AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Scappare sarebbe un peccato ~ Nolan McLeod +18
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Scappare sarebbe un peccato ~ Nolan McLeod +18
Recuerdo del primer mensaje :
El italiano a penas se había movido en las horas que habían pasado en la cama. Había estado durmiendo, pero su cuerpo era demasiado consciente del dolor que sentiría con la mayoría de los gestos y había decidido permanecer en absoluto reposo. Sin embargo, el entumecimiento que sintió por esa inactividad, le hizo levantar uno de los brazos y fue entonces que notó el roce de la ropa de cama contra los arañazos de la espalda, arrancándole un quejido al tiempo que despertaba de mala manera, maldiciendo mentalmente.
Abrió los ojos con dificultad, percatándose entonces de la franja de sol que se colaba por entre las cortinas e incidía directamente sobre su pecho y el del escocés, que parecía aún dormido, o al menos increíblemente relajado. Le extrañó no haberle despertado con su gruñido de dolor, pero era tan raro el hombre, que ya no sabía qué esperar de él. Recordó lo ocurrido la noche de antes, el sexo en el baño del restaurante, el que tuvieron luego sobre la cama en la que ahora yacían y la enorme sorpresa. Había detalles de todo aquello que le obligaban a sonreír y otros que le dieron ganas de despellejar vivo al contrario, aunque se le pasaron enseguida. Refunfuñó un poco e intentó incorporarse, notando una acuciante punzada en su trasero. Maldita bestia salvaje... le había desgarrado entero. Giró el rostro y observó detenidamente el ajeno. El marcado contorno de su mandíbula bajo la varonil barba, sus largas pestañas creando suaves sombras contra la blanca piel del escocés y su cabello revuelto envolviendo unas facciones tremendamente atractivas.
Era obvio que el sexo no lo había soñado, pero seguía incrédulo ante la idea del cambio. ¿Era posible, realmente? Apoyó todo el peso en la mano que quedaba hacia el exterior y apartó la otra del colchón, llevándola a la sien del contrario. Rozó la zona con el dorso de los dedos y la deslizó hacia abajo, notando el duro y grueso bello facial contra su piel. El tacto era muy distinto al del lebrel grisáceo e imponente de la noche anterior, pero el porte elegante y la mirada... en eso el escocés no cambiaba. Suspiró, apartando la mano y con dificultad, pero con fuerza de voluntad y necesidad, giró despacio sobre la cama para dejar que sus pies colgaran y tocaran el suelo. Las losas se sentían frías y mandaron un breve escalofrío que le recorrió hasta las pantorrillas, terminando de despertar cualquier parte que siguiera aún dormida de su cuerpo. Quería levantarse y buscar el baño, pero seguía sin tener ni idea de la disposición de las estancias en aquella casa. Carraspeó, no muy seguro de tener aún voz después de tantos gritos y gemidos y mirando de soslayo al hombre, quiso despertarle.
-¿Nolan...?
El italiano a penas se había movido en las horas que habían pasado en la cama. Había estado durmiendo, pero su cuerpo era demasiado consciente del dolor que sentiría con la mayoría de los gestos y había decidido permanecer en absoluto reposo. Sin embargo, el entumecimiento que sintió por esa inactividad, le hizo levantar uno de los brazos y fue entonces que notó el roce de la ropa de cama contra los arañazos de la espalda, arrancándole un quejido al tiempo que despertaba de mala manera, maldiciendo mentalmente.
Abrió los ojos con dificultad, percatándose entonces de la franja de sol que se colaba por entre las cortinas e incidía directamente sobre su pecho y el del escocés, que parecía aún dormido, o al menos increíblemente relajado. Le extrañó no haberle despertado con su gruñido de dolor, pero era tan raro el hombre, que ya no sabía qué esperar de él. Recordó lo ocurrido la noche de antes, el sexo en el baño del restaurante, el que tuvieron luego sobre la cama en la que ahora yacían y la enorme sorpresa. Había detalles de todo aquello que le obligaban a sonreír y otros que le dieron ganas de despellejar vivo al contrario, aunque se le pasaron enseguida. Refunfuñó un poco e intentó incorporarse, notando una acuciante punzada en su trasero. Maldita bestia salvaje... le había desgarrado entero. Giró el rostro y observó detenidamente el ajeno. El marcado contorno de su mandíbula bajo la varonil barba, sus largas pestañas creando suaves sombras contra la blanca piel del escocés y su cabello revuelto envolviendo unas facciones tremendamente atractivas.
Era obvio que el sexo no lo había soñado, pero seguía incrédulo ante la idea del cambio. ¿Era posible, realmente? Apoyó todo el peso en la mano que quedaba hacia el exterior y apartó la otra del colchón, llevándola a la sien del contrario. Rozó la zona con el dorso de los dedos y la deslizó hacia abajo, notando el duro y grueso bello facial contra su piel. El tacto era muy distinto al del lebrel grisáceo e imponente de la noche anterior, pero el porte elegante y la mirada... en eso el escocés no cambiaba. Suspiró, apartando la mano y con dificultad, pero con fuerza de voluntad y necesidad, giró despacio sobre la cama para dejar que sus pies colgaran y tocaran el suelo. Las losas se sentían frías y mandaron un breve escalofrío que le recorrió hasta las pantorrillas, terminando de despertar cualquier parte que siguiera aún dormida de su cuerpo. Quería levantarse y buscar el baño, pero seguía sin tener ni idea de la disposición de las estancias en aquella casa. Carraspeó, no muy seguro de tener aún voz después de tantos gritos y gemidos y mirando de soslayo al hombre, quiso despertarle.
-¿Nolan...?
Última edición por Guido Abbiati el Sáb Nov 01, 2014 5:07 pm, editado 1 vez
Guido Abbiati- Humano Clase Media
- Mensajes : 113
Fecha de inscripción : 11/09/2014
Localización : Mansión McLeod
Re: Scappare sarebbe un peccato ~ Nolan McLeod +18
Notó el tono oscurecido por un sentimiento negativo en la voz del escocés, y aunque si bien no sabía definir qué era lo que lo hacía actuar de tal modo, se sintió satisfecho por el simple hecho de alterarle de aquella manera. A fin de cuentas, había empezado él en la alcoba, cuando se burló de la idea de "enamorarle" para luego casarse con otra y tenerle de segundo plato. ¡JA! Eso le gustaría al cambiante, seguro. Porque la mujer no sería capaz jamás de hacerle vibrar como él. Pero eso no ocurriría nunca, porque el italiano, jamás creería en el amor.
-No te creas, lo grandes que sean sus casas es lo de menos.
Fingió que no le importaba que opinara que se iría con cualquiera, porque, a fin de cuentas, la bomba sobre la idea la había soltado él mismo. Y como siempre, nunca se arrepentía de sus acciones, así que simplemente asimiló la culpa y la digirió con la dignidad que pudo recopilar de aquí y allá, aquellos diminutos fragmentos que solían esconderse entre el orgullo y las ganas de llamar la atención. No solía pecar de vanidoso, pero de vez en cuando... no lo podía remediar.
-Las riquezas no son importantes. Sólo importa el cómo me hagan sentir.
Lo dejó en el aire, sin definir a lo que se refería. Era consciente que sonaría a lo que solamente rasgaba la superficie "que le hicieran sentir sumo placer". Pero no era todo lo que había, ni mucho menos. Guido quería sentirse importante, único, especial, irreemplazable. Quería dejar huella en la vida de la gente, y que al irse, el hueco dejaro fuera tan grande, que jamás pudieran ni quisieran olvidarle. Algo que jamás había logrado con Lucca.
Observó al hombre en la lejanía, siguiendo con su especie de pataleta infantil, sumamente curiosa y bastante reconfortante para el joven moreno. Vio el gesto y se levantó, acercándose a donde el contrario se hallaba. Pero antes de abandonar la zona con las sillas, se descalzó, siguiendo el ejemplo ajeno y un cosquilleo le recorrió la planta de los pies en cuanto rozaron la hierba húmeda y fresca, a pesar de la penetrante presencia del sol en lo más alto, debido a la hora que era. Su andar se veía aún algo afectado por las salvajes actividades nocturnas del día anterior, pero tampoco era algo demasiado evidente como para que lo notaran los empleados de la casa. Carraspeó en cuanto estuvo junto al escocés, ya que creía haberle perdido en sus pensamientos, y no pensaba perdonarle si le ignoraba.
-No te creas, lo grandes que sean sus casas es lo de menos.
Fingió que no le importaba que opinara que se iría con cualquiera, porque, a fin de cuentas, la bomba sobre la idea la había soltado él mismo. Y como siempre, nunca se arrepentía de sus acciones, así que simplemente asimiló la culpa y la digirió con la dignidad que pudo recopilar de aquí y allá, aquellos diminutos fragmentos que solían esconderse entre el orgullo y las ganas de llamar la atención. No solía pecar de vanidoso, pero de vez en cuando... no lo podía remediar.
-Las riquezas no son importantes. Sólo importa el cómo me hagan sentir.
Lo dejó en el aire, sin definir a lo que se refería. Era consciente que sonaría a lo que solamente rasgaba la superficie "que le hicieran sentir sumo placer". Pero no era todo lo que había, ni mucho menos. Guido quería sentirse importante, único, especial, irreemplazable. Quería dejar huella en la vida de la gente, y que al irse, el hueco dejaro fuera tan grande, que jamás pudieran ni quisieran olvidarle. Algo que jamás había logrado con Lucca.
Observó al hombre en la lejanía, siguiendo con su especie de pataleta infantil, sumamente curiosa y bastante reconfortante para el joven moreno. Vio el gesto y se levantó, acercándose a donde el contrario se hallaba. Pero antes de abandonar la zona con las sillas, se descalzó, siguiendo el ejemplo ajeno y un cosquilleo le recorrió la planta de los pies en cuanto rozaron la hierba húmeda y fresca, a pesar de la penetrante presencia del sol en lo más alto, debido a la hora que era. Su andar se veía aún algo afectado por las salvajes actividades nocturnas del día anterior, pero tampoco era algo demasiado evidente como para que lo notaran los empleados de la casa. Carraspeó en cuanto estuvo junto al escocés, ya que creía haberle perdido en sus pensamientos, y no pensaba perdonarle si le ignoraba.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
- Mensajes : 113
Fecha de inscripción : 11/09/2014
Localización : Mansión McLeod
Re: Scappare sarebbe un peccato ~ Nolan McLeod +18
Mil ideas azotaban su cabeza, pensamientos tanto positivos como negativos, dudas, todo tan irracional que, de haber tenido su mal humor controlado, le harían reír. Se alegró un poco al verlo caminar hacia él, al menos le quedaba la decencia de obedecer. Ahí vio otro error, no tenía que domarlo, no era uno de sus amados caballos, no era un animal salvaje al que deba enseñarle a comportarse. El carraspeo del italiano le hizo sonreír muy ligeramente, apenas elevadas las comisuras de sus labios.
-Lo lamento -soltó junto con un suspiro pesado, resignado -. No debí hacer ese comentario, más por mí que por ti -puso los ojos en blanco, ¿qué diablos le sucedía? Todo lo que salía de su boca sonaba tan mal formulado que sus verdaderas intenciones no salían como debían -. Quiero decir… no sé ni qué quiero decir, no quiero que nadie más te tenga, que nadie te mire como yo te miro ni te toque como yo te toco, eres… -alzó las manos, exasperado consigo mismo. Hablaba de más, debía callar de una vez.
Apoyó la mano en su hombro apretando ligeramente. Entre los escoceses más valía un gesto que mil excusas, y ese apretón tan simple significaba que le quería, a su modo pero le quería. Era un caso perdido, ganarse la confianza absoluta del menor era tan imposible como una nevada en pleno verano. De alguna manera hallaría la forma de resignarse y dejarle partir, si bien significaría arrancar parte del escocés. Increíble que en unas pocas horas decidiera que era lo que quería.
-Eres importante para mí -concluyó soltando su hombro y dejando caer la mano con desgana. ¿Cómo demostrarle que hablaba con la verdad? Lo dejó pasar la noche en casa, en una plácida cama, le permitió saborear los lujos que él tenía el privilegio de gozar, le permitió abrirse paso haciendo uso de sus talentos. Aún le quedaban opciones, entre ellas demostrarle que no todos los seres en este mundo son tan insensibles como su hermano, tan poco responsables de los sentimientos que generan en los demás, de la influencia que tienen sobre otros.
