…—menciono con un deje de efímera tristeza— Mi único deseo de esa noche eras tú; me provoca, me atrae, está jugando, ¡ah! me tienta a arrebatarlo del escenario, ya no podía más, muy el fondo el desesperado era yo y quién diría que con un beso seguido de una mordida aumentarías mis otras noches al quererte. —Parecía un escenario aterrador, exponiendo las remembranzas una tras una que al haberse detenido, mirándolo con una firmeza, brillando ese orbe.— Duele demasiado, cruel muñequilla, ¿Osas querer hacer llorar a este miserable autor? —Y tras la vuelta, giro, su pupila se lagrimeaba, tiñéndose ese ocular de un carmín…—Demasiado tarde, ya he enloquecido. —sostenía esa lacrima, no anhelaba desprenderla pero su voz tétrica quiso envolverse con las notas, desplazándose de un lado a otro, era tiempo de invitarle a un espiral, hundiéndose a un eco inolvidable, la melodía llegaba a su final, pero el descontrol en los giros se desato, se aferraba a desvanecer esas evocaciones que se mezclaban ya con las nacientes de ese amorío, gritando el dolor, sin que su amado lo escuche.¡Tan cruel se muestra! Ahí, recordando un antiguo amor mientras estaba con él, hablándole de ese sentir que no pensó en lo que causaría en su muñequilla, por ello calló, no siguió, si dejaba que dominara esa tragedia terminaría por herirle.

Ejecutando ya el final del desquiciado vals, envolviéndolo en sus brazos tras sentir la presión, percibiendo aún el dolor acumulado en su interior, perdido estaba, su mente se quedo con el reflejo de ese rostro en esa despedida, pensaba en él después de haber besado profundamente a su amante, retoñando la segunda lagrima que ahí descendió lentamente, un hilo desbordado que no se percato de que se habían movido, ni de la caricia por la lacrima carmesí que le brindo, presionando la mano entrelazada que al escucharle, la imagen se destrozo y miro a su acompañante…—Todo esta bien…—aunque su voz se entonaba tranquila presencio el desborde de un lento cántico, sus lagrimas en un simple orbe se liberaban, le jalo a sus brazos, encorvándose un poco, encerrando la pupila, calmando el deseo de melancolía…— Solo un momento, tu cielo está ya destrozado, amalo aun cuando parezca horroroso, siento venir el peso de las constelaciones, me están castigado por mis pensamientos…—descendiendo las manos por su espalda, sosteniendo sus costados, le atrae a él tras alzarse, desnudando esa triste mirada que le besa su frente, ascendiendo una mano hacia su cabeza, entrelazando los cabellos con los dedos.— Te dije que usurparas todos mis recuerdos, quiero estar contigo y recorrer este circo, eso querías y eso haremos, solo necesito sentirte…—se acerco y poso un corto beso en sus labios— El viento lo trajo , el viento se lo llevara…—murmuro cerca de su carnosidad, presionándole de su costado, acariciando su cabeza— Y tú, ¿Estás bien? Si no deseas continuar vayámonos entonces, donde estés quiero estar.—La calma se asomaba, solo la mancha de la linfa en su orbe a la mejilla se disecaba, posando la mirada en él, no quería dañar en ese instante a su compañero, que sin esperar su respuesta le tomo de la mano y camino en seguida hacia el interior del circo, antes de eso pidió ver un elefante y es ahí donde se dirigía, deseaba distraer a su querubín por tal acción que jamás creyó enseñar frente a él. —No pienses que llore por él, ni mi primera lagrima es de ese trovador, me hundí en el llanto por el enfermizo amor que poseo, por eso tengo miedo de ti. — Murmuro, desprendiendo paso por paso consecutivo, acariciando la mano que sostenía. Alegrándose de tenerlo a su lado púes es el soporte que altiva la existencia.


Muerte y decadencia, olor cadavérico, para nosotros no existe ni cielo ni infierno, y sólo el estigma puede traicionar la sombría existencia de los días pasados


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Mensaje por Invitado Jue Oct 30, 2014 9:18 am

“Jamás podría pensar en cortarle el tallo a una flor, pero a ti, te cortaría las alas para encarcelarte en mí.”

