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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Cirene Lewis Dom Ago 23, 2015 10:54 pm


"Voces venidas de puertos extraños,
de blancas playas distantes,
y océanos fabulosos, unidas
en coros apretados."
—H.P. Lovecraft.




—Harper,  mueve tu grasiento trasero ¡Ahora! —le dijo a un hombre regordete de mala pinta que caminaba con lentitud frente a ella—. Vamos, apresúrate...

—Ya, ya Cirenita, estoy intentando andar lo más rápido que mis pies pueden —se quejó Harper, yendo, esta vez, un poco más rápido.

Ambos se internaron entre las callejuelas que llevaban a uno de los extremos del puerto, el invierno apenas iniciaba y las altas temperaturas obligaban a la tripulación del capitán McWhir zarpar en París, esperando que los vientos cesaran un poco. Lo cierto es que ya llevaban más  de tres días en aquella ciudad y el tiempo parecía empeorar. Si la situación continuaba, tendrían que pasar todo el invierno en París, algo que de cierta manera no le agradaba en lo absoluto a McWhir.

Cirene y Harper habían salido durante las primeras horas de la mañana a buscar alimento suficiente para que el señor Rout se encargara de preparar la comida de todos en el barco. Pero no sólo eso, Cirene también puso en marcha sus habilidades,; mientras su acompañante hacía las compras, ella decidió robar a algunas personas en el camino y eso explicaba porque llevaba tanta prisa cuando iban camino al puerto. Harper desconocía lo que había hecho la chica y ella tampoco se molestó en contárselo, sólo revelaría su hazaña al estar con todos en el navío. Harper  quedó un tanto sorprendido, pero conociendo a la chica, simplemente negó con la cabeza y se retiró de la reunión. Cirene sacó entre sus prendas algunas bolsas de seda con varias monedas adentro y no sólo eso, también joyas, las cuales venderían al día siguiente en el mercado negro. Aunque McWhir le hizo ver que lo que había hecho era arriesgado pese a su agilidad, la chica alegó que de igual forma tenían que hacerlo, era parte de su supervivencia.

Al día siguiente, mientras afilaba una de sus dagas, McWhir se le acercó. Pensó por un momento que era para volverle a recriminar lo del robo del día anterior, pero muy al contrario a eso, el hombre sólo se sentó a su lado y observó el horizonte. Tras intercambiar unas palabras con la muchacha, el capitán, finalmente dejó los rodeos y le comentó sus verdaderas intenciones. Con la ayuda del brujo Jukes podrían encaminar el navío a Inglaterra, pero antes tenían en mente hacer un gran robo. Cirene no podía creerlo y desde luego, aquello le interesó muchísimo.

McWhir tenía que saldar viejas deudas junto con un amigo suyo. El objetivo era un joven duque, que para sorpresa de McWhir había llegado hacía poco a París. Así qu el capitán aprovecharía la ocasión antes de viajar a Londres. Sabía que aquel muchacho había heredado el cargo de su padre y seguramente algo que pertenecía tanto a McWhir como a la familia Lewis. Cirene ignoraba de qué se trataba, pero eso no era asunto suyo, lo que la motivaba eran los problemas, así que aceptó la propuesta de McWhir de estar dentro del grupo que se encargaría de asaltar a la residencia del duque Lewis. Eligieron las horas nocturnas, aprovechando que todos los que habitaran la mansión en ese instante iban a estar tan concentrados en su sueño que no notarían cuando los asaltantes ingresaran en su casa. Obviamente, a McWhir le habían llevado información precisa para poder cometer su vil plan sin ningún inconveniente.

— ¿Están seguros que no se encuentra en casa? —Inquirió Cirene, sintiéndose levemente insegura. Aquella enorme casa le recordaba a su viejo hogar, pero antes que nada dejó ir esas ideas de su cabeza y se introdujeron en la mansión, con la esperanza de que el duque Lewis no iba a estar presente aquella noche.