Agachó la mirada tomando un poco de valor, era un hombre hecho y derecho, el temor no tenía cabida en su interior. Le sonrió mirándole con las cejas alzadas, pidiendo su perdón y restando importancia a su ridícula rabieta. Las cosas estaban muy claras para Nolan, el problema era el modo en que dejaría caer la bomba al chiquillo que aprendió únicamente a desconfiar.
-Lo lamento -soltó junto con un suspiro pesado, resignado -. No debí hacer ese comentario, más por mí que por ti -puso los ojos en blanco, ¿qué diablos le sucedía? Todo lo que salía de su boca sonaba tan mal formulado que sus verdaderas intenciones no salían como debían -. Quiero decir… no sé ni qué quiero decir, no quiero que nadie más te tenga, que nadie te mire como yo te miro ni te toque como yo te toco, eres… -alzó las manos, exasperado consigo mismo. Hablaba de más, debía callar de una vez.
Apoyó la mano en su hombro apretando ligeramente. Entre los escoceses más valía un gesto que mil excusas, y ese apretón tan simple significaba que le quería, a su modo pero le quería. Era un caso perdido, ganarse la confianza absoluta del menor era tan imposible como una nevada en pleno verano. De alguna manera hallaría la forma de resignarse y dejarle partir, si bien significaría arrancar parte del escocés. Increíble que en unas pocas horas decidiera que era lo que quería.
-Eres importante para mí -concluyó soltando su hombro y dejando caer la mano con desgana. ¿Cómo demostrarle que hablaba con la verdad? Lo dejó pasar la noche en casa, en una plácida cama, le permitió saborear los lujos que él tenía el privilegio de gozar, le permitió abrirse paso haciendo uso de sus talentos. Aún le quedaban opciones, entre ellas demostrarle que no todos los seres en este mundo son tan insensibles como su hermano, tan poco responsables de los sentimientos que generan en los demás, de la influencia que tienen sobre otros.
Agachó la mirada tomando un poco de valor, era un hombre hecho y derecho, el temor no tenía cabida en su interior. Le sonrió mirándole con las cejas alzadas, pidiendo su perdón y restando importancia a su ridícula rabieta. Las cosas estaban muy claras para Nolan, el problema era el modo en que dejaría caer la bomba al chiquillo que aprendió únicamente a desconfiar.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 117
Fecha de inscripción : 18/09/2014
Re: Scappare sarebbe un peccato ~ Nolan McLeod +18
Cuando el escocés pareció regresar al presente, Guido alzó una de las cejas, como si le reprochara la falta de atención momentánea. Sin embargo, no se pronunció oralmente al respecto y escuchó lo que el contrario tuviera que decir.
En cuanto empezaron a sonar las palabras, el italiano no pudo más que arrugar la frente sin comprender nada de lo que alcanzaba llegar a sus oídos. ¿De qué estaba hablando? Primero pidió perdón, y creyendo que se refería al hecho de haberse ido a saber dónde con el pensamiento, a punto estuvo de aceptar sus disculpas, cuando de pronto prosiguió con cosas sin sentido alguno. ¿Más que por qué de qué? O Nolan estaba usando frases complejas expresamente o había perdido la capacidad de formar oraciones coherentes. Fuera lo que fuere, no se estaba enterando de la misa la mitad.
Y entonces llegó la parte final. Aquella sí que la comprendió, aunque no le encontró sentido, igualmente. ¿A qué venía esa posesividad repentina? Se conocían de hacía menos de veinticuatro horas. Se habían encontrado por primera vez en los aseos de un restaurante, mientras el joven se masturbaba esperando que alguien entrara por la puerta y le pillara in fraganti. Podría haber sido cualquiera, pero la casualidad hizo que esa persona fuera el escocés. Un hombre atractivo, con porte y que le había follado como nunca nadie lo hizo jamás. Le hizo estremecer de puro placer y, aunque se había empeñado en tratarlo con ternura en ciertos momentos, más tarde le demostró lo salvaje que podía ser. Pero ahora, de repente, y después de aclararle que jamás sería el plato principal de su comida, sino que siempre quedaría relegado a un acompañamiento, ¿le decía que no quería que nadie más le mirase o tocase? ¿Era una broma?
Abrió la boca para ir a contestarle, cuando de pronto notó el peso de su gran y varonil mano sobre el hombro. La miró y luego resiguió toda la largura del brazo hasta que pudo vislumbrar bien el rostro de su dueño. Sus ojos se empequeñecieron ligeramente al intensificar su mirada y apretó los labios, conteniendo un cúmulo de palabras que, por una vez, consideró sería bueno reprimir, al menos por unos instantes. Sin embargo, en cuanto le escuchó decir aquello último, ya no pudo retener su lengua que parecía envenenarle la boca.
-Sí, claro. Tan importante que, ja ja, en cuanto te cases me encadenarás a tu cama y dejarás que me arrugue en soledad, ¿cierto? O tal vez vengas a visitarme a la alcoba en los días festivos o cuando haya luna llena, ¿no?
El enojo era más que evidente en sus palabras, en la tensión de su cuerpo, en la postura de sus hombros que parecían estirados por unos invisibles hilos hacia atrás. La vena de su cuello había crecido mínimamente, pero lo suficiente como para que se percibiera a simple vista. Y su lengua... casi la podía oír sisear, temblorosa sobre la cama que era su mandíbula. No sabía de dónde salía todo aquello, no se lo había parado a pensar. Simplemente había dado rienda suelta a sus sentimientos, fueran los que fueran.
En cuanto empezaron a sonar las palabras, el italiano no pudo más que arrugar la frente sin comprender nada de lo que alcanzaba llegar a sus oídos. ¿De qué estaba hablando? Primero pidió perdón, y creyendo que se refería al hecho de haberse ido a saber dónde con el pensamiento, a punto estuvo de aceptar sus disculpas, cuando de pronto prosiguió con cosas sin sentido alguno. ¿Más que por qué de qué? O Nolan estaba usando frases complejas expresamente o había perdido la capacidad de formar oraciones coherentes. Fuera lo que fuere, no se estaba enterando de la misa la mitad.
Y entonces llegó la parte final. Aquella sí que la comprendió, aunque no le encontró sentido, igualmente. ¿A qué venía esa posesividad repentina? Se conocían de hacía menos de veinticuatro horas. Se habían encontrado por primera vez en los aseos de un restaurante, mientras el joven se masturbaba esperando que alguien entrara por la puerta y le pillara in fraganti. Podría haber sido cualquiera, pero la casualidad hizo que esa persona fuera el escocés. Un hombre atractivo, con porte y que le había follado como nunca nadie lo hizo jamás. Le hizo estremecer de puro placer y, aunque se había empeñado en tratarlo con ternura en ciertos momentos, más tarde le demostró lo salvaje que podía ser. Pero ahora, de repente, y después de aclararle que jamás sería el plato principal de su comida, sino que siempre quedaría relegado a un acompañamiento, ¿le decía que no quería que nadie más le mirase o tocase? ¿Era una broma?
Abrió la boca para ir a contestarle, cuando de pronto notó el peso de su gran y varonil mano sobre el hombro. La miró y luego resiguió toda la largura del brazo hasta que pudo vislumbrar bien el rostro de su dueño. Sus ojos se empequeñecieron ligeramente al intensificar su mirada y apretó los labios, conteniendo un cúmulo de palabras que, por una vez, consideró sería bueno reprimir, al menos por unos instantes. Sin embargo, en cuanto le escuchó decir aquello último, ya no pudo retener su lengua que parecía envenenarle la boca.
-Sí, claro. Tan importante que, ja ja, en cuanto te cases me encadenarás a tu cama y dejarás que me arrugue en soledad, ¿cierto? O tal vez vengas a visitarme a la alcoba en los días festivos o cuando haya luna llena, ¿no?
El enojo era más que evidente en sus palabras, en la tensión de su cuerpo, en la postura de sus hombros que parecían estirados por unos invisibles hilos hacia atrás. La vena de su cuello había crecido mínimamente, pero lo suficiente como para que se percibiera a simple vista. Y su lengua... casi la podía oír sisear, temblorosa sobre la cama que era su mandíbula. No sabía de dónde salía todo aquello, no se lo había parado a pensar. Simplemente había dado rienda suelta a sus sentimientos, fueran los que fueran.
Última edición por Guido Abbiati el Sáb Nov 01, 2014 4:55 am, editado 1 vez
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Localización : Mansión McLeod
Re: Scappare sarebbe un peccato ~ Nolan McLeod +18
Suponía que entendería su situación. Suponía que la tomaría con la misma ligereza con que tomó temas anteriores. Suponía que no le importaría. Suponía mal. Por un largo rato no emitió ni un solo sonido, ni se movió ni apartó la mirada de los ojos castaños ajenos. Veía una chispa extraña en él y, extraordinariamente, le hizo feliz al mismo tiempo que lo dejaba desconcertado. Pronto comprendió de qué hablaba, de un estúpido comentario al que no dio importancia, una broma de mal gusto.
-¿Es ese el problema, que busco una esposa? Oh, Dios… -sonriendo de alivio y placer mezclados lo tomó del rostro con ambas manos firmemente a sabiendas de que era muy capaz de rehusar su tacto -¿Te molesta que quiera estar con alguien más? ¿Crees que permitiré que pase otra vez algo como lo que sucedió con tu hermano? No soy así, ya deberías haberlo entendido.
Tan difícil decirlo cuando era conocimiento de todos lo absurdo que resultaba aceptarse enamorado de alguien sin conocer más que pequeños eventos de su personalidad y su vida, que esas cosas pasaban en las novelas románticas y nada más, nunca en la vida real. Lo cierto era que estaba equivocado. Primero fue una atracción sexual, después estética, después… después simplemente fue incapaz de pensarse lejos de él, de su boca, de sus ojos, de sus manos. Imaginar que no escucharía su voz suave y erótica o ese modo de alzar una ceja cuando pensaba cosas que no se transformaban en palabras resultaba deprimente. Por todos los cielos, era tan claro.
-No quiero que nadie más te toque, he dicho que eres importante para mí y es verdad. Te… te quiero -alzó las cejas, sorprendido de haberlo dicho. No era el final de su lucha, el chico se negaría a aceptar las cosas tantas veces como pudiera, tendría que hacérselo entrar en su cabecita a base de tercos intentos. Sentía los vellos rasposos de su rostro bajo las palmas de sus manos y hasta ese momento se detuvo a pensar en él como un hombre y no como un chiquillo. Además, el tema de su mortalidad… se quitó ese pensamiento de la cabeza desapareciendo la distancia entre ambos con un beso muy distinto al último que compartieron. Fue tierno, cuidadoso, exigente y al mismo tiempo generoso, guió los brazos del otro haciendo que le abrazara íntimamente. Dios, la sensación era celestial, lo más cercano a la felicidad plena, como estar en su amado hogar. En resumen, no era que Guido perteneciera al escocés, sino viceversa.
-¿Es ese el problema, que busco una esposa? Oh, Dios… -sonriendo de alivio y placer mezclados lo tomó del rostro con ambas manos firmemente a sabiendas de que era muy capaz de rehusar su tacto -¿Te molesta que quiera estar con alguien más? ¿Crees que permitiré que pase otra vez algo como lo que sucedió con tu hermano? No soy así, ya deberías haberlo entendido.
Tan difícil decirlo cuando era conocimiento de todos lo absurdo que resultaba aceptarse enamorado de alguien sin conocer más que pequeños eventos de su personalidad y su vida, que esas cosas pasaban en las novelas románticas y nada más, nunca en la vida real. Lo cierto era que estaba equivocado. Primero fue una atracción sexual, después estética, después… después simplemente fue incapaz de pensarse lejos de él, de su boca, de sus ojos, de sus manos. Imaginar que no escucharía su voz suave y erótica o ese modo de alzar una ceja cuando pensaba cosas que no se transformaban en palabras resultaba deprimente. Por todos los cielos, era tan claro.