Me disparaba melodías con la mente, mis orbes oscuros pero tentadoramente dulces al estar frente a él, lo decían todo. No importaba que tanto cese la angustia de estar encarcelado en él. De sentirme preso de sus mentiras, de sus dolores que solo me rompían lentamente, como una pieza a la que le va cayendo un gran trozo de metal, hasta hacerla polvo. No importaba, yo era más que un pedazo de madera temeroso. Lucharía, me haría fuerte y débil al mismo tiempo, templaría mis habilidades, como un fierro al que lo dejan al rojo y lo tiran luego al agua fría, endureciendo su interior y exterior a más no poder, buscaría el don de la inmortalidad más allá del que ahora tenía. Que me destruya y me reconstruya pedía para mis adentros, que me odie y que me mate, pero que no me deje, porque eso es lo único que no me atrevería a soportar. “Eres un fiel vástago del infierno, naciste para el dolor y morirás para él. No hay nada que podamos hacer para ir en contra del destino, pero tampoco debemos quejarnos, si el camino es sabio, nos mantendremos juntos hasta el final” Repetía para mis adentros, mientras mis manos llenas de amor y desconsuelo palpaban a ese hombre con extrema ternura, con picazón en mis manos, pues era un diluvio en mi interior, uno que quería prosperar. Y yo le sonreía ante sus aclamaciones, riendo fielmente por su hermosura. Mis dedos de porcelana lo acunaban y mi mirada se pegaba a la suya, escuchándole en silencio.

— Yo jamás osaría querer hacerte llorar Mon Amour… Sin embargo, ver una lágrima tuya, sería para mí, sentir las gotas de la lluvia en el cielo caer sobre mi rostro. Si es de esa manera entonces, déjame tomarla, yo la beberé por ti. — Eran susurros invadidos por el tétrico lugar, escarmentados por cristales difíciles de encontrar, eran invisibles, pero nos estaban acorralando cada vez más. Mis brazos, separados de él por tan solo un segundo, se abrazaron a su espalda. Lo tomé como quien se abraza a su almohada en una noche de soledad, fuerte, desgarradoramente anhelante. ¡Fueron segundos! Pues luego todo cambió y sus manos me agarraron, me hicieron girar, me hicieron intentar olvidar, pero mi rostro mostraba solidez, mostraba que nada iba a cambiar aunque me dé mil giros. Yo seguía allí, observando su orbe brilloso, marcado con un rojo acaramelado que me seducía. Mis pies vagaban de la misma manera que antes, a un lado y al otro, siguiendo el paso con convicción hasta que el silencio reinó en aquel faro de luz titilante, se agarró el aire contra las paredes, pues parecía que estábamos en el vacío. Uno, dos, tres, nos mirábamos y no pasaba nada y luego, mis piernas se sedujeron al piso, los brazos ajenos me agarraron por los bordes de mi cuerpo, que hermosa sensación, que placer tan maravilloso. Mi mirada se elevaba a su rostro, observándolo, curioso, desesperado por mirar un poco más. Pero reinando el silencio pues no quería atormentarlo con mis pensares.

Tragaba aire y un miedo atroz subía a mi pecho, jadeaba bajito pues tenerlo tan cerca acentuaba mis sentimientos, me enredaba más en él. Ya no había escapatoria, ya no había manera de salir huyendo nunca más. Sus deditos que se entrelazaban a mis cabellos, mi sonrisa grande y blanca relucía de manera sobrenatural. — Todo está bien… Yo estoy aquí. Incluso si te conviertes en tormenta, te agarraré con fuerzas. Así que no temas. — El temor me abrumaba, verlo desesperado me hacía sentír más culpable que antes, quería desgarrar mi alma, entregarle mi corazón en un relicario, que me tenga más en sus manos de lo que realmente ya estaba. ¡Mi hermoso cuervo siente las llamas del infierno sobre él! ¡No llores, no temas más, porque yo estoy aquí para ser quemado antes que ti, protegería todo ese templo con mi sangre con tal de que existas para hacerme sufrir! Era él al único al que amaba, me enloquecía, sus palabras, sus quejidos. Todo era perfecto y me aferré a sus brazos de manera que no pudiese desprenderme. Alcé mis piernas para estar a su altura y besé sus labios cuando él lo pidió así. Tomando con fuerzas su cuello, obviando a todo aquel que nos pudiese haber visto. Le sujetaba con fuerzas y con el cuidado de separarme, mi lengua viperina y venenosa se arrastró por su piel, apresó el carmín en su rostro y el elixir que entraba en mi cuerpo me hizo temblar hasta la espalda. — Estoy perfectamente bien, estoy contigo y eso es lo más importante. Sí, quiero ir, quiero ver todo Nicolás. —

