Dix pommes (privado)

Mis pasos me llevaban a través de una pradera, algunas flores brotan en ella y una suave brisa mecía la hierva. Algunos pájaros revoloteaban por la pradera en busca de insectos y a su vez las mariposas se posan sobre las flores en el campo. Cruce ese campo ordinario con paso ligero, la gran ciudad estaba en frente y quien sabe que tipo de oscuro ser me cruzaría en aquel lugar. Realmente la idea de encontrarme a un vampiro o a un licántropo para poderles desgarrar el cuello y lamer su sangre hacia que me excitase de solo pensarlo.

Lleva mi cabello rubio suelto, pero tapado con la capucha de mi capa de viaje. Una vieja capa de viaje color gris verdosa. La cual estaba desgastada y se notaba que tenia algunos agujeros. Esa prenda envolvía mi cuerpo y ocultaba mis armas. Mis ropas debajo de mi capa de viaje eran una simple camisa y unos pantalones cortos que llegaban por la mitad de mis muslos. Pero nada de esto era apreciable debido a esa vieja capa que cubría casi todo mi ser ayudándome a pasar desapercibida.

Llague a la ciudad, y puse mis pies descalzos en dirección de la avenida principal. En el mercado y las tabernas, siempre eran buenos lugares para escuchar rumores e historias de "monstruos". Ese pensamiento hizo a mis labios curvarse en una sonrisa del placer al imaginarme el sabor de la sangre de alguna de estas malditas criaturas sobrenaturales.

El mercado estaba atestado de gente, las personas iban y venían de un lado a otro ocupándose de sus pequeños problemas. Sin saber los peligros que se ocultaban verdaderamente en el mundo, los peligros que asechaban desde las sombras. Pero el pensamiento que mas me atormentaba era, él porque habiendo tantas personas allí no encontraba algún monstruo que asesinar. Si no aparecía alguno rápido mi ansias de ver sangre me harían a empezar a matar personas inocentes...y eso era aburrido, pues los humanos ordinarios son muy "frágiles".

En ese momento mis ojos vieron algo que escapa de lo ordinario, una mujer que con la mirada detenía a un bandido. Claro que no era algo muy notable, pues un joven con claras intensiones de robarle se acercaba a ella y se detuvo de una manera particular cuando los ojos de la mujer se encontraron con los suyos. Por el contrario de lo que seria "normal" la mirada de la chica no era amenazante. Mi sed de sangre me decían que había encontrado a mi victima. Aunque era una victima muy hermosa, de bellos ojos y suaves facciones. Y notaba tener un bello cuerpo, que seria delicioso de morder y lamer. Pero lamentablemente iba a matarla.

Seguí los pasos de la joven sospechosa desde atrás mas lentamente. Mire sus pies y memorice su calzado, si había detenido a alguien con la mirada no seria conveniente dejarle que me mirase a los ojos, tambien mire sus ropas, su cesta con manzanas y su forma de caminar. La seguía observando sus piernas las cuales eran, una vista nada desagradable y bastante útil, pues así no caería victima de sus trucos. No seria conveniente armar un alboroto en medio del mercado, pues probablemente alertaría a otros monstruos si los había por allí. Mejor seria asesinarla silenciosamente y con el numero mas fácil de testigos para eliminar. Ahora si estaba feliz, no paraba de sonreír ni un segundo. Puse mi mano derecha sobre Ebony, mi pistola negra, si veía algún movimiento extraño o algo que no me agradara le dispararía sin dudarlo.

Seguía a esa extraña a media distancia. No quería llamar bruscamente su atención. Pude observar como se detenía a hablar con un hombre algo mayor, tal vez tambien debería de asesinar a ese hombre mas tarde. Aun mi presa no había notado mi presencia, mientras le observaba la zona del torso para no caer victima de su mirada.

De pronto pareció notar mi presencia y sus pasos se dirigían a mi actual posición, ahora debería de cambiar mi manera de actuar. No podía matarla delante de toda esa gente, debería de simular un poco. La mujer llego hasta donde me encontraba e hizo una exclamación en voz alta. Aunque era notoriamente dirigida hacia mi, aquello me topo algo por sorpresa. Pero si me aparecía algo inesperado debería de actuar inesperadamente. Esa era la forma mas lógica de salir adelante en estas situaciones.

Antes de que la chica pudiera exclamar algo mas le tome del rostro y deposite en beso en sus labios manteniendo mis ojos cerrados. No quería mirarle a los ojos, quien sabe que clase de poder tendría. El beso no duro mas de un par de segundos, aunque los labios de la ajena sabían bien. Era un monstruo que iba a asesinar. Luego de besarle continué caminando pasando por su lado ignorándola como si no existiera. Seguí hacia adelante en linea recta. En mi cabeza me preguntaba cual seria la reacción de mi presa en estos momentos.

La mujer siguió mis pasos entre por las calles del mercado ambulante. Me dirigía a un lugar mas "desolado". Pero mi presa pareció darse cuenta a tiempo de aquello. Y se detuvo en una zona donde mas personas podrían verla en caso de que ocasionara algún disturbio. Deseaba asesinarle pero tampoco quería ir a prisión por ello. Pues sino me seria mas difícil seguir matando a seres de su estirpe.

La mujer me ofreció una manzana, una roja y brillante manzana. Aunque lo que deseaba de ella era algo rojo no era una manzana, sino su sangre. Tal vez si me le mostraba "amable" podría hacer que viniera hasta donde yo quería para poder degollarla tranquilamente.