Pero, ¿serían las dudas de Cirene un mal presagio?
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Mensaje por Brent Lewis Miér Sep 16, 2015 11:55 pm

Nunca había oído que las personas se pudieran robar.
Emma Donoghue


La vida en París le sentaba excelente. Era una ciudad más en la que podía hacerse pasar por un completo inútil, todo para que la gente no le molestase con tonterías que eran sencillas de resolverse pero en las cuales todos se empeñaban en ahogarse, aunque fuera un simple vaso de agua. Aunque el Duque llevaba muy poco tiempo en aquella ciudad, su reputación le seguía fielmente y eso ayudaba a que las mujeres aunque le prestaban atención, desistieran de lanzarse a sus brazos de manera molesta, tal y como les sucedía a conocidos suyos, para quienes resultaba imposible librarse de molestas presencias femeninas, cosa que no se le complicaba a Brent. Para el Lewis era común de hecho hacer bromas sobre la manera en que las mujeres escapaban de él y para dejar eso en claro, siempre hacía alusión a su “prometida fugitiva”; aquella mujer que de manera inteligente le había salvado de un matrimonio que no deseaba, escapando de su casa y aunque Brent fingía ante sus padres y los de la joven que se encontraba sumamente afectado por dicho suceso, la realidad es que no podía ser más feliz. Al Duque no le gustaba complicarse la vida con nada y aunque esperaba que las cosas fueran de esa manera por mucho tiempo más; los vientos invernales traían consigo sorpresas para el holandés.

Su mansión parisina era un lugar donde al Lewis le gustaba perderse por las noches. Encontraba una fascinación misteriosa en el hecho de caminar por aquel enorme lugar sin un punto especifico al que deseara llegar, simplemente se dejaba guiar por sus corazonadas del momento y la servidumbre se había acostumbrado pronto al hecho de que él gustaba de hacer esas cosas; aunque bien sabía el Duque que a sus espaldas hablaban de lo raro que era todo ese acto diario, cosa que a él poco le interesaba y tan poco atención les prestaba que aquella noche, no sería la excepción para su acto nocturno. Con una lentitud casi sagrada, Brent recorría cada parte de aquella mansión decorada específicamente por su padre, quien había llevado cosas desde Holanda (unas inútiles y otras no tanto) para el supuesto arreglo de aquel lugar ya que solía decirle al joven que “Quería llevar siempre un pedazo de su tierra con él” una idea bastante ridícula desde la perspectiva de Brent, pero la que aceptaba simplemente por el hecho de que le era más molesto cambiar la decoración. Un buen rato se mantuvo rondando los pasillos de la mansión, hasta que opto por entrar al enorme despacho, donde encontró como en todo el resto de la casa, aspectos que le recordaban a Holanda. El despacho era el lugar más sagrado de su padre y a Brent le gustaba hablar de aquel sitio como “El cuarto de los secretos” cosa que a su progenitor no le ocasionaba la mayor gracia, quizás porque realmente ocultaba secretos en ese sitio; aun así, el ahora habitante de aquella mansión, jamás se dio a la tarea de investigar a fondo a aquel sitio.

Una vez que entro y se aseguro de cerrar la puerta del despacho, Brent camino hasta el escritorio y se sentó en la silla que muchas veces antes ocupara su padre; sobre su cabeza, se encontraba además la espada favorita del viejo, aquella con la que el Lewis jugara tantas veces en su niñez, aun a pesar de las reprimendas de su padre, quien odiaba completamente que tocara dicha espada. Entonces con cierto grado de pereza, entrelazo las manos sobre su pecho y entrecerró los ojos unos minutos dispuesto a descansar un poco en aquel sitio, antes de optar por ir a su habitación y dormir debidamente. Mientras tanto, la seguridad de su casa era transgredida sin que nadie se diera cuenta de ello.
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Mensaje por Cirene Lewis Lun Sep 21, 2015 8:46 pm


"Pero todas, por obra de alguna fuerza
oscuramente concentrada desde honduras ensimismadas
más allá del curso del Zodiaco,
se funden en un misterioso zumbido cósmico."
—H.P. Lovecraft.




McWhir viró los ojos ante aquella duda molesta de Cirene. Nada podía salir mal, llevaba días planeando eso y no se iba a permtir que las cosas fueran a irseles de las manos tan fácilmente. Por eso, era que quizás, había decidido ir acompañado con sus mejores aliados, aunque éstos, incluyendo a Cirene, desconocieran lo que se ocultaba tras esa visita fortuita. Lo que les interesaba a los acompañantes de McWhir era el asalto, los riesgos, el dinero, las joyas y todo lo que pudieran obtener. Sin embargo, McWhir los detuvo, pues él sólo iba a cobrarse una vieja deuda y ellos estarían ahí para ser de ayuda y no para arruinar las cosas. Nadie objetó las palabras severas de su capitán, ni Cirene lo hizo, pero seguía con un remolino de emociones extrañas en su interior. Con ese tipo de incertidumbres que devoran lentamente la conciencia. Entonces aquello dejaba de ser divertido.