-No quiero que nadie más te toque, he dicho que eres importante para mí y es verdad. Te… te quiero -alzó las cejas, sorprendido de haberlo dicho. No era el final de su lucha, el chico se negaría a aceptar las cosas tantas veces como pudiera, tendría que hacérselo entrar en su cabecita a base de tercos intentos. Sentía los vellos rasposos de su rostro bajo las palmas de sus manos y hasta ese momento se detuvo a pensar en él como un hombre y no como un chiquillo. Además, el tema de su mortalidad… se quitó ese pensamiento de la cabeza desapareciendo la distancia entre ambos con un beso muy distinto al último que compartieron. Fue tierno, cuidadoso, exigente y al mismo tiempo generoso, guió los brazos del otro haciendo que le abrazara íntimamente. Dios, la sensación era celestial, lo más cercano a la felicidad plena, como estar en su amado hogar. En resumen, no era que Guido perteneciera al escocés, sino viceversa.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/09/2014
Re: Scappare sarebbe un peccato ~ Nolan McLeod +18
¿A qué venía que sonriera después de lo que le acababa de decir? ¿Se burlaba de él? Su ceño se arrugó aún más y sus ojos se entornaron hasta prácticamente cerrarse por completo. Apretó sus labios en una mueca al tiempo que el escocés le sostenía la cara con ambas manos y lo suyo le costó no morderle por alguna necesidad desconocida. No le gustaba que le tomaran el pelo, ni creía en tonterías como la lealtad y el arrepentimiento. Lucca había sido un buen profesor para muchas más cosas que el sexo, aunque lo hubiera hecho sin querer, o tal vez queriendo pero disimulándolo estupendamente.
No le molestaba que quisiera estar con alguien más, podía casarse si le daba la maldita gana, pero que no lo arrastrara a él en todo el lío. ¿Por qué tenían que buscar siempre más allá? ¿A caso no era suficientemente bueno en la cama? Eso era imposible, lo sabía. Era un amante excelente y podía adoptar actitudes diversas según la situación. Aquello quedaba descartado. ¿Entonces qué era? ¿Tal vez le faltaba algo distinto? ¿Era como un muñeco roto? Sí, aquello tenía sentido. La gente siempre buscaba un vínculo más allá del corporal, algo que les uniera en una falsa ilusión de algo hermoso, del amor. Y el italiano, bueno, simplemente era incapaz de tal hazaña. ¿Cómo podía alguien que no creía en algo, sentirlo? Era como pedirle a un ateo que sintiera a Dios. Absurdo.
Su mirada se veía perdida en unas profundidades oscuras, un lugar al que nadie más que él podía acceder. Sus pensamientos más negativos, sus recuerdos de un tiempo en el que su hermano le prometiera cuidar de él, estar siempre juntos y protegerle de lo que dijeran las malas lenguas, por mucho que Guido insistiera en que la opinión de los demás no le importaba. Un momento en el tiempo que en su día se le antojó efímero, pero que con el paso de los meses, se volvió eterno. No por la felicidad que le rememoraba, sino por el peso que causaba sobre su espíritu.
El nuevo hilo de palabras ajenas le sacó de allí como una red de pesca en pleno mar al atrapar un millar de sardinas. Se sintió perdido, desubicado, atolondrado e incluso se le resecó la garganta. Sus pupilas se redujeron al enfocar el rostro de Nolan y centrarse una vez más en el presente, sintiendo que sus palabras lo golpearon con fuerza. ¿Querer? Le resultó incluso imposible reír, a pesar de que una ínfima parte de su ser lo deseaba, pero otra quiso acallar la ahogada carcajada y la dejó resonando en el eco de su pensamiento, que parecía flotar en una espesa niebla.
Notó los labios del contrario tomar los suyos, más su cuerpo se mantuvo quieto, no paralizado, pero carente de energía para algo más que sostenerle en pie. Sin embargo, poco a poco, fue como si el aliento del cambiante le retornara a la vida. Su piel se erizó con una sensación extraña y un hormigueo distinto al del entumecimiento le recorrió cada músculo del cuerpo, incluido el cerebro. Las imágenes de su mente se desplomaron de repente y ya no pensó en nada, simplemente dejó que el escocés le colocara los brazos y cerró los ojos, permitiendo que su enfadada mirada se desvaneciera bajo la tranquilidad de sus párpados.
No le molestaba que quisiera estar con alguien más, podía casarse si le daba la maldita gana, pero que no lo arrastrara a él en todo el lío. ¿Por qué tenían que buscar siempre más allá? ¿A caso no era suficientemente bueno en la cama? Eso era imposible, lo sabía. Era un amante excelente y podía adoptar actitudes diversas según la situación. Aquello quedaba descartado. ¿Entonces qué era? ¿Tal vez le faltaba algo distinto? ¿Era como un muñeco roto? Sí, aquello tenía sentido. La gente siempre buscaba un vínculo más allá del corporal, algo que les uniera en una falsa ilusión de algo hermoso, del amor. Y el italiano, bueno, simplemente era incapaz de tal hazaña. ¿Cómo podía alguien que no creía en algo, sentirlo? Era como pedirle a un ateo que sintiera a Dios. Absurdo.
Su mirada se veía perdida en unas profundidades oscuras, un lugar al que nadie más que él podía acceder. Sus pensamientos más negativos, sus recuerdos de un tiempo en el que su hermano le prometiera cuidar de él, estar siempre juntos y protegerle de lo que dijeran las malas lenguas, por mucho que Guido insistiera en que la opinión de los demás no le importaba. Un momento en el tiempo que en su día se le antojó efímero, pero que con el paso de los meses, se volvió eterno. No por la felicidad que le rememoraba, sino por el peso que causaba sobre su espíritu.
El nuevo hilo de palabras ajenas le sacó de allí como una red de pesca en pleno mar al atrapar un millar de sardinas. Se sintió perdido, desubicado, atolondrado e incluso se le resecó la garganta. Sus pupilas se redujeron al enfocar el rostro de Nolan y centrarse una vez más en el presente, sintiendo que sus palabras lo golpearon con fuerza. ¿Querer? Le resultó incluso imposible reír, a pesar de que una ínfima parte de su ser lo deseaba, pero otra quiso acallar la ahogada carcajada y la dejó resonando en el eco de su pensamiento, que parecía flotar en una espesa niebla.
Notó los labios del contrario tomar los suyos, más su cuerpo se mantuvo quieto, no paralizado, pero carente de energía para algo más que sostenerle en pie. Sin embargo, poco a poco, fue como si el aliento del cambiante le retornara a la vida. Su piel se erizó con una sensación extraña y un hormigueo distinto al del entumecimiento le recorrió cada músculo del cuerpo, incluido el cerebro. Las imágenes de su mente se desplomaron de repente y ya no pensó en nada, simplemente dejó que el escocés le colocara los brazos y cerró los ojos, permitiendo que su enfadada mirada se desvaneciera bajo la tranquilidad de sus párpados.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Re: Scappare sarebbe un peccato ~ Nolan McLeod +18
Millares de emociones chocaban unas contra las otras queriendo abrirse paso, al igual que las sensaciones. Justo como la noche anterior, sintió un ligero cosquilleo, casi imperceptible, pero que anunciaba el derrumbe de todas sus barreras y el peligro de perder su forma humana; no sucedió. Se ancló al hecho de estar siendo abrazado por el italiano, a que sus bocas eran el medio de subsistir por ese pequeño instante de sus vidas. Rodeó su cuerpo evitando tocar la zona lastimada de su espalda, dándole y dándose soporte, de lo contrario sus piernas flaquearían.
Muy despacio, temiendo alejarse de esos carnosos labios, fue separándose de su boca. Ocultó el rostro en la curvatura de su cuello mordisqueando ligeramente, con una sonrisa que, de haberla visto el italiano, la habría catalogado de estúpida. No había palabras, no hacían falta ahora que se desnudó de una forma diferente y le mostraba lo que en verdad sucedía dentro de su cabeza. Tras unos largos segundos en que permanecieron inmóviles y juntos, alzó la cabeza y le sonrió hundiéndose en la profundidad de sus ojos oscuros. Se hallaban a mitad del jardín, si algún criado no los vio sería porque eran ciegos, y eso en verdad le tenía sin cuidado.
-Tal vez deberíamos buscar un lugar con más privacidad -se rascó la barba, nervioso de tener que afrontar las consecuencias del íntimo instante que compartieron. Jamás se arrepentiría de tratarlo de esa manera, de quererlo de tal modo que resultara doloroso herirlo incluso si no lo hacía a propósito, como el comentario en el que expresaba, a modo de broma, que sería el segundo, cuando los hechos expresaban lo contrario.
Miró alrededor en busca de un sitio cómodo para ellos dos. No tenía muchos lugares dónde esconderse en un jardín que eligió expresamente por su diseño abierto. Por la hora, los establos probablemente estuviesen atiborrados de mozos cepillando a los animales, ni hablar de volver adonde estaban. La sala de música podría funcionar, pero echaría en menos la sensación de libertad. Se maldijo por lastimarlo tanto durante la noche, no tendría el dilema de los sitios aptos y los no aptos para Guido.
-Bueno, muchacho, tenemos pocas opciones. ¿Tienes ganas de algo en especial? -si no, siempre podían echarse juntos en el césped y hacer absolutamente nada.
Muy despacio, temiendo alejarse de esos carnosos labios, fue separándose de su boca. Ocultó el rostro en la curvatura de su cuello mordisqueando ligeramente, con una sonrisa que, de haberla visto el italiano, la habría catalogado de estúpida. No había palabras, no hacían falta ahora que se desnudó de una forma diferente y le mostraba lo que en verdad sucedía dentro de su cabeza. Tras unos largos segundos en que permanecieron inmóviles y juntos, alzó la cabeza y le sonrió hundiéndose en la profundidad de sus ojos oscuros. Se hallaban a mitad del jardín, si algún criado no los vio sería porque eran ciegos, y eso en verdad le tenía sin cuidado.
-Tal vez deberíamos buscar un lugar con más privacidad -se rascó la barba, nervioso de tener que afrontar las consecuencias del íntimo instante que compartieron. Jamás se arrepentiría de tratarlo de esa manera, de quererlo de tal modo que resultara doloroso herirlo incluso si no lo hacía a propósito, como el comentario en el que expresaba, a modo de broma, que sería el segundo, cuando los hechos expresaban lo contrario.
Miró alrededor en busca de un sitio cómodo para ellos dos. No tenía muchos lugares dónde esconderse en un jardín que eligió expresamente por su diseño abierto. Por la hora, los establos probablemente estuviesen atiborrados de mozos cepillando a los animales, ni hablar de volver adonde estaban. La sala de música podría funcionar, pero echaría en menos la sensación de libertad. Se maldijo por lastimarlo tanto durante la noche, no tendría el dilema de los sitios aptos y los no aptos para Guido.
-Bueno, muchacho, tenemos pocas opciones. ¿Tienes ganas de algo en especial? -si no, siempre podían echarse juntos en el césped y hacer absolutamente nada.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: Scappare sarebbe un peccato ~ Nolan McLeod +18
Permaneció con los ojos cerrados varios segundos después de que el escocés se separara de sus labios. No tenía ni idea de cuánto rato había durado aquel beso, había perdido toda capacidad de razonar durante aquel espacio de tiempo, como si de pronto el mundo entero se hubiese detenido. Incluso los pájaros habían dejado de trinar y los caballos ya no relinchaban en el establo. El viento no soplaba con calma, acariciando su piel, ni el suave olor de las plantas salvajes alcanzaba su olfato.
Para cuando sus párpados se despegaron con dificultad, su enojo parecía haberse esfumado. Por un instante, ni si quiera recordaba haber estado enojado, de hecho. Descargó todo el aire contenido en sus pulmones con un sonoro y pesado suspiro, al tiempo que su mente se reactivaba.