Sujetando su brazo me separaba, caminaba en dirección acorde, pero lo seguía observando, parecía que le haría un hoyo en el rostro, pues no podía quitarle la mirada de encima, temblaban mis labios y mis sentimientos afloraban, sus palabras que intentaban justificarse entraban por mi oreja derecha y salían por la izquierda. No me importaba en absoluto, no quería saber por qué. Ya estaba hecho y jamás olvidaría aquel hermoso recuerdo, lo tatuaría en mí, escribiría melodías recordando aquella pintura. Su lágrima cayendo reluciente por su mejilla, su parche ajustado que aclamaba pesares, sus labios hermosos que daban un ligero movimiento cuando hablaba como si las palabras fluyeran por la mente. — Jamás te dejaré, nunca te perdonaré haberme enamorado de esta manera. Así que… Está bien que temas, porque como tú me quitaste todo, yo estoy quitándote la soledad. ¡Vayamos a ver ese elefante, se lo ve tan lindo! Seguro que es enorme. ¿No son adorables? Claro, tú eres más hermoso. — Bromeé intentando animar el ambiente, riendo al compás de nuestro caminar, nos adentrábamos a aquel espacio donde muchos seres se encontraban, mis ojos no paraban de buscar para todas direcciones. Mis piernas se notaban saltarinas y para no salir corriendo hacía todas direcciones, me agarré con fuerzas del brazo de cuervo, desesperado por hacerlo ir de un lado a otro. — Luego de esto podremos hacer todo lo que quieras, Ahhh, hay tantas cosas, me estoy desesperando. — Agitado, le mostraba los dientes, reluciendo la mirada que había armado para él.
“Y jamás encontrarás un vacío a tu lado, siempre estaré yo, aún si físicamente he desaparecido.” 
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Sáb Nov 15, 2014 5:43 pm

Chimère mort, la quimera inexorable de la muerte

[…] Y pese a todo, deja que el pasado sea solo eso, pasado, porque al coger el seno de esa maldita filosofía de la agonía, la muerte era el único consuelo, un afecto melancólico que le consumía, le enloquecía que justo ahora  era él; lo que siente dentro de sus entrañas, le hablaba y él escuchaba, desnudaba una profunda evocación, renunciando a los espejismos tormentosos, siendo acariciado por el intranquilo aire, y el vuelo de sus pájaros verbales conciben palabras siempre perdurando en su cintura poderosa, ya que algún día que pierda al mundo, él le hará permanecer, ¡Porque esta es el verdad del trovador, maldita ave que ama y muere por una alma!

Vaya espejo viviente, la visión retomo conciencia, calmando la intimidad que se abismaba al callar lo revelado. Brindando caricias, tiñéndose entre pensamientos sin ceder la presencia de su amado, aunque el miedo le mordiera le mantenía entre sus brazos, había extensiones de sueños, era suyo el deseo, era propio el querer, tañido entre un beso que cambio todo, la pena se disfrazo en la lacrima desprendida, no ha de oírla pero si se descara en su pupila, carmín, fino carmín quien logro el secreto descubrir...—Entonces hazlo antes de que caiga, antes de que pierda su dulzón o que su esencia desaparezca…—Pensaba del recuerdo seductor, más al fin rendido en su ofrecimiento, el viviente holocausto consume en aquel instante, significando el llanto de que ya todo suyo era. Y al alcance de sus labios, con dulzura le invita a beber el elixir de la continua locura. Melodías entonadas en un ayer, anhelo proclamado por embellecer, ¡Ya muy pronto! La mirada posada sobre sus pupilas vivas, en quien los mira y se clava, adentrándose para encadenarlo, era suyo, lo sentía suyo, inmortal amorío, absorbente perfume, posición inolvidable, alternando el cantico y la elegía de un apoderamiento, en quien poso un ensueño desde que amo el horror de este cuervo. —Cariño mío— Guardo las demás palabras, no quiso atormentar la belleza de sus sentimientos, le bastaba con esas únicas palabras, le acariciaban el interior dejando recuerdos…

