Stars in her eyes [Privado]

por **Alyssia Donovan** Lun Sep 22, 2014 4:27 pm

Cuando todo está oscuro
Y no encuentras la salida,
No tiene por qué ser una voz la que te guíe.
Anónimo.

Era entrada en la noche, que la joven cambiante acudió al evento que tenía para aquella noche, donde asistiría no como comensal, sino como la artista que iba a tocar una melodía para los presentes. La artista revelación le había llamado en la entrevista, tras que la oyeran casualmente tocar unas canciones en un hostal de clase humilde. En el que a cambio de hacer su música, le dieron un plato caliente y le dejaron dormir una noche en una de sus habitaciones.

Había tenido suerte. No siempre se topaba una con aquella suerte y en cuanto un hombre de aspecto fino y muy elegante se sentó frente a ella y le habló de aquella oportunidad, que se le presentaba como una de las mejores noches desde que empezó su viaje, no lo dudó. Aceptó rápidamente sin pensar en nada más que en la recompensa y aquel ambiente en el que por primera vez, llegarían sus pies a pisar, junto con su adorada música.

¿A cuántos oídos llegaría aquella noche? ¿A cuántos emocionaría? Pensó con una sonrisa en sus labios una noche antes de aquella tan importante cita.

Y finalmente llegó la noche y con ella el carruaje que fue a buscarla al hotel donde casualmente se alojó para la ocasión. Simplemente con su vestido de gala, color pálido resaltando el color de sus ojos y su violín, tenía más que suficiente para encaminarse segura hacia el escenario que le esperaba. Le habían dicho que la actuación se daría en los jardines, en una vista privilegiada. Sin embargo nada la preparó para cuando deteniéndose el carruaje, uno de los lacayos de aquella adinerada familia, la ayudó a bajar y sus ojos se encontraron con la entrada del lugar, avistando el jardín tras la puerta.

Los jardines de la casa De Lanché no eran exageraciones. Con el terreno suficiente para crear tres anfiteatros, todo el paisaje se abría en una corona de colores y luminosidades diferentes. Creando una bella estampa de rosas, geranios, flores de noche… y las fuentes. Grandiosas fuentes alumbraban los patios. No obstante tras unos pasos la joven se dio cuenta de algo más. No únicamente eran los jardines que resplandecían, la majestuosa mansión en la que se encontraba, también eran los invitados. La elite de la clase alta se unía en aquel evento y no era para menos viendo los vestidos que las damas llevaban, los que al lado de su vestido, aún se crecían más. Finalmente ni el mejor de sus vestidos serviría para mezclarse con aquel tipo de gente.

Tras un suspiro y siguiendo a uno de los lacayos hasta el interior de la mansión donde la esperaban los responsables de aquella noche de gala, se relajó notablemente. Los señores De Lanché tenían la suficiente humildad y delicadeza para hacerla sentir como uno más con ellos y en aquel momento en que los nervios le hacían malas jugadas, lo agradeció. Siempre era mejor así, que no sentir que en cualquier momento podrían echarte a los cocodrilos, todo y que en su caso, sabría escaquearse antes de ser echada a aquellos animales. Al fin y al cabo era una loba, y si de algo sabia más, era de huir y ser esquiva.

— Madeimoselle Donovan, seguidme por favor. — La voz del señor de la mansión interrumpió sus pensamientos y dejando con una suave sonrisa la ventana por la cual había contemplado la fiesta que estaba ya en su cenit, le siguió con el violín ya preparado en su mano. Sostenido con delicadeza a causa del vínculo que compartía tan estrecho con aquel instrumento y su música. La música que le hacía recordar tiempos mejores, en los que apenas era una niña tocando alrededor del fuego junto con su adorada familia.

Dejando atrás el salón, la guiaron hacia la parte trasera de la mansión, desde donde pudo finalmente descubrir el escenario donde tocaría. Tomando aire, llenando sus pulmones, permaneció unos instantes contemplando aquel bello lugar. A unos pocos metros del escenario, y de las mesas de los comensales, había un gran lago alumbrado por las luces de los jardines y la luz de la luna, que en su esplendor pareciera que quisiera también participar en aquella noche de alegrías y celebraciones.