El escocés se encontraba entonces apegado a él, provocándole un cosquilleo en la curvatura del cuello. Se le erizó nuevamente la piel y se estremeció levemente, al tiempo que se apartaba, dando un paso hacia atrás. Dejó que sus pupilas se adaptaran nuevamente a la luz del sol y fijó la mirada en las orbes ajenas. Su ceño ya no estaba fruncido y sus ojos no se veían rasgadas en señal de enfado. Ahora se sentía confuso. ¿Qué le había sucedido? El por qué de su cabreo le había venido de nuevo a la cabeza, pero no alcanzaba comprender el motivo de su apaciguamiento posterior.
Escuchó las palabras ajenas, que permanecieron flotando en el aire un breve momento, antes de se absorbidas por su cerebro y cobrar sentido. ¿Privacidad para qué? No le apetecía discutir de nuevo... no tenía fuerzas para ello, ni ganas.
-¿Por qué tenemos que ir a otro sitio? Aquí se está bien.
El tono de su voz sonó más bajo de lo normal, pero no como un susurro, simplemente una décima más grave. Centró su interés en los gestos del cambiante, hasta que por fin volvió a sentirse a pleno rendimiento, sin motivo alguno aparente. Recordó cuando el contrario hiciera mención al hecho de quererle e inmediatamente supo que no le creía. Podía decir cuanto quisiera, escribirle incluso poemas, que nada cambiaría la naturaleza humana. Porque sí, si se trataba de razonar sobre el amor, le convenía olvidar que Nolan no era una persona normal, sino que tenía parte de can, un animal noble, confiable y capaz de querer incondicionalmente. Sin embargo, no volvió a la carga con el tema. Le apetecía relajarse, como si llevara toda la vida de pie en tensión y al fin le ofrecieran una silla.
Para cuando sus párpados se despegaron con dificultad, su enojo parecía haberse esfumado. Por un instante, ni si quiera recordaba haber estado enojado, de hecho. Descargó todo el aire contenido en sus pulmones con un sonoro y pesado suspiro, al tiempo que su mente se reactivaba.
El escocés se encontraba entonces apegado a él, provocándole un cosquilleo en la curvatura del cuello. Se le erizó nuevamente la piel y se estremeció levemente, al tiempo que se apartaba, dando un paso hacia atrás. Dejó que sus pupilas se adaptaran nuevamente a la luz del sol y fijó la mirada en las orbes ajenas. Su ceño ya no estaba fruncido y sus ojos no se veían rasgadas en señal de enfado. Ahora se sentía confuso. ¿Qué le había sucedido? El por qué de su cabreo le había venido de nuevo a la cabeza, pero no alcanzaba comprender el motivo de su apaciguamiento posterior.
Escuchó las palabras ajenas, que permanecieron flotando en el aire un breve momento, antes de se absorbidas por su cerebro y cobrar sentido. ¿Privacidad para qué? No le apetecía discutir de nuevo... no tenía fuerzas para ello, ni ganas.
-¿Por qué tenemos que ir a otro sitio? Aquí se está bien.
El tono de su voz sonó más bajo de lo normal, pero no como un susurro, simplemente una décima más grave. Centró su interés en los gestos del cambiante, hasta que por fin volvió a sentirse a pleno rendimiento, sin motivo alguno aparente. Recordó cuando el contrario hiciera mención al hecho de quererle e inmediatamente supo que no le creía. Podía decir cuanto quisiera, escribirle incluso poemas, que nada cambiaría la naturaleza humana. Porque sí, si se trataba de razonar sobre el amor, le convenía olvidar que Nolan no era una persona normal, sino que tenía parte de can, un animal noble, confiable y capaz de querer incondicionalmente. Sin embargo, no volvió a la carga con el tema. Le apetecía relajarse, como si llevara toda la vida de pie en tensión y al fin le ofrecieran una silla.
Última edición por Guido Abbiati el Sáb Nov 01, 2014 12:29 pm, editado 1 vez
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Re: Scappare sarebbe un peccato ~ Nolan McLeod +18
A nada estuvo de soltar una carcajada totalmente inapropiada cuando el chico se alejó. Tan predecible resultaba que era casi divertido, y al mismo tiempo le dolía que buscara distancia entre ambos. Iba a costarle mucho trabajo, pero tenían la vida entera. Desvió la mirada hacia el bosque. Un muro no muy alto y totalmente escondido entre arbustos y enredaderas era lo único que los separaba de la absoluta libertad.
-Tienes razón, no hay mejor lugar para estar -las manos aún le vibraban con ese cosquilleo tan familiar, era como si deseara sentirse en contacto con su naturaleza salvaje a causa de un instinto desconocido hasta el momento, de tal forma que nada sería complejo, jamás sentiría soledad ni necesidad de traducir a palabras lo que le sucedía en el interior. Exhaló un profundo suspiro y terminó por acostarse en sobre la hierba, con los ojos cerrados. La frescura de ésta se le antojaba balsámica en el momento en que más necesitaba alivio, cuando su única cura permanecía dudando de su lealtad.
Al momento de acomodarse, llevó al italiano con él, obligándole a echarse recargado sobre su amplio pecho. Pasó los dedos distraídamente por su corto cabello. La posición podría haber sido más cómoda de no tener el chico la espalda aún tan dolorida. Nota mental: no volver a ser tan bruto. Y seguro se encontraba de que jamás en la vida se repetiría algo como lo que le hizo en un intento de acallar las voces que ahora gritaban la verdad.
-Sé que no me crees -comenzó, con voz baja y grave, en un tono íntimo -, pero no significa que voy a rendirme, aunque deba pasar sobre tu orgullo como tú has pasado sobre el mío, pero aprenderás -el tono paternal usado mostraba tal seguridad sobre su futuro éxito que nadie dudaría de la veracidad de sus palabras. El cuerpo del menor demostró en más de una ocasión que le gustaba ser atendido a la manera del escocés . Y, si decides que no es lo que deseas, supongo que no me quedará más opción que respetarte -y permitir que fuera en busca de otros amantes. Por supuesto no lo expresó de ese modo o volvería a sentir esa puñalada en el abdomen, mezcla de rencor y celos. Jamás supo cómo era provocar eso en alguien más, jamás se le fue dicho con claridad. Tratar a un ser humano como una posesión material era una aberración, ¿cómo podía sentir algo tan horrible? Era libre, le fue enseñado que Dios otorgó al hombre el libre albedrío… pero Dios mismo ataba al hombre a su voluntad y si éste lo retaba obtendría un castigo. Entonces, ¿cuál era la respuesta? Lo más simple, por supuesto: deshacerse de quien pusiera un dedo sobre el humano sobre su pecho.
-Tienes razón, no hay mejor lugar para estar -las manos aún le vibraban con ese cosquilleo tan familiar, era como si deseara sentirse en contacto con su naturaleza salvaje a causa de un instinto desconocido hasta el momento, de tal forma que nada sería complejo, jamás sentiría soledad ni necesidad de traducir a palabras lo que le sucedía en el interior. Exhaló un profundo suspiro y terminó por acostarse en sobre la hierba, con los ojos cerrados. La frescura de ésta se le antojaba balsámica en el momento en que más necesitaba alivio, cuando su única cura permanecía dudando de su lealtad.
Al momento de acomodarse, llevó al italiano con él, obligándole a echarse recargado sobre su amplio pecho. Pasó los dedos distraídamente por su corto cabello. La posición podría haber sido más cómoda de no tener el chico la espalda aún tan dolorida. Nota mental: no volver a ser tan bruto. Y seguro se encontraba de que jamás en la vida se repetiría algo como lo que le hizo en un intento de acallar las voces que ahora gritaban la verdad.
-Sé que no me crees -comenzó, con voz baja y grave, en un tono íntimo -, pero no significa que voy a rendirme, aunque deba pasar sobre tu orgullo como tú has pasado sobre el mío, pero aprenderás -el tono paternal usado mostraba tal seguridad sobre su futuro éxito que nadie dudaría de la veracidad de sus palabras. El cuerpo del menor demostró en más de una ocasión que le gustaba ser atendido a la manera del escocés . Y, si decides que no es lo que deseas, supongo que no me quedará más opción que respetarte -y permitir que fuera en busca de otros amantes. Por supuesto no lo expresó de ese modo o volvería a sentir esa puñalada en el abdomen, mezcla de rencor y celos. Jamás supo cómo era provocar eso en alguien más, jamás se le fue dicho con claridad. Tratar a un ser humano como una posesión material era una aberración, ¿cómo podía sentir algo tan horrible? Era libre, le fue enseñado que Dios otorgó al hombre el libre albedrío… pero Dios mismo ataba al hombre a su voluntad y si éste lo retaba obtendría un castigo. Entonces, ¿cuál era la respuesta? Lo más simple, por supuesto: deshacerse de quien pusiera un dedo sobre el humano sobre su pecho.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: Scappare sarebbe un peccato ~ Nolan McLeod +18
Enarcó ambas cejas al ver que el escocés se recostaba sobre la hierba. ¿Esperaba que él hiciera lo mismo? Porque ni de lejos tenía semejante intención, no con el dolor que sabía acuciaría su espalda en cuanto ésta se posara contra la fresca hierba. Quiso decirle que estaba loco si se creía que iba a tumbarse allí con él, que se olvidara del tema y que ya se verían luego si le apetecía, porque él volvía a entrar en la casa para simplemente tumbarse boca abajo en la cama o pasear por el lugar y curiosear un poco. Lo primero le apetecía más, pero no quería sentirse un inútil sin nada que hacer por más tiempo. Seis meses habían sido más que suficiente. Pero a pesar de todo aquello que cruzó su mente en un sencillo segundo, no lo llegó a vocalizar, puesto que Nolan le obligó a recostarse boca abajo contra su torso. Al final resultó, que sí había sido consciente de su estado... y el italiano sintió un pinchazo de culpabilidad por haber dudado de él.
Se acomodó en la nueva posición, mordiéndose el labio para no quejarse. No tenía derecho a reprocharle nada ahora, ya que el que había pensado mal, había sido él mismo. Pero eran sus defensas, su manera de ser. No podía ni quería cambiar, ya que gracias a esa barrera invisible de desconfianza, era que seguí vivo y no había sometido a su mente a la locura, como hiciera aquella mujer que conociera una vez. Una dama siempre sonriente y elegante, una vecina en su amada Sicilia. Pero que un buen día, tras ser abandonada por su marido, perdió todo capacidad de raciocinio e intentó arrebatarle la vida a sus propios hijos para librarlos del hecho de crecer sin un padre. Aunque todo fue un acto puramente egoísta, ya que la que era incapaz de seguir adelante sin aquel hombre, era ella misma.
Regresó al presente, al momento en el que yacía sobre el cuerpo del cambiante que respiraba pesadamente y con tranquilidad. Sus palabras resonaban dentro de su gran caja torácica, llevando breves temblores cosquilleantes contra la piel de Guido. El contrario parecía sumamente convencido del desenlace de la historia. Creía que le haría sucumbir a sus dulces palabras y sus tiernos gestos de entrega. Pero el joven moreno llevaba mucho tiempo desconfiando de la pureza de los sentimientos, y ya era demasiado tarde para hacerle cambiar de opinión.
-Antes aprenderé a volar.
Sentenció como si retara al hombre que le sostenía entre sus brazos. No iba a negar que se sintiera bien ahí, que el calor que desprendía su cuerpo le reconfortaba y que el roce de las viriles manos del escocés contra su piel tibia y algo resentida, le aliviaban. Pero eso distaba mucho del hecho de lograr que creyera en algo tan intangible como la ilusión de una fábula.
Aún así, por el momento no tenía intención alguna de buscarse amantes en otra parte. La mayoría de veces la cosa no salía nada bien y al menos con Nolan, a parte de sentirse plenamente satisfecho en el terreno carnal, podría tener un lugar agradable en el que quedarse, junto con una posibilidad de abandonar la vida ociosa y retomar el mundo laboral.
Se acomodó en la nueva posición, mordiéndose el labio para no quejarse. No tenía derecho a reprocharle nada ahora, ya que el que había pensado mal, había sido él mismo. Pero eran sus defensas, su manera de ser. No podía ni quería cambiar, ya que gracias a esa barrera invisible de desconfianza, era que seguí vivo y no había sometido a su mente a la locura, como hiciera aquella mujer que conociera una vez. Una dama siempre sonriente y elegante, una vecina en su amada Sicilia. Pero que un buen día, tras ser abandonada por su marido, perdió todo capacidad de raciocinio e intentó arrebatarle la vida a sus propios hijos para librarlos del hecho de crecer sin un padre. Aunque todo fue un acto puramente egoísta, ya que la que era incapaz de seguir adelante sin aquel hombre, era ella misma.