Cirene, siendo experta en forzar cerraduras, fue quien se encargó de esa labor y lo logró exitosamente. Ella y los otros cuatro hombres que la acompañaban, ingresaron al recinto sin hacer el menor ruido; McWhir se quedó ensimismado por un momento al notar todas aquellas artilugias que le recordaban a un pasado desconocido para sus compañeros, pero el cual recordaba perfectamente.

Se quedaron de pie en el living, esperando ordenes, el capitán sólo guardó silencio y con señas les indicó que se separaran. Cirene y Stewart irían al segundo piso, mientras él y los otros estaban distribuyéndose en el primer nivel de la mansión. CIrene ascendió muy lentamente por aquellas eternas escaleras de madera pulida, a la que pisaba con especial cuidado, pero aún así, ésta parecía engañarla. La madera rechinaba en cada pisada y ese sonido agudo la obligaba a detenerse. Ella, por supuesto, conocía el truco, en innumerables ocasiones tuvo que pasar por desapercibida al cruzar las escaleras de su propia casa en Lyon. Un recuerdo que la desalentó por fracciones de segundos, hasta que se deshizo de la incómoda sensación con tan sólo agitar lentamente su cabeza.

No se podía tan fácilmente del pasado. Ella lo sabía y McWhir, en silencio, compartía aquel mismo pensamiento.

Al estar en el último peldaño, le indicó a Stewart que fuera por una parte y ella seguiría por el viejo corredor. Cirene preparó su espada por si algo no salía como esperaba, ella aún se sentía extrañamente insegura, tenía esa sensación de que no debía estar ahí, pero hizo caso omiso a sus pensamientos y continuó recorriendo el pasillo, hasta que por instinto y con mucho cuidado giró el picaporte de una de las puertas y lentamente se escabulló por ésta.

Lo primero que notó fue que, alguien estaba durmiendo ahí. Por lo que su vista logró reconocer, no se trataba de cualquier habitación. Cirene frunció los labios al darse cuenta de que posiblemente estaba en la alcoba del duque y quien dormía en aquella cama era, desde luego, ese hombre. Se quedó estática, con la cabeza hecha un lío, pero decidió acercarse tan sólo un poco para confirmar que el sujeto estuviera profundamente dormido, fue entonces cuando tuvo la tentación de ir revisando qué podía llevarse de recuerdo. Ella no iba a estar en ese lugar en vano, así que empezó a revisar cuidadosamente los cajones, ayudándose apenas con una vela.

—No puede ser —susurró cuando sus manos sostuvieron uno de los objetos que halló en aquellos cajones de madera.

Se quedó fría, con la mente en blanco y con un nudo horrible en la garganta. Ya sabía que no debía estar ahí y ese broche se lo hizo saber. Era el mismo broche que le dio su madre cuando fue comprometida, se supone que por las características, ese era idéntico al que se supone debía conservar su "prometido". Ella aún tenía el suyo como parte de sus recuerdos pasajeros de una adolescencia marchita y ahora se encontraba con su opuesto.

Para salir de dudas lo comparó con el suyo, pues lo llavaba como un colgante y al darse cuenta de la autencidad de la pieza, su instinto le gritó de inmediato que saliera de ahí. Pero fue mala idea, al dejar el broche en su lugar, el cajón se atascó y en intento desesperado por huir, terminó derribando otras cosas a su paso. Incapaz de moverse, Cirene tomó la vela y la apagó, quedándose nuevamente en penumbras, esperando que aquello no hubiera despertado a quien yacía descansando.
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Mensaje por Brent Lewis Lun Nov 30, 2015 10:16 pm

La vida y la mansión en París no eran precisamente lo que alguien como el duque hubiera esperado o al menos no lo había esperado aún. Ya bastante tenía con ser la burla de varias personas gracias a su prometida fugitiva y su mala reputación; igual tampoco era que le importara realmente, sino que era solamente que cualquier clase de atención era una molestia para los planes que quería emprender con los amigos que se había encontrado casualmente en París.