Aquel lugar desde un buen principio había sido demasiado para ella. No obstante, en cuanto las luces se apagaron y la alumbraron, cerró los ojos y con una suave sonrisa en sus labios, compartió aquel instante eterno con su íntimo amigo y los invitados de la velada esperando que la musica sanara a aquellos corazones que como el suyo se encontraban perdidos. Tras las primeras notas del piano que rompieron el silencio expectante, empezó a tocar junto con el piano que la acompañaba. En una noche que sentía el alma de su padre rodeándola. Más cerca que nunca junto a ella. Moviendo el arco con ella, guiándola en aquella magia que surgía cada vez que tocaba la música con su corazón y lo evocaba.

Porqué en su corazón, siempre se encontraba él.

por **Fabrice Laurent** Mar Nov 18, 2014 1:25 pm

Hay que lanzarse, atreverse, solo así no te pierdes lo bueno de la vida, las sorpresas que puedes encontrar de repente en cualquier esquina del planeta
Federico Moccia

Su investigaciones estaban por concluir, solo debía seguir al joven un día más para que todo llegara a su final. Agradecía al ver la manera en que los padres del chico le seguían que su padre nunca fuera de esa manera con él, aunque tampoco había probabilidad de que él se escapara. Siempre se recordaba al lado del viejo Laurent, sin nada más que hacer que seguir sus pasos, ambos siendo un equipo que pocas veces se encontraba y ahora, Dylan estaba por su cuenta. El negocio iba bien, el viejo le dejo bien instalado y con una gran cantidad de clientes potenciales enorme por lo que no debía preocuparse realmente más que por hacer su trabajo de la manera debida. Una ultima noche era la que separaba a Dylan del dinero que ganaría por andar de niñera escondida detrás de aquel ricachón que sus padre temían gastara toda la fortuna antes de que hiciera algo productivo. No era de extrañarse que las personas ricas pensaran que el dinero era eterno, ellos no eran de los que debían luchar y ganar con que vivir gracias al sudor de su frente. Por ese lado, el detective estaba orgulloso de saber que su padre hizo un buen trabajo y que no debía preocuparse porque él arruinara todo por lo que lucharon los dos. El padre de Dylan era sin duda el modelo a seguir del hombre en que se convirtió y esperaba eso enorgulleciera al viejo, donde quiera que estuviese.

Rió al verse al espejo antes de salir con rumbo a la dirección que le dieron. Unicamente debía vigilar al chico durante una pequeña fiesta privada donde el nombre de Dylan figuraría en la lista de entrada; era necesario que se asegurara de que no hiciera nada estúpido y entonces sería libre para tomarse unos días de descanso. Las ropas que llevaban era un regalo de los padres del joven, que buscaban que el detective luciera lo mejor posible para el evento, algo digno de los asistentes a dicha reunión según le dijeron e incluso se atrevieron a enviar un carruaje para que le recogiera. Él siempre prefería andar a pie, de esa forma era capaz de darse cuenta de muchas más cosas junto con que era un habito de años el caminar por las calles. De hecho, gracias a todo el tiempo viviendo más en las calles que en una casa, conocía París a la perfección. Sentía ser capaz de andar por todos lados con los ojos cerrados y aún así no se perdería.

El camino hasta la mansión De Lanché fue demasiado corto para el gusto de quien prefería observar todo cuanto pudiera y al bajar y dar su nombre en la entrada, le guiaron hasta los jardines, lugar donde se llevaría a cabo el evento. Negó con decepción al ver la opulencia a cada lugar donde observara mientras que en las afueras los pobres se morían de hambre; pero no era capaz de hacer nada, él al igual que todos debía luchar por más que vivir, sobrevivir.

De inmediato diviso a quien debía mantener vigilado. El joven permanecía en una mesa, sentado al lado de dos jóvenes de buen aspecto que al parecer le daban demasiadas muestras de afecto. No era necesario investigar mucho sobre eso; ellas estaban sobre él esperando sacara una tajada del dinero que se cargaba y del renombre de una familia que quedaría avergonzada si es que el chico se atrevía a hacer algo inapropiado. Dylan pregunto a uno de los que atendía las mesas sobre la distribución de los lugares, que se encontraban perfectamente organizados frente a un escenario. Al dar su nombre, fue guiado a una mesa cercana a donde se encontraba el chico. A su alrededor en esa mesa, había gente que se ocupaba en sus asuntos y él, al ser una cara extraña y aparentemente sin importancia no llamo mucho la atención de los que compartían el lugar con él; si acaso debió responder unas cuantas preguntas sobre su nombre y procedencia; algunos otros clientes suyos también le distinguieron pero no le hablaron, como era de esperarse y mejor para Dylan, de esa manera no se distraía de su deber principal de la noche.