Regresó al presente, al momento en el que yacía sobre el cuerpo del cambiante que respiraba pesadamente y con tranquilidad. Sus palabras resonaban dentro de su gran caja torácica, llevando breves temblores cosquilleantes contra la piel de Guido. El contrario parecía sumamente convencido del desenlace de la historia. Creía que le haría sucumbir a sus dulces palabras y sus tiernos gestos de entrega. Pero el joven moreno llevaba mucho tiempo desconfiando de la pureza de los sentimientos, y ya era demasiado tarde para hacerle cambiar de opinión.
-Antes aprenderé a volar.
Sentenció como si retara al hombre que le sostenía entre sus brazos. No iba a negar que se sintiera bien ahí, que el calor que desprendía su cuerpo le reconfortaba y que el roce de las viriles manos del escocés contra su piel tibia y algo resentida, le aliviaban. Pero eso distaba mucho del hecho de lograr que creyera en algo tan intangible como la ilusión de una fábula.
Aún así, por el momento no tenía intención alguna de buscarse amantes en otra parte. La mayoría de veces la cosa no salía nada bien y al menos con Nolan, a parte de sentirse plenamente satisfecho en el terreno carnal, podría tener un lugar agradable en el que quedarse, junto con una posibilidad de abandonar la vida ociosa y retomar el mundo laboral.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Re: Scappare sarebbe un peccato ~ Nolan McLeod +18
No le apetecía hacer otra cosa que mimar el cabello del chico y torturar sus ojos mirando al cielo en busca de algo, lo que fuera que aliviara ese malestar en su pecho a punto de hacerle estallar en palabrería sin sentido. Su interior era turbio, pero el exterior demostraba todo lo contrario, relajado como se hallaba con la agradable sensación del peso del italiano. Pensó en su aroma, puramente humano, en su tacto, la piel suave y los músculos tensos, su sabor, el gusto salado del sudor al hacer el amor. Pensó, también, en llevarlo a Escocia, atravesar las montañas y avanzar hasta su isla. El clima tan diferente seguro le desagradaría, no todos estaban hechos para soportar constantes días grises y falta de lujos que en territorio francés no eran más que los medios para cubrir sus más básicas necesidades. La vida en su país seguía siendo muy diferente.
A pesar de los aspectos negativos no le costaba trabajo imaginar al italiano tocando el piano en su hogar, cerca de una chimenea encendida y con el permanente perfume de la tierra húmeda. Antes pensaba que ese lugar sería ocupado, sin lugar a dudas, por una dama de noble cuna. Ahora, con trabajo lograba ver a otro que no fuera Guido. Su madre muchas veces le advirtió de lo difícil que era, como cambiantes, controlar todos esos altibajos emocionales que, en muchas ocasiones, obligaban al individuo a aislarse o ser tan receloso como el muchacho, pero jamás le advirtió la fuerza con que sentían las cosas y nunca pudo entender cómo su padre se mantenía siempre estoico ante cualquier situación. Y ahora que los traía a su memoria, ¿aceptarían que el linaje terminara? Dispuesto estaba ya a rendirse en su búsqueda de estabilidad matrimonial y la necesidad, mas no deseo, de formar una familia que llevase con orgullo el apellido MacLeod. Siempre podría acoger algún chiquillo huérfano. Ese pensamiento le arrancó una sonrisa de la que no era consciente.
-Echo de menos el calor de Italia -comentó de repente, pues años atrás, cuando Guido tuviera apenas edad para caminar por cuenta propia, pasó unos meses en la histórica Roma. El ruido, las risas, la siempre presente pasión en sus habitantes lo cautivó. No creía en coincidencias, pero el hecho de adorar a un italiano cuando en su momento adoró a todos los italianos, no parecía precisamente un hecho al azar. Cabía la posibilidad de que él mismo, inconscientemente, hubiese estado buscando esa misma actitud aguerrida y fuerte que complementara la propia.
El acento cantarín del italiano le cautivó desde el inicio, esa mirada que pedir retos fue su perdición. Sus dedos se quedaron quietos tras varios minutos de acariciar el cabello del otro, perdido en esos recuerdos y la agradable tranquilidad que se respiraba alrededor de ambos.
A pesar de los aspectos negativos no le costaba trabajo imaginar al italiano tocando el piano en su hogar, cerca de una chimenea encendida y con el permanente perfume de la tierra húmeda. Antes pensaba que ese lugar sería ocupado, sin lugar a dudas, por una dama de noble cuna. Ahora, con trabajo lograba ver a otro que no fuera Guido. Su madre muchas veces le advirtió de lo difícil que era, como cambiantes, controlar todos esos altibajos emocionales que, en muchas ocasiones, obligaban al individuo a aislarse o ser tan receloso como el muchacho, pero jamás le advirtió la fuerza con que sentían las cosas y nunca pudo entender cómo su padre se mantenía siempre estoico ante cualquier situación. Y ahora que los traía a su memoria, ¿aceptarían que el linaje terminara? Dispuesto estaba ya a rendirse en su búsqueda de estabilidad matrimonial y la necesidad, mas no deseo, de formar una familia que llevase con orgullo el apellido MacLeod. Siempre podría acoger algún chiquillo huérfano. Ese pensamiento le arrancó una sonrisa de la que no era consciente.
-Echo de menos el calor de Italia -comentó de repente, pues años atrás, cuando Guido tuviera apenas edad para caminar por cuenta propia, pasó unos meses en la histórica Roma. El ruido, las risas, la siempre presente pasión en sus habitantes lo cautivó. No creía en coincidencias, pero el hecho de adorar a un italiano cuando en su momento adoró a todos los italianos, no parecía precisamente un hecho al azar. Cabía la posibilidad de que él mismo, inconscientemente, hubiese estado buscando esa misma actitud aguerrida y fuerte que complementara la propia.
El acento cantarín del italiano le cautivó desde el inicio, esa mirada que pedir retos fue su perdición. Sus dedos se quedaron quietos tras varios minutos de acariciar el cabello del otro, perdido en esos recuerdos y la agradable tranquilidad que se respiraba alrededor de ambos.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: Scappare sarebbe un peccato ~ Nolan McLeod +18
Sin percatarse si quiera, la respiración del italiano se fue relajando y empezó a acompasarse con la del contrario. Al tiempo que el ancho torso bajo su propio cuerpo se hinchaba, él expiraba y a continuación invertían los papeles. También podía notar las propias palpitaciones que no sólo resonaban en su cabeza, sino que parecían alcanzar hasta las yemas de sus dedos. El ambiente tranquilo, el día soleado, el sonido de los pájaros que volvían a trinar y la suave brisa que acariciaba sus revueltos cabellos, junto con los dedos del escocés.
Su mirada vagaba por allá donde alcanzaba su visión. Las briznas de hierba danzando al son del cálido aire parisino, el revolotear de algunas aves pequeñas que parecían arremolinarse alrededor de un pequeño charco en la distancia y las nubes al jugar a sombras chinescas en el pálido y azulado cielo.
La única frase que el contrario se dignó a pronunciar, le hizo despertar de su ensoñamiento, perdido en el momento eterno de una relajación agradable y única. Alzó el rostro, rozando con la mejilla sobre el pecho de Nolan e intentó buscar su mirada, a pesar de la dificultad en lograrlo, debido a la posición en la que ambos se encontraban.
-¿Has estado en Italia? ¿Dónde?
Su curiosidad nació de nuevo, apartando a un lado cualquier otro tipo de pensamiento. Intentó imaginarse al escocés en su país, caminando por las calles de su hermoso lugar natal. ¿Habría pisado Sicilia? Tal vez, incluso se podían haber cruzado en el pasado, sin ser ninguno de ellos consciente de tal acto.
-¿Cuándo fue? ¿Visitaste Sicilia?
Se sentía como un niño, ansioso por conocer las respuestas a tantas preguntas que se formularon en un sólo instante. Decidió incorporarse para poder verle bien, apoyando uno de los brazos sobre la hierba al hincar allí el codo. Mantuvo el resto del torso sobre el cuerpo ajeno y finalmente las pupilas de ambos se encontraron. Su mirada era profunda e intensa, con ese deje salvaje que destilaban siempre. No se daba cuenta de ello, pero se sentía sumamente atraído por lo que prometían aquellas orbes que parecían haber visto tantas cosas en el mundo.
Su mirada vagaba por allá donde alcanzaba su visión. Las briznas de hierba danzando al son del cálido aire parisino, el revolotear de algunas aves pequeñas que parecían arremolinarse alrededor de un pequeño charco en la distancia y las nubes al jugar a sombras chinescas en el pálido y azulado cielo.
La única frase que el contrario se dignó a pronunciar, le hizo despertar de su ensoñamiento, perdido en el momento eterno de una relajación agradable y única. Alzó el rostro, rozando con la mejilla sobre el pecho de Nolan e intentó buscar su mirada, a pesar de la dificultad en lograrlo, debido a la posición en la que ambos se encontraban.
-¿Has estado en Italia? ¿Dónde?
Su curiosidad nació de nuevo, apartando a un lado cualquier otro tipo de pensamiento. Intentó imaginarse al escocés en su país, caminando por las calles de su hermoso lugar natal. ¿Habría pisado Sicilia? Tal vez, incluso se podían haber cruzado en el pasado, sin ser ninguno de ellos consciente de tal acto.
-¿Cuándo fue? ¿Visitaste Sicilia?
Se sentía como un niño, ansioso por conocer las respuestas a tantas preguntas que se formularon en un sólo instante. Decidió incorporarse para poder verle bien, apoyando uno de los brazos sobre la hierba al hincar allí el codo. Mantuvo el resto del torso sobre el cuerpo ajeno y finalmente las pupilas de ambos se encontraron. Su mirada era profunda e intensa, con ese deje salvaje que destilaban siempre. No se daba cuenta de ello, pero se sentía sumamente atraído por lo que prometían aquellas orbes que parecían haber visto tantas cosas en el mundo.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Re: Scappare sarebbe un peccato ~ Nolan McLeod +18
Tantas preguntas y tan poco ánimo de dejarlo con la duda. Le sonrió apenas se encontraron sus ojos de nuevo y le rozó la mejilla con el dorso de la mano hasta tocar su labio inferior. Se mordió la lengua conteniendo de nuevo el ansia de contacto profundo entre ambos y sopesó las palabras con que respondería.
-No he tenido el placer de visitar Sicilia, me concentré en Roma y pasé un solo día en Nápoles, pero bastó para enamorarme -de hecho, durante años se cuestionó sobre su decisión de partir de Italia y proseguir con el viaje en lugar de quedarse -. Fue uno de mis primeros destinos lejos de mi hogar y lamento no haber permanecido más tiempo aunque, por más que quisiera haberte conocido allá, no habrías podido cruzarte conmigo porque seguro apenas aprendías a llamar a tu madre -trató de imaginar a Guido de pequeño, con esos ojos vivarachos y su sonrisa ancha. Debió ser un pequeño precioso -. Sigue en mis planes volver allá al menos una vez más en mi vida. ¿Considerarías mostrarme Sicilia algún día?
Medio en broma y medio en serio dejó caer la petición. No conoció en sus viajes país más estimulante que Italia, con su gastronomía, sus viñedos y, por supuesto, el calor de su gente. El placer quedaba garantizado para quien pisara sus suelos, y qué mejor manera de hacerlo que junto a quien más placer proporcionaba a su vida.
-Recuerdo muy bien cada sensación, y la caza era espectacular, podía salir y perderme toda la noche persiguiendo pequeños animales y, cuando me atrapaba la mañana y los niños me veían, les encantaba montar en mi lomo y hacerme correr -sonrió atrapando esos recuerdos en el presente, cómo un enorme perro nada común en tierras italianas buscaba la compañía de chiquillos ruidosos y juguetones. Si tan solo hubiese ido a Sicilia y uno de esos niños fuera quien justo se hallaba casi sobre él, pero no en su espalda… La sola idea le conmovió. Apoyó su peso en los codos y elevó la cabeza hasta alcanzar el rostro ajeno y volvió a exigir un beso, corto y algo apresurado -. Quiero ir nuevamente. Contigo. -aclaró al tiempo que mordía gentilmente su labio inferior para luego recostarse de nuevo, colocando su brazo derecho flexionado bajo su cabeza a modo de soporte y con esa expresión de quien acaba de ganar un premio.