Después de vagar por varias de las habitaciones de la mansión, termino por entrar al estudio de su padre. Cómodo en aquel sitio fue que cerro los ojos apenas unos instantes e ignorante de todo lo que estaba sucediendo en su hogar, Brent sucumbió al cansancio del estilo de vida que llevaba, creyendo evidentemente que se encontraba completamente seguro en aquella casa que era invadida por un peculiar grupo.
Sumergido en la inconsciencia fue incapaz de darse cuenta de que en la habitación donde se mantenía, había llegado una joven que significaba para él, más que una simple y sencilla ladronzuela, quien con suma habilidad reviso cada uno de los cajones del escritorio de su padre, lugar donde Brent había ocultado un broche, muestra de su compromiso con una mujer que había escapado de él y que ahora llegaba a su vida, de la manera más inesperada posible.

Debido al ruido que la joven había hecho, los ojos de Brent se abrieron de golpe solo para encontrarse sumergido ya no en la oscuridad de un sueño, sino en la de noche.
La mirada del duque, escrudiño la oscuridad y sus manos fueron al cajón que ya no se encontraba más en su sitio habitual, provocando en el rostro masculino una sonrisa burlona. Con cuidado se levanto de aquel asiento donde se había encontrado ya quizás por demasiado rato.
¿Qué tenemos aquí? – dijo a lo que para cualquiera parecería la nada – Alguien ha venido a visitarme y ahora me priva de su presencia. Deberías saber que eso es una grosería, más cuando no eres invitado a una casa – ya de pie, comenzó a alejarse lentamente del escritorio, andando por el estudio en busca del invasor – Deberías venir a presentarte debidamente conmigo – fue lo ultimo que dijo, continuando con su búsqueda en la oscuridad. Búsqueda que se vio recompensada en el momento en que una de sus manos dio con lo que parecía ser, otra mano – Te tengo – el tono de su voz se torno burlón y la mano que antes sintiera desapareció apenas unos segundos después de que dijera eso. Fuera a lo que fuera que decidiera jugar el ladrón aquel, Brent no le permitiría salirse con la suya.
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Mensaje por Cirene Lewis Lun Dic 21, 2015 10:56 pm


"No hay mayor dolor que recordar
la felicidad en tiempos de miseria."
—Dante Alighieri.




Cuando se encontró con ese medallón, la sensación que le recorrió el cuerpo fue extraña, indescriptible. No fue capaz de razonar adecuadamente y mucho menos cuando descubrió de que era un objeto auténtico. Sus padres habían elegido selectivamente a un artesano para que se encargara de crear aquellas piezas tan "importantes", por lo tanto, el que encontró en ese lugar no era ninguna copia barata y deseaba muy internamente que si lo fuese. Pero no siempre se obtiene lo que se quiere.

Cirene no pudo haberse sentido más frustrada; de un momento a otro, su mundo se vino abajo, ella no quería regresar a casa, nunca más. Ahora era un alma libre que había decidido el curso de su propia existencia. Podría decirse que era feliz, estaba bien consigo misma y quienes la rodeaban eran personas que la querían tal cual era, con sus defectos y virtudes; nada más importaba. Ahora el destino quería arruinar todo aquello que Cirene había forjado en tanto tiempo, cuando creía que su pasado quedaría bajo tierra para siempre y que no volvería a atormentarla nunca más. Quería que la tierra se abriera en dos y se la tragara, pero no sería así. La única opción que tenía en esos momentos era hacerle frente a la situación y no decaer tan fácilmente.

McWhir confiaba en ella y no podía arruinarlo, tenía que controlar sus emociones, dejarlas guardadas bajo llave y prepararse para el combate, como siempre había sido. Nadie doblegaría su orgullo y ni siquiera ese medallón lograría quebrar su integridad. Aunque casi lo había conseguido.

Con la mente haciéndole preguntas de todo tipo, Cirene se quedó escondida entre las sombras, haciendo el mejor de los esfuerzos para regular su respiración y evitar realizar algún movimiento en falso. No tenía miedo, sólo la invadía la incertidumbre por pensar en la posibilidad de que el dueño de esa residencia fuese aquel prometido que jamás conoció.

Una completa tontería... Una completa y posible tontería.