Entonando el coro del demonio, avanza peligrosamente, sujetando a su querube, arrastrando la noche, reinando una mirada morboso y alucinante, esa voz apegada al canto, esa alegría de seguir el camino, encontrarse con la magia del circo, ser víctimas de hechizos y trucos, maquillando el semblante de notas trágicas, tétricas que con los dedos de muerto seducían la mano que tenía a su alcance de ese brazo, jugando con su amante secretamente, solo ellos se entregaban a la pasión, a esas ganas de complacer uno al otro— Aún no sé quién debe perdonar a quien, adorable caníbal mío, llévate lo que quieras mas no me compares con un elefante.—¡Pequeño tonto! Quiso liberar un golpe en su posadera pero fue imposible emitirlo, le seducía el entusiasmo. — Todas las cosas que quisiera realizar su único fin es poseerte, hacerte el amor con la misma desesperación que retoñas ahora mismo—en voz baja le confesaba, impresionante por apreciar ese estado incontrolable de caprichosos, un niño demasiado mimado en espera de un nuevo juguete, y ahí enfrente de ellos, se ilustraba lo que en tantas noches ansiaba ese querubín, siendo el centro de atención aquel elefante decorado de manera Romana, que por ser una figura elegante no podía negar el recelo por el cual era alabado para su amado...— Ahora, ¿Quién es el más hermoso?...—dejo en cierto tono burlón, advirtiéndole de la molestia producida.— Deléitalo mas no desees tocarlo, disfrútalo mas no anheles tenerlo, diviértete mas no adores su entretenimiento, Hero, No te olvides que solo yo quiero ser dueño de tus encantos... no sonrías por el elefante sino por mi, no te diviertas con el, sino conmigo...— ¡Enferma petición! Egoísta habladuría, tenía que sentirse de esa manera en ese paraje. Ya que la demencia aun se mantenía desequilibrada. 

¡Justo a tiempo! El gran espectáculo daba inicio, apenas sonando los tambores, ya el elefante tenia audiencia, su instructor con maní lo había instruido, este movía su trompa, saludado a la multitud, moviendo sus orejas que ejecuto una inclinación, alzándose que va hacia un banquillo girante donde posa una pata delantera y alza la otra girando lentamente con la trompa alzada, y al final alzo la última pata y esplendoroso lo era, mas estaba al pendiente de su compañero, añorando llenarse de sus gestos liberados. Ya que maquinaba la mente, queriendo recordando con detalle esta noche y las que seguían a su lado.


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Mensaje por Invitado Dom Nov 23, 2014 7:30 pm

“Incluso en el más horrible de los días, recordaré el silencio de tu amor”


La noche que escaseaba en nubes era perturbada por un viento templado, así como sus palabras eran hierro sólido golpeando mis neuronas, sus labios eran el cielo enterrado en la tierra, tan suaves y melancólicos, mis ojos se apaisaban, se estiraban y como un niño que está a punto de caer dormido a las palabras de su niñera sentí mis piernas flaquear, pero él estaba allí para sujetarme, sus dedos cautelosos estaban aferrándose a mí, o al menos yo lo sentía de esa manera, porque recargaba aquella injusticia de su vida en mí mismo y yo me apretaba a él, para poder mantener todo en equilibrio, para poder sentir tan profundamente el anhelo de su historia como nunca antes había pensado que podría. ¡Que hermoso era escuchar su cántico cuando las aves escapaban al norte! Mi sonrisa espejada se asemejaba al brillo del sol y mis ojos resplandecían contra él, como si fuese un único universo. ¿Por qué era tan enloquecedoramente bello? Como una historia que no tiene final, algo así como una anomalía que no se extinguiría jamás.

“Te amo, te amo, no hables más porque solo haces que te ame de una forma donde si antes no tenía salida, ahora me aprisiono en un calabozo de espinas de rosa”