-No he tenido el placer de visitar Sicilia, me concentré en Roma y pasé un solo día en Nápoles, pero bastó para enamorarme -de hecho, durante años se cuestionó sobre su decisión de partir de Italia y proseguir con el viaje en lugar de quedarse -. Fue uno de mis primeros destinos lejos de mi hogar y lamento no haber permanecido más tiempo aunque, por más que quisiera haberte conocido allá, no habrías podido cruzarte conmigo porque seguro apenas aprendías a llamar a tu madre -trató de imaginar a Guido de pequeño, con esos ojos vivarachos y su sonrisa ancha. Debió ser un pequeño precioso -. Sigue en mis planes volver allá al menos una vez más en mi vida. ¿Considerarías mostrarme Sicilia algún día?
Medio en broma y medio en serio dejó caer la petición. No conoció en sus viajes país más estimulante que Italia, con su gastronomía, sus viñedos y, por supuesto, el calor de su gente. El placer quedaba garantizado para quien pisara sus suelos, y qué mejor manera de hacerlo que junto a quien más placer proporcionaba a su vida.
-Recuerdo muy bien cada sensación, y la caza era espectacular, podía salir y perderme toda la noche persiguiendo pequeños animales y, cuando me atrapaba la mañana y los niños me veían, les encantaba montar en mi lomo y hacerme correr -sonrió atrapando esos recuerdos en el presente, cómo un enorme perro nada común en tierras italianas buscaba la compañía de chiquillos ruidosos y juguetones. Si tan solo hubiese ido a Sicilia y uno de esos niños fuera quien justo se hallaba casi sobre él, pero no en su espalda… La sola idea le conmovió. Apoyó su peso en los codos y elevó la cabeza hasta alcanzar el rostro ajeno y volvió a exigir un beso, corto y algo apresurado -. Quiero ir nuevamente. Contigo. -aclaró al tiempo que mordía gentilmente su labio inferior para luego recostarse de nuevo, colocando su brazo derecho flexionado bajo su cabeza a modo de soporte y con esa expresión de quien acaba de ganar un premio.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: Scappare sarebbe un peccato ~ Nolan McLeod +18
Dejó que el escocés le tocara como quisiera, expectante por conocer las respuestas a las repentinas dudas que inflamaban su curiosidad de manera imparable. Sus pupilas se dilataron mostrando claro interés en lo que saldría a continuación de la boca ajena y entreabrió los labios con cierta sorpresa en cuanto le dijo que no conocía su adorada isla. El propio Guido había viajado por casi toda Italia a lo largo de su vida, y jamás había encontrado ningún lugar como en el que él se había criado. Allí todo era más verde, más fresco, más apasionado, más vital... más cualquier cosa.
-¿Tanto tiempo hace de tu visita allí?
Recordó entonces que el cambiante le había comentado acerca de la longevidad de los suyos. Al parecer su vida avanzaba mucho más lentamente a la de un humano normal. De pronto se sintió triste ante la idea. Aunque él no creyera en el amor, el contrario sí lo hacía, y si bien pretendía encontrar con quien compartir el resto de su existencia, jamás compartirían el mismo ritmo, a no ser que fuera otro cambiante. ¿A caso no era terrible el saber que aquellas personas allegadas, morirían mucho antes que tú algún día? Estaba seguro que Nolan lo había pensado más de una vez, pero ahora, al narrar sus vivencias, no parecía afectado por la idea, y él tampoco se la quiso sacar a relucir.
-Si no has visitado Sicilia, no has conocido el verdadero tesoro que es mi país. Es una isla no muy grande, pero todo cuanto abarca la vista, es espectacular, magnífico y único. Cada rincón, cada momento, cada recuerdo... no podrás olvidarlo aunque quieras.
Aquello era un arma de doble filo, era bien cierto, sin embargo, el italiano intentaba no darle muchas vueltas al lado que podía herirle. Se centraba en el que le permitía avanzar y presumir de su hogar.
-Los italianos somos muy enérgicos y apasionados desde bien pequeños, es verdad.
Estuvo de acuerdo con la descripción ajena y asintió, lamentando no haber tenido el tamaño adecuado para saber lo que se sentía al montar a lomos de un hermoso y fuerte lebrel. Aunque fuera un perro grande y fornido, su columna no aguantaría el peso de un hombre adulto. Tampoco era que lo fuera a probar...
Se echó ligeramente hacia atrás, permitiendo que el contrario se incorporase y alzó ambas cejas en cuanto recibió el inesperado beso. Esta vez no lo había visto venir. Tal vez estaba demasiado concentrado en pensar en otras cosas, pero había bajado la guardia y se había sorprendido con aquel roce sencillo y cálido. Sus ojos se abrieron más al escuchar la voluntad ajena, y antes de poder decirle nada, el leve mordisco le dejó sin habla por unos segundos. Se sintió tonto y carraspeó, recuperando el hilo de sus pensamientos.
-Si no te cansas de mí antes, no tengo problema alguno con esa propuesta.
-¿Tanto tiempo hace de tu visita allí?
Recordó entonces que el cambiante le había comentado acerca de la longevidad de los suyos. Al parecer su vida avanzaba mucho más lentamente a la de un humano normal. De pronto se sintió triste ante la idea. Aunque él no creyera en el amor, el contrario sí lo hacía, y si bien pretendía encontrar con quien compartir el resto de su existencia, jamás compartirían el mismo ritmo, a no ser que fuera otro cambiante. ¿A caso no era terrible el saber que aquellas personas allegadas, morirían mucho antes que tú algún día? Estaba seguro que Nolan lo había pensado más de una vez, pero ahora, al narrar sus vivencias, no parecía afectado por la idea, y él tampoco se la quiso sacar a relucir.
-Si no has visitado Sicilia, no has conocido el verdadero tesoro que es mi país. Es una isla no muy grande, pero todo cuanto abarca la vista, es espectacular, magnífico y único. Cada rincón, cada momento, cada recuerdo... no podrás olvidarlo aunque quieras.
Aquello era un arma de doble filo, era bien cierto, sin embargo, el italiano intentaba no darle muchas vueltas al lado que podía herirle. Se centraba en el que le permitía avanzar y presumir de su hogar.
-Los italianos somos muy enérgicos y apasionados desde bien pequeños, es verdad.
Estuvo de acuerdo con la descripción ajena y asintió, lamentando no haber tenido el tamaño adecuado para saber lo que se sentía al montar a lomos de un hermoso y fuerte lebrel. Aunque fuera un perro grande y fornido, su columna no aguantaría el peso de un hombre adulto. Tampoco era que lo fuera a probar...
Se echó ligeramente hacia atrás, permitiendo que el contrario se incorporase y alzó ambas cejas en cuanto recibió el inesperado beso. Esta vez no lo había visto venir. Tal vez estaba demasiado concentrado en pensar en otras cosas, pero había bajado la guardia y se había sorprendido con aquel roce sencillo y cálido. Sus ojos se abrieron más al escuchar la voluntad ajena, y antes de poder decirle nada, el leve mordisco le dejó sin habla por unos segundos. Se sintió tonto y carraspeó, recuperando el hilo de sus pensamientos.
-Si no te cansas de mí antes, no tengo problema alguno con esa propuesta.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Re: Scappare sarebbe un peccato ~ Nolan McLeod +18
Se notaba la pasión y el gran amor hacia su isla en el modo de hablar, en cómo sus ojos se iluminaban y la voz le cambiaba ligeramente. Al menos eso tenían en común. Trató de imaginar lo que decía, la belleza natural de la que presumía con tanto orgullo, pero lo cierto es que no tenía manera de dibujarlo en su mente más que con las pinturas que sí pudo apreciar gracias a artistas poco reconocidos que se dedicaban más a plasmar la belleza que sus ojos apreciaban que la que sus bolsillos indicaban.
Gruñó como signo de su aprobación y total convicción de querer ir al hogar del chico, a conocer sus maravillas y conocerlo a él rodeado de lo que le ponía feliz. Si hablarle de ello provocaba esos gestos, a saber qué expresión tendría si lo llevaba por todas partes contando historias y recomendando cosas por ver, compartiendo el tiempo juntos.
-Que tontería, ¿cansarme de ti? Ni en diez vidas sería posible -con la mano libre le acarició un costado, sintiendo sus músculos tensarse a su contacto, y sonrió con cierta malicia. Las ganas de repetir el ritual consagrado al placer de ambos arremetía a cada cambio en el menor incitándolo a provocar una invitación que, bien sabía, no llegaría al menos en un par de días, por su bien. Aun así, otro remedio tendría que hallar.
Buscó a tientas el límite del pantalón y tiró levemente de él, usando sólo el dedo índice, jugueteando simplemente, buscando reacciones en el rostro perfectamente armonioso de su amante. Si algo debía conocer acerca del escocés era esa hambre voraz por todo aquello que disfrutaba, ya fuera escuchar música, cazar, beber o disfrutar de un cuerpo que se amoldaba al suyo sin problemas. ¿Algún día conocería la felicidad de sentir la necesidad del italiano por él?
No dio crédito a su propia urgencia hasta que su cuerpo lo delató y, algo apenado, dejó en paz el pantalón, riendo entre dientes y cruzando las piernas con las rodillas flexionadas, dando por finalizado el asunto. Que no le diera cuerda o no pararía hasta dejarlo en cama por una semana entera y con severos problemas médicos.
Gruñó como signo de su aprobación y total convicción de querer ir al hogar del chico, a conocer sus maravillas y conocerlo a él rodeado de lo que le ponía feliz. Si hablarle de ello provocaba esos gestos, a saber qué expresión tendría si lo llevaba por todas partes contando historias y recomendando cosas por ver, compartiendo el tiempo juntos.
-Que tontería, ¿cansarme de ti? Ni en diez vidas sería posible -con la mano libre le acarició un costado, sintiendo sus músculos tensarse a su contacto, y sonrió con cierta malicia. Las ganas de repetir el ritual consagrado al placer de ambos arremetía a cada cambio en el menor incitándolo a provocar una invitación que, bien sabía, no llegaría al menos en un par de días, por su bien. Aun así, otro remedio tendría que hallar.
Buscó a tientas el límite del pantalón y tiró levemente de él, usando sólo el dedo índice, jugueteando simplemente, buscando reacciones en el rostro perfectamente armonioso de su amante. Si algo debía conocer acerca del escocés era esa hambre voraz por todo aquello que disfrutaba, ya fuera escuchar música, cazar, beber o disfrutar de un cuerpo que se amoldaba al suyo sin problemas. ¿Algún día conocería la felicidad de sentir la necesidad del italiano por él?
No dio crédito a su propia urgencia hasta que su cuerpo lo delató y, algo apenado, dejó en paz el pantalón, riendo entre dientes y cruzando las piernas con las rodillas flexionadas, dando por finalizado el asunto. Que no le diera cuerda o no pararía hasta dejarlo en cama por una semana entera y con severos problemas médicos.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: Scappare sarebbe un peccato ~ Nolan McLeod +18
Una idea estúpida cruzó su mente al escuchar la respuesta ajena. ¿Diez vidas humanas o de cambiante? Se dio cuenta enseguida de lo tonta que era la pregunta y la desechó a un lado. Contestar a aquello, seguramente tampoco tendría mucho sentido o si lograra decir algo coherente e incluso astuto, de seguro que el escocés se lo rebatía con suma facilidad.
En cuanto la mano ajena rozó su piel por la cintura, sintió un escalofrío recorrerle la columna vertebral, bajando desde la nuca hasta la rabadilla. Todo el vello que recubría su cuerpo se erizó y enarcó una de las cejas, desviando la mirada hacia la extremidad que pronto cambió de ruta. Dudaba que tuviera intenciones de hacer más que tomarle el pelo, o si lo pretendía, se llevaría una negativa por respuesta. Su espalda era lo de menos, había decenas de posturas en las que no necesitaba apoyarla en ninguna parte, pero su recto... aquello ya era otro cantar, y necesitaría al menos uno o dos días hasta poder darle un uso decente sin cagarse en Dios y la madre por ello.