Pero, ¿por qué estaba ese broche justo en esa habitación? Un misterio que tenía resolver antes de darse una palmada en la cara por pensar en tonterías y no concentrarse lo suficiente para evitar que la descubrieran, cosa que obviamente ocurriría. Con todo el ruido que había hecho, creer que quien dormía "plácidamente", continuaría haciéndolo, era absurdo. Así pues, se aferró al mango de la daga que colgaba en un extremo de su cintura, mientras forzaba su mirada inútilmente, intentado hallar algún atisbo de movimiento, cosa que en esa situación sería imposible, ya que, estaba rodeada de tinieblas, así que no le quedaría de otra que acudir a su oído y éste finalmente le dio la advertencia que necesitaba.

Primero escucharía el sonido de algo que se arrastraba con mucho cuidado, aunque fue muy bajo, era lo suficientemente audible para que Cirene se percatara de que, quien fuera, que descansaba en aquella habitación, decidiera ponerse de pie. Lo siguiente que pudo oír fue su voz. No sonaba como la de alguien sorprendido o asustado, muy al contrario, se escuchaba como si realmente no le importase que algún ladrón estuviera invadiendo su propiedad. Era un tipo muy raro, al menos para Cirene, quien sujetaba su arma con fuerza, en especial, cuando advirtió que aquellos pasos se dirigían hacia donde ella estaba. Frunció sus labios, pero con toda aquella oscuridad, sus movimientos siguientes fueron bastante torpes, tanto como para rozar una mano con otra que no era la suya y casi perder el equilibrio, antes de dejar caer el candelabro y tambalearse hasta la puerta, golpeándose con el cerrojo, que prácticamente se clavó en su codo.

—¡Por sor puta y su convento! —Exclamó, arrugando el rostro de dolor. Ni siquiera pensó en que estaba en problemas, sino en que el golpe la hizo inmovilizarse—. ¡Tiempo! No se mueva... Con el brazo adolorido no se puede pensar... Bien.

Y estaba en lo cierto, pero, a pesar de que sentía que su brazo palpitaba de dolor, se aprovechó para abalanzarse encima de quien sea que estuviera al frente de ella y así inmovilizarlo mientras podía.

—Muy bien, tú tranquilo, yo nerviosa. No se te ocurra hacer ninguna tontería, ¿de acuerdo?
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Mensaje por Brent Lewis Mar Feb 16, 2016 6:10 pm

La seguridad de su hogar había sido violada y su confianza lo expuso a una situación que su padre hubiera encontrado sumamente desaprobatoria. ¿Cuántas personas se encontrarían en la mansión? ¿Sería solamente un ladrón solitario o un grupo dedicado a ello? Las preguntas era muchas y para responderlas era necesario que se levantara y comenzara a investigar, con todo y que significara exponerse mucho más al peligro. Sabiendo entonces que alguien se encontraba en aquella misma habitación que él, Brent comenzó a alejarse del escritorio en su búsqueda, pensando al mismo tiempo todo lo que a la mañana siguiente debería hacer para evitar una nueva intromisión de esa clase. Si bien el actual Duque no tenía nada sumamente importante que pudieran robarle a él, sabía que no debía descuidar los tesoros de su padre, razón por la que evidentemente decidieron entrar a su mansión.

Desconociendo entonces lo que le esperaba en la oscuridad de aquella habitación, Brent habló al aire, moviendo las manos de un lado a otro mientras andaba, todo con la esperanza de dar con el invasor o invasores de su hogar. Quizás a muchos no les hubiera parecido prudente hacer lo que Brent pero él se encontraba seguro de sus conocimientos para defenderse, tanto que no le importaba tener que pelear y arriesgar su pellejo con tal de defender lo suyo.
Vamos, si te entregas o se entregan por las buenas me asegurare de que su castigo sea… leve – volvió a hablar a la nada, con una sonrisa en su rostro que las tinieblas impedían que fuera descubierta.