Las voces y charlas que no le incumbían se detuvieron de un instante a otro, cuando una música suave comenzó a inundar el jardín y poco a poco los asistentes guardaron silencio, guiando su atención al escenario. Al igual que todos los demás Dylan dirigió su mirar a la joven que tocaba el violín. La chica llevaba un vestido sencillo, haciendo evidente que al igual que él, no pertenecía a aquel circulo social. Las voces fueron suplidas por susurros, palabras de lo maravilloso que era tener a alguien tocando ahí para ellos y claro, algunas criticas para la interprete.

No era la primera vez que veía a alguien tocar el violín y sin embargo parecía ser la primera que escuchaba una interpretación como aquella. La interprete lucía joven, hermosa y sobre todo, entregada a su acto. El detective se maravillo ante la presencia femenina y en lugar de mantener su atención en lo que debía, no despego los ojos de ella. Su mirada estaba tan fija en ella que parecía estarle llamando a mirarlo; sonrió sin dejar de prestarle atención. Estaba tan concentrado que incluso sonrío, esperando que sucediera algo poco probable, que ella le notara en aquel sitio lleno de gente rica.

por **Alyssia Donovan** Lun Dic 22, 2014 5:50 pm

Ni la distancia ni el destino
harán que te olvide.
Anónimo.

— Padre… padre! ¿Algún día me enseñareis a tocar? — la pregunta de la dulce infante fue declarada en voz muy baja, cautelosamente como si el susurro de su voz pudiese perjudicar en algo al tan preciado instrumento que su padre mantenía aún en su mano. Se les había hecho tarde y lo que había empezado en una tarde al aire libre, se había convertido en una noche bajo las estrellas.

— Cuando quieras Alyssia, sabes que nada me cuesta acatar las órdenes de las mujeres de casa… aunque estas seáis apenas en su mayoría, unas pequeñas glotonas y bonitas traviesas. —El padre de la pequeña río acompañando la de su hija y lentamente tocó los últimos acordes para concluir su sinfonía con una nota dulce, el toque ideal para una noche estrellada como aquella, en que padre e hija se reunían.

— ¡Padre, pero es Alenna la glotona! Podéis preguntarle a madre y ella os lo dirá, yo soy la más comedida de mis hermanos. — Repuso la pequeña sentándose en la rodilla de su padre intentando aparentar seriedad, escapándosele en la comisura de los labios el principio de una sonrisa. Nuevamente el padre río y negando acercó a su hija más cerca de su pecho recordando por unos segundos lo rápido que el tiempo pasaba, cuando apenas en su memoria hacia dos días la había sostenido siendo una infante rosada de menos de tres kilos. La melancolía se posó en las facciones de Falcon que tras un beso en la frente a su hija, con cuidado colocó su violín en el hombro ajeno. Con las manos se lo aguantó, sosteniendo todo el peso mientras Alyssia con ilusión en sus brillantes orbes observaba los movimientos ajenos, aceptando aquel instrumento contra ella.

— Algún día este violín será tuyo y deberás aprender a sostenerlo. — Le explicó con voz tranquila, enseñándole con una mano como debía de agarrarlo y colocárselo. —Por supuesto también deberás aprender a tocarlo. — Añadió ante la mirada de su hija la que rápidamente sin medir las consecuencias se abrazó a su pecho. Alyssia asintió y prometió cuidar de aquel violín, de su música y aprender, aprender hasta la extenuación si así conseguía tocar tan bien como lo hacia él.

— Juro que aprenderé y cuando de mayor lo toque, siempre os tendré en mi memoria, y te honraré como un alumno hace a su maestro padre. —Las palabras de la pequeña le hicieron sonreír, y abrazándola con fuerza, alzándose con el violín tomado con delicadeza junto a su pequeña hija volvieron al calor de su hogar.

—Os quiero pequeña ruiseñor. —Le susurró al oído ante de adentrarse a su hogar donde una cálida esposa y unos endemoniados y dulces hijos les esperaban tanto a él, como a la más pequeña Donovan. La misma que quedándose dormida en brazos de su padre, soñaba en un sinfín de notas y acordes, de las sonrisas de su padre y los besos cálidos de su madre, sin imaginar que algún día sería ella la que tocara frente a los demás y que sería en aquellos momentos, cuando la viva imagen de su padre en su mente se le aparecería orgulloso como nadie de ella y sus logros.