Tome la manzana que me ofrecía y le dirigí una falsa sonrisa, por primera vez desde que le había visto le enseñe mi cara. Aunque le sonreía con los ojos cerrados fingiendo algo de inocencia. Pues no quería caer victima de sus poderes como los bandidos anteriormente. Le di una mordida a la manzana. Sabia que si le pedía que me acompañara a algún lado desconfiaría, así que intente hacer las cosas a la inversa~Hola...me llamo Lucy...~Hable en voz baja y pausada intentando fingir timidez. Me puse a mirar a mi alrededor, como si buscara algo. Le di otra mordida a la manzana, sabia bien. Pero quería probar el sabor de su sangre.

La linda morena se mostraba muy amable conmigo. Era demasiado confiada y amable, lo cual me hacia pensar en dos posibilidades. Era una tonta crédula o ella me llevaba a su propio juego fingiendo amabilidad para asesinarme antes que yo a ella. De cualquier manera sea cual sea su propósito necesitaba estar a solas con ella, no quería que hubieran testigos cerca.

Ante su ofrecimiento de sopa me limite a simplemente sonreír le. Sin mirarla a los ojos jamas. En el momento que me tendió la mano se la estreche con algo mas de fuerza de lo que tendría que haber hecho. Al darme cuenta de ello enseguida afloje mi mano haciéndome la que no me había dado cuenta~Perdona...estoy nerviosa, nunca había estado en un lugar tan bullicioso antes~No solté sus mano, su piel era suave y tibia. Seria una delicia morderla~~Muchas gracias...pero...no quiero abusar de tu hospitalidad...soy una simple desconocida...~Si aceptaba desde el primer momento tal vez sospechara que algo andaba mal, si es que ya no sospecho con el apretón de mano.

Luego sin decir ni hacer mas le abrace. Le di un fuerte abrazo apretándola contra mi cuerpo, en voz baja hable a su oído~eres muy generosa~La joven olía realmente bien. La idea de divertirme algo con su cuerpo antes de matarla empezó a dar vueltas por mi cabeza.

La mujer parecía responder bien a los gestos que le hacia. Incluso me pidió dejarme peinar, tal vez de esa forma seria mas fácil lograr mis objetivos para con ella. Puso un cálido dedo en mi mejilla, en cuanto me pareció notar que intento mirarme a los ojos desvié la mirada.

Luego de bajar su dedo me sonrió, no comprendí muy bien el sentido de reforzar su sonrisa...no, no reforzaba su sonrisa. Acababa de perder la sonrisa y parecía recuperar la. Había pasado sonriendo todo el tiempo, era normal que aveces se cansara de sonreí. Pero quien quería sonreír era yo...y sonreiría pronto gracias a esa mujer.

Mientras la bella castaña aferraba fuertemente aquel canasto de manzanas, le devolví la sonrisa~Seria genial que me peinaras...pero podría quitarte tu tiempo~Dije las ultimas palabras fingiendo estar apenado por molestarle. Sin decir mas deje la mirada en el piso. Podía sentir como si mis pistolas me llamaran que les disparara y mi escote vibrando en mi cintura por algo de sangre fresca. Incluso mi cuerpo, mi lengua, me pedían sangre. Entendía bien el gusto de los vampiros por la sangre. Algo de dolor y sangre nunca venían mal. Mire a la joven sonriendo le~¿sabes hacer trenzas?~Yo odiaba las trenzas, pero se me ocurrió que era algo de "niña buena" usar trenzas.

La mujer que tan dulce se había mostrado antes y con buena voluntad para "ayudarme", ahora estaba marchándose endose lejos, me había dado una moneda y había prometido hacerme mañana las trenzas. Pero el único problema era que yo tenia "hambre ahora", la mujer se iba a paso ligero. Pero estaba segura que yo no había hecho nada para ser descubierta, de todas formas iba a seguirla~Esto no era justamente lo que quería~Tras decir esas palabras empece a caminar detrás de la bella muchacha.

Cuando tuve posibilidad subí por unos botes de basura al techo de una casa aprovechando el momento justo en el cual las pocas personas que habían en ese momento por aquella calle no me prestaban atención. Envuelta en mi capa y con cuidado de no llamar la atención de nadie y sin descuidar que la joven no me viera, seguí sus pasos. Cuando menos se lo esperara ella me vería de nuevo, pero mi sed de sangre era cada vez mayor. Pronto, pronto podría saciar mis deseos de matar con esa pobre chica que tan inocente se veía. Eso lo disfrutaba mas.

Pasaron algunos minutos y no volvía a ver a la joven rubia. Era imposible que alguien con esas ropas pasara desapercibida, a menos, claro, que fuese alguien acostumbrada a estar en las sombras; eso, de cierta forma, sólo ayudaba para alimentar su pánico. No se detuvo en absoluto y no lo haría hasta hallar un coche que la llevara a casa, y si podían ser dos para despistar, tanto mejor.

Inhaló y exhaló despacio con la finalidad de calmarse, contar hasta diez realmente no funcionaba cuando la propia salud estaba en peligro. Adoptó nuevamente la expresión calmada con la que se sentía más en confianza y con la que se ganaba la confianza de otros, así era mejor. Y, satisfecha con las compras del día, ocupó su mente en recordar la receta del pastel que estaba por preparar, una receta familiar que sus clientes tuvieron a bien disfrutar mucho.

Sus hombros se relajaron sin darse cuenta, una melodía que llegó a su cabeza por la mañana ahora era tarareada por ella en voz baja, nada orgullosa por sus pocos dotes para la música. Bueno, quizá lo anterior no había sido más que un malentendido, el miedo causado por el desconcierto de vivir en una ciudad tan grande cuando el resto de su corta edad la había pasado en pueblos pequeños. Sí, sólo habrían sido los nervios. Volteó para todos lados en busca de la joven y comprendió, al menos en parte, que esa alarma que sonó dentro de su cabeza y la hizo huir no era más que una reacción delante de algo completamente sin precedentes.