Conforme avanzaba por la oscuridad, Brent se preguntaba con qué clase de ladrones se iría a topar; en su imaginación, todos los ladrones debían ser hombres, rufianes con malas caras y peores actitudes, dispuestos a destrozar todo con tal de salirse con la suya; claro que contra él no les sería fácil. Así pues cuando su mano se encontró con otra, el desconcierto se apoderó de él. La mano que el Duque sujetara estaba muy lejos de ser una masculina y fue ese el motivo por el que la soltara, provocando que algo cayera al suelo y una voz femenina inundara la habitación.
Pero que demonios… – dijo para si, acercándose más en dirección a la puerta que era de donde provinieron las quejas y los comentarios infantiles – No soy tan estúpido como para dar tiempo a ladronas torpes como tú – sentenció, encontrando nuevamente el brazo de la fémina, solo que al hacerlo, sintió como lo que tomo como un cuerpo frágil terminaba por lanzarse sobre él, provocando que el cuerpo del Duque cayera al suelo con una fiera encima de él – Tontería lo que has hecho tú al decidir entrar a robar en este lugar – Se podía decir que Brent llevaba las de perder en esos momentos pero no… El Duque de los países bajos no estaba dispuesto a perder y menos ante una ladrona amateur como lo sería seguramente aquella a quien aún no podía ver.

Brent se mantuvo inmóvil durante unos segundos, los necesarios para hacer creer a su contrincante que estaba completamente bajo su control, siendo de un momento a otro cuando haciendo uso de sus piernas giró para hacer que fuera ella la que quedara bajo su cuerpo.
¿Qué has venido a robar? ¿Cuántos más vienen contigo? – preguntó de manera burda una vez que sintió, la tenía lo suficientemente bajo su control como para que no lograra escapar.
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Mensaje por Cirene Lewis Mar Mar 22, 2016 11:06 pm

De un momento a otro, si vida había dado un vuelvo inesperado; el destino entretejió un encuentro fortuito entre personas que permanecían conectadas por hilos invisibles e imposibles de romper. Lo que parecía un robo de rutina, se convirtió en un terrible descubrimiento, algo que hizo que Cirene entrara en el desconcierto y su mente diera paso a la tempestad, volviéndose incapaz de coordinar sus ideas e incluso sus propios movimientos. Era como si su propia mente se burlara de ella, que le hiciera ver que era imposible escapar de su pasado y de su familia. Todo rastro de alegría se había alejado en fracciones de segundos, cuando descubrió aquel broche en el despacho del dueño de la mansión asaltada. Quiso correr al lado de McWhir y suplicarle que se retiraran de ahí, sin embargo, los motivos que lo impulsaban a estar ahí iban más allá de un simple robo. Ella no lo entendía y con más razón, pues, no conocía las verdaderas razones del capitán. Ni siquiera sabía quien era McWhir en realidad.

Creyó haber tomado el control de la situación; creyó que iba a tener bajo su poder al hombre que le hablaba. Pudo deducir, entre tinieblas, que era joven y luego de tenerlo más cerca, sacó rápidas conclusiones sobre su contextura. Ella nunca conoció a su prometido estando en Lyon; tampoco quiso hacerlo. Desconocía su rostro y su voz. Y ahora le resultaba una nefasta desventaja al igual que lo era el dolor punzante en su brazo, que se paseaba por la extremidad como una corriente eléctrica que le quitaba toda fortaleza.

Estuvo a punto de ganar, pero la confianza le resultó una vuelta más del destino y de un momento a otro se vio abajo del cuerpo del hombre. Gruñó molesta al sentirse atrapada, pero no podía precipitarse.

—Ya cállate princeso, no soy la única que hace visitas a estas horas —dijo con tono burlón—. No sé quién está en verdadera desventaja, si tú o yo... Podrías usar tus cuatro neuronas y hallar la respuesta a tu pregunta. Eso si te crees tan inteligente.

Las palabras surgieron entre risas. Permaneció quieta lo suficiente para que aquel se sintiera en verdadera ventaja y creyera que había ganado el repentino enfrentamiento. Pero Cirene sólo se tomaba el tiempo que requería necesario para que el malestar en su brazo cesara y pudiera ponerse en guardia. Había estado viviendo entre rufianes durante bastante tiempo; se dedicó al contrabando siendo joven y fue entrenada por hombres hábiles en el manejo de las armas. Incluso, desde muy chica, sus hermanos le enseñaron a defenderse, a pesar de que aquello fuera totalmente inadecuado para una señorita.

—¿Cuánto tiempo piensas que estaré así? ¿De verdad piensas que ganaste? —agregó con una sonrisa en sus labios—. ¡Iluso!

Exclamó al momento en que golpeaba su cabeza con la propia para dejarlo aturdido y entonces tomó la daga que cargaba encima, presionando el filo sobre el cuello del hombre.