Pensaba tortuosamente, sentía que mis piernas temblaban y mis labios se querían acercar a él, pero mantenía la distancia, por el simple hecho de querer contener lo físico, para pasarle los sentimientos que eran incluso más fuertes que mi atracción a su tupida y extremadamente perfecta figura. — ¿Mmnh? No me mires de esa manera… Siento que me harás un agujero en el rostro. — Balbuceé de forma dulce y entrecortada, pues su extraño y poco frecuente cariño era demasiado para poder aceptarlo con firmeza, hacía tiempo no me sentía asfixiado por alguien, el aire que no necesitaba me faltaba, el vacío hacía compresión en mí. Y entonces agaché mi rostro, saboreando aquella lágrima que antes había tomado con los labios, la pasaba por mi lengua una y otra vez, no dejaba que se escurriera por mi garganta, no aún, antes tenía que memorizar su sabor para siempre. Y entre movimientos que eran más un chiste que otra cosa, nos fuimos encaminando hacía aquel lugar donde la alegría de la naturaleza nos estaba esperando. Mi nuez de adán se alargó, sintiendo la gota roja pasar hasta mi interior y convertirse en una con mi sangre. Alcé la mirada, escuché sus palabras y aspirando a algo más que eternidad terrenal ladeé la cabeza. — Oh… Pues en realidad, tú eres un cuervo, de esos negros brillosos. Pero tienes los ojos del cielo cuando es de día, algunas veces lo veo dibujado en cuadros. Y otras lo recuerdo en sueños, el color es igual, nunca podría olvidarlo. Y menos teniéndote a mi lado, parece que siempre es de día contigo, ¿no es raro? Porque tú eres tan malo como una tormenta, pero cuando te miro… Ya llegamos — Paré de hablar ahí mismo, riendo tontamente, movía mi cuerpo pues quería salir corriendo a mirarlo todo, pero a pesar de ello mis manos estaban aferradas a él, desesperadamente me retenían, me obligaban. Incluso mi cuerpo sabía que amaba más a ese inmortal que a los animales que me podrían dar un segundo de felicidad, pero jamás una eternidad.  

Pronto el silencio me aplastó, sentí una suave corriente bajando por mi espalda, hasta llegar a mis pies y mi columna se arqueó para un costado, escuchando sus palabras, eran dagas que se incrustaban en mi piel y provocaban que jadeos inestables escaparan de mis labios. Uno, dos, los minutos para recomponerme y mis ojos se elevaron para verle, su expresión y la fiereza con la que había hablado me habían dejado atónico, ¿podría ser capaz de controlarme para ese entonces? ¿Lo decía en serio? No supe cómo, pero mis labios se movieron por inercia. — ¿Q-qué? Oh… Está comenzando. — La sangre trivial se había posado en mis mejillas, la presión se había elevado y en mi piel tersa y perfectamente lisa se hacía notar el rubor acelerado de mi temor y exaltación. Casi podía escuchar el sonido de mi pecho elevándose en busca de aire, mis dedos se agarraban fuertes de los ajenos y aunque el espectáculo daba inicio no podía despegar mi mirada de él. Fue hasta que el sonido del elefante me atrajo que volteé la cabeza, mis ojos se abrieron y la sonrisa de dientes romos de hacía larga y blanca, incluso cuando el animal saludó tuve la desesperada impulsividad de devolverlo con la mano que estaba libre. La moví a los lados y mis orbes orientales se escondieron en mi piel. Observaba sus acciones, deseaba darle de comer yo mismo, pero enseguida la idea de hacerlo se hacía añicos, pues el habla del cuervo me aplastaba y me asustaba. Me abrazaba a él y mordí mis labios, controlaba aquellos deseos que tanto había tenido, jamás me había animado a ir a ver a un elefante solo, eran tan grandes y poderosos, que pensar en acercarme me erizaba los cabellos de la nuca. Pero ahora estaba allí, a metros de distancia, observando cómo se movía y agitaba las patas, el ruido de sus golpes en el suelo me hacía saltar. — Es gigante, ¿no lo crees? ¿Cómo lo habrán entrenado? — Me preguntaba sin ver a Nicolás a los ojos, sentía los deseos en la puerta de mis dedos. Y el miedo de su mirada filosa se acercaba a mi nuca.


“Los caprichos solo pueden cumplirse una vez.” 
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Mensaje por Nicolás D' Lenfent Lun Dic 08, 2014 6:00 pm

Invoquemos por el perdón a la vida…El amor es el arte del sufrimiento compartido.

Criaturas tontas que miraban con deseo y una emana adoración hacia su querubín en lo que caminaban, reinaban los celos pero deleitarle le ofrecía cometer un alto crimen contra él, todo era consumido con el brillo de sus maravillosas iris, para las estrellas del manto celestial, quemaba en rojo, realmente en carmín por apetecerse de un rencuentro lleno de caricias, como aquellas reservadas entre los dedos al irse sujetando de las manos. —Amado— Fue interrumpida las palabras que le estaban engatusando para un beso, expuesta la verdad en ese intenso deseo por un elefante que tras ser contemplado por su amante, el cuervo con su molestia observaba, extendiendo los brazos que envolvieron a su querube en un acogedor abrazo, aspirando su fragancia, esa esencia propia de él que iba mordiendo sus cabellos con la carnosidad de los labios, rozando estos al mismo instante en su nuca.