De pronto notó el cambio en todo el cuerpo ajeno y no pudo reprimir una risa sonora y sincera. Nolan había querido tentarle, povocarle, y había sido él el que había terminado demasiado animado ante la situación. Le dio varios golpes amistosos en el pecho, siguiendo con la amplia carcajada y negó, terminando por apoyar la frente contra el hombro del contrario.
-Eso te pasa por jugar con un enfermo...
Murmuró en tono bromista y giró el rostro para mirarle de soslayo, sin despegar aún la frente de allí donde la reposaba. Observó la expresión del escocés que parecía incluso un tanto avergonzado y decidió vengarse a su manera, aunque deprisa, para mantener la ventaja y poder huir de ser necesario. Apretó los labios un instante y al siguiente le mordía la clavícula, antes de retirarse casi de un empujón y quedar sentado, mirándole con una sonrisa de inocencia que claramente no debería estar decorando ahora su cara. Sin embargo, y a pesar de la situación, el contrario había empezado un juego y al italiano, no le gustaba nada perder.
En cuanto la mano ajena rozó su piel por la cintura, sintió un escalofrío recorrerle la columna vertebral, bajando desde la nuca hasta la rabadilla. Todo el vello que recubría su cuerpo se erizó y enarcó una de las cejas, desviando la mirada hacia la extremidad que pronto cambió de ruta. Dudaba que tuviera intenciones de hacer más que tomarle el pelo, o si lo pretendía, se llevaría una negativa por respuesta. Su espalda era lo de menos, había decenas de posturas en las que no necesitaba apoyarla en ninguna parte, pero su recto... aquello ya era otro cantar, y necesitaría al menos uno o dos días hasta poder darle un uso decente sin cagarse en Dios y la madre por ello.
De pronto notó el cambio en todo el cuerpo ajeno y no pudo reprimir una risa sonora y sincera. Nolan había querido tentarle, povocarle, y había sido él el que había terminado demasiado animado ante la situación. Le dio varios golpes amistosos en el pecho, siguiendo con la amplia carcajada y negó, terminando por apoyar la frente contra el hombro del contrario.
-Eso te pasa por jugar con un enfermo...
Murmuró en tono bromista y giró el rostro para mirarle de soslayo, sin despegar aún la frente de allí donde la reposaba. Observó la expresión del escocés que parecía incluso un tanto avergonzado y decidió vengarse a su manera, aunque deprisa, para mantener la ventaja y poder huir de ser necesario. Apretó los labios un instante y al siguiente le mordía la clavícula, antes de retirarse casi de un empujón y quedar sentado, mirándole con una sonrisa de inocencia que claramente no debería estar decorando ahora su cara. Sin embargo, y a pesar de la situación, el contrario había empezado un juego y al italiano, no le gustaba nada perder.
Última edición por Guido Abbiati el Sáb Nov 01, 2014 4:34 pm, editado 1 vez
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Re: Scappare sarebbe un peccato ~ Nolan McLeod +18
Daba gracias a su tremendo orgullo y control, de lo contrario se habría puesto colorado hasta las orejas, culpa de la risa que él mismo provocó al chiquillo. Ganas de estrangularlo no le faltaron, pero al final la risa lo contagió y terminó cediendo casi de inmediato a sus acciones que, más que bajarle la excitación, lograron todo lo contrario primero con la posición adoptada y, luego, esa mordida que le arrancó un gemido involuntario. Arrugando el entrecejo le reprochó con una simple mirada cargada de palabras no pronunciadas. Conque esas tenían.
Gruñó casi de forma animal al tiempo que se incorporaba apoyado en sus cuatro extremidades, imitando la posición de ataque de cualquier can, sigiloso e imponente. Claro, en su forma humana más parecía un loco que un cazador. Avanzó un poco hacia el italiano buscando su flanco más desprotegido, jugando también, y cuando lo encontró no dudó en lanzarse a dar pequeños mordiscos a su costado izquierdo, rodeando su cintura para así evitar que cayera de espaldas y se hiciera daño, entre risas ahogadas por falsos gruñidos.
-¿Un enfermo? Mejor, más fácil cae la presa -cambió de mordiscos a lamidas y besos húmedos por todo su costado subiendo hasta casi llegar a su axila y desviando el curso luego hacia su pecho y más arriba, al cuello.
Se detuvo frente a su rostro, agitado por la lujuria, el calor que comenzaba en sus manos al tocarle y terminaba abarcando cada centímetro de su cuerpo. Se mordió el labio inferior y, con un movimiento rápido, se dejó caer de espaldas tomándolo por debajo de las axilas, directo sobre él. Lo ideal era tenerlo debajo, pero dadas las circunstancias no había mucho qué hacer salvo atraparlo.
Bien cogido por el trasero, apretando la tela de su pantalón, lo empujó cadera contra cadera. Necesitaba con urgencia calmar ese ardor que lo consumía antes de cometer una estupidez, como separarle las piernas a la fuerza y abrir heridas en proceso de sanar. Ahora sólo le quedaba aguantar o conformarse con lo poco que pudiera obtener.
Gruñó casi de forma animal al tiempo que se incorporaba apoyado en sus cuatro extremidades, imitando la posición de ataque de cualquier can, sigiloso e imponente. Claro, en su forma humana más parecía un loco que un cazador. Avanzó un poco hacia el italiano buscando su flanco más desprotegido, jugando también, y cuando lo encontró no dudó en lanzarse a dar pequeños mordiscos a su costado izquierdo, rodeando su cintura para así evitar que cayera de espaldas y se hiciera daño, entre risas ahogadas por falsos gruñidos.
-¿Un enfermo? Mejor, más fácil cae la presa -cambió de mordiscos a lamidas y besos húmedos por todo su costado subiendo hasta casi llegar a su axila y desviando el curso luego hacia su pecho y más arriba, al cuello.
Se detuvo frente a su rostro, agitado por la lujuria, el calor que comenzaba en sus manos al tocarle y terminaba abarcando cada centímetro de su cuerpo. Se mordió el labio inferior y, con un movimiento rápido, se dejó caer de espaldas tomándolo por debajo de las axilas, directo sobre él. Lo ideal era tenerlo debajo, pero dadas las circunstancias no había mucho qué hacer salvo atraparlo.
Bien cogido por el trasero, apretando la tela de su pantalón, lo empujó cadera contra cadera. Necesitaba con urgencia calmar ese ardor que lo consumía antes de cometer una estupidez, como separarle las piernas a la fuerza y abrir heridas en proceso de sanar. Ahora sólo le quedaba aguantar o conformarse con lo poco que pudiera obtener.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: Scappare sarebbe un peccato ~ Nolan McLeod +18
Se le quedó mirando cuando adoptó aquella posición de ataque. Su sonrisa, hasta entonces fingiendo ser inocente, rápidamente se transformó en una mueca pícara. Apoyó mejor una de las manos en la hierba, y aunque intentó flexionar las piernas hacia atrás con prontitud para así poder apartarse, el escocés fue demasiado veloz y no le dio ni tiempo. Fue sorprendido con suaves mordiscos y lamidas que arrancaron nuevas carcajadas de su garganta, al tiempo que se debatía por no retorcerse y caer de espaldas sobre el terreno. Por suerte, el contrario también tuvo aquello en cuenta y le jaló bien con un brazo para sostenerle.
Notó como los dientes y labios ajenos subían por su cuerpo, recorriendo cada rincón que tuvo al alcance en su desnudez, hasta que finalmente los ojos de ambos volvieron a encontrarse. Las pupilas ajenas se veían dilatadas y brillantes, seguramente por la excitación que debía arremolinarse en aquel hombre vigoroso y salvaje que, aunque un animal, demostraba tener mucho más autocontrol del que tendría el italiano si no estuviera mermado por las pequeñas pero puñeteras lesiones.
Vio como Nolan se dejaba caer sobre el suelo y le tomaba luego de las caderas para colocarle sobre él. Le hizo caso sin problema alguno, sabiendo lo que pretendía. Se sentó a horcajadas sobre la pelvis del cambiante, notando las grandes y varoniles manos ajenas aferrar su trasero. Sonrió nuevamente y posó sus propias manos sobre el pecho del contrario y apretó los dedos sobre la camisa.
-¿Quién parece la presa ahora?
Dijo con tono un tanto subido de orgullo, aunque bromeando y se pasó lentamente la lengua por el labio inferior. Hincó bien las rodillas sobre la tierra e hizo que su torso se inclinara ligeramente hacia delante al presionar su entrepierna contra la del escocés. No le costaría lo más mínimo ponerse tan duro como él, sólo necesitaba mirar las ganas que tenía el contrario y sentirle bien cerca. Se aferró bien con las manos, como si fuera incluso a rasgarle la camisa y deslizó la pelvis hacia delante, frotándose bien contra el hombre de mirada hambrienta. Ya que estaba arriba, aprovecharía su posición para dominarle. Ya sabía lo bien que se le daba a Nolan llevar las riendas, pero había llegado la hora de cambiar las normas del juego.
Notó como los dientes y labios ajenos subían por su cuerpo, recorriendo cada rincón que tuvo al alcance en su desnudez, hasta que finalmente los ojos de ambos volvieron a encontrarse. Las pupilas ajenas se veían dilatadas y brillantes, seguramente por la excitación que debía arremolinarse en aquel hombre vigoroso y salvaje que, aunque un animal, demostraba tener mucho más autocontrol del que tendría el italiano si no estuviera mermado por las pequeñas pero puñeteras lesiones.
Vio como Nolan se dejaba caer sobre el suelo y le tomaba luego de las caderas para colocarle sobre él. Le hizo caso sin problema alguno, sabiendo lo que pretendía. Se sentó a horcajadas sobre la pelvis del cambiante, notando las grandes y varoniles manos ajenas aferrar su trasero. Sonrió nuevamente y posó sus propias manos sobre el pecho del contrario y apretó los dedos sobre la camisa.
-¿Quién parece la presa ahora?
Dijo con tono un tanto subido de orgullo, aunque bromeando y se pasó lentamente la lengua por el labio inferior. Hincó bien las rodillas sobre la tierra e hizo que su torso se inclinara ligeramente hacia delante al presionar su entrepierna contra la del escocés. No le costaría lo más mínimo ponerse tan duro como él, sólo necesitaba mirar las ganas que tenía el contrario y sentirle bien cerca. Se aferró bien con las manos, como si fuera incluso a rasgarle la camisa y deslizó la pelvis hacia delante, frotándose bien contra el hombre de mirada hambrienta. Ya que estaba arriba, aprovecharía su posición para dominarle. Ya sabía lo bien que se le daba a Nolan llevar las riendas, pero había llegado la hora de cambiar las normas del juego.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Re: Scappare sarebbe un peccato ~ Nolan McLeod +18
Su respiración se tornó irregular bajo el dominio del chico que aparentaba saber muy bien lo que debía hacer para ganar el juego. No tenía inconveniente en concederle una victoria bien merecida. Su cuerpo se rehusaba, por el contrario, a subordinarse; todo cambió en el momento que sintió la presión contra su entrepierna, cuando un ronco gemido casi le ahogó en el intento fallido de contenerlo.
Soltó su bien formado trasero y echó las manos a los lados, a ver qué hacía sin su cooperación. La curiosidad venció, y ya era justo que por una vez en la vida se dejara domar por alguien tan salvaje como él, digna compañía para su vida. Y mientras su alma gritaba por amor, su cuerpo lo hacía por lujuria, bajo la amenaza de estallar en cualquier momento si ambos conceptos chocaban. Por ahora era obligación suya mantenerlos a cierta distancia el uno del otro.
Apretó los puños y le devolvió el reto una vez más con una sonrisa maliciosa, divertido en ese juego en el que chocaban sus enormes egos. Empujó la cadera ligeramente hacia arriba exigiendo más, porque aunque le concedía la batalla, no le haría las cosas y mucho menos se estaría quieto cuando de satisfacer sus necesidades se trataba. Tampoco reparaba en el lugar donde estaban porque todo el mundo a su alrededor se desvaneció, tan sólo lo veía a él, el italiano que conformaba su realidad momentánea.