—Quítate si no quieres que te rebane el cuello. Vamos, coopera y no saldrás herido, ¿de acuerdo? —Le amenazó, escuchando a la distancia, como unos pasos se acercaban con lentitud y mucha cautela. Esperaba que fuese McWhir y así poder acabar con aquella pesadilla.
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Mensaje por Brent Lewis Jue Jun 16, 2016 11:19 pm

La decisión de defender lo suyo se volvió un tanto confusa cuando se percato de que quien se encontraba en aquella habitación con él era una mujer. ¡UNA MUJER! ¿Qué clase de situación llevaba a una mujer a volverse ladrona y de paso, una tan mala? Entre las tinieblas, Brent fue capaz de dar con la mujer que entraba a su casa de manera ilícita y si bien en un inició creyó que la cosa sería sumamente sencilla, debió repensar todo en el momento en que aquella fiera se lanzaba sobre él hasta hacerlo caer al suelo.

El Duque se encontró en desventaja, una que no pensaba permitir que durase mucho más tiempo.
Así que crees que puedes vencerme fácilmente – sonrió a la oscuridad – pues piénsalo dos veces – dijo justo antes de girar para que quedaran en la posición contraria. Brent aprovecho entonces que tenía la ventaja para cuestionarle. Princeso. La simple palabra provocó que le ardiera la cara de ira. Para Brent era agradable hacerse pasar como un completo inútil, alguien incapaz de encargarse de sus propios asuntos o de tomarse las cosas en serio y sin embargo, aquel nuevo apelativo que recibía por parte de una ladrona a la que no podía siquiera ver lo molestaba. Se había decidido al llegar a París, que tenía que cambiar la visión del mundo sobre él y sin embargo hasta aquel instante no lo había logrado en lo más mínimo – ¿Cuántos vienen contigo? – le cuestionó una vez que la oyó decir que no era la única que realizaba visitas a esas horas – Al parecer soy más inteligente que tu, ya que ni siquiera has sido capaz de escapar de mi en la oscuridad, así que responde de una buena vez ¿Cuántos vienen contigo y qué buscan? – Brent no pensaba hacerle daño real, no creía que fuera lo mejor, lo malo era que la mujer que tenía firmemente sujeta no pensaba lo mismo que él – Te mantendré así el tiempo necesario y no… no pienso que gane, no hasta que… – sus palabras quedaron suspendidas en el aire pues tras la palabra iluso lo único que fue capaz de sentir el Duque fue confusión y un profundo dolor en la nariz.

El golpe recibido provocó que Brent soltara las manos de la ladrona, no así que se quitara de estar sobre ella. El golpe también llevó al Duque a sentir el sabor de su propia sangre y el calor de esta fluir por uno de sus poros nasales.
Con un demonio… eres una bestia – aseguró con el dolor aun punzante en su nariz. Aquella mujer era completamente una salvaje, alguien a quien definitivamente no se le podía tener nada de compasión, detalle que dejó aún más en claro justo en el instante que Brent notó el frió de la hoja de una daga sobre su cuello – ¿Cooperar? ¿Estás de broma verdad? – respondió al tiempo que se percataba de que en dirección al estudio se escuchaban más pasos y una maldición salió de los labios del actual Duque – Si quieres rebanarme el cuello hazlo, pero no voy a dejar que se lleven nada de esta casa sin antes pasar sobre mi cadáver – su orgullo le impedía rendirse y su posición social le indicaba que lo mejor era morir dando batalla que sobrevivir siendo un cobarde del que todos se burlaran después. Al menos siendo asesinado llenaría de orgullo a su padre.
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Mensaje por Cirene Lewis Mar Jul 05, 2016 1:09 am

McWhir se movía entre las sombras con la agilidad de un felino. Recorría el vestíbulo de aquella enorme mansión como si conociera el lugar de toda la vida; iba por los corredores, apenas deslizando la punta de los dedos en completo silencio, rememorando sus visitas al mismo sitio cuando apenas era un chiquillo. Porque, aunque sus actuales compañeros lo desconocían, McWhir no estaba ahí por casualidad, ¡Ni siquiera ese era su verdadero nombre! Todo cuanto rodeaba a ese hombre resultaba un enigma. Pero, para poder comprenderlo mejor, sólo faltaba con mirar su pasado, y descubrir que su verdad residía en que él era nada menos que Barton Lewis, el antiguo duque de los Países Bajos, electo por el líder de aquella estirpe de la nobleza neerlandesa. Y por desgracias de la vida, había caído en la peor trampa, urdida por su propio hermano. Aquello oscureció su corazón y juró al mar que no descansaría hasta culminar su venganza.