Mientras se entretenía con el espectáculo del elegante elefante que hacia maniobras con su instructor pero la diversión del cuervo era ese pequeño, ofreciendo un poco de libertad a la hora que se movía, vaya ironía que se encapriche de tal manera por un animal, uno que solo emite sonidos y mueve su templo por complacencia de lo demás. — Un animal con comida es amaestrado como quieras… Hasta eso tú lo sabes— murmuro cerca de su oído, deslizando las manos en su finura— No te atrevas a ir, sigamos el recorrido— Sentencio tras haber concluido el acto, siendo informados de quien quería tener contacto con él se podían acercar, no quería, era egoísta, necesitaba tener ese templo, ese tacto para él, ni tan siquiera anhelaba que se vertiera su perfume con el del animal.

Fue que lo orillo a que emprendiera los pasos, tragando el ansia de ese cuello que al despertar de la noche le estaba tentando— Hay que ultimar el recorrido, quiero ir a la morada, tengo hambre y no creo aguantar más.— ¡Ah!, la realidad agrietándose, ahora al ir recorriendo el sendero faltante, puestos ambulantes en los cuales algunos eran lector de manos, practicantes de brujería, vampiros que se creían malabaristas, como payasos insertados en un teatrillo, momento era de que los niños reían, comían de los dulces brindados por un espectáculo, fuegos artificiales, distintas clases de animalillos. Engañando, radiando creencias de fortuna, avanzaban y no podía dejarle solo, todo parecía ser una fiesta, una mascarada donde todos usan la seducción de una farsa.

Cual danzantes endemoniados era el único que era de su pasión, y aun así, solo observaban, reflejando en el iris al que tanto deseaba, moviendo un poco la mano que sujetaba para sentir su tersa piel…—Espero no desilusionarte, ya no aguanto más, quiero estar a solas contigo— Musita, viendo de reojo a su amado, volviendo a perseguir el regreso hacia el globo.

Y sonando el reloj del canto de los murciélagos, el cielo ya era surcado por aves en descenso, atrayendo a su compañero, deslizando la mano en su hombro, asechando la oscuridad entre ellos, porque solos pensaban que estaban, no había ya otra cosa que mirar ya que la mirada penetrante  se  encontraba en él. Así que tomando con la mano libre su mentón le hace girar un poco — ¿Te la has pasado bien conmigo? — la sombra maldita engendro una media sonrisa, ladea un poco el rostro y posa un beso, imploraba desaparecer con él, saboreando el néctar que de nuevo fue interrumpido por el cuidador del globo, anunciando que partirían de una vez.

Negó con cierta risa seca, girando a idolatrar a su amado y le cede el paso para que suba, yendo detrás de él.  Siendo una tumba el cielo, se alza el globo y lo único que hace el cuervo es sujetar a su reino que se encuentra muy cerca de él, besando su cuello, marcando el destino de un hilo rojo que se comienza a desbordar de los labios del trovador al irse inspirando por el hambre de su templo en una suave mordida que hizo aferrarse con elegancia a su finura. Ensoñando con la llegada y rendirse por fin al hambre de su boca, de sus manos, de esas caricias, de su voz... de él.


La estrella de Venus desde el cielo MIRA  el purpúreo triunfo de la rosa, no pudo más la tentación, ni el amor que le domina el deseo, necesita su linfa antes de cometer la perversidad.


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Mensaje por Invitado Sáb Dic 13, 2014 10:21 am

El cielo duda de tu existencia, pero mi cuerpo aclama por tu presencia” 


