Lost Diaries || Privado

La Tienda de Antigüedades estaba vacía, pero Vladimir no se sorprendía. Solo a él se le hubiese ocurrido irrumpir dentro del local cuando solo faltaban diez minutos para cerrar. El dueño evaluó su porte y costosas ropas, y la sonrisa de fastidio que había puesto al escuchar cómo la campana sonaba, se le borró de inmediato. El Duque, aunque jamás miraba a las personas fijamente, notó el cambio de humor repentino en éste. Zachary Simmons – su guardia personal – merodeaba los alrededores como un animal enjaulado, levantando cosas y poniéndolas de vuelta en su lugar. El cazador no entendía por qué Vlad se obsesionaba por esos Diarios. Era la tercera tienda que visitaban en ese día – por no contar los días anteriores –, y cada una parecía competir por ser la menos impresionante. El mobiliario y el tipo que la atendía, parecían tan rústicos como lo que seguro ofrecían; pero eso último, era lo que había estado buscando. Existían altas probabilidades de que allí se hallara uno de los Diarios de los Basarab. Si bien poseía casi toda la colección, siete volúmenes habían desaparecido. Debido a que éstos contenían historia sobre Valaquia y Vlad Tepes, podrían haber acabado en sitios como ese. Si su padre no hubiese estado tan tomado la noche en que los encontró, ¡los habría perdido todos! Solo esos siete habían caído en sus manos y, en cuanto leyó cosas ‘disparatadas’ sobre vampiros, se los dio a uno de sus sirvientes para que los quemara. Por suerte para Vladimir, éste los había vendido. Siendo Rumanía la cuna de las historias vampíricas, éstos no tardaron en ser exportados. Esperaba que no se encontraran en una maldita biblioteca, lejos de su alcance. En cada uno de sus viajes, se encargaba de recorrer toda la ciudad en su búsqueda. Si había uno en Francia, lo recuperaría.

El anciano de la tienda empezó a incordiarlo con preguntas sobre qué buscaba. Tenía que reconocerle que sabía vender, pues Malcolm – como informó que se llamaba – empezó a poner ante él lo que creía podía ser de su interés. Estaba ahora dándole la espalda, rebuscando entre los viejos muebles. – Libros o piedras preciosas. – Exigió, gruñón, su lacayo. Zach empezaba a ponerse de malhumor cuando la noche llegaba. El peligro que acechaba entre las sombras lo ponía tenso. El Duque lo había visto pelear y sabía que lo disfrutaba, pero él y su obsesión por los vampiros los había puesto en la mira en más de una ocasión. A los inmortales no les gustaba compartir sus secretos con nadie, mucho menos con los humanos. De ahí que él quisiera de vuelta esos Diarios. Lo que contenían, era valioso. Una gran gama de información, habilidades, debilidades e historias de personajes de un clan que se había disuelto por disputas territoriales. – Nada más llamará su atención – Concluyó el cazador, enfatizando cada una de las palabras. El encargado se detuvo al instante y se giró con una sonrisa. Vlad vio el gesto porque su mejilla se contrajo. – Puede que tenga algo de eso – dijo enigmático. Basarab permaneció en silencio, aunque su mirada había hecho un inventario de todo lo que veía. Si no se había movido, era porque no había nada que lo atrajera. Si existían libros entre toda esa antigüedad, no estaban a la vista. En ese momento, la campanilla que colgaba de la pared y que avisaba que alguien más llegaba, sonó. Si Malcolm no hubiese colocado ante él lo que había ido a buscar, seguramente El Duque habría visto a la joven. Pero en ese momento, su mirada vagaba por las primeras líneas de un Diario.