Propuestas y deudas a saldar | Privado | La caída del príncipe

por **Tiare** Mar Nov 04, 2014 11:59 pm

Ya había pasado casi medio año desde el ataque sobre Violante Vilhjálmur y la destrucción de Ainara Betancourt. Quizás no era la mejor época de su vida o su más grande bajeza, mas lo cierto era que lo rememoraba bastante. A ella llegaban las imágenes de cuando totalmente irritada por el ataque de la ahora su aliada Hadewish y la que buscaba vengarse del príncipe, Benelope (finalmente decidió perdonarle ya que seguía amándole); aquella noche comenzó a llover en las calles de uno de esos lugares abandonados de París, luego de que Violante quiso engañarla luego de decirle que se quedaría con Ainara y él mismo destruiría a la que ahora es su esposa y princesa de Amsterdam. Tiare recordaba perfectamente como se le entregó Ainara que sabiendo que Violante ya no estaría con ella decidió cumplir la palabra que le dio a la rubia y finalmente, con sus poderosas manos de una apariencia delicada separara la cabeza de la hermosa amante del príncipe de su cuerpo divino. Violante se había dejado caer de rodillas al ver como el cuerpo sin vida de Ainara se desplomaba y después, como la hija de los milenios le arrojaba la cabeza; posteriormente desapareció en la noche y aparentemente de su vida.

Tiare seguía asediándolo, en torno al príncipe se había formado algo que se llamó “la familia” y que no era más que la conformación de los Van Wijs y Benelope como pilares de autodefensa sobre sus propias personas. Sabía que Derek estaba por casarse y conocía la ira de Hadewish al sentirse traicionada por Benelope, quien le había prometido la gloria a las Van Dussel con la muerte del príncipe. Y aunque aparentemente el príncipe había perdido, su neófita y esposa, así como la familia le habían ayudado a levantarse. Por eso, la rubia obsesionada con destruir la vida del príncipe tenía que dividir a la familia. Hadewish era su principal arma, pues era la encargada de asesinar a Crystall, la que era posiblemente más poderosa amenaza en el grupo del príncipe. Una vez conseguido seguiría Derek y Benelope: entonces avanzaría a su verdadero objetivo… Aidara Vilhjálmur.

Por eso, se encontraba ahí, en el cementerio esperando a sus dos cómplices, con los muertos como testigos de su fechoría, de la construcción de su último plan para la caída del príncipe. Violante había dicho que destruiría a Aidara… Tiare se presentaba entonces para cobrar esa “promesa”; pagaría por la osadía de querer engañarla. Ya nada tenía que ver la furia de haber cambiado, de haberse transformado en un cobarde, sin decisión, sin espíritu; aquel que añoraba como amante. Ahora en cambio venía a terminar su trabajo.

La hija de los milenios yacía ahí, frente a una lápida cuyo epígrafe decía: “Aquí yace la última de los Van Wijs, la incestuosa asesina de inquisidores”. Ese lugar no sólo sería el lugar donde se reuniría con los actores que se encargarían de enloquecer a la princesa; sino también, se llevaría a cabo dentro de unas semanas la batalla entre Hadewish y Crystall, donde ésta última estaba destinada a morir, frente a su mausoleo, un regalo de Tiare a los Van Wijs. La rubia cerró sus ojos complacida de sus pensamientos asesinos, bochornosos; y excitada soltó un suspiró, después, llevó la mirada a los cielos, a la luna clara, una víspera de luna llena y que ya extendía la esencia que necesitan los licántropos para liberar a sus irracionales y tan sádicas bestias (como ella). La hija de los milenios no lo percibía, pero el viento ya era helado para aquella época y las mismas almas en pena procuraban que ese frío fuera espectral.

No llevaba mucho tiempo allí, por lo que su afirmación de que la neblina había cubierto el lugar muy rápido no podía llevarse a discutir y mucho menos con las personas que esperaba y que sabía se aproximaban. La primera en llegar sería Pascale, su viuda negra, una mortal que le debía la suerte de salir con la suya, y la facilidad de obtener lo que quisiera; a varios metros venía Violante, un descendiente de uno de los hijos bastardos del príncipe. Él, un ambicioso humano que ansiaba el trono de su pariente por el simple derecho de descender de él y por supuesto, no tener el poder para quitar del trono al Zar de Rusia. La rubia mantenía una sonrisa, el olor de la humana le traía buenos recuerdos de traición y muerte, a pesar del tiempo aún podía detectar en ella la fragancia de la muerte; no mentía cuando decía que era su favorita, al menos después de Gyöngyvér, cuya locura superaba a la hija de los milenios. Oh, Gyöngyvér, la hiedra venenosa, la que considera única digna de ser su vástago y que sin embargo nunca la convertiría, porque sabía perfectamente que la cazadora le asesinaría en la primera oportunidad que tuviera.

Pero eso no sucedería nunca con Pascale, Tiare podía destruir incluso su vida cuando quisiese, transformarla y privarla de su libertad. Por eso los movimientos de la mortal debían de ser inteligentes, si a la vampiro le podían reconocer algo era el hecho de respetar sus promesas. Si llegaba a un acuerdo con la mortal de liberarla de su deuda nunca más la molestaría, al menos, que ella por voluntad propia la buscara nuevamente. Y por otro lado estaba el bastardo, un hombre que se condenaría a ser un nuevo juguete de la inmortal, la daga que traería oculta en su bota, eso era él.

—¿Cuánto tiempo ha pasado mi querida Liene?— oh si, Tiare conocía su pasado, su cruel y para ella excitante pasado; y que al llamarla por su verdadero nombre esperaba revivirlo por lo menos brevemente. El fuego en los ojos d Pascale era como un par de gotas de sangre para ella. La hija de los milenios se dio la vuelta para encararla y con su locura le miró a esos fríos ojos que le pertenecían a su viuda negra.