~*~

Os amo padre, gracias por acompañarme esta noche. Pensó la joven en medio de la sinfonía con la que deleitaba los oídos de los invitados a la gran fiesta donde había sido llamada. Los acordes y el piano llenaban todo aquel espacio e inclusive la naturaleza parecía mantenerse en silencio, expectantes por oír aquella melodía. Las manos de la joven cambiante actuaban por instinto, moviéndose como si una mano experta los moviera y delicadamente la música florecía de aquel arco hacia la noche que les cubría en su manto.

Por unos instantes, como cada vez que tocaba aquella melodía, la figura de su padre aparecía en su mente y en ocasiones parecía sentir su calidez rodeándola, guiándola en los momentos cruciales, haciéndole olvidar que bajo ella se congregaban personas que más tarde la apremiarían o criticarían. Simplemente la dejaba concentrarse en sus movimientos, en sus manos y en la caricia de su cuello contra el amado instrumento que de generación en generación había pasado hasta los días actuales donde había pasado a manos de la más pequeña.

Una sonrisa se formó en sus labios y disfrutando de aquel momento único se volcó de lleno en la magia que fluía de ambos instrumentos. Sonrió al pianista y a la par conmovieron al público, que con generosos aplausos los acompañaron al final de aquel efímero concierto que les ofrecían. Los ojos melancólicos de la joven no fueron a parar más que a la lejanía del cielo mientras se disponía de cerrar la melodía sin el acompañamiento del piano, dejando que sencillamente el eco del violín llenara cada rincón de los jardines y en ellos, de las mentes de aquellos que la observaban y escuchaban emocionados aquella obra, llevándose muchos de ellos a peguntarse por la procedencia de la joven.

Cerrando los ojos de nuevo, alargó las ultimas notas y en el silencio que procedió al final de la obra, abrió sus ojos encontrándose con la mirada de un joven al que mantuvo unos segundos la mirada, apartándola unos segundos después tras que los aplausos volvieran a romper la noche para dar el final de aquel momento. Alyssia agradeció con una sonrisa y tras pedir el aplauso para el pianista que la había acompañado, volvió a coincidir su mirada con la del joven. Sus ojos la llevaban a él, como si le llamaran y tras un breve reconocimiento, viendo que el joven se parecía más a ella que a los adinerados del evento le sonrío agradeciendo su aplauso antes de volverse y bajarse de la tarima en la que había tocado, violín en mano.

— ¡Espectacular! Realmente espectacular! No me equivoqué al escogeros y sacaros de aquel lugar. — El dueño de la mansión en la que se encontraba no dejaba de alardear sus dotes y su confianza plena en ella. — ¡Magnifico! Gracias a vos y a vuestro violín lograremos que se hable por semanas de la fiesta.

— Sin la maestría de vuestro pianista, nada de esto hubiera sido posible Monsieur. — Le respondió Alyssia tan humilde como acostumbraba, sintiéndose incomoda de recibir tantos halagos y atenciones. — El lugar también ha obrado su magia, tenéis un fabuloso jardín. Es un honor tocar para vuestros invitados.— Añadió guardando el violín en su estuche para que uno de los sirvientes se lo llevara de allí, dejándolo bajo recaudo en el interior de la mansión.

La mirada de la cambiante siguió en todo momento el sirviente hasta que desapareciendo de su vista y a exigencias del señor de la fiesta, le acompaño a este último a saludar a las personalidades importantes que habían acudido a su fiesta y la habían oído tocar. Todos y cada uno la alabaron y mostraron su parecer de que debía de tocar una última vez más tarde. Alyssia prometió una última canción antes de abandonarlos y tras mucho insistir de que debía tomar aire fresco y una copa, logró escapar de ellos. Suspiró y dirigiéndose al lugar de las bebidas, se preguntó por el origen de aquellos ojos que la habían cautivado y con los cuales se había encontrado por dos ocasiones, como si un imán la atrajera al poseedor de aquellos ojos. ¿Dónde estará? Se preguntó tras tomar una copa y buscar con su mirada a aquel hombre que necesitaba de nuevo encontrar.

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