Me distraía, mis ojos se abanicaban a un lado y al otro, sus labios que eran como escaramuza por mi piel me erizaban por bellos de la nuca, como un gato a punto de atacar me retraía y dejaba salir un pequeño quejido entre tanto alboroto. Mordiendo el labio de abajo para acallarme, con los dedos detenía al cuervo que flameante me desconcertaba. Mirándole aquel ojo color celeste cielo, mofándome en un berrinche que era cumplido a medias. — N-no puedo así, no seas malo.— Le miré como quien suplica por una moneda, apretando sus ropas, deseándolo pues sus toques eran como tener prendida una llama en el cuerpo, vibraba mi interior, pero al mismo tiempo mi cabeza iba al enorme animal que divertía al mundo con sus movimientos, me hacía sonreír con tanto fervor que casi creía que se me entumecería la mandíbula. Pero Nicolás estaba haciendo lo posible por distraerme, por sacarme de mi juego infantil y lo lograba con tan solo unos dedos acercarse e mi fina y esbelta cintura. Cada yema de la mano que se aplacaba en mí, provocaba que diera saltos instintivos hacía arriba. Miraba a un lado y al otro, temiendo que alguien nos viera en el toqueteo insinuoso. Aquel maldito señor que miraba como si fuese una estaca de madera, me estaba obligando a darle toda mi atención, al punto que pronto el hechizo del entretenimiento desaparecía de mi mente. Claro que quería ir a acercarme al elefante, pero sus palabras capciosas me hacían temer y el solo pensar en dar un paso hacia allí provocaba que en mis ojos se encuentren las lágrimas del miedo. 


Por ello me quedé apretado a él, sujetándome de sus ropas mientras el suave sentir se deslizaba por mi piel. Mi rostro se escondió entre su saco, frotaba la cabeza en su pecho y mis dedos se hundían en los bordes de sus ropas. — No voy a ningún lado… ¿A casa? Ohh, bueno vamos, hace mucho estamos acá, es más de lo que esperaba. ¿E-eh? ¿Hambre? No te hago esperar más. — Con acallados murmullos respondía a sus palabras, caminando de manera incomoda junto a él, entrelazando mis pies con los ajenos, como si quisiera volcarlo al suelo ahí mismo. Mis deseos siempre se alzaban cuando él los llamaba. Mis labios en forma de frutilla se ponían deseosos y mis ojos se dilataban como quien se hunde en desesperación. Pero fueron pronto los sonidos de malabaristas y los gritos de la muchedumbre los que me quitaron de mi ensoñación. Y me los quedé observando, caminando a los apurones pues el cuervo seguía sujetándome. Mis enormes ojos curiosos intentaban mirarlo todo antes de irnos, casi como si me hubiese caído de la cama. Fueron segundos los que pasaron hasta llegar al globo. En los cuales había podido observar seres sobrenaturales, gitanos e incluso inmortales y cambiantes que estaban haciendo de entretenimiento para los humanos. Me preguntaba si eso estaba bien, si era digno. Pero el pensamiento no duró demasiado.

La sonrisa de un cuervo estaba pronto a golpearme. Sus dedos tomando mi rostro, el marfil de su piel acercándose a mí. Solo me quedé mirándole, apretando los labios con fuerzas, sintiendo el golpeteo de la sangre en mis mejillas que se apresuró a salir más rápido que cualquier otra cosa. — Siempre me la paso bien contigo, después de todo te amo y te adoro así como eres. — Fue una respuesta tan rápida y sin pensarlo que bajé la mirada con vergüenza hacía el suelo. La voz del señor que manejaba el globo nos interrumpía y encontrando así una oportunidad para escapar, corrí a la entrada del globo, riendo y sonriendo con astucia, alzando la mano para que se apurara. Acomodé entonces mi ropa, desabotonando los primeros dos botones de la camisa, mi cuello color nívea estaba semi expuesto y cuando él llegó mis manos se alzaron para poder abrazarle con todos mis sentidos a flor de piel. — ¿Tú la has pasado bien conmigo? Eres un hombre malvado, pero… ¡Auch! Ugh, ¿mucha hambre tienes? — Carraspeé al sentir sus colmillos clavarse y las rodillas se me tambaleaban hacía el piso. Me sujetaba del cuervo alado que estaba frente a mí, me aferraba y agitaba sobre su cuerpo, mis extremidades se volvían locas y con el sentimiento de la excitación alzándose cada vez más, mis manos se pasearon por su espalda, por debajo de la camisa acariciaban todo aquello que era mío. Los quejidos se escuchaban pausados y con suavidad mi lengua se escapaba para tomar aire y sentir el sabor de su piel. Tan caliente, como si estuviésemos vivos por un lapso de tiempo corto e infernal. Me sentía en un limbo y solo esperar a llegar a aquella casa, hacía que mi cuerpo se enfurezca y desacatado lo atacaba con toda la dulzura y emoción que en mi cuerpo se podía observar. 

“No dudaré jamás en darte todo de mí, incluso aquello que me hace existir” 


[CERRADO] 
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