Ala de colibrí. |Libre|

por **Fletcher J. Maciel** Sáb Sep 06, 2014 2:51 am

El eclipse no fue parcial
y cegó nuestras miradas
te vi que llorabas
te vi que llorabas por él.

No obtuvo lo necesario de su tiempo al ver que las horas pasaban y aún se encontraba entre las cuatro paredes de una clandestina habitación del burdel; Nos buscaba compañía, ciertamente era un hombre que no la necesitaba, además, claro estaba de un roce carnal esporádico esta noche no era ese caso, huía, debía siempre hacerlo; La inquisición buscaba sus pasos para nuevas tareas, rumbos completamente diferentes a los que deseaba emplear en esos instantes, no tenía tiempo de espera, no esperaba que le dijeran que hacer y andar libre por las calles a expensas de que pudieran dar con su presencia lo traía intranquilo ya los últimos días; Rondaba nada más, siquiera podía dar muerte a esa vampiresa que agobiaba sus deseos de aniquilar, de matar, de cumplir con la razón más ferviente por la cual entró a la inquisición.

Pero tenía razón en ciertos sucesos que repasaba de vez en cuando; Tras días de ocultarse, sabía a la perfección que aquella tarea ya abría sido entregada a otro de su especie, esperaba aquello y con la efemérides ya confirmada, recogió sus prendas, dejó dinero sobre la cama mientras se daba paso entre los cortinajes rojos del lugar para salir de allí; El burdel dejaba de ser un sitio agradable para el castaño, pero era uno de los mejores sitios para buscar escondite, entre tanta habitación erótica, buscar al individuo exacto le daría el tiempo necesario para huir, claro, si ese era el caso.

Comenzó a recorrer las calles, entre tanto un cigarro se interponía entre sus labios inferior y superior, inhalando aquella nicotina que se apoderaba de su interior sin sentir mayor placer, el sabor era amargo, le desagradaba, pero la costumbre lo obligaba a continuar un vicio minúsculo , tan ínfimo que el mismo ya se acaba para encender otro nuevamente; El fuego le dio la mejor de las ideas; Estaba nuevamente en la búsqueda de aquella fémina, de ese ángel perfecto que lo embelesaba cada que la veía ¿Cómo era tan imposible terminar con su vida? No tenía ni la leve idea de como lo haría si una vez más se encontraba frente a frente, pero la decisión la llevaba clara, deseando ser implacable en su búsqueda, inicio un camino por los valles tenebrosos del cementerio.

El lúgubre lugar lo hizo sentir una vez más en casa, realmente holgado entre las tumbas, esas cruces sobre el suelo que indicaba cada cuerpo desgastado; Sonrió a sus adentros, encontraba patético el hecho de enterrar cuerpos para luego visitar simples huesos sin insignificancia alguna, al menos para él así lo era; Continuó recorriendo el espacio, allí por última vez la había visto ¿Se repetiría la escena? Aunque bien sabía que diversas almas solían recorrer sus mismos pasos por las taciturnas noches que bañaban París, a lo mismo, tomo descanso sobre una de las cruces más alta, aquella más llamativa dónde un gran hombre había sido enterrado junto a su familia; Enarcó una de sus cejas, y con la mirada algo descompaginada entre los alrededores, recordó el nombre del fallecido bajo su cuerpo, entre las tierras; Él había acabado con su vida, y con la de su familia.
El orgullo no lo acompasó en lo que hacía, pero si un gran sentimiento de satisfacción eran nuevo en sus emociones, cortas, casi invisibles emociones — Esta noche será larga y aburrida — Murmuró para si mismo, pensaba que estaba solo, quizás la noche le traería nuevas sorpresas.

Encendió un nuevo cigarro entre sus labios, su humo se mezcló con la niebla y espero a un siguiente rumbo para seguir con el trabajo.

por **Bianca Aubriot** Jue Sep 11, 2014 9:25 pm

Su abuela hablaba de ellas, de las hermosas flores nacidas en la tierra donde los cuerpos yacían en su último descanso, las que contenían, según las leyendas, un suspiro de las almas humanas. Obtenerlas era un riesgo, especialmente si debía hacerlo por la noche para no levantar sospechas, después de todo, ¿qué tendría que estar haciendo una muchacha decente en un cementerio recogiendo flores? La noche tenía que ser su aliado. Necesitaba esos suspiros, algunos clientes pedían demasiado y sólo con ellas podría lograr su cometido.

Pensaba en ese hombre viudo y con tres hijas que se había acercado a ella esa misma mañana pidiendo que ayudara a que sus hijas tuvieran una mejor vida, que encontrasen un buen marido y formaran familias exitosas. Ella podía hacer algunas cosas, pero influir de esa forma requería más que un simple hechizo común. Sonrió al ver dos de esas pequeñas flores amarillas, se agachó para tomarlas agradeciendo en silencio al cuerpo que prestaría ese pequeño suspiro; ya volvería a dejarle flores y venerar la memoria de la persona fallecida, según la lápida, hacía apenas dos meses.

-Claire... -susurró el nombre que leía, era un nombre hermoso, acarició la lápida de piedra y guardó las pequeñas flores en una pequeña bolsita de piel que llevaba escondida entre su vestido.

Todo estaba listo, ya podía volver a casa y preparar el hechizo. Pero algo le llamaba la atención, esa belleza oscura, tanta muerte, tanto amor y devoción hacia los fallecidos, tantas memorias tanto en el aire como en la tierra y ese aroma entre amargo y dulce que manaba de las flores que los familiares llevaban. Era simplemente hermoso.

No había más luz que la luna, no necesitaba nada más. No temía a los monstruos que atormentaban a las personas comunes y era probable que pudiera defenderse de quien quisiera lastimarla.

Dio un respingo, entre el aroma balsámico logró distinguir algo, un olor a quemado: tabaco. Alguien estaba cerca. Apretó la pequeña bolsita con cuidado de no maltratar el contenido y trató de caminar sigilosa hacia la salida sin mayor retardo. No tenía un buen presentimiento.

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