Por eso estaba en esa residencia esa noche, hallando la ocasión para destruir la mentira que ahora rodeaba a los Lewis, simplemente, guiándose por su rencor.

Mientras Cirene en el segundo piso, McWhir, y otros tres más, se aseguraban de inspeccionar la casa. El capitán no tenía intenciones de llevarse nada, muy al contrario de sus compañeros, a quienes intentó reprender, pero dada la tensión del momento, prefirió ignorarlos. Y tras varios minutos, bastante largos, decidió tomar el toro por las astas y confesarles su plan a los demás: secuestrar al duque. Cosa a la cual no se negaron. Así que, suponiendo que Cirene estaría a cargo de ello a esas alturas, subieron a buscarla para terminar con la rara misión.

—Sean cuidadosos con los últimos tres peldaños, suelen hacer ruido si no se pisan con cuidado —advirtió McWhir, mientras, con gran pericia, terminaba de ascender por completo—. Yo entraré primero y ustedes me escudarán. De seguro, si el duque está aquí, que es probable, lo sorprenderemos y antes de que de alguna advertencia, terminará inconsciente ante nosotros. Recuerden que lo necesito vivo.

***

Cirene había tomado ventaja de la situación cuando pensó que todo le había salido al revés. Se había dejado llevar por la impresión de encontrar un relicario idéntico al suyo, y de verse atrapada entre las tinieblas de la habitación, en donde suponía no habría nadie. Pero resultó que, para su propia suerte, pudo tomar por un momento, el control, a pesar de verse bajo el cuerpo del hombre, a quien el cabezazo lo había dejado aturdido, tal y como ella lo esperaba. Aunque, eso le había sumado un ligero mareo a su propia cabeza. No obstante, al saber que McWhir se acercaba, recobró el valor y enfrentó a su víctima sin importarle las consecuencias.

—¿Y ahora qué? ¿Llorarás como princesita mimada? —Inquirió, hundiendo más el cuchillo en el cuello del hombre—. Podré ser una bestia, pero eso no te quita lo principiante. —Aprovechó la distracción del duque para empujarlo a un lado, volviendo nuevamente, apenas se lo quitó de encima, a colocarle aquella daga cerca del rostro—. Pues entonces tendremos que sacarte en rebanadas de aquí, princesito arrogante.

En la oscuridad no era sencillo distinguirlo, pero podía escuchar su respiración muy cerca suyo y eso era suficiente para poder determinar la distancia que los separaba, que era poca. Cirene, molesta e indignada, sintiéndose valiente por el simple hecho de que su capitán atravesaría la puerta en poco tiempo, golpeó el estómago del hombre con el puño cerrado. Lo hizo sin cuidado, pero al mismo tiempo, con la precaución de solamente dejarlo adolorido. Y antes de volver a golpearlo, la puerta se abrió y varias luces temblorosas, llevadas por McWhir y sus hombres, aparecieron al cruzar el umbral.

—¡Cirene! ¿Qué crees que haces? Arriba, niña. Yo me encargo del resto —dijo el capitán con voz autoritaria, reconociendo las figuras de los jóvenes, tras iluminarlos con las velas—. Átenlo. Si opone resistencia, ya saben qué hacer.

Cirene se quedó pasmada al escuchar las ordenes de McWhir y de mala gana se puso de pie, regresando a su lado. Viendo como los otros hombres apresaban al muchacho, quien obviamente se resistía a ser atado, por lo que, uno de aquellos salvajes, le golpeó la nuca sólo para dejarlo inconsciente.

—Es un muchacho difícil este... —murmuró McWhir—. Stewart ya debió haber preparado el coche afuera. Lo lleváremos de ese modo para no levantar sospechas. ¡Vamos, rápido! Antes de que algún sirviente se despierte.

—¿Por qué? —Susurró Cirene, aún extrañada por lo que había visto. Algo no encajaba en su cabeza.

—Las explicaciones para luego, Cirene. Ahorita sólo nos conviene huir con el botín. —Y diciendo esto, todos emprendieron la marcha, dejando atrás la oscura residencia Lewis.


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