-Te falta mucho para que puedas dominarme, pequeñín -la última palabra iba con toda la intención de picarle el ánimo, que le motivara a llevarle al límite usando los recursos limitados que sus cuerpos les proveían. Adiós a la idea de follarlo, que si probaba una vez seguro lo mandaba de vacaciones al mismísimo infierno. Sentía curiosidad por el plan del chico que, de no estar tan dispuesto como él, no veía motivos para tenerlo encima creyendo haber ganado la guerra.
Como parte de su treta, se abrió la camisa y, en vista de que teniéndolo encima le sería difícil quitársela por completo, quedó con la tela cubriendo sólo sus brazos y espalda. Conocía bastante bien su atractivo, de sobra sabía que su cuerpo era su mejor arma, no su personalidad, no su sonrisa, no sus modales; puro y llano, el sexo atraía y él conocía el modo de explotarlo. Pero no era el único, por lo visto. Las cosas se pondrían sumamente interesantes a partir de ese momento entre ambos.
Soltó su bien formado trasero y echó las manos a los lados, a ver qué hacía sin su cooperación. La curiosidad venció, y ya era justo que por una vez en la vida se dejara domar por alguien tan salvaje como él, digna compañía para su vida. Y mientras su alma gritaba por amor, su cuerpo lo hacía por lujuria, bajo la amenaza de estallar en cualquier momento si ambos conceptos chocaban. Por ahora era obligación suya mantenerlos a cierta distancia el uno del otro.
Apretó los puños y le devolvió el reto una vez más con una sonrisa maliciosa, divertido en ese juego en el que chocaban sus enormes egos. Empujó la cadera ligeramente hacia arriba exigiendo más, porque aunque le concedía la batalla, no le haría las cosas y mucho menos se estaría quieto cuando de satisfacer sus necesidades se trataba. Tampoco reparaba en el lugar donde estaban porque todo el mundo a su alrededor se desvaneció, tan sólo lo veía a él, el italiano que conformaba su realidad momentánea.
-Te falta mucho para que puedas dominarme, pequeñín -la última palabra iba con toda la intención de picarle el ánimo, que le motivara a llevarle al límite usando los recursos limitados que sus cuerpos les proveían. Adiós a la idea de follarlo, que si probaba una vez seguro lo mandaba de vacaciones al mismísimo infierno. Sentía curiosidad por el plan del chico que, de no estar tan dispuesto como él, no veía motivos para tenerlo encima creyendo haber ganado la guerra.
Como parte de su treta, se abrió la camisa y, en vista de que teniéndolo encima le sería difícil quitársela por completo, quedó con la tela cubriendo sólo sus brazos y espalda. Conocía bastante bien su atractivo, de sobra sabía que su cuerpo era su mejor arma, no su personalidad, no su sonrisa, no sus modales; puro y llano, el sexo atraía y él conocía el modo de explotarlo. Pero no era el único, por lo visto. Las cosas se pondrían sumamente interesantes a partir de ese momento entre ambos.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: Scappare sarebbe un peccato ~ Nolan McLeod +18
Escuchar aquel sonido le hizo ampliar aún más la sonrisa. Se notaba que el escocés intentaba hacerse el difícil de doblegar, y seguramente en gran parte lo fuera, pero precisamente por ese mismo motivo, era por lo que Guido se sentía más tentado aún a aceptar el reto que se le imponía. Sabía que no le haría suplicar por más, que no abriría la boca para pedir que le diera lo que quería, pero el cuerpo sería más honesto que la mente, y con eso tendría más que suficiente.
En cuanto el contrario le soltó, se echó ligeramente hacia atrás, lo suficiente para poder mover los pies y usar las puntas de éstos como segundo punto de apoyo, ayudando así a las rodillas y se impulsó muy despacio, bien sentado sobre el cuerpo ajeno, rozando así el abultado miembro ajeno con la zona perianal y las nalgas, únicamente separados por las telas de los pantalones de ambos. En su caso era prácticamente nada, ya que Nolan le había prestado una prenda tan fina que a penas se notaba en esos momentos.
Usó las exigencias ajenas como propias, moviendo las caderas en semicírculo para restregarse bien y ladeó la sonrisa en cuanto le escuchó provocarle con algo tan simple. Él también sabía cómo tocar la fibra del cambiante, y seguramente con más malicia de la que el otro esperaría de él. Detuvo un instante el movimiento de su pelvis y tras dejar que el escocés se descubriera su bien formado y apetecible torso, apoyó ambas manos sobre la hierba y prácticamente recostó todo su tronco sobre el del contrario, hasta que sus narices se rozaron. Jadeó expresamente contra los labios que tenía justo debajo e hizo amago de ir a besarle, esquivándolo en el último momento para volver a incorporarse.
-La mejor manera de dominarte a ti, es dominarme a mí mismo...
Dijo con la voz cargada de deseo y se llevó una mano del escocés al rostro para lamer la palma con lascivia, mientras miraba al sediento hombre de soslayo. Dejó que su lengua viajara entre los dedos y jugó con el índice un poco, envolviéndolo con la boca y succionando. Quería que el otro se imaginara lo que era capaz de hacerle, aunque en realidad ya lo sabía, y que no le haría, por portarse mal.
Su propia entrepierna exigía ser atendida, contacto, calor ajeno. Pero el italiano intentaba contenerse. Quería ver el ansia en las pupilas del contrario, notar como se tensaba bajo su cuerpo y perdía el control. Aunque tal vez si se pasaba, lamentaría haberle tentado de tal manera... pero por el momento, no pensaba en las consecuencias.
En cuanto el contrario le soltó, se echó ligeramente hacia atrás, lo suficiente para poder mover los pies y usar las puntas de éstos como segundo punto de apoyo, ayudando así a las rodillas y se impulsó muy despacio, bien sentado sobre el cuerpo ajeno, rozando así el abultado miembro ajeno con la zona perianal y las nalgas, únicamente separados por las telas de los pantalones de ambos. En su caso era prácticamente nada, ya que Nolan le había prestado una prenda tan fina que a penas se notaba en esos momentos.
Usó las exigencias ajenas como propias, moviendo las caderas en semicírculo para restregarse bien y ladeó la sonrisa en cuanto le escuchó provocarle con algo tan simple. Él también sabía cómo tocar la fibra del cambiante, y seguramente con más malicia de la que el otro esperaría de él. Detuvo un instante el movimiento de su pelvis y tras dejar que el escocés se descubriera su bien formado y apetecible torso, apoyó ambas manos sobre la hierba y prácticamente recostó todo su tronco sobre el del contrario, hasta que sus narices se rozaron. Jadeó expresamente contra los labios que tenía justo debajo e hizo amago de ir a besarle, esquivándolo en el último momento para volver a incorporarse.
-La mejor manera de dominarte a ti, es dominarme a mí mismo...
Dijo con la voz cargada de deseo y se llevó una mano del escocés al rostro para lamer la palma con lascivia, mientras miraba al sediento hombre de soslayo. Dejó que su lengua viajara entre los dedos y jugó con el índice un poco, envolviéndolo con la boca y succionando. Quería que el otro se imaginara lo que era capaz de hacerle, aunque en realidad ya lo sabía, y que no le haría, por portarse mal.
Su propia entrepierna exigía ser atendida, contacto, calor ajeno. Pero el italiano intentaba contenerse. Quería ver el ansia en las pupilas del contrario, notar como se tensaba bajo su cuerpo y perdía el control. Aunque tal vez si se pasaba, lamentaría haberle tentado de tal manera... pero por el momento, no pensaba en las consecuencias.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Re: Scappare sarebbe un peccato ~ Nolan McLeod +18
La excitación llegaba a un punto en el que no había vuelta atrás, lo consumía a pasos agigantados nublando su mente, privándole del raciocinio humano y dejando libre a la bestia. Todo su cuerpo, desde los pies hasta la cabeza, exigía más y más, y ese argumento, tan tremendamente cierto, le hizo querer sacurdirse al muchacho de encima y follarlo tan bestialmente que le haría sangrar. Afortunadamente aún quedaba un poco de conciencia para no hacerlo.
Jadeó, sus manos siempre fueron demasiado sensibles, más incluso que su cuello, y que la lengua suave y caliente del contrario se paseara dejando su saliva por toda la piel… gruñó a modo de advertencia, no se creía con la fuerza suficiente para soportar el calvario con entereza. Notó, también, el cambio en el italiano, vio crecer su deseo al mismo ritmo que el suyo, y reconoció que todo ese teatro era para tomar las riendas a su modo. Sonrió de medio lado, mostrando parte de su dentadura, y con la misma facilidad con que cogió el cuerpo del chico acomodándolo sobre él, se puso de pie echándose su cuerpo sobre el hombro, cual saco de patatas. Echó a caminar a paso rápido a los establos, encontrándose con los mozos cuidando de los animales.
-Fuera -la orden fue clara, sonora y sin una sola oportunidad para ser rebatida. Los hombres salieron prestos a obedecer sin comentario alguno acerca del muchacho que su amo llevaba al hombro. Una vez solos, cerró las puertas, los caballos renegaron de la presencia del escocés que exhalaba una personalidad territorial, digno de un cazador. Dejó al italiano en el piso, pudo haberlo echado de espaldas sobre el heno, pero no sería tan cruel con sus heridas.
Poca luz entraba, colándose por aberturas en el techo, y el olor típico de las caballerizas daba un toque de frescura a su cuerpo en llamas. Entrecerró los ojos, mirando el cuerpo fornido y delgado de su amante y, sosteniendo la decisión de dejarle llevar las riendas, fue él quien se echó sobre el montón de heno. Picaba, sin embargo era una sensación agradable entre la violenta necesidad sexual que lo consumía.
-Adelante, terminemos con esto -sentía una urgencia demencial, una necesidad que arrancaba cualquier otro deseo en la vida. No estaría en paz hasta satisfacer el hambre por Guido, pues era a él a quien deseaba, no un simple alivio a manos de otro ser. Era el italiano el único capaz de satisfacer su hambre.
Jadeó, sus manos siempre fueron demasiado sensibles, más incluso que su cuello, y que la lengua suave y caliente del contrario se paseara dejando su saliva por toda la piel… gruñó a modo de advertencia, no se creía con la fuerza suficiente para soportar el calvario con entereza. Notó, también, el cambio en el italiano, vio crecer su deseo al mismo ritmo que el suyo, y reconoció que todo ese teatro era para tomar las riendas a su modo. Sonrió de medio lado, mostrando parte de su dentadura, y con la misma facilidad con que cogió el cuerpo del chico acomodándolo sobre él, se puso de pie echándose su cuerpo sobre el hombro, cual saco de patatas. Echó a caminar a paso rápido a los establos, encontrándose con los mozos cuidando de los animales.
-Fuera -la orden fue clara, sonora y sin una sola oportunidad para ser rebatida. Los hombres salieron prestos a obedecer sin comentario alguno acerca del muchacho que su amo llevaba al hombro. Una vez solos, cerró las puertas, los caballos renegaron de la presencia del escocés que exhalaba una personalidad territorial, digno de un cazador. Dejó al italiano en el piso, pudo haberlo echado de espaldas sobre el heno, pero no sería tan cruel con sus heridas.
Poca luz entraba, colándose por aberturas en el techo, y el olor típico de las caballerizas daba un toque de frescura a su cuerpo en llamas. Entrecerró los ojos, mirando el cuerpo fornido y delgado de su amante y, sosteniendo la decisión de dejarle llevar las riendas, fue él quien se echó sobre el montón de heno. Picaba, sin embargo era una sensación agradable entre la violenta necesidad sexual que lo consumía.
-Adelante, terminemos con esto -sentía una urgencia demencial, una necesidad que arrancaba cualquier otro deseo en la vida. No estaría en paz hasta satisfacer el hambre por Guido, pues era a él a quien deseaba, no un simple alivio a manos de otro ser. Era el italiano el único capaz de satisfacer su hambre.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/09